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Mundo: Grave peligro para la Tierra y la vida: el Gran Reinicio del Capitalismo (Great Reset)

Grave peligro para la Tierra y la vida: el Gran Reinicio del Capitalismo (Great Reset)

Leonardo Boff

Se ha abierto en todo mundo un grande debate sobre qué mundo vendrá en la pospandemia. Son muchas las proyecciones, algunas optimistas, que suponen que la humanidad ha aprendido la lección de la Covid-19: desarrollar una relación amigable con la naturaleza; las sociedades deberán superar las profundas desigualdades actuales en la línea de la encíclica Fratelli tutti del Papa Francisco: que todos se sientan hermanos y hermanas, también con los seres de la naturaleza, y no sus amos y señores; en caso contrario nadie se salvará (Ft n.32).

Lo que sin embargo causa grave preocupación es el llamado Great Reset, el «Gran Reinicio» del orden capitalista mundial. Esta expresión fue sugerida por el príncipe Charles juntamente con el Coordinador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab. Este orden esta urdido por aquellos que el informe “Tiempo de Cuidar”, de la OXFAM (ONG inglesa que mide los niveles de riqueza y de pobreza en el mundo), señala como los pocos multimillonarios. Según esa fuente, en 2019 había 2.153 individuos que tenían más riqueza que 4.600 millones de personas. El 1% de este grupo tiene más del doble de la riqueza de 6.900 millones de personas. Con la pandemia se han hecho todavía más ricos. Sólo estos datos revelan una economía gravemente enferma y nada saludable: un virus.

Este grupo de multimillonarios, como aparece claramente en las sugerencias del último Foro Económico Mundial del 21-24 de enero de 2020 (el próximo será en agosto de 2021 en Singapur) proyecta un Nuevo Orden Mundial. Klaus Schwab, el fundador y coordinador del FEM, junto con el economista Terry Malleret, dice en su libro Covid-19 the Great Reset: “La pandemia representa una rara ventana de oportunidad para reflexionar, reimaginar y reiniciar el mundo”.

Si miramos bien, estamos ante una propuesta corporativista, un capitalismo de los grupos de interés (Stakeholder Capitalism) que no tiene en cuenta a las grandes mayorías de la humanidad. Éstas están fuera de su radar. Serán participantes solamente los que se encuentran dentro de la burbuja del orden del capital. Las siete temáticas son incluso de buen auspicio: cómo salvar el planeta, economías más justas, tecnologías para el bien, entre otras. Sin embargo, cuando se enumeran los riesgos globales, se mencionan guerras accidentales, agitación anárquica, exploración de mentes, control neuroquímico, pequeñas armas nucleares y otras.

Aparentan incluso sensibilidad social, tal como establecer la soñada “renta mínima universal”, garantizar la asistencia médica global, asegurar un futuro resiliente, igualitario y sostenible, y buscar un nuevo contrato social mundial. Pero, por otro lado, llenos de miedo por las reacciones de todo el mundo contra un nuevo despotismo cibernético impuesto por ellos, sugieren el Score Social, una estrategia centralizada de vigilancia del comportamiento de los individuos y de todas las sociedades mediante el uso intensivo de inteligencia artificial. Sería capitalismo de vigilancia.

Son bellas palabras, pero sólo palabras. No se habla nunca de cambiar el paradigma devastador de los bienes y servicios de la naturaleza, ése que quedó probado por la irrupción de una serie de virus, y ahora por la letal Covid-19. No se cuestiona el DNA del capital, que siempre quiere crecer y lucrarse por todos los medios posibles. No se refiere a la Sobrecarga de la Tierra (The Earth Overshoot), es decir, al agotamiento de los “recursos” naturales para nuestra subsistencia. De igual manera, no toman conciencia de las nueve fronteras planetarias (Nine Planet Boundaries) que de ninguna manera pueden ser sobrepasadas, bajo peligro de colapsar nuestra civilización.

Cosa peligrosísima: el Gran Reinicio no excluye la guerra como medio económico, geoestratégico y de enfrentamiento violento, sabiéndose que una guerra hoy en día puede poner fin a la especie humana, especialmente a partir de Ucrania, el punto más sensible del enfrentamiento con Rusia. Ésta puede destruir Europa en pocos minutos. El Foro sólo busca limar los dientes del león pero no quitarle su voracidad. Como máximo llega a un capitalismo verde, en el que el verde disfraza la dinámica acumuladora y excluyente del sistema del capital que permanece intocable.

Somos de la opinión de que ese Gran Reinicio (Great Reset) no va a prosperar, por el simple hecho de que la Tierra-Gaia ha llegado a los límites de su sostenibilidad. No aguanta más la rapiña del orden del capital en beneficio de unos pocos lanzando a miles de millones a la miseria y el hambre. Como algunos epidemiólogos ya dijeron: si no cambiamos el tipo de relación devastadora con la naturaleza, ésta nos enviará virus todavía más letales que podrán destruir gran parte de la humanidad.

Todo podría ser diferente. Por ejemplo, la Directora Ejecutiva de Oxfam, Katia María, afirmó: Si la población del 1% más rico del mundo pagase un impuesto extra del 0,5% sobre la riqueza, en los próximos 10 años sería posible crear 117 millones de empleos en educación, sanidad y cuidado de personas mayores.

La solución debe venir de abajo, como afirma con frecuencia el Papa Francisco: de la articulación de todos los movimientos sociales mundiales, de aquellos que están en el Foro Social Mundial, haciendo coro con los humanistas y también con los economistas que reafirman la tesis básica de la Economía de Francisco y Clara del actual Pontífice: una economía fundada en la solidaridad, en la cooperación, en la ecología, en la circulación, en la reutilización, en fin, una economía humana para los humanos. Si no caminamos en esta dirección, es muy posible que se cumpla la advertencia de Zygmunt Bauman: “engrosaremos el cortejo de los que caminan en dirección a su propia sepultura”.

Fuente de la Información: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1021

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Brasil: Durante la pandemia qué leer y cómo leer: Occidente abraza al Oriente, Chuang-tzu y Teresa de Ávila

Durante la pandemia qué leer y cómo leer: Occidente abraza al Oriente, Chuang-tzu y Teresa de Ávila

Leonardo Boff

Por más que el mundo moderno se haya secularizado, el hecho es que gran parte de la humanidad encuentra el sentido de la vida en los caminos espirituales de sus respectivas culturas. Los caminos espirituales son muchos. Sin desmerecer otros, quiero destacar dos que están en la base de dos grandes culturas: la de Occidente y la de Oriente. Cabe recordar que espiritualidad no es saber sobre la Suprema Realidad, sino experimentarla a partir de la totalidad de nuestro ser.

