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1964: golpe de clase con apoyo militar


Por: Leonardo Boff


Los militares que dieron el golpe en 1964 imaginan que fueron ellos los principales protagonistas de esta nada gloriosa hazaña, actualmente celebrada vergonzosamente bajo la presidencia de Jair Bolsonaro, famoso defensor del golpe, de la tortura y de la eliminación de opositores. En su indigencia analítica, los militares mal sospechan que fueron, en realidad, usados por fuerzas muchos mayores que las suyas.

René Armand Dreifuss escribió su tesis de doctorado en la Universidad de Glasgow con el título: 1964: La conquista del Estado, acción política, poder y golpe de clas(Vozes 1981). Se trata de un libro de 814 páginas, 326 de las cuales son documentos originales. Mediante estos documentos queda demostrado que lo que hubo Brasil no fue un golpe militar, sino un golpe de clase con uso de la fuerza militar.

Desde los años 60 del siglo pasado, se constituyó el complejo IPES/IBAD/GLC. Explico: el Instituto de Pesquisas y Estudios Sociales (IPES fundado el 29 de noviembre de 1961), el Instituto Brasilero de Acción Democrática (IBAD), el Grupo de Levantamiento de Coyuntura (GLC) y más tarde, oficiales de la Escuela Superior de Guerra (ESG). Formaban una red nacional que divulgaba ideas golpistas, compuesta por grandes empresarios nacionales y multinacionales, banqueros, órganos de la prensa, periodistas, intelectuales, la mayoría listados en el libro de Dreifuss.

Lo que los unificaba, dice el autor, “eran sus relaciones económicas multinacionales y asociadas, o su posicionamiento anticomunista y su ambición de readecuar y reformular el Estado” (p.163) para que fuese útil a sus intereses corporativos. El líder nacional de este grupo era el General Golbery de Couto e Silva que ya “en 1962 preparaba un trabajo estratégico sobre el asalto al poder”(p.186).

La conspiración, pues, estaba en marcha hacía bastante tiempo, llevada adelante, no directamente por los militares sino por el complejo IPES/IBAD/GLC, articulados con la CIA y con la embajada norteamericana que pasaba fondos y acompañaba el desarrollo de todos los hechos.

Aprovechando la confusión política creada en torno al Presidente João Goulart, identificado como el portador del proyecto comunista, este grupo vió la ocasión propicia para realizar su proyecto. Llamó a los militares para dar el golpe y tomar alasalto el Estado. Fue, por tanto, un golpe de la clase dominante, multinacional y asociada a la nacional, usando el poder militar.

CONCLUYE DREIFUSS: “LO OCURRIDO EL 31 DE MARZO DE 1964 NO FUE UN MERO GOLPE MILITAR; FUE UN MOVIMIENTO CIVIL-MILITAR; EL COMPLEJO IPES/IBAD Y OFICIALES DE LA ESG ORGANIZARON LA TOMA DEL PODER DEL APARATO DE ESTADO”(P. 397). ESPECIFICA DREIFUSS: “EL ESTADO DE 1964 ERA DE HECHO UN ESTADO CLASISTA Y, SOBRE TODO, GOBERNADO POR UN BLOQUE DE PODER”(P. 488). ESPECÍFICAMENTE AFIRMA: ”LA HISTORIA DEL BLOQUE DE PODER MULTINACIONAL Y ASOCIADOS EMPEZÓ EL 1º DE ABRIL DE 1964, CUANDO LOS NUEVOS INTERESES SE TORNARON REALMENTE ESTADO, READECUANDO EL RÉGIMEN Y EL SISTEMA POLÍTICO Y REFORMULANDO LA ECONOMÍA AL SERVICIO DE SUS OBJETIVOS”(P.489).

Para sustentar la dictadura durante tantos años se creó una fuerte articulación de empresarios, algunos de los cualesfinanciaban la represión, los principales medios de comunicación (especialmente la FSP, VEJA, O Globo y otros), magistrados e intelectuales anticomunistas declarados, iniciativas populistas entre otros. La Ideología de Seguridad Nacional no era otra cosa que la Ideología de la Seguridad del Capital.

Los militares inteligentes y nacionalistas de hoy deberían darse cuenta de cómo fueron usados no contra una presunta causa –el combate al peligro comunista– sino al servicio del capital nacional y multinacional que estableció relaciones de alta explotación y de gran acumulación para las élites oligárquicas, las “élites del atraso”, articuladas con el poder militar.

El golpe no sirvió a los intereses nacionales globales, sino a los intereses corporativos de grupos nacionales articulados conlos internacionales bajo la égida del poder dictatorial de los militares. Hoy no es diferente: después del golpe de 2016 con la terminación del mandato de la Presidenta legítimamente elegida, Dilma Rousseff, la creación del Lava Jato, la prisión sincrimen explícito de Lula y la ascensión de Jair Bolsonaro, de extrema-derecha, se obedece a los mismos propósitos de la“élite del atraso” (la oligarquía adinerada y rentista, articulada internacionalmente) como ha sido detallado minuciosamente por Jessé Souza (cf.A elite do atraso: da escravidão à Lava Jato, Estação Brasil 2020).

Es importante decir con todas las palabras que el asalto al poder fue un crimen contra la constitución. Fue romper las leyes y en su lugar instaurar la arbitrariedad. Fue una ocupación violenta de todos los aparatos del Estado para, desde ellos, montar un orden regido por actos institucionales, por la tiranía, por la represión y por la violencia.

Nada más desgarrador de las relaciones sociales que la ruptura del contrato social. Este permite a todos convivir con un mínimo de seguridad y de paz. Cuando este es destruido, en lugar del derecho entra la arbitrariedad y en lugar de la seguridad se establece el miedo. Bastaba sospechar que alguien era subversivo para que fuera tratado como tal. Incluso detenidos y secuestrados por error, pero sospechosos como opositores, como ocurrió con muchos campesinos inocentes, para luego ser sometidos a sevicias y a sesiones interminables de torturas.

Muchos no resistieron y su muerte equivale a un asesinato. No debemos dejar pasar de largo a los olvidados de los olvidados, que fueron los 246 campesinos muertos o desaparecidos entre 1964-1979.

Lo que los militares cometieron fue un crimen de lesa-patria. Alegaban que se trataba de una guerra civil, un lado queriendo imponer el comunismo y el otro defendiendo el orden democrático. Esta alegación no se sostiene. El comunismo nunca representó una amenaza real. En la histeria de la guerra-fría (Unión Soviética/USA) todos los que querían reformas desde laperspectiva de los históricamente condenados y ofendidos –las grandes mayorías obreras y campesinas – eran prontoacusados de comunistas y de marxistas, aunque fuesen obispos como Dom Helder Câmara. Contra ellos no cabía solo la vigilancia, sino la persecución, la prisión, el interrogatorio humillante, el pau-de-arara feroz, los ahogamientos desesperantes.

Los alegados “suicidios”, como el del periodista Vladimir Herzog, solo camuflaban el puro y simple asesinato. En nombre del combate contra el peligro comunista, asumieron la lógica marxista-estalinista del trato brutal a los detenidos. En algunos casos se incorporó el método nazi de incinerar cadáveres como admitió el ex-agente del Dops Cláudio Guerra y la única superviviente de la CASA DE LA MUERTE de Petrópolis, Inês Etienne Romeu, local donde entre 22-40 militantes fueron terriblemente seviciados, asesinados, sus cuerpos descuartizados e incinerados.

Es indigno e inmoral celebrar los 21 años de una dictadura civil-militar, cuando conocemos el horror que significaron aquellos tiempos sombríos y oscuros, justamente en un momento trágico de nuestra historia en el que las vidas de más de 300 mil brasileros de todas las edades han sido segadas por la Covid-19, con más de 12 millones de infectados.

