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Regreso a clases: llamado a la sensatez

 Rogelio Javier Alonso Ruiz

El gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, presentó públicamente el plan de regreso a clases que es aplicado en su entidad: desde el inicio de este ciclo escolar ya contempla la asistencia voluntaria individual a los planteles educativos, así como, en etapas futuras, la reducción de la cantidad de días que los estudiantes asistirían y la ampliación paulatina del horario y de los momentos de alimentación. Al justificar su propuesta, el mandatario señaló los efectos nocivos que el cierre de escuelas ha tenido y, por tanto, la urgencia de regresar a clases presenciales. Lo anterior pareciera incompatible a las críticas que en su momento el gobernador vertió sobre el gobierno federal en torno a lo que consideraba una tardanza excesiva para ordenar el cierre de planteles: hoy clama por reabrir las escuelas (incluso ya en ellas se realizan asesorías individuales), pero ayer urgía a cerrarlas.

Por su parte, pese a que el semáforo epidemiológico de su entidad ha pasado a verde, el gobernador de Campeche, Carlos Miguel Aysa González, se ha mostrado contrario a ordenar la reapertura de los planteles en un plazo corto. Incluso, aunque el secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, señaló que en Campeche se podrían reanudar las clases presenciales en las próximas semanas, el gobernador fue claro al expresar que esperarán una situación epidemiológica estable en un lapso mayor: la reapertura de planteles pudiera darse, quizá, hasta el siguiente año.

Así pues, las determinaciones de los mandatarios representan dos posturas en torno a la reapertura de las escuelas: por un lado, la de Campeche, cobija a quienes priorizan, ante cualquier situación, la salud de la comunidad escolar y consideran el riesgo de enfrentar la pandemia en escuelas con carencias significativas de infraestructura. En el caso de Jalisco, su propuesta podría dar refugio a aquellos que han advertido el impacto nocivo de la educación a distancia en los aprendizajes de los alumnos; asimismo, podría encontrar adeptos en aquellos preocupados por la reanudación de las actividades económicas e incluso a aquel sector de la población descontento por la realización de tareas en casa y hasta por la supuesta falta de trabajo de los docentes.

La reapertura de escuelas debe ser un tema a tratar cuidadosamente: llevará a la movilización de más de 30 millones de mexicanos (y una buena cantidad más de manera indirecta), de modo que su planeación será fundamental para evitar rebrotes –que ya se presentan con fuerza en países europeos– no sólo en el interior de los planteles sino en las entidades en general. Aunque pareciera mucho pedir para nuestra clase gobernante actual, este asunto debe ser analizado sin anteponer las filiaciones partidistas, ni la búsqueda de reflectores. ¿Será pedirle peras al olmo? Las posibilidades de que cada entidad se ajuste a su contexto debería ser entendida como una autonomía armoniosa y funcional entre las diversas regiones, y no, como en ocasiones parece, un desconocimiento entre gobiernos de diferente orden y hasta una ocasión propicia para golpearse mutuamente. Resulta lastimoso observar que un tema tan delicado como éste sea incluido en la grotesca arena política de nuestros tiempos.

Hay muchos factores que tienen que ser preparados cuidadosamente antes de pensar en la reapertura de las escuelas. En la presentación de las propuestas federal y jalisciense se subrayó la importancia de la corresponsabilidad entre maestros y padres de familia, pero, ¿Dónde queda la autoridad educativa? No se trata de minimizar la autonomía y el poder de gestión de las escuelas, pero hay obligaciones elementales del Estado que no han sido suficientemente abordadas. ¿Hasta cuándo los gobernantes se comprometerán, con fechas y objetivos concretos de por medio, a proveer, por ejemplo, de instalaciones sanitarias dignas a todos los planteles? ¿Por qué el plan de regreso a clases no incluye en su cronograma actividades para la inspección o la rehabilitación en torno al acceso a agua potable en los planteles? ¿Cuándo informarán sobre el equipamiento de insumos médicos básicos y material de limpieza? ¿Qué hay sobre los servicios médicos del magisterio? ¿Ya se comprometieron a establecer un tope razonable de alumnos por grupo privilegiando el aprendizaje y la salud, y no el ahorro de recursos como hasta hoy en muchas entidades?

La decisión que cada entidad tomará en torno a la reapertura de los planteles debe ser guiada, cuando menos, por dos recomendaciones que pudieran abonar a la sensatez. La primera, como ya se dijo, debe ser alejarse de filiaciones político-partidistas: se ha observado como, cuando el gobierno central dice abrir, algunos locales dicen cerrar; el sentido común se nublará cuando se tengan más a la vista las rivalidades y las ambiciones políticas que las condiciones de cada contexto, cuando seduzca más la elección inmediata que la toma de decisiones responsables y consensuada: desafortunadamente, la mayoría de la población sería la que tendría que pagar los platos rotos de este tipo de enfrentamientos que en ocasiones rayan en lo infantil.

Segundo, evitar considerar a un solo argumento como suficiente en sí mismo: razones como las afectaciones al aprendizaje o el cuidado de la salud, no deben ser excluyentes ni propiciar el sometimiento de uno sobre otro. Los argumentos no deben estar en la lógica de “estar conmigo o contra mí”. No se trata de hacer ganar una razón, la propia, sino dar cabida a la mayor cantidad posible de ellas: tarea compleja en una época desacostumbrada a matizar. Incluso un argumento tan válido e importante como el cuidado de la salud podría tomar una perspectiva diferente si se considera que, de acuerdo a ciertos estudios, la pandemia tardará en ser contenida al menos varios meses más; favorecer los aprendizajes es a todas luces válido, pero sería un error disociarlo de las condiciones de infraestructura escolar. Urge pensar con la cabeza fría.

