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Conspiranoia política

Por: Leonardo Díaz

Gracias a la cultura digital, los usuarios conforman mundos de datos personalizados reforzando sus creencias y deseos a partir de la información que proporcionan a los sistemas algorítmicos de las redes sociales.

Ante el asombro internacional, el proceso electoral estadounidense ha sido enrarecido por una atmósfera de conspiranoia creada por el 45to presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

El presidente candidato ha “denunciado” un supuesto fraude perpetuado por el Pardido Demócrata, con el apoyo de todos los medios de comunicación que han proyectado la victoria de su opositor, Joe Biden, y por implicación, con el contubernio de miles y miles de personas que se requerirían en cada Estado de la Unión Americana para ejecutar la infamia.

Durante la campaña electoral el presidente había diseñado una estrategia de descrédito sobre el proceso y sus rivales. “Advirtió” que intentarían robarle las elecciones mediante el voto por correo que, debido a las características de grandes segmentos de la población con intención de voto demócrata en los Estados Unidos, favorecía mayoritariamente a Joe Biden.

“¿Por qué Trump denuncia fraude electoral?” es el título de un artículo publicado en este mismo periódico por el psiquiatra Raj Persaud, https://acento.com.do/opinion/por-que-trump-denuncia-fraude-electoral-8880105.html?fbclid=IwAR3WwTCOCkaInssFqZz-3eBY7-mjJxEThM2eLrGh7Ef1n68Q5NAmdqO6J2Y interrogante que muchas personas habrán realizado en los últimos días.

En su artículo, Persaud reseña un estudio realizado durante las elecciones del año 2016, publicado recientemente en la revista Research & Politics, acerca de los efectos producidos por la retórica conspirativa relacionada con la interferencia electoral en adultos norteamericanos con edad de votar. (https://journals.sagepub.com/doi/pdf/10.1177/2053168020959859).

Los resultados del estudio son preocupantes. La exposición a una retórica conspirativa relacionadas con interferencias electorales aumenta los sentimientos de ira, frustración e indignación reduciendo la credibilidad en las instituciones democráticas.

Las teorías conspirativas tienden a prosperar, como señala en una reciente entrevista el psicólogo evolutivo Steven Pinker, https://elpais.com/ideas/2020-11-07/steven-pinker-el-partido-democrata-debe-distanciarse-de-la-palabra-socialismo.html?ssm=FB_CC&fbclid=IwAR3wlLvy1Nwy3zcMxWv_rPPzE3WUK3BWeTKAGwzKx9dq2AED33QBcndtj64 porque los seres humanos nos nutrimos de narraciones para lidiar con los problemas de la vida cotidiana.

Estas narrativas simplifican el mundo comprendiéndolo en dicotomías: bueno-malo; seguro-amenazante; pro-vida-anti-vida; entre otras dualidades. Estos relatos han sido útiles para nuestra sobrevivencia como especie.

Las referidas narraciones refuerzan el sentido de co-pertenencia a la tribu donde los individuos se interpretan a sí mismos como encarnaciones del lado positivo de las dicotomías y colocan al integrante del otro grupo (étnico, religioso, ideológico) en el lado negativo de las mismas.

Gracias a la cultura digital, los usuarios conforman mundos de datos personalizados reforzando sus creencias y deseos a partir de la información que proporcionan a los sistemas algorítmicos de las redes sociales. En esta atmósfera, se propagan los prejuicios conspirativos de los colectivos más predispuestos a ellos, como los derrotados de una contienda electoral.

Así, la conspiranoia poselectoral estadounidense es comprensible, pero no deja de ser injustificable que una tendencia irracional de los seres humanos sea explotada de manera ególatra e irresponsable por un líder autoritario, apoyado por una maquinaria partidaria que intenta obtener capital político a costa de las instituciones, las leyes y la ciudadanía.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/conspiranoia-politica-8881879.html

 

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Ganó Biden, ¿y ahora qué?

Por Atilio A. Borón

Ponernos en guardia y recordar que con Trump o con Biden seguimos a merced de la voracidad imperial por nuestros recursos naturales.

Los demócratas y los republicanos son administradores del imperio, nada más. Pero en su encarnación física, personal, idiosincrática, hay matices que no se deben desdeñar. Fidel siempre decía: “Dios no existe, pero está en los detalles.” Que Elliot Abrams, Marco Rubio, Ted Cruz, Bob Menéndez y la Ileana Ross pierdan su acceso directo a la Oficina Oval que les garantizara Donald Trump revela una diferencia que sería absurdo subestimar. Es sabido que ambos partidos han perpetrado toda clase de crímenes, en todo el mundo y que su simple enumeración insumiría decenas de páginas. Pero en esta reciente elección se corría un riesgo adicional: una ratificación plebiscitaria para mantener por cuatro años más a un hampón como Donald Trump en la Casa Blanca habría tenido funestas consecuencias para nuestros países. Mencionemos apenas tres. Primera, la inmediata activación de la “carta militar” contra Venezuela que Mike Pompeo preparara durante su gira de hace apenas un par de meses visitando Brasil, Colombia y Guyana (tres países fronterizos con la nación bolivariana) amén del cercano Surinam.

