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Janet Museveni’s No-Win Situation as Education Minister in Uganda

Uganda/ April 11, 2017/By:Daniel Kalinaki/Source: All Africa

Why has there been so much truculent criticism of First Lady Janet Museveni since she became Education minister? This question, which your columnist has pondered for many months, is easy to answer but difficult to explain.

The Banana Republic-esque optics, of a president and his wife sitting together in cabinet, are certainly damning. But Janet has been in cabinet for 10 years and, in the first of her two parliamentary race wins, in 2006, had the highest number of votes of any MP countrywide.

Her decade in cabinet, albeit in a provincial role, has put some executive knowledge and managerial nous under her belt – and she is far from the least qualified minister.

Questions about her failure to carry out teaching practice, a key requirement for her first degree, in Education, are not new; in any case better them than the allegations of outright forgery of academic credentials levelled against many other public officials.

One might say that it has to do with the crumbling state of the education sector but these problems, deep-seated as they are, are neither new nor peculiar to it. The health and agriculture sectors, for instance, are in similar dire straits but few people can name the line ministers.

Even Ms Museveni’s well-publicised public utterances do not tell the whole story. Her concerns about school children on overcrowded boda bodas; long school hours or infamously asking poor parents to buy food flasks have a heart-warming naiveté about them – but they are not the worst we’ve heard in a country where a minister can justify rape and keep their cabinet post.

First, it seems that Ms Museveni has not leveraged her political capital in the time she has been in the Education ministry. Being the wife of the President is an optical handicap but the access can also be a practical asset. Instead of bemoaning the lack of money for sanitary pads, for instance, Ms Museveni could have pushed Parliament and the President to help the most-in-need girls in the short-term and incentives for local manufacturing capacity in the medium term.

Yet one suspects that Ms Museveni can say the right things, promote the right policies, and still, invariably, invite invectives. Even the best government would struggle to remain popular after 30 years in power – now imagine how hard it is if, as a recent report by the charity Oxfam pointed out, in those years the rich have become richer and the poor have become poorer.

It is hard for people you’ve never shared a wooden bench with in a crowded hospital, or waited with you outside a headmaster’s office while looking for a place, to believe it when you say you share their pain.

I give the minister the benefit of the doubt when she says she wants to reform the public education system but for an entire generation it feels like closing the kraal gate long after the cows have escaped considering that many of their contemporaries born to the privileged fighting class have been educated in expensive schools abroad, many at taxpayer’s expense?

It seems, therefore, in a rather counter-intuitive manner, that Janet was appointed to cabinet 20 years too late. If she had been appointed minister in 1996 when President Museveni was at his most popular and had a new constitution he had not yet tampered with, it would have raised fewer eyebrows and allowed her to get her hands dirty and develop her own political capital.

Her concern about the welfare of children, for instance, would have fed into the design of the UPE programme, which kicked off soon after the election. When schools and sports fields were being relocated to make way for hotels, Ms Museveni could have been the voice of reason. Twenty years later, and her best intentions not withstanding, it feels like a doctor has been sent to a patient who needs a priest.

That is what one can call Janet’s ‘Museveni dilemma’. To overcome suspicions of dynastic intent (or even justify them!) and stop being the lightning conductor for criticism of the Museveni family, she has to force through reforms that undo the patronage and corruption that have kept the system in power for 30 years. But to do so risks unplugging the patient’s life support equipment.

Janet’s naiveté – in the kindest sense of the word – is her greatest strength, for she can question and challenge many flaws that we’ve come to consider normal in our education system. It is also her greatest weakness, for how could she not have seen or known when the rain started beating the rest of us?

Mr Kalinaki is a Ugandan journalist based in Nairobi.

Source:

http://allafrica.com/stories/201704060035.html

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Ser albino en África, el «pasaporte» a la mutilación

África/10 abril 2017/Fuente: debate

Va en aumento el tráfico de albinos ya que son considerados “mágicos” y partes de sus cuerpos son utilizadas en la brujería

Las personas albinas en África no solamente deben preocuparse por los problemas o inconvenientes producidos de su trastorno, sino además, de no ser víctimas de crueles ataques, que van desde ser mutilados hasta la muerte.

