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El falso dilema entre conservación y desarrollo

 Por: Rodrigo Arce Rojas

Producto del pensamiento binario (reducción de la realidad a solo dos opciones posibles y negación de la complejidad) aún se mantienen posiciones que contraponen la conservación y el desarrollo como si fueran aspectos incompatibles. Bajo el influjo de este paradigma reductor de la realidad se mantienen afirmaciones como: “los ambientalistas no pueden negar nuestro derecho al desarrollo”, “los ambientalistas prefieren los pajaritos que la gente”,  “¿Derechos de la naturaleza o derechos de las personas?”,  “¿Bajo qué moral pueden pedirnos que conservemos nuestros bosques cuando ellos lo destruyeron para desarrollarse?”, “no todo puede reducirse a lo ambiental” (¿Todo puede reducirse a la economía?), “la legislación ambiental es agresiva”,  entre otros dichos que forman parte de las creencias que guían el pensamiento y el accionar de estas personas.

Si se analiza más profundamente la base de este tipo de pensamiento se desprenden los siguientes prejuicios:

  • La conservación es solo un tema de ambientalistas
  • Los ambientalistas son enemigos del desarrollo
  • Primero el desarrollo y luego la conservación
  • Si queremos desarrollarnos tenemos que reducir las exigencias ambientalistas
  • Con los beneficios del desarrollo podemos luego reparar los daños a la naturaleza
  • La conservación es insensible con la gente, entre otros.

A estas alturas parecía que el tema de la sostenibilidad parecía ser un concepto totalmente institucionalizado y que ya estaba instalado en nuestra cultura, discurso y narrativa. Más allá de las discusiones sobre la sostenibilidad (que afirman que es un concepto a la carta que se usa según mejor conveniencia) nosotros queremos rescatar el espíritu del balance, del equilibrio, de la ponderación apropiada de las diferentes dimensiones.

Bajo esta perspectiva no solo estamos hablando de las perspectivas sociales, ambientales y económicas, sino que expresamente reconocemos las variables institucionales, políticas, legales, psicológicas y culturales. De lo que estamos hablando es de un balance de materia y energía que busca la armonía sobre la base del respeto profundo a toda expresión de vida y los factores que lo sustentan sin afectar su dinámica de producción y reproducción.

Parte del problema es la distorsión del concepto de conservación que ha sido erróneamente tergiversado y que se  reduce a su dimensión de protección. Así, para el discurso común la conservación es equivalente a preservación, al no tocar, a la prohibición.

Cuando se acuñó el concepto de conservación hacía referencia a la gestión de la biosfera que implicaba tanto la protección como el manejo, como el aprovechamiento sostenible de ecosistemas, especies y genes.

Como tal era un concepto totalizador que aludía a la capacidad del ser humano de gestionar efectivamente la biosfera más allá de reducirlo solo a la protección o solo al uso (muchas veces convertido en explotación).

Lamentablemente esta distorsión provocó que en el lenguaje técnico se tenga que decir expresamente manejo y conservación legitimando la distinción y reduciendo el tema de conservación a la dimensión de protección. Desde entonces el manejo tiene una concepción de producción y la conservación alude fundamentalmente a las Áreas Protegidas.

Si asociamos el concepto de manejo únicamente a la producción nos olvidamos o debilitamos las consideraciones que aseguren la estructura y el buen funcionamiento de los ecosistemas forestales.

Si asociamos el concepto de conservación solo a la intangibilidad de áreas protegidas no damos cuenta de las diversas expresiones de aprovechamiento sostenible de recursos que permiten las áreas protegidas según su categoría y según su zonificación (se refiere a las áreas protegidas de uso controlado).

Para superar las aparentes incompatibilidades entre conservación y desarrollo habría que tomar en cuenta las siguientes consideraciones:

  • El enfoque sistémico busca sopesar las diferentes dimensiones de la realidad y la decisión final corresponde a procesos técnico-políticos. Perspectivas como gestión de cuencas, ecología de paisajes, paisajes culturales, paisajes bioculturales van en esa dirección.
  • Los procesos técnico-políticos que definen el grado de uso o mantenimiento de la integridad de un ecosistema aluden a la participación, al proceso de consulta previa, al diálogo intercultural. Esto implica la buena gobernanza, a la profundización de la democracia y la ciudadanía activa.
  • Mejores niveles de coordinación entre niveles de gobierno, entre sectores, entre departamentos y entre personas. Ello demanda no solo trabajo inerdisciplinario sino también transdisciplinario.
  • Estos procesos de deliberación pública-privada son expresiones de diálogo fecunda entre comunidades extendidas de pares que quiere decir que participan todos los actores involucrados bajo principios de buena fe, transparencia, equidad en la afirmación y respeto mutuo. Implica a todas luces superar los procesos asimétricos de diálogo.
  • Superar el pensamiento binario y aceptar que la época demanda hacer frente la complejidad y la incertidumbre. Más que soluciones facilistas en uno u otro sentido se requiere soluciones inteligentes, sensibles y comprometidas con la vida presente y futura.
  • Recanalizar las energías, experiencias y propuestas para superar la confrontación a partir de un espíritu constructivo. Ello requiere capacidad de establecer diálogos fecundos a partir de la capacidad de encontrarse, de predisponerse a aprender uno del otro y tener la predisposición mutua a la transformación.
  • La creatividad y la innovación son elementos fundamentales para abrir nuevas perspectivas y posibilidades más allá de los pensamientos reductores. La búsqueda de terceras opciones es crucial para no quedar encerrado en paradigmas, discursos y sentimientos que simplifican la realidad.

