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La dimensión psicosocial en el entendimiento del comportamiento humano frente al cambio climático

26 de octubre de 2016 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

De la revisión de los diversos autores que han abordado la dimensión psicosocial del cambio climático se desprende que nuestro comportamiento frente al cambio climático se basa en la forma cómo percibimos el tema. Dos factores a considerar refieren a la distancia que percibimos el problema y el grado de afectación personal o colectiva que asumimos. Omland (2011) añade un tercer factor referido a la búsqueda permanente del confort presente. Bajo esta lógica el confort futuro (o el confort de otros) no es mi problema. 


¿Por qué resulta tan difícil que en los procesos de negociación internacional se lleguen a acuerdos vinculantes para reducir las emisiones antrópicas de Gases de Efecto Invernadero? ¿Por qué no se aprecian medidas colectivas para la mitigación y adaptación al cambio climático? ¿Por qué nos resulta difícil pasar del conocimiento a la acción de manera individual respecto al cambio climático? Esas fueron las inquietudes que nos llevaron a profundizar la dimensión psicosocial para un mejor entendimiento del comportamientohumano frente al cambio climático.

La base de muchas decisiones para hacer frente al cambio climático radica en los mecanismos de mercado. Según esta perspectiva, lo que no tiene precio, propiedad y actores definidos de transacción económica no puede ser convertido en una herramienta de solución a los problemas ambientales. Así, desde un enfoque de mercado Fisher (2000) menciona que los derechos de propiedad son un componente fundamental de nuestra conducta social, particularmente en el campo económico, y su existencia no depende de un ordenamiento legal ad hoc, sino que estos se han desarrollado como módulos mentales instintivos por su utilidad adaptativa durante el proceso de consolidación de nuestra especie.

Garret Hardin en la tragedia de los comunes nos da cuenta que si cada uno busca sacar el mejor provecho de los recursos, la libertad de los recursos comunes resulta la ruina para todos. Sin embargo, las explicaciones basadas en una racionalidad económica instrumental no son suficientes para explicar la complejidad de las decisiones ambientales. Crespo (2008) habla de empezar a abordar desde una racionalidad ética estratégica.

El problema ambiental no se puede abordar las posibles estrategias de solución de manera sesgada apelando sólo a los instrumentos políticos, económicos y jurídicos. Si la sociedad deja de ignorar que el problema no es de la naturaleza sino de nuestra forma de relacionarnos con ella, entonces estaríamos en condiciones de ahondar en nosotros más que en elementos externos (Omland, 2011). De ahí que el tema de la conciencia colectiva y la conciencia emocional sean elementos que debemos profundizar. Por ello la importancia de abordar las dimensiones psicosociales del cambio climático.

Lo primero que tenemos que reconocer a la persona humana como un ente biopsicosocial. Ello nos permite establecer claras relaciones de interacción e influencia entre el individuo y la sociedad. A nivel individual podemos hablar de personalidad y a nivel social hablamos de sintalidad. Hay que reconocer además que existen sociedades individualistas (como las occidentales, que enfatizan la competencia, el logro individual y la autonomía) y sociedad colectivistas (que privilegian la cooperación y la cohesión grupal) (Triandis y colaboradores, 1985).

Una constatación digna de ser tomada en cuenta es nuestra complejidad como personas. Según la teoría de la reversión es parte de la naturaleza humana ser complejos e inconstantes. Así nuestra conducta revierte entre los cuatro pares de estados opuestos: entre ser egocéntricos y ser altruistas, entre ser solidarios y ser dominantes, entre ser conformista y ser rebelde y entre ser serio y juguetón (Kourdi, 2008).

El descubrimiento más importante de la neurociencia es que nuestro sistema neuronal está programado para conectar con los demás, el mismo diseño del cerebro nos torna sociables y establece inexorablemente un vínculo intercerebral con las personas con las que nos relacionamos (cerebro social). No es de extrañar entonces que nuestras relaciones no sólo configuren nuestra experiencia, sino también nuestra biología (Goleman, 2006). A la complejidad de los individuos hay que agregarle entonces el hecho de la mutua influencia que se verifica en los grupos con los que alternamos.

Tomando prestado las explicaciones sociales de los movimientos sociales podríamos re parafrasear y decir “sólo si el grupo define colectivamente la situación como algo negativo que debe ser corregido podremos decir que ha emergido un problema ambiental” Javaloy y colaboradores, 2001). Esta explicación tiene un símil en la teoría de conflictos que dice que la existencia de un problema no significa que estemos frente a un conflicto sino que para que sea tal requiere una acción deliberada de bloqueo.

El International Human Dimensions Program-Global Enviromental Change (IHDP-GEC) reconoce cinco características de orden psicológico que complican el fenómeno:

  • La baja visibilidad del cambio global
  • La extrema dilación en mostrar la relación causa-efecto
  • La psicofísica de los eventos de baja probabilidad
  • La distancia social entre actores y víctimas del cambio ambiental,
  • El bajo índice subjetivo de costo/efectividad de la conducta protectora del ambiente (Urbina, 2008).

De la revisión de los diversos autores que han abordado la dimensión psicosocial del cambio climático se desprende que nuestro comportamiento frente al cambio climático basa en la forma cómo percibimos el tema. La percepción representa el proceso psicológico por el que la gente reúne información del medio y la da sentido a su mundo (Banks y Krajicek, 1991). Dos factores a considerar refieren a la distancia que percibimos el problema y el grado de afectación personal o colectiva que asumimos.

Por distancia se entiende a la cercanía o lejanía (física o temporal) del problema, que no quiere decir necesariamente distancia de las evidencias de los efectos del cambio climático. Podría estar al frente nuestro a ser parte de nuestra realidad pero igual podemos sentirlo distante. Bajo esta lógica los efectos del cambio climático son para otros, en lugares que no son los míos.

De manera similar el grado de afectación alude al grado de riesgo que asume la persona o colectivo frente a los efectos del cambio climático. Tampoco tiene que ver con la existencia de evidencias sino con el patrón mental. La actitud de invulnerabilidad personal sustenta la argumentación que “podrá afectar a otros pero a mi no me afecta”

A los dos factores arriba mencionados Omland (2011) añade un tercer factor referido a la búsqueda permanente del confort presente. Bajo esta lógica el confort futuro (o el confort de otros) no es mi problema. Un tema similar, aunque en otra perspectiva, refiere al “derecho a contaminar”: “si ellos (los países desarrollados) contaminaron para poder desarrollarse, entonces porque nosotros tendríamos que dejar de hacerlo”.

