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2017-2018: el final del experimento

Hugo Aboites

La llegada de la era Trump viene a desestabilizar de fondo no sólo la idea del desarrollo mexicano a partir del libre comercio y la inversión extranjera, sino las bases mismas de la educación mexicana y sobre todo de la llamada reforma educativa de 2012. Repentinamente, las ideas centrales y más profundas de la reforma educativa (y también de la energética, como ahora es claro) se han quedado sin sustento.

En 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y se formalizó no sólo el rompimiento con el pasado de economía nacional, sino también, como consecuencia, el abandono de una propuesta educativa que se construyó durante 80 años, cuya huella sobrevive en el artículo 3, II. Allí son visibles los grandes objetivos de la educación pública: justicia, solidaridad, laicidad, creación de nación, progreso científico, comprensión de la problemática del país, democracia como sistema de vida fundado en el mejoramiento económico y social del pueblo, búsqueda de la independencia económica y la continuidad, así como acrecentamiento de nuestra cultura, respeto a la diversidad y prioridad por el interés general. Frente a esta propuesta, que mal que bien, con los millones que pasaron por las aulas construyó al país desde 1920 hasta mediados de los años 80, en los 90 vino sustituida por una propuesta con nuevos referentes: globalización, mercado, internacionalización, libre comercio, privatización, competitividad, inversión extranjera y, por supuesto, calidad.

El contraste entre uno y otro proyecto es evidente: en el primero se habla de valores, de construcción de nación y, subrayamos, de generación de personas y ciudadanos completos; en el segundo, los referentes son procesos de comercialización y producción a escala internacional. Y algunos sostenemos la hipótesis de que este profundo cambio educativo contribuyó de manera importante a la crisis de corrupción generalizada, violencia, individualismo rampante, trampas y abusos electorales, narcotráfico y narcocultura, así como a la pérdida general de hacia dónde conducir al país. Es en parte el fruto de la filosofía educativa de Mexicanos Primero, de ser exigentes y ambiciosos en el desarrollo del capital humano, es decir, transformar a niños y jóvenes en capital humano competitivo y hábil operador de los procesos de producción y comercialización (2012, pág. 5). Lo cual es el alma de la llamada reforma educativa de 2012. En esa perspectiva incluso el término calidad no es un concepto inspirador de una transformación de la educación, capaz de nutrir iniciativas diversas, en distintas regiones y conjuntos humanos, sino un marco legal y operativo inflexible a cargo del INEE, PISA, Ceneval, y regulado por la nueva Ley General de Educación, la Ley General del Servicio Profesional Docente que materializa esa filosofía empresarial.

De tal manera que, en el momento en que el país enfrenta una de sus peores crisis de rumbo, se encuentra con que en los últimos 30 años no ha creado una propuesta educativa capaz de fortalecer culturalmente al país y que la existente, la reforma educativa, solamente reitera y profundiza esa carencia de un proyecto educativo de carácter científico y humanista.

De ahí que, a menos de que hubiera una reflexión profunda y decisiones oportunas desde el círculo que define a nivel macro las políticas educativas, el panorama educativo y social se va a ensombrecer aún más en 2017-2018. Sin una sabia propuesta educativa, con un enconado conflicto con el magisterio, en el contexto de un sustrato social cada vez más airado (gasolinazo, devaluación), en medio de una crisis económica y en la perspectiva de una repetición del ritual electoral, se generará una fuerte dinámica de enfrentamientos y de agravamiento en la capacidad de conducción del país por parte de los actuales dirigentes.

Como parte de ese escenario, y como se ha visto desde 2013, el enfrentamiento entre la educación empresarial y la educación que necesitan los mexicanos en uno de los periodos más difíciles del país, no es simplemente conceptual y filosófico, sino profundamente social. Y ahora se verá agravado por el hecho de que repentinamente la crisis del modelo maquilador de país va a significar la crisis de todo el aparato de instituciones y políticas en la educación creadas como sustento de esa apuesta. Universidades tecnológicas y politécnicas, y políticas como la del énfasis en competencias básicas para crear operadores eficientes pueden ahora experimentar una crisis crucial de sentido.

