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Entrevista al intelectual estadounidense John Bellamy Foster “Además de comprender las contradicciones actuales, el propósito del pensamiento ecológico marxista es trascenderlas”

«La mayor parte de mi generación en EE.UU. llegamos al marxismo por oposición al imperialismo. Fue en parte por eso que siempre me atrajo «Monthly Review», ya que desde su nacimiento en 1949 fue una fuente importante de crítica al imperialismo. El hecho de que la perspectiva más revolucionaria en EE.UU. haya venido históricamente del movimiento negro, siempre más internacionalista y antiimperialista, ha sido crucial para definir a la izquierda radical estadounidense», señala John Bellamy Foster.

John Bellamy Foster (Seattle, 1953) me escribe antes de salir de Eugene, en Oregón: “Tuvimos que evacuar y tenemos un largo camino por delante. Pero intentaré enviarte la entrevista por la mañana”. Los incendios masivos en la costa oeste de Estados Unidos habían disparado el índice de calidad del aire (ICA) hasta valores de 450, sobre un máximo de 500; situación extremadamente peligrosa para la salud. 40.000 personas habían dejado sus casas y otro medio millón esperaba para huir si la amenaza crecía. “Así es el mundo del cambio climático”, sentencia Foster. Profesor de sociología en la Universidad de Oregón y editor de la emblemática revista Monthly Review, hace veinte años revolucionó el ecosocialismo marxista con La ecología de Marx 1/Su libro, junto a Marx and Nature de Paul Burkett, abrió el marxismo a una segunda ola de crítica ecosocialista que enfrentó todo tipo de paradigmas enquistados sobre el propio Marx, para elaborar un método y un programa que impactaron con fuerza en todo el panorama ecologista, como continúan haciéndolo hoy.

El gran desarrollo del ecologismo marxista en años recientes –que ha puesto de manifiesto cómo, a pesar de escribir en el siglo XIX, Marx resulta fundamental para reflexionar sobre la degradación ecológica– es en parte producto de aquel cambio protagonizado por Foster y otros autores vinculados a Monthly Review. Su corriente, que vino a denominarse la escuela de la fractura metabólica, por la noción central que Foster rescató del tomo 3 de El Capital, ha desarrollado todo tipo de líneas de investigación ecológico-materialistas en las ciencias sociales y naturales: desde el imperialismo o el estudio de la explotación de los océanos a la segregación social o la epidemiología (sobre este tema, véase Grandes granjas, grandes gripes, de Rob Wallace, de próxima publicación en castellano).

Lamentablemente, la extensa y muy destacada contribución de Foster y su corriente aún no ha sido lo suficientemente traducida a nuestro idioma. Obras tan importantes para explorar cuestiones centrales al ecosocialismo como, por poner solo dos ejemplos, The Ecological Rift (2010) o The Robbery of Nature (2020) –el primero de Foster, Brett Clark y Richard York; el segundo de Foster y Clark–, aún esperan su oportunidad para ser mejor descubiertas en nuestro contexto. Con motivo de la publicación de su último libro, The Return of Nature, una genealogía monumental de grandes pensadores ecosocialistas que le ha llevado veinte años completar, Foster nos habla del camino que recorrieron estos, desde la muerte de Marx hasta la eclosión del ecologismo en los 60 y 70, así como de la relación de su nuevo libro con La ecología de Marx y con los debates más destacados del ecologismo marxista actual. Sus reflexiones sirven así para repensar el significado de este legado ante la necesidad urgente de un proyecto que trascienda las condiciones que amenazan hoy la existencia en el planeta.

Alejandro Pedregal: En La ecología de Marx rebatiste algunas conjeturas sobre la relación entre Marx y la ecología muy establecidas, tanto dentro como fuera del marxismo, como que el pensamiento ecológico era algo marginal en Marx; que sus pocas ideas ecológicas se encontraban en su obra temprana; que mantenía puntos de vista prometeicos sobre el progreso; que veía en la tecnología y el desarrollo de las fuerzas productivas la solución a las contradicciones de la sociedad con la naturaleza, y que no mostró un interés científico genuino por los efectos de las intervenciones antropogénicas sobre el medio ambiente. Tu trabajo, junto a otros, refutó estos supuestos y modificó muchos paradigmas asociados a ellos. ¿Crees que estas ideas persisten en los debates actuales?

John Bellamy Foster: En los círculos socialistas y ecológicos de habla inglesa, y creo que en la mayor parte del mundo, estas primeras críticas a Marx sobre ecología están hoy refutadas. Están completamente contradichas por la muy poderosa crítica ecológica del propio Marx, que ha sido fundamental para el desarrollo del ecosocialismo y, cada vez más, para todo enfoque científico-social sobre las rupturas ecológicas generadas por el capitalismo. Esto es particularmente evidente en la influencia creciente y generalizada de la teoría de la fractura metabólica de Marx, cuya comprensión sigue expandiéndose, y que se ha aplicado a casi todos nuestros problemas ecológicos actuales. Fuera del mundo de habla inglesa, uno todavía encuentra ocasionalmente algunos de esos conceptos erróneos porque las obras más importantes hasta ahora han sido en inglés y gran parte de ellas aún no se ha traducido. Pero creo que podemos tratar esas críticas anteriores casi universalmente como inválidas, no solo por mi trabajo, sino también por el de Paul Burkett en Marx and Nature, Kohei Saito en Karl Marx’s Ecosocialism 2/y muchos otros. Casi nadie es tan simplista hoy para ver a Marx como un pensador prometeico, que promovía la industrialización por encima de todo. Existe una comprensión generalizada de cómo la ciencia y la concepción materialista de la naturaleza entraron en su pensamiento, reforzada por la publicación de algunos de sus cuadernos de extractos científicos y ecológicos en el proyecto Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA). Por tanto, no creo que la opinión de que el análisis ecológico de Marx sea algo marginal tenga mucha credibilidad, y esa idea está retrocediendo en todo el mundo (mientras el marxismo ecológico es cada vez más relevante). La única forma en que pudiera verse así sería adoptando una definición extremadamente estrecha y contraproducente de la ecología. Además, en ciencia a menudo son las percepciones más marginales de un pensador las que resultan más revolucionarias y avanzadas.

¿Por qué tantos autores estaban convencidos de que Marx ignoró la ecología? Creo que la respuesta más directa es que la mayoría de socialistas simplemente hicieron la vista gorda al análisis ecológico en Marx. Todo el mundo leía las mismas cosas de forma prescrita, saltándose lo que entonces se consideraba secundario. Otros problemas se debían a la traducción. En la traducción inglesa de El Capital, el uso Stoffwechsel o metabolismo por Marx se tradujo como intercambio material, lo que obstaculizaba más que ayudaba a su comprensión. Pero también había razones más profundas, que pasaban por alto lo que Marx entendía por el propio materialismo, y que abarcaba no solo la concepción materialista de la historia, sino también la concepción materialista de la naturaleza.

Lo importante de la crítica ecológica de Marx es que está unida a su crítica político-económica del capitalismo; de hecho, una no tiene sentido sin la otra. La crítica del valor de cambio bajo el capitalismo no tiene sentido fuera del valor de uso, relacionada con las condiciones naturales y materiales. La concepción materialista de la historia no tiene sentido al margen de la concepción materialista de la naturaleza. La alienación del trabajo no puede entenderse sin la alienación de la naturaleza. La explotación de la naturaleza se basa en la expropiación por parte del capital de los obsequios gratuitos de la naturaleza. La propia definición de Marx de los seres humanos como seres automediadores de la naturaleza, como explicó István Mészáros en La teoría de la alienación en Marx, se basa en una concepción del proceso de trabajo como metabolismo entre seres humanos y naturaleza. La ciencia como medio para mejorar la explotación del trabajo no puede separarse de la ciencia como dominio de la naturaleza. La noción de metabolismo social de Marx no puede separarse de la cuestión de la fractura metabólica. Y así sucesivamente. En Marx estas cosas no estaban separadas unas de otras, sino que fueron los pensadores de izquierda posteriores, que generalmente ignoraron las cuestiones ecológicas, o que emplearon perspectivas idealistas, mecanicistas o dualistas, quienes lo hicieron, y así despojaron a la crítica de la economía política de su base material real.

A. P.: A propósito del prometeísmo, en tu obra mostraste cómo las reflexiones de Marx sobre Prometeo debían leerse en relación con su propia investigación académica sobre Epicuro (y con Lucrecio) y repensarse vinculadas al conocimiento secular de la Ilustración, más que como defensa ciega del progreso. No obstante, el uso dominante del término prometeico sigue siendo muy común, también en la literatura marxista, lo que da pie a que ciertas tendencias aceleracionistas y tecno-fetichistas reivindiquen a Marx. ¿Debería disputarse esta noción de forma más efectiva, al menos en relación con Marx y su materialismo?

J. B. F.: Este es un tema muy complejo. Marx elogiaba a Prometeo y admiraba el Prometeo encadenado de Esquilo, que releía con frecuencia. En su tesis doctoral comparó Epicuro con Prometeo, y el propio Marx fue caricaturizado como Prometeo por la supresión de la Rheinische Zeitung [Gaceta Renana]; imagen que aparece en el volumen 1 de las Obras completas de Marx y Engels. Por tanto, fue común que algunos críticos, dentro y fuera del marxismo, caracterizaran a Marx como prometeico, en particular para sugerir que veía al productivismo extremo como el objetivo principal de la sociedad. Al no tener prueba de que Marx antepusiera la industrialización a las relaciones sociales (y ecológicas), sus críticos emplearon el término prometeico para exponer su punto de vista sin evidencia alguna, aprovechando esta asociación común.

Sin embargo, esto era una gran distorsión. En el mito griego, el titán Prometeo desafió a Zeus al entregar el fuego a la humanidad. El fuego, por supuesto, tiene dos cualidades: una es la luz y la otra es la energía o el poder. En la interpretación del mito en Lucrecio, Epicuro era tratado como el portador de la luz o el conocimiento en el sentido de Prometeo, y fue de esta idea que Voltaire tomó la noción de Ilustración3/. Es en este mismo sentido que Marx elogió a Epicuro como Prometeo, celebrándolo como la figura ilustrada de la antigüedad. Además, las referencias de Marx al Prometeo encadenado siempre enfatizaron al protagonista como revolucionario, en desafío a los dioses olímpicos.

Obviamente, durante la Ilustración Prometeo no se veía como un mito de la energía o la producción. Walt Sheasby, con quien trabajé al comienzo de Capitalism, Nature, Socialism mientras yo editaba Organization and Environment, escribió un artículo extraordinario para esta revista en 1999, demostrando que hasta el siglo XIX la noción prometeica era utilizada principalmente en ese sentido ilustrado. No estoy seguro cuándo cambió el uso, pero con Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley y Filosofía de la miseria de Proudhon, lo prometeico pasó a simbolizar la revolución industrial, viéndose a Prometeo como sinónimo de energía mecánica. Es interesante que Marx desafiara el prometeísmo mecanicista de Proudhon, atacando todas esas nociones en Miseria de la filosofía. Pero el mito de Prometeo se reificó como historia de industrialización, algo que los antiguos griegos nunca podrían haber imaginado, y la identificación de Marx con Prometeo se convirtió, por tanto, en una forma de criticarle por motivos ecológicos. Curiosamente, en Leszek Kolakowski, Anthony Giddens, Ted Benton y Joel Kovel esa acusación fue dirigida exclusivamente contra Marx y no contra ningún otro pensador, lo que apunta al carácter ideológico de tal acusación.