Tanto el factor distancia como el grado de afectación están influidos por el grado de veracidad que los sujetos y los colectivos creen o quieren reconocer en los efectos reales o aparentes del cambio climático. Aunque el IPCC menciona de manera inequívoca la responsabilidad antropogénica del cambio climático hay que reconocer que existe un grupo de escépticos que relativizan el origen antrópico del cambio climático actual o incluso lo niegan totalmente. Otros no discuten la certidumbre del cambio climático sino las estrategias y mecanismos cómo se los aborda.

Es indudable que la información y comunicación tienen un gran papel en la generación de la conciencia colectiva para abordar seriamente el cambio climático pero hay que analizar con mucha objetividad la forma cómo se las viene tratando, si es para generar temor, culpabilidad o es para generar el sentido de urgencia del cambio de actitudes.

Siguiendo a Lofland (1981) el modelo de comportamiento colectivo se sustenta, entre otros, en los componentes cognitivos, emocionales y de acción. Estos factores están estrechamente interrelacionados y no deben ser vistos de manera fragmentaria. Por ello, si bien es cierto el conocimiento es importante, no basta pues hay que llegar hasta el corazón y el espíritu de las personas y los colectivos. Hemos podido apreciar que tanto en la distancia como en el grado de afectación puede producirse bloqueos mentales a la luz de los paradigmas o creencias con las que actúan las personas y los colectivos.

La polémica sobre el cambio climático dista de ser sencilla y de fácil solución debido en gran parte a la falta de conocimiento científico, pero también a las barreras ideológicas y epistemológicas así como a los grandes intereses políticos y económicos que están involucrados tanto en sus causas como en sus posibles soluciones (Pisanty, 2008).

Frente a los límites de los enfoques legalistas y economicistas, una invitación a los psicólogos y psicólogos sociales para profundizar sobre estos temas y contribuir a la generación de estrategias efectivas para hacer frente al cambio climático. Todavía tenemos mucho que aprender sobre cómo convivir con nuestro niño(a) interior para poder desarrollar relaciones más armoniosas con el ambiente y la sociedad.


Bibliografía revisada:

Banks y Krajicek, 1991. Perception. En Annual Review of Psychology. 42: 305-331.

Crespo, Patricio. 2008. Decisiones ambientales y liberalismo. Abya Yala. Quito, 143 p.

Goleman, Daniel. 2006. Inteligencia social. La nueva ciencia de las relaciones humanas. Kairós. Barcelona, 543 p.

Javeloy, Federico; Rodríguez, Alvaro y Espelt, Esteve. 2001. Comportamientocolectivo y movimientos sociales. Prentice Hall. Barcelona, 443 p.

Kourdi, Jeremy. 2008. Estrategia. Claves para tomar decisiones en los negocios. 1ª. Ed. The Economist. Buenos Aires, 220 p.

Lofland, J. 1981. Collective Behavior: the elementary forms. En Rosenberg, M. y Turner, R. (Eds.): Social Psychology: sociological perspectives. Nueva York: Basic Boos, 411-446

Omland, 2011. Biodiversidad y cambio climático ¿Necesidad o solidaridad internacional? Editorial San Marcos. Lima, 242 p.

Pisanty, Irene. 2008. Cambio global y biodiversidad. En: Urbina Javier y Martínez, Julia. 2006. Más allá del cambio climático. Las dimensiones psicosociales del cambio ambiental global. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Instituto Nacional de Ecología. Universidad Nacional Autónoma de México/Facultad de Psicología. México, 288 p.

Triandis, H. J. Leung, K., Villarreal, M. J. y Clack, F. L. 1985. Allocentric versus idiocentric tendencies: convergent and discriminant validation. Journal of personality and Social Psycology, 38, 257-267

Urbina, Javier. 2006. Dimensiones psicológicas del cambio ambiental global. En: Urbina Javier y Martínez, Julia. 2006. Más allá del cambio climático. Las dimensiones psicosociales del cambio ambiental global. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Instituto Nacional de Ecología. Universidad Nacional Autónoma de México/Facultad de Psicología. México, 288 p.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-la-dimension-psicosocial-en-el-entendimiento-del-comportamiento-humano-frente-al-cambio-climatico/

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El reto de la aplicación de los enfoques interdisciplinarios y transdisciplinarios en la gestión de los bosques

19 de octubre de 2016 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

He puesto a propósito el título de este artículo “El reto de la aplicación de los enfoques interdisciplinarios en la gestión de los bosques” para llamar la atención de los forestales porque de haber puesto “en la gestión de los territorios” tal vez no todos se habrían sentido convocados. El propósito es invitar a la reflexión a los forestales y a los diversos sobre la necesidad de avanzar en la implementación de enfoques interdisciplinarios y transdisciplinarios.

Cierto es que los enfoques disciplinarios han permitido un avance fundamental en las ciencias y tecnologías lo que ha repercutido en la forma cómo se desarrolla la sociedad. No obstante, también se ha podido reconocer los límites de los enfoques disciplinarios que quitan al especialista del contexto y la superespecialización aparece como aséptica frente a los profundos retos del desarrollo sostenible. Bajo esa perspectiva siempre habrán otros quienes serán los encargados de asumir lo problemas “que no me tocan”.

Esta configuración disciplinaria en la conformación de la ciencia ha terminado afectando la forma cómo se realiza la formación en las universidades y en la forma cómo se ha organizado la administración pública. A los temas de funciones y competencias exclusivas se suman factores de cuotas de poder, competencia por los escasos recursos económicos, entre otros factores.

Pero el tema es que nos enfrentamos a varias crisis, crisis de toda índole que son de naturaleza compleja e incierta. Grandes problemas que pueden ser separados como sociales, ambientales y económicos no son sino diferentes nombres para el problema común de avanzar hacia el desarrollo sostenible. Ninguno de los problemas puede ser abordado de manera independiente e inconexa. Todos forman parte de un complexus (tejido, entrelazado) el cual tiene que ser abordado en su real dimensión.

