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Enseñar a investigar

México/03 abril 2017/Autores:Ricardo Sánchez Puentes/Fuente: openlibra

Enseñar a investigar. Una didáctica nueva de la investigación en ciencias sociales y humanas, de Ricardo Sánchez Puentes, es una obra fundamental y un referente indispensable tanto para aquellos que comienzan a adentrarse en el campo como para aquellos que forman parte de él y enseñan a otros a construir conocimientos.

En este libro, Ricardo Sánchez Puentes propone, con un profundo sentido pedagógico, que no predetermina rutas o modelos, sino que acerca al maestro y al aprendiz a transitar por su propios caminos de aprendizaje, una nueva didáctica de la investigación social y humanística.

La propuesta concretada en este libro identifica a la investigación como un proceso complejo en el que concurren numerosas operaciones relacionadas con lo que se enseña al enseñar a investigar, además de desarrollar formas diferentes de enseñar este oficio.

A veinte años de la primera edición de Enseñar a investigar. Una didáctica nueva de la investigación en ciencias sociales y humanas, de Ricardo Sánchez Puentes, el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de México se complace en presentar esta nueva edición, revisada y actualizada, de esta obra señera ya clásica en su campo.

Para leer, descargue aqui: https://openlibra.com/es/book/download/ensenar-a-investigar

Fuente: https://openlibra.com/es/book/ensenar-a-investigar

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Los michoacanos merecen educación incluyente: Mexicanos Primero

México/03 aril 2017/Fuente: mimorelia

La organización señaló que Michoacán se encuentra en un rezago educativo, donde más de un cuarto de millón de mayores de 15 años aún no sabe leer ni escribir.

En el marco del Día Mundial de la Educación, que se celebra este 1 de abril por parte de la ONU y la UNESCO, debe de interpretarse como una conmemoración que conlleve reflexión autocrítica en lo individual y en lo colectivo para que se redoblen esfuerzos y se logren mejores condiciones educativas en Michoacán, que verdaderamente conviertan en realidad las posibilidades de desarrollo de los michoacanos.

Señaló lo anterior la organización Mexicanos Primero, quien en un comunicado destacó el rezago educativo en Michoacán, donde la escolaridad promedio apenas alcanza 7.7 años cursados por persona, más de un millón y medio de mayores de 15 años no han concluido la educación básica, de las cuales arriba de un cuarto de millón a la fecha no saben leer ni escribir.

En nuestro estado, agregó, la acción colectiva debe fijarse como objetivo lograr que el derecho a aprender de la niñez y juventud michoacana sea efectivo y viviente, para que todos los niños y jóvenes estén, aprendan y participen en la escuela, sin sufrir segregación o discriminación de tipo alguno.

Asimismo, para que todos los trabajadores de la educación, especialmente los maestros, cuenten con las mejores condiciones posibles para ejercer su vocación y participar de la manera más efectiva posible en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Ejemplificó que la proporción de jóvenes ubicados en niveles de excelencia en la prueba PISA entre Shanghai y Michoacán es de 580 a 1, por lo cual se debe de realizar un esfuerzo transformador para lograr igualar esta relación que hoy nos sitúa en enorme desventaja en cuanto a indicadores de crecimiento económico, de competitividad y de desarrollo integral, entre otros, “colocando a nuestra entidad en una posición de subordinación, marginación y dependencia ante las naciones punteras que están sabiendo desarrollar el activo más valioso con el que toda sociedad cuenta: el talento potencial de sus generaciones jóvenes”.

También resaltó que durante este mes se reactive la operatividad del Consejo Estatal de Participación Social en la Educación y sus respectivos cuatro grupos de trabajo, pues es un área de oportunidad que ha permanecido como tal durante 2017, al no haber realizado actividades.

Por último, Mexicanos Primero señaló que a 18 meses de la toma de protesta de Silvano Aureoles Conejo como gobernador michoacano, es una fecha significativa para reflexionar sobre los logros conseguidos por la actual administración estatal en torno a cumplir y hacer cumplir la normatividad educativa y hacer efectivo el derecho a aprender de los michoacanos, especialmente en el marco de los 10 Compromisos por la Educación Michoacana, con Inclusión y Calidad, signados por el mandatario y que requieren seguimiento de parte de las autoridades.

Fuente: http://www.mimorelia.com/los-michoacanos-merecen-educacion-incluyente-mexicanos-primero/

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México: Docente cuestiona a Nuño sobre reforma educativa

México/03 de Abril de 2017/hoyestado.com

Docente cuestiona a Nuño sobre reforma educativa.

