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Del dominio tecnocrático a la psicopolítica de Byung-Chul Han

Por: León Sarcos

Einstein, con su clásica objetividad, dijo que se ha vuelto terriblemente obvio que nuestra tecnología ha superado nuestra humanidad, y el famoso general estadounidense Omar Bradley afirmará: Si continuamos desarrollando nuestra tecnología sin sabiduría ni prudencia, nuestro servidor se convertirá en nuestro verdugo.

El fin temporal de la belleza humana

Hasta hoy, son pocos los desastres que lamentar por efectos de las grandes armas nucleares, pero no me cabe duda de que vendrán, y las nuevas tecnologías preparan el acta de defunción de las partes más bellas del ser humano:

La que nos distingue a unos de otros; la que se siente cuando temerario se aproxima el peligro o cuando sigiloso llega el amor; la que sonríe de pura alegría o deja caer las lágrimas del dolor cuando hay algo que nos duele; la de la iniciativa desprendida que nos distingue de la máquina; la del poder de la imaginación poética que nos lleva al borde de la locura y nadie puede usar de pretexto para internarnos; y especialmente, la de la agraciada magia de los dioses que por más de mil y una razones, desde los inicios, nos concedieron el sutil magnetismo de eros y la exclusiva y grandiosa facultad de  poder  decir con toda el alma ¡No!

La soberanía de las tecnologías digitales hoy es absoluta sobre todas las actividades del ser humano, hasta hacerlo objeto total de su dominio, como una cosa más, y convertir hasta sus emociones en objeto de intercambio y sus sentidos sujetos a la robotización.

El gran giro de Copérnico

Desde la revolución iniciada por Copérnico, que inició a la modernidad en el siglo XVI, el ser humano ha venido acumulando un exceso de confianza casi total en la ciencia y la tecnología para crecer y progresar en libertad, abandonando los estudios y las interrogantes acerca de los misterios del alma y el espíritu, los que nos hacen únicos y humanos.

A pesar de la evidente supremacía de lo tecnológico sobre el desarrollo humano, y las claras advertencias que han hecho pensadores y académicos de distintos orígenes e ideologías sobre los peligros que conlleva tal dominio, estas no habían pasado de ser reflexiones en voz alta que no habían logrado mayor trascendencia más allá de los recintos universitarios y de algunos círculos políticos.

La rebelión de los sesenta marcó un punto de inflexión en la lucha contra la tecnocracia cuando una parte minoritaria, pero adelantada, de la juventud norteamericana y latinoamericana la identificó y dio argumentos sólidos para la acción y el combate social contra ella, como la principal amenaza contra el futuro democrático.

Alirio Rodríguez. El ángel que piensa (1992) Pintura acrílica sobre tela

El imperio de la tecnocracia

Nuestro enemigo no era solo la guerra de Vietnam, en auge en esos momentos, ni la discriminación racial, ni siquiera la pobreza, ni la condición de la mujer cuyo tratamiento podía ser atendido por la política tradicional, según los artífices del movimiento; se decía entonces:

La lucha suprema de nuestro tiempo se libra contra un oponente mucho más poderoso, precisamente porque es menos obvio y patente, al que denominaremos tecnocracia, forma social desarrollada en Estados Unidos más que en cualquier otra sociedad en el mundo.  

En un magnífico libro el historiador estadounidense Theodore Roszak, titulado El nacimiento de una contracultura. Reflexiones sobre la sociedad tecnocrática y su oposición juvenil, editado en 1970, afirmaba:

La tecnocracia no es simplemente una estructura de poder que controla una vasta influencia de naturaleza material; es la expresión de un gran imperativo cultural –óigase bien–, una verdadera mística profundamente refrendada por la plebe.

Jacques Ellul, en su The Technological Society, había escrito:

La técnica requiere capacidad de predicción y, en igual medida, exactitud en la predicción. Por consiguiente, es necesario que la técnica prevalezca sobre el ser humano. Para la técnica, es una cuestión de vida o muerte. La técnica debe reducir al hombre a un animal técnico, el rey de los esclavos de la técnica. La voluntad humana desaparece ante esta necesidad. Frente a la autonomía de la técnica no puede haber ningún tipo de resistencia humana.

Ellul fue un filósofo y escritor anarquista francés que consideró –y no se equivocó– que vivimos en una sociedad tecnológica, a la que denomina sistema técnico, cuyo modelo de racionalidad es la pura eficiencia. Para Ellul, el ser humano está constituido por varias dimensiones, a saber: poética, simbólica, religiosa, política, económica; pero “la tecnología ha desplazado a todas las demás para centrarse en la eficacia”.

Su propuesta consiste en una ética de ‘‘no poder’’, que se caracteriza por no colaborar con el sistema técnico. Para mí, la ética de Bartleby, el escribiente –el cuento de Herman Melville– contenida en la frase repetida reiteradamente en respuesta a las órdenes de su jefe: Preferiría no hacerlo.

Alirio Rodríguez. El ángel del espejo

El dominio absoluto de los técnicos

La tecnocracia es el régimen de los expertos y su rasgo distintivo es que, aun poseyendo un enorme poder coercitivo, prefiere ganar nuestra conformidad explotando nuestra profunda e íntima veneración por la visión científica del mundo y manipulando la seguridad y el confort de la abundancia que nos da la ciencia.

Por desgracia, nos hemos familiarizado con políticas totalitarias materiales en regímenes brutales que logran la integración con porra y bayoneta. Pero, en el caso de la tecnocracia, se llega a un totalitarismo muy perfeccionado porque sus técnicas son cada vez más subliminales. Técnicas que Byung-Chul Han se ha encargado de desmantelar en la época de la revolución digital.

La tecnocracia se desarrolla sin resistencia, a pesar de sus fracasos reiterados y escandalosos, especialmente porque la crítica que pretendidamente puede moderarla se empecina en analizar sus resultados bajo ópticas totalmente pusilánimes. Las raíces de la tecnocracia están sembradas sólidamente en nuestra cultura y se entrelazan en definitiva con la visión científica del mundo propio de la tradición de la cultura occidental.

Una de las ventajas que mejor califica a la tecnocracia y a las nuevas tecnologías como agentes supremos de control totalitario es que no tienen ideología, no son ni capitalistas ni colectivistas; participan por igual del libre intercambio o de las sociedades centralmente planificadas; no son partidarias ni de la derecha ni de la izquierda, ni nacionalistas ni imperialistas, funcionan como un instrumento de dominación, a la medida para todo tipo de sociedad donde el hombre pueda mantenerse en cautiverio mediante la acción directa de la fuerza o a través de la coacción subliminal del intercambio entre los seres humanos de todos sus potenciales rendimientos y de la explotación de todas sus facultades.

Afianzada la tecnocracia como régimen que ejerce, controla e instrumentaliza el poder en las sociedades libres y en las que no libres también, sin resistencia alguna después de las escaramuzas cuestionadoras contra ella que protagonizaron los jóvenes en el mundo entre los sesenta y los setenta, con la llegada de la revolución digital, a principios de los noventa del siglo pasado, estaban dadas las condiciones óptimas para la psicopolítica.

