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Ilka Oliva Corado: Mi poesía no es pensada, es sentida

Redacción: La Hora

La escritora guatemalteca Ilka Oliva Corado presentó hace algunos días su poemario Invierno, el libro número 13 que ha publicado en los últimos años.

Oliva Corado explica que su libro contiene 20 poemas cortos propios del invierno, el silencio, la interiorización y la introspección.

Ilka indica que este poemario marca otra etapa de su vida, no solo como poeta, sino también como persona.

En una entrevista concedida a La Hora Voz del Migrante, la escritora aborda varios temas, relacionados con sus publicaciones, los desafíos enfrentados, pero también los mecanismos que ha utilizado para alcanzar sus metas.

La Hora. ¿Cuándo publicó o publicará el poemario “Invierno”?

Ilka Oliva Corado. En los siguientes días haré la presentación oficial en mi blog, aunque ya está disponible en Amazon y en Ilka Editorial.

L. H. Voz del Migrante ¿Qué temas aborda el poemario?

Ilka Oliva Corado. Contiene 20 poemas cortos, que tocan temas propios del invierno: el frío,  la insensibilidad, (porque muchas personas que viven en la calle mueren por el frío mientras la sociedad voltea la vista hacia otro lugar). Toca el tema del embelesamiento porque el invierno es sumamente hermoso con sus días de tormenta y hielo negro,  así lo veo yo.  Y también el tema del silencio y la interiorización, la introspección.

La Hora Voz del Migrante ¿Cuál es la importancia personal de este nuevo libro?

Ilka Oliva Corado. Es el primer poemario que no es emocional, es el primer poemario en el que yo me ubico completamente en el lugar donde vivo, el primero en el que estoy fuera de Guatemala completamente. En mucho este poemario marca otra etapa en mi vida no solo como poeta pero personal también. Lo escribí en una hora, en los primeros días de febrero, me sucede que paso largas horas sin escribir poesía y de pronto la escribo de un tirón, y no me gusta editar los poemas porque si lo hago pierden para mí toda su originalidad. Los poemas los publico tal y como los siento, porque mi poesía no es pensada, es sentida.

La Hora Voz del Migrante. ¿Qué pretende transmitir a los lectores con este poemario?

Ilka Oliva Corado. Es bien confuso eso, no quiero sonar arrogante pero nunca busco transmitir nada y ni siquiera espero que alguien más que yo lea mi poesía o mis textos. No sé transmitir tampoco porque cada quien percibe y entiende conforme a su forma de ver el mundo. Si alguien más llega a leer mis poemas los entenderá a su manera, con lo que siente en ese momento que puede ser muy distinto a lo que sentí yo cuando los escribí. Pero lo que sí sabrá el lector inmediatamente es que en esos poemas hay alma, simplicidad y originalidad, porque así soy yo y porque mi poesía es mi expresión más fiel.

La Hora Voz del Migrante ¿Cuántos libros publicados suman con el actual?

Ilka Oliva Corado. He publicado con “Invierno”, 13 libros. En los que hay poemarios,  relatos y memorias.

 La Hora Voz del Migrante. Ha encontrado varios desafíos para publicar libros, sin embargo, también ha logrado buscar alternativas para lograr que sus letras lleguen a otras personas ¿qué mecanismos ha implementado para lograr ese objetivo?
 
Ilka Oliva Corado. Bueno, lo primero es dejar de seguir cultivando estereotipos, eso de que un poeta es poeta solo si lo publica una editorial reconocida. Una editorial es un negocio como cualquier otro, en cambio a un poeta lo hace la poesía que escribe. Esta poesía puede ser publicada en muchas formas, yo inicié publicándola en mi blog Crónicas de una Inquilina y esto permitió que se diera a conocer en distintas partes.

Ahora bien,  en la cuestión propia de los libros impresos, yo opté por publicar mis libros en Amazon que ofrece un sistema de imprenta, y lo puede hacer cualquier persona, luego lo hice con Ilka Editorial, porque por qué no, yo también podía tener mi propia editorial, en esa editorial yo ofrezco la versión del libro que se puede leer en línea, como en Amazon la versión Kindle y también la impresa.

Podemos, debemos y tenemos una responsabilidad de romper como ese famoso status quo, que nos encadena, que no nos permite crecer y nos quiere marcar los lineamientos para vivir.

