Estos seminarios de formación permanente en Pensamiento Crítico, son en alianza con CEIP Histórica de Argentina, Centro de Investigación RÍUS de Clacso-México y Centro Internacional de Investigaciones «Otras Voces en Educación».
Fuente: CII OVE
Estos seminarios de formación permanente en Pensamiento Crítico, son en alianza con CEIP Histórica de Argentina, Centro de Investigación RÍUS de Clacso-México y Centro Internacional de Investigaciones «Otras Voces en Educación».
Fuente: CII OVE
Diversos autores, marcados por la urgencia del presente, buscan interpretar los alcances de un sismo inesperado que trae aparejados nuevos desafíos.
El acontecimiento total. Eso es la pandemia. No lo fueron las grandes guerras ni la llegada a la Luna, ni los mundiales de fútbol o los juegos olímpicos, ni la propia globalización, condición necesaria pero no suficiente de esta excepción generalizada.
De todas esas situaciones alguien se caía o se sustraía voluntariamente. Pero el virus logró poner a todos en un mismo escenario, jugando papeles distintos en una única obra. Absoluta unidad de tiempo y lugar, presente continuo, tiempo en fibrilación que se resiste a las interpretaciones.
Eppur si muove, dicen los casi cincuenta autores que en tres obras diferentes pero igual de urgentes ensayan correrse del asombro para pensar desde la sociología, la antropología, la ciencia política, la filosofía, las relaciones internacionales, los estudios culturales, el psicoanálisis, algo de neurociencias. El acceso libre y gratuito a los estos libros -una costumbre en la producción científica en este momento, aunque puedan tener luego una versión en papel- epitomiza una actitud renovada con énfasis en la colaboración.
El efecto de la pandemia en lo económico, político y social es innegable, con un impacto bastante más notorio en la región de Latinoamérica que en otras latitudes, dada la situación actual de alternancia gubernamental, enlentecimiento económico y cambios en la dinámica social. Si bien se han realizado ya varios esfuerzos por entender el impacto del COVID-19 en nuestra vida cotidiana, todos estos esfuerzos se centran en consecuencias inmediatas, tales como la evaluación del incremento en el consumo de artículos de limpieza, el incremento en el desempleo, la migración del comercio a plataformas digitales y la aceleración de la tendencia del teletrabajo.
Sin embargo, todos estos cambios son respuestas a la inmediatez, a los primeros momentos de reacción ante una emergencia como si la crisis por la pandemia fuera efectivamente un estado momentáneo de nuestra historia. Pareciera que muchas de estas acciones tienen sólo una motivación de eventualidad como si al desaparecer la pandemia, todo regresará a la normalidad. Lamentablemente, todos los organismos internacionales que se dedican a analizar la dinámica social desde un abordaje más amplio llegan a la misma conclusión.
El impacto del COVID-19 en la sociedad es permanente, y no veremos llegar ese tan esperado retorno a la normalidad. Por el contrario, cada vez más hay más evidencia que demuestra que la crisis desatada por la pandemia no hizo sino servir de catalizador para acelerar una serie de dinámicas psicosociales que ya estaban en transición. . Un ejemplo es la transformación digital. Si bien era ya una tendencia en algunos sectores empresariales, la crisis por COVID-19 obligó a sectores completos a abrazar la digitalización de la noche a la mañana.
Lo mismo se puede decir de modelos económicos basados en flujos que se consideraban fuentes de flujo infinitas, tales como el turismo. Ciudades latinoamericanas cuyas economías dependían del turista extranjero vieron desaparecer su fuente de ingresos de un día a otro sin mayor posibilidad que cerrar comercios tras más de cuatro meses de una cuarentena que parece no terminar nunca.
Pero estos son, otra vez, efectos momentáneos. La pregunta correcta es, ¿Cómo veremos en el pasado esta pandemia? Mejor dicho, qué consecuencias de esta crisis resonarán en nuestra dinámica psicosocial los próximos diez años y voltearemos a ver al COVID-19 como ese detonador de dichas realidades.
Para dar una respuesta más allá de lo efímero que resulta retratar la inmediatez, nos dimos a la tarea de diseñar una evaluación regional de estos cambios que formarán parte de nuestra realidad postpandémica. Es decir, esta realidad donde miraremos al 2020 a la distancia como el año en que se provocaron los cambios que serán ya entonces, los ejes de nuestra vida cotidiana.