Occidente afirma: existe el camino de la comunión personal con la Suprema Realidad que incluye el Todo.

El Oriente sostiene: existe el camino de la comunión con el Todo que incluye la Suprema Realidad.

En Occidente predomina la comunión personal y dialogal con la Suprema Realidad, que en la tradición judeocristiana y musulmana se llama simplemente Dios. No se trata de una experiencia intelectual, de la cabeza, sino amorosa, del corazón que siente, ama y vibra, envolviendo todo el ser. Maestros de esta experiencia son, entre otros, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz y Teilhard de Chardin.

Dice San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual refiriéndose a Dios: “Descubre tu presencia. / Matéme tu vista y hermosura. / Mira que la pena de amor no se cura / sino con la presencia y la figura” (verso 11). Santa Teresa de Ávila no es menos efusiva en sus Aspiraciones de vida eterna: “Vivo sin vivir en mí, después que muero de amor / porque vivo en el Señor / que me quiso para sí. / Cuando el corazón le di / puse en él este letrero: / que muero porque no muero” (verso 1).

Este modo de hablar es el del enamoramiento, el del encuentro íntimo y profundo con Dios. A partir desta comunión yo-tú, se entrevé Dios en el Todo y en cada ser, como aparece en la mística cósmica de San Francisco que emocionalmente llama a las criaturas mis hermanas y mis hermanos. San Juan abre su primera epístola así: “Aquel que nosotros tocamos, que hemos visto con nuestros ojos y hemos oido con nuestros oidos, ése os lo comunicamos”. Es una experiencia concreta, tocar, sentir y ver.

En Oriente la experiencia primera reside en el Todo. Nada está aislado. Todo está relacionado formando el Gran Todo. El maestro yogui responde a la pregunta: “¿Quién eres tú? Él señala el universo y dice: tú eres todo eso, toda la realidad, parte del Todo, tú eres el Todo”. Nuestro extravío se produce porque hemos perdido la memoria sagrada de que somos un eslabón de la única y gran corriente de la vida, parcela del Todo. No hacemos una experiencia de no-dualidad con todas las cosas: somos árbol, somos pájaro, somos las estrellas, estamos sumergidos en el Todo. Y el Todo se llama Tao, la Suprema Realidad presente en todo.

Tomas Merton que vivió en Occidente la experiencia del Oriente tradujo La vía de Chuang-tzu (Vozes 1993). Alguien preguntó a Chuang-tzu: ”Muéstrame dónde puede ser encontrado el Tao. A lo que él respondió: No hay lugar donde el Tao no pueda ser encontrado: está en la hormiga, en la vegetación del pantano, en el pedazo de ladrillo, en el excremento, y concluyó: el Tao es grande en todo, completo en todo, integral en todo. Estos aspectos son distintos, pero la Realidad es el Uno” (p. 158-159). Como se deduce, las cosas son diversas pero todas desaguan en el Uno, en el Tao.

¿Cómo se lleva a cabo una experiencia de no-dualidad? Los orientales proponen como primer ejercicio: la experiencia de la luz. Ella incide sobre nuestras cabezas, baña todo el organismo, atraviesa las paredes de la casa, el jardín, la ciudad, el océano, toda la Tierra y se extiende por todo el universo. La persona, hecha luz, se siente unida a cada cosa, al Todo.

Los caminos de Oriente y de Occidente no son antagónicos sino complementarios. Ambos intentan, fundamentalmente, crear en nosotros lo que tanto buscamos: un centro a partir del cual todo se liga y re-liga y nos permite vivir el Todo. Poco importa el nombre con el que llamamos a ese centro. Corresponde a lo que significa Dios, Tao, Alá, Yavé, Olorum. Ese centro está en nosotros pero también nos desborda. Es el misterio vivo e interior de nuestra vida y del universo.

Entre nosotros tenemos también la experiencia espiritual que subyace a las religiones afro-brasileras u otras que asimilan elementos africanos. Todo gira alrededor del axé, que corresponde más o menos al qi de los orientales o a la ruah, pneuma, spiritus de los occidentales: una energía cósmica que impregna toda la realidad y tiene sus principales portadores en los seres humanos. Exu, no es el demonio que se debe invocar, sino la principal expresión del axé. El axé actúa dentro de nosotros, como fuerza de irradiación y de captación de buenas energías, puestas al servicio de los demás. Por no entender la profundidad, ecológica incluso, de estas religiones de origen africano, son difamadas y hasta perseguidas por grupos neopentecostales que tienen poco de espiritual y de sentido de lo sagrado de todas las cosas.

Somos seres espirituales cuando nos sumergimos en nuestra profundidad y nos damos cuenta de que somos parte de un Todo que nos transciende. Estamos habitados por el espíritu, aquel momento de la conciencia por el cual tenemos la percepción de ser parte de un todo y que el Todo está en nosotros.

La espiritualidad occidental u oriental tiene que ver con la experiencia de la Suprema Realidad, no con un saber, expresado en doctrinas, dogmas y ritos. Todo esto es parte de la religiones que nacieron de una experiencia espiritual, pero que no son la espiritualidad. Pueden fomentarla, igual que pueden sofocarla por exceso de doctrinas. Son agua canalizada, no fuente de agua cristalina. De esa agua todos tenemos sed. Al beberla nos hacemos más humanos y abiertos unos a otros y al Todo.

Fuente de la Información: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1020

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1964: golpe de clase con apoyo militar


Por: Leonardo Boff


Los militares que dieron el golpe en 1964 imaginan que fueron ellos los principales protagonistas de esta nada gloriosa hazaña, actualmente celebrada vergonzosamente bajo la presidencia de Jair Bolsonaro, famoso defensor del golpe, de la tortura y de la eliminación de opositores. En su indigencia analítica, los militares mal sospechan que fueron, en realidad, usados por fuerzas muchos mayores que las suyas.

René Armand Dreifuss escribió su tesis de doctorado en la Universidad de Glasgow con el título: 1964: La conquista del Estado, acción política, poder y golpe de clas(Vozes 1981). Se trata de un libro de 814 páginas, 326 de las cuales son documentos originales. Mediante estos documentos queda demostrado que lo que hubo Brasil no fue un golpe militar, sino un golpe de clase con uso de la fuerza militar.

