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La banalidad del mal

Por: Lidia Falcón

Hanna Arendt hizo famosa esta frase con la que definió la ausencia de todo principio ético que padecía Adolf Eichmann, en el juicio que el Estado de Israel celebró para juzgarle por los horribles crímenes que había cometido bajo el régimen nazi. El responsable directo de la solución final, principalmente en Polonia, y de los transportes de deportados a los campos de concentraciónalemanes durante la segunda guerra mundial, que había organizado los traslados de cientos de miles de judíos a los campos de exterminio, hablaba de su trabajo como del de un burócrata que se ocupaba únicamente de viajes, horarios, disposición de vehículos y ubicación de los prisioneros.

Esta apreciación de Arendt era exacta. Quienes no tienen conciencia moral o quienes pretenden enmascarar su responsabilidad en los crímenes bajo la apariencia de trabajos rutinarios ordenados por una autoridad superior, banalizan no solo su actividad sino la maldad que se ejerce a través de ella.

Como estamos en la Época de la Mentira, según la acertada expresión de Carlos París, título de su libro póstumo, se están utilizando términos que en épocas anteriores tenían un significado terrible en comparaciones falsas que banalizan el alcance de las tragedias vividas, sin que se les reproche la falta de ética que supone enmascarar la realidad.

La calificación de fascista se está repitiendo con una frivolidad hiriente. El término de dictadura o de franquismo se aplica con absoluta habitualidad a la situación política y social que se está viviendo hoy en España y especialmente en Cataluña. Para quienes hemos sufrido toda la infancia, la juventud y entramos en la madurez todavía sometidos al yugo franquista resulta una humillación escuchar estas definiciones en boca de representantes políticos que deberían estar informados y que tienen la obligación de decir la verdad.

Para quienes fuimos perseguidos por nuestra ideología y arrastrados a las comisarías y a las cárceles por expresarlas y escribir panfletos en los que plasmábamos esas ideas que difundíamos clandestinamente, o por reunirnos con otras personas para debatir y organizar partidos y sindicatos, y allí fuimos apaleados y torturados, nos resulta insultante que se afirme que hoy en España hay presos políticos. Dirigentes políticos del PDECat, la derecha catalana de siempre, que apoyó en el Congreso tanto la modificación del artículo 135 de la Constitución como la Ley de Seguridad Ciudadana, que impidió celebrar un referéndum en varios pueblos de Cataluña sobre la reforma laboral, con envío incluso de los Mossos d’Esquadra para que retirasen las urnas electorales, se atreven ahora a afirmar que desde el Gobierno español se está actuando como en el régimen franquista. Con desdeñoso e interesado olvido de las resoluciones judiciales.

Los independentistas publican tal acusación en medios de comunicación, la defienden en tertulias y programas televisivos, organizan asambleas públicas, convocan manifestaciones multitudinarias, que duran horas en que cortan el tráfico en las calles de Barcelona, sin haber sido previamente autorizados por la autoridad competente. Y subidos al capó de un coche arengan a las masas para que se opongan a las fuerzas de seguridad e impidan que cumplan un mandato judicial, destrozan camionetas y automóviles de la Guardia Civil y se pasean triunfantes en las calles en olor de multitudes.

Para los que fueron tiroteados en las manifestaciones contra el franquismo, para los muertos de Vitoria, del Poble Nou de Barcelona, de Cádiz, de Sevilla, ametrallados en las calles mientras pedían pan y trabajo,es un insulto asegurar que hoy se vive una dictadura en España y especialmente en Cataluña.

Para los fusilados a partir de 1939, desde las 13 Rosas a Julián Grimau, Granados y Delgado, Salvador Puig Antich, José Humberto Sánchez BaenaJosé Luis Sánchez BravoRamón García SanzJuan Paredes Manot (TxikiÁngel Otaegui, ejecutados el 27 de noviembre de 1975 en el estertor del franquismo, y para las innumerables víctimas de la represión franquista, encarcelados interminables años y torturados, es una afrenta asegurar que hoy se persigue a las personas por sus ideas y actividades políticas.

Para los 150.000 asesinados en todas las cunetas, pueblos y cementerios de España, cuyos restos no hemos podido recuperar todavía, es una gran ignominia asegurar que vivimos hoy igual que bajo la dictadura franquista, como se están atreviendo a difundir los dirigentes independentistas catalanes. Afirmaciones que realizan con total impunidad ante las cámaras de televisión sin que sufran represalia alguna por ello.

Toda esta épica que han elaborado perversamente los independentistas catalanes, se está adueñando del espacio ideológico de algunos sectores de la izquierda española, y desorientará a la juventud que no ha vivido aquel terrible periodo de nuestra historia. Se está escribiendo una historia falsa que se va a transmitir a las siguientes generaciones, en la que la dictadura franquista aparecerá como un sistema político semejante al que tenemos ahora. Con elecciones periódicas a todas las instituciones: ayuntamientos, comunidades, Parlamento y Senado. Con periódicos y revistas que publican lo que les parece bien a sus propietarios, con televisiones que invitan a los defensores de destruir el Estado constitucional actual a exponer sus tesis en los programas públicos, con escuelas y universidades donde se respeta la libertad de cátedra. Con asociaciones legales en todos los ámbitos, donde se plantean las demandas ciudadanas, sindicales, vecinales, feministas, estudiantiles. Y en fin, todas aquellas ventajas que la democracia formal de que disfrutamos y que rige en Europa y América, permite desde que derrotamos a la dictadura.

Asegurar que ha regresado el franquismo, como se oye hoy a partir de que el Gobierno haya aplicado el artículo 155 de la Constitución para destituir el Govern de la Generalitat y convocar elecciones, es propaganda de lo más espuria, cuando la conducta de Puigdemont y de sus consellers es de abierto enfrentamiento al ordenamiento jurídico vigente. Cualquier democracia occidental hubiera actuado hace mucho tiempo suspendiendo la autonomía de Cataluña.

En vez de ello, por los intereses políticos que defendían, todos los gobiernos españoles han permitido que los gobiernos catalanes realizaran la ideologización más profunda en la ciudadanía para difundir su reclamación de independencia, desde el triunfo electoral de Jordi Pujol en 1980. Cuando en la última década se han agrupado decenas de ayuntamientos por la independencia, que incluso han retirado la bandera monárquica. Cuando la televisión catalana martillea constantemente con el mensaje de que España roba a los catalanes. Cuando las manifestaciones y concentraciones en reclamación de la independencia se han realizado ritualmente varias veces al año, sin represión alguna, es muy falaz asegurar que estas acciones hubiesen podido llevarse a cabo bajo la dictadura franquista con la impunidad con que lo han hecho bajo la democracia.