El albinismo es una alteración genética caracterizada por la ausencia congénita de pigmentación de ojos, piel y pelo; puede causar cáncer de piel y ceguera a temprana edad.

En Tanzania, comenzó el tráfico de albinos, con fines de utilizar partes de su cuerpo en la brujería. En este lugar, los albinos son considerados “fantasmas” o que tienen relación con el diablo y creen que miembros como brazos, piernas e, incluso, genitales son necesarios para diversas pociones de la brujería.

Ser albino entre la raza negra es una «condena». FOTO: AFP

Se cree que el cuerpo albino sin vida es de “buena suerte” y “mágico”.

Es por eso que ser un individuo de piel blanca entre una población negra, es sinónimo de sufrir daños psicológicos,mutilaciones y hasta la muerte.

Los niños y mujeres son el objetivo principal. FOTO: forosdelavirgen.com

Las partes del cuerpo de estos inocentes se cotizan hasta en nueve mil euros en el mercado negro, un aproximado de 178,482.19 pesos, por lo mágico de sus huesos para los rituales. El cuerpo completo ronda los 60 000 euros, 1,189,881.25 pesos aproximadamente, apuntan los últimos datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

El tráfico se extiende a otros países

Los traficantes se han extendido a diversos países cercanos, entre ellos Malaui, Burundi y Kenia.

“Estamos muy preocupados. Es difícil sentirse seguro porque nuestras vidas están en juego”, admite a EFE el coordinador de la Sociedad de Albinismo en Kenia, Isaac Mwaura.

Las víctimas son atacadas con machetes. FOTO: forosdelavirgen.com

En Kenia, tres hombres atacaron con machetes a un albino de 56 años e intentaron cortarle las extremidades.

“Yo mismo he vivido de cerca estos ataques. Hace poco intentaron secuestrar a uno de los niños albinos que viven conmigo. Por suerte, está bien”, relata Mwaura.

Los ataques van en incremento en África. FOTO: marcianos.mx

El Gobierno tanzano prohibió la brujería en enero; sin embargo, son los políticos y grandes empresarios los que pagan grandes sumas de dinero para conseguir huesos, cabellos o extremidades de albinos, lo que complica la erradicación de estas prácticas.

“Tenemos mucho miedo. Pedimos a las autoridades del país que nos protejan”, añade Mwaura que, pese a las dificultades, ha conseguido convertirse en el primer albino en el Parlamento keniano.

Los albinos viven un «infierno» en África. FOTO: @ondaverdediario

Los más atacados son las mujeres y niños, por creerse el grupo más débil de la población y por la creencia de que tener relaciones con personas albinas cura el VIH y el SIDA, muchas mujeres son abusadas sexualmente.

A través de Global Medical Relief Fund, una organización caritativa iniciada por Elissa Montanti en 1997, se han refugiado a niños albinos mutilados en los Estados Unidos que están huyendo del “infierno” y les ayudan a encontrar prótesis personalizadas, según publica The Associated Press.

Muchos niños han sido mutilados por estas prácticas. FOTO: Badabum.com

El mundo tiene indignación hacia este «fenómeno», creen increíble que en este siglo continúen este tipo de creencias que dañan a la humanidad.

Los albinos sufren problemas de piel, vista, entre otros. FOTO: 13Tves

Fuente: https://www.debate.com.mx/mundo/-Ser-albino-en-Africa-el-pasaporte-a-la-mutilacion-20170409-0074.html

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Mozambique: Violencia machista en el país de Josina Machel

Mozambique/10 abril 2017/Fuente: El País

Mozambique celebra el Día de la Mujer el 7 de abril para conmemorar la muerte de la heroína africana.

Hoy se celebra el Día de la Mujer, al menos en Mozambique. No es 8 de marzo, pero este país africano ha preferido escoger su propia jornada de reivindicación al margen de la mundialmente reconocida. La fecha tiene mucho que ver con su propia historia, pues conmemora la muerte, hace 46 años, de la heroína de la independencia Josina Machel. Una efeméride que este año viene cargada de enfado e indignación en un país en el que la mujer ha logrado importantes conquistas en el ámbito público, pero donde existe una elevada incidencia de violencia de género que está traspasando la esfera privada y saliendo a la luz, con casos muy mediáticos como los de las hijas de dos expresidentes.

