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Estados Unidos: Nueva York cerrará las escuelas públicas por el aumento de contagios

América del norte/Estados Unidos/Noviembre 2020/panorama.com.ve

«Debemos luchar contra la segunda ola de covid-19», agregó el alcalde en un sucinto mensaje después de cinco horas de espera para su rueda de prensa diaria, a la que no se ha presentado aún.

El alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, declaró este miércoles 18-N que la ciudad, que tiene el mayor distrito educativo de Estados Unidos, cerrará sus escuelas a partir del jueves por «precaución» debido al aumento de casos de covid-19.

De Blasio escribió en su cuenta de Twitter que la Gran Manzana ha alcanzado un 3 % de positividad en un prorrateo de siete días, el «límite» establecido para echar marcha atrás a la apertura híbrida de las escuelas, por lo que los centros «estarán cerrados mañana (jueves)».

«Debemos luchar contra la segunda ola de covid-19», agregó el alcalde en un sucinto mensaje después de cinco horas de espera para su rueda de prensa diaria, a la que no se ha presentado aún.

El director del sistema de enseñanza pública neoyorquino, Richard Carranza, informó en su cuenta que las clases «continuarán de forma remota hasta próximo aviso» y que los alumnos que asistían una parte de la semana a los centros tendrán que hacer una «transición».

«El alcalde y yo hemos tenido claro, desde el principio, que necesitábamos llevar a los estudiantes a las aulas tan pronto como fuera seguro. Y llevamos la misma urgencia hoy al anunciar este cierre temporal: traeremos a los estudiantes a los edificios tan pronto como podamos, de manera segura», comunicó Carranza.

El titular de Educación local dijo a las familias que los directores de las escuelas se pondrán en contacto pronto con ellas y que la ciudad ofrecerá «apoyo con los dispositivos y consejos sobre la enseñanza remota», además de comidas gratuitas para todos los estudiantes.

El pasado viernes, De Blasio ya advirtió que esta semana podrían cerrarse los colegios si el índice de positividad seguía aumentando y pidió a los padres que se prepararan para afrontar esta eventualidad.

El sistema educativo público de Nueva York ciudad acoge a más de un millón de alumnos, de los cuales un tercio aproximadamente estaban inscritos en el programa híbrido, combinando asistencia presencial a clase varios días a la semana con clases virtuales.

El anuncio del cierre de las escuelas se produjo mientras el gobernador del estado, Andrew Cuomo, finalizaba una rueda de prensa en la que había recordado que si la ciudad alcanzaba ese límite de positividad del 3 % entraría en la categoría de «zona naranja», con mayores restricciones a la movilidad en general.

En todo el estado, las escuelas en «zona naranja» pueden reabrir si cierran cuatro días como mínimo, se desinfectan a fondo y se realizan pruebas a la comunidad a medida que retorna a los centros, pero para la ciudad de Nueva York, por su tamaño, se necesitaría una «fórmula diferente», dijo Cuomo.

Preguntado por este paso atrás tomado por el alcalde, Cuomo dijo que esperaba que la Alcaldía cerraría las escuelas si se alcanzaba ese porcentaje, por lo que no consideró que la estrategia de reapertura esté fracasando.

No obstante, la ciudad y el estado utilizan métricas diferentes y de acuerdo a esta última Administración, la tasa de la ciudad prorrateada en los últimos 7 días está por debajo del 3 %, lo que ha generado cierta confusión.

«En todo el mundo está aumentando (el coronavirus), cada estado de la nación. El éxito depende de cómo lo hacemos en relación con el resto. Somos los cuartos en EE.UU. (…) después de haber tenido la mayor tasa de infección en EE UU  Los neoyorquinos están haciendo un buen trabajo», señaló.

Fuente: https://www.panorama.com.ve/mundo/Nueva-York-cerrara-las-escuelas-publicas-por-el-aumento-de-contagios-20201118-0051.html

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¿Coca-Cola o Pepsi-Cola?: para Latinoamérica no cambia nada

Por: Marcelo Colussi

 

Estados Unidos es hoy la gran potencia capitalista dominadora del mundo. Con una economía enorme y unas fuerzas armadas sin par, con presencia política y económica en prácticamente todos los países del mundo, su clase dominante se siente intocable, portadora de un presunto “destino manifiesto” que le autoriza a actuar como el gendarme global. Pero la nación, más allá de la ilusión de “paraíso” que nos intenta vender a través de Hollywood y toda su parafernalia propagandística, tiene grandes problemas a lo interno. En definitiva, es un país capitalista, y el capitalismo, en tanto sistema socioeconómico, en tanto un modo de producción histórico, no puede solucionar los problemas de la humanidad, porque no está para eso. El capitalismo está para generar lucro personal, no importando el costo: Estados Unidos de América es el paradigma de ese modelo. Si para mantener esa pretendida “prosperidad” hay que masacrar gente o masacrar la naturaleza, no importa. Esa “masacre” constitutiva y estructural hoy empieza a pasarle factura: la sociedad estadounidense construyó un paraíso insostenible, consumiendo más de lo que produce, manteniendo ese nivel de confort solo a base de violencia. Parece que le está llegando la hora como imperio hegemónico.

En su continua lucha y difusión ideológica propagando las presuntas bondades del american way of life, el imperialismo de Estados Unidos se llena la boca hablando de “democracia”, así como de otras preciosuras como “libertad” y “derechos humanos”. Pero su sistema político es obsoleto, lo más antidemocrático que existe: no hay voto directo de la población. Los mandatarios son elegidos a través de un muy cuestionable mecanismo de colegio electoral, que se presta a innumerables acuerdos secretos donde la población votante no tiene ninguna participación. Si de democracia se trata, la gran potencia del Norte no es, precisamente, el referente más adecuado. El interminable bipartidismo de Demócratas y Republicanos, financiado con astronómicas cifras por parte de las grandes empresas privadas, no augura la real y genuina participación de la población.