Segundo: un Trump “recargado” habría intensificado las sanciones y el bloqueo en contra de Cuba, Venezuela y Nicaragua y aumentado sus presiones en contra de los gobiernos de Argentina y México, que los asesores más reaccionarios de Trump, aunque parezca mentira, consideran como “aliados” o “cómplices” de la subversión chavista. Tercero, la reelección del magnate neoyorquino habría reforzado la gravitación regional de Jair Bolsonaro, Iván Duque y la derecha radical en Latinoamérica y el Caribe. Estos tres “detalles”, que no significa sean nimiedades, son más que suficientes para recibir con cierto alivio la derrota del magnate neoyorquino. En suma: había una elección entre el peor y el malo, y prevaleció el último. Decepcionante, ¡seguro!, pero estas son las “opciones” que el imperio siempre tiene para ofrecer. Desconocer esta verdad, asentada sobre un registro histórico de más de doscientos años, equivale a confundir ilusiones con la realidad.

Bien, y entonces: ¿qué decir de Joseph Biden? Es un viejo político (cumplirá 78 años el 20 de noviembre) del establishment conservador norteamericano, con 47 años transitando por los laberintos del poder en Washington. Fue senador desde 1972 hasta que, en el 2009, juró como vicepresidente a Barack Obama. A lo largo de este casi medio siglo hay muy poco en su record como para esperar un viraje significativo en la política exterior de Trump, especialmente en el siempre turbulento ámbito de las relaciones hemisféricas. Lo que sí hay es la certeza de que a lo largo de tantos años en el Senado fue cómplice, beneficiario -o por lo menos silente testigo- de la tantas veces denunciada corruptela institucionalizada en Washington, de los jugosos contratos y concesiones ofrecidas a las empresas del complejo militar-industrial y, luego del crash de las hipotecas del 2008, del fabuloso salvataje concedido por el Tesoro al corrupto sistema bancario estadounidense. Todo esto transcurrió bajo su mirada y en ningún momento insinuó disconformidad o incomodidad moral.

La renovación o el “nuevo comienzo”, retórica a la cual son tan afectos los presidentes de Estados Unidos cuando desplazan a sus oponentes no se condice con la promiscua relación que Biden -¡al igual que Trump, pero “guardando las formas”!- mantiene con la burguesía imperial. Por ejemplo, su costosa campaña electoral se vio facilitada por el generoso financiamiento que le otorgaron las grandes corporaciones. Un informe revela que Joe Biden recibió donaciones de 44 multimillonarios; pero su acompañante, Kamala Harris, lo superó al obtener aportes de 46 multimillonarios estadounidenses. En términos individuales Trump se benefició de la prodigalidad de Sheldon Adelson, el dueño de un casino en Las Vegas y, según The Guardian, un “ardiente conservador pro-israelí” que terminó donando 183 millones de dólares para la campaña del neoyorquino. Biden, a su vez, recibió un donativo del exalcalde de Nueva York y magnate de los medios de comunicación Michael Bloomberg por valor de 107 millones de dólares. Como puede verse, parecería haber un pequeña contradicción con el principio elemental de toda democracia de un hombre/una mujer un voto. Porque, ¿qué dudas cabe que tanto Adelson como Bloomberg podrán hacer oír su voz más claramente que las de John y Maggie?, que no pudieron donar siquiera veinte dólares para ningún candidato en la pujante democracia estadounidense. Por eso tiene razón Telma Luzzani cuando habla del “gatopardismo” de Biden.

Habrá, eso sí, un cambio de estilo: al olvido pasarán los gestos matonescos y groseros de Trump y compañía (Pompeo y Bolton, especialmente) y, aparentemente, habría una cierta intención de reflotar el multilateralismo y buscar compromisos manteniendo el uso de la fuerza como una alternativa pero no como la primera prioridad. En esa línea Biden prometió reincorporar a su país a los Acuerdos de París sobre el cambio climático; regresar a la Organización Mundial de la Salud para colaborar en la lucha contra la pandemia, y a la UNESCO, de la cual Washington se había retirado aduciendo un supuesto “sesgo anti-israelí” de esa organización. Pero hay que recordar que Estados Unidos había dejado de financiar a la UNESCO en el 2011, bajo la presidencia de Barack Obama y cuando Joe Biden ¡era su vicepresidente!