Fuente artículo: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Desarrollo-Sustentable/El-falso-dilema-entre-conservacion-y-desarrollo

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Gestión del conocimiento frente la complejidad de la conservación ambiental

17 de agosto de 2016 / Por: Rodrigo Arce Rojas / Fuente: http://pcnpost.com/

La conservación ambiental es el campo de la complejidad por antonomasia. Atrás quedaron las épocas en las que la conservación solo era vista como el campo de los procesos biogeoquímicos y por tanto la gestión de la conservación enfrenta los retos de abordar la incertidumbre y la aleatoriedad desde perspectivas más sistémicas en diálogo dinámico con el entorno.

Según el portal Planet Earth Herald los 10 problemas ambientales más serios a los que se enfrenta nuestro planeta son en orden de importancia: sobre población, cambio climático, pérdida de biodiversidad, ciclos de fósforo y nitrógeno, agua, acidificación del océano, contaminación, desgaste de la capa de ozono, exceso de pesca, deforestación (Expoc, 2012). Como podemos apreciar, todos estos problemas están fuertemente interconectados y por tanto se requiere abordarlos desde la perspectiva de la complejidad y el pensamiento complejo.

El pensamiento complejo es una actitud, una invitación para abordar la realidad desde múltiples, perspectivas y sentidos con especial énfasis en las relaciones e interconexiones dinámicas en tal sentido promueve un saber integral. El campo de la conservación requiere un saber totalizador y la transdisciplinariedad es el primero de los medios a través de la que se alcanza la madurez de pensamiento que se necesita en esta nueva era (Columbie, 2012).

En esta línea de pensamiento, la solución a la problemática ambiental concebida desde todas las ciencias posibles permite que los individuos se identifiquen tanto con los problemas globales del ambiente, como en el medio donde vive; busca identificar las relaciones de independencia que se dan entre el entorno y el hombre, todo esto con el fin de garantizar el sostenimiento de las generaciones actuales y futuras (Columbie, 2011).

Es sintomático que los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas recojan la complejidad de la realidad en la que se inscriben la conservación y el desarrollo. Estos objetivos están ligado a pobreza, hambre y seguridad alimentaria, salud, educación, igualdad de género y empoderamiento de la mujer, agua y saneamiento, energía,crecimiento económico, infraestructura, reducir desigualdades en y entre los países, ciudades, producción y consumo sostenibles, cambio climático, océanos, bosques, desertificación y diversidad biológica, justicia y paz, y alianzas(Naciones Unidas, 2016).

Ahmed Djoghlaf, el Secretario Ejecutivo Convenio sobre la Diversidad Biológica, manifiesta que la conservación y uso sostenible de la diversidad biológica y la erradicación de la pobreza extrema constituyen dos de los principales desafíos mundiales de nuestra era. La comunidad internacional ha reconocido que existe una estrecha interrelación entre estos dos desafíos y que, por lo tanto, deben ser abordados en forma coordinada (Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica, 2009).

Revisemos algunos casos prácticos que enfrenta la conservación ambiental. Por ejemplo, en un estudio sobre deforestación en el paisaje Yavarí – Samiria en la Amazonía peruana se encuentra que la mayor dinámica en el cambio del uso del suelo en las áreas evaluadas es impulsada por diversos factores, los cuales conducen a la conversión de bosques en tierras deforestadas; conductores, como la tala selectiva de especies maderables y no maderables con fines comerciales, la construcción de caminos (Carretera Iquitos – Nauta) y explotación de petróleo que promueve la ocupación de los territorios aumentando los focos de colonización de nuevas áreas; el avance de la frontera agrícola para la extensión de cultivos y ganadería con la finalidad de satisfacer las necesidades de consumo de los individuos y grupos humanos (Mercado, 2012).

En la elaboración de la Estrategia para la Conservación del Oso Andino en el Santuario Histórico de Machupicchu y el Área de Conservación Regional Choquequirao elaborada por SERNANP y colaboradores (2014) se encuentra que las presiones de desarrollo en el área de influencia del Complejo Natural Cultural Machupicchu Choquequirao son, en gran medida, responsables de las principales amenazas contra las poblaciones del oso andino. Para hacer frente a estas presiones es necesario un cambio de paradigma en cuanto al desarrollo y la necesidad de que este sea sostenible.

En tal medida, además de los aspectos directamente ligados a la conservación y gestión del paisaje, se plantea el apoyo a desarrollo de ZEE Inventario de posibles programas de desarrollo sostenible, apoyo a la capacitación en programas de desarrollo sostenible (zona de amortiguamiento), el Plan integral de turismo sostenible, el Plan de gestión de productos forestales (leña y madera), el Plan de gestión de residuos sólidos, y el Programa de vigilantes voluntarios.

Márquez y Goldstein (2014) al estudiar los conflictos entre la gente y el oso andino plantean que la resolución de estos conflictos requiere tanto de un marco institucional operativo como de manuales y guías que faciliten la aplicación de herramientas y técnicas de manejo del conflicto. Un primer paso fundamental para la resolución del conflicto, es el diagnóstico del riesgo de conflicto, el cual está en gran medida determinado por la ecología de la especie involucrada, el tipo de actividad económica, los aspectos culturales de las personas afectadas por el conflicto, así como por la capacidad de gestión de la institucionalidad.