Pero esto yo no lo  sabía al inicio, tuvieron que pasar muchos años y muchas letras, para eso escribí y escribí y escribí: poesía, relatos, opinión; observé, me pregunté, cuestioné el sistema. Eso no llega solo, llega cuando uno comienza a fortalecerse, a creer en uno mismo, a confiar en lo que escribe y en lo que hace, en la forma en que vive porque todo va de la mano. Y sobre todo en conocerse a uno mismo y tener amor propio, porque puede ser muy cruel cuando se  cierran todas las puertas en las narices, y las oportunidades son negadas, entonces es ahí cuando se tiene  recurrir a esa fuerza interior y al temple para continuar tocándolas porque tarde o temprano una se abre y cuando esa puerta se abre uno tiene que estar preparado para aprovechar al máximo esa oportunidad que nos da la vida. En mi caso esa puerta fue Amazon.

La Hora Voz del Migrante. ¿Qué opina que muchas personas se limitan por no tener una editorial donde publicar sus textos? ¿Son las editoriales el único mecanismo para publicar?

Ilka Oliva Corado. Es que es natural limitarse si hemos crecido en ese sistema que nos dicta que si no se tienen los contactos, los codeos con gente “poderosa” del “medio” que si no tenemos tal apellido o la clase, o el grado de escolaridad, el color de piel, en fin…, toda esa basura con la que crecemos y nos mutilan desde la infancia. Romper con eso se puede pero lleva trabajo, mucho trabajo de introspección porque hay que escarbar dentro de uno mismo para encontrar la fuerza interior que nos vuelve inquebrantables, solo confiando en nosotros podemos saber la fuerza que tiene el trabajo que hacemos; en este caso como poetas y escritores, pero en sí como personas en general, sean oficios  u profesiones.

No, las editoriales son solo editoriales, no son la única puerta son una puerta más solamente. Para publicar no se necesita siquiera escribir el texto a máquina o en computadora, se puede hacer a mano. Se le sacan las fotocopias, (o con hojas de papel pasante) y se pegan con yuquilla incluso, no es necesario de esa goma que venden en las librerías.  Ya es un libro. Un libro no lleva mayor ciencia, porque es la expresión lo que importa, su contenido, lo demás es como esa loción fina que compramos para ocultar el olor natural de nuestro cuerpo, o el hedor según sea el caso.

Lo importante en la vida, sea para la escritura o para cualquier otra cosa es perder el miedo y atreverse, dar ese primer paso es lo difícil pero hay que darlo.

La Hora Voz del Migrante. Después de tantos libros publicados y con varios desafíos vencidos ¿cuál es el consejo para los escritores que se limitan a no publicar un libro por falta de una editorial?

Ilka Oliva Corado. Que lo intenten, que se atrevan, que creen, que busquen los mecanismos  y si no existe esa puerta dónde tocar que ellos sean esa puerta, que la construyan, que la abran. Ellos pueden ser su propia editorial. ¿Cómo creen que empezaron quienes tienen editoriales? Siempre hay un primer escalón que subir, y por muy difícil que resulte o imposible que sea llegar al siguiente, siempre se logra si nos empeñamos y somos disciplinados. Cuando digo editorial no hablo de una inversión monetaria en una empresa,  hablo de ese primer paso: el primer paso es hacer sus libros de forma artesanal.  Hay que aprender a romper con este sistema que nos margina y nos utiliza a su conveniencia. Y esto no es solo para quienes escriben, es para todo en nuestra vida en nuestro día a día: aprendamos a atrevernos, a dar el primer paso y perdamos el miedo, lo demás viene con la vida.

Fuente: https://lahora.gt/ilka-oliva-corado-mi-poesia-no-es-pensada-es-sentida-2/

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Sobre el lomo del indocumentado

Por: Ilka Oliva Corado

De cuando en cuando voy a comprar a una panadería de dueños árabes que venden pan mexicano y tienen empleados mexicanos. Nadie se imaginaría que esos árabes comen gracias a los latinos indocumentados que viven en los edificios del poblado. Llegan en sus Mercedes Benz de lujo y se estacionan atrás para que los clientes no los vean entrar. Ninguno de ellos se acerca al mostrador, la cara la dan los empleados mexicanos.

La mayoría de los millonarios que viven en los suburbios del norte de la ciudad tienen sus negocios en los barrios populares donde viven los indocumentados latinoamericanos: bufetes de abogados, clínicas médicas, tiendas. Y estos millonarios no son precisamente anglosajones.

Entre ellos hay afro descendientes, arrogantes y explotadores que estoy segura que de tener oportunidad estos mismos afro descendientes actuarían de igual o peor manera contra los latinos indocumentados como lo hicieron contra sus antepasados esclavizados los caucásicos: les reventarían la espalda a latigazos y los esclavizarían. Asiáticos que tienen restaurantes en la ciudad, donde tienen empleados latinos en la cocina y en el mantenimiento; latinos indocumentados porque a ellos se les paga menos, casi una nada y hacen el triple de trabajo.