Lo más próximo a que Marx fuera prometeico (como glorificación de la industrialización) sería su panegírico a la burguesía en la primera parte del Manifiesto comunista, pero aquello era solo un preludio de su crítica a la propia burguesía, y páginas más adelante introducía todas las contradicciones del orden burgués: el aprendiz de brujo, las condiciones ecológicas (ciudad y campo), los ciclos económicos y, por supuesto, el proletariado como sepulturero del capitalismo. No hay ningún sitio donde promueva la industrialización como objetivo en sí mismo en oposición al desarrollo humano libre y sostenible. Explicar todo esto, sin embargo, lleva tiempo y, aunque he mencionado todos estos puntos en varias ocasiones, por lo general es suficiente con mostrar que Marx no fue en absoluto un pensador prometeico, si nos referimos a la adoración a la industria, la tecnología y al productivismo, o a la creencia en un enfoque mecanicista del medio ambiente.

A. P.: Veinte años después de La ecología de Marx, el abundante trabajo de la escuela de la fractura metabólica ha transformado los debates sobre marxismo y ecología. ¿Cuáles son las continuidades y los cambios entre aquel contexto y el actual?

J. B. F.: Hay diferentes líneas de debate. En parte se debe a la gran cantidad de investigación sobre la fractura metabólica como forma de entender la actual crisis ecológica planetaria, y a cómo construir un movimiento ecosocialista revolucionario en respuesta a ella. Básicamente, lo que ha cambiado es el espectacular auge de la propia ecología marxista, que ilumina tantas áreas diferentes, no solo en las ciencias sociales, sino también en las naturales. Por ejemplo, Mauricio Betancourt acaba de publicar un maravilloso estudio, “The Effect of Cuban Agroecology in Mitigating the Metabolic Rift”. Stefano Longo, Rebecca Clausen y Brett Clark aplicaron el método de Marx a la fractura oceánica en The Tragedy of the Commodity. Hannah Holleman lo utilizó para explorar los efectos dust bowls 4/ pasados y presentes en Dust Bowls of Empire. Un número considerable de trabajos han utilizado la fractura metabólica para comprender el problema del cambio climático, incluido nuestro The Ecological Rift, que escribí con Brett Clark y Richard York, y Facing the Anthropocene de Ian Angus. Estas obras, junto a otras de Andreas Malm, Eamonn Slater, Del Weston, Michael Friedman, Brian Napoletano y un número creciente de académicos y activistas, pueden verse desde esta perspectiva. Una organización importante en esa línea es la Global Ecosocialist Network, donde John Molyneux tiene un papel destacado, junto a System Change, Not Climate Change! en EE UU. El trabajo de Naomi Klein se ha basado en el concepto de fractura metabólica, y también ha jugado un papel en el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST) en Brasil y en los debates sobre la civilización ecológica en China.

Otra línea ha explorado las relaciones entre la ecología marxista, la teoría de la reproducción social feminista marxista y los nuevos análisis del capitalismo racial. Estas tres perspectivas se han basado en el concepto de expropiación de Marx como parte integral de su crítica, yendo más allá de la explotación. Estas conexiones nos motivaron a Brett Clark y a mí a escribir nuestro The Robbery of Nature, sobre la relación entre el robo y la fractura; es decir, la expropiación de la tierra, los valores de uso y los cuerpos humanos, y su relación con la fractura metabólica. Un área importante es el ámbito del imperialismo ecológico y el intercambio ecológico desigual en el que he trabajado con Brett Clark y Hannah Holleman.

Han surgido algunas críticas nuevas, dirigidas a la teoría de la fractura metabólica, planteando que es más dualista que dialéctica. Esto es algo erróneo, porque para Marx el metabolismo social entre la humanidad y la naturaleza (extrahumana), a través del proceso de trabajo y producción, es por definición la mediación de naturaleza y sociedad. En el caso del capitalismo, esto se manifiesta como una mediación alienada en forma de fractura metabólica. Este enfoque, centrado en el trabajo/metabolismo como mediación dialéctica de la totalidad, no podría ser más opuesto al dualismo. Otros han dicho que si el marxismo clásico hubiera abordado las cuestiones ecológicas, habría aparecido en análisis socialistas posteriores a Marx, pero no lo hizo. Esa posición también está equivocada. De hecho, eso es lo que abordo en The Return of Nature, con la intención expresa de explorar la dialéctica entre continuidad y cambio en la ecología socialista y materialista durante el siglo posterior a las muertes de Darwin y Marx, en 1882 y 1883 respectivamente.

A. P.: Efectivamente, en La ecología de Marx te centrabas en el desarrollo del materialismo de Marx en correlación con el de la teoría de la evolución de Darwin y Alfred Russell Wallace, para terminar con la muerte de los dos primeros. Ahora partes de este punto para hacer una genealogía intelectual de pensadores ecosocialistas fundamentales, hasta la aparición del movimiento ecologista en los años 60 y 70. Durante mucho tiempo, algunas de estas historias no recibieron suficiente atención. ¿Por qué llevó tanto tiempo recuperarlas? ¿Cómo nos ayuda el redescubrimiento de estos vínculos a comprender de forma diferente el surgimiento del movimiento ecologista?

J. B. F.: The Return of Nature es una continuación del método de La ecología de Marx. Esto se puede ver al comparar el epílogo del libro anterior con el argumento del último. La ecología de Marx, aparte de su epílogo, termina con la muerte de Darwin y Marx. The Return of Nature comienza con sus funerales y con la única persona que estuvo presente en ambos: E. Ray Lankester, el gran zoólogo británico, protegido de Darwin y Thomas Huxley y amigo cercano de Marx. No se centra solo en el desarrollo de ideas marxistas, sino en los socialistas y materialistas que desarrollaron lo que hoy llamamos ecología como una forma crítica de análisis. Y podemos ver cómo estas ideas se transmitieron de una manera genealógico-histórica.

Como toda historiografía marxista, esta es una historia de orígenes y de la dialéctica entre continuidad y cambio. Presenta una genealogía en gran parte ininterrumpida, aunque de forma compleja, desde Darwin y Marx hasta la explosión de la ecología en los años 60. Parte de mi argumento es que la tradición socialista en Gran Bretaña, desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX, fue crucial en eso. No solo fue este el principal período de desarrollo del socialismo británico, sino que el trabajo más creativo en las ciencias fue producto de una especie de síntesis de Darwin y Marx a lo largo de las líneas ecológico-evolutivas. Los científicos marxistas británicos estaban estrechamente relacionados con los pensadores marxistas revolucionarios de la fase temprana y más dinámica de la ecología soviética, pero a diferencia de estos, los británicos sobrevivieron y desarrollaron sus ideas, marcando el comienzo de perspectivas socioecológicas y científicas fundamentalmente nuevas.

Desde el principio, una crítica común a La ecología de Marx fue que incluso si Marx hubiera desarrollado una poderosa crítica ecológica, esta no se había completado en el pensamiento socialista posterior. Había dos respuestas a esto. La primera estaba en la afirmación de Rosa Luxemburg de que la ciencia de Marx había ido mucho más allá del movimiento inmediato y los problemas de la época, por lo que, a medida que surgieran nuevos desafíos, se encontrarían nuevas respuestas en su legado científico. Y es cierto que la percepción de Marx de la crisis ecológica del capitalismo, basada en las tendencias de su tiempo, estaba muy por delante de su desarrollo histórico; lo que hace a su análisis aún más valioso, no menos. Pero la otra respuesta era que la presunción de que no hubo un análisis ecológico socialista era falsa: de hecho, la ecología, como campo crítico, fue en gran parte creación de los socialistas. Ya había intentado explicar esto en el epílogo de La ecología de Marx, pero se necesitaba mucho más. El desafío estaba en destapar la historia de la ecología socialista y materialista en el siglo posterior a Marx. Pero esta era una empresa enorme, ya que no había literatura secundaria, excepto, en cierto sentido, el maravilloso Marxism and the Philosophy of Science de Helena Sheehan.

Comencé la investigación para The Return of Nature en el año 2000, cuando se publicó La ecología de Marx. La idea siempre fue explorar más a fondo las cuestiones del epílogo, centrándome en el contexto británico. Pero cuando comencé este trabajo, asumí el cargo de coeditor (y, con el tiempo, editor único) de Monthly Review, y eso naturalmente me devolvió a la economía política, que gobernó mi trabajo durante años. Además, cuando escribí sobre ecología en estos años tuve que lidiar ante todo con la crisis que venía, así que solo pude trabajar en un proyecto tan intensivo cuando la presión era baja, durante breves vacaciones en la docencia, por ejemplo. El trabajo avanzó lentamente. Nunca lo hubiera terminado sin el estímulo de algunos amigos (particularmente John Mage), y por el hecho de que el problema ecológico creció tanto que para Monthly Review la crítica ecológica acabó siendo tan importante como la de la economía política, lo que hacía más necesario que nunca un sistemático enfoque histórico.

Sin embargo, la razón principal por la que el libro tardó tanto fue porque estas historias no se conocían y requerían una enorme investigación archivística y cantidad de fuentes desconocidas; obras que nadie había leído desde hacía más de medio siglo. El papel de J. B. S. Haldane, Joseph Needham, J. D. Bernal, Hyman Levy y Lancelot Hogben en el desarrollo del pensamiento ecológico, a pesar de la relevancia que alcanzaron en su día, fue ignorado después; en parte debido a las luchas intestinas dentro del propio marxismo. También fueron olvidados los grandes clasicistas de izquierda como Benjamin Farrington, George Thomson y Jack Lindsay. Así, captar el vasto alcance de los análisis, colocados en el contexto histórico adecuado, tomó tiempo. Pero los vínculos históricos definitivamente estaban ahí. La historia lleva al final a Barry Commoner y Rachel Carson, y también a Stephen Jay Gould, Richard Levins y Richard Lewontin, Steven y Hilary Rose, Lindsay y E. P. Thompson, que se convirtió en el principal activista antinuclear de Gran Bretaña. La respuesta más sucinta a cómo esta historia puede ayudarnos en las luchas de hoy, quizás la encontremos en Quentin Skinner, a quien cito, que dijo que el único propósito de tales historias es demostrar “cómo nuestra sociedad impone limitaciones a nuestra imaginación”, y que “todos somos marxistas en este sentido”.

