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Metamorfosis de la víctima en verdugo

Por: Raúl Prada Alcoreza

¿Cómo la víctima se convierte en verdugo? La violencia cristalizada en sus huesos se proyecta y retorna contra sus anteriores verdugos. Este es un aspecto de la inversión de la violencia, después de haberla recibido se la devuelve. Hay otros aspectos que tienen que ser tomados en cuenta. Pero, antes, es indispensable entender lo que pasa en la psiquis humana, la que ha sufrido y termina convirtiendo su comportamiento en revancha, en venganza. En esas condiciones se puede decir que la relación social se convirtió en una relación de violencia, o la violencia se convierte en la única relación social.

La violencia, desplegada en el círculo vicioso, recurrente, repitiéndose, en espiral, desbocada, no sale de lo que es, de su torbellino de violencia; una vez que se ingresa al círculo vicioso, atrapado en su interioridad perversa, el hundimiento en el magma de violencia es irreversible. Se han hecho notorios reflexiones sobre la violencia, son conocidas las que hemos mencionado en anteriores escritos, al respecto es sobresaliente la reflexión de Walter Benjamin, posteriormente, también lo son las reflexiones de Hannah Arendt, sobre la violencia y el totalitarismo. No vamos a citar otras reflexiones y críticas respecto a la violencia, como las de Jacques Derrida, en Ley y fuerza. Nosotros mismos hemos desarrollado nuestras reflexiones sobre la violencia, desde el estallido de la movilización prolongada en Bolivia (2000-2005) hasta después, incluyendo las violencias desatadas, configurando espirales puntuales de violencias, que se han dado en las gestiones del gobierno neopopulista.

El acontecimiento de la guerra y el acontecimiento de la violencia están asociados, forman parte de lo mismo, el acontecimiento feroz de las dominaciones y del poder; también el terror está asociado a la violencia, como recurso extremo para anular a la voluntad de resistencia. Los hechos desplegados corroboran estos decursos concomitantes y cómplices, son muestras espantosas de la condena, de la fatalidad de encontrarse atrapados en el círculo vicioso del poder. Las víctimas son como las reminiscencias convertidas en curva del indicador espantoso de la violencia. Como ensañándose contra la tesis, apresurada y provisional, de Francis Fukuyama del fin de la historia, se han vuelto desatar las guerras, las dos guerras del Golfo, la guerra en Yugoeslavia, las guerras de la Federación Rusa; estas guerras se han vuelto paradigmáticas, contradiciendo la hipótesis de Francis Fukuyama. La historia continua serpenteando territorios plagados de batallas sangrientas.

En la contemporaneidad reciente, en la guerra de Ucrania, la contrastación es evidente de la tesis del fin de la historia; no solamente ha perdido su credibilidad, sino que se ha trocado en una tesis infeliz. Antes de la guerra de Ucrania, la Federación Rusa desata implacables guerras en Chechenia y en Georgia. En el continente del África aparecen escenarios de guerras, que los medios de comunicación consideran tribales, sin entender la complejidad del continente, sobre todo en las regiones subsaharianas. En la actualidad asistimos a la reiterada guerra de Israel-Palestina, que también contiene, en su contexto, la guerra israelí-árabe. Aunque después de la guerra de 1973, del Yom Kipur, se haya firmado la paz con Egipto, Jordania haya reconocido al Estado de Israel, recientemente Arabia Saudita está apunto de firmar un convenio a largo plazo con el Estado de Israel. A pesar de estos avances para el Estado de Israel, la guerra ha recomenzado con la última incursión de la organización paramilitar Hamás, que ha invadido territorios aledaños a la Franja de Gaza, desplegando una furiosa revancha, que ha derivado en una masacre. Sin quedarse corto ante la espiral de violencia y el hilo del círculo vicioso de la violencia, el gobierno de Benjamín Netanyahu declara la guerra a Hamás y manda a demoler la ciudad de Gaza con bombardeos sistemáticos. Las víctimas civiles de Gaza superan ya los 2750 muertos, sobre todo de niños. Por eso es conveniente volver a preguntar sobre esta metamorfosis de víctima en verdugo.

Cuando se tiene a la vista la Franja de Gaza, cuando se tiene una población de alrededor dos millones y medio de habitantes poblando esta franja, habitantes que no pueden moverse de la Franja de Gaza, inclusive no pueden ir a pescar al mar, estamos asistiendo a una remembranza, en otro contexto, de lo que fueron los guetos judíos en Alemania y en Polonia, durante la ocupación nacional socialista. ¿Por qué suceden estas analogías? ¿Por qué el pueblo que fue perseguido durante siglos, obligado a una diáspora judía, que tuvo que soportar, en todos los países donde se asentó, el antisemitismo intermitente, termina obligando a la población palestina a salir de su territorio en 1948, condenándola a vivir en campamentos de refugiados en los países aledaños, repitiendo la misma situación en 1967, durante la guerra de los seis días, cuando prácticamente los palestinos pierden casi la totalidad de su territorio, hasta el punto de ser reducidos a Cisjordania y a la franja de Gaza?

Una violencia no justifica otra violencia, la violencia es eso, violencia, destrucción de cuerpos, destrucción de subjetividades, inhumanización. Cuando se usa la violencia como recurso se pierde el derecho a la posibilidad de exigir derechos. La violencia impone su lógica perversa y demoledora, arrasa territorios, masacra pueblos, siembra muerte por doquier. Lo que queda después de la violencia no es más que muerte, víctimas desoladas, por un lado y vencedores convertidos en monstruos, por otro lado.

Viendo retrospectivamente los horrores desatados en la historia, recorrer el pasado por sus huellas macabras, como los relativos al holocausto, uno se pregunta: ¿Como pudo haber ocurrido? Teniendo en cuenta los análisis y los estudios que se realizaron después, teniendo en cuenta la información de los contextos en los que se dieron estos horrores, el exterminio del holocausto, aparece como dato sobrecogedor la “normalización” y la “naturalización”, de la violencia, inclusive podríamos decir la rutina de la violencia, incluso la administración racional de la violencia, tal como lo lo describió Sygmunt Baumann en su libro sobre el holocausto. Hoy también asistimos a la “normalización” y “naturalización” de la violencia, a su racionalización administrativa y, lo peor, a su difusión mediática, a su pretendida legitimación mediática, a través de la propaganda y las narrativas en concurrencia. Las narrativas no pueden cambiar la realidad, la realidad es que hay miles de víctimas de un lado y de otro, mas en un lado que en el otro. El costo de las víctimas no justifica, de ninguna manera, las acciones de un lado y de otro, que podemos catalogar de desmesurada violencia. Recordando el enunciado, atribuido a Nicolas Maquiavelo, de que el fin justifica los medios, los medios que se usan en la perpetración de la violencia terminan diseminando el fin, convirtiéndolo en una ausencia total de horizontes.

De manera concreta, podemos decir que lo que sorprende es que se “normalice” el genocidio; esto es precisamente lo que hicieron los nazis durante el holocausto, otorgándole el nombre de la solución final. Lo que llama la atención es que hasta hoy, hasta la tercera década del siglo XXI, esta inclinación de “normalización” del crimen, de la violencia, del genocidio, persiste, mediante diferentes figuras, con distintas singularidades y en el diferentes contextos. Esto es lo que ocurre con la “cárcel al aire libre más grande del mundo”, que es la Franja de Gaza, convertida en un gueto gigantesco. Ahora, sobre todo considerando los implacables bombardeos sistemáticos, aplastantes y demoledores, estamos asistiendo a un nuevo genocidio. El pedir que un millón y medio de personas se desplacen del norte al sur de la Franja de Gaza, es pedirle que cabe su tumba, que marche hacia la muerte. Lo sorprendente nuevamente es que se vuelve a “normalizar”, a “naturalizar”, este accionar implacable de violencia desmoledora, supuestamente en defensa, cuando es patentemente de ataque a una densa población civil. También podemos decir que se “normaliza” y se “naturaliza” la otra violencia yihadista, la violencia denominada por el orden mundial “terrorismo”, así como por las narrativas de los Estados, de los organismos internacionales y de los medios de comunicación. Esta violencia desencadenada se “normaliza” y se “naturaliza” a través de la narrativa religiosa fundamentalista. Se pretende que la religión justifique el desborde demoledor de la violencia, que justifique el asesinato masivo. Este uso de la narrativa religiosa fundamentalista no hace otra cosa que buscar la legitimidad de actos atroces. Ciertamente no lo consigue, a pesar de que, en determinados ámbitos, plagados de seguidores, de convencidos, aparente lo ha lograrlo.

Hemos dicho que una vez que se ingresa al círculo vicioso de la violencia no se sale del mismo. Las espirales de violencia se desencadenan. Adquieren su propio ritmo, desarrollan sus propias secuencias, atraviesan umbrales. De este modo se llega al genocidio, sin inmutarse, por parte de los actores de la tragedia. Esto sucede en un contexto mundial donde el resto de los actores, no involucrados, participan del espectáculo del horror con una concomitacia silenciosa, con un adormecimiento mediático y acostumbrado, al observar desde palco lo que acontece.

La sociedades humanas pueden desencadenar violencias descomunales, masacres, sin inmutarse, en el momento que las perpetran. Lo que ocurre, en estos casos, es que están atrapadas en los engranajes de maquinarias fabulosas de poder, atrapadas en maquinarias de guerra, en maquinarias económicas, que no se detienen ante nada. Puesto que las maquinarias, en sí mismas, no tienen escrúpulos, son como una fatalidad o una condena, el destino está atrapado en esta mecánica de las máquinas; el destino ya no pertenece a los humanos, la tragedia está escrita.

En lo que respecta a las subjetividades, a las predisposiciones subjetivas, las pasiones cultivadas se vuelven incontrolables. El odio cultivado se vuelve incontrolable, se apodera de los sujetos y éstos se convierten en marionetas de la trama del odio. En estas condiciones no se puede pedir objetividad, es un enunciado que está fuera de juego. La única objetividad que aparece, es decir, el único objetivo que se plantea, es la de la aniquilación del enemigo, convertido en un endemoniado. El justificativo del crimen ya está dado, el enemigo es el demonio, es el mal que hay que extirpar.