Desde los años 60 del siglo pasado, se constituyó el complejo IPES/IBAD/GLC. Explico: el Instituto de Pesquisas y Estudios Sociales (IPES fundado el 29 de noviembre de 1961), el Instituto Brasilero de Acción Democrática (IBAD), el Grupo de Levantamiento de Coyuntura (GLC) y más tarde, oficiales de la Escuela Superior de Guerra (ESG). Formaban una red nacional que divulgaba ideas golpistas, compuesta por grandes empresarios nacionales y multinacionales, banqueros, órganos de la prensa, periodistas, intelectuales, la mayoría listados en el libro de Dreifuss.

Lo que los unificaba, dice el autor, “eran sus relaciones económicas multinacionales y asociadas, o su posicionamiento anticomunista y su ambición de readecuar y reformular el Estado” (p.163) para que fuese útil a sus intereses corporativos. El líder nacional de este grupo era el General Golbery de Couto e Silva que ya “en 1962 preparaba un trabajo estratégico sobre el asalto al poder”(p.186).

La conspiración, pues, estaba en marcha hacía bastante tiempo, llevada adelante, no directamente por los militares sino por el complejo IPES/IBAD/GLC, articulados con la CIA y con la embajada norteamericana que pasaba fondos y acompañaba el desarrollo de todos los hechos.

Aprovechando la confusión política creada en torno al Presidente João Goulart, identificado como el portador del proyecto comunista, este grupo vió la ocasión propicia para realizar su proyecto. Llamó a los militares para dar el golpe y tomar alasalto el Estado. Fue, por tanto, un golpe de la clase dominante, multinacional y asociada a la nacional, usando el poder militar.

CONCLUYE DREIFUSS: “LO OCURRIDO EL 31 DE MARZO DE 1964 NO FUE UN MERO GOLPE MILITAR; FUE UN MOVIMIENTO CIVIL-MILITAR; EL COMPLEJO IPES/IBAD Y OFICIALES DE LA ESG ORGANIZARON LA TOMA DEL PODER DEL APARATO DE ESTADO”(P. 397). ESPECIFICA DREIFUSS: “EL ESTADO DE 1964 ERA DE HECHO UN ESTADO CLASISTA Y, SOBRE TODO, GOBERNADO POR UN BLOQUE DE PODER”(P. 488). ESPECÍFICAMENTE AFIRMA: ”LA HISTORIA DEL BLOQUE DE PODER MULTINACIONAL Y ASOCIADOS EMPEZÓ EL 1º DE ABRIL DE 1964, CUANDO LOS NUEVOS INTERESES SE TORNARON REALMENTE ESTADO, READECUANDO EL RÉGIMEN Y EL SISTEMA POLÍTICO Y REFORMULANDO LA ECONOMÍA AL SERVICIO DE SUS OBJETIVOS”(P.489).

Para sustentar la dictadura durante tantos años se creó una fuerte articulación de empresarios, algunos de los cualesfinanciaban la represión, los principales medios de comunicación (especialmente la FSP, VEJA, O Globo y otros), magistrados e intelectuales anticomunistas declarados, iniciativas populistas entre otros. La Ideología de Seguridad Nacional no era otra cosa que la Ideología de la Seguridad del Capital.

Los militares inteligentes y nacionalistas de hoy deberían darse cuenta de cómo fueron usados no contra una presunta causa –el combate al peligro comunista– sino al servicio del capital nacional y multinacional que estableció relaciones de alta explotación y de gran acumulación para las élites oligárquicas, las “élites del atraso”, articuladas con el poder militar.

El golpe no sirvió a los intereses nacionales globales, sino a los intereses corporativos de grupos nacionales articulados conlos internacionales bajo la égida del poder dictatorial de los militares. Hoy no es diferente: después del golpe de 2016 con la terminación del mandato de la Presidenta legítimamente elegida, Dilma Rousseff, la creación del Lava Jato, la prisión sincrimen explícito de Lula y la ascensión de Jair Bolsonaro, de extrema-derecha, se obedece a los mismos propósitos de la“élite del atraso” (la oligarquía adinerada y rentista, articulada internacionalmente) como ha sido detallado minuciosamente por Jessé Souza (cf.A elite do atraso: da escravidão à Lava Jato, Estação Brasil 2020).

Es importante decir con todas las palabras que el asalto al poder fue un crimen contra la constitución. Fue romper las leyes y en su lugar instaurar la arbitrariedad. Fue una ocupación violenta de todos los aparatos del Estado para, desde ellos, montar un orden regido por actos institucionales, por la tiranía, por la represión y por la violencia.

Nada más desgarrador de las relaciones sociales que la ruptura del contrato social. Este permite a todos convivir con un mínimo de seguridad y de paz. Cuando este es destruido, en lugar del derecho entra la arbitrariedad y en lugar de la seguridad se establece el miedo. Bastaba sospechar que alguien era subversivo para que fuera tratado como tal. Incluso detenidos y secuestrados por error, pero sospechosos como opositores, como ocurrió con muchos campesinos inocentes, para luego ser sometidos a sevicias y a sesiones interminables de torturas.

Muchos no resistieron y su muerte equivale a un asesinato. No debemos dejar pasar de largo a los olvidados de los olvidados, que fueron los 246 campesinos muertos o desaparecidos entre 1964-1979.

Lo que los militares cometieron fue un crimen de lesa-patria. Alegaban que se trataba de una guerra civil, un lado queriendo imponer el comunismo y el otro defendiendo el orden democrático. Esta alegación no se sostiene. El comunismo nunca representó una amenaza real. En la histeria de la guerra-fría (Unión Soviética/USA) todos los que querían reformas desde laperspectiva de los históricamente condenados y ofendidos –las grandes mayorías obreras y campesinas – eran prontoacusados de comunistas y de marxistas, aunque fuesen obispos como Dom Helder Câmara. Contra ellos no cabía solo la vigilancia, sino la persecución, la prisión, el interrogatorio humillante, el pau-de-arara feroz, los ahogamientos desesperantes.

