Las universidades de Estados Unidos y el Reino Unido, entre ellas Stanford y Oxford, son las mejores del mundo en las categorías de Ciencias Sociales, Derecho, Educación y Economía, según un ránking publicado hoy por el diario The Times.
El índice, conocido como «Times Higher Education» (THE), detalla las cien mejores instituciones académicas en Ciencias Sociales; en Derecho; Educación, y en Economía y Negocios, entre las que figuran algunas de España y América Latina.
Esta es la primera vez que se tienen en cuenta carreras de Derecho y Educación en este ránking, mientras que el índice sobre Ciencias Sociales y Economía y Negocios se ha ampliado.
En general, las universidades estadounidenses y británicas copan los índices en todos estos apartados, según The Times, que indica que se ha tenido en cuenta la excelencia de la enseñanza, la investigación y la perspectiva internacional de las instituciones.
En Ciencias Sociales, la Universidad de Oxford ocupa el primer lugar, seguida por las estadounidenses de Harvard y el Instituto de Tecnología de Massachusetts, mientras que Stanford está en el cuarto puesto, antes de la también estadounidense de Princeton.
En sexto puesto está la inglesa de Cambridge, seguida de las universidades estadounidenses de Chicago, Yale y Michigan.
En este apartado, la Universidad Autónoma de Barcelona ocupa el puesto 126, seguida de Pompeu Fabra (151), la Autónoma de Madrid (201), y la Politécnica de Valencia (251).
Entre las latinoamericanas, para Ciencias Sociales, están la brasileñas de San Pablo (201) y de Campinas (201), la Federal de Pernambuco (301) y la Católica Pontificia de Chile (301).
El director editorial del THE, Phil Baty, dijo hoy que es la primera vez en los ocho años de este ránking que una institución del Reino Unido -Oxford- figura como primera en Ciencias Sociales, dejando en segundo lugar a la Universidad de Stanford.
En cuanto a Derecho, la Universidad estadounidense Duke es la primera, seguida de Stanford, Yale y Chicago, en tanto que la inglesa de Cambridge aparece en quinto lugar, seguida de Oxford.
En este apartado, la australiana Universidad de Melbourne está en el séptimo lugar, seguida del University Collage London.
Es de destacar que la Universidad Autónoma de Madrid figura en el puesto 63 del ránking, mientras que la Complutense de Madrid se coloca en el puesto 95 del índice de las cien mejores en Derecho.
Las chilenas Universidad Católica Pontificia y la de Chile se sitúan en los puestos 65 y 86, respectivamente.
En cuanto a carreras de Educación, los dos primeros puestos los ocupan las universidades de Stanford y Harvard, mientras que la inglesa de Oxford está en tercer lugar, seguida de la de Hong Kong.
En el quinto esta la Universidad de California Berkley, seguida de Wisconsin-Madison (EE.UU.), la de California (Los Ángeles) y la de Michigan (EE.UU.), mientras que no figuran universidades españolas o latinoamericanas.
En las carreras relativas a Economía y Negocios, la Universidad de Stanford ocupa el primer puesto, seguida del Instituto de Tecnología de Massachusetts y la inglesa de Oxford.
En cuarto lugar se sitúa la London Business School y en quinto puesto la de Cambridge, mientras que Harvard ocupa el sexto lugar, seguida de la de Chicago y la de Northwestern (EE.UU.).
De España, la Universidad Pompeu Fabra se coloca en el puesto 40; la Autónoma de Barcelona en el 92; mientras que la de Navarra se sitúa en el 101; la Universidad Carlos III de Madrid en el 126 y de las latinoamericanas figura el Instituto de Tecnología de Monterrey (México), en el puesto 176.
Chicago / 04 de octubre de 2017 / Por: Rachel Hinton / Fuente: https://chicago.suntimes.com
Cyntisha Taylor thought she would never be able to return to college until she learned about the Partners in Education program.
She had taken classes at National Louis University but had to quit in 2015 when she became ineligible for Pell Grants.
That decision meant she had to begin paying back her loans, with the high payments keeping her from making real progress on them. Unable to pay back her loans and unable to take out new ones, Taylor said she had given up on getting a college education.
“Once I found out that I exceeded the Pell Grant, I had the mind-set that I would just get a job and put my career goals aside so I could pay my loans and go back to school one day,” Taylor said.