Si se escucha atentamente los discursos fundamentalistas, vamos a darnos cuenta de que éstos discursos expresan el atolladero sin salida del círculo vicioso de la violencia, en la inclinación desborda y compulsiva del odio. No sólo pasa con las organizaciones irregulares, sino con los mismos Estados, que son organizaciones legales institucionalizadas, que, en situaciones de crisis, se vuelven dispositivos efectivos para perpetrar violencias desmedidas. Todo a nombre de las causas supuestamente justas, la defensa del Estado, la razón del Estado, por la seguridad del Estado, por el destino y el porvenir de la nación. Las organizaciones irregulares son ya protoestados, aunque pequeños, asumen para sí el monopolio de la violencia. Consideran que pueden ejecutar acciones desmedidas sólo por el hecho de que son la representación y la vocería legítima del pueblo oprimido.

En realidad, los Estado nación y las organizaciones irregulares comparten la espiral de la violencia, en el mismo círculo vicioso del poder y el mismo círculo vicioso de la violencia. El problema es que no sólo los actores directamente involucrados en la espiral de violencias están atrapados en el círculo vicioso de poder, de violencia y de odio, sino que, en el contexto llamado mundo, se asume con “normalidad”, con “naturalidad”, lo que acaece, como si la violencia, los hechos desbocados de la violencia, sean parte de la vida cotidiana. Concretamente, los organismos internacionales y, en entre ellos, Naciones Unidas, son cómplices de lo que ocurre. Los hechos se desbordan amenazadoramente. A pesar de la existencia y el reconocimiento de estas organizaciones internacionales, a pesar de las resoluciones de Naciones Unidas, éstas no se cumplen; no se cumplen los declarados derechos humanos, son, mas bien, desacatados por los Estados. A los funcionarios internacionales sólo les basta con haber declarado, enunciado, esos derechos y pare de contar, puesto que no pueden, no quieren, no tienen la voluntad de hacer cumplir sus propias resoluciones, ni, mucho menos, garantizar su cumplimiento, en todas partes, de los derechos humanos. Es más, el comportamiento de Naciones Unidas ha sido, en todo caso, sesgado; en unos casos interviene más que en otros, inclusive en unos casos interviene y no interviene en otros. Todo depende de lo que vamos a llamar la correlación de fuerzas en el orden mundial. Por ejemplo, en la guerra de Corea se ha puesto de un lado y ha declarado la guerra a Corea del Norte, es decir a justificado una guerra de intervención cuando su tarea era buscar la paz, evitar la guerra. Algo parecido, aunque en otro contexto y de manera diferente, ha ocurrido durante la guerra de Vietnam. Respecto al bloqueo de Cuba, que ya de por sí, es un atentado a los derechos humanos, independientemente de la posición que se tome respecto a la revolución cubana, Naciones Unidas no ha hecho cumplir las resoluciones del organismo internacional. Ya lo hemos dicho antes, que en el caso de la conformación del Estado de Israel no ha hecho cumplir sus resoluciones, en lo que respecta a la conformación de dos Estados, el Estado de Israel y el Estado de Palestina; tampoco ha hecho cumplir la resolución sobre el retorno de los refugiados en los campamentos a su territorio.

La pregunta que se viene de inmediato es si Naciones Unidas es realmente una organización de Naciones Unidas, de todas las naciones, de todos los pueblos, claro está, de todos los Estados. Hablamos de pueblos porque hay pueblos sin Estado, a los que no se les ha permitido conformar sus Estados, a pesar del derecho a la autodeterminación. Uno de esos pueblos es el ancestral, antiguo, y presente pueblo kurdo. Otro de esos pueblos es el pueblo del Sahara Occidental, el pueblo saharaui. Indudablemente el pueblo palestino es el pueblo ocupado, expulsado de su territorio, que hasta ahora no cuenta con su propio Estado, a pesar de las resoluciones de Naciones Unidas. La lista puede seguir, pero la dejamos ahí como muestra de la incompetencia internacional y del despotismo del orden mundial de las dominaciones.

Podemos arriesgarnos con alguna hipótesis al respecto: Naciones Unidas más parece un gran espectáculo, donde se hacen declaraciones rimbombantes sobre derechos humanos y los derechos internacionales, también sobre otros derechos, como, por ejemplo, los recientes emitidos debido a la crisis climática, que tiene que ver con la vida y el planeta. Así mismo se emiten discursos rimbombantes, incluso se transmiten informes detallados, llenos de datos y estadísticas, asombrosos por la objetividad sobre el peligro en el que se encuentran la sociedades humanas. Sin embaro, hay quedan, archivados o en folletos de difusión, como en el caso del Acuerdo de París, el mismo que no se ha cumplido hasta ahora.

Considerando esta situación de impotencia, como consecuencia de lo que acabamos de decir, podemos interpretar lo que ocurre, la frustración del cumplimiento de los derechos, que se debe, en efecto, a la correlación de fuerzas; la resultante de la correlación de fuerzas es la que determina los alcances del comportamiento y del espectáculo de Naciones Unidas. En otras palabras, son las grandes potencias las que deciden el destino de la humanidad. ¿Bajo qué criterio filosófico? ¿Bajo que legitimidad para hacerlo? Ninguna, puesto que lo que prepondera es el peso de la fuerza, el peso de la correlación de fuerzas, definido en los campos de batalla en los que se ha convertido a los países, a las regiones y al mundo. Son estas potencias, las hilanderas de la luna, las del núcleo de seguridad de Naciones Unidas, definida su jerarquía restrictiva en el orden mundial de las dominaciones, las que tienen en sus manos el destino de la humanidad.

Volviendo al caso del conflicto y la guerra permanente israelí-palestino, en un contexto de conflicto israelí-árabe, también israelí-persa, vemos que el nacimiento del Estado de Israel implicó, en los hechos, el desplazamiento de la población de Palestina, la expulsión de sus tierras, condenándola a un exilio permanente. Sobre este asunto no se reflexionó como corresponde, salvo anotaciones superficiales o, en su caso, denuncias múltiples y proliferantes, que se han hecho sentir a lo largo del historia reciente. ¿Por qué lo decimos? Porque en la historia de la modernidad esto es precisamente lo que ha venido ocurriendo, de manera sistemática e intermitente, por así decirlo. La modernidad comienza con la conquista del continente de Abya Yala. Esto ha implicado la desterritorialización del continente, su despoblamiento, por los efectos devastadores del etnocidio y del genocidio. La modernidad también nace con la esclavización generalizada de parte de la población africana subsahariana. En su momento y en el contexto histórico, político, económico y cultural, que se vivía en aquél entonces, estos acontecimientos trágicos, demoledores, contra la propia humanidad, no solamente hablamos de la humanidad de las víctimas, sino también de la humanidad del victimador, fueron recepcionados por las otras poblaciones, particularmente europeas, con cierta “naturalidad”, aunque también con cierta sorpresa, empero vinculada más a las interpretaciones narrativas delirantes del descubrimiento de otro mundo.

En pocas palabras, podemos decir que los contextos sociales, de donde ocurren estas asombrosas tragedias, vinculadas a los genocidios perpetrados, a la esclavización generalizada, ahora a la destrucción de ecosistemas, son cómplices de estos crímenes, de estos genocidios, de esta violencia consumada en los cuerpos de otros, así como en la propia alma de los verdugos y victimadores, puesto que se vuelven monstruos.

Con respecto al método del terror, del recurso del terror, debemos hacer una reflexión. Este recurso ha sido usado por distintos grupos y tendencias ideológicas y políticas, fue usado, individualmente, por los anarquistas sobre todo en acciones puntuales. Lo han usado populistas, incluso nacionalistas, que luchan, desde antaño, por la liberación nacional. Lo han usado los comunistas, vinculando las acciones que causan estragos puntuales con el despliegue del ejército revolucionario, en su desplazamiento militar. Lo han usado las organizaciones israelitas contra la autoridad británica, mientras ocupaba Palestina. Lo han usado los palestinos, tanto contra los británicos como contra los israelitas, en su dilatada lucha por la liberación nacional. Pero también lo han usado los yihadistas, los fundamentalistas musulmanes, sembrando el terror, como recurso indispensable en la conformación del Califato. Sin embargo, a pesar de la gama variopinta de perfiles distintos, que han recurrido al uso de acciones puntuales, buscando ocasionar efectos de terror, debemos diferenciar cuando el terror es un método y cuando se vuelve fin.

Partiendo del enunciado, atribuido equivocadamente a Nicolás Maquiavelo, de que el fin justifica los medios, sin entrar a discutir la validez de este enunciado, lo que queremos preguntarnos es: ¿Qué pasa cuando los medios se convierten en el fin? En primer lugar, desaparece el fin, los medios se convierten en el fin mismo. Es decir, en el caso que nos ocupa, el terror, el método del terror, los procedimientos del terror, que son los medios para lograr un fin ideológico o religioso propuesto, se convierte en el fin mismo. El fin es el terror mismo, el fin es la muerte misma, el fin son los asesinatos mismos, el fin es siempre el terror. Cuando ocurre esto hay un cambio radical, ya no hay fin, sólo hay el método, el método del terror. En otras palabras, no se persiguen otra cosa que el terror. Entonces desaparecen los horizontes, se esfuma la política, la luchas se han convertido meramente en el instrumentos de la muerte.

Lo que acabamos de decir pasa no solamente con las organizaciones fundamentalistas, de todo tipo, de distintas religiones, de distintas ideologías, sino también ocurre con los Estados. En un momento de crisis múltiple, de crisis política, económica social y cultural, en un momento de crisis gubernamental, el Estado recurre al terror, al terrorismo de Estado, para preservar su dominación, sembrando el miedo, incluso el pánico. Entonces tenemos que hablar de esta distorsión del terror, cuando se convierte en sí mismo en finalidad; esto ocurre no solamente con las organizaciones clandestinas, por así decirlo, sino también con los Estados en crisis.

Mediante el terror se pretende perpetrar una autoridad irracional, la autoridad de una supuesta tradición, la autoridad de la institución instituida, heredada como fatalidad. Emmanuel Kant decía que la única autoridad que hay que reconocer es la razón, a partir Hugo Zemelman Merino podemos decir que la única autoridad que hay que reconocer es el uso crítico de la razón. Estamos en pleno desenvolvimiento de la ilustración y del iluminismo. También estamos en pleno desenvolvimiento de la dialéctica de la iluminismo, de acuerdo a Theodor Adorno y Max Horkheimer. Frente al iluminismo y la razón, evitando la crítica demoledora de la razón, la supuestas tradiciones se defienden imponiendo la autoridad con violencia, reprimiendo la crítica, impidiendo la iluminación y la ilustración. Por eso se habló de oscurantismo.

