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Emilio Tenti Fanfani “La meritocracia les permite dormir tranquilos a los ricos”

Las demandas crecientes a la escuela, la necesidad de focalizar su tarea en aquello que otras instituciones no están en condiciones de enseñar, los mitos sobre la educación, la paradoja de desear la inclusión, pero preferir lo exclusivo y la reformulación de la formación docente inicial, son algunos de los temas abordados en la entrevista al destacado sociólogo Emilio Tenti Fanfani, en su paso por Córdoba para dictar un seminario del ISEP.

“El tema es la injusticia, no la desigualdad”, afirma el profesor titular e investigador de la Universidad Pedagógica Nacional y autor de más una docena de libros donde aborda la cuestión educativa, para diferenciar entre una competencia, en donde parte del juego es que haya ganadores y perdedores, y lo que ocurre en las instituciones escolares, donde el contexto socioeconómico condiciona los logros académicos de los estudiantes: “Nadie cuestiona los resultados en los Panamericanos, porque hay las mismas reglas para todos, las condiciones son más o menos iguales, todos parten en la misma línea. Resulta que en la escuela no es así, unos largan sabiendo escribir y otros nunca vieron un lápiz, un cuaderno, un libro”.

Invitado por el ministerio de Educación de Córdoba para brindar la conferencia organizada por el Instituto Superior de Estudios Pedagógicos, La producción de las desigualdades escolares: estructuras y estrategias en sociologías de la educación de Francois Dubet, Emillio Tenti Fanfani señala que “uno de los problemas de la escuela contemporánea es la tensión que existe entre las demandas crecientes que se le hacen y sus capacidades limitadas”.

—¿Por qué, entre otras cuestiones, se le pide a la escuela que luche contras las desigualdades sociales?

—Las demandas crecientes tienen que ver con esta creencia, que les gusta mucho a los políticos, de que la escuela sirve para todo: con educación va a crecer la economía, porque vivimos en sociedades del ­conocimiento; va a haber más justicia e igualdad social, porque la gente va a conseguir trabajo; va a haber menos violencia porque la escuela enseña valores morales; va a haber menos enfermedades porque las mujeres con más educación cuidan mejor a sus hijos; vamos a proteger el medio ambiente…

La pregunta es qué es lo importante para el crecimiento de los chicos, para su desarrollo y bienestar, que solo la escuela puede hacer o, al menos, está en mejores condiciones para hacerlo que la familia, los medios, la iglesia, la publicidad.

—¿Eso qué consecuencias trae?

—Estas expectativas se traducen en una sobrecarga del currículum escolar: no alcanza el tiempo para cumplir con el programa. En la primera investigación que se hizo sobre evaluación de la calidad en Argentina, en el cuestionario complementario se les preguntó a los docentes cuánto alcanzaron a desarrollar el programa ese año. El promedio era entre el 60 y 70 por ciento. Entonces, uno debe hacerse una autocrítica, preguntarse para qué están las instituciones educativas: ahí hay un problema de sentido. La escuela no puede competir con otras instituciones.

—¿Por ejemplo?

—Por ejemplo, para desarrollar los principios de una buena alimentación: si estamos preocupados por lo mal que comen los chicos; presionemos a los que producen alimentos, a los que hacen publicidad para que sean más responsables y éticos con la promoción de comida basura. Pero no carguemos a la escuela. Tampoco tenemos el monopolio para enseñar valores… La pregunta es qué es lo importante para el crecimiento de los chicos, para su desarrollo y bienestar, que solo la escuela puede hacer o, al menos, está en mejores condiciones para hacerlo que la familia, los medios, la iglesia, la publicidad.

—¿Y la respuesta sería…?

—El conocimiento. El niño no va a aprender a leer y a escribir, no va a aprender cálculo, ni siquiera los principios básicos del funcionamiento de la sociedad en la que vive a través de los medios masivos de comunicación o la inserción en redes sociales: el conocimiento del mundo natural y social requiere de un trabajo sistemático, obra de especialistas, de pedagogos, que son los que saben qué hay que enseñar, en qué etapa evolutiva. Hay dos competencias que son fundamentales. Primero, las competencias expresivas (orales, gestuales, con imágenes). Implica, usar el lenguaje —y ya no basta el español— para poder dar forma a tus pensamientos, tus necesidades, tus angustias, fantasías. Esta es una competencia transversal, no solo de la señorita de Lengua, también de Ciencias, de Historia. Desarrollar la lectoescritura debería ser un objetivo central de la institución escolar.

—Se supone que de eso se encarga la educación primaria…

—La obligatoria. Para mí, ahora, la primaria y la secundaria son un paquete para la educación de todos los ciudadanos. Dubet insiste mucho en esto: hay que prolongar la escolaridad general, básica, común, hasta los 16 años. Si no sabés leer, no vas a poder aprender nunca Física, ni Historia, ni Geografía. Y si no sabés cálculo, no vas a aprender ninguna de las otras Ciencias. Son básicas en ese sentido, son dos grandes herramientas de conocimiento, hay que poner el foco ahí. Yo puedo enseñar la diversidad, pero escribamos sobre la diversidad, hablemos, leamos: no importa el contenido, sino desarrollar la competencia básica esta, que tiene tres grandes funciones.

—¿Cuáles serían?

—El primer objetivo es desarrollar la reflexividad. ¿Para qué queremos la escuela?: para hacer ciudadanos libres, autónomos, reflexivos. ¿Con qué pensamos? Con el lenguaje, cuantas más palabras tenés, más posibilidades de reflexionar. Segundo, si “tenemos que desarrollar las capacidades productivas, facilitar la inserción de los individuos en las nuevas relaciones del mercado de trabajo”, como se plantea; debemos saber que la mayoría de los trabajos modernos tienen que ver con servicios personales, para lo cual es necesario tener competencias expresivas, saber hablar, emitir y entender mensajes. Incluso en la gran industria moderna es indispensable el trabajo en equipo: hablar en público, argumentar, proponer, escuchar, saber cómo hablar de acuerdo al interlocutor, al contexto, armar grupos, dividir las tareas. El lenguaje se ha convertido en instrumento poderosísimo para la inserción, es una competencia laboral. Y la tercera gran expectativa es “formar ciudadanos, aprender a convivir juntos, en democracia”. ¿Cómo se participa en democracia? A través de la representación. ¿A quién se elige normalmente de representante? Al que tiene la capacidad de decir en público lo que otros solamente piensan. Cuando está muy concentrada esa capacidad, tenemos una democracia renga. ¿Cómo puede contribuir la escuela a la ciudadanía y la democracia? Lo digo claramente: desarrollando la competencia expresiva.

—¿De qué otra manera puede contribuir?

—El verbo contribuir es muy importantes: contribuye, no resuelve por sí misma. Luego la escuela puede proveer a los chicos de oportunidades para que aprendan, participando en experiencias de vida democrática en las instituciones educativas. Solo después vienen la teoría, los conceptos. Pero primero la práctica: no empezamos con teoría de la democracia. Hay que enseñarle a hablar a ese chico, en público. Me pasa en la facultad, que hay gente que no habla, no porque no sepa sino porque no se siente autorizada, no se anima, no tiene seguridad. ¿Viste que los sectores populares son calladitos? La humildad es una virtud de los pobres ¿por qué no les pedimos que sean humildes los ricos? Las clases humildes parece que no hablaran. “No. Vos tenés derecho a hablar”, esa es la contribución de la lengua. Después está el cálculo, la medición, la lógica y la matemática. Estas dos herramientas te permiten darle contenido a esa frase “hay que enseñar a aprender”.

De paradojas y desigualdades

Tenti Fanfani señala que la desigualdad existente en la sociedad se replica en las instituciones educativas, con circuitos diferenciados de escuelas para ricos y para pobres. Interrogado acerca de cómo se hace para desarticular esos mecanismos de elección familiar, que muchas veces no están vinculados con la calidad de la educación, sino con la creencia de que la escuela privada es mejor, señala con ironía: “Ese es el libro de Dubet ¿Por qué preferimos la desigualdad? (Aunque digamos lo contrario). Todos estamos con la igualdad, pero para mi nene busco el colegio más selectivo. La inclusión es para los otros. Yo quiero vivir en el country, en una sociedad exclusiva, para pocos”. “Hay otro libro interesante de Dubet —prosigue— que se llama Las sociedades y su escuela, donde plantea que, incluso en sociedades desiguales, hay escuelas que son más justas que otras, en términos de resultados, donde los chicos pobres aprenden y aprenden más que en otras. O sea que hay factores institucionales”.

—¿Cómo ayudan las políticas educativas para que la escuela no reproduzca las desigualdades?

—Hay que enriquecer la institución: no puede ser que haya escuelas en donde se mueran de frío en invierno, calor en verano, los baños den asco, el espacio esté todo deteriorado, sucio. Hay que hacer más atractivas las escuelas públicas, también desde el punto de vista pedagógico, para que no las abandonen los sectores medios, y achicar diferencias en lo que es la oferta educativa. El mito de la meritocracia permite dormir tranquilos a los ricos —“Yo estoy acá por mi mérito, mi esfuerzo, mi trabajo, mi inteligencia”— y también a los pobres, que se culpabilizan de su suerte, como si fuera un problema de esfuerzo —“A mí no me gustaba estudiar”— y, entonces, no se rebelan —“Este es el lugar que a mí me corresponde en la sociedad”—. Como si no hubiera factores externos: el capitalismo, la explotación, las relaciones de clase… Cada uno obtiene lo que se merece por su trabajo, su esfuerzo: esa es la creencia que te permite explicar —y trata de hacerlo la sociología— por qué en sociedades tan desiguales hay paz social, no hay una revolución. Ojo, que hay momentos en que también explota, como Francia con los chalecos amarillos: es la desigualdad lo que les molesta, que los ricos sean cada vez más ricos. Otro es el tema de la evaluación. Como dice el sociólogo uruguayo Pedro Ravela, hay que volver a la evaluación formativa, de todos los días, que no es para la acreditación, que no tiene que ser con nota, ni estableciendo jerarquías, ni méritos, ni ordenando, sino para darle a cada uno una devolución.

Yo apostaría todo a la formación inicial. Replicar el modelo finlandés, donde no hay disciplinas. Ellos estudian temas, por ejemplo, familia y escuela, y ven los aportes de la antropología, la psicología, la sociología…

—Recién señalabas cuales son las condiciones objetivas, vinculadas a brindar cuestiones materiales, pedagógicas, institucionales…, ¿qué pasa con las condiciones subjetivas?

—En los institutos de formación docente (ISFD) hay que volver a estudiar y discutir toda la tradición de estudios que hay sobre Pigmalión en la escuela y la profecía autocumplida. Cada uno tiende a ser como es visto. Si vos le decís a tu nena que es inteligente, va a tener autoestima; en cambio, si le decís: “Sos una burra”, no. No hay que enjuiciar a los chicos por sus cualidades (“Este para la matemática no sirve”); en todo caso se puede decir que no hizo bien la tarea o el ejercicio. En este caso un aplazo no sirve para nada. Lo que hay que hacer es hacerlo reflexionar para que él mismo perciba lo que hizo mal y logre hacer las correcciones correspondientes… Hicimos una encuesta en los ISFD de la provincia de Buenos Aires, el 30 o 40% de los profesores creía que muchos de sus alumnos no iban a terminar la secundaria. Si vos creés que no van terminar, entonces vas a contribuir para que no la terminen, con lo cual vas a reproducir tus prejuicios.

—¿Cómo hace el Estado, para modificar estas cuestiones que hacen a las políticas subjetivas, para convencer al docente de que el chico puede aprender?

—Hace falta formación. Yo apostaría todo a la formación inicial. Replicar el modelo finlandés, donde no hay disciplinas. Ellos estudian temas, por ejemplo, familia y escuela, y ven los aportes de la antropología, la psicología, la sociología… Hay que formar una nueva generación de docentes para el siglo XXI, mejorar las condiciones de trabajo (si no quién va a querer ser docente después). Cambiar las leyes es fácil. El tema es cómo hacemos para cambiar la subjetividad. Eso requiere tiempo, generar un escalafón aparte, como en Colombia, que tienen dos estatutos, uno en el que avanzás por la antigüedad y otro por mérito académico. Acá lo primero que habría que hacer es que los profesores de los ISFD tengan una maestría. Argentina debe ser el único país en Latinoamérica donde los docentes no tienen un título de licenciatura, después 4 años de estudio. Es simbólico, pero no es una pavada.

La entrevista está finalizando, pero antes de que eso ocurra Tenti Fanfani, quizás para zanjar posibles cuestionamientos, señala: “La separación entre la teoría y la práctica es otro verso que hay que erradicar completamente de la educación”. Esta diferenciación —afirma— “solo ocurre en este campo; no se da en un congreso de física, ni de economía, ni de medicina” y replica el argumento que utiliza cuando se enfrenta a un auditorio de docentes: “No es que ustedes no tienen teoría y yo no tengo práctica. Tenemos ambas, pero con diferentes puntos de vista. Mi interés es cognoscitivo, para lo cual necesito un distanciamiento; el tipo que está en la escuela necesita un conocimiento práctico para actuar; en vez de estar discutiendo, mejor les cuento qué se ve de lejos y ustedes me cuentan cómo ven y sienten la escuela de cerca, así ambos salimos enriquecidos”.

