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Estados Unidos: Race, Wealth And Achievement Gaps; Affecting US Education Progress?

América del Norte/Estados Unidos/11 de Septiembre de 2016/Autora: Kristine Walker/Fuente: Parent Herald

RESUMEN: La administración de Obama y sus predecesores durante mucho tiempo han estado abogando por la importancia de la educación de calidad, que tiene el potencial de marcar el comienzo y más oportunidades de éxito. Por desgracia, el costo de la educación en los Estados Unidos sigue aumentando, dejando una gran cantidad de estudiantes lisiados con deuda y préstamos estudiantiles. En el nuevo año escolar, casi 100.000 escuelas públicas ofrecen oportunidades de aprendizaje a unos 50 millones de estudiantes desde el preescolar hasta la secundaria. A pesar de que las tasas de graduación de secundaria han aumentado considerablemente y las tasas de deserción han disminuido, el progreso educativo de Estados Unidos todavía no está casi a la par con otras naciones, McClatchy reveló DC.

The Obama administration and its predecessors have long been advocating the significance of quality education, which has the potential to usher more opportunities and success. Sadly, the cost of education in the United States continues to increase, leaving a lot of students crippled with debt and student loans.

In the new school year, almost 100,000 public schools offered learning opportunities to some 50 million students from kindergarten to high school. Even though high school graduation rates have sharply increased and dropout rates have declined, America’s education progress is still not almost on pace with other nations, McClatchy DC revealed.

With that said, experts believed that a nation that is trailing others like Canada, Germany, France, Korea and Japan in education will lag in international competitiveness, thus contributing to economic challenges. Within the United States, the education sector is also plagued with challenging gaps such as for achievement, by race, wealth and many others.

In spite of the fact that the U.S. federal government could influence policies and practices, education remains the main responsibility of the states. Meanwhile, national education reformers are reportedly targeting local school boards as it becomes a political battleground.

Based on a recent research, Michigan State University (MSU) political science assistant professor and lead study author Sarah Reckhow found that local school boards can serve as significant battlefields in national politics. According to Phys.org, Reckhow also said that there are organizations and donors who see local school board elections as «critical contests» over opposing ideas of education.

The study also found that outside money can be a good thing if the fund came from donors who share the same values and interests of the local residents. But the findings also warned that the local education politics nationalization might lure local leaders into the much theoretically opposed and steadfast position-taking, underwriting the national-level gridlock.

In other education-related reports, a Supreme Court judge ordered the state of Connecticut on Wednesday to come up with a new funding solution for its public schools. Aside from extensive reforms, Hartford Courant reported Judge Thomas Moukawsher also mandated the state to develop clear standards for both elementary and high school levels, not to mention requiring a total reform of Connecticut’s evaluation system of teachers, principals and superintendents.

What are your thoughts on America’s education system? Sound off below and follow Parent Herald for more news and updates.

Fuente: http://www.parentherald.com/articles/65964/20160909/education-latest-news-updates-race-wealth-achievement-gaps-affecting-us-education-progress.htm

 

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Cengage Learning: «El modelo educativo actual es una barrera para el surgimiento de la innovación»

11 Septiembre 2016/Fuente y Autor:Dinero.com

La educación en América Latina se imparte con el mismo modelo que se utilizaba en el siglo XIX, en el que los jóvenes tenían que tener las mismas capacidades para ser considerados exitosos y aptos para el “excluyente” mercado laboral.

El presidente para América Latina de Cengage Learning, una entidad asociada a National Geographic que promueve desde Massachusetts (EE.UU) un nuevo modelo educativo basado en experiencias, sostuvo que “ninguna persona aprende de la misma manera” y por eso es necesario renovar el sistema con técnicas más eficientes.
“Si pensamos que la educación es igual para todos y que avanzamos al mismo ritmo, vamos a tener deserciones en las aulas”, precisó Valenzuela en una entrevista concedida a Dinero en el marco del Congreso Internacional Andicom.
“La clase ya no puede ser estándar, tenemos que permitirles a los jóvenes que experimenten e innoven, solo así van a empezar a surgir las buenas ideas”, argumentó el directivo.
Con una población de más de 160 millones de jóvenes, un Producto Interno Bruto (PIB) que en conjunto suma US$4,764 billones y el español como idioma oficial en varios de los países, América Latina tiene la oportunidad de integrar su mercado y volcar su modelo educativo hacia la innovación.
Para lograrlo, las instituciones educativas deben dejar de formar a sus jóvenes para “la era industrial y trabajos rutinarios”, pues ese es el reflejo de “la inmensa desconexión que hay con el futuro”, según lo explicó Valenzuela.
“Tenemos un talento y una innovación que está por despertar,” añadió el presidente de Cengage Learning, una entidad que analiza las características que debe tener el estudiante del siglo XXI para crear contenidos que se ajusten a sus necesidades específicas.
La propuesta de esta organización es que los jóvenes tengan la vocación de descubrir nuevos conocimientos como un explorador de National Geographic y la capacidad de argumentación de un orador de TED.
Fernando Valenzuela complementó que el principal objetivo de esta organización es mejorar las capacidades de los estudiantes en la región, porque no sirve de nada avanzar de a poco en los resultados de las pruebas PISA mientras la era digital avanza aceleradamente.
Sobre este tema también opinó el académico del Harvard Business School, Juan Enríquez, quien considera que “al no educar a los jóvenes los estamos condenando a la pobreza y a trabajar más duro” en actividades que no necesariamente les generan rentabilidad.
Enríquez dijo que hasta hace unos años el estereotipo de mexicano era “un cuate (persona) perezoso sentado sobre un cactus con un gran sombrero”, lo cual es totalmente falso porque “un latinoamericano trabaja más horas que un japonés”.  
Lo que pasa es que un importante porcentaje de la población no tuvo la oportunidad de aprender una profesión que, además de generarle ingresos, contribuya con su calidad de vida y progreso económico.
La educación y la tecnología son las herramientas más efectivas para cambiar la realidad de ese 28% de la población de América Latina que hoy vive en la pobreza. Precisamente, una de las principales problemáticas de la región es que varios de los países siguen enfrascados en la producción de materias primas y no en la generación de conocimiento o productos con valor agregado.
Un ejemplo de ello es el valor del café en un establecimiento comercial. El consumidor paga unos US$3 para beber una taza de ese producto, de ese monto solo US$0,3 centavos se destinan a los productores, mientras que el resto corresponde al trabajo genético o a la mercadotecnia.
A pesar de los inmensos desafíos de América Latina en materia de inserción a la cadena productiva y al desarrollo tecnológico, también hay grandes avances en esta materia. Según un reciente estudio, el ecosistema digital de la región generó US$195 millones entre 2005 y 2013, un 4,3% del crecimiento acumulado del PIB y creó 90.000 empleos.
Este escenario genera una gran expectativa pero también hace reflexionar a los expertos sobre la incapacidad creativa que aún persiste en la región. Una muestra de esa problemática es que por cada millón de personas se patenta un invento en América Latina, mientras que ese porcentaje es de unas 2.000en Estados Unidos, concluyó Enríquez.
Fuente de la noticia: http://www.dinero.com/economia/articulo/educacion-america-latina-principales-retos-para-proximos-anos/213504
Fuente de la imagen:http://static.iris.net.co/dinero/upload/images/2015/9/15/213505_193933_1.jpg
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Libro escolar sobre herencia mexicana causa controversia en EEUU