Múltiples son los enfoques y acercamientos que se han realizado para recuperar la complejidad de lo ambiental. Por ejemplo, Boff (2000) distingue siete “caminos” o prácticas esenciales de la ecología para articular una propuesta eco-teológica holística. Estos caminos son: El Camino de la Técnica (eco-tecnología), el Camino de la Política (eco-política), el Camino de la Sociedad (ecología social), el Camino de la Ética (ética ecológica), el Camino de la Mente (ecología interior o mental), el Camino del Corazón (mística cósmica), y el Camino de la Praxis Cristiana (eco-teología).

No obstante, estos esfuerzos aún están incompletos y varias disciplinas como la ética y la psicología por ejemplo, no se vislumbran nítidamente como aportes reflexivos que permeen la gestión de la conservación. A pesar del creciente interés que despiertan las cuestiones ambientales en todas las esferas de la sociedad global, la dimensión ética de estos problemas no siempre se ha articulado adecuadamente en el proceso de toma de decisiones políticas (Ten Have, 2010). Exploremos un poco más a modo de ejemplo estos abordajes.

Yang (2010) da cuenta de tres principios normativos de la ética ambiental: Los principios de la justicia ambiental, el principio de la igualdad entre las generaciones, y el principio del respeto a la naturaleza. Asimismo señala que desde la perspectiva de la ética ambiental los especialistas han llegado al siguiente consenso: La crisis del medio ambiente es la patología de la civilización industrial moderna, la Tierra es la riqueza común, la pobreza es una forma de contaminación, el militarismo es una de las principales amenazas a la vida en la Tierra, la justicia ambiental es una cuestión prioritaria de la ética ambiental, y la ética ambiental debe participar activamente en el proceso de toma de decisiones sobre el medio ambiente.

Según la perspectiva de la Psicología Ambiental “el ambiente no es un espacio neutro y excepto de valores, él es culturalmente marcado. El medio ambiente vehicula significaciones que son parte integrante del funcionamiento cognitivo y comportamental del individuo. La relación a un espacio dado es, más allá del presente; tributaria de su pasado y del futuro: el contexto ambiental, objeto de percepciones, de actitudes y de comportamientos desplegados en su seno, toma toda su significación en referencia a la dimensión temporal” (Navarro, 2004).

La gestión del conocimiento en la conservación ambiental enfrenta entonces el reto de la complejidad que se pone de manifiesto en los ecosistemas y en los socioecosistemas habida cuenta que finalmente lo que se trata es de lograr sistemas de convivencia entre los seres humanos y las diversas expresiones de la diversidad biológica pensando en las generaciones presentes y futuras.

El proceso de atraer, generar, procesar, distribuir, almacenar conocimiento relativo a la conservación ambiental se nutre de la ciencia y de los conocimientos y saberes tradicionales reconociendo a la vez las limitaciones de las ciencias disciplinarias de corte reduccionista y disyuntivo. Debemos reconocer que la sacralidad generada en torno a la ciencia clásica está en serio cuestionamiento al separar el sujeto investigador del objeto, al pretender neutralidad ética, al propender a la hiperespecialización que desconecta, entre otras observaciones significativas. Pero tampoco trata de negar los aportes de la ciencia sino abrir la mente y las manos para abordajes que tengan la capacidad de reconocer los límites de nuestros marcos paradigmáticos, marcos perceptuales e ideológicos justamente para poder enriquecerlos.

En este proceso de apertura mental y emocional para capturar la integralidad de la realidad de la conservación ambiental cobra real sentido identificar una serie de dilemas y tensiones con las que hasta ahora nos habíamos movilizado para entenderlas como procesos totalizadores, dialogantes, no solo que tienen mutua influencia sino que incluso el abordaje de la causalidad lineal cambia para dar apertura a una dinámica de múltiple causalidad en la que las causas pueden pasar a ser efectos y viceversa. Para ello se precisa una mayor apertura en los enfoques y prácticas de investigación interdisciplinaria y transdisciplinaria.

Se requiere además amplificar el abanico de opciones que hemos venido usando en la gestión del conocimiento. Reconociendo la construcción social del conocimiento y la importancia de los enfoques colaborativos se requiere por ejemplo dar pie a las conversaciones creativas significativas y la diversificación de registros y mecanismos de socialización.

La gestión del conocimiento no se circunscribe entonces a qué tanto aprendemos mejor nosotros como practicantes de la conservación ambiental, sino la medida en que todos los actores involucrados participan en la construcción social del conocimiento.  Un conocimiento que no queda en la parte cognitiva sino que también incorpora las emociones, los afectos, la leyenda, el cuento, la poesía, la filosofía, la ética. Se requiere además considerar no sólo como activamos al cerebro sino a la plenitud del ser humano en sus dimensiones cuerpo-fisiología-lenguaje-mente-corazón-espíritu.

Se trata entonces de promover el encuentro de cada persona consigo mismo, con la sociedad, la naturaleza y el cosmos. Es así como la gestión del conocimiento contribuye al despliegue de todas sus facultades, capacidades y potencialidades a favor de la conservación que entendida en su real dimensión es el compromiso mismo con el desarrollo sostenible.


Bibliografía revisada:

Boff, L. (2000). La Dignidad de la Tierra: Ecología Mundialización, Espiritualidad. La Emergencia de un Nuevo Paradigma. Madrid: Editorial Trotta

Columbie, N. (2012). Consideraciones teóricas necesarias acerca de la problemática ambiental desde un enfoque complejo. En: Revista OIDLES – Vol 6, Nº 12 (Junio 2012).  (Acceso el 12 de abril de 2016).