La psicopolítica de Byung-Chul Han

Chul Han dice que la psicopolítica no es otra cosa que un novedoso sistema de dominación que, en lugar de la fuerza del poder, utiliza la seducción inteligente que hace a los seres humanos piezas sometidas por sí mismas al entramado de su dominio.  En este sistema el sujeto no es consciente de su sometimiento. La eficacia del psicopoder radica en que el individuo se cree libre, cuando en realidad es el sistema quien dirige sus pasos y explota su libertad.

Foucault afirmaba que desde el siglo XVII el poder no se manifiesta matando sino disciplinando. El poder del soberano es la espada: amenazar con la muerte. El disciplinario, por el contrario, no tiene la función de matar sino la imposición completa de la vida. El viejo poder cede ante la administración de los cuerpos y la gestión calculadora de la vida.

El poder disciplinario descubre a la población como una masa de producción y reproducción que administra meticulosamente. De ella se ocupa la biopolítica. La reproducción, las tasas de natalidad y mortalidad, el nivel de salud y la esperanza de vida se convierten en objetos de control reguladores. La biopolítica es la forma de gobierno, para Foucault, de la sociedad disciplinaria.

El problema, dice Han, es que creemos que no somos sujetos sometidos, sino un proyecto libre que constantemente se replantea y se reinventa. Este tránsito del sujeto al proyecto va acompañado de la sensación de libertad. Pues bien, el propio proyecto se muestra como una figura de coacción, incluso como una forma eficiente de subjetivación y de sometimiento.

Las coacciones a la libertad

Vivimos, de acuerdo con Han, una fase histórica especial en la que la libertad misma coacciona. La libertad del poder hacer genera incluso más coacciones que el disciplinario deber ser. Nos encontramos en una situación paradójica. La libertad es la contrafigura de la coacción. La libertad, que ha de ser lo contrario, genera coacciones.

El sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo. Absoluto, en la medida en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria. El sujeto del rendimiento absolutiza la mera vida y trabaja.

El neoliberalismo, según Han, es un sistema eficiente incluso para explotar la libertad. Se explota todo aquello que pertenece a prácticas y formas de libertad, como la emoción, el juego y la comunicación. No resulta eficiente explotar a alguien contra su voluntad sin que disminuya el rendimiento. En la explotación ajena el rendimiento es pobre. Solo la explotación de la libertad genera el mayor rendimiento.

La libertad individual es una esclavitud en la medida en que el capital la acapara para su propia proliferación. Así, para reproducirse, según Marx, el capital explota la libertad del individuo: En la libre competencia no se pone como libres a los individuos, sino que se pone como libre el capital.

La mutación del capitalismo

El neoliberalismo, para Han, como una forma de mutación del capitalismo, convierte al trabajador en empresario y elimina la clase trabajadora sometida a la explotación ajena. No es la revolución comunista, como lo deseaban sus partidarios, es el mismo capitalismo en una de sus variantes que ha aliviado la vida enajenada del trabajador sometido a explotación. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa.

No es la multitud cooperante que Antonio Negri eleva a sucesora postmarxista del proletariado, sino la soledad del empresario aislado, enfrentado consigo mismo, explotador voluntario de sí mismo, lo que constituye el modo de producción presente. Es un error, de acuerdo con Han, pensar que la multitud cooperante derriba al imperio parasitario y construye un orden social comunista. Este esquema marxista no es más que otra ilusión.

El régimen neoliberal transforma la explotación ajena en auto explotación que afecta a todas las clases sociales. Esto hace imposible la revolución social que descansa en la distinción entre explotados y explotadores. El aislamiento del sujeto de rendimiento explotador de sí mismo impide que se forme ningún nosotros político con capacidad para una acción común.

Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la distinguida inteligencia del régimen neoliberal. No deja que se forme resistencia alguna contra el sistema. Según Han, ya no trabajamos para nuestras necesidades, sino para el capital. El capital genera sus propias necesidades, que nosotros, de forma errónea, percibimos como propias.

La dictadura de la transparencia

Cuando apareció, la red fue acogida como un medio de libertad ilimitada. El primer eslogan publicitario de Microsoft, Where do you want to go today, sugería una movilidad y libertad ilimitada de la web. Pues bien, esta euforia inicial se muestra hoy como una ilusión. La libertad y la movilidad ilimitada se ha convertido en control y vigilancia.

En el caso de la transparencia, para Han es un dispositivo neoliberal. De forma violenta vuelve todo hacia el exterior para convertirlo en información. En el modo actual de producción inmaterial, más información y comunicación significan más productividad, aceleración y crecimiento. La información es una positividad que puede circular sin contexto por carecer de interioridad.

El secreto, la extrañeza o la otredad representan obstáculos para una comunicación ilimitada. De ahí que sean desarticulados en nombre de la transparencia. La comunicación se acelera cuando se allana, esto es, cuando se eliminan todas las barreras, muros y abismos. El dispositivo de la transparencia obliga a una exterioridad total a fin de acelerar la circulación de la información y la comunicación.

Para Han, nos dirigimos hacia la época de la psicopolítica digital. Que avanza desde una vigilancia pasiva hacia un control activo. Nos precipita a una crisis de la libertad con mayor alcance, pues ahora afecta a la misma voluntad libre. El Big Data es un instrumento psicopolítico muy eficiente que permite adquirir un conocimiento integral de la dinámica inherente a la sociedad de la comunicación.

Un poder inteligente

La siguiente advertencia, dice Han, es inherente al me gusta del capitalismo: Protégeme de lo que quiero. El poder inteligente lee y evalúa nuestros pensamientos conscientes e inconscientes. Apuesta por la organización y optimización propias realizadas de forma voluntaria.

El poder tiene múltiples formas de manifestarse. El que descansa en la violencia no representa el poder supremo. El solo hecho de que una voluntad se le oponga da testimonio de su debilidad. El poder está precisamente donde no esté tematizado. Cuanto más fuerte, más silenciosamente actúa. Sucede sin que se remita a sí mismo de forma ruidosa.

El poder sin duda puede exteriorizarse como violencia o represión, pero no descansa en ella. No es necesariamente excluyente, prohibitorio, torturador. No se opone a la libertad; incluso, puede hacer uso de ella. Solo en su forma negativa, se manifiesta como violencia negadora que quiebra la voluntad y niega la libertad. Hoy el poder adquiere cada vez más una forma permisiva.

La técnica del poder propia del neoliberalismo, a decir de Han, toma una forma sutil, flexible, inteligente, y escapa a toda visibilidad. El sujeto sometido no es siquiera consciente de su sometimiento. El entramado de dominación le queda completamente oculto. El poder inteligente, amable, nunca opera contra la voluntad de los sujetos sometidos, sino que dirige esa voluntad a su favor. Es más afirmativo que negador, más seductor que represor.