A. P.: La ecología de Marx mencionaba cómo tu propia interiorización del legado de György Lukács (y Antonio Gramsci) te había impedido utilizar el método dialéctico para el ámbito de la naturaleza. Señalabas cómo esta debilidad común al marxismo occidental en parte había abandonado el campo de la naturaleza y la filosofía de la ciencia al dominio de variantes positivistas y mecanicistas. Sin embargo, The Return of Nature comienza precisamente cuestionando algunos supuestos sobre Lukács, centrales para el alejamiento del marxismo occidental de la dialéctica de la naturaleza. ¿Qué condiciones retrasaron tanto los hallazgos de esta importancia? ¿Cuáles fueron los principales efectos que estas conjeturas tuvieron en el marxismo, particularmente en relación con la ecología?

J. B. F.: Quizás pueda explicar esto a través de mi propio desarrollo intelectual. Cuando era estudiante, estudié extensamente a Kant, Hegel, Schopenhauer, Marx, Engels, Lenin y Weber, así como a Marcuse, Mészáros, Ernst Cassier, H. Stuart Hughes y Arnold Hauser. Así, cuando llegué al posgrado, tenía una buena idea general de los límites entre kantismo y neokantismo, o hegelianismo y marxismo. Me sorprendió descubrir, en cursos sobre teoría crítica, que la primera proposición que se enseñaba era que la dialéctica no se aplicaba a la naturaleza, de acuerdo principalmente a una nota al pie en Historia y conciencia de clase de Lukács, donde criticaba a Engels por la dialéctica de la naturaleza. Solo rechazando esta, se argumentaba, podría definirse la dialéctica en términos del sujeto-objeto idéntico del proceso histórico. Por supuesto, el propio Lukács, como señalaría más tarde, nunca abandonó totalmente la idea de dialéctica meramente objetiva o dialéctica de la naturaleza, a la que se había referido en otra parte de Historia y conciencia de clase. De hecho, en su prefacio al libro de 1967, Lukács, siguiendo a Marx, insistió en una mediación dialéctica, como metabolismo, entre naturaleza y sociedad por medio del trabajo; en ese sentido, en una dialéctica de la concepción de naturaleza. El mismo argumento aparecía en Conversaciones con Lukács.

Fue así como interioricé hasta cierto punto, a nivel práctico, la noción del marxismo occidental de que la dialéctica solo era aplicable al ámbito histórico y no a las ciencias naturales, que se entregaron así al mecanicismo o el positivismo. Llegué a ver la dialéctica histórica de acuerdo al principio de Giambattista Vico, según el cual podemos entender la historia porque la hemos hecho, como fomentó E. P. Thompson. Pero a un nivel más profundo esto no me resultaba satisfactorio, porque los seres humanos no hacen la historia solos, sino junto al metabolismo universal de la naturaleza del que la sociedad emerge como parte. Pero mis intereses en los años 80 se centraron principalmente en la economía política e historia, donde esos problemas rara vez surgían.

Fue cuando volví a la cuestión de la ecología a finales de los 80 y en los 90 que este asunto se volvió inevitable. La dialéctica de la naturaleza solo podría dejarse de lado sobre bases idealistas o materialistas mecanicistas. Sin embargo, dada la complejidad del tema, en La ecología de Marx evité conscientemente, en su mayor parte, cualquier consideración explícita y detallada de la dialéctica de la naturaleza en relación con Marx (que entonces no estaba preparado para abordar), aunque el concepto de metabolismo social de Marx me llevaba en esa dirección. Así, en el epílogo me limité a señalar la referencia de Marx al “método dialéctico” como la forma de abordar el “libre movimiento de la materia”, y cómo esto era parte de la herencia de Epicuro y otros materialistas anteriores, mediada por Hegel. Como enfoque epistemológico, indiqué que esto podía defenderse como equivalente heurístico al papel de la teleología para la cognición humana en Kant. Pero evité en su mayor parte la cuestión ontológica más amplia, de una dialéctica meramente objetiva como apareció en Engels (y en Lukács), y su relación con Marx.

No abordé la dialéctica de la naturaleza en detalle hasta 2008, en un capítulo para un libro editado por Bertell Ollman y Tony Smith, luego incluido en The Ecological Rift. Aún estaba atrapado en el problema de Lukács, aunque entendía que para el Lukács tardío el metabolismo de Marx ofrecía un amplio camino para salir del dilema epistemológico-ontológico (mientras otro camino, sostuve, estaba en lo que Marx llamó la “dialéctica de la certeza sensible”, representada por el materialismo de Epicuro, Bacon y Feuerbach, e incorporada en sus primeros trabajos). Sin embargo, aunque fuera un paso adelante, mi enfoque no era el adecuado en varios sentidos. Como luego entendí, en parte la dificultad radicaba en las limitaciones filosóficas (al tiempo de un alcance científico mucho más amplio) de una dialéctica materialista, que nunca podría ser un sistema circular cerrado, como en la filosofía idealista de Hegel, o totalizador que consistiera exclusivamente en relaciones internas y mónadas sin ventanas al exterior. La dialéctica de Marx era abierta, igual que el propio mundo físico.

La cuestión de la dialéctica de la naturaleza sería central en The Return of Nature, así como lo sería el Lukács tardío, en particular el de El joven Hegel Ontología del ser social. Fue clave el tratamiento por Lukács de las determinaciones de la reflexión de Hegel, que me ayudó a comprender la forma en que el naturalismo dialéctico de Engels se había inspirado en gran medida en la “Doctrina de la esencia” de la Ciencia de la lógica. Otro elemento vital en La ecología de Marx fue el realismo crítico de Roy Bhaskar, especialmente su Dialectic: The Pulse of Freedom. Pero en el corazón de The Return of Nature estaba el examen detenido de la Dialéctica de la naturaleza de Engels (así como de los escritos filosóficos de Lenin), que tenía una profundidad incalculable. Esto me permitió trazar la influencia de Engels sobre pensadores posteriores –sobre todo, Needham, Christopher Caudwell y Lindsay–. Además, William Morris en las artes y Haldane, Bernal, Hogben y Levy en las ciencias ofrecieron una variedad de poderosas ideas sobre la ecología dialéctica y materialista.

A. P.: Lukács advirtió también cómo la división del trabajo alienado en el capitalismo servía para incrementar la división disciplinaria del conocimiento, de acuerdo a las necesidades de especialización funcional del capital. Como filosofía de la praxis, el marxismo se propone como un proyecto totalizador, entre otras cosas, para recomponer las muy variadas fracturas que el capitalismo ha expandido o impuesto: naturaleza y sociedad, pero también ciencia y arte. Un tema central de tu nuevo libro es la existencia de enfoques paralelos de ecología y socialismo en la ciencia y el arte. ¿Cómo contribuyeron estos vínculos al pensamiento ecosocialista materialista? ¿Cómo pueden ayudar a repensar esta interacción en relación con la ecología y la crisis ecosocial?

J. B. F.: Al escribir The Return of Nature, la declaración de Morris en Noticias de ninguna parte de que había dos formas insuperables de conocimiento, las ciencias y las artes, estuvo constantemente en mi mente. Todos los pensadores marxistas preocupados por la ecología cruzaron esos límites de diversas maneras, por lo que cualquier relato genealógico-histórico debía examinar sus desarrollos paralelos. Evidentemente, el análisis de la ecología como ciencia y su relación con la dialéctica de la naturaleza evolucionó principalmente a través de la corriente científica. Pero era difícil aislar esto de la estética socialista.

Así, Lankester era amigo de Morris y los prerrafaelistas. Hogben tomó de Morris la principal inspiración para su socialismo. Morris concebía que todo trabajo no alienado contiene arte, noción que sacó de John Ruskin, pero a la que añadió profundidad a través de Marx. Morris también reprodujo, independiente de Marx, la noción del carácter social de todo arte. Caudwell captó brillantemente tanto las vertientes estéticas como científicas de la crítica ecológica general. Su estética se valió del concepto de mimesis de Aristóteles y la tradición clásica británica radical de los ritualistas de Cambridge, representada por Jane Harrison, que luego unió a la dialéctica materialista. El poderoso enfoque de Caudwell llevó a los extraordinarios análisis de Thomson sobre los orígenes de la poesía y el drama. Todo este desarrollo estético-ecológico de la izquierda culminó con Lindsay, quien, debido a su enorme variedad de estudios clásicos, literarios, filosóficos y científicos, acabó por reunir nociones sobre la dialéctica de la naturaleza, basándose tanto en la estética como en la ciencia. No es casualidad que Lukács, Mészáros y Thompson tuvieran en tan alta estima a Lindsay, cuya obra no es lo suficientemente valorada, tal vez porque navegar por sus 170 volúmenes sea demasiado abrumador.

A. P.: Engels es un personaje clave en tu libro. Durante mucho tiempo, en ciertos marxismos, Engels fue acusado de vulgarizar el pensamiento de Marx, pero tú señalas la relevancia y complejidad del materialismo dialéctico de Engels para una crítica social y ecológica del capitalismo. Aunque se reconoce cada vez más, persiste cierto desdén hacia Engels y hacia los vínculos de su obra con Marx. ¿Por qué sucede esto? ¿Cuáles son los aspectos esenciales que conocemos hoy para rebatir esas posiciones desde el pensamiento ecológico marxista?

J. B. F.: Recuerdo escuchar a David McLellan en 1974, poco después de escribir su biografía sobre Marx, y quedarme desconcertado por su extraordinaria diatriba contra Engels. Esta fue mi introducción real a los ataques contra Engels que de múltiples formas definieron al marxismo occidental durante la Guerra Fría y se han trasladado a la era posterior. Todo esto, obviamente, no era tanto sobre Engels como sobre los dos marxismos, como lo llamó Alvin Gouldner. El marxismo occidental, y en gran medida el mundo académico, reclamaron a Marx como propio, como un pensador urbano, pero en su mayor parte rechazó a Engels por ser demasiado crudo, adjudicándole el papel de saboteador que había creado el marxismo, que no tenía nada que ver con Marx. Engels era responsable del economicismo, el determinismo, el cientificismo y las perspectivas filosóficas y políticas vulgares de la Segunda Internacional y, más allá, hasta Stalin. Quizá no debería sorprendernos, por tanto, que si bien podemos encontrar cientos y miles de libros y artículos que mencionan Dialéctica de la naturaleza, apenas se puede aprender nada de ellos, porque o tratan al libro de manera doctrinaria (como hacía parte del antiguo marxismo oficial) o, en el caso del marxismo occidental, simplemente se citan algunas líneas de él (o, a veces, del Anti-Dühring) para establecer su vulgarización del marxismo.

En términos de ecología marxista, Engels es esencial. Por brillante que sea el análisis de Marx, no podemos ignorar las vastas contribuciones de Engels a la epidemiología de clase en La situación de la clase obrera en Inglaterra, a la crítica de la conquista de la naturaleza o a la comprensión del desarrollo evolutivo humano. Su apropiación crítica de Darwin en el Anti-Dühring fue fundamental para el desarrollo de la ecología evolutiva. El materialismo emergentista de Dialéctica de la naturaleza es clave para una visión científica crítica del mundo.