Desde el Senado Biden se preocupó por cimentar la fortaleza del complejo militar-industrial y la estabilidad del sistema financiero en la gran crisis del 2008. Ante la catástrofe sanitaria precipitada por el negacionismo de Trump en relación a la covid-19 podría tratar de resucitar el “Obamacare” como un esquema muy módico de salud pública. Pero acompañó con su voto en el Senado las invasiones a Irak y Afganistán y como vicepresidente avaló las operaciones militares en Libia y Siria. En lo tocante a nuestros países, también en su calidad de vice de Obama, Biden respaldó el golpe en contra de Juan Manuel Zelaya (Honduras, 2009); la intentona golpista en contra de Rafael Correa en el 2010; contra Fernando Lugo (Paraguay, 2012) y el fraudulento proceso del “impeachment” en contra de Dilma Rousseff, entre 2015 y 2016 en Brasil. No hay, por lo tanto, razones para celebrar nada, excepto la derrota de Trump.

En el número de Marzo-Abril de la revista Foreign Affairs, una especie de biblia para el establishment estadounidense, Biden publicó un artículo en donde anticipa lo que haría si llegase a la Casa Blanca. El título –“Why America Must Lead Again”- no deja lugar a dudas sobre la absoluta fidelidad de este personaje a la tradición del “excepcionalismo” estadounidense. El mundo necesita un líder y Estados Unidos debe retomar ese papel, otorgado nada menos que por Dios y abandonado por Trump que erró el camino al intentar que Estados Unidos “fuese grande otra vez” abdicando de su responsabilidad de mantener el orden internacional y desairando a sus aliados y amigos. Su programa tiene tres ejes: la renovación y fortalecimiento de la democracia dentro de Estados Unidos y en el concierto internacional; nuevos acuerdos comerciales para contener a China y evitar que sean ella y sus aliados quienes fijen las reglas del juego, algo que el imperio reclama como su absoluta prerrogativa tal como ocurriera a la salida de la Segunda Guerra Mundial; y, por último, sentar una vez más a Washington en la “cabecera” de la mesa de las negociaciones internacionales.

China y Rusia aparecen claramente como los enemigos de Estados Unidos, en línea con las tesis dominantes sobre todo desde los tiempos de Obama. El lenguaje utilizado en algunos pasajes es alarmante y nada tiene de diplomático, y recuerda algunas de las bravuconadas e insolencias de Trump. Por ejemplo, califica al gobierno de Vladimir Putin como un “sistema de cleptocracia autoritaria” mientras que dijo que Xi Jiping “era un matón”, aparte de acusar a China de robar descaradamente derechos de propiedad intelectual y los bienes de las grandes empresas y los ahorristas estadounidenses. En relación a la democracia promete convocar, en el primer año de su mandato, a una gran conferencia con los “líderes amigos” (que ya nos imaginamos quienes serán) para construir una coalición internacional que impulse la democracia y los derechos humanos y combata a la corrupción, y que trabaje coordinadamente sobre la base de una agenda común. Biden cree que una de las mayores fracturas de nuestro tiempo es la que divide a democracias de diversas formas de autoritarismo. No es lo mismo pero guarda un cierto parecido con la “Internacional de la Nueva Derecha” promovida, bajo los auspicios de Trump, por el estratega ultraderechista Steve Bannon. En poco tiempo la verdad saldrá a la luz y se podrá ver quiénes son los réprobos y quienes los elegidos; quienes los demócratas y quienes los autoritarios.

Para concluir: creo que nada bueno cabe esperar de este recambio. Se aventó el riesgo mayor y nada más. En el 2008 y comienzos del 2009 la progresía europea y latinoamericana sucumbió a la “Obamamanía” y pensó, en un alarde de ingenuidad, que un presidente afroamericano obraría el milagro de transformar la naturaleza del imperio y convertirlo en el demiurgo de la paz eterna ambicionada por Immanuel Kant. La desilusión de aquellas bellas almas henchidas de inocencia no pudo ser mayor.