Estas son las metáforas con las que se presenta el despliegue de la iluminismo y de la ilustración. La luz se opone a la oscuridad, la ilustración se opone a la ignorancia. Siguiendo el decurso del debate, del enfrentamiento ideológico, la corriente positivista, tanto filosófica como epistemológica, ha opuesto la ciencia al mito. Más tarde el debate se ha enriquecido con otras perspectivas epistemológicas y hermenéuticas. Estas apreciaciones han sido retomadas por Adorno y Horkheimer en su Dialéctica del iluminismo. Haciendo un balance del periplo de la ilustración, concluyen, ante la experiencia de la primera y segunda guerra mundial y del holocausto, que los caminos de la razón instrumental pueden llevar al irracionalismo de la guerra y al oscurantismo de una modernidad sin escrúpulos. También dicen que la modernidad no salió de la esfera del mito, sino que inventa otros mitos, uno de ellos es la historia. Asimismo dicen que el pretendido dominio sobre la naturaleza es un gran equivocó, además de ser un mito, puesto que el ser humano pertenece a la naturaleza, no puede salir de ella; en consecuencia, que el desarrollo moderno, al afectarla, cobra consecuencias que redundan, como boomerang, en la sociedad moderna, la que ha desencadenado el desarrollo desbocado. Por eso, propugnan el iluminismo del luminismo, vale decir, la crítica de la crítica. Si el luminismo fue la crítica de la oscurantismo y de las instituciones tradicionales, de los mitos y prejuicios, ahora se requiere de la crítica de la modernidad y de un nuevo iluminismo, de una nueva crítica.

Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XX, incluso durante las tres primeras décadas del siglo XXI, este iluminismo del iluminismo, esta nueva ilustración, no se ha dado lugar como acontecimiento epistemológico, político y moral, como reforma intelectual y ética, salvo en contadas excepciones puntuales, que buscan seguir la reflexión creativa de la crítica, de la razón crítica y de la crítica de la razón. Los nuevos oscurantismo se han aferrado a sus nuevos mitos, es decir, relativos a la episteme moderna, incluso se han aferrado a las religiones anacrónicas. Se han aferrado a sus instituciones ancladas en el ostracismo de otro tiempo desaparecido. Podemos decir, parafraseando a Vicent van Gogh, que ese tiempo ya no está, pero las máquinas atroces siguen todavía. Por eso, la recurrencia desesperada al terrorismo generalizado, al terrorismo del Estado y al terrorismo de las organizaciones irregulares, al terrorismo fundamentalista, así también, al terrorismo de las mafias y los cárteles por el control territorial.

El recurso al terrorismo se ha generalizado, al punto de que ocasiona paradojas, como la declarada “guerra contra el terrorismo”, de la hiperpotencia norteamericana. La paradoja es que el recurso de la “guerra contra el terrorismo” es, a su vez, terrorismo globalizado. Se suspenden los derechos civiles y políticos, los derechos ciudadanos y los derechos humanos, puesto que el terrorismo es el poder absoluto, por lo menos en pretensión. Como imitación otros Estados han asumido también la “guerra contra el terrorismo” como procedimiento para acallar a los contrincantes, a los opositores y, sobre todo, eso es lo más grave, a la movilización social. La palabra “terrorismo” se ha convertido en un comodín, se la puede usar a gusto, dependiendo de los contextos y las coyunturas, dependiendo de las dificultades de los gobernantes y de las organizaciones políticas.

El problema es que esta generalización del terrorismo termina ocultando la explosión proliferante de las violencias polimorfas contra los pueblos, contra las sociedades, contra los pueblos indígenas, contra las mujeres; esto último sobretodo, mostrándose en la espiral desencadenada de los feminicidios.

Volvamos al problema matricial, el de la violencia. En anteriores escritos habíamos establecido que el poder es relación de fuerzas, habíamos retomado la figura de fuerza activa y fuerza reactiva, mas bien, de la ambivalencia de la fuerza, que en determinadas condiciones se comporta activa, en cambio el cuerpo, en determinadas condiciones, padece la acción de la fuerza. Considerando esta apreciación de la genealogía del poder decíamos que, la violencia supone no solamente el efecto de la fuerza sobre el cuerpo, sino el efecto de la fuerza sobre el sujeto. Por eso, se puede decir que la fuerza, en el sentido de la violencia, daña, ataca al sujeto. Ahora bien, revisando la etimología de la violencia, sabemos que proviene de la raíz indoeuropea wei, qué significa fuerza vital. La palabra violencia, en castellano, deriva del adjetivo violens, en latín, que significa impetuso, furioso. Se puede decir que el origen latino de la palabra es el sustantivo vīs, que quiere decir fuerza, poder, potencia. Los romanos llamaban vīs a la fuerza, al vigor; esto sobre todo cuando la voluntad de unos se impone a la voluntad de otros o anula la voluntad de otros. Vis tempestatis se denomina a la fuerza de la tempestad. En el código de Justiniano se menciona vis magna cui resisti non potest, es decir, se habla de la fuerza mayor que no se puede resistir.

Retomemos el concepto de violencia en sus distintas significaciones, sobre todo en el sentido de imponer una voluntad, anulando otra voluntad. Esta violencia adquiere dimensiones descomunales cuando atraviesa ciertos límites, que tienen que ver tanto con la intensidad de la violencia, así como con la extensidad de la violencia. Por ejemplo, individualmente, con la tortura se llega a la violencia destructiva del propio cuerpo, violencia humillante, descalificadora e inhumana, que padece el cuerpo y el sujeto. Otro ejemplo, pluralmente, con el desencadenamiento del terror de Estado se llega a la violencia demoledora contra el pueblo y la sociedad, buscando la inhibición total de su voluntad. Sin embargo, el terror de Estado se anticipa en organizaciones protoestatales, que se preparan para ser Estado, se adelantan en el implacable despliegue del terror contra el pueblo y la sociedad, para imponer la propia voluntad de dominio.

¿Qué pasa en la subjetividad del que impone su voluntad y anula la voluntad del otro? Desconoce al otro, por lo tanto se anula el reconocimiento, la autoconciencia. Al desconocer el reconocimiento de una autoconciencia en otra autoconciencia, se anula también como sujeto, sujeto devenido autoconciencia, en una relación libre, donde la libertad se realiza en el reconocimiento y en la realización de la demanda de reconocimiento como autoconciencia. Estas consideraciones aparecen en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Vamos a recurrir a ellas, a esta ciencia de la experiencia de la conciencia, que es el subtítulo del libro citado. Esto lo hacemos para hacer hincapié, si tomamos en cuenta la dialéctica de la fenomenología del espíritu, que cuando la autoconciencia retrocede a la conciencia, cuando deja de reconocer a sus semejantes, no solamente no hay libertad, se anula la libertad y la relación en libertad, sino que se retrocede a la conciencia limitada a la observación del objeto. En otras palabras, se ha cosificado al sujeto, al otro, al otro sujeto se lo ha vuelto un objeto. Interpretando, desde la fenomenología del espíritu, el otro sujeto se ha convertido en esclavo, esta vez, interpretando desde la dialéctica de la amo y esclavo.

¿Qué pasa cuando se despliega el terrorismo de Estado? Cuando el Estado impone su voluntad y anula la voluntad del pueblo y de la sociedad. El Estado deja de ser la síntesis política de la pluralidad social. Se convierte en algo ajeno a la sociedad, mas bien, se convierte en una máquina contra la sociedad, en una amenaza, más aún, en un artefacto de engranajes de la violencia, que inhibe la potencia social. Está demás decir que la relación entre Estado y sociedad, en este caso, se desenvuelve sin libertad, en las condiciones de abolición de la libertad. Sólo existe el Estado, sólo existe la voluntad del Estado, que ha dejado de ser la voluntad general, convertida en una voluntad maquínica, en la voluntad de la monstruosidad burocrática y funcionaria, en la voluntad de los verdugos uniformados. Todo reconocimiento y autoconciencia han desaparecido socialmente y políticamente. Ya no hay sujetos, sino sólo cosas, objetos, cifras, discursos protocolares emitido desde el poder.

¿Qué pasa cuando son las organizaciones irregulares las que imponen su voluntad, anulando la voluntad de la sociedad y del pueblo? Sin ser Estado estas organizaciones, que usan el terror, no solamente como medio para lograr el cumplimiento de finalidades enunciadas, sino, como hemos dicho, que convierten al terror en el fin mismo, haciendo desaparecer el fin proclamado, sea ideológico o religioso, establecen una relación con la sociedad al margen de la libertad, desconociendo la voluntad misma de la sociedad, el conglomerado de sus subjetividades, convirtiéndola en un recipiente, que recepciona sus discursos estridentes y sus violencias proliferantes. Aquí también desaparecen los sujetos, todo reconocimiento y las autoconciencias. Sólo hay autómatas encargados de perpetrar la violencia desencadenada, solo hay cuerpos que padecen esta violencia.

En los contextos y ámbitos del terrorismo generalizado, el mundo se ha convertido en un infierno. Las mayorías de las sociedades, pueblos y poblaciones padecen las violencias derivadas del terrorismo de Estado y del terrorismo de las organizaciones irregulares. Los horizontes se han clausurado, el porvenir se ha convertido en el abismo donde caen los cuerpos para enterrarse.

La violencia genera violencia, esta es la situación del círculo vicioso de la violencia. La violencia se cristaliza en los huesos y luego se exterioriza en otra violencia. Es violencia someter a un pueblo, desplazarlo, convertirlo en exiliado, arrinconarlo, presionándolo, humillándolo, convirtiéndolo en una acumulación de cosas, incluso nadas, invisibilizándolo. Un pueblo que no tiene porvenir, ni destino, ni territorio, se encuentre una situación desesperada, cuando su población padece la crisis del destierro, que se expresa en la pobreza lapidaria, en la miseria, en la exclusión, llega a un punto en que no tiene nada que perder, se arroja entonces desesperadamente a la violencia, al despliegue de la violencia contra el opresor.

En ambos casos, la violencia del Estado y la violencia de las organizaciones irregulares, la violencia forma parte del círculo vicioso de la violencia. Cuando esta violencia no tiene medida, cuando decide asesinar y perpetra asesinatos, cuando más artroces mejor, se ha llegado a un punto donde se expresa patentemente la pérdida de humanidad. Las monstruosidades se han hecho presentes. En esta situación no hay destino. Es inhumano matar a civiles desarmados, realizar pogrom, buscar la muerte más atroz, prolongarla en torturas, incinerar cuerpos y danzar alrededor de los cadáveres. Es inhumano bombardear ciudades, arrasar manzanos urbanos, matar a gran escala, volver a obligar a la población a un nuevo desplazamiento sin destino. En ambos casos, se ha llegado al desborde de la monstruosidad, en lo que se han convertido los perpetradores de la violencia. Esa no es una violencia “revolucionaria”, tampoco la otra es una violencia civilizada, como se pretende, en una descomunal “guerra contra el terrorismo”. De este modo se llega a asistir a una guerra entre monstruos, mientras los pueblos padecen las consecuencias arrasadoras de la guerra.