A. P.: Monthly Review siempre ha mostrado gran sensibilidad hacia las luchas revolucionarias del Tercer Mundo. La teoría del imperialismo de Lenin junto a la del capital monopolista de Paul Sweezy y Paul Baran, la teoría de la dependencia (en Ruy Mauro Marini o Samir Amin, entre otros) y su diálogo con el análisis de sistemas-mundo, o los aportes de István Mészáros, entre muchas otras influencias, han sido esenciales para la elaboración de vuestra crítica ecosocialista. Sin embargo, el vínculo entre ecología e imperialismo a menudo se ha subestimado en otras corrientes marxistas y ecologistas. Incluso algunos consideran el imperialismo como una categoría obsoleta para lidiar con el capitalismo global. ¿A qué se debe que esta separación entre geopolítica y ecología siga siendo tan fuerte en ciertos sectores de la izquierda? ¿Es posible un enfoque diferente de estos asuntos?

J. B. F.: La mayor parte de mi generación atraída por el marxismo en EE UU, impactada por la guerra de Vietnam y el golpe en Chile, llegamos a él por oposición al imperialismo. Fue en parte por eso que siempre me atrajo Monthly Review, ya que desde su nacimiento en 1949 fue una fuente importante de crítica del imperialismo; incluyó a la teoría de la dependencia y el análisis de sistemas-mundo. Los escritos de Harry Magdoff en La era del imperialismo Imperialism: From the Colonial Age to the Present son fundamentales para nosotros, así como los de Paul Baran, Paul Sweezy, Oliver Cox, Che Guevara, André Gunder Frank, Walter Rodney, Samir Amin, Immanuel Wallerstein y muchos otros. El hecho de que la perspectiva más revolucionaria en EE.UU. haya venido históricamente del movimiento negro, siempre más internacionalista y antiimperialista, ha sido crucial para definir a la izquierda radical estadounidense. Con todo, siempre ha habido importantes figuras socialdemócratas, como Michael Harrington, en paz con el imperialismo estadounidense. Hoy algunos representantes del nuevo socialismo democrático hacen a menudo la vista gorda ante las implacables intervenciones de Washington en el exterior.

Por supuesto, nada de esto es nuevo. El conflicto sobre el imperialismo dentro de la izquierda se puede encontrar desde los inicios del movimiento socialista en Inglaterra. H. M. Hyndman, fundador de la Federación Socialdemócrata, y George Bernard Shaw, uno de los principales fabianos, apoyaron al Imperio británico y el socialimperialismo. Del otro lado estaban figuras asociadas con la Liga Socialista, como Eleanor Marx, Morris y Engels, todos antiimperialistas. El imperialismo fue la cuestión más divisiva para el movimiento socialista europeo en la Primera Guerra Mundial, como se relata en El imperialismo, fase superior del capitalismo de Lenin. En la Nueva Izquierda en Gran Bretaña, desde los años 60, el imperialismo fue una gran fuente de disputa. Aquellos identificados con la Primera Nueva Izquierda, como E. P. Thompson, Ralph Miliband y Raymond Williams, eran fuertemente antiimperialistas, mientras que la Segunda Nueva Izquierda, asociada a la New Left Review, o veían el imperialismo como una fuerza progresista de la historia, como Bill Warren, o tendían a restarle importancia. El resultado, en especial con la ideología de la globalización en este siglo, fue un declive dramático en los estudios del imperialismo (acompañado por crecientes estudios culturales de colonialismo y poscolonialismo) en Gran Bretaña y EE UU. La consecuencia lógica de esto es que alguien tan influyente en la academia de izquierda como David Harvey declare, como hizo recientemente, que el imperialismo se ha “revertido”, con Occidente ahora en el lado perdedor.

Esto nos lleva al muy débil desempeño de la izquierda en el desarrollo de una teoría del imperialismo ecológico o del intercambio ecológico desigual; producto del fracaso sistemático para explorar la despiadada expropiación capitalista de los recursos y la ecología en casi todo el mundo. Se trata del valor de uso, no solo del valor de cambio. Así, por ejemplo, las hambrunas en la India bajo el dominio colonial británico tuvieron que ver con cómo los británicos alteraron por la fuerza el régimen alimentario en la India, modificando los valores de uso, las relaciones metabólicas y la infraestructura hidrológica esencial para la supervivencia humana, al tiempo que drenaban el excedente del país. Aunque este proceso de expropiación ecológica ha sido entendido durante mucho tiempo por la izquierda en la India y en gran parte del resto del Sur Global, todavía no es enteramente comprendido por los marxistas en el Norte Global. Una excepción es el excelente Los holocaustos de la era victoriana tardía de Mike Davis. De manera similar, la expropiación masiva de guano en Perú –que incluyó la importación de trabajadores chinos en condiciones “peores que la esclavitud”– para fertilizar el suelo europeo, que había sido despojado de sus nutrientes, tendría todo tipo de efectos negativos a largo plazo en el Perú. Todo esto está ligado a lo que Eduardo Galeano llamó Las venas abiertas de América Latina.

La ecología y el imperialismo siempre han estado íntimamente relacionados y se entrelazan cada vez más. El informe Ecological Threat Register 2020 del Instituto para la Economía y la Paz indica que hasta 1.200 millones de personas podrían ser desplazadas, como refugiados climáticos, para 2050. En tales condiciones, el imperialismo ya no puede ser analizado al margen de la destrucción ecológica planetaria a la que ha llevado. Esto fue lo que Brett Clark y yo buscamos transmitir en The Robbery of Nature, y que junto a Hannah Holleman explicamos en “Imperialism in the Anthropocene”. En ese artículo concluimos que “no puede haber revolución ecológica frente a la actual crisis existencial a menos que sea antiimperialista, extrayendo su poder de la gran masa de la humanidad que sufre. (…) Los pobres heredarán la tierra o no quedará tierra para heredar”.

A. P.: Como hemos visto, el interés por el ecosocialismo de Marx ha crecido mucho en las últimas décadas. Pero esto va más allá de su contexto histórico particular. ¿Por qué es importante para el pensamiento ecológico actual volver a las ideas de Marx? ¿Y cuáles son los principales desafíos para el pensamiento ecológico marxista hoy?

J. B. F.: La ecología de Marx es un punto de partida, no un punto final. En el pensamiento de Marx encontramos los fundamentos de la crítica de la economía política, y también una crítica de las depredaciones ecológicas del capitalismo. Esto no era algo accidental, ya que Marx presentaba el proceso de trabajo de forma dialéctica, como la mediación entre naturaleza y sociedad. En Marx, el capitalismo, al alienar el proceso de trabajo, aliena también el metabolismo entre humanidad y naturaleza generando así una fractura metabólica. Marx llevó esto a sus conclusiones lógicas, argumentando que nadie es dueño de la tierra, sino que la gente simplemente tiene la responsabilidad de cuidarla y si es posible mejorar sus condiciones para las generaciones futuras, como si fueran cabezas de familia. Definió el socialismo como la regulación racional del metabolismo entre humanidad y naturaleza, con el fin de conservar la mayor cantidad posible de energía y promover el desarrollo humano pleno. No hay nada en la teoría verde convencional o incluso de izquierda, aunque el capitalismo sea cuestionado en parte, que tenga esta unidad entre crítica ecológica y económica, o una síntesis histórica tan completa. Por tanto, ante nuestra emergencia planetaria, el ecosocialismo ha acabado por descansar inevitablemente en la concepción fundacional de Marx. El movimiento ecologista, para que tenga alguna importancia, tiene que ser ecosocialista. Pero nuestra tarea no es entretenernos en el pasado, sino unir todo esto para enfrentar los desafíos de nuestro tiempo. Marx sirve para mostrar la unidad esencial de nuestras contradicciones político-económicas y ecológicas, y su fundamento en el orden social y ecológico alienado actual. Esto nos ayuda a desenmascarar las contradicciones del presente. Para llevar a cabo el cambio necesario debemos tener en cuenta cómo el pasado informa al presente y nos permite visualizar la acción revolucionaria necesaria.

El propósito del pensamiento ecológico marxista, además de comprender nuestras actuales contradicciones sociales y ecológicas, es trascenderlas. Dado que la humanidad se enfrenta a mayores peligros que nunca antes, dentro de un tren desbocado que se dirige al acantilado, esta debe ser nuestra principal preocupación. Hacer frente a la emergencia planetaria significa que debemos ser más revolucionarios que nunca, y no tener miedo a plantear la cuestión de alterar la sociedad (“de arriba abajo”, como decía Marx), partiendo de donde estamos. El enfoque fragmentado y reformista de la mayor parte del ambientalismo, que pone su fe en el mercado y la tecnología mientras se reconcilia con gran parte del sistema imperante, no va a funcionar; ni siquiera a corto plazo. Disponemos de más de un siglo de crítica socialista de las contradicciones ecológicas del capitalismo, con su enorme poder teórico, que apunta a una filosofía de la praxis diferente. En nuestro creciente reconocimiento de que no hay más remedio que dejar la casa en llamas del capitalismo, necesitamos una comprensión teórica más profunda de la posibilidad humana, social y ecológica de libertad como necesidad, como ofrece el marxismo ecológico. Como dijo Doris Lessing en su El cuaderno dorado, “el marxismo ve las cosas como una totalidad, relacionadas las unas con las otras”. Esta es la capacidad revolucionaria que más necesitamos hoy.

Alejandro Pedregal es escritor, cineasta y profesor en la Universidad Aalto, Finlandia. Su libro más reciente es Evelia: testimonio de Guerrero (Akal/Foca, 2019)

Notas

1/ Foster, John Bellamy (2004) La ecología de Marx. Marxismo y naturaleza. Barcelona: El Viejo Topo.

2/ De próxima publicación en castellano por Bellaterra y en catalán por Tigre de Paper.

3/ Los términos Lumière en francés y Enlightenment en inglés, que se refieren a la Ilustración, se pueden traducir como iluminación o esclarecimiento, además de significar luz en el caso del francés.

4/ Literalmente cuencos de polvo, en referencia a uno de los mayores desastres ecológicos del siglo XX.

Fuente: https://vientosur.info/ademas-de-comprender-las-contradicciones-actuales-el-proposito-del-pensamiento-ecologico-marxista-es-trascenderlas/

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Elecciones de Estados Unidos: Salto electoral y político de Democratic Socilaists of America (DSA)

Por: Víctor de la Fuente | Poder Popular 

Como era de esperar los ojos del mundo se posan estos días sobre las elecciones en Estados Unidos. En una jornada histórica, donde la participación electoral ha alcanzado máximos solo vistos en el año 1900, la presidencia sigue en el aire ante lo ajustado de las votaciones. Entre los dos candidatos que presenta el establishment norte americano, Biden y Trump, la experiencia de Democratic Socialist of America (DSA) ya comienza a cosechar victorias.

