No es necesario prolongar el suspenso. Las mujeres se ven más afectadas que los hombres por los efectos de la pandemia. De forma inequívoca y en todos los frentes: empleo, carga de trabajo y mental, ingresos… En junio de 2020, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dio la voz de alarma al constatar que «la crisis de Covid-19 afecta de forma desproporcionada a las trabajadoras». Y en más de un sentido.
Las mujeres están «sobrerrepresentadas» en todos los frentes de la crisis sanitaria. En primera línea, ya que las profesiones sanitarias están feminizadas en más de un 70%, llegando hasta el 90% entre las enfermeras y auxiliares de enfermería. Pero también en la segunda línea: en el momento álgido del encierro, las profesiones de la distribución (el 82% de los empleados son mujeres), la ayuda a domicilio (el 98% de las mujeres) o la limpieza (el 67%) proporcionaban «continuidad económica y territorial» asumiendo todos los riesgos, mientras que los equipos de protección seguían siendo difíciles de encontrar.
Las mujeres también cayeron masivamente en el paro parcial, que les permitió mantener su empleo cuando las actividades estaban paralizadas, pero que les hizo perder el 16% de su remuneración neta, excepto a las que reciben un salario mínimo. Los sectores de actividad más afectados por la crisis, es decir, los que se han beneficiado de una mayor asignación parcial de actividad desde el 1 de junio de 2020, son el turismo, la hostelería, el deporte, la cultura, el transporte de pasajeros y los eventos.
También en este caso se trata de actividades muy feminizadas: en el turismo o la hostelería, por ejemplo, más del 80% de los empleados son mujeres. Para el conjunto del año, aún no se conoce la distribución de mujeres-hombres entre los beneficiarios de la actividad parcial. Pero la OIT está convencida de lo siguiente: «Los empleos de las mujeres corren mucho más peligro que los de los hombres, sobre todo a causa de la crisis del sector de los servicios». A diferencia de la crisis de 2008, que afectó más a la industria.
Las mujeres que pueden teletrabajar no se libran. Según un estudio realizado por Ipsos y el Boston Consulting Group, el 34% de las mujeres encuestadas dijo estar «al borde del colapso» (frente al 28% de los hombres). Porque la frontera entre el trabajo y la vida personal se está erosionando, porque las mujeres tienen 1,3 veces menos probabilidades que los hombres de tener un espacio de trabajo aislado, porque son 1,5 veces más interrumpidas por los hijos o las tareas domésticas..
Por ello, no es de extrañar que la carga mental de las mujeres aumentara durante el aislamiento físico de la pandemia. Según la encuesta EpiCov realizada por el Inserm (Institut National de la Santé et de la Recherche Médicale) y la DREES (Direction de la Recherche, des Études, de l’Évaluation et des Statistiques) entre el 2 de mayo y el 2 de junio de 2020, las mujeres de entre 20 y 60 años que declaran dedicar al menos cuatro horas al día a las tareas domésticas habituales son el doble que los hombres (19% frente al 9%). Además, el 58% de las madres de niños pequeños pasan más de cuatro horas al día cuidando de ellos, frente al 43% de los padres. Por último, los hombres son 2,3 veces más propensos que las mujeres a dedicar menos de una hora al día a las actividades domésticas (40% frente al 17%).
Índice distorsionado
En este contexto, el Ministerio de Trabajo (Francia) publicó el 8 de marzo su índice 2021 de igualdad profesional entre mujeres y hombres. Hay que tener en cuenta que las empresas de más de 50 trabajadores están obligadas a medir cada año cinco indicadores: la brecha salarial entre hombres y mujeres (40% de la puntuación), la diferencia de aumentos anuales (20%), la diferencia de ascensos (15%), los aumentos al regreso de la baja por maternidad (15%) y la presencia de mujeres entre los salarios más altos de la empresa (10%).
Este año, el ministerio se ha alegrado de que el índice de respuesta haya aumentado considerablemente (ha pasado del 59% en 2020 al 70% en 2021) y de que la puntuación media haya progresado ligeramente hasta alcanzar los 85 puntos sobre 100 (+ 1 punto en comparación con 2020). Sin embargo, los interlocutores sociales consideran que estos resultados están sesgados por la crisis. El rango de empleados que se tiene en cuenta en estos cálculos excluye a los que trabajan a tiempo parcial, es decir, alrededor del 10 % de la plantilla de las empresas con más de 50 empleados.
Por lo tanto, este índice de igualdad ocupacional debe analizarse con cautela, incluso si se espera que la crisis de Covid se traduzca en un descenso histórico de la igualdad ocupacional. Rachel Silvera, investigadora asociada de la Universidad París-Nanterre, lamenta que se sacrifiquen «los peores trabajos». Con la modesta subida del salario mínimo (+ 0,9% el 1 de enero de 2021), en particular, «el 13% de las mujeres cobra el salario mínimo, frente al 5,5% de los hombres», señala este economista especializado en igualdad profesional. Además, «el 43% de los trabajadores que perciben un salario mínimo trabajan a tiempo parcial, mientras que esta forma de contratación alcanza al 17,5% de todos los asalariados».
Por lo tanto, podemos concluir con la OIT que «existe el riesgo de perder algunos logros de las últimas décadas y de empeorar las desigualdades entre hombres y mujeres en el mercado laboral». Esta es una de las especificidades de esta crisis: «A lo largo del siglo XX, a pesar de sus efectos devastadores, las guerras y las recesiones han hecho avanzar la igualdad de género en los países de renta alta», señala la economista Cecilia Garcià-Peñalosa en una columna publicada por Le Monde el 8 de marzo. Por ello, cree que «la reinserción de las mujeres en el mercado laboral debe ser un aspecto fundamental del plan de recuperación».
La positividad tóxica exige ser feliz a toda costa y vivir en un estado de optimismo total, con lo cual se niegan, se minimizan, se invalidan las auténticas experiencias emocionales del ser humano
El otro día un sobrino pintor que vive en Nueva York me habló de “la positividad tóxica” que impera en nuestra sociedad de las prisas, marcada por el individualismo, el consumismo y la victoria sobre el prójimo. Yo desconocía esa expresión, que explica muy bien “el malestar de nuestra cultura”, y le agradecí el haberme abierto una nueva puerta para ver el mundo desde otro ángulo.
Eduardo Anievas, así se llama ese bohemio que aboga por encumbrar “la empatía”, mostró su hartazgo por esas personas que te machacan continuamente con “un rollo positivo”, haciendo alarde de sus atributos, y que son incapaces de sentarse a tu lado para escuchar tus problemas, compartirlos y transmitir el calor humano que tanto se necesita en esta época en “la hay que estar bien a la fuerza” porque si no eres “un maldito pringao”.
En el curso de nuestra conversación, mediante el wasapeo, enfatizó lo importante que es pasar de la mismidad a la otredad, es decir: ponerse en la piel del vecino, para entender lo que le pasa y compartir sus pesares, lo que en muchas ocasiones “es la única medicina que ayuda a soportar las cargas y, por ende, a despejar la mente.”
¿Quién no conoce a esos tipos que te apabullan cuando lo estás pasando mal y te dan la tabarra para que sigas sus consejos y su ejemplo? “Yo antes lo pasaba peor que tú y ahora mira como estoy”, le dice un fulano a otro mostrando un rostro radiante y sano mientras su amigo “vive en un infierno” y está pensando en el suicidio. Cuando «el fracasado» baja la mirada, el otro, tras bombardearle con su «positivismo tóxico», mira el reloj y sale corriendo «porque tiene que hacer cosas muy importantes».
Le agradecí, repito, que me regalara el mojón conceptual de “la positividad tóxica”, que ha sido para mí una nueva serendipia filosófica. En uno de los enlaces que me envió hallé la ruta para encontrar varios textos que abordan el tema, entre ellos la obra “Toxic Positivity: The Dark Side of Positive Vibes” (La positividad tóxica: el lado oscuro de las vibraciones positivas) de los psicólogos/especialistas Samara Quintero y Jamie Long.