Elegimos referirnos a esta época del futuro como la post-pandemia, para evitar el eufemismo mediático de “nueva normalidad” que pretende mitigar una transformación que de normal tendrá muy poco y lejos de ser una novedad, será una colección de estándares a los cuales deberemos habituarnos lo más rápido posible. SEELE Neuroscience desarrolló tres escalas de medición:
Estas escalas fueron estandarizadas en validez y confiabilidad para generar los reactivos finales.
Blacksmith Research realizó la recolección de 473 respondientes repartidos en diez países de Latinoamérica y SEELE Neuroscience recolectó respuestas de 30 participantes presenciales mediante un protocolo de asociación implícita para generar un factor de corrección que permite detectar reactivos donde los participantes pudieron haber mentido o tratado de dar respuestas “correctas” o socialmente deseadas.
Techo y familia: Los dos pilares que sostienen a la región
No importa lo que pase, los latinoamericanos siempre consideraremos el hogar y la familia como los dos ejes de nuestra certidumbre. Cuando todo a nuestro alrededor parece derrumbarse, acudimos a nuestro círculo más cercano para reasegurar nuestra integridad. Esto no es necesariamente positivo si se interpreta como la contracara de nuestra incertidumbre generalizada hacia el panorama mundial.
Así, como característica fundamental de la escala de certidumbre, veremos en años venideros una reducción del círculo social a sólo nuestros cercanos. Daremos prioridad a nuestro hogar y nos sentiremos abrumados por el acontecer mundial. Las tendencias girarán en torno a la preservación de la seguridad de lo más básico y fortalecer los lazos con pequeños núcleos familiares.
En un contexto favorable, esto podría reforzar un nacionalismo dialógico; una promoción del consumo local, una revaloración del arte y deporte de casa, por encima de ofertas globales.
Observaremos un retorno al consumo local, a la tienda de barrio, a la exaltación de las raíces y un prolongado surgimiento de propuestas autóctonas, más éticas y más cercanas a la reconstrucción del orgullo nacional. Pero en una ruta desfavorable, esta misma necesidad de aseguramiento del círculo cercano podría fortalecer propuestas xenofóbicas, estigmatizar la inmigración y favorecer propuestas centralistas.
Corremos el riesgo de convertirnos en una sociedad temerosa del exterior. Podríamos ver con recelo a vecinos extranjeros y pudiéramos suscitar escenarios de segregación promovida por la misma sociedad. Ideas como promover una moneda o un tabulador de precios para nacionales y otro para extranjeros serán propuestas que circularán en las mesas de los políticos para asegurar la soberanía nacional. De ocurrir este escenario, los migrantes lo pasarían muy mal al ser víctimas indirectas de este rechazo a lo desconocido.

En el caso de las personas que tienen una pareja y/o una familia formada, ésta se constituye como un tercer eje que entra en juego en este nuevo orden de estructura social, donde la célula mínima de certidumbre se circunscribe a cuatro paredes y sus habitantes, correlato indiscutible de lo errático que resulta el mundo exterior.
Menos complacientes, más exigentes
Uno de los cambios más notorios de la vida postpandémica será en el ánimo social. Si bien actualmente existen diferencias regionales, Latinoamérica se caracteriza por una tendencia hacia los estados psicoafectivos positivos, como son la alegría y la búsqueda de estados el bienestar general. Nos gustan las fiestas, los eventos masivos, llenamos estadios de futbol y nuestros calendarios están llenos de días de asueto donde no importa la falta de presupuesto, se aprovecha para gastar y vacacionar.
Sin embargo, en los próximos años, la energía canalizada a expresiones placenIlustración 1, medición de la certidumbre frente a diversas áreas de la vida. La escala va de cero a uno, donde cero significa “total incertidumbre” y uno significa “total certidumbre” de que dicho aspecto no cambiará dentro de 10 años a pesar de la pandemia.
Sin embargo, en los próximos años, la energía canalizada a expresiones placenteras será reorientada a un ánimo centrado en la prevención, el alejamiento de amenazas y la circunscripción de lo negativo tal como lo muestra la ilustración 2. Esto significa que desaparecerán paulatinamente estas escenas de gastos no planeados, esas salidas nocturnas espontáneas a dar una vuelta por los bares, esa condescendencia casi natural hacia la vida.