Los alegados “suicidios”, como el del periodista Vladimir Herzog, solo camuflaban el puro y simple asesinato. En nombre del combate contra el peligro comunista, asumieron la lógica marxista-estalinista del trato brutal a los detenidos. En algunos casos se incorporó el método nazi de incinerar cadáveres como admitió el ex-agente del Dops Cláudio Guerra y la única superviviente de la CASA DE LA MUERTE de Petrópolis, Inês Etienne Romeu, local donde entre 22-40 militantes fueron terriblemente seviciados, asesinados, sus cuerpos descuartizados e incinerados.

Es indigno e inmoral celebrar los 21 años de una dictadura civil-militar, cuando conocemos el horror que significaron aquellos tiempos sombríos y oscuros, justamente en un momento trágico de nuestra historia en el que las vidas de más de 300 mil brasileros de todas las edades han sido segadas por la Covid-19, con más de 12 millones de infectados.

No debemos olvidar nunca la verdad del hecho mayor de la dominación de una clase traicionera, poderosa, nacional, asociada a la multinacional, que usó el poder discrecional de los militares para garantizar su acumulación privada a costa de la mayoría del pueblo brasilero. Esa amenaza ha vuelto por el comportamiento amenazador del actual presidente, insano e indiferente a la destrucción de miles de vidas, oponiéndose, en contra de todas las recomendaciones científicas, al lockdowny al aislamiento social, amenazando continuamente con un golpe de estado o con decretar el estado de sitio. Las instancias competentes que podrían actuar no actúan e, inertes, asisten también a la tragedia de todo un pueblo.

Encajan aquí las palabras de Ulysses Guimarães, valiente opositor de la dictadura civil-militar y coordinador de la Constitución de 1988: “tengo odio y asco de la dictadura”, palabras repetidas el 31 de marzo de 2021 por Miriam Leitão, periodista y analista de economía en O Globo, una de las víctimas de la represión. “Dictadura nunca más”.

Fuente:  https://leonardoboff.org/2021/04/03/1964-golpe-de-clase-con-apoyo-militar/

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Durante el aislamiento social: qué leer y cómo leer

Por: Leonardo Boff

Durante el aislamiento social forzado para el bien de cada persona y de los otros ante el ataque del coronavirus, se nos pide recogernos en nuestras casas o habitaciones.

La convivencia física con los próximos nos hace conocer las diferencias, el modo de ser de cada uno, de pensar y de leer el mundo. No es fácil. La primera cosa que descubrimos es aquello que, con fina percepción, formuló Caetano Velloso: “de cerca nadie es normal”, frase que recorrió el mundo. De hecho, la normalidad va siempre junto con cierta anormalidad.

Nos damos cuenta de la luz y de la sombra, de lo sim-bólico (que une) y de lo dia-bólico (que separa) que habitan en cada uno de nosotros. No como defecto de nuestra creación, sino como nuestra condición humana real. Esta polaridad está en todo: en el universo (caos y cosmos), en la vida (salud y enfermedad), en la naturaleza (nacimiento y muerte), en la sociedad (individualismo y solidaridad). El desafío es cómo articular estas polaridades de forma que la dimensión de luz y de lo normal no permita la dominación de la sombra y de lo anormal, lo que nos quitaría la felicidad y la convivencia pacífica.

Hay muchas maneras de ocuparnos durante este tiempo, para todos bien penoso. Una de ellas es la lectura de libros espirituales o religiosos que pueden abrirnos nuevos sentidos especialmente ante las inquietudes e interrogaciones que la irrupción de la Covid-19 ha traído a cada persona y a la humanidad. Es un contraataque de la naturaleza a toda la humanidad: ¿Qué señal es ésta y que nos quiere decir?

Fuentes espirituales o religiosas escritas hace miles de años, pueden quizás darnos alguna luz, no sólo para la dramática coyuntura actual, sino también para la propia vida. Sugiero aquí empezar a leer la Biblia judeocristiana, el Primer Testamento (Antiguo Testamento) y el Segundo (Nuevo Testamento), textos escritos a lo largo de 3-4 mil años. En ellos se encuentra de todo; por eso, conforme a la situación existencial en la cual se vive, se escogen las partes más adecuadas.

Es bueno recordar que cada uno lee los textos con los ojos que tiene, de ahí que leer es siempre interpretar. Interpretamos a partir del punto de vista personal, pues cada punto de vista es la vista desde un punto. Además la cabeza piensa desde donde pisan los pies… Si mis pies pisan una favela y yo leo a partir del punto de vista de la favela, selecciono los textos que más se refieren a esta situación. Esto no significa negar los otros textos, sino dar vida a los textos a partir de los con-textos en que vivimos y con pre-texto de tal y tal situación. También puede leerse a partir de quien vive en el centro de la ciudad con todos los servicios funcionando y dándole seguridad en la vida. Este «lugar social» permite otro tipo de lectura.

Ahí los viejos textos del pasado nos revelan novedades. De modo general, podemos decir que hay tantas lecturas como lugares sociales. Los campesinos expulsados de sus tierras leerán los textos bíblicos de manera diferente y hasta opuesta a la del latifundista que los expulsó. Así podríamos multiplicar los ejemplos.

Conclusión: no debemos cerrarnos en nuestra propia lectura, lo que sería exclusivismo y hasta fundamentalismo, sino abrirnos a otras lecturas que relativizan y enriquecen la nuestra.

Nunca se debe poner el libro delante de los ojos, escondiendo la realidad desnuda y cruda. Esa es la equivocación de los fundamentalistas que sólo ven el libro y sus frases tomadas en sí mismas.

No fue escrito para eso. Fue escrito para iluminar la realidad. Es inspirado porque nos inspira a comprender más y a vivir mejor. Por eso debe ser puesto detrás de la cabeza, para iluminar la realidad con todas sus contradicciones.

El primer libro que Dios nos dio es el libro de la creación. En él está toda la sabiduría que nos hace falta para vivir bien. Lamentablemente hemos perdido la capacidad de leer bien este libro. Vemos la creación no como un valor en sí misma, sino utilitariamente, como un baúl de recursos para ser explotados a nuestro gusto, sin preocuparnos de las demás personas ni de los daños que les hacemos, y sin darle tiempo para regenerarse.

Entonces se nos dio otro libro, la Biblia, que nos ofrece las claves de lectura para el primer libro, el de la creación.

Éste es el sentido profundo de la lectura de la Biblia: entender mejor el mundo, nuestra vida personal, el sentido de nuestras tribulaciones, la necesidad de la esperanza y, sobre todo, la vivencia concreta del amor, de la solidaridad, del cuidado y de la compasión.