México – EEUU/ 10 septiembre de 2016/Autor: EFEUSA/Fuente:  Noticias Entrevision

«Muestra a la gente hispana como destructiva, ignorante…todo está mal hecho», indicó experto

Activistas de Texas critican que el Consejo de Educación de este estado se encuentre sopesando incluir en la nueva asignatura de Estudios Mexicoamericanos un libro de texto que califican de “peligroso y racista“.

“Muestra a la gente hispana como destructiva, ignorante, es un libro que ni siquiera se podría componer cambiando párrafos porque todo está mal hecho”, señaló a Efe Tony Díaz, escritor y director del grupo Librotraficante.

Díaz, junto a otras organizaciones locales, se ha alzado contra la propuesta del Consejo de Educación de Texas de establecer el libro “Mexican American Heritage“, de la editorial Momentum, como material de consulta de la referida asignatura, que se impartirá como curso opcional.

“Es muy preocupante que estén considerando este libro que ni siquiera menciona fuentes, está mal escrito, mal documentado”, agregó Díaz, quien fue uno de los promotores de la inclusión de ese curso por parte de las autoridades educativas del estado.

“Definen al chicano como gente que quería destruir la civilización deNorteamérica, esto solo enseñaría a los estudiantes a tener odio contra loschicanos“, lo cual no sería lo más apropiado “en este tiempo tan delicado en el que se ha despertado mucho el racismo“, advirtió Díaz.

La publicación, cuyos autores son Jaime Riddle y Valarie Angle, será sometida a votación este mes de septiembre, pero Díaz junto a otras organizaciones comoMAS Texas o The National Association of Chicana and Chicano Studies(NACCS), han pedido a la Junta de Educación del estado que “abra la lista de propuestas para incluir textos que realmente ayuden a los alumnos”.

El activista, integrante también del grupo de escritores Nuestra Palabra, afirmó que es “indignante” que no se tome en cuenta a autores latinos para hablar de la historia de México y Latinoamérica en un estado donde el 52% de sus más de 5 millones de estudiantes son de origen hispano.

Los activistas han colocado una copia del ejemplar en la web de Librotraficante y han creado una petición formal a través de la página de internet Change.org, que hasta la publicación de esta nota acumulaba más de 930 firmas.

Fuente de la Noticia:

Libro escolar sobre herencia mexicana causa controversia en EEUU

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The New, Old Authoritarianism of Donald Trump

Por: Henry A. Giroux

The following is an excerpt from the new book America at War with Itself by Henry A. Giroux (City Lights, 2016): 

In the current historical moment in the United States, the assault on social tolerance is nourished by the assault on the civic imagination. One of the most egregious examples of these attacks can be found in the political rise of Donald Trump. Trump’s popular appeal speaks not just to the boldness of what he says and the shock his inflamed rhetoric provokes, but the increasingly large numbers of Americans who respond to his aggressive bigotry with the eagerness of an angry lynch mob. Marie Luise Knott is right in noting, “We live our lives with the help of the concepts we form of the world. They enable an author to make the transition from shock to observation to finally creating space for action—for writing and speaking. Just as laws guarantee a public space for political action, conceptual thought ensures the existence of the four walls within which judgment operates.” The concepts that now guide our understanding of American society are produced by a corporate-influenced model that brings ruin to language, community, and democracy itself.