La coyuntura interna del país pone hoy a Estados Unidos como una nación en crisis, aunque se quiera presentar una imagen de perfección y prosperidad. Por supuesto que hay prosperidad, pero para un grupo cada vez menor, que maneja monumentales ganancias. Es una realidad incontratable que sus años de oro, luego de la Segunda Guerra Mundial cuando aportaba un tercio del producto bruto global y detentaba el monopolio de la bomba atómica, han pasado (hoy aporta el 18% de esa riqueza, pero consume el 25%). Sin estar en bancarrota, ni mucho menos, ha perdido ese dinamismo de otrora. Si bien terminada la Guerra Fría a inicios de los 90 del siglo pasado, con la desintegración de la Unión Soviética, quedó como potencia absoluta unipolar, con una Unión Europea a la que colocó como su furgón de cola y manso aliado político-militar, el panorama global actual ha cambiado. Estados Unidos ya no es un gigante monolítico a prueba de todo.

El consumir más de lo producido, asegurando ese despilfarro en unas monumentales fuerzas armadas que obligan al resto del mundo a hacer del dólar una moneda intocable, le ha pasado factura. Hoy, la deuda externa de Estados Unidos es técnicamente impagable. Su economía, en forma creciente, vive de otras economías (China y Japón son sus principales financistas). Sus grandes mayorías, de todos modos, pese a esa situación insostenible en el tiempo son llevadas/obligadas a un consumo irracional y desbocado, y sus grandes corporaciones siguen lucrando con eso. El deterioro casi irreparable del planeta a causa de esa depredación parece no importarle a su clase dominante.

Como país sigue siendo hegemónico, sin dudas. El imperialismo norteamericano no está derrotado, en absoluto. Sin embargo, las décadas de políticas neoliberales feroces que su oligarquía obligó a impulsar en el resto del mundo, y que también aplicó a lo interno, aumentaron enormemente las diferencias económico-sociales, y hoy hay alrededor de 40 millones de pobres, así como un millón de homeless (personas sin hogar). Todo ello no es solo consecuencia de la pandemia de COVID-19 sino del modelo de desarrollo ultraliberal que favorece a un pequeño estamento a costa de las grandes mayorías. Ningún presidente ha ido contra ello, simplemente… porque no puede. Quien osara medianamente a enfrentarse al monumental complejo militar-industrial -parte fundamental de la economía estadounidense- para intentar terminar con la guerra de Vietnam, John Kennedy, terminó con un balazo en la cabeza.

La concentración de la riqueza es absolutamente injusta, desigual, similar a la de los “Estados fallidos” que se permite denostar acusándolos de “subdesarrollados”: el 1% de su población (WASP: white anglosaxon protestant – blanco anglosajón protestante) concentra el 38.6% de la renta, mientras el 90% de las familias más pobres apenas posee el 22.8%. Además, el racismo visceral que atraviesa su historia, hace que la pobreza recaiga fundamentalmente en la población negra e hispana, los trabajadores más explotados y excluidos. Las recientes explosiones antirracistas con motivo de la muerte del ciudadano afrodescendiente George Floyd muestran cómo el supremacismo blanco sigue presente. Haber tenido un presidente negro, más allá de lo “políticamente correcto” de la cuestión, no resolvió en nada el racismo histórico. Los grupos neonazis blancos, y más aún con el aval del ahora ex presidente Trump, siguen envalentonados. Y los rangers siguen “cazando” migrantes latinoamericanos en su frontera sur con el silencio cómplice de las autoridades.

Acaban de pasar las elecciones. Como acertadamente lo dijo Carlos de Urabá: “Dos ancianos se disputan la presidencia de los EEUU; son dos viejos marrulleros y fanfarrones, dos oligarcas decrépitos acusados por distintas mujeres de abusos sexuales, dos mafiosos neoliberales profesionales de la mentira y la manipulación de masas”. Si bien pueden significar políticas distintas a lo interno (muy relativamente distintas, porque las líneas maestras de esas políticas no se trazan desde la Casa Blanca sino desde las corporaciones que manejan el país), para el resto del mundo las cosas no cambian. Como alguien dijo mordazmente: “es como elegir entre la Coca-Cola y la Pepsi-Cola”.

Ganó Jon Biden, se va Donald Trump; para algunos, quizá muy ilusoriamente, eso significa un cambio sustantivo en la dinámica política del imperio. Insistamos: demócratas y republicanos no ofrecen cambios sustantivos. En lo interno, quizá matices; en lo externo: nada. El “premio Nobel de la Paz”, el afrodescendiente y miembro del Partido Demócrata Barack Obama, fue el mandatario que más guerras impulsó últimamente y que más migrantes latinoamericanos irregulares deportó en la historia. Después de la administración Trump, manejada por un racista xenófobo y machista de ultra derecha propenso al neonazismo, con salidas extemporáneas y dueño de un narcisismo patológico, Biden puede aparecer como “progresista”. Pero ¡cuidado!, ¡no engañarse! Él es parte del establishment político de una derecha reaccionaria que, disfrazada de cierto progresismo, no varió un milímetro la injerencia imperial en Latinoamérica cuando estuvo sentado en Washington; él fue, junto con el presidente Obama, el artífice de todas las maniobras para llevar al poder a candidatos ultra neoliberales en la región desplazando los gobiernos de centro-izquierda; no olvidar que fue él quien estuvo tras la salida de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula en Brasil para proclamar al neonazi Bolsonaro; fue él y la administración demócrata quienes llevaron a la presidencia a ultra conservadores como Mauricio Macri en Argentina y a Sebastián Piñera en Chile; fue él y el equipo de la Casa Blanca quienes continuaron con el bloqueo a Venezuela declarando a ese país “amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos”. Ante un ultraderechista como el multimillonario Trump puesto a dirigir el país a través de twitts, un político de línea tradicional, con una vicepresidenta mujer y mulata, que habla más responsablemente de cómo enfrentar la pandemia de coronavirus, Biden puede parecer una bocanada de aire fresco. Pero observemos con detenimiento: que una vez más los espejitos de colores no nos obnubilen.