Cuándo los enemigos, enfrascados en la guerra, en la lucha muerte, buscan el exterminio del otro, ya no hay salida, es decir, ya no hay historia posible. La historia sólo es posible si hay salidas. Volviendo a la fenomenología del espíritu de Hegel, se puede decir que hay historia cuando los contrincantes buscan una alternativa, fuera del exterminio. Un acuerdo. Entonces se puede dar curso otra vez a la historia o, por primera vez, a la historia plena, completa, dependiendo del comienzo de donde partimos. La historia, se puede reducir a la historia de las dominaciones, cuando el señor enseñorea y el siervo sirve. Cuando el amo domina y el esclavo obedece. Esta es una historia circunscrita, reduccionista, usando las figuras que aparecen en la fenomenología del espíritu, metáfora filosóficas, por cierto. Empero, esta historia reductiva lo que hace es guardar la posibilidad de una nueva confrontación, donde los enemigos vuelvan a enfrascarse en una guerra muerte, buscando el exterminio del otro. Jugando con las figuras filosóficas, podemos decir que esta es una historia a medias, es una historia herida, puesto que guarda la posibilidad de la desaparición de la misma historia, de la memoria social, porque se apuesta por el exterminio.

Siguiendo con el discurso de la interpretación teórica, podemos decir que la historia completa, sana, vital, sin heridas, acaece cuando se llega a un acuerdo mediante el reconocimiento pleno de ambos, el reconocimiento de su humanidad, por lo tanto, la posibilidades de complementariedad. Sin embargo, esto no ha ocurrido hasta ahora, puesto que seguimos en la historia de las civilizaciones, que se han erigido sobre los cimientos y la matriz de la historia herida, donde se llega a un acuerdo provisional, pero con la posibilidad de hacer resurgir otra vez la batalla, la lucha muerte, por lo tanto, la búsqueda del exterminio del otro.

Fuente de la información e imagen:  https://pradaraul.wordpress.com

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Educación para la paz y la nueva escuela mexicana

Por: Carmen Chinas *

 

La educación en México es un derecho social que debe ser garantizado por el Estado.  Además de la necesidad de contar con educación gratuita, de calidad y al alcance de la población, uno de los mayores desafíos del país ha sido desarrollar un modelo educativo que corresponda con las necesidades formativas de una nación en la que prevalece la pobreza, exclusión y cuyo devenir histórico está inevitablemente marcado por un pasado de colonialismo que no sólo despojó las riquezas del territorio, sino que trató de acallar en las conciencias la lucha contra la opresión y por una vida digna en libertad.

La reforma constitucional en materia educativa más reciente fue en mayo de 2019 para incluir los principios de perspectiva de género, cultura de paz, inclusión e interculturalidad que refuerzan señalamientos que ya se encontraban en el mandato constitucional; como señalar que la educación contribuirá a una  mejor convivencia humana, el aprecio y respeto por la naturaleza, la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de las familias, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitar los privilegios de razas, de religión, de grupos, de sexos o de personas.

El Artículo Tercero también señala que la educación se basará en el respeto irrestricto de la dignidad de las personas, con un enfoque de derechos humanos y de igualdad sustantiva. Tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, el amor a la Patria, el respeto a todos los derechos, las libertades, la cultura de paz y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia.

Si bien es cierto que los preceptos constitucionales del tercero constitucional no fueron modificados en su esencia, en las últimas décadas el modelo educativo nacional se orientó hacia un aprendizaje basado en competencias necesarias para el mercado laboral y necesidades individuales, dejando de lado el contenido vinculado a valores humanistas; se quedaron en segundo plano la enseñanza de la historia, el civismo o las artes.

Dicho modelo o reforma educativa impulsada bajo la lógica económica neoliberal no dio buenos resultados, México se situó en los últimos lugares de desempeño educativo entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) permaneciendo más de 15 años en el último lugar. En todo ese tiempo tampoco se trabajó en implementar formas de convivencia en el aula que permitieran la resolución pacífica de conflictos, el diálogo, el respeto o la erradicación de la violencia escolar.

El debate suscitado con la propuesta de la “Nueva Escuela Mexicana” que apenas inicia su implementación, es una oportunidad para insistir sobre los propósitos fundamentales de la educación, considerarla como un medio para transformar vidas en sentido progresivo, un bien público y base para la realización de otros derechos y fundamental para lograr la paz considerando la inclusión, equidad e igualdad de género para lograr una educación transformadora, conclusiones que se desarrollaron en el Foro Mundial de Educación y que pueden consultarse en la Declaración de Inchéon (2015).

Los fundamentos desarrollados en la Nueva Escuela Mexicana (pensamiento crítico, interculturalidad, igualdad de género, cultura de paz), sugieren que es posible avanzar hacia un sistema educativo con una orientación humanista, ya que se considera la dignidad humana como eje central y apuesta a una visión plural, incluyente y participativa para lograr el ejercicio pleno de los derechos humanos. La mirada de la nueva escuela tiene numerosas referencias al desarrollo de la vida en comunidad y considerar los saberes ancestrales de los pueblos originarios como parte de nuestra identidad.

Es necesario lograr la implementación de un modelo que atienda las necesidades, sí de profesionalización, pero esencialmente que convierta a la educación en esa herramienta fundamental de la transformación social, que contribuya a crear una sociedad con conciencia de su identidad y avanzar en la construcción de un país libre, independiente, democrático y justo, con respeto a la dignidad humana, desarrollar una cultura de paz y bienestar social.

Gran parte del desafío recae en el trabajo cotidiano de las maestras y maestros en las aulas, desde el nivel preescolar hasta el superior, pues los preceptos constitucionales que orientan la educación pueden quedar sólo en señalamientos generales sino se implementan en la cotidianidad de las aulas.

***

Profesora universitaria, integrante del Centro de Justicia para la Paz (CEPAZ) del Instituto de Justicia Alternativa (IJA) y del Cuerpo Académico UDG “Cultura de Paz y Participación Ciudadana”,  carmenchinas@gmail.com 

Fuente de la información e imagen:  https://www.zonadocs.mx

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Proyecto formativo en la Franja de Gaza

Por: Teresa Galicia

 

UCAS Technology Incubator es un centro de innovación pionero con sede en la Franja de Gaza

“…En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente tercos
para seguir creyendo, contra toda evidencia …
que la condición humana vale la pena…”
Eduardo Galeano

Acercarse a la realidad es base de un proceso educativo que pretenda ser reflexivo y crítico, incluyendo lo que sucede más allá de nuestras fronteras. La Franja de Gaza es un territorio palestino ubicado entre Israel, Egipto y el Mar Mediterráneo. Tiene 360 kilómetros cuadrados y más de dos millones de habitantes. Forma con Cisjordania el Estado de Palestina, gobernado de manera oficial por la Autoridad Nacional Palestina con reconocimiento limitado.

Según el Informe 2022 de Amnistía Internacional, las autoridades de Cisjordania y la Franja de Gaza han restringido indebidamente la libertad de expresiónde asociación y de reunión, empleando fuerza excesiva para dispersar concentraciones pacíficas. En la Franja de Gaza, tras la brutal represión de las protestas pacíficas contra el aumento del costo de la vida en 2019, se había instaurado un clima general de represión que disuadía eficazmente la disidencia.

Lo anterior muestra que la situación humanitaria en Gaza era ya terrible antes de la situación actual. ONU Mujeres lleva apoyando a las mujeres palestinas desde 1997 para conquistar sus derechos sociales, económicos y políticos, prestando en el terreno apoyo y asistencia. Lo que está sucediendo ahora impone costos injustificables y específicos a las mujeres y las niñas (16 /10/2023).

Hasta la publicación de este artículo, las fuerzas israelíes continúan intensificando su ataque a la Franja de Gaza. Amnistía Internacional ha documentado ataques ilegítimos israelíes, incluidos ataques indiscriminados, que han causado gran número de víctimas civiles y deben investigarse como crímenes de guerra ya que, según el derecho internacional humanitario, todas las partes del conflicto deben distinguir en todo momento a los combatientes y los objetivos militares de los civiles y los bienes de carácter civil y lanzar ataques únicamente contra los primeros. Los ataques directos contra civiles o bienes civiles están totalmente prohibidos y son crímenes de guerra (20/10/2023).

Todo lo anterior muestra en su cruda realidad lo que la población está sufriendo. Cuando presenté el proyecto formativo en República Dominicana, también hablé de las experiencias internacionales que en los años recientes ha desarrollado este proyecto. Recordemos que esta iniciativa social surge en los Estados Unidos en el año 2007 para mejorar el acceso a la justicia y aportar una formación jurídica de los abogados buscando una repercusión social que beneficiara a las personas de escasos recursos económicos. Esta iniciativa se ha estado replicando en diversos países, siendo la experiencia dominicana la primera en América Latina https://www.e-consulta.com/opinion/2023-10-05/experiencias-formativas-y-el-congreso-caribeno.

El proyecto de la incubadora sigue avanzando, en Pakistán en lNGO (Peace & Justice Network (2016) y en Peace & Justice Network (2018); en Bulgaria NGO (Equaly opportunities Initiative) (2020) y en la Franja de GazaPalestina en el INSAF (2022-2023). Todos ellos liderados por Fred Rooney, quien, por cierto, estuvo en Franja de Gaza hace escaso mes y medio.

La apertura de esta   incubadora legal se realizó mediante un convenio de financiamiento con UCAS Technology Incubator, centro de innovación pionero con sede en la Franja de Gaza, dedicado a empoderar el talento local mediante el fomento de emprendedores en ciernes, pensadores creativos y nuevas empresas impulsadas por la tecnología. En el desarrollo y la ampliación del apoyo a nuevas categorías de jóvenes beneficiarios por parte de la Incubadora UCAS, se realizó la apertura de la incubadora legal INSAF (justicia en árabe), primera incubadora en Oriente Medio para apoyar a jóvenes abogados.

Esta incubadora legal se enmarca dentro del Programa Sawasya, programa conjunto entre el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y las Naciones Unidas Mujeres, que tiene como objetivo fortalecer el estado de derecho, lograr la justicia comunitaria y unificar las instituciones legales y judiciales palestinas con abogados y abogadas que ejercen la profesión y promueven el estado de derecho y la justicia comunitaria.