Last year, a professor encouraged her to look into applying to become part of the partnership between Chicago City Colleges and the Chicago Housing Authority. The program covers unmet financial aid and offers academic support for CHA residents and housing choice voucher recipients.
Once enrolled, Taylor transferred some of her credits from National Louis and went to Kennedy King College. Her tuition was paid by the CHA.
Cyntisha Taylor earned an associate’s in general education in May. She plans to go back to National Louis University to complete her bachelor’s degree. | Provided photo
Seeing the success of students like Taylor and the growing number of people enrolling into the program, the CHA will add $400,000 to the Partners in Education program for the 2017-2018 academic year, bringing the total to $1.2 million. Last year, the budget was $800,000.
Cassandra Brooks, who oversees the program for the CHA, said the goal of the partnership — which began in 2005 and opened to voucher recipients in 2011 — is to make sure more people have access to education without worrying about the minutiae that often makes that difficult.
Things like transportation to and from college are covered by City Colleges’ UPass program, and students are connected to child care services, job placement and transfer assistance so they can earn their bachelor’s degrees.
Over the past six years, more than 2,200 students have enrolled in City Colleges with support from the program. Seeing the growing number of participants and their success was part of the reason behind the housing authority increasing its contribution.
“Our program provides more nimbleness for students who may have started school decades ago and now see the need to go back,” Brooks said. “Going to college is one of the best ways toward self-sufficiency and a stable future.”
City Colleges Chancellor Juan Salgado said the colleges are “a critical part of the city’s infrastructure,” so it’s important to ensure “upward mobility” for all of the city’s residents.
“We craft our curriculum to meet students where they’re at, and we have a great diversity of students,” Salgado said. “Partnerships like these work because we listen to students, we support them and, in the end, they get something they want. We, as a city, need to do more of that to help people succeed.”
In the program, many students are the head of their household and key breadwinners. The average student is 35 years old and over 80 percent are women. Demographically, 90 percent are African-American, Brooks said. And 54 percent transfer to four-year colleges, Salgado said.
At 36, Taylor fits into these demographics. She said she got serious after enrolling in the program. Her grades had to be up, so she studied harder. Her classes in human services and criminal justice were difficult, but she said advisers pushed her and supported her.
In May, Taylor got her associate’s degree in general studies and plans to complete an associate’s degree in criminal justice before transferring back to National Louis. Without the partnership program, she said, that wouldn’t have been possible.
El presidente siempre ha estado obsesionado con las armas nucleares, y considera una «bobada» los argumentos para no usar ese tipo de arsenal
En noviembre de 1950, cuando los soldados norcoreanos hicieron retroceder al ejército de Estados Unidos, el presidente Truman convocó una rueda de prensa que ha pasado a la historia y en la que amenazó con iniciar una guerra nuclear.
Después de que Truman pronunciara unas palabras insustanciales y hablara durante algunos minutos sobre pormenores diplomáticos, un periodista preguntó si Estados Unidos utilizaría su armamento nuclear. El presidente estadounidense afirmó que no solo estaba sopesando la posibilidad de un ataque de esas características, sino que además el “responsable militar en el terreno” decidiría si era mejor dirigir este ataque contra militares o civiles. Tampoco descartó la posibilidad de atacar a China [aliado de Corea del Norte].
Esas palabras desencadenaron el caos. Tanto el electorado como las Naciones Unidas y los aliados de Estados Unidos empezaron a mostrarse en contra de la presencia militar en la península de Corea. La rueda de prensa se convirtió en un ejemplo de manual sobre cómo no debe ser la diplomacia nuclear.
Todos los presidentes han intentado no cometer el mismo error. Ahora, el presidente Trump ha roto esta tendencia y ha pronunciado un discurso en el que lanza amenazas “de fuego y furia” contra Pyongyang.
Tras la sexta prueba nuclear de Corea del Norte, todo parece indicar que Trump se encamina hacia otra crisis diplomática. Ha criticado la pasividad de Corea del Sur y ha amenazado con poner fin al acuerdo comercial que une a este país con Estados Unidos. También ha amenazado con imponer sanciones a China y ha alertado sobre la posibilidad de que Estados Unidos haga uso de su armamento nuclear. Mientras escribo esta columna, el apoyo internacional en torno a la crisis de Corea del Norte disminuye cada minuto que pasa.
