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La burla de Obama a los indocumentados

Por Ilka Oliva Corado

En su visita a Cuba, Obama tuvo el descaro de decirle en su propia casa a Raúl Castro que la diáspora cubana en Estados Unidos sufría el mal de la añoranza, con esto tratando de culpar a la Revolución Cubana de la migración; no mencionó la Ley de Ajuste Cubano con la que Estados Unidos le da golpes bajos para buscar hacer desaparecer todo lo hermoso de aquel poema.

En otro lugar  muy distante a Cuba está  la migración latinoamericana, en específico la del triángulo norte de Centroamérica y la mexicana,  donde miles  se ven obligados a dejar su país de origen y buscar en Estados Unidos los recursos básicos para la sobrevivencia.

Todo esto  a  consecuencia de esa injerencia estadounidense en la región y de la corrupción de gobiernos neoliberales que no invierten en programas de desarrollo social. Yéndonos un poco más hacia la historia, esa migración forzada es el rezago del Plan Cóndor que ha sido catastrófico para el desarrollo de los países golpeados por semejante máquina capitalista. Un deterioro que avanza a pasos agigantados.

El constante saqueo de empresas transnacionales y las firmas de convenios que benefician a las oligarquías de siempre, han arreciado la migración de latinoamericanos hacia Estados Unidos. Migrantes en tránsito que solo buscan techo y comida. Hondureños, guatemaltecos, salvadoreños y mexicanos que dejan la vida en la frontera; entre las montañas, en los desiertos, en las aguas ensangrentadas del río Bravo.  Cuerpos sin reconocer, identidades que no interesan a las autoridades y que los tiran como bolsas de basura en las fosas de cementerios clandestinos en Texas.

Infinidad de  vidas marcadas por la tragedia de la migración forzada, voces silentes por la agonía de la depresión post frontera. El agobio de los recuerdos que duelen, el tormento de las pesadillas que se sumergen en el inconsciente en las pocas horas de sueño. La explotación laboral, la burla del empleador que se aprovecha de su condición en el país. La burla del sistema, las remesas que tienen que enviarse puntual. El vaivén de emociones contrariadas. La angustia de la deportación.  ¿Pensará Obama en la nostalgia y la agonía de los migrantes latinoamericanos que no son cubanos?

La burla del gobierno del país de origen que sigue obligando a la migración a miles de niños, adolescentes y adultos que no ven otra salida más que la de abandonar el nido para lanzarse al vacío, y si tienen suerte sobrevivir en la diáspora que le arranca el alma a cualquiera.

Un país de llegada que se convierte en el de residencia, Estados Unidos nunca fue la tierra del sueño americano.  A estos migrantes Obama no ofrece una modalidad de la Ley de Ajuste Cubano que bien podría ser la Ley de Ajuste Latinoamericano.  Mucho  menos hablar en palabras mayores de una Reforma Migratoria que beneficie a los más de 25 millones de indocumentados que estamos viviendo en Estados Unidos.

Obama ofreció esa reforma dos veces mientras buscaba el voto latino sabiendo que no cumpliría con su promesa, no solo eso, también se convirtió en el presidente que más indocumentados ha deportado en la historia del país. Un nivel de doble moral que deshonra a sus ancestros afro descendientes que en la lucha por los Derechos Civiles y Humanos dejaron la vida.

En su segundo mandato se lavó las manos con más descaro y firmó la Acción Ejecutiva con la que prometió beneficios laborales a cinco millones de indocumentados,  a sabiendas que todo era una farsa. Un engaño del tamaño del descaro de un presidente negro que es negro por gusto. Un afro descendiente afín a la doctrinas caucásicas del Ku klux klan.

Que la Corte Suprema negara la Acción Ejecutiva no sorprende, fue una treta desde que Obama la proyectó como opción con el único objetivo de mover a las masas hacia Hillary  Clinton en las votaciones presidenciales, repitiendo la estrategia que el partido Demócrata utilizó con él.

Es tan culpable él por mentiroso como los cinco millones de indocumentados que aceptaron las migajas que dejaban fuera a la mayoría, el golpe traidor viene de Obama como de los Soñadores que solo buscaron beneficios para sus padres y no para todos.

¿En dónde están los beneficios para esos millones de jornaleros que están aquí  muriendo en la soledad de la explotación laboral y tienen a sus familias en sus países de origen? ¿Acaso ellos no tienen derechos? ¿Por qué los Soñadores no levantaron la voz por ellos solo por sus padres? ¿Por qué esos Soñadores no crearon un movimiento que se estructurara en las manifestaciones masivas de hace 10 años y que involucrara a todos?

¿Por qué la mediocridad de un convenio que beneficie solo a los suyos?

¿Por qué esos “defensores de derechos de migrantes” no han alzado la voz por los más de 25 millones y en cambio aplaudieron la Acción Ejecutiva para unos cuántos? ¿Por qué se silenciaron cuando Obama la firmó y dejaron de luchar por la Reforma Migratoria? ¿En dónde están ahora esos personajes, por qué no han abarrotado las calles cuestionando la falsa promesa de Obama? ¿Por qué ahora vuelcan todas sus fuerzas en movilizar las masas hacia Hillary Clinton y no en su momento por Sanders? ¿Doble moral?

 Aceptaron las migajas y ni siquiera se las dieron, ojalá aprendan la lección y sepan que las luchas por la igualdad social, por la documentación y los beneficios laborales se hacen por todos no por unos cuántos. Que no pretendan que actuando así el sistema estadounidense los escuche, más bien se burla de ellos y merecido se lo tienen por la injusticia de dejar fuera a millones.

Somos una comunidad y debemos alzarnos en una sola voz, en una sola lucha, beneficios para todos, sin privilegios para unos cuantos.

Ahora van pues, como ganado al matadero: en su plan B que es votar por Hillary Clinton, que hace dos años estuvo de acuerdo en las deportaciones masivas de niños, niñas y adolescentes que entraron en el 2014 huyendo de la violencia gubernamental, del hambre y de la opresión por parte de los gobiernos de sus países de origen.