Para entender esto mejor, es importante conocer el modelo general de las emociones que clasifica las mismas en cuatro cuadrantes.
En primer lugar está el activo-positivo (AP) donde radican emociones agradables que se expresan como la felicidad y el amor. En segundo lugar está el activonegativo (AN) donde están las emociones desagradables que se expresan tales como la ira o el miedo. En un tercer cuadrante tenemos las emociones Pasivonegativas (PN), emociones desagradables pero que no requieren expresarse como son el aburrimiento o la decepción.
Finalmente están las emociones pasivo-positivas (PP) tales como la tranquilidad o la relajación, donde hay un estado emocional agradable pero que no se expresa.

Si observamos la gráfica del análisis comparativo de los diferentes cuadrantes emocionales antes y después del COVID-19, es evidente un incremento en los cuadrantes negativos y un decremento en los positivos:
Veremos una sociedad transformada en su ánimo, con menores expresiones festivas, menor presupuesto dedicado a celebraciones, y mayores movimientos sociales de exigencia y reclamación de derechos
Las protestas sociales que presenciamos en Chile y Argentina son apenas el comienzo de una revolución de reclamación de garantías que la pandemia vino a acelerar. El impacto generará códigos de comunicación más honestos, una búsqueda por los valores detrás de las empresas y las instituciones. Se sumará a la demanda de responsabilidad social y ecológica, la responsabilidad ética.
Las empresas cambiarán su oferta disminuyendo la -hasta ahora crecientetendencia de narrativas aspiracionales. El consumidor no buscará más esas campañas que lo acerquen a sus ídolos o a estilos de vida soñados. Observaremos una migración a narrativas de conciencia, compromiso, unidad, e incluso, que capitalice el enojo del cliente.
Si hoy los mensajes buscan ganarse al cliente a través de ofrecer diferenciadores alineados a sus valores, en la vida postpandemia ganarán fuerza las estrategias de diferenciación a partir de lo que rechaza o reniega el cliente.
La industria del hartazgo generará nuevos productos y servicios de mitigación de pérdidas de energía y dinero, de reducción de interacciones innecesarias, y de justificación de la exigencia. Los datos permiten vislumbrar un futuro donde a cada cosa que nos moleste, surgirá un nicho de mercado donde los emprendedores capitalizarán esta emoción: ¿odia usted las multitudes? Surgirán empresas que le buscarán la hora y fecha en que menos gente hay en el supermercado; ¿siempre se le rompe el móvil y pierde el cargador y además casi no lo usa? Surgirá el móvil desechable con batería de un mes.
Pero todavía algo alegres y optimistas
Este cambio de ánimo social, si bien exacerbará emociones predominantemente negativas, no nos impedirá conservar el tono alegre frente a la vida. Si bien percibiremos una menor disponibilidad de energía, la canalizaremos a un sentido de esperanza de que siempre se puede hacer algo para mejorar.
Nos convertiremos en una sociedad que privilegiará los momentos de felicidad como especiales, a manera de burbujas que nos ofrecen por breves instantes esa ilusión de que todo está bien. Si bien actualmente este fenómeno ya ocurre en algunos estratos sociales, veremos con mayor frecuencia que eventos como los cumpleaños, las vacaciones, las graduaciones, los asuetos, serán auténticos momentos de relevancia donde se permitirá ser feliz sin concesiones para abrir un oasis de felicidad. Estos eventos requerirán planeación tanto social como financiera y se utilizarán como pretexto perfecto para fortalecer los lazos sociales Veremos una transformación en la materialización de estos eventos con aspectos más concretos.
Será casi obligatorio viajar en las vacaciones o dar un regalo en los cumpleaños. Incluso se instaurarán nuevas tradiciones para darle ese sentido de tangibilidad concreta, como pudiera ser, el “regalo de año nuevo” para quitarle su carácter de festividad etérea. Sumando a esto al nacionalismo que tomará fuerza, surgirán incluso eventos como “la fiesta de los originarios” donde se celebrarán las raíces prehispánicas o inmigrantes -según el país- con sus respectivos rituales de reciente creación.