Por ejemplo en el campo denominado “ambiental” tenemos grandes problemas como la deforestación, la desertificación, la pérdida de biodiversidad, la minería ilegal, la tala y el comercio ilegal de la madera, el tráfico de fauna silvestre, la corrupción forestal, entre otros. Pero ninguno de estos problemas puede ser abordado estrictamente desde una perspectiva forestal reduccionista, debe ser abordado en toda la magnitud de su complejidad.

Como resultado de enfoques marcadamente disciplinarios y frecuentemente con enfoque sectoriales muchos de estos grandes problemas no han podido ser enfrentados efectivamente, y por el contrario sentimos que se nos escapan de las manos, poniendo en cuestión la viabilidad de un desarrollo sostenible. El hecho que ocasionalmente se conformen comisiones intersectoriales no lugar traducirse en acciones efectivas si es que se está entendiendo de una comisión intersectorial es la suma de partes. Los cambios más profundos tienen que ver con una profunda revisión epistemológica que conlleva a cuestionar la forma cómo hemos venido produciendo conocimientos.

Aunque nos encantan los paisajes de bosques prístinos o nos subyuga la visión de una operación forestal certificada, el bosque no solo se reduce a aspectos biofísicos. En el bosque también se encuentran aspectos que tienen que ver con el poder, las emociones, la economía, las historias, las leyendas, los mitos, lo sagrado, la evolución. Hay una realidad totalizadora por lo que su gestión también requiere que sea totalizadora.

Es más, los bosques, en los que también se encuentran las aguas, las nubes y los mitos, forma parte de un sistema mayor que es el territorio, el mismo que es mucho más grande y en el que es posible encontrar materiales, energía, vectores, flujos de información. Es decir, todo un contexto de realidad totalizadora. Así cada sistema está inscrito en otro sistema hasta llegar a nivel del cosmos. Estamos profundamente interconectados en el tiempo y en el espacio.

A partir de este reconocimiento de realidades totalizadoras profundamente interconectadas se requiere avanzar hacia la implementación de enfoques interdisciplinarios y transdisciplinarios. No es posible ni deseable que nos quedemos en el campo limitado de los enfoques disciplinarios. Ello implica incorporar la ética y los valores en el quehacer institucional y profesional, implica derribar los muros de aislamiento, los alambrados de la inseguridad y el temor a los cambios. Significa no solo predisponerse a sumar sino a integrar, a dejarse permear y permear las otras realidades disciplinarias. Y no es que se desestime las especialidades disciplinarios sino que se resignifiquen para contribuir colaborativamente en la generación de nuevos marcos teóricos, metodológicos y de gestión.

Alguna vez un gran amigo mío habló de “la necesidad de deforestalizar la forestería”. Lo que él nos estaba tratando de decir es que para ser mejores forestales no basta pensar y actuar como forestal de siempre, lo que nos estaba diciendo era que existe la necesidad que los forestales sepan interactuar positiva y productivamente con otras disciplinas.

Bienvenida la filosofía, la ética, la psicología, la sociología, la antropología y la poesía, entre otras manifestaciones del conocimiento, para lograr ser más efectivos en la lucha contra la deforestación, pero sobre todo, para ser más efectivos en nuestros aportes al desarrollo sostenible.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-el-reto-de-la-aplicacion-de-los-enfoques-interdisciplinarios-y-transdisciplinarios-en-la-gestion-de-los-bosques/

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Sobre patrones y trampas del pensamiento para la gestión socioambiental

12 de Octubre de 2016 / Fuente: http://pcnpost.com/

Por: Rodrigo Arce Rojas

Múltiples son los problemas (socio) ambientales que los peruanos no hemos sabido afrontar (Ráez y Dourojeanni, 2016) entre los que podemos mencionar, entre otros, la deforestación, tala ilegal, mala gestión de bosques y la minería ilegal.

Existen múltiples interpretaciones sobre las razones que han llevado a esta situación pero me gustaría explorar las causas desde la perspectiva de los patrones de pensamiento de los tomadores de decisiones. Esta es una dimensión aún poco explorada y requiere mayor profundización.

El Banco Mundial (2015) nos dice que “cuando los individuos piensan, en general no emplean conceptos inventados por ellos mismos. Utilizan conceptos, categorías, identidades, prototipos, estereotipos, argumentos causales y cosmovisiones extraídas de sus comunidades. Todos estos son ejemplos de modelos mentales. Estos modelos influyen en lo que los individuos perciben y en el modo en que interpretan lo que perciben”. Los modelos mentales de los decisores nos llevan a los paradigmas, creencias, ideologías y representaciones que ellos tienen sobre la realidad.

Los psicólogos distinguen dos tipos de procesos utilizados por los individuos al pensar: los que son rápidos, automáticos, asociativos y no exigen esfuerzo, y los lentos, deliberativos, esforzados, seriales y reflexivos. Los psicólogos describen los dos modos, metafóricamente, como dos sistemas distintos de la mente: el sistema 1, el automático, y el sistema 2, el deliberativo (Kahneman, 2003; citado por Banco Mundial, 2015). Podríamos pensar que lo que prima es el pensamiento deliberativo pero esto no siempre es así, máxime aún si la toma de decisiones debe hacerse bajo presión política, económica o social. No son pocas las veces en las que las decisiones son tomadas a destiempo o tienen consecuencias no deseadas.

Existen dos estrategias básicas para la toma de decisiones en el ámbito gubernamental. La primera, la “concepción racionalista”, establece que una vez que el decisor conoce un problema, define claramente una meta y analiza exhaustivamente las alternativas para alcanzarla. Posteriormente, escoge entre ellas de acuerdo con una estimación de sus cualidades, en referencia al estado de cosas preferido, y se procede a generar un cambio “inmediato” y previamente definido.

La segunda estrategia corresponde al “Enfoque Incrementalista”, que procura adaptar la estrategia de toma de decisiones a las capacidades limitadas de los decisores, reduciendo el espectro y el costo de la búsqueda de la información. (Morán y Bianchi, 2005). En el segundo enfoque los decisores pueden moverse entre una saludable propuesta adaptativa de aprender en el camino o caer en el sesgo de decisiones apuradas.