Ojalá que un día despierte la masa, la multitud, los millones de indocumentados y tomen las calles y no vuelvan a sus casas hasta haber logrado una Reforma Migratoria Integral  para todos.  Y que no se fíen de palabras de presidenciables.

Entre otras cosas cabe aclarar que la mayoría de la comunidad latina que puede votar en Estados Unidos es esa que llega al país en avión y con visa,  esa clase media latinoamericana que no votará por Hillary Clinton pensando en los indocumentados, sino en la continuidad de la injerencia estadounidense en Latinoamérica. Esa comunidad latina que está en contra de Cuba y de los gobiernos progresistas. También en su voto hay doble moral y desamor.

También hay desamor en los perfumados “luchadores sociales y defensores de migrantes” que solo  utilizan a las masas indocumentadas y a traidores como los Soñadores, para lograr beneficio personal. Muchos de ellos están involucrados directamente en la campaña de Clinton, que al ganar tendrán su puesto de trabajo en el gobierno. La mayoría aborrece Cuba, y pide una  invasión estadounidense en la isla, aprueban que continúe la injerencia en Latinoamérica.

De conciencia, de identidad, de lealtad y de humanidad esta parvada de oportunistas no tiene ni idea.  Y son ellos los guías, los mentores, los que arman, desarman y manipulan los movimientos de migrantes indocumentados en el país. No sorprende entonces que el sistema estadounidense se burle constantemente de los indocumentados.

 ¿Qué decir de quienes siendo latinoamericanos apoyan la candidatura de Trump, precisamente por su postura contra la migración indocumentada? No hay xenofobia más grande en Estados Unidos que la del latinoamericano con documentos que menosprecia, humilla y explota al indocumentado. ¿Será por el gran temor a ver su propio reflejo?

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com/2016/07/03/la-burla-de-obama-a-los-indocumentados/

Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.com

02 de Julio de 2016, Estados Unidos.

Imagen tomada de: http://estaticos04.elmundo.es/america/imagenes/2012/04/29/estados_unidos/1335675577_0.jpg

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EE.UU: Alvin Toffler, padre de la revolución digital, ofrece rutas para la escuela del futuro

EE.UU/5 de Julio de 2016/Fuente: El comercio

El mundo se ha conmovido con la noticia del fallecimiento de Alvin Toffler, un científico de rostro humano, un profeta de nuestro tiempo, quien estudió la sociedad desde nuevos y arriesgados frentes: las nuevas tecnologías, los efectos de la globalización y el imperio del conocimiento. Trazó, además, nuevas rutas para la educación en general, y para la escuela en particular.

A los 87 años de edad, Alvin Toffler dejó de existir en Los Ángeles. Fue el escritor del futuro, de origen estadounidense, un profeta laico de enormes repercusiones en las ciencias y las tecnologías. Su obra será inmarcesible por sus contribuciones al desarrollo humano, al haber presagiado los cambios tecnológicos que vivimos y sus relaciones con la sociedad contemporánea. • Obras maestras De origen judío, Toffler nació en Nueva York en 1928. Fue doctor en Sociología, pero antes estudió filosofía y letras.

Trabajó como periodista, investigador y docente universitario. Sus temas giraron sobre los cambios sociales derivados de la incidencia de las nuevas tecnologías de información y comunicación, en la última década del siglo XX y los comienzos del siglo XXI.

Escribió numerosas obras que incidieron en una generación de pensadores, entre los que se destacan Herbert Marshall McLuhan con ‘Aldea Global’, y Giovanni Sartori y su ‘El Homo Videns’. Alvin Toffler trabajó tres libros producto de sendas investigaciones: ‘El shock del futuro’, con su esposa Heidi, en 1970; ‘La tercera ola’, en 1980; y, ‘El cambio en el poder’, en 1990. ‘El shock del futuro’ se convirtió en un best-seller mundial, por su pensamiento premonitorio y lateral. A

lvin Toffler pronosticó, por ejemplo, que el futuro de la humanidad iba a depender –no de la producción industrial y postindustrial, sino del conocimiento-. Y así fue. En tanto que en ‘La tercera ola’ identificó la gran ‘ola’ del desarrollo global –la sociedad del conocimiento-, luego de las revoluciones de la agricultura e industrial, primera y segunda ola, respectivamente. Y en ‘El cambio en el poder’ estudió las nuevas transformaciones de la riqueza, que imprimirían los dominios que controlan las tecnologías, los conocimientos y la violencia.

Toffler fue un adelantado de su tiempo. Sus propuestas fueron polémicas, pero en última instancia aceptadas por la comunidad científica y sus millones de seguidores. Fue el primero en hablar de la ‘era de información’ y presentó ideas vanguardistas sobre las secuelas de la vida, la sociedad y sus comportamientos. Sus enfoques originales en relación con la riqueza, construidas con su esposa Heidi, cambiaron las visiones tradicionales centradas en el dinero o los bienes.

Ellos hablaron de ‘la riqueza que vemos y la riqueza que no vemos –los conocimientos- que plantearon novedosos análisis sobre el mundo y las modificaciones globales inminentes. • Toffler para los docentes del siglo XXI 1. El conocimiento es la fuente más democrática de poder. 2. Formular la pregunta correcta es más importante que dar la respuesta correcta a una pregunta equivocada. 3. Tienes que pensar en cosas grandes mientras estés haciendo cosas pequeñas, de modo que todas las pequeñas cosas vayan en la misma dirección. 4. Hay que clausurar las escuelas (tradicionales). 5. El futuro será para aquellos que desarrollen habilidades o técnicas de pensamiento crítico. 6. La sociedad necesita todo tipo de habilidades que no son cognitivas, son emocionales, son afectivas. No podemos montar la sociedad sobre datos. 7.

Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer o escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender. • La escuela del mañana según Toffler Para concluir, una reflexión sobre la escuela del mañana, tomada de la entrevista que Hugo Alconada le hizo a Alvin Toffler, en 2009. Este fragmento no está hecho de respuestas, sino de las mejores preguntas: ‘¿Por qué no sumar a las aulas a quienes sin ser maestros, pueden ofrecerles otras perspectivas de aprendizaje a los chicos? ¿Por qué no sentarlos durante media hora, una hora o lo que fuere con un piloto de avión? ¿O con un cocinero, un empleado de oficina o un empresario? Que se genere una ida y vuelta: ¿qué haces? ¿Cómo es tu vida diaria? Y, más relevante aún, ¿cómo introducir a los estudiantes al mundo actual, a la vanguardia de la tecnología de la información, cuando los maestros conocen tanto o menos de ellas que los alumnos?’

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección:http://www.elcomercio.com/blogs/la-silla-vacia/alvin-toffler-padre-revolucion-digital.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com

Imagen: http://www.elcomercio.com/files/content_thumbnail/uploads/2016/07/04/577abaa41e832.jpeg

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EE.UU: Refugee Children in California Say Discrimination at School Is Getting Worse

EE.UU/ 5 de julio de 2016/ Fuente: globalvoice

This article by Jean Guerrero originally appeared on PRI.org on June 27, 2016, and is republished here as part of a content-sharing agreement.

Cuando la familia llegó a los EE.UU., que solicitaron asilo en San Diego. Amira pensó que la parte más difícil de su viaje había terminado. Se dio cuenta de que no era tan pronto como empezó el segundo grado – aprendiendo Inglés fue duro, y ella había perdido meses de la escuela cuando fue detenida en México. «Esos últimos cinco meses que no aprendieron nada», dijo. «Me sentía tonta, porque no sabía las respuestas a cualquier pregunta mi profesor me preguntaba.» La familia de Amira se encuentra entre un número creciente de refugiados que huyen de la violencia en América Central que están encontrando dificultades en la forma de discriminación y las dificultades educativas. Dijo que sus compañeros de clase la intimidaban. «Los niños que vienen a mí, y me dicen:» Hola, chica rara «, y yo no entendía nada porque yo no sabía nada de Inglés al principio y yo pensé, se trata de un país en el que yo no debo estar, yo no soy bienvenido aquí «, dijo. Pero entonces su familia aprendieron sobre YALLA, un programa después de la escuela que comenzó hace seis años. Se enseña fútbol a los refugiados y los inmigrantes, utilizando el deporte como un gancho de diversión para los servicios académicos serios.

Amira Matti, 11, remembers the day her little brother was almost kidnapped near their home in Guatemala City. “My little brother comes running to us and he says, ‘Someone tried to get me,’” she said. “It looked like he’d seen a ghost.” A passing driver had rescued him from the kidnappers.

So Amira’s family decided it was time to get out of Guatemala, with its rising gang violence, and head for the United States. On the way, Mexican officials stopped the family and put them in a detention center for more than five months. Amira said it was a nightmare.

“You couldn’t sleep because there were these huge bugs that were roaming around the whole place,” she said. “It was like a thousand of them.”

Listen to this story on PRI.org »

When the family made it to the US, they applied for asylum in San Diego. Amira thought the hard part of their journey was over. She realized it wasn’t as soon as she started second grade — learning English was tough, and she had missed months of school when she was detained in Mexico. “Those past five months I didn’t learn anything,” she said. “I felt dumb because I didn’t know the answers to any questions my teacher would ask me.”

Amira’s family is among a rising number of refugees fleeing violence in Central America who are encountering challenges in the form of discrimination and educational difficulties.

She said her classmates bullied her. “Kids would come up to me, and say, ‘Hi, weird girl,’ and I wouldn’t understand anything because I didn’t know any English in the beginning and I would think, this is a country I’m not supposed to be in. I’m not welcome here,” she said.

But then her family learned about YALLA, an after-school program that started six years ago. It teaches soccer to refugees and immigrants, using the sport as a fun hook for serious academic services.

Coached by YALLA’s mentors and its English-language software that helps with reading and writing, Amira quickly caught up with her classmates. “When you didn’t understand something in English, it would explain it to you in Spanish, and it would tell you to repeat it,” she explained.

She also, finally, felt like she belonged somewhere. At YALLA there are students from Iraq, Sudan, Honduras and elsewhere. They bond because they’ve all been uprooted.

Amira’s little brother Matti (his first name is the same as his last), 8, also practices English in the YALLA program. Riyam Mansoor, an Iraqi refugee, helps him. Mansoor says many of the program’s mentors are immigrants, and their friendships with the students are key to success.

The soccer part helps build ties too. “With soccer, you don’t usually need a language to speak in. It’s like a universal language,” she said.

Mark Kabban, who started the YALLA program, said soccer helps the staff build friendly relationships with the students. “We’re able to have healthy manipulation,” he said. “We’re able to influence them a lot more in their academics because of the things we have in soccer.”

This year, 20 high schoolers graduated from the YALLA program, receiving a record $2.4 million in college scholarships. But Kabban has noticed a change ahead of the next funding round: Some donors are withholding their support. He thinks it’s because of the current immigration debate in the US electorate.

“Politically, what’s happening I think in the shift of public attitude towards immigrants, especially people coming from the Middle East, has affected our young people,” said Kabban.

“There have been some donors who don’t like that we serve Muslim kids,” Kabban said, who would not name a particular donor. “At the end of the day, I’m like, if they don’t want to invest in the diversity of our kids, then I don’t want their money.”

Kabban also said that YALLA students are complaining of more discrimination at school.

“Our scholar athletes are coming to us and saying ‘we feel discriminated against,’” he said. “In our six years, I’ve never heard that before. And I don’t know what to tell them other than, hey, this is who we are and we’re going to stick together and we’re going to keep working hard and we’re going to keep being the best people we can be.”