Columbie, N. (2011) Cultura ambiental y pensamiento complejo: un enfoque Transdisciplinario. En: Contribuciones a la Economía, octubre. (Acceso el 12 de abril de 2016).

Expoc. (2012). Los 10 problemas ambientales más apremiantes. (Acceso el 12 de abril de 2016).

Márquez, R; & Goldstein, I. (2014). Guía para el diagnóstico del paisaje de conflicto oso-gente. Versión 1.0. Santiago de Cali: Wildlife Conservation Society Colombia.

Mercado, A. (2012). La deforestación histórica en el paisaje Yavarí – Samiria: Resultados preliminares. Serie Colaboraciones. Lima: Wildlife Conservation Society.

Naciones Unidas (2016). Los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Extraído de: http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/ (Acceso el 12 de abril de 2016).

Navarro, O. (2004). Psicología ambiental: visión crítica de una disciplina desconocida. (Acceso el 12 de abril de 2016).

Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica. 2009. Gestión forestal sostenible, biodiversidad y medios de vida: Guía de buenas prácticas. Montreal: CDB.

SERNANP, GOBIERNO REGIONAL DEL CUSCO, WCS, INKATERRA (2014). Estrategia para la conservación del Oso Andino en el Santuario Histórico de Machupicchu y el Área de Conservación Regional Choquequirao, Lima: SERNANP, GOBIERNO REGIONAL DEL CUSCO, WCS, INKATERRA.

Ten Have, H. (2010). “Introducción: medio ambiente, ética y políticas”. En: Ten Have, H. (Editor) (2010). Ética ambiental y políticas internacionales. Francia: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura – UNESCO.

Yang, T. (2010). “Hacia una ética ambiental global igualitaria” En: Ten Have, H. (Editor) (2010). Ética ambiental y políticas internacionales. Francia: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura – UNESCO.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-gestion-del-conocimiento-frente-la-complejidad-de-la-conservacion-ambiental/

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Fortalecimiento de capacidades y gestión del conocimiento para la gestión de paisajes forestales sostenibles en la gestión pública forestal

13 de agosto de 2016 / Por: Rodrigo Arce Rojas / Fuente: http://pcnpost.com/

El enfoque de paisajes forestales sostenibles tiene la virtud de tomar en cuenta la totalidad de elementos, estructuras, funciones y procesos que se dan en el paisaje de tal manera que se logren armonizar lo que se ha dado en llamar sectores productivos y la conservación ambiental.

Bajo esta perspectiva se promueve que la producción de bienes se integre con el mantenimiento de los servicios ecosistémicos. El enfoque de paisajes se fundamenta en una concepción territorial donde el territorio es entendido como flujos de materia, energía e información y por lo tanto no se reduce a cuestiones biofísicas sino que además incorpora la dinámica social, institucional, legal y el valor de la cultura.

Desde una perspectiva política la gestión de paisajes forestales sostenibles implica conceptos y prácticas claras de gobernabilidad y gobernanza. Desde una perspectiva sociopolítica se requieren procesos de ordenamiento territorial y de ordenamiento forestal. Por ello se necesita construir un proceso de toma de decisiones que refleje los consensos entre los funcionarios públicos y los actores involucrados (ciudadanos, organizaciones, empresas, pueblos indígenas) que se base en la mejor información. De ahí que la generación de evidencias sea una de las tareas fundamentales para la toma de decisiones.

Para lograr los propósitos de la gestión de paisajes forestales se requiere una administración pública efectiva que tenga una alta capacidad de coordinación que permita superar la fragmentación organizativa y la hiperespecialización profesional y técnica. Todo ello en el marco de un proceso de democratización de la gestión pública, gestión para resultados y la descentralización que no debe retroceder sino mejorarse.

Avanzar en la dirección de los paisajes forestales sostenibles implica captar, desarrollar y mantener los talentos humanos que hagan posible la aplicación de los principios de la gestión de paisajes. Precisa por tanto procesos de profesionalización desde la perspectiva de la complejidad. No solo se trata de funcionarios que sepan resolver problemas (que sigue siendo muy importante) sino que sepan identificar problemas, anticiparse a los problemas, aprender de los problemas, recrear nuevas posibilidades y alternativas en la solución de los problemas. Pero no se trata solo de una visión reactiva sino de incorporar una visión prospectiva que permita identificar tendencias.

Significa además que los funcionarios tienen la capacidad de superar una visión lineal de causa y efecto para reconocer la multicausalidad, la multidimensionalidad, las múltiples escalas y el comportamiento de los sistemas. Se necesita por tanto profesionales con capacidades de trabajo interdisciplinario y transdisciplinario, lo que implica mucha apertura, capacidad de tender puentes y alta predisposición para aprender desde otras perspectivas y métodos, capacidad para deconstruir y volver a construir a partir de las nuevas realidades.

Un gran reto de la buena burocracia alude a la capacidad de desarrollar un proceso de mejoramiento continuo de procesos y procedimientos. Muchas veces es la propia institucionalidad que genera camisas de fuerza de corte legal y administrativo que constriñen la creatividad y la innovación. No se trata solo de simplificación administrativa sino de optimización administrativa. Las propias presiones políticas internas con frecuencia constituyen limitantes para el despliegue imaginativo de nuevas y formas más efectivas para abordar una situación o proceso. Gran reto entonces de tumbar todos los muros que atentan contra el desarrollo y consolidación de talentos humanos necesarios para la gestión del cambio.