Una forma de estructurar las decisiones para trabajar en problemas de gestión o manejo de recursos naturales y problemas ambientales en el contexto de la producción agropecuaria y forestal es el método de toma de decisiones estructuradas (TDE). Este método consiste en aplicar un pensamiento sistemático donde luego de definir el problema cuidadosamente se trata de conectar decisiones con objetivos mediante la construcción de modelos que ayuden a predecir el comportamiento del sistema ante cada decisión alternativa, evaluando sus consecuencias, permitiendo en última instancia tomar las decisiones óptimas para alcanzar el o los objetivos planteados (Zaccagnini y colaboradores, 2014).

Por todo ello, es necesario indagar más sobre los patrones y trampas de pensamiento de los decisores para corregirlos. Al respecto, el Banco Mundial (2015) nos dice que “si se presta atención al modo en que los seres humanos piensan (los procesos de la mente) y al modo en que la historia y el contexto configuran el pensamiento (la influencia de la sociedad), se puede mejorar el diseño y la implementación de las intervenciones y las políticas de desarrollo que se centran en la elección y la acción (conducta)”.

Algunas de las trampas de pensamiento identificadas en los decisores socioambientales se presentan como dilemas:

  • Pragmatismo-idealismo
  • Reduccionismo- holismo
  • Eficientismo – inacción
  • Presión – convicción

Exploremos cada uno de estos dilemas:

  • Pragmatismo-idealismo: Esta es una disyuntiva entre tomar decisiones rápidas, prácticas e inmediatas y decisiones que apunten a fortalecer la situación ideal del tema en cuestión. Se asume que el decisor pragmático es ejecutivo y se orienta por los resultados inmediatos (mediatizado por los tiempos políticos). Por el contrario el decisor idealista es visto ya sea como un gran estadista o visionario o alguien que no pisa tierra.
  • Reduccionismo- holismo: Aunque todos los decisores hablan de la importancia del enfoque de desarrollo sostenible no todos están de acuerdo en el tratamiento de cada una de estas variables. Para algunos nada se puede hacer si es que no pasa por una racionalidad económica. En esa misma dirección otros consideran que todo debe subordinarse a los enfoques ambientales. Asimismo, hay quienes plantean que se privilegie la cuestión social. Lo curioso es que estas perspectivas unidimensionales pueden llevar a la inacción o a la distorsión de la realidad. Pero el reduccionismo no solo trata de dimensiones sino también de asociaciones a colores políticos (“rojo” o “verde”). Ello lleva por ejemplo a cuestionar o deslegitimar todo aquello que tiene cierta coloración política. Esta es una manera de simplificar la realidad a categorías o etiquetas.

En el otro extremo un pensamiento “holístico” con apariencia de totalizador puede ser paralizante cuando en nombre del balance de las dimensiones o el abordaje del total de los factores se produce un débil entendimiento de la complejidad y se debilita su entendimiento y tratamiento.

  • Eficientismo – inacción: Cuando la búsqueda de resultados se convierte en ideología muchas veces se cae en reduccionismos y lo que interesan son las metas cuantitativas “a cualquier costo” lo que implica descuidar o subestimar por ejemplo las consideraciones sociales y ambientales en nombre del crecimiento económico que se convierte en el indicador máximo de éxito de gestión socioambiental. Al amparo de esta propuesta de aparente efectividad por ejemplo se plantea eliminar las trabas burocráticas o debilitar la consulta previa a los pueblos indígenas por constituir, desde su perspectiva, un factor que ahuyenta las inversiones. En el otro extremo, se encuentra la inacción porque se “racionaliza mucho” la situación, no se la piensa porque no es prioridad, o demora tanto que cuando se toma la decisión ya es inoportuna.
  • Presión – convicción: Cuando las decisiones de los gestores están sujetas a la presión de actores económicos, políticos y sociales su viabilidad va estar en función del grado de legitimidad que tengan del total de los actores involucrados. Si una de las partes interesas no se siente representada entonces ejerce presión que puede incluso llevar a desestimar la decisión ello independientemente de la consistencia que pueda tener. En el otro extremo se encuentra el campo de la convicción cuando el decisor cree honestamente que es la mejor decisión para todos, aunque la sola creencia de la certidumbre del decisor no garantiza que sea la decisión más racional y coherente.

Cierto es que la realidad socioambiental es compleja e incierta y que se requiere que el decisor esté consciente de sus pautas mentales que les ayude a tomar las mejores decisiones. Pero la realidad ha demostrado que enfoques de comando y control son insuficientes para un buen proceso de toma de decisiones y se requiere fortalecer enfoques y prácticas de gobernabilidad y gobernanza que conlleven a que las decisiones sean producto de un diálogo intercultural, democrático y fructífero, en el que las decisiones sean producto de amplios procesos participativos y de reflexión y propuesta colaborativos.

Quiere decir entonces que no se trata solamente de las pautas mentales de los decisores sino también las pautas mentales de la sociedad civil y de los actores. Esto es un diálogo de sistemas y de intersubjetividades para encontrar respuestas que incorporen la subjetividad de los interesados en la racionalidad de lo que se está tratando.

Esto lleva a fortalecer competencias dialógicas de todas las partes, procesos en los que no se trata de convencer al otro sino de construir juntos realidades y significados compartidos. Para que eso suceda este diálogo intercultural no está exento de tratar con la ética, la transparencia, la buena fe y con información apropiada, pertinente y oportuna.


Literatura revisada:

Banco Mundial. 2015. Informe sobre el desarrollo mundial 2015: Mente, sociedad y conducta, cuadernillo del “Panorama general”, Banco Mundial, Washington DC. Licencia: Creative Commons de Reconocimiento CC BY 3.0 IGO

Morán, Alberto E. y Bianchi, Gustavo F. 2005 “Toma de decisiones ambientales: apuntes para un marco conceptual y meteorológico“. Argentina: Universidad Nacional de General San Martin. Escuela de Posgrado. Cátedra Unesco Cousteau en Ecotecnia

Ráez, E. y Dourojeanni, M. 2016. Los principales problemas ambientales políticamente relevantes en el Perú. Lima: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Fundación Pronaturaleza, Instituto Prensa y Sociedad (IPYS), Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), Universidad Científica del Sur.