El regreso a clases pareciera encerrar un dilema en torno a un cuestionamiento central que debería ser cuidadosamente valorado: ¿para qué está mejor preparada la escuela: para brindar una enseñanza a distancia de calidad con las limitaciones tecnológicas y culturales o para proporcionar condiciones de seguridad sanitaria en sus planteles ante una pandemia que desde varios meses tiene (y parece seguirá teniendo) arrodillado al mundo? Volver a clases podría poner en riesgo la salud, pero seguir la enseñanza remota continuaría profundizando afectaciones a los aprendizajes de un amplio sector del alumnado. Ambos argumentos son válidos, pero requieren verse frente a frente, priorizar en qué momento se enfatiza en uno y en otro. La pandemia ha sacado a relucir lo mejor y lo peor de nuestro sistema educativo. Ojalá, por el bien de la niñez y la juventud, los actores políticos estén a la altura de una decisión tan trascendental como la reapertura de las escuelas.


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Fuente e Imagen: https://profelandia.com/regreso-a-clases-llamado-a-la-sensatez/

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Vendedores de humo y revalorización del magisterio

Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz*

 

En la mayoría de sus discursos, el secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, no ha dudado en ensalzar la figura del docente. Ha insistido, en más de una ocasión, que los maestros son insustituibles, destacando una y otra vez la relevancia social de su función, en sintonía con uno de los ejes del ideal educativo oficial: la revalorización del magisterio. En abril del año pasado, al presentar la nueva Reforma Educativa, Moctezuma Barragán advirtió a los medios de comunicación que el mero cambio de discurso –de la denostación al reconocimiento– se había traducido (según una encuesta de la que no dio mayores detalles) en un incremento del nivel de aprecio de la sociedad hacia los profesores: puede que tenga razón, pero no es suficiente.

Además de las palabras, la revalorización del magisterio ha sido respaldada por un marco legal: el título cuarto de la Ley General de Educación (LGE) reconoce que deberá buscar, entre otros fines, fortalecer el desarrollo y superación profesional del docente mediante la formación, capacitación y actualización; fomentar el respeto a la labor docente y a su persona; reconocer su experiencia, así como su vinculación y compromiso con la comunidad y el entorno donde labora, y otorgar un salario profesional digno.  Tales propósitos son replicados, de manera literal, por la Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros.

Así pues, la revalorización del magisterio ha sido cobijada no sólo por los discursos, sino también por un marco legal que sienta las bases para su operación. Evidentemente ambos elementos, las palabras y las leyes, son insuficientes para concretar la tan anhelada recuperación de la notoriedad del docente. A casi dos años del inicio de un nuevo gobierno, el endulzamiento del oído del profesorado no ha estado acompañado de acciones que redunden en condiciones profesionales y salariales más favorables para los maestros.

De hecho, los discursos y las leyes parecen ir en sentido contrario de algunos hechos recientes en la vida pública: el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) 2021 contempla la reducción presupuestal de más del 95% para la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), de la que dependen las Escuelas Normales. Nuevamente, pese a que las leyes educativas mandatan el fortalecimiento de estas instituciones (LGE, título cuarto, capítulo II) y a que las palabras de las autoridades apuntan hacia la corrección de su situación de abandono, los hechos se oponen con fuerza. Independientemente de que la cuestión presupuestal sea enmendada a partir del debate legislativo, ¿qué mensaje envían los autores de la propuesta? Si el sexenio pasado estuvo marcado por la asfixia de la matrícula normalista, éste podría distinguirse por propinar a estas instituciones un golpe presupuestal brutal.

Por si fuera poco, en el PPEF se advierte otra situación contraria a la revalorización magisterial: se prevé la disminución del 49% del presupuesto destinado al Programa para el Desarrollo Profesional Docente. Por más que se hable de austeridad y de pulcritud en el ejercicio de los recursos, ¿cómo pueden estas cifras conciliarse con el supuesto interés por tener maestros mejor preparados? ¿son congruentes con lo establecido en las leyes educativas? ¿no es éste un agravio al derecho de los docentes de acceder a opciones formativas dignas?

Uno de los asuntos de mayor relevancia en relación a la revalorización del magisterio fue la polémica evaluación docente. Si bien fue un logro digno de celebrarse el despojarle su carácter punitivo, el cambio en la evaluación ha quedado inconcluso. Se mencionó que, a partir de la nueva Reforma Educativa, se daría énfasis a su enfoque formativo para que sus resultados fueran la base para generar opciones de capacitación y actualización del magisterio; nada de eso ha sucedido aún, pese a que está marcado en la ley: no se han promovido ejercicios evaluativos diagnósticos para los profesores y, de este modo, las ofertas formativas siguen desvinculadas de las necesidades particulares. Así pues, las intenciones por hacer de la evaluación ya no un instrumento para despedir profesores, sino para fortalecerlos, quedaron a medias.