No debemos olvidar nunca la verdad del hecho mayor de la dominación de una clase traicionera, poderosa, nacional, asociada a la multinacional, que usó el poder discrecional de los militares para garantizar su acumulación privada a costa de la mayoría del pueblo brasilero. Esa amenaza ha vuelto por el comportamiento amenazador del actual presidente, insano e indiferente a la destrucción de miles de vidas, oponiéndose, en contra de todas las recomendaciones científicas, al lockdowny al aislamiento social, amenazando continuamente con un golpe de estado o con decretar el estado de sitio. Las instancias competentes que podrían actuar no actúan e, inertes, asisten también a la tragedia de todo un pueblo.

Encajan aquí las palabras de Ulysses Guimarães, valiente opositor de la dictadura civil-militar y coordinador de la Constitución de 1988: “tengo odio y asco de la dictadura”, palabras repetidas el 31 de marzo de 2021 por Miriam Leitão, periodista y analista de economía en O Globo, una de las víctimas de la represión. “Dictadura nunca más”.

Fuente:  https://leonardoboff.org/2021/04/03/1964-golpe-de-clase-con-apoyo-militar/

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Durante el aislamiento social: qué leer y cómo leer

Por: Leonardo Boff

Durante el aislamiento social forzado para el bien de cada persona y de los otros ante el ataque del coronavirus, se nos pide recogernos en nuestras casas o habitaciones.

La convivencia física con los próximos nos hace conocer las diferencias, el modo de ser de cada uno, de pensar y de leer el mundo. No es fácil. La primera cosa que descubrimos es aquello que, con fina percepción, formuló Caetano Velloso: “de cerca nadie es normal”, frase que recorrió el mundo. De hecho, la normalidad va siempre junto con cierta anormalidad.

Nos damos cuenta de la luz y de la sombra, de lo sim-bólico (que une) y de lo dia-bólico (que separa) que habitan en cada uno de nosotros. No como defecto de nuestra creación, sino como nuestra condición humana real. Esta polaridad está en todo: en el universo (caos y cosmos), en la vida (salud y enfermedad), en la naturaleza (nacimiento y muerte), en la sociedad (individualismo y solidaridad). El desafío es cómo articular estas polaridades de forma que la dimensión de luz y de lo normal no permita la dominación de la sombra y de lo anormal, lo que nos quitaría la felicidad y la convivencia pacífica.

Hay muchas maneras de ocuparnos durante este tiempo, para todos bien penoso. Una de ellas es la lectura de libros espirituales o religiosos que pueden abrirnos nuevos sentidos especialmente ante las inquietudes e interrogaciones que la irrupción de la Covid-19 ha traído a cada persona y a la humanidad. Es un contraataque de la naturaleza a toda la humanidad: ¿Qué señal es ésta y que nos quiere decir?

Fuentes espirituales o religiosas escritas hace miles de años, pueden quizás darnos alguna luz, no sólo para la dramática coyuntura actual, sino también para la propia vida. Sugiero aquí empezar a leer la Biblia judeocristiana, el Primer Testamento (Antiguo Testamento) y el Segundo (Nuevo Testamento), textos escritos a lo largo de 3-4 mil años. En ellos se encuentra de todo; por eso, conforme a la situación existencial en la cual se vive, se escogen las partes más adecuadas.

Es bueno recordar que cada uno lee los textos con los ojos que tiene, de ahí que leer es siempre interpretar. Interpretamos a partir del punto de vista personal, pues cada punto de vista es la vista desde un punto. Además la cabeza piensa desde donde pisan los pies… Si mis pies pisan una favela y yo leo a partir del punto de vista de la favela, selecciono los textos que más se refieren a esta situación. Esto no significa negar los otros textos, sino dar vida a los textos a partir de los con-textos en que vivimos y con pre-texto de tal y tal situación. También puede leerse a partir de quien vive en el centro de la ciudad con todos los servicios funcionando y dándole seguridad en la vida. Este «lugar social» permite otro tipo de lectura.

Ahí los viejos textos del pasado nos revelan novedades. De modo general, podemos decir que hay tantas lecturas como lugares sociales. Los campesinos expulsados de sus tierras leerán los textos bíblicos de manera diferente y hasta opuesta a la del latifundista que los expulsó. Así podríamos multiplicar los ejemplos.

Conclusión: no debemos cerrarnos en nuestra propia lectura, lo que sería exclusivismo y hasta fundamentalismo, sino abrirnos a otras lecturas que relativizan y enriquecen la nuestra.

Nunca se debe poner el libro delante de los ojos, escondiendo la realidad desnuda y cruda. Esa es la equivocación de los fundamentalistas que sólo ven el libro y sus frases tomadas en sí mismas.

No fue escrito para eso. Fue escrito para iluminar la realidad. Es inspirado porque nos inspira a comprender más y a vivir mejor. Por eso debe ser puesto detrás de la cabeza, para iluminar la realidad con todas sus contradicciones.

El primer libro que Dios nos dio es el libro de la creación. En él está toda la sabiduría que nos hace falta para vivir bien. Lamentablemente hemos perdido la capacidad de leer bien este libro. Vemos la creación no como un valor en sí misma, sino utilitariamente, como un baúl de recursos para ser explotados a nuestro gusto, sin preocuparnos de las demás personas ni de los daños que les hacemos, y sin darle tiempo para regenerarse.

Entonces se nos dio otro libro, la Biblia, que nos ofrece las claves de lectura para el primer libro, el de la creación.

Éste es el sentido profundo de la lectura de la Biblia: entender mejor el mundo, nuestra vida personal, el sentido de nuestras tribulaciones, la necesidad de la esperanza y, sobre todo, la vivencia concreta del amor, de la solidaridad, del cuidado y de la compasión.

No quiere ser ni puede ser un libro de ciencia. Es un libro de sabiduría de vida que responde a las búsquedas humanas.

Cada uno escoge los libros de la Biblia que le parecen mejor. Yo recomiendo del Primer Testamento todos los libros sapienciales: Job, los Salmos, especialmente el 23 y el 103; Proverbios, Eclesiastés, Eclesiástico, Cantar de los Cantares, libro de alto erotismo, que nunca habla de Dios, ni lo necesita, pues Dios es amor; Lamentaciones.

Del Segundo Testamento aconsejo empezar por los Hechos de los Apóstoles, verdadera saga que narra cómo san Pablo y compañeros anduvieron más de mil kilómetros por el imperio romano para anunciar los valores predicados y vividos por Jesús (el amor incondicional, la apertura a Dios como el Dios bueno y misericordioso, el cuidado hacia los pobres y los que sufren, la capacidad de perdón y la certeza de nuestra resurrección, que es más que sólo la inmortalidad del alma). Después, la Primera Carta a los Corintios, en la cual se ven los grandes valores éticos a ser asumidos. De los evangelios, empezar por el de san Marcos, el más conciso y más cercano al Jesús histórico; el evangelio de san Lucas, en el cual Jesús muestra su inmensa compasión con los que sufren y con los pobres, y amonesta a los poderosos y ricos; el evangelio de san Juan, lleno de espiritualidad; la Epístola de Santiago en la que se predica una moral bien concreta y actual.

En portugués, aconsejo la Biblia de la editorial Vozes, de Petrópolis RJ, Brasil, por sus excelentes introducciones y comentarios (vendas@vozes.com.br).

Déjense tomar por las palabras bíblicas que, junto con otros libros sagrados de otros caminos espirituales, propician para nosotros un encuentro con la Palabra que nos ilumina el camino en las noches sombrías de la vida, tales como las de los tiempos actuales.

Fuente: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1019

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Brasil: Lección de la Covid-19: enfermamos a la Tierra y la Tierra nos enferma

Lección de la Covid-19: enfermamos a la Tierra y la Tierra nos enferma

Leonardo Boff

La irrupción del coronavirus en 2019 ha revelado la íntima conexión existente entre Tierra y Humanidad. Según la nueva cosmología (visión científica del universo), nosotros, los humanos, formamos una entidad única con la Tierra. Participamos de su salud y también de su enfermedad.