Veo que a los propagandistas de semejantes falsedades no les preocupa el daño que para la recuperación de nuestra historia están haciendo sus “relatos”. Menos les importa que sus niños y sus jóvenes sean adoctrinados en la distorsión de la verdad, creando falsos victimismos y conduciéndolos a adoptar posturas y decisiones políticas erróneas. Y los que todavía defendemos que la verdad es siempre revolucionaria como afirmaba Antonio Gramsci, tendremos que aceptar nuestra impotencia para lograr que el recuerdo de los heroicos antepasados y nuestro propio relato consigan un poco de atención, entre la baraúnda de gritos e insultos con que los del “relato dominante” están imponiéndose.

Pero lo imperdonable para siempre es que a través de la perversa utilización de las categorías políticas asentadas, como “dictadura”, “franquismo”, “fascismo”, “represión”, “presos políticos”, “censura”, “opresión política”, y otros tan espuriamente utilizados por los mártires del independentismo catalán, se esté banalizando el mal como en los tiempos de Adolf Eichmann.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/10/22/la-banalidad-del-mal/

Imagen: https://www.caracteristicas.co/franquismo/

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Carne de reproducción

Por: Lidia Falcón

En una película de consumo femenino que ofrece una cadena de televisión los sábados por la tarde se plantea el tema estrella de esta época: la mujer como carne de reproducción.

La protagonista que encarna la mujer demente y asesina que gusta ahora a la industria cinematográfica estadounidense, se lanza a su carrera criminal porque quiere tener hijos. ¿Y cuál es la relación entre su deseo de maternidad y la serie de asesinatos que comete? Su imposibilidad para reproducirse deriva de haber vendido sus óvulos para un banco que los revende a las mujeres con dificultades para engendrar. A raíz de ello y tras una enfermedad nuestra protagonista queda estéril. Pero, con su aguda astucia consigue la dirección y los datos de una de las que fueron madres con sus óvulos, y allí acude a recuperar lo que en términos biológicos evidentemente son sus hijos. Las peripecias que siguen solo sirven para un tebeo machista, pero la fábula es muy ejemplar.

Evidentemente los materiales para la fabricación de un nuevo ser humano son el espermatozoo y el óvulo. En estos momentos en que la ciencia ficción se ha hecho realidad y los delirios de Paracelso se realizan cotidianamente, tenemos a las mujeres, nuevamente, como en las fábulas patriarcales, convertidas en materia reproductora.

Si todo se compra y se vende, si todo tiene precio, hasta los seres humanos que se traficaron como esclavos durante milenios, ¿por qué no aquellos trocitos del cuerpo femenino que sirven para la fabricación de nuevos esclavos? Pues sí, se venden y compran óvulos. Como si fuera pelo. Pero los óvulos no son cabellos que han de cortarse periódicamente. Es preciso someter a la mujer a manipulaciones poco saludables. Y son números clausus. Cuando alguno se estropea no se repone.

Hay ahora un comercio, que aumenta cada día, de compra y venta de esos huevos que contienen el germen de un ser humano. Y mujeres que los venden porque se hacen con algo de dinero. Lo hemos consentido, como tantos otros tráficos, sin protestar. ¡Teníamos tantos sufrimientos por los que rebelarnos! Y dejamos que las manipulaciones, experimentos y negocios con nuestra capacidad de procrear siguieran adelante, mientras todas nuestras energías se gastaban en pedir la legalización del aborto. Cuando la conseguimos nos encontramos con que había un mercado de niños por los que se pagaba dinero si los fabricábamos en nuestra propia barriga, con óvulos prestados o comprados y el feliz esperma del que financiaba el negocio. Y los hijos ya no son consuelo y esperanza de la mujer que lo fabrica en su cuerpo y lo pare con dolor, sino que les son arrebatados como un producto manufacturado más.

Una viñeta del Roto con el dibujo de una embarazada, dice: “Las gestaciones siempre han sido altruistas, menos ahora las altruistas que se cobran”.

Ciertamente el trabajo de traer hijos al mundo lo han realizado gratis las mujeres, y no precisamente por amor. Pero, a pesar de la sordidez y de la explotación que ha supuesto para las mujeres durante toda la historia parir y criar hijos, esta tarea se adornaba últimamente con la ideología del instinto y del amor materno. En los tiempos actuales en que en occidente la natalidad es mínima esa relación única entre la madre y el hijo y su cuidado y compañía es consuelo de la mujer que lo ha traído al mundo.

En la siniestra compra de la capacidad reproductora de una mujer, siempre pobre, siempre engañada, siempre víctima de un tráfico infame encontramos una forma de obtener el beneficio capitalista. Dejémonos de relatos falsos del altruismo de la amiga y de la hermana, que para nada constituyen la verdadera causa de la reclamación actual de que se legalice. No pervirtamos el superior concepto de la libertad, con el que se pretende defender que las mujeres se sometan gustosamente a las manipulaciones propias del doctor Frankenstein, porque la presión y el chantaje social a través de los medios de comunicación no se están realizando por parte de formaciones políticas y asociaciones cívicas, para que una buenísima mujer se sacrifique por su amiga, sino para instalar con toda libertad el comercio de vientres femeninos.

Y allí tenemos una de las fuentes de beneficio más nuevas que los traficantes denominan gestación subrogada porque queda más fino que vientres o úteros de alquiler.

Este tema se ha hecho estrella en simposiums, conferencias, entrevistas, programas de televisión, incluso financiado con fondos públicos en jornadas organizadas por el Consejo de la Mujer de los Ayuntamientos, como la semana pasada en Sevilla, cuyas dirigentes, que pertenecen a esas formaciones políticas nuevas de nombres insustanciales, y afines al sector homosexual que pierde el oremus por fabricar un descendiente con su propio esperma, se manifiestan descaradamente partidarias de legalizar tan infame comercio.

Y no solo esos Consejos no tienen autoridad para pronunciarse por una u otra opción, cuando tienen que ser plurales y democráticos y únicamente propiciar el debate, sino que se decantan por defender una propuesta que vulnera la legalidad española. Ciertamente la ausencia de una legislación clara y contundente que prohíba esta clase de explotación femenina y convierta en delito su práctica para quien la demanda, da lugar a las vacilaciones y bandazos de las resoluciones judiciales en nuestro país.

En España el Art. 10 de la Ley sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida señala que será nulo de pleno derecho el contrato por el que se convenga la gestación, con o sin precio, a cargo de una mujer que renuncia a la filiación materna a favor del contratante o de un tercero. Pero ante la presión que el lobby demandante está ejerciendo sobre los legisladores y jueces el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos dictó  dos sentencias en las que declara que se viola el art. 8 del Convenio Europeo de los Derechos Humanos el no reconocer la relación de filiación entre los niños nacidos mediante vientre de alquiler y los progenitores que han acudido a este método reproductivo, apelando al interés superior del menor.  Esto ha creado precedente para toda la Unión Europea, por lo que el Ministerio de Justicia ordenó en el mes de julio de 2014 a los Consulados españoles que efectuaran la inscripción de los niños nacidos de gestación por sustitución.