Hay un riesgo, si bien no igual, de que ocurra lo mismo con Biden. El motivo de estas líneas no es otro que ponernos en guardia ante tal eventualidad y caer en un desarme ideológico; y recordar que con Trump o con Biden seguimos a merced de la voracidad imperial por nuestros recursos naturales, en un clima ideológico signado por una paranoia que visualiza a este continente como estando a punto de “caer en las garras” de China o Rusia. El tono de la “Guerra Fría” que impregna el escrito de Biden es inocultable. Queda, con todo, una tenue esperanza: que haga memoria y retome, aunque sea en parte, la política de Obama con Cuba y restablezca las relaciones diplomáticas a nivel de embajador, levante las asfixiantes restricciones en materia de viajes, remesas, comercio, turismo e intercambio cultural y, en última instancia, relaje en algo los rigores de ese verdadero crimen de lesa humanidad que significa el bloqueo al cual la Isla rebelde ha sido sometida durante 60 años. Y, por añadidura, que proceda igualmente en relación a la República Bolivariana de Venezuela poniendo fin al papelón internacional de la Casa Blanca en su pretensión de hacer de un esperpento como Juan Guaidó un “presidente encargado” de ese país y se avenga a dialogar con el gobierno de Nicolás Maduro, abandonando definitivamente la ruta de la confrontación elegida por Trump y que, al igual que lo ocurrido con Cuba, fracasara estrepitosamente.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/304770-gano-biden-y-ahora-que

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Hergit Llenas nos comenta: ¿Por qué renuncian masivamente los maestros?. Estados Unidos

Tres de cada cinco llamadas de parte de los administradores de las escuelas de D.C., tienen como objetivo plantear la renuncia permanente a sus funciones. Una de las razones más contundentes es la falta de moral, asociada con el desconocimiento de los procesos implicados en la reapertura de los planteles escolares.

De hecho, el presidente del Consejo de Oficiales Escolares, en una entrevista para The74milion.org, confesó que su gremio ha gastado una cantidad de tiempo exorbitante tratando de convencer a la gente de no renunciar. El directivo escribió una carta a los líderes que manejan la ciudad de Washington D.C. con los elementos que percibe como faltas garrafales en el plan (¿o falta de plan?) para la susodicha reapertura.

La renuncia también aplica a los maestros, que dicen estar estresados de cara a un problema cuya esencia es multifacética. Por un lado, está el asunto del virus. En D.C., la mayoría de los docentes son miembros de una minoría. Y es precisamente entre las comunidades minoritarias donde se ha detectado una mayor incidencia del Covid-19.

Por otro, está latente el tema de las tensiones raciales. Y, por último, existe falta de confianza en el corazón de los maestros en relación con la habilidad de sus líderes de planear la vuelta a la escuela de una forma sensata.

Ya la renuncia de los administradores es mala noticia, pero la de profesores tiene consecuencias todavía más desastrosas. Pregúntele a cualquier estudiante sobre su vínculo con uno o varios de maestros y escuchará, como expresa Alex O’Sullivan, que «la relación adulta más importante que un chico tiene fuera de su familia, es con su maestra(o)». Y de ahí que, cuando un maestro considerado «muy efectivo» se muda de escuela o renuncia, su decisión causa un efecto perjudicial en los estudiantes.

Es por eso que una masa significativa de educadores demanda que los distritos actúen con mayor transparencia, a fin de construir confianza entre los subordinados y sus empleadores. «Lo más básico es que por lo menos te contesten qué está pasando, cuando les preguntas», dice Katherine, una maestra de pre-kinder en el municipio cuatro del distrito de Columbia.

Al parecer, el incentivo salarial de la capital, que se encuentra entre los mejores de Estados Unidos (como promedio, más de $76.000 dólares al año), no alcanza para desarrollar una fuerza laboral robusta que llene la demanda creada por la falta de maestros.

¿Cómo solucionar esto? Según el ex-profesor O’Leary, construir un clima de confianza en los sistemas escolares va a requerir que cese el control o fuerza ejercida de arriba hacia abajo.

Argumenta que, para invertir las dinámicas de poder, de forma tal que las directrices vengan de abajo hacia arriba, él, junto con el State Board of Education están proponiendo un proyecto de ley cuyo objetivo sería la publicación de los datos asociados con los maestros. Los mismos incluirían: raza, dónde viven, cuántos años de experiencia tienen, etcétera.

La falta de voz y de respeto es una de las principales razones por la que los docentes renuncian. Implicarlos en el proceso de decisión-planeación es lo menos que se podría hacer para levantarles la moral, intentar detener la hemorragia de sus renuncias y evitar que la educación se debilite aún más.

Fuente: http://eltiempolatino.com/news/2020/nov/12/opinion-por-que-renuncian-masivamente-los-maestros/

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Russian hackers are still going after coronavirus vaccine makers, Microsoft warns

Russian hackers are still going after coronavirus vaccine makers, Microsoft warns

Microsoft wants Russian and North Korean hacking groups to just cut it out already.

In a Nov. 13 blog post, Microsoft’s vice president of customer security and trust, Tom Burt, details repeated efforts by state-sponsored hacking groups to infiltrate companies around the globe. And unlike the popular conception of hackers targeting customers for profit, the victims this time around are working to develop vaccines and treatments for COVID-19.