Isaac Asimov, científico ruso, famoso por sus libros de divulgación científica, a petición de la revista New York Times (del día 9 de octubre de 1982) con ocasión de la celebración de los 25 años del lanzamiento del Sputnik, que inauguró la era espacial, escribió un artículo sobre el legado de ese cuarto de siglo espacial.

El primer legado, decía él, es la percepción de que, en la perspectiva de las naves espaciales, la Tierra y la humanidad forman una única entidad, es decir, un único ser, complejo, diverso, contradictorio y dotado de gran dinamismo.

El segundo legado es la irrupción de la conciencia planetaria: construir la Tierra, y no simplemente las naciones, es el gran proyecto y desafío humano. Tierra y Humanidad tienen un destino común. Lo que pasa en una, pasa también en la otra. La Tierra enferma y al mismo tiempo enferma el ser humano; enferma el ser humano, enferma también la Tierra. Estamos unidos para el bien y para el mal.

En el momento actual, toda la Tierra y cada persona estamos siendo atacados por la Covid-19, especialmente Brasil, víctima de un jefe de estado de locura que no se preocupa por la vida de su pueblo. Todos, de una forma u otra, nos sentimos enfermos física, psíquica y espiritualmente.

¿Por qué hemos llegado a esto? La razón reside en la Covid-19. Es erróneo verla aisladamente sin su contexto. El contexto está en la forma como organizamos desde hace ya tres siglos nuestra sociedad: con pillaje ilimitado de los bienes y servicios de la Tierra para provecho y enriquecimiento humano. Este propósito ha llevado a ocupar el 83% del planeta, deforestando, contaminando el aire, el agua y los suelos. En palabras del pensador francés Michel Serres, promovemos una guerra total contra Gaia, atacándola en todos los frentes sin ninguna posibilidad de vencerla. La consecuencia ha sido la destrucción de los hábitats de miles de especies de virus. Para sobrevivir saltaron a otros animales y de estos a nosotros.

La Covid-19 representa un contraataque de la Tierra contra la agresión sistemática montada contra ella. La Tierra enfermó y nos pasó su enfermedad mediante una gama de virus como el zika, la chicungunya, el ébola, la gripe aviaria y otros. Como formamos con la Tierra una unidad compleja, enfermamos con ella. Y si enfermamos nosotros, terminamos también por enfermarla. El coronavirus representa esta simbiosis siniestra y letal.

De modo general debemos entender que la reacción de la Tierra a nuestra violencia se muestra por la fiebre (calentamiento global), que no es una enfermedad, pero apunta a una enfermedad: el alto nivel de contaminación por gases de efecto invernadero que la Tierra no consigue digerir y su incapacidad de continuar ofreciéndonos sus bienes y servicios naturales. El 22 de septiembre de 2019 se produjo la Sobrecarga de la Tierra, es decir, las reservas de bienes y servicios naturales, necesarios al sistema-vida, tocaron fondo. Entramos en números rojos, tenemos un cheque sin fondos.

Para tener lo necesario y, peor, para mantener el consumo suntuoso y el desperdicio de los países ricos, debemos arrancarle a la fuerza sus “recursos” para atender la demanda de los consumistas. ¿Hasta cuándo aguantará la Tierra?

Sabemos que hay nueve fronteras planetarias que no se pueden sobrepasar sin amenazar la vida y nuestro proyecto civilizatorio. Cuatro de ellas ya las hemos traspasado. La consecuencia es que tenemos menos agua, menos nutrientes, menos cosechas, más desertificación, mayor erosión de la biodiversidad y de los demás elementos indispensables para la vida. Por tanto, nuestro tipo de relación es anti-vida y es la causa principal de la enfermedad de la Tierra que, a su vez, nos vuelve también enfermos. Por esta razón, casi todos nosotros, especialmente a causa del aislamiento social y de las medidas higiénicas, nos sentimos prostrados, desvitalizados, irritables, en una palabra, atrapados por una pesadilla que no sabemos cuándo va a acabar. La muerte de miles de seres queridos, sin poder acompañarlos y darles la última despedida con un luto imprescindible, nos abruman y ponen en jaque el sentido de la vida y el futuro de nuestra convivencia en este planeta.

Por otro lado, con un alto costo, estamos aprendiendo que lo que nos está salvando no son los mantras del capitalismo y del neoliberalismo: el lucro, la competencia, el individualismo, la explotación ilimitada de la naturaleza, la exigencia de un Estado mínimo y la centralidad del mercado. Si hubiéramos seguido estos “valores”, casi todos seríamos víctimas. Lo que nos está salvando es el valor central de la vida, la solidaridad, la interdependencia de todos con todos, el cuidado de la naturaleza, un Estado bien pertrechado para atender las demandas sociales, especialmente las de los más necesitados, la cohesión de la sociedad por encima del mercado.

Nos damos cuenta de que cuidando mejor todo, recuperando la vitalidad de los ecosistemas, mejorando nuestros alimentos, orgánicos, descontaminando el aire, preservando las aguas, los bosques y las selvas nos sentimos más saludables y con esto hacemos la Tierra también más saludable y revitalizada.

Lo que la Covid-19 nos ha venido a mostrar de forma brutal es que ese equilibrio Tierra y humanidad se ha roto. Nos hemos vuelto demasiado voraces, arrancando a la Tierra lo que ella ya no nos puede dar. No respetamos los límites de un planeta pequeño, con bienes y servicios limitados. Antes bien, nuestra cultura ha creado un proyecto irracional de crecimiento ilimitado como si los bienes y servicios de la Tierra fuesen también ilimitados. Esa es la ilusión en la que continúan las mentes de casi todos los empresarios y de los jefes de Estado.

La Covid-19 nos hace recuperar nuestra verdadera humanidad, aunque sea ambigua por naturaleza. Ella está hecha de amor, de solidaridad, de empatía, de colaboración y de la dimensión humano-espiritual que da el debido valor a los bienes materiales, sin absolutizarlos, pero da mucho más valor a los bienes intangibles como los que hemos citado. Los materiales los dejamos atrás, los humano-espirituales los llevamos más allá de la muerte, pues constituyen nuestra identidad definitiva.

Cuanto más amigables sean nuestras relaciones con la naturaleza, y más cooperativas las relaciones entre nosotros, más se vitaliza la Tierra. Y la Tierra revitalizada nos hace también saludables. Nos curamos juntos y juntos celebramos nuestra convivencia terrenal.

Fuente de la Información: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1018

 

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Brasil: Hoy cuenta más un banquero que el buen padre Julio Lancellotti

Hoy cuenta más un banquero que el buen padre Julio Lancellotti

La cultura dominante, hoy mundializada, se estructura alrededor de la voluntad de poder, que se traduce en voluntad de dominación de la naturaleza, del otro, de los pueblos y de los mercados. Esa lógica continuamente crea tensiones, conflictos y guerras. Y provocó la irrupción de la Covid-19 que encontró en un presidente “un Trump de las cavernas”, que la consideró una “gripecita” y así se desentendió de atender al pueblo, presenciando sin ninguna empatía la muerte de más de 240.000 víctimas, para escándalo nacional e internacional.

De los 3.400 años de historia de la humanidad que podemos datar, nos dice el historiador Georg Weber, 3.166 fueron de guerra. Los restantes 234 no fueron ciertamente de paz sino de preparación para otra guerra.

Prácticamente las fiestas nacionales de todos los países, sus héroes así como los monumentos de sus plazas, están relacionados con hechos de guerra. Los medios de comunicación llevan al paroxismo la magnificación de todo tipo de violencia, bien simbolizada en el programa nocturno de una de las televisiones con el título Tela Quente (pantalla caliente). Y para vejamen general, nuestro presidente defiende la tortura de los tiempos de la dictadura militar y exalta a torturadores sanguinarios.