El resultado es que se está procediendo a una práctica que contraviene la ley española, aunque sea en países extranjeros pero que tiene efectos en nuestro territorio nacional, puesto que la inscripción en un consulado es igual a la que se efectúa en el Registro Civil de cualquier ciudad de nuestro país.

Apelando a ese bien superior que es el interés del menor, la industria de compra y venta de niños fabricados a la carta,  aumenta y se afinca y pretende legalizarse en España, apoyada por el partido Ciudadanos y con la complicidad de sectores de otras formaciones políticas y algunas instituciones.

 Si el Movimiento Feminista no utiliza todos sus recursos para oponerse eficazmente, lo que hemos avanzado en las luchas de los años precedentes para lograr el reconocimiento de la dignidad de la mujer, lo perderemos ante la avalancha de la ideología liberal que no sólo atañe a las relaciones económicas sino muy gravemente daña la categoría de ser humano de la mujer, rebajándola a la de una máquina engendradora de hijos.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/10/14/carne-de-reproduccion/

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Hemos perdido el presente

Por: Lidias Falcón

Ha sucedido lo peor: se ha firmado el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, aprobado por la mayoría de las formaciones políticas del Parlamento. En consecuencia, ya podemos perder toda esperanza de mejorar la dramática situación que padecemos de maltrato a mujeres y niños, feminicidios, infanticidios, violaciones y entrega de menores a padres maltratadores, con la impunidad de los acusados que seguirán disfrutando del beneficio de la presunción de inocencia, mientras las víctimas mantienen la sospecha de presentar denuncias falsas.

No hay nada peor que una mala ley.  Como dice Concepción Arenal, “no hay  nada que desanime más al ciudadano que la injusticia hecha en nombre de la ley”. Si no tuviéramos ninguna seguiríamos luchando por ella, pero ahora, con este engendro que han parido las formaciones políticas se contentarán todos: las secciones femeninas de los partidos, el Movimiento feminista, los observatorios, centros de la mujer, asistentas y trabajadoras sociales, y hasta las propias víctimas que no saben lo que les ha pasado.

Ese llamado pomposamente Pacto de Estado no es más que un conjunto de indicaciones y consejos, sin valor impositivo, que consigue únicamente aumentar, y poco, las ayudas económicas a las víctimas. Lo que no se propone es evitar que haya víctimas. Cuando la pobre madre de los niños Ruth y José Bretón, asesinados por su padre, se muestra satisfecha con la promesa que realiza el pacto de considerarla víctima y por tanto con derecho a ser compensada con algún dinero, muestra la resignación con que las mujeres aceptan este penoso papel de sometidas al poder patriarcal que decide de su vida y de su muerte. Ruth, la madre, no reclama una indemnización al Estado por haberla obligado a entregar sus hijos a un asesino ni responsabilidades personales al juez que dictó semejante resolución. Ni tampoco ninguna de las madres a las que ha sido arrebatada para siempre la felicidad, cuando el padre o pareja ha matado a los niños con la impunidad que le otorgaba el poder judicial.

Únicamente Ángela González Carreño llevó adelante la reclamación hasta Naciones Unidas por el asesinato de su hija Andrea a manos de su padre, después de presentar 51 denuncias pidiendo que no se le dejara al padre la niña a solas, y cuando diez años más tarde ha sido condenado el Estado español a indemnizarla no lo ha cumplido.

De las 140 o 150.000 denuncias, según los años, que se presentan cada año en España por maltrato, el 55% se archivan sin más trámite. Del 45% restante se condena al 70%, la mayoría de las sentencias por acuerdo entre el fiscal y el acusado, a penas inferiores a 2 años que no se cumplen. En definitiva, solamente son encarcelados el 13% de los agresores, y siempre que las lesiones hayan sido suficientemente graves, a criterio del juez, para merecer tal tratamiento.

Y únicamente me refiero a los malos tratos físicos, los psicológicos son prácticamente imposibles de probar. Tampoco las palizas resultan tan evidentes cuando se producen en el interior de la vivienda, sin testigos. Incluso sigue en discusión si el asesinato en la soledad del hogar puede tener la agravante de alevosía, teniendo en cuenta que la víctima no puede acudir a nadie para pedir ayuda.

Pero ante esta patética indefensión lo único que aprueba el Pacto de Estado es hacer encuestas y estadísticas, cursos en los colegios, proporcionar ayuda psicológica, aumentar los centros de acogida, proporcionar más trabajadoras sociales y derivar  fondos económicos a los ayuntamientos donde se atenderá a las denunciantes. Crear un colectivo cada vez mayor de demandantes de ayuda, en esa caridad organizada por el Estado que son los asuntos sociales, en vez de que se imparta justicia.

Y poco sociales, porque los sectores más desfavorecidos como discapacitadas, transexuales, prostituidas, emigrantes, refugiadas, no tienen tratamiento especial en ese interminable texto de 230 disposiciones.

Ya escribí hace poco tiempo que todo no es dinero para compensar la indefensión y la injusticia que están padeciendo mujeres y niños maltratados. Que con dinero no se van a acabar las sentencias injustas, la doble victimización que padecen cuando los procedimientos judiciales se eternizan, las sospechas de jueces y  fiscales que recaen sobre las denunciantes, los informes de psiquiatras y psicólogos afirmando que las acusaciones son falsas y que la madre padece el Síndrome de Alienación Parental, la entrega de los menores a un padre maltratador o abusador sexual y las absoluciones por falta de pruebas porque la denunciante, aterrada ante la doble victimización  de la justicia retira la denuncia o se niega a declarar.

Porque ni aún la anulación del “perdón de la ofendida” se ha podido aprobar, cuando esta es una facilidad otorgada por los códigos penales patriarcales para que el acusado salga libre. Vean, para que tengan un conocimiento más preciso de lo que son capaces de escribir los políticos, lo que han acordado en relación a este tema:

“Medida 117.- Evitar los espacios de impunidad para los maltratadores, que pueden derivarse de las disposiciones legales vigentes en relación con el derecho de dispensa de la obligación de declarar, a través de las modificaciones legales oportunas.”

Cómo se comprueba los redactores del texto legal no dominan ni la sintaxis ni la concordancia. Eso sí, dejan claro que no piensan cambiar un ápice la situación actual.

El Pacto de Estado tenía en sí mismo su propia inoperancia. Exigiendo que todos los partidos políticos se pusieran de acuerdo era evidente que únicamente podía aprobar un texto desleído que contentara a los machistas de Ciudadanos, a los patriarcales del PP y a la facción irredenta del PSOE, tan enamorados como están con su Ley contra la Violencia de Género, a la que atribuyen todas las virtudes, aunque haya demostrado sobradamente su inutilidad.