Hospitals and medical researchers have, in the past, been casualties of state-sponsored hacking efforts. However, the latest efforts from one Russian and two North Korean groups — which Microsoft claims involve spear phishing and password spraying — represent the continuation of a disturbing new trend.

«Among the targets, the majority are vaccine makers that have Covid-19 vaccines in various stages of clinical trials,» writes Burt. «One is a clinical research organization involved in trials, and one has developed a Covid-19 test.»

This is not the first time we’ve heard about hackers going after coronavirus researchers. In July, the Department of Justice unsealed an indictment accusing two Chinese hackers of «[probing] for vulnerabilities in computer networks of companies developing COVID-19 vaccines, testing technology, and treatments.»

That same month, the UK’s National Cyber Security Centre published a report accusing a Russian hacking group, known as Cozy Bear, of «[targeting] various organisations involved in COVID-19 vaccine development in Canada, the United States and the United Kingdom, highly likely with the intention of stealing information and intellectual property relating to the development and testing of COVID-19 vaccines.»

In other words, this isn’t a new problem. As such, in Friday’s blog post, Burt argues that an international coalition is needed to properly address this.

«At a time when the world is united in wanting an end to the pandemic and anxiously awaiting the development of a safe and effective vaccine for Covid-19,» writes Burt, «it is essential for world leaders to unite around the security of our health care institutions and enforce the law against  cyberattacks targeting those who endeavor to help us all.»

And yeah, as the coronavirus spreads like wildfire in the U.S. ahead of what is likely to be a very deadly winter, a little global cooperation sure would be nice right about now.

Fuente de la Información: https://mashable.com/article/microsoft-russian-north-korean-hacking-coronavirus-vaccine/

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As Educators Await, Arguments Suggest High Court Unlikely to Strike Down ACA

As Educators Await, Arguments Suggest High Court Unlikely to Strike Down ACA

The U.S. Supreme Court on Tuesday appeared unlikely to strike down the Affordable Care Act in its entirety in a high-stakes case that has implications for some school employees as well as for young people on their parents’ insurance plans.

«We ask ourselves whether Congress would want the rest of the law to survive if an unconstitutional provision were severed,» Chief Justice John G. Roberts Jr. said during the arguments in California v. Texas (Case No. 19-840) in reference to a 2017 action by lawmakers to eliminate the penalty for not complying with the individual mandate of the 2010 ACA.

«Here, Congress left the rest of the law intact when it lowered the tax to zero,» Roberts added. «That seems to be compelling evidence on the question.»

Looking at the court’s precedents regarding «severability,» Justice Brett M. Kavanaugh said, «It does seem fairly clear that the proper remedy would be to sever the mandate provision and leave the rest of the act in place, the provisions regarding preexisting conditions and the rest.»

Roberts was the author of the court’s 5-4 decision in 2012 in National Federation of Independent Business v. Sebelius, which upheld the ACA based on Congress’s taxing authority. The chief justice joined with the court’s liberal bloc in upholding the law in that decision and in one later case that fundamentally attacked the law.

But the addition of three new members to the court in recent years with less of a track record on the ACA has prompted fears among the law’s supporters, especially with the death in September of Justice Ruth Bader Ginsburg, who had voted to uphold the law, and her replacement by Justice Amy Coney Barrett, who had questioned the 2012 decision in her writings as a law professor.

The court is considering a lawsuit brought by Texas and 17 other mostly Republican-led states challenging the constitutionality of the ACA after Congress in 2017 eliminated the penalty for not complying with the law’s individual mandate. A federal district court held that the entire law was unconstitutional because the individual mandate was no longer sustainable under the tax-power theory that the Supreme Court had relied on in Sebelius.

While an appeal was pending in the U.S. Court of Appeals for the 5th Circuit, in New Orleans, President Donald Trump’s administration announced that it would no longer defend the law. California and 19 other states plus the District of Columbia stepped in to defend the law’s constitutionality.

The 5th Circuit court last year struck down the individual mandate, but said the trial court should re-examine whether the rest of the ACA could be severed from the mandate and saved.

Both the American Federation of Teachers and the National Education Association joined a friend-of-the-court brief in support of California.

«Safeguarding the health and safety of students, families and our communities is a national priority, and any attempt to dismantle the health care, on which more than 20 million Americans depend, should be soundly rejected,» NEA President Becky Pringle said in a statement Tuesday.

‘A Naked Command’

Kyle D. Hawkins, the solicitor general of Texas, told the justices Tuesday that even with the elimination of the tax penalty, the ACA’s mandate for most Americans to buy health policies was «a naked command to purchase health insurance, and, as such, it falls outside Congress’s enumerated powers.»