No quiere ser ni puede ser un libro de ciencia. Es un libro de sabiduría de vida que responde a las búsquedas humanas.

Cada uno escoge los libros de la Biblia que le parecen mejor. Yo recomiendo del Primer Testamento todos los libros sapienciales: Job, los Salmos, especialmente el 23 y el 103; Proverbios, Eclesiastés, Eclesiástico, Cantar de los Cantares, libro de alto erotismo, que nunca habla de Dios, ni lo necesita, pues Dios es amor; Lamentaciones.

Del Segundo Testamento aconsejo empezar por los Hechos de los Apóstoles, verdadera saga que narra cómo san Pablo y compañeros anduvieron más de mil kilómetros por el imperio romano para anunciar los valores predicados y vividos por Jesús (el amor incondicional, la apertura a Dios como el Dios bueno y misericordioso, el cuidado hacia los pobres y los que sufren, la capacidad de perdón y la certeza de nuestra resurrección, que es más que sólo la inmortalidad del alma). Después, la Primera Carta a los Corintios, en la cual se ven los grandes valores éticos a ser asumidos. De los evangelios, empezar por el de san Marcos, el más conciso y más cercano al Jesús histórico; el evangelio de san Lucas, en el cual Jesús muestra su inmensa compasión con los que sufren y con los pobres, y amonesta a los poderosos y ricos; el evangelio de san Juan, lleno de espiritualidad; la Epístola de Santiago en la que se predica una moral bien concreta y actual.

En portugués, aconsejo la Biblia de la editorial Vozes, de Petrópolis RJ, Brasil, por sus excelentes introducciones y comentarios (vendas@vozes.com.br).

Déjense tomar por las palabras bíblicas que, junto con otros libros sagrados de otros caminos espirituales, propician para nosotros un encuentro con la Palabra que nos ilumina el camino en las noches sombrías de la vida, tales como las de los tiempos actuales.

Fuente: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1019

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Brasil: Lección de la Covid-19: enfermamos a la Tierra y la Tierra nos enferma

Lección de la Covid-19: enfermamos a la Tierra y la Tierra nos enferma

Leonardo Boff

La irrupción del coronavirus en 2019 ha revelado la íntima conexión existente entre Tierra y Humanidad. Según la nueva cosmología (visión científica del universo), nosotros, los humanos, formamos una entidad única con la Tierra. Participamos de su salud y también de su enfermedad.

Isaac Asimov, científico ruso, famoso por sus libros de divulgación científica, a petición de la revista New York Times (del día 9 de octubre de 1982) con ocasión de la celebración de los 25 años del lanzamiento del Sputnik, que inauguró la era espacial, escribió un artículo sobre el legado de ese cuarto de siglo espacial.

El primer legado, decía él, es la percepción de que, en la perspectiva de las naves espaciales, la Tierra y la humanidad forman una única entidad, es decir, un único ser, complejo, diverso, contradictorio y dotado de gran dinamismo.

El segundo legado es la irrupción de la conciencia planetaria: construir la Tierra, y no simplemente las naciones, es el gran proyecto y desafío humano. Tierra y Humanidad tienen un destino común. Lo que pasa en una, pasa también en la otra. La Tierra enferma y al mismo tiempo enferma el ser humano; enferma el ser humano, enferma también la Tierra. Estamos unidos para el bien y para el mal.

En el momento actual, toda la Tierra y cada persona estamos siendo atacados por la Covid-19, especialmente Brasil, víctima de un jefe de estado de locura que no se preocupa por la vida de su pueblo. Todos, de una forma u otra, nos sentimos enfermos física, psíquica y espiritualmente.

¿Por qué hemos llegado a esto? La razón reside en la Covid-19. Es erróneo verla aisladamente sin su contexto. El contexto está en la forma como organizamos desde hace ya tres siglos nuestra sociedad: con pillaje ilimitado de los bienes y servicios de la Tierra para provecho y enriquecimiento humano. Este propósito ha llevado a ocupar el 83% del planeta, deforestando, contaminando el aire, el agua y los suelos. En palabras del pensador francés Michel Serres, promovemos una guerra total contra Gaia, atacándola en todos los frentes sin ninguna posibilidad de vencerla. La consecuencia ha sido la destrucción de los hábitats de miles de especies de virus. Para sobrevivir saltaron a otros animales y de estos a nosotros.

La Covid-19 representa un contraataque de la Tierra contra la agresión sistemática montada contra ella. La Tierra enfermó y nos pasó su enfermedad mediante una gama de virus como el zika, la chicungunya, el ébola, la gripe aviaria y otros. Como formamos con la Tierra una unidad compleja, enfermamos con ella. Y si enfermamos nosotros, terminamos también por enfermarla. El coronavirus representa esta simbiosis siniestra y letal.

De modo general debemos entender que la reacción de la Tierra a nuestra violencia se muestra por la fiebre (calentamiento global), que no es una enfermedad, pero apunta a una enfermedad: el alto nivel de contaminación por gases de efecto invernadero que la Tierra no consigue digerir y su incapacidad de continuar ofreciéndonos sus bienes y servicios naturales. El 22 de septiembre de 2019 se produjo la Sobrecarga de la Tierra, es decir, las reservas de bienes y servicios naturales, necesarios al sistema-vida, tocaron fondo. Entramos en números rojos, tenemos un cheque sin fondos.

Para tener lo necesario y, peor, para mantener el consumo suntuoso y el desperdicio de los países ricos, debemos arrancarle a la fuerza sus “recursos” para atender la demanda de los consumistas. ¿Hasta cuándo aguantará la Tierra?

Sabemos que hay nueve fronteras planetarias que no se pueden sobrepasar sin amenazar la vida y nuestro proyecto civilizatorio. Cuatro de ellas ya las hemos traspasado. La consecuencia es que tenemos menos agua, menos nutrientes, menos cosechas, más desertificación, mayor erosión de la biodiversidad y de los demás elementos indispensables para la vida. Por tanto, nuestro tipo de relación es anti-vida y es la causa principal de la enfermedad de la Tierra que, a su vez, nos vuelve también enfermos. Por esta razón, casi todos nosotros, especialmente a causa del aislamiento social y de las medidas higiénicas, nos sentimos prostrados, desvitalizados, irritables, en una palabra, atrapados por una pesadilla que no sabemos cuándo va a acabar. La muerte de miles de seres queridos, sin poder acompañarlos y darles la última despedida con un luto imprescindible, nos abruman y ponen en jaque el sentido de la vida y el futuro de nuestra convivencia en este planeta.