En los distintos países, el militar, el banquero y el especulador valen más que el poeta, el filósofo y el santo. Cuenta más el rico empresario de la Fiesp que el pobre hombre de Dios que cuida de la gente de la calle y sólo por eso está siempre amenazado de muerte: el padre Julio Lancellotti. En los procesos de socialización formal e informal, la cultura de la violencia no crea mediaciones para una cultura de la paz, del diálogo y de la fraternidad universal.

Esta situación suscita siempre de nuevo la pregunta que de forma dramática Albert Einstein plantea a Sigmund Freud en 1932: ¿Es posible superar o controlar la violencia? Freud, realista, responde: “Es imposible controlar directamente el instinto de muerte (thánatos). Sin embargo, se puede actuar por vías indirectas. Todo lo que hace surgir lazos emocionales entre los seres humanos actúa contra la guerra. Todo lo que civiliza, trabaja contra la guerra”. Pero concluye con resignación: “hambrientos, pensamos en el molino que muele tan despacio que podemos morir de hambre antes de recibir la harina” (Obras completas III, 3, 215).

Sin entrar en detalles, diríamos que detrás de la violencia funcionan fuertes estructuras que rompen los posibles lazos de fraternidad. Si no las controlamos, se hace verdad lo que Thomas Hobbes sustenta en su Leviatán (1561): el ser humano es lobo para otro ser humano.

La primera estructura es el caos, siempre presente en el proceso cosmogénico y antropogénico. Todos somos hijos e hijas del caos primordial, de aquella inmensa explosión silenciosa, el big bang ocurrida hace unos 13.700 millones de años. La expansión y la evolución del universo son una forma de crear orden (cosmos) en este caos y no permitir que sea sólo caótico, sino que sea también generativo. Él genera nuevos cuerpos celestes, galaxias, estrellas y agujeros negros. Incluso así, caos y cosmos (nuevos órdenes) acompañan siempre la evolución del universo. Él actúa también en el ser humano, haciendo que sea simultáneamente amoroso y violento, luz y sombra.

Esta estructura de caos ha producido cerca de cinco extinciones masivas de seres vivos, ocurridas hace millones de años. En la última, hace cerca de 67 millones de años, perecieron todos los dinosaurios. Posiblemente la propia inteligencia también nos ha sido dada para limitar la acción destructiva del caos y potenciar su acción generadora de nuevos órdenes.

En segundo lugar, somos herederos de la cultura patriarcal que instauró, hace más de diez mil años, la dominación del hombre sobre la mujer y creó las instituciones asentadas sobre el uso legítimo de la violencia por el Estado, más presente en el ejército, en la guerra, en las clases, en el proyecto de la tecnociencia puesta al servicio de los procesos de producción que implican una depredación sistemática de la naturaleza y una deshumana injusticia social.

En tercer lugar, esa cultura patriarcal usó la represión, el miedo, el terror y la guerra como forma de resolver los conflictos. Sobre esta vasta base se formó la cultura del capital, explotando la fuerza de trabajo humano y devastando la naturaleza. Su objetivo es el lucro y no la vida, su lógica es la competición y no la cooperación, el individualismo y no la interdependencia entre todos. Su dinámica excluyente origina desigualdades, injusticias, violencias que eliminan miles, millones de vidas humanas. La irrupción de la Covid-19 ha impuesto a todos una pausa en esa voracidad, pues todo ha tenido que parar, la producción y la circulación de los seres humanos, sujetos al confinamiento social. Limó los dientes al lobo pero no le quitó la ferocidad. Los especuladores han acumulado fortunas fantásticas agravando la desigualdad social.

Todas estas fuerzas se articulan estructuralmente para consolidar la cultura de la dominación y de la violencia, actitudes contrarias a cualquier tipo de fraternidad. Ellas nos deshumanizan a todos, haciéndonos, según dice la encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti, no hermanos y hermanas sino solo socios de intereses personales o corporativos (cf. nº 12;101). No basta estar a favor de la paz. Tenemos que estar contra la guerra, y en Brasil denunciar la ausencia de un proyecto oficial para detener la Covid-19, que ha hecho a su principal responsable, el jefe de la nación, “un gendarme de la burguesía”, que no cuida las vidas de su pueblo ni muestra empatía con las familias y personas que han perdido seres queridos, como si se hubiese hecho una lobotomía.

A esta cultura de la violencia hay que oponer la cultura de la paz. Al mundo de los socios tenemos que hacer valer el mundo de los hermanos y hermanas. Ésta es una propuesta innovadora, un verdadero nuevo paradigma civilizatorio del Papa Francisco en la Fratelli tutti: un modo de habitar la Casa Común como frater hermano y hermana, en la cual prevalece una fraternidad sin fronteras entre los humanos y también con los demás seres de la naturaleza de la cual es parte, en contraposición al paradigma de la modernidad asentado sobre el dominus, el ser humano como amo y señor de la naturaleza y no parte de ella.

Tal propuesta es imperativa, porque las fuerzas de destrucción ya han roto durante siglos el contrato natural con la Tierra y la naturaleza y por todas partes amenazan con romper el contrato social mínimo por la ascensión de la derecha y de la extrema derecha que no respetan las leyes ni la Constitución creando un Estado pos-democrático y sin ley (R.R. Casara). Esta propuesta papal es imperativa porque el potencial destructivo, en términos de armas de destrucción masiva ya montado, más el calentamiento global pueden poner en peligro toda la biosfera e imposibilitar la continuidad del proyecto humano. O limitamos la violencia y hacemos prevalecer el proyecto de la fraternidad universal, del amor social y de la paz perenne, como lo proclama de forma entre angustiada y esperanzada el actual Pontífice, o conoceremos, al límite, un camino que no tiene vuelta atrás. A nuestra generación le toca tomar esta decisión.

 

 

 

Leonardo Boff

Fuente de la Información: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1016

 

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Brasil: Hoy la democracia como farsa y las instituciones como disfraz

Hoy la democracia como farsa y las instituciones como disfraz

Leonardo Boff

Es un hecho confesado por el ex jefe supremo de las FFAA, general Villas Boâs, que en 2018 el Alto Comando dio un golpe a la democracia brasilera, infringiendo el inciso XILV del artículo 5ºde la Constitución que dice: «constituye delito indecible e imprescriptible la acción de grupos armados, civiles o militares, contra el orden constitucional y el Estado Democrático».

El sentido era, presionando al STF para mantenerse distante, utilizar al juez Sérgio Moro (eximio en aplicar el law fare) para sacar a Lula de las elecciones presidenciales, condenarlo por el delito que fuera, en este caso “por delito indeterminado”, y ponerlo en la cárcel donde permaneció más de 500 días. Esto abriría el camino para la elección del ex capitán reformado perentoriamente por mal comportamiento, Jair Bolsonaro. Es lo que realmente pasó.

Conocemos la “desolación de la tribulación” bíblica, que sobrevino a nuestro país con el presidente electo. Ocupó militarmente el Estado con 11 mil militares en distintas funciones de mando o de administración. No supo guardar la dignidad que el más alto cargo de la nación exige y se entregó a difamaciones, a mentiras directas, a las fake news, al uso vergonzoso de palabrotas con desprecio soberano de la prensa. Mente asesina, prefirió incentivar la compra de más armas por los civiles que elaborar un plan de enfrentamiento a la covid-19, que ha causado ya más de 220 mil víctimas y nos estamos aproximando a 10 millones de infectados. En la evaluación mundial, Brasil ha quedado en último lugar en las políticas sanitarias contra la covid-19 así como en vacunar a la población.

Nuestra democracia que históricamente ha sido siempre de baja intensidad, ahora, con Bolsonaro y comparsas, voló en pedazos sin ni siquiera llegar a ser de bajísima intensidad. Se ha vuelto una farsa y sus principales instituciones un disfraz de legalidad, por más que se diga que “las instituciones funcionan”. ¿Cabe preguntar para quién? No para la política sanitaria mínima, no para la justicia necesaria para millones de desempleados, para los indígenas y quilombolas, no para el cuidado de la naturaleza en devastación, no para defensa contra amenazas directas al STF ni contra un propósito declarado de golpe militar. Bajo el disfraz de legalidad se blindan notorios corruptos, se concede fácilmente habeas corpus a políticos acusados de ilegalidades y hasta de crímenes y permanecen impunes los centenares de feminicidios y ofensas e incluso asesinatos de los LGBTI.