Promover las buenas prácticas ayuda, no obstante, es preciso avanzar hacia prácticas inteligentes y generar procesos de gestión del conocimiento de dichas prácticas. No se trata solo de enumerar las lecciones aprendidas sino de gestionar las lecciones aprendidas. No se trata solo de generar informes que aumentan los volúmenes de papel a imprimir y almacenar sino de promover procesos de reflexión y propuesta tomando en cuenta todos los aspectos de la complejidad anteriormente señalados.
Se requiere además un funcionario público con valores.

Un funcionario que sea capaz no solo de responder a la visión y misión institucional, lo cual es muy plausible, sino que sobre todo sea capaz de actuar y responder desde la perspectiva del usuario manteniendo siempre los principios de justicia, equidad y sostenibilidad. Tener en mente que la función pública es de servicio con los más altos estándares de calidad y ello implica no perder de vista la sostenibilidad. No se trata solo de cómo se facilita el desarrollo de negocios (los cuales son muy importantes por cierto) sino de cómo se construye la sostenibilidad de los paisajes forestales. Transparencia y lucha decidida contra la corrupción son elementos claves para avanzar en el sentido de la sostenibilidad.

Todo lo mencionado arriba implica entonces una adecuada conjugación entre los procesos de fortalecimiento de capacidades y la gestión del conocimiento. Abordar los retos de la complejidad de la gestión de paisajes forestales sostenibles implica la generación y desarrollo de los talentos humanos con pensamientos críticos y capaces de administrar la energía cultural en la dirección de los objetivos del desarrollo sostenible. Eso exige de los funcionarios enfoques y prácticas de participación, de diálogo intercultural, de inclusión, de derechos humanos, igualdad y equidad de género.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-fortalecimiento-capacidades-gestion-del-conocimiento-la-gestion-paisajes-forestales-sostenibles-la-gestion-publica-forestal/

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El diálogo en la gestión de paisajes forestales sostenibles

10 de agosto de 2016 / Por: Rodrigo Arce Rojas / Fuente: http://pcnpost.com/

Un paisaje forestal sostenible no se ajusta necesariamente a las divisiones políticas-administrativas porque las circunscripciones territoriales no siempre han partido desde una perspectiva de las cuencas. Ello se manifiesta en fracturas en la gestión de paisajes forestales por cuanto no se toma en cuenta las dinámicas ecológicas, culturales y económicas que se dan en la realidad.

Esta situación tiene serias implicancias en los ciclos biogeoquímicos, en la gestión de los recursos hídricos, en los flujos genéticos, entre otros impactos que repercuten directamente en la calidad de vida no solo a los pobladores del paisaje forestal sino también – debido a los procesos atmosféricos globales – a lugares que geográficamente están muy distantes.

Esta situación nos debe llevar a reconocer a los paisajes forestales como sistemas complejos integrados por materia, energía e información en los que se verifican interacciones e interrelaciones de gran dinamismo. Como consecuencia de ello se producen una serie de tensiones producto de quiebres, disrupciones, discontinuidades, emergencias, aleatoriedad, caoticidad entre otros fenómenos que dan cuenta la relación estrecha entre orden e inestabilidades en busca de los equilibrios siempre dinámicos.

No solamente estamos hablando de la complejidad ecológica sino que debemos considerar la complejidad de los sistemas en una perspectiva totalizadora donde la energía cultural forma parte intrínseca de un paisaje forestal. En tal sentido, los paradigmas, creencias, valores, ideologías, imaginarios, representaciones sociales, los significados y sentidos de los actores también son dignos a tomarse en cuenta. No son casuales los diversos intentos de los sectores de avanzar hacia una cultura ambiental, cultura forestal, cultura del agua, entre otras perspectivas que buscan maneras de creer, pensar, sentir, comunicarse y proceder de manera amigable y sostenible con aquello que llamamos naturaleza y sus elementos.

Entendido el paisaje forestal como el espacio en el que se verifican diversas actividades productivas forestales, agrarias, pecuarias, comerciales y otras desarrolladas por diversos actores con distintos intereses, discursos, narrativas, actitudes y comportamientos no estamos exentos de conflictos de resistencia (negación o rechazo) y conflictos de convivencia (distribución de beneficios), conflictos funcionales (estructurantes) y conflictos disfuncionales (desestructurantes) que en la práctica se constituyen en campos de fuerza que dan dinamismo al sistema.  Estos conflictos nos están invitando permanentemente a revisar nuestras formas de pensar, sentir, decir y actuar por lo que llevan siempre el germen de la transformación. Ello requiere mucha apertura mental para dar pie a los procesos creativos e innovadores que dejen fluir nuevos discursos, nuevas narrativas y nuevas imágenes para la convivencia en el marco de la sostenibilidad.

La gobernanza del paisaje forestal alude a las decisiones que se toman, los que participan en las decisiones, la forma y los atributos de las decisiones. Estamos hablando si son decisiones producto de procesos participativos y democráticos o de decisiones tecnocráticas e impuestas, estamos hablando si las decisiones se toman basados en información y evidencias, estamos hablando si hay mecanismos de transparencia.