Zaccagnini, María Elena; Goijman, Andrea P.; Conroy, Michael J. y Thompson, Jeffrey J. (Editores) 2014. Toma de decisiones estructuradas para el manejo adaptativo de recursos naturales y problemas ambientales en ecosistemas productivos. Conceptos, metodologías y estudios de casos en Argentina. Buenos Aires: Ediciones INTA.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-sobre-patrones-y-trampas-del-pensamiento-para-la-gestion-socioambiental/

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Los diversos entendimientos sobre lo ambiental

05 de octubre de 2016 / Por: Rodrigo Arce Rojas / Fuente: http://pcnpost.com/

De acuerdo a cada historia, cultura, contexto, formación, y experiencias cada persona tiene una particular forma de entender lo ambiental y por tanto construye sus paradigmas, creencias, imaginarios, representaciones, discursos y narrativas de acuerdo al lente que esté usando. Es así que hemos podido reconocer las siguientes perspectivas:

  • Visión economicista
  • Visión naturalista
  • Visión política
  • Visión espiritualista
  • Visión catastrofista
  • Visión integral

Profundicemos qué implica cada una de estas visiones.

Visión economicista: Cuando se mira lo ambiental en términos exclusivos de proveedor de bienes y servicios para el bienestar humano. Bajo esta perspectiva todo se reduce a mirar las oportunidades de negocios y en el mejor de los casos como opciones de bionegocios. Es el campo de la economía verde que se pretende integral pero al fin de cuentas todo se reduce a las soluciones de mercado. Se reconocen otras perspectivas pero siempre subordinadas a lo económico.

Visión naturalista: Cuando se entiende lo ambiental como “lo natural” entendido como diferente a lo cultural y por lo tanto predomina un enfoque biofísico. La visión naturalista separa el hombre de la naturaleza e incluso en ocasiones considera al hombre como enemigo de la naturaleza. En otras perspectivas considera lo ambiental como la naturaleza prístina que no debe ser tocada ni contaminada por las actividades humanas.

Visión política: Cuando se entiende lo ambiental como la gran oportunidad de realizar las grandes transformaciones que impliquen una nueva relación entre el hombre y la naturaleza. La visión política es muy crítica con el sistema económico predominante al que se le acusa de ser la raíz de los procesos de destrucción, degradación y contaminación ambiental. Bajo esta perspectiva se resalta las luchas populares de resistencia frente al embate de las actividades extractivas que subestiman las consideraciones sociales y ambientales.

Visión espiritualista: Bajo esta mirada lo ambiental representa lo sagrado, lo que debe ser respetado y venerado. La naturaleza representa lo puro, lo profundo, lo trascendente que va más allá de las necesidades humanas materiales. Se incluyen las perspectivas que consideran lo ambiental como un organismo vivo que requiere atención y cuidado y que tiene manifestaciones de vida propia.

Visión catastrofista: Cuando lo ambiental inmediatamente alude a la alteración, destrucción, degradación, contaminación. Bajo esta perspectiva el ser humano y sus actividades constituyen la amenaza permanente de deterioro ambiental y el factor central que llevará a la destrucción del planeta.

Visión integral: Cuando se reconocen las diferentes perspectivas anteriores con similar peso y significancia para entender la complejidad de lo ambiental.

De las diversas perspectivas arriba señaladas se desprenden varias implicancias. Una primera constatación es la diferenciación entre una visión que reduce lo ambiental a lo biofísico y otra visión que reconoce lo ambiental como el entorno por lo tanto de la totalidad que rodea al hombre.

Otra constatación refiere al entendimiento de lo ambiental como naturaleza separada del hombre y en la otra perspectiva el ser humano como parte de la naturaleza. Una tercera constatación es la reducción de lo ambiental a lo natural respecto a entender lo ambiental como todas las relaciones entre el ser humano y su medio, por lo tanto todo intercambio de materiales y energía en el sistema. Bajo esta perspectiva lo urbano, la industria, y las actividades económicas en general forman parte del complejo significado de lo ambiental.

Se reconoce además que no hay visiones puras y lo más frecuente es que haya traslapes y convergencias de perspectivas. Lo que sí se puede reconocer son actitudes tendenciales y son precisamente estas perspectivas que definen el pensar, sentir y actuar con relación a lo ambiental. Después de este recorrido de visiones nos queda claro la necesidad de desarrollar perspectivas más integrales que representen la complejidad de lo ambiental entendido como el entramado de factores de todo orden y tipo que se encuentran fuertemente entrelazados e interdependientes.

Bajo estas consideraciones lo ambiental es parte constitutiva de la vida humana presente y futura y ya no es posible verlo como algo accesorio o subordinado únicamente a las consideraciones de mercado que algunos sectores políticos y económicos pretenden mantener. Refuerza además la idea del tratamiento ambiental bajo los enfoques de la interdisciplinariedad y transdisciplinariedad.

Es una invitación a pensar sobre nuestras relaciones con el ambiente, con la totalidad del cual también formamos parte.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-los-diversos-entendimientos-sobre-lo-ambiental/

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Fortalecimiento de capacidades en la gestión de bosques desde la perspectiva del pensamiento complejo

21 de septiembre de 2016 / Por: Rodrigo Arce Rojas / Fuente: http://pcnpost.com/

Para que podamos forjar un programa de fortalecimiento de capacidades pertinente de la gestión de bosques tenemos que superar una visión simplista, reduccionista y determinista de la realidad forestal.

Edgar Morin (1999) en su obra “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” nos dice que el conocimiento de la realidad está afectada por una serie de errores mentales, intelectuales, de la razón y las cegueras paradigmáticas. El autor nos señala que para superar estos sesgos debemos tener en cuenta el contexto, lo global (las relaciones entre el todo y las partes), lo multidimensional y lo complejo.

Afirma Morin (1999): “El conocimiento pertinente debe enfrentar la complejidad. Complexus, significa lo que está tejido junto; en efecto, hay complejidad cuando son inseparables los elementos diferentes que constituyen un todo (como el económico, el político, el sociológico, el psicológico, el afectivo, el mitológico) y que existe un tejido interdependiente, interactivo e inter-retroactivo entre el objeto de conocimiento y su contexto, las partes y el todo, el todo y las partes, las partes entre ellas. Por esto, la complejidad es la unión entre la unidad y la multiplicidad. Los desarrollos propios a nuestra era planetaria nos enfrentan cada vez más y de manera cada vez más ineluctable a los desafíos de la complejidad”.