Lo más inaceptable de este pacto es que no haya igualado a todas las víctimas. Manteniendo la distinción entre mujeres ligadas sentimentalmente al agresor y las que no, deja al albur del Código Penal a un enorme universo femenino que carece de protección. Madres, suegras, cuñadas, hijas, vecinas, compañeras de trabajo, desconocidas y prostitutas son consideradas ajenas a la violencia de género, esa extraña calificación con la que han distinguido los legisladores a las que padecen la violencia machista, y que por razón de esta categoría semántica se merecen más atención y cuidados que las demás.

Pero lo peor no es que se haya aprobado un mal plan, con ser mala cosa, sino que servirá para que en diez años más no se mueva una coma de esa inútil Ley de Violencia, porque los responsables políticos considerarán que ya han hecho el enorme esfuerzo de reunirse durante nueve meses, cobrando dietas, para discutir interminablemente las gurruminas del redactado del texto, escuchar e interrogar a los 80 expertos que han convocado en este tiempo, atender entrevistas y ruedas de prensa, dar toda la publicidad posible a su enorme esfuerzo, alentar las esperanzas y expectativas de las víctimas y de las asociaciones que las defienden, y por tanto no van a repetir tan múltiples y duros trabajos en una década, cuando hayamos sumado mil mujeres asesinadas y cien niños más a esta macabra estadística. Es decir, que no hemos perdido el futuro sino el presente. 

Al ser inaceptable el texto de ese Pacto el grupo de Unidos Podemos tampoco debía haberse abstenido. Era preciso que se opusiera rotundamente, puesto que no iban a aprobarlo.

La abstención es semejante al limbo en que el antiguo dogma católico situaba a los niños no bautizados, y teniendo en cuenta la gravedad de los hechos que se estaban analizando y el poder que tienen las formaciones políticas que se sientan en el Parlamento, resulta patético que una de ellas, la que se pretende más a la izquierda y más feminista se  quede en el limbo.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/10/03/hemos-perdido-el-presente/

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Kate Millet, ‘in memoriam’

Por: Lidia Falcón

Kate Millett ha fallecido con 83 años en París el pasado 6 de septiembre, y me ha dejado un poco más huérfana. Kate era, con otras feministas francesas y españolas, la representante estadounidense más conocida del feminismo radical, como ella misma se autodefinía, cuando a finales de los 60 perteneció al grupo llamado New York Radical Women fundado en 1967 por Pam Allem y Shulamith Firestone, otra de las grandes pensadoras estadounidenses materialistas, que con su obra La Dialéctica del Sexo, marcó el camino de un feminismo revolucionario.

Nacida Katherine Murray Millet en Saint Paul, Minnesota, EEUU, el 14 de septiembre de 1934, ha sido escritora, escultora, feminista, activista, profesora. Ideóloga de un feminismo materialista que no se conforma con las banales explicaciones de quienes reclaman únicamente igualdad de derechos entre hombres y mujeres, sin analizar las causas de esta permanente represión de los hombres contra las mujeres, que causa un feminicidio cada 13 segundos en el mundo.

Kate Millet es una autora clave del feminismo contemporáneo. Su obra Política sexual ​causó un enorme escándalo en el mundo universitario estadounidense, que más tarde se expandió por los medios de comunicación al resto del universo feminista, cuando se declaró bisexual. Sus memorias, Flyng, en inglés, que en Vindicación Feminista tradujimos al español con el título de En Pleno Vuelo, describe sin pudores sus relaciones sexuales con su marido japonés y las amantes que sucesivamente enamora.

Pero tanto Política sexual como en Pleno Vuelo, al  igual que sus otras obras sobre la prostitución, el régimen iraní, la crueldad y la represión, de las que no existen traducciones españolas, son mucho más que las confesiones escandalosas de una mujer sexualmente libre. Constituyen el inicio de un corpus teórico feminista que se ha difundido en todo el mundo feminista y que nos ha permitido a sus continuadoras ampliar, profundizar y enriquecer hasta crear una teoría materialista que explica claramente las causas y las raíces de la explotación femenina.

Cuando entrevisté a Kate Millet en 1984, en su estudio de escultura en el Soho neoyorkino, era una mujer madura, sabia, amable y cercana que coincidía totalmente conmigo en que la mujer era una clase explotada en un sistema capitalista y patriarcal. Una de sus definiciones fundamentales: “Todas las formas de desigualdad humana brotaron de la supremacía masculina y de la subordinación de la mujer, es decir, de la política sexual, que cabe considerar como la base histórica de todas las estructuras sociales, políticas y económicas”, era la declaración más trascendental que enlaza con el feminismo europeo que defendemos la definición de la mujer como clase social y económica.

De ella parte la consigna de que lo privado es público y el sexo es político. La frase “El sexo reviste un caracter político que, la mayoría de las veces, suele pasar inadvertido” inició el camino de la investigación de un feminismo materialista que transformó definitivamente los análisis y las investigaciones de las feministas liberales que siguen ancladas en la Ilustración.

Cuando Millet dictamina que “la gran masa de mujeres a lo largo de la historia ha sido confinada en el nivel cultural de la vida animal en la prestación al macho de servicios sexuales y en el ejercicio de las funciones de reproducción y cuidado de los jóvenes”, está describiendo claramente las explotaciones que sufren las mujeres del mundo.

Con una enorme lucidez analizó en pocas palabras las diferencias ideológicas y estratégicas del feminismo estadounidense y el europeo: “Las feministas norteamericanas no somos todas la misma cosa”. “Hay todo tipo de mujeres y de enfoques, pero no gastamos nuestra energía en luchas intestinas. La canalizamos en la lucha por la igualdad de derechos, por el aborto, por el salario igual”. La marca de fábrica del feminismo europeo es la lucha de clases, mucho más marcada en este continente que en América, y que condiciona todos los restantes movimientos, le comenté.”

Ése es, probablemente, uno de sus problemas”, ironiza Kate, “en Europa, naturalmente. En Estados Unidos apenas hay izquierda. Nuestra tradición es muy pobre, apenas se conoce a Marx o las cuestiones de la lucha de clases. La gente, de Reagan para abajo, se pasa la vida mirando las estupideces de la televisión. Esa gente, a quien Reagan ha jodido, despojándola de sus derechos, de sus ayudas económicas, sigue respaldándolo. Y nuestra clase obrera, medida por el criterio europeo, es la más inconsciente y la más confundida del mundo. Así que existe este enorme vacío en la izquierda norteamericana, lo que es una enorme tragedia y un gran fracaso, mientras que en Europa, donde la izquierda está tan bien desarrollada, el feminismo se identifica con la izquierda en gran medida. Pero eso también tiene problemas, puesto que dificulta la difusión y el desarrollo del pensamiento feminista, ya que siempre la izquierda le está diciendo lo que tiene que hacer”.

No se puede clarificar la situación del feminismo en sus relaciones con la izquierda con menos palabras.