La presente crisis de libertad consiste en que estamos ante una técnica de poder que no niega o somete la libertad, sino que la explota. Se elimina la decisión libre en favor de la libre elección entre distintas ofertas. El poder inteligente, de apariencia libre y amable, que estimula y seduce, es más efectivo que el poder que clasifica, amenaza y prescribe. El botón de me gusta es su signo.

Tan destructiva como la violencia de la negatividad –dice Han– es la violencia de la positividad. La psicopolítica neoliberal, con su industria de la conciencia, destruye el alma humana, que es todo menos una maquina positiva. El sujeto del régimen neoliberal perece con el imperativo de la optimización personal, vale decir, con la coacción de generar continuamente más rendimiento. La curación se muestra como asesinato.

Alirio Rodríguez. Los polígonos de Arquímedes

Epílogo de un idiota

Byung-Chul Han, en un último capítulo luminoso e inolvidable de su libro Psicopolítica,escribe:

Desde un comienzo, la filosofía está muy unida al idiotismo. Todo filósofo que genera un nuevo idioma, un nuevo lenguaje, un nuevo pensamiento, ha sido necesariamente un idiota. Solo el idiota tiene acceso a lo totalmente otro.

La historia de la filosofía es una historia de los idiotismos. Sócrates, que solo sabe que no sabe nada, es un idiota. Cogito ergo sum es un idiotismo. Una contracción interna del pensamiento hace posible otro comienzo. Descartes piensa al pensar el pensamiento. El pensamiento recupera el estado virginal al relacionarse consigo mismo.

Hoy parece que el tipo del marginado, del loco, del idiota ha desaparecido prácticamente de la sociedad. La total conexión en red y la comunicación digital aumentan la coacción a la conformidad considerablemente.

La violencia del consenso reprime los idiotismos. A la vista de la coacción a la comunicación y a la conformidad, el idiotismo representa una praxis de la libertad. El idiota es por esencia el desligado, el desconectado, el desinformado. Habita un afuera impensable que escapa a la conexión y a la comunicación…

El idiota es un hereje moderno. Herejía significa elección. El herético es el que dispone de una elección libre. Tiene el valor de desviarse de la ortodoxia. Con valentía se libera de la coacción a la conformidad. El idiota como Hereje es una figura de la resistencia contra la violencia del consenso.

El idiotismo se opone al poder de dominación neoliberal –yo diría que a toda forma de dominación–, a la comunicación y vigilancia totales. El idiota no comunica. Pues se comunica con lo incomunicable. Así se recoge en el silencio. El idiotismo construye espacios libres de silencio, de quietud y de soledad en los que es posible decir algo que merece ser dicho.

Ya en 1995 el gran filósofo francés Gilles Deleuze anuncia su política del silencio:

La dificultad hoy en día no estriba en expresar libremente nuestra opinión, sino en generar espacios libres de soledad y silencio en los que encontremos algo que decir. Las fuerzas represivas ya no nos impiden expresar nuestra opinión. Por el contrario, nos coaccionan a hacerlo. Qué liberación es por una vez no tener que decir nada y poder callar, pues solo entonces tenemos la posibilidad de crear algo singular: algo que realmente vale la pena ser dicho.

Post Scriptum

Del silencio, la quietud y la soledad nacerá una nueva cultura, tan radicalmente desafiliada y desafecta a los valores fundamentales de nuestra sociedad, que a nadie le parecerá siquiera un signo de una nueva cultura, sino que irá adquiriendo progresivamente los rasgos alarmantes de una invasión bárbara.

Aparecerán otros centauros, ebrios y furiosos de nuevo, los jóvenes futuros, herederos de las enseñanzas de los viejos sabios idiotas, que esta vez no serán echados de la fiesta del templo de Zeus –por Apolo el guardián de la cultura ortodoxa–, sino que serán ellos, como los cristianos primitivos, quienes escriban la historia.

La imagen de los centauros reproduce una patética experiencia en la historia de toda civilización: el enfrentamiento de dos culturas radicalmente distintas. Ese choque entre concepciones irreconciliables de la vida, en esta ocasión no será resuelta, como en el pasado, a favor de la ortodoxia.

Recordemos a los cristianos primitivos, que a pesar de la asfixia y sin esperanza por el Ethos y la clase social de la cultura oficial, supieron modelar a partir del judaísmo y los cultos mistéricos, una cultura minoritaria, pero muy sólida, que a la ortodoxia grecorromana tenía por fuerza que parecerle absurda y que sin embargo, perdura hasta nuestros días.

Porque lo absurdo, lejos de ser sentido como desgracia e idiotez, se convirtió en bandera triunfante de aquella comunidad.

Pues está escrito [clamó san Pablo] que yo destruiré la sabiduría del sabio y reduciré a cenizas el entendimiento del prudente… Pues los judíos piden un signo, y los griegos buscan la sabiduría… Pero Dios ha escogido a los ignorantes del mundo para que confundan al sabio; y Dios ha escogido a los débiles del mundo para que confundan a los poderosos. (I Cor 1:19, 22, 27).

Fuente de la información e imagen:  https://www.cambio16.com

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Cómo se crea el poder popular

Por: Margarita Labarca Goddard

En el siglo XX se debatieron diferentes concepciones sobre las formas de lucha, pero todas de una u otra manera se sintetizaban en “la toma del poder”. Se toma por  la vía pacífica o por la vía armada, esa era la gran discusión.

En general, la toma del poder era la toma del poder Ejecutivo, llegar a la Presidencia de la República en primer lugar. También estaban el poder Legislativo y el Judicial, pero en la mayoría de los países el Ejecutivo era el más importante, a no ser que hubiera un sistema parlamentario.

Entonces, ¿tomar el poder es tomarse La Moneda, la Casa Rosada, el Despacho Oval o el Kremlin? Sí, pero eso sería tomarse solamente el poder Ejecutivo. Ya se ha comprobado que el verdadero dominio de un país no está allí.

Y va surgiendo entonces con más fuerza la pregunta ¿Dónde está verdaderamente el  poder?

Volviendo a Chile, es fácil entender que tomarse el poder no es sólo tomarse el Poder Ejecutivo, tomarse La Moneda, como una especie de toma de la Bastilla por medio de elecciones (aunque la Bastilla no era la sede del gobierno sino una cárcel). El poder está un poco en La Moneda, otro poco en el Congreso y en los Tribunales; bastante más en las Fuerzas Armadas y muchísimo más en quienes son dueños de los medios de producción, tierras, fábricas, minas y otros y que lo manejan todo. Y también está en la prensa y en los medios de comunicación masiva de derecha, casi los únicos que subsisten.

Pero tomarse todas estas formas del poder político es casi imposible por cualquier vía. Incluso las revoluciones armadas triunfantes, a menudo han retrocedido o han sido derrotadas posteriormente. Hay muchos ejemplos bien conocidos.

En 1970 el pueblo de Chile creyó que se había tomado el poder porque había logrado el control del poder Ejecutivo, había llevado al compañero Salvador Allende a La Moneda. Él mismo también lo creyó, aunque con bastantes límitaciones. Pero no le echemos la culpa enteramente a Allende porque casi todos caímos en ese error.