“En este país hay bastante igualdad de oportunidades. Yo, por ser mujer, no encontré impedimentos para hacer mis estudios y trabajar igual que un hombre”, asegura Angelina Nascimento, bióloga de 35 años que cursó sus estudios en la capital, Maputo, a 1.500 kilómetros de Tete, su ciudad, situada en el centro del país. “El Gobierno siempre ha incentivado mucho a las chicas para que no abandonen los estudios, recuerdo campañas públicas desde que estoy en Primaria. Por ejemplo, se consiguió que los ritos de iniciación se llevaran a cabo en periodo no lectivo y también se permite que las chicas embarazadas vayan al colegio”, añade Nascimento.

Como muchas mozambiqueñas, ella estudió la figura de Josina Machel en la escuela. Este 7 de abril, las tiendas de capulanas, tejido típico de Mozambique, se inundan con piezas estampadas con su rostro y en todas las localidades del país se rinde homenaje a quien consideran la pionera en las políticas de igualdad lanzadas por este país tras la independencia de Portugal. Se llamaba Josina Muthemba y nació en 1945. Desde muy joven se implicó en la lucha contra los portugueses y con apenas 19 años protagonizó una novelesca huida de su país para incorporarse al Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo) que tenía su base en la vecina Tanzania. Allí se integró rápidamente en el Destacamento Femenino y recibió entrenamiento militar para la lucha de liberación.

Como responsable de la sección de mujeres del movimiento guerrillero promovió la participación femenina en todos los ámbitos del combate y se preocupó especialmente por la creación de orfanatos y centros educativos para los niños. Casada con el líder guerrillero y luego primer presidente del país Samora Machel, de quien tomó su apellido, Josina cayó enferma de cáncer en 1970 y murió de forma prematura tan solo un año después sin llegar a ver cumplido su sueño de la independencia. Sin embargo, su entrega a la causa anticolonial y su firme defensa de los derechos de las mujeres la han convertido en un símbolo en el continente africano.

Paradójicamente, Mozambique celebra su Día de la Mujer envuelto en un inquietante ambiente de aumento de un 25% de los casos de violencia de género en 2016 con respecto a 2015. Justo a finales del año pasado, Valentina Guebuza, hija del expresidente Armando Guebuza (2005-2015), fue asesinada de cuatro disparos en su domicilio a manos de su marido. La joven, de 36 años, era una destacada empresaria directora de un holding familiar con presencia en diversos sectores, como la banca, las telecomunicaciones, la pesca, los transportes o los minerales.

Machel se implicó desde muy joven en la lucha contra los portugueses y con 19 años se incorporó al Frelimo

La muerte de Valentina, a quien la revista Forbes situó como una de las jóvenes más poderosas de África en 2013, generó un enorme impacto en Mozambique. Un año antes, en diciembre de 2015, fue la hija de Samora y de Graça Machel, llamada Josina en homenaje a la primera esposa de Samora y heroína de la independencia mozambiqueña, la que se convirtió en una mediática víctima de la violencia de género. En este caso fue el empresario Rofino Licuco, novio de Josina durante tres años, quien le propinó un fuerte golpe en la cara a la joven por el que perdió la visión del ojo derecho.

Hace menos de dos meses un tribunal de Maputo condenaba a Licuco a tres años y cuatro meses de prisión y a una multa de 2,7 millones de euros en un proceso judicial muy seguido por los medios. “Esta victoria debe ser celebrada por todas las mujeres que sufren abusos verbales, emocionales, económicos y sexuales”, anunciaba eufórica Josina Machel, de 40 años, tras conocerse la sentencia al tiempo que dedicaba su victoria judicial a “todas las que sufren en silencio”, sacando una vez más a la palestra el problema de la violencia machista en Mozambique.

Sin embargo, su madre Graça Machel, quien también fuera esposa del Premio Nobel y expresidente sudafricano, Nelson Mandela, fue mucho más tibia al asegurar: “Todos los agresores, todos los que abusan de las mujeres, deben recibir el mensaje de que acabarán en prisión y no la impresión de que si pagan pueden quedar impunes”, en referencia a la posibilidad de reducir su condena previo pago de la sanción.