¿Qué es la positividad tóxica? Los autores consultados responden así a esta cuestión:
«Se trata de insistir (ignorando los problemas y necesidades del otro) en que hay que ser feliz a toda costa y vivir en un estado de optimismo total, con lo cual se niegan, se minimizan, se invalidan las auténticas experiencias emocionales del ser humano».
En otras palabras, “cuando reiteramos demasiado que hay que ser positivo” estamos negando el sufrimiento del otro por narcisismo, egoísmo, individualismo o simplemente “porque el sistema nos ha helado el corazón”, nos ha abotargado o nos ha encadenado al adagio, que tanto gustaba a Anna Harendt, del “burro, la noria, el palo y la zanahoria”. ¿Para qué? Para que vayamos como pollos sin cabeza en busca de la fuente de la eterna juventud, de quimeras que terminarán en la trituradora social.
Los especialistas coinciden en que “la positividad tóxica” es mala para la salud porque «Nos hace llevar una máscara que oculta nuestros verdaderos sentimientos, porque nos hace sentirnos culpables (aunque sea inconscientemente), porque se desprecia el sufrimiento de los demás engañándonos con el mantra de que estamos bien, porque nos negamos a reconocer cosas que no funcionan en nuestra vida, porque nos sentimos falsamente mejor viendo que los otros están mal, etc.»
En esta época de tanto ruido, en la que las palabras son como piedras y la fe está bajo tierra, se echa en falta “esa humanidad” que demanda “tener tiempo para el otro”. Los mercaderes están haciendo bien su trabajo y gozan metiéndonos en nichos donde los mudos gritan y los sordos predican para nos dejemos llevar a un paraíso virtual en el que acabaremos, si no despertamos, abrazados a un robot o atrapados «in perpetuum» en las redes sociales, allí donde saltan peces con anzuelos en la boca y se bebe sangre.
Nota: el cuadro que encabeza este artículo es de Eduardo Anievas.
Coronavirus: el capitalismo opone la economía a la salud y a la educación. La respuesta ecomunitarista
Sirio López Velásco
En este artículo el autor hace un balance de la respuesta capitalista durante la pandemia ante el desafío educativo y sanitario que contrapone a la respuesta ecomunitarista.
En todo el mundo, y especialmente en América Latina, la pandemia del coronavirus reveló un hecho mayor de la sociedad capitalista: empresarios y gobiernos han priorizado el lema “la economía no puede parar”, en detrimento de la salud de las personas. Ello dio lugar a que, sin hacer el lockdown casi total de las actividades económicas, reclamado por diversas instituciones médicas y científicas, tal priorización contribuyó al progresivo agravamiento de la pandemia.
Las causas de ello son muy simples, y basta citar, entre otras, la facilitación del contagio mediante el amontonamiento de millones de trabajadores que concurren a sus empleos en medios de transporte colectivo repletos de gente, y/o que se apretujan en lugares de trabajo en los que no existe el distanciamiento mínimo entre un trabajador y otro (aún en el caso en el que los mismos usen tapabocas y se higienicen las manos con jabón o alcohol con toda la frecuencia necesaria).
Reinó entonces, como siempre, la lógica y la sed de la ganancia que caracterizan a la producción y distribución capitalistas, en detrimento de la salud humana. Y cuando por algún tiempo los gobiernos han accedido a la suspensión de las actividades económicas que juzgaron “no esenciales”(dejando principalmente en funcionamiento la producción y distribución de alimentos y las farmacias), vino a luz una necesidad “insospechada”: para quedarse en sus casas las personas necesitan ingresos que les permitan comer y cuidar su salud, o sea, subsistir; ello motivó en algunos países la adopción de “auxilios de emergencia”, que, no obstante, han tenido una duración limitada y montos insuficientes.
Resultado: millones de los más pobres se vieron obligados a seguir trabajando en sus empleos informales, o (a veces acicateados y presionados por sus patrones) a pedir la vuelta al trabajo en sus ramas de actividad, exponiéndose a sí mismo y a millones de sus familiares y semejantes al peligro renovado del contagio.
Hay que notar que en las actividades económicas consideradas “esenciales”, que fueron mantenidas, ni las condiciones de trabajo fueron sistemática y seriamente fiscalizadas, ni el esfuerzo excepcional de sus trabajadores fue reconocido mediante aumentos de salario y otros beneficios. Simultáneamente, y para enfrentar la atención de los millones ya contagiados, las sociedades capitalistas revelaron otra de sus falencias: no tienen un sistema de salud público capaz de atender eficaz y gratuitamente a millones de personas necesitadas de pronto socorro para preservar su vida, la de sus familias, y la de la comunidad en general (por el peligro social suponen quienes son potenciales transmisores del contagio). Así se constató la carencia de instalaciones, profesionales, equipos, remedios, y de algo tan elemental como el oxígeno, para atender a esa multitudinaria demanda. Entonces centenas de miles de personas desesperadas se amontonaron en los predios disponibles, o simplemente fueron rechazadas por el sistema de salud y condenadas a morir en sus casas, sin recibir la atención que necesitaban. Al tiempo en que todo esto ocurría, cuando para tratar de disminuir el ritmo del contagio se determinó también la suspensión temporal de las actividades escolares presenciales y se adoptó la modalidad de la enseñanza remota a través de internet, afloró otra faceta del capitalismo: buena parte de los niños pobres, o simplemente no contaban con internet, o la que tienen es inestable y de poca potencia; ambos fenómenos crearon para esos millones de niños una nueva brecha en las condiciones de aprendizaje que vino a sumarse a la que ya desde antes de la pandemia y por la división estructural de la sociedad capitalista los inferiorizaba en relación a los escolares de las clases alta y media (donde, además de internet, abundan los televisores, los libros y las madres o padres con escolarización y tiempo disponible para dar el apoyo requerido a los educandos). Finalmente, también se constató que a esas discriminaciones propias del capitalismo, se le suma otra: la racial; así, entre otras, en Brasil una investigación de la ABRINQ (Asociación de los empresarios fabricantes de juguetes) reveló que los niños negros (entre los que hay notoriamente mayor proporción de pobres que entre los blancos, en un fenómeno que se repite en el llamado “Primer Mundo” capitalista, por ejemplo en EEUU) padecen notoriamente más las citadas estrecheces que los niños blancos.
Todos estos fenómenos revelan una característica fundamental del capitalismo: la producción social acompañada de la apropiación privada de los bienes y servicios conlleva a una profunda desigualdad de condiciones de existencia; que también tiene un componente racial, pues la proporción de pobres es mucho mayor entre los no-blancos (en especial, en América Latina, indígenas y negros) que entre los blancos.
A todo esto se contrapone el Ecomunitarismo con su propuesta de economía ecológica y sin patrones que aplique el lema “de cada un@ según su capacidad y a cada un@ según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”. En esa organización económica la propiedad de los medios de producción es comunitaria, y también lo es la distribución equitativa y solidaria de bienes y servicios; y en ella las actividades productivas son rotativas, para que cada persona (que previamente ha obtenido gratuitamente de la comunidad la formación necesaria para tanto) ejercite rotativamente sus diversas vocaciones y se realice como individuo integral. De tal forma que cada persona (independientemente del tipo de actividad que desarrolle en ese momento en la trama social de la distribución de lo que en el capitalismo es esa tortura llamada “trabajo”) recibe del Fondo Común Comunitario disponible, lo que necesita para mantenerse sano y desarrollarse como individuo, y para que otro tanto pueda hacer su familia. Y cuando una emergencia natural y/o social como la que constituye la actual pandemia afecta seriamente la organización de la producción, en la medida en que todos los bienes y servicios que extrapolan la residencia familiar son comunes, la comunidad, regida por la “política de todos” que se basa en la democracia directa (hoy muy facilitada por los recursos de internet), determinará una nueva redistribución más ajustada, pero siempre solidaria, para que nadie quede excluido ni sea indebidamente privilegiado a costa de los demás. Simultáneamente, en el transporte de ida y vuelta de los trabajadores a/de cada centro de producción y distribución cuya actividad se juzgue indispensable mantener, y en dichos centros, serán adoptadas todas las medidas de protección de la salud de quienes allí laboren, al tiempo en que (una vez que todas sus necesidades materiales fundamentales ya están satisfechas) se los distingue con estímulos y premios morales públicos y repetidos, en reconocimiento agradecido por su dedicación al bien colectivo.