Una generación joven que tuvo que cambiar el rumbo sin aviso
Las generaciones que en 2020 recién se incorporaban al ambiente laboral son los más afectados en su perspectiva hacia el futuro. Las metas que tenían visualizadas a corto y mediano plazo fueron eliminadas de golpe.
Terminar el semestre sin ver a los amigos, graduarse frente a un monitor, y tener su primera experiencia laboral desde el hogar son hechos que marcarán a toda una generación. Por otro lado, muchos que recién comenzaban a vislumbrar un futuro tuvieron que eliminar metas que antes del COVID-19 eran sólo cuestión de tiempo.
Este impacto es -por poner un ejemplo- similar al de aquella persona que soñaba con ir a Nueva York para tomarse una foto desde lo alto de las torres gemelas antes de los acontecimientos del 9/11. En este contexto, el factor de la educación tiene mayor influencia en ajustarse a la vida postpandémica, por encima del país o incluso el género.
Los latinoamericanos nos reconciliaremos con el valor de la educación académica como un recurso para salir adelante, ahora que el COVID-19 nos demostró que salir a la calle a vender arepas no será siempre una solución ante la falta de ingresos. El encierro obligó a una generación a conocer estrategias de capitalización de sus talentos y sus aprendizajes que antes se veían sólo como beneficios intelectuales. Esto traerá una nueva ola de promotores de contenido y disolución del monotalento.
Ser bueno en una sola cosa ya no será suficiente, y las universidades se transformarán en centros de validación y reconocimiento de fortalezas, habilidades y conocimientos.
La transformación académica llegará a su punto máximo cuando los países se vean obligados a modificar radicalmente su sistema educativo, basado en cursos más breves, estructuras multiplataforma e incorporación de conocimientos técnicos.

El mundo de la postpandemia ofrecerá un universo académico donde desde los catorce o quince años se pueda ejercer una profesión de medio tiempo, mientras se estudia para tener una segunda ocupación. Veremos universidades híbridas con horarios matutinos y vespertinos, mitad de cursos en plataforma digital y mitad de cursos presenciales.
Además, surgirán fenómenos de incorporación de la universidad en el ámbito empresarial y gubernamental.
No será raro tener empresas con su “campus intraempresa” donde los empleados trabajarán media jornada y estudiaran en el campus universitario dentro de la empresa la segunda jornada para segur formándose. Nos imaginamos una compañía que paga la mitad del sueldo con un salario monetario y la otra mitad con educación para tener empleados más competitivos que aspiren a crecer dentro de la empresa. Lo mismo podría ocurrir a nivel instituciones gubernamentales.
Rumbo a un período de adaptación complicado del que se espera lo mejor
Finalmente, la visión global del futuro destaca por reconocerse como un período adaptativo de duración incierta donde sabemos que las cosas no van a ser fáciles. Pese a ello, la percepción generalizada es que habrá una vida después del COVID-19 con la esperanza de que esto sólo es un “bache”, donde nos esperan del otro lado, cosas más agradables.
En Latinoamérica no existe todavía la noción de que los cambios de la postpandemia llegaron para quedarse. Esto nutre la esperanza de que las cosas buenas “regresarán” tarlde o temprano, lo que fungirá como acelerador del sentimiento de nostalgia de cosas que incluso ocurrieron hace algunos años y no décadas enteras como suele ser.
Veremos una disociación en la velocidad de diferentes aspectos de la vida, se acelerará lo que permita nutrir esta sensación de que dichas acciones son para “pase el bache” y se tratará de prolongar por más tiempo aquello que nos dé la sensación de que ya lo hemos rebasado. Buscaremos un retorno a actividades seguras, que permitan sentir que estamos en ese “antes” de la pandemia.A diferencia de otras latitudes como en Europa, la glamourización de la vida postpandemia no será un estándar.
No veremos esos invernaderos a la orilla del río donde los comensales se encierran para mantener la distancia social. En ese sentido, la respuesta adaptativa hacia el distanciamiento social permanente será uno de las grandes interrogantes que psicosocialmente aún no tienen respuesta; ¿cómo procurar la distancia social una cultura que acostumbra saludar de beso a desconocidos?