El 2017-2018 debería ser más bien un periodo de debate sobre la educación que necesita el país para un futuro que repentinamente muestra la fragilidad de los términos en los cuales se hizo la apuesta por la globalización. Y ante esa necesidad, la peor respuesta gubernamental sería continuar con la reforma como si nada pasara, porque junto con la crisis económica, energética, social y de conducción, la que vemos en la educación cobrará una factura muy alta para el futuro de la nación. Como en los sismos en 1985 en la Ciudad de México, la posición frente a la crisis de país ya no estará en los tradicionales gobiernos, sino en las iniciativas que de manera autogestiva y desde barrios, comunidades, colonias e instituciones junto con los maestros construyan en los hechos una propuesta de educación distinta. Pero no será fácil, ni inmediata.

Fuente del articulo: http://www.jornada.unam.mx/2017/01/07/opinion/015a1pol

Fuente de la imagen: http://impulsoinformativo.net/wp-content/uploads/2017/01/escuelas-1-300×336.jp

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Matar al ruiseñor: periodistas y universitarios

Hugo Aboites

Matar al periodista es matar al inocente. En una pieza de literatura estadounidense, el padre regala rifles de aire comprimido a sus hijos para que aprendan a disparar, pero como sabe que comenzarán a tirar a los pájaros, aun dentro de su ánimo belicista encuentra necesario hacer una recomendación: No maten al ruiseñor, ése es inocente. Frente a las armas y la creciente colusión narco-Estado, periodistas como Miroslava Breach están indefensos. Pero, además, son radicalmente inocentes, porque de nada son culpables quienes con su oficio muestran hasta qué punto gobiernos y policías están ahora en simbiosis con los grandes corporativos de la droga, y tampoco culpables quienes tienen la calidad ética suficiente para no entrar en componendas y lisonjear a los poderosos. Son, además, indispensables, porque este escéptico y, al mismo tiempo, esperanzado país, necesita saber a fondo cuáles son las circunstancias que lo están determinando, para poder cambiar también radicalmente. Para la salud de una república que quiera crecer vigorosa, se necesita un enorme sustrato de personas bien informadas y crítica y políticamente reflexivas. Esta es una tarea de quienes no son culpables de lo que ocurre en el país, pero quieren cambiarlo.

Y es precisamente en este espacio que, como proyecto, coinciden periodistas y universitarios. El periodismo de fondo no consiste en producir notas como información descontextualizada, entretener u orientar la opinión pública, sino ofrecer desde la multiforme realidad cotidiana del país un material valiosísimo para la reflexión de los mexicanos. Y la universidad no se define como una fábrica de egresados o como la venta de investigaciones, cursos y servicios culturales, sino un espacio donde, por medio de los jóvenes y no tan jóvenes que acceden al conocimiento superior, la sociedad se vea a sí misma a través de la lente de muy distintas disciplinas y profesiones.

Frente al poder ambos grupos sociales sólo tienen la palabra, y por eso la construcción de argumentos. Pero, al mismo tiempo, en ciertos brillantes momentos que ocurren nunca se sabe cuándo, comparten el profundo poder que sólo dan el conocimiento y la cultura. Y con eso aquí y allá han tumbado gobiernos, creado instituciones y corrientes de pensamiento y abierto el paso a profundas transformaciones sociales. Con eso se puede crear una fuerza como la que ahora ha impedido que Ayotzinapa y el desgarramiento del país queden sumidos en el silencio.

En el caso de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), las palabras de apoyo de muchos precisamente en los medios; una manifestación cultural en la calle, con orquesta sinfónica, ensamble coral, grupos artísticos, y el argumento contundente de lo que acordó la Cámara de Diputados, facilitaron que la Secretaría de Educación Pública (SEP) se comprometiera firmemente a no descontar un solo peso del subsidio federal otorgado por los diputados. Esta excelente noticia permitió hacer un ofrecimiento mayor a nuestros trabajadores, evitar una huelga de pronóstico reservado y eludir, así fuera momentáneamente, una convergencia de fuerzas que, como ocurre casi constantemente, tienen en la mira a esta institución. Momentáneamente, porque todavía sigue en pie el recorte de recursos efectuado por la Asamblea Legislativa, a pesar de que pasa por alto claramente la ley que mandata que su presupuesto nunca será menor que el del año previo (Ley de la UACM, artículo 23). Legislación, por cierto, aprobada por la misma asamblea.

El descuento no sólo se mantiene, sino que, además, ahora se perfila a modo de respuesta que el rector debe ser llamado a cuentas. Aunque la explicación que da la diputada promotora es que se trata de una simple e inocente curiosidad, no deja de llamar la atención que sea ella la protagonista de una campaña constante contra la UACM y que uno de los argumentos para ir a la huelga era la supuesta existencia de un enorme subejercicio, y ahora se quiere que este tema sea retomado en la asamblea. Con el apoyo federal y del Gobierno de la ciudad, la UACM ha obtenido recursos para un ambicioso plan de obras que está por concluir, y de esos recursos se habla. ¿No se quiere que la UACM crezca?