Ahora, a este capitalismo en crisis pero por lo mismo muy agresivo, hay que reemplazarlo por un sistema diferente. Un gobierno y un sistema democrático, participativo, sin grandes desigualdades, con dignidad para todos, respetuoso de los derechos humanos, de los de la naturaleza, con un pueblo educado, empoderado y consciente. Un país en que no haya exclusiones ni discriminaciones por ningún motivo. La igualdad absoluta es difícil de alcanzar, pero todos serenos “bastante” iguales: no habrá barrios privilegiados ni colegios diferenciados, ni trabajos bien pagados y trabajos mal pagados. Cualquier trabajo debe alcanzar para vivir decente y dignamente,

Pero lo que va a hacer el pueblo en el poder es la siguiente etapa. La primera es ver cómo se llega al poder.

Como en Chile actualmente no hay grandes partidos revolucionarios y el pueblo todavía está muy desmovilizado y despolitizado, el método de tomar  el cielo por asalto parece que no funcionaría, al menos por ahora

Pues bien, todas las dificultades y obligaciones señaladas nos van indicando el camino: el poder no hay que tomarlo, hay que construirlo, hay que crearlo.

¿Y cómo se toma el poder desde abajo, cómo se crea poder popular?

Ese poder alternativo ya está en germen en pequeñas luchas, a veces aisladas, organizaciones y acciones separadas, pero que van tejiendo una red y después confluyen en un solo cauce. Así el pueblo se va empoderando. Pero ¡ojo! No sólo hay que considerar las batallas que se dan en Chile, hay que mirar hacia los países vecinos e incluso hacia los lejanos, porque si hay algo cierto es que esta pelea no se va a dar en un solo país sino en un conjunto de países.

Las batallas que se dan en el barrio, en la fábrica, en la escuela, en las provincias, en las poblaciones; los combates por la educación, por la salud, por la tierra, por el trabajo, van creando un torrente imparable, forman ríos y desembocan en la totalidad.

Y además hay una cosa importante que se debe considerar: en Chile hubo muchas experiencias de autogestión y de control de fábricas y fundos por parte de los trabajadores. Las fábricas expropiadas o intervenidas por el gobierno popular eran manejadas democrática y eficientemente por los obreros. Los campesinos de predios expropiados o intervenidos echaron a andar fundos desmantelados por los terratenientes. Y lo hicieron con eficiencia y en forma democrática y colectiva, sin contar con elementos de trabajo, sin dinero, casi con las uñas porque lo necesitaban para comer. Fue un período en que el pueblo se empoderó y aprendió. Esas experiencias están enterradas pero no olvidadas, se conservan en el fondo de la memoria colectiva.

Una de las experiencias más importantes en esta materia fue la de los cordones industriales. Se ha escrito mucho sobre ellos, pero aquí lo voy a tratar de explicar rápidamente, pues de otro modo habría que escribir un libro al respecto.

En primer lugar, hay que tener claro que los cordones industriales, creados en tiempos de la Unidad Popular, o sea en el gobierno de Salvador Allende, fueron un invento chileno. ¿Ven que acá hay antecedentes y capacidades para crear el poder popular?

¿Y qué eran, en síntesis, estos cordones? Eran agrupaciones de empresas o fábricas que funcionaban en la misma zona geográfica, y que habían sido intervenidas o expropiadas por el gobierno o tomados por los trabajadores. Los primeros y los principales estuvieron en Santiago, pero también los hubo en provincias. Los obreros estaban en contacto permanente y se coordinaban para apoyarse en sus reivindicaciones y en sus luchas. Pero como ellos manejaban directamente la empresa, se preocupaban también de que esta funcionara perfectamente e intercambiaban materias prima, transporte y todo lo que se necesitara. Esto implicaba un apoyo al gobierno y al bienestar del país.

Entre estos cordones industriales, se pude mencionar al Cordón Cerrillos, que fue un ejemplo por su forma de organización, y entre los  más importantes de Santiago, el Cordón San Joaquín; el de Vicuña Mackenna; el Estación Central, el de O’Higgins, el Cordón Macul, Cordón Recoleta, Cordón Mapocho, etc.

Su organización y forma de trabajo se fue haciendo  bastante común, puesto que ellos se comunicaban entre sí. La manera de realizar las asambleas, la elección de dirigentes y otras. Aquí también se ve el germen de lo que puede ser la creación de poder popular.

Esta concepción chilena fue uno de los primeros objetivos que se planteó la dictadura en su accionar contra el pueblo: bombardearon las fábricas, detuvieron y asesinaron a los dirigentes o los desaparecieron. Pero los cordones industriales fueron una experiencia admirable, ejemplo para otros países, que debe constituir uno de los  pilares para la creación del poder popular.

En el campo, en los predios agrícolas también hubo avances muy significativos. Les diré algo sobre el  Complejo Forestal y Maderero Panguipulli. Su dirigente, el trabajado forestal José Bravo Aguilera –felizmente sobreviviente – escribió un libro al respecto, titulado “De Caranco a Carrán”, por los nombres de algunos de los predios que constituían el complejo. Este libro fue prologado por el compañero Franck Gaudichaud, en los siguientes términos:

“Los trabajadores de la madera se transformaron y autoconstruyeron en una fuerza de clase tan potente, tan “disruptiva”, que desestabilizaron y terminaron por literalmente desplazar la descomunal hegemonía acumulada por unas pocas familias latifundistas sobre un conjunto de varios miles de obreros forestales, un territorio que representaba más de 350 mil hectáreas, incluyendo una reserva de bosque nativo excepcional y tierras ancestrales del pueblo nación-mapuche.” (Extracto del prólogo de Franck Gaudichaud).

¿Y cómo va a abordar el poder popular los  problemas nacionales, los grandes asuntos del país, por ejemplo, los impuestos, la recuperación de nuestras materias primas y tantos  otros que son propios de un poder centralizado?

Es claro que estos asuntos no se pueden plantear, analizar ni decidir en una asamblea de fábrica, en una reunión de Consejo de campesinos ni en un cordón industrial. Por lo tanto siempre deberán delegar estas funciones en un poder ejecutivo centralizado, un poder legislativo y un poder judicial. Podría haber otras formas de organización del Estado, pero esta me parece la más práctica.

¿Y cómo se va a garantizar que estos dirigentes no flaqueen, no se vendan, no traicionen? Pues porque todas estas personas serán elegidas por el pueblo, incluso los jueces, según sus antecedentes y programas. Y los que no cumplan, se den vuelta la chaqueta o resulten ineptos, serán revocados de conformidad con procedimientos adecuados que se fijarán en la Constitución que habrá que elaborar.

Y así, a medida que se va constituyendo desde la base el poder popular, va creándose a la vez una nueva cultura que incluye la solidaridad, el respeto por la comunidad y por el otro, el afán de una vida más simple y respetuosa de la naturaleza. No porque los seres humanos sean siempre buenos, generosos y creativos, sino porque será la única forma de sobrevivir en ese mundo nuevo que habrá que construir.