Será conforme avance el tiempo que crearemos un nuevo código de convivencia donde la cercanía y la lejanía dejen de ser dicótomas, pero mientras tanto, la manera en cómo lidiar con nuestra carga cultural llena de expresiones de contacto físico es uno de los conflictos que por ahora no tienen solución y detonarán toda una nueva forma de comunicarnos con ademanes, gestos y palabras que quizá, hace varios años abandonamos y ha llegado el momento de reinventarlos.
Fuente: https://www.america-retail.com/estudios/estudios-transformacion-de-latinoamerica-post-pandemia/
Tan solo en los siete primeros meses del 2020, en el Paraguay se han registrado 282 embarazos en niñas menores de 14 años y más de 7.500 embarazos en niñas entre 14 y 19 años. Las cifras de años anteriores son igualmente elevadas, ubicando a nuestro país en primer lugar en la región en este indeseable ránking.
La situación afecta mayormente a niñas y adolescentes de hogares vulnerables, en condiciones de marginalidad y pobreza. La falta de una mejor educación y de oportunidades de desarrollo, sumada a la inmadurez física y sicológica, hace que las niñas que no deberían ser madres vean truncadas su infancia y su primera juventud, impidiendo en muchos casos la posibilidad de seguir estudiando para salir de la pobreza. Muchas ni siquiera alcanzan a terminar la escuela primaria. Lo terrible es que muchas son a su vez hijas de madres adolescentes, repitiendo una historia enraizada en la cultura popular.
El ministro de Salud, Julio Mazzoleni, dijo en la presentación de la campaña que “hay que hacer visible el problema, hay que mostrarlo, y hay que desnaturalizar”. La ministra de la Niñez, Teresa Martínez, fue aún más determinante: “Las niñas deben ser protegidas contra toda forma de abuso, contra toda forma de violencia; una adolescente o niña embarazada es una niña o adolescente abusada. Si bien es cierto los padres y las madres son los principales responsables de la educación de sus hijos, no es menos cierto y es absolutamente imperioso que la educación sexual integral se incorpore a la malla curricular del Ministerio de Educación. Tienen que tener información veraz, confiable, científica de qué ocurre con sus cuerpos, cuando van cambiando, cuando van creciendo tienen que tener información de que pueden hacer con ellos y ellas, y hasta dónde puede llegar un adulto sobre sus cuerpos, y la escuela es una gran responsable”.
Por ello resulta llamativo que, a pesar de acompañar oficialmente la campaña, el Ministerio de Educación y Ciencias haga todo lo contrario. El responsable de la cartera, Eduardo Petta, ha erradicado la educación sexual integral de la malla curricular. En esta divergencia, que obedece más a motivos religiosos o ideológicos que pedagógicos, se sostiene una dramática realidad social que debe ser cambiada.
Fuente: https://www.ultimahora.com/evitar-que-paraguay-siga-siendo-el-pais-las-ninas-abusadas-n2899430.html
Partidos políticos y organizaciones sociales de al menos 13 estados de la República han propuesto reformar leyes educativas para crear un “pin parental”, con el objetivo de que los padres de familia autoricen los contenidos que se enseñan en las escuelas y, con ello, limitar temas como la igualdad de género, la salud sexual y reproductiva.
Aunque la Secretaría de Gobernación (Segob), la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y organismos internacionales se pronunciaron en contra del pin parental, cada vez son más los estados donde se aviva la discusión en torno a este tema.
Chiapas, Chihuahua, Ciudad de México, Guanajuato, Querétaro, Veracruz, Puebla, Aguascalientes y Nuevo León son las entidades donde los partidos Encuentro Social (PES) y Acción Nacional (PAN) han promovido la intervención de los padres en los contenidos educativos.
En el caso de Nuevo León, la iniciativa del pin parental fue votada y rechazada en el Congreso estatal, mientras que en Aguascalientes la Comisión de Derechos Humanos local impugnó las reformas educativas que ya habían sido publicadas en el Periódico Oficial.
Por otra parte, en Baja California, Oaxaca, Tamaulipas y Yucatán asociaciones como el Frente Nacional por la Familia ejercen presión para que los Congresos estatales incluyan el tema en sus agendas.
Especialistas alertaron que permitir a los padres o tutores aprobar los contenidos que se dan en las escuelas provocaría que sectores conservadores rechacen los temas de igualdad de género, salud sexual y reproductiva, lo cual podría derivar en un aumento de la violencia contra las mujeres, embarazos infantiles, abuso sexual de menores y homofobia.