Durante un seminario sobre la desigualdad educativa en el Colegio de México una docente y madre de familia exigió al Secretario de Educación, Aurelio Nuño, que se sometiera a una evaluación y dependiendo el resultado será su sueldo.

La mujer reclamó al titular de la SEP que formulan reformas educativas en las cuales no toma en cuenta a los maestros.

El Secretario de Educación Pública salió por todas las redes porque dijo ‘ler’ ¿cómo es posible que el Secretario de Educación Pública se atreva a hablar de desigualdad educativa, hablando así?” dijo la maestra.

¿Usted tuvo el mérito para ser Secretario de Educación Pública? ¿Quién los evalúa a ustedes?”, agregó.

Ante las exigencias y reclamaciones de la fémina el funcionario no contestó.

Momentos antes, el titular señalaba que el sistema educativo lejos de romper las desigualdades las perturbaba.

En las últimas décadas eso es lo que ha sucedido en el sistema educativo, ha ayudado a mantener la desigualdad”

Los presentes aplaudieron el atrevimiento de la madre de familia.

Fuente: http://www.hoyestado.com/2017/03/docente-cuestiona-a-nuno-sobre-reforma-educativa/

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Explicar el mundo a partir de los propios conocimientos

Por: Laurentino Lucas Campo

«Se ha caracterizado al conocimiento científico como implícitamente benéfico, incluso se extendió el argumento de su neutralidad. Este supuesto reproduce de manera continua en el discurso de la difusión de la ciencia como un tipo de conocimiento dominante. El conocimiento no se desvincula de valores, posturas y condiciones sociales, económicas o políticas. El conocimiento científico ha contribuido, en alguna medida, a reproducir una visión del mundo que enfatiza sus bondades en detrimento, hasta la negación y el exterminio, de otros conocimientos.»

Las primigenias sociedades, para realizar su vida, por muy básica que fuera, se valieron del conocimiento para identificar su mundo circundante. Desde la básica necesidad de consumir alimentos, los seres humanos necesitaron saber qué semillas, hierbas o animales podían ser consumidos y cuáles no. Para atender la necesidad de un techo, las sociedades aprendieron a construir sus viviendas utilizando los materiales ofrecidos por la naturaleza. El paso de sociedades nómadas a sedentarias permitió la invención de la agricultura para obtener diferentes tipos de alimentos, lo cual a su vez llevó a identificar el periodo del año cuando se debían realizar la siembra, el cuidado y la cosecha. Asentarse en un cierto territorio permitió conocer el efecto de los fenómenos de la naturaleza. Todo lo anterior permite identificar que prácticamente todas las sociedades, en los distintos contextos a lo largo del planeta, necesitaron conocer su alrededor, la flora y fauna existente, así como la manifestaciones climatológicas de la naturaleza.

Estos conocimientos se desarrollaron durante, no años ni centurias, sino milenios. Desde que apareció en la faz de la Tierra, el humano conformó agrupaciones, sociedades cada vez más amplias y complejas. Como resultado, el conocimiento también se fue perfeccionando.

El ser humano ha sido capaz de transformar el mundo de acuerdo a sus intereses y necesidades; mediante el uso del cerebro los seres humanos hemos tenido la posibilidad de ir modificándolo y conformándolo.

Dando un salto amplio en el tiempo, en los inicios de la modernidad, la figura del ser humano se tornó central para una nueva concepción del mundo; debía echar mano del conocimiento para procurar su bienestar y progreso. Del conocimiento organizado y sistematizado derivaría la ciencia, la cual permitiría a las sociedades europeas, y luego a otras sociedades, desarrollar un modo de vida fundamentado en la organización del conocimiento, de cuya comprensión y dominio derivaría el aprovechamiento de los recursos del mundo. El conocimiento científico adquirió una legitimidad casi incuestionable, y se supuso que tendría como resultado la atención de la vida, que se realizaría plenamente siempre y cuando el conocimiento científico se pusiera en práctica.

De manera gradual en los últimos trescientos años se ha ido sedimentado la idea de que el conocimiento científico es la mejor manera de explicar los distintos aspectos del mundo y de generar soluciones a las problemáticas existentes. Si se ubica este argumento dentro del amplio desarrollo de la civilización humana, nos encontramos con que, ya antes de los científicos, ha existido otro tipo de conocimientos con más de trescientos años de existencia.