A nadie se le escapa que gane quien gane la carrera presidencial la situación en EEUU refleja una fuerte tensión social. La resolución de las votaciones en los estados de Michigan, Wisconsin, Nevada y Arizona allanan la victoria de Biden bajo las amenazas de Trump de no reconocer los resultados. Junto a ésto, la pandemia sanitaria y la inestabilidad política marcan el terreno del debate político desde hace meses. Tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis (en el Estado de Minnesota), el movimiento Black Lives Matter tomó las calles de todo el país frente a la política racista y clasista del presidente Donald Trump y sus fieles seguidores. Política que era tibiamente contestada, y en algunos casos acompañada por la dirección del Partido Demócrata.

Pero hay vida más allá del todo poderoso Partido Demócrata, concretamente más a su izquierda. En esta izquierda se desarrolla desde hace unos años la experiencia de Socialistas Democráticos de América (Democratic Socialists of America, DSA por su siglas en inglés). Un espacio siempre inhóspito para quienes miramos desde fuera de Estados Unidos lo que allí sucede. Un lugar que empezamos a conocer desde las pasadas primarias para la elección del candidato entre Hillary Clinton y Bernie Sanders y que seguimos con expectación durante el proceso que tristemente acabó con Joe Biden como candidato oficial para conseguir la presidencia en las elecciones que en estos días se dirimen.

A esta organización pertenece precisamente la ya famosa congresista latina Alexandria Ocasio-Cortez, reelegida en estas elecciones por el 14º distrito, parte del Bronx y Queens, donde ha conseguido recoger dos de cada tres votos emitidos. Junto a ella, el DSA ha conseguido otros 25 cargos institucionales en estas elecciones. Posiciones en ciudades importantes como Oakland y Richmond en el estado de Californnia, Rashida Tlaib, reelegida al congreso por Michigan, junto a Ilhan Omar, por Minnesota, Ayanna Pressley, por Massachusetts, y la ya mencionada Ocasio-Cortez en Nueva York. Además de varias y varios legisladores elegidos en sus respectivos estados y ciudades. Además de diversos referéndums sobre los que también se decidía en estas elecciones en diferentes estados. Como la subida del salario mínimo en lugares como Florida y Maine, a 15USD la hora, el control de las grandes rentas del capital, limitaciones ambientales y la prohibición de controles faciales por parte de la policía.

Desde el otro lado del Atlántico, Todd Chretien, miembro de Democratic Socialists of America en el Estado de Maine, nos traslada como viven estas horas mientras aún se siguen contando los votos y Trump lanza sus amenazas en la televisión. “Hay un sentimiento en DSA de que la campaña de Joe Biden fue un completo desastre. No podemos olvidar que él es un neoliberal, un racista y machista, acusado de abusar de una mujer hace años, animador directo de la política imperialista de los Estados Unidos. Desde luego que Biden no es el candidato de DSA, pero ante el modelo electoral con el que contamos aquí y frente a la ofensiva de Trump, la mayoría de nuestra organización decidió apoyar su campaña contra la de los republicanos. Ésto no significa de ninguna manera que la organización de DSA esté capturada por los demócratas» afirma Chretien.

«Hay una lucha a la izquierda del partido demócrata para organizar algo nuevo. DSA tiene una oportunidad en este momento para crecer y desarrollar su propia identidad, para lanzar sus propios candidatos”. Y es que desde DSA no son ingenuos por mucho que se rechacen las políticas de Trump, “la gran parte del Partido Demócrata, tanto los nuevos como los viejos miembros elegidos, son centristas, totalmente comprometidos con el camino neoliberal. Intentarán llegar a acuerdos con los republicanos. No tenemos esperanzas en un cambio importante por su parte. Claro que Biden acabará con algunas de las medidas más disparatadas de Trump, pero desde luego no pondrá en marcha la necesaria transformación ecológica del sector industrial, no aumentará los salarios, no fomentará el proceso de sindicalización de las trabajadoras y trabajadores, ni controlará a la policía. En definitiva, el Partido Demócrata sigue siendo completamente neoliberal”. Es por ésto que Todd es optimista respecto a las posibilidades de desarrollo político de DSA, “va a ser un periodo importante para DSA bajo la administración de Biden, vamos a ser la oposición por la izquierda del Partido Demócrata”.

Estos resultados que conocemos hoy no vienen de la nada, si hay otro aspecto por el cual es necesario acercarnos a la experiencia de DSA y su desarrollo, es por ser capaz de dar forma organizativa al proceso de politización que estos años atraviesa EEUU. “Éstos son unos grandes resultados y yo creo que DSA va a crecer más tras ellos” como nos comenta animado Todd Chretien y añade que “desde hace unas semanas lanzamos una potente campaña para atraer a más personas a formar parte de nuestra organización y ésta va dando resultados”. Y es que DSA contaba aproximadamente con 10.000 militantes en 2016 y ha llegado hasta los 70.000 en la actualidad y no descartan alcanzar los 100.000 en los próximos meses. Militancia sin la cual no serían posibles los resultados que hoy conocemos.

Mientras escribimos estas líneas y charlamos con  Todd Chretien, no se conoce aún quien es definitivamente el próximo presidente de los EEUU para los próximos cuatro años. Las sospechas que Trump intenta sembrar sobre el proceso electoral comienzan a movilizar a sus votantes, quienes ya se han presentado en varios colegios electorales reclamando que se detengan las votaciones. “En este momento hay muchas discusiones entre los sindicatos, las organizaciones feministas, el movimiento LGTBIQ, organizaciones de la población migrante, el movimiento estudiantil, DSA y todas las organizaciones progresistas ante la necesaria respuesta si Trump llegara a movilizar su base con el fin de detener el proceso electoral. No hay un comité central de la oposición, pero la gente si que está preparada y se están comenzando a dar algunas movilizaciones espontáneas”. En el caso concreto de DSA Todd nos señala como en el caso de Nueva York la organización ha llamado a manifestaciones esta noche a través de la campaña #ProtectTheResults. “Si hay un intento de golpe parlamentario-judicial de Trump contra el proceso electoral vamos a tener movilizaciones tremendas, pero si Trump fracasa no espero que veamos manifestaciones muy grandes en los próximos días. Depende de la respuesta de Trump en las próximas 24 y 48 horas”.

Víctor de la Fuente es militante de Anticapitalistas y miembro de la redacción de Poder Popular

*https://poderpopular.info/2020/11/05/elecciones-de-estados-unidos-salto-electoral-y-politico-de-democratic-socialists-of-america-dsa/

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La pandemia destruye el 7% de la fuerza laboral en la educación superior de EEUU

  • Los centros privados han mostrado algunas tímidas señales de mejora.
  • La pandemia del coronavirus continúa haciendo mella entre las universidades de Estados Unidos, tanto en el desplome de las matrículas como en la fuerza laboral dentro de la educación superior patria. De hecho, ésta se ha contraído ya un 7% desde el pasado febrero, una destrucción de empleos sin precedentes que pone de manifiesto la incertidumbre en curso a medida que la recuperación económica se modera y los contagios por Covid-19 superan ya los 8,2 millones a este lado del Atlántico. 

    Según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, por sus siglas en inglés) entre febrero y agosto de este año se han registrado 337.000 trabajadores menos entre las instituciones de educación superior privadas y las controladas por los gobiernos estatales del país. En ningún momento desde que se comenzaron a contabilizar oficialmente las dinámica laborales de esta industria a finales de la década de los 50, las universidades han despedido a tantos empleados a un ritmo tan sorprendente.

    No obstante, los centros privados han mostrado algunas tímidas señales de mejora. Si entre febrero y abril estas instituciones despidieron un total de 237.000 empleados, desde entonces han vuelto a contratar alrededor de 100.000 trabajadores. En comparación, los centros públicos controlados por los estados han registrado una pérdida mensual de al menos 200.000 puestos de trabajo desde abril.

    En estos momentos todavía es difícil determinar qué clase de puestos de trabajo entre los centros universitarios han sido los más afectados y podrían sufrir cambios estructurales a medio y largo plazo. Muchas universidades han eliminado ciertos programas deportivos, como la natación y tenis. Otras facultades han eliminado algunas titulaciones y planes de estudios, como como idiomas y sociología, entre otros.

    Muchas universidades han eliminado ciertos programas deportivos, como la natación y tenis

    Todo ello en un momento en que la radiografía del número de matriculaciones este otoño pone de manifiesto que menos estudiantes han optado por continuar con sus títulos universitarios este semestre, ante los temores de un incremento de las infecciones y las limitaciones educativas de muchas universidades que han trasladado buena parte de sus clases a un formato digital y online.

    El National Student Clearinghouse Research Center indicó que hasta el pasado 10 de septiembre, las matrículas entre estudiantes universitarios bajó un 2,5% este año en todos los tipos de instituciones, mientras que el número de estudiantes graduados aumentó un 3,9%. De esta forma, la inscripción general dentro de la educación superior estadounidense se mantienen un 1,8% cuando se compara con el mismo período del año pasado.

    El número de matriculaciones se ha reducido entre todos los grupos raciales y étnicos, con caídas más pronunciadas del 8% entre los nativos americanos. El recuento de estudiantes blancos y negros disminuyó un 6% mientras que el de los hispanos y asiáticos cedió más de un 3%. Los primeros datos también muestran una caída abrupta del 11,2% en las inscripciones de estudiantes internacionales.

    Aún así, las instituciones públicas que ofrecen titulaciones de cuatro años parecen registrar mejores resultados que las universidades privadas. Las universidades públicas en zonas urbanas han experimentado un ligero repunte en sus matrículas, aunque en las areas rurales se han seguido experimentando caídas. En los community colleges, las matriculaciones han caído un 8%, continuando así con la tendencia a la baja que Clearinghouse ya notó durante el verano.

    Las universidades públicas en zonas urbanas han experimentado un ligero repunte en sus matrículas

    Geográficamente, el Medio Oeste del país experimentó la caída más pronunciada, con un 5,7%. Las universidades de esta región han inscrito a menos estudiantes Durante los últimos años, en gran parte debido a las tendencias demográficas. Un aspecto positivo del informe es que el número de matriculaciones entre estudiantes que aspiran a un máster aumentó un 2,7%.

    La destrucción de empleo entre los centros universitarios así como la caída de matriculaciones coincide a su vez con el freno en los pagos de préstamos estudiantiles. Según datos analizados por el experto en educación superior Mark Kantrowitz, vicepresidente de análisis en la plataforma savingforcollege.com, menos del 11% de los estudiantes están costeando sus créditos durante la pandemia. Es decir, solo alrededor de 4,6 millones de los 42 millones de prestatarios en EEUU continúan pagando su deuda universitaria.

    La tolerancia del gobierno durante la pandemia ha permitido congelar los pagos de los préstamos federales en un momento en que muchos estudiantes han visto cómo sus ingresos se han agotado debido a la crisis desatada por la pandemia.

    Los préstamos a estudiantes han superado durante mucho tiempo el apalancamiento de las tarjetas de crédito y créditos para comprar coches como una de las principales carga para los estadounidenses. Anualmente, el 70% de los graduados universitarios comienzan su vida laboral con una deuda que oscila una media de 30.000 dólares, aunque en algunos casos ésta supera los 100.000 dólares.