Por otro lado, con un alto costo, estamos aprendiendo que lo que nos está salvando no son los mantras del capitalismo y del neoliberalismo: el lucro, la competencia, el individualismo, la explotación ilimitada de la naturaleza, la exigencia de un Estado mínimo y la centralidad del mercado. Si hubiéramos seguido estos “valores”, casi todos seríamos víctimas. Lo que nos está salvando es el valor central de la vida, la solidaridad, la interdependencia de todos con todos, el cuidado de la naturaleza, un Estado bien pertrechado para atender las demandas sociales, especialmente las de los más necesitados, la cohesión de la sociedad por encima del mercado.

Nos damos cuenta de que cuidando mejor todo, recuperando la vitalidad de los ecosistemas, mejorando nuestros alimentos, orgánicos, descontaminando el aire, preservando las aguas, los bosques y las selvas nos sentimos más saludables y con esto hacemos la Tierra también más saludable y revitalizada.

Lo que la Covid-19 nos ha venido a mostrar de forma brutal es que ese equilibrio Tierra y humanidad se ha roto. Nos hemos vuelto demasiado voraces, arrancando a la Tierra lo que ella ya no nos puede dar. No respetamos los límites de un planeta pequeño, con bienes y servicios limitados. Antes bien, nuestra cultura ha creado un proyecto irracional de crecimiento ilimitado como si los bienes y servicios de la Tierra fuesen también ilimitados. Esa es la ilusión en la que continúan las mentes de casi todos los empresarios y de los jefes de Estado.

La Covid-19 nos hace recuperar nuestra verdadera humanidad, aunque sea ambigua por naturaleza. Ella está hecha de amor, de solidaridad, de empatía, de colaboración y de la dimensión humano-espiritual que da el debido valor a los bienes materiales, sin absolutizarlos, pero da mucho más valor a los bienes intangibles como los que hemos citado. Los materiales los dejamos atrás, los humano-espirituales los llevamos más allá de la muerte, pues constituyen nuestra identidad definitiva.

Cuanto más amigables sean nuestras relaciones con la naturaleza, y más cooperativas las relaciones entre nosotros, más se vitaliza la Tierra. Y la Tierra revitalizada nos hace también saludables. Nos curamos juntos y juntos celebramos nuestra convivencia terrenal.

Fuente de la Información: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1018

 

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Brasil: Hoy cuenta más un banquero que el buen padre Julio Lancellotti

Hoy cuenta más un banquero que el buen padre Julio Lancellotti

La cultura dominante, hoy mundializada, se estructura alrededor de la voluntad de poder, que se traduce en voluntad de dominación de la naturaleza, del otro, de los pueblos y de los mercados. Esa lógica continuamente crea tensiones, conflictos y guerras. Y provocó la irrupción de la Covid-19 que encontró en un presidente “un Trump de las cavernas”, que la consideró una “gripecita” y así se desentendió de atender al pueblo, presenciando sin ninguna empatía la muerte de más de 240.000 víctimas, para escándalo nacional e internacional.

De los 3.400 años de historia de la humanidad que podemos datar, nos dice el historiador Georg Weber, 3.166 fueron de guerra. Los restantes 234 no fueron ciertamente de paz sino de preparación para otra guerra.

Prácticamente las fiestas nacionales de todos los países, sus héroes así como los monumentos de sus plazas, están relacionados con hechos de guerra. Los medios de comunicación llevan al paroxismo la magnificación de todo tipo de violencia, bien simbolizada en el programa nocturno de una de las televisiones con el título Tela Quente (pantalla caliente). Y para vejamen general, nuestro presidente defiende la tortura de los tiempos de la dictadura militar y exalta a torturadores sanguinarios.

En los distintos países, el militar, el banquero y el especulador valen más que el poeta, el filósofo y el santo. Cuenta más el rico empresario de la Fiesp que el pobre hombre de Dios que cuida de la gente de la calle y sólo por eso está siempre amenazado de muerte: el padre Julio Lancellotti. En los procesos de socialización formal e informal, la cultura de la violencia no crea mediaciones para una cultura de la paz, del diálogo y de la fraternidad universal.

Esta situación suscita siempre de nuevo la pregunta que de forma dramática Albert Einstein plantea a Sigmund Freud en 1932: ¿Es posible superar o controlar la violencia? Freud, realista, responde: “Es imposible controlar directamente el instinto de muerte (thánatos). Sin embargo, se puede actuar por vías indirectas. Todo lo que hace surgir lazos emocionales entre los seres humanos actúa contra la guerra. Todo lo que civiliza, trabaja contra la guerra”. Pero concluye con resignación: “hambrientos, pensamos en el molino que muele tan despacio que podemos morir de hambre antes de recibir la harina” (Obras completas III, 3, 215).

Sin entrar en detalles, diríamos que detrás de la violencia funcionan fuertes estructuras que rompen los posibles lazos de fraternidad. Si no las controlamos, se hace verdad lo que Thomas Hobbes sustenta en su Leviatán (1561): el ser humano es lobo para otro ser humano.

La primera estructura es el caos, siempre presente en el proceso cosmogénico y antropogénico. Todos somos hijos e hijas del caos primordial, de aquella inmensa explosión silenciosa, el big bang ocurrida hace unos 13.700 millones de años. La expansión y la evolución del universo son una forma de crear orden (cosmos) en este caos y no permitir que sea sólo caótico, sino que sea también generativo. Él genera nuevos cuerpos celestes, galaxias, estrellas y agujeros negros. Incluso así, caos y cosmos (nuevos órdenes) acompañan siempre la evolución del universo. Él actúa también en el ser humano, haciendo que sea simultáneamente amoroso y violento, luz y sombra.

Esta estructura de caos ha producido cerca de cinco extinciones masivas de seres vivos, ocurridas hace millones de años. En la última, hace cerca de 67 millones de años, perecieron todos los dinosaurios. Posiblemente la propia inteligencia también nos ha sido dada para limitar la acción destructiva del caos y potenciar su acción generadora de nuevos órdenes.

En segundo lugar, somos herederos de la cultura patriarcal que instauró, hace más de diez mil años, la dominación del hombre sobre la mujer y creó las instituciones asentadas sobre el uso legítimo de la violencia por el Estado, más presente en el ejército, en la guerra, en las clases, en el proyecto de la tecnociencia puesta al servicio de los procesos de producción que implican una depredación sistemática de la naturaleza y una deshumana injusticia social.