Llama la atención también que el supuesto subejercicio fue uno de los argumentos para inclinar a la huelga y ahora casualmente se pretenda insertar a la asamblea en ese mismo tema. Desde hace años, sin embargo, como todos los titulares de organismos públicos, la representación de la UACM acude a esa instancia legislativa y en mesa de trabajo responde públicamente las innumerables preguntas de los diputados. Sólo en una ocasión un organismo ha sido llamado aparte, con dedicatoria especial, y fue precisamente la UACM, a finales de 2009. En contraste con lo que sucede en la asamblea, en el ámbito federal a nuestro reclamo no se respondió enviándonos a comparecer a la Cámara de Diputados, simplemente se resolvió. Finalmente, que en el centro de educación superior del país, la Ciudad de México, el órgano legislativo que aprueba el presupuesto no respete su propia legalidad y reduzca un presupuesto envía un pésimo mensaje a los rectores y universitarios del país. ¿Qué partido asume la responsabilidad?

Fuente del articulo: http://www.jornada.unam.mx/2017/04/01/opinion/015a2pol

Fuente de la imagen: http://www.reconoce.mx/wp-content/uploads/matar-ruiseñor.png

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Despojo a la ciudad

Por: Hugo Aboites

A diferencia de las demás entidades federativas, que se encargan de la escala educativa completa (básica, media superior y superior autónoma), el gobierno federal nunca ha permitido o facilitado a la ciudad llegar a ese punto. Y ahora sucede que hasta lo poco que ha podido crear –los niveles superiores de educación– es objeto de hostigamiento. No sólo por momentos la Secretaría de Educación Pública (SEP) se suma a la campaña de descalificación, busca aplicar la reforma educativa en la media superior y superior, sino que, ahora, parece optar por el acoso financiero. Ha decidido suspender a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) casi todo el subsidio que ya le había otorgado la Cámara de Diputados. Una medida extralegal y agresiva contra una universidad pública y autónoma, y un despojo a la Ciudad de México.

Extralegal, porque en el anexo 17 del Presupuesto de Egresos de la Federación 2017, el Programa de Apoyo a Centros y Organismos de Educación (Superior), en la nota cinco, dice que se incluye 150 millones de pesos para la UACM. Pero recientemente la SEP (Oficio 511/17-0224) comunica que el subsidio federal asignado a esa institución asciende a la cantidad de 40 millones. Y otras instituciones también han sido perjudicadas (como la Universidad Obrera, a la que se le cancela todo el subsidio).

Despojo, además, que ocurre contra la Ciudad de México cuando ésta apenas ha dejado de ser –como dice Porfirio Muñoz Ledo– un distrito, y todavía está fresca la tinta de su Constitución. Pero, también, porque este es un gesto hostil en contra del derecho a la educación de miles de jóvenes de la CDMX. Precisamente este primer año en que orgullosamente aparece con todas sus letras en la Constitución como parte del artículo 13 del derecho a la educación, a la UACM se le desconoce su derecho a recibir un subsidio federal ya aprobado. Coincide con la decisión de la Asamblea Legislativa de no aumentarle el presupuesto y, además, quitarle 63 millones. ¿Allanándose así a la campaña intensa y permanente de un partido en la Asamblea Legislativa contra esta universidad? Se añade que desde 2001, cuando arranca la educación media superior y superior de la ciudad, el gobierno federal ha mostrado resistencia extrema en su contra. La UACM es una institución nueva (15 años), con 17 mil estudiantes y poco más de mil millones de presupuesto; apenas se compara con la historia de muchas décadas de otras instituciones estatales y federales (la UNAM, con un siglo de vida, más de 300 mil estudiantes y 26 mil millones de presupuesto, o la UAM, con 44 años, 55 mil estudiantes y 6 mil millones). Crear más espacios en la capital, sin embargo, sigue siendo importante porque aquí se encuentra la mayor parte de los cientos de miles de jóvenes del país que cada año buscan un lugar en el nivel superior, y porque la UACM tiene las posibilidades y el dinamismo de una plantilla laboral joven y la novedad de proyectos, componentes claves para seguir creciendo. Mientras la matrícula en gran parte de las universidades públicas del país está, por lo menos, estancada, en los últimos cuatro años la de la ciudad, con el apoyo de la responsabilidad que ha asumido el Gobierno de la CDMX para dotarla de recursos federales y locales, ha mejorado 20 mil metros cuadrados de sus instalaciones, ha construido 18 mil más y su matrícula ha crecido en 32 por ciento. Además, el apoyo de la responsabilidad política gubernamental: en el profundo conflicto de la UACM de 2013, cuando fácilmente la balanza pudo haberse inclinado hacia una pugna más destructiva, el entonces recién llegado gobierno capitalino decidió reconocer al rector interino y al Consejo Universitario que lo eligió, y con eso claramente apostó a la sobrevivencia de la UACM. Se abrió el paso a una etapa de normalización y crecimiento que resultó duradera y estratégica: con su sola renovada existencia respondió a la crítica de que nada se hace para que la capital de México, una potencia cultural y económica y una de las más grandes, deje de ser una de las más bajas en cobertura en educación superior en toda América Latina.