Las sociedades que conforman a la civilización humana se han desenvuelto a lo largo de centurias y de milenios, permitiéndole un acervo de conocimientos que, además del científico (relativamente reciente) han dado a los hombres elementos cognitivos para comprender y explicar, así como atender y solucionar los desafíos de la existencia. Sin embargo, mediante un fundamento ideológico se ha establecido que el científico está por encima de los otros conocimientos existentes, si bien permiten comprender y atender problemáticas distintas. En este punto es imperativo reconocer que ningún tipo de conocimiento, incluyendo el científico, puede atender y solventar todas los desafíos. Es necesario reconocer la existencia de diferentes modalidades de conocimientos para tener clara su incompletud y su necesaria complementariedad.

Se ha caracterizado al conocimiento científico como implícitamente benéfico, incluso se extendió el argumento de su neutralidad. Este supuesto reproduce de manera continua en el discurso de la difusión de la ciencia como un tipo de conocimiento dominante. El conocimiento no se desvincula de valores, posturas y condiciones sociales, económicas o políticas. El conocimiento científico ha contribuido, en alguna medida, a reproducir una visión del mundo que enfatiza sus bondades en detrimento, hasta la negación y el exterminio, de otros conocimientos. Y como los conocimientos no están separados de las sociedades que los construyen, práctican y reproducen, hay sociedades en cuya experiencia histórica particular han modificado y adaptado sus conocimientos.

Quiero destacar el dominio de una porción del mundo sobre otras sociedades, subordinando los cuerpos y también las subjetividades y los conocimientos que conforman su bagaje cultural. Ésa ha sido la experiencia histórica de los pueblos originarios. Sus sociedades han sido soterradas, y sus conocimientos tratados y señalados con la marca del estigma.

A pesar de estas condiciones adversas, las sociedades originarias han navegado por las rutas del tiempo enfrentando obstáculos y soportando vendavales, sobreviviendo a la adversidad. De ese modo, también sus conocimientos han podido ser resguardados, con cambios y modificaciones, permitiéndoles ser sociedades con características particulares que logran hacerse presentes en el momento contemporáneo en adaptación contínua.

Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Epistemicidio_asi_es_como_la_modernidad_suprime_formas_marginales_de_conocimiento#.WNw7pC-Fhfs.facebook

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Desigualdad, el mayor problema educativo en México: INEE

México/Abril de 2017/Autora: Cecilia Higuera/Fuente: Crónica

Para Schmelkes la educación también puede ser un instrumento para la reproducción de las desigualdades sociales, y esto ocurre cuando las oportunidades educativas se distribuyen de manera inequitativa en la población.

La presidenta consejera del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), Sylvia Schmelkes del Valle, advirtió que el mayor problema del sistema educativo mexicano es su desigualdad. La consejera participó el jueves pasado en el Seminario Permanente de Desigualdad Socioeconómica, organizado por el Colegio de México, donde también estuvo presente (como dio cuenta Crónica) el secretario Aurelio Nuño..

 Schmelkes resaltó en su participación que México es uno de los países más desiguales, al ocupar el número 24 en el ranking mundial de la concentración del ingreso “y nos ha resultado muy complicado evitar  que la educación que se ofrece a la población mexicana deje de reflejar esta situación”.

Somos herederos, abundó, de una  historia  de mucho crecimiento en el sistema educativo nacional y sin embargo hemos llegado siempre al último  a las zonas más  pobres las más dispersas y culturalmente las más distantes de la cultura nacional.

“Además hemos llegado a las niñas niños y adolescentes de estas zonas con un servicio regresivo  a juzgar por las diferencias en infraestructura, el equipamiento de las escuelas, en la formación  de los docentes sin funcionamiento cotidiano  de las escuelas ni el apoyo que reciben de los supervisores”.

Llegamos –abundó-, con un servicio más pobre justamente ahí, donde se requiere una educación  fortalecida porque las condiciones  ambientales y familiares  no pueden contribuir a la escolarización exitosa justamente en esas zonas, de la misma manera que en otras regiones del país”.

En su oportunidad, Patricio Solís, coordinador del seminario de Desigualdad Socioeconómica y profesor investigador del Centro de Estudios Sociológicos de dicha institución educativa, sostuvo que la relación entre la desigualdad social y la educación es una espada de doble filo, ya que mientras la educación puede ser un vehículo para reducir la desigualdad e incrementar la movilidad social, por lo cual, al mejorar el acceso y la calidad de la educación es parte fundamental de una política para reducir la pobreza y la desigualdad de oportunidades.