 

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Entrevista a Elena Martín: “La escuela es fundamental, sin ella hay determinados aprendizajes que no se van a producir”

Entrevistas/25 Junio 2020/Autor: Daniel Sánchez Caballero/eldiariolaeducacion.com

atedrática en Psicología Evolutiva de la Educación en la Universidad Autónoma de Madrid, Elena Martín ve en el cierre de las escuelas y las lecciones aprendidas durante estos meses una oportunidad para darle una vuelta al modelo educativo. “Esta pandemia nos da la oportunidad de hacer la innovación que ya sabíamos que teníamos que hacer, solo que ahora lo hemos visto más claro”, reflexiona. Martín cree que no hay que dramatizar excesivamente sobre los meses de clases presenciales perdidos (“casi nada es irreversible en Educación”), pero sí aprovechar, todos, para hacer una reflexión, desde el Ministerio hasta las familias, sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje. Una reflexión activa y dirigida, especifica. Si no, no pasará. Hablamos con esta experta sobre cómo ha afectado el confinamiento a los más pequeños y qué lecciones podemos sacar de la situación excepcional que hemos vivido estos meses.

¿Cómo afecta a los más pequeños estar seis meses sin pisar un colegio?

Creo que debemos ser prudentes y saber que no lo sabemos. No se puede hacer afirmaciones categóricas. Hay estudios interesantes y que dicen algunas cosas, por ejemplo, el de Bonal sobre las desigualdades. Bonal explica cómo se ha puesto de manifiesto la desigualdad, de manera que no podemos afirmar que para todos ha supuesto lo mismo. Para unos ha significado más dificultades que para otros en esta etapa. Una dificultad que tiene que ver con el nivel sociocultural en el acceso a trabajar online. Pero no solo eso, la dificultad de seguir las clases es más obvia. El nivel sociocultural de la familia marca diferencias significativas respecto a las horas que han estado conectados, el tipo de extraescolares o no que han mantenido… Es decir, lo que ya sabíamos: no es solo lo socioeconómico, también lo sociocultural (se medía el nivel de estudios de la madre) es una variable que influye muchísimo en el aprovechamiento educativo de los hijos.

¿Es irreversible lo que se ha perdido estos meses?

Más allá de lo que los estudios, ahora más coyunturales, han puesto de manifiesto, desde la psicología del desarrollo se pueden resolver algunas cuestiones. Lo que sabemos es que la plasticidad del aprendizaje del alumnado apunta siempre a que casi nada es irreversible. No ha pasado nada que un alumno no pueda retomar. Es importante señalar esto, porque hay algunos titulares de “La generación de la Covid-19”, como si fueran a estar negativamente marcados. No hay nada irreversible, pero tenemos que saber que si se han producido algunos desfases en aprendizajes concretos deberemos compensarlo. También sabemos que lo que sí ha pasado es que estas circunstancias han puesto de manifiesto que la escuela es fundamental. Es importante destacarlo porque había voces que decían –con datos detrás– que había otros escenarios educativos que estaban empezando a cobrar importancia. Y es cierto, pero eso no niega que sin escuela hay determinados aprendizajes, determinados aspectos del desarrollo que no se van a producir. Uno aprende a hablar fuera de la escuela, pero no a leer y escribir fuera de ella. Y la alfabetización cambia la mente. Hay partes del desarrollo garantizadas por vivir en sociedad, por la crianza, pero también hay determinados aspectos que solo se aprenden porque hay una instrucción intencional y creo que esto se ha puesto de manifiesto ahora. La escuela tiene una función epistémica. Es decir, la escuela coge la realidad y la trae para hacerla objeto de reflexión. En la escuela no se cocina para comer, se cocina porque al cocinar entendemos la química, las cantidades, que necesitamos el comercio… Esta función epistémica en la que no hacemos cosas para resolver problemas sino para entender el mundo y por qué actuamos como actuamos es absolutamente peculiar y es la función que justifica que tengamos que obligar a los alumnos a ir a la escuela, porque es un derecho. De no hacerlo estamos socavando la igualdad de oportunidades. Y eso convierte en deber para la sociedad ofrecer la escuela con igualdad de oportunidades para todos.

Uno aprende a hablar fuera de la escuela, pero no a leer y escribir fuera de ella. Y la alfabetización cambia la mente

¿Qué hemos aprendido a nivel educativo durante el confinamiento?

Además de que la escuela es imprescindible, también hemos aprendido algunas cosas específicas del alumnado. Lo que tenemos que hacer es utilizarlo para dos grandes metas: en unos casos para compensar, pero en otros para aprovechar lo que hemos visto de distinto. Se está destacando en exceso la idea de que hay alumnos vulnerables que necesitan ser compensados. También hemos descubierto que son capaces de aprender de otra manera, hemos descubierto competencias que desconocíamos de ellos, la importancia de lo emocional… Hemos de aprovechar lo aprendido sobre cómo aprenden nuestros alumnos para no volver a enseñarles igual, sino enseñarles mejor.

Hemos aprendido –ya lo sabíamos, pero ahora se ha visto de manifiesto– que los alumnos son distintos y hay que atender a la diversidad. Hemos tenido que hacer tutorías diferenciadas para cada uno. Eso, que parecía imposible y que no lo hacíamos porque teníamos todo el grupo delante, hemos podido comprobar que hay que hacerlo de manera diferenciada. La atención a la diversidad no es solo para alumnos con discapacidad. Todo ser humano es diferente de otro y aprende de manera distinta. Está comprobado, y tiene consecuencias para el futuro esenciales. Hay que reforzar la acción tutorial (los centros lo están haciendo ya), quién necesita que reforcemos y quién está al nivel que queríamos para empezar. Esta atención individualizada es fundamental, y hemos aprendido además que las TIC nos pueden ayudar no para grabar clases, justo para lo contrario: para individualizar la enseñanza.

También hemos descubierto la importancia de lo emocional. Todos los profesores hemos comprobado que lo que les estaba pasando a los alumnos estaba influyendo en su aprendizaje, aunque tampoco hacía falta una pandemia para entender que el estado emocional del alumnado siempre influye en su aprendizaje.

Hemos aprendido que un alumno ahora nos parece otro alumno. Hemos descubierto cosas de ellos que el aula tradicional no permitía ver. He oído a muchos docentes sorprenderse por lo bien que se organizaba algún alumno por sí solo. Claro, no se veía porque se le daba todo organizado, pero ahora se ha visto quién podía y quién no. Esta es una idea esencial. Las personas no somos, estamos. Una misma persona puede comportarse de maneras distintas en distintos contextos. Un alumno en una clase de Lengua puede no estar motivado, pero lo ves en un taller de teatro hablar, escribir… Y ahora hemos visto a los alumnos en distintos contextos, que se les ha ocurrido hacer tareas que la escuela nunca plantea, pero que ellos en un contexto más abierto, con su familia o con otros medios de aprendizaje, han aprendido. Necesitamos actividades más abiertas, no tan academicistas, y que alumnos con distintos estilos encuentren espacios para aprender de otras maneras.

También hemos aprendido la importancia de las familias. Un alumno es diverso entre otras cosas por la familia que tiene. No podemos mandarle los mismos deberes. Contaremos con un apoyo que hay que exprimir al máximo y no poner topes al aprendizaje. Hay que saber que el contexto familiar es una fuente de recursos. A veces de ausencia de recursos también, pero tenemos que actuar con cada uno dependiendo de las familias. La familia también nos ha conocido mejor a nosotros, han visto la escuela de manera más descarnada y se han dado cuenta de lo terriblemente aburridas que son algunas de las tareas que se encargan. Puede servir esto para colaborar más con las familias también.

Hemos de aprovechar lo aprendido sobre cómo aprenden nuestros alumnos para no volver a enseñarles igual, sino enseñarles mejor

¿Cómo sacar provecho de estos aprendizajes?

Todas estas cosas no se van a convertir por sí mismas en aprendizajes a no ser que nosotros reflexionemos sobre ellas. Esto tiene una doble función: los docentes deben reflexionar sobre esto para adaptar su enseñanza a una mejor enseñanza. No podemos seguir enseñando igual que antes porque hemos tenido oportunidad de aprender nuevos elementos que siempre han estado en el aprendizaje, aunque no los veíamos. Pero es igualmente importante hacer reflexionar al alumnado sobre lo que ha pasado estos meses con su forma de aprender. Se dice, y yo lo comparto, que la competencia por excelencia que la escuela debe enseñar es “aprender a aprender”. Debemos garantizar que al acabar la etapa obligatoria toda persona va a ser capaz de seguir aprendiendo. Para que alguien pueda aprender a aprender tiene que haber reflexionado sobre qué es aprender y sobre cómo es él o ella como aprendiz. Por eso enseñar a aprender a aprender no es solo que los alumnos aprendan a aprender, también que piensen cómo aprenden. Ahora los alumnos han tenido experiencias reales de aprender de otra manera. La gente dice: “La escuela tiene que hacer aprendizajes con actividades auténticas”. Pues toma autenticidad. Ahora han tenido que aprender con actividades en casa, cosas nuevas. Muchos niños han hecho cosas de música en sus balcones o les han escrito a sus abuelos. Eso es autenticidad. Pero tienen que darse cuenta de que al hacer eso igual han aprendido mejor. Han visto que servía para algo, que los demás les felicitaban… Se han sentido competentes para hacer cosas que antes no hacían. Yo he hablado con padres que me decían que sus hijos no se consideraban grandes estudiantes en la escuela, pero se han leído no sé cuantos libros durante la pandemia o han escrito cosas para sus amigas. La oportunidad ahora es hacer actividades que les lleven a ellos a tomar conciencia de cómo han aprendido, cómo se han sentido al aprender así, cómo se han sentido al ver que lo que en la escuela no les motiva pero en su casa, de otra manera, sí. Esta reflexión es esencial para aprender a aprender. Esto se tiene que programar –los docentes proponemos momentos en septiembre que les permitan, planificada e intencionalmente, reflexionar– .

El problema es que luego los profesores apenas dan para sacar las clases adelante, igual no les da tiempo a dedicar ratos a reflexionar. ¿Crees que se aprovecharán estas enseñanzas?

Lo urgente no debe comerse lo importante. Es comprensible que ahora las urgencias estén en imaginarse al menos cómo va a ser la vuelta desde el punto de vista de la organización de ratios, espacios, calendario… Pero espero y confío –y creo que la ministra es consciente– en que el Ministerio tenga una responsabilidad de crear una línea de discurso. Esta es la tarea desde el punto de vista educativo. Cuando se da dinero para programas de cooperación territorial se puede marcar la finalidad [algo que finalmente no ha pasado con los 2.000 millones de euros del fondos europeos para la Educación]. El Ministerio tendría la responsabilidad de marcar y aunar el discurso a las comunidades, pero luego estas deben seguirlo. La siguiente pieza son los equipos directivos. Yo estoy trabajando con algunos y noto claramente la diferencia entre quién está solo en “voy a usar el gimnasio” –que hay que estar en esto–, y quien además está pensando en aprovechar la ocasión para empezar a trabajar por ámbitos y no por materias, empezar con la docencia compartida, un plan de acción tutorial… Alguien que ha recuperado parte de este discurso. En los planes que se les pide a los centros para comienzo de curso, además de estas medidas sanitarias, ratios, etc. debe haber un proyecto que haga hincapié en las líneas pedagógicas que van a seguir.

Has mencionado las tutorías antes, la oportunidad para darles una vuelta. ¿Son una herramienta a la que se podría sacar más partido, quizá individualizarlas?

El seguimiento de la acción tutorial tiene por una parte la exigencia de que cuando se esté en clase enseñando se utilicen unas metodología ajustadas (por ejemplo, si están trabajando en grupos voy pasando para ver qué necesita cada uno). Pero, además de este ajuste durante el proceso de enseñanza-aprendizaje, tenemos horas de acción tutorial. Lo que pasa es que no siempre se utilizan bien. Hay que trabajar esta idea de cómo vamos, cómo aprendemos. Hay centros con tutorías individualizadas, aunque es difícil meterlo en horarios. Además está la idea de montar un PROA en el que luego por la tarde o en los recreos pueda atender de manera más individualizada a alumnos con niveles de aprendizaje distintos… Son espacios de individualización. A veces las familias han venido haciendo este acompañamiento, pero otras no. Hay muchas maneras de individualizar. Estos planes de los que hablamos, desde metodologías más individualizadas a programas más individualizados. La tutoría individual sería maravillosa.

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/06/22/la-escuela-es-fundamental-sin-ella-hay-determinados-aprendizajes-que-no-se-van-a-producir/

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Entrevista al periodista británico Andy Robinson: Las nuevas venas abiertas de América Latina: Un periodista inglés revisita la obra de Eduardo Galeano

Por: Irene Hernández Velasco

El año próximo se cumple medio siglo de la publicación de Las venas abiertas de América Latina, el famoso ensayo obra del escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Un libro que se convirtió en la biblia de la generación de izquierdas que alcanzó el poder en la zona a principios del siglo XXI (Lula, Evo Morales, Rafael Correa o Hugo Chávez) y en el que se narraba el salvaje saqueo de los recursos naturales de la región por parte de los imperios coloniales primero y de los estados imperialistas después.