Fuente:http://elpais.com/elpais/2017/04/06/africa_no_es_un_pais/1491472765_312855.html

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Guerra civil en Sudán del Sur crea otra generación perdida

Sudán del Sur/10 de Abril de 2017/La Hora

Santo, de seis años, viste orgulloso una camiseta de Harvard como si acabara de ser aceptado en la prestigiosa universidad. Pero las letras estropeadas, las capas de suciedad y los agujeros revelan más sobre el futuro del joven refugiado.

Tras huir de la guerra civil iniciada en Sudán del Sur hace tres años, Santo y su familia se ven en el endeble asentamiento de Bidi Bidi, en el norte de Uganda, con cientos de miles de personas que protagonizan la crisis de refugiados de más rápido crecimiento en el mundo.

El padre de Santo, Godfrey Moro, describió las desoladoras condiciones en las que vive su hijo: no hay escuela, ni electricidad o agua corriente. La comida escasea y hay poca protección del sol abrasador.

Mientras Moro hablaba con The Associated Press, el pequeño se mordisqueaba las manos para distraerse.

“La guerra ha afectado a estos niños de muchas maneras”, dijo Moro.

Sudán del Sur es conocida por sus “niños perdidos”, unos 20 mil huérfanos que huyeron a pie del sur de Sudán en la década de 1980 durante la lucha por la independencia de la región. Tres décadas más tarde, el joven Santo forma parte de otra generación perdida. Su país, apenas mayor que ellos, se ha visto desgarrado por la violencia.

El personal de Naciones Unidas alerta del riesgo de limpieza étnica, y sus datos describen un sombrío paisaje de inocencia perdida: Más de 200 mil niños corren peligro de muerte por falta de comida. Más de 17 mil han sido niños soldados para el gobierno o para algún grupo rebelde. Un funcionario de la ONU expresó una creciente preocupación por los suicidios de menores en los abarrotados campos de desplazados que gestiona la ONU en Sudán del Sur, en condiciones penosas.

Las autoridades sursudanesas reconocen el nivel del desafío.

“Las escuelas quedaron en ruinas, algunas ocupadas por bandos combatientes, las muertes de inocentes son rampantes”, comentó en un correo electrónico Michael Lopuke, subsecretario del Ministerio de Educación.

Joyce y Florence son dos chicas adolescentes en el asentamiento de refugiados de Bidi Bidi, al que han llegado más de 270 mil personas desde julio, cuando la violencia volvió a estallar en la capital de Sudán del Sur. Las dos perdieron a sus padres en septiembre, en asesinatos por motivos étnicos. Ambas encontraron una familia de acogida en Moro, su esposa y sus hijos.

Cuando les preguntan por qué los adultos pelean en su país, Joyce tuvo problemas para explicar las complejidades de una guerra que ha trastocado su vida. “No lo sé”, dijo con timidez.

Las dos forman parte de una creciente población de niños a los que la guerra civil ha dejado huérfanos. En torno al 25% de los estudiantes en el asentamiento de Bidi Bidi son huérfanos, según Amanda David, profesora jefa en una de las escuelas recién habilitadas. Muchos de los niños viven con familias de acogida.

Los niños estudian en un mosaico de grandes tiendas grises que sirven de aula. Hay más de 100 alumnos por maestro, sin material escolar, y muchos niños no reciben cuidados médicos o higiene adecuada en casa.

Aun así, los niños refugiados tienen más posibilidades de conseguir una educación que los que quedaron atrás. La ONU dijo el año pasado que en torno al 50% de los menores en Sudán del Sur, o 1,8 millones de niños, está sin escolarizar, la tasa más alta del mundo. Muchos profesores no han cobrado en meses.

El gobierno de Sudán del Sur dice estar comprometido con poner fin a la miseria de los niños. El presidente, Salva Kiir, dijo en agosto que pasa “noches en vela y paso cada momento del día pensando en el niño sursudanés que está hambriento en la aldea”.