En términos económicos, la revalorización del magisterio sigue a la espera. Sin contar el aumento salarial de este año, que se suscita en condiciones especiales, el de 2019 fue apenas superior (0.15%) que el último de la administración federal anterior. Pese a que ya se cuenta con un marco normativo que mandata un salario profesional digno, desde el 2018 los maestros no han podido participar en algún programa de incentivos que, en otras épocas, hacía del sueldo de los maestros mexicanos uno de los más elásticos (no mejor pagados) de la OCDE; sería hasta 2021 que los profesores podrían gozar de algún estímulo en sus bolsillos. Así pues, el estancamiento salarial del magisterio durará, cuando menos, los tres primeros años del gobierno actual.

De este modo, se observa que falta mucho por hacer realidad la revalorización del magisterio. No se esperaba que de la noche a la mañana se resolviera la compleja situación docente, pero tampoco acciones a todas luces contrarias a la revalorización magisterial, tales como los intentos de reducción presupuestal mencionados. No se menosprecia la importancia de un cambio de discurso que reconoce la importancia del docente, sobre todo después de años de linchamiento pública y tampoco se minimiza la trascendencia de contar ya con un marco legal propicio para hacer realidad mejores condiciones para el profesorado.

Hasta el momento los discursos optimistas sobre la revalorización del magisterio no concuerdan con las condiciones actuales de los docentes ni mucho menos con las intenciones que se han dejado entrever en relación a la asignación presupuestal. Las palabras seguirán siendo huecas y las leyes letra muerta mientras no haya una auténtica dignificación de la labor docente. Mientras siga el divorcio entre el discurso y la realidad, los promotores de la revalorización del magisterio correrán el riesgo de quedar como auténticos vendedores de humo.

Fuente e imagen: https://proferogelio.blogspot.com/2020/09/vendedores-de-humo-y-revalorizacion-del.html?m=1

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Aprende en casa II: ¿qué mejorar de los programas de televisión?

 Rogelio Javier Alonso Ruiz

Además de los libros de texto y los cuadernos de trabajo, uno de los soportes de la estrategia Aprende en casa II es la televisión. Los nuevos programas televisivos, disponibles a partir del 14 de septiembre, intentarán contribuir al aprendizaje de los estudiantes. Desafortunadamente, en los discursos oficiales y las encuestas sobre la primera experiencia educativa a distancia, poco se aborda acerca de la calidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje, implícitos en ellos los programas de televisión. A partir de la revisión de cinco de éstos, de educación primaria –tres de quinto y sexto grados (de Matemáticas, Geografía y Ciencias Naturales) y dos de tercero y cuarto grados (de Matemáticas) –, se detectan algunos aspectos que deberán modificarse en las nuevas emisiones, así como otros que deberán continuar.

En los programas de televisión analizados se observa una monotonía en la estructura de los mismos: el desarrollo consiste básicamente en la sucesión de videos y el posterior planteamiento de preguntas por parte del presentador, siendo estos dos recursos, prácticamente, los únicos de los que se echa mano. Las clases se vuelven predecibles. Cabe mencionar, con respecto a las preguntas de los conductores, que se debe evitar su abuso: en la clase del primero de mayo de Matemáticas, para tercero y cuarto grados, que duró 22 minutos, se lanzaron once preguntas a los estudiantes, es decir, un promedio de dos por minuto, bombardeo enfocado principalmente a conocimientos declarativos. La respuesta a preguntas no debe ser el producto exclusivo de los programas de televisión: los alumnos pueden elaborar dibujos, esquemas o reflexiones, entre muchas otras más producciones que pueden dar cuenta del aprendizaje de los niños.

El proceso de selección de los videos que se utilizan en los programas debe ser mucho más cuidadoso, en aras de evitar información descontextualizada o excesiva. Por ejemplo, para desarrollar en los alumnos de quinto y sexto grados los conocimientos relativos al uso de medidas estándar y sus múltiplos y submúltiplos, se recurre a videos donde se abordan conceptos muy alejados del alcance de los alumnos, como el IPK (Prototipo Internacional del Kilogramo, por sus siglas en inglés). Lo mismo sucede en la clase de Ciencias Naturales de los mismos grados, del 27 de abril, donde se exponen mediante un video los resultados de una investigación acerca de los hábitos alimenticios en Argentina. Volviendo a los materiales de Matemáticas, se hace alusión a instituciones y secretarías de aquel país sobre los patrones de medida y su relación con organismos internacionales. Evidentemente, la información presentada es ajena al entorno conocido por los niños, difícil de asimilar y poco relevante para los objetivos de aprendizaje.

Aunque la vocación de la televisión es la comunicación unidireccional, es necesario también advertir el papel predominantemente pasivo de los alumnos. La mayor parte del tiempo los estudiantes observan videos y son pocas las ocasiones para algún tipo de actividad que promueva un ejercicio más activo de la mente. Quizá la recuperación del libro de texto, al cual se hace referencia al final de las sesiones sólo para especificar las páginas en las que se abordan los temas, pudiera ser un elemento para propiciar un papel más dinámico en los estudiantes. Los programas de televisión no deben olvidar que lo sustantivo de una clase no es que el alumno escuche una explicación, sino que realice actividades que le permitan modificar sus esquemas de pensamiento y lo conduzcan al aprendizaje. ¿Será esto posible a través de la televisión?

Especialmente en los programas de Matemáticas se aprecia una situación preocupante con respecto a la conducción de los procesos didácticos: el desapego de los enfoques de enseñanza. Una clase para alumnos de tercero y cuarto grados contiene un error tan básico como iniciar mediante el planteamiento de procedimientos formales para restar fracciones. La explicación, como ya se dijo, se da al inicio, cuando lo recomendable es que este tipo de intervenciones por parte del profesor, en las que se aproxima al conocimiento convencional, se sitúen cuando los alumnos ya tuvieron la posibilidad de interactuar con el objeto de estudio; esta situación se repite en la clase de Geografía de los mismos grados, del 27 de abril, cuando la parte inicial de la clase se destina a definir el concepto de calidad de vida. No se incluye en la clase de Matemáticas uno de los elementos fundamentales de su enfoque pedagógico: la resolución de problemas.