Terminó la entrevista con estas palabras de aliento: “Es una verdadera pena que no tengamos un partido feminista en Estados Unidos, donde el movimiento es una fuerza política independiente y poderosa. Me parece estupendo que fundarais vosotras uno. Aquí haría falta primero establecer a las mujeres como clase política. Ésa sería la toma de posición política más fuerte que ninguna otra que conozca en Estados Unidos”.

En eso estamos Kate, ten la seguridad, y descansa en paz en ese Parnaso feminista donde debes filosofar con Hypatia y Safo y Flora Tristán y tantas otras pensadoras y activistas feministas que nos precedieron, que las españolas trabajamos esforzadamente  en hacer grande el Partido Feminista de España, en hacer comprender tanto a la ciudadanía como a los profesionales del pensamiento y de la política, que la vida privada de las mujeres es una cuestión pública, que el sexo es político, que la producción de hijos es una explotación de las mujeres y que solo alcanzando el poder político la mujer como clase con el feminismo como ideología, podremos cambiar este mundo donde el poder patriarcal está siendo el depredador de los seres humanos y del planeta.

Fue muy emocionante y alentadora su declaración: “Como feminista, me siento más optimista que como ciudadana, ya que estoy vinculada a un movimiento internacional. Es consolador el derecho del internacionalismo. Verdaderamente, el nacionalismo es una idea fatal, y en Estados Unidos es una especie de tumor maligno. La internacionalización del feminismo es una gran esperanza para todos, es lo que nos vincula con las mujeres de Nicaragua, de El Salvador, de Francia, de España”. Gracias a Kate, como a tantas otras pensadoras feministas que se separaron tanto de las melifluas teorías liberales de la diferencia y la igualdad como de la rigidez del análisis marxista de la clase proletaria como única en su enfrentamiento con el capital,  para reflexionar con sus propias herramientas del estudio y la experiencia que proporciona ser mujer, hemos podido elaborar una teoría científica sobre el feminismo. Esa que nos permite ahora afirmar que “nos constituimos como partido porque es la fuerza organizada de una clase social. Porque como clase explotada queremos acceder al poder. Porque hoy ya no somos un sexo, ni un género, ni las esposas, ni las amantes ni las compañeras de los hombres, ni las madres de nuestros hijos, ni seres humanos que piden ser iguales a los hombres. Hoy somos una clase en lucha.” Sevilla, 16 septiembre 2017.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/09/16/kate-millet-in-memoriam/

Imagen: http://mujericolas.blogspot.com/2016/09/kate-millett-escritora-activista-y.html

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Mujeres que huyen

Por: Lidia Falcón

Después de Juana Rivas una mujer de Málaga, Carmen P. ha huido de su casa con sus dos hijos para no entregárselos al padre que los reclama. Previamente, en mayo, Carmen había presentado una denuncia por maltrato contra su marido y obtenido incluso una orden de protección a su favor, pero que no debe de haber sido eficaz, ya que Carmen ha optado por garantizarse su propia seguridad poniendo la suficiente distancia entre ella y el padre de las criaturas.

Tanto la justicia como la legislatura de nuestro país deberían plantearse por qué estas mujeres han decidido abandonar su domicilio habitual y esconderse con sus hijos, con todos los problemas que podemos imaginar que tal situación conlleva, antes que permitir que el progenitor los tutele.

Para mantenerse en la clandestinidad, cuando las fuerzas de seguridad te están buscando, hace falta dinero, apoyo de otras personas, vivir en alojamientos poco preparados y tantas veces incómodos, abandonar familia, amigos, conocidos, vecinos, barrio habitual, si además se pierde el empleo las consecuencias son peores. Los niños viajan aturdidos dejando atrás colegio y amigos, abuelos y tíos y primos. Todos estos riesgos e inconvenientes los arrostran las madres porque quieren a sus hijos y necesitan alejarlos de un padre maltratador.

Claro está que el coro de defensores de los machistas –que ya se ha expresado estentóreamente- hablará de la maldad de la madre y la calificará de desquiciada. Calificativo este muy menudeado contra las mujeres. La prensa británica calificó de “locas” a las sufragistas durante 70 años. No las identificó por ningún otro nombre. La magistrada -¡hay que ver que plantel de juezas tenemos!- del proceso de Carmen ha dispuesto, a petición del Ministerio Público, que se emita un informe psicosocial para analizar la veracidad de la declaración judicial de la mujer desaparecida con sus hijas. Resolución que toman la mayoría de los miembros y miembras de la judicatura cuando se trata de actuar contra un delito de violencia machista. Si se tratara de cualquier otro de la larga lista que posee el Código Penal, jamás se les ocurriría pedir un informe psiquiátrico del ciudadano que denuncia un robo, una agresión, una estafa, un accidente de circulación, etc.

Pero las mujeres son por definición sujetos de maldad y desconfianza desde que el Código de Hanmurabí las calificó peores que el veneno, las serpientes, el viento del desierto, la enfermedad y la muerte. Repasar aquí la serie de insultos y maldades que les han atribuido a las mujeres los grandes hombres que han regido el poder político, religioso, cultural de todos los países, durante miles de años, es tarea imposible para un artículo. Les remito a mi libro Mujer y Sociedad, publicado hace 50 años.

A pesar de la Ley de Violencia de Género, que cumplirá pronto 13 años, a pesar de la Ley de Igualdad -¡que ironía!- que tiene 10, a pesar de todos los avances que el Movimiento Feminista ha obtenido en estos 42 años de la última etapa, las mujeres son consideradas sujetos de segunda categoría como corresponde a su estatus de clase explotada.

Del mismo modo que los negros en EEUU, a pesar de las Constituciones y leyes que garantizaban su igualdad fueron objeto de toda clase de discriminaciones y marginaciones, las mujeres –en el mundo entero- siguen viviendo en sociedades patriarcales que las esclavizan, las maltratan, las explotan, las humillan y no las consideran sujetos de derecho. En España hasta el año 2000 el Tribunal Supremo no decidió que el testimonio de una mujer tenía el mismo valor que el de un hombre.  

Pero ni esta declaración del más alto tribunal de nuestro país influye en el criterio de los jueces, aunque sean tan prestigiosos como José Antonio Martín Pallín, que ostenta todos los honores de haber sido Magistrado y fiscal del Tribunal Supremo y es magistrado emérito del mismo. Como ilustre jurista ha sido miembro del Comité de Bioética de España, miembro numerario del Instituto de Estudios Canarios, del Secretariado Internacional de Juristas por la Amnistía y la Democracia en el Paraguay, de la Asociación Hispano-Alemana de Juristas y de varias misiones especiales sobre derechos humanosorganizadas por Amnistía Internacional (Venezuela, México, Perú). Fue Premio Jurista 1996 de la Universidad Complutense de Madrid, Presidente de la Asociación pro Derechos Humanos de España, Presidente de la Unión Progresista de Fiscales, Portavoz de Jueces para la Democracia y Vicepresidente del Foro Milicia y Democracia.