Parte de la derecha de Estados Unidos siempre ha sopesado la posibilidad de una guerra nuclear. Esta idea tiene su origen en la descripción que hizo el diplomático Paul Nitze del bombardeo atómico de Hiroshima en 1945. A Nitze le impactó el hecho de que personas que estaban en la zona del impacto sobrevivieran y que los trenes volvieran a funcionar en menos de 48 horas, así como el hecho de que la cifra de muertos y heridos fuera parecida a la de los ataques de las fuerzas aliadas contra Berlín y Dresde.
Si bien Nitze se convirtió al final de sus días en un firme defensor del desarme unilateral, lo cierto es que durante la mayor parte de su vida trató de inculcar la noción de que la estrategia nuclear no solo era una opción, sino que era la opción ganadora. Creía que solo si estabas dispuesto a librar una guerra nuclear –sobrevivir y ganarla– tenías el poder de disuasión necesario para prevenirla.
Y esto es precisamente lo que creen Trump y un grupo de estrategas que recientemente ha quedado marginado. Trump siempre ha estado obsesionado con las armas nucleares.
La «bobada» de la bomba
En 1984, Trump afirmó que podía obligar a Rusia a aceptar una tregua militar. Y soltó a un periodista: “Con una hora y media puedes aprender todo lo que necesitas saber sobre misiles… creo que yo ya sé todo lo necesario”. En 1990, en declaraciones a la revista Playboy afirmó: “Siempre he reflexionado sobre una posible guerra nuclear, es un elemento muy relevante en mi proceso de reflexión”, y puntualizó que los argumentos detrás de la tradición de Estados Unidos de no utilizar este tipo de armamento eran “una bobada”.
Sin embargo, una característica común de los halcones nucleares de Washington, desde la era Truman hasta la de George H. W. Bush, es que no utilizaron armas nucleares. Nitze, por ejemplo, intentó repetidamente y por todos los medios llegar a acuerdos estratégicos para reducir el arsenal nuclear ruso y al mismo tiempo ejercía presión militar y económica sobre Rusia.
Incluso los halcones más agresivos entendían que debían salvaguardar un sistema internacional. Cuando, tras la caída de la Unión Soviética en 1991 este sistema pasó a ser unipolar, el delirio de la derecha de tener un poder mundial absoluto sirvió para calmar su sed de aniquilación nuclear. Este poder absoluto se traducía en la visión de los soldados abriendo a patadas las puertas de los lugareños. Lanzar misiles balísticos era cosa de enclenques. Ahora, Estados Unidos es el enclenque. La rabieta infantil de Trump con Seúl es una buena muestra de ello.
El presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in , se hizo con el poder en mayo después de que millones de manifestantes forzaran la destitución de su predecesora, Park Geun-hye, de tendencia derechista. El nuevo presidente ha prometido derogar las leyes de seguridad cuyo propósito era reprimir a la izquierda. También ha prometido promover la reconciliación con Corea del Norte y ha abogado por diseñar una política exterior propia, al margen de Estados Unidos. Por otra parte, al menos en un inicio, se ha opuesto al despliegue de sistemas de defensa antimisiles estadounidenses.
Si vas a utilizar a Corea del Norte para provocar un conflicto de poder con China, como reconoció abiertamente Steve Bannon, exasesor de Trump, es mejor que primero estés seguro de que tu país aliado en ese conflicto está liderado por un halcón. Para Estados Unidos, este no es el caso.
En primer lugar, la inestable democracia de Corea del Sur está funcionando mejor que la de Estados Unidos y Park fue destituida por delitos mucho menos graves de los que supuestamente ha cometido Trump. Y en segundo lugar, el pueblo de Corea del Sur entiende que China es la fuerza hegemónica emergente en el Pacífico. El sistema mundial unipolar está dando paso a un sistema caótico en el que China y Rusia crean polaridades locales débiles. Entender qué fuerza liderará la región en el siglo XXI no es difícil si vives en la península de Corea. Estos son los hechos que tienen en cuenta las fuerzas que intentan frenar a Trump.