Sin embargo, grupos observadores y otros han señalado que el gobierno de Sudán del Sur gasta unas 10 veces más dinero en su ejército que en educación, según el presupuesto nacional. Todos los bandos en la guerra civil siguen utilizando niños soldados, pese a las promesas de detener la práctica.

Un informe de Naciones Unidas describió el año pasado cómo el ejército sursudanés había atacado escuelas y describió “niños a los que se obligó a matar a civiles”. La ONU verificó que 430 niños en todo el país habían sido víctimas de violencia sexual por parte militares del país, y añadió que “según los registros, los chicos sufrieron castraciones y mutilaciones sexuales, mientras que las niñas que se resistieron a la violación fueron asesinadas”.

Un reporte interno de la ONU al que tuvo acceso Associated Press describió cómo funcionarios de Naciones Unidas habían visitado en marzo una escuela en la zona de Jongley que había sido tomada por una milicia local en la que había niños. Los funcionarios encontraron “rifles AK-47 y lanzagranadas apoyados contra la pared y junto a la puerta del aula”, según el informe.

A finales del año pasado, un grupo de niños y chicos jóvenes de entre 14 y 19 años dijeron a AP que habían sido secuestrados por soldados del gobierno en la localidad de Mayom y obligados a unirse al ejército.

Un chico de 14 años describió cómo había escapado a un campo de desplazados de la ONU.

“Quiero decirle a Salva Kiir que deje de reclutar soldados jóvenes”, dijo el chico. “Quiero unirme a los que van a la escuela”.

Fuente: https://lahora.gt/guerra-civil-sudan-del-sur-crea-otra-generacion-perdida/

 

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Argelia: Disfuncionalidad en el desierto: así son las escuelas ‘especiales’ del pueblo saharaui

Argelia/10 de Abril de 2017/La Marea

Las manos tintadas quedan impresas en hojas de papel. Un blanco impoluto, al instante manchado de ilusiones cromáticas. Como la huella visible, y multicolor, de un mundo diferente. La estampa discurre en uno de los cinco centros educativos para alumnado con disfuncionalidad que hay en los campos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia). Son las escuelas especiales del desierto. Y funcionan atadas al albur de la ayuda humanitaria.

Cada día “acuden 399 alumnos con 82 cuidadores, el 95% voluntarios”. Los recursos para los colegios de los campamentos, o wilayas, de El Aaiún, Smara, Dajla, Auserd y Bujador provienen de la solidaridad internacional. “El 100%”, resume para La Marea el coordinador de Centros de la Discapacidad en el Ministerio de Bienestar Social de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), Mohamed Salem Hamudi. El escaso margen de maniobra del Gobierno saharaui no permite otras opciones.

“El mayor problema es la falta de personal especializado”, apunta Arantza Chacón, de la Asociación Internacional de Observadores de Derechos Humanos (AIODH). Otra dificultad añadida es “el traslado de las personas desde las jaimas” a los centros. Y la dependencia exterior, “como prácticamente todo”, con ayuda que cae a cuentagotas, repartida en “material didáctico, transporte, alimentación”.

Más allá de los datos, “hablar de un campo de refugiados en sí es un problema que, unido a niños y niñas con discapacidad sensorial e invidentes… necesita mucha entrega, voluntad, responsabilidad y deseo de trabajar sin recibir nada a cambio”, cuenta el responsable del Gobierno saharaui en el exilio. Para Hamudi, el objetivo es “ayudar a estas personas a ocupar su lugar en una sociedad a la cual pertenecen y ser partícipes de la lucha de liberación de su pueblo”.

“Desde los Centro de Educación Especial se ha contribuido no solo a la asistencia de estas personas, sino también a su desarrollo en la medida de sus posibilidades”, ratifica Arantza Chacón. Los alumnos adquieren “hábitos de autonomía personal y competencias para su integración social”. Es la clave, dice, lograda con talleres “de carpintería, costura o tricotaje”, entre otros. Así, se pasa de una atención “limitada tradicionalmente al ámbito familiar” a que la sociedad “ponga otras expectativas en ellos”.