Hay que notar que en esa economía ha desaparecido el dinero y el salario; el primero porque ya no es más necesario, y el segundo porque ha sido superada la esclavitud asalariada mediante la distribución comunitaria solidaria y equitativa de los bienes y servicios. Entre estos últimos figura una amplia red de salud pública y gratuita, preparada previsoramente para recibir a tod@s sin distinción y con la misma gran calidad de atención, tanto en épocas de normalidad como en situaciones de emergencia. Al mismo tiempo, la educación ambiental ecomunitarista generalizada vela para que tanto en tiempos normales como en emergencias, como la de una pandemia, toda la vida social se desarrolle respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad, superando la destrucción-devastación-contaminación irreversible de la salud de la naturaleza no humana que caracteriza al capitalismo, y practicando la solidaridad intercultural e inter-étnica que supera al racismo imperante en el capitalismo (heredero, también en lo que respecta a esa lacra, de las sociedades clasistas que lo precedieron). En esa educación ecomunitarista cada niño recibe de y en la comunidad gratuitamente todas las instalaciones, asesoría, equipos, bienes y servicios de los que necesite para desarrollarse como individuo universal; así, por ejemplo, la internet es gratuita y de calidad para todos los educandos, sin distinción de su localidad de residencia ni en función del tipo de actividad que sus respectivos padres estén ejerciendo temporalmente.
En y por todas las características citadas (y otras aquí no abordadas) el Ecomunitarismo hace realidad en su día a día las tres normas éticas fundamentales (deducidas argumentativamente de la gramática profunda de la pregunta que instaura la Ética, a saber, “¿Qué debo hacer?”), que nos obligan, respectivamente, a garantizar nuestra libertad individual de decisión, a realizar esa libertad en la búsqueda de respuestas consensuales con los demás en las diversas situaciones que nos depare la vida, y a preservar-regenerar la salud de la naturaleza humana y no humana.
Sirio López Velasco (2017). Contribuição à Teoria da Democracia: uma perspectiva ecomunitarista, Ed. Fi, Porto Alegre, Brasil, disponible gratuitamente en https://www.editorafi.org/196sirio
Fuente de la Información: https://rebelion.org/coronavirus-el-capitalismo-opone-la-economia-a-la-salud-y-a-la-educacion-la-respuesta-ecomunitarista/
Llevamos demasiado tiempo arrasando los ecosistemas del planeta, pero decisiones fundamentales que se tomarán este año podrían ser el punto de inflexión que nos ayude a restaurar nuestra relación con la naturaleza.
Hemos estado retrasando el tema, pero el covid-19 quizá haya sido el toque de atención definitivo. “2021 debe de ser el año en el que la humanidad se reconcilie con la naturaleza”, dijo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en una intervención ante la Cumbre One Planet de líderes mundiales en Paris el mes pasado. “Hasta ahora hemos estado destruyendo nuestro planeta. Hemos estado abusando de él como si tuviéramos uno de repuesto”.
Todo eso ha sucedido en un abrir y cerrar de ojos, en términos geológicos. “Si comparamos la historia de la Tierra con un calendario anual, hemos usado un tercio de sus recursos naturales en los últimos 0,2 segundos” dijo Guterres en París.
Después de una década perdida, y de un retraso de un año en las negociaciones debido a la pandemia, está previsto firmar un nuevo acuerdo internacional para conservar la biodiversidad del mundo a finales de este año, con muchas otras iniciativas también iniciándose. Las señales son que el covid-19, una pandemia causada por nuestra actitud desdeñosa hacia la naturaleza, podría finalmente haber centrado nuestras mentes. La pregunta es, ¿Qué necesitamos hacer, y podemos hacer lo suficiente a tiempo?
Nuestra relación con la naturaleza comenzó a agriarse más o menos a principios de la revolución industrial, pero realmente no se torció hasta que la Gran Aceleración empezó a coger impulso después de la segunda guerra mundial. En este periodo, el auge dela población y del comercio y unos niveles más altos de prosperidad provocaron un crecimiento exponencial de casi todas las medidas del impacto de la humanidad en el planeta: extracción de recursos, producción agrícola, desarrollo de infraestructuras, contaminación y pérdida de hábitats y biodiversidad.
Este expolio fue una apuesta que hace mucho dejo de ser rentable. La tierra degradada ya afecta de manera negativa el bienestar de 3.200 millones de personas y cuesta más del 10 por ciento del PIB anual en pérdidas de cosechas, deterioro de la salud y otros efectos negativos. Estos solo van a aumentar. En un documento reciente en la revista Frontiers in Conservation Science, un grupo de científicos internacionales avisan de que el planeta se está enfrentando a un “futuro horrible de extinciones masivas, de un empeoramiento de la salud, de agitaciones asociadas a perturbaciones climáticas… este siglo”.
“El mundo se enfrenta a tres crisis importantes en la actualidad: la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la pandemia”, dice el biólogo Cristián Samper en la Wildlife Conservation Society de Nueva York. “Todas están interrelacionadas, con muchas de las mismas causas y soluciones”.
“La ciencia es tan contundente”, dice Johan Rockström en el Potsdam Institute for Climate Impact Research de Alemania. En 2009, él y sus colegas desarrollaron el concepto de “límites planetarios”, que tenía como objetivo delimitar el espacio seguro de operación para la humanidad, y cuantificar como estamos sobrepasándolo. En una actualización por su10º aniversario en 2019, sugirieron que ya hemos sobrepasado cuatro de los nueve límites, incluyendo significativamente nuestro impacto en la biodiversidad. “Por primera vez, tenemos que considerar el riesgo real de desestabilización de todo el planeta”, dice Rockström.
“Si no actuamos ahora, las generaciones futuras preguntarán ¿Por qué no actuasteis para salvar la Tierra considerando todas las pruebas científicas con las que contabais?” dice Bob Watson, antiguo presidente del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático y de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), un organismo establecido por la ONU que evalúa las últimas investigaciones sobre la biodiversidad.
No es que nos hayan faltado las buenas intenciones en el pasado. En 2010, la Convención sobre Diversidad Biológica, uno de los tres organismos de la ONU que surgió de la Cumbre de la Tierra de Rio en 1992, junto con la Convención Marco sobre el Cambio Climático y la Convención para Combatir la Desertificación, se reunió en Aichi, Japón. Acordó 20 objetivos de biodiversidad para2020, desde la eliminación gradual de ayudas para actividades que dañan la biodiversidad a asegurar la diversidad genética de plantas y animales salvajes y domésticos. Llegó el 2020 y el resultado final fue biodiversidad cero, destrucción medioambiental 20.
Por ejemplo el objetivo fundamental sobre la cantidad de tierra entregada a la naturaleza. Ordenaba la protección del 17 por ciento de la tierra y del agua dulce y del 10 por ciento de los océanos para finales de 2020. Se progresó algo, dice Samper, pero ninguno de los objetivos se alcanzó, siendo las cifras actuales aproximadamente 15 por ciento y un poco más del 7,5 por ciento. Aquellas áreas que están protegidas a menudo están mal gestionadas, son demasiado pequeñas y no cubren la riqueza total de los ecosistemas de la Tierra: se cree que solo el 42 por ciento de los 867 tipos distintos de ecosistemas clasificados hasta ahora están bien protegidos.