En algunos de los programas revisados se observa debilidad en cuanto a la correspondencia entre los propósitos de aprendizaje y las actividades propuestas. Por ejemplo, en la clase de Matemáticas de quinto y sexto grados del siete de mayo, que pretendía que los estudiantes conocieran la utilidad de medir la magnitud del peso, utilizar las unidades de medida estándar y sus múltiplos y submúltiplos, simplemente se les pide a los niños que pregunten a sus familiares cuál es su peso en kilogramos y lo transformen a gramos; buena parte de la clase se destina a conocer un museo argentino sobre balanzas o a revisar, de manera mecánica, los procedimientos para transformar múltiplos y submúltiplos del gramo. El propósito inicial se fue diluyendo en el transcurso de las actividades.

¿Qué conservar? En los programas revisados se observan dos elementos que deberían continuar y consolidarse en las nuevas emisiones. El primero de ellos es el uso de casos: en la clase de Ciencias Naturales para alumnos de quinto y sexto grados, se utiliza un video que expone una historia de un niño con mala alimentación; a partir de él, el alumno puede deducir buenos y malos hábitos alimenticios, sin la necesidad de que estos conocimientos le sean proporcionados mediante una explicación formal. La televisión puede representar un instrumento poderoso para la presentación de historias, testimonios, paisajes o presentaciones artísticas, entre otros recursos, a partir de los cuales se puedan propiciar aprendizajes.

En segundo lugar, en la clase mencionada, aunque quizá no con la intensidad deseable, se observan actividades que propician el involucramiento de la familia y de las actividades propias del hogar: se pide que, en conjunto, el alumno y su familia reflexionen sobre la alimentación que llevan en casa. Actividades como la preparación de un alimento en familia, además de las múltiples áreas de conocimiento que abarca, pudiera representar una experiencia a partir de la cual se promuevan aprendizajes significativos en los estudiantes. Ya múltiples voces claman por el aprovechamiento de la familia en las tareas de aprendizaje, formal o informal, de acuerdo a sus posibilidades.

Como se observa, el uso de los programas de televisión en la estrategia educativa a distancia debe ser revisado profundamente, sobre todo en términos pedagógicos, de modo que las nuevas emisiones gocen de mayor aceptación. Debe aprovecharse el indudable potencial que, en cuanto a cobertura, tiene este medio de comunicación, presentando además una oferta pertinente para la comunidad educativa. Abarcar menos y profundizar más, en cuanto a contenidos, es un planteamiento sencillo que podría redundar en mejores aprendizajes, alejando a la televisión de la tentación de querer cubrir lo que la escuela hace cotidianamente. Se debe recordar que será el único medio de aprendizaje para muchos alumnos, sobre todo de aquellos en cuyos hogares no existen condiciones materiales, sociales ni culturales propicias para la actividad escolar. Ojalá la televisión no sea una extensión de la lastimosa tradición en la que los más desfavorecidos reciben las peores oportunidades educativas. Que no sea una “televisión para jodidos” como, se dice, alguna vez sugirió “El Tigre” Azcárraga, hijo del fundador de una de las cadenas hoy aliadas de la educación a distancia.

*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía. 

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REFERENCIAS

Programas analizados:

Ciencias Naturales, 5° y 6°. 27 de abril. https://www.youtube.com/watch?v=Qcnv6uCqcJI

Geografía, 5° y 6°. 27 de abril. https://www.youtube.com/watch?v=3ua7YGT8kOE

Matemáticas, 3° y 4°. 8 de mayo. https://www.youtube.com/watch?v=Aatam51P9fM

Matemáticas, 3° y 4°. 1 de mayo. https://www.youtube.com/watch?v=CkLKv_4Kyuc&t=1113s

Matemáticas, 5° y 6°. 7 de mayo. https://www.youtube.com/watch?v=x9l08SxioUE&t=3s

Fuente: https://profelandia.com/aprende-en-casa-ii-que-mejorar-de-los-programas-de-television/

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Aprende en casa II: ¿la televisión, el maestro o ambos?

 Rogelio Javier Alonso Ruiz

El 3 de agosto de 2020, el secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, participó en la conferencia matutina presidencial para dar a conocer el regreso a clases. Si bien las expectativas para el discurso del secretario eran altas, el asunto medular del mensaje se centró predominantemente en la participación de las grandes cadenas televisivas del país en el programa Aprende en casa II. Se ensalzó a la televisión y a sus propietarios por su notable voluntad hacia la causa educativa.  La estampa resultó decepcionante para muchos: magnates de cadenas televisivas que años atrás contribuyeron al linchamiento mediático de los docentes, encabezando un anuncio tan esperado en materia educativa, sin siquiera asomarse algún profesor entre los asistentes. A partir de ello, se generó una polémica en torno al papel que jugaría la televisión en la siguiente edición del programa educativo a distancia federal.

