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Política educativa: ¿qué cambios?

Por: Pedro Flores

Elecciones van y vienen. En ellas, es común observar que las y los candidatos a un puesto de elección popular prometen cambiar las cosas para terminar, luego de ganar, adoptando políticas y programas similares al de su antecesor.

¿Qué explica tal continuidad? No arriesgar demasiado – y pagar costos por ello – es una conducta común (racional) de directivos, alcaldes, gobernadores y presidentes electos. Bajo ciertas circunstancias puede ser más costoso propiciar el cambio verdadero que administrar la mediocridad. El status quo en democracia es posible.

Pero, ¿es tan negativa la continuidad como positivo el cambio? Depende de los resultados que tales políticas y programas estén dando en realidad. Resultados en términos de ampliación de posibilidades de vida, votos, paz social, legitimidad, respaldo popular, mejora de indicadores, etcétera. Puede ser que “nadar de muertito” sea más rentable políticamente que intentar una verdadera transformación, pero también es verdad que imponer el cambio resulta negativo. Ahí tenemos el ejemplo de querer “echar abajo” la reforma educativa del sexenio pasado con un enfoque improvisado. Incluso ahora, algunos analistas que se entusiasmaron con la Cuarta Transformación, observan que se cambió para seguir igual o peor.

Por eso la vigilancia continua y crítica de los gobiernos es necesaria. Si el grupo en el poder gana más a costa de la gente, no habría razón para sostenerlo. “Lo que pierdo impulsando el cambio es más de lo que gano haciendo lo de siempre”. Esta máxima la aplicó el gobierno de Vicente Fox (2000-2006) y así nos fue. Se perdió una oportunidad histórica de desmantelar el viejo régimen político y miren lo que resultó.

Ante las próximas elecciones, es muy probable que el cálculo sobre la rentabilidad del cambio y de la continuidad esté presente en la mente de las y los candidatos. Por ello, como ciudadanos, habrá que revisar minuciosamente sus propuestas para verificar a qué grado esa racionalidad calculadora se acopla con las necesidades reales de la gente.

¿En qué espacio confluye lo que desea la mayoría, lo que realmente necesita para ampliar sus capacidades, el bien común, y la calculadora racionalidad de las y los políticos? Este espacio no surge espontáneamente, hay que construirlo ¿Cómo? Estudiando, en un lapso amplio, las políticas educativas previas. En un análisis realizado para el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), identificamos que en la administración 2013-2018, la gran mayoría de los programas propuestos (96%) venían de los dos sexenios previos (Flores-Crespo, Pérez-Yarahuán, Andrade y Saint Martin, 2014). ¿En dónde estuvo el cambio? ¿Dio o no resultados la continuidad de programas?

Ante la cascada de propuestas (y ocurrencias) que estamos por escuchar, tratemos de interpelar públicamente a las y los candidatos para saber si ofrecen cambios razonados, continuidad infundada, ninguna de las dos, o si mantienen el clásico razonamiento calculador, que se ha traducido en hartazgo popular. “La eternidad se nos acaba”, diría Sabines. Frente a esto, está nuestro voto.

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Crisis educativa: un reto social

Por: Pedro Flores

Las tres crisis que enfrentamos (sanitaria, educativa y económica) están íntimamente ligadas. Ésta puede ser una conclusión al leer los resultados de la Encuesta para la Medición del Impacto Covid 19 en la Educación, (Ecovid-Ed 2020), que publicó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) el pasado martes 23.

La encuesta tuvo como propósitos conocer bajo qué condiciones los estudiantes concluyeron el ciclo escolar pasado (2019-2020), con qué medios cuentan en éste (2020-2021) y qué apoyos tuvieron al trasladar la escuela a la casa a partir del confinamiento por la pandemia. Tristemente, un poco más de 738 mil estudiantes no concluyeron el ciclo escolar pasado y de éstos, 435 mil (59%) declararon un motivo relacionado con Covid. Según Inegi, 29 por ciento de éstos perdió contacto con sus maestros o no pudo hacer la tareas. ¿Quién asumirá la responsabilidad de esto? ¿Debe el Estado asumir la acreditación de todos los excluidos del Sistema Educativo Nacional?

En tiempos en donde los gobiernos con entusiasmo declaran la obligatoriedad para cursar la escuela o la universidad, ahora sabemos —gracias al Inegi—, que 5.2 millones de personas de 3 a 29 años no se inscribieron al actual ciclo escolar por razones atribuidas al Covid y a la falta de recursos (2.3 y 2.9 millones, respectivamente). Si a esto le agregamos los 3.6 millones que no se registraron por “tener que trabajar”, pues en México tenemos un nivel de exclusión escolar del tamaño de Austria (8.8 millones).