“La ciencia nos dice que debemos aumentar las áreas protegidas para cubrir al menos el 50 por ciento de la tierra y del mar para 2030”, dijo Samper en la cumbre de Paris. Un grupo nuevo, el High Ambition Coalition for Nature and People, que comprende más de 50 países, copresidido por Francia, Costa Rica y Gran Bretaña, pretenden ahora asegurar un acuerdo internacional para este compromiso “30 para el 30”.
Más allá de la conservación
Al mismo tiempo, el 5 de junio, Día Mundial del Medioambiente, la ONU lanzará su Década sobre la Restauración de Ecosistemas. “El principal objetivo es prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas en todo el mundo”, diceTim Christophersen del Programa Medioambiental de la ONU (UNEP), que coordinará la iniciativa. “Nada más y nada menos. Una tarea un poco abrumadora”.
Abrumadora en particular porque en cierto sentido ya es demasiado tarde. “Desde luego, es más barato conservar ecosistemas o asegurarse de que no se degradan”, dice Christophersen. “Pero estamos en un punto en el que la conservación ya no es suficiente. También necesitamos hacer grandes inversiones en restauración”.
La restauración de ecosistemas será crucial para tener éxito o fracasar durante las próximas décadas. Tiene muchas formas, dependiendo del ecosistema y del grado de degradación que sufre. En un extremo del espectro está la resilvestración pasiva, que significa simplemente apartarnos y dejar que la naturaleza haga sus cosas. “La capacidad de la naturaleza para sanarse a sí misma es asombrosa”, dice el ecólogo Paul Leadley de la Universidad de Paris-Saclay en Francia, que fue uno de los coautores del informe de evaluación global IPBES sobre biodiversidad y ecosistemas de 2019.
Una zona deforestada cerca de Porto Velho en la Amazonía brasileña. REUTERS
Los proyectos de resilvestración a pequeña escala como el de Oostvaardersplassen en los Países Bajos, en el que un área de pólder recuperado ha sido devuelta a la naturaleza, ha mostrado la manera, pero la ambición debe crecer, y está creciendo. En Europa, el mayor proyecto tiene como objetivo reservar unos 35.000 kilómetros cuadrados en Laponia en el norte de Suecia y Noruega para resilvestrar. En América del Norte, la Wildlands Network tiene como objetivo unir áreas protegidas con “caminos silvestres” en los que los animales puedan moverse libremente abarcando Canadá, EE.UU. y México.
“Cada dólar gastado en la restauración de ecosistemas acumula entre 3 y 75 dólaresde ganancias”
En el otro extremo del espectro de la restauración está la ingeniería activa de paisajes enteros con plantaciones masivas de árboles, retirada de especies invasoras e infraestructura dañina, como las presas, y la reintroducción de especies. Esto puede hacerse. Corea del Sur adoptó una política de reforestación activa en los años 50 después de la guerra de Corea. El volumen total de madera en los bosques del país aumentó de aproximadamente 64 millones de metros cúbicos en 1967 a 925 millones de metros cúbicos en 2015, y los bosques cubren ahora aproximadamente dos tercios del país. El Green Belt Movement fundado en Kenia por la premio Nobel Wangari Maathai ha plantado decenas de millones de árboles por todo África y ha inspirado muchos proyectos similares.
Pero aunque es muy posible hacerla, la restauración activa conlleva riesgos si no se hace de una manera científica, dice Bernardo Strassburg del International Institute for Sustainability de Rio de Janeiro, Brasil. “Cualquier gran restauración necesita ser ecológicamente sensata”, dice, “no se trata solo de plantar árboles por todos los lados, particularmente en sitios en los que no pertenecen los árboles, como praderas o humedales. Sería perjudicial para la biodiversidad”. Se necesitan soluciones diferentes en diferentes lugares.
Christophersen cree que la teoría y la práctica de la restauración ecológica están a la altura de las circunstancias. “Tenemos décadas de experiencia en restauración. Sabemos lo suficiente. No sabemos todo, y aprenderemos más a medida que avancemos. Pero sabemos lo suficiente para empezar. Es una de esas situaciones en las que no puedes permitir que lo perfecto sea el enemigo de lo bueno”.
La meta principal de la iniciativa UNEP es restaurar 3,5 millones de kilómetros cuadrados de terreno en los próximos diez años, un poco más del tamaño de India, o un poco más del 2% de la superficie terrestre del mundo. Esto es “increíblemente ambicioso”, dice Strassburg. “Si lo conseguimos, sería la remodelación más rápida en la superficie [de la Tierra] causada por nosotros”. No será barato. Según la UNEP, el coste inicial es aproximadamente de un billón de dólares, no es calderilla en una recesión post pandémica, aunque es una inversión con una tasa elevada de rentabilidad.
Tierra agrícola invade el bosque que rodea la iglesia Debre Mihret Arbiatu Ensesa en Etiopia. Kieran Dodds/Panos Pictures
Por lo menos en teoría, está garantizada. Annelies Sewell del Netherlands Environmental Assessment Agency en La Haya y sus colegas sumaron compromisos para proyectos de restauración existentes en 115 países, incluyendo planes para aumentar las áreas protegidas, restaurar y mejorar bosques, tierras de cultivo y praderas, y más. Encontraron que esto suma unos 10 millones de kilómetros cuadrados, más o menos el tamaño de china o justo por debajo del 7 por ciento de la superficie terrestre. “Hay más de lo que esperábamos”, dice Sewel. “Pero esto no quiere decir que haya suficiente”.
La hora de la verdad
La conservación y la restauración pueden ayudar a resolver múltiples retos medioambientales, pero “esto solo no los resolverá”, dice Sewel. Por esto un segundo pilar de 2021: la negociación de una nueva serie de objetivos de biodiversidad, que reemplacen los objetivos de Aichi, y que se ajusten a la Década de Restauración de Ecosistemas. Todo esto significa que la década de los 2020 será un momento crucial. “Esta es una década decisiva para el futuro de la humanidad en la Tierra”, dice Rockström.
Está previsto debatir exhaustivamente estos objetivos en una reunión decisiva de la Convention for Biological Diversity (CBD),retrasada por la pandemia, que ahora se celebrará a finales de este año en Kunming, China. Según Elizabeth Mrema, secretaria ejecutiva de CBD, hay lecciones que aprender de Aichi, y hay ahora una coalición internacional de intereses que está comprometida a hacer que funcionen los nuevos objetivos (ver “Entrevista con Elizabeth Mrema: tenemos que ser optimistas con la biodiversidad”). El coste inicial será de más de 700 mil millones de dólares, dice Mrema, pero al igual que con la restauración de sistemas, viene acompañada de enormes beneficios. “Cada dólar que se gaste acumulará entre 3 y 75 dólares de beneficios económicos en bienes y servicios del ecosistema”, dice.
A pesar del fracaso general de Aichi, otra lección de la pasada década es que, cuando los gobiernos y otros grupos se comprometen a proteger la biodiversidad, puede darse el cambio (ver “Diez historias de éxito de conversación en las que las especies han vuelto del borde del abismo”). “No quiero endulzar esto porque no fue un gran resultado”, David Cooper, secretario ejecutivo adjunto de CBD, dijo en el World Biodiversity Forum en enero de 2021. “Pero donde se han tomado medidas serias, por ejemplo para reducir el ritmo de deforestación, mejorar el estado de caladeros, prevenir extinciones cuando sabemos la causa, se ha conseguido un progreso significativo”.
En última instancia, el éxito o el fracaso dependerá del progreso en otra área fundamental: el cambio climático. Este año es la hora de la verdad para esto también, y otra gran cumbre retrasada de la ONU para forjar una manera de proceder se celebrará, si lo permite la pandemia, este mes de noviembre en Glasgow, Gran Bretaña- El éxito o el fracaso de Glasgow y Kunming estarán interconectados. “Sin abordar el cambio climático, no es posible doblegar la curva de la pérdida de biodiversidad: todas las apuestas quedarían sin efecto”, dice Cooper.