La política exterior del imperio, no olvidarlo, no varía según el color partidario del presidente de turno, porque la misma es fijada básicamente por el complejo militar-industrial y la gran banca privada. Nosotros, en Latinoamérica, constituimos su “patio trasero”. Guatemala en particular es poco relevante para esa política. Toda Centroamérica constituye apenas el 1% del comercio exterior del imperio (solo sirvió como “laboratorio” para lanzar en Guatemala la “lucha contra la corrupción”, luego implementada en Brasil y Argentina, maniobra de la que fue principal actor en terreno el ahora presidente electo). Pero les interesa mantenernos bajo su yugo no solo por lo que puedan robar en estas tierras: materias primas, industrias extractivas llevándose lo mejor dejando migajas y desolación, petróleo (¿ataque impiadoso a Venezuela?), litio (¿reciente golpe de Estado en Bolivia?), biodiversidad de las selvas para sus industrias farmacéuticas, agua dulce. Les interesamos para que nada cambie aquí, para que sigamos siendo su reaseguro ahora (subcontinente cautivo), en un mundo donde la República Popular China, junto con Rusia, comienzan a disputarle la hegemonía global. Por eso tienen más de 70 bases militares en la región latinoamericana. Si las mismas están para “combatir el narcotráfico”, algo no cuadra allí. Por ejemplo en Colombia, con 20 mil millones de dólares gastados en el Plan Colombia (cobrados por las compañías estadounidenses fabricantes de armamentos y proveedoras de servicios militares varios) no se detuvo la narcoactividad, y el consumo de narcóticos de ciudadanos estadounidenses no bajó. ¿Realmente se combatía el narcotráfico? ¡Qué ineptitud militar entonces!

Con cualquier presidente: Biden, Trump, Obama, Bush, Reagan, Carter, etc., seguimos siendo quienes le proporcionamos mano de obra casi regalada a través de la población desesperada que huye de los empobrecidos países latinoamericanos en busca de una presunta salvación personal, y continuamos siendo saqueados por su voracidad imperial, pagándole inmorales deudas externas que se nos obliga a contraer (al nacer, un niño de la región ya debe 2,500 dólares al FMI y al BM), prácticamente regalándole nuestros productos no industrializados por centavos. Y últimamente, dando nuestro trabajo en maquilas o call centers (maquilas para quienes hablan bien inglés) por sueldos de hambre, infinitamente más bajos de lo que los capitales estadounidenses deberían pagarles a trabajadores propios en su territorio. Dicho sea de paso: en maquilas y call centers está terminantemente prohibido constituir sindicatos, y ya es ley no escrita dar siempre la “milla extra” (quien no lo hace es un “mal colaborador”).

En síntesis: no importa qué presidente esté temporalmente en la Casa Blanca. Para nosotros, en Latinoamérica, nada cambia en lo sustancial. La Doctrina Monroe sigue presente: “América para los americanos” … ¡del Norte!

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/209719

Imagen: http://eljustoreclamo.blogspot.com

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Con B(a)iden, toda cambia/nada cambia para Latinoamérica y el Caribe

Por: Aram Aharonian

Nadie tenía dudas de que nada iba a cambiar para América Latina y El Caribe si Donald Trump lograba su reelección. El triunfo de Joe Biden abrió la caja de una cantidad de interrogantes: entre ellas, si logrará asumir el mando y para qué lo asumirá. La gran ventaja que tiene ante su predecesor es que al menos sabe dónde queda su patio trasero.

El nuevo presidente recibirá enormes presiones para dar marcha atrás a muchos de los cambios radicales en temas que van desde la política exterior hasta la crisis climática. Pese a que lo intentó hasta los últimos días, Trump buscó algún logro en materia de política exterior, que incluían un acuerdo de paz para Medio Oriente, retirar las tropas de distintos países y lograr la liberación de rehenes estadounidenses que se cree se encuentran cautivos en Siria.Joe Biden alcanza los votos electorales necesarios para ser presidente de los Estados Unidos | El Economista

Pero no hay que olvidar que Biden, exvicepresidente de Barack Obama, es un anciano, incapaz ya de hablar coherentemente. Será la cara del gobierno, no quien tome las decisiones, de lo que se encargará el lobby de la élite globalista, el gran capital trasnacional, la Red Atlas y su red de think tanks de la derecha, Wall Street, el Deep State y, obviamente, el aparato armamentista-militar.

Él puede parecer tonto, pero es tan poderoso como el propio globalismo. Por suerte, Kamala Harris, la primera vicepresidenta electa de EEUU, tiene 56 años, 22 menos que el próximo presidente. Y, para cuando asuma, en enero de 2021, podrían haber muerto más de 350 mil estadounidenses debido al coronavirus.

Las relaciones con el patio trasero

Si gana Biden, habrá una aceleración de la reubicación de industrias, muchas de ellas en Latinoamérica, que queda mucho más cerca desde un punto de vista no solo geográfico sino también ideológico. Industrias en sectores como la tecnología, el almacenamiento de datos, la fabricación de material médico, e incluso energía.

Argentina, Chile y Bolivia en particular, son muy importantes porque uno de los sectores estratégicos para la economía verde norteamericana son los minerales estratégicos como el litio, y también las tierras raras, que se encuentran en Latinoamérica (y no se necesita importarlas de China), imprescindibles para el desarrollo del sector estratégico como en armamento y supercomputadores.trump

Biden cree que se debe apostar por un gran Plan Marshall para Centroamérica y generar empleo en estos países. Así mejoraría la economía… y terminaría con la inmigración ilegalLo que propone  es «rebuilt better», reconstruir mejor. No se puede  volver a lo de antes, porque el mundo ya no es ni será igual

Para el equipo económico del demócrata, a nivel de sostenibilidad, se debe basar la recuperación económica en un eje verde, apostar por infraestructuras, eficiencia energética, energías renovables, almacenamiento de energía, o sea, todos estos sectores, innovación y I+D que son absolutamente estratégicos. Y eso, que viene de la mano de las grandes trasnacionales estadounidenses, tiene un impacto en Latinoamérica, también.

Expectativas

Cuatro años después de sacudirse con la llegada de Donald Trump al poder, muchos esperan que la política estadounidense hacia América Latina volverá a dar un giro brusco, dadas las declaraciones de Biden sobre aumentar la cooperación continental en problemas que causan ese éxodo en la región, como la violencia y la pobreza, elevar la importancia de otros asuntos en la agenda hemisférica, incluidos los derechos humanos, el medioambiente y la corrupción.

Ésto pondrá a prueba el vínculo de Washington con países como México o Brasil, según expertos. Diplomáticos y ex altos funcionarios estadounidenses sostienen que sus posiciones en materia de comercio, derechos humanos, cambio climático y lucha contra la corrupción podrían resultar incómodas para algunos de los gobernantes de la región, acostumbrados a un Trump, que hacía la vista gorda.

Se teme que la posición de Biden sobre comercio, trabajo y medio ambiente, sea mucho más dura que Trump.