Imaginemos que Kim lanza un misil nuclear contra Guam o Japón y que entonces Estados Unidos lanza bombas sobre dos o tres puntos estratégicos en Corea del Norte y hunde la marina de Pyongyang. Tras esta acción, estalla una guerra convencional y breve que destruye Seúl y la mayor parte de Corea del Norte. China, sacudida por lo sucedido, reconoce que se equivocó en sus cálculos y no lanza una ofensiva.
Este sería probablemente el escenario menos destructivo del que sería el primer ataque nuclear desde 1945. Sin embargo, deberíamos hacernos la siguiente pregunta: ¿qué lección aprenderían Rusia y China? Aprenderían que las armas nucleares sirven para conseguir una victoria geopolítica. Desde un punto de vista moral, aprenderían la lección de que la aniquilación nuclear está permitida.
En un contexto mundial en el que el poder de Estados Unidos está disminuyendo, la comunidad internacional en su conjunto, y muy especialmente las democracias consolidadas de Europa Occidental, tienen la responsabilidad de promover un sistema multipolar respaldado por tratados que separen de forma explícita el comercio de los intereses geopolíticos. Ahora mismo, el peligro al que nos enfrentamos no es solo el fin del tabú nuclear sino también que las decisiones irracionales de Kim y Trump destruyan la posibilidad de un sistema mundial multipolar creado a partir de un consenso.
Bannon, que fue expulsado de la Casa Blanca por un grupo de exgenerales que intentan frenar a Trump, califica a sus adversarios de “conciliadores racionales ”. En un contexto en el que China se perfila como un peso pesado del sistema mundial de poderes, ser conciliador es, en efecto, lo más racional.
La conciliación no implica que no puedas criticar las acciones de otros países o que no puedas apoyar a los defensores de la democracia en países como China o Corea del Norte. Tampoco implica una retirada unilateral de las tropas. Implica que debes dialogar.
Dados los modestos progresos realizados durante este año desde que los países se comprometieron a respaldar la educación de los refugiados en la Cumbre de Líderes de la Asamblea General de la ONU, se están haciendo reiterados llamamientos para que se tomen medidas inmediatamente.
En su informe Losing Out On Learning, Save the Children señala que los lentos progresos dejan a los refugiados ante un futuro incierto y a sus países de acogida sin un apoyo adecuado. Además, ACNURafirma que 65,6 millonesde personas en todo el mundo, una cifra sin precedentes, se han visto obligadas a abandonar sus hogares.
La crisis de la educación de los refugiados
El estado de la prestación de la educación para los refugiados en el mundo es su propia emergencia, tal como confirmará el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo (Informe GEM) 2019, que se está redactando, al abordar la migración, el desplazamiento y la educación. Más de la mitad de los niños refugiados del mundo –3,5 millones– no están escolarizados.
No tener la oportunidad de recibir educación significa no tener la oportunidad de aprender, y también ocasiona un probable retroceso en los conocimientos que los niños ya habían adquirido. De hecho, cuanto más tiempo los niños no asisten a la escuela, más habilidades y conocimientos previamente adquiridos van perdiendo, según una entrada de blogde dos expertos de Save the Children: Joseph Nhan-O’Reilly, jefe de políticas de educación y promoción, y Sébastien Hine, asesor de investigación sobre educación.
Un plan global, una acción nacional
Nhan-O’Reilly y Hine instan a los estados miembro y a las instituciones internacionales a desarrollar y respaldar con los fondos y el apoyo técnico necesarios un plan global destinado a garantizar que todos los niños refugiados puedan tener acceso a una educación de calidad. Los gobiernos de los países de acogida también deben recibir apoyo para desarrollar unos planes de acción nacionales que garanticen la educación de los refugiados, afirman. Estos planes ayudarían a los gobiernos de los países de acogida a tener una comprensión común más amplia de la situación en la que se encuentra la educación de los refugiados en sus países y a establecer un marco político y de prestación que garantice que todos los niños refugiados puedan asistir a la escuela.