Pues bien, José Antonio Martín Pallín ha terciado en la dramática polémica respecto a la situación de Juana Rivas y sus hijos defendiendo apasionadamente la necesidad de cumplir la ley y las resoluciones judiciales. Con un criterio gremialista y legalista que no le conocía, asegura que las resoluciones judiciales que la afectan han sido tomadas en estricta aplicación de la ley –lo que debe de ser cierto dada la escasa protección que la Ley de Violencia presta a las mujeres- y con criterios de equidad y justicia perfectos.

Esa defensa a ultranza no solo de la ley sino también de las resoluciones judiciales no la practicaba Martín Pallín cuando era uno de los valientes defensores de los Derechos Humanos, conculcados habitualmente por el sistema legal y las resoluciones judiciales. Se ha manifestado innumerables veces contra la tortura practicada en tantas ocasiones por las diferentes policías, contra sentencias injustas, contra leyes sin proporcionalidad ni equidad. Pero entonces estaba defendiendo a opositores al poder, a disidentes políticos, acusando a corruptos, etc. Ahora se trata de defender a mujeres de sus maltratadores, y con ellas a los niños, los más débiles, y esa es otra cuestión.

En este caso Martín afirma que: “No me entra en la cabeza que los servicios jurídicos de nuestro Gobierno o de la Junta de Andalucía no hayan valorado esta situación y no hayan aconsejado, con firmeza, que la situación exigía la entrega de Juana Rivas, voluntaria o ejecutada de manera coercitiva… ante determinados excesos y manipulaciones… (hay que afirmar) que un condenado por un episodio de malos tratos no es un reo de por vida, que tiene derecho a la reinserción, a la cancelación de sus antecedentes y a organizar su vida futura, sin que pesen sobre él, como una losa permanente, las condenas del pasado.… La petición de auxilio judicial para hacer cumplir la sentencia italiana, como era de esperar,  llegó a los juzgados españoles que, cumpliendo escrupulosamente los compromisos internacionales y con las normas, usos y costumbres del derecho internacional que rige entre las naciones civilizadas, pusieron en marcha los mecanismos para hacer ejecutar la sentencia italiana, acordando la devolución de los hijos al padre… El tono y la agresividad de grupos y sectores comenzó a elevarse llegando a violentar gravemente, hasta extremos que pudieran lindar con Código Penal, la libertad y la independencia de los jueces españoles, tachándoles poco más o menos de prevaricadores y llegando a presentar una denuncia del Consejo General del Poder Judicial para que se investigue a una jueza que no había hecho más que cumplir estrictamente con la ley para salvaguardar el Estado de derecho y el prestigio internacional de nuestro país. Juana está ahora en la casa construida sobre un espacio, formado por una comunidad de naciones, que tiene como lemas, la libertad, la seguridad y la justicia”. Ya ven.

Sin embargo, José Antonio Martín Pallín, estricto defensor de la legalidad española y europea,  en noviembre de 2016, acerca de las agresiones contra algunos miembros de la Guardia civil cometidas por vecinos de Alsasua manifestaba que: “El procesamiento de los nueve de Alsasua es desorbitado y está fuera de la realidad socia”. El magistrado emérito del Supremo cree que se ha producido una ‘sobreactuación judicial’ que complica los intentos de convivencia en el País Vasco y Navarra, tras el anuncio de ETA de dejar las armas. “El Derecho no está para crear conflictos, sino para solucionarlo”.

Pero naturalmente el caso de Alsasua es un tema político y el de Juana Rivas es un asunto privado; los acusados y las víctimas en Alsasua son todos hombres; la acusada Juana es una mujer y las víctimas son dos menores, y el ilustre jurista y defensor de la equidad y los derechos humanos José Antonio Martín Pallín se siente de pronto herido en su categoría varonil, retado por una débil y tonta mujer y los menores le importan un comino.

En vista de que ni las policías ni las juezas ni los psicólogos ni aún los más ilustres activistas de derechos humanos las defienden, las mujeres han decidido huir. Si continúa en vigor la misma Ley de Violencia e idéntica política judicial, tendremos decenas de madres escondidas viviendo en la clandestinidad con sus hijos, en busca y captura por orden judicial y consideradas delincuentes, mientras los maltratadores viven libertad como hombres decentes, considerados víctimas de la maldad de su mujer.

Y fabricaremos una generación de menores criados en el miedo y el odio a su padre y el total rechazo a la justicia de nuestro país.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/09/04/mujeres-que-huyen/

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El terrorismo de los estados guardián

Por: Lidia Falcón

En Barcelona, la patria de todos y todas, lloramos doblemente el dolor de las pérdidas, de los heridos, de los tristes y desconcertados turistas y ciudadanos.

Porque en Barcelona en 2003 se celebró la más grande manifestación contra la guerra de Irak de toda Europa. Salimos a las siete de la tarde y regresamos a la una de la madrugada, cuando se leía por enésima vez el manifiesto y los helicópteros seguían volando encima de las multitudes que abarrotaban las calles, las avenidas, las plazas, desde hacía seis horas, y que no querían regresar a su casa sin haber dejado constancia de que Cataluña se oponía rotundamente a que ninguna guerra asolara el mundo.

Ya sabemos que no nos hicieron caso. Ya sabemos que a la destrucción de Afganistán –el país mártir- comenzada en 1978, cuando su gobierno se atrevió a declararse socialista con el apoyo de la URSS y la CIA armó y entrenó a los talibanes para destruirlo, siguió la de Irak, de Libia, y de Siria, objetivo ansiado desde decenios atrás por EEUU. Se olvida pronto que Reagan lo calificó de Eje del Mal.

“¿Qué es lo más importante para la historia del mundo?  ¿El Talibán o el colapso del imperio soviético?” Es la respuesta de quien fue el asesor de seguridad del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, a la pregunta de la revista francesa Le Nouvel Observateur (del 21 de enero de 1998) sobre las atrocidades que cometen los yihadistas de Al Qaeda, escribe en Público la periodista y politóloga Nazanin Armanian, desvelando una vez más el origen del terrorismo que ahora nos estremece. La financiación y organización de los talibanes por la CIA, con la colaboración de Arabia Saudí y Qatar,  para librar la guerra contra la URSS.

De aquellas inmensas y exitosas manifestaciones contra la guerra de Irak y antes contra la OTAN, no queda apenas recuerdo en la población española. Cuarenta, treinta años más tarde, una generación ha desaparecido, otras son ancianas, las jóvenes ignoran todo de la historia anterior. Pero como dice el conocido adagio, quien olvida su historia está condenado a repetirla y por tanto los horrores que estamos viviendo estos días, y que comenzaron en 2004 con el atentado de los trenes de Madrid, son la consecuencia lógica de cómo las potencias democráticas” se organizaron para acabar con el imperio soviético y los países de sus áreas de influencia. Porque la creación del terrorismo islámico fue obra de las democracias occidentales.