«The mandate is inseverable from the three-legged stool» that the court referred to in Sebelius to describe the ACA’s critically interacting provisions, he said.

Acting U.S. Solicitor General Jeffrey B. Wall, representing the Trump administration in support of Texas and the other challengers, said, «Congress did a very targeted thing in 2017. It said we don’t want people to have to make this payment anymore if they don’t want to get insurance. … But they didn’t amend or alter the text of the act.»

Michael J. Mongan, the solicitor general of California, said that the challengers’ view that the mandate is unconstitutional and thus the entire law must fall «would cause enormous regulatory disruption, upend the markets, cast 20 million Americans off health insurance during a pandemic, and cost the states tens of billions of dollars during a fiscal crisis.»

Mongan was joined by Donald B. Verrilli Jr., who was representing the U.S. House of Representatives in support of the law.

«The Affordable Care Act has been the law of the land for 10 years,» said Verrilli, who was the U.S. solcitor general under President Barack Obama and successfully argued the Sebelius case.

«The health-care sector has reshaped itself in reliance on the law,» Verrilli said. «Tens of millions of Americans rely on it for health insurance that they previously couldn’t afford. Millions more rely on the act’s other protections and benefits. 
In view of all that has transpired in the past decade, the litigation before this court, the battles in Congress, the profound changes in our healthcare system, only an extraordinarily compelling reason could justify judicial invalidation of this law at this late date.»

The nearly two-hour argument included complicated discussions of legal standing and hypothethicals about a federal command to fly a U.S. flag, plant trees, or wear a mask to fight COVID-19.

The court’s three more-liberal justices—Stephen G. Breyer, Sonia Sotomayor, and Elena Kagan—said little to suggest they would strike down the entire law.

«The 2017 Congress has already told us that it doesn’t want the rest of the act to fall, correct?» Sotomayor said to Verrilli, who quickly agreed.

Barrett, closing out her second week of arguments, asked tough, sometimes technical, questions of both sides, and did not clearly reveal her hand, though she may have leaned toward some of the challenger’s arguments.

«What should we make of the fact that Congress didn’t repeal the provision?» she asked Mongan. «You’re asking us to treat it as if it functionally has been repealed, but that’s not what Congress did.»

Justice Samuel A. Alito Jr., who has consistently voted against upholding the ACA, said there was a «strange aspect» to the case, a «sea change that’s occurred in the understanding of the role of the individual mandate between our first Affordable Care Act case and today.»

He referred to the fact that the removal of a penalty for Americans who do not obtain insurance has not seemed to imperil the overall operation of the law, as Congress feared when it enacted the measure.

«At the time of the first case, there was strong reason to believe that the individual mandate was like a part in an airplane that was essential to keep the plane flying so that if that part was taken out, the plane would crash,» Alito added. «But now the part has been taken out and the plane has not crashed.»

Fuente de la Información: http://blogs.edweek.org/edweek/school_law/2020/11/arguments_suggest_supreme_cour.html

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Estados Unidos: John M. Belk Endowment Impact Fellows Gain Valuable Research, Career Experience Through Work at Belk Center for Community College Leadership and Research

John M. Belk Endowment Impact Fellows Gain Valuable Research, Career Experience Through

Work at Belk Center for Community College Leadership and Research

Kenzie Bell has always been interested in the intersection of education and policy, particularly as public education relates to nonprofits and government entities, so when she learned about an opportunity at the NC State College of Education’s Belk Center for Community College Leadership and Research just four days before the application deadline, she rushed to apply.

Bell was selected as one of three John M. Belk Endowment Impact Fellows from across the state who will work with faculty and staff at the Belk Center from August 2020 to May 2021. The fellowship is a paid program that provides hands-on experience for students currently enrolled in a higher education program in North Carolina with a goal of helping students gain exposure to the inner workings of organizations playing a variety of critical roles across North Carolina’s education landscape.

“When I saw the description of the fellowship and how it was trying to get young people from different backgrounds to think about education in this way, I thought it was perfect,” Bell said.

Since beginning her fellowship in August, Bell has been largely focused on logistical aspects and communications related to the Dallas Herring Lecture, which took place on Nov. 10, 2020, while fellows Grey Martineau and Julia Whitfield have been focused on helping to draft a series of policy briefs related to various issues surrounding community college education and equity in community colleges.

“I feel like I’m getting a lot of hard skills to put on my resume, especially in terms of what research looks like in a professional setting,” Martineau said. “All of the research that I’ve ever done has been for class papers, but it’s been really interesting working with a team for research and it’s been a good experience in learning what that delegation looks like.”