De manera similar a la de República Dominicana, cada abogado desarrolla su práctica en un entorno profesional y espacio común dentro de la incubadora. Además, los participantes del programa reciben apoyo con capacitación a partir de cursos y talleres de educación legal continua, habilidades de gestión empresarial y representación de clientes. A cambio, los abogados participantes proporcionan servicios gratuitos y con descuento para aumentar el acceso a los servicios legales para quienes los necesiten, adquiriendo experiencia y redes para desarrollar su práctica. Después de once meses de formación, incubación y ejercicio de la profesión, salen del programa empoderados y capaces de trabajar en temas diferentes y económicamente viables en la especialización que practicaron promoviendo y fomentando el acceso a la justicia para todas y todos.

Este tipo de proyectos diversos e innovadores, con diferentes enfoques, financiamiento y propósitos existen en todo el mundo y permiten acercarse a los saberes profesionales que se van presentando en este tipo de experiencias, reconociendo las prácticas y la acción política social de su ejercicio en la realidad social. Si bien, el futuro de este y otros proyectos de las y los jóvenes de Gaza están hoy impregnados de incertidumbre, estoy convencida que sus integrantes están apoyando a los que más lo necesitan en esta terrible situación.

Personalmente sigo caminando, recuperando y valorando la perspectiva de quienes viven la experiencia. Para acercarse a lo que son las incubadoras y como impactan en la vida de las jóvenes abogadas, en este video las mujeres de la Incubadora de Gaza, narran su experiencia dentro de este proyecto formativo Gaza women telling their story.

Pensando en esta experiencia formativa y en lo que hoy está viviendo la población palestina, es necesario insistir en lo que escribió Galeano, porque aún en los tiempos más oscuros, las acciones de las buenas personas mantienen la esperanza aún en las peores circunstancias.

Fuente de la información:  https://www.e-consulta.com/opinion/2023-10-26/proyecto-formativo-en-la-franja-de-gaza

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Del dominio tecnocrático a la psicopolítica de Byung-Chul Han

Por: León Sarcos

Einstein, con su clásica objetividad, dijo que se ha vuelto terriblemente obvio que nuestra tecnología ha superado nuestra humanidad, y el famoso general estadounidense Omar Bradley afirmará: Si continuamos desarrollando nuestra tecnología sin sabiduría ni prudencia, nuestro servidor se convertirá en nuestro verdugo.

El fin temporal de la belleza humana

Hasta hoy, son pocos los desastres que lamentar por efectos de las grandes armas nucleares, pero no me cabe duda de que vendrán, y las nuevas tecnologías preparan el acta de defunción de las partes más bellas del ser humano:

La que nos distingue a unos de otros; la que se siente cuando temerario se aproxima el peligro o cuando sigiloso llega el amor; la que sonríe de pura alegría o deja caer las lágrimas del dolor cuando hay algo que nos duele; la de la iniciativa desprendida que nos distingue de la máquina; la del poder de la imaginación poética que nos lleva al borde de la locura y nadie puede usar de pretexto para internarnos; y especialmente, la de la agraciada magia de los dioses que por más de mil y una razones, desde los inicios, nos concedieron el sutil magnetismo de eros y la exclusiva y grandiosa facultad de  poder  decir con toda el alma ¡No!

La soberanía de las tecnologías digitales hoy es absoluta sobre todas las actividades del ser humano, hasta hacerlo objeto total de su dominio, como una cosa más, y convertir hasta sus emociones en objeto de intercambio y sus sentidos sujetos a la robotización.

El gran giro de Copérnico

Desde la revolución iniciada por Copérnico, que inició a la modernidad en el siglo XVI, el ser humano ha venido acumulando un exceso de confianza casi total en la ciencia y la tecnología para crecer y progresar en libertad, abandonando los estudios y las interrogantes acerca de los misterios del alma y el espíritu, los que nos hacen únicos y humanos.

A pesar de la evidente supremacía de lo tecnológico sobre el desarrollo humano, y las claras advertencias que han hecho pensadores y académicos de distintos orígenes e ideologías sobre los peligros que conlleva tal dominio, estas no habían pasado de ser reflexiones en voz alta que no habían logrado mayor trascendencia más allá de los recintos universitarios y de algunos círculos políticos.

La rebelión de los sesenta marcó un punto de inflexión en la lucha contra la tecnocracia cuando una parte minoritaria, pero adelantada, de la juventud norteamericana y latinoamericana la identificó y dio argumentos sólidos para la acción y el combate social contra ella, como la principal amenaza contra el futuro democrático.

Alirio Rodríguez. El ángel que piensa (1992) Pintura acrílica sobre tela

El imperio de la tecnocracia

Nuestro enemigo no era solo la guerra de Vietnam, en auge en esos momentos, ni la discriminación racial, ni siquiera la pobreza, ni la condición de la mujer cuyo tratamiento podía ser atendido por la política tradicional, según los artífices del movimiento; se decía entonces:

La lucha suprema de nuestro tiempo se libra contra un oponente mucho más poderoso, precisamente porque es menos obvio y patente, al que denominaremos tecnocracia, forma social desarrollada en Estados Unidos más que en cualquier otra sociedad en el mundo.  

En un magnífico libro el historiador estadounidense Theodore Roszak, titulado El nacimiento de una contracultura. Reflexiones sobre la sociedad tecnocrática y su oposición juvenil, editado en 1970, afirmaba:

La tecnocracia no es simplemente una estructura de poder que controla una vasta influencia de naturaleza material; es la expresión de un gran imperativo cultural –óigase bien–, una verdadera mística profundamente refrendada por la plebe.

Jacques Ellul, en su The Technological Society, había escrito:

La técnica requiere capacidad de predicción y, en igual medida, exactitud en la predicción. Por consiguiente, es necesario que la técnica prevalezca sobre el ser humano. Para la técnica, es una cuestión de vida o muerte. La técnica debe reducir al hombre a un animal técnico, el rey de los esclavos de la técnica. La voluntad humana desaparece ante esta necesidad. Frente a la autonomía de la técnica no puede haber ningún tipo de resistencia humana.

Ellul fue un filósofo y escritor anarquista francés que consideró –y no se equivocó– que vivimos en una sociedad tecnológica, a la que denomina sistema técnico, cuyo modelo de racionalidad es la pura eficiencia. Para Ellul, el ser humano está constituido por varias dimensiones, a saber: poética, simbólica, religiosa, política, económica; pero “la tecnología ha desplazado a todas las demás para centrarse en la eficacia”.

Su propuesta consiste en una ética de ‘‘no poder’’, que se caracteriza por no colaborar con el sistema técnico. Para mí, la ética de Bartleby, el escribiente –el cuento de Herman Melville– contenida en la frase repetida reiteradamente en respuesta a las órdenes de su jefe: Preferiría no hacerlo.

Alirio Rodríguez. El ángel del espejo

El dominio absoluto de los técnicos

La tecnocracia es el régimen de los expertos y su rasgo distintivo es que, aun poseyendo un enorme poder coercitivo, prefiere ganar nuestra conformidad explotando nuestra profunda e íntima veneración por la visión científica del mundo y manipulando la seguridad y el confort de la abundancia que nos da la ciencia.

Por desgracia, nos hemos familiarizado con políticas totalitarias materiales en regímenes brutales que logran la integración con porra y bayoneta. Pero, en el caso de la tecnocracia, se llega a un totalitarismo muy perfeccionado porque sus técnicas son cada vez más subliminales. Técnicas que Byung-Chul Han se ha encargado de desmantelar en la época de la revolución digital.

La tecnocracia se desarrolla sin resistencia, a pesar de sus fracasos reiterados y escandalosos, especialmente porque la crítica que pretendidamente puede moderarla se empecina en analizar sus resultados bajo ópticas totalmente pusilánimes. Las raíces de la tecnocracia están sembradas sólidamente en nuestra cultura y se entrelazan en definitiva con la visión científica del mundo propio de la tradición de la cultura occidental.

Una de las ventajas que mejor califica a la tecnocracia y a las nuevas tecnologías como agentes supremos de control totalitario es que no tienen ideología, no son ni capitalistas ni colectivistas; participan por igual del libre intercambio o de las sociedades centralmente planificadas; no son partidarias ni de la derecha ni de la izquierda, ni nacionalistas ni imperialistas, funcionan como un instrumento de dominación, a la medida para todo tipo de sociedad donde el hombre pueda mantenerse en cautiverio mediante la acción directa de la fuerza o a través de la coacción subliminal del intercambio entre los seres humanos de todos sus potenciales rendimientos y de la explotación de todas sus facultades.

Afianzada la tecnocracia como régimen que ejerce, controla e instrumentaliza el poder en las sociedades libres y en las que no libres también, sin resistencia alguna después de las escaramuzas cuestionadoras contra ella que protagonizaron los jóvenes en el mundo entre los sesenta y los setenta, con la llegada de la revolución digital, a principios de los noventa del siglo pasado, estaban dadas las condiciones óptimas para la psicopolítica.

La psicopolítica de Byung-Chul Han

Chul Han dice que la psicopolítica no es otra cosa que un novedoso sistema de dominación que, en lugar de la fuerza del poder, utiliza la seducción inteligente que hace a los seres humanos piezas sometidas por sí mismas al entramado de su dominio.  En este sistema el sujeto no es consciente de su sometimiento. La eficacia del psicopoder radica en que el individuo se cree libre, cuando en realidad es el sistema quien dirige sus pasos y explota su libertad.

Foucault afirmaba que desde el siglo XVII el poder no se manifiesta matando sino disciplinando. El poder del soberano es la espada: amenazar con la muerte. El disciplinario, por el contrario, no tiene la función de matar sino la imposición completa de la vida. El viejo poder cede ante la administración de los cuerpos y la gestión calculadora de la vida.

El poder disciplinario descubre a la población como una masa de producción y reproducción que administra meticulosamente. De ella se ocupa la biopolítica. La reproducción, las tasas de natalidad y mortalidad, el nivel de salud y la esperanza de vida se convierten en objetos de control reguladores. La biopolítica es la forma de gobierno, para Foucault, de la sociedad disciplinaria.

El problema, dice Han, es que creemos que no somos sujetos sometidos, sino un proyecto libre que constantemente se replantea y se reinventa. Este tránsito del sujeto al proyecto va acompañado de la sensación de libertad. Pues bien, el propio proyecto se muestra como una figura de coacción, incluso como una forma eficiente de subjetivación y de sometimiento.