Missing from most of the commentaries by mainstream media regarding the current rise of Trumpism is any historical context that would offer a critical account of the ideological and political disorders plaguing U.S. society. A resurrection of historical memory in this moment could provide important lessons regarding the present crisis, particularly the long tradition of white racial hegemony, exceptionalism, and the extended wars on youth, women, immigrants, people of color, and the economically disadvantaged. As Chip Berlet points out, what is missing from most media accounts are traces of history that would make clear that Trump’s presence on the American political landscape is the latest expression of a long tradition of “populist radical right ideology—nativism, authoritarianism, and populism . . . not unrelated to mainstream ideologies and mass attitudes. In fact, they are best seen as a radicalization of mainstream values.” Berlet goes even further, arguing that “Trump is not an example of creeping totalitarianism; he is the injured and grieving white man growing hoarse with bigoted canards while riding at the forefront of a new nativist movement.” For Adele M. Stan, like Berlet, the real question that needs to be asked is: “What is wrong with America that this racist, misogynist, money-cheating clown should be the frontrunner for the presidential nomination of one of its two major parties?” Berlet is on target when he suggests that understanding Trump in terms of fascism is not enough. But Berlet is wrong in suggesting that all that the Trump “clown wagon” represents is a more recent expression of the merger of right-wing populism and racist intolerance. History does not stand still, and as important as these demagogic elements are, they have taken on a new meaning within a different historical conjuncture and have been intensified through the registers of a creeping totalitarianism wedded to a new and virulent form of savage capitalism. Racism, bigotry, and xenophobia are certainly on Trump’s side, but what is new in this mix of toxic populism is the emergence of a predatory neoliberalism that has decimated the welfare state, expanded the punishing state, generated massive inequities in wealth and power, and put into place an ethos in which everybody has to provide for themselves. America has become a society of permanent uncertainty, intense anxiety, human misery, and immense racial and economic injustice. Trump offers more than what might be called a mix of The Jerry Springer Show and white supremacist ideology; he also offers up domestic and foreign policies that point to a unique style of neo-fascism, one that has deep roots in American history and society. What is necessary in the current political moment is an analysis in which the emergence of a new form of totalitarianism is made visible in Trump’s rallies, behavior, speeches, and proposals.

One example can be found in Steve Weissman’s commentary in which he draws a relationship between Trump’s casual racism and the rapidly emerging neo-fascist movements across Europe that “are growing strong by hating others for their skin color, religious origin, or immigrant status.” Weissman’s willingness to situate Trump in the company of European radical right movements such as Jean-Marie Le Pen’s populist National Front, Greece’s Golden Dawn political party, or Vladimir Zhirinovsky’s Liberal Democratic Party of Russia provides a glimpse of what Trump has in common with the new authoritarianism and its deeply racist, anti-immigration, and neo-Nazi tendencies.

Unfortunately, it was not until late in Trump’s presidential primary campaign that journalists began to acknowledge the presence of white militias and white hate groups at Trump’s rallies, and almost none have acknowledged the chanting of “white power” at some of his political gatherings, which would surely signal Trump’s connections not only to historical forms of white intolerance and racial hegemony but also to the formative Nazi culture that gave rise to genocide. When Trump was told that he had the support of the Ku Klux Klan—a terrorist organization—Trump hesitated in disavowing such support. Trump appears to have no issues with attracting members of white hate groups to his ranks. Nor does Trump seem to have issues with channeling the legitimate anger and outrage of his followers into expressions of hate and bigotry that have all the earmarks of a neo-fascist movement. Trump has also refused to condemn the increasing racism at many of his rallies, such as the chants of angry white men yelling, “If you’re an African first, go back to Africa.” Another example of Trump’s embrace of totalitarian politics can be found in Glenn Greenwald’s analysis of the mainstream media’s treatment of Trump’s attack on Jorge Ramos, an influential anchor of Univision. When Ramos stood up to question Trump’s views on immigration, Trump not only refused to call on him, but insulted him by telling him to go back to Univision. Instead of focusing on this particular lack of civility, Greenwald takes up the way many journalists scolded Ramos because he had a point of view and was committed to a political narrative. Greenwald saw this not just as a disingenuous act on the part of establishment journalists, but as a failure on the part of the press to speak out against a counterfeit notion of objectivity that represents a flight from responsibility, if not political and civic courage. Greenwald goes further, arguing that the mainstream media and institutions at the start of Trump’s campaign were too willing, in the name of objectivity and balance, to ignore Trump’s toxic rhetoric and the endorsements and expressions of violence. He writes:

«Actually, many people are alarmed, but it is difficult to know that by observing media coverage, where little journalistic alarm over Trump is expressed. That’s because the rules of large media outlets—venerating faux objectivity over truth along with every other civic value—prohibit the sounding of any alarms. Under this framework of corporate journalism, to denounce Trump, or even to sound alarms about the dark forces he’s exploiting and unleashing, would not constitute journalism. To the contrary, such behavior is regarded as a violation of journalism. Such denunciations are scorned as opinion, activism, and bias: all the values that large media-owning corporations have posited as the antithesis of journalism in order to defang and neuter it as an adversarial force.»