¿Cómo utilizará el pueblo “bueno y sabio” esta información para exigirle al gobierno mexicano que cumpla con el “principio” de “no dejar a nadie atrás” ni a “nadie afuera”, como estableció su Programa Sectorial de Educación 2020-2024? ¿Ya está en marcha algún plan para enfrentar de manera efectiva el desequilibrio causado por la exclusión?

Eso esperamos. La Secretaría de Educación Pública podría revisar los datos que con rigor técnico recabó el Inegi en 5,472 viviendas y que son representativos para la población de 3 a 29 años (54.3 millones). Pero más allá del número o de las proporciones está el razonamiento humano. Del total de los 2.3 millones que no se inscribieron al ciclo escolar por Covid, 615 mil personas (26%) reconocieron que las clases eran “poco funcionales” para el aprendizaje. ¿O sea que uno puede elegir salirse del sistema educativo al no verle utilidad bajo ciertas condiciones? Si ya había evidencia —gracias a la investigación educativa— de que la vida escolar podía aburrir por ser poco pertinente para los sujetos, imagínense estar todo el tiempo en casa y sentados frente a una pantalla. La mala pedagogía también genera exclusión y para esto no sirve ni el dinero repartido en becas ni el otorgado a las empresas de medios.

Ante la nueva crisis educativa, centrémonos en las necesidades reales de las personas. Una vez dotando a todos de las condiciones y recursos necesarios, reconozcamos que el aprendizaje –no el certificado ni el puntaje– está en el centro de la preocupación social. De ahí que las madres hayan apoyado en gran medida el trabajo escolar de sus hijos en casa y también haya “mucha disponibilidad” en más de la mitad de la población por asistir a clases presenciales cuando el gobierno lo determine. Vaya reto social.

Investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS).

 

Fuente:  http://www.educacionfutura.org/crisis-educativa-un-reto-social/

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México: Efectos de romantizar al magisterio

Efectos de romantizar al magisterio

La semana pasada sostuve que la supuesta “revalorización” del magisterio que ha emprendido este gobierno está basada más en una cándida narrativa hacia el maestro de educación básica que en acciones concretas. De ahí el término de “romantización”. El aprecio verbal y los símbolos rebasan a los otros elementos de la política pública. El presupuesto federal destinado al desarrollo docente, por ejemplo, se ha reducido y el apoyo real a las distintas trayectorias docentes aún brilla por su ausencia.

Ante esto, algunos colegas me escribieron preguntándome qué había de malo en que el presidente “apapachara” a los maestros, que si me fijaba bien, ya no había protestas magisteriales en la Capital y que esto demostraba lo “eficiente” que era la Cuarta Transformación. Agradezco tales comentarios. Es una fortuna tener lectores en tiempos del Tik Tok y ante la creciente polarización, es muy sano deliberar. Por ello, hoy trataré de argumentar porqué pienso que romantizar al magisterio es un error para la política educativa de México.

Al considerar que un individuo con una responsabilidad pública (como educar a la niñez y juventud) es un “héroe”, víctima o sujeto desconfiable al que hay que evaluar y si no cesarlo, como proponía la reforma educativa de Enrique Peña Nieto, se corre el riesgo de fallar en la definición del problema social. Los docentes no somos ni “santos” ni “demonios”, sino seres humanos que actuamos dentro de contextos particulares, complejos y con distintas motivaciones y racionalidades de acuerdo con las reglas que creamos y observamos. Reducir entonces la individualidad del maestro puede dar pie a fórmulas simples.

La romantización magisterial en México ha llegado a tal grado que el documento oficial de política educativa de la 4T presenta, como ya se he dicho, una inexplicable separación entre el objetivo de elevar la calidad educativa y el de desarrollo docente (Programa Sectorial de Educación: inconexiones, 17/07/21). ¿Se reconoce o no el papel del profesor para mejorar los aprendizajes del alumnado? Como en el sexenio pasado se asumió, según algunos, que el mentor era el único culpable de la mala calidad educativa, ¿ahora había que desligarlo totalmente de su responsabilidad y mejor buscar en el “neoliberalismo” al culpable? Tanto responsabilizar al maestro de la mala calidad como desligarlo totalmente de la responsabilidad de educar son dos distorsiones que pueden originar políticas con baja o nula efectividad. ¿Se compró la “paz social” con el magisterio durante este sexenio a costa de “nadar de muertito” y retrasar el avance educativo?