Según ellos, la comunidad internacional debería también comprometerse a que ningún Plan de Acción Nacional para la Educación de los Refugiados que fuera adecuado no pudiera ser aplicado por falta de recursos. Han identificado cuatro ámbitos de acción para hacer realidad esta promesa:
· Incrementar la inversión: El déficit de financiación debe subsanarse con recursos adicionales;
· Integrar a los refugiados: Los gobiernos de los países de acogida deberían elaborar unos planes y aprobar unas políticas que garanticen que todos los niños refugiados, independientemente del estado de su documentación, puedan tener acceso a una educación adecuada y de calidad, que forme parte del sistema nacional y esté reconocida por éste;
· Mejorar la educación: La prestación actual de educación para los refugiados debe mejorarse para garantizar el aprendizaje y el bienestar del estudiante;
· Mejorar la rendición de cuentas: La comunidad internacional debería crear un marco de resultados y de rendición de cuentas para el cumplimiento de los compromisos de la Declaración de Nueva York relativos a la educación, que estableciera unos objetivos y unos indicadores de resultados mensurables y sujetos a unos plazos concretos.
Los compromisos mundiales están rezagados
En la Asamblea General de las Naciones Unidas de 2016, dos eventos garantizaron que se realizaran progresos con respecto a los refugiados y su educación. (i) La Declaración de Nueva York expresó el compromiso de la comunidad internacional de que ningún niño migrante quedaría excluido de la escuela más que unos pocos meses después de su desplazamiento. (ii) En la Cumbre de Líderes sobre los Refugiados, 18 países, entre ellos Estados Unidos, Canadá, Alemania y México, se comprometieron de manera significativa a respaldar la educación de los refugiados –entre estos países se encontraban 14 países de acogida de refugiados y 4 países donantes. En total, estos compromisos deberían permitir que un millón de refugiados estuvieran escolarizados.
Un año más tarde, el informe de Save the Children, Losing Out On Learning, pasa revista a los progresos realizados en cada uno de estos 18 países. Comprueba que, desde la Cumbre de Líderes, los progresos realizados con respecto a estos compromisos han sido modestos, pero el peso de la responsabilidad recae de manera desproporcionada en los países de rentas bajas y medias. Los progresos logrados son notables en países como Turquía, Jordania y Etiopía, que han creado 290.000 plazas escolares adicionales, y Chad, que ha realizado progresos con respecto al suministro de libros de texto y a la acreditación de los docentes refugiados.
IE: Una educación de calidad para los refugiados
La conferencia de la Internacional de la Educación (IE) sobre la educación de los refugiados, que tuvo lugar en Estocolmo en noviembre de 2016 y contó con la participación de sindicatos, la sociedad civil, funcionarios gubernamentales, docentes y estudiantes de 43 países, propuso una gran cantidad de ideas.
Entre los compromisos contraídos, y los que se siguen generando, la IE lideró el camino con tres promesas:
· La IE se compromete a presionar para que se celebre una reunión de la Unión Europea que aborde los desafíos educativos con los que se enfrentan los niños y los jóvenes refugiados;
· La IE asegura a sus compañeros africanos que la educación de los refugiados seguirá ocupando un lugar prioritario en el programa de la IE y que se prestará especial atención a las afiliadas africanas;
· Un compromiso con la Educación para la Ciudadanía Mundial. La IE se compromete a seguir defendiendo a sus socios mundiales y anima a sus organizaciones miembro a liderar el camino y a compartir experiencias con sus miembros individuales. El debate sobre la ciudadanía mundial debe ponerse en práctica para nutrir a las futuras generaciones de ciudadanos mundiales. La IE pide a sus afiliadas que informen a sus miembros dedicando espacio en sus publicaciones y mediante comunicaciones en línea que promuevan la realización de acciones en todo el mundo relacionadas con la ciudadanía mundial.
El 13 de septiembre, en el taller regional africano de la IE sobre la educación de los refugiados, que tuvo lugar en Addis Abeba, Etiopía, los representantes de los sindicatos de la educación de 11 países de África se comprometieron a defender los derechos a aprender y a enseñar de los refugiados.
Durante este evento, 30 activistas sindicales de la educación examinaron de qué manera las afiliadas de la IE pueden trabajar tanto dentro de sus estructuras como junto a otras partes interesadas, el gobierno y agencias intergubernamentales para fomentar el acceso de todos los refugiados a una educación de calidad, promover los derechos de los docentes refugiados y proporcionar oportunidades de desarrollo profesional al personal de la educación que trabaja con los refugiados y la población desplazada.