América latina no será una prioridad, especialmente para un presidente que enfrentará una grave emergencia económica y sanitaria. México sería el principal foco de atención debido a su larga frontera terrestre -fuente de inmigración ilegal y contrabando de drogas- y a su condición de gran socio comercial y de inversiones. Biden prometió poner fin a muchas de las políticas inmigratorias de Trump y dejar de construir el muro en la frontera mexicana. Ya veremos.

Eso conlleva sus propios riesgos. Thomas Shannon, un ex alto funcionario del Departamento de Estado, dijo: «El mayor desafío al principio quizás sea el tema de la inmigración. Hay una verdadera presión para que se reviertan las medidas sobre migración, refugiados y asilo, pero si no tienen cuidado en cómo lo hacen, podría llevar a muchos centroamericanos a decidir que éste es el momento de dirigirse al norte».

Las opiniones de Biden sobre la deforestación de la Amazonia y la promesa de “consecuencias económicas importantes” si Brasil no cumple con el plan de 20 mil millones de dólares para recuperar la selva tropical, ya molestaron a Jair Bolsonaro, émulo de Trump, quien afirmó que el electo presidente había mostrado una «clara señal de desprecio hacia la coexistencia cordial y fructífera».

En Washington midieron la respuesta: Para los asesores de Biden, la problemática del clima es muy importante y la idea es aislar a Bolsonaro y a sus socios, sobre todo considerando que  perder a su gran amigo en el norte podría ser un gran problema para un gobierno como el de Bolsonaro, que tiene todos los huevos en esa canasta.

Pero Bolsonaro no es único que se jugó por Trump. También lo hizo el colombiano ultraderechista Iván Duque, que ahora teme la reducción y/o fiscalización de los miles de millones de dólares que recibe anualmente para –supuestamente- combatir el narcotráfico y la violencia.

Desde su círculo de asesores se sostiene que en cuanto a Venezuela, al igual que con Cuba, es poco probable que un gobierno de Biden vuelva directamente a la tregua de la época de Obama; la influencia de los votantes latinos ultraderechistas en el estado clave de Florida se encargará de eso. Es más probable que se avance con pasos cautelosos para crear confianza.

Dado que los presidentes de las naciones andinas (Chile, Perú y Ecuador) dejarán su cargo durante el primer año de un nuevo presidente el pragmático (y cada vez más moderado) argentino Alberto Fernández es uno de los que pueden beneficiarse de un gobiero de Biden.

Rusia y China

El principal desafío para Biden en política exterior será la redefinición de la actitud hacia China y Rusia. El 95% de los antibióticos que se venden en EEUU, se producen en China. El 62% de todo el material médico que se usa en los hospitales del país se fabrican en China. Eso difícilmente vuelva a volver a ocurrir en un gobierno demócrata.

El mensaje histórico de que a EEUU le va mejor económicamente con los republicanos no deja de ser un mito. Nunca ha sido cierto –aunque ha sido bien vendido-  y cuando se mira históricamente, los periodos de mayor bonanza y riqueza económica en EEUU. han sido siempre bajo mandatos demócratas.Estados Unidos vs Rusia, ¿Quién es más poderoso militarmente?

George Bush padre dejó al país con el mayor déficit fiscal en la historia del país. Ocho años más tarde, Bill Clinton dejó a EE.UU. con el superávit fiscal más grande en la historia del país. Con Bush hijo, ocho años más tarde, al país termina con el mayor déficit en la historia, superando el récord de su padre.

Obama recogió la batuta y sacó a EEUU de la peor crisis económica que se vivió desde los años 1930, recupera al país y lo deja otra vez en una situación muy bien encaminada, y ha sido Trump en cuatro años el que ha llevado al país ahora a  batir todos los récords de endeudamiento público.

Cambio de paradigma

Biden propone un cambio de paradigma, un momento decisivo y disruptivo en la historia de EEUU, un cambio de modelo económico y de modelo energético. El objetivo es que para 2050 EEUU sea un país de cero emisión, carbono neutral… teniendo en cuenta que es hoy el segundo país que más contamina del mundo.

Para que eso ocurra, el cambio es disruptivo y se basa en avances tecnológicos, en innovación, en un cambio total donde EE.UU. pasa de ser parte del problema, que es hoy un país que sigue liderado por un negacionista que no escucha la evidencia científica, a tener un presidente que impulsa toda la recuperación económica basándose en un eje de economía sostenible. 

A diferencia de Trump, Joe Biden conoce Latinoamérica in situ y sabe bien de la importancia que tiene para la seguridad nacional de Estados Unidos. Y una de las lecciones que deja la pandemia de coronavirus es que EEUU precisa acercar sus cadenas de suministro, tras verse absolutamente contra las cuerdas cuando varios países tuvieron que salir a mercados internacionales a mendigar barbijos y equipo médico.

Rusia y China

Si no se produce una guerra civil, lo que no es de descartar en las circunstancias actuales, Biden se opondrá al auge de la multipolaridad. Las posibilidades de una nueva guerra mundial son mucho mayores, porque una potencia nuclear cuya soberanía se basa en la capacidad militar es designada como su principal enemigo desde el principio.

Biden actuará en el marco de la geopolítica clásica tratando de atacar Rusia y de alguna manera seducir o neutralizar por lo menos a China(China).

Entre Rusia y China, Biden elige a Rusia como principal enemigo y China como una preocupación neutral o secundaria. A los globalistas les molesta más el poder militar de los polos alternativos que su poder económico. Rusia es una gran potencia geopolítica con armas nucleares y política conservadora. Ese es el principal obstáculo para el establecimiento del orden mundial liberal.

Biden intenta rebajar en Pekín la tensión por la nueva zona de defensa aérea china | Internacional | EL PAÍSCon Biden, Rusia será el principal objeto de presión, ataques y posibles conflictos. La hegemonía global del Occidente liberal está asegurada por la debilidad del poder de la tierra, es decir, de Rusia como Eurasia. Entonces, a los ojos de Biden, China puede considerarse como una parte orgánica del sistema liberal internacional y la expansión internacional de la economía china no es la principal amenaza para el globalismo.

Para Biden, Estados Unidos es la vanguardia del globalismo, la fortaleza de la hegemonía mundial liberal, del imperio global con la misión principal liquidar los estados nacionales, impedir el surgimiento de nuevos polos, e instalar un gobierno global liderado por los capitalistas internacionales, las élites y los monopolios de forma generalizada, incluidos segmentos occidentales y no occidentales.