Ciudades de rápido crecimiento como Baoji, China, fragmentan la naturaleza Xinhua/Shutterstock
Pero esto funciona en ambos sentidos: conservar la biodiversidad y restaurar ecosistemas tendrá efectos colaterales positivos para el clima. “La restauración es una de las herramientas más rentables para mitigar el cambio climático”, dice Strassburg: el cambio en el uso de la tierra y un aumento de cobertura vegetal podría proporcionar hasta un tercio de la reducción de gases de efecto invernadero que necesitamos.
Básicamente, dice Mrema, la próxima década necesita tratar sobre la sinergia, con iniciativas para la biodiversidad, medidas para combatir el cambio climático y otros programas internacionales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU convergiendo en el objetivo final; la harmonía con la naturaleza para 2050.
Todavía hay obstáculos enormes. “Sabemos que los cambios que necesitamos para avanzar hacia la sostenibilidad son enormes, que no van a ser fáciles”, dice Cooper. Pero al menos se está diciendo lo que queremos escuchar. En Paris, celebridades que incluyen a los líderes de Alemania, Canadá y Gran Bretaña, al vicepresidente chino Han Zheng y a los presidentes del Banco Mundial y del Banco Central Europeo se alinearon para jurar fidelidad a la causa de la conservación de la naturaleza. Emmanuel Macron, presidente de Francia y convocante de la cumbre dijo: “La agenda está ahora madurada y estamos listos para actuar”.
Lo que es más importante es que todavía hay tiempo, justo, para gestionar el cambio desde la Gran Aceleración a la Gran Restauración, una era en la que la humanidad aprenda de nuevo a vivir de manera sostenible y en harmonía con la naturaleza. “Las cosas están ahora difíciles y de verdad se necesita actuar ya, pero no estamos en una situación catastrófica, todavía”, dice Leadley. “Si avanzamos hacia un consumo y una producción sostenible, establecemos suficientes áreas protegidas y gestionamos el cambio climático, no hay ninguna razón por la que la biodiversidad no pueda tener un perspectiva positiva. No estamos más allá del punto de no retorno”.
CÓMO RESTAURAR UN ECOSISTEMA
Cómo están degradados los ecosistemas por la actividad humana varía, y las maneras de restaurarlos también es diferente.
BOSQUES
Degradadores: el desmonte para infraestructuras, agricultura y pastoreo; la tala para leña; la contaminación, plagas y animales invasores e incendios Restauradores: plantación de árboles nativos; la conservación de plantas y animales; resilvestración.
AGUA DULCE
Degradadores: extracción de agua para riego, industria y hogares; extracción de arena y grava; presas, canalización y drenaje para la agricultura; la contaminación por sustancias químicas, plásticos y aguas residuales Restauradores: Control de la extracción de agua, de la pesca y de la minería; retirada de presas o rediseño, restauración de flujos de agua en humedales;
OCÉANOS Y COSTAS
Degradadores: Sobrepesca y desmonte de costas para la acuacultura; plástico y contaminación por nutrientes; vertido de aguas residuales Restauradores: pesca sostenible, tratamiento de aguas residuales, control de contaminación, gestión y restauración de arrecifes de coral, manglares y praderas marinas;
PRADERAS Y SABANAS
Degradadores: La conversión de tierras de cultivo y pastos; sobrepastoreo y erosión de suelo; extracción de recursos insostenible; especies invasoras Restauradores: desmonte active de vegetación leñosa; resembrado de hierbas nativas y replantación de arbustos y árboles; reintroducción y protección de fauna nativa;
MONTAÑAS
Degradadores: desmonte de bosques para la agricultura, presas y carreteras; erosión de suelo; desastres naturales como avalanchas, deslizamientos e inundaciones Restauradores: plantación de árboles, mejor planificación de infraestructuras, uso de técnicas agrícolas de bajo impacto como la agroforestería;
TURBERAS
Degradadores: Extracción de turba; drenaje para agricultura, infraestructuras, minería y exploración de combustibles fósiles, fuego, sobrepastoreo, contaminación Restauradores:Rehumedecimiento, conservación;
TIERRA AGRICOLA
Degradadores: Sobrepastoreo y erosión del suelo; eliminación de ribazos y árboles; contaminación por fertilizantes y plaguicidas Restauradores: Rotación de cultivos con más diversidad de cultivos, incluyendo árboles y ganado de pasto en tierra de cultivo después de la cosecha; uso de fertilizantes y control de plagas naturales;
CIUDADES
Degradadores: crecimiento urbano descontrolado; residuos y emisiones de la industria, tráfico, hogares Restauradores: leyes de planificación más estrictas; limpieza de cauces de agua y antiguas zonas industriales; plantación de árboles y creación de espacios verdes y humedales urbanos.
¿Qué hacen los ecosistemas por nosotros?
Lejos de ser un lujo que las economías con pocos recursos pueden apenas permitirse, gastar dinero en la restauración y la conservación de ecosistemas es una inversión sensata. De media, cada dólar gastado en la restauración de ecosistemas ofrece una ganancia de casi 10 dólares en bienes y servicios de ecosistemas.
Algunos de estos beneficios monetarios son directos, por ejemplo madera sostenible, cosechas agrícolas mejoradas e ingresos del ecoturismo. Pero la mayor parte de ellos son regalos por los que de otra manera la sociedad tendría que pagar, como aire y agua limpios, polinización, control de pagas, reciclado de nutrientes, secuestro de carbono, menos enfermedades transmitidas por animales y una mayor resiliencia ante fenómenos atmosféricos extremos y desastres naturales.
Imagínatelo como la construcción de carreteras y puentes, no generan beneficios por ellos mismos, pero preparan el camino para un aumento de actividad económica. “Tiene un sentido económico sólido con beneficios que superan los costes”, dijo el científico medioambiental y diplomático Bob Watson.
La actual administración estadounidense, liderada por Joseph (Joe) Biden, sabe muy bien que la hegemonía global del país norteamericano está llegando a su inminente fin, acelerado hoy día por la pandemia de COVID-19, y en este sentido ha publicado una nueva guía de seguridad nacional, en la que se establece con claridad que Estados Unidos hará todo lo posible para impedir que potencias como China y Rusia le desplacen a un lugar secundario en el liderazgo mundial. Evidentemente el Gobierno, la cúpula militar y buena parte de la élite económica de Estados Unidos, intentan empujar a una nación como China, que ha resistido bien los efectos de la emergencia sanitaria en curso y ha crecido mucho en todos los ámbitos, a un conflicto militar directo o indirecto que al menos ocasione gran perjuicio general a los chinos; están claros los estadounidenses de la progresiva influencia del gigante asiático en todo el orbe y de su potencial económico, militar, comunicacional y tecnológico, y entonces buscan desesperadamente concretar alianzas firmes en todos los continentes, para intentar detener el avance geoestratégico a pasos agigantados de China, Rusia y algunos de sus socios.
De acuerdo a lo expuesto en el párrafo anterior, inevitablemente el mundo se dirige a una guerra global (ha comenzado en pequeña escala) que pudiera ser identificada como la III guerra mundial, azuzada con intensidad por Estados Unidos no sólo con el objetivo de tratar de detener la amenaza a sus intereses por el poder cada vez mayor de países como China y Rusia, sino con la idea de intentar mantenerse en una privilegiada posición en el concierto planetario a futuro, cuando se supone que China estará a la cabeza de un nuevo orden geopolítico. En este contexto algunos consideran que el gigante asiático ya es la primera potencia en cuanto a economía real e inversiones globales, al parecer la única nación con crecimiento económico positivo en plena pandemia y además irá dependiendo cada vez menos del dólar en sus relaciones comerciales, mientras que Estados Unidos hace largo rato que está en decadencia como potencia, con graves problemas internos y pérdida notable de influencia en el exterior. Por tanto aunque Estados Unidos y sus aliados hagan la guerra directa y total a China, Rusia, Irán, Venezuela y otros países “comunistas-terroristas”, difícilmente podrán cambiar el rumbo previsible de las relaciones internacionales para los próximos años y décadas. A largo plazo, la administración estadounidense se conformará con tener algo de protagonismo en el ámbito orbital.