Me voy a permitir usar las palabras de dos sociólogos ya que encontré en ellos las mejores maneras de expresar lo que siento y pienso acerca de nuestra pretendida democracia: Thiago Antônio de Oliveia Sá, sociólogo y profesor universitario (cf. O sequestro das instituições brasileiras, en Carta Maior de 14/02/2021) y Pedro Demo, compañero de estudios en Brasil y enAlemania, profesor de la Universidad de Brasilia, una de las inteligencias más brillantes que conozco, con vasta obra de investigación científica. De ellas me sirvo tomando apenas algunos tópicos significativos del libro Introducción a la Sociología: Complejidad, Interdisciplinariedad y Desigualdad Social, Editora Atlas, São Paulo 2002 pp, 329-333), donde aborda directamente el tema de la democracia en Brasil.

Comienzo con Oliveira Sá en el referido artículo de Carta Maior: «Lo público es un anexo de lo privado. La pericia cede lugar a la malicia. La corrosión institucional se visualiza fácilmente: oscurantistas y mal educados como ministros de Educación; un ecocida que pasa su boyada sobre el medio ambiente; una ruralista al frente de la agricultura nos envenena con sus más de 500 agrotóxicos legalizados; una evangélica fundamentalista cuida de las mujeres y demás minorías con su machismo y su obsesión con la sexualidad ajena. No nos olvidemos del primer ministro de Salud, lobista de los planes privados, extendiendo su mano visible sobre el SUS. Un emisario del mercado financiero dirige el ministerio de economía. Un chiflado, paria orgulloso y antiglobalizador (sea lo que sea eso), hace de Brasil vejamen internacional en las relaciones exteriores. Un racista al frente de la Fundación Palmares. Policía federal convertida en guardaespaldas particular de la presidencia y de sus hijos. La Procuradoría General de la República librando la cara del empresario de las rachadinhas. Un militar en la Salud no necesita mayores explicaciones…. jueces que toman partido, ver las nuevas filtraciones de los planes nada republicanos de Moro, Dallagnol y sus comparsas. Absurdo, pero no sorprendente: la vieja conversión de las instancias judiciales en arma de grupos dominantes. Para persecución de adversarios, para inviabilizar sus candidaturas en favor de otros».

No pierde en contundencia Pedro Demo. Lo que escribió en 2002 vale mucho más para 2021: «Nuestra democracia es escenificación nacional de refinada hipocresía, llena de leyes “bonitas”, pero hecha siempre en última instancia por la élite gobernante para que le sirva de principio a fin. Nuestra democracia refleja crudamente la “lucha por el poder” en el sentido más maquiavélico de lucha por los privilegios. Los políticos sin privilegios son figuras espurias en nuestro escenario; de entrada son personas que se caracterizan por ganar mucho, trabajar poco (mi comentario: véase al ex diputado Jair Bolsonaro en sucesivos mandatos), hacer negocios poco claros, emplear a familiares y asociados, enriquecerse a costa de las arcas públicas, entrar en el mercado por arriba. Pero hay excepciones que confirman la regla.
La propia Constitución de 1988 no alberga propiamente un proyecto nacional colectivo, afinado bajo la batuta de la justicia y la igualdad de oportunidades, sino una propuesta corporativista tallada por medio de la presión particular: los magistrados hicieron su capítulo, así como la policía, las universidades, el legislativo, el judicial, el ejecutivo y la iniciativa privada… Y la tan ponderada por Ulysses Guimarães como “Constitución Ciudadana”, pero con una concepción corporativista extrema, pero sin ninguna conexión con una base financiera e institucional … Al final hicimos otra imitación barata del estado de bienestar. Pero hay cosas buenas como la ley de responsabilidad fiscal para evitar gastar lo que no se recauda…El legislativo lejos de defender ideas, propuestas, equidad, defiende fondos, tajadas de poder, privilegios exclusivos. Es el principal lugar de negociación, de aquí y de allá… No es, pues, difícil demostrar que nuestra democracia es sólo formal, farsante, que convive solemnemente con la miseria de las grandes mayorías. Si aunáramosdemocracia con justicia social, nuestra democracia sería su propia negación. En la clase política dominante en general, no hay rastro de un gesto dirigido a superar males históricos enraizados en privilegios absurdos para unos pocos… Nuestra pobre política lancinante se traduce en la miseria de nuestra democracia. Por eso es tan importante mantener la ignorancia política de las masas»(333).

La realidad política de Bolsonaro es mucho peor que la delineada arriba. Su objetivo es devolver el país a la fase anterior a la Ilustración, a la universalización del saber, los derechos y la democracia en dirección regresiva a tiempos oscuros de lo peor de la Baja Edad Media; no de la dorada Edad Media con sus inmensas catedrales, con la creación de universidades, con sus sumas teológicas, con sus sabios, místicos y santos. Todo lo que se creó en los gobiernos de Lula-Dilma con sabor popular o inserción de los empobrecidos en la sociedad ha sido literalmente desmantelado de manera criminal, pues ha implicado sufrimiento para quienes siempre han sufrido históricamente.

Nos causa horror e indignación constatar que aquellas autoridades judiciales y políticas que podrían promover acciones jurídicamente fundadas contra la irresponsabilidad jurídica y delitos sociales comunes del presidente no se muevan, ya sea porque se sienten cómplices o por ausencia de espíritu patriótico y faltos de sentido de justicia social. Como viven a kilómetros luz del drama del pueblo y ven sus derechos adquiridos y sus privilegios garantizados, no les mueve la noble compasión para usar los instrumentos jurídicos de que disponen para librar a la nación de aquel que la está destruyendo y sigue más aferrado aún a este mismo intento perverso.

Razón tiene el Papa Francisco al hablar varias veces a los movimientos sociales mundiales, aquellos que quieren otro mundo porque este les es un infierno o un purgatorio: no esperen nada de arriba, pues siempre viene más de lo mismo o peor. Empiecen por ustedes mismos, es decir, las multitudes deben salir a las calles y las plazas y votar para echar a los que les secuestran las oportunidades de ser gente y de sentirse con un mínimo de dignidad y alegría de vivir. Esperamos que suceda eso. Sólo después de sentirse amenazados, los dominantes se adhieren. Si no tenemos cuidado, se apropian de la energía emergente para sus propios fines privados. Pero aquello que debe ser tiene fuerza: la destitución de quien conduce una política necrófila y enemiga del propio país.

Ante la oscuridad del horizonte, y con mucho coste, manteniendo la esperanza contra toda esperanza, hago mías las palabras del Maestro, transido también de profundo pesar: tristis est anima mea usque ad mortem.

Leonardo Boff es teólogo, filósofo y escritor.

Traducción: M.ª José Gavito Milano, para El blog de Leonardo Boff.

Fuente: https://leonardoboff.org/2021/02/22/hoy-la-democracia-como-farsa-y-las-instituciones-como-disfraz/

Fuente de la Información: https://rebelion.org/hoy-la-democracia-como-farsa-y-las-instituciones-como-disfraz/

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Brasil: Es posible la fraternidad humana universal y con todas las criaturas? (II)

Es posible la fraternidad humana universal y con todas las criaturas? (II)

Leonardo Boff

Hace dos años, en febrero de 2019, el Papa Francisco, cuando visitó los Emiratos Árabes, firmó en Abu Dhabi con el Gran Imán Al Azhar Ahmad Al-Tayyeb un importante documento: “Sobre la fraternidad humana, en pro de la paz y de la convivencia común”. Dando continuidad la ONU estableció el día 4 de febrero como el Día de la Fraternidad Humana.