Hindúes que saben muy bien cómo tratar con la punta del zapato al indocumentado latinoamericano, porque saben que es el mejor lomo de carga y lo buscan porque es el que más resiste el trabajo y el que recibe lo que le den de pago sin mencionar palabra. Hindúes que en India y su sistema de castas eran parias o dalits, aquí se convierten en los peores explotadores de quienes por no tener documentos y no hablar inglés tienen que decir sí agachando la cabeza.

Europeos no precisamente alemanes, franceses o ingleses, pero de países pequeños que pocos saben que existen en la faz de la tierra, que han llegado a Estados Unidos pidiendo asilo político, que en sus países nunca tuvieron más de un par de zapatos, que llegaron con una mano adelante y otra atrás; dieran cualquier cosa por partir las espaldas de los latinos indocumentados que tienen como trabajadores.

Y lo que duele tanto, al latinoamericano indocumentado lo explota hasta reventarlo el latinoamericano con documentos. Ahí están por supuesto los burgueses, los clase media que emigraron de Latinoamérica prácticamente con sus residencias en mano y que han vivido holgadamente con los dólares acaudalados por una u otra razón.

Pero también están ahí los que fueron indocumentados y llegaron a tener papeles; estos son lo más malditos, los más explotadores, los que saben dónde pegar para que no se note el golpe (los golpes bajos que dan al corazón y en el alma), los que saben que pueden trabajar a pan y agua. Los que saben de qué parte estira más el pellejo. El más abusivo, el más patán, el más presumido, el más estafador es el patrón que fue indocumentado.

Son cosas que como indocumentado no se puede ver de recién llegado al país, son cosas que se aprenden a conocer con los años: abriendo los ojos, observando, analizando, preguntándose. Sacando la cabeza de esa invisibilidad y estigma donde habitan los indocumentados y atreviéndose a respirar fuera de ahí, momentáneamente. La realidad del sistema de explotación tiene muchas vertientes, infinidad de rostros.

No es precisamente el anglosajón, el gringo, el caucásico el que trata mal a los indocumentados en este país. Se trata al final del día, de quién es inhumano sin importar de dónde haya venido, cuál sea su profesión u oficio, cuál sea su credo, su género. Hay personas buenas en todos lados y hay también en todos lados malditos. No se trata del país, no se trata de las fronteras se trata de la condición humana. De quien sin escrúpulo abusa a quien está abajo. A quien no puede defenderse por sí mismo. A quien el sistema ha invisibilizado para que se pudra sosteniendo en sus hombros la maldad de una humanidad que cada día se empeña más en autodestruirse.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=252436

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La autenticidad de atreverse a ser

Por: Ilka Oliva  Corado

Uno se debe así mismo la autenticidad de su ser, de su pronunciamiento y de las acciones en su vida, con esto la responsabilidad de las consecuencias. Uno se debe así mismo la transparencia de sus palabras aunque el dolor, la rabia, la urgencia, la confusión, el desencanto, el trastorno y el vacío traten de engullirlas; para arrebatarnos nuestra única y última resistencia.
Porque la palabra: es la sangre, la piel, la ternura, la lucha, el ímpetu que trasciende la historia del tiempo, porque viaja en el viento, que es la lozanía y el rescoldo del espíritu. La memoria. Lo que no se pronuncia, no existe, es  ausencia en el silencio.
Por ende la autenticidad es un pronunciamiento, constante, que generalmente es rechazado, por tener la certeza del alma pura, que está muy distante de la fachada. Defender la autenticidad es defender la locura o la intransigencia, cualquiera de las dos son censuradas por la manada que osa vivir en un burbuja de apariencias: por miedo, debilidad, descaro, comodidad, oportunismo y por incoherencia.
La autenticad está inundada de soledad, de caos,  solo en la soledad y en el silencio, en una búsqueda constante que trae consigo cuestionamientos, cansancio, dudas y experiencias el ser humano aprende de su desnudez: del dolor de vivir, porque vivir duele. Le duele a quien siente la vida en los poros, en el tacto, la sensibilidad, en las pupilas, porque observar arranca las cortinas y la realidad que es cruda escupe el rostro de las utopías y deja dos alternativas: ser o imitar.
Ser conlleva en parte una pérdida, de todo lo externo que está fuera del alcance de nuestras manos y que no podemos controlar, esa pérdida no es importante es tan solo un espejismo que pudimos desechar. Ser, significa interiorizarse y encontrar en sí mismo la resistencia que aún si nos derrumbamos nos permite ponernos en pie para continuar, es la fuerza interior, inquebrantable. Imitar es falsificar, ningún ser humano se puede encontrar así mismo en el plagio.
Ser uno mismo nos lleva a equivocarnos y a decepcionar, la perfección en el alma humana no existe. No se busca la perfección, eso sería arrogancia y egocentrismo, se busca eso sí, proteger la naturaleza de la esencia, que es frágil por eso es sublime.
La autenticidad va de la mano de la integridad, también del desasosiego, siente quien está vivo. La autenticad se alimenta de quimeras, porque solo en la mente de un alienado puede existir tanto candor.
Fuente: https://www.aporrea.org/actualidad/a260517.html
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El poder colosal de nuestra voz