Una buena gobernanza alude a la capacidad de diálogo entre las autoridades y la sociedad civil incluyendo a los pueblos indígenas para tomar buenas decisiones. Téngase presente que muchos de los paisajes forestales escapan a las jurisdicciones político-territoriales y se requiere el uso de otros mecanismos como los comités de gestión de cuencas o mancomunidades. Lo importante es no perder de vista la gestión del paisaje forestal concebido como sistema. Ello implica altas capacidades de coordinación y de concertación.

Todo lo expresado nos lleva a reconocer la importancia del diálogo intercultural en la gobernanza de los paisajes forestales que deben ser gestionadas bajo el sello de la sostenibilidad, la paz, la equidad y la justicia. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible constituyen un excelente marco para esta gestión integradora. En esta misma dirección, los planes de vida de los pueblos indígenas pueden ser valiosas herramientas que favorezcan el diálogo con propuestas.

Diálogo no es únicamente un proceso de intercambio de información, alude más bien a un proceso en el que los actores se predisponen sinceramente a encontrarse en espacios seguros y de confianza, la predisposición de interaprendizaje en el reconocimiento que no hay una única verdad y la predisposición a transformarse a la luz de los procesos deliberativos.

El diálogo tiene que ver con la empatía, el amor y el reconocimiento genuino de sentirnos como un “nosotros” antes que “los unos contra los otros”. La filosofía del diálogo alude a la capacidad de saber dialogar con nosotros mismos, con las personas, con la naturaleza y el cosmos para que sean procesos comunicacionales significativos, con sentido y con capacidad de transcendencia. Esto cobra mayor sentido en sociedades altamente diversas donde no siempre los atributos de calidad de vida son los mismos para los diferentes actores presentes.

Seguramente en el sistema podrá haber dolor, frustración, furia contenida, regionalismos, dogmatismos y sectarismos pero habrá que tener la capacidad de saber procesarlos y convertirlos en catalizadores de procesos positivos de transformación. Son frecuentes los regionalismos producto de procesos históricos pero estas actitudes no se condicen por ejemplo cuando se trata de la gestión integrada de los recursos hídricos o cuando se trata de las grandes migraciones de aves o procesos reproductivos de peces que escapan largamente un paisaje forestal incluso.

No es que la desglaciación afecte únicamente a los pueblos aledaños sino que afecta incluso a los pueblos costeros, no es que la deforestación sea un proceso lejano y ajeno sino que sus efectos nos alcanzan con los embates del cambio climático.

Todos estos elementos nos llevan entonces a recuperar conceptos como la ciudadanía ambiental o la ciudadanía planetaria. No es posible seguir manteniendo un individualismo pragmático, materialista y consumista porque al final la factura la pagamos todos. De ahí la importancia la gestión de paisajes forestales se base en diálogo generativo, diálogo transformador, diálogo de afectos, diálogo de unidad en la diversidad.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-el-dialogo-en-la-gestion-de-paisajes-forestales-sostenibles/

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Aportes de la economía ecológica a la gestión ambiental

03 de agosto de 2016 / Por: Rodrigo Arce Rojas / Fuente: http://pcnpost.com/

Los defensores acérrimos de la pertinencia del sistema económico vigente aducen que la economía es el eje que mueve el mundo. Para ellos primero es la economía, segundo, es la economía y tercero es la economía.

Bajo esta concepción lo ambiental y social deben tomarse en cuenta pero solo si no afectan la economía. Incluso se ha inventado el término desarrollo sostenible para decir que se toma en cuenta lo económico, lo social y lo ambiental pero valgan verdades el peso específico que tienen los factores ambientales y sociales varía entre los actores porque éstos están supeditados a que no se afecte la economía.

Si aceptamos que es el Homo economicus el que domina el mundo, entonces habría que reconocer también que el sistema económico predominante no ha sido capaz de ofrecer un planeta sustentable. La afectación del sistema atmosférico global, la pérdida de los glaciares, la alteración de los recursos hídricos, la pérdida de biodiversidad, la deforestación, la desertificación, entre otros procesos globales, nos estarían indicando que el modelo civilizatorio ha fallado. Ello nos obliga a revisar los viejos paradigmas que han conducido los procesos políticos y económicos que predominan en el mundo.

La base de la economía neoclásica se sustenta en las siguientes premisas básicas: las personas se mueven con el propósito de maximizar sus beneficios, solamente interesa todo aquello que es producible, apropiable y vendible, y solo cuentan los actores que están en la transacción. Como tal el sistema económico se concibe como un sistema cerrado y con una mirada fundamentalmente cortoplacista de la ganancia inmediata.

Frente a esas posturas la economía ecológica apareció como la ciencia que estudia las interacciones entre los sistemas económicos y los ecosistemas en una perspectiva de gestión de la sustentabilidad (Van Hauwermeiren (1998). La economía ecológica parte de una crítica profunda a la economía convencional y da respuestas filosóficas, teóricas y metodológicas para construir una propuesta alternativa más amigable con la sociedad y el ambiente.

A diferencia de la economía convencional la economía ecológica reconoce que la economía es un sistema abierto y como tal abierto a las leyes de la termodinámica. Desde una perspectiva holística y sistémica la economía ecológica dice que no es posible abstraerse ni de la naturaleza ni de la sociedad por tanto incorporan en su reflexión y práctica conceptos que son esquivos en la economía convencional tales como la justicia ambiental, la equidad, la cultura, la igualdad y equidad de género y la participación de todos los actores involucrados en la definición de los límites económicos de los ecosistemas.