“El pin parental sería un retroceso para la Convención sobre los Derechos del Niño, la Constitución Política y las diferentes leyes que tenemos donde se expresa que los niños y adolescentes no son propiedad de los padres.
“Este tipo de iniciativas ponen a los menores como objetos de sus papás y ese es un retroceso de décadas”, criticó José Lugo Rodríguez, coordinador de Incidencia Política de Protección a la Niñez de la organización Save The Children México.
El experto aseveró que la sexualidad sigue siendo un tabú en la sociedad mexicana, por lo que la escuela se ha convertido en un espacio ideal para que los infantes aprendan sobre este tema.

La sexualidad aún es tabú en la sociedad mexicana, afirma experto.
“Si eliminamos la posibilidad de que los niños puedan conocer este tema desde el punto de vista científico, que en las escuelas puedan dialogar, realmente podríamos poner en riesgo a nuestros niños, porque no somos un país donde hablemos de esto con naturalidad en nuestras casas”, advirtió el especialista.
Las consecuencias de eliminar la educación sexual y de género en las escuelas no sería poca cosa: aunque ha habido una tendencia a la baja durante los últimos años, en 2018 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) registró 154 mil 299 embarazos de niñas y adolescentes.
Con respecto a la violencia de género, la cifra de 10 asesinatos de mujeres al día sigue vigente a pesar de las estrategias implementadas por el gobierno federal para contener el problema.
En cuanto al abuso sexual infantil, las autoridades no tienen una cifra específica para medir este delito, y sobre la homofobia el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra Personas LGBT registró 65 asesinatos de integrantes de esta comunidad en 2019.
El pin parental no es un proyecto surgido de la nada, tiene sus raíces en el partido político español VOX, que propuso que los padres tengan información previa sobre cualquier actividad que involucre cuestiones sobre identidad de género, feminismo o diversidad.
El objetivo es que los responsables de los menores, con base en “cuestiones morales” y creencias, decidan si los niños pueden realizar esas actividades.
Teniendo en cuenta los antecedentes políticos, Juan Martín Pérez, director de la Red por los Derechos de la Infancia (Redim), no dudó en que el PES y el PAN puedan utilizar esta iniciativa con miras a las elecciones de 2021, cuando se disputarán 15 gubernaturas, 30 Congresos estatales, casi 2 mil municipios y se renovará la Cámara de Diputados.
“El pin parental es un pretexto para confrontarse con las instituciones del gobierno mexicano, para hacer visibles sus cuestionamientos homofóbicos, misóginos y adultocéntricos porque en nuestro país hay mucha gente que piensa así. Este es un método que utilizó VOX para ganar electores”, declaró Juan Martín Pérez.
El experto equiparó el pin parental con otras propuestas que en su momento lanzó el Partido Verde Ecologista, como la pena de muerte, y que le sirvieron para conseguir votantes que a la postre eran de utilidad para su aliado favorito: el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
“México es un terreno fértil para las propuestas antiderechos por la fragilidad institucional, por los altos niveles de impunidad y por la polarización que hay en estos momentos. Así como vemos a estos grupos antiderechos esforzándose para lograr visibilidad y ganar electores, seguramente vamos a ver a otros grupos con la misma estrategia”, aseveró Juan Martín Pérez.
Para que el pin parental no sea aprobado en las entidades federativas, la semana pasada la Comisión Permanente del Congreso de la Unión hizo un llamado a la CNDH para que interponga acciones de inconstitucionalidad contra las iniciativas estatales en la Suprema Corte.
El Legislativo federal coincidió en que esta propuesta viola derechos humanos de los menores de edad, entre ellos el acceso a la salud sexual y reproductiva. Y aunque esta crítica se replica desde distintos frentes, grupos conservadores han optado por no escuchar y seguir con su agenda.
Fuente: https://www.eluniversal.com.mx/nacion/buscan-13-estados-controlar-educacion-sexual
Estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia iniciaron una huelga de hambre para exigir al Gobierno que no se cobren las matrículas en las instituciones públicas por la crisis derivada de la pandemia de coronavirus, en tanto los maestros de escuela comenzaron un paro virtual en rechazo al regreso a las clases presenciales.