Un cartel como aviso: “Aquí florecen personas”

“Aquí no crecen plantas ni árboles, pero florecen personas”. La frase preside el colegio de Smara, el único que funciona de modo independiente. Un caso singular. Como su director, Beyema Fadel, al que gusta que le llamen por su apodo, Castro. “Por lo de revolucionario”, avisa. Bajo un puñado de atrevidas construcciones de adobe mantiene “un sueño” que supera a diario un reguero de barreras.

“Si no se riega, no hay nada”. Si no hay dinero, refiere. Si la ayuda humanitaria desaparece, no hay semillas que explotar. El cartel pintado a mano reluce como aviso para navegantes de un lugar donde la nada existe anegada de tierra y piedras. Todo sucede en mitad de la hamada, el árido paisaje pedregoso, uno de los más inhóspitos lugares del mundo. ‘El desierto de los desiertos’, le dicen.

Un mundo duro, raído por el exilio eterno, donde acatar las diferencias acaso resulte un ejercicio de habilidad vital. De supervivencia extrema. Como demuestra Safia Maulud, Gnala, Jadiya o Mariam. Voluntarias que cuidan, y enseñan, en el colegio de Bojador, con escasos recursos y altas dosis de compromiso. La rúbrica del crecimiento personal y colectivo son las espontáneas sonrisas y abrazos de los alumnos. Los mismos que tintan sus manos para manchar de sueños multicolores esos papeles extrañamente blancos.

Una “tarea ardua” sostenida por mujeres

“Antes, las familias no entendían bien qué significaba tener un hijo con problemas”, cuenta Safia. “Era visto casi como un castigo”, explica, en un ejercicio de relativismo cultural que no deja atrás “los avances de los últimos años en la comprensión de esta realidad y en la integración de las personas con discapacidad”. También en el desierto, añade, se hace camino al andar.

“Atender a menores con discapacidad en un campo de refugiados es una tarea ardua”, cuenta Alba Villén, periodista en África que trabaja además con asociaciones solidarias con el Sáhara. Sin embargo, continúa, “las distintas wilayas cuentan con centros especializados que se nutren de proyectos solidarios para conseguir recursos y formación y así poder educar con dignidad a personas con capacidades diferentes”.

“El sistema educativo saharaui es un modelo ejemplar si lo comparamos con el resto de campamentos de refugiados del mundo e incluso con muchos países de África que cuentan con muchos más recursos”, dice Villén. “La tasa de alfabetización de los refugiados saharauis supera el 90% de la población, una de las más altas de un continente que necesita mejorar mucho en materia educativa”, confirma.

La periodista destaca cómo “la mujer jugó un papel determinante” en un proceso marcado por el campo de batalla desde 1975 hasta 1991. “Ella se encargó de levantar escuelas, hospitales y sostener una organización ciudadana encomiable”. Y “en la actualidad”, ratifica, “cientos de mujeres siguen participando y teniendo un papel protagonista en los centros escolares de los campamentos”.

En la “tierra prestada” por Argelia “todo depende en gran parte de la ayuda internacional” fletada en programas como Caravana por la Paz. Ahí, en mitad de la hamada, se erige un sistema que estaría “totalmente cojo sin el esfuerzo y profesionalidad de los profesores saharauis que con recursos limitados consiguen día a día educar a miles de refugiados”. Al final del camino, unos enfrentan la “frustración” ante “la escasez de salidas profesionales en los campamentos”. Otros, desde un mundo especial, pintan el mundo con sus manos para abrir autopistas de integración en el desierto de los desiertos.

Fuente: http://www.lamarea.com/2017/04/08/disfuncionalidad-desierto-asi-las-escuelas-especiales-del-pueblo-saharaui/
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La ONU designa a Malala Yousafzai como Mensajera de la Paz por su trabajo en favor de la educación de las niñas

Abril 2017/Noticias/http://ecodiario.eleconomista.es/

El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha anunciado la designación como Mensajera de la Paz de la activista paquistaní y Nobel de la Paz Malala Yousafzai por su trabajo en favor de la educación de las niñas en todo el mundo.

MADRID, 8 (EUROPA PRESS)

«Incluso frente al mayor de los peligros, Malala Yousafzai ha mostrado un compromiso inquebrantable hacia los derechos de las mujeres, las niñas y todas las personas», ha aseverado Guterres, que ha indicado que la ceremonia de nombramiento tendrá lugar el 10 de abril.