La economía ecológica no hace las explicaciones solo desde una perspectiva ecológica o económica sino más bien desde un enfoque interdisciplinar y transdisciplinar. En tal sentido está más acorde con lo que implica los retos del pensamiento complejo donde el enfoque sistémico es fundamental. De ahí que una preocupación central de la economía ecológica es el desarrollo de indicadores biofísicos de sustentabilidad para superar las limitadas mediciones del crecimiento económico. El reconocimiento de la incertidumbre en los sistemas y los diversos factores que están en juego convierten a la economía ecológica en una ciencia postnormal.

Los impactos de la actividad económica convencional al ambiente se manifiestan en el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación y la afectación a los servicios ecosistémicos. No es posible pues abstraer las actividades económicas de la naturaleza pues en realidad se sustenta en ella.

La economía ecológica menciona que tanto la economía de los recursos naturales y la economía ambiental no logran dar respuestas a la sustentabilidad en tanto constituyen una prolongación de los marcos teóricos e instrumentales de la economía convencional. Por ejemplo plantean que para solucionar los impactos negativos de la economía convencional a la sociedad y el ambiente lo que hay que hacer es incorporarlo a las leyes del mercado, en este caso, internalizar las externalidades.

La economía ecológica dice que el problema es que hay valores en la vida que no son internalizables. Lo curioso es que la economía convencional también reconoce este hecho cuando dice: “la sonrisa de mi bebé no tiene precio, para todo lo demás existe una tarjeta de crédito”. La “sonrisa de mi bebé” puede ser reemplazada por el valor sagrado de la montaña, beber agua de la laguna con confianza, el paisaje cultural, la sabiduría que encierra un idioma local, entre otros.

Otro aspecto central a destacar en la economía ecológica es la participación de todos los involucrados en la toma de decisiones sobre los límites económicos de los ecosistemas en lo que se ha dado a llamar la comunidad extendida de pares que incluye a todos los que deben estar y no solo los tecnócratas o los sectores económicos involucrados. Con ello la economía ecológica se adelantó a los principios que se han ido desarrollando en la gobernanza ambiental.

Frente a los retos de la gestión de paisajes forestales sostenibles la economía ecológica da marcos filosóficos, teóricos y metodológicos que contribuyen a la reflexión y la acción para la gestión de la sustentabilidad. Por ello es irresponsable la propuesta de la candidata que pretende desandar el proceso de formalización de la minería informal.

Como todo proceso es perfectible pero lo que no se puede hacer es avalar la destrucción de la Amazonía, de Áreas Naturales Protegidas, la explotación sexual de niñas, entre otros nefastos impactos en nombre del trabajo, del crecimiento económico o de la sed insaciable del poder político.


Bibliografía revisada:

Van Hauwermeiren, Saar (1998), Manual de economía ecológica. Quito: Instituto de ecología política. Pp. 97


Imagen de página principal cortesía de Feelart en FreeDigitalPhotos.net

Fuente artículo: http://pcnpost.com/rodrigo-arce-aportes-de-la-economia-ecologica-a-la-gestion-ambiental/

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Gestión de paisajes forestales sostenibles desde la complejidad

30 de julio de 2016/ Por: Rodrigo Arce Rojas / Fuente: http://pcnpost.com

Uno de los grandes retos que tenemos como países megadiversos es gestionar los paisajes forestales más allá de miradas fragmentarias desde los recursos (bosques, aguas, suelos, aire) o desde las dimensiones sociales, culturales, institucionales, legales, económicas o ambientales (entendida fundamentalmente como relativo a lo biofísico). En esta perspectiva se requiere avanzar desde los enfoques disciplinarios, a los enfoques interdisciplinarios, transdisciplinarios e incluso indisciplinarios.

La indisciplinariedad implica un nuevo paradigma del conocimiento que hace frente a la complejidad abordando la realidad no desde objetos de estudio sino trabajando con problemas de frontera. Esto significa trabajar con las totalidades, reconocer y gestionar la diversidad y realizar procesos de síntesis y sinergias de los enfoques empíricos analíticos e interpretativos (Hincapié, 2015).

Los paisajes forestales podrían ser catalogados como sistemas dinámicos no lineales, sistemas complejos no-lineales o sistemas complejos adaptativos (Maldonado, 2011) lo que da cuenta de su complejidad. En ellos se verifican una serie de características de la complejidad tales como auto organización, rupturas, inestabilidades, fluctuaciones, irreversibilidad, caos, evolución, sinergias, emergencias, recursividad, entre otras (Maldonado, 2011; Segura, 2009; Maldonado, 2003). Ello implica entonces superar visiones lineales y determinísticas de la gestión.

Queda corto entonces contentarse con la visión del árbol, con la visión del bosque, aunque siendo necesarios, se tiene que avanzar hacia una visión de las totalidades de los paisajes forestales que no significa verlo absolutamente todo sino tener la capacidad de identificar los fenómenos que atraen o convocan los fenómenos críticos. No es gratuito entonces la mirada de socioecosistemas y el reconocimiento de la ecología de paisajes y la biología de poblaciones como sistemas sociales naturales (Maldonado, 2009).

Un enfoque central de la gestión de paisajes forestales corresponde a los sistemas entendidos como conjunto de elementos interconectados o interrelacionados con un objetivo concreto (Segura, 2009). Específicamente estamos hablando de sistemas abiertos que importan y procesan elementos (energía, materia, información) de sus ambientes. Que un sistema sea abierto significa que establece intercambios permanentes con su ambiente, intercambios que determinan su equilibrio, capacidad reproductiva o continuidad, es decir, su viabilidad (entropía negativa, teleología, morfogénesis, equifinalidad) (Arnold y Osorio, 1998).