La estrategia federal de educación a distancia intenta relacionar a la televisión y el docente. En este sentido, la SEP (2020), indica que “en aquellos lugares donde se puedan observar los programas educativos por televisión, no existan dos estrategias distintas de formación para alumnas y alumnos” (p.13), señalando además que la labor del profesor (explicar, despejar dudas, proponer actividades de acompañamiento, etc.) deberá sujetarse a lo presentado en los programas de televisión.  El docente tendrá que “conocer la programación semanal de Aprende en casa II para planificar el acompañamiento pedagógico” (SEP, 2020, p. 17) y, posteriormente, decidir sobre “las actividades para profundizar, avanzar en la comprensión o ejercitar conocimientos, sin saturar de demandas a estudiantes y sus familias” (SEP, 2020, p. 8).

Aunque se da libertad al profesor de diseñar acciones para conducir el aprendizaje de sus alumnos, el rumbo de éstas sería marcado por la programación televisiva. Entonces, de acuerdo al planteamiento oficial, se despojaría al profesor de la facultad de seleccionar los contenidos de acuerdo a las necesidades del grupo atendido, aunque no se le limita en torno a la creación de actividades propias. Así pues, no se elimina el papel del docente, pero parecería estar sujeto en cierta medida al orden que marque la televisión.

Existe un factor que dentro de la estrategia Aprende en casa II pudiera dificultar la relación entre el profesor y la televisión: el tiempo.  En la definición de la labor docente a distancia, resalta el hecho de que se exija no saturar de demandas a los alumnos, haciendo eco de uno de los reclamos más sentidos el ciclo escolar pasado, que propició que la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU) aconsejara “evitar la tentación de reproducir los tiempos y las cargas de trabajo escolares en el hogar”. En este sentido, si los programas de televisión duran dos horas y media para educación primaria y tres horas para educación secundaria, ¿de cuánto tiempo dispondrán los profesores para las actividades complementarias a las que la estrategia federal los faculta? ¿Queda tiempo suficiente, después de ver por tres horas la televisión, para realizar actividades adicionales significativas sin aproximarse a la extensión de las jornadas escolares?

Sobre la calidad de los programas de televisión, evidentemente habrá que esperar a conocer las primeras emisiones de la nueva edición para emitir un juicio al respecto, lo cual sucederá hasta el 14 de septiembre. La escasa autocrítica de la autoridad educativa federal en cuanto a la calidad de la enseñanza y los aprendizajes durante la educación a distancia pudiera brindar pocas esperanzas en cuanto a modificaciones sustanciales a estos recursos. Los nuevos programas deberán evitar caer en el enciclopedismo de algunos de sus antecesores y evadir el deseo de reproducir los esquemas de una clase de aula, a través de la pantalla. La selección de contenidos también deberá ser un aspecto al que se tenga que poner atención especial, pues no todos son aptos para ser abordados por televisión.

Una de las críticas más frecuentes hacia la nueva estrategia de educación a distancia tienen que ver con el riesgo de propiciar una educación bancaria a partir del uso de la televisión. Si bien los programas televisivos de la segunda edición de la estrategia aún no son emitidos, las sospechas son bien fundadas. En la primera versión de la estrategia, se caracterizaron por el abuso de preguntas orientadas hacia conocimientos meramente declarativos, incurriendo ocasionalmente en errores en los enfoques de enseñanza de las asignaturas. Hasta el momento, la única modificación que se conoce a los programas de televisión es la inclusión de conductores de televisión, con el propósito de mejorar la comunicación con los espectadores y hacer más fluidos los programas. Será tarea del docente valorar la pertinencia de los programas; si se deja obrar a la televisión por sí sola, el riesgo de convertir al aprendizaje en un fenómeno de consumo y almacenamiento se pudiera convertir en realidad.

Los maestros no tan fácilmente se dejarán desplazar por la televisión: son abundantes los casos de creatividad, vocación y capacidad de profesores que han asumido su rol de manera ejemplar durante la pandemia. Segura y afortunadamente, la opción televisiva no será contemplada de manera acrítica por los docentes, a pesar de lo estipulado en los documentos oficiales. La experiencia del ciclo escolar anterior puso de manifiesto que muchos maestros prefirieron privilegiar sus propuestas didácticas por encima de los programas de televisión, que en muchas ocasiones no fueron pertinentes para las necesidades del contexto escolar que atienden. Si bien no hay mucho que regatear en términos de ampliación de la cobertura, si los programas televisivos no tienen una mejora sustancial (en la parte pedagógica) es probable que muchos docentes, al igual que en la experiencia pasada, los hagan a un lado.

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REFERENCIAS

SEP (2020). Orientaciones para apoyar el estudio en casa de niñas, niños y adolescentes. Educación preescolar, primaria y secundaria. México: autor.

MEJOREDU (2020). 10 sugerencias para la educación durante la emergencia por COVID-19. México: autor.

Fuente: https://profelandia.com/aprende-en-casa-ii-la-television-el-maestro-o-ambos/

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Regreso a clases: a la misma hora y en el mismo canal

Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz

Pocos mensajes del secretario de Educación habían generado tanta expectativa como el que realizó el pasado 3 de agosto en la conferencia presidencial matutina. El anuncio principal, además de aludir a la fecha de inicio del ciclo escolar y su modalidad a distancia, fue la concertación de una alianza con cuatro cadenas televisivas de alcance nacional, lo que permitirá, solo por ese medio, llegar a más del 90% de las familias mexicanas, aunado a otras vías que, según el optimismo de las autoridades, harán posible un acceso prácticamente universal a la educación remota. De acuerdo a lo expresado por el secretario y el mismo presidente de la República, se infiere que en esta ocasión la televisión tendrá un papel con mucho mayor protagonismo que la edición pasada de la estrategia Aprende en casa.