«Su activismo y su coraje en favor de la educación de las niñas ha impulsado a muchas personas en todo el mundo. Ahora, como la Mensajera de la Paz de la ONU más joven de la historia, Malala tendrá una mayor influencia y ayudará a crear un mundo más justo y pacífico», ha manifestado.

El pasado lunes, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, anunció que hará entrega de la ciudadanía honorífica a Malala Yousafzai, que visitará el país el 12 de abril y se dirigirá al Parlamento en un discurso.

«Me satisface anunciar la visita de Malala Yousafzai a Canadá. La valiente respuesta de Yousafzai a los que amenazaron su vida y su defensa de la educación de las niñas ha inspirado a millones de personas de todo el mundo», ha dicho.

«Su historia es una de determinación y dignidad, y Canadá está orgulloso de nombrarla ciudadana honorífica de este gran país», ha manifestado, expresando su deseo «de presenciar el momento histórico en el que se convierta en la persona más joven en dirigirse al Parlamento de Canadá».

Por su parte, Yousafzai ha destacado que «el pueblo de Canadá lidera al mundo en su respuesta ante la crisis de refugiados», afirmando que se «siente honrada por la invitación del Parlamento (canadiense)».

Yousafzai fue premiada en 2014 con el Premio Nobel de la Paz junto al activista indio Kailash Satyarthi «por su lucha contra la opresión de los niños y los jóvenes y por el derecho de todos los niños a la educación».

La joven sobrevivió en octubre de 2012 a un atentado de los talibán, que dispararon contra ella cuando viajaba en un autobús escolar en el valle del Swat, donde residía entonces. Yousafzai resultó herida de gravedad y fue traslada a Reino Unido, donde se recuperó de las heridas. Los talibán paquistaníes afirmaron en diciembre de 2013 que intentarán asesinar a Yousafzai si ésta se dispone a regresar al país.

Fuente:

http://ecodiario.eleconomista.es/internacional/noticias/8282221/04/17/La-ONU-designa-a-Malala-Yousafzai-como-Mensajera-de-la-Paz-por-su-trabajo-en-favor-de-la-educacion-de-las-ninas.html

Fuente Imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/zO0Q1qQ8N0ohhqh3546TkMU-RYpQidlB-8Z71Rpmnf6zD0y0rs5foDvdEPxavGkVR5qt2VU=s85

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In South Africa the faulty logic of xenophobia drives hostility to immigrants

Sudáfrica/Abril de 2017/Autor: Anthony Egan/Fuente: America Magazine

RESUMEN: Una nueva ronda de xenofobia a finales de febrero en Sudáfrica fue acompañada por violentas manifestaciones dirigidas por sudafricanos nativos y contra-manifestaciones de inmigrantes que ahora residen aquí. Esta vez se produjeron manifestaciones contra Sudáfrica en Lagos, Nigeria, lo que provocó reuniones diplomáticas entre los ministros de relaciones exteriores de ambos países. A medida que el humo desaparece, deben hacerse preguntas sobre por qué esta disrupción civil sucedió de nuevo. Es fácil señalar a los dedos: La intolerancia de los ciudadanos comunes y idiota y mal elegido declaraciones, excusas o negaciones por los políticos de todas las partes también se destacan. El lenguaje de la xenofobia ha sido frecuentemente puesto en juego en los últimos meses: que los extranjeros están robando empleos de los sudafricanos, traficando con drogas y anillos de prostitución y son los principales responsables de otros crímenes. ¿Pero los inmigrantes nigerianos, zimbabuenses, paquistaníes y otros están «robando» puestos de trabajo de sudafricanos? Según un informe del Instituto de Relaciones Raciales de Sudáfrica, «Los inmigrantes de Sudáfrica-Construyendo una nueva economía», muchos de estos inmigrantes «están llegando a un país donde no pueden hablar el idioma y, a menudo, no tienen documentos de trabajo» Lo que significa más «típicamente lucha para encontrar trabajo».

A new round of xenophobia at the end of February in South Africa was accompanied by violent demonstrations led by native-born South Africans and counter-demonstrations by immigrants now resident here. This time anti-South African demonstrations broke out in Lagos, Nigeria, prompting diplomatic meetings between both countries’ foreign affairs ministers. As the smoke clears, questions must be asked about why this civil disruption happened again.