Las urgencias

La tarea principal y más urgente de Biden en sus primeros 100 días en la Casa Blanca será poner en marcha un nuevo plan nacional de lucha contra el coronavirus, que en EEUU ha contagiado a millones de personas y se ha cobrado más de 220.000 vidas (más que en ningún otro país del mundo). Deberá también tomar medidas para reparar sus desastrosas consecuencias económicasBlack Lives Matter - Wikipedia, la enciclopedia libre

El moderado Biden también recibirá la presión del ala progresista de su propio Partido Demócrata, que ejerce una influencia creciente y aspira a grandes cambios institucionales para responder a las cuestiones más urgentes del futuro del país. Recibe una depresión económica y una pandemia, y lo estarán eligiendo para que resuelva todo esto y haga algo grande..

Tras las multitudinarias protestas por el asesinato de George Floyd a manos de un policía en Minneapolis, también hay mucha expectativa por un posible paquete legislativo en el Congreso que reforme a las fuerzas del orden. Biden también recibiría muchas presiones para poner fin a una anticuada regla del Senado estadounidense conocida como ‘filibusterismo’, que permite al partido en la oposición paralizar los nombramientos y el proceso legislativo.

Los demócratas también dicen que Biden hará que Estados Unidos reingrese de forma inmediata en la Organización Mundial de la Salud reanudando sus contribuciones financieras; que unirá nuevamente a Estados Unidos al Acuerdo de París por el clima; y que anulará las prohibiciones de entrada impuestas por la Administración Trump a los viajeros de países musulmanes.

Biden ha prometido que también volverá al acuerdo nuclear de 2015 con Irán, llamado Plan de Acción Integral Conjunto aunque para decidir cuándo habrá que negociar antes el listado de requisitos a cumplir por Teherán para regresar al pleno cumplimiento de los límites a sus actividad nucleares definidos en el plan

El equipo de campaña de Biden propuso convocar una cumbre de democracias para su primer año de mandato. El ala más progresista del partido presionará para no se limite a replicar el orden internacional de antes de Trump, especialmente en lo referido a las relaciones con aliados autocráticos como Arabia Saudí, y firmar cuanto antes una ley, ya acordada por el Congreso, para frenar el apoyo de EEUU a la guerra dirigida por los saudíes en Yemen..

.Especulaciones

Si gana Biden, seguramente implosione definitivamente el farsesco “gobierno” del autoproclamado presidente Juan Guaidó en Venezuela, arrastrando a la Unión Europea, que le retirará el reconocimiento después del 5 de enero, un mes después de las elecciones parlamentarias en el país caribeño.

Biden reabrirá la apertura con Cuba para facilitar relaciones con Venezuela y promover la paz en Colombia. Los acreedores negocian con la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez para aliviar las sanciones. La idea del equipo de Biden es aliviar las sanciones a Cuba y Venezuela, obviamente no levantarlas todas…Once tesis sobre Venezuela y una conclusión escarmentada | Cubadebate

Thomas Shannon, ex subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental y Roberta Jacobson, ex secretaria de Estado,  regresarán seguramente a Foggy Bottom, el Departamento de Estado.

La ecuación regional para el próximo gobierno es utilizar el «hándicap» favorable en el terreno militar para negociar el control del «lomito» de los recursos estratégicos de la región (los mejores yacimientos de hidrocarburos de Venezuela, el litio de Bolivia, el agronegocio de Brasil y Argentina, la biodiversidad amazónica)

Para lograrlo y hacerlo sostenible, negociará en «términos chinos»: Usando el paradigma boliviano: industrialización local del litio, control estricto del impacto ambiental, participación accionaria y/o fiscal congrua, beneficios para las comunidades circunvecinas y de la provincia)

Shannon es considerado como el más inteligente funcionario que ha pasado por el Departamento de Estado en unos cuantos años, y es parte del equipo de Biden. Con volvería la diplomacia como medio de transición, que es más racional y lógico ya que se eliminará toda amenaza de invasión, una de las amenazas permanentes de la administración Trump.

Con la administración Biden, los expertos señalan que cambiará la dinámica en la Organización de Estados Americanos (OEA) y Claver-Carone saldrá del Banco Interamericano de Desarrollo, donde fue impuesto por Trump hace poco tiempo. Significará, asimismo, el respeto a la soberanía nacional y no interferencia en los asuntos internos.

Este es el «New Deal» que le conviene a los EEUU (e incluso a las Fuerzas Armadas estadounidenses, que demasiados retos tienen en Asia). El problema es que este New Deal no es el que le conviene al «swamp» (pantano) de Washington, Miami ni al iceberg sumergido del mundo financiero que sobrevive gracias al lavado, y otros grandes  negociados financieros.

Es la lógica hora de las especulaciones y cada uno narrará su historia y su análisis. La interrogante está en el título: Con B(a)iden, toda cambia/nada cambia para Latinoamérica y el Caribe

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2020/11/08/con-baiden-toda-cambia-nada-cambia-para-latinoamerica-y-el-caribe/

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Conspiranoia política

Por: Leonardo Díaz

Gracias a la cultura digital, los usuarios conforman mundos de datos personalizados reforzando sus creencias y deseos a partir de la información que proporcionan a los sistemas algorítmicos de las redes sociales.

Ante el asombro internacional, el proceso electoral estadounidense ha sido enrarecido por una atmósfera de conspiranoia creada por el 45to presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

El presidente candidato ha “denunciado” un supuesto fraude perpetuado por el Pardido Demócrata, con el apoyo de todos los medios de comunicación que han proyectado la victoria de su opositor, Joe Biden, y por implicación, con el contubernio de miles y miles de personas que se requerirían en cada Estado de la Unión Americana para ejecutar la infamia.

Durante la campaña electoral el presidente había diseñado una estrategia de descrédito sobre el proceso y sus rivales. “Advirtió” que intentarían robarle las elecciones mediante el voto por correo que, debido a las características de grandes segmentos de la población con intención de voto demócrata en los Estados Unidos, favorecía mayoritariamente a Joe Biden.

“¿Por qué Trump denuncia fraude electoral?” es el título de un artículo publicado en este mismo periódico por el psiquiatra Raj Persaud, https://acento.com.do/opinion/por-que-trump-denuncia-fraude-electoral-8880105.html?fbclid=IwAR3WwTCOCkaInssFqZz-3eBY7-mjJxEThM2eLrGh7Ef1n68Q5NAmdqO6J2Y interrogante que muchas personas habrán realizado en los últimos días.