Si bien no se pretende minimizar el acuerdo con las televisoras, tampoco sería adecuado maximizar su importancia: seguramente contribuirá a solucionar el importante problema de acceso a la oferta educativa, pero nada más. Debe decirse que el problema de la educación a distancia va mucho más allá del acceso a un dispositivo. En la edición pasada de Aprende en casa, algunos de los programas televisivos mostraron deficiencias importantes en términos didácticos: enciclopedismo, saturación de preguntas y respuestas al alumnado, mal uso de las explicaciones, incumplimiento de los enfoques de enseñanza, etc. No es casualidad que muchos docentes hayan desdeñado su uso. De manera alarmante, estos aspectos no han sido mencionados en los discursos de las autoridades educativas. ¿Se espera un cambio significativo en la calidad de los programas educativos por televisión? Es una incógnita aún.

Durante el ciclo escolar pasado, la televisión, erróneamente, trató de abarcar la mayor parte de los contenidos escolares. En el pecado llevó la penitencia. La experiencia dejó como moraleja que es necesaria una selección muy cuidadosa de los aprendizajes que se buscan desarrollar a través de la pantalla, pues no deben ser ignoradas sus evidentes limitaciones: sería inútil tratar de abordar contenidos que requieren forzosamente de interacciones presenciales con materiales didácticos, compañeros o maestros, o incluso que necesitan varias sesiones para afianzarse. Para evitar que el alumno se convierta en un simple depositario de un concepto o un dominador mecánico de alguna habilidad, se insiste en la cuidadosa elección de los aprendizajes a desarrollar. En ese sentido, la expresión del presidente de la República, en torno a que los alumnos aprenderán “igual que si fueran a la escuela” resulta por demás preocupante, justamente por aludir a uno de los problemas pedagógicos más importantes de la experiencia pasada: buscar transferir la dinámica escolar al hogar.

Tras la conferencia, da la impresión que fueron ignoradas diversas posturas críticas en torno a la estrategia educativa a distancia del ciclo anterior. En este sentido, hubiera sido conveniente, antes de la presentación de la segunda edición de Aprende en casa, un análisis exhaustivo del primer ejercicio.  En esta labor sin duda habría sido relevante la participación de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU), para que, en su función de conciencia crítica del sistema educativo, emitiera alguna valoración de aspectos puntuales de la experiencia educativa a distancia, máxime cuando ya transcurrieron más de dos meses del fin del primer ejercicio de la estrategia.

Salvo el mayor alcance televisivo, no se advirtieron en el mensaje del secretario de Educación modificaciones sustanciales en torno a la oferta educativa a distancia, pese a que dispuso de varios minutos para poder al menos mencionarlas. Ya en conferencia vespertina, cuando una reportera pidió su valoración sobre la primera edición de Aprende en casa, el secretario se limitó a mencionar las cifras de docentes capacitados (habría que revisar la naturaleza de tal preparación), los millones de cuentas de correo electrónico creadas y el alto porcentaje, según sus fuentes, de comunicación entre alumnos y docentes: lo pedagógico, parece, ha pasado a segundo plano. Ojalá, en el tiempo que queda para arrancar el ciclo escolar, que es poco, se pueda preparar adecuadamente, poniendo énfasis en lo pedagógico, una experiencia que se vislumbra incluso más complicada que la anterior.

Fuente: https://www.educacionfutura.org/regreso-a-clases-a-la-misma-hora-y-en-el-mismo-canal/

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El reto del analfabetismo: Del «cuántos leen» al «cómo leen»

Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz

 

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) define como analfabeta a aquella persona de 15 años o más que no sabe leer y escribir un recado. Según la Encuesta Intercensal 2015, el 5.5% de la población mexicana se pudiera considera como analfabeta (INEGI, 2015, p. 32), porcentaje muy inferior al de 1970, cuando 25.8% de la población no sabía leer y escribir. El analfabetismo es una de las expresiones más graves del retraso educativo, pues implica la carencia de habilidades necesarias para ejercer derechos e integrarse al mercado laboral, perpetuando así la ignorancia, la pobreza y la desigualdad social.

La distribución del analfabetismo en nuestro país es desbalanceada. En cuestión de sexo, 6 de cada 10 analfabetas son mujeres. En términos geográficos, en Guerrero, Oaxaca y Chiapas hay una proporción siete veces mayor de analfabetismo que en Ciudad de México; asimismo, la frecuencia de esta condición es cinco veces mayor en localidades rurales (12.9%) que urbanas (2.5%). En relación a los grupos de población, los más afectados son los indígenas (17.8%), las personas con alguna discapacidad (23.8%) o con alta marginación (19.4%) (INEE, 2017b, p.142). Así pues, hablando en términos generales, el rostro del analfabetismo en México podría ser representado por el de una mujer indígena, con algún tipo de discapacidad, originaria de una población rural de alta marginación.

La notable reducción del analfabetismo sin duda está vinculada a la mejora en la escolarización, sobre todo en el nivel primario: de acuerdo al Sistema Nacional de Información Estadística y Geográfica, México (2020) México alcanzó desde 2001 la universalización de la matriculación en la enseñanza primaria (6 a 11 años de edad). De este modo, son casi dos décadas en las que todos los mexicanos acceden al nivel educativo en el que se da, en la mayoría de los casos, el aprendizaje formal de la lectura y la escritura.