«Los latinoamericanos somos pobres porque es rico el suelo que pisamos», sentenciaba Galeano.

Para escribir Las venas abiertas de América Latina, Galeano recorrió buena parte del continente.

Ahora un periodista británico, Andy Robinson (Liverpool, 1970), ha realizado muchos de los mismos viajes que efectuó hace medio siglo Galeano (Potosí, Minas Gerais, Zacatecas, etc.) para analizar cuál es la situación actual de las materias primas en América Latina y ver si han cambiado las cosas.

El resultado es un libro estremecedor titulado Oro, petróleo y aguacates. Las nuevas venas abiertas de América Latina (Editorial Arpa).

Un ensayo en el que Robinson detalla cuáles son las nuevas riquezas de América Latina (coltán, petróleo, litio, soja, niobio, aguacates…) y en el que revela cómo una docena de materias primas explican los últimos golpes de Estado, las rebeliones ciudadanas y la crisis medioambiental en ese continente.

Y advierte que la pandemia de coronovirus puede representar otra década perdida para las economías de la región, que ya se encontraba en un estado terriblemente débil, y que está agudizando terriblemente las desigualdades sociales.

Galeano en 1988. Foto: Getty.

—Eduardo Galeano sostenía: «Los latinoamericanos somos pobres porque es rico el suelo que pisamos». Usted que ha recorrido muchas de las rutas que él hizo, ¿considera que sigue siendo verdad esa máxima?

—En alguna medida sí. No creo que sea casualidad que los países en desarrollo que más han logrado estrechar la brecha con los países ricos sean los asiáticos, que tienen pocos recursos naturales.

Eduardo se refería a lo que se suele llamar la maldición de las materias primas en el sentido de que despertaban la avaricia colonialista y un saqueo implacable a lo largo de siglos de los recursos naturales, primero por las potencias coloniales y luego las multinacionales.

Creo que los gobiernos de la izquierda en América Latina entendieron que era necesario «nacionalizar» esos recursos y utilizar los ingresos para redistribuir la renta, y su enorme mérito es haber sacado a millones de la pobreza.

Pero no lograron salir de la trampa de la dependencia de la exportación de materias primas y por tanto permitieron sobrevaloraciones de sus divisas. Y cuando terminó el súper ciclo de precios altos de las materias primas, les pasó factura.

Al margen de esa explicación económica −mi libro no pretende ser una tesis sino que es una serie de crónicas periodísticas− lo maravilloso de esa frase de Galeano es la paradoja que describe.

Y las paradojas son útiles para entender la realidad esperpéntica de América Latina. He intentado destacar unas cuantas paradojas en el libro.

El fenómeno de Alicia en el País de las Maravillas de correr para quedarte en el mismo sitio se puede aplicar a muchas actividades de la economía de materias primas.

Andy Robinson (Liverpool, 1970), ha realizado muchos de los mismos viajes que efectuó hace medio siglo Galeano. Foto: Cortesía de Andy Robinson.

—¿Cuáles son las nuevas materias primas que hacen de América Latina un continente riquísimo?

—No son nuevas, pero Brasil se ha convertido en el productor de soja, carne y pollo más grande del mundo.

La exportación de estos alimentos básicos genera muchos ingresos pero como se explica en el libro, las consecuencias medioambientales y sociales son muy preocupantes.

En cuanto a minerales tenemos metales como el niobio y coltán en Brasil y Venezuela que, en el contexto de una suerte de Guerra Fría versión siglo XXI entre EE.UU. y China, se han convertido en recursos que tienen un valor geopolítico.

Y se explica también que el litio en el salar de Uyuni en Bolivia −que Evo Morales quiso industrializar para fabricar baterías y hasta coches eléctricos− acabó desempeñando un papel en el golpe de noviembre del año pasado. Aunque un papel contradictorio y paradójico.

—¿Y por qué todas esas riquezas naturales siguen sin transformarse en prosperidad económica para ese continente?

—Por el motivo comentado antes. Hay que crear valor en una economía moderna y a veces la presencia de recursos naturales te ofrece un «camino bajo» de desarrollo en lugar del «camino alto» elegido por China.

Pero esas son cuestiones complejas y el libro no pretende ser una tesis sobre la gestión económica ni dar recetas simplistas.

Es una serie de crónicas de viaje, cada una inspirada por un recurso o una materia prima como punto de partida, pero luego se va un poco por las ramas.

En el capítulo del oro hasta se llega a Salt Lake City para hablar del fetichismo por el oro de la derecha cristiana en EEUU. Y en el capítulo de la plata de San Luis Potosí en México se acaba hablando más del peyote.

En el de la papa, viajo a Los Andes donde los indígenas crearon 4 000 clases distintas de papa, en busca de una salida de mi propia adicción a las papas fritas.

Hay un homenaje a las venas abiertas en cada capítulo, pero confieso que las crónicas ofrecen pinceladas descriptivas y testimonio de los pueblos más que un análisis económico profundo.

—Galeano denunció en su libro el saqueo de los recursos naturales de América Latina por parte de los imperios coloniales y postcoloniales. ¿Quién se beneficia ahora de las materias primas de América Latina?

—Pues durante el periodo de la pink tide (la marea rosada, como se conoce a la mayor influencia en el siglo XXI de la izquierda en América Latina) se logró que el estado se beneficiara más de estas actividades y por lo tanto ayudaron a transferir rentas a los más necesitados.

Ahora tras los golpes en Brasil, Bolivia y en cierta medida en Ecuador, vuelven a ser las multinacionales extranjeras…

—Muchas de esas materias primas se extraen en lugares extremos. ¿Cómo son las condiciones de trabajo en general de los trabajadores que se dedican a sacarlas de la tierra?

—Yo hablo en varios capítulos de las condiciones de los mineros artesanales, de los barqueros colombianos y de los garimpeiros brasileños.

Sus condiciones de trabajo son duras, pero no tanto como las condiciones que dejan a las comunidades indígenas tras la deforestación, el envenenamiento con mercurio y cianuro y el asesinato de campesinos.

A diferencia de las economías extractoras de azúcar, café o banana del siglo XVII y XVIII que Galeano describe, la nueva agroindustria de soja y carne no emplea a mucha gente.

Pero desplaza a comunidades campesinas y destruye la selva, tal y como se describe en el libro.

Las materias primas siguen siendo esenciales para las economías de la región. Foto: Reuters.

—Los gobiernos de izquierdas en Latinoamérica −Lula en Brasil, Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia…− apostaron por acelerar el crecimiento de sus países y tratar así de eliminar la pobreza a través de la exportación de materias primas. ¿Lo lograron? ¿Qué falló?

En Brasil el modelo no dependía exclusivamente de las exportaciones de materias primas pero el Partido de los Trabajadores (PT) acabó sufriendo las consecuencias de la apuesta por exportar soja, hierro y carne.

Yo trato de explicar el caso del hierro y de la compañía Vale, que provocó una catástrofe medioambiental en el río Doce, el más grande de Brasil después del Amazonas.

En Venezuela, la dependencia del petróleo fue desastrosa para el chavismo, sobre todo si se tiene en cuenta que su primer comprador era EE.UU., país que ha apoyado una serie de golpes de estado en Venezuela…

En Bolivia, los resultados económicos fueron excelentes, pero la dependencia del gas empezó a pasar factura después de la caída del precio.

—¿La causa de ese fracaso es el precio tan volátil de las materias primas? ¿Por qué sus precios están sujetos a cambios tan fuertes?

—Porque están establecidos en mercados internacionales y se someten a una dinámica «boom to bust» (ciclo de prosperidad y luego caída) de sobreproducción y luego exceso.

Al mismo tiempo, hay mucha especulación ya que los inversores venden y compran las materias primas como si fueran activos financieros.

—Explíqueme qué relación hay entre el Superbowl, el partido final de la Liga Nacional de Fútbol Americano en Estados Unidos, durante el cual se ha puesto de moda comer guacamole, y la sobreexplotación del cultivo de aguacate en Latinoamérica…

—En el libro, en el capítulo sobre el aguacate, explico que es algo que tiene que ver con las modas y los caprichos, un fenómeno muy extendido en nuestra era de capitalismo de consumo y marketing.

Y trato de explicar como es muy fácil implantar esas modas mediante campañas de publicidad, etc., en un país como EE.UU., con una cultura culinaria débil.

Es relativamente fácil convertir un producto como el aguacate en un elemento imprescindible del menú, y eso es lo que ocurrió con las comidas que se consumen durante el Superbowl con el guacamole.

Y esa explosión de la demanda genera la oferta, y es lo que ha ocurrido en Michoacán, donde se han destruido bosques de pinos autóctonos para plantar arbustos de aguacate, al mismo tiempo que se van secando los acuíferos.

Y ahora pasa lo mismo en Chile y en Colombia, en lo que empieza a ser una sobreproducción típica de este tipo de fiebre extractora de las materias primas.

—En 2000 cada estadounidense consumía un kilo de aguacate al año, hoy consume 2,5 kilos, un 150% más. ¿Por qué eso no se traduce eso en una mayor riqueza para México, Chile y Colombia, sus principales productores?

—En algún sentido sí que contribuye a un crecimiento de esos países, pero es un crecimiento desigual y en el caso de Michoacán la producción de aguacates está dominada por grupos criminales.

Los aguacates son el nuevo oro para algunas economías latinoamericanas. Foto: Ronaldo Schemidt/AFP.

—¿Quién está detrás de la sobreexplotación del aguacate en el estado mexicano de Michoacán?

—Grupos de la delincuencia organizada han entrado en el negocio del aguacate. Son mafias muy violentas y hay unas historias espeluznantes que cuento en ese capítulo, con cadáveres colgados de puentes y ese tipo de cosas.

—¿Qué efectos tiene esa sobreexplotación para el medio ambiente, dado que ese cultivo del aguacate requiere muchísima agua? ¿Puede darnos algún ejemplo?

—En el caso de Michoacán ha sido un problema muy gordo y aquí se están secando los acuíferos subterráneos, mientras que los maravillosos lagos de Michoacán como el lago Pátzcuaro, se están contaminando y pierden agua.

Es aún más triste porque la civilización indígena de la zona de los lagos de Michoacán fue una de las más sofisticadas, y eso se explica en una visita a una de las ruinas en la orilla del lago Pátzcuaro.

—Venezuela es riquísima en petróleo. ¿Ha sido esa la causa precisamente de su desastre? ¿Por qué?

—Creo que el fracaso de Chávez de cumplir con su proyecto de diversificación de la economía venezolana sí que ha pasado factura los últimos años, porque esa dependencia del petróleo en el 98% de sus exportaciones se tradujo en una crisis gravísima después de la caída del precio del crudo en 2013 y 2014.

Y fue rematador el embargo petrolero estadounidense adoptado por Donald Trump en los últimos dos años, parte de un intento de golpe de Estado en el cual Juan Guaidó es un títere.

—Usted sostiene que una docena de materias primas están detrás de los últimos golpes de Estado, rebeliones ciudadanas y crisis medioambientales que ha sufrido América Latina. ¿Cómo se explica eso?

Eduardo Galeano escribió el ensayo «Las venas abiertas de América Latina» en 1971. Esta foto es de 2008. Foto: Leonardo Cendamo/Getty.

Es simplista pensar que todos los golpes de Estado responden a un deseo de Estados Unidos y otras potencias ex coloniales por hacerse con los recursos naturales de América Latina como el petróleo en Brasil o el litio en el caso de Bolivia.

Pero yo trato de analizar esto de alguna manera. Y creo que según las entrevistas que hice hay algún motivo para pensar que los golpes de estado que ocurrieron en Brasil y Bolivia tenían algo que ver con esas dos materias primas, concretamente con el petróleo y el litio.

Y en Venezuela los intentos de golpe también contra Maduro tenían que ver evidentemente con la batalla entre Washington, Moscú y Pekín por el control del petróleo.

Pero también se trata de explicar que a veces es precisamente el miedo latinoamericano a que alguien le robe sus materias primas lo que desestabiliza los gobiernos.

Es el caso del Potosí en Bolivia, donde se organizó una rebelión popular contra Evo Morales justificada por una percepción de que Morales estaba vendiendo el litio a empresas extranjeras. Otra paradoja.

—¿Qué deberían hacer los gobiernos de América Latina para cerrar de una vez por todas las venas abiertas en ese continente?

—Lo primero que hay que hacer es volver a derrotar a la derecha neoliberal que ha llegado al poder en Bolivia, Brasil y Ecuador.

Y una vez recuperado el poder hay que diseñar otro proyecto de redistribución y desarrollo, basado menos en la extracción de materias primas y más en empresas a pequeña escala y en energías alternativas.

—¿Qué efecto está teniendo el coronavirus en Latinoamérica?

—Creo que la pandemia ha acentuado los problemas que atraviesa América Latina desde desde el fin de la bonanza de materias primas hace seis o siete años y las posteriores recesiones.

Ya se habla de otra década perdida en la región debido al impacto de la pandemia sobre una economía que ya se encontraba en un estado terriblemente débil.

Y el impacto social, económico y sanitario será mucho peor debido a la caída del poder de los gobiernos de la izquierda debido a sus propios errores y a las presiones golpistas desde EE.UU.