Las familias boricuas que están llegando al Estado del Sol con sus hijos no tendrán que pagar por las comidas escolares, según reveló el Departamento de Agricultura y Servicios al Consumidor
América del Norte/Estados Unidos/03.10.2017/Autor y Fuente: http://www.diariolasamericas.com
A medida que llegan más puertorriqueños a la Florida, como resultado de la devastación que dejó el huracán María tras su paso por esa nación insular, las autoridades en los Estados Unidos adoptan nuevas medidas para ayudar a los estudiantes y a sus padres entre las miles de personas evacuadas a raíz de la tormenta.A través del Programa Nacional de Almuerzos Escolares, los estudiantes que quieran continuar con sus deberes académicos no tendrán que pagar por sus almuerzos, como parte de un beneficio establecido por leyes federales que amparan a estudiantes desplazados de sus hogares en situaciones de emergencia como huracanes y grandes devastaciones.
Según un comunicado emitido por el Departamento de Agricultura y Servicios al Consumidor de la Florida, que supervisa los programas de nutrición escolar del estado desde 2012, se trata de «una respuesta a la crisis por la que atraviesa la isla caribeña».
Adam H. Putnam, comisionado de Agricultura de la Florida, visitó diversos centros escolares para comprobar que se esté implementando este beneficio y, de paso, instruir al personal de estas escuelas en ese sentido.
Como expresó Putnam, «nuestros vecinos y compatriotas americanos en Puerto Rico necesitan toda la ayuda y apoyo que lo podemos ofrecer. A todas las familias que están saliendo de Puerto Rico y llegando a la Florida, ustedes no tendrán que preocuparse por cómo irán a pagar las comidas escolares de sus hijos.”
He revels in a public discourse that threatens, humiliates and bullies.
He has used language as a weapon to humiliate women, a reporter with a disability, Pope Francis and any political opponent who criticizes him. He has publicly humiliated members of his own cabinet and party, including Attorney General Jeff Sessions and a terminally ill John McCain, not to mention the insults and lies he perpetrated against former FBI Director James Comey after firing him.
Trump has humiliated world leaders with insulting and belittling language. He not only insulted North Korean leader Kim Jong-un with the war-like moniker “Rocket Man,” he appeared before the United Nations and blithely threatened to address the nuclear standoff with North Korea by wiping out its 25 million inhabitants.
He has attacked the mayor of San Juan, Puerto Rico for pleading for help in the aftermath of a hurricane that has devastated the island and left many Puerto Ricans without homes or drinking water.
He has emboldened and tacitly supported the violent actions of white supremacists, and during the presidential campaign encouraged right-wing thugs to attack dissenters — especially people of colour. He stated that he would pay the legal costs of a supporter who attacked a black protester.
During his presidential campaign, he endorsed state torture and pandered to the spectacle of violence that his adoring crowds treated like theatre as they shouted and screamed for more.
Violence for Trump became performative, used to draw attention to himself as the ultimate tough guy. He acted as a mafia figure willing to engage in violence as an act of vengeance and retribution aimed at those who refused to buy into his retrograde nationalism, regressive militarism and nihilistic sadism.
‘Lock her up’
The endless call at his rallies to “lock her up” was more than an attack on Hillary Clinton; he endorsed the manufacture of a police state where the call to law and order become the foundation for Trump’s descent into authoritarianism.
Donald Trump supporters in Virginia in November 2016.(AP Photo/ Evan Vucci)
On a policy level, he has instituted directives to remilitarize the police by providing them with all manner of Army surplus weapons — especially those local police forces dealing with issues of racism and poverty. He actually endorsed and condoned police brutality while addressing a crowd of police officers in Long Island, New York, this summer.
These are just a few examples of the many ways in which Trump repeatedly gives licence to his base and others to commit acts of violence.
What’s more, he also appears to relish representations of violence, suggesting on one occasion that it’s a good way to deal with the “fake news” media. He tweeted an edited video showing him body-slamming and punching a man with the CNN logo superimposed on his head during a wrestling match.
And recently, he retweeted an edited video from an anti-Semite’s account that showed Trump driving a golf ball into the back of Hillary Clinton’s head.
Trump’s domestic policies instill fear
The violence has found its way into Trump’s domestic policies, which bear the weight of a form of domestic terrorism — policies that instill in specific populations fear through intimidation and coercion.