Timothy Egan argues that it would be wrong to claim that Trump’s followers are simply ignorant, or to suggest that they are only driven by economic issues. Though he underplays the diversity of Trump’s supporters and the legitimacy of some of their complaints, I think he is right in suggesting that many of them know exactly what Trump represents, and in doing so embody the darkest side of Republican Party politics, which have a long history of nurturing hate, racism, and bigotry. Egan writes:

«Donald Trump’s supporters know exactly what he stands for: hatred of immigrants, racial superiority, a sneering disregard of the basic civility that binds a society. Educated and poorly educated alike, men and women—they know what they’re getting from him. . . . But ignorance is not the problem with Trump’s people. They’re sick and tired of tolerance. In Super Tuesday exit polls, Trump dominated among those who want someone to ‘tell it like it is.’ And that translates to an explicit ‘play to our worst fears,’ as Meg Whitman, the prominent Republican business leader, said. ‘He’s saying how the people really feel,’ one Trump supporter from Massachusetts, Janet Aguilar, told The Times. ‘We’re all afraid to say it.'»

Robert Reich draws a number of parallels between early twentieth-century fascism and Trump’s ideology, practices, and policies. He argues that the fascist script is repeated in Trump’s use of fear to scare and intimidate people, his “repeated attacks on Mexican immigrants and Muslims,” his appeal as the patriotic strongman who can personally remedy economic ills, his vaunting of “national power and greatness,” his willingness to condone or appear to legitimate violence against protesters at his rallies, and his preying on the economic distress, misery, and collective anxiety of millions of people “to scapegoat others and create a cult of personality.”

Mike Lofgren echoes a number of Reich’s criticisms but goes further and argues that Trump represents the decision on the part of the American public to choose fascism over what he calls a “managed democracy.” According to Lofgren, a managed democracy has been produced in the United States by a culture of war and fear, especially since the massacre of thousands of Americans on 9/11. The effects of such a war psychosis were evident in the lies made by the Bush administration regarding nonexistent weapons of mass destruction, lies that were repeated ad nauseam to dupe Americans into an unjustified war against Iraq. It is also evident in the rise of the national insecurity surveillance state and its declared notion that everyone is a potential suspect, a notion that helps to further the internalization of the Terror Wars. Another boost to America’s culture of fear, insecurity, and war was the economic crash of 2008, which furthered anxiety to levels not seen since the Great Depression. Amidst this decade-long culture of fear and war, Lofgren argues that the United States may very well become a fascist political system by 2017.

Predictions about America’s descent into fascism are not new and should surprise no one who is historically literate. Rick Perlstein is correct in arguing that Trump provides a service in making clear how conservative ideology works at its deepest levels, and that he exposes the hypocrisy of dressing reactionary politics in a discourse of liberation. Journalists such as Wall Street Journal columnist Peggy Noonan predictably downplay the racist and fascist undertones of Trump’s candidacy, arguing that Trump is simply a symptom of massive disillusionment among Americans who are exhibiting a profound disdain, if not hatred, for the political and economic mainstream elites. Disappointingly, however, this argument is often bolstered by progressives who claim that criticism of Trump’s bigotry and racism cannot fully account for his political appeal. For instance, Thomas Frank observes that Trump actually embraces a number of left-leaning positions that make him popular with less educated working-class whites. He cites Trump’s criticism of free trade agreements, his call for competitive bidding with the drug industry, his critique of the military-industrial-complex and its wasteful spending, and his condemnation of companies that displace U.S. workers by closing factories in the United States and opening them in much less developed countries such as Mexico in order to save on labor costs.

In this view, the working class becomes a noble representative of a legitimate populist backlash against neoliberalism, and whether or not it embraces an American form of proto-fascism seems irrelevant. Frank, however, has a long history of ignoring cultural issues, ideologies, and values that do not simply mimic the economic system. As Ellen Willis pointed out in a brilliant critique of Frank’s work, he makes the mistake of imagining popular and media culture as simply “a pure reflection of the corporate class that produces it.” Hence, racism, ultra-nationalism, bigotry, religious fundamentalism, and other anti-democratic factors get downplayed in Frank’s analysis of Trump’s rise to power. This view is reductionist and ignores research indicating that a large body of Trump supporters, who back explicit authoritarian polices, rarely complain about the predatory economic policies pushed by the Republican and Democratic parties. If anything, such economic pressures intensify these deep-seated authoritarian attitudes. What Trump’s followers have in common is support for a number of authoritarian policies mobilized around “an outsize fear of threats, physical and social, and, more than that, a desire to meet those threats with severe government action—with policies that are authoritarian not just in style but in actuality.” Such policies include:

Using military force over diplomacy against countries that threaten the United States; changing the Constitution to bar citizenship for children of illegal immigrants; imposing extra airport checks on passengers who appear to be of Middle Eastern descent in order to curb terrorism; requiring all citizens to carry a national ID card at all times to show to a police officer on request, to curb terrorism; allowing the federal government to scan all phone calls for calls to any number linked to terrorism.

John Judis extends this progressive line of argument by comparing Trump with Bernie Sanders, claiming that they are both populists and outsiders while suggesting that Trump occupies a legitimate outsider status and raises a number criticisms regarding domestic policies for which he should be taken seriously by the American people and not simply dismissed as a racist, clown, or pompous showman. Judis writes:

«Sanders and Trump differ dramatically on many issues—from immigration to climate change—but both are critical of how wealthy donors and lobbyists dominate the political process, and both favor some form of campaign finance reform. Both decry corporations moving overseas for cheap wages and to avoid American taxes. Both reject trade treaties that favor multinational corporations over workers. And both want government more, rather than less, involved in the economy. Sanders is a left-wing populist. He wants to defend the “collapsing middle class” against the “billionaire class” that controls the economy and politics. He is not a liberal who wants to reconcile Wall Street and Main Street, or a socialist who wants the working class to abolish capitalism. Trump is a right-wing populist who wants to defend the American people from rapacious CEOs and from Hispanic illegal immigrants. He is not a conventional business conservative who thinks government is the problem and who blames America’s ills on unions and Social Security. Both men are foes of what they describe as their party’s establishment. And both campaigns are also fundamentally about rejecting the way economic policy has been talked about in American presidential politics for decades.»