Todos estos elementos esbozados por Morin son totalmente pertinentes a la gestión de bosques reconocido como un sistema complejo. Las ciencias de la complejidad estudian fenómenos, sistemas o comportamientos de complejidad creciente; esto es, fenómenos y sistemas que aprenden y se adaptan, y que, en el filo del caos o bien, lo que es equivalente, lejos del equilibrio, responden a la flecha del tiempo de la termodinámica del no-equilibrio (Nicholis & Prigogine 1994; citado por Maldonado, 2014).

Abordar el diseño y la implementación de Programas de Fortalecimiento de Capacidades en la Gestión Forestal implica por tanto tomar en cuenta los enfoques del pensamiento complejo concebido como el pensamiento que trata con la incertidumbre y es capaz de concebir la organización. Es el pensamiento apto para unir, contextualizar, globalizar pero al mismo tiempo para reconocer lo singular, individual y concreto (Arancibia, 2010).

Partamos de reconocer por ejemplo los dilemas o disyuntivas que frecuentemente se presentan en la gestión de bosques. Así podemos reconocer los siguientes pares que aparecen frecuentemente como contradictorios o asimétricos: conservación-producción; madera- no maderables; bienes-servicios ecosistémicos; económico-social; económico-ambiental, entre otros. Antes que verlo como campos de polarización o de sesgos ideológicos es más pertinente verlos como campos integrados, sinérgicos.

Existe una alta sociodiversidad en torno al bosque, porque, como sabemos, la alta diversidad biológica forestal que caracteriza a nuestros ecosistemas forestales tiene una correspondencia con una alta diversidad cultural. La definición de actores de un programa de fortalecimiento de capacidades de gestión de bosques debe desplegar este amplio abanico de actores y no simplificar categorías. No solo estamos hablando de una amplia diversidad de cosmovisiones y valoraciones sino también de percepciones. Asumir que todos los actores tienen los mismos entendimientos sobre lo que implica el bosque es muy simplista. Tal vez el desconocimiento de esta realidad haya ocasionado que muchos problemas forestales existentes no hayan podido ser abordados en su real magnitud.

Las posiciones (discursos y narrativas) que toman los actores dependen de los paradigmas, cosmovisiones, imaginarios, representaciones que tienen los actores sobre los bosques. Ahora bien estos campos paradigmáticos varían según el actor, si son hombre, mujeres, jóvenes o niños. Corresponde a un programa de fortalecimiento de capacidades de gestión de bosques darse la licencia para explorar todo este universo de posibilidades y no quedarse con el recurso simple de lo que nos indica el statu quo.

Fortalecer capacidades en la gestión de bosques debe superar enfoques que privilegian únicamente lo racional. Las personas somos entes biopsicosociales por lo tanto integrales y que dialogamos con los sistemas en los cuales nos inscribimos. Metafóricamente podríamos afirmar que existe la necesidad “de aprender con todo el cuerpo” que grafica la necesidad de tomar más en cuenta lo emocional, lo lúdico, lo intuitivo.

Por supuesto que los aportes de las ciencias forestales son valiosos pero la complejidad de los ecosistemas forestales no nos reduce a las ciencias forestales sino a las múltiples disciplinas existentes. Esto es entendible si es que reconocemos que el bosque es un sistema en el que se conjugan realidades ecológicas, sociales, institucionales, políticas, psicológicas, entre otras. Pero además, como se ha venido insistiendo, implica también la capacidad de reforzar los enfoques y prácticas interdisciplinarias y transdisciplinarias.

Pero no solo se trata de tomar en cuenta los aportes de las ciencias formales, además es importante considerar los aportes de los conocimientos y saberes tradicionales, incorporar los mitos, las leyendas, la poesía. No se trata de una perspectiva de diversificación metodológica de adorno o de entretenimiento.

Se trata de valorar todo el universo de significaciones de todos los actores, se trata de una perspectiva intercultural de respeto y de comprensión de motivaciones y sentidos. Por ello es que el diálogo intercultural, la igualdad y la equidad de género, son enfoques consustanciales a los programas de fortalecimiento de capacidades en la gestión inclusiva de los bosques.

Estas diversas perspectivas nos permitirán ampliar nuestra mirada sobre lo que significa la buena gestión del patrimonio forestal. Como señala  Bennett-Curry (2015) del CIFOR: “Una creciente comunidad de académicos, organizaciones no gubernamentales, organizaciones intergubernamentales y grupos de base están llamando la atención sobre la necesidad de pensar más allá de las grandes extensiones de bosques primarios, ampliando las competencias de los bosques de conservación a paisajes ‘degradados’, como las áreas de frontera forestal/agrícola, donde existen numerosos bosques fragmentados y utilizados selectivamente”. Es una invitación para ver más allá de lo evidente.

Un gran reto para los capacitadores forestales y para los participantes (hombres y mujeres) de los procesos de capacitación forestal es desarrollar capacidades para el pensamiento sistémico. Ello implica saber mirar la totalidad, la integralidad de un campo determinado afinando a la vez la capacidad de valorar las interacciones, interrelaciones y las estructuras sin perder el valor de los elementos que componen el sistema.

El pensamiento sistémico permite evitar el reduccionismo y la fragmentación sin llegar al extremo de la superficialidad. Reconoce el valor del análisis elemental pero no se queda en ese plano, sino que busca articular las mutuas influencias e interrelaciones al interior de los sistemas dinámicos. De esa manera se supera visiones sesgadas que no logran recuperar la complejidad de las interrelaciones y que nos impiden tratar apropiadamente una determinada realidad. Desarrollar un pensamiento sistémico requiere mucha apertura mental y osadía para revisar y cuestionar patrones mentales limitantes. Este es un principio básico para abordar la complejidad propia de nuestros tiempos.