Todos son esfuerzos generosos que buscan, si no eliminar, al menos minimizar las profundas divisiones que imperan en la humanidad. Ansiar una fraternidad universal parece un sueño distante, pero siempre anhelado.


El gran obstáculo a la fraternidad: la voluntad de poder

El eje estructurador de las sociedades mundiales y de nuestro tipo de civilización, ya lo escribimos anteriormente, es la voluntad de poder como dominación.

No hay declaraciones sobre la unidad de la especie humana y de la fraternidad universal, tal como la más conocida Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU de 1948, enriquecida con los derechos de la naturaleza y de la Tierra, que consigan imponer límites a la voracidad del poder. Bien lo entendió Thomas Hobbes en su Leviatán (1615):

«Señalo, como tendencia general de todos los hombres, un perpetuo e inquieto deseo de poder y más poder, que sólo cesa con la muerte; la razón de esto radica en el hecho de que no se puede garantizar el poder sino es buscando todavía más poder».

Jesús fue víctima de ese poder y fue asesinado judicialmente en la cruz. Nuestra cultura moderna se ha apoderado de la muerte, ya que con la máquina de exterminio total creada puede eliminar la vida en la Tierra y a sí misma. ¿Cómo controlar el demonio del poder que nos habita? ¿Dónde encontrar el remedio?


Renuncia a todo poder por la humildad radical

Aquí san Francisco nos abre un camino: la humildad radical y la total sencillez. La humildad radical implica ponerse junto al humus, en la tierra, donde todos nos encontramos y nos hacemos hermanos y hermanas porque todos venimos del mismo humus.

El camino para eso consiste en bajar del pedestal en el que nos colocamos como amos y señores de la naturaleza y realizar un despojamiento radical de todo título de superioridad. Consiste en hacerse realmente pobre, en el sentido de quitar todo lo que se interpone entre el otro y yo. Ahí se esconden los inter-eses. Estos no pueden prevalecer, pues son trabas para el encuentro con el otro cara a cara, mirándose a los ojos, con las manos abiertas para el abrazo fraterno entre hermanos y hermanas, por distintos que sean.

La pobreza no es ningún ascetismo. Es el modo que nos hace descubrir la fraternidad, juntos sobre el mismo humus, sobre la hermana y madre Tierra. Cuanto más pobre, más hermano del Sol, de la Luna, del pobre, del animal, del agua, de la nube y de las estrellas.

Francisco recorrió humildemente esta senda. No negó los oscuros orígenes de nuestra existencia, el humus (de donde viene homo en latín) y de esta forma confraternizó con todos los seres, llamándolos con el dulce nombre de hermanos y hermanas, hasta al feroz lobo de Gubbio.


Otro tipo de presencia en el mundo

Se trata de tener una nueva presencia en el mundo y en la sociedad, no como quien se cree la cumbre de la creación y está por encima de todos, sino como quien está al pie y junto a los demás seres. Por esta fraternidad universal, el más humilde encuentra su dignidad y su alegría de ser por sentirse acogido y respetado y por tener garantizado su lugar en el conjunto de los seres.

Leclerc obstinadamente plantea siempre de nuevo la pregunta como quien no está totalmente convencido: «¿Será posible la fraternidad entre los seres humanos?» Y él mismo responde: Solamente si el ser humano se coloca a sí mismo con gran humildad entre las criaturas, dentro de la unidad de la creación (que incluye al ser humano y lanaturaleza como un todo), respetando todas las formas de vida, incluso las más humildes, podrá esperar un día formar una verdadera fraternidad con todos sus semejantes. La fraternidad humana pasa por esta fraternidad cósmica» (p. 93).


La fraternidad viene acompañada de la sencillez

Esta no es una actitud exagerada ni excesiva. Se trata de un modo de ser que aparta todo lo que es superfluo, todo tipo de cosas que vamos acumulando, que nos hacen rehenes de ellas y crean desigualdades y barreras con respecto a los otros, negándonos a convivir solidariamente con ellos, y nos lleva a contentarnos con lo suficiente y a compartir con los demás.

Este camino no fue fácil para Francisco. Se sentía responsable del camino de la pobreza radical y de la fraternidad. Al crecer el número de seguidores, por miles, se imponía una organización mínima. Había bellos ejemplos en el pasado. Francisco le tenía verdadera ojeriza a eso. Llegó a decir: “no me hablen de las reglas de San Agustín, de San Benito o de San Bernardo; Dios quiso que yo fuese un nuevo loco en este mundo (novellus pazzus)”. Es la clara afirmación de la singularidad de su modo de vida y de su estar en el mundo y en la Iglesia, como un simple laico que toma absolutamente en serio el evangelio en medio y con los pobres e invisibles, y no como un clérigo de la poderosa Iglesia feudal.


La gran tentación de san Francisco

Sin embargo, en un momento dado de su vida entra en una crisis profunda, pues veía que su camino evangélico de pobreza radical y de fraternidad le estaba siendo arrebatado.

Afligido, se retira a una ermita en el bosque durante dos largos años, acompañado de su íntimo amigo fray León “la ovejita de Dios”. Es la gran tentación, a la que las biografías dan poca relevancia, pero es esencial para entender la propuesta de vida de Francisco.

Por fin, se despoja de ese instinto de posesión espiritual. Acepta un camino que no es el suyo pero que es inevitable. ¿Dónde dormirían los frailes? ¿Cómo se sostendrían? Prefiere salvar la fraternidad a salvar su propio ideal. Acoge jovialmente la férrea lógica de la necesidad. Ya no pretende nada más. Se despoja totalmente, incluso de sus deseos más íntimos, hasta el punto de que su biógrafo san Buenaventura lo llama vir desideriorum (varón de deseos).

Ahora, totalmente despojado en su espíritu, se deja conducir por Dios. El Espíritu será el señor de su destino. Él mismo ya no se propone nada más. Está a merced de aquello que la vida le va pidiendo, viéndola como voluntad de Dios. Siente en eso la mayor libertad de espíritu posible, que se expresa por una alegría permanente hasta el punto de que le llaman “el hermano siempre alegre”. Él no ocupa ya el centro. El centro es la vida conducida por Dios. Y eso basta.

Regresa entre los cofrades y recupera la jovialidad y la plena alegría de vivir, pero, siguiendo la llamada del Espíritu, como en los primeros tiempos, vuelve a convivir con los leprosos, a los que llama “mis cristos” en profunda comunión fraterna. Jamás abandona la profunda comunión con la hermana y Madre Tierra. Cuando va a morir, pide que lo coloquen desnudo sobre la Tierra para la última caricia y total comunión con ella.


La unidad de la creación: todos hermanos y hermanas, los humanos y la naturaleza

Francisco buscó incansablemente la unidad de la creación mediante la fraternidad universal, unidad que incluye a seres humanos y seres de la naturaleza. Todo comienza con la fraternidad con todas las criaturas, amándolas y respetándolas. Si no cultivamos esta fraternidad con ellas, la fraternidad humana pasa a ser meramente retórica y continuamente violada.

Curiosamente, el famoso antropólogo Claude Lévy Strauss, que enseñó e investigó en Brasil durante muchos años y aprendió a amarlo (véase su libro Saudade de Brasil), confrontado con la crisis aterradora de nuestra cultura, sugiere el mismo remedio que san Francisco: «el punto de partida debe ser una humildad principal: respetar todas las formas de vida… preocuparse del ser humano sin preocuparse de las otras formas de vida es, queramos o no, llevar a la humanidad a oprimirse a sí misma, abrirle el camino de la auto-opresión y de la auto-explotación» (Le Monde 21-22 de enero de 1999). Frente a las amenazas planetarias afirmó también: «La Tierra surgió sin el ser humano y podrá continuar sin el ser humano».