La ausencia de gobiernos comprometidos con la protección de las capas sociales más necesitadas ya se nota. Hablé hace dos semanas con Rafael Correa, expresidente de Ecuador, y me comentó que el gobierno de Lenin Moreno ya ha pactado con el Fondo Monetario Internacional un duro ajuste.

—En Ecuador, y en concreto en Guayaquil, el coronavirus ha causado estragos…

Lenin Moreno criticó el gasto de los gobiernos de Correa en nuevos hospitales, y al llegar al poder echó a miles de trabajadores de la sanidad pública con la excusa de que Correa había gastado en esos servicios por populismo, para ganar votos.

Pero obviamente la catástrofe de Guayaquil, donde no solo los hospitales no han dado abasto si no tampoco las funerarias, demuestra que ese tipo de argumento contra el programa de la izquierda es falso y además ha puesto en peligro las vidas de los ecuatorianos.

—¿Qué países de Latinoamérica se están enfrentando bien al coronavirus?

—Me ha llamado la atención la capacidad de Cuba y Venezuela para hacer frente a la pandemia pese a las dificultades que tienen (sobre todo Venezuela) para financiar sus sistemas de sanidad.

Cuba es uno de los países que ya se considera que ha ganado la batalla contra el virus y, pese a las constantes advertencias, no ha habido un desastre en Venezuela pese a las sanciones, el embargo y los errores de gestión del gobierno de Maduro.

Por supuesto aún es pronto para descartar una grave crisis en Venezuela dado el impacto terrible del embargo estadounidense, que me imagino que se endurecerá conforme Trump busca votos en Florida, y eso será un problema también para Cuba dada la crisis del turismo.

Por su parte, Argentina ha gestionado la pandemia mucho mejor que Brasil, Bolivia, Ecuador o Chile, de modo que se ha demostrado que la izquierda y la sanidad publica responden mejor cuando se trata de proteger a los más vulnerables a una pandemia, que son los mas pobres.

—¿Y qué efectos está teniendo la pandemia a nivel social?

-La pandemia esta agudizando las desigualdades sociales de forma alarmante en América Latina, y creo que es muy probable que haya una nueva ola de protestas.

Ya se han producido dos manifestaciones en barrios pobres de Santiago de Chile donde el confinamiento, por necesario que sea, está provocando problemas de hambre para trabajadores cuya única fuente de ingresos es salir a trabajar a la calle o donde sea. No están recibiendo apoyo del Estado chileno.

Asimismo hay huelgas en la región minera de Antofagasta. Y en Bolivia, donde el gobierno interino aprovecha la pandemia para aplazar la fecha electoral, habrá más protestas también.

Existe un peligro para la democracia boliviana: puesto que el partido de Evo Morales parece que tiene más posibilidades ahora de ganar en la primera vuelta, no me extrañaría nada que no se respetara el resultado de las elecciones (si es que se celebran) y eso evidentemente está vinculado con cuestiones de Washington.

Habrá que garantizar que otras instituciones vigilen del proceso electoral.

—¿Y en Brasil?

—En Brasil también existe un grave peligro de que Bolsonaro aproveche el caos y el sufrimiento por la pandemia para justificar un decreto que establezca un estado de sitio con el fin de evitar protestas. Incluso hay peligro de un autogolpe de Estado.

 

La fuente e imagen: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-53009680

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Entrevista al filósofo Santiago Alba Rico: “El capitalismo oculta nuestra vulnerabilidad, descubrirla es una primera plataforma de resistencia”

Por: Amanda Andrades.

 

Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) lleva tiempo pensando, reflexionando, con pasión intelectual y sosiego dialéctico, sobre el cuerpo. Cuerpos de los que, según él, en Occidente huíamos. Cuerpos que, con la crisis del coronavirus, han vuelto a encarnarse, a descubrir su condición humana, vulnerable. Ser o no ser cuerpo (2017) se titulaba precisamente el último de la quincena de libros y ensayos que ha publicado hasta el momento a lo largo de su trayectoria como filósofo y ensayista.

Acabado el confinamiento estricto y tan solo a unas semanas del inicio de la nueva normalidad, en esta entrevista, mediante videollamada, entre Madrid y un pueblo de Ávila, disecciona el impacto de la pandemia sobre los cuerpos y la política.

Durante los casi últimos tres meses el virus ha paralizado en gran medida el sistema capitalista. Ahora que hemos salido del confinamiento estricto y empezamos a recuperar algo parecido a la normalidad, ¿cree que hemos aprendido alguna lección y, sobre todo, alguna que se traduzca en cambios políticos y sociales?

Hemos descubierto que el confinamiento en algún sentido nos proporcionaba mucha más libertad que una vida social, económica y cultural caracterizada por una falsa tensión dramática

No sé, creo que a nivel individual, muchas personas sí han descubierto las ventajas de esa paralización del sistema. Otra cosa es saber si esas voluntades dispersas pueden constituir algún tipo de sujeto colectivo capaz de mantener el freno sobre el sistema. Naturalmente que ha habido nuevos elementos de estrés para mucha gente (ERTEs, paro, vivir el confinamiento en condiciones de angostura y de conflicto) pero creo que, en general, el efecto descongestivo que ha tenido el parón sí se ha traducido en la percepción por parte de los sujetos individuales de hasta qué punto lo que era patológico era la normalidad de la que procedíamos. Hemos descubierto que el confinamiento en algún sentido nos proporcionaba mucha más libertad que una vida social, económica, y diría que cultural, caracterizada por una falsa tensión dramática. Para mí uno de los grandes misterios y grandes sorpresas ha sido ver lo fácilmente que ha sobrellevado la sociedad española un mundo sin fútbol. Puede parecer anecdótico pero las noticias deportivas eran un poco el modelo de un sistema mediático y cultural en el que se estaba imprimiendo permanentemente una falsa tensión dramática, que cada día trajese algo nuevo, muchas cosas nuevas. Y una sociedad en la que todo es acontecimiento es un mundo en realidad sin acontecimientos. Esta descongestión ha servido para que distingamos lo que es un acontecimiento de lo que no lo es. Se puede vivir sin esa necesidad de estar viviendo permanentemente algo nuevo, algo intenso, algo dramático, algo en lo que se decide el mundo.

Algunos hemos podido vivir el confinamiento como esa oportunidad, pero ¿cómo se establecen alianzas con aquellas personas que lo han vivido en infraviviendas, en situaciones de mucha precariedad, en ERTE, teniendo que salir a trabajar, sufriendo una represión policial que además ha ido por barrios?

La primera pregunta es saber si hay alguna experiencia común, porque si no la hay, si realmente el abismo vital, vivencial, es tan grande que ni siquiera nos podemos poner de acuerdo sobre lo que hemos vivido, entonces no hay ninguna posibilidad. Yo diría que sí que ha habido una experiencia vivencial común más allá de estas diferencias terribles, sociales, de clase, económicas. Ha habido una experiencia vital común ligada al estado de excepción, no hablo del estado de alarma, sino de este estado de excepción antropológico que todos, incluso los que lo han vivido en peores condiciones, hemos compartido. Todo estado de excepción, una guerra, una revolución o incluso un eclipse de sol, tiene algo que sacude emocionalmente de manera colectiva. Se produce un cambio en el marco de la sensibilidad colectiva. Me preocupa más lo otro, la desproporción entre esa experiencia común y la capacidad para construir un sujeto colectivo a partir de ella. En una situación que, de origen, no era particularmente halagüeña o esperanzadora y en la que incluso los sujetos colectivos organizados, como el feminismo o el ecologismo, se han quedado muy opacados y curiosamente no han salido favorecidos de esta experiencia. La pregunta es cómo se convierte la sensibilidad común en política común. No tengo la menor respuesta. Veo más fácilmente los peligros que las posibilidades de construcción de alternativas. Sí veo, aunque sea algo derrotista describirlo así, que toda crisis también fragiliza a las élites dirigentes, las divide, revela sus grietas y sus conflictos. Como tienen más medios y más recursos van a tener siempre más facilidades para aprovechar esta oportunidad, pero que hay que intentar aprovechar esa fisura, ese disenso entre las élites dirigentes, y eso implica organizarse lo suficiente como para ejercer alguna presión.

Sorprende lo que plantea de que el feminismo y el ecologismo se han visto opacados en esta crisis cuando algunas de las cosas que esta ha sacado a la luz son, por un lado, la centralidad de los cuidados y, por otro, la relación que puede existir entre la expansión de este tipo de virus y la destrucción de la naturaleza.

Respecto al feminismo no estoy seguro de que la percepción repentina y dramática de la fragilidad del cuerpo se haya traducido en un consenso mayor ya minado por divisiones muy ‘izquierdistas’

Sí, eso es lo más preocupante. Es la sensación de que, al contrario de lo que se podría esperar y necesitamos que ocurra, no se ha establecido una relación experiencial, inmediata, dramática y trágica, que tampoco habíamos establecido antes, aunque había un movimiento incipiente en esa dirección, entre capitalismo y cambio climático. Incluso a nivel muy banal, ha habido más bien la esperanza de que el cambio climático y las altas temperaturas sirvieran para acabar antes con el virus. Y, respecto al feminismo tampoco estoy seguro de que la percepción repentina y dramática de la fragilidad del cuerpo se haya traducido, o al menos de una manera inmediata, en un consenso mayor dentro de un feminismo ya minado por divisiones muy ‘izquierdistas’ entre ‘facciones’ y ‘corrientes’ y que, en el marco de la pandemia, ha recibido golpes bellacos por parte del neomachismo de la derecha, cebado ideológicamente en la marcha del 8 de marzo.

Durante el confinamiento también hemos experimentado, y aún experimentamos, emociones, muy generalizadas, como el miedo, la angustia, la incertidumbre, ansiedad. ¿Es posible construir desde ahí propuestas políticas y sociales progresistas? 

A través de los psicofármacos, de las drogas y de la industria del entretenimiento, llevábamos muchos años viviendo al margen del miedo a la muerte

Hay que distinguir varias cosas. Para mucha gente el confinamiento ha sido fuente de estrés. Y el estrés y la ansiedad no son vectores de construcción de alternativas progresistas. Pero si hablamos de angustia, de miedo y de dolor, a lo mejor sí, porque creo que uno de los rasgos que caracterizaban esa anormalidad patológica de la que veníamos era precisamente la reclamación, la exigencia, de una seguridad total. Lo que se traducía en una medicalización, psiquiatrización, de todas las experiencias adversas de la vida. Ahora todos hemos vivido un miedo que no teníamos que reprocharnos: el miedo a morirnos, ese que habíamos olvidado radicalmente. A través de los psicofármacos, de las drogas y de la industria del entretenimiento, llevábamos muchos años viviendo al margen del miedo a la muerte. Habíamos aceptado como un derecho inalienable de nuestra condición de blancos europeos el derecho a la inmortalidad. Creo que, a partir de esa forma de miedo, sí que se puede construir una alternativa progresista. Lo que no era en absoluto progresista era la negación de la mortalidad, la ilusión de la invulnerabilidad, el imperativo de la felicidad. Es decir, los ejes en torno a los cuales estábamos construyendo vidas que, por debajo, eran constantemente erosionadas por la precariedad laboral, por las dificultades de llegar a fin de mes, por ese estrés del falso acontecimiento permanente. Así que creo que no está mal entrar radicalmente en contacto con algo que tiene que ver con nuestra condición humana. Y esto es muy político. Como civilización, el capitalismo lo que ha estado haciendo es ocultar, e incluso negar, a veces, nuestra condición humana. Que reaparezca es una primera plataforma de resistencia.

¿Este descubrimiento, en Occidente, de nuestra corporalidad, nuestra vulnerabilidad, podría llevarnos a la empatía hacia esos otros a los que hasta ahora solo considerábamos cuerpos? ¿O por el contrario, llegar a legitimar la defensa de nuestros cuerpos cueste lo que cueste, por ejemplo, el asesinato de esos otros en nuestras fronteras? 

El descubrimiento de que somos amenazadores es el verdadero descubrimiento de la corporalidad. Y eso da fragilidad, lo que puede traducirse en criminalización del otro

Pueden ocurrir las dos cosas y simultáneamente. Antes lo que había era un combate entre imágenes y cuerpos y estos siempre estaban fuera, en otros países, en Siria bajo las bombas, en Libia tratando de coger una patera, intentando entrar por la frontera turca, en México tratando de cruzar un muro. Ahí había cuerpos que se quedaban enganchados en las vallas. Y además aparecían como cuerpos amenazadores. Veíamos con alivio que no consiguiesen entrar. Y si lo conseguían, los veíamos claramente como amenazas. La más extrema, la amenaza terrorista, el cuerpo que se hace estallar en una plaza pública. Por lo tanto, antes éramos imágenes amenazadas por cuerpos. De pronto, el coronavirus nos asimila a todos. Todos ya somos cuerpos. Y además de una manera muy paradójica, porque nosotros mismos, como potenciales portadores del virus, somos también cuerpos amenazadores. Por decirlo de una manera un poco demagógica y provocativa, hemos descubierto que nosotros también llevamos un terrorista dentro. El descubrimiento de que somos amenazadores es el verdadero descubrimiento de la corporalidad. Y eso da fragilidad, lo que puede traducirse en criminalización del otro, soy frágil porque el otro me amenaza. Pero, en este caso, la fragilidad está asociada al descubrimiento de uno mismo como fuente de amenaza para el otro. De esa conjunción podría y debería salir una verdadera revolución en términos de relación con los otros. No va a salir, me temo, porque veníamos de un mundo en el que se nos había convencido de que estábamos a cubierto de cualquier amenaza y va a haber, hay, una reclamación muy fuerte de seguridad total, de un sector de la población. Y, sobre todo, hay grupos políticos orientados a generar la ilusión de que ellos sí pueden devolvernos esa seguridad. Es muy fácil que en estos momentos de miedo acabemos negando esa parte amenazadora que hay en nosotros, por la que somos realmente cuerpo. Y que, reclamando una seguridad total, criminalicemos más aún al otro.