Otro efecto regresivo de la romantización del magisterio se puede observar cuando la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación declara, por un lado, que los docentes fueron “creativos” para organizar sus clases en línea durante la pandemia, pero también detecta, por otro, que no pudieron apoyar a los estudiantes con sus tareas al mismo grado que lo hicieron sus familias. ¿Ven cómo se oscurece el análisis y se entorpecen las políticas cuando impera el corazón? Vaya “república amorosa”.

 

Texto publicado originalmente en El Universal

 

Fuente de la Información: http://www.educacionfutura.org/efectos-de-romantizar-al-magisterio/

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Efectos de romantizar al magisterio

Por: Pedro Flores

La semana pasada sostuve que la supuesta “revalorización” del magisterio que ha emprendido este gobierno está basada más en una cándida narrativa hacia el maestro de educación básica que en acciones concretas. De ahí el término de “romantización”. El aprecio verbal y los símbolos rebasan a los otros elementos de la política pública. El presupuesto federal destinado al desarrollo docente, por ejemplo, se ha reducido y el apoyo real a las distintas trayectorias docentes aún brilla por su ausencia.

Ante esto, algunos colegas me escribieron preguntándome qué había de malo en que el presidente “apapachara” a los maestros, que si me fijaba bien, ya no había protestas magisteriales en la Capital y que esto demostraba lo “eficiente” que era la Cuarta Transformación. Agradezco tales comentarios. Es una fortuna tener lectores en tiempos del Tik Tok y ante la creciente polarización, es muy sano deliberar. Por ello, hoy trataré de argumentar porqué pienso que romantizar al magisterio es un error para la política educativa de México.

Al considerar que un individuo con una responsabilidad pública (como educar a la niñez y juventud) es un “héroe”, víctima o sujeto desconfiable al que hay que evaluar y si no cesarlo, como proponía la reforma educativa de Enrique Peña Nieto, se corre el riesgo de fallar en la definición del problema social. Los docentes no somos ni “santos” ni “demonios”, sino seres humanos que actuamos dentro de contextos particulares, complejos y con distintas motivaciones y racionalidades de acuerdo con las reglas que creamos y observamos. Reducir entonces la individualidad del maestro puede dar pie a fórmulas simples.

La romantización magisterial en México ha llegado a tal grado que el documento oficial de política educativa de la 4T presenta, como ya se he dicho, una inexplicable separación entre el objetivo de elevar la calidad educativa y el de desarrollo docente (Programa Sectorial de Educación: inconexiones, 17/07/21). ¿Se reconoce o no el papel del profesor para mejorar los aprendizajes del alumnado? Como en el sexenio pasado se asumió, según algunos, que el mentor era el único culpable de la mala calidad educativa, ¿ahora había que desligarlo totalmente de su responsabilidad y mejor buscar en el “neoliberalismo” al culpable? Tanto responsabilizar al maestro de la mala calidad como desligarlo totalmente de la responsabilidad de educar son dos distorsiones que pueden originar políticas con baja o nula efectividad. ¿Se compró la “paz social” con el magisterio durante este sexenio a costa de “nadar de muertito” y retrasar el avance educativo?

Otro efecto regresivo de la romantización del magisterio se puede observar cuando la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación declara, por un lado, que los docentes fueron “creativos” para organizar sus clases en línea durante la pandemia, pero también detecta, por otro, que no pudieron apoyar a los estudiantes con sus tareas al mismo grado que lo hicieron sus familias. ¿Ven cómo se oscurece el análisis y se entorpecen las políticas cuando impera el corazón? Vaya “república amorosa”.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/efectos-de-romantizar-al-magisterio/

Texto publicado originalmente en El Universal

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México – Universidad y mérito: Debate inconcluso

Universidad y mérito: Debate inconcluso

Pedro Flores

Una cosa que llama la atención al visitar la librería Coop en Harvard Square es el número de libros catalogados en el anaquel bajo el título de “la meritocracia y sus críticos”. Ahí, en el seno de una de las universidades más elitistas de Estados Unidos, uno puede aprender de los diversos debates (periodísticos y académicos) que cuestionan si en realidad la sociedad americana ha recompensado a las personas por su capacidad, talento y esfuerzo individual. ¿No será que otros mecanismos como las “palancas”, raza, color de piel, nepotismo e ideología operan para ubicar a los seres humanos en determinadas posiciones? ¿Es el mérito resultado directo del esfuerzo individual para merecer abundancia? ¿Más vale “lealtad que capacidad”?