A continuación un extracto del contenido de la guía en cuestión respecto a lo que representan China y Rusia para los intereses globales de Estados Unidos:
“Asimismo, la nueva guía admite que EE.UU. debe enfrentarse a la realidad de que ‘la distribución del poder en todo el mundo está creando nuevas amenazas’. Tanto Pekín como Moscú ‘han invertido mucho en esfuerzos destinados a contener los puntos fuertes de Estados Unidos’ y evitar que Washington defienda sus intereses y los de sus aliados a nivel internacional.
‘China, en particular, se ha vuelto rápidamente más asertiva. Es el único competidor potencialmente capaz de combinar su poder económico, diplomático, militar y tecnológico para montar un desafío sostenido en un sistema internacional estable y abierto’, asegura la nueva estrategia de seguridad nacional del país norteamericano.
Dándole la vuelta a la conocida frase con la que Marx y Engels iniciaban el Manifiesto Comunista, hoy, lamentablemente, podemos decir que “el fantasma del anticomunismo recorre Europa”. Un anticomunismo que es compartido desde posiciones ultranacionalistas, conservadoras y liberales, pero también, a menudo, desde el campo de la socialdemocracia o el ecologismo. Aunque no es una controversia parlamentaria reciente, seguramente en muy pocas ocasiones se han visualizado de manera tan clara las distintas posturas frente al comunismo como en el debate que tuvo lugar en el Parlamento Europeo en septiembre de 2019, en una propuesta de resolución instada por poco más de 50 eurodiputados, principalmente ultranacionalistas y populares, y en menor medida liberales y socialdemócratas (1). El texto aprobado, bajo el confuso nombre de “Resolución sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa” (2), fue un verdadero despropósito de revisionismo histórico.
La resolución empezaba haciendo referencia a la necesidad de una condena internacional de los “crímenes de los regímenes comunistas totalitarios”. Citaba reiteradamente el Pacto Molotov-Ribbentrop, que supuestamente llevó al estallido de la Segunda Guerra Mundial, después de la invasión de Polonia por parte de la Alemania nazi y la URSS y de la entrada de las tropas soviéticas en Finlandia, Rumania y los estados bálticos, haciendo una interpretación histórica absolutamente parcial. Et texto hacía referencia también a que, tras la Segunda Guerra Mundial, “algunos países europeos pudieron reconstruirse y acometer un proceso de reconciliación, pero otros siguieron sometidos a dictaduras, a veces bajo la ocupación o la influencia directa de la Unión Soviética”, tratando por igual a “la tiranía nazi, que condujo al Holocausto, y a la expansión de los regímenes comunistas totalitarios y antidemocráticos en la Europa Central y Oriental”, mientras olvidaba a los gobiernos y movimientos ultranacionalistas aliados de Hitler en diferentes países europeos.
El texto establecía una casi plena equivalencia entre los regímenes nazi y comunista, acusando por igual a ambas ideologías de cometer “asesinatos en masa, genocidios y deportaciones (…) a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad”. Refiriéndose también a “las violaciones masivas de los derechos humanos perpetrados por los regímenes comunista, nazi y otros regímenes totalitarios” sin hacer ninguna referencia a Mussolini, al fascismo italiano ni a los diversos gobiernos o movimientos colaboracionistas del nazismo en muy buena parte de Europa, con el Duce o el GeneralísimoFranco entre los más destacados.
Insistía la resolución en los “actos de agresión perpetrados por los regímenes comunistas totalitarios y el régimen nazi” y criticaba que hoy día Rusia, que en el fondo es el verdadero “enemigo” y objetivo político del neoliberalismo europeo, siga “encubriendo los crímenes comunistas y ensalzando el régimen totalitario soviético”, recordando finalmente que en algunos países europeos se ha prohibido el uso de símbolos nazis y comunistas (3). El resultado de la votación fue de 535 votos a favor, 66 en contra y 52 abstenciones, con un total de 653 votos válidos. Los únicos votos en contra fueron de los representantes de la Izquierda Unitaria Europea – Izquierda Verde Nórdica (4) y algunos pocos diputados más. Sin duda es interesante conocer la posición de los diferentes grupos parlamentarios (5).
El posicionamiento de los partidos de la derecha europea fue, en general, la de signo más claramente anticomunista. Para Rasa Juknevičienė, de la Unión Nacional – Demócrata Cristianos Lituanos (TS-LKD), en representación del Grupo del Partido Popular Europeo, “el Pacto Molotov-Ribbentrop y sus protocolos secretos, que los nazis y los comunistas compartían en Europa, llevaron a la Segunda Guerra Mundial”. Para Michal Šimečka, del partido Eslovaquia Progresista (PS), en representación del Grupo Renovar Europa (liberales) “el Pacto Molotov-Ribbentrop (…) puede haber sido el acto más brutal y cínico que jamás haya presenciado Europa, concluido por dos de los regímenes totalitarios más represivos de nuestra historia”.
Para Gilles Lebreton, de la Agrupación Nacional (RN, ex Frente Nacional francés), en representación del Grupo Identidad y Democracia, es decir de la extrema derecha, “hace 80 años la Unión Soviética y la Alemania nazi firmaron el Pacto Molotov-Ribbentrop (…) que allanó el camino para el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Nunca debemos olvidar las atrocidades cometidas por estos dos sistemas totalitarios, comunismo y nazismo”. No muy lejos del anterior, Anna Fotyga, del partido Ley y Justicia (PiS, de Polonia), hablando en nombre del Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ultranacionalistas), insistía también en el “terrible pacto Ribbentrop-Molotov firmado entre la Alemania nazi y la Rusia soviética” como la causa principal de todas las víctimas del totalitarismo.
Lamentablemente, desde los principales ponentes del centro-izquierda se compartieron también buena parte de los argumentos revisionistas. Así, Vilija Blinkevičiūtė, del Partido Socialdemócrata de Lituania (LSDP), hablando en nombre del Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, denunció “los intentos de glorificar las acciones de los regímenes comunista, fascista y totalitario y cualquier intento de restar importancia a los crímenes de aquellos regímenes extremadamente brutales”. También estuvo en la misma línea Bronis Ropė, de la Unión de los Campesinos y Verdes Lituanos (LVŽS), hablando en nombre del Grupo de los Verdes – Alianza Libre Europea, afirmando que “los representantes de las dos ideologías criminales (…) allanaron el camino para muertes masivas, genocidio y deportaciones”
Solo algunos eurodiputados socialdemócratas o del grupo verde se distanciaron de las posiciones claramente anticomunistas compartidas por sus respectivos grupos parlamentarios. Fue el caso del europarlamentario Pierfrancesco Majorino, del Partido Democrático italiano y miembro también del grupo socialista, que se refirió básicamente al “valor de la memoria (como) fundamental para fortalecer el proyecto europeo y apostar por el futuro de Europa, especialmente en una época como la actual, marcada hoy por nuevas presiones neo-nacionalistas”, y recordando a la senadora vitalicia italiana Liliana Segre, superviviente de Auschwitz y firmemente “comprometida en contrarrestar el racismo y la deriva neo-nacionalista”. Pero fue la diputada Tatjana Ždanoka, de la Unión Rusa de Letonia (LKS) y miembro del grupo Verde, la que defendió una posición más alejada de la planteada por el ponente de su grupo, cuando afirmó estar totalmente “en contra de (…) equiparar a los nazis con los regímenes comunistas”, afirmando que “solo hay un diablo, el diablo absoluto es la ideología nazi”, y preguntándose finalmente “¿Dónde está Munich? Olvidado. ¿Dónde están los tratados bilaterales, concluidos mucho antes del 23 de agosto de 1939?”