En tercer lugar, esa cultura patriarcal usó la represión, el miedo, el terror y la guerra como forma de resolver los conflictos. Sobre esta vasta base se formó la cultura del capital, explotando la fuerza de trabajo humano y devastando la naturaleza. Su objetivo es el lucro y no la vida, su lógica es la competición y no la cooperación, el individualismo y no la interdependencia entre todos. Su dinámica excluyente origina desigualdades, injusticias, violencias que eliminan miles, millones de vidas humanas. La irrupción de la Covid-19 ha impuesto a todos una pausa en esa voracidad, pues todo ha tenido que parar, la producción y la circulación de los seres humanos, sujetos al confinamiento social. Limó los dientes al lobo pero no le quitó la ferocidad. Los especuladores han acumulado fortunas fantásticas agravando la desigualdad social.

Todas estas fuerzas se articulan estructuralmente para consolidar la cultura de la dominación y de la violencia, actitudes contrarias a cualquier tipo de fraternidad. Ellas nos deshumanizan a todos, haciéndonos, según dice la encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti, no hermanos y hermanas sino solo socios de intereses personales o corporativos (cf. nº 12;101). No basta estar a favor de la paz. Tenemos que estar contra la guerra, y en Brasil denunciar la ausencia de un proyecto oficial para detener la Covid-19, que ha hecho a su principal responsable, el jefe de la nación, “un gendarme de la burguesía”, que no cuida las vidas de su pueblo ni muestra empatía con las familias y personas que han perdido seres queridos, como si se hubiese hecho una lobotomía.

A esta cultura de la violencia hay que oponer la cultura de la paz. Al mundo de los socios tenemos que hacer valer el mundo de los hermanos y hermanas. Ésta es una propuesta innovadora, un verdadero nuevo paradigma civilizatorio del Papa Francisco en la Fratelli tutti: un modo de habitar la Casa Común como frater hermano y hermana, en la cual prevalece una fraternidad sin fronteras entre los humanos y también con los demás seres de la naturaleza de la cual es parte, en contraposición al paradigma de la modernidad asentado sobre el dominus, el ser humano como amo y señor de la naturaleza y no parte de ella.

Tal propuesta es imperativa, porque las fuerzas de destrucción ya han roto durante siglos el contrato natural con la Tierra y la naturaleza y por todas partes amenazan con romper el contrato social mínimo por la ascensión de la derecha y de la extrema derecha que no respetan las leyes ni la Constitución creando un Estado pos-democrático y sin ley (R.R. Casara). Esta propuesta papal es imperativa porque el potencial destructivo, en términos de armas de destrucción masiva ya montado, más el calentamiento global pueden poner en peligro toda la biosfera e imposibilitar la continuidad del proyecto humano. O limitamos la violencia y hacemos prevalecer el proyecto de la fraternidad universal, del amor social y de la paz perenne, como lo proclama de forma entre angustiada y esperanzada el actual Pontífice, o conoceremos, al límite, un camino que no tiene vuelta atrás. A nuestra generación le toca tomar esta decisión.

 

 

 

Leonardo Boff

Fuente de la Información: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1016

 

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Brasil: Hoy la democracia como farsa y las instituciones como disfraz

Hoy la democracia como farsa y las instituciones como disfraz

Leonardo Boff

Es un hecho confesado por el ex jefe supremo de las FFAA, general Villas Boâs, que en 2018 el Alto Comando dio un golpe a la democracia brasilera, infringiendo el inciso XILV del artículo 5ºde la Constitución que dice: «constituye delito indecible e imprescriptible la acción de grupos armados, civiles o militares, contra el orden constitucional y el Estado Democrático».

El sentido era, presionando al STF para mantenerse distante, utilizar al juez Sérgio Moro (eximio en aplicar el law fare) para sacar a Lula de las elecciones presidenciales, condenarlo por el delito que fuera, en este caso “por delito indeterminado”, y ponerlo en la cárcel donde permaneció más de 500 días. Esto abriría el camino para la elección del ex capitán reformado perentoriamente por mal comportamiento, Jair Bolsonaro. Es lo que realmente pasó.

Conocemos la “desolación de la tribulación” bíblica, que sobrevino a nuestro país con el presidente electo. Ocupó militarmente el Estado con 11 mil militares en distintas funciones de mando o de administración. No supo guardar la dignidad que el más alto cargo de la nación exige y se entregó a difamaciones, a mentiras directas, a las fake news, al uso vergonzoso de palabrotas con desprecio soberano de la prensa. Mente asesina, prefirió incentivar la compra de más armas por los civiles que elaborar un plan de enfrentamiento a la covid-19, que ha causado ya más de 220 mil víctimas y nos estamos aproximando a 10 millones de infectados. En la evaluación mundial, Brasil ha quedado en último lugar en las políticas sanitarias contra la covid-19 así como en vacunar a la población.

Nuestra democracia que históricamente ha sido siempre de baja intensidad, ahora, con Bolsonaro y comparsas, voló en pedazos sin ni siquiera llegar a ser de bajísima intensidad. Se ha vuelto una farsa y sus principales instituciones un disfraz de legalidad, por más que se diga que “las instituciones funcionan”. ¿Cabe preguntar para quién? No para la política sanitaria mínima, no para la justicia necesaria para millones de desempleados, para los indígenas y quilombolas, no para el cuidado de la naturaleza en devastación, no para defensa contra amenazas directas al STF ni contra un propósito declarado de golpe militar. Bajo el disfraz de legalidad se blindan notorios corruptos, se concede fácilmente habeas corpus a políticos acusados de ilegalidades y hasta de crímenes y permanecen impunes los centenares de feminicidios y ofensas e incluso asesinatos de los LGBTI.

Me voy a permitir usar las palabras de dos sociólogos ya que encontré en ellos las mejores maneras de expresar lo que siento y pienso acerca de nuestra pretendida democracia: Thiago Antônio de Oliveia Sá, sociólogo y profesor universitario (cf. O sequestro das instituições brasileiras, en Carta Maior de 14/02/2021) y Pedro Demo, compañero de estudios en Brasil y enAlemania, profesor de la Universidad de Brasilia, una de las inteligencias más brillantes que conozco, con vasta obra de investigación científica. De ellas me sirvo tomando apenas algunos tópicos significativos del libro Introducción a la Sociología: Complejidad, Interdisciplinariedad y Desigualdad Social, Editora Atlas, São Paulo 2002 pp, 329-333), donde aborda directamente el tema de la democracia en Brasil.