Las coacciones a la libertad

Vivimos, de acuerdo con Han, una fase histórica especial en la que la libertad misma coacciona. La libertad del poder hacer genera incluso más coacciones que el disciplinario deber ser. Nos encontramos en una situación paradójica. La libertad es la contrafigura de la coacción. La libertad, que ha de ser lo contrario, genera coacciones.

El sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo. Absoluto, en la medida en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria. El sujeto del rendimiento absolutiza la mera vida y trabaja.

El neoliberalismo, según Han, es un sistema eficiente incluso para explotar la libertad. Se explota todo aquello que pertenece a prácticas y formas de libertad, como la emoción, el juego y la comunicación. No resulta eficiente explotar a alguien contra su voluntad sin que disminuya el rendimiento. En la explotación ajena el rendimiento es pobre. Solo la explotación de la libertad genera el mayor rendimiento.

La libertad individual es una esclavitud en la medida en que el capital la acapara para su propia proliferación. Así, para reproducirse, según Marx, el capital explota la libertad del individuo: En la libre competencia no se pone como libres a los individuos, sino que se pone como libre el capital.

La mutación del capitalismo

El neoliberalismo, para Han, como una forma de mutación del capitalismo, convierte al trabajador en empresario y elimina la clase trabajadora sometida a la explotación ajena. No es la revolución comunista, como lo deseaban sus partidarios, es el mismo capitalismo en una de sus variantes que ha aliviado la vida enajenada del trabajador sometido a explotación. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa.

No es la multitud cooperante que Antonio Negri eleva a sucesora postmarxista del proletariado, sino la soledad del empresario aislado, enfrentado consigo mismo, explotador voluntario de sí mismo, lo que constituye el modo de producción presente. Es un error, de acuerdo con Han, pensar que la multitud cooperante derriba al imperio parasitario y construye un orden social comunista. Este esquema marxista no es más que otra ilusión.

El régimen neoliberal transforma la explotación ajena en auto explotación que afecta a todas las clases sociales. Esto hace imposible la revolución social que descansa en la distinción entre explotados y explotadores. El aislamiento del sujeto de rendimiento explotador de sí mismo impide que se forme ningún nosotros político con capacidad para una acción común.

Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la distinguida inteligencia del régimen neoliberal. No deja que se forme resistencia alguna contra el sistema. Según Han, ya no trabajamos para nuestras necesidades, sino para el capital. El capital genera sus propias necesidades, que nosotros, de forma errónea, percibimos como propias.

La dictadura de la transparencia

Cuando apareció, la red fue acogida como un medio de libertad ilimitada. El primer eslogan publicitario de Microsoft, Where do you want to go today, sugería una movilidad y libertad ilimitada de la web. Pues bien, esta euforia inicial se muestra hoy como una ilusión. La libertad y la movilidad ilimitada se ha convertido en control y vigilancia.

En el caso de la transparencia, para Han es un dispositivo neoliberal. De forma violenta vuelve todo hacia el exterior para convertirlo en información. En el modo actual de producción inmaterial, más información y comunicación significan más productividad, aceleración y crecimiento. La información es una positividad que puede circular sin contexto por carecer de interioridad.

El secreto, la extrañeza o la otredad representan obstáculos para una comunicación ilimitada. De ahí que sean desarticulados en nombre de la transparencia. La comunicación se acelera cuando se allana, esto es, cuando se eliminan todas las barreras, muros y abismos. El dispositivo de la transparencia obliga a una exterioridad total a fin de acelerar la circulación de la información y la comunicación.

Para Han, nos dirigimos hacia la época de la psicopolítica digital. Que avanza desde una vigilancia pasiva hacia un control activo. Nos precipita a una crisis de la libertad con mayor alcance, pues ahora afecta a la misma voluntad libre. El Big Data es un instrumento psicopolítico muy eficiente que permite adquirir un conocimiento integral de la dinámica inherente a la sociedad de la comunicación.

Un poder inteligente

La siguiente advertencia, dice Han, es inherente al me gusta del capitalismo: Protégeme de lo que quiero. El poder inteligente lee y evalúa nuestros pensamientos conscientes e inconscientes. Apuesta por la organización y optimización propias realizadas de forma voluntaria.

El poder tiene múltiples formas de manifestarse. El que descansa en la violencia no representa el poder supremo. El solo hecho de que una voluntad se le oponga da testimonio de su debilidad. El poder está precisamente donde no esté tematizado. Cuanto más fuerte, más silenciosamente actúa. Sucede sin que se remita a sí mismo de forma ruidosa.

El poder sin duda puede exteriorizarse como violencia o represión, pero no descansa en ella. No es necesariamente excluyente, prohibitorio, torturador. No se opone a la libertad; incluso, puede hacer uso de ella. Solo en su forma negativa, se manifiesta como violencia negadora que quiebra la voluntad y niega la libertad. Hoy el poder adquiere cada vez más una forma permisiva.

La técnica del poder propia del neoliberalismo, a decir de Han, toma una forma sutil, flexible, inteligente, y escapa a toda visibilidad. El sujeto sometido no es siquiera consciente de su sometimiento. El entramado de dominación le queda completamente oculto. El poder inteligente, amable, nunca opera contra la voluntad de los sujetos sometidos, sino que dirige esa voluntad a su favor. Es más afirmativo que negador, más seductor que represor.

La presente crisis de libertad consiste en que estamos ante una técnica de poder que no niega o somete la libertad, sino que la explota. Se elimina la decisión libre en favor de la libre elección entre distintas ofertas. El poder inteligente, de apariencia libre y amable, que estimula y seduce, es más efectivo que el poder que clasifica, amenaza y prescribe. El botón de me gusta es su signo.

Tan destructiva como la violencia de la negatividad –dice Han– es la violencia de la positividad. La psicopolítica neoliberal, con su industria de la conciencia, destruye el alma humana, que es todo menos una maquina positiva. El sujeto del régimen neoliberal perece con el imperativo de la optimización personal, vale decir, con la coacción de generar continuamente más rendimiento. La curación se muestra como asesinato.

Alirio Rodríguez. Los polígonos de Arquímedes

Epílogo de un idiota

Byung-Chul Han, en un último capítulo luminoso e inolvidable de su libro Psicopolítica,escribe:

Desde un comienzo, la filosofía está muy unida al idiotismo. Todo filósofo que genera un nuevo idioma, un nuevo lenguaje, un nuevo pensamiento, ha sido necesariamente un idiota. Solo el idiota tiene acceso a lo totalmente otro.

La historia de la filosofía es una historia de los idiotismos. Sócrates, que solo sabe que no sabe nada, es un idiota. Cogito ergo sum es un idiotismo. Una contracción interna del pensamiento hace posible otro comienzo. Descartes piensa al pensar el pensamiento. El pensamiento recupera el estado virginal al relacionarse consigo mismo.

Hoy parece que el tipo del marginado, del loco, del idiota ha desaparecido prácticamente de la sociedad. La total conexión en red y la comunicación digital aumentan la coacción a la conformidad considerablemente.

La violencia del consenso reprime los idiotismos. A la vista de la coacción a la comunicación y a la conformidad, el idiotismo representa una praxis de la libertad. El idiota es por esencia el desligado, el desconectado, el desinformado. Habita un afuera impensable que escapa a la conexión y a la comunicación…

El idiota es un hereje moderno. Herejía significa elección. El herético es el que dispone de una elección libre. Tiene el valor de desviarse de la ortodoxia. Con valentía se libera de la coacción a la conformidad. El idiota como Hereje es una figura de la resistencia contra la violencia del consenso.

El idiotismo se opone al poder de dominación neoliberal –yo diría que a toda forma de dominación–, a la comunicación y vigilancia totales. El idiota no comunica. Pues se comunica con lo incomunicable. Así se recoge en el silencio. El idiotismo construye espacios libres de silencio, de quietud y de soledad en los que es posible decir algo que merece ser dicho.

Ya en 1995 el gran filósofo francés Gilles Deleuze anuncia su política del silencio:

La dificultad hoy en día no estriba en expresar libremente nuestra opinión, sino en generar espacios libres de soledad y silencio en los que encontremos algo que decir. Las fuerzas represivas ya no nos impiden expresar nuestra opinión. Por el contrario, nos coaccionan a hacerlo. Qué liberación es por una vez no tener que decir nada y poder callar, pues solo entonces tenemos la posibilidad de crear algo singular: algo que realmente vale la pena ser dicho.

Post Scriptum

Del silencio, la quietud y la soledad nacerá una nueva cultura, tan radicalmente desafiliada y desafecta a los valores fundamentales de nuestra sociedad, que a nadie le parecerá siquiera un signo de una nueva cultura, sino que irá adquiriendo progresivamente los rasgos alarmantes de una invasión bárbara.

Aparecerán otros centauros, ebrios y furiosos de nuevo, los jóvenes futuros, herederos de las enseñanzas de los viejos sabios idiotas, que esta vez no serán echados de la fiesta del templo de Zeus –por Apolo el guardián de la cultura ortodoxa–, sino que serán ellos, como los cristianos primitivos, quienes escriban la historia.

La imagen de los centauros reproduce una patética experiencia en la historia de toda civilización: el enfrentamiento de dos culturas radicalmente distintas. Ese choque entre concepciones irreconciliables de la vida, en esta ocasión no será resuelta, como en el pasado, a favor de la ortodoxia.

Recordemos a los cristianos primitivos, que a pesar de la asfixia y sin esperanza por el Ethos y la clase social de la cultura oficial, supieron modelar a partir del judaísmo y los cultos mistéricos, una cultura minoritaria, pero muy sólida, que a la ortodoxia grecorromana tenía por fuerza que parecerle absurda y que sin embargo, perdura hasta nuestros días.

Porque lo absurdo, lejos de ser sentido como desgracia e idiotez, se convirtió en bandera triunfante de aquella comunidad.

Pues está escrito [clamó san Pablo] que yo destruiré la sabiduría del sabio y reduciré a cenizas el entendimiento del prudente… Pues los judíos piden un signo, y los griegos buscan la sabiduría… Pero Dios ha escogido a los ignorantes del mundo para que confundan al sabio; y Dios ha escogido a los débiles del mundo para que confundan a los poderosos. (I Cor 1:19, 22, 27).

Fuente de la información e imagen:  https://www.cambio16.com

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Cómo se crea el poder popular

Por: Margarita Labarca Goddard

En el siglo XX se debatieron diferentes concepciones sobre las formas de lucha, pero todas de una u otra manera se sintetizaban en “la toma del poder”. Se toma por  la vía pacífica o por la vía armada, esa era la gran discusión.