Amira said she feels supported at YALLA, and has learned to believe in herself and her big ambitions — she wants to be a heart surgeon — even though some of her non-immigrant classmates have told her she can’t be a surgeon because she’s Guatemalan.

Amira said she is keeping her eye on the goal.

Fuente: https://globalvoices.org/2016/07/03/refugee-children-in-california-say-discrimination-at-school-is-getting-worse/

Imagen: https://globalvoices.org/wp-content/uploads/2016/07/Screen-Shot-2016-06-21-at-3.54.29-PM-800×450.png

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Libro: A people’s history of the American revolution – Howard Zinn

América del Norte/Estados Unidos/04 de Julio de 2016/Autor: Steven/Fuente:Libcom.org

RESUMEN: Alrededor de 1776, ciertas personas importantes en las colonias inglesas hicieron un descubrimiento que resultaría de enorme utilidad para los siguientes doscientos años. Ellos encontraron que mediante la creación de una nación, un símbolo, una unidad legal llamada los Estados Unidos, podrían hacerse cargo de la tierra, las ganancias y el poder político de los favoritos del Imperio Británico. En el proceso, que podrían contener una serie de rebeliones potenciales y crear un consenso de apoyo popular para el gobierno de un nuevo liderazgo privilegiada.

Cuando nos fijamos en la revolución americana esta manera, se trataba de una obra de un genio, y los Padres Fundadores merece el homenaje impresionado que han recibido durante los siglos. Ellos crearon el sistema más eficaz de control nacional ideado en los tiempos modernos, y mostraron las futuras generaciones de líderes de las ventajas de combinar el paternalismo con el comando.

A partir de la Rebelión de Bacon en Virginia, por 1760, había habido dieciocho levantamientos contra gobiernos coloniales. También había habido seis rebeliones negras, desde Carolina del Sur a Nueva York, y cuarenta revueltas de diversos orígenes.

Por este tiempo también, surgió, según Jack Greene, «estable, coherente, eficaz y reconocido élites políticas y sociales locales.» Y por la década de 1760, este liderazgo local vio la posibilidad de dirigir la mayor parte de la energía rebelde contra Inglaterra y sus funcionarios locales. No fue una conspiración consciente, sino una acumulación de respuestas tácticas.

 

Around 1776, certain important people in the English colonies made a discovery that would prove enormously useful for the next two hundred years. They found that by creating a nation, a symbol, a legal unity called the United States, they could take over land, profits, and political power from favorites of the British Empire. In the process, they could hold back a number of potential rebellions and create a consensus of popular support for the rule of a new, privileged leadership.

When we look at the American Revolution this way, it was a work of genius, and the Founding Fathers deserve the awed tribute they have received over the centuries. They created the most effective system of national control devised in modern times, and showed future generations of leaders the advantages of combining paternalism with command.

Starting with Bacon’s Rebellion in Virginia, by 1760, there had been eighteen uprisings aimed at overthrowing colonial governments. There had also been six black rebellions, from South Carolina to New York, and forty riots of various origins.

By this time also, there emerged, according to Jack Greene, «stable, coherent, effective and acknowledged local political and social elites.» And by the 1760s, this local leadership saw the possibility of directing much of the rebellious energy against England and her local officials. It was not a conscious conspiracy, but an accumulation of tactical responses.

After 1763, with England victorious over France in the Seven Years’ War (known in America as the French and Indian War), expelling them from North America, ambitious colonial leaders were no longer threatened by the French. They now had only two rivals left: the English and the Indians. The British, wooing the Indians, had declared Indian lands beyond the Appalachians out of bounds to whites (the Proclamation of 1763). Perhaps once the British were out of the way, the Indians could be dealt with. Again, no conscious forethought strategy by the colonial elite, hut a growing awareness as events developed.

With the French defeated, the British government could turn its attention to tightening control over the colonies. It needed revenues to pay for the war, and looked to the colonies for that. Also, the colonial trade had become more and more important to the British economy, and more profitable: it had amounted to about 500,000 pounds in 1700 but by 1770 was worth 2,800,000 pounds.

So, the American leadership was less in need of English rule, the English more in need of the colonists’ wealth. The elements were there for conflict.

The war had brought glory for the generals, death to the privates, wealth for the merchants, unemployment for the poor. There were 25,000 people living in New York (there had been 7,000 in 1720) when the French and Indian War ended. A newspaper editor wrote about the growing «Number of Beggers and wandering Poor» in the streets of the city. Letters in the papers questioned the distribution of wealth: «How often have our Streets been covered with Thousands of Barrels of Flour for trade, while our near Neighbors can hardly procure enough to make a Dumplin to satisfy hunger?»

Para continuar con la lectura, visite: https://libcom.org/history/peoples-history-american-revolution