Cerca de la Coop también da clases Michael Sandel, un profesor de filosofía política que pese a lo impopular que podrían sonar sus temas, llena auditorios y estadios cuando da una charla, ¿mérito o mercadotecnia? Seguramente una mezcla de ambas. Pero eso no es lo importante, sino que Sandel acaba de publicar su libro La tiranía del mérito: ¿Qué ha sido del bien común? que ya fue traducido y publicado por Debate.

Teniendo como base esta obra, Sandel fue entrevistado por la BBC (03/02/21 nota de Irene Hernández). Sus observaciones nutren discusiones que hemos tenido algunos investigadores e investigadoras desde hace tiempo. Habrá que leer el libro en extenso y dar la batalla intelectual, pero mientras tanto, recuperaría algunos comentarios del profesor estadounidense en dicha entrevista.

Sandel expresa que la meritocracia es un “ideal atractivo”: si todos tienen las mismas oportunidades, los ganadores merecen ganar. Pero hay un problema, matiza, las oportunidades no son las mismas para todos. Por tanto, los más ricos —económicamente hablando— eligen y son admitidos en las universidades estadounidenses más prestigiosas.

Para el profesor estadounidense hay otro problema (real) con el ideal meritocrático: “crea arrogancia entre los ganadores y humillación hacia los que se han quedado atrás”. Bajo una “actitud hacia el éxito” (errónea), los primeros “llegaron a creer que su éxito era todo suyo porque lo habían ganado por sus propios méritos” mientras que los segundos “no tenían a nadie a quien culpar de su fracaso más que a ellos mismos. Esto ha envenenado, según Sandel, la política. Aprovechándose del resentimiento del humillado, “partidos populistas autoritarios” han apelado al agravio de éste para dirigir “acciones violentas” contra las élites. Tanto change maker y un país dividido no es la opción.

Al final de la entrevista, Sandel sugiere dignificar el trabajo, dejar de ver a la educación como un mero instrumento del progreso económico, y enseñarle a nuestros hijos que el “éxito” depende de una amplia mezcla de factores y circunstancias. De hecho, Robert Frank, en su libro “Éxito y suerte: Buena fortuna y el mito de la meritocracia” ha sostenido que ventajas triviales pueden derivar en diferencias económicas para la gente. Esto ayuda a “desmitificar” las bases del éxito personal. ¿En qué parte de este debate estamos en México?

Autor: Pedro Flores

Fuente de la Información: https://www.educacionfutura.org/universidad-y-merito-debate-inconcluso/

 

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SEP: entre la gente y el presidente

Por: Pedro Flores

Quizás haya presidentes de la República que al nombrar al secretario o secretaria de Educación Pública le otorguen cierta autonomía para actuar. ¿Qué modelo de toma de decisiones podrá desarrollar la maestra Delfina Gómez ante el actual titular del Poder Ejecutivo que incluso, dicen, él mismo designó a los subsecretarios de Esteban Moctezuma?

Ante las elecciones intermedias y la probabilidad de que Morena pierda la mayoría en el Congreso, ¿será razonable que la profesora mexiquense siga, con “lealtad ciega”, las ideas del presidente? ¿Podrá Gómez Álvarez establecer un balance entre el voluntarismo presidencial y las necesidades reales de la gente para imprimirle mayor efectividad a la política educativa del país? Ningún mandatario, recordemos, por muy popular que sea, encarna todas y cada una de las aspiraciones ciudadanas. Pensarlo así es muy peligroso.

La prueba de fuego para la Secretaría de Educación Pública (SEP) será el regreso a clases. Si se precipitan y cometen errores que pudieran evitarse, voltearían el apoyo magisterial y social; pero si se abren a escuchar voces discordantes y actúan con una racionalidad distinta a la del caudillo, no solo podrían acertar, sino también demostrar que Morena puede, pese a todo, hacer bien las cosas. Aquí es donde la oposición y el gobierno se unirían para hacer avanzar los asuntos públicos como la educación. Apostarle al fracaso de una parte o de otra implica una pérdida para todos.