Como decía, el coronavirus nos ha convertido a todos en sospechosos, a nuestros cuerpos en agentes contaminadores. ¿Qué impacto puede tener esto en nuestra vivencia de la amistad, la familia, nuestra relación con los demás, conocidos o desconocidos?

Hay que reivindicar el riesgo corporal frente al confinamiento tecnológico

Es difícil valorarlo porque los seres humanos somos capaces de convertir en costumbre cualquier cosa. No sé qué me da más miedo en estos momentos. Si que vuelva a convertirse en una costumbre el estrés social que iba acompañado obviamente de mucha irresponsabilidad corporal o que al final acabemos interiorizando de tal manera la necesidad de defender a los otros de nuestros propios cuerpos que acabemos negándonos a tocar. Esta amenaza ha estado muy presente. Éramos muy sociables y nos tocábamos mucho, pero, al mismo tiempo, vivíamos ya en un confinamiento tecnológico que era compatible con esa hipersociabilidad corporal. La imagen que puede resumir la conjunción de estos vectores es la de una terraza de un bar en la que ves a muchos amigos juntos cada uno absorbido en su teléfono. El cuerpo está ahí, pero está descorporalizado. Las dos cosas tienen que ver con lo que llama Stiegler la proletarización del ocio. Nuestro ocio había sido proletarizado por el capitalismo mediante dos vías, la del turismo, la hostelería, el contacto soluble, intenso y fugaz entre los cuerpos y la del confinamiento tecnológico. Esta última ha salido muy reforzada. Frente a esto, ¿qué deberíamos hacer? ¿Alimentar la otra vía? No, pero sí creo que hay que reivindicar el riesgo corporal frente al confinamiento tecnológico. Y eso significa distinguirlo de la cesión de tu cuerpo al vector de explotación económica del turismo o la hipersociabilidad soluble.

¿Y cómo se distingue?

Habría que hacer un verdadero discurso sobre el cuerpo. Primero para definirlo bien, para preguntarse realmente qué quiere decir tocarse. Mi tesis, que he recogido en Ser o no ser un cuerpo, tiene que ver con que ya casi no éramos cuerpo, podíamos estar todos juntos y abrazarnos e incluso mantener relaciones sexuales muy promiscuas sin que el cuerpo se jugara nada en todo eso. Frente a la combinación del confinamiento tecnológico y la turistización de las vidas, hay que reivindicar una corporalidad en la que cuando te tocas estás tocando realmente un cuerpo, cuando abrazas estás abrazando realmente un cuerpo y, por lo tanto, corres riesgos a sabiendas. Y el riesgo cuando hay implicados dos cuerpos no es tanto el de contagiarse, sino el de condolerse, el de amarse, el de entenderse o, al menos, el de escucharse y a veces el de discutir. Solo entre cuerpos ocurren esas cosas.

Algunos sentimos mucho miedo cuando nuestros padres ya pudieron salir a pasear, en ese momento les hubiéramos confinado permanentemente…

En una situación como la que estamos viviendo ahora, son los ancianos los que tienen que medir qué riesgos quieren correr y cuáles no

Lo entiendo perfectamente. La cuestión es si no hemos tratado durante la gestión del coronavirus a los ancianos como si fueran niños. Si no hemos tratado a los ancianos como si no fueran sujetos de derecho que tenían que asumir su propia responsabilidad. En una situación como la que estamos viviendo ahora, son ellos los que tienen que medir qué riesgos quieren correr y cuáles no, porque imagino que hay muchas personas mayores que durante el confinamiento han envejecido mucho, han perdido meses de vida por la tristeza, por no poder ver a sus hijos, a sus nietos. Todo esto tiene que ver con una cuestión muy difícil de solucionar, qué riesgos corremos, cómo conciliamos la responsabilidad con la libertad, con la seguridad, con la protección. Y a su vez hay una reflexión de más amplio calado que tiene que ver con un capitalismo tecnologizado que nos ha prometido la inmortalidad, pero que lo que nos ha dado ha sido vejeces más largas. Y esa longevidad está dominada enteramente por el cuerpo que revela toda su fragilidad y, a veces, también la necesidad de cuidados y dependencias. Tenemos que ver cómo lo gestionamos y lo que ha revelado el coronavirus es que lo estábamos haciendo mal. Habíamos ilusoriamente suprimido los cuerpos, los habíamos encerrado en residencias. Y nos hemos encontrado con esta atrocidad de ancianos que han estado muriendo sin que nadie se ocupará de ellos y sin que ellos pudieran decidir cómo querían morir. Por la sencilla razón de que previamente se les había impedido decidir cómo querían vivir esa vejez y cuán larga querían que fuese.

Más allá del uso perverso e interesado de una supuesta demanda de libertad que hemos visto en la derecha y la ultraderecha en las últimas semanas, hasta que no exista una vacuna el coronavirus sí que nos sitúa en un escenario en el que se hace necesario reflexionar sobre el concepto de libertad y sobre las contradicciones entre salvar vidas y las tentaciones de control y autoritarismo.

En un artículo reciente he defendido el derecho a sufrir, pero este no concede el derecho a hacer sufrir. Uno tiene el derecho a sufrir y la obligación de no hacer sufrir. La combinación de esas dos cosas se llama sentido de la responsabilidad. Y este tiene que tener necesariamente algún acomodo con la defensa de los derechos civiles y de la democracia. Estamos viendo cómo hay intereses partidistas, espurios, muy agresivos que están queriendo minar el suelo sobre el que se asientan esos derechos civiles y la propia democracia. La estrategia de la ultraderecha en todo el mundo, y en España, no tiene nada que ver con la libertad de correr riesgos, que hay que reivindicar, sino más bien con el negacionismo: no estamos poniendo en riesgo a nadie. El caso de España es distinto al de Hungría, al de Estados Unidos, o al de Brasil, porque aquí, digamos, que está gobernando la izquierda y, por lo tanto hay que acusar al gobierno de querer establecer una dictadura comunista y liberticida. Pero eso es compatible con el horizonte del discurso de la ultraderecha mundial, utilizar el coronavirus para reducir las libertades y erosionar democracias que ya estaban muy minadas.

Si hay un régimen que es indisociable del riesgo es la democracia. En todos los sentidos. La libertad de expresión consiste básicamente en correr el riesgo de que la opinión de otro te convenza o derrote la tuya. Las garantías jurídicas, el Estado de derecho, es el riesgo de que una persona detenida por un delito, y sometida a un juicio justo y con todas las garantías reincida. Tenemos que defender el riesgo de las libertades civiles, del Estado de derecho, de la democracia. No deberíamos de ninguna de las maneras, so pretexto de que hay un riesgo sanitario, y menos reclamando una imposible seguridad total, ceder más terreno del que ya hemos cedido en los últimos años.

En ese sentido, en una entrevista en La Marea planteaba una distinción entre responsabilidad y culpabilidad. Decía también que en España nos costaba entender el primer concepto y que eso estaba ligado a un déficit democrático. ¿Qué distingue a una de otra?

La culpa es siempre individual. Y un ejemplo es cómo funciona en estos momentos el neoliberalismo. Este que, mediante medidas austericidas, ha desmantelado el Estado de bienestar, precarizado el mercado laboral, la vivienda, etc., al mismo tiempo ha hecho culpable a cada una de las víctimas de esos procesos. A un sistema de control colectivo de las vidas como es el capitalismo le interesa muchísimo convertir su responsabilidad sistémica en culpabilidad individual, en pecado. Y esto tiene efectos políticos que todas podemos detectar cotidianamente. Si yo soy culpable, es obvio que la solución será individual. La responsabilidad es, sin embargo, una forma de incorporar el destino colectivo en el propio cuerpo. Tiene que ser individual, personal, soy yo quien decide ver o no a mis nietos, soy yo el que decido si salgo o no salgo con mascarilla, pero precisamente porque lo hago de manera responsable, o irresponsable, lo que estoy haciendo es introducir lo común como un factor de decisión fundamental. En estos momentos hay que reivindicar la responsabilidad y no la culpa, que tiene más que ver con la victimización, con el victimismo. Y eso siempre nos despolitiza.

¿Y por qué liga esto a un déficit democrático en España?

Si la responsabilidad es la conjunción de lo individual y lo colectivo, creo que nada define mejor el concepto de ciudadanía. Es decir, el concepto de responsabilidad es indisociable del concepto de ciudadanía y no es fácil un ejercicio de ciudadanía allí donde hay un déficit democrático. Y en España, por desgracia, este existe desde hace siglos.

Durante algunos años, una parte de la izquierda española se vanaglorió de que, gracias al 15M, España estaba vacunada contra la ultraderecha que despuntaba en otros países europeos. Ahora, sin embargo, hay 52 diputados de la ultraderecha, su presencia en las calles y en los medios de comunicación está en gran medida normalizada. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Nos dormimos en los laureles?

Toda la crisis ligada a Cataluña da la oportunidad a una minoría bien organizada para rememorizar el país de la peor manera

Bueno, yo fui uno de los que dije que el 15M nos había vacunado y creo que es verdad que nos había vacunado pero… Haría falta un recorrido histórico relativamente minucioso, pero básicamente creo que tiene que ver con la memoria. Con el hecho, en el que he insistido muchas veces, de que el 15M lo que revela es una España sin memoria. La gente llega al 15M no recordando los pecados de la Transición, ni los problemas territoriales, ni la historia de la dictadura. Es gente que, de repente, se da cuenta de que sus políticos no le representan y de que en España hay un déficit democrático, asociado además  a una crisis económica. La memoria es un ancla. Y en el caso de España tener una población sin ancla, teniendo en cuenta el anclaje histórico de este país, era una gran ventaja que había que aprovechar. Creo que por eso muchos apoyamos a Podemos, porque nos parecía que habían entendido que la desmemoria se podía encaminar hacia un proyecto transformador, más democrático, emancipatorio, y justo en términos económicos. En España, las dos diferencias respecto de otras ultraderechas son el problema de la memoria, que en este caso jugaba a nuestro favor en forma de desmemoria, porque no habíamos conseguido dar la voz a los enterrados en las cunetas, lo que es dolorosísimo, pero a cambio habíamos conseguido que la memoria del anclaje histórico, casticista, excluyente, católico-imperial, hubiese quedado, si no borrada, por lo menos momentáneamente entre paréntesis. Y la otra es el problema territorial. Son dos cuestiones que el destropopulismo francés o el húngaro no tienen.

Pero claro la desmemoria nos pone frente a una ciudadanía flotante, sin fraguar, que se puede inclinar en cualquier dirección. Toda la crisis ligada a Cataluña da la oportunidad a una minoría bien organizada para rememorizar el país de la peor manera. Y con esto estoy muy lejos de decir que la culpa la tiene el Procés, por muy mal que hayan hecho casi todo, diría yo. El filósofo Gaetano Mosca, que coqueteó con el fascismo, decía que una minoría organizada siempre puede más que una mayoría desorganizada.

¿Y entonces?

Toda la estrategia de Vox y del PP pasa por rememorizar el país en términos de confrontación ya establecida, de déjà vu que tiene que ver con la Guerra Civil

Quiero creer que la mayoría en España sigue siendo una mayoría más bien desmemoriada y que, si hay alguna posibilidad de que eso que llamaba el otro día guerra civil fría se enfríe y siga siendo fría, pasa por la desmemoria. Mientras solo haya una rememorización autista, en paralelo a las mayorías, de un sector más o menos minoritario, de ciertos barrios, se puede salvar la situación y contener. Toda la estrategia de Vox y del PP pasa por rememorizar el país en términos de confrontación ya establecida, de déjà vu que tiene que ver con la Guerra Civil. Utilizan el terrorismo verbal para que el contrincante político, que ahora mismo está en el gobierno, rememorice a su vez a otro sector de la población. Nada le puede venir mejor a Vox, y a todo este ejercicio de rememorizacion casticista de la peor memoria de España, que el que se les responda tratándolos como si fueran fascistas. ¿Por qué? Porque España es el único país de Europa en el que ser antifascista suena bastante más radical y amenazador que el término fascismo o fascista. En el imaginario español, frente al fascismo lo que hay son comunistas y mucho me temo que dan más miedo los comunistas que los fascistas, por la sencilla razón de que no hemos tenido una experiencia histórica de fascismo porque no lo vencimos como en el resto de Europa. Y porque, en definitiva, fascismo es un término de amplio espectro, completamente desemantizado, como la aspirina que sirve para todo, y que no define absolutamente nada. La estrategia de Vox pasa por hacer al mismo tiempo inaudible e increíble cualquier otro discurso que no sea el suyo.

¿Cómo?