Por: Ilka Oliva Crado

Nos hemos acostumbrado a que otros opinen por nosotros, porque creemos que lo que nosotros tenemos que decir no es importante, que carece de consistencia y sentido: por no tener el grado de escolaridad, por no ser de tal clase social, por no ser de tal color de piel, de tal género, por tener tal peso, por tener tal edad, tal estatura, tal adicción; en uno de los tantos patrones con los que hemos crecido en este mundo de estereotipos, cobardía, clases sociales, presunción y patriarcado.

Y guardamos silencio, con el corazón a mil, con las palabras como borbotones anudándose en nuestra garganta, sin salir; por miedo, por vergüenza, por timidez, por no tener el valor de atrevernos a escucharnos a nosotros mismos y a que otros escuchen lo que tenemos que decir.

Y es así como nos vamos relegando, auto censurándonos, nos aislamos, nos convertimos en las masas que ven cómo otros hablan por ellas, cómo otros sí se atreven a decir; cómo otros sí elevan la voz, sí expresan su opinión, sí debaten, sí cuestionan, sí proponen, sí crean. Y lo que es peor, muchas veces en una inconformidad propia de la lucha personal y los demonios personales, a esas personas que sí se atreven las apedreamos por haber tenido las agallas de hacer lo que nosotros no. Y nos pudrimos por dentro, en el silencio, la ira y la frustración. De ahí que existan las drogas medicadas con las que permitimos nuevamente que otros nos digan qué sentimos, qué pensamos y qué debemos hacer con nuestras vidas.

Generalmente a esos otros les damos el poder de pronunciarse en nuestro nombre aunque muchas veces no estemos de acuerdo con lo que tienen que decir; el creer que no somos importantes y por ende no es importante tampoco lo que tenemos que decir nos paraliza y es así como vemos a distancia la imposición de un sistema que nos convierte en marionetas. En las masas frente al televisor. En las masas creyendo todo lo que dicen quienes manipulan la información. En las masas dando vueltas en los centros comerciales, ansiosas, añorando comprar lo que no necesitan.

En hijos que no se atreven a hablar con sus padres, en padres que no se atreven a conversar con sus hijos, en parejas sin comunicación que terminan engañándose y fingiendo estabilidad para no romper con lo que saben que es un farsa, en amistades de mensajes de texto. En estudiantes que no se atreven a cuestionar a su maestro, en docentes que son incapaces de cuestionar a sus alumnos. Porque el deber del docente es otro, no han dicho y no nos hemos atrevido a romper con lo que otros nos impusieron.

Y adentro nuestra voz devanándose por salir, reventándonos el pecho, doliéndonos los huesos, a flor de piel la enclaustramos una y otra vez.

Y así nos sucede y se nos pasa la vida, dejando que otros nos digan qué pensar, qué comer, cómo vestirnos, porque somos incapaces de escuchar nuestra propia voz. ¿Qué sería de nosotros el día que la dejáramos salir? ¿Qué seríamos como humanidad? ¿Cómo seres individuales? ¿Cómo género? ¿Cómo sociedad que se atreve a derribar patrones opresores? ¿Derribando clases sociales y estereotipos? ¿Cuándo seremos nosotros expresando para que otros escuchen lo que tenemos que decir? Ese día tal vez desaparezcan las drogas recetadas que nos mantienen sedados y excluidos de nuestro propio ser y de nuestra propia voz.

Ese día desaparecerían las fronteras que nos impusieron. Ese día empezaría el sueño de otro mundo inclusivo y tal vez, de perdida, en algún malaya, no veríamos más niños viviendo en las calles porque escuchando nuestra propia voz, sabríamos que los niños del mundo también son nuestros hijos.