La huelga de hambre es otro paso que dan una veintena de estudiantes que hace dos semanas iniciaron en la sede de la Universidad Nacional de Bogotá una protesta en la que demandan más inversión del Gobierno para la educación universitaria y “matrícula cero” en todas ellas.
Al respecto, el presidente colombiano, Iván Duque, anunció ayer que el gobierno destinó casi un billón de pesos (unos 265,7 millones de dólares) para aportar entre el 70 % y el 100 % del pago de matrículas para que los universitarios puedan sortear la pandemia del coronavirus sin tener que sacrificar su acceso a la educación superior.
El jefe de Estado indicó los apoyos están dirigidos a cerca de 569.000 estudiantes de los estratos 1 y 2 que están matriculados en las universidades.
“A esos jóvenes queremos decirles que hoy van a estar recibiendo en promedio un descuento sobre su matrícula cercano al 70 %”, puntualizó Duque.
La estudiante Laura Natalia Pava dijo este miércoles a Efe que alumnos de la Nacional en Bogotá y Medellín, capital del departamento de Antioquia, iniciaron la movilización para exigirle al Gobierno “matrícula cero de carácter universal” para el semestre que resta de este año y para todo el 2021 “teniendo en cuenta la grave condición socioeconómica que enfrentan las familias, las altas tasas de desempleo juvenil de este año”.
Los alumnos también reclaman una “inyección presupuestal adicional por el déficit generado por la pandemia”, ya que “en el marco de la pandemia, (la universidad) ha cerrado sus campus, como las otras universidades”.
“Esto implica que muchos procesos de investigación y extensión se vean frenados, y esos procesos hoy sustentan además de la matrícula, más o menos el 52 % del presupuesto con el que la Universidad funciona”, explica Pava.
Los estudiantes que están en la protesta visten capas rojas en alusión a los trapos rojos que habitantes de Bogotá y de la localidad aledaña de Soacha pusieron en sus ventanas hace meses para indicar que necesitan comida y atención en salud y que no podían conseguir por el confinamiento decretado por el Gobierno para evitar la expansión de la COVID-19.
“Aquí seguiremos hasta cuando haya una respuesta del Gobierno para la matrícula cero y para la inyección presupuestal”, aseguró a Efe Mateo Vargas, estudiante de Arquitectura en la sede de la Universidad Nacional en Manizales (centro).
Los maestros de escuelas públicas de Colombia iniciaron hoy un paro de 48 horas para exigirle al Gobierno cumplir con acuerdos firmados el año pasado y en rechazo al regreso a clases presenciales, sobre todo en la actualidad cuando el país pasó de los 400.000 contagios de la COVID-19 este martes.
“Si no hay soluciones reales y concretas a las peticiones nos veremos abocados a tomar otras decisiones”, dijo en un foro virtual el presidente de la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode), Nelson Alarcón.
Igualmente, el gremio de maestros exige que el Gobierno declare una “emergencia educativa” para garantizar las actividades escolares no presenciales y el retorno a los colegios cuando no esté en riesgo la salud y la vida.
Las clases presenciales en escuelas y colegios públicos de Colombia están suspendidas desde el 16 de marzo, una medida adoptada por el presidente colombiano, Iván Duque, para hacerle frente a la pandemia.
Mientras tanto, el Ministerio de Educación manifestó en un comunicado que la pandemia del coronavirus implica realizar ajustes en la vida cotidiana y que en compañía de las autoridades de salud, elaboró los lineamientos para fortalecer la calidad de los aprendizajes durante el trabajo académico en casa.
Esos lineamientos son para “orientar el retorno gradual y progresivo a la presencialidad en las aulas bajo esquemas de alternancia con trabajo académico” en los hogares.
Fuente: https://elcomercio.pe/mundo/latinoamerica/coronavirus-en-colombia-universitarios-piden-con-huelga-de-hambre-que-no-cobren-matricula-universidad-nacional-de-colombia-fotos-nndc-noticia/
Atenta a la desigualdad e inequidad que padece la educación en el país y que la pandemia ha agravado, Brenda Austin pide garantizar el acceso equitativo a la educación y a la conectividad.
La diputada nacional Brenda Austin (UCR Córdoba) presentó un proyecto para que se declare la “Emergencia del Sistema Educativo Nacional” en todos los niveles y modalidades para el ciclo lectivo 2020 y 2021, y considerar a la educación como actividad esencial.