Concluyo compartiendo una nota sobre la necesidad de abrir la mirada y el sentir sobre los bosques:

“Sobre aforismos, decires y sentires forestales:

Dice el dicho “no mirar el árbol sino el bosque”. Reconociendo la sabiduría de los dichos populares, podríamos generar otra perspectiva y decir “miro el árbol porque miro el bosque”, o también decir “porque miro al bosque miro al árbol”. Pero de repente ampliamos la perspectiva y no nos quedamos solo con la mirada y decimos que además de mirar al bosque, hay que oírlo, hay que escucharlo, hay que sentirlo; o mejor dicho, hay que ser árbol, hay que ser bosque. No es que yo solo mire al árbol o el bosque como algo diferente, aparte y distante sino que sentimos con el bosque, lloramos con el bosque, reímos con el bosque, amamos como el bosque. Reconocida la unidad perdida entonces habremos recuperado la sacralidad cósmica y será una sola vibración, un solo palpitar, la más hermosa melodía que se desprende de tu sonrisa plena” (Arce, 2016a).


Bibliografía revisada:

Arancibia, M. (2010). Pensamiento complejo. Philosophica.

Arce, R. (2016a). (16 de enero). “Sobre aforismos, decires y sentires forestales”.

Arce, R. (2016b). Los diversos entendimientos sobre lo ambiental.

Arce, R. (2016c). El reto de la aplicación de los enfoques interdisciplinarios y transdisciplinarios en la gestión de los bosques.

Arce, R. (2016d). Las trampas del pensamiento para la gestión socioambiental.

Arce, R. (2011). Paradigmas y bosques.

Bennett-Curry, A. (2015). ¿Pueden los pequeños agricultores conservar bosques en la Amazonía? CIFOR.

Maldonado, C. (2014). ¿Qué es un sistema complejo?” Rev. Colomb. Filos. Cienc. 14.29 (2014): 71-93.

Morin, Edgar. (1999): Los siete saberes necesarios para la educación del futuro.

París: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Traducción de Mercedes Vallejo-Gómez, Profesora de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín-Colombia con la contribución de Nelson Vallejo-Gómez y Françoise Girard.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-fortalecimiento-de-capacidades-en-la-gestion-de-bosques-desde-la-perspectiva-del-pensamiento-complejo/

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Nuevos aportes al fortalecimiento de capacidades en la gestión forestal

14 de septiembre de 2016/ Por: Rodrigo Arce Rojas / Fuente: http://pcnpost.com/

Hace algunos años llegamos a la conclusión que la gestión forestal aludía más que a la gestión de recursos a la gestión de personas.  Hoy en día me ratifico en esta posición que considero es importante retomar.  Son las personas las que diariamente están tomando decisiones sea desde una posición gubernamental, privada o comunitaria.

Desde esta perspectiva no hay decisión que pueda ser obviada o subestimada. Una decisión que se tome en la administración pública afecta tanto al socioecosistema forestal como cualquier decisión que se tome directamente en el bosque. El tema está si estas decisiones van en sentido de la gestión forestal sostenible o si por el contrario las limitan o las impiden.

Claro que importan los avances científicos y tecnológicos para garantizar la capacidad productiva y la conservación de los ecosistemas forestales pero esto nos dice poco si es que no hay una estructura institucional y condiciones objetivas y subjetivas que favorezcan su buena aplicación. Por ello es que importa la institucionalidad, importa la gobernanza e importan las personas que con sus marcos de paradigmas, pensamientos, sentimientos y prácticas son los que en buena cuenta definen lo que sucede en el bosque.

Reconocida la importancia de las personas en la gestión forestal sostenible entonces los programas de fortalecimiento de capacidades requieren tomar en cuenta una serie de aspectos orientados a que se tomen decisiones positivas. Exploremos esta serie de aspectos.

Un primer aspecto refiere a la definición de la visión compartida y los grandes objetivos. Este ejercicio participativo no es tan simple como parece. Requiere que cada actor involucrado sea capaz de reconocer bajo qué marco de desarrollo forestal está alcanzando sus propuestas. Ello, como ya se ha mencionado en otras ocasiones, requiere revisar paradigmas, creencias, valores, niveles de conciencia, imaginarios, representaciones sociales y sentidos.

Debemos reconocer, que a la fecha éste ha sido un ejercicio ausente. Se da por sentado propuestas únicas a partir de modelos hegemónicos de desarrollo forestal y no existe la suficiente predisposición para revisar las bases profundas de discursos y narrativas. No es de extrañar entonces que las propuestas de desarrollo forestal intercultural sean más una buena voluntad antes que un enfoque y una práctica comprometida con el respeto de la diversidad cultural. Está claro que a una gran diversidad biológica corresponde una gran sociodiversidad, incluyendo diversidad dentro de la diversidad de grupos.

No es lo mismo plantear el desarrollo forestal desde la amenaza que desde la oportunidad. No es lo mismo delinear el desarrollo forestal desde la resistencia que desde la convivencia. Tampoco se trata de hacer gestión desde los polos sino desde la actitud dialógica, desde el encuentro, desde el interaprendizaje y la capacidad de transformación.

La participación no es únicamente el logro del consenso sino de la coherencia con la equidad social y la comunión con la naturaleza. En nombre de la participación también se pueden tomar decisiones insostenibles y por eso es deber que esté todos los que deben estar, que la información precisa, pertinente, y dosificada esté presente, que existan espacios para la deliberación interna, que exista un sentido de responsabilidad por las posiciones que se van construyendo para un proceso de diálogo.

Un segundo aspecto altamente relacionado con el anterior refiere a cuál es el marco del conocimiento con el que nos acercamos a la realidad forestal (epistemología). ¿Es el marco de conocimiento orientado a consagrar la explotación del bosque por el ser humano? ¿Es un marco orientado para la convivencia con el bosque? ¿Es un marco de conocimiento que consagra las diferencias y la asimetría? ¿Es un marco para la equidad humana y respeto para el bosque? Ello hace referencia por ejemplo a la terminología que usamos que muchas veces mantiene un enfoque de dominio a la naturaleza. Por ejemplo las palabras: manejo, explotación, recurso, entre otros.

Un tercer aspecto que también está fuertemente interrelacionado con los anteriores es el tema del poder. ¿Para qué trabajamos en el bosque? ¿Para quién trabajamos? ¿Estamos pensando en una eficiencia alejada de consideraciones sociales y ambientales? ¿En qué medida la democratización del bosque implica salvaguardar la estructura, funciones y servicios de los bosques?