Fuente: https://www.aporrea.org/actualidad/a273913.html

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A perderse entre la urbe «A uno le toca doble discriminación por ser indígena y no hablar bien el español y no entender el inglés»

Por: Ilka Oliva Corado

Es medio día de un día de julio de verano infernal, los observo por la ventana que da a la calle mientras subo las escaleras de la casa donde trabajo; sus cuerpos bañados en sudor, con piocha en mano abren una zanja por todo el lateral de la casa para arreglar una tubería. En la mañana había llegado el dueño de la empresa, un polaco de unos 60 años, a hacer acto de presencia solamente. Se subió en su pick up de doble tracción de modelo reciente y se fue.

Sirvo dos vasos de agua con hielo y salgo a dárselos mientras les pregunto cómo van con el calor. –¿Usted vive aquí? –me preguntan asombrados al verme latinoamericana. –No, yo trabajo aquí, soy la sirvienta, bueno, soy la niñera pero ustedes saben que niñera y sirvienta es la misma cosa –les comento mientras les doy los vasos de agua-.

Resultan ser de Guatemala, del occidente, hablan español con dificultad; es un tío y su sobrino, el tío de 35 años que se vino hace 18 años y el sobrino de 16 años que vino hace 6 meses. Colocan los vasos de agua a un costado de la zanja y siguen uno picando con la piocha y el otro paleando.

Veo al sobrino esforzándose con la pala mientras pienso que a esa hora tendría que estar en la escuela, el tío me lee los pensamientos y me dice: –Se vino siguiendo a mi hijo que se vino un mes antes que él, se criaron juntos y parecen uña y mugre, pero mi hijo no quiso venirse conmigo y se fue con su mamá, entonces éste vino a dar aquí conmigo porque prácticamente yo lo crié, su mamá es mamá soltera, el papá se vino y se hizo perdidizo y dicen que está en California y que allá tiene otra familia, pero ya la otra semana se va con mi hijo porque no pueden vivir separados y además no aguanta el trajín del trabajo. Para más vino él a verme y no mi hijo.

–Pero su hijo –-le digo– ha de tener sus razones, usted se fue lejos y estuvo ausente, la presencia física no estuvo. –Pero lo llamaba todos los días por teléfono y yo traté de estar lo más cerca de él pero la distancia me lo impidió, si yo hubiera podido viajar otra cosa hubiera sido –contesta Antonio.

Antonio, piel quemada por el sol, está vestido con dos camisas; una playera y otra camisa a cuadros manga larga que le cubre los brazos, tiene puesta una gorra para cubrirse parte del rostro, su pantalón de lona y zapatos de suela gruesa enlolados hasta la altura de la manda del pantalón. José, el sobrino está vestido con esas playeras de moda que en Guatemala matarían por tener una, la tiene también llena de tierra, el estilo del pantalón también varía grandemente con el del tío, definitivamente son generaciones distintas.

–Qué dura la vida del pobre, ¿verdad Antonio? –le digo mientras me repeso sobre la pared de la casa sintiendo el calor del verano en la piel-. –Mirá, –me dice sin soltar la piocha–, yo me vine de patojo y dejé a mi hijo de 6 meses porque quería que no viviera mi misma pobreza, quería que él y mi esposa tuvieran casa, tuvieran agua potable, zapatos, que tuvieran comida en la mesa y por eso me vine. Yo quería que mi hijo fuera a la escuela y que no se quedara bruto como yo, que me tocó trabajar desde niño en las fincas con mis papás y mis hermanos.

–Aquí he hecho todo tipo de trabajo, hasta lo que no te imaginás, porque a uno le toca doble discriminación por ser indígena y no hablar bien el español y no entender el inglés; en los trabajos de construcción siempre me ha tocado el trabajo duro porque piensan que puro lomo soy, que no me canso, pero me canso y mucho. Y como pude fui mandando dinero para la casa, todas las semanas, todos estos años; 3 trabajos tengo desde que vine, no paro, yo trabajo de lunes a domingo en lo que sea, soy mil usos: unos días poniendo baños, otros pintando casas, otros arreglando jardines, poniendo pisos, techos, lo que salga y bien matado termino. ¡Y las humillaciones que me hicieron mientras yo trataba de aprender el trabajo! Porque nadie me enseñó, nadie le quiere enseñar a uno el trabajo, yo solito lo fui aprendiendo observando, a puro ojo aprendí.

A Antonio le pasó lo que le pasa a la mayoría de los indocumentados, que piensan que vienen por 1 o 2 años y terminan quedándose porque al llegar se dan cuenta que no es tan fácil como les habían contado y que para enviar una remesa hay que tener por lo menos 3 trabajos y que para lograr entender un poco el trabajo y aprenderlo y también movilizarse tienen que pasar por lo menos 8 años.

Vivimos en un apartamento 11 de allá del pueblo, todos dejamos a nuestras familias allá y trabajamos así en conjunto cuando se puede para ayudarnos con la gasolina y que todos tengamos ahí aunque sea para una tortilla con algo.