    El 70% de los graduados universitarios comienzan su vida laboral con una deuda que oscila una media de 30.000 dólares

    Los datos dados a conocer por el Institute for College Access and Success (TICAS, por sus siglas en inglés), indican que el 62% de los estudiantes universitarios que se graduaron en 2019 contaban con algún tipo de deuda relacionada con sus estudios frente al 65% de la promoción de 2018. La cantidad adeudada también disminuyó ya que estos prestatarios debían una media de 28.950 dólares, casi un 1% menos que los 29.200 dólares registrada por los graduados un año antes.

Fuente: https://www.eleconomista.es/ecoaula/noticias/10853592/10/20/La-pandemia-destruye-el-7-de-la-fuerza-laboral-en-la-educacion-superior-de-EEUU.html

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Green jobs for graduates: what should you study and how can you reskill?

Green jobs for graduates: what should you study and how can you reskill?

Leah Bennett has always wanted to make a difference. The 23-year-old graduate from Preston has volunteered to clean up beaches, investigated the politics behind the Amazon forest fires, researched alternatives to plastic packaging and given up her time to edit a digital magazine for the environmental organisation Louder Than The Storm.

Jobs with purpose wanted
Bennett isn’t alone in looking for graduate opportunities in the environmental sector. A 2018 survey from the Department for Business, Energy and Industrial Strategy found that almost two-thirds (60%) of 18-24 year olds were interested in pursuing a career in the green economy. Even in other industries, this generation of young jobseekers wants to work for organisations that takes sustainability seriously. The graduate recruitment app Debut found that 89% of female and 80% of male students and graduates say they want to work for an organisation with a strong environmental policy. Increasingly, those credentials are being highlighted in job ads, even if the role itself would not be considered “green”.

“It’s becoming a real differentiator for companies,” Kim Connor Streich, marketing director at Debut, says. “And there are an awful lot of opportunities outside of the traditional ‘green’ companies, or on graduate schemes, where you get an all-round understanding of what companies are doing, with the chance to specialise later.”

The green boom
The good news is that the green jobs market is growing fast. Renewable energy, electric vehicles (EV) and smart technologies are at the heart of the UK’s plans to reach net zero carbon emissions by 2050. Worldwide, the Global Commission on the Future of Work expects 24m new jobs to be created by the green economy over the next 10 years.

Graduates from Stem (science, technology, engineering and mathematics) subjects will be key in helping the UK achieve net-zero carbon emissions, says Jacqui Murray from Innovate UK, who leads the Faraday battery challenge for EVs. But part of her mission is also to encourage young people to appreciate the range of skills that will be needed in a green future. “Stem is always a labour of the heart,” she says. “It’s problem solving and it’s teamwork. It’s something everybody can contribute to. You may not be a world-leading scientist, but you may be someone who can fit the pieces together in a facility in Southampton.

“The real power is in the cross-discipline nature of what we do. Stem skills are absolutely going to be at the heart of the green economy, but the ability to communicate and translate those ideas is really important [as well].”

A young woman is working on a wind turbine in an engineering workshop. She is wearing a protective mask as well as blue coveralls.

The benefit of a fresh pair of eyes
Irfan Lohiya, the founder of Green Recruitment Solutions, says he’s seen an increase in demand for graduates in sectors such as waste recycling, water, renewable energy and green investment since he launched his business in 2013. “Organisations have realised that they need to source talent,” he says. “There is an ageing workforce right now in the sector.” A lot of the roles are technical, he adds, and engineering degrees are highly sought after. “Process engineering comes up a lot. Chemical engineering is good because it can be applied to water, waste management and energy process industries.”

In the energy and sustainability consulting sector, Inspired Energy launched its first graduate scheme last September, hiring six candidates from a variety of academic backgrounds to spend two years across its different departments. It’s been so successful that the programme is being extended to 20 graduates this year. “[Graduates] are hungry and ready to get started. And we’ve enjoyed having fresh pairs of eyes,” says Matt Jones, commercial director for optimisation at the firm. “Seeing the enthusiasm light up in them when they latch on to this subject is brilliant.”

Getting the right job for you
Part of the challenge in finding the right role in the green economy is how broad the sector is, says Shannon Houde, a career and executive coach for the impact sector and author of Good Work: How to Build a Career that Makes a Difference in the World.

“I break it down into five key categories: corporate responsibility and sustainability; social impact and international trade and development; sustainable finance and responsible investment; environmental (for example, renewable energy); and smart cities and food.” As well as looking to big brands, such as Unilever, Patagonia and Nike, there are opportunities in the public sector, non-governmental organisations, industry associations and consulting. “There are lots of SMEs worth looking at too, from sustainable fashion to vegan food companies,” she says.

Quote: 'There’s going to be more and more growth in this space. It is definitely a way to future-proof [your career] way beyond your own personal values'

 

Hat maker working in her studio.

Future-proofing your career
Graduates should emphasise skills such as building relationships, communication, project management, research, analysis and reporting, Houde says. It also pays to focus your attention on one or two impact issues, which you can talk about in an interview. That approach has worked for Bennett, who has secured three paid, part-time internships by highlighting the skills she does have. At the Centre for Global Eco-Innovation at Lancaster University, she’s now working as an environmental and sustainability researcher. “I told them: ‘I’m good at research, I can communicate information and I can make it accessible.’ These skills come in handy in so many ways.”

In a challenging post-pandemic jobs market, aligning yourself with the green economy could be a shrewd move, Houde adds. “There’s going to be more and more growth in this space. It is definitely a way to future-proof [your career] way beyond your own personal values.”

To search for all the latest green jobs visit Guardian Jobs

Fuente de la Información: https://www.theguardian.com/guardian-green-jobs/2020/oct/19/green-jobs-for-graduates-what-should-you-study-and-how-can-you-reskill

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Cómo retransmitir clases online logrando una buena calidad de audio y video

Cómo retransmitir clases online logrando una buena calidad de audio y video

Impartir docencia telemática conlleva el reto de convertir un aula en una suerte de plató

La situación sanitaria obliga intermitentemente a los cierres de aulas y a tener que impartir enseñanza semipresencial o completamente telemática. En muchos casos los equipos directivos de los centros y los docentes se sienten perdidos por las dudas sobre cómo poder retransmitir online las clases con garantías. Sobre todo aquellos que imparten asignaturas prácticas.

Al fin y al cabo hay que convertir un aula en una suerte de plató desde el que transmitir imágenes y sonido en directo. La lista de dudas que puede asaltar a los docentes puede ser enorme: ¿basta con una única webcam? ¿qué características debe tener? ¿dónde debo ubicarla? ¿se escuchará bien la explicación? ¿se verá correctamente lo que escribo en la pizarra?…

Primer reto: lograr imágenes de calidad

Hay escenarios donde bastaría con la cámara incorporada de un ordenador, una tableta o un teléfono para retransmitir una clase teórica con calidad suficiente para ser entendida. Aunque incluso en esas circunstancias hay dificultades que deben afrontarse: una iluminación escasa o poder colocar la cámara fácilmente con un ángulo idóneo.

Lo ideal para retransmitir una clase sería disponer de dos cámaras. Una que permita ver al profesor, y la pizarra si es que se usa una, y otra colocada de forma que capte un plano cenital para mostrar objetos, documentos o esquemas trazados sobre un papel en una mesa (esto puede evitar el uso de una pizarra).

Lo más importante es que la cámara muestre perfectamente al profesor. Incluso por una cuestión psicológica, pues ver al docente ayudará a los alumnos a conectar mejor con la clase. Si esta es semipresencial no es necesario mostrar a los alumnos que acuden a clase. Incluso puede haber problemas legales con esto.

En muchos casos usar una webcam integrada en un ordenador puede ser algo engorroso, pues si hay que mostrar un plano amplio en el que se vea al profesor de pie o escribiendo en una pizarra, este debe mover el ordenador. Sería posible usar una tableta o un teléfono, una solución menos engorrosa si queremos cambiar de plano. Pero una pantalla pequeña dificulta ver a todos los alumnos conectados y hace más complicado al profesor mostrar recursos compartiendo la imagen de su pantalla.

A veces usar la webcam integrada en un ordenador no es la mejor solución

Por eso es recomendable usar un ordenador en muchas ocasiones. Las cámaras que estos integran normalmente es recomendable usarlas cuando el profesor puede permanecer sentado cerca. Pero lo ideal es usar una webcam externa y asegurarnos de que es posible colocarla en un trípode. También tiene importancia la calidad de imagen que sea capaz de proporcionar. Es recomendable que la cámara pueda retransmitir imágenes con resolución Full HD y tenga un objetivo suficientemente luminoso.

Un modelo interesante es la webcam Logitech C930E Business. Muestra un amplio ángulo de visión de 90 grados, dispone de un clip ajustable y una rosca para montarla en un trípode, incorpora dos micrófonos omnidireccionales y permite mediante una aplicación usar zoom digital y variar el grado de inclinación. Logitech además asegura que muestra imágenes correctas incluso con poca luz ambiental. Además dispone de una tapa para cerrar el objetivo y asegurarnos de cuando está emitiendo imágen. Su precio oficial es de 139 euros.

Una opción más económica es la Aukey Webcam, una de las más vendidas en Amazon. Con un precio de 50 euros en el momento de escribir estas líneas, este modelo tiene funciones similares a la de Logitech, aunque el ángulo de visión que capta es menor: 65 grados. Algo que puede ser una limitación importante en ciertas clases. Tampoco cuenta con un software especial como la de Logitech, por lo que no permite el uso del zoom.

Si utilizamos un trípode inclinable, podemos mostrar documentos u objetos sobre una mesa. Existen numerosos modelos en el mercado que permiten esto. Para evitar mover la cámara es recomendable usar dos conectadas a un mismo ordenador. Al elegir entre la señal de una u otra cámara es recomendable usar la aplicación ManyCam. Esta simplifica el proceso e incorpora numerosas herramientas para mejorar las videollamadas.

ManyCam es una aplicación que incorpora varias herramientas para mejorar las videollamadas

Es posible que algunos se pregunten si existen webcams inalámbricas para moverlas más fácilmente. Hay algunos modelos muy profesionales capaces de prescindir de los cables, pero la inmensa mayoría funcionan con un cable USB para transmitir con mejor calidad la señal de vídeo. Si el cable no es tan largo como nos gustaría podemos usar un cable extensor USB.

Siempre es bueno que el sonido se emita con la mejor calidad posible y sin ruido de fondo, eso facilitará la concentración de los alumnos en la clase. Pero además hay materias, como las del aprendizaje de idiomas, en las que el audio debe tener una excelente calidad. Para mejorar este aspecto en vez de recurrir al micrófono de la webcam podemos usar uno externo de mayor calidad.

Segundo reto: el sonido

Hemos tenido la ocasión de probar el atr2500x-usb de Audio Technica, un micrófono de condensador, los de mayor calidad para retransmitir la voz, que realiza la conversión entre sonido analógico y digital sin necesidad de usar otro tipo de hardware. Un producto de buena calidad para usar en clase que mejora espectacularmente el sonido que emitimos. Eso sí, debemos situarnos cerca de él al hablar. A cambio muchos de los sonidos de fondo se anularán y la voz se escuchará más nítida.