It is easy to point fingers: The intolerance of ordinary citizens and idiotic and poorly chosen statements, excuses or denials by politicians from all parties also stand out. The language of xenophobia has been frequently put into play in recent months: that foreigners are stealing South Africans’ jobs, running drugs and prostitution rings and are the main perpetrators of a host of other crimes, too.

But are Nigerian, Zimbabwean, Pakistani and other immigrants “stealing” jobs from South Africans? According to a report from the South African Institute of Race Relations, “South Africa’s Immigrants—Building a New Economy,” many of these immigrants are “arriving in a country where they can’t speak the language and often have no working papers,” which means most “typically struggle to find work.”

Closer inspection suggests that they are actually creating jobs, not just for themselves but for the South Africans they employ. Many are even prospering, with many able to start up businesses ranging “from small convenience stores to wholesalers.” This has been a source of resentment, with many South Africans envious of the success of immigrants or objecting to being employed by “foreigners.” But their success compared to native born South Africans often boils down to better educations and a more entrepreneurial mentality than South African counterparts.

If this is so, is this the immigrants’ fault? The Economist reports that “in a league table of education systems drawn up in 2015 by the OECD club of mainly rich countries, South Africa ranks 75th out of 76.” According to an article in The Economist, many of South Africa’s educational gaps indeed can be linked to apartheid. “The Bantu Education Act of 1953,” it states, “set out to ensure that whites received a better education than blacks…who were to be educated only enough to be ‘hewers of wood and drawers of water.’” This meant that black students in South Africa also received about a fifth of the funding of white students.

But 23 years of post-apartheid education strangled by bureaucracy, crippled by self-interested teachers unions and battered by corruption has not created a new generation of well-educated and entrepreneurial young South Africans. Two decades is surely enough to clear away the worst of the legacy of apartheid education and create a more effective alternative. This has not happened—but this is a social problem that cannot be laid at the feet of “foreigners” who have no influence on education policy.

As to the question of organized crime, the picture is complex. While it is true that after 1994 foreign-based crime syndicates moved into South Africa—South American drug cartels, the Russian mafiya, Chinese triads, as well Nigerian and other syndicates from elsewhere on the continent—they did not exactly enter virgin territory. South Africa has a long history of local gangs and crime organizations—many of which formed alliances with the new arrivals in the more open society that emerged after 1994.

All organized crime groups have benefited from a poorly-trained and underprepared police service that has largely served as a crowd control mechanism, subject since 1994 to internal crises and general decline in morale further undermined by political appointments at its highest echelons. There is sadly also considerable evidence of endemic corruption throughout the service.

Did “foreigners” corrupt the police force? While a number of police have been revealed to have had corrupt relationships with gangsters (some of whom were foreign), this is hardly proof. According to a report from Reuters, many refugees and migrants, in fact, claim they have “suffered corruption and worse at the hands of police and immigration officers.”

NGO Corruption Watch also found, in a study of about 300 foreigners, that all had “complained of extortion, threats and solicitation from government officials.” Last month, South African President Jacob Zuma warned about the dangers of corruption, stating that this system of “bribes for permits” posed a major risk for South Africa.

Similarly the problem of illegal immigration lies in public policy and practice. Labyrinthine immigration laws make legal immigration difficult, as do confused policies over refugee status and corruption in the public service.

Hostility to immigrants—legal or illegal—in South Africa is fundamentally economic. The majority of the nation’s native-born citizens remain poor and undereducated. They have not benefited from democracy. This societal lapse is exacerbated by a cultural mindset that sees success as a zero-sum game, that is, “if someone succeeds, someone else must lose.”

This entitlement mentality is spurred on by the promises of politicians and the growing sense that those who lead do not really care about average South Africans except as vote fodder. But unwillingness to express disaffection by voting for an opposition party means that there is little impetus by politicians to do what is necessary—improve education, fight police and public service corruption and create conditions to build the economy.

The disaffected need a scapegoat; the immigrant is a handy target. For a time scapegoating may make one feel better, but it changes nothing.

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