Some liberals, such as Arthur Goldhammer, go so far as to suggest that Trump’s appeal is largely an extension of the “cult of celebrity,” his management of “a very rational and reasonable set of business practices,” and his attention to the anger of a disregarded element of the working class. He asserts without irony that Trump “is not an authoritarian but a celebrity,” as if one cancels out the other. While celebrity culture confers authority in a society utterly devoted to consumerism, it also represents less a mode of false identification than a manufactured spectacle that cheapens serious and thoughtful discourse and puts into play a focus on the commercial world of fashion, style, and appearances. This has given rise to mainstream media that devalue politics, treat politicians as celebrities, refuse to give them a serious hearing, and are unwilling to raise tough questions. Precisely because it is assumed that celebrities are too dumb to answer such questions and that the public is more concerned about their personal lives than anything else, they are too often exempt from being held accountable for what they say, especially if it doesn’t square comfortably with the spectacle of banality. Celebrity culture is not simply a mode of entertainment, it is a form of public pedagogy central to creating a formative culture that views thinking as a nuisance at best, or at worst, as dangerous. Treated seriously, celebrity culture provides the architectural framing for an authoritarian culture by celebrating a deadening form of self-interest, narcissism, and civic illiteracy. As Fritz Stern, the renowned historian of Germany, has argued, the dark side of celebrity culture can be understood by the fact that it gave rise to Trump and represents the merger of financial power and a culture of thoughtlessness.

Roger Berkowitz, the director of the Hannah Arendt Center, takes Goldhammer’s argument further and claims that Trump is a celebrity who knows how to work the “art of the deal” (a reference to the title of Trump’s well-known neoliberal manifesto). That is, Trump is a celebrity with real business acumen and substance. In particular, he argues, Trump’s appeal is due in part to his image as a smart and successful businessman who gets things done. Berkowitz goes into overdrive in his claim that Trump is not a Hitler, as if that means he is not a demagogue unique to the American context. Without irony, Berkowitz goes so far as to write, “It is important to recognize that Trump’s focus on illegal immigrants, protectionism, the wall on the Mexican border, and the terrorist danger posed by Muslims transcends race.” I am assuming he means that Trump’s racist ideology, policies, and rhetoric can be removed from the poisonous climate of hate that he promotes, the policies for which he argues (such as torture, which is a war crime), and the violence he breeds at his rallies. Indeed, Berkowitz implies that these policies and practices derive not from a fundamental orientation of white intolerance but from a sound understanding of free-market economics and business.

The sound business practice that Berkowitz finds admirable has a name; it is called neoliberal capitalism and it has spread an untold degree of human misery, political corruption, and inequality throughout the world. It has given us a social and political formation that promotes militarization, attacks the welfare state, aligns itself slavishly with corporate power, corrupts politics, and aggressively demeans women, Blacks, Latinos, Muslims, protesters, and immigrants.

Trump and his followers may not yet be a fascist party in the strict sense of the word, but they certainly display elements of a new style of American authoritarianism that comes close to constituting a proto-fascist movement. Trump’s call to raise the nation to greatness, the blaming of Mexican immigrants and Muslims for America’s troubles, the vitriolic disdain for protesters, the groups of thugs that seem to delight in cheering at Trump’s references to violence and gladly administer it to protesters, especially members of the Black Lives Matter movement, all echo historical elements that have shaped totalitarian regimes that have plagued the West from the Nazis of Europe to the dictators of Latin America.

As American society moves from a culture of questioning to a culture of shouting, it restages politics and power in ways that are truly unproductive, frightening, and anti-democratic. Writing about Arendt’s notion of totalitarianism, Jerome Kohn provides a commentary that contains a message for the present age, one that points to the possibility of hope triumphing over despair—a lesson that needs to be embraced at the present moment. He writes that for Arendt, “what matters is not to give oneself over to the despair of the past or the utopian hope of the future, but ‘to remain wholly in the present.’ Totalitarianism is the crisis of our times insofar as its demise becomes a turning point for the present world, providing us with an entirely new opportunity to realize a common world, a world that Arendt called a ‘human artifice,’ a place fit for habitation by all human beings.” If Trump is the manifestation of an emerging self-destructive totalitarianism, the movement for solidarity and change developing among a diverse range of national networks including the Black Lives Matter movement, fast food workers, environmentalists, and a range of other social justice groups, points to an alternative, diversified, and sustainable future.

Trump signifies the marshaling of self-destructive white anxiety, bigotry, and intolerance to the service of an exclusionary grid of economic, military, surveillance, police, and corporate self-interest. Rather than view Trump as an eccentric clown, perhaps it is time to portray him in a historical context connected with the West’s totalitarian past, a story that needs to be publicly retold and remembered. By making such connections and telling such stories, we strengthen ourselves and spread the insurgent call to prevent contemporary manifestations from gaining further ground.

The great writer James Baldwin once said we are living in dangerous times, that the society in which we are living is “menaced from within,” and that young people have to “go for broke.” And while he acknowledged that “going for broke” would mean meeting the “most determined resistance,” he argued that it was necessary for young people to rise up and use their energy to reclaim their right to live with dignity, justice, equity, and a sense of possibility. Baldwin got it right, and so do the young people who are now taking up this challenge and, in doing so, are imagining a future free of the menace of totalitarianism that now hangs like a punishing sandstorm over our current political moment.