Esa universidad requiere más de 200 millones para lo elemental del gasto operativo (electricidad, comedores y becas; insumos de laboratorios, internet, renta de edificio, vigilancia, eventos académicos, publicaciones, mantenimiento de nueve posgrados, 18 carrera y cinco planteles), pero se ve despojada de 110 millones (después de los 63 que ya también le redujo la Asamblea). Genera una profunda crisis, pero además, la pérdida del dinamismo. Peligran proyectos, se agudizan las tensiones internas, hay emplazamiento a huelga, y se distrae la atención respecto de lo importante. Si nada cambia, la perspectiva para este año es la de una universidad que languidece. La decisión de la SEP es, por eso, una pésima noticia para la ciudad, para su incipiente sistema educativo y para los jóvenes sin escuela. Por eso es necesario defender esta parte de la educación de la ciudad, su universidad.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/despojo-a-la-ciudad/

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Recorte a la educación

Hugo Aboites

Las reducciones al presupuesto de la educación tienen consecuencias mucho más profundas de lo imaginable. Para empezar, la cifra oficial de 12 por ciento de recorte general es engañosa. No toma en cuenta que para que el sistema educativo pueda simplemente seguir funcionando en 2017 como en 2016 debe recibir un aumento de alrededor de 4 por ciento, para compensar la inflación de este año. Esto significa que el incremento que no se da para compensar la inflación debe contabilizarse como parte de la reducción: 12 más 4 por ciento significan que el recorte en realidad es de 16 por ciento. Si además tenemos en cuenta que el sistema educativo es muy dinámico, el aumento debe ser mayor al de la inflación. Es decir, debe ofrecer el mismo servicio del año que ahora termina a una población escolar que en 2017 sería más grande. Esto puede significar, digamos, cinco por ciento más, con lo que en realidad 12 por ciento –conservadoramente hablando– se transforma en más de 20 por ciento.

Y, por cierto, hace que la educación mexicana se sitúe mucho más lejos del 8 por ciento del PIB que por ley debe dársele cada año. No es de extrañar, por todo esto, que convivamos con cientos de miles de niños y niñas sin acceso a la primaria; millones de analfabetos y de adolescentes, así como jóvenes sin secundaria ni bachillerato ni acceso a la educación superior, cerca de 40 millones de adultos sin educación media y superior. En realidad debería incrementarse el presupuesto para compensar la inflación, para atender con igual nivel que el año anterior a todos los estudiantes y, finalmente, para dar pasos hacia resolver el increíble descuido y abandono que sufre la educación en México.

Sin embargo, el problema del recorte para 2017 va todavía más lejos. Es el colofón de un largo periodo de presupuestos que sólo penosamente han servido para compensar el primer aspecto, el de la inflación. No es entonces un bache aislado, sino una fuerte caída en una trayectoria que ha sido de estancamiento en el nivel mínimo. No quema grasa (para utilizar la metáfora aplicada a veces al Estado); es un drástico ayuno que viene tras un largo periodo de dieta anoréxica y quema músculo. Como ocurre con los seres vivos, los sistemas como el educativo y las instituciones de enseñanza superior comparten el efecto que tienen las hambrunas prolongadas y buscan estrategias ante lo que perciben como amenaza a la sobrevivencia. Se retraen, incluso más allá de lo indispensable, y el sistema o la universidad deja de pensarse como un ente vigoroso que mira hacia dónde crecer, crear y desarrollarse, y se ve obligada a pensar en disminuirse para sobrevivir. Rodeados como están de un mar de exigencias, de más espacios, de maestros, de investigaciones, de respuestas a los problemas nacionales, de una difusión cultural tan potente como la docencia y la investigación, no pueden dar respuestas y viven para el presente. Surge el gremialismo, pero también la resistencia.