Trump’s call to deport 800,000 individuals brought to the United States as illegal immigrants through no intention of their own — and who know no other country than the U.S. — reflects more than a savage act of a white nationalism. This cruel and inhumane policy also suggests the underlying state violence inherent in embracing the politics of disappearance and disposability.
In this Sept. 6 photo, Karen Caudillo, 21, of Florida and Jairo Reyes, 25, of Rogers, Ark., both brought to the U.S. as children, attend a Capitol Hill news conference in Washington. DACA has shielded them from deportation.(AP Photo/Jose Luis Magana, File)
There’s also Trump’s pardon of the vile Joe Arpaio, the disgraced former Arizona sheriff and notorious racist who was renowned by white supremacists and bigots for his hatred of undocumented immigrants and his abuse and mistreatment of prisoners.
This growing culture of cruelty offers support for a society of violence in the United States. Before Trump’s election, that society resided on the margins of power. Now it’s at the centre.
Trump’s disregard for human life is evident in a range of policies. They include withdrawing from the Paris Agreement on climate change, slashing jobs at the Environmental Protection Agency, gutting teen pregnancy prevention programs and ending funds to fight white supremacy and other hate groups.
Budget punishes poor children
At the same time, Trump has called for a US$52 billion increase in the military budget while arguing for months in favour of doing away with Obamacare and leaving tens of millions of Americans without health coverage.
Many young, old and vulnerable populations will pay with their lives for Trump’s embrace of this form of domestic terrorism.
He’s added a new dimension of cruelty to the policies that affect children, especially the poor. His proposed 2018 budget features draconian cuts in programs that benefit poor children.
Trump supports cutting food stamp programs (SNAP) to the tune of US$193 billion; slashing US$610 billion over 10 years from Medicaid, which aids 37 million children; chopping US$5.8 billion from the budget of the Children’s Health Insurance Program which serves nine million kids; defunding public schools by US$9.2 billion; and eliminating a number of community-assisted programs for the poor and young people.
These cruel cuts merge with the ruthlessness of a punishing state that under Trump and Attorney General Sessions is poised to implement a law-and-order campaign that criminalizes the behaviour of the poor, especially Blacks.
It gets worse. At the same time, Trump also supports policies that pollute the planet and increase health risks to the most vulnerable and powerless.
Violence an American hallmark
Violence, sadly, runs through the United States like an electric current. And it’s become the primary tool both for entertaining people and addressing social problems. It also works to destroy the civic institutions that make a democracy possible.
Needless to say, Trump is not the sole reason for this more visible expression of extreme violence on the domestic and foreign fronts.
On the contrary. He’s the endpoint of a series of anti-democratic practices, policies and values that have been gaining ground since the emergence of the political and economic counterrevolution that gained full force with the election of Ronald Reagan in 1980, along with the rule of financial capital and the embrace of a culture of precarity.
Trump is the unbridled legitimator-in-chief of gun culture, police brutality, a war machine, violent hypermasculinity and a political and social order that expands the boundaries of social abandonment and the politics of disposability — especially for those marginalized by race and class.
He’s emboldened the idea that violence is the only viable political response to social problems, and in doing so normalizes violence.
Violence that once seemed unthinkable has become central to Trump’s understanding of how American society now defines itself.
Language in the service of violence has a long history in the United States, and in this current historical moment, we now have the violence of organized forgetting.
Violence as a source of pleasure
As memory recedes, violence as a toxin morphs into entertainment, policy and world views.
What’s different about Trump is that he revels in the use of violence and war-mongering brutality to inflict humiliation and pain on people. He pulls the curtains away from a systemic culture of cruelty and a racially inflected mass- incarceration state. He publicly celebrates his own sadistic investment in violence as a source of pleasure.
At the moment, it may seem impossible to offer any resistance to this emerging authoritarianism without talking about violence, how it works, who benefits from it, whom it affects and why it’s become so normalized.
But this doesn’t have to be the case once we understand that the scourge of American violence is as much an educational issue as it is a political concern.
The challenge is to address how to educate people about violence through rigorous and accessible historical, social, relational analyses and narratives that provide a comprehensive understanding of how the different registers of violence are connected to new forms of American authoritarianism.
This means making power and its connection to violence visible through the exposure of larger structural and systemic economic forces.