Henry A. Giroux’s most recent books include The Violence of Organized Forgetting and America’s Addiction to Terrorism. A prolific writer and political commentator, he has appeared in a wide range of media, including The New York Times and Bill Moyers.

Fuente: http://www.alternet.org/books/new-old-authoritarianism-donald-trump

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En EEUU: Cada vez más maestros recurren al «crowdfunding» para equipar sus salones de clase

América del Norte/ EEUU/ Univision y AP

Los recortes de presupuesto y la incapacidad de algunos padres de contribuir han motivado a los maestros a pedir donativos para materiales escolares en páginas web de financiación colectiva y en 2015 recaudaron 140 millones de dólares.

Papel, lápices, computadoras, robots: cada vez más maestros estadounidenses utilizan la red para crear campañas de financiación colectiva o «crowdfunding» con el propósito de adquirir todo tipo de materiales para sus salones de clases y se han encontrado con una agradable sorpresa: la gente está deseosa de cooperar.

Según datos de las páginas web de «crowdfunding» GoFundMe y DonorsChoose, sus campañas centradas en educación recaudaron casi 140 millones de dólares en 2015, en comparación con 31.2 millones de dólares recaudados en 2010.

GoFundMe recaudó 58 millones de dólares durante los pasados 12 meses y DonorsChoose registró más de 50,000 campañas durante esta temporada de regreso a clases

Según DonorsChoose, una página especializada en ‘crowdfunding’ para escuelas, la mayoría de sus campañas, el 38% son para recaudar fondos para materiales escolares.

En su primer año como maestra de educación primaria en Kingman, Arizona, Shannon Raftery recaudó 340 dólares mediante una campaña de financiación colectiva para comprar materiales para su salón, que antes adquiría, como hacen otros maestros, con su propio salario. Ahora necesita 500 dólares para equipar su kinder en la Escuela Primaria Roosevelt de Philadelphia.

Raftery dice que tiene un director escolar que la apoya pero que simplemente no hay dinero suficiente en el distrito de Philadelphia para equipar el salón como a ella le gustaría.

En su caso, tiene un presupuesto de 200 dólares para cubrir las necesidades de 25 alumnos en una escuela en la que al menos 40% de los estudiantes vive en situación de pobreza. Se gastó todo el dinero antes del inicio de clases.

«Prefiero gastar mi propio dinero antes que a estos niños les falte algo», comentó. «Cada dólar ayuda

La maestra aseguró que aunque planea seguir poniendo entre 100 y 150 dólares de su bolsillo para comprar materiales, no serán suficientes para todo lo que quiere tener.

Ya adquirió productos de limpieza, papeles para cubrir el tablón de anuncios y pinturas de colores para cubrir las austeras paredes blancas de su sala, y quiere comprar sillas de playa y almohadones para darle un aire más acogedor al aula.

«No quiero que un ambiente frío arruine la primera impresión de la escuela que tienen los niños», dijo Raftery.

En las páginas de ‘crowdfunding’ los donantes pueden ver todas las campañas que tienen que ver con educación y cooperar con la cantidad de dinero que quieran.

Este sistema inyecta millones de dólares en materiales y equipos a escuelas en barrios pobres y ricos.

DonorsChoose afirma que el donativo promedio de las personas que utilizan por primera vez su sitio es de 58 dólares, y que cada campaña recauda un promedio de 668 dólares.

Cuando crean sus campañas de ‘crowdfunding’ los maestros escriben sobre las necesidades de sus estudiantes, qué es lo que requieren y a menudo incluyen fotos del salón de clases.

‘Ms. S’, una maestra en la Secundaria Mira Monte, en Bakersfield, California, donde según ella el 92% de los estudiantes son elegibles para almuerzos gratuitos o a precio reducido (indicador de pobreza en una escuela), inició una campaña en DonorsChoose para recolectar 411 dólares para comprar 30 libros de la obra’¿Quién le teme a Virginia Woolf?’

«Mi trabajo enseñándole teatro a nuestros estudiantes es muy importante porque para muchos de ellos este es el único momento durante el día que tienen para usar su imaginación y entretenerse», escribe ‘Ms. S’.

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«Tener una colección de ‘¿Quién le teme a Virginia Woolf?’ para toda la clase les permitirá a mis estudiantes tener experiencia en teatro clásico leyéndola y representándola ellos mismos», agrega.

Las cifras no son sorprendentes, dice Michael Leachman, director de investigación fiscal estatal del centro de investigación Center on Budget and Policy Priorities.

Los recaudos locales, estatales y federales tras la recesión no han podido suplir las necesidades de los estados luego de estos haber recortado sus presupuestos, y ahora otros factores económicos como los bajos impuestos sobre la propiedad y la inflación están frenando una recuperación completa, aunque la financiación de la educación ha mejorado en la mayoría de los estados, dijo Leachman.

«Es perturbador obviamente que los maestros tengan que recaudar el dinero que necesitan para proveerle una buena educación a los niños», dijo Leachman.

Pero el ‘crowdfunding’ les permite obtener fondos y materiales en cuestión de semanas tras iniciar una campaña.

Allan Rogers, maestro de tercer grado en la Primaria Jackson en la comunidad rural de Jackson, Louisiana, afectada recientemente por severas inundaciones, trabaja con estudiantes que ya cuentan con materiales adquiridos mediante financiación colectiva a pocas semanas de iniciado el año escolar.