Este tema es de crucial importancia reconociendo que tenemos un alto porcentaje de actores que se desenvuelven en la informalidad y la ilegalidad y no solo de sectores de extrema pobreza sino también algunos actores formales y de mediana y gran capacidad económica. Este punto es crucial porque necesitamos dar confianza a los usuarios forestales, requerimos que sepan que sus autoridades aplican la ley con justicia y transparencia. Habría que preguntarse ¿A quién se castiga? ¿A quién no se castiga? Es indudable que estos temas deben abordarse para alejar el fantasma de la corrupción que hace inviable las propuestas de buena gestión forestal.

Se ha mencionado que el rol del fortalecimiento de capacidades es contribuir al ejercicio activo del pensamiento crítico para tener la capacidad de pensar el pensamiento forestal, pensar el marco discursivo, pensar el marco emocional, pensar el marco narrativo del desarrollo forestal, pensar las actitudes y comportamientos. Un ejercicio reflexivo constante, la predisposición a la apertura inter y transdisciplinaria, la creatividad y la innovación, son elementos claves para gestionar el capital cultural forestal.

Más allá de propuestas de transferencia de conocimientos, se requiere poner énfasis en los procesos de construcción social del conocimiento, donde se valore en su real dimensión los aportes de los conocimientos tradicionales reconociendo, al igual que el conocimiento científico, pueden tener sus limitaciones en un mundo cambiante. Ello nos debe llevar a superar ideologizaciones hacia uno u otro lado, para avanzar hacia propuestas de integración dialógica que partan del respeto.

La gran lección de los bosques tropicales es la gran diversidad, diversidad que debe ser recuperada en los procesos de fortalecimiento de capacidades en contenidos, temáticas, metodologías, técnicas y herramientas de interaprendizaje. Pero también incorporar la diversidad de pensamientos: complejo, crítico, convergente, divergente, lateral, lineal, circular, entre otras modalidades.

Es importante que los programas de fortalecimiento de capacidades reconozcan e incorporen los aportes de las neurociencias cognitivas que nos ofrecen un gran marco para entender el papel del inconsciente en la toma de decisiones, el valor de la intuición, entre otros apasionantes temas.

En tanto estamos hablando que los programas de fortalecimiento de capacidades tienen el encargo de lograr mejores funcionarios forestales, mejores empresarios forestales y mejores ciudadanos forestales, existe una gran responsabilidad para su adecuado desarrollo. Este es el reto que nos ofrece la gestión forestal sostenible inscrita ahora en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-nuevos-aportes-al-fortalecimiento-de-capacidades-en-la-gestion-forestal/

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El octavo mandamiento: Destrabar responsablemente

07 de septiembre de 2016 / Por: Rodrigo Arce Rojas / Fuente: http://pcnpost.com/

En estos días se habla de la imperiosa necesidad de destrabar para favorecer la fluidez de las inversiones e incidir favorablemente en el crecimiento económico. Todo está bien en tanto la propuesta se inscriba en un enfoque integral de sostenibilidad, donde el crecimiento económico es un medio pero no la finalidad única.

En un contexto en el que los procedimientos y los trámites resultan engorrosos suena bien el hecho de destrabar. Aprovechando el objetivo compartido de facilitar la vida a personas e instituciones profundicemos lo que implicadestrabar.

Si partimos de la premisa que apuntamos a una gestión pública efectiva y responsable entonces tendríamos que entender primero la razón del trámite y procedimiento y cómo éstos contribuyen a la efectividad de la gestión en una mirada de atención al ciudadano (persona natural o jurídica) con los más altos estándares de calidad.

Sean los diversos usos de la información que se deriva del trámite (información, gestión, control, seguimiento) lo importante es definir cuál es la ruta crítica que hace que el trámite tenga sentido tanto para la administración pública como para el ciudadano (estoy pensando en hombre y mujeres). El problema es cuando el trámite solo se hace para cumplir un rito burocrático y no existe una administración efectiva de esa información.

Una gestión pública moderna debe ser capaz de administrar su información, convertirlo en conocimiento y toma de decisiones efectivas. De ahí se entiende la importancia de avanzar hacia el gobierno electrónico y todo aquello que permita un proceso rápido de toma de decisiones. Pero no estamos hablando de simples decisiones discrecionales del funcionario/funcionaria, sino de decisiones responsables que en buena cuenta quiere decir decisiones de acción con gran sentido de responsabilidad social y ambiental.

Esto significa que destrabar no significa de ninguna manera subestimar, reducir o eliminar consideraciones de naturaleza social y ambiental. Si alguien está pensando que bajo la lógica de destrabar vamos atacar a la “legislación ambiental agresiva”, los “conservacionistas opositores al progreso” o vamos a relativizar el ejercicio de derechos humanos lo invito a revisar si su posición se inscribe en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Destrabar tiene que ver con una mejor gestión de la información y la administración de materia y energía. Ello implica identificar el paso innecesario, la duplicidad de información, buscar la forma de ahorrar materiales (papeles, tintas, estantes, etc.), energía (física, psicológica, etc.) y personal (mirando el Estado como un sistema y no como un sector o dependencia). De ahí la necesidad de seguir avanzando en el tema de informatización de todos los procesos de la administración pública.

Significa también pasar de una mirada de recurso o producto a una mirada de gestión de sistemas a partir de la identificación de problemas de frontera. Los temas no son absolutamente sectoriales como hablar de árboles o de peces o de rocas, sino que cada uno de estos recursos se ubica en un sistema en el cual interactúan personas, ideologías, valores, intereses, agendas, proyecciones que escapan largamente a una visión sectorializada.

La informalidad o ilegalidad no se resuelve desde miradas sectoriales y se requiere el concurso de diversos especialistas, sectores y niveles de gobierno, incluyendo a los propios actores involucrados en la informalidad o ilegalidad. Es lo que se llama la comunidad extendida de pares que busca de manera creativa los caminos de la transformación con enfoque de sostenibilidad.

Bienvenida entonces las inversiones responsables y los procesos responsables de simplificación administrativa en el marco de una gestión pública efectiva en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-el-octavo-mandamiento-destrabar-responsablemente/

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