En su artículo, Persaud reseña un estudio realizado durante las elecciones del año 2016, publicado recientemente en la revista Research & Politics, acerca de los efectos producidos por la retórica conspirativa relacionada con la interferencia electoral en adultos norteamericanos con edad de votar. (https://journals.sagepub.com/doi/pdf/10.1177/2053168020959859).

Los resultados del estudio son preocupantes. La exposición a una retórica conspirativa relacionadas con interferencias electorales aumenta los sentimientos de ira, frustración e indignación reduciendo la credibilidad en las instituciones democráticas.

Las teorías conspirativas tienden a prosperar, como señala en una reciente entrevista el psicólogo evolutivo Steven Pinker, https://elpais.com/ideas/2020-11-07/steven-pinker-el-partido-democrata-debe-distanciarse-de-la-palabra-socialismo.html?ssm=FB_CC&fbclid=IwAR3wlLvy1Nwy3zcMxWv_rPPzE3WUK3BWeTKAGwzKx9dq2AED33QBcndtj64 porque los seres humanos nos nutrimos de narraciones para lidiar con los problemas de la vida cotidiana.

Estas narrativas simplifican el mundo comprendiéndolo en dicotomías: bueno-malo; seguro-amenazante; pro-vida-anti-vida; entre otras dualidades. Estos relatos han sido útiles para nuestra sobrevivencia como especie.

Las referidas narraciones refuerzan el sentido de co-pertenencia a la tribu donde los individuos se interpretan a sí mismos como encarnaciones del lado positivo de las dicotomías y colocan al integrante del otro grupo (étnico, religioso, ideológico) en el lado negativo de las mismas.

Gracias a la cultura digital, los usuarios conforman mundos de datos personalizados reforzando sus creencias y deseos a partir de la información que proporcionan a los sistemas algorítmicos de las redes sociales. En esta atmósfera, se propagan los prejuicios conspirativos de los colectivos más predispuestos a ellos, como los derrotados de una contienda electoral.

Así, la conspiranoia poselectoral estadounidense es comprensible, pero no deja de ser injustificable que una tendencia irracional de los seres humanos sea explotada de manera ególatra e irresponsable por un líder autoritario, apoyado por una maquinaria partidaria que intenta obtener capital político a costa de las instituciones, las leyes y la ciudadanía.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/conspiranoia-politica-8881879.html

 

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Ganó Biden, ¿y ahora qué?

Por Atilio A. Borón

Ponernos en guardia y recordar que con Trump o con Biden seguimos a merced de la voracidad imperial por nuestros recursos naturales.

Los demócratas y los republicanos son administradores del imperio, nada más. Pero en su encarnación física, personal, idiosincrática, hay matices que no se deben desdeñar. Fidel siempre decía: “Dios no existe, pero está en los detalles.” Que Elliot Abrams, Marco Rubio, Ted Cruz, Bob Menéndez y la Ileana Ross pierdan su acceso directo a la Oficina Oval que les garantizara Donald Trump revela una diferencia que sería absurdo subestimar. Es sabido que ambos partidos han perpetrado toda clase de crímenes, en todo el mundo y que su simple enumeración insumiría decenas de páginas. Pero en esta reciente elección se corría un riesgo adicional: una ratificación plebiscitaria para mantener por cuatro años más a un hampón como Donald Trump en la Casa Blanca habría tenido funestas consecuencias para nuestros países. Mencionemos apenas tres. Primera, la inmediata activación de la “carta militar” contra Venezuela que Mike Pompeo preparara durante su gira de hace apenas un par de meses visitando Brasil, Colombia y Guyana (tres países fronterizos con la nación bolivariana) amén del cercano Surinam.

Segundo: un Trump “recargado” habría intensificado las sanciones y el bloqueo en contra de Cuba, Venezuela y Nicaragua y aumentado sus presiones en contra de los gobiernos de Argentina y México, que los asesores más reaccionarios de Trump, aunque parezca mentira, consideran como “aliados” o “cómplices” de la subversión chavista. Tercero, la reelección del magnate neoyorquino habría reforzado la gravitación regional de Jair Bolsonaro, Iván Duque y la derecha radical en Latinoamérica y el Caribe. Estos tres “detalles”, que no significa sean nimiedades, son más que suficientes para recibir con cierto alivio la derrota del magnate neoyorquino. En suma: había una elección entre el peor y el malo, y prevaleció el último. Decepcionante, ¡seguro!, pero estas son las “opciones” que el imperio siempre tiene para ofrecer. Desconocer esta verdad, asentada sobre un registro histórico de más de doscientos años, equivale a confundir ilusiones con la realidad.

Bien, y entonces: ¿qué decir de Joseph Biden? Es un viejo político (cumplirá 78 años el 20 de noviembre) del establishment conservador norteamericano, con 47 años transitando por los laberintos del poder en Washington. Fue senador desde 1972 hasta que, en el 2009, juró como vicepresidente a Barack Obama. A lo largo de este casi medio siglo hay muy poco en su record como para esperar un viraje significativo en la política exterior de Trump, especialmente en el siempre turbulento ámbito de las relaciones hemisféricas. Lo que sí hay es la certeza de que a lo largo de tantos años en el Senado fue cómplice, beneficiario -o por lo menos silente testigo- de la tantas veces denunciada corruptela institucionalizada en Washington, de los jugosos contratos y concesiones ofrecidas a las empresas del complejo militar-industrial y, luego del crash de las hipotecas del 2008, del fabuloso salvataje concedido por el Tesoro al corrupto sistema bancario estadounidense. Todo esto transcurrió bajo su mirada y en ningún momento insinuó disconformidad o incomodidad moral.