En general, la toma del poder era la toma del poder Ejecutivo, llegar a la Presidencia de la República en primer lugar. También estaban el poder Legislativo y el Judicial, pero en la mayoría de los países el Ejecutivo era el más importante, a no ser que hubiera un sistema parlamentario.

Entonces, ¿tomar el poder es tomarse La Moneda, la Casa Rosada, el Despacho Oval o el Kremlin? Sí, pero eso sería tomarse solamente el poder Ejecutivo. Ya se ha comprobado que el verdadero dominio de un país no está allí.

Y va surgiendo entonces con más fuerza la pregunta ¿Dónde está verdaderamente el  poder?

Volviendo a Chile, es fácil entender que tomarse el poder no es sólo tomarse el Poder Ejecutivo, tomarse La Moneda, como una especie de toma de la Bastilla por medio de elecciones (aunque la Bastilla no era la sede del gobierno sino una cárcel). El poder está un poco en La Moneda, otro poco en el Congreso y en los Tribunales; bastante más en las Fuerzas Armadas y muchísimo más en quienes son dueños de los medios de producción, tierras, fábricas, minas y otros y que lo manejan todo. Y también está en la prensa y en los medios de comunicación masiva de derecha, casi los únicos que subsisten.

Pero tomarse todas estas formas del poder político es casi imposible por cualquier vía. Incluso las revoluciones armadas triunfantes, a menudo han retrocedido o han sido derrotadas posteriormente. Hay muchos ejemplos bien conocidos.

En 1970 el pueblo de Chile creyó que se había tomado el poder porque había logrado el control del poder Ejecutivo, había llevado al compañero Salvador Allende a La Moneda. Él mismo también lo creyó, aunque con bastantes límitaciones. Pero no le echemos la culpa enteramente a Allende porque casi todos caímos en ese error.

Ahora, a este capitalismo en crisis pero por lo mismo muy agresivo, hay que reemplazarlo por un sistema diferente. Un gobierno y un sistema democrático, participativo, sin grandes desigualdades, con dignidad para todos, respetuoso de los derechos humanos, de los de la naturaleza, con un pueblo educado, empoderado y consciente. Un país en que no haya exclusiones ni discriminaciones por ningún motivo. La igualdad absoluta es difícil de alcanzar, pero todos serenos “bastante” iguales: no habrá barrios privilegiados ni colegios diferenciados, ni trabajos bien pagados y trabajos mal pagados. Cualquier trabajo debe alcanzar para vivir decente y dignamente,

Pero lo que va a hacer el pueblo en el poder es la siguiente etapa. La primera es ver cómo se llega al poder.

Como en Chile actualmente no hay grandes partidos revolucionarios y el pueblo todavía está muy desmovilizado y despolitizado, el método de tomar  el cielo por asalto parece que no funcionaría, al menos por ahora

Pues bien, todas las dificultades y obligaciones señaladas nos van indicando el camino: el poder no hay que tomarlo, hay que construirlo, hay que crearlo.

¿Y cómo se toma el poder desde abajo, cómo se crea poder popular?

Ese poder alternativo ya está en germen en pequeñas luchas, a veces aisladas, organizaciones y acciones separadas, pero que van tejiendo una red y después confluyen en un solo cauce. Así el pueblo se va empoderando. Pero ¡ojo! No sólo hay que considerar las batallas que se dan en Chile, hay que mirar hacia los países vecinos e incluso hacia los lejanos, porque si hay algo cierto es que esta pelea no se va a dar en un solo país sino en un conjunto de países.

Las batallas que se dan en el barrio, en la fábrica, en la escuela, en las provincias, en las poblaciones; los combates por la educación, por la salud, por la tierra, por el trabajo, van creando un torrente imparable, forman ríos y desembocan en la totalidad.

Y además hay una cosa importante que se debe considerar: en Chile hubo muchas experiencias de autogestión y de control de fábricas y fundos por parte de los trabajadores. Las fábricas expropiadas o intervenidas por el gobierno popular eran manejadas democrática y eficientemente por los obreros. Los campesinos de predios expropiados o intervenidos echaron a andar fundos desmantelados por los terratenientes. Y lo hicieron con eficiencia y en forma democrática y colectiva, sin contar con elementos de trabajo, sin dinero, casi con las uñas porque lo necesitaban para comer. Fue un período en que el pueblo se empoderó y aprendió. Esas experiencias están enterradas pero no olvidadas, se conservan en el fondo de la memoria colectiva.

Una de las experiencias más importantes en esta materia fue la de los cordones industriales. Se ha escrito mucho sobre ellos, pero aquí lo voy a tratar de explicar rápidamente, pues de otro modo habría que escribir un libro al respecto.

En primer lugar, hay que tener claro que los cordones industriales, creados en tiempos de la Unidad Popular, o sea en el gobierno de Salvador Allende, fueron un invento chileno. ¿Ven que acá hay antecedentes y capacidades para crear el poder popular?

¿Y qué eran, en síntesis, estos cordones? Eran agrupaciones de empresas o fábricas que funcionaban en la misma zona geográfica, y que habían sido intervenidas o expropiadas por el gobierno o tomados por los trabajadores. Los primeros y los principales estuvieron en Santiago, pero también los hubo en provincias. Los obreros estaban en contacto permanente y se coordinaban para apoyarse en sus reivindicaciones y en sus luchas. Pero como ellos manejaban directamente la empresa, se preocupaban también de que esta funcionara perfectamente e intercambiaban materias prima, transporte y todo lo que se necesitara. Esto implicaba un apoyo al gobierno y al bienestar del país.

Entre estos cordones industriales, se pude mencionar al Cordón Cerrillos, que fue un ejemplo por su forma de organización, y entre los  más importantes de Santiago, el Cordón San Joaquín; el de Vicuña Mackenna; el Estación Central, el de O’Higgins, el Cordón Macul, Cordón Recoleta, Cordón Mapocho, etc.

Su organización y forma de trabajo se fue haciendo  bastante común, puesto que ellos se comunicaban entre sí. La manera de realizar las asambleas, la elección de dirigentes y otras. Aquí también se ve el germen de lo que puede ser la creación de poder popular.

Esta concepción chilena fue uno de los primeros objetivos que se planteó la dictadura en su accionar contra el pueblo: bombardearon las fábricas, detuvieron y asesinaron a los dirigentes o los desaparecieron. Pero los cordones industriales fueron una experiencia admirable, ejemplo para otros países, que debe constituir uno de los  pilares para la creación del poder popular.

En el campo, en los predios agrícolas también hubo avances muy significativos. Les diré algo sobre el  Complejo Forestal y Maderero Panguipulli. Su dirigente, el trabajado forestal José Bravo Aguilera –felizmente sobreviviente – escribió un libro al respecto, titulado “De Caranco a Carrán”, por los nombres de algunos de los predios que constituían el complejo. Este libro fue prologado por el compañero Franck Gaudichaud, en los siguientes términos:

“Los trabajadores de la madera se transformaron y autoconstruyeron en una fuerza de clase tan potente, tan “disruptiva”, que desestabilizaron y terminaron por literalmente desplazar la descomunal hegemonía acumulada por unas pocas familias latifundistas sobre un conjunto de varios miles de obreros forestales, un territorio que representaba más de 350 mil hectáreas, incluyendo una reserva de bosque nativo excepcional y tierras ancestrales del pueblo nación-mapuche.” (Extracto del prólogo de Franck Gaudichaud).

¿Y cómo va a abordar el poder popular los  problemas nacionales, los grandes asuntos del país, por ejemplo, los impuestos, la recuperación de nuestras materias primas y tantos  otros que son propios de un poder centralizado?

Es claro que estos asuntos no se pueden plantear, analizar ni decidir en una asamblea de fábrica, en una reunión de Consejo de campesinos ni en un cordón industrial. Por lo tanto siempre deberán delegar estas funciones en un poder ejecutivo centralizado, un poder legislativo y un poder judicial. Podría haber otras formas de organización del Estado, pero esta me parece la más práctica.

¿Y cómo se va a garantizar que estos dirigentes no flaqueen, no se vendan, no traicionen? Pues porque todas estas personas serán elegidas por el pueblo, incluso los jueces, según sus antecedentes y programas. Y los que no cumplan, se den vuelta la chaqueta o resulten ineptos, serán revocados de conformidad con procedimientos adecuados que se fijarán en la Constitución que habrá que elaborar.

Y así, a medida que se va constituyendo desde la base el poder popular, va creándose a la vez una nueva cultura que incluye la solidaridad, el respeto por la comunidad y por el otro, el afán de una vida más simple y respetuosa de la naturaleza. No porque los seres humanos sean siempre buenos, generosos y creativos, sino porque será la única forma de sobrevivir en ese mundo nuevo que habrá que construir.

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La despolitización de la pobreza. meritocracia, positividad y violencia

Por: Fabián Piñeyro

El imaginario colectivo que define los sentidos sociales y organiza la manera en que los sujetos se piensan, se ven, se proyectan y representan, concibe a la pobreza como un signo de incapacidad personal o de inferioridad moral.

A través de complejos dispositivos simbólicos, las élites dominantes han conseguido instalar un marco de sentido que despolitiza a la pobreza y a la desigualdad social.  Marco de sentido que hace que el pobre se sienta culpable de su pobreza y proyecte su enojo y su ira contra sí mismo, lo que obtura la queja y el reclamo.

Ese imaginario se asienta en una narrativa de la voluntad articulada en torno a la idea de que cada individuo es un puro producto de sí mismo.

El esfuerzo, el mérito, la culpa, la responsabilidad, son las nociones que organizan la manera en que se piensa, se conceptualiza y se simboliza, la pobreza y la desigualdad social.

Esas nociones le dan forma a un imaginario que define, en base a frases sencillas y simples sentencias, una legalidad social que ordena admirar al rico y esforzarse, y que prohíbe responsabilizar a los otros por la “suerte” propia. Querer es poder, solo depende de vos, son algunas de esas sentencias, simples y sencillas.

Consignas tan esperanzadoras como culpabilizadoras que estructuran la manera en que se piensa y se conceptualiza, la desigualdad y la pobreza.

Esa legalidad social ordena además la forma en que el pobre se relaciona con su pobreza y la manera en que ve a los ricos.