‘Dead zones’ of imagination
It means illustrating with great care and detail how violence is reproduced and legitimized through mass illiteracy and the dead zones of the imagination.
It means moving away from analyzing violence as an abstraction by showing how it actually manifests itself in everyday life to inflict massive human suffering and despair.
The American public needs a new understanding of how civic institutions collapse under the force of state violence, how language coarsens in the service of carnage, how a culture hardens in a market society so as to foster contempt for compassion while exalting a culture of cruelty.
How does neoliberal capitalism work to spread the celebration of violence through its commanding cultural apparatuses and social media?
How does war culture come to dominate civic life and become the most honoured ideal in American society?
Unless Americans can begin to address these issues as part of a broader discourse committed to resisting the growing authoritarianism in the United States, the plague of mass violence will continue — and the once-shining promise of American democracy will become nothing more than a relic of history.
El mercado de producción de libros registrados por editoriales en Latinoamérica creció un 10,5% durante el primer semestre del año 2015 según reporte de la Oficina de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y El Caribe (CERLALC).
De acuerdo con el informe N. 8 “El libro en cifras” de esas organizaciones “el número de títulos con ISBN registrados en América Latina ascendió a 94 125 durante el primer semestre de 2015, cifra que supera en un 10,5% a la del año anterior. Este crecimiento resulta significativo considerando la tendencia hacia abajo de los dos últimos años” (http://anatomiadelaedicion.com/2016/02/el-libro-en-cifras-en-iberoamerica-cerlalc-unesco/).
El International Standard Book Number (ISBN) es un número de 13 cifras que identifica de una manera única a cada libro o producto de editorial publicado en el mundo con características semejantes. Su propósito es identificar un título o la edición de un título de un editor específico.
Los temas relacionados con la producción de libros, las nuevas tecnologías digitales, el desarrollo de estrategias educativas para incentivar la lectura y la escritura –entre otros aspectos- serán abordados entre el 28 y 30 de setiembre en el hotel Wyndham Herradura de Costa Rica.
En ese lugar se llevará a cabo la edición XIV del Congreso Latinoamericano para el Desarrollo de la Lectura y la Escritura (CONLES 2017). El evento reunirá a especialistas de Puerto Rico, Estados Unidos, Ucrania, Chile, Ecuador, Argentina y Costa Rica.
La cita está organizada por la Asociación Costarricense del Consejo de Lectura, la Universidad de Costa Rica, la Universidad Nacional, la Universidad Estatal a Distancia, International Literacy Association y el Comité Latinoamericano para el Desarrollo de la Lectura y la Escritura.
De acuerdo con Maria Marta Camacho, Coordinadora del evento, el Congreso reunirá a bibliotecólogos, académicos, estudiantes, investigadores y difusores de la cultura quienes compartirán experiencias en torno a la lectura y la escritura actual y futura.
“En el evento vamos a pasar revista a temas fundamentales para los procesos educativos en la región como: las nuevas metodologías de la enseñanza, experiencias exitosas en el continente y el impacto de las nuevas tecnologías digitales, solamente para citar algunos ejemplos”, destacó Camacho.
Panorama del mercado
El informe de UNESCO y CERLALC –dado a conocer en febrero del año 2016- establece que el país con mayor crecimiento del mercado librero fue Brasil cuyo número de títulos registrados ascendió a 43 170 y representó un 45,9% del total en América Latina.
En la distribución de los títulos, el 59% perteneció a editoriales comerciales, seguido por el 15% a Organizaciones No Gubernamentales, un 11% correspondió a autores-editores, 9% editoriales universitarias y 6% al sector público.
Para Camacho los Estados de la región tienen una “enorme responsabilidad” en fomentar este mercado mediante incentivos fiscales, el apoyo a la creación de nuevas empresas impresoras, la reducción de costos en la importación de materiales, así como en la promoción del uso y distribución de libros y el fomento a la lectura.
“Este tipo de acciones serán muy importantes para una mejor calidad de la educación e impactarán de manera muy positiva especialmente en las nuevas generaciones”, resaltó Camacho.
Los datos de UNESCO y CERLALC añaden que en relación con la lectura digital las naciones que lideran la creación de contenidos son: Cuba (55,5%), México (25,5%), Colombia (23,3%) y Brasil (22,4%).
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