La renovación o el “nuevo comienzo”, retórica a la cual son tan afectos los presidentes de Estados Unidos cuando desplazan a sus oponentes no se condice con la promiscua relación que Biden -¡al igual que Trump, pero “guardando las formas”!- mantiene con la burguesía imperial. Por ejemplo, su costosa campaña electoral se vio facilitada por el generoso financiamiento que le otorgaron las grandes corporaciones. Un informe revela que Joe Biden recibió donaciones de 44 multimillonarios; pero su acompañante, Kamala Harris, lo superó al obtener aportes de 46 multimillonarios estadounidenses. En términos individuales Trump se benefició de la prodigalidad de Sheldon Adelson, el dueño de un casino en Las Vegas y, según The Guardian, un “ardiente conservador pro-israelí” que terminó donando 183 millones de dólares para la campaña del neoyorquino. Biden, a su vez, recibió un donativo del exalcalde de Nueva York y magnate de los medios de comunicación Michael Bloomberg por valor de 107 millones de dólares. Como puede verse, parecería haber un pequeña contradicción con el principio elemental de toda democracia de un hombre/una mujer un voto. Porque, ¿qué dudas cabe que tanto Adelson como Bloomberg podrán hacer oír su voz más claramente que las de John y Maggie?, que no pudieron donar siquiera veinte dólares para ningún candidato en la pujante democracia estadounidense. Por eso tiene razón Telma Luzzani cuando habla del “gatopardismo” de Biden.

Habrá, eso sí, un cambio de estilo: al olvido pasarán los gestos matonescos y groseros de Trump y compañía (Pompeo y Bolton, especialmente) y, aparentemente, habría una cierta intención de reflotar el multilateralismo y buscar compromisos manteniendo el uso de la fuerza como una alternativa pero no como la primera prioridad. En esa línea Biden prometió reincorporar a su país a los Acuerdos de París sobre el cambio climático; regresar a la Organización Mundial de la Salud para colaborar en la lucha contra la pandemia, y a la UNESCO, de la cual Washington se había retirado aduciendo un supuesto “sesgo anti-israelí” de esa organización. Pero hay que recordar que Estados Unidos había dejado de financiar a la UNESCO en el 2011, bajo la presidencia de Barack Obama y cuando Joe Biden ¡era su vicepresidente!

Desde el Senado Biden se preocupó por cimentar la fortaleza del complejo militar-industrial y la estabilidad del sistema financiero en la gran crisis del 2008. Ante la catástrofe sanitaria precipitada por el negacionismo de Trump en relación a la covid-19 podría tratar de resucitar el “Obamacare” como un esquema muy módico de salud pública. Pero acompañó con su voto en el Senado las invasiones a Irak y Afganistán y como vicepresidente avaló las operaciones militares en Libia y Siria. En lo tocante a nuestros países, también en su calidad de vice de Obama, Biden respaldó el golpe en contra de Juan Manuel Zelaya (Honduras, 2009); la intentona golpista en contra de Rafael Correa en el 2010; contra Fernando Lugo (Paraguay, 2012) y el fraudulento proceso del “impeachment” en contra de Dilma Rousseff, entre 2015 y 2016 en Brasil. No hay, por lo tanto, razones para celebrar nada, excepto la derrota de Trump.

En el número de Marzo-Abril de la revista Foreign Affairs, una especie de biblia para el establishment estadounidense, Biden publicó un artículo en donde anticipa lo que haría si llegase a la Casa Blanca. El título –“Why America Must Lead Again”- no deja lugar a dudas sobre la absoluta fidelidad de este personaje a la tradición del “excepcionalismo” estadounidense. El mundo necesita un líder y Estados Unidos debe retomar ese papel, otorgado nada menos que por Dios y abandonado por Trump que erró el camino al intentar que Estados Unidos “fuese grande otra vez” abdicando de su responsabilidad de mantener el orden internacional y desairando a sus aliados y amigos. Su programa tiene tres ejes: la renovación y fortalecimiento de la democracia dentro de Estados Unidos y en el concierto internacional; nuevos acuerdos comerciales para contener a China y evitar que sean ella y sus aliados quienes fijen las reglas del juego, algo que el imperio reclama como su absoluta prerrogativa tal como ocurriera a la salida de la Segunda Guerra Mundial; y, por último, sentar una vez más a Washington en la “cabecera” de la mesa de las negociaciones internacionales.

China y Rusia aparecen claramente como los enemigos de Estados Unidos, en línea con las tesis dominantes sobre todo desde los tiempos de Obama. El lenguaje utilizado en algunos pasajes es alarmante y nada tiene de diplomático, y recuerda algunas de las bravuconadas e insolencias de Trump. Por ejemplo, califica al gobierno de Vladimir Putin como un “sistema de cleptocracia autoritaria” mientras que dijo que Xi Jiping “era un matón”, aparte de acusar a China de robar descaradamente derechos de propiedad intelectual y los bienes de las grandes empresas y los ahorristas estadounidenses. En relación a la democracia promete convocar, en el primer año de su mandato, a una gran conferencia con los “líderes amigos” (que ya nos imaginamos quienes serán) para construir una coalición internacional que impulse la democracia y los derechos humanos y combata a la corrupción, y que trabaje coordinadamente sobre la base de una agenda común. Biden cree que una de las mayores fracturas de nuestro tiempo es la que divide a democracias de diversas formas de autoritarismo. No es lo mismo pero guarda un cierto parecido con la “Internacional de la Nueva Derecha” promovida, bajo los auspicios de Trump, por el estratega ultraderechista Steve Bannon. En poco tiempo la verdad saldrá a la luz y se podrá ver quiénes son los réprobos y quienes los elegidos; quienes los demócratas y quienes los autoritarios.

Para concluir: creo que nada bueno cabe esperar de este recambio. Se aventó el riesgo mayor y nada más. En el 2008 y comienzos del 2009 la progresía europea y latinoamericana sucumbió a la “Obamamanía” y pensó, en un alarde de ingenuidad, que un presidente afroamericano obraría el milagro de transformar la naturaleza del imperio y convertirlo en el demiurgo de la paz eterna ambicionada por Immanuel Kant. La desilusión de aquellas bellas almas henchidas de inocencia no pudo ser mayor.