Ese marco de sentido presenta a la pobreza como un signo de incapacidad, le asigna al individuo toda la responsabilidad y le da forma a una explicación que remite a distintos aspectos de la subjetividad, como la falta de aptitudes, destrezas o habilidades, y la escasa disposición al esfuerzo.

Al devenir en signo de incapacidad personal, la pobreza se vive vergonzosamente. Se disimula, se oculta, solo se alude a ella puertas adentro. El problema deviene así, efectivamente, en drama personal o familiar. Los padecimientos que la pobreza produce no se comentan, y no dan lugar a la queja, porque ésta ha devenido en una confesión implícita de incapacidad e inferioridad subjetiva.

La riqueza aparece, en cambio, como la expresión más evidente de la capacidad, de la astucia, de la habilidad.

Al rico se lo admira, se lo envidia, de manera más o menos disimulada, pero muy rara vez se lo critica. Su lugar, su posición, está legitimada por una narrativa que ve a la riqueza como una consecuencia natural del mérito.

La meritocracia se anuda, se articula con una cultura de la positividad, con una narrativa de la voluntad, que vela, que anula y hasta le niega estatuto de realidad a las restricciones, a la imposibilidad.

En la sociedad de la positividad no hay lugar para el antagonismo, para la contradicción, por eso la riqueza deja de ser vista como la contracara de la pobreza.

El despojo original, que le dio forma al orden capitalista, queda así invisibilizado. Como queda velada la explotación, la apropiación de los frutos del trabajo ajeno. Porque a la propiedad se la presenta como una consecuencia del mérito. El rico es rico porque aportó mucho, porque generó mucho, no porque se apropió de mucho.

Se desdibuja, de esta manera, el carácter social de la producción. Que deviene en una realidad espectral, apenas visible, opaca, casi imposible de percibir tras el brillo rutilante que dimana la subjetividad del heroico emprendedor.

La negación del despojo y la explotación es, por ello -a la misma vez- una negación de las capacidades y portentos del explotado. Porque implica la negación de que fue él, con su trabajo, el que generó la riqueza.

La narrativa del mérito y la positividad, enmascara y oculta la explotación. Y, además, agrede la dignidad y la subjetividad del pobre. El pobre no sabe, no puede, no es capaz, por eso es pobre. Ello oculta el hecho evidente de que la pobreza material impide, restringe, limita, constriñe y torna -a veces- imposible el desarrollo de las capacidades y hasta el de la propia individualidad.

La subjetividad del pobre es agredida por esa narrativa culpabilizadora que lo censura por no poder, cuando no pudo poder.

A esa agresión se le suma la que genera la pobreza en una era de riqueza, en un ecosistema social organizado en torno al consumo y que asigna rangos en base a la relación que se tiene con los objetos. En el marco de una sociedad de la abundancia y el consumo, en la que el acceso al goce está -en gran medida- mediado y condicionado por las posibilidades de adquirir, la pobreza genera una interdicción al placer, y por ello, una intensa frustración.

Esa restricción del goce genera una tensión, que al ver obturada toda posibilidad de convertirse en reclamo, se convierte en angustia.

Una parte del enfado que se produce como consecuencia de esa interdicción, el pobre la dirige contra sí mismo, en tanto él tiende a verse como el responsable principal de su pobreza. Porque la narrativa meritocrática les asigna a los individuos la responsabilidad exclusiva de su situación.

La sociedad de la positividad se asienta, como no podía ser de otra manera, sobre un conjunto de negaciones: la de la existencia de marcos materiales condicionantes; la de unas diferencias en los puntos de partida que perfilan y tornan previsibles las biografías; la de la violencia estructural del sistema capitalista; la del despojo original y la de la explotación.

Esas negaciones permiten estructurar una cultura de la voluntad, el mérito y la responsabilidad personal, que despolitiza la pobreza y la desigualdad, que obtura los contenciosos de clase, porque niega la existencia misma de las clases.

La cultura de la voluntad limita la política al ámbito abstracto e inmaterial de los derechos, porque un sujeto “liberado” todo lo podrá, pero a la vez también podrá ser responsabilizado por todo.

La que queda así, liberada, efectivamente de toda responsabilidad, de toda interpelación, de toda crítica, es la civilización capitalista.

La cultura de la voluntad legitima la violencia estructural, el despojo y la explotación, y mediante complejos mecanismos simbólicos redirige la tensión resultante hacia los costados o hacia abajo.

Esa cultura no encuentra casi contestación alguna, ello explica por qué ha devenido en sentido común una narrativa culpabilizadora de la mayoría pobre y oprimida.

Esa falta de contestación es, en buena medida, consecuencia del disciplinamiento (por la vía de la integración) de aquellos a quienes las mayorías oprimidas le confiaron la tarea de representarlos.

Apelando al pragmatismo como dispositivo de justificación, esos representantes han contribuido fuertemente a limitar la política al mero ámbito de la gestión. El orden, dicen, no solo no puede ser sustituido por otro, sino que tampoco puede ser modificado sustancialmente.

Eso genera la inexistencia de proyectos, de una alternativa, de un algo con el que contrastar lo dado y enjuiciarlo. Y es eso, lo que sustenta la positividad, la negación de toda negatividad.

Fuente de la información e imagen:  https://elsudamericano.wordpress.com

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Víctor Jara, el alma llena de banderas

Por: Oleg Yasinsky

Este 16 de septiembre de 2023 se cumplieron 50 años del asesinato del cantautor, compositor, poeta y director de teatro chileno Víctor Jara. No fue ningún «error» ni un «exceso» en medio del caos represivo después del golpe. Los que conocen el Ejército chileno entenderán que es una máquina perfecta que funciona con absoluto orden o mando vertical, sin la mínima posibilidad para realizar cualquier improvisación.

«…¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera
Sin importarles nada
La sangre para ellos son medallas
La matanza es un acto de heroísmo…»,

escribía Víctor en las últimas horas de su vida desde el Estadio Chile, en el centro de Santiago, convertido por los militares en un campamento de reclusión y tortura. Él era uno de los símbolos artísticos del gobierno de la Unidad Popular, militante comunista, uno de los más talentosos directores teatrales de su generación en América Latina y el embajador cultural de Chile de Salvador Allende.

Tenía que ser uno de los primeros objetivos militares de los golpistas. Después de varios intentos de investigación de su asesinato —la más seria y efectiva fue realizada por el equipo de los periodistas del canal Chilevisión, a cargo de mi amigo Pedro Azocar—, por fin se pudo dar con los autores materiales y varios de ellos terminaron presos casi medio siglo después. Pero todavía no sabemos los nombres de los autores intelectuales ni los detalles del mecanismo de muerte que fluía en aquellos trágicos tiempos, entre Pinochet y los verdugos con uniforme en los centros de tortura y exterminio que funcionaban por todo el país.

El Ejército chileno sigue manteniendo sus macabros secretos y los asesinos siguen muriendo de viejos orgullosos de su «misión» cumplida. A cambio, la generación que en aquellos tiempos cumplía servicio militar continúa alcoholizándose y con graves trastornos sicológicos.
El asesinato de Víctor Jara, al igual que el saqueo del museo de Bagdad bajo la vigilancia de los militares norteamericanos o la destrucción de los monumentos y libros soviéticos por los nazis ucranianos, fue un operativo militar dirigido contra el corazón del enemigo: su cultura.

En 1970, después del asesinato en una manifestación del joven comunista chileno Miguel Ángel Aguilera, Víctor escribió una de sus más tremendas canciones; ‘El alma llena de banderas’ decía:

«Ahí, debajo de la tierra
No estás dormido, hermano, compañero
Tu corazón oye brotar la primavera
Que, como tú, soplando irán los vientos».

Mucho se habló de la profecía de varios de sus textos (‘Soldado, no me dispares’, etc.). No lo creo, era una lógica simplemente racional frente a la cruda realidad de una lucha a muerte, sin necesidad de adornos literarios sobre lo «místico», «los presentimientos» o los «destinos». Víctor, igual que sus compañeros del arte popular y políticamente comprometido, entendía perfectamente a qué se exponía. Fue un combatiente, no una víctima, visto desde esta perspectiva. Simplemente hasta el final cumplió con lo que cantó, igual que el presidente Allende.

Me parece muy escandaloso e increíble que lo que más impresiona a la gente sea la capacidad de los artistas o los políticos de ser consecuentes. Si lo que nos enseñaron como tan normal era cambiarse muchas veces de chaqueta cuando nos convenga, adaptar nuestros discursos «para evitar problemas», o después de escribir más de década sobre los crímenes de la dictadura en Chile, en los tiempos la Unión Soviética, después en la época de Yeltsin pedir luego entrevista a Pinochet para presentarle las disculpas públicas por criticarlo «siendo joven e influenciado por la propaganda comunista»; como lo hizo un conocido periodista ruso y luego, orgulloso, contárselo a sus lectores. Lamentablemente, no fue el único. ¿Cuántos artistas y políticos hicieron últimamente las mismas o peores cosas? En el caso de Chile al revés, muchos ex pinochetistas se arrepintieron y condenaron la dictadura porque hablar bien de Pinochet se hizo oficialmente un mal negocio. En este extraño mundo vivir y morir según lo que cantas o lo que dices parece ser lo más increíble y raro.

Hablar de Víctor Jara hoy no es solo recordar la tragedia de Chile de hace 50 años, es tocar la esencia de la gran construcción antiimperialista nacional y a la vez muy internacionalista latinoamericana del siglo pasado, una urgente búsqueda de la identidad propia y una cultura auténtica, arraigada en nuestras tierras y nuestra sangre. El arte de Víctor y el de los que como él han sido el antídoto a las modas enajenantes que nos imponen, un instrumento de profunda transformación humana:

«…Que no es guitarra de ricos
Ni cosa que se parezca
Mi canto es de los andamios
Para alcanzar las estrellas
Que el canto tiene sentido
Cuando palpita en las venas
Del que morirá cantando
Las verdades verdaderas
No las lisonjas fugaces
Ni las famas extranjeras
Si no el canto de una lonja
Hasta el fondo de la tierra…»

El mes de septiembre es primavera en Chile. Igual que las semillas de las flores del Atacama, que largos años pueden dormir bajo la arena del desierto, despertando cuando las nubes del Pacífico les traen agua, el corazón de Víctor un día escuchará brotar la primavera de Latinoamérica y del mundo. Con tantas letras, tantas notas y tantas vidas sembradas en el mapa musical del mundo, los hijos humanos del futuro descubrirán este sólido y tan necesario continente de sueños, el continente llamado Víctor Jara.

Fuente de la información e imagen: https://www.pressenza.com

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