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La cultura de la violencia

Bolivia/16 de Junio de 2016/Página Siete

Por: Fernanda Wanderley

Vivimos en un mundo en el que predomina la cultura de la violencia en todos los ámbitos de la convivencia social.
La palabra violencia surge asociada a la idea de fuerza física y poder. Los romanos denominaban vis a esa fuerza que permite que la voluntad de uno se imponga sobre la de otro y  deriva el adjetivo violentus y violare con el sentido de agredir, faltar al respetar, maltratar, arruinar y dañar al otro.
El acto violento ocurre con el uso de la fuerza tanto física como psicológica, para lograr objetivos sometiendo la voluntad del violentado. Se manifiesta a través de la agresión física, la manipulación verbal, emocional y psicológica, mediante ofensa, amenaza, humillación, intolerancia, sometimiento, lesión física e, inclusive, muerte.
La cultura de la violencia se instaura cuando las prácticas violentas son normalizadas en una sociedad y así se vuelven recurrentes, aceptadas, toleradas e, inclusive, justificadas a través de la culpabilización de la víctima. Situación que se agrava cuando el Estado, responsable por normar y sancionar los actos de violencia no sólo minimiza los hechos como, en el peor de los casos, se vuelve el perpetrador de violencia.
Nosotras las mujeres somos un grupo que fue y es víctima de todo tipo de violencia. También lo son la comunidad LGTB, las minorías étnicas, los pobres, los jóvenes, los críticos al régimen, entre otros. La vulneración de derechos ocurre en todos los espacios de la vida social: hogares, comunidades, calles, escuelas, universidades, espacios laborales, partidos políticos y la burocracia estatal.
En Brasil hoy se habla de la cultura de la violación debido a la generalización de este crimen en todo el territorio. También se puede hablar de la cultura de la violación en universidades como se visibilizó con los casos en la Universidad Mayor de San  Andrés, en Bolivia, y en Stanford, en los Estados Unidos. La cultura de la violencia en las relaciones de pareja es la causa del extendido crimen de feminicidio en la región.  Igualmente dramática son las redes de trata y esclavitud sexual de niñas, adolescentes y jóvenes que se arrastran en el mundo.
La cultura de la violencia contra las mujeres se funda en el uso del cuerpo de las mujeres como objetos sexuales y como medios para la afirmación del poder masculino. Esta es una de las peores y más persistentes violencias, enraizada en estructuras de vulneración de derechos civiles, políticos y sociales.
La indiferencia o complicidad del poder público, de instituciones de la sociedad (como, por ejemplo, las escuelas, las universidades, las empresas, la burocracia estatal) y la misma ciudadanía con los diferentes tipos de violencia es lo que permite su continuidad y profundización.
La reacción de indignación de la ciudadanía, especialmente de los jóvenes en los últimos casos de violación en Brasil, Bolivia y Estados Unidos, son señales de la creciente politización sobre la violencia contra las mujeres. A esto se suman las crecientes manifestaciones de colectivos sociales e individuos en las redes sociales, en las calles y en los periódicos en contra de la violencia por parte del Gobierno boliviano en relación a grupos sociales como los discapacitados, las mujeres, los pueblos indígenas, los periodistas, los abogados y los analistas sociales.
Estamos frente a un problema profundo que nos toca a todos y a todas y que, independientemente de sus formas, tiene la misma raíz: la manutención de privilegios y del poder por parte de grupos y logias a través de la subordinación, la humillación, el amedrentamiento, el acoso y el sometimiento físico, psicológico e intelectual.
La cultura de la violencia es un monstruo que puede tragar a todas y a todos si no encuentra resistencia sostenida por parte de la sociedad y acciones integradas para detenerlo. Los colectivos feministas, de ciudadanos y de jóvenes que vienen peleando contra este mal estructural no pueden quedar solos en esta batalla. Es urgente que sumemos esfuerzos y compromisos contra todas las prácticas de violencia y su normalización, rebelándonos contra los abusos de poder y exigiendo acciones integrales y concretas por parte de instituciones y organizaciones políticas y sociales.
Fuente: http://www.paginasiete.bo/opinion/fernanda-wanderley/2016/6/16/cultura-violencia-99756.html
Fuente de la imagen: https://www.google.co.ve/search?q=cultura+de+la+violencia&biw=1024&bih=623&tbm=isch&source=lnms&sa=X&ved=0ahUKEwjKytaI89nNAhWm64MKHexFCtEQ_AUIBigB#imgrc=Y4lvwStdeTVfIM%3A
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Genocidio nuclear por ambición imperialista

Por: Manuel E. Yepe

Las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial, en el teatro de operaciones de Asia y el Pacífico, concluyeron el seis de agosto de 1945 con la explosión de una bomba atómica aerotransportada que Estados Unidos lanzó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima asesinando a 80.000 seres humanos.

La cifra llegó a ser en 1950 de 200.000 difuntos a causa de los efectos ulteriores de la radiación nuclear. Pocos días más tarde, una segunda bomba atómica, también lanzada por Washington, cayó sobre otra ciudad japonesa aún más poblada. En Nagasaki, fueron asesinadas unas 300.000 personas más.

 En diciembre de 1941, el imperio japonés había ocupado una parte considerable de las costas de China, Corea y las colonias francesas de Indochina (Vietnam, Laos y Camboya) cometiendo atrocidades en gran parte de las Indias Orientales Holandesas (Indonesia). En 1944 atacó a Hawái, una posesión de Estados Unidos.

El gobierno del Japón era entonces una dictadura militar que nominalmente encabezaba un Emperador que había aplastado toda disidencia democrática, proscrito al partido comunista y practicado una política exterior muy agresiva contra sus vecinos. Pero en 1945 Japón era ya un imperio derrotado. Había perdido sus reservas de petróleo y su flota naval había sido  destruida. Alemania nazi, su mayor aliado, se había rendido en mayo.

 En junio de ese año, el régimen de Japón había comunicado a los gobiernos de Suecia, Suiza y la Unión Soviética su intención de rendirse, poniendo como una única condición a negociar que el Emperador Hiroito se mantuviera como jefe nominal del Estado. No obstante, a fines de 1945, ya el gobierno estadounidense había tomado la decisión de hacer una demostración de su poderío y de su voluntad de asumir el liderazgo mundial partiendo de saberse único poseedor de un arma nueva y terrible.

El mensaje sería evidente y claro: Estados Unidos posee un arma terrible y está dispuesto a usarla contra cualquier nación que se oponga a su dominación global.

 El entonces presidente estadounidense, Harry Truman, justificó la utilización del arma atómica tras el genocidio. «Hemos utilizado (la bomba atómica) para acortar la agonía de la guerra, con el fin de salvar las vidas de miles y miles de jóvenes norteamericanos». Al ser informado de la destrucción total de Hiroshima por aquel bárbaro crimen, el presidente se limitó a calificarlo textualmente como “lo más grande que ha ocurrido en la historia”.

Desde 1945 hasta hoy, Estados Unidos ha venido manipulando la cuestión nuclear como amenaza estratégica para su dominación.