Whitfield, who is currently applying to Ph.D. programs, said that the opportunity to witness and contribute to the Belk Center’s research and to see how faculty are conducting research to disseminate practical information that can have a significant impact has been valuable.

The experience she’s gained so far as a John M. Belk Endowment Impact Fellow, she said, has helped her to see new possibilities for her future career.

“I want to do a Ph.D. program and I know with that comes publishing papers, but after that I’m not totally certain that I’ll stay at an institution. Some kind of policy or advocacy work at some kind of organization would be ideal, but that still requires the research aspect,” Whitfield said. “I would really like to work at a place like the Belk Center, because I feel like they have their hands in a lot of important places.”

All three fellows are supervised by Jemilia Davis, Ph.D., director of strategic initiatives and external relations at the Belk Center, but they have had the opportunity to work and speak with other faculty members including Audrey Jaeger, Ph.D., W. Dallas Herring Professor in the College of Education and executive director of the Belk Center, as well as Assistant Director of Research Andrea DeSantis and Postdoctoral Research Scholar Monique Colclough, Ph.D.

Bell, who is currently earning a master’s degree in elementary education from Wake Forest University, also had the opportunity to have a conversation with College of Education Dean Mary Ann Danowitz, D.Ed., about her future career as an educator.

“It was really great to talk to her and I really appreciated speaking with her about how education is a network and hearing her thoughts. To hear her talk about the theoretical underpinnings in education and the way the College of Education approaches education was really interesting,” Bell said. “She gave me advice to learn as much as I can and to get as much out of the fellowship as I can.”

Fuente de la Información: https://ced.ncsu.edu/news/2020/11/13/john-m-belk-endowment-impact-fellows-gain-valuable-research-career-experience-through-work-at-belk-center-for-community-college-leadership-and-research/

 

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¿De qué democracia están hablando?

Por: Aram Aharonian

Las mayores barbaridades, fraudes, golpes de Estado y genocidios de los últimos 200 años se han realizado en nombre de la sacrosanta democracia, que pareciera ser el escudo protector de las intereses de las grandes empresas trasnacionales y su cohorte de políticos y gobernantes de nuestro mundo tan poco occidental como cristiano.

En cada pantalla de televisión del mundo, en todos los idiomas, uno puede ver al aún presidente estadounidense Donald Trump desarrollando su plan lleno de mentiras y amenazas (fakes) en vivo y en directo en nombre de la democracia.

Se proclama vencedor sin serlo y denuncia fraude electoral por si el voto por correo le da la victoria a Joe Biden, impugna las elecciones en los estados donde pierde y si los tribunales estatales aceptan, apela al Supremo, donde acaba de asegurarse amplia mayoría y completa su golpe mientras envía a su masa fascistoide a intimidar a  quienes protesten.

Desde el gabinete presidencial se ha difundido el bulo, la mentira, de que la izquierda quiere derrocarlo con un golpe de Estado en las calles, construyendo el relato para justificar su maniobra y su previsible represión. Pero hay que entender el sistema deductivo: en realidad no existe tal izquierda, pero para ellos todo el que no vote a Trump es de izquierda o terrorista.

Trump y los republicanos entienden que su mejor respuesta es suprimir el voto en una democracia que gobiernan sin gozar del apoyo de una mayoría. Esta no es una contienda normal, sino un referendo sobre el ocupante de la Casa Blanca. O como repite el senador demócrata Bernie Sanders, sacado de la contienda antes que se volviera demasiado peligroso, es una elección entre la democracia y Trump.

Sólo un presidente republicano ha ganado el voto popular desde 1988. Trump ganó con 46 por ciento en 2016 y nunca ha logrado obtener 50 por ciento de apoyo durante su gestión. No sería la primera vez que los republicanos y el poder militar y empresarial impidan asumir al ganador de unas elecciones (Gorge Bush contra Al Gore, Trump contra Hillary Clinton). Nadie descarta el fraude trumpiano: para ganar hace cuatro años requirió la ayuda de los rusos.

Pero llamar progresista de centro-izquierda a Biden y sus huestes demócratas es una atropello a la inteligencia. Las grandes empresas que apostaron por cualquiera de los dos candidatos asisten con nervios a ver cuál de sus mandados será el presidente en un escenario difuso, electoralmente hablando. El que está ganando y ganará es el gran capital.

Ambos (Trump y Biden) se proclaman presidente en un sistema electoral complejo, hecho a medida para que las minorías o cualquier movimiento social y político que nazca de las raíces del pueblo, sea abortado, ahogado, sin posibilidad alguna de acceder a las instituciones que están perfectamente acorazadas y armadas por un capitalismo imperialista que ambos, demócratas» y republicanos practican desde hace un siglo.