El futuro, además de incierto, es preocupante. Dentro de un año no estaremos mejor. El año próximo va a ser sumamente problemático para la economía, y no se ve cuándo desaparecerán o por lo menos disminuirá la fuerza de los factores que han generado la presente crisis. Hay fuertes señales de agravamiento: Trump es una terrible mala noticia, pero también Clinton, pues será una presidenta comprometida con los poderosos y débil ante una derecha conservadora ya fortalecida, que es capaz de imponerle una parte importante de su agenda asfixiante. Y México, que por años ha optado por poner su suerte en manos de procesos económicos que no controla, está a merced de esos nuevos escenarios.

Finalmente, es innecesario especular acerca de cuál podría ser el impacto social que tendrá este recorte (y los que le van a seguir) en el futuro de este país. Basta ver la tragedia del deterioro social, económico y político que hoy vivimos y que es resultado, en gran parte, de recortes que sufrió la educación en la década de los 80 y luego desde mitad de los 90. En 2007, en una carta publicada en La Jornada dirigida al ciudadano Felipe Calderón, una estudiante le informa que un grupo de jóvenes fueron asaltados por otros de su misma edad, puestos boca abajo, robados de sus pertenencias y –en el colmo de una rabia social que aflora constantemente en este país– uno de ellos fue asesinado de un balazo en la cabeza sólo por querer dialogar con los agresores. “Quiero informarle –concluye– que la bala que mató a ese joven estudiante de la UNAM, Alfonso Ríos López en 2007, fue disparada hace 25 años cuando la política económica neoliberal fue salvajemente implementada en México cancelando para los jóvenes” trabajo y educación (en Aboites, La medida de una nación: 549). Sirva de contrapeso el recordar que en los 80 no había la resistencia que hoy han generado luchas como la de los maestros en defensa de la educación pública.

Fuente del articulo: http://www.jornada.unam.mx/2016/10/01/opinion/015a2pol

Fuente de la imagen: http://globedia.com/imagenes/noticias/2012/4/9/rajoy-anuncia-recorte-000-educacion-sanidad_1_1169620.jpg

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Sin certezas, todo por hacer

Hugo Aboites*
Hemos entrado de lleno y con sorprendente velocidad a un mundo y un país donde, para citar al clásico, toda sociedad se torna líquida. Ya lo era, pero ahora la percepción de que avanzamos hacia un futuro profundamente cambiante y, por eso, incierto, se ha vuelto dolorosamente tangible. Y los actores principales se mueven, increíblemente, tomando decisiones que parecen diseñadas precisamente para crear mayor incertidumbre y desestabilización. Donald Trump torpedea a la OTAN, el TLCAN, las corporaciones automotrices; se lanza contra minorías y mexicanos; se acerca a Rusia, provoca a China, acorrala a México. Y, acá, el peso y el gobierno se derrumban, la gasolina incendia al país y con todo esto se impulsa –nada menos que desde el gobierno federal mismo– una movilización nacional que se enlaza con la que los maestros comenzaron en 2013. Dilapidado el petróleo, el país depende ahora de remesas y turismo. Pero las primeras están en la mira del nuevo y antinmigrante presidente estadunidense, y Acapulco y Cancún son ahora reclamados como propios por el narcotráfico. Desde la derecha, la única salida que se plantea es la mano dura.

Desde otra perspectiva, hay que reconocer que estas profundas crisis de sentido provocan también poderosos y colectivos procesos de conocimiento. Cuando todo cambia, la mente se transforma y es obligada a pensar más allá de límites y techos que ahora se diluyen con gran facilidad. Se desplaza al individualismo, el conocimiento orienta a la acción civil y politiza a todos, rápidamente. La del pensamiento es la respuesta más importante. El pensamiento crítico es, precisamente, el que reconoce la crisis y, para sobrevivir, reconoce la necesidad imperiosa de darle respuesta. Personas, instituciones, acuerdos políticos, la estructura misma de lo que las constituye se desbarata y exige una reconstrucción. El gobierno se tambalea, no reconoce ni comprende la naturaleza y lo profundo del encrespado mar que lo rodea, y como no puede ni quiere pensar la crisis desde los otros, sus decisiones sólo la agudizan. En la educación la reforma que busca la eficiencia, la calidad, crea una escuela de clima agresivo, y la presión de las reformas que exigen estudiantes y maestros eficientes arrolla a los jóvenes desesperanzados y contribuye a que vean la efímera notoriedad de la violencia extrema como aceptable salida. A balazos contra maestra y compañeros, el problematizado adolescente es usado para silenciar los símbolos del pensamiento y del espacio colectivo.