Pero fueron, lógicamente, los grupos de la izquierda comunista y afines los que se opusieron con más firmeza a la resolución: Para George Georgiou, del Partido Progresista del Pueblo Trabajador (AKEL, de Chipre), que habló en representación del Grupo de la Izquierda Unitaria Europea / Izquierda Verde Nórdica “la primera verdad es que el ejército soviético fue el que liberó a los pueblos europeos para que hoy podamos estar aquí. La segunda verdad es que veinte millones de comunistas dieron su vida para hacernos libres hoy. La tercera verdad es que quienes hoy intentan de diversas formas incriminar a los comunistas o proscribir a los partidos comunistas lo hacen (para) destruir cualquier fuerza de resistencia contra el autoritarismo del establishment”. También fue muy crítica con la resoluciónla eurodiputada Sira Rego, de Izquierda Unida (IU) y miembro del mismo grupo, recordando que procedía de España, el segundo país del mundo con más fosas comunes como consecuencia de una dictadura fascista y denunciando que la resolución “instrumentalice la historia y no haga ni una sola mención a lo que sucede aún en España”. Reivindicó además que, “cuando debatamos sobre memoria, también hablemos del papel que jugaron los combatientes republicanos españoles para parar al fascismo en Europa”. Sira Rego aprovechó para exigir una directiva de memoria y reparación que ponga en valor la lucha antifascista y reclamó que “la memoria imprescindible en la Europa de hoy, plagada de nuevos fascismos, es que reconozcamos el papel de quienes se dejaron la vida para combatirlo”.
En la misma línea que sus compañeros de grupo, Sandra Pereira, del Partido Comunista Portugués (PCP), denunció que “el deplorable intento de equiparar fascismo y comunismo absuelve y silencia los crímenes del nazi-fascismo y las responsabilidades conspiradoras de las grandes potencias capitalistas que, con el Tratado de Múnich (…) allanaron el camino para el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la invasión de la Unión Soviética”. La diputada lusa recordó una vez más la contribución decisiva de los comunistas en la derrota del nazi-fascismo y la liberación de los pueblos, como en su propio país, donde la Revolución de los Claveles (1974) acabó con el régimen fascista, denunciando finalmente a los que quieren “allanar el camino para legitimar y generalizar la persecución y la prohibición de los partidos comunistas, como ya es el caso en varios estados miembros” mientras se toleran la rehabilitación y el elogio histórico del fascismo. Una de las intervenciones más contundentes fue también la de Lefteris Nikolaou-Alavanos, del Partido Comunista de Grecia (KKE), eurodiputado que no forma parte de ningún grupo parlamentario, y que tachó el debate de ser un “delirio de vulgar anticomunismo”, considerando que la resolución era totalmente contraria a la historia y que se intentaba legitimar “la proscripción de los partidos comunistas, los símbolos comunistas, la ideología comunista”, un objetivo que Nikolaou consideró encabezado “por los países que glorifican y blanquean el nazismo”.
También desde fuera del parlamento europeo, especialmente desde diversos medios de la izquierda, se publicaron reacciones contundentes. Así la escritora, periodista y activista italiana Luciana Castellina expresaba en Il Manifesto, que se trataba de una resolución absolutamente vergonzosa “no sólo porque supone una despreciable distorsión de la historia, sino también porque (…) pone en tela de juicio el prestigio de la institución parlamentaria que lo promulga”. A Castellina apenas le sorprendió el voto favorable de los Verdes pues, afirmó, “su anticomunismo tradicional siempre ha producido una gran cantidad de ambigüedades políticas”. Consideró que la operación descaradamente negacionista tenía el objetivo encubierto de reforzar las sanciones económicas contra Rusia. La veterana activista italiana recordó el apoyo de Gorbachov a una Europa occidental alejada de los bloques militares, una Europa que optó, una vez más, por apoyar a los Estados Unidos y su política de extensión de la OTAN tan al Este “como para colocar sus misiles debajo de la nariz de Moscú” (6).
Por su parte Patrick Le Hyaric, director de L’Humanité, también dedicó un amplio artículo al tema, argumentando que “con el objetivo de trazar una línea de igualdad entre comunismo y nazismo, el texto moviliza consideraciones que son modelos de propaganda y revisionismo histórico”. Según él, la firma del pacto germano-soviético se designaba obsesivamente como la principal causa del estallido de la Segunda Guerra Mundial, mientras no se dedicaba ni una palabra a los Acuerdos de Múnich. Reconocía que el estalinismo fue un “régimen criminal”, pero que es “moral e históricamente inconcebible” equiparar a los comunistas de todos los países, muchas veces decisivos en la lucha de liberación, con los nazis y sus colaboradores. Una odiosa equivalencia entre nazismo y comunismo que, según Le Hyaric, permitía exonerar a los regímenes nacionalistas de inspiración fascista de aquellos años. El texto criticaba también duramente que socialdemócratas y ecologistas apoyaran la resolución, alejándose aún más, según él, de la tradición y la historia del movimiento obrero (7).
Walter Baier y 170 intelectuales europeos de más de 15 países, expresaron su opinión, igualmente muy crítica, a través de una carta abierta publicada en la revista Transform!, considerando que “no corresponde a un organismo institucional o político modificar la historia por decisión mayoritaria”. Criticaron que se pretenda imponer una visión revisionista de los principales acontecimientos del siglo XX, poniendo en evidencia los errores inaceptables, distorsiones y visiones unilaterales del texto, omitiendo cualquier referencia al comportamiento inicialmente favorable de las democracias liberales frente al expansionismo nazi, especialmente en la anexión de Austria por Alemania y la partición de Checoslovaquia entre la propia Alemania, Polonia y Hungría. Baier y el resto de los firmantes cuestionaron que la resolución no mencionara en ningún momento la enorme contribución, tanto de la Unión Soviética como de muchísimos comunistas de otros países a una victoria sobre el nazismo, “decisiva para el destino de Europa y de la humanidad”, así como que hiciera referencia al campo de concentración de Auschwitz sin recordar en ningún momento que “fue el ejército soviético quien liberó el campo y a los prisioneros destinados al exterminio”.
Los firmantes del anterior texto recordaron una vez más que los comunistas fueron el componente principal de la resistencia frente al nazismo y el fascismo en toda Europa, no solo en el Este, contribuyendo en gran medida a su derrota y a la recuperación en muchos países de una democracia constitucional y de las libertades políticas. La carta reconocía que la crítica contundente de la resolución no significaba ignorar y guardar silencio sobre “los errores y horrores del estalinismo”, pero distinguiendo siempre la abismal diferencia entre los ideales del nazismo, que perseguía el exterminio proclamado y planificado en los ámbitos político, religioso, étnico, cultural, y de las minorías sexuales, y los ideales del comunismo, que no tuvieron nada que ver con las graves e inaceptables violaciones de la democracia y la libertad en los regímenes comunistas (8).
En todo caso, hoy podemos recordar nuevamente a líderes comunistas como Rosa Luxemburg o Antonio Gramsci, que sufrieron en carne propia la represión ultranacionalista o fascista, en el caso de Rosa pagándolo con su propia vida. Como podemos reconocer el autoritarismo revolucionario de Lenin que, sin embargo, nada tuvo que ver con el totalitarismo criminal de Stalin. Tampoco se puede olvidar, no solo la condena del estalinismo por parte de Kruschov y del XX Congreso del PCUS, también la via autogestionaria y de gran autonomía para las diferentes nacionalidades encabezada por Josip Brioz, “Tito” en Yugoslavia, sin olvidar el serio intento de iniciar un periodo democratizador tanto en la Unión Soviética como en los países del Este de Europa por parte del ya citado Gorbachov y que, sin embargo, supuso la caída, en la mayoría de los casos pacífica, tanto de los regímenes pro-soviéticos de Polonia, Hungría, Checoslovaquia, la República Democrática Alemana o Bulgaria, como de los partidos comunistas más alejados políticamente de la URSS, como Rumanía, Albania o Yugoslavia
Es evidente que culpabilizar a los comunistas de todos los países y generaciones, de los errores, carencias, falta de democracia, o incluso de la represión en los regímenes del llamado socialismo real, no es más que una simplificación tan injusta como pretender condenar a los cristianos de todo el mundo por los crímenes de la Inquisición durante siglos. Tan injusta como intentar responsabilizar a los liberales e incluso a los demócratas de cualquier país y época por los episodios de terror durante la revolución francesa. En todo caso, son perfectamente admisibles las críticas rigurosas pero honestas que puedan hacer diversos historiadores e intelectuales al marxismo y al comunismo, pero otra muy diferente es aprobar una resolución históricamente revisionista y absolutamente vergonzosa, como la que obtuvo esa amplia mayoría de votos favorables en el Parlamento Europeo.