Más allá de todo, queda la reflexión de los más de 65 millones de personas que votaron a Trump aún sabiendo de su ideario y prácticas fascistas. No solo es la  América profunda, sino también la superficial. Trump, el presidente más antidemocrático de la historia estadounidense, conecta con las clases populares más que los expertos, encuestas y los liberales.

El fascismo vuelve a ser la respuesta a la incertidumbre de mucha gente como ocurrió en los años 1930 en Europa. “Te vendo miedo al otro para que compres mi seguridad. Por eso aunque pierda, el trumpismo seguirá, porque él es el síntoma, la enfermedad es el neoliberalismo que provoca las desigualdades”, nos recuerda Javier Gallego en eldiario.es.

Y aunque pierda y Biden logre asumir, deja un tsunami global, basado en la legitimización del odio –machismo, homofobia, racismo, clasismo-. Es una guerra contra el progreso y la igualdad en la que la clase dominante lanza a la clase trabajadora contra sí misma para mantener el orden vigente. Tu enemigo es el pobre, el inmigrante, el okupa, las feministas, los homosexuales, no el empresario que los explota y explota el planeta.

Impuso en estos cuatro años de gobierno, la cultura del matonismo fascista en su discurso político hacia dentro y hacia afuera y le dio carta blanca a los violentos y fascistas del mundo para intimidar no sólo a sus oponentes sino también a los diferentes. Es el niño abusador del colegio, el matón que desaloja a los pobres de los pisos de su padre, el histrión mussoliniano que triunfa en la tele.

Ha banalizado el mal. No ha tenido empacho en lanzar a las masas contra la prensa, contra las mujeres, contra los supuestamente rojos, contra los negros, contra los progres. Incendia las calles para expulsar al disidente, limitar las libertades, imponerse. Y, lamentablemente, su modelo “democrático” es imitado en muchos países europeos y, también  latinoamericanos.

Ha popularizado la hegemonía de la mentira, con falsedades, bulos o bolas, (fake-news al por mayor), en una propaganda fascista multiplicada por medios de comunicación y redes sociales, en manos de pocos grandes empresarios. Al igual que en la época del nazifascismo, creó hegemonía engañando, enfrentando, polarizando.

David Sherfinsky señala en el Washington Times, que se trata de un demagogo desatado, poseído por una nietzschiana voluntad de poder que exalta como patriotas a los automovilistas que acosaron y bloquearon al bus en que viajaba Joe Biden por Texas; que desafía la legislación electoral y cualquier otra, incluida la tributaria; que se burla de la “corrección política” tan cultivada por sus rivales.

Indica que maneja con perversa maestría las redes sociales, que se enfrenta e insulta a los medios concentrados (CNN, el New York Times, el Washington Post y toda la prensa “culta”), que se construye como el gran defensor del “little guy”, de la gente común, olvidada por el elitismo gerencial de los republicanos tradicionales y el globalismo neoliberal de los demócratas y que cristaliza el apoyo de un imponente bloque social pulsando las potentes cuerdas del resentimiento, el odio, el temor que abren la Caja de Pandora del racismo y la xenofobia.

El discurso de Trump exalta la perdida grandeza de su país amenazada por los pérfidos chinos que “inventaron al coronavirus para poner a Estados Unidos de rodillas”, grandeza que él se propone recuperar a cualquier precio.

Sí, fue capaz de negar el coronavirus aunque haya matado “apenas” haya contagiado a 10 millones de personas y matado a 235 mil en su propio país. Impunemente denigra la ciencia y la verdad científica para imponer sus “verdades alternativas”. Mentir sirve para conseguir –y mantener- el poder. De eso se trata.

Lamentablemente, el trumpismo no se acaba con Trump. Se ha convertido en una fuerza traslocal, en el símbolo del ultranacionalismo de derecha, del negacionismo científico y climático, numen de los conspiranoicos.

El escenario de la crisis del coronavirus ha sido propicio para los populismos ultraconservadores. La que estamos librando –aunque nuestros “grandes pensadores” ni se hayan dado cuenta- es una batalla cultural que evite el retroceso al pasado, en un mundo que gracias a Trump y al coronavirus, no es ya ni será el mismo..

Hace 15 años, en Mar del Plata, cinco presidentes latinoanericanos (de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela) gritaron “ALCArajo”, haciendo trizas el patoteo de Bush y el proyecto del Área Económica de las Américas, de Miami a Tierra del Fuego. Vale la pena recordarlo.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

http://estrategia.la/2020/11/

Fuente: https://rebelion.org/de-que-democracia-estan-hablando/

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