El proyecto propone crear un marco normativo integral para garantizar el acceso equitativo a la educación y a la conectividad, con capítulos especiales para estudiantes en riesgo de abandono escolar, jardines de primera infancia, designaciones de docentes suplentes, y transportistas escolares.
“La marca que distingue a la educación en Argentina es la desigualdad y la inequidad. La pandemia no ha hecho más que agravarlas. No poner en el centro de la escena lo que está pasando con la educación muestra a las claras nuestra incapacidad de pensar en el futuro inmediato. Declarar la emergencia educativa es un imperativo ético”, manifestó Austin.
La iniciativa apunta a diseñar un conjunto de dispositivos de urgencia a través de programas de acompañamiento y asistencia escolar, becas de conectividad, como así también garantizar la accesibilidad digital tanto a estudiantes en riesgo de abandono, como a docentes, a través de instituciones, las escuelas y las Universidades Nacionales. También propone un marco protectorio para llevar alivio a la difícil situación por la que atraviesan los jardines maternales y los transportistas escolares.
“El sistema educativo argentino enfrenta uno de los desafíos más grandes de su historia, mantener y sostener la continuidad pedagógica ante un contexto de profunda incertidumbre. El Congreso tiene y debe hacer algo. Por eso proponemos la creación de un Programa de detección y acompañamiento a estudiantes en riesgo de abandono, y la creación de Becas de Conectividad. Pensar acciones, políticas públicas, para revertir la brecha digital y las desigualdades es más urgente que nunca”, señaló Austin.
Agregó que “las escuelas Zoom y las escuelas Whatsapp son un claro ejemplo de cómo la virtualidad impactó de manera diferenciada en las instituciones educativas. Las diferencias son abismales. Uno de cada cinco alumnos/as de primaria no tiene acceso a Internet. En el norte de Argentina casi dos de cinco. Y en las familias pobres uno de cada dos. En el otro extremo la realidad de familias donde hay un solo dispositivo para todos los integrantes: leer las consignas, abrir un video, bajar un PDF, a veces se convierte en misión imposible. A mitad de mes, cuando se van quedando sin datos, aparece el silencio”.
También dijo que “debemos escuchar el grito de los jardines maternales de todo el país que, debido a la drástica baja en el pago de la matrícula, están cerrando a tiempo de pandemia, y son considerados una suerte de híbrido que el Estado ignora: no reciben la ayuda para instituciones educativas y tampoco para las Pymes”.
Austin destacó que “no se trata necesariamente de contar con más recursos, sino de dirigirlos mejor. Pensamos que la mejor respuesta es articular, de modo interministerial e interjurisdiccional, un conjunto de iniciativas que hoy se están llevando adelante como los ATP, los IFE, las tarjetas alimentarias, entre otras, para que estos recursos fortalezcan a la escuela como centro y prioricen a los niños, niñas y adolescentes en edad escolar como sujetos de derecho y destinatarios protagónicos de las políticas públicas”.
“La desigualdad educativa no es problema de algunos, es problema de todos. La fragmentación de la sociedad, el crecimiento de la pobreza, la marginalidad, la violencia y la imposibilidad de soñar con un futuro mejor tienen mucho que ver con la educación. Son demasiados los factores que nos indican la gravedad estructural por la que atraviesa nuestro sistema educativo. Frente a esto entendemos que resulta urgente que el Congreso de la Nación declare la emergencia educativa en todo el país y oriente recursos y esfuerzos a evitar una verdadera catástrofe generacional”, concluyó Austin.
Acompañan esta iniciativa los diputados de Juntos por el Cambio Albor Cantard, Marcela Campagnoli, Silvia Lospennato, Maximiliano Ferraro, Jose Riccardo, Emiliano Yacobitti, Federico Zamarbide, Alejandro Cacace, Lorena Matzen, Fabio Quetglas, Gonzalo del Cerro, Camila Crescimbeni, Gustavo Menna, Claudia Najul, Pablo Torello, Gerardo Cipolini, Héctor Stefani, Jorge Enríquez, Carlos Fernandez, Diego Mestre y Adriana Cáceres.
Fuente: https://www.parlamentario.com/2020/08/14/piden-declarar-la-emergencia-del-sistema-educativo-nacional/