En el imaginario español, dan más miedo los comunistas que los fascistas, por la sencilla razón de que no hemos tenido una experiencia histórica de fascismo porque no lo vencimos como en Europa

Cuando comenzó la I Guerra Mundial, Karl Kraus, el autor de Los últimos días de la humanidad, escandalizado y lleno de terror por la respuesta militarista de la sociedad alemana, incluidos los socialistas, dijo: “El que tenga algo que decir que dé un paso al frente y guarde silencio”. Naturalmente, él imaginaba una situación en la que se podía dar un paso al frente y en la que, por lo tanto, el silencio podía ser audible. Vox no quiere que haya silencio, no quiere que se oiga ninguna voz que no sea la suya o exactamente la contraria e igual de beligerante. Entonces, para hacer inaudibles todos los discursos, todos los matices, todo lo que no tenga que ver con la confrontación, siempre están ellos en el frente. Lo vemos en las redes sociales, en todas las tribunas públicas a las que tienen acceso. Tienen, sin embargo, un problema respecto de la audibilidad, y es que está gobernando la izquierda. El Gobierno es audible por su propia posición institucional. Así que, como no le puede hacer callar, lo que quiere es hacerle hablar más allá de las medidas del Gobierno, hacerle no creíble. Esa es la doble estrategia, o inaudible o increíble. Y, para eso, utiliza el terrorismo verbal o la pansemia, el uso de las palabras de una forma hasta tal punto indiscriminada y con intenciones tan diferentes que acaban por perder radicalmente todo significado. El lenguaje que sirve para comunicar ya solo contagia incomunicación o insignificancia, falta de sentido. Lo hemos visto con palabras como ‘libertad’ o ‘democracia’ que, de pronto, significa el derecho a dar golpecitos de Estado y derrocar gobiernos. O cuando se puede llamar terrorista al padre de Pablo Iglesias, un hombre que luchó contra el franquismo y por la democracia. A Vox y al PP, en estos momentos, no les importa nada, y por eso son capaces de minar el marco mismo de la inteligibilidad, de la credibilidad de los hablantes, si pueden conseguir sus objetivos. En un contexto de inseguridad lingüística también salen ganando. Frente a esa estrategia, ¿qué es lo que debería hacer el Gobierno? Siguiendo el consejo de Kraus, debería hacer oír el silencio, un silencio que solo se expresase a través de medidas de gobierno, como ahora el ingreso mínimo vital. Eso es mucho más poderoso que cualquier discurso.

Se puede entender ese planteamiento a nivel de la clase política, pero ¿cómo contrarrestar o cómo afrontar a esa ultraderecha, cada vez más normalizada y más visible, en el plano de lo social? ¿Les dejamos que ocupen las calles sin ofrecer respuesta?

El Gobierno debería hacer oír el silencio, un silencio que solo se expresase a través de medidas de gobierno, como ahora el ingreso mínimo vital. Eso es mucho más poderoso que cualquier discurso

De ninguna de las maneras, pero hay que ver qué tipo de respuesta. ¿Cómo vamos a dejar de manifestarnos y más ahora por la sanidad pública, por los servicios públicos? Hay que hacerlo y cuanta más presencia tengamos en todas partes, en la calle, en los medios, mejor será. Lo que digo es que no hay que olvidar que lo que era una minoría avergonzada se ha convertido en una amenaza política porque ha tenido acceso a tribunas públicas, porque ha habido medios de comunicación, claramente responsables de ese ascenso, que les ha dado voz. La diferencia entre un fenómeno marginal, más o menos inofensivo, y una amenaza política que ya atañe al corazón mismo de las instituciones tiene que ver con el lugar desde el que se hace el discurso y en este momento se está haciendo desde tribunas públicas y todo lo que se dice en público adquiere especial legitimación. En un país como España, con un déficit democrático histórico, las clases dirigentes, las élites políticas los medios de comunicación han demostrado un bajísimo sentido de la responsabilidad. No se ha protegido la esfera pública.

¿Pueden ser uno de los antídotos para evitar que la extrema derecha salga de sus nichos de clase alta o clase media alta y se extienda entre las clases más populares todas las redes de solidaridad vecinal que se han creado en estos momentos?

Lo que está salvando realmente a España de la ultraderecha es que Vox es un partido neoliberal

Sin duda alguna. Y los medios de comunicación deberían de contar una y otra vez esas experiencias que se están dando. Porque, si no, al final, hacen exactamente lo que desea esa minoría organizada ultraderechista, que se les dé más importancia de la que realmente tienen o incluso generar la ilusión de que son los dueños del rumbo político de este país. Si todos los medios se vuelcan en seguir las manifestaciones de Núñez de Balboa y nadie o casi nadie, o no los medios que llegan a más gente, da importancia a todas esas redes vecinales de solidaridad gracias a las cuales han literalmente sobrevivido miles de personas en el confinamiento, una vez más se consigue ese efecto de inaudibilidad. Solo se les oye a ellos y se elimina o se fragiliza toda una línea que hay que fortalecer. Es importantísimo moverse en esos dos niveles en estos momentos. Por un lado, no dejar morir todas esas redes que además son mucho más potentes contra la ultraderecha que las declaraciones o las manifestaciones, digamos, a la contra o agresivas. Y, por otro, es fundamental que la población más desfavorecida sienta que este gobierno se está ocupando de ella. Lo que está salvando realmente a España de la ultraderecha es que Vox es un partido neoliberal. Pero ya está entendiendo que si quiere acceder al poder tiene que cambiar un poco de discurso y asemejarlo más al de Le Pen u otros ultraderechistas europeos. En el momento en que Vox descubra eso, y más o menos ponga alguna medida en esa dirección, entonces sí que podemos vernos realmente muy amenazados por la ultraderecha. En la crisis que se avecina, que estamos ya, pero que se va a agravar, es obvio que los sectores más desfavorecidos de la población no van a votar a quien grite más alto ¡fascismo!, sino a quien las proteja mejor. Y conviene que sea un proyecto democrático y de derechos el que proteja a las clases desfavorecidas y no un proyecto neofascista o ultraderechista.

A raíz de la enésima patrimonialización de la bandera española por parte de la derecha y ultraderecha hemos asistido también al enésimo debate en torno a la necesidad o no de resignificarla. Ha planteado que el que no haya un símbolo –o varios– que todos queramos democráticamente disputar es indicio de la debilidad de la construcción nacional española, de la precariedad democrática en nuestro país. ¿Es posible generar ese símbolo o símbolos compartidos?

La nación española es un invento liberal, no muy afortunado, que disputa la tradición católico imperial, primero a remolque y a regañadientes, para acabar luego apoderándose de ella

Quizás hace cinco años hubiera sido más posible y, a lo mejor, dentro de cinco vuelve a serlo, pero en estos momentos lo veo realmente muy difícil. Por eso, la apuesta debe ser más bien por enfriar la guerra civil. Como reflexión general, diría, aunque parece una exageración, que el problema que tenemos es que España no existe como nación. O en todo caso, como dice Villacañas, es una nación tardía. Solo lo es a partir del siglo XIX. Y, como recuerda Álvarez Junco en Mater Dolorosa, lo es, en realidad, gracias a los liberales. O sea la nación española es un invento liberal, no muy afortunado, que disputa la tradición católico imperial, primero a remolque y a regañadientes, para acabar luego apoderándose de ella. En este proceso de confiscación, en el que la tradición católica imperial ha disputado y se ha apoderado del concepto de nación y de patria, originarios de la Revolución Francesa, lo que pasa es que eso que decía Podemos, que decía Errejón, que parecía retórica es históricamente cierto: esa derecha nunca ha tenido ni patria ni nación. Ha tenido rey negocios. Y eso es lo que ha defendido a lo largo de la historia. Un ejemplo muy claro es la imagen de Aznar en las Azores para declarar la guerra a Irak al lado de Bush. Está clarísimo que Aznar no está pensando en la nación española, está pensando en el rey y en el Imperio, en la rendición de Breda, en la conquista de Granada, en Hernán Cortés. En algo que no tiene nada que ver con la nación española, porque es muy anterior al siglo XIX.

El rey ha sido siempre, históricamente, un obstáculo para la constitución de una nación. Y no habrá nación ni símbolos que queramos disputarnos unos a otros, democráticamente, mientras haya uno

La otra imagen, en la que se ve cómo hasta qué punto es imperio y botín, rey y negocios, es que quienes inventan lo de la marca España son precisamente el PP y Aznar. Es decir, sustituyen la nación España por la marca España. Y esta convergencia de rey y negocios es la que explica por qué es la derecha la que no tiene nación, aunque no deja de nombrarla, y por qué la izquierda ha renunciado a disputarla, con bastante fundamento y con bastante razón, pero con un resultado trágico porque nos encontramos hoy con que tenemos o imperio o nada. No es una cuestión de reivindicar la república porque es el único régimen abstractamente democrático. Es porque en España el rey ha sido siempre, históricamente, un obstáculo para la constitución de una nación. Y no habrá nación ni símbolos que queramos disputarnos unos a otros, democráticamente, mientras haya un rey y mientras tengamos una derecha imperial-católica, cuyos ejes sigan siendo el rey, dios y los negocios.

Fuente de la entrevista: https://rebelion.org/el-capitalismo-oculta-nuestra-vulnerabilidad-descubrirla-es-una-primera-plataforma-de-resistencia/

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Madres y padres en Cuba: Los desafíos tras la responsabilidad

Por: Ania Terrero.

 

Los niños no nacen con un manual de instrucciones bajo el brazo. Madres y padres no reciben por inspiración o instinto, de forma automática, los conocimientos necesarios para criarlos y hacerlo bien. Por el contrario, muchas veces heredan patrones educativos y prejuicios que condicionan sus modos de criar, reproducen roles viciados y limitan el desarrollo de los hijos.

¿Qué implica ser “una buena madre” o “un buen padre”? ¿Cómo se consigue, al educar, el equilibrio entre ejercer la autoridad y fomentar la autonomía? ¿Cómo trascender las herencias patriarcales e incorporar a los padres como iguales, en todos los procesos? Tener hijos supone un compromiso de amor y formación con las personas que llegan al mundo y con la sociedad en que se desarrollarán, pero no es fácil. Uno tiene que superarse una y otra vez sobre la marcha.  La maternidad y la paternidad son desafíos y como tal, hay que aprender a ejercerlas.

Para participar en la construcción colectiva a estas y otras preguntas, el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) organiza desde el 2014 las “Jornadas Maternidad y Paternidad. Iguales en derechos y responsabilidades”. Asumiendo estos roles desde la corresponsabilidad en la atención al desarrollo pleno y seguro de niñas, niños y adolescentes, en el marco de la construcción de una sociedad socialista, próspera y sostenible, sus especialistas generan espacios de aprendizaje y debate, donde padres y madres reciben información de primera mano.

Cada año, las Jornadas enmarcan las celebraciones por el día del amor y la amistad, el de las madres, el internacional de la familia y el de los padres. Su séptima edición, que termina esta semana, reflexionó sobre el ejercicio de la autoridad y el papel que cumplen los límites para un proceso de crecimiento saludable. Además, se centró en las particularidades de la crianza de adolescentes.

Como para muchos otros proyectos, el aislamiento social frente al nuevo coronavirus supuso un reto adicional. Pero las Jornadas no se detuvieron: se volcaron hacia el espacio digital y desde allí, lideraron los debates. Sobre sus objetivos, desarrollo y los principales desafíos para madres y padres hoy en Cuba, conversamos con Mariela Castro Espín, directora del CENESEX y presidenta de las Jornadas, y Grisell Crespo Carro, presidenta de su Comité Organizador.

Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y presidenta de las Jornadas por una Maternidad y Paternidad Responsable.

  • ¿Cuáles son los orígenes y objetivos de las Jornadas por una maternidad y paternidad responsable?

Mariela Castro: Varios elementos dieron lugar a la organización de las “Jornadas Maternidad y Paternidad. Iguales en derechos y responsabilidades”. Los aprendizajes de las Jornadas Cubanas contra la Homofobia y la Transfobia, que realizamos desde 2008, jugaron un papel fundamental por su impacto positivo en la movilización de las conciencias y la participación de la población en los diálogos suscitados sobre estas temáticas. Antes, esto no había ocurrido en nuestro país.

Luego, el proceso de consulta popular, que llevó a la aprobación de la nueva Constitución de la República, demostró el salto cualitativo dado en la cultura cubana, por el modo en que ya se tratan estas informaciones en los medios de comunicación y en nuestra vida cotidiana. No podemos negar que, en este sentido, el trabajo del CENESEX hizo sus contribuciones. Con ese punto de partida, comprendimos que debíamos trabajar iniciativas similares con otros tópicos de interés para nuestra institución.

En paralelo, resultados de investigaciones científicas sobre maternidades y paternidades, pautas de crianza y derecho de las familias, entre otras, levantaron alertas urgentes. Se identificaron numerosas contradicciones, dificultades y patrones culturales instalados, que no facilitan los aprendizajes indispensables para ejercer las responsabilidades educativas y de cuidados que se requieren en las comunidades parentales, donde madres y padres tienen las tareas más importantes. También percibimos vacíos en las normas jurídicas para proteger algunos derechos, que ahora se visualizan con más claridad.