Esas potencias, comenzando por EEUU, con la inestimable cooperación del Reino Unido, Francia, Alemania y hasta España, sumada a la coalición para que constara que como en tiempos de Franco seguíamos siendo el “centinela de Occidente” –se ha olvidado que la primera guerra del Golfo la aprobó entusiasmado Felipe González, declararon la guerra a Irak.  Esa guerra se libró del 2 de agosto de 1990 al 28 de febrero de 1991 por una fuerza de coalición autorizada por las Naciones Unidas, compuesta por 34 países y liderada por Estados Unidos, contra la República de Irak, en respuesta a la invasión y anexión iraquí del Estado de Kuwait. De aquella guerra Irak, un país próspero y el de mayor tolerancia religiosa e igualdad entre hombres y mujeres de la región, salió destrozado. Era el prólogo para lo que sería su destrucción en 2003. Y después la invasión de los demás países de la zona que han acabado en ruinas.

Ciertamente a las poblaciones europeas, blancas y bien alimentadas, no estremecen los atentados que todos los días cometen los diversas facciones fanáticas del ISI, el Daesh, o como se quieran llamar, en Afganistán, Irak, Siria, Sudán, Yemen, donde en un solo día se amontan cientos de cadáveres, y cuyos Estados fallidos no podrán garantizar en decenas de años la construcción de una sociedad mínimamente organizada y civilizada..

Las poblaciones europeas, blancas y bien alimentadas, se horrorizan solamente cuando los muertos son suyos: es decir, o ciudadanos o turistas que vienen a gastar su dinero en nuestros territorios. Fuera de ellos solo existen las tinieblas exteriores. Y se escandalizan de que semejantes fanáticos se atrevan, cuchillo o furgoneta en mano, a atacar a los pacíficos y democráticos  ciudadanos europeos, que no nos metemos con nadie.

Una madrileña me decía esta mañana, cuando se difundió la noticia de un atropello en Marsella -que inmediatamente se atribuyó al terrorismo para alimentar el pánico en que viviremos a partir de ahora- que ella los mataría a todos. Cuando le repliqué que los culpables eran los que organizaban las guerras en esos países, se quedó tan desconcertada que no supo que contestar. En su vida, ya no corta, había oído que hubiese guerra en el Oriente Medio y aún menos que semejante tragedia nos concerniera.

Precisamente por eso, precisamente porque a las poblaciones europeas, blancas y bien acomodadas, no les importa nada que medio planeta se encuentre asolado por las contiendas y las hambrunas que organizan sus democráticos gobiernos, los vengadores de esas tragedias se lanzan a acuchillar a los pacíficos paseantes de las Ramblas de Barcelona, o de Niza, o de Bruselas o de Londres.

Resulta ridículo, si no fuera miserable, que los comentaristas que todos los días opinan en los medios de comunicación españoles nunca se refieran a la situación de guerra continuada que mantienen las potencias occidentales en el Medio Oriente. Solamente hablan de la radicalización de los musulmanes terroristas en los pacíficos países que los han acogido. Desde los tertulianos y periodistas que criminalizan a todos los que practican la religión islámica, pidiendo una nueva Reconquista, hasta los que, más comprensivos, se preguntan ingenuamente qué ha llevado a esos muchachos, nacidos o educados en España, a comprar explosivos para hacerlos estallar contra sus conciudadanos o a conducir coches y esgrimir cuchillos asesinos.

Ninguno de los opinadores se ha atrevido a recordar que Arabia Saudí es la principal fuente de financiación de las células islámicas terroristas al que España le vende toda clase de armamento, y que los reyes de nuestra Casa Real se abrazan ritualmente al tirano de Salman bin Abdelaziz, que hoy gobierna su país como en la época de los patriarcas del desierto. Supongo que para negociar  mejor las comisiones que reciben.

Ninguno de los opinadores, y mucho menos nadie del gobierno catalán, ha expresado algún malestar porque esa satrapía medieval de Qatar, igualmente soporte del terrorismo islámico, financie el Club de Fútbol Barcelona, el mítico Barça, aquel al que el indiscutible referente de la izquierda, Manuel Vázquez Montalbán, llamaba “más que un club”. Y ciertamente lo es, sobre todo un negocio. Un negocio que no tiene ningún escrúpulo en hacer que sus jugadores exhiban en el mundo entero la camiseta con el nombre de Qatar.

Ninguno menciona aún el drama palestino, que es el origen de la hegemonía israelí y la decadencia del mundo musulmán. Porque el alimento ideológico que los medios de comunicación nos suministran diariamente consiste en reducir el fenómeno terrorista a las proclamas de unos cuantos imanes fanáticos que han infectado a otros cuantos jóvenes desquiciados.

Este mensaje, mil veces repetido, es eficaz para tener aterrorizados a los buenos europeos, inocentes, que incluso, con toda ingenuidad, han dado asilo a los islámicos criminales. Se trata de convencer a la ciudadanía de que es preciso aumentar los recursos para la seguridad: presupuesto del Ejército, contribución a la OTAN, incremento del número de policías, compra de armamento; que asuma la reducción de los presupuestos sociales a favor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que nos defienden del terrorismo; que olvidemos la tragedia del Medio Oriente y no nos planteemos nuevamente las olvidadas luchas por la Paz. Y que se recrudezca la represión policial y política sin protesta alguna.

Ni una sola voz se ha alzado contra la actuación de los policías que tiran a matar cuando creen localizado un terrorista. Por el contrario, hoy se menudean las fotos de mujeres –sobre todo mujeres- abrazando a los Mossos después de que abatieran a los perseguidos de Cambrils. Siempre es mejor que el sospechoso se calle para que no pueda contar lo que a los servicios de inteligencia no interesa. Sobre todo dada la inoperancia que han demostrado en la vigilancia de los que estaban organizando los atentados.

Porque ya se sabe que a los terroristas hay que matarlos por las calles, aún antes de haberlos condenado.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/08/22/el-terrorismo-de-los-estados-guardian/

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La dulzura de Mónica Oltra

Por: Lidia Falcón

Dentro de la barriga de la mujer el feto piensa:

“A ver si lo pillo… ¿Estoy siendo gestado en depósito fruto de un contrato de la nueva economía de consumo colaborativo con carácter altruista a cambio de compensación resarcitoria? Pues no sé si quiero nacer en un sitio así”.

JR Mora  en CTXT de Público.

Toda gestación es altruista, menos las “altruistas” que serán de pago.

El Roto.