 Durante gran parte de la posguerra, Washington logró imponer a la Unión Soviética una onerosa carrera armamentista a la que fueron incorporadas otras novedades de la técnica militar como los misiles intercontinentales.

 Washington, que había concluido la segunda guerra mundial (IIGM) con menos daños materiales que las demás potencias y, por tal motivo, relativamente enriquecida respecto a éstas tenía todas las de ganar en esa carrera.

 El presupuesto militar estadounidense, que sobrepasa la suma de los presupuestos militares combinados de todos los demás países del mundo, ha hecho que la deuda total del gobierno estadounidense también supere la deuda externa total del resto de los países del globo.

Washington ha sido capaz, hasta ahora, de evadir las pavorosas consecuencias de tan desastroso manejo de su economía gracias a que goza del privilegio único de poder imprimir su moneda, ventaja que le permite dilatar indefinidamente la liquidación de su enorme  deuda y transferir los nocivos efectos de ello al conjunto de la economía global.

 El mundo vive hace algunas décadas pendiente de probables desenlaces nucleares de los “conflictos” que desata o suscita Washington en cualquier lugar del mundo ya sea para provocar un cambio de régimen, imponer algún Tratado de libre comercio por medios violentos; aplastar los llamados gobiernos «fallidos» y los movimientos populares que resisten el imperio corporativo mundial; promover el despojo del petróleo y otros recursos en los países más débiles, u otros fines incalificables.

 Aunque la Guerra Fría concluyó hace un cuarto de siglo, las armas nucleares siguen estando en el núcleo de la estrategia imperialista. La doctrina militar de Estados Unidos, aunque evidencia una política de constantes guerras, agresiones y ocupaciones contra diversos países, según todo parece indicar, apunta a preparativos para una guerra contra Rusia y China que a todas luces sería a escala mundial, sería nuclear y la última de la vida en la Tierra.

http://manuelyepe.wordpress.com/

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EEUU: Rauner is driving faculty, students from Illinois

Fuente: chicagosuntimes.com / 4 de julio de 2016

A recent op-ed in the New York Times  [“Higher Education in Illinois is Dying,” June 3] has brought national attention to the shameful budget stalemate in Illinois, and its resulting devastation of our public universities.

By failing to secure a budget, Gov. Bruce Rauner has created a climate in which faculty and students alike have begun to flee, taking their talents and tuition dollars out of state. Springfield may think that our universities can sustain massive cuts to their operating budgets without lasting impact. As faculty at Illinois’ public universities, we come together here to say that they are wrong.

Education is the engine of economic growth in our state. The rapid decline in revenues that Illinois continues to experience will only worsen with disinvestment in the knowledge and skills of its citizens. All public servants, whether employed at the university or in state government, have a responsibility to fulfill. We cannot fulfill ours unless you fulfill yours. However we arrived at the current economic crisis, it cannot be bettered when compromise is only viewed as failure, and when precious state resources are used to further a political agenda. Inaction is not benign. The Illinois government is making a conscious decision that its public universities, the culmination of 150 years of state, federal, community, and private effort and investment, are expendable. This is unacceptable.

Article X of our state Constitution sets “the educational development of all persons” as a goal, promises “to provide for an efficient system of high quality educational institutions and services,” and assigns the state “the primary responsibility for financing the system of public education.” An engaged citizenry is the bedrock of democracy, and access to excellent and affordable public education is a civil right. Time is running out to ensure it.