Volvamos a nuestro momento histórico: el confinamiento social nos ha creado condiciones involuntarias para plantearnos esta cuestión fundamental: ¿Qué es esencial, la vida o el lucro? ¿el cuidado de la naturaleza o su explotación ilimitada? ¿Qué Tierra queremos, finalmente? ¿Y qué Casa Común queremos habitar? ¿Sólo con nosotros, los seres humanos, o con todos los hermanos y hermanas de la gran comunidad de vida, realizando la unidad de la creación?

El Papa durante la pandemia se tomó un tiempo para reflexionar sobre esta cuestión del momento. La expresó en términos graves, casi desesperanzados en la Fratelli tutti aunque, como hombre de fe, mantiene y reafirma siempre la esperanza.

El superviviente del campo de exterminio nazi, Éloi Leclerc, la replanteó de forma existencial y permanentemente angustiada, pero con signos de esperanza dentro de los frecuentes sobresaltos causados por la memoria imborrable de los horrores sufridos en los campos de exterminio nazi.


Si no puede ser un estado, la fraternidad puede ser un nuevo tipo de presencia en el mundo

Francisco vivió en términos personales la fraternidad universal, pero en términos globales, fracasó. Tuvo que hacer concesiones a la orden y al poder. Y lo hizo sin amargura, reconociendo y acogiendo su inevitabilidad. Es la tensión permanente entre el carisma y el poder. El poder es un componente de la esencia del ser humano social. El poder no es una cosa (como el estado, el presidente, la policía), sino una relación entre personas y cosas. Al mismo tiempo asume la forma de una instancia de dirección social. Sin embargo, debemos calificar la relación y la dirección. ¿Están ambas al servicio del bien de todos, o de grupos y entonces se revela como exclusión y dominación? Para evitar ese modo (el demonio que lo habita) prevalente en la modernidad, el poder debe estar siempre bajo control, ser pensado y vivido a partir del carisma. Este representa un límite al poder para garantizar su carácter de servicio a la vida y al bien de todos, y evitar la tentación de la dominación y del despotismo. El carisma es siempre creativo y pone en jaque al poder establecido.

Respondiendo a la pregunta de si es posible una fraternidad universal, diría: dentro del mundo en que vivimos bajo el imperio del poder-dominación sobre las personas, las naciones y la naturaleza, aquella está siempre inviabilizada y hasta negada. Por aquí no hay camino.

Sin embargo, si no puede ser vivida como un estado permanente, puede realizarse como espíritu, como una nueva presencia y un modo ser que intenta comprometer todas las relaciones, incluso dentro del orden actual que es un desorden. Pero esto solo es posible a condición de que cada persona sea humilde, se sitúe junto al otro y a la altura de naturaleza, supere las desigualdades y vea un hermano y una hermana en cada uno, situados en el mismo humus terrenal donde están nuestros orígenes comunes y sobre el cual convivimos.


El tiempo de san Francisco es nuestro tiempo

Francisco de Asís, en el marco problemático de su tiempo, el ocaso del feudalismo y el alborear de las comunas, mostró la posibilidad real de, al menos a nivel personal, crear una fraternidad sin límites. Pero su impulso lo llevaba más lejos: crear una fraternidad global al unir los dos mundos de entonces: el mundo musulmán del sultán egipcio Al Malik al-Kamil, con quien cultivó una gran amistad, y el mundo cristiano bajo el pontificado de Inocencio III, el más poderoso de la historia de la Iglesia. De esta forma realizaría su mayor sueño: una fraternidad realmente universal, en la unidad de la creación, confraternizando el ser humano con otros seres humanos, aun de religiones tan distintas, pero unidos con todos los demás seres de la creación.

Este espíritu, en el contexto de las fuerzas destructivas del antropoceno y del necroceno reinantes, se enfrenta a una situación totalmente distinta de aquella vivida por Francisco de Asís. En ella no se cuestionaba si la Tierra y la naturaleza tenían o no futuro. Se suponía que todo esto estaba garantizado. Ocurrió lo mismo en la gran crisis económico-financiera de 1929 e incluso en la de 2008. Nadie planteaba la cuestión de los límites de la Tierra y de sus bienes y servicios no renovables.

Era una suposición dada como evidente, pues para todos ella era como un baúl lleno de recursos ilimitados, base para un crecimiento también ilimitado. En la Laudato Si el Papa llama a esta concepción, mentira. Hoy ya no es así. Todo esto se desvaneció, pues sabemos que nosotros podemos hacer tambalear y destruir las bases físicas, químicas y ecológicas que sustentan la vida.


El espíritu de fraternidad como exigencia para la continuidad de nuestra vida en el planeta

No estamos ante una opción que podemos asumir o no, sino ante una exigencia para la continuidad de nuestra vida en este planeta. Nos encontramos en una situación que amenaza nuestra especie y nuestra civilización. La Covid-19 que está afectando a toda la humanidad debe ser interpretada como una señal de la Madre Tierra de que no podemos continuar con la dominación y devastación de todo lo que existe y vive. O hacemos, como advierte el Papa Francisco de Roma a la luz del espíritu y de un nuevo modo de ser en el mundo de Francisco de Asís, “una radical conversión ecológica” (nº 5) o ponemos en peligro nuestro futuro como especie: “Las previsiones catastróficas ya no se pueden mirar con desprecio e ironía. Nuestro estilo de vida y nuestro consumismo insostenibles solo pueden desembocar en catástrofes” (Laudato Si’, nº 161). En la Frateli tutti es más contundente: “Estamos en el mismo barco, nadie se salva solo, solo podemos salvarnos juntos” (nº 32). Se trata de una última carta para la humanidad.


El surgimiento de las condiciones para una fraternidad universal

Y he aquí que surge una nueva alternativa posible, pues la historia no es rectilínea. Conoce rupturas y saltos. Así estaríamos ante un salto en el estado de conciencia de la humanidad. Puede llegar un momento en que ella se vuelva plenamente consciente de que puede autodestruirse, ya sea por una fenomenal crisis ecológica, social y sanitaria (atacada por virus letales) o por una guerra nuclear.

Entenderá que es preferible vivir fraternalmente en la misma Casa Común que entregarse a un suicidio colectivo. Se verá obligada a convencerse de que la solución más sensata y sabia consiste en cuidar la única Casa Común, la Tierra, viviendo todos dentro de ella, como hermanos y hermanas, la naturaleza incluida. Con toda seguridad la humanidad no está condenada a autodestruirse, ni por voluntad del poder-dominación ni por el aparato bélico capaz de eliminar toda la vida. Está llamada a desarrollar las incontables potencialidades que hay dentro de ella, como un momento avanzado de la cosmogénesis. No estoy solo en esta apuesta. La hacen muchos científicos, como por ejemplo, Jacques Attali en su libro Una breve historia del futuro (París 2006) y el famoso cosmólogo Brian Swimme en Journey of the Universe (Yale University, 2012.)

Entonces será un dato de la conciencia colectiva aquello que las encíclicas Laudato Si’ y Fratelli tutti repiten de principio a fin: todos estamos relacionados unos con otros, todos somos interdependientes y solo sobreviviremos juntos. Todo será relacional, también las empresas, generando un equilibrio general asentado sobre el amor social, el sentido de pertenencia fraterna, el altruismo, la solidaridad y el cuidado común de todas las cosas comunes (agua, alimentación, vivienda, seguridad, libertad y cultura etc).

Todos se sentirán ciudadanos del mundo y miembros activos de sus comunidades. Habrá un gobierno planetario plural (de hombres ymujeres, representantes de todos los países y culturas) que buscará soluciones globales a los problemas globales. Prevalecerá una hiperdemocracia terrenal. La gran misión colectiva es construir laTierra, como ya anunciaba Pierre Teilhard de Chardin en el desierto de Gobi de China en los años de 1933. Asistiremos al surgimiento lento y sostenible de la noosfera, es decir, de las mentes y los corazones sintonizados dentro del único planeta Tierra. Este es nuestro acto de fe. Ahora se darán las condiciones del sueño de Francisco de Asís y de Francisco de Roma: una real fraternidad humana, un verdadero amor social con los demás hermanos y hermanas de la naturaleza.