Por tanto, en 2014 comenzamos a realizar las actividades que integran estas Jornadas y en 2015 instituimos el Reconocimiento Público “Al Mayor Amor”, otorgado a madres y padres destacados por su labor educativa en la familia y la sociedad.

Recuerdo cuando lo entregamos por primera vez, el 14 de febrero de 2015, a Juan Miguel Gonzáles y su familia. Las razones y testimonios para distinguir el amor, la convicción y perseverancia de este padre humilde en la protección de su hijo fueron muy emocionantes. Elián nos sorprendió cuando de manera muy espontánea tomó el micrófono y explicó: “¿Qué habría pasado si yo no regreso a Cuba, si mi padre decide quedarse en Estados Unidos?”. Con su gratitud, reconoció a su padre, a nuestro Comandante en Jefe y al pueblo cubano.

  • La pandemia de la COVID-19 ha obligado a repensar muchos espacios participativos durante los últimos meses, ¿cómo se adaptaron las Jornadas a las nuevas circunstancias?

Grisell Crespo: Cuando la pandemia de la COVID-19 llegó a Cuba, transcurría el segundo mes de ejecución de las Jornadas y ya habían participado más de 400 personas en las actividades centrales desarrolladas en los municipios Plaza, Diez de Octubre y Guanabacoa, de la Capital y Bayamo, de la provincia Granma.

Los cursos y talleres realizados facilitaron el diálogo entre madres y padres, adultos de referencia, púberes y adolescentes, líderes comunitarios y la mayoría de la Federación de Mujeres Cubanas. Además, creció el intercambio sobre buenas prácticas entre profesionales de la educación, la salud y otros que laboran en el ámbito comunitario. Coordinadas por las Cátedras de Sexología y Educación Integral de las provincias, se realizaron numerosas actividades. Pero, con las nuevas circunstancias, fue necesario continuar las Jornadas de manera virtual y conseguir también que llegaran a más personas.

Por tanto, el Comité Organizador, en coordinación con la Red de la Metodología de los Procesos Correctores Comunitarios (ProCC) de Cuba, creo el “Servicio de orientación a madres y padres en casa”. Este es un espacio de reflexión grupal para dialogar sobre la crianza y la convivencia familiar en la situación de distanciamiento físico. Para coordinar dicho servicio se conformó un equipo integrado por 5 psicólogas y una psiquiatra infantil, todas docentes del Grupo Cubano de Desarrollo ProCC. Las especialistas Airelav Pérez, Magdenis Fombellida, Yamile Deriche, Elcida Álvarez, Idianelys Santillano y Grisell Crespo son sus protagonistas.

El proyecto funciona mediante un grupo de Whatsapp y un correo electrónico: se elaboran y comparten productos educativos en formato digital y, a diario, se responden dudas y comentarios de quienes integran el chat. Hasta el momento, se han unido al grupo 174 personas y 5 han solicitado materiales educativos e información por el correo.

Predominan las solicitudes de orientación referidas a los hábitos de vida de niñas y niños, específicamente vinculados con el sueño. El control de esfínteres y las dificultades en torno a los aprendizajes escolares en el contexto atípico son otras preocupaciones que saltan. Además, persisten dudas sobre cómo abordar problemas entre hermanos, el desarrollo de hijos/as en términos de qué deben hacer o qué deben aprender en las etapas de la vida y la pérdida de habilidades ya adquiridas.

Aunque en menor medida, se recibieron también preguntas sobre el exceso de interés de los infantes en computadoras y televisores, los cambios en el comportamiento, el aburrimiento y la desmotivación a raíz del distanciamiento físico, las dificultades para mantenerles en casa y el no saber cómo explicarles lo que sucede en la actualidad.

En junio, se prepararon encuentros utilizando la Plataforma Entrediversidades, Facebook y Cubadebate. Se realizaron el Panel internacional “Educar con límites saludables” y el forodebate “Convivencia y ejercicio de la autoridad en tiempos de coronavirus”. En estos espacios han interactuado muchas personas, con dudas, opiniones y comentarios sobre la importancia y utilidad de la labor que realizamos. Para el cierre, se realizó el Panel “Resultados científicos de las Jornadas: El papel de los límites en la crianza”.

  • Las Jornadas parten del criterio de que la maternidad y paternidad requieren procesos de aprendizaje, incluso antes de la concepción. ¿Con qué espacios de formación cuentan madres y padres cubanos para aprender sobre ello?

Mariela Castro: Existen espacios profesionales con especialistas de salud mental en el Sistema Nacional de Salud Pública. El CENESEX tiene también otros servicios y las facultades de Psicología de algunas universidades poseen consultas de atención a las familias, pero consideramos que no son suficientes para cubrir las necesidades de nuestra población.

Contamos con excelentes profesionales, pero no se han creado suficientes espacios comunitarios, educativos y terapéuticos. Las Escuelas de Familias del MINED están más vinculadas a los problemas de funcionamiento de la vida escolar y tienen escasos elementos de orientación. Tal vez, deberían recibir una preparación más intencionada para que también se puedan trabajar otros componentes del proceso educativo. La presencia de profesionales de la Psicología en las escuelas podría ayudar, pero no sé qué posibilidades existen desde el punto de vista económico, logístico y organizativo para que esto se pueda realizar. Siempre pienso que son inversiones para el desarrollo y no gastos innecesarios.

El Programa Educa a tu hijo contribuye a estimular el desarrollo y la autonomía en las edades preescolares, pero no aborda otros elementos que tratamos de introducir. Los trabajadores y trabajadoras sociales también podrían capacitarse con en estas concepciones y ayudar, en las complejas situaciones que deben atender.

En el CENESEX trabajamos con nuestras especialistas, pero también recibimos importantes colaboraciones. La Dra. Patricia Arés y su equipo, especializado en familias, entre otros valiosos profesionales de diferentes instituciones cubanas y foráneas son apoyo vital. Por ejemplo, desde la década del 90, hemos contado con asesoría y capacitaciones del Centro de Desarrollo en Salud Comunitaria “Marie Langer”, en Madrid.

Participamos en diplomados, maestrías y otros cursos para formarnos en la Metodología ProCC, que opera sobre los malestares de la vida cotidiana. Esta concepción pondera la comprensión de la relación entre crecer, desarrollo de la autonomía, los límites y la función del adulto, sobre todo, el papel que cumplen los límites desde su función estructurante del psiquismo en el proceso de humanización del ser humano en las primeras etapas de su ciclo de vida.

La metodología cuenta con varios programas de trabajo grupal comunitario, como las “Escuelas de madres y padres” con 14 sesiones de trabajo de dos horas cada una. Desde el año 2018, hemos adoptado estos referentes teórico-metodológicos para el diseño de las Jornadas Maternidad y Paternidad. Tenemos el privilegio de recibir la asesoría permanente de su autora, la psicóloga argentina Mirtha Cucco García, directora del Centro “Marie Langer”, a través de un acuerdo de colaboración con el CENESEX.

Se están aprovechado cada vez más los medios de comunicación y las redes sociales, pero la realidad demanda una atención mayor y más sistemática.

Grisell Crespo, presidenta del Comité Organizador de las Jornadas por una Maternidad y Paternidad Responsable. Foto: cuba.cu.

  • La 7ma Edición de las Jornadas, actualmente en curso, tiene como lema “Educar con límites saludables”. ¿Qué desafíos se esconden tras ese llamado?

Grisell Crespo: Buscamos crear espacios para reflexionar sobre la importante función adulta de colocar límites, que favorezcan un crecimiento saludable de todas las familias, y sobre el ejercicio de la autoridad como algo imprescindible que habilita el lugar que debe ocupar el niño, niña o adolescente en cada momento. Entender y aplicar estos conceptos facilita el recorrido desde la indefensión del bebé hasta los crecientes grados de autonomía que implica el desarrollo.

Los desafíos incluyen también el cuidado de los necesarios espacios de las personas adultas, evitando dar de más y no lo que realmente necesitan los hijos y las hijas; lo que transformaría una cierta vivencia naturalizada de agobio y peso en la crianza, en vínculos más armoniosos y placenteros.

  • Un punto clave para una educación con límites saludables tiene que ver con la autoridad que ejercen madres y padres. ¿Qué diferencias hay entre autoridad y autoritarismo? ¿Cuáles son las formas correctas de hacer valer la autoridad en los procesos de crianza?

Mariela Castro: La manera en que madres y padres ejercen su autoridad es un elemento clave en la educación. Muchos adultos actúan desde la sobreprotección, con promesas de darlo todo de manera arbitraria y, por tanto, desconocen las necesidades que deben atender. Abandonan su función educativa y confunden a sus hijos/as quienes interpretan que “pueden conseguir todo lo que quieren” y lo demandan de manera tiránica, en lugar de comprender y asumir que “todo lo que está es su capacidad de hacer lo tienen que hacer”.

Es justamente a través de los límites y del ejercicio de la autoridad de los adultos que se produce la delimitación de los nuevos “lugares”. Estos se van configurando en las constelaciones familiares y permiten los necesarios distanciamientos y logros paulatinos de autonomía, durante el proceso de crecer.

Concebimos la autoridad como aquella función que gestiona el lugar de cada uno en función de las necesidades de ambas partes del vínculo. Podríamos decir entre adultos protectores/educadores y educandos, no entre adultos sobreprotectores y sin autoridad para establecer límites saludables y educandos confundidos sin comprender hasta dónde pueden llegar, cuál es su lugar en cada ocasión. Esto, a la larga, genera muchas dificultades en la estructuración del lugar de los hijos/as en sus diferentes espacios de vínculos. Se trata, en definitiva, de establecer límites saludables que respeten las necesidades de niños, niñas, púberes, adolescentes y jóvenes en el proceso de crecer y no, imposiciones arbitrarias para que obedezcan.

  • Diversas investigaciones han demostrado que en Cuba persisten varios estereotipos de género. Uno de los más frecuentes es el que asocia a las mujeres con el rol de cuidadoras y a los hombres, con el de proveedores. ¿Cómo influye todo esto en el ejercicio de la maternidad y la paternidad? ¿Existe una educación diferenciada para niñas y niños en función de su género?

Grisell Crespo: En el imaginario social existe “un ideal” que está muy relacionado con “ser desvividos”. De manera particular, la madre, para ser considerada “buena” tiene que estar disponible para sus hijos y su casa. Es como si todos los otros proyectos dejaran de existir: ser profesional, trabajadora, esposa y demás intereses se consideran secundarios a la maternidad. Sin embargo, “un buen padre” solo debe garantizar que no le falte nada material a sus hijos.

Esos patrones existen y condicionan, de una manera mucho más fuerte que lo que podríamos imaginar, una educación sexista. Incluso, padres y madres que viven en modelos de pareja basados en la equidad de género – ambos trabajan fuera, aportan económicamente por igual, cooperan en las labores domésticas y de cuidados- no siempre trasmiten esos valores mientras crían. Con frecuencia, se repiten estereotipos arcaicos como “los niños no lloran, no juegan con muñecas” o “las niñas que juegan con varones son marimachas”. Por tanto, encontramos muchos púberes que repiten en sus modelos esos valores antiguos.

  • Entender los procesos de maternidad y paternidad desde la corresponsabilidad sigue siendo un desafío, ¿qué frenos limitan hoy la construcción de una crianza compartida? ¿Qué pasa en el caso de las parejas divorciadas?

Grisell Crespo: Lo que más frena son esos mismos patrones sexistas, según los cuales son las madres y abuelas quienes saben criar y los hombres no conocen de eso. Por tanto, en ocasiones a los padres se les excluye de tareas de cuidados a sus hijos/as y del hogar y, en otros casos, se les exige “una ayuda” pero luego se les devalúa porque “lo hacen mal”.  

Para incorporarlos más, tanto unas como otros deben comprender que la participación en la crianza es un derecho. A los padres les corresponde hacerlo y disfrutarlo plenamente, a su forma, no como lo hacen o quisieran las madres, ni como una ayuda solidaria para aliviar a las mujeres de su sobrecarga.

Hoy estas cuestiones han cambiado mucho: cada vez más padres ejercen su rol de una manera muy saludable y muchas parejas se implican corresponsablemente. También sucede así entre las parejas divorciadas, aunque todavía se observa con bastante frecuencia que la responsabilidad recae más en quien convive con el menor.

Aunque con datos muchos menos agresivos que en otros países, el maltrato infantil sigue siendo un problema en muchos hogares cubanos. ¿Cómo se trabaja para prevenirlo? ¿Qué estrategias se podrían aplicar?

Grisell Crespo: Actualmente estos conflictos se trabajan desde iniciativas locales o territoriales. Las estrategias implican la sensibilización, porque este es un problema que en ocasiones se esconde tras el poder. Pautas de crianza distorsionadas confieren a los adultos una supuesta propiedad sobre niños y niñas y, a veces, justifican el maltrato como forma de educar.

Los caminos trazados en la Isla para atender este asunto incluyen la formación de profesionales que trabajan en el ámbito comunitario, de la salud, la educación, el trabajo social, entre otros y de líderes de los territorios, así como el trabajo con madres, padres, adultos de referencias y población adulta en general y con los niños, niñas y adolescentes. El propósito es profundizar en el conocimiento los derechos de la infancia y la cultura de paz, lo que propicia vínculos armoniosos, donde se respeten los derechos de todas las personas, previniendo las manifestaciones de cualquier tipo de violencia.