Fuente de la información e imagen:  https://www.pressenza.com

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La despolitización de la pobreza. meritocracia, positividad y violencia

Por: Fabián Piñeyro

El imaginario colectivo que define los sentidos sociales y organiza la manera en que los sujetos se piensan, se ven, se proyectan y representan, concibe a la pobreza como un signo de incapacidad personal o de inferioridad moral.

A través de complejos dispositivos simbólicos, las élites dominantes han conseguido instalar un marco de sentido que despolitiza a la pobreza y a la desigualdad social.  Marco de sentido que hace que el pobre se sienta culpable de su pobreza y proyecte su enojo y su ira contra sí mismo, lo que obtura la queja y el reclamo.

Ese imaginario se asienta en una narrativa de la voluntad articulada en torno a la idea de que cada individuo es un puro producto de sí mismo.

El esfuerzo, el mérito, la culpa, la responsabilidad, son las nociones que organizan la manera en que se piensa, se conceptualiza y se simboliza, la pobreza y la desigualdad social.

Esas nociones le dan forma a un imaginario que define, en base a frases sencillas y simples sentencias, una legalidad social que ordena admirar al rico y esforzarse, y que prohíbe responsabilizar a los otros por la “suerte” propia. Querer es poder, solo depende de vos, son algunas de esas sentencias, simples y sencillas.

Consignas tan esperanzadoras como culpabilizadoras que estructuran la manera en que se piensa y se conceptualiza, la desigualdad y la pobreza.

Esa legalidad social ordena además la forma en que el pobre se relaciona con su pobreza y la manera en que ve a los ricos.

Ese marco de sentido presenta a la pobreza como un signo de incapacidad, le asigna al individuo toda la responsabilidad y le da forma a una explicación que remite a distintos aspectos de la subjetividad, como la falta de aptitudes, destrezas o habilidades, y la escasa disposición al esfuerzo.

Al devenir en signo de incapacidad personal, la pobreza se vive vergonzosamente. Se disimula, se oculta, solo se alude a ella puertas adentro. El problema deviene así, efectivamente, en drama personal o familiar. Los padecimientos que la pobreza produce no se comentan, y no dan lugar a la queja, porque ésta ha devenido en una confesión implícita de incapacidad e inferioridad subjetiva.

La riqueza aparece, en cambio, como la expresión más evidente de la capacidad, de la astucia, de la habilidad.

Al rico se lo admira, se lo envidia, de manera más o menos disimulada, pero muy rara vez se lo critica. Su lugar, su posición, está legitimada por una narrativa que ve a la riqueza como una consecuencia natural del mérito.

La meritocracia se anuda, se articula con una cultura de la positividad, con una narrativa de la voluntad, que vela, que anula y hasta le niega estatuto de realidad a las restricciones, a la imposibilidad.

En la sociedad de la positividad no hay lugar para el antagonismo, para la contradicción, por eso la riqueza deja de ser vista como la contracara de la pobreza.

El despojo original, que le dio forma al orden capitalista, queda así invisibilizado. Como queda velada la explotación, la apropiación de los frutos del trabajo ajeno. Porque a la propiedad se la presenta como una consecuencia del mérito. El rico es rico porque aportó mucho, porque generó mucho, no porque se apropió de mucho.

Se desdibuja, de esta manera, el carácter social de la producción. Que deviene en una realidad espectral, apenas visible, opaca, casi imposible de percibir tras el brillo rutilante que dimana la subjetividad del heroico emprendedor.

La negación del despojo y la explotación es, por ello -a la misma vez- una negación de las capacidades y portentos del explotado. Porque implica la negación de que fue él, con su trabajo, el que generó la riqueza.

La narrativa del mérito y la positividad, enmascara y oculta la explotación. Y, además, agrede la dignidad y la subjetividad del pobre. El pobre no sabe, no puede, no es capaz, por eso es pobre. Ello oculta el hecho evidente de que la pobreza material impide, restringe, limita, constriñe y torna -a veces- imposible el desarrollo de las capacidades y hasta el de la propia individualidad.

La subjetividad del pobre es agredida por esa narrativa culpabilizadora que lo censura por no poder, cuando no pudo poder.

A esa agresión se le suma la que genera la pobreza en una era de riqueza, en un ecosistema social organizado en torno al consumo y que asigna rangos en base a la relación que se tiene con los objetos. En el marco de una sociedad de la abundancia y el consumo, en la que el acceso al goce está -en gran medida- mediado y condicionado por las posibilidades de adquirir, la pobreza genera una interdicción al placer, y por ello, una intensa frustración.

Esa restricción del goce genera una tensión, que al ver obturada toda posibilidad de convertirse en reclamo, se convierte en angustia.

Una parte del enfado que se produce como consecuencia de esa interdicción, el pobre la dirige contra sí mismo, en tanto él tiende a verse como el responsable principal de su pobreza. Porque la narrativa meritocrática les asigna a los individuos la responsabilidad exclusiva de su situación.

La sociedad de la positividad se asienta, como no podía ser de otra manera, sobre un conjunto de negaciones: la de la existencia de marcos materiales condicionantes; la de unas diferencias en los puntos de partida que perfilan y tornan previsibles las biografías; la de la violencia estructural del sistema capitalista; la del despojo original y la de la explotación.

Esas negaciones permiten estructurar una cultura de la voluntad, el mérito y la responsabilidad personal, que despolitiza la pobreza y la desigualdad, que obtura los contenciosos de clase, porque niega la existencia misma de las clases.

La cultura de la voluntad limita la política al ámbito abstracto e inmaterial de los derechos, porque un sujeto “liberado” todo lo podrá, pero a la vez también podrá ser responsabilizado por todo.

La que queda así, liberada, efectivamente de toda responsabilidad, de toda interpelación, de toda crítica, es la civilización capitalista.

La cultura de la voluntad legitima la violencia estructural, el despojo y la explotación, y mediante complejos mecanismos simbólicos redirige la tensión resultante hacia los costados o hacia abajo.

Esa cultura no encuentra casi contestación alguna, ello explica por qué ha devenido en sentido común una narrativa culpabilizadora de la mayoría pobre y oprimida.

Esa falta de contestación es, en buena medida, consecuencia del disciplinamiento (por la vía de la integración) de aquellos a quienes las mayorías oprimidas le confiaron la tarea de representarlos.

Apelando al pragmatismo como dispositivo de justificación, esos representantes han contribuido fuertemente a limitar la política al mero ámbito de la gestión. El orden, dicen, no solo no puede ser sustituido por otro, sino que tampoco puede ser modificado sustancialmente.

Eso genera la inexistencia de proyectos, de una alternativa, de un algo con el que contrastar lo dado y enjuiciarlo. Y es eso, lo que sustenta la positividad, la negación de toda negatividad.