«Hay gente que ha perdido todo por las inundaciones y antes de las inundaciones no tenían mucho», dice Rogers, en cuya escuela no hay presupuesto para tecnología y el 96% de los estudiantes son elegibles para almuerzos gratuitos o a precio reducido.

En su escuela los maestros han hecho campañas para adquirir materiales básicos, como marcadores para pizarrones, pero también quieren comprar una computadora para cada aula, dijo la directora de la escuela, Megan Phillips.

Gracias al ‘crowdfunding’ han podido comprar iPads y iPods para que los estudiantes los usen en las aulas.

«Siempre estamos tratando de darles a los estudiantes lo que se merecen», dijo Rogers. «No solo lo que necesitan, sino lo que se merecen».

Fuente: http://www.univision.com/noticias/escuelas-publicas/cada-vez-mas-maestros-recurren-al-crowdfunding-para-equipar-sus-salones-de-clase

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Estados Unidos: Libro escolar sobre herencia mexicana genera polémica

Estados Unidos/Septiembre de 2016/Telemundo

Varios lo consideran ofensivo por sus estereotipos por lo que peligra su uso en escuelas.

Un libro educativo sobre la herencia mexicana en Estados Unidos está generando una controversia de proporciones, a tal punto que su uso corre riesgo.

¿Por qué? El comité evaluador del trabajo a ser utilizado en el sistema escolar en Texas, rechazó el contenido por considerar, entre otras cosas, que contiene supuestos dy distorsiones históricas.

Titulado «Mexican American Heritage» y escrito por Jaime Riddle y Valarie Angle, el libro es el único con el tema de la herencia mexico-americana y que está sujeto a aprobación por la Junta Estatal de Educación de Texas. El comité evaluador está integrado por expertos y académicos del estado, algunos del Valle del Río Grande, con profundo conocimiento sobre el tema.

En su informe, el comité liderado por Rubén Cortez, no recomendó el uso del libro de texto en las escuelas preparatorias, y se indicó que no es adecuado para utilizarse en las escuelas públicas del estado.

Fuente: http://www.telemundopr.com/noticias/eeuu/Rechazan-libro-escolar-sobre-herencia-mexicana-por-contenido-ofensivo-Junta-de-Educacion-Texas-392469081.html

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Niños sin recursos encarcelados por no pagar tasas judiciales

Por: Nika Knight

Un informe revela que niños están siendo encarcelados en Estados Unidos cuando las familias no pueden pagar las multas impuestas por el sistema de justicia de menores

Muchos Estados de EE UU están encarcelando a los niños pobres cuyas familias no pueden permitirse el lujo de pagar las cuotas del tribunal de menores o multas, tal como revela un informe publicado este miércoles, lo que equivale a castigar a los niños por la pobreza de sus familias, algo que podría ser inconstitucional.

A pesar de la creciente práctica de encarcelar adultos que no pueden pagar cuotas y multas municipales o judiciales que se ha documentado desde hace varios años, tal como reveló Common Dreams, el último informe del Centro de Derecho de Menores es el primer examen en profundidad de esta práctica dentro de el sistema de justicia juvenil estadounidense.

El informe, Debtor’s Prison for Kids? The High Cost of Fines and Fees in the Juvenile Justice System [¿Prisión de morosos para niños? El alto coste de las multas y cargos en el sistema de justicia juvenil (pdf)], documenta los resultados de una encuesta a 183 personas integradas en el sistema de justicia juvenil, incluyendo abogados, familiares y adultos que han sido encarcelados como niños en el sistema de justicia de menores en 41 Estados.

Los autores del informe descubrieron que en la mayoría de los Estados hay una cadena de tasas y multas impuestas a los niños y sus familias una vez un niño ingresa al sistema de justicia juvenil, y que «muchas leyes establecen que los jóvenes pueden ser encarcelados o de lo contrario se enfrentan a una pérdida de la libertad cuando no pueden pagar».

Todo tipo de tasas y multas

Hay miles de formas por las que los sistemas judiciales de menores imponen multas sobre las familias de los niños, tal como descubrieron los autores del informe, y luego encarcelar a los niños cuando sus familias son demasiado pobres para pagar los costes acumulados.

Muchos Estados imponen una cuota mensual a las familias cuyos hijos están en la libertad condicional. Cuando una familia no puede pagar la cuota mensual, lo que cuenta como una violación de la libertad condicional, el niño es, en la mayoría de casos, encarcelado en un centro de detención juvenil.

Si los niños están condenados a un «programa de desvío» o a un programa basado en la comunidad, lo que significa mantenerlos fuera de la prisión y ayudarles a reintegrarse en sus comunidades, las familias deben pagar los costes del programa. Sin embargo, cuando los niños sin recursos no pueden pagar, simplemente se les encarcela.

Las familias en la mayoría de los Estados tienen que pagar por las evaluaciones y pruebas ordenadas por el juez, tales como las evaluaciones de salud mental, pruebas de ETS y de drogas y alcohol. No obtener ciertas evaluaciones puede resultar en una anomalía que debe ser subsanada por el tribunal, lo que significa que el niño permanecerá en detención juvenil. Además, si las pruebas se realizan y la familia posteriormente no pueden pagar por ellas, cuenta como una violación de libertad condicional, con lo que el niño es condenado de nuevo y esto puede significar su encarcelamiento.