Mónica Oltra se ha pronunciado a favor de legalizar la que denomina  “maternidad de sustitución”. Un amable eufemismo al estilo del lenguaje actual, donde ya no existen términos definitorios y rotundos, ni por supuesto categorías marxistas, sino dulces palabras que encubran la gravedad de lo que se quiere  ocultar a los lectores. Como es habitual en ella, para argumentar su posición utiliza un párrafo poético sobre la vida, incluso afirma que la vida no se subroga,  y añade, si la vida se da, a mi juicio, es difícil hablar de gestación subrogada y mucho menos de maternidad subrogada. Ni lo uno ni lo otro está sujeto a subrogación, término empleado en Derecho para cuando alguien sucede a otra persona física o jurídica en una relación, o un derecho  relacionado con un negocio jurídico”.  

Ella es jurista, y no se entiende que pueda negar que es una subrogación de la categoría de madre cuando se pretende alquilar el útero de una desgraciada –y hay que serlo mucho para someterse a semejante tortura- a fin de, mediante un contrato, fabricar en su matriz un niño que deberá entregarlo a otra persona.

Claro que los ejemplos que puso son los mantras que repiten los partidarios de semejante explotación: la hermana que se sacrifica por su hermana, la amiga por la amiga. Y debe de haber muchas en semejante situación cuando, según ella, es necesario legislar expresamente estos casos.

Para redondear los argumentos que se han esgrimido por los defensores de semejante tráfico, Mónica compara la donación de un riñón con la fabricación de un niño por encargo en el vientre de otra mujer. Ya escribí hace pocos meses un artículo sobre semejante mistificación, defendida nada menos que por el director del Centro Nacional de Transplantes, y manifesté mi asombro de que ahora consideráramos a los niños como riñones.

Mónica tiene la desfachatez de afirmar que había “conocido mujeres que se sintieron tan bien durante el embarazo que dicen que les encantaría tener otro embarazo sino fuera porque no quieren tener más hijos”. Recuerdo aquellos sermones de las propagandistas del OPUS que medio siglo atrás hablaban de lo maravilloso que era gestar una criatura, “sentir dentro tu cuerpo como va formándose y creciendo una nueva vida”. Pero al menos lo defendían de la madre que iba a disfrutar de ese hijo. Mónica Oltra habla del embarazo como si  se tratara de una sesión de agradable spa.  Al final la protagonista se desembaraza y queda tan liberada tras nueve meses de felicidad.

No falta la apelación a la libertad, esa falacia que ahora sirve para defender las más inicuas explotaciones. Como dice Pilar Aguilar “nuestra libertad para disponer que otros dispongan de nuestro cuerpo”. Ahora la defensa de la libertad para las mujeres sirve para prostituirlas, alquilar sus úteros, exhibirlas y humillarlas en la publicidad y la pornografía. Nunca se dio un uso tan perverso al sublime término de libertad. Naturalmente de las pobres. Todavía hemos de ver a las ricas gestando para las pobres que no pueden tener hijos.

Desde el recuerdo del tiempo en que las mujeres políticas de izquierda mostraban su fuerza y determinación en la defensa de sus ideales con un lenguaje contundente y el ademán y el semblante  airado, como referentes Dolores Ibárruri y Federica Montseny,  observo desconcertada el estilo dulzón y amable, siempre sonriente, con que se expresan actualmente las jóvenes llegadas a la política, incluso cuando se dirigen a sus adversarios o responden las preguntas agresivas y capciosas de sus entrevistadores.

Entre unas cuantas otras, Mónica Oltra es realmente sobresaliente en modales exquisitos, sonrisas abiertas, ademanes elegantes y expresiones de comprensión del contrario, así cómo solicitud continua de disculpas por defender posiciones distintas. En el colmo del almíbar estuvo dándose besos con Pablo Iglesias en la campaña electoral y recitando los poemas de amor, no de guerra, de Miguel Hernández.

Mónica Oltra ha sido comunista, de EU, y de varias otras organizaciones que se reclaman muy de izquierdas. Ha protestado reiteradamente en las Cortes Valencianas, exhibiendo diferentes camisetas, contra la corrupción y el gobierno del PP. Ha defendido el ecologismo y la libertad del colectivo LGTB. No sé si en aquella etapa utilizaba los mismos modos monjiles que ahora marcan su estilo, pero diríase que para ella –en feliz frase del profesor José Manuel Lucas- el lema de su política no es “libertad, igualdad y fraternidad” sino “fe, esperanza y caridad”.

Ya sé que los tiempos de hoy no son los de los años 30. Ya sé que la guerra no se abate como una amenaza cierta sobre nosotros. Ya sé que las convulsiones que nos destrozaron hace 80 años, ni tampoco la represión de los 40 años franquistas, son una realidad ni aún un peligro cierto, pero muchos de los problemas que padecemos y que Oltra denuncia, son de extrema gravedad: pobreza, marginación, explotación de las clases trabajadoras, persecución de los homosexuales, depredación del medio ambiente. Y me resulta sorprendente que se puedan plantear con esa expresión de encanto en los términos más amables.

Porque esta Consejera  de Igualdad de la Comunidad Valenciana, amén de vicepresidenta del gobierno -que tiene tiempo y energías para ocuparse de todo- con ese rostro siempre sonriente, que mantiene la expresión abierta, la mirada ingenua y una dulcísima entonación, ha conseguido hacer desgraciadas a muchas mujeres y multitud de niños, logrando que se imponga en Valencia legalmente la custodia compartida, aún ante la oposición y el enfrentamiento entre los padres. Esa, que debe considerarse a sí misma benefactora de la humanidad, después de hundir la vida de madres y menores, se propone ahora considerar a las mujeres como probetas en donde se cuecen los niños, para satisfacción de homosexuales y parejas estériles. Bien ha defendido los derechos de los gays, entre los que ahora pretenden que se cuenten el de ser padres biológicos. Se trata de transmitir las herencias genéticas como se transmiten las herencias económicas.

Cómo informa Pilar Aguilar, todos los servicios sociales de la Generalitat Valenciana están privatizados. Las trabajadoras de estos servicios en precariedad (hasta el Defensor del Pueblo Valenciano en su último informe recomienda mejorar las condiciones del personal) y esta mística  e iluminada defensora a ultranza de los pobres y los oprimidos, de los LGTB, del medio ambiente, cuando se ocupa de las mujeres lo hace para oprimirlas y humillarlas.

¿Qué relación tiene ese estilo ñoño y almibarado con la crueldad con que dispone de la vida y la felicidad de mujeres y niños que dependen de su gobierno? ¿Cómo se entiende que una política bragada en la militancia comunista a los 15 años, persistente en su ideario a través de distintas afiliaciones, que pretende ser modelo de mujeres luchadoras, muestre siempre una faz angelical con un discurso expresado en términos amables y un lenguaje eufemístico, para imponer la última humillación que las mujeres podemos sufrir: las de considerarnos únicamente sujetos de reproducción?

¿La decepcionante respuesta no será que en el fondo es una misógina y en la forma una farsante?

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2017/08/11/la-dulzura-de-monica-oltra/

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