Nos corresponde a nosotros como personas y como colectividad pensar y repensar con la mayor seriedad, plantearnos y replantearnosesta cuestión: Dentro de esta situación cambiada de la Tierra y de la humanidad, y de las amenazas que pesan sobre ellas, no es un puro sueño y una utopía inviable buscar un espíritu de fraternidad universal entre los humanos y con todos los seres de la naturaleza y realizarlo colectivamente. Esta será la gran salida que nos podrá salvar. El Papa Francisco cree y espera que este sea el camino. Puede ser tortuoso, conocer obstáculos y sufrir desvíos, pero sigue el rumbo correcto. Nos urge responder, pues el tiempo del reloj corre en contra nuestra.

O acogemos la propuesta de la figura más inspiradora do Occidente, el humilde Francisco de Asís, como lo llama Tomás Kempis, autor de la Imitación de Cristo, retomada en la Fratelli tutti por Francisco de Roma, y repensada por Leclerc y Lévy Strauss, o puede querecorramos el camino que recorrieron los dinosaurios hace 67 millones de años. Pero creemos que este no es el destino de la humanidad.

Solo nos queda recorrer este camino de la fraternidad universal y del amor social porque entonces podremos continuar, bajo la luz bienhechora del sol, sobre este pequeño planeta, azul y blanco, la Tierra, nuestro querido hogar y Casa Común. Dixi et salvavi animam meam.

Fuente de la Información: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1015

 

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Brasil: Por fin descubrimos el planeta Tierra

Por fin descubrimos el planeta Tierra

Leonardo Boff

Uno de los efectos positivos de la irrupción de la Covid-19 en nuestras vidas ha sido eldescubrimiento del planeta Tierra por toda la humanidad. Nos hemos dado cuenta forzosamente de que existe una íntima conexión entre la vida humana, la naturaleza y el planeta Tierra. El virus no cayó del cielo; vino como contraataque de la Tierra, considerada como un supersistema vivo que siempre crea y se autocrea, y se organiza para mantenerse vivo y producir todo tipo de vida existente en este planeta. Particularmente los quintillones de quintillones de microorganismos que existen en los suelos y en nuestro propio cuerpo, verdadera galaxia (Antônio Nobre) habitada por un número incalculable de virus, bacterias y otros microorganismos.

El contexto del virus, casi nunca citado por los analistas de las redes de comunicación, es el sistema capitalista anti-naturaleza y anti-vida. Él hizo que el virus perdiese su hábitat y avanzase sobre nosotros. Ese sistema de producción y de consumo asalta despiadadamente la naturaleza, saquea sus bienes y servicios y destruye el equilibrio de la Tierra.

Esta responde con el calentamiento global, la erosión de la biodiversidad, la escasez de agua potable y otros eventos extremos. Todos de alguna forma participamos de este ecocidio, pero los actores principales –es forzoso decirlo y denunciarlo– son el sistema del capital y la cultura del consumo descontrolado, y especialmente los millonarios con su consumo suntuoso. Por lo tanto, retiremos la culpa de la humanidad pobre, que colabora mínimamente y es víctima del mencionado sistema.

El ser humano, siempre curioso por saber más y más, ha hecho descubrimientos sin número: de nuevas tierras como las de América, de pueblos, culturas, todo tipo de aparatos, desde el arado hasta el robot, el submundo de la materia, los átomos, los topquarks y el campo de Higgs, lo íntimo de la vida, el código genético. Y no paran los descubrimientos.

Pero, ¿quién descubrió la Tierra? Fue preciso que enviásemos astronautas fuera de la Tierra o hasta la Luna para ver la Tierra desde fuera de la Tierra y finalmente, maravillados, descubrir la Tierra, nuestra Casa Común. Frank White escribió en 1987 un libro The Overview Effect (tengo un ejemplar firmado por él el 29/5/1989) en el cual recoge los testimonios de los astronautas, emocionados hasta las lágrimas.

El astronauta Russel Scheickhart nos revela: “Vista desde afuera, la Tierra parece tan pequeña y frágil, una mancha pequeña preciosa que puedes tapar con tu dedo pulgar. Todo lo que significa algo para ti, toda la historia, el arte, el nacimiento y la muerte, el amor, la alegría y las lágrimas, todo está en aquel punto azul y blanco que puedes tapar con tu pulgar. Desde esa perspectiva entiendes que todo ha cambiado… que tu relación ya no es la misma que la de antes” (White, p. 200).

Eugene Cernan confesó: «Fui el último hombre en pisar la Luna en diciembre de 1972. Desde la superficie lunar miraba con temblor reverencial hacia la Tierra, en un trasfondo muy oscuro. Lo que yo veía era demasiado hermoso para ser aprehendido, demasiado ordenado y lleno de propósito para ser un mero accidente cósmico. Uno se siente obligado interiormente a alabar a Dios. Dios debe existir por haber creado aquello que yo tenía el privilegio de contemplar. La veneración y la acción de gracias surgen espontáneamente. Para eso debe existir el Universo» (White p. 205).

Acertadamente comenta Joseph P. Allen: «Se ha discutido mucho sobre los pros y los contras de los viajes a la Luna, pero nunca oí a nadie argumentar que debíamos ir a la Luna para poder ver la Tierra desde fuera de la Tierra. Después de todo, ésta debe haber sido seguramente la verdadera razón de que hayamos ido a la Luna» (White, p. 233).

Efectivamente ésta es la razón secreta e inconsciente de los viajes espaciales: descubrir la Tierra, el tercer planeta de un sol de quinta categoría, dentro de nuestra galaxia. El sistema solar en el cual está nuestra Tierra dista 27 mil años-luz del centro de la galaxia, la Vía Láctea, en la cara interna del brazo espiral de Orión. Ese sistema con la Tierra alrededor es casi nada y nosotros une quantité négligeable, algo de una magnitud inapreciable, cercana a cero. Y, sin embargo, desde aquí la Tierra, a través de nosotros, contempla el Universo entero, del cual forma parte. Y a través de nuestra inteligencia, que pertenece al propio Universo, éste se piensa a sí mismo. Lo que cuenta en nosotros no es la cantidad sino la calidad, única, capaz de pensar, de amar el Universo y de venerar a Aquel que lo sustenta permanentemente.

No solo descubrimos la Tierra. Descubrimos que somos aquella parte de la Tierra que piensa, ama y cuida. Por eso ser humano (homo en latín) viene de humus, tierra fértil, y Adán procede de Adamah, tierra fecunda.

A partir de ahora nunca desaparecerá de nuestra conciencia el hecho de que hemos descubierto la Tierra, nuestro hogar cósmico, y que somos su parte consciente, inteligente y amorosa. Porque somos portadores de estas cualidades, nuestra misión es cuidar de ella como de nuestra Casa Común, y de todos los demás seres que en ella habitan y que tienen el mismo origen que nosotros, y que por tanto son nuestros parientes.

Si es así, ¿por qué la hemos maltratado, superexplotado, y por qué estamos destruyendo las bases que sustentan nuestra vida? Si hay una lección que la Madre Tierra a través de la Covid-19 nos quiere transmitir es seguramente ésta:

«Tenéis que cambiar vuestra relación con la naturaleza y conmigo, si queréis que yo siga ofreciéndoos todo lo que necesitáis para vivir con una sobriedad compartida, en fraternidad y sororidad universales y bajo el cuidado amoroso con todos vuestros hermanos y hermanas de la gran comunidad de vida, también mis hijos e hijas bien amados. En el pasado, en tiempos inmemoriales, os di a elegir entre “la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge la vida para que vivas tú y tu descendencia. Esta promesa la mantendré siempre”» (Deut 30,19).

Escojamos la Vida. Es el llamamiento de la Madre Tierra. Es el designio del Creador.

Autor: Leonardo Boff

Fuente de la Información: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1013

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