Una de sus ventajas es que se conecta mediante un puerto USB directamente al ordenador. Lo que facilita mucho su uso en Windows o Mac OS. Una vez conectado en las preferencias del sistema operativo debemos activarlo como fuente principal de sonido. Lo que anulará el sonido de la webcam al emitir el vídeo.

Conviene antes de usarlo realizar algunas pruebas de grabación para que en función de la potencia de nuestra voz calculemos la distancia a la que debemos colocarnos. También puede ser una buena opción para registrar el sonido cuando nos movemos el usar un micrófono de corbata, como los que se usan en televisión, conectado a la entrada de audio del ordenador.

Por unos 10 euros encontraremos modelos con varios metros de cable que registran nuestra voz mucho mejor que el micrófono de una webcam. Aunque sin llegar al nivel de calidad de micrófonos de condensador como el de Audio Technica. En cualquier caso es importante señalar que el uso de micrófonos no siempre es necesario. Solo, como indicamos, en el caso de que la calidad sonora que puede registrar la webcam o el ordenador sea insuficiente.

No siempre es necesario el uso de un micrófono externo, pues el mismo ordenador puede dar una buena calidad de sonido

Fuente de la Información: https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20201030/4969226871/online-colegio-clases-audio-video-videoconferencia.html

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Walking to school was common in the 1980s but now we drive our kids in record numbers

Walking to school was common in the 1980s but now we drive our kids in record numbers

Alison Bunbur

In the 1970s and ’80s most of us walked or rode a bike to primary school without thinking too much about it.

Cars were expensive and few families had more than one, so if your school was close and the rain or heat wasn’t terrible, walking or cycling was the most obvious way to get there.

My family has been very lucky to live close to a local school situated near good public transport, and walking to school has always been part of our routine.

When my two boys were too young to walk or cycle on their own, it was easy to walk with them as part of my journey to work.

A school child and a parent walk on a footpath with a shadow in front of them

Leaving the house for school in those days felt like escaping through a magical sliding door — from the rush and stress of the school morning routine to a slower, calmer world.

Once outside the door, irritation about lost lunchboxes and last-minute permission slips would dissipate. Our paces matched. I got to hear a bit more about what was going on in their young lives and minds.

Then there is the quiet pleasure of the walk itself: the unscheduled but happy meeting of a favourite friend or animal along the way, the seasonal scoffing of mulberries overhanging a laneway en route, the complicit exchanges of harried parents, a sudden waft of jasmine announcing spring.

Walking to school helps us to feel as though we’re living in a real neighbourhood and community that only footfall on pathways can create.

The benefits of living as much as possible outside of the urgent, car-driven world seem obvious.

An anonymous primary school child walking to school in Brisbane.
What can we do to get more kids walking to school?(ABC News: Chris Gillette)

Today we drive our kids to school in record numbers. The national rate of «active travel to school», as the experts call it, has declined over the past 40 years from 75 to 25 per cent of trips.

Much of this can be explained by growing car ownership, changing family dynamics and increasing distances between some homes and schools.

But there have also been changes in how far kids are allowed or are willing to go. Nearly 60 per cent of Australian parents report that the distance from home to school is three kilometres or less.

It’s a trend that’s reflected in many other OECD countries and worries policymakers in the fields of both health and transport.

Health professionals estimate that more than 70 per cent of children and 91 per cent of young people do not meet minimum physical activity recommendations.

But it’s also a transport issue.

In recent years I have worked with other transport policymakers and planners on how future transport systems can keep up with growing populations. The research clearly shows small changes in people’s travel behaviour to make fewer car trips can make a big difference in how the transport system copes.

A school crossing sign.

The report surveyed 3,400 people from across NSW.(ABC News: Robert Koenig-Luck) 

Parents are role models

Whether we like it or not, parents are role models and habits are formative.

«Active travel to school» is one of 10 priority areas proposed by the Australian Health Policy Collaboration and more than 70 leading chronic disease experts to fix the growing obesity and chronic health crisis.

And you don’t have to be a transport professional to see that school trips in cars are also bad for traffic congestion and road safety. Queues of cars around schools and local roundabouts make crossings dangerous for walkers and cyclists.

While these trips may seem short and innocuous, the sheer volume of them also clogs up the wider network, diminishing air quality and the way our cities function.

Experts estimate that the additional congestion costs generated by school trips in cars is in the hundreds of millions of dollars.

So what can we do to get more kids walking or riding a bike to school?

Good pedestrian infrastructure, pleasant walking and cycling environments and safe crossings are critical, of course.

The good news is that transport planners are increasingly seeing streets as places for walking or riding bikes, and pedestrians and cyclists as more than just safety risks to be mitigated.

But parents’ perceptions are also a key obstacle to more kids cycling and walking to school, particularly when the decision is to let them do this independently.

Could you be breaking the law?

It’s not helpful that in some places letting a child go to school on their own could be classed as breaking the law.

In 2017 the ABC reported on a notice published in a school newsletter bearing the Queensland Police Service insignia telling parents that children under the age of 12 cannot walk or ride to school alone.

For the past 10 years, Queensland’s criminal codes have made it an offence to leave a child under 12 unsupervised for an «unreasonable» time (although legally speaking the report argued that this was unlikely to mean a blanket ban on kids under 12 making their way to school alone).

But parents’ thoughts and perceptions on official guidance and social norms are important.

A 2016 study in Victoria found parents were more likely to restrict their child’s independent mobility if they were worried about being judged by others.

However, the biggest barrier to more parents letting their children walk or ride to school alone is parental concern about speeding cars and other traffic dangers.

This is followed by fears around «stranger danger» and abduction (although statistically speaking, kids are much safer on the street than online).

A boy with a maroon school backpack walks down a suburban footpath past houses and trees

Leaving the house for the walk to school feels like escaping through a magical sliding door from the stress of the morning routine to a slower, calmer world.(Supplied)

It’s understandable — the urge to keep kids safe is hardwired in parents. But when we choose to drive to school, we only add to the real traffic dangers and risks even as we continue to frame it as a problem created by others.

Or as a legendary outdoor poster by Dutch satnav maker TomTom proclaimed in 2010: «You are not stuck in traffic. You are traffic.»

The impact of COVID-19

The pandemic is also influencing people’s travel choices. On the one hand, local walking and cycling trips are on the rise as more people work from home. Around Australia, demand for new bikes is famously outstripping supply.

But it’s also possible that continued anxiety around exposure to others (particularly on public transport) may persuade us that we’re better off staying inside our bubbles on wheels.

These days, my kids are older and get to school by themselves.

My youngest son still walks to school via the same route I take to the train station and prefers neither of his parents accompany him. It’s a change that seemed to happen almost overnight. One morning the boys simply walked out the door on their own, leaving a house that felt suddenly very quiet.

I do miss walking and talking with them sometimes; that everyday invitation to spend more time in the present.

But it would be hard not to celebrate their independence, confidence and ability to successfully navigate the outside world for themselves.

I also hope that walking to school with the kids will mean remembering less about the fretful assembly of school lunches and missing library bags and more about chance encounters with puddles, plants and people.

And sometimes, on a lucky day, the feeling of a small hand slipped quietly, without too much thought, into mine.

Alison Bunbury is a mother of two who encourages her boys to walk to school. She also works in transport policy but this opinion is her own.

Fuente de la Información: https://www.abc.net.au/news/2020-10-20/walk-to-school-children-transport-traffic-health-safety/12660300

 

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‘My Faith in This World Is Gone.’ For Protesters Injured by Police, There’s No Real Recovery

‘My Faith in This World Is Gone.’ For Protesters Injured by Police, There’s No Real Recovery

Shantania Love was walking away from law enforcement officers at a protest in Oak Park, Calif., on May 29 when they started firing projectiles to disperse the crowd. Love believes it was a rubber bullet that permanently blinded her.

Ellen Urbani shook her head in disbelief as she scanned the cobwebbed shelves of her suburban garage, looking for items that might protect her at a Black Lives Matter protest. “This is absurd,” she thought. “I can’t believe I let people talk me into thinking I need this stuff.”

She dusted off her son’s snowboard helmet and hooked it onto a backpack that held her daughter’s swim goggles, her asthma respirator and a change of clothes in case the long-sleeved yellow V-neck she was wearing burned off from chemical gas. She scribbled her husband’s name and phone number on her thigh in permanent marker, in the event she became incapacitated. With her auburn hair braided into pigtails, the 51-year-old author then left the safety of her 43-acre farm outside Portland, Ore., on July 24 to link arms with hundreds of other mothers demanding justice for George Floyd.

By midnight, Urbani says, federal agents had enveloped the protesters in a cloud of gas, and flash grenades exploded. Projectiles as big as softballs began to fly. As the women around her choked and vomited from the fumes and as bodies began crashing into each other, Urbani reminded herself that she’s “just a mom,” a law-abiding former Peace Corps volunteer and a threat to no one. “Then I felt my bone break,” says Urbani. “It felt like being hit by a 90-m.p.h. baseball.”

Ellen Urbani was hit in the foot by what she believes was a rubber bullet at a protest in Portland, Ore., on July 24.

Ellen Urbani was hit in the foot by what she believes was a rubber bullet at a protest in Portland, Ore., on July 24.
While taking part in the largest sustained social justice mobilization in modern U.S. history, dozens of people have been beaten with batons, hit by cars, doused in pepper spray and critically wounded by rubber bullets, beanbag rounds and other police weapons. More than 93% of Black Lives Matter protests across the U.S. have been peaceful, according to an analysis of more than 7,750 demonstrations from May 26 to Aug. 22 by the nonprofit Armed Conflict Location & Event Data Project. Even so, at least 115 protesters were shot in the head, face and neck with various projectiles, including bullets and tear gas canisters, from May 26 to July 27, according to a report by Physicians for Human Rights. The nonprofit health-advocacy group compiled its data from news and medical reports, social media posts and lawsuits.
Compared with other Black Lives Matter protesters injured by law enforcement, Urbani knows she is one of the luckier ones. She was hit in the foot by what she believes was a rubber bullet, which shattered her big toe. It’s slowly healing as she undergoes physical therapy, but her mental anguish is here to stay. “I never thought I’d be shot in my own city by my own countrymen,” says Urbani, who comes from a military family and who had always respected law enforcement.

«I never thought I’d be shot in my own city, by my own countrymen.»

In the competition to define what has happened in America’s streets since Floyd’s death on May 25, critics of the protests point to the handful of cities where stores were burned or looted. Advocates for protesters reply that, regrettable as those incidents may be, property can be restored. But the bodies of demonstrators have been irreparably damaged—often in incidents documented by cell-phone cameras, posted to social media and replayed on local and national news. Millions of people saw footage of a young woman being knocked to the ground in New York City and of an elderly man bleeding from his ear after being shoved to the pavement in Buffalo, N.Y. They watched as a New York Police Department (NYPD) vehicle sped up and drove into a crowd of protesters.