Fuente de la información e imagen:  https://elsudamericano.wordpress.com

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Víctor Jara, el alma llena de banderas

Por: Oleg Yasinsky

Este 16 de septiembre de 2023 se cumplieron 50 años del asesinato del cantautor, compositor, poeta y director de teatro chileno Víctor Jara. No fue ningún «error» ni un «exceso» en medio del caos represivo después del golpe. Los que conocen el Ejército chileno entenderán que es una máquina perfecta que funciona con absoluto orden o mando vertical, sin la mínima posibilidad para realizar cualquier improvisación.

«…¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera
Sin importarles nada
La sangre para ellos son medallas
La matanza es un acto de heroísmo…»,

escribía Víctor en las últimas horas de su vida desde el Estadio Chile, en el centro de Santiago, convertido por los militares en un campamento de reclusión y tortura. Él era uno de los símbolos artísticos del gobierno de la Unidad Popular, militante comunista, uno de los más talentosos directores teatrales de su generación en América Latina y el embajador cultural de Chile de Salvador Allende.

Tenía que ser uno de los primeros objetivos militares de los golpistas. Después de varios intentos de investigación de su asesinato —la más seria y efectiva fue realizada por el equipo de los periodistas del canal Chilevisión, a cargo de mi amigo Pedro Azocar—, por fin se pudo dar con los autores materiales y varios de ellos terminaron presos casi medio siglo después. Pero todavía no sabemos los nombres de los autores intelectuales ni los detalles del mecanismo de muerte que fluía en aquellos trágicos tiempos, entre Pinochet y los verdugos con uniforme en los centros de tortura y exterminio que funcionaban por todo el país.

El Ejército chileno sigue manteniendo sus macabros secretos y los asesinos siguen muriendo de viejos orgullosos de su «misión» cumplida. A cambio, la generación que en aquellos tiempos cumplía servicio militar continúa alcoholizándose y con graves trastornos sicológicos.
El asesinato de Víctor Jara, al igual que el saqueo del museo de Bagdad bajo la vigilancia de los militares norteamericanos o la destrucción de los monumentos y libros soviéticos por los nazis ucranianos, fue un operativo militar dirigido contra el corazón del enemigo: su cultura.

En 1970, después del asesinato en una manifestación del joven comunista chileno Miguel Ángel Aguilera, Víctor escribió una de sus más tremendas canciones; ‘El alma llena de banderas’ decía:

«Ahí, debajo de la tierra
No estás dormido, hermano, compañero
Tu corazón oye brotar la primavera
Que, como tú, soplando irán los vientos».

Mucho se habló de la profecía de varios de sus textos (‘Soldado, no me dispares’, etc.). No lo creo, era una lógica simplemente racional frente a la cruda realidad de una lucha a muerte, sin necesidad de adornos literarios sobre lo «místico», «los presentimientos» o los «destinos». Víctor, igual que sus compañeros del arte popular y políticamente comprometido, entendía perfectamente a qué se exponía. Fue un combatiente, no una víctima, visto desde esta perspectiva. Simplemente hasta el final cumplió con lo que cantó, igual que el presidente Allende.

Me parece muy escandaloso e increíble que lo que más impresiona a la gente sea la capacidad de los artistas o los políticos de ser consecuentes. Si lo que nos enseñaron como tan normal era cambiarse muchas veces de chaqueta cuando nos convenga, adaptar nuestros discursos «para evitar problemas», o después de escribir más de década sobre los crímenes de la dictadura en Chile, en los tiempos la Unión Soviética, después en la época de Yeltsin pedir luego entrevista a Pinochet para presentarle las disculpas públicas por criticarlo «siendo joven e influenciado por la propaganda comunista»; como lo hizo un conocido periodista ruso y luego, orgulloso, contárselo a sus lectores. Lamentablemente, no fue el único. ¿Cuántos artistas y políticos hicieron últimamente las mismas o peores cosas? En el caso de Chile al revés, muchos ex pinochetistas se arrepintieron y condenaron la dictadura porque hablar bien de Pinochet se hizo oficialmente un mal negocio. En este extraño mundo vivir y morir según lo que cantas o lo que dices parece ser lo más increíble y raro.

Hablar de Víctor Jara hoy no es solo recordar la tragedia de Chile de hace 50 años, es tocar la esencia de la gran construcción antiimperialista nacional y a la vez muy internacionalista latinoamericana del siglo pasado, una urgente búsqueda de la identidad propia y una cultura auténtica, arraigada en nuestras tierras y nuestra sangre. El arte de Víctor y el de los que como él han sido el antídoto a las modas enajenantes que nos imponen, un instrumento de profunda transformación humana:

«…Que no es guitarra de ricos
Ni cosa que se parezca
Mi canto es de los andamios
Para alcanzar las estrellas
Que el canto tiene sentido
Cuando palpita en las venas
Del que morirá cantando
Las verdades verdaderas
No las lisonjas fugaces
Ni las famas extranjeras
Si no el canto de una lonja
Hasta el fondo de la tierra…»

El mes de septiembre es primavera en Chile. Igual que las semillas de las flores del Atacama, que largos años pueden dormir bajo la arena del desierto, despertando cuando las nubes del Pacífico les traen agua, el corazón de Víctor un día escuchará brotar la primavera de Latinoamérica y del mundo. Con tantas letras, tantas notas y tantas vidas sembradas en el mapa musical del mundo, los hijos humanos del futuro descubrirán este sólido y tan necesario continente de sueños, el continente llamado Víctor Jara.

Fuente de la información e imagen: https://www.pressenza.com

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Sobre las declaraciones de que “la SEP busca imponer una educación comunista

Por: El machete

Uno de los principales ataques del bloque PAN-PRI-PRD hacía MORENA y sus aliados ha sido la caracterización de que el gobierno actual tiene un corte o abre las puertas hacia el socialismo-comunismo. La precarización de la vida, los aumentos de precios, el recorte al presupuesto en: educación, salud, ciencia, el aumento de la militarización, el aumento de la persecución política a los estudiantes a los migrantes, la entrega de recursos al poder de los monopolios de México, Estados Unidos, Canadá con el T-MEC ha sido lo que ha caracterizado al gobierno de López Obrador. Ello permite a los grandes monopolios de este país acrecentar sus ganancias e intensificar la explotación. Políticamente e ideológicamente, la gestión del gobierno en curso no tiene nada que ver con los comunistas ni con el marxismo-leninismo.

En los últimos meses se han agudizado las pugnas entre los representantes de la burguesía, es decir, entre el bloque de MORENA contra el bloque del PAN-PRI-PRD, pugna que se profundiza de cara al periodo electoral de 2024, el cual podemos calificar como un circo, en donde los representantes de las burguesías usan todos los medios posibles para atacarse con la finalidad de escalar y quedar mejor posicionados, tal como ocurre cada seis años sin ninguna propuesta real para la clase obrera, las mujeres trabajadoras, los sectores populares y la juventud.

Sin embargo, los comunistas no vamos a tolerar ninguna ofensa, ninguna calumnia hacia el socialismo-comunismo, por ningún personaje o representante de la burguesía, los cuales tratan de relacionar la crisis del sistema educativo con el comunismo, con la finalidad de hacer propaganda en los marcos del circo electoral.