Dana Rabin, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Catherine Prendergast, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Christopher Breu, CAS Illinois State University
Joyce Walker, CAS Illinois State University
Matt Felumlee, Department of English, Heartland Community College
Kerry O. Ferris, CLAS, Northern Illinois University
J.M. van der Laan, CAS, Illinois State University
Gary Weilbacher, CLAS, Illinois State University
Peter Ping Liu, School of Technology, Eastern Illinois University
Brian R. Horn, College of Education, Illinois State University
Claudia Janssen Danyi, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Susan Kalter, CAS, Illinois State University
Rebecca Saunders, CAS, Illinois State University
Amy Robillard, CAS, Illinois State University
James J. Pancrazio, CAS Illinois State University
Christopher C. De Santis, CAS, Illinois State University
Michael Day, CLAS, Northern Illinois University
Joe Amato, CAS, Illinois State University
Tania Ionin, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
James Hye Suk Yoon, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Amy Rosenstein, College of Ed and Professional Studies, Eastern Illinois University
Ann Haugo, School of Theatre and Dance, Illinois State University
Deborah Wittman, College of Ed, Illinois State University
Sarah Hochstetler, CAS, Illinois State University
William Thomas McBride, CAS, Illinois State University
Jill Hallett, College of Education, University of Illinois at Chicago
Christina M. Borders, College of Education, Illinois State University
Phillip Eubanks, CLAS, Northern Illinois University
Olaya Landa-Vialard, College of Ed, Illinois State University
Lennard Davis, College of Medicine, University of Illinois at Chicago
Juliet Lynd, LAS, Illinois State University
Caroline Mallory, Mennonite College of Nursing, Illinois State University
E. Paula Crowley, College of Education, Illinois State University
Lea Cline, School of Art, Illinois State University
Jeff Rients, CAS, Illinois State University
Susan A Hildebrandt, CAS, Illinois State University
Rachel Shively, CAS, Illinois State University
Rick Hallett, CAS, Northeastern Illinois University
Russell Zanca, CAS, Northeastern Illinois University
Kathleen Renk, CLAS, Northern Illinois University
Diana Swanson, CLAS, Northern Illinois University
Richard Cameron, LAS, University of Illinois at Chicago
Marjorie Worthington, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Christine McCormick, College of Sciences, Eastern Illinois University
Robert Zordani, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Renee King, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Steve Brantley, Library, Eastern Illinois University
Angela Glaros, College of Sciences, Eastern Illinois University
Timothy N. Taylor, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Rena Shifflet, School of Teaching and Learning, Illinois State University.
Gabrielle M. Toth, Library Information Services, University of Illinois at Chicago
Diane Burns, College of Sciences, Eastern Illinois University
Jeannie Ludlow, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Edmund F. Wehrle, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Jennifer L. Stringfellow, College of Ed and Prof. Studies, Eastern Illinois University
Leila Porter, LAS, Northern Illinois University
Charles R. Foy, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Ann Brownson, Ballenger Teachers Center, Eastern Illinois University
Gary E. Aylesworth, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Marina Terkourafi, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Rosemary Buck, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Sonia Kline, College of Education, Illinois State University
Peter Andrews, College of Sciences, Eastern Illinois University
Robin L. Murray, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Ralph Cintron, LAS, University of Illinois at Chicago
Maria T. Pao, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Gary Justis, College of Fine Arts, Illinois State University
Edward O. Stewart, College of Fine Arts, Illinois State University
Issam Nassar, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Fern Kory, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Peter Hesterman, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Marjorie Moretz Stinespring, College of Arts and Sciences, Chicago State University
Leroy Bryant, College of Arts and Sciences, Chicago State University
Carol Jean Dudley, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Jamie V. Ryan, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Jason Reblando, College of Fine Arts, Illinois State University
Ann Kuzdale, College of Arts and Sciences, Chicago State University
Shaila Christofferson, College of Arts and Sciences, Chicago State University
Fiona Ngo, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Mukti Upadhyay, College of Sciences, Eastern Illinois University
Michael Leddy, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Lee E. Patterson, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Steven E. Rowe, College of Arts and Sciences, Chicago State University
Kelly Harris, College of Arts and Sciences, Chicago State University
Iryce Baron, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Dennis Baron, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Eric Bollinger, College of Sciences, Eastern Illinois University
Amalia Pallares, LAS, University of Illinois at Chicago
Bill O’Donnell, College of Fine Arts, Illinois State University
Andreas Fischer, College of Fine Arts, Illinois State University
Scott Balcerzak, LAS, Northern Illinois University
Marcia Buell, College of Arts and Sciences, Northeastern Illinois University
Christina Bueno, College of Arts and Sciences, Northeastern Illinois University
Maureen Kelty, Daniel L Goodwin College of Education, Northeastern Illinois University
Brandon P. Bisbey, College of Arts and Sciences, Northeastern Illinois University
Lisa Wallis, Library, Northeastern Illinois University
Melanie Bujan, College of Arts and Sciences, Northeastern Illinois University
Lou Bohr, Daniel L Goodwin College of Education, Northeastern Illinois University
Alison Dover, Daniel L Goodwin College of Education, Northeastern Illinois University
Cyndi Moran, Professor, College of Arts and Sciences, Northeastern Illinois University
James Ball, Daniel L Goodwin, College of Education, Northeastern Illinois University
Kristin Carlson, College of Fine Arts, Illinois State University
Janet Halpin, College of Arts and Sciences, Chicago State University
James M. Skibo, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Eric L. Peters, College of Arts and Sciences, Chicago State University
Katie Lewandowski, College of Sciences, Eastern Illinois University
James Stanlaw, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Xóchitl Bada, LAS, University of Illinois at Chicago
Maria de los Angeles Torres, LAS, University of Illinois at Chicago
Richard Sullivan, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Elizabeth A. Skinner, College of Education, Illinois State University
Eastern Illinois University, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Grant C. Sterling, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Michael D. Gillespie, College of Sciences, Eastern Illinois University
Lauren M. Lowell, College of Fine Arts, Illinois State University
Víctor Alejandro Sorell, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Therese Quinn, Architecture, Design, and the Arts, University of Illinois at Chicago
Cedric Johnson, LAS, University of Illinois at Chicago
Aleeca Bell, Nursing, University of Illinois at Chicago
Robert Johnston, LAS, University of Illinois at Chicago
Barbara DiEugenio, College of Engineering, University of Illinois at Chicago
John Abbott, LAS, University of Illinois at Chicago
Janet Smith, Urban Planning and Public Affairs, University of Illinois at Chicago
Joan Kennelly, College of Public Health, University of Illinois at Chicago
Aaron Krall, LAS, University of Illinois at Chicago
Laurie Quinn, Nursing, University of Illinois at Chicago
James Drown, LAS, University of Illinois at Chicago
Blake Simpson, Architecture, Design, and the Arts, University of Illinois at Chicago
Anthony Simon Laden, LAS, University of Illinois at Chicago
Laurie Schaffner, LAS, University of Illinois at Chicago
Paul Preissner, Architecture, Design, and the Arts, University of Illinois at Chicago
John Betancur, Urban Planning and Public Affairs
Jeffrey Sklansky, LAS, University of Illinois at Chicago
John D’Emilio, LAS, University of Illinois at Chicago
Marina Mogilner, LAS, University of Illinois at Chicago
Nicole Jordan, LAS, University of Illinois at Chicago
Laura Hostetler, LAS, University of Illinois at Chicago
Mark Liechty, LAS, University of Illinois at Chicago
Susan Hughes, Public Health, University of Illinois at Chicago