Los deseos de Gran Transformación, así como los anhelos consignados en el Plan Nacional de Desarrollo y en el Programa Sectorial de Educación 2019-2024 tendrán que esperar a ver cómo el actual gobierno resuelve el regreso a clases. El juego político ya bajó al terreno de lo concreto y aquí los ciudadanos tendremos que estar muy atentos. Las “imposiciones y ocurrencias”, en palabras de Esteban Moctezuma, “no caben en el ejercicio horizontal de la educación pública”. Esperamos entonces una gobernanza distinta con la maestra Delfina y así tener un “regreso a las aulas, seguro y prudente” (SEP Boletín 2).

Ante la profunda crisis educativa que vivimos, la SEP podría planear este regreso a clases priorizando su atención a los sectores más desfavorecidos. Diseñar y operar una verdadera “cruzada por la equidad” que nos involucre a todos y haga realidad queninguna escuela mexicana carezca de agua y de servicios para lavarse las manos. Actualmente, 3 de cada 10 establecimientos escolares no cuentan con este servicio(Mejoredu).

Aunado a esta “cruzada por la equidad”, la SEP, como “Ministerio del Pensamiento”, podría desarrollar una “pedagogía ciudadana” que muestre a los agentes escolares las ventajas de comportarse responsablemente. Esto implicaría comunicar con absoluta transparencia a las madres y padres de familia la manera en que operarán los planteles en el futuro, tomar en cuenta las opiniones de las niñas, niños y jóvenes ante el regreso a clases, y ofrecer información clara sobre los déficit de aprendizajes para así deliberar la puesta en marcha de programas compensatorios efectivos. Ojalá la SEP piense bien el papel histórico que tiene.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/sep-entre-la-gente-y-el-presidente/

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Lo que se sabe y no de la clausura escolar

Por: Pedro Flores

¿Cómo vivieron estudiantes, docentes, directivos, madres y padres de familias el cierre escolar durante los primeros tres meses? Aunque ha habido un buen número de sondeos y encuestas para responder a esta pregunta, es importante revisar el reporte publicado recientemente por la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu).

Ahí se destaca que 193,749 agentes educativos respondieron al cuestionario puesto en la web de la Comisión. De esta muestra, 8 por ciento fueron directoras/es, 18% estudiantes, 37% maestras/os y 37% padres de familia. Esta información podría complementar otros diagnósticos realizados para el nivel de educación básica (preescolar, primaria, secundaria). Aunque las observaciones de este organismo no pueden generalizarse a la población total de estudiantes, docentes, directivos y mentores; sí merecen una reflexión.

Sorprende, por ejemplo, que en primaria y secundaria, los estudiantes declararon recibir más apoyo de sus padres que de sus maestros (94% versus 30% y 70% versus 44%, respectivamente). En secundaria, además, se empezó a delinear una figura de tutoría horizontal: el compañero de clase o amigo. Según la Mejoredu, tres de cada diez jóvenes de entre 12 y 14 años reconocieron recibir este tipo de apoyo, lo cual, a mi ver, es esperanzador ante la profunda crisis educativa que vivimos.

La secundaria ha sido un gran reto para la política educativa a lo largo de los últimos veinte años. Los datos mostrados por la Comisión conforman la atención que debería tener este tramo educativo durante – y después – del cierre escolar. Según Mejoredu, “en este nivel 4 de cada 10 estudiantes señalaron no haber tenido actividad en una materia o más” (2020:16). Ante esto, el titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Esteban Moctezuma, haría bien en matizar su opinión de que el Sistema Educativo “no se paralizó” ante el Covid-19 (Boletín SEP 118).

Incluso, a medida que avanza el nivel educativo, se recibe menos y peor orientación por parte del gobierno a la familia para apoyar el aprendizaje de los hijos en casa. Mientras en preescolar, 26 por ciento de los padres encuestados declararon recibir información insfiuciente o de plano no recibirla, en secundaria este porcentaje ascendió a 54 por ciento. Este reporte interpela los esfuerzos realizados tanto por la SEP como por la Mejoredu hasta el momento. Manda una clara señal cuando leemos que la mayoría de los estudiantes (67%) demandan apoyo para “ponerse al corriente”, mientras que sus familias desean saber cómo va a funcionar la escuela, cómo apoyar al niño o al joven en las áreas donde va más “atrasado” y “qué tanto” se aprendió durante el encierro. Será necesario evaluar, a escala nacional y de manera rigurosa, los aprendizajes para poder desarrollar planes efectivos de compensación y comunicación.

De hecho, tres de cada diez docentes piden saber qué aprendizajes “adquirieron” —no sólo percibieron— sus estudiantes durante la pandemia.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/lo-que-se-sabe-y-no-de-la-clausura-escolar/

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