Antonio trabaja en un empresa de construcción de un polaco que solo llega con sus hijos, robustos, bien saludables, a revisar el trabajo que hacen personas indocumentadas como Antonio y su sobrino José. Los que hacen el trabajo más difícil y más sucio siempre son los latinos indocumentados.

–Mirá y les hice casa y no sirvió de nada, –continúa Antonio desahogándose– porque lo que yo no quería pasó, se vinieron de todas formas a sufrir aquí como uno. Mi esposa se vino con una prima a trabajar en el corte de verduras y frutas y anda de estado en estado por temporadas, no tiene casa, se va con los jornaleros en grupos y duermen en las fincas en las galeras, 3 semanas aquí, un mes allá y así se anda todo el país. Soy un hombre fracasado, de nada me sirvió venirme.

–¿Y piensa regresarse?

–No, solo que me deporten, ¿a qué me voy a regresar? Si lo que yo quería se deshizo.

Como Antonio hay miles, la migración forzada deshace las familias, las rompe de por vida. Tarde o temprano los hijos de los migrantes indocumentados también emigran, muchos por su cuenta, otros a dar con sus padres y al llegar que se dan cuenta que no hay lazo que los una y que son personas extrañas en realidad; y es así como terminan viviendo en lugares distintos y otros mudándose de estado como el caso del hijo de Antonio.

–¡Les hice casa! –vuelve a repetir Antonio- y ahora se vino mi hijo y anda allá cortando verduras, como si para eso me vine a sacrificar yo –deja la piocha a un lado, toma el vaso de agua y descansa un momento, el sobrino que solo ha estado escuchando cabizbajo también se detiene.

–¿Y cuáles son tus sueños? –le pregunto al sobrino. –Pues lo mismo que mi tío, trabajar duro para que mi hijo pueda ir a la escuela. –¿También tenés hijo? –Sí –contesta con voz tímida. José tiene apenas 16 años.

–Quiero trabajar y que tengan casa –continúa– y que él vaya a la escuela y que termine la universidad. Yo quiero ahorrar un poco para poner un negocio y regresarme.

–¿Era como te lo habían contado? Nada, la gente le miente a uno, Estados Unidos no es como la gente llega contando.

En José se ha repetido la historia de su tío Antonio, y así se repiten millones más, la migración forzada es eso: un nudo ciego.

Antonio dice que él es el único que les ha dicho la verdad sobre vivir en Estados Unidos sin documentos pero que la necesidad es grande y que por esa razón gran parte de la juventud de su pueblo ha emigrado y solo se han quedado los abuelos. Porque padres e hijos han agarrado para el norte a perderse entre la urbe. Aquí se pierde todo vos, -me dice Antonio- todo se pierde, uno ni llorar puede más, hasta de llorar hasta cansando.

Recojo los vasos y los dejo trabajando bajo el sol abrasador del verano estadounidense y regreso a mi trabajo, mientras camino hacia la puerta, se quedan repicando las palabras de Antonio: “aquí se pierde todo vos, todo se pierde”. Y es verdad.

De historias como la de Antonio y José, como la de su esposa y su hijo está lleno este gran establo, donde los indocumentados somos las reses que llevan al matadero.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=250499

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Morir en el intento

Por: Ilka Oliva Corado

Por su condición de indocumentados los migrantes en tránsito son expuestos al escarnio público siempre y cuando exista una finalidad política en su movilización, tal es el caso de la masa humana que migró de Honduras hace unas semanas en busca de asilo en Estados Unidos. Misma que fue organizada con claro beneficio para el partido Republicano en las elecciones intermedias de hace unos días. Como lo hizo Obama con la crisis humanitaria de niños que viajaban solos en el 2014, misma que utilizó para militarizar desde la frontera sur de Estados Unidos hasta Honduras y para aplicar el Plan Colombia desde México hasta Honduras.

Eso no quiere decir que estas personas no tengan la necesidad de salir huyendo de su país, no para buscar riquezas como muchos los señalan sino para salvar sus vidas y buscar oportunidades de desarrollo.

Junto a esa caravana van docenas más, invisibles, en las sombras, tanto de salvadoreños como de guatemaltecos, no es una crisis humanitaria de hace unas semanas, es el resultado de las dictaduras impuestas desde hace décadas en la región centroamericana, es la consecuencia del asalto de bandas criminales oligárquicas a los gobiernos centroamericanos. El genocidio migrante que se vive en México viene como resultado de todo un plan orquestado por quienes quieren desangrar a los pueblos, sea cual sea su procedencia.