Algunas sentencias implican una simple multa, tales como el absentismo escolar, y la falta de pago de los resultados implica la prisión del niño. «Incluso cuando las multas no son obligatorias por ley, pueden ser tratadas como obligatorias en la práctica», apuntan los autores del informe, que describe la experiencia de un niño pobre con una multa por absentismo escolar de 500 dólares en Arkansas:

Un individuo que había estado en el sistema de justicia de menores no informó que pasó a los 13 años tres meses en una instalación cerrada debido a que no podía permitirse pagar la multa por absentismo escolar. Apareció en la tribunal sin un abogado o un padre y nunca se le preguntó acerca de su capacidad de pago o le da la opción de pagar una cantidad reducida. Se supone que tenía que pagar la multa total o pasar tiempo en la cárcel. Y éste explicó: «Mi intención era quedarme donde estaba y olvidarme de ello, quería seguir adelante y dejar pasar el tiempo porque no tengo dinero y sé que la situación [financiera] de mi madre no es buena».

«Casi todos los Estados cobran a los padres por el cuidado y el apoyo de los jóvenes integrados con el sistema de justicia de menores», añade el informe. Entre ellos se incluyen los honorarios para alojamiento y comida, ropa y cuidado de la salud mental y física, entre muchos cargos. La «la incapacidad de pagar […] puede implicar la privación de tratamiento, apoyado en la violación de la libertad condicional, o incluso enfrentarse a largos períodos de encarcelamiento», relaran. Las prisiones juveniles también cobran sus propios precios de los medicamentos recetados a los niños, a menudo incluso más caros según el informe, lo que con frecuencia resulta en altos cargos que las familias pobres no pueden permitirse el lujo de pagar e interrumpe la asistencia sanitaria necesaria para sus hijos.

En los 50 estados, existe una ley que considera que si un niño y su familia no pueden permitirse el lujo de restitución de cargos, es decir, el pago a la víctima o víctimas del crimen del niño, una sentencia habitual en la corte juvenil, el chico es encarcelado.Por otra parte, los centros de detención de menores son, a menudo, inseguros e inhumanos, tal como destacó Common Dreams.

Las multas impuestas por el tribunal de menores son «altamente onerosas», según el informe. El coste medio de la participación en el sistema juvenil es 2.000 dólares en caso del Condado de Alameda, California, por ejemplo, y «para los jóvenes encarcelados durante largos períodos de tiempo, los costos pueden ser significativamente más altos».

Familias divididas

La deuda divide a las familias que ya están luchando con las consecuencias de la pobreza, señala el informe.

«La deuda crea un distanciamiento entre los padres y sus hijos», apuntó uno de los encuestados, recordando que «… hablé con una familia donde una abuela había tomado la custodia de su nieto, pero cuando se enfrentan a estas tarifas insuperables, se le dijo (por un empleado del condado) que la única manera de que pudiera evitar el pago era entregar la custodia. Dados sus limitados ingresos, ha considerado seriamente renunciar a la custodia de su nieto, lo que lo convertiría en custodia del Estado…».

En algunos casos, los padres pueden incluso verse encarcelados si no pueden pagar las cuotas del sistema judicial de menores de sus hijos. «En varios Estados, los padres, como los jóvenes, se pueden encontrar en desacato, ya sea civil o penal, por falta de pago», indica el informe.

«Los padres también pueden enfrentarse a una mayor responsabilidad financiera a través de las comisiones de cobro y los intereses devengados por los pagos, así como a sentencias civiles por falta de pago», añaden los autores del informe. «Cuando los padres se enfrentan el encarcelamiento o el aumento de la deuda por falta de pago, tienen aún menos recursos para dedicar a educar, ayudar y apoyar a sus hijos.»

Los autores del informe observan además que encarcelar a los niños ante la incapacidad de sus familias para pagar las cuotas podría ser inconstitucional:

Vale la pena señalar que el Tribunal Supremo de Estados Unidos ha dejado claro que un individuo no puede ser encarcelado por no pagar si el tribunal no lleva a cabo una primera determinación de pobreza y establece que la falta de pago fue intencional. El Tribunal Supremo ha declarado también que los tribunales deben considerar «medidas alternativas de sanción distintas del encarcelamiento» para los acusados pobres. Sin embargo, algunos Estados no requieren ni premeditación, ni capacidad de pago en sus leyes, y sólo unos pocos explícitamente prohíben o limitan el encarcelamiento por falta de pago.

Además, el Tribunal Supremo sostiene que «los tribunales deben dar aviso significativo y, en los casos apropiados, consejo, cuando ejecutar las multas y honorarios». Este derecho es aún más importante para los niños, que carecen tanto de la capacidad de desarrollo como sel conocimiento legal para representarse a sí mismos.

«Por otra parte», continúa el informe, «cuando se necesita más investigación, varios estudios sugieren que los costes judiciales, honorarios y multas han limitado el beneficio fiscal para los Estados y condados, dada la dificultad de su recogida de las familias pobres y los altos costes administrativos al tratar de hacerlo».

El Centro de Derecho de Menores detalla las políticas que varían en las tarifas del sistema judicial de menores, Estado por Estado, en una nueva página web, y también destaca los pocos condados y estados que están tratando de solucionar el problema.

«En última instancia, las autoridades estatales y locales deben establecer modelos más sostenibles y eficaces para la financiación de los sistemas judiciales en lugar de imponer los costes sobre los jóvenes y sus familias que simplemente no pueden permitirse el lujo de pagar», apunta el Centro de Derecho de Menores.

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