De acuerdo a la Encuesta Intercensal 2015 (INEGI, 2015, pp. 32-34), el analfabetismo actualmente es casi inexistente entre la población joven de 15 a 29 años (1.2%), mientras que es mayor su proporción en la población de 60 a 74 años (15.7%) o de 75 años y más (28.5%). Lo anterior hace pensar que, por el simple paso del tiempo, será cada vez más raro encontrar personas que no sepan leer y escribir. De seguir con las tendencias actuales, en una o dos décadas el porcentaje de población alfabetizada podría ser casi o igual al 100%, no obstante que a partir del 96% la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) considera ya a los países como plenamente alfabetizados. Lo anterior no elimina la responsabilidad del Estado para eliminar los altos índices de analfabetismo en la población de edad más avanzada.

Considerando el avance importante de la alfabetización en México, resulta alarmante la situación de las personas con discapacidad. Si bien en nuestro país el analfabetismo se refugia principalmente en la población de edad más avanzada, esta condición no se cumple con el subgrupo de población mencionado: el analfabetismo es menor entre las personas de 55 a 64 años (15.5%) que los de 15 a 24 años (24.8%) (INEE, 2017b, p. 142). ¿A qué se debe lo anterior: cayó la escolarización de este grupo o simplemente, en los últimos años, se ha hecho más visible su presencia? Sea cual sea la respuesta, el alto índice de analfabetismo es un reflejo de la lamentable tendencia de la escuela mexicana hacia la inequidad y la exclusión de los más desfavorecidos.

Con la inminente erradicación del analfabetismo absoluto, es decir, la simple incapacidad para leer y escribir un recado, se viene un nuevo desafío: tratar de abatir al analfabetismo funcional, o sea, la imposibilidad de utilizar adecuadamente las habilidades de lectura y escritura en situaciones específicas de la vida. Al respecto, la UNESCO ha indicado que “aún en países con tasas de analfabetismo significativamente menores al 10%, existe un elevado porcentaje de personas con muchas limitaciones para manejar los niveles más básicos de interpretación de textos informativos” (2015, p. 4). De este modo, el reto para México es mayúsculo: de acuerdo a la prueba PISA 2015, 39.8% de estudiantes mexicanos se ubicaron en el nivel más bajo, de seis posibles, en cuanto a desempeño en lectura manifestando habilidades elementales que les permiten apenas localizar información explícita en un texto corto o reconocer la idea principal en escritos con contenidos conocidos (INEE, 2015, p. 74).

En la alfabetización son evidentes dos desafíos para el Sistema Educativo Mexicano. Primeramente, integrar a los grupos más marginados para poder darles habilidades tan básicas como la lectura y la escritura; el logro de esto pudiera representar una base mínima para pensar en la escuela como un espacio que promueva la justicia social y que sea palanca del progreso especialmente de los más desfavorecidos. En segundo lugar, se deberá transitar a enfocar los esfuerzos hacia aspectos cualitativos de la alfabetización: logrado el abatimiento del analfabetismo absoluto, se deberá concentrar en el funcional; ya no bastará entonces la mera ampliación de la cobertura educativa, sino que se deberán atender asuntos de corte pedagógico y de las condiciones en las que los alumnos efectúan el aprendizaje. Dicho de otra forma y aludiendo a la definición del INEGI, la meta ya no será únicamente formar alumnos que sean capaces de leer y escribir un recado, sino de emplear estas habilidades de manera exitosa para promover su bienestar. Ya no sólo importará cuántas personas leen, sino cómo leen.

*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.

Twitter: @proferoger85

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REFERENCIAS

INEE (2017a). México en PISA 2015. México: autor.

INEE (2017b). Panorama Educativo de México 2016. Indicadores del Sistema Educativo Nacional. Educación Básica y Media Superior. México: autor.

INEGI (2015). Principales resultados de la Encuesta Intercensal 2015: Estados Unidos Mexicanos. México: autor.

UNESCO (2015). Alfabetización y Sociedades Sostenibles: convertir la visión de la alfabetización para 2030 en acción en América Latina y el Caribe. Disponible en: http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/FIELD/Santiago/pdf/Nota-conceptual-alfabetizacion.pdf (Consultado el 16 de julio de 2020).

SNIEG. Tasa neta de matriculación en la enseñanza primaria (6 a 11 años). Disponible en: https://www.snieg.mx/cni/escenario.aspx?idOrden=1.1&ind=1&gen=264&d=n (Consultado el 16 de julio de 2020).

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-reto-del-analfabetismo-del-cuantos-leen-al-como-leen/

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México: Regreso a clases ¿Es viable a distancia?

Regreso a clases ¿Es viable a distancia?

Autor: Rogelio Javier Alonso Ruiz

A pesar que en la reunión más reciente del Consejo Nacional de Autoridades Educativas (CONAEDU), Esteban Moctezuma, titular de la Secretaría de Educación, señaló que para la reanudación de las actividades escolares se empleará un modelo híbrido que combinará las modalidades de enseñanza presencial y a distancia, diversos funcionarios estatales no tardaron en hacer públicas sus intenciones de arrancar las actividades educativas en sus entidades a través de la modalidad remota. El ciclo escolar recién concluido dejó áreas de oportunidad importantes en lo relativo a educación a distancia, además de otros factores que seguramente han cobrado relevancia en los últimos meses.