Sin embargo, otros lugares educativos, libertarios, los foros de discusión, los esfuerzos colectivos y autónomos, la prensa independiente (por eso necesitamos tanto a La Jornada) se convierten en ámbitos de debate y de propuestas. Expresan la vitalidad de la respuesta humana, la apropiación de un campo –donde se piensa al país y se decide qué hacer con él– que generalmente le está vedado a muchos. Pero ahí, en estos espacios, es donde se da con mayor fuerza el encontronazo entre quienes quieren pensar para sobrevivir y quienes, temerosos, reprimen. Por eso el educativo es un espacio tan agitado, importante y hoy contradictorio. Así, en un destello luminoso, casi todos en la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México reconocen inmediata y generosamente que no se debe aherrojar a una universidad. Hablo por supuesto de la UACM, y manteniéndola en el artículo 48 de la Constitución prácticamente como una dependencia gubernamental, y acuerdan situarla en el 13, el lugar perfecto: el del derecho al conocimiento. Sin embargo, en la redacción alguien introduce el halo persecutorio y punitivo con que, gracias a la desdichada reforma de la educación, se ha definido la calidad educativa. Al mismo tiempo, las universidades del país, sobre todo las públicas y autónomas, incluyendo la de esta ciudad, se ven ahora sometidas a recortes profundos y colocadas (como las de Nayarit, Zacatecas, Morelos, y muchas otras junto con la de la Ciudad de México) en el borde del precipicio o en una situación muy difícil. En el caso de la UACM, no porque se disminuyan los recursos, sino por la forma en que se entregan.

Es precisamente en las lecturas, en las escuelas y universidades donde niños y jóvenes, más que rodeados de reglamentos y enormes pilas de contenidos a memorizar, deberían recuperar y tomar como punto de partida, la naturaleza profundamente dialéctica de la existencia humana y social. Ya en la familia –como quiera que ésta se conforme– se vive el entrecruce de autoritarismo y democracia en el complejo tejido de relaciones cotidianas, pero en la escuela y la universidad, a través del conocimiento diverso y el más concentrado de una profesión, se trata de dar al pensamiento una dimensión nacional e internacional, de expandir los horizontes para poder cambiarlos. Porque en último término, en la manera como se ve al mundo es que éste aparece como de posible o imposible transformación. Por eso una de las funciones más importantes de la educación es ver este mundo a partir de muchos mundos, es decir, desde nuestra naturaleza profundamente colectiva. Porque el individualismo es una forma poderosa de limitación del pensamiento y de su poder de transformación. Una sociedad individualizada, como busca la no-educación imperante, es incapaz de transformarse. Y entonces, los Trumps presiden.

* Rector de la UACM

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2017/01/21/opinion/018a1pol

Imagen: https://thumbs.dreamstime.com/x/ser-humano-y-ms-all-59994653.jpg

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Reforma fracasada

Por: Hugo Aboites

Pésimo fin de año para la reforma educativa. Uno más sin que haya al menos una perspectiva clara para ésta, pues incluso su existencia misma es incierta, ahora que comienza de lleno la carrera por la Presidencia. Por otra parte, los maestros en Michoacán, Chiapas y Oaxaca anuncian más protestas para el próximo año y el nuevo gobernador de esta última entidad capta bien que no tiene otra alternativa que sentarse a negociar. Además, la Secretaría de Educación Pública (SEP) se encuentra hoy en el dilema de volver a aplicar o no las evaluaciones obligatorias, y cualquier decisión que tome le será muy problemática.

Asimismo, no se pudo dar un solo paso en la discusión de la reforma a nivel de educación superior y, algo inusitado, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) piden a la SEP que piense bien su propuesta de transportar a millones de niños fuera de sus comunidades. Y la estocada final con que cierra este año son los resultados de la prueba del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de la OCDE.