Crisis humanitaria ha existido en Latinoamérica desde la invasión española hace 500 años. Esto no es una crisis humanitaria, esto es el resultado de la explotación del rico hacia el pobre.

La migración indocumentada de centroamericanos y mexicanos hacia Estados Unidos se da en un contexto sociopolítico muy claro: la corrupción, la violencia institucionalizada y la impunidad.

Conocemos las causas y aun así nos atrevemos a utilizar a nuestra conveniencia la desgracia de estos migrantes. Tal es el caso de la cantidad de «experimentos sociales» que andan rondando en las redes sociales donde cualquiera opina desde la confort de su estabilidad económica a través de la pantalla de un teléfono celular o una computadora. Ricas son las tortillas de maíz, otra cosa es salir a tapiscar la milpa.

Los criticamos si en un momento de ansiedad, angustia, y aturdimiento emocional explotan como hemos explotado nosotros en innumerables ocasiones; pero nosotros sí podemos, ellos no, ellos no porque están expuestos al escarnio público donde son juzgados por personas de doble moral que están dispuestas a denigrarlos. Eso sin mencionar el periodismo rosa y amarillista que los utiliza para sus fines inescrupulosos.

Tienen derecho a explotar, a renunciar, a deprimirse, a escupir, a llorar, a insultar, como lo hemos hecho nosotros también en algún momento de nuestras vidas, son humanos y eso que estén de paso en un país o que lleguen a otro sin los documentos que los visibilice en sus derechos no los coloca en menor posición que nosotros en nuestro confort. ¿Qué pasaría si nosotros estuviéramos en sus zapatos? ¿Cómo nos gustaría ser tratados?

Hay que tener alma para entender lo que obliga a un ser humano a migrar en esas condiciones; nuestra ira, nuestra cólera, nuestra furia no debería ser lanzada hacia ellos, al contrario, debería hacernos reaccionar y salir de las redes sociales, de la comodidad de un teléfono celular o una computadora y salir a la calle. Esa energía que nos hierve en la sangre cuando uno de ellos explota con improperios tan comprensible en su situación, debería hacerlos reaccionar y luchar por crear un cambio en el sistema y que nuestros países no obliguen más a sus hijos a migrar. Porque emigra la vida, la creatividad, la inteligencia, emigra la alegría, la familia, la sociedad, las tradiciones, la cultura, la memoria, emigra nuestra raíz que se desperdiga desamparada en la intemperie del olvido.

De nada sirve pedirle a Dios en oraciones, cuando no hacemos nada por cambiar el sistema. De nada sirve llorar en las redes sociales cuando no hacemos nada para que las migraciones indocumentadas desaparezcan. De nada sirve criticar a un gobierno como el de Estados Unidos tenga el presidente que tenga, si nosotros no hacemos nada por cambiar los gobiernos en nuestros países de origen; para que nadie nunca más tenga que migrar en esas condiciones. Es la tierra la que se abona, la que se deshierba para sembrar y para que esa siembra tenga frutos saludables. Si la raíz es mala hay que arrancarla y es eso lo que tenemos que cambiar nosotros: cambiar el sistema de raíz.

Para que una persona emigre así, primero tuvo que haber sufrido mucho, haber sido excluida desde su nacimiento. Rechazada, oprimida, la gente no emigra solo por migrar. La gente no arriesga la vida solo porque sí, porque quiere riquezas o porque le han contado historias de tierras donde el dinero se recoge con palas. La gente emigra así porque no hay salida y como único camino se van, a morir en el intento.

Fuente: https://www.aporrea.org/ddhh/a272400.html

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El embuste del día de Acción de Gracias

Por: Ilka Oliva Corado

 

No hay nada más falso, más ruin, más soberbio en Estados Unidos que celebrar el Día de Acción de Gracias. La celebración más importante después del 4 de julio, la tercera viene siendo la Navidad.

Amparados en una historia falsa, escrita por los genocidas que invadieron este país y exterminaron a los nativos del norte del continente, se celebra cada noviembre el Día de Acción de Gracias. Peregrinos, dicen los libros de texto, peregrinos inmigrantes que fueron socorridos por los nativos. No cuentan que se impusieron, que los torturaron, que violaron a sus mujeres, que los exterminaron en uno de los genocidios más sangrientos que han vivido los Pueblos Originarios y que después, satisfechos se sentaron a celebrar la matanza a la que llamaron Día de Acción de Gracias. Este día debería ser recordado como el del genocidio caucásico contra los nativos del norte del continente. Debería reivindicarse como así mismo como el 12 de octubre. Debería reescribirse la historia y dejar claro que lo vivieron los Pueblos Originarios por parte de los invasores europeos fue un genocidio.