In each case, the outrage is compounded by the setting: a protest over police brutality. And months later, after the attention has shifted elsewhere, the injured are left to navigate a new set of challenges: mounting medical bills, job losses, unquenchable anger and time-consuming lawsuits that end up costing taxpayers more than they cost the targeted police department. Only occasionally do they see the officers who have changed their lives charged with crimes or fired from their jobs.

Federal agents use crowd-control munitions to disperse Black Lives Matter demonstrators during a protest in Portland, Ore., on July 24.

Federal agents use crowd-control munitions to disperse Black Lives Matter demonstrators during a protest in Portland, Ore., on July 24.
Marcio Jose Sanchez—AP

“It’s not the police departments that feel the weight and burden of it,” says Jennvine Wong, a staff attorney with the Legal Aid Society.

In New York City alone, taxpayers spent $220 million to settle more than 5,800 lawsuits filed against the NYPD during the 2019 fiscal year, according to the latest data released by the city comptroller. In 2018, Chicago taxpayers spent more than $113 million—the highest amount since at least 2011—to settle police-misconduct lawsuits and pay for outside lawyers, according to an analysis by the Chicago Reader. Breonna Taylor’s family settled with the city of Louisville, Ky., for $12 million after police shot her to death in her own apartment, but protests have continued over the decision not to prosecute officers for her killing.

“My faith in this world is gone,” says Dounya Zayer, the young woman who was pushed by a police officer during a Black Lives Matter march in New York City on May 29. The 21-year-old had a seizure after her head smacked against the curb and has yet to recover from the concussion and back injury that she suffered. “I’m angry and scared and depressed,” she says. “I know I’m not the only one.”

On July 11, Donavan La Bella was holding a stereo above his head at a Portland, Ore. protest, blasting a song by the artist Dax called “Black Lives Matter,” when a line of U.S. Marshals across the street began launching smoke canisters. Cell-phone footage shows La Bella, 26, calmly kicking aside a canister that landed at his feet, then picking it up and tossing it away before lifting the stereo above his head again. Seconds later, as La Bella stands in place, not moving toward the officers, he’s shot between the eyes with an “impact munition” and drops to the ground.

La Bella’s skull was fractured, and the bones around his left eye socket were broken. He has trouble concentrating and controlling his emotions and suffers from extreme sensitivity to light and sound and impaired vision, says his mother, Desiree La Bella. “Try to imagine having a migraine for a minimum of 12 hours a day for five, six weeks straight,” his mother says. “You can’t get away from that kind of pain.” La Bella spent most of the past two months in the hospital, having returned there on Aug. 17 for the third time to treat a sinus and brain infection as well as a cerebrospinal fluid leak, conditions related to his injuries.

Donavan La Bella was shot with impact munition at a protest in Portland, Ore., on July 11, fracturing his skull and breaking the bones around his left eye socket.

Donavan La Bella was shot with impact munition at a protest in Portland, Ore., on July 11, fracturing his skull and breaking the bones around his left eye socket.
Courtesy the La Bella Family

“The trauma we are facing now is long-lasting,” says Zayer, who still has seizures, suffers migraines and struggles to keep food down. The former competitive gymnast is in physical therapy up to five times a week when she’s not sitting in a waiting room to see multiple specialists. “Physically and mentally, I feel like a whole different person,” she says. “I don’t think I’m ever going to be the same.”

Zayer was one of dozens of protesters who testified in June about being shoved, kicked and violently wrangled by police, during a three-day public hearing held online by the New York attorney general. Some displayed cuts and bruises as they told investigators they were kicked in the jaw, thrown against brick walls and pushed off bikes. NYPD Commissioner Dermot Shea testified that hundreds of police officers were injured during the first few nights of protests as some demonstrators looted and threw bottles, bricks, trash cans and rocks at them. Others set fire to police vehicles and attacked precincts. “This was some of the worst rioting that occurred in our city in recent memory,” he said, adding that it’s difficult for officers to avoid interacting with peaceful protesters while dealing with violent ones. Since protests erupted in the city on May 28, an NYPD spokesperson said, more than 470 officers have been wounded, including 20 who have not yet recovered enough to return to work. Zayer and other witnesses challenged that narrative.

“I didn’t often see cases where protesters were fighting back,” said Whitney Hu, a Brooklyn activist who aided Zayer and more than a dozen others who were pepper sprayed or beaten with batons. “I saw protesters hiding or trying to help others who’ve been wounded.”

Shantania Love, a 30-year-old Sacramento mother of two, was walking away from law enforcement officers at a protest in Oak Park, Calif., around midnight on May 29 when they started firing projectiles to disperse the crowd. Love believes a rubber bullet hit her in the eye, permanently blinding her in that eye, as she turned around to look for her brother. “My eye was blown to pieces,” says Love, who underwent two surgeries in an attempt to save her vision. “It was probably the worst pain I’ve ever felt, and I pushed out two kids.”

Love now struggles with mundane tasks like pouring a cup of juice or walking up and down the stairs because of her skewed depth perception. For days, her youngest daughter, who is 5, cried when she saw Love’s wounded eye. Love hasn’t been able to return to work as a medical assistant and consequently lost her health benefits in August. “I have to pay for everything myself,” she says through tears.

Love with her two daughters outside Sacramento on Oct. 4.

Love with her two daughters outside Sacramento on Oct. 4.
Andres Gonzalez for TIME

“Her life has been so radically altered, it’s just devastating,” says Love’s lawyer, Lisa Bloom, who filed a lawsuit against the city and county of Sacramento, the state of California and numerous officers for damages. “It may have been a split second for them to pull the trigger. It’s a lifetime of pain for her and many others.” A Sacramento Police Department spokesperson said the department has not yet confirmed it was responsible for Love’s injury, since multiple outside agencies responded to the protests. The incident is still under review.

Many of the weapons used by police in recent protests, like rubber bullets and beanbag rounds, are deemed “less-lethal” by law enforcement, even though they can maim and kill. From January 1990 to June 2017, at least 53 people died after such weapons were used for crowd control in incidents around the world, according to a 2017 study published in the medical journal BMJ Open. Three hundred others suffered permanent disability, often from being struck in the head and neck. “Bullets by another name are still bullets,” says Dr. Rohini Haar, the study’s lead author. As an emergency doctor in Oakland, Calif., Haar says she witnessed the damage of the projectiles firsthand in 2014, when rubber bullets were used on Black Lives Matter protesters amid unrest over a St. Louis grand jury’s decision not to charge the officer involved in Michael Brown’s shooting death. When police answered protests with violence in 2020, she was not surprised.

«The level of violence that police officers have used throughout history, against people exercising their constitutional right to protest, is really quite staggering.»

Neither were historians. Recent accounts of police aggression mirror those seen multiple times in American history, according to historian and author Heather Ann Thompson, who studies 1960s and ’70s policing and protest movements. Her book, Blood in the Water, about the Attica, N.Y., prison uprising, won the 2017 Pulitzer Prize in History. “There’s a long, long history of this,” says Thompson, citing the 1968 protest at the Democratic National Convention and a massacre that same year in Orangeburg, S.C., in which law enforcement killed three students and wounded more than two dozen others during a civil rights protest. “The level of violence that police officers have used throughout history, against people exercising their constitutional right to protest, is really quite staggering,” she says.

What’s new, Thompson says, is that police are militarized, often with surplus U.S. Army equipment designed for use in wars of occupation. And in 2020, police actions, and those of white, far-right groups claiming to want to protect businesses and towns from protesters, have been emboldened by a sitting U.S. President, she says. “None of these other presidents would have verbally celebrated white-vigilante, racist violence the way that Donald Trump has,” Thompson says.

Trump has generalized Black Lives Matter protesters as “violent anarchists” and threatened to quell demonstrations with federal forces. “These are not ‘peaceful protesters,’” he tweeted in part on Sept. 8. “They are THUGS.”

During the decade that Martin Gugino has spent protesting, the 75-year-old retiree has been arrested at demonstrations four times and faced charges ranging from misdemeanor trespassing to demonstrating without a permit. He had never been convicted in court or injured at a protest until June 4, when a police officer in Buffalo, N.Y., pushed Gugino onto the pavement. In some of the most graphic footage to emerge from the protest movement, Gugino is seen staggering backward, then falling on his back to the sidewalk, his head slamming to the ground. Blood leaks from his ear, and more than a dozen officers in riot gear stream past the apparently unconscious man without helping him.

The last thing Gugino remembers seeing is a line of helmeted officers coming toward him with batons. “When I was in the hospital,” Gugino says, “I thought, ‘What’s all the fuss about?’ And then I saw the video and I said, ‘Oh yeah, I get it.’” He suffered a fractured skull and concussion and was hospitalized for about a month—the last three weeks of which were spent in physical therapy, relearning how to walk. When he was first hospitalized, Gugino says he could not hear anything because his ears were full of blood. Gugino, who’s hoping for a full recovery, says the experience was a small sample of what Black people endure on a daily basis. “It’s unacceptable,” he says of police violence. “They need to be corrected. The cops have just got the wrong idea. And bad ideas have bad consequences.”

Martin Gugino was shoved by police officers in Buffalo, N.Y., on June 4.

Martin Gugino was shoved by police officers in Buffalo, N.Y., on June 4.
Mike Desmond—WBFO NPR/AFP/Getty Images

Some officers are facing those consequences. On June 6, prosecutors charged two officers involved in Gugino’s incident with felony assault. Four other law enforcement officers in Indiana and Philadelphia are facing assault charges for clashes caught on camera. One is accused of pepper spraying protesters in the face while they were kneeling. Another allegedly clubbed a college student on the head with a metal police baton, resulting in a gash that required about 20 staples and sutures, according to prosecutors.

The New York City police officer who pushed Zayer, Vincent D’Andraia, was charged with misdemeanor assault and faces up to one year in jail if convicted. D’Andraia was initially suspended from the force for 30 days without pay. He’s now on modified assignment while he awaits a court hearing, an NYPD spokesperson said. His lawyer declined to comment. “They put a Band-Aid on a bullet wound,” says Zayer, who wanted D’Andraia to be fired.

For people whose cases don’t end in charges against police—often because their injuries are not caught on camera—the only way to seek accountability is through civil lawsuits. On Aug. 24, Urbani and three other injured demonstrators filed a class-action lawsuit, claiming the federal agents Trump deployed to Portland used “unconstitutional and unnecessary force” against protesters. Attorney General William Barr defended the agents’ actions in testimony before the House Judiciary Committee on July 28, saying “violent rioters and anarchists have hijacked legitimate protests.”

Love now struggles with mundane tasks like pouring a cup of juice or walking up and down the stairs because of her skewed depth perception.

Even when departments settle lawsuits, they’re rarely required to admit fault, meaning the injured may walk away with some funds to help pay medical expenses but no acknowledgment of wrongdoing. Love knows that, and that no amount of money will replace her eye. But she would rather fight for a piece of justice than do nothing.

“I have children,” she says. “I don’t want them to grow up in a world where this type of behavior is tolerated.”

Fuente de la Información: https://time.com/5894356/protesters-injured-police/

 

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