  • Desde el CENESEX se ha trabajado durante años para evitar la discriminación por motivos de orientación sexual, identidad de género y otros. ¿Cómo introducir el respeto a la diversidad en la educación de los más pequeños?

Mariela Castro: Uno de los propósitos de estas Jornadas es visibilizar la existencia de diferentes tipos de familias, sin que las orientaciones sexuales e identidades de género constituyan un obstáculo para ejercer los derechos y responsabilidades de las maternidades y paternidades.

Numerosos estudios científicos y la práctica profesional han evidenciado que no es la estructura de las familias, sino la calidad de su funcionamiento, lo que las hace vivir en armonía o no. La mirada social acusadora y prejuiciada pone en dificultad a las familias homoafectivas. Si nuestros mensajes son de acogida y respeto, las niñas y los niños que viven en el seno de dos figuras maternas o paternas lo harán con tranquilidad de no ser objeto de burlas ni desprecio, porque los adultos primordiales que están a cargo de sus cuidados y educación son tan reconocidos en su convivencia como las familias heteroafectivas.

El Programa Nacional de Educación de la Sexualidad en las Escuelas, que desarrolla el MINED, tiene el encargo de educar en esos valores y evitar el acoso escolar o cualquier tipo de violencia por esta u otras razones.

Fuente de la entrevista: http://www.cubadebate.cu/especiales/2020/06/21/madres-y-padres-en-cuba-los-desafios-tras-la-responsabilidad/#.XvE462gzbIU

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Teresa Freixes: Se deben cambiar las leyes para que internet sea un derecho universal (Audio)

Toda una vida dedicada al estudio de las leyes, Teresa Freixes Sanjuán es una de las figuras más representativas del ámbito jurídico español y europeo. En su andar profesional, destaca una prolífica carrera que además de estar orientada a la investigación del Derecho Constitucional Europeo, los derechos fundamentales y la igualdad en el constitucionalismo multinivel, ha producido más de una docena de libros y cien artículos en revistas del campo constitucional y legal; además de emblemáticos reconocimientos como el de Mujer Europea por su contribución a la construcción jurídica de la Unión Europea, y el reconocimiento como Miembro de número de la Real Academia Europea de Doctores, en donde actualmente ejerce el cargo de vicepresidente, entre otros.

Como si fuera poco, hoy se embarca en una nueva aventura. Junto a un grupo de intelectuales españoles, Freixes propone un cambio en los sistemas legales de Europa y el mundo: Internet libre, el acceso a este recurso, como un derecho de todos. Para la también catedrática Jean Monnet ad personam, cátedra universitaria otorgada por la Comisión Europea, esta es una vía necesaria para garantizar la igualdad de oportunidades, lo que se ha vuelto aún más tangible en crisis como la del Covid-19.

En una entrevista para AIKA Educación, la renombrada jurista reflexiona sobre este derecho que separa a niños y generaciones con recursos de quienes no los tienen, amplia la pobreza, generando más vallas para las poblaciones más excluidas. Freixes Sanjuán lanza así el movimiento por la universalidad del internet y resalta la importancia de acompañar esta cruzada con una adecuada alfabetización mediática, porque la disminución de la brecha digital significa para la jurista la reducción de la brecha cognitiva y eso pasa por impartir una mejor formación ciudadana para que todas las personas sean ciudadanos críticos e informados.

Escuche la entrevista en nuestro podcast.

Teresa Freixes nos habla sobre el movimiento de «Internet como derecho universal»
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Hugo Coya: «Si el Estado impulsa contenidos de calidad en la televisión pública, los canales comerciales lo seguirán»

Las mieles del éxito no le han sido esquivas al peruano Hugo Coya. Como periodista ha tenido una carrera prolífica en diversos medios de comunicación peruanos, de América Latina y Estados Unidos. Como escritor ha colocado varias de sus obras entre las más vendidas en el mercado local, alcanzado trascendencia en el cine internacional. Y en su anterior papel de Presidente del Instituto de Radio y Televisión del Perú (IRTP), logró lo que era impensable, que el canal estatal incrementase su audiencia mientras que los comerciales la disminuían. Hoy, como director general de la productora audiovisual peruana Del Barrio Producciones nos habla, desde su experiencia, de la televisión en América Latina y la importancia de fortalecer los contenidos desde el Estado para sintonizar con una audiencia que en tiempos del coronavirus se refugia en esta aparato para saber qué sucede y acceder a una oferta cultural, pero que ya no es la misma que antes.

  1. A nivel de América Latina y Perú, ¿qué diferencias encuentra en la calidad de los contenidos televisivos?

En realidad, cuando se habla de América no se puede hablar como un todo en términos televisivos, porque no todos los países tienen el mismo desarrollo en producción. Hay países que tienen una larga tradición televisiva, como México, Argentina o Brasil, los que han desarrollado una industria televisiva; en cambio, hay otros países, que están en una fase menos avanzada. Por ejemplo Brasil, que es el país con la industria televisiva más desarrollada debido a que concentra una audiencia enorme o a que la cantidad de canales de televisión de señal abierta ha sido pequeña, lo cual le ha garantizado una competencia no tan fuerte cuando se liberaron las economías del resto de la región. Entonces si tú ya tienes garantizada una audiencia importante, tienes ingresos publicitarios mejores y puedes invertirlo en mejorar la calidad y ampliar la cobertura. Además de la buena formación académica de las universidades brasileñas para los periodistas. Creo que lo que hace la diferencia en términos de contenido es: la formación periodística, el desarrollo de la propia industria, la cantidad de audiencia que garantiza tener mayores recursos para mejorar contenido y la tecnología, porque la televisión es tecnología.

Esto se demuestra con la crisis del coronavirus. Por ejemplo, las grandes cadenas de Estados Unidos han incrementado su audiencia en 15% a 20% en su horario estelar en los últimos dos meses y no es casualidad, porque hay una demanda de un público cautivo que busca informarse, saber que peligros hay, qué está ocurriendo, pero también desea consumir cultura ante la ausencia de cines y teatros. En este momento, la televisión, ante la crisis del coronavirus, se está convirtiendo en elemento de difusión de la cultura ante la ausencia de otros elementos tradicionales fuera del hogar.

2. Más allá del contexto actual, los medios de comunicación ya experimentaban cambios, planteándose nuevos modelos de negocio, como la suscripción, ¿cómo ve este panorama en la televisión latinoamericana? 

Eso es un largo debate a nivel mundial. A diferencia del modelo latinoamericano, en Europa a la televisión pública recibe un apoyo fuerte y sostenido, porque se le considera un bien de los ciudadanos. Pero, en Perú y otros países de América Latina, no tenemos una televisión pública. Tienen el rótulo de pública, pero son televisiones estatales que funcionan como agencia de propaganda del gobierno de turno y se usa de acuerdo a criterios políticos. La televisión pública debe priorizar al ciudadano, promover la cultura, con información veraz y plural. Pero en América Latina, si puedo generalizar, a lo largo de la historia de la televisión, casi ningún canal estatal ha sido confeccionado bajo esta estructura, que sí existe en Europa. A pesar algunos cuestionamientos, la audiencia europea puede confiar en la pluralidad y objetividad, lo que le da credibilidad. Lamentablemente, en nuestros países tenemos una larga historia de que esto no se usa así. Algunas veces es abierto y desenfadado. Por ejemplo, en países como Nicaragua, Cuba o Venezuela o el propio Brasil, en donde es abierto el uso político de la televisión pública.

“En América Latina, la televisión estatal funciona como agencia de propaganda del gobierno de turno”

3. Con respecto a la baja calidad de los contenidos televisivos, algunos productores han usado la frase “le damos a la gente lo que pide” ¿cree que el problema es la audiencia o los creadores de contenido? 

Eso es una falacia, hay que darle a la gente lo que le gusta. Claro si todos los días comes comida chatarra, tú piensas que la comida chatarra es lo único que puedes consumir. Y tu cuerpo se acostumbra a eso. Si tú acostumbras al público a contenidos descartables, diciendo que eso es lo que gusta a la gente, sucede igual. Si la televisión apostara por otro tipo de contenidos, tendría otro tipo de audiencia. Por ejemplo, en TV Perú, al inicio de mi gestión como presidente del IRTP, cuando planteé la posibilidad de sacar contenidos en lenguas originarias, aparecieron prejuicios. Se decía que este público (los peruanos quechua hablantes) era muy pobre, no tenían televisión o electricidad, pero estudios de mercado demostraron que solo en el distrito más grande de la capital Lima, que es San Juan de Lurigancho, vivía la mayor concentración de quechuahablantes y cerca del 90% tenían acceso a televisión. Con esto, lanzamos un noticiero en quechua y el programa se convirtió en un éxito de audiencia, porque les proporcionamos algo que la televisión comercial no les daba. El problema es que a veces repetimos patrones y formatos de otros países, sin pensar en el público. Muchas veces decimos que eso le gusta a la gente, ¿cómo lo sabemos? Si no la escuchamos. La televisión y los gustos televisivos evolucionan. Siempre hay que estar atentos a los cambios y las preferencias del público.

4. ¿Qué se podría hacer para educar a los televidentes con un espíritu crítico respecto a las noticias y otros contenidos? ¿es papel del Estado, del sector privado o ambos?

Me parece que lo primero que debe hacer el Estado es fortalecer a la televisión pública, impulsando contenidos de calidad. El televidente ahora está mucho más informado que el de hace veinte años. Y si como Estado promocionas contenidos de calidad, obligas a la televisión comercial a seguir estas iniciativas. De hecho, con el noticiero de lenguas originarias, los canales privados vieron que este programa era un éxito, funcionaba comercialmente, y tenías auspiciadores, por lo que implementaron segmentos en otros idiomas. Entonces, el Estado debe mejorar la calidad. Lo otro, es apostar por mejorar los contenidos, ofreciendo estímulos a la creatividad de productores y directores para que te den contenidos importantes. Pensemos en lo que sucedió en España. En la década de los 80, los gobiernos democráticos entendieron la importancia de una televisión pública de calidad, invirtieron grandes presupuestos, le dieron independencia, establecieron directorios de los consejos directivos autónomos y eso permitió convertir a la televisión española en un referente mundial y no solo hablo de La Casa de Papel. Esto gracias a que la televisión pública española ha trabajado muy bien los contenidos y ha impulsado que la televisión comercial le siga. Entonces, el modelo español puede ser una referencia para la televisión latinoamericana porque tiene muchas similitudes con nuestros países y ha sido un modelo de éxito. Esto le va a permitir recuperarse mejor de la crisis del coronavirus, porque se ha ganado una reputación positiva, recuperándose más rápido que incluso el propio Hollywood.

5. Usted logró en Perú que el canal del Estado lancé producciones de calidad y exitosas o atractivas para el público, cuando esto no se hacía, ¿cuál fue la fórmula? 

Ha sido una conjunción de factores. Primero, tuve el privilegio de contar con un gran equipo de gente, que de forma desinteresada decidió ir a trabajar al canal para ayudar a mejorar la calidad; a sabiendas de que lo que iban a cobrar era muy poco en comparación con los ingresos de la televisión comercial. Dos, en el canal estatal, tuvimos libertad para trabajar en función del televidente. No había un nivel de presión política de interrumpir la programación en cualquier momento para poner un mensaje político, que no necesariamente fuera relevante, entonces fidelizamos a la audiencia. Tres, podíamos pensar en el público que la televisión comercial desatendía, como el de lenguas originarias, de series históricas o programas infantiles. Suscribimos acuerdos con la televisión europea de España, Francia, Italia, consiguiendo que ellos nos apoyaran y asesoraran. Esto nos sirvió para mejorar los estándares de calidad. Y luego el público te descubre y comienzan a ver tu canal. Hablando de cifras, la audiencia de TV Perú se sixtuplicó, cuando los demás canales peruanos la disminuían.

6. ¿Qué soluciones se podrían aplicar para mejorar la calidad televisión Latinoamérica?

Lo primero que debemos entender es que la televisión, como la conocemos, ya no va a existir. No quiero ser catastrófico, pero el público de 50 a más años, que ve en forma tradicional la televisión, que se sienta frente al televisor en su sala o dormitorio va a desaparecer. El público joven, es el futuro consumidor y este ve la televisión en el momento que quiere y a través de diferentes plataformas, como Youtube, Netflix, Instagram. Por eso, en la televisión en general, y en particular la de América Latina, se debería pensar en cambiar la forma de producir y gestionar la televisión, pensando que los grandes públicos van a desaparecer. Es decir, adiós a los grandes rating y audiencias. Habrá públicos segmentados que elegirán los contenidos que quieren ver, y cuándo y cómo lo quieren ver. Por lo tanto, lo que hay que hacer es pensar en diferentes plataformas. Pensando en eso, se tiene que tener un abanico más grande de oferta de contenidos para captar diferentes tipos de público. Lo primero es tener credibilidad y una imagen de calidad. Lo segundo es adaptarte a las exigencias del mercado en el sentido de preferencias televisivas. Es decir, si tienes un público joven debes darle contenidos que la televisión no está dando y encuentran en redes sociales.

Fuente: http://www.aikaeducacion.com/entrevistas/hugo-coya-estado-fortalece-television-publica-con-contenidos-de-calidad-canales-comerciales-la-seguiran/

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