Susan Altfeld, Public Health, University of Illinois at Chicago
Joe Persky, LAS, University of Illinois at Chicago
John A. Jones, LAS, University of Illinois at Chicago
Renato Barahona, LAS, University of Illinois at Chicago
Jennifer Brier, LAS, University of Illinois at Chicago
Richard Levy, LAS, University of Illinois at Chicago
Kevin Schultz, LAS, University of Illinois at Chicago
Joseph Tabbi, LAS, University of Illinois at Chicago
Julie Peters, LAS, University of Illinois at Chicago
Rachel Weber, Urban Planning and Public Affairs, University of Illinois at Chicago
Jim Hansen, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Liv Stone, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Frank McCormick, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Robert Zordani, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Joel Palka, LAS, University of Illinois at Chicago
Timothy Bell, College of Arts and Sciences, Chicago State University
Robert E. Bionaz, College of Arts and Sciences, Chicago State University
Melissa Ames, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Lucinda Berry, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
John H. Bickford III, College of Ed and Prof. Studies, Eastern Illinois University
Deborah Olbert, College of Education, Eastern Illinois University
Valerie Garver, CLAS, Northern Illinois University
Erik Zdansky, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Jennifer Slate, College of Arts and Sciences, Northeastern Illinois University
Thomas P. Crumpler, College of Education, Illinois State University
Maria Schmeeckle, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Debra A. Reid, College of Arts and Humanities, Eastern Illinois University
Nobuko Adachi, College of Arts and Sciences, Illinois State University
Lisa Lee, Architecture, Design, and the Arts, University of Illinois at Chicago
Yann Robert, LAS, University of Illinois at Chicago
Barbara Ransby, LAS, University of Illinois at Chicago
Hannah Higgins, Architecture, Design, and the Arts, University of Illinois at Chicago
Michael Scott, Engineering, University of Illinois at Chicago
Judith Gardiner, LAS, University of Illinois at Chicago
Geraldine Gorman, Nursing, University of Illinois at Chicago
Carrol Smith, Nursing, University of Illinois at Chicago
Nick Hugget, LAS, University of Illinois at Chicago
Chris Boyer, LAS, University of Illinois at Chicago
John Polk, LAS, University of Illinois Urbana-Champaign
Lynn Kennell, Mennonite College of Nursing, Illinois State University
Teresa Novy, Mennonite College of Nursing, Illinois State University
Holly Dust, College of Sciences, Eastern Illinois University
Jeff Gore, LAS, University of Illinois at Chicago
Olivia Perlow, CAS, Northeastern Illinois University
Craig Kois, Northeastern Illinois University
James Barrett, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Martin Manalansin, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Hadi Salehi Esfahani, University of Illinois at Urbana-Champaign
Zohreh T. Sullivan, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Fred Hoxie, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Lauren Goodlad, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Zsuzsa Gille, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Isabel Molina-Guzmán, College of Media, University of Illinois at Urbana-Champaign
Gilberto Rosas, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Kathryn La Barre, Library and Information Sciences, University of Illinois at Urbana-Champaign
Carol Symes, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Bruce Rosenstock, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Craig Koslofsky, LAS, University of Illinois, Urbana-Champaign
Behrooz Ghamari-Tabrizi, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Jesse Ribot. LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Jay Rosenstein, College of Media, University of Illinois at Urbana-Champaign
Gabriel Solis, College of Fine and Applied Arts, University of Illinois at Urbana-Champaign
Stephen Jaeger, Emeritus, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Angharad Valdivia, College of Media, University of Illinois at Urbana-Champaign
Dennis Dullea, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Anna Westerstahl Stenport, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Lilya Kaganovsky, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Richared Ross, College of Law, University of Illinois at Urbana-Champaign
Charles F. Gammie, LAS and Engineering, University of Illinois at Urbana-Champaign
Kristin Hoganson, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Rebecca Ginsburg, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Sarah Theule Lubienski, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Patrick Smith, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Allyson Purpura, Krannert Art Museum, University of Illinois at Urbana-Champaign
Marilyn Parsons, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Kiel Christianson, Beckman Institute, University of Illinois at Urbana-Champaign
Elizabeth A L Stine-Morrow, Beckman Institute, University of Illinois at Urbana-Champaign
Adrienne D. Dixson, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Jennifer Greene, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Walter Feinberg, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Dan Morrow, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Erik S. McDuffie, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Diane Koenker, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
William Sullivan, College of Fine and Applied Art, University of Illinois at Urbana-Champaign
Amita Sinha, College of Fine and Applied Arts, University of Illinois at Urbana-Champaign
Harley Johnson, College of Engineering, University of Illinois at Urbana-Champaign
Carolyn J Anderson, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Michael Rothberg, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Taher Saif, College of Engineering, University of Illinois at Urbana-Champaign
Michael LeRoy, College of Law, University of Illinois at Urbana-Champaign
Jacob Sosnoff, Applied Health Sciences, University of Illinois at Urbana-Champaign
Rochelle Gutiérrez, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Gloriana González, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Kirstin Wilcox, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
D. Fairchild Ruggles, College of Fine and Applied Arts, University of Illinois at Urbana-Champaign
Stephen Taylor, College of Fine and Applied Arts, University of Illinois at Urbana-Champaign
Mary-alayne Hughes, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Luz A. Murillo, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Megan McLaughlin, Professor Emerita, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Anne Haas Dyson, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Marcelo Bucheli, College of Business, University of Illinois at Urbana-Champaign
Susan Fowler, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Celestina Savonius-Wroth, University Library, University of Illinois at Urbana-Champaign
Clare Crowston, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Albert J. Valocchi, College of Engineering, University of Illinois at Urbana-Champaign
Marc Snir, College of Engineering, University of Illinois at Urbana-Champaign
Bruce Reznick, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Richard Laugesen, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Amy L. Powell, Krannert Museum, University of Illinois at Urbana-Champaign
David O’Brien, College of Fine and Applied Arts, University of Illinois at Urbana-Champaign
Shawn Gilmore, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Linda Herrera, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Katherine Ryan, College of Education, University of Illinois at Urbana-Champaign
Brett Ashley Kaplan, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Phillip Phillips, College of Engineering, University of Illinois at Urbana-Champaign
Renee Trilling, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Stephanie Foote, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Justine Summerhayes Murison, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Eleanor Courtemanche, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
Ricky Rodriguez, LAS, University of Illinois at Urbana-Champaign
John S. Popovics, College of Engineering, University of Illinois atUrbana-Champaign
Kathryn Oberdeck, LAS, University of Illinois, Urbana-Champaign
Rosa Milagros Santos, College of Education, University of Illinois, Urbana-Champaign

Kate Clancy, LAS, University of Illinois, Urbana-Champaign

 

Enlace original: http://chicago.suntimes.com/opinion/monday-letters-rauner-is-driving-faculty-students-from-illinois/

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