8 Marzo el día de la Mujer trabajadora y revolucionaria
El 8 de marzo se conmemora a la mujer trabajadora, revolucionaria. La comunista Clara Zetkin propuso la conmemoración en la conferencia de mujeres socialistas de 1910, para homenajear la lucha de las mujeres contra la explotación capitalista. Se recuerda el asesinato, a manos del Gran Capital, de 129 obreras en huelga quemadas vivas en una fábrica textil en EEUU: los dueños de la fábrica cerraron las puertas con ellas dentro y le prendieron fuego para hacerlas arder (como medida de «disuasión» para evitar que otras obreras siguieran su ejemplo de lucha). Se conmemora la lucha por la justicia social, por los derechos de la clase trabajadora, la lucha contra el patriarcado y el capitalismo, cuyos mecanismos se articulan el uno al otro a la perfección.
El 8 de marzo también quedó apuntalado como fecha eminentemente revolucionaria por los sucesos del 8 de marzo de 1917 en la Rusia tzarista: miles de mujeres salieron a las calles clamando por sus derechos, contra la explotación y las guerras que la burguesía imponía al pueblo: ellas detonaron la Revolución de Octubre. Tras la revolución de Octubre las mujeres conquistaron sus derechos económicos, sociales, sexuales y reproductivos: derecho al voto para todas las mujeres (no solo para las propietarias como en Gran Bretaña), derecho al divorcio, derecho al aborto, derechos plenos al estudio y trabajo, vivienda, sanidad y educación garantizadas, etc. Todos estos derechos todavía se siguen luchando en la inmensa mayoría de países capitalistas.
Las mujeres somos la parte más golpeada de la clase explotada. Somos víctimas de las guerras imperialistas, del saqueo capitalista que empobrece regiones y países enteros, de las privatizaciones y la precariedad, y además somos víctimas del machismo incesantemente promovido por los medios y toda la industria cultural del capitalismo. Porque el capitalismo se sustenta fragmentando y dividiendo a la clase explotada: por ello la industria cultural del capitalismo difunde incesantemente paradigmas de discriminación como el machismo y el racismo.
Somos las trabajadoras explotadas, estudiantes, artistas, paradas y jubiladas a quienes se nos está privando de una vida digna, en ocasiones hasta de la alimentación, la vivienda, el acceso a la salud, el acceso a la educación, etc. Somos privadas de condiciones de trabajo y de remuneración dignas por los capitalistas que sacan la plusvalía de nuestro trabajo. Somos las madres cuyo trabajo en el hogar no es reconocido, las que se quedan en absoluta precariedad sin pensión. Somos las mujeres migrantes empujadas a padecer las peores explotaciones: en maquilas de espanto, rociadas de veneno en el agro-industrial, abocadas a la explotación de la prostitución o a ser cosificadas y saqueadas como «vientres de alquiler». Somos las niñas violadas y forzadas a parir. Somos designadas por este sistema como la diana de las frustraciones aberrantes que este sistema causa, de la misoginia que fomenta.
Por ello el feminicidio galopa: porque los medios banalizan la tortura y toda discriminación alienante funcional al capitalismo, porque la violencia ejercida de manera estructural arrastra su odio contra nosotras. Somos vícimas del capitalismo y su barbarie, víctimas del machismo que el mismo Capital promueve; pero también somos mujeres luchadoras y revolucionarias. El 8 de marzo no es el día de las princesas, ni de las empresarias explotadoras. Las mujeres opresoras, las Cristine Lagarde, las Thatcher, las Hillary Clinton y demás… las que se lucran de devastar selvas, de oprimir poblaciones, de esclavizar en fábricas de espanto a miles de trabajadoras, las que se lucran, también, de fomentar el machismo a través de sus medios de alienación masiva, son clase explotadora, al igual que los hombres de la clase explotadora.
Al Capital le interesa mantenernos atadas a la división sexual del trabajo, a labores de cuidado no remuneradas, a la discriminación salarial por ser mujeres. Al Capital le interesa una clase explotada pulverizada y golpeada, impedida de unidad por el machismo, el racismo, la xenofobia, el individualismo y demás alienaciones que la clase explotadora se encarga de cultivar. Frente a una realidad tan brutal, el reformismo, siempre sirviendo a impedir cuestionamientos profundos, pretende encapsular nuestra lucha y superficializarla, ocultando su carácter de clase, obviando la funcionalidad que para el capitalismo tiene el machismo. Los reformistas, que pretenden seguir engañándonos con la cínica fábula de un supuesto e imposible “capitalismo con rostro humano”, buscan ocultar que no lograremos cambiar la cultura profundamente machista que impera en el mundo entero, a menos que nos tomemos los medios de producción y por lo tanto los de difusión y educación. En este sistema toda una artillería de sometimiento ideológico es implementada por la clase burguesa; los paradigmas de opresión son activamente martilleados desde múltiples flancos: desde las instituciones religiosas históricamente funcionales a las clases dominantes, pasando por la gran industria audiovisual, hasta los nada ‘inocuos’ videojuegos. Para contrarrestar esa alienación a gran escala, que tanto sufrimiento causa, se necesitan obviamente medidas que subviertan el actual orden social; abolir el patriarcado no será posible sin abolir el capitalismo.
Los caballos de Troya de la burguesía intentan hacer creer que las mujeres explotadoras son nuestras hermanas, cuando ellas también participan de perpetuar este sistema que devora a la naturaleza, explota a los seres humanos (a la clase trabajadora), y perpetúa al machismo, al racismo, al individualismo, comportamientos y discriminaciones fundamentales para el mantenimiento de este sistema putrefacto.
Las mujeres revolucionarias sabemos que la sociedad de clases se perpetúa sobre la violencia: esa violencia ejercida por la clase explotadora (la que posee los medios de producción) contra las mayorías explotadas y precarizadas, y sabemos también el lastre que significa el machismo para la unidad de la clase explotada. Luchamos también por un feminismo revolucionario, para poder oponerlo a la infame recuperación que el sistema está intentando hacer de la lucha feminista, con sus aberrantes Caballos de Troya y su discurso de “sororidad interclasista» (¡cómo si tuviéramos que tener «sororidad» con una capitalista explotadora, una proxeneta o una ficha del complejo militar-industrial por el mero hecho de ser mujer!).
Luchamos contra toda explotación, y nuestra lucha contra la opresión de la mujer trabajadora, la adelantamos luchando día a día contra el machismo, contra la clase burguesa, contra un orden social de explotaciones concatenadas; luchando contra la raíz que sostiene las desigualdades sociales: luchando contra un sistema que fomenta la opresión de la mujer porque necesita esta opresión como mecanismo de dominación y división de la clase explotada; luchando contra un sistema que fomenta la violencia machista a modo de control social (como pérfida válvula de escape de las frustraciones que tal sistema crea); luchando contra un sistema en el que un puñado de multimillonarios capitaliza moliendo humanidades y rebanando el planeta.
El Feminicidio galopante es parte de la barbarie de un sistema económico, político, social y cultural, el capitalista, violento en esencia y perverso en su lógica. Un sistema basado en la explotación de las y los trabajadores y en el saqueo de la naturaleza, es un sistema que necesita banalizar la explotación, la injusticia social y la tortura.
La lucha por la emancipación de la mujer y la lucha contra el capitalismo son inseparables. Por un feminismo revolucionario, que no es foto de portada sino lucha cotidiana, que lucha contra toda explotación.
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