Con declaraciones como que se busca “imponer una educación comunista”, y relacionar esto con que la SEP “no le da importancia a las matemáticas, trae ignorancia y sumisión” o calificar los libros de texto que da la Secretaría de Educación Pública como “virus comunista”.

Sin embargo, cada una de estas aseveraciones caen por el propio peso de su falsedad, pues la Unión Soviética fue pionera, no solo en la erradicación del analfabetismo y la expansión del acceso a la educación superior, sino también en disciplinas como las matemáticas, las ciencias y el deporte como componentes imprescindibles de la educación. Veamos.

“La educación comunista no da importancia a las matemáticas”

En la Unión Soviética la educación fue una prioridad, y se dio gran importancia a la enseñanza de las matemáticas desde una edad temprana. Se consideraba que una base sólida en matemáticas era esencial para el desarrollo del pensamiento lógico y analítico, habilidades fundamentales para el progreso en ciencia y tecnología para tener una sociedad avanzada.

La Unión Soviética también alentó la investigación y la excelencia académica en matemáticas puras. Matemáticos soviéticos como Andrei Kolmogorov y Aleksandr Lyapunov hicieron importantes contribuciones a la teoría matemática y sus aplicaciones. La investigación en matemáticas puras fue valorada no solo por su utilidad práctica sino también por su relevancia para el desarrollo de la ciencia y la cultura en general. En contraste con ese momento histórico, en la actualidad nunca se ha tenido ese avance en educación que da el capitalismo en México ni en ningún país capitalista.

“La educación comunista trae ignorancia”

Éste es uno de los mitos más difundidos a la vez que absurdos en relación a la educación en el socialismo, pues ésta significó una herramienta para la emancipación y en ella se produjeron importantes avances como:

La alfabetización universal: Antes de la Revolución Socialista de Octubre, Rusia y los países que posteriormente conformaron la URSS tenían altos índices de analfabetismo. Sin embargo, durante la construcción del socialismo, se llevó a cabo el programa de alfabetización que logró prácticamente eliminar el analfabetismo.

El combate a la ignorancia: La Unión Soviética contaba con un sólido sistema de educación superior que proporcionaba educación en una amplia variedad de disciplinas. Se fomentó el desarrollo de una educación especializada en áreas como medicina, ingeniería, agricultura y otras ciencias aplicadas.

La educación física y el deporte: Se dio importancia a la salud y el bienestar de los ciudadanos, y se promovió la participación en actividades deportivas y físicas.

El desarrollo de un sistema académico de prestigio: La Unión Soviética fue conocida por su sistema académico de prestigio y sus destacadas instituciones de investigación. Se produjeron importantes avances científicos y tecnológicos gracias a la educación y la investigación de alta calidad en el país.

La educación en la sociedad socialista era accesible, universal, científica, y trajo consigo grandes avances para la construcción socialista y para el mundo. Por el contrario, en México el sistema educativo ha sufrido un constante recorte al presupuesto, el acceder a los centros de estudios cada día cuesta más, la ausencia de una educación científica y popular que responda a los intereses de los trabajadores ha sido lo que ha caracterizado a la gradual crisis del sistema educativo, y ésta es producto de la crisis del sistema capitalista y de los intereses del poder de los monopolios en la educación. Con MORENA se ha agudizado esta crisis, entregando la educación a las ganancias de los monopolios, donde las instituciones educativas buscan beneficios económicos, priorizando las ganancias sobre el acceso equitativo y la calidad educativa. Esto también ha sido la política que gobiernos anteriores han tenido hacia la educación.

Por lo tanto, la educación comunista, no tiene nada que ver con la educación que ofrece el capitalismo. Este tipo de declaraciones solo dan a entender la ignorancia de los representantes de la burguesía y sus medios.

La Juventud Comunista llama a los jóvenes hijos e hijas de los trabajadores a no tomar partido en este circo ni con MORENA que se califica como el gobierno de la “transformación” pero que por el contrario nada ha cambiado, ni con PRI-PAN-PRD. Los problemas en educación, derecho a la cultura y el ocio solo pueden ser erradicados con nuestras propias fuerzas en una sociedad que funcione para los trabajadores, es decir, la sociedad socialista-comunista.

La Comisión de Trabajo Estudiantil del CC del FJC

Fuente de la información e imagen:  https://elmachete.mx/index.php

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Otro tiempo

Por: Diego Sztulwark

Otro tiempo: tal podría haber sido el seudónimo de este pensador que emociona hasta la obsesión. El preciso libro de Susan Bock-Morss “Walter Benjamin. Escritor revolucionario” nos hace saber muchas cosas de este otro tiempo:

  • La posibilidad de una discontinuidad luminosa ahí donde el presente histórico actúa como un continuo sin rupturas.
  • La disposición del “historiador” (lector de Marx) a percibir constelaciones preverbales entre un pasado que no triunfó y un presente en peligro.
  • El asumir sin arrogancia los sueños colectivos como un recuerdo colectivo involuntario.
  • La desconfianza y el pesimismo como lucidez activa (revolucionaria).
  • La íntima relación entre ruptura y conocimiento bajo la forma de una revolución que es revelación.

(Benjamin sobre Kafka, en diálogo con Scholem: la revelación no es actualmente sino nada de revelación. La redención, consiste en extraer algo al reverso de esa masa).

La niñez, en su aspecto perceptivo, remite a formas de acción no estereotipadas (jugar con los residuos del mundo en lugar de aceptar una totalidad preformada). El adulto debería aprender a leer con esa misma imprevisibilidad. El conocimiento como mimesis no como obediencia. La acción revolucionaria no surge al final, como conclusión, sino al comienzo, como reinicio.

(Cine de Chaplin: un cuerpo individual que hace la mimesis de movimientos colectivos).

La fantasmagoría capitalista, el sueño colectivo, aquello que el fetichismo de la mercancía tiene de onírico debe ser tratado como nubes de ilusiones a redimir. La verdad de un objeto es ser expresión simbólica del “sueño de la humanidad “.

(A partir de Freud y en notable resonancia con Leon Rozitchner, Benjamin se interesa por la intersección entre sueño social e infancia).

El sueño capitalista de la industria tuvo varias direcciones: de allí brotó la ilusión de la abundancia de mercancías, la tentación de la administración socialista, y también la acción revolucionaria.

(Del consumo a la prostitución, dice Benjamin, se fusiona cuerpo humano y mercancía, y los deseos sexuales ingresan al mercado de la inmediatez)

El fascismo surge de unas masas formadas en torno a las mercancías. Masas desensibilizadas, tomadas por el miedo y por la movilización suicida. La politizaciones del arte que le responde es rehabilitación sensorial del cuerpo y capacidad de atravesar activamente nuevas tecnologías.

(Estética, en sentido primero, quiere decir percepción sensible: aquello que se anestesia en la experiencia moderna del shock. La estética, lo sensible ensoñado, es una clave de la política antifascista).