Como sistema abierto los paisajes forestales presentan algunas características como la no linealidad, interconexión estrecha, la auto organización, el cambio constante, la retroalimentación, la emergencia, entre otros. Asimismo, se resalta el hecho de ser contra intuitivos, no todo tiene necesariamente explicación causal e irrumpen hechos aparentemente sin conexión alguna. Así es que no solamente estamos hablando que no siempre existe una relación lineal de causa y efecto sino que las causas pueden convertirse en efectos y viceversa. 

En los paisajes forestales podemos apreciar una serie de dilemas o tensiones tales como orden-desorden, estabilidad-inestabilidad, equilibrio-no equilibrio, razón-emoción, producción-conservación, vida humana-vida silvestre, ingeniería-poesía, pasado-futuro, convivencia-conquista, formalidad-informalidad, legalidad-ilegalidad, entre otros. Desde la perspectiva del principio dialógico de la complejidad estos temas no se abordan como campos polarizados sino se les reconoce como términos complementarios y permite mantener la dualidad en el seno de la unidad (Castellanos, 2003). Estamos hablando entonces tanto desde la perspectiva del reconocimiento de diferentes lógicas que interactúan como la capacidad que tienen estos elementos para entrar en un proceso de encuentro dialógico. 

Con el principio Hologramático se concibe a la parte en el todo y al todo en cada parte (Castellanos, 2003). Este principio se aplica a todo nivel como por ejemplo la célula que contiene al individuo y el individuo que contiene a las células, la persona que está contenida en la sociedad y la sociedad que contiene a las personas. Así es que podemos decir que el ecosistema contiene al paisaje y el paisaje contiene al ecosistema. En buena cuenta este principio nos describe la estrecha interrelación que existe entre el micro mundo y el macro mundo. 

El principio de recursividad considera que los productos y los efectos son al mismo tiempo causa y productores de aquello que los produce. Esta tesis derrumba la causalidad lineal propia del positivismo (Castellanos, 2003). Ello nos da cuenta de los límites del marco lógico como herramienta de gestión. Necesitamos marcos metodológicos que den cuenta de las estrechas interrelaciones de los factores presentes en un problema.  Este principio es de especial consideración cuando hablamos de los grandes problemas que enfrentamos como la tala ilegal, la minería ilegal, los cultivos ilícitos, entre otros. 

Por todo ello, la gestión de paisajes forestales requiere fortalecer las capacidades de pensamiento sistémico y pensamiento crítico. El pensamiento sistémico alude a la capacidad de comprender las relaciones entre los diversos componentes de un sistema organizacional que obtiene resultados deseados e indeseados (Aljure, 2007). Es una disciplina para ver totalidades, un marco para ver interrelaciones en vez de cosas aisladas. Es la habilidad de encontrar patrones de cambio y de entender cómo las partes afectan al todo (Senge, 1999). El pensamiento crítico alude a la capacidad de irse más allá de las explicaciones hegemónicas.  

La forma cómo abordamos la gestión de paisajes forestales está muy influenciado por los marcos epistemológicos de la dominación del hombre a la naturaleza.  Latinoamérica necesita definir con qué marco epistemológico va a gestionar sus paisajes forestales para una relación de convivencia antes que de explotación. Se precisa entonces enfoques de descolonización epistemológica para construir alternativas al desarrollo y no seguir únicamente en la senda del progreso que se realiza a costa del ambiente y de las culturas. Requerimos que la construcción del conocimiento para la gestión sostenible de los paisajes implique la construcción participativa de un discurso y prácticas comunes de solidaridad y reciprocidad. No se trata de negar la economía sino de sincerarla, humanizarla a la vez dialogante con la naturaleza y el cosmos. 


Bibliografía revisada:

Aljure, J. (2007). Pensamiento sistémico: la clave para la creación de futuros realmente deseados. ELEGIR (9).

Arnold, M. y Osorio, F. (1998). Introducción a los Conceptos Básicos de la Teoría General de Sistemas. Cinta de Moebio [en linea]  [Fecha de consulta: 10 de mayo de 2016]

Castellanos, R. (2003). Metodología sobre el desarrollo del ser como personalidad. Caracas: Universidad Nacional Experimental de Guayana (UNEG).

Maldonado, C. (2011). Termodinámica y complejidad. Una introducción para las ciencias sociales y humanas. Bogotá: Ediciones desde abajo.

Maldonado, C. (2009). Complejidad de los Sistemas Sociales: Un reto para las ciencias sociales Cinta Moebio 36:146-157

Maldonado, C. (diciembre 2003). El problema de la filosofía del conocimiento y el estudio de los sistemas complejos. En: Praxis Filosófica, Universidad del Valle, No. 17, págs. 103-120

Segura, F. (2009). ¿Puede gestionarse la complejidad de los problemas sociales? Aportaciones desde la teoría de la complejidad en la formulación de políticas públicas. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Instituto Tecnológico de San Luis – Potosí, México.  23 (2009.3)

Senge, P. (1999). La Quinta Disciplina El Arte y la Práctica de las Organizaciones que Aprenden. Barcelona: Editorial Granica (Grupo Editorial Norma), Colección Management y contexto, 1999, pp. 494.

Fuente artículo: http://pcnpost.com/profile/rodrigoarcerojas/

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