Comienzo con Oliveira Sá en el referido artículo de Carta Maior: «Lo público es un anexo de lo privado. La pericia cede lugar a la malicia. La corrosión institucional se visualiza fácilmente: oscurantistas y mal educados como ministros de Educación; un ecocida que pasa su boyada sobre el medio ambiente; una ruralista al frente de la agricultura nos envenena con sus más de 500 agrotóxicos legalizados; una evangélica fundamentalista cuida de las mujeres y demás minorías con su machismo y su obsesión con la sexualidad ajena. No nos olvidemos del primer ministro de Salud, lobista de los planes privados, extendiendo su mano visible sobre el SUS. Un emisario del mercado financiero dirige el ministerio de economía. Un chiflado, paria orgulloso y antiglobalizador (sea lo que sea eso), hace de Brasil vejamen internacional en las relaciones exteriores. Un racista al frente de la Fundación Palmares. Policía federal convertida en guardaespaldas particular de la presidencia y de sus hijos. La Procuradoría General de la República librando la cara del empresario de las rachadinhas. Un militar en la Salud no necesita mayores explicaciones…. jueces que toman partido, ver las nuevas filtraciones de los planes nada republicanos de Moro, Dallagnol y sus comparsas. Absurdo, pero no sorprendente: la vieja conversión de las instancias judiciales en arma de grupos dominantes. Para persecución de adversarios, para inviabilizar sus candidaturas en favor de otros».

No pierde en contundencia Pedro Demo. Lo que escribió en 2002 vale mucho más para 2021: «Nuestra democracia es escenificación nacional de refinada hipocresía, llena de leyes “bonitas”, pero hecha siempre en última instancia por la élite gobernante para que le sirva de principio a fin. Nuestra democracia refleja crudamente la “lucha por el poder” en el sentido más maquiavélico de lucha por los privilegios. Los políticos sin privilegios son figuras espurias en nuestro escenario; de entrada son personas que se caracterizan por ganar mucho, trabajar poco (mi comentario: véase al ex diputado Jair Bolsonaro en sucesivos mandatos), hacer negocios poco claros, emplear a familiares y asociados, enriquecerse a costa de las arcas públicas, entrar en el mercado por arriba. Pero hay excepciones que confirman la regla.
La propia Constitución de 1988 no alberga propiamente un proyecto nacional colectivo, afinado bajo la batuta de la justicia y la igualdad de oportunidades, sino una propuesta corporativista tallada por medio de la presión particular: los magistrados hicieron su capítulo, así como la policía, las universidades, el legislativo, el judicial, el ejecutivo y la iniciativa privada… Y la tan ponderada por Ulysses Guimarães como “Constitución Ciudadana”, pero con una concepción corporativista extrema, pero sin ninguna conexión con una base financiera e institucional … Al final hicimos otra imitación barata del estado de bienestar. Pero hay cosas buenas como la ley de responsabilidad fiscal para evitar gastar lo que no se recauda…El legislativo lejos de defender ideas, propuestas, equidad, defiende fondos, tajadas de poder, privilegios exclusivos. Es el principal lugar de negociación, de aquí y de allá… No es, pues, difícil demostrar que nuestra democracia es sólo formal, farsante, que convive solemnemente con la miseria de las grandes mayorías. Si aunáramosdemocracia con justicia social, nuestra democracia sería su propia negación. En la clase política dominante en general, no hay rastro de un gesto dirigido a superar males históricos enraizados en privilegios absurdos para unos pocos… Nuestra pobre política lancinante se traduce en la miseria de nuestra democracia. Por eso es tan importante mantener la ignorancia política de las masas»(333).

La realidad política de Bolsonaro es mucho peor que la delineada arriba. Su objetivo es devolver el país a la fase anterior a la Ilustración, a la universalización del saber, los derechos y la democracia en dirección regresiva a tiempos oscuros de lo peor de la Baja Edad Media; no de la dorada Edad Media con sus inmensas catedrales, con la creación de universidades, con sus sumas teológicas, con sus sabios, místicos y santos. Todo lo que se creó en los gobiernos de Lula-Dilma con sabor popular o inserción de los empobrecidos en la sociedad ha sido literalmente desmantelado de manera criminal, pues ha implicado sufrimiento para quienes siempre han sufrido históricamente.

Nos causa horror e indignación constatar que aquellas autoridades judiciales y políticas que podrían promover acciones jurídicamente fundadas contra la irresponsabilidad jurídica y delitos sociales comunes del presidente no se muevan, ya sea porque se sienten cómplices o por ausencia de espíritu patriótico y faltos de sentido de justicia social. Como viven a kilómetros luz del drama del pueblo y ven sus derechos adquiridos y sus privilegios garantizados, no les mueve la noble compasión para usar los instrumentos jurídicos de que disponen para librar a la nación de aquel que la está destruyendo y sigue más aferrado aún a este mismo intento perverso.

Razón tiene el Papa Francisco al hablar varias veces a los movimientos sociales mundiales, aquellos que quieren otro mundo porque este les es un infierno o un purgatorio: no esperen nada de arriba, pues siempre viene más de lo mismo o peor. Empiecen por ustedes mismos, es decir, las multitudes deben salir a las calles y las plazas y votar para echar a los que les secuestran las oportunidades de ser gente y de sentirse con un mínimo de dignidad y alegría de vivir. Esperamos que suceda eso. Sólo después de sentirse amenazados, los dominantes se adhieren. Si no tenemos cuidado, se apropian de la energía emergente para sus propios fines privados. Pero aquello que debe ser tiene fuerza: la destitución de quien conduce una política necrófila y enemiga del propio país.

Ante la oscuridad del horizonte, y con mucho coste, manteniendo la esperanza contra toda esperanza, hago mías las palabras del Maestro, transido también de profundo pesar: tristis est anima mea usque ad mortem.

Leonardo Boff es teólogo, filósofo y escritor.

Traducción: M.ª José Gavito Milano, para El blog de Leonardo Boff.

Fuente: https://leonardoboff.org/2021/02/22/hoy-la-democracia-como-farsa-y-las-instituciones-como-disfraz/

Fuente de la Información: https://rebelion.org/hoy-la-democracia-como-farsa-y-las-instituciones-como-disfraz/

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