¿Es acertada la propuesta de las entidades de iniciar el ciclo escolar a distancia? Diversas razones hacen sospechar sobre la idoneidad de esta acción: entre otras, destaca la probable ausencia de libros de texto, las necesidades de preparación pedagógica de los docentes, los antecedentes en los criterios de evaluación y las condiciones de los hogares de los estudiantes tras cuatro meses de confinamiento. Factores como los mencionados merecen ser contemplados para evitar que la puesta en marcha del año escolar, en modalidad a distancia, corra riesgos de fracaso.

El inicio del ciclo escolar 2020-2021 se encontraría con un primer obstáculo importante que superar: la posible ausencia de libros de texto gratuito. Estos materiales fueron fundamentales en la experiencia previa de educación a distancia pues permitieron, al menos en educación primaria, el nivel más poblado del sistema educativo, contar con una base mínima para el desarrollo de las actividades de aprendizaje. De este modo, se disminuyó la dependencia del uso de la tecnología. En caso de poderse realizar, la repartición de los libros implicará un desafío considerable, pues requerirá necesariamente la presencia de los padres de familia en las escuelas en la etapa más aguda de contagios del virus, no obstante que Esteban Moctezuma ya ha señalado que cualquier actividad escolar queda suspendida hasta que el semáforo epidemiológico esté en verde.

En el plano didáctico, la experiencia previa dejó de manifiesto la necesidad por parte del magisterio al adaptar sus formas de enseñanza a la modalidad a distancia. Cobraron relevancia problemas pedagógicos como la saturación de actividades escolares o la dificultad para discernir los aprendizajes esenciales de los programas de estudio, además del uso didáctico de herramientas tecnológicas. En algunos casos, erróneamente se trató de reproducir en el hogar la dinámica de enseñanza del aula. Por tanto, resultaría conveniente ofrecer a los maestros, durante algunas semanas, opciones formativas que permitan aprender formalmente aspectos fundamentales de la enseñanza a distancia: “deben conocer y dominar los aprendizajes en los estudios autodirigidos, estar capacitados para trabajar a distancia, conocer y aplicar técnicas de trabajo grupal a distancia, teorías, conceptos, evolución de la didáctica y su clasificación” (p. 182).

¿Se volverá a enviar a los maestros a enfrentar este reto, como en la experiencia previa, sin haber sido instruidos formalmente en esta nueva forma de enseñanza? Vale la pena entonces revisar el taller de capacitación que para este ciclo escolar oferta la Secretaría de Educación Pública, denominado “Horizontes: colaboración y autonomía para aprender mejor”. No obstante que se abordan asuntos referentes a la educación a distancia, se da un énfasis quizá excesivo a la parte emocional, que si bien es importante, eclipsa a otros aspectos igualmente relevantes que tienen relación con temas técnicos y pedagógicos, los cuales son abordados de manera superficial.

Por otra parte, no deben soslayarse los efectos de los polémicos criterios de evaluación que se consideraron para el cierre del ciclo escolar pasado. La necedad de tener que asignar una calificación al trabajo remoto y, además, que ésta fuera aprobatoria, en aras de buscar no afectar a los más desfavorecidos, propició un efecto secundario indeseable: provocó, en muchos docentes y estudiantes, un desencanto hacia el empeño por cumplir cabalmente con las responsabilidades académicas. Idealmente los padres de familia tendrían que encontrar el valor de las actividades de aprendizaje en sí mismas, sin embargo, esto no sucede en todos los casos: miden la importancia de éstas en función de la calificación que puedan representar. Considerando el antecedente del ciclo escolar finalizado y la percepción de la importancia de la actividad escolar vinculada a la calificación numérica, ¿existirá una adecuada participación de los padres de familia en este nuevo periodo? ¿La ya conocida aprobación automática será una razón para desdeñar las tareas escolares?

Finalmente, otro aspecto que sin duda tiene que ser valorado en la reanudación de las actividades escolares a distancia es la situación de los hogares mexicanos. A más de cuatro meses del inicio del confinamiento, el panorama de las familias de los estudiantes seguramente cambió considerablemente: la situación económica de muchos habrá empeorado, la calidad de la alimentación habrá decaído o incluso el bienestar emocional, tras pérdidas de seres queridos o el encierro tan prolongado, estará afectado. Si al inicio de la pandemia el hogar promedio de los alumnos mexicanos parecía no ser un escenario ideal para el aprendizaje formal, el paso del tiempo seguramente habrá agravado las adversidades.

La experiencia pasada de educación a distancia dejó múltiples muestras de vocación, humanismo, compromiso y capacidad del magisterio para enfrentar retos tan importantes como el que se les planteó, asimismo quedó de manifiesto la voluntad inquebrantable de muchos estudiantes por cumplir con sus deberes escolares haciendo hasta los más grandes esfuerzos.  Sin embargo, lo anterior no deben hacer olvidar varias cuestiones de fondo que requieren ser atendidas antes de volver a intentar una enseñanza a distancia. Las autoridades educativas deberán de ser muy cuidadosas al valorar situaciones como las mencionadas en este escrito, para dar un paso tan importante como la reanudación del ciclo escolar. Así como Esteban Moctezuma en alguna ocasión señaló que los maestros son insustituibles en la tarea educativa, el edificio escolar también lo es para muchos estudiantes. Debido a lo anterior, pareciera que la modalidad híbrida es menos riesgosa para el inicio de clases, aunque su inconveniente principal sería la lejanía de la fecha probable de la reanudación de las actividades escolares.

*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía. 

Fuente de la Información: http://www.educacionfutura.org/regreso-a-clases-es-viable-a-distancia/

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