El fascismo actúa sobre el cuerpo colectivo anestesiando (en lugar de recrear) la capacidad de formular respuestas políticas. A esta destrucción de las funciones políticas de las masas es preciso atender con urgencia: otro tiempo, como pseudónimo del acto de recuperar la capacidad de reacción política colectiva.

Fuente de la información e imagen:  https://lobosuelto.com

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Esclavitud Moderna

Por: Jorge Majfud

No es que el sagrado mercado no pueda pagar mejor a los trabajadores, sino que no conviene. Una persona en estado de necesidad (atado a deudas o a su pobreza) es un esclavo moderno, dócil, manipulable, funcional. Exactamente como los países endeudados―los endeudados pobres, no los endeudados ricos.

¿Por qué los campesinos en Colombia, responsables de la producción de casi el 80 por ciento del mercado mundial de cocaína, ganan mil dólares por año y solo un kilo de cocaína se vende a 150.000 dólares en Estados Unidos? La respuesta dogmática es una de las mayores estafas del mundo capitalista que se repite en otros rubros, desde el agropecuario, el industrial hasta el profesional: los salarios responden a «la Ley de la oferta y la demanda».

Si los salarios en cualquier cadena productiva estuviesen dictados únicamente por esta ley, los trabajos más duros en la base de la pirámide (donde la oferta laboral es menor que en niveles más altos) o los especialistas en las elites académicas o científicas serían, por lejos, los puestos mejor remunerados. La razón radica en la misma pirámide de poder, justificada por una plétora de excusas propagandísticas que emanan de la micro clase en el poder y se reproducen en sus eslabones funcionales, desde gerentes, subgerentes, expertos en relaciones públicas, comunicadores, propagandistas, políticos, mercenarios, mayordomos, jornaleros hasta mendicantes. Todo fosilizado en instituciones (gobiernos, congresos, medios de comunicación, escuelas, universidades, iglesias, clubes, ejércitos, policías) que garantizan la sacralidad de la propiedad privada como si la existencia de un palacio y una chabola fuesen la demostración de la universalidad de este derecho.

Aparte de la razón capitalista que presiona siempre por una reducción de costos abajo y la maximización de las ganancias arriba, existe una necesidad de mantener a los grupos marginales en estado de perpetua producción a través de la necesidad, como el endeudamiento o la misma pobreza. Este estado perpetuo de necesidad deshumaniza hasta el grado de aleccionar al esclavo para convertirse en esclavista como premio a su propio sacrificio, algo que con suerte el uno por ciento logra y luego es destacado en las tapas de revistas y en las lecciones de los padres a sus pequeños hijos―no porque todos los padres se creen esta ficción histórica, sino porque deben preparar a sus hijos para sobrevivir en un mundo deshumanizado.

Si esos trabajadores semi esclavos de Colombia tuviesen remuneraciones más altas y mejores condiciones de vida, probablemente se educarían y migrarían a otros sectores de producción y servicios―la misma ilegalidad que hace que el producto sea caro, también hace que los productores sean baratos.

Lo mismo ocurre (sólo por poner un ejemplo más) con el trabajo esclavo en diferentes regiones de Asia, África y en América Latina. En muchos casos, los esclavos sin salario del siglo XIX estaban mejor alimentados y menos envenenados que los actuales trabajadores africanos, desde las minas de cobalto del Congo a las montañas de desechos electrónicos de Gana y Tanzania, o a los madereros nativos de Mozambique, con los cuales conviví en los años 90s. Sin duda, en el siglo XIX la diferencia social entre los esclavos y sus amos, aunque obscena, no era tan grande como la que existe hoy entre los productores (llamados hombres y mujeres libres) y los amos de las corporaciones transnacionales.

Como lo expuso el profesor británico Siddharth Kara en su reciente libro Cobalt Red (2023), actualmente cientos de miles de congoleños y decenas de miles de niños son sometidos a las peores formas de esclavitud conocidas para que extraigan cobalto con una pala o con sus manos desnudas. Por un salario de siete dólares diarios cuando tienen suerte (y de dos dólares cuando es un día normal) estos hombres, mujeres y niños desarrollan diferentes enfermedades debido a que el cobalto es toxico al solo contacto con la piel. Sin considerar que esos siete dólares apenas le permite a una familia alimentarse de una forma insuficiente, al tiempo que el largo y doloroso trabajo les impide a sus niños ir a la escuela o tener una infancia digna.

El cobalto es esencial para las baterías recargables de teléfonos, computadoras y automóviles en todo el mundo y el 75 por ciento se extrae del Congo, país que no sólo posee uno de los peores récords de matanzas imperialistas sino de dictaduras brutales seguidas al asesinato del gran Patrice Lumumba por parte de los belgas en complicidad de la CIA, como no podía ser de otra forma. Todo en nombre de la noble defensa del capital, la propiedad privada (de los ricos) y el progreso de los países desarrollados.

Actualmente, los primeros beneficiados de esta nueva violación del Congo son las corporaciones como Apple, Tesla, Samsung y los inversores chinos que se dieron cuenta del gran negocio hace más de una década. Luego siguen los consumidores globales, que en su mayoría ignoran o prefieren ignorar la existencia de esclavos modernos. Los primeros perjudicados son los cientos de miles de congoleños esclavos y el ecosistema global, ya que para que esta actividad minera ocurra se han eliminado y se continúa eliminando grandes áreas de bosques naturales―las clásicas externalidades que nunca entran en la ecuación de ningún negocio exitoso.

El solo hecho de que la minería artesanal sea ilegal, como lo es la producción de cocaína, es irrelevante. A los efectos de este análisis, debemos volver a hacernos la misma pregunta del comienzo: si los esclavos congoleños son esenciales en la cadena de comercialización del cobalto y son esenciales en el funcionamiento de nuestro mundo digital, ¿por qué sus salarios están por debajo de las condiciones mínimas de sobrevivencia y sus derechos por debajo de los derechos de los esclavos de siglos pasados?

Porque la deshumanización es un negocio redondo: deshumanización de los productores y deshumanización de los consumidores. ¿Y después se asustan de que la Inteligencia Artificial llegue un día a apoderarse del mundo? ¿No es un pánico del Primer Mundo, como lo es la idea de que dejarán de ser imperios parasitarios? ¿Cuál es la diferencia para un esclavo moderno, incluso para la clase media global, entre ser dominada por los robots o continuar siendo dominadas y explotadas por las elites humanas de siempre?

Habrá que volver a la misma explicación: mantener una masa de población en estado de necesidad es esencial para mantener el poder en la cima de la pirámide. Cada tanto esta brutalidad se encuentra con algún límite legal, producto de años de activismo social, pero estos límites no son parte de la lógica que gobierna el mundo sino la razón por la cual no todos se han olvidado de que existe algo llamado dignidad humana que, no por mera casualidad, siempre tiene que luchar contra los inconmensurables poderes (económicos, políticos y mediáticos) de los de arriba―y con la complicidad, la indiferencia o la amnesia de unos cuantos de los de abajo.

rebelion.org

Fuente de la información e imagen:  https://elortiba.org

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