México, como se informa ( La Jornada, 6/12/16, página 40), no sólo continúa teniendo el más bajo puntaje a escala mundial en las, por otro lado, discutibles pruebas PISA, sino además es uno de los más decepcionantes casos de América Latina, considerando la importancia económica y educativa de México. Tal vez algunas reformas no producen efectos fulminantes y generalizados, pero cuatro largos años algo deberían haber generado. Y se explica la ausencia, porque ni siquiera se ha concluido lo que se pensaba sería una breve etapa preliminar: la de imponer un nuevo modelo de relación laboral.

De hecho, ahora se prevé que será en 2018 cuando se aplique finalmente algo propiamente educativo. El nuevo modelo educativo, sin embargo, es una propuesta que amenaza con no ser ni nueva ni con aliento transformador, porque en un envase llamativo recicla mucho del modelo educativo actual. Lo más importante, además, es que no es una reforma que tenga en cuenta un contexto sumamente adverso.

¿Es posible pensar que un México con casi 30 mil desaparecidos, más de 100 mil muertos y cientos de miles de víctimas de una guerra puede generar una dinámica de aséptica reforma educativa? El hecho de que cientos de escuelas deban cerrar porque los maestros son víctimas de secuestros y extorsiones, ¿no tiene un impacto negativo en un sistema complejo que requiere, además de normas y autoridad, inspiración y propósitos capaces de entusiasmar a niños, niñas y jóvenes, a maestros, padres de familia, comunidades? ¿Acaso los niños que en las escuelas deben aprender a tirarse al suelo y a protegerse con mochilas blindadas son inmunes a las tensiones y preocupaciones fundamentales de una guerra? ¿Pueden apreciar en esa hostil intemperie lo que ha sido la historia de su país, de la ciencia, la poesía, el placer de leer y escribir y el conocimiento de por qué, cómo y cuándo surgieron los números y los cálculos fundamentales? ¿Pueden conocer lo que es su pueblo y región y el significado que tiene en la vida de la nación, más allá de los estereotipos y las distorsiones de la televisión comercial y enajenante? ¿Es posible pensar que podrán tener una infancia y adolescencia normales y disfrutar el conocimiento? Una reforma abstraída del contexto, de la circunstancia real de los estudiantes, ¿puede responder a los miedos e inquietudes de los niños y jóvenes? Peor aún, cuando esta idea de combate, de persecución se lleva al terreno educativo.

La mejora de la educación necesita de una reforma que no declare, junto a la guerra contra los narcos, la guerra a los maestros; una guerra ya prolongada que hace que haya caído precipitadamente el interés de muchas y muchos jóvenes por dedicar su vida al magisterio. Para quienes tenemos más de cuatro décadas en esta siempre apasionante carrera llena de desafíos y satisfacciones, esa es una muy triste noticia y síntoma de una enfermedad deliberadamente inducida en lo fundamental del sistema educativo.

La experiencia de este fracaso monumental de la educación mexicana aparece afortunadamente entremezclada con la sólida y creciente determinación de muchos maestros por rescatar su profesión y escuela, a pesar del contexto tan adverso, y luchar no sólo por sus derechos laborales, sino por una reforma sobre necesidades y bases reales, propuestas educativas distintas. Estas deberían ser capaces de combinar lo local, pero también el problemático contexto nacional e internacional, cada vez más determinante de lo que ocurre en cada región; combinar el conocimiento y sabidurías locales y ancestrales con otros conocimientos, culturas y con la dinámica científica. Responder a los desafíos de la inmediatez violenta, pero armar también una mirada más amplia, a mediano y largo plazos, hacia la formación de ciudadanos comprometidos con sus comunidades y sus derechos y legítimos intereses. Instaurar una pedagogía para la libertad y la creatividad, que interactúe con la necesidad de una formación fincada sólidamente en las ciencias y humanidades. Un proceso educativo basado en la libertad creativa del pensamiento para darles dinamismo –ahí mismo en el salón de clase– a las verdades sociales, políticas y científicas y evitar verlas como absolutas. Todo esto para que sea realmente distinta a lo que ahora tenemos.

Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/reforma-fracasada/

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Cierre masivo de escuelas y despidos

Por: Hugo Aboites

Es un ejemplo de aplicación de la lógica del gane-gane en la educación. Con el desplazamiento que se anuncia de millones de niños a escuelas concentradoras ( La Jornada, 21/11/2016), en realidad lo que hace la SEP es cerrar 100 mil planteles de educación primaria del país y, con eso, recortar como nunca el presupuesto. Pero además, significa eliminar la columna vertebral de la resistencia magisterial, pues los maestros indígenas y de las comunidades pobres y pequeñas (escuelas unitarias y multigrado) son los más combativos y decididos a impedir la aplicación de la reforma educativa en Chiapas, Guerrero, Michoacán y Oaxaca. Si esta iniciativa prospera, se ganaría una batalla presupuestal contra los pobres del país y, en la estrategia política contra el enemigo fundamental de la reforma, se habría deshecho el núcleo más fuerte de la resistencia magisterial en el suroeste del país. Parece pensarse que desaparecer decenas de miles de escuelas rompería la muy estrecha y creciente vinculación entre maestros, padres de familia y comunidades. Recuerda la estrategia militar de desplazar masivamente a miles para dejar sin base social a la resistencia pero, además, aparece precisamente en el momento en que se fortalece la presencia militar en el terreno educativo. Hace apenas unos días el propio Secretario de la Defensa Nacional, en acuerdo con la SEP, hizo una propuesta pedagógica integral (centrada en la vertical transmisión del saber adquirido, el respeto a los símbolos patrios y, con un toque de modernidad y acuerdo, convocando a la enseñanza de calidad) ( La Jornada, 16/11/2016, p. 3).

Sin embargo, como ocurre con estos acuerdos de gane-gane que a su favor arman los poderosos, siempre hay quienes, detrás y al fondo, pierden en serio. En este caso son 3.2 millones de niños que por el cierre de 100 mil escuelas serán trasladados a otros lugares para recibir instrucción durante el día y, como ya se ha hecho en estados como Chihuahua, devueltos por la tarde-noche a sus comunidades y hogares, o recluidos en una especie de internado durante la semana. Se provocará con esto la radical disminución de la conexión de los niños con la vida familiar y comunitaria, algo fundamental para la creación de identidad en los futuros jóvenes, e indispensable ante el actual y alterado contexto nacional (adicciones, narcocultura).

Pero, además, están los despidos. Han sido cesados más de 3 mil maestros por participar en las protestas contra la evaluación punitiva y la reforma. En la Ciudad de México 21 docentes fueron despedidos a partir de las manifestaciones de julio pasado. Once de una misma escuela, la Leonardo Bravo, incluido el director, maestro muy conocido y apreciado dirigente de la sección novena perteneciente a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Participante activo en las protestas y también en apoyo constante a las mesas de diálogo en la Secretaría de Gobernación, buscó incansablemente salidas al conflicto y colaboró con entusiasmo en la creación de modelos de educación alternos al de la reforma. Lleva el nombre de uno de los héroes de la lucha por la Independencia y ha sabido honrarlo. El caso de este director, Francisco Nicolás Bravo, como el del resto de los maestros reprimidos, obviamente, no es un despido laboral cualquiera, es parte de una estrategia de guerra política, con la intención de descabezar y escarmentar.

Ante las protestas por los despidos, es notable la rígida respuesta oficial: la autoridad educativa somos nosotros, y lo que está antes que todo es el derecho de los niños a tener clases. Estos profesores dejaron a los niños 10 u 11 días sin clases ( La Jornada, 19/11/2016, pág. 16). La autoridad federal, sin embargo, no tiene empacho ético en plantear al mismo tiempo la supresión de más de 100 mil escuelas y poner a millones de niños y niñas a circular por los azarosos caminos de terracería y montañas del México profundo. Por defender los intereses financieros y políticos se alterarán y perjudicarán durante años las vidas de millones, alejándolos de sus hogares y de sus entornos vitales en la etapa más importante de su crecimiento. Y, además, los despidos; se persigue y priva de trabajo a miles de maestros que representan una opción educativa y ética distinta: quieren más escuelas, más maestros, mejor educación, y se manifiestan (no pocas veces con el consentimiento y participación de los propios padres de familia) precisamente contra una reforma huérfana por todos lados de apoyo social y ético.

Así, la llamada reforma educativa no sólo es cuestionable por sus deficiencias educativas y su falta de respeto a la civilización de derechos laborales, también porque ahora aparece como carente de la ética más elemental. Reinstalar a los despedidos, cancelar el desarraigo de millones, serían un poderoso gesto de rectificación y deslinde por parte de una autoridad educativa que atiende a argumentos. Si no, la protesta de los padres de familia y comunidades se hará más extensa y enconada. Y más difícil la paz y, también, el éxito de una reforma impuesta.

P.S. Solidaridad con Carmen Aristegui.

*Rector de la UACM

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/11/26/opinion/018a1pol
Imagen: insurgenciamagisterial.com/wp-content/uploads/2016/11/arteyculturaenrebeldía.jpg
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