Hay un riesgo, si bien no igual, de que ocurra lo mismo con Biden. El motivo de estas líneas no es otro que ponernos en guardia ante tal eventualidad y caer en un desarme ideológico; y recordar que con Trump o con Biden seguimos a merced de la voracidad imperial por nuestros recursos naturales, en un clima ideológico signado por una paranoia que visualiza a este continente como estando a punto de “caer en las garras” de China o Rusia. El tono de la “Guerra Fría” que impregna el escrito de Biden es inocultable. Queda, con todo, una tenue esperanza: que haga memoria y retome, aunque sea en parte, la política de Obama con Cuba y restablezca las relaciones diplomáticas a nivel de embajador, levante las asfixiantes restricciones en materia de viajes, remesas, comercio, turismo e intercambio cultural y, en última instancia, relaje en algo los rigores de ese verdadero crimen de lesa humanidad que significa el bloqueo al cual la Isla rebelde ha sido sometida durante 60 años. Y, por añadidura, que proceda igualmente en relación a la República Bolivariana de Venezuela poniendo fin al papelón internacional de la Casa Blanca en su pretensión de hacer de un esperpento como Juan Guaidó un “presidente encargado” de ese país y se avenga a dialogar con el gobierno de Nicolás Maduro, abandonando definitivamente la ruta de la confrontación elegida por Trump y que, al igual que lo ocurrido con Cuba, fracasara estrepitosamente.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/304770-gano-biden-y-ahora-que

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Hergit Llenas nos comenta: ¿Por qué renuncian masivamente los maestros?. Estados Unidos

Tres de cada cinco llamadas de parte de los administradores de las escuelas de D.C., tienen como objetivo plantear la renuncia permanente a sus funciones. Una de las razones más contundentes es la falta de moral, asociada con el desconocimiento de los procesos implicados en la reapertura de los planteles escolares.

De hecho, el presidente del Consejo de Oficiales Escolares, en una entrevista para The74milion.org, confesó que su gremio ha gastado una cantidad de tiempo exorbitante tratando de convencer a la gente de no renunciar. El directivo escribió una carta a los líderes que manejan la ciudad de Washington D.C. con los elementos que percibe como faltas garrafales en el plan (¿o falta de plan?) para la susodicha reapertura.

La renuncia también aplica a los maestros, que dicen estar estresados de cara a un problema cuya esencia es multifacética. Por un lado, está el asunto del virus. En D.C., la mayoría de los docentes son miembros de una minoría. Y es precisamente entre las comunidades minoritarias donde se ha detectado una mayor incidencia del Covid-19.

Por otro, está latente el tema de las tensiones raciales. Y, por último, existe falta de confianza en el corazón de los maestros en relación con la habilidad de sus líderes de planear la vuelta a la escuela de una forma sensata.

Ya la renuncia de los administradores es mala noticia, pero la de profesores tiene consecuencias todavía más desastrosas. Pregúntele a cualquier estudiante sobre su vínculo con uno o varios de maestros y escuchará, como expresa Alex O’Sullivan, que «la relación adulta más importante que un chico tiene fuera de su familia, es con su maestra(o)». Y de ahí que, cuando un maestro considerado «muy efectivo» se muda de escuela o renuncia, su decisión causa un efecto perjudicial en los estudiantes.

Es por eso que una masa significativa de educadores demanda que los distritos actúen con mayor transparencia, a fin de construir confianza entre los subordinados y sus empleadores. «Lo más básico es que por lo menos te contesten qué está pasando, cuando les preguntas», dice Katherine, una maestra de pre-kinder en el municipio cuatro del distrito de Columbia.

Al parecer, el incentivo salarial de la capital, que se encuentra entre los mejores de Estados Unidos (como promedio, más de $76.000 dólares al año), no alcanza para desarrollar una fuerza laboral robusta que llene la demanda creada por la falta de maestros.

¿Cómo solucionar esto? Según el ex-profesor O’Leary, construir un clima de confianza en los sistemas escolares va a requerir que cese el control o fuerza ejercida de arriba hacia abajo.

Argumenta que, para invertir las dinámicas de poder, de forma tal que las directrices vengan de abajo hacia arriba, él, junto con el State Board of Education están proponiendo un proyecto de ley cuyo objetivo sería la publicación de los datos asociados con los maestros. Los mismos incluirían: raza, dónde viven, cuántos años de experiencia tienen, etcétera.

La falta de voz y de respeto es una de las principales razones por la que los docentes renuncian. Implicarlos en el proceso de decisión-planeación es lo menos que se podría hacer para levantarles la moral, intentar detener la hemorragia de sus renuncias y evitar que la educación se debilite aún más.

Fuente: http://eltiempolatino.com/news/2020/nov/12/opinion-por-que-renuncian-masivamente-los-maestros/

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Russian hackers are still going after coronavirus vaccine makers, Microsoft warns

Russian hackers are still going after coronavirus vaccine makers, Microsoft warns

Microsoft wants Russian and North Korean hacking groups to just cut it out already.

In a Nov. 13 blog post, Microsoft’s vice president of customer security and trust, Tom Burt, details repeated efforts by state-sponsored hacking groups to infiltrate companies around the globe. And unlike the popular conception of hackers targeting customers for profit, the victims this time around are working to develop vaccines and treatments for COVID-19.

Hospitals and medical researchers have, in the past, been casualties of state-sponsored hacking efforts. However, the latest efforts from one Russian and two North Korean groups — which Microsoft claims involve spear phishing and password spraying — represent the continuation of a disturbing new trend.

«Among the targets, the majority are vaccine makers that have Covid-19 vaccines in various stages of clinical trials,» writes Burt. «One is a clinical research organization involved in trials, and one has developed a Covid-19 test.»

This is not the first time we’ve heard about hackers going after coronavirus researchers. In July, the Department of Justice unsealed an indictment accusing two Chinese hackers of «[probing] for vulnerabilities in computer networks of companies developing COVID-19 vaccines, testing technology, and treatments.»

That same month, the UK’s National Cyber Security Centre published a report accusing a Russian hacking group, known as Cozy Bear, of «[targeting] various organisations involved in COVID-19 vaccine development in Canada, the United States and the United Kingdom, highly likely with the intention of stealing information and intellectual property relating to the development and testing of COVID-19 vaccines.»

In other words, this isn’t a new problem. As such, in Friday’s blog post, Burt argues that an international coalition is needed to properly address this.

«At a time when the world is united in wanting an end to the pandemic and anxiously awaiting the development of a safe and effective vaccine for Covid-19,» writes Burt, «it is essential for world leaders to unite around the security of our health care institutions and enforce the law against  cyberattacks targeting those who endeavor to help us all.»

And yeah, as the coronavirus spreads like wildfire in the U.S. ahead of what is likely to be a very deadly winter, a little global cooperation sure would be nice right about now.

Fuente de la Información: https://mashable.com/article/microsoft-russian-north-korean-hacking-coronavirus-vaccine/

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