Millones de estadounidenses se sientan a la mesa a celebrar la unidad, el amor, los valores humanos y la familia. Hipocresía tan grande empezando por el abuso que realizan a sus empleados a quienes no les dan el día como manda la ley y tampoco se los pagan doble. Esclavizados porque su condición de indocumentados no les permite reclamar derechos que les corresponden por humanidad. Agradecen los estadounidenses pero no son capaces de compartir un plato de comida con esos empleados que están ahí día y noche a su servicio, prefieren tirar lo que sobre del festín antes que compartirlo con ellos. El empleado comienza el día a primera hora y se va hasta que la fiesta acaba y hasta dejar todo limpio. ¿Hay Día de Acción de Gracias para el empleado indocumentado? No.

Si es niñera le toca estar ahí, cuidando a los niños porque los papás ni siquiera ese día se quieren hacer cargo de ellos. Es noche de gala, no arrugarán sus trajes cuidando niños. Los niños en este país tienen el papel decorativo en las familias, como los osos de peluche en los dormitorios o en los cuartos de juego. Se tienen porque sí, porque se necesita un heredero o porque así toca, porque no se puede ir contra las normas del sistema y el patriarcado. Pero de que los quieran, de que los cuiden, de que los guíen, de que les dediquen tiempo, eso no sucede con millonarios a quienes lo único que les importa es aumentar la fortuna y codearse con gente bien. Y crecen los niños desamorados, insensibles, manipuladores porque lo único que tienen es dinero y el desprecio sutil de sus padres que los ven como lujosos objetos de exhibición.

Como hay que hablar claro también está la otra parte de la población estadounidense, que es la mayoría, también caucásica pero pobre, no tienen qué llevarse a la boca el Día de Acción de Gracias. Como tampoco los afro descendientes y los latinoamericanos indocumentados. Estas tres parte de la población que habita este país no tiene siquiera calefacción en sus apartamentos, mucho menos dinero para comprarse una cena de lujo.

Estados Unidos ya no es ese país de millonarios por docenas, buena parte de su población vive en la pobreza. Pero si dejamos el pasado donde está (como manda la comodidad y la impunidad) y nos basamos en el presente, también es una hipocresía la celebración puesto que no puede sentarse a la mesa un población y celebrar el amor y agradecer, si ésta misma abusa de otros. Si ésta misma guarda silencio, oprime, manipula y se aventaja de las circunstancias de otros. Si ésta misma apoya guerras, que en realidad son invasiones a otros países. Si ésta misma aplaude cada vez que Estados Unidos asesina a un inocente o invade un país. Si ésta misma idolatra a veteranos de guerra que en realidad son asesinos, torturadores y violadores sexuales de niñas, niños y mujeres. Porque a Estados Unidos no lo amenaza ningún país con invadirlo, en cambio él sí va e invade, y roba y mata y extermina. Y ésta población lo aplaude y lo celebra.

Millones se sentarán a agradecer, a degustar exquisiteces y a compartir en familia y entre amigos, mientas que Siria es invadida y también familias enteras son masacradas, a la misma hora en que ellos se llevan el bocado a la boca. Y agradecerán por tener un gobierno y un ejército que los defienda y que los libre de las invasiones y del «terrorismo». Y mientras unos hablan de refugiados europeos y de abrirles las puertas o cerrárselas, explotan a los latinoamericanos indocumentados que también son refugiados. ¿Por ellos qué población estadounidense aboga para que el gobierno les permita tener los beneficios laborales y la tarjeta verde? Jamás lo harán porque de esa invisibilidad también ellos se benefician.

Millones se sentarán a agradecer mientras que la policía estadounidense sigue matando afro descendientes a diestra y siniestra, en una opresión racial que no ve de tener fin.

Y millones enloquecerán con el Viernes Negro, Estados Unidos cuna del consumismo, son corderos que van al matadero y no se percatan. El consumismo los tiene dopados, tan drogados que no tienen la capacidad de percatarse que son objetos, marionetas en manos del poderío oligárquico mundial.

Mucho se puede decir del Día de Acción de Gracias, no debería existir y en su lugar debería ser reivindicado y esta población estadounidense armarse valor y tener la humanidad de devolverle la tierra a los Pueblos Nativos, y este gobierno pedirles perdón en nombre de los genocidas que tanto daño hicieron. Pero nunca sucederá, este gobierno también como fiel capitalista sigue los pasos de sus ancestros: invadiendo y cometiendo genocidio en cada país que puede. ¡Qué jodidos, celebremos la hipocresía!

Fuente: https://www.aporrea.org/ddhh/a272192.html

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