Sin embargo, agregó, la educación también puede ser un instrumento para la reproducción de las desigualdades sociales, y esto ocurre cuando las oportunidades educativas se distribuyen de manera inequitativa en la población en función de sus características socioeconómicas, familiares, razgos raciales o étnicos.

En un entorno de marcadas desigualdades sociales, la ilusión meritocrática de la educación como determinante principal del acceso a las oportunidades de vida, se diluyen y lo que queda es una institución que lejos de distribuir  oportunidades, las concentra entre quienes tienen el privilegio de ingresar a las mejores escuelas y continuar sus estudios en virtud de sus ventajas heredadas”, criticó.

En muchas instancias, remató, la educación en México, sigue siendo más que un vehículo de movilidad social, una institución que reproduce la desigualdad social, basta mencionar que en 2012, 57 por ciento de los estudiantes de 20 a 24 años, provenientes del cuartil de hogares de mayores ingresos, tuvieron acceso a la educación superior, frente a sólo el 8 por ciento de los jóvenes del cuartil mas pobre, es decir, una brecha de 7 a 1.

Fuente: http://www.cronica.com.mx/notas/2017/1017262.html

 

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Plagio textual: el más imperfecto de todos los crímenes

Por: Juan Domingo Arguelles

El plagio textual podría ser el más alto homenaje que reciba un autor, de no ser porque se trata, literalmente, de un robo. Ante un texto admirable (que deslumbra, que seduce, que arroba), ¿quién no ha sentido el deseo de ser él mismo su autor? Por eso los adolescentes enamorados copian poemas enteros de Neruda o de Sabines, o saquean sus versos, y se los entregan a las chicas que desean enamorar, sin decirles que ellos solo son los copistas.

A estos muchachos se les puede acusar de holgazanes, ya que no se esforzaron en escribir algo propio, pero lo cierto es que (como lectores) no tienen un pelo de tontos: saben que no podrían igualar el poema o los versos que les gustan, y temen no tener éxito en su empresa de conquista si le llevan a su chica unas muy malas líneas propias.

No les falta razón; les falta honradez. Mienten y hurtan para lograr su objetivo, al cabo que Neruda y Sabines no lo sabrán jamás. El texto que arroba es el que se roba… o el que es digno de ser robado. ¿Quién querría robar cosas que a nadie le interesan? Se han dado casos de ladrones que han perpetrado sus hurtos en museos y galerías, y que han pasado de largo frente a pinturas de artistas que desearían ser noticia porque alguien robó sus cuadros junto con los de Picasso, Van Gogh y Goya. Pero qué ladrón, estúpido, se arriesgaría a ir a la cárcel por robar un Pérez o un Domínguez si puede robarse un Picasso o un Van Gogh? Seamos serios. Incluso el robo debe tener algún nivel para merecer el riesgo.

Lo que no arroba a nadie, no se lo roba nadie. Y decimos esto porque mucha gente ignora el origen y el significado del verbo “arrobar”. Proviene justamente de “robar”. Significa “embelesar” o “embelesarse” por “algo que a alguien le roba la atención o le arrebata el corazón o el alma”. María Moliner lo define del siguiente modo: “Producir una cosa en la persona que la contempla, escucha, etc., tal admiración o placer que esta persona se olvida de cualquier otra cosa y de sí misma”. No de otra forma puede entenderse que alguien hurte un texto, pero no cualquier texto, sino aquel que le parece admirable y que sabe perfectamente que, aunque se lo propusiese, no podría superarlo o siquiera igualarlo. Si pudiera hacerlo igual o mejor, sin mayor esfuerzo, ¿qué sentido tendría robarlo?

Ahora bien, hay que distinguir entre un homenaje literario (por arrobamiento) y un plagio textual que es, literalmente, un robo: delito que alguien comete al apoderarse de un bien ajeno, no necesariamente “con ánimo de lucro”, como acota el torpe diccionario de la Real Academia Española en su tonta definición de “robo”, pues el robo por ejemplo de un cuadro o de un poema es un delito aunque no se lucre con ellos. Igual puede alguien robar un Van Gogh para tenerlo en su casa, escondido, contemplándolo egoístamente.

El homenaje literario, por arrobamiento, es otra cosa. No es necesariamente ni un delito ni un plagio textual. Es una influencia cruda, no procesada. Por ejemplo, el adolescente José Agustín (tenía, entonces, 16 años de edad), arrobado, deslumbrado y seducido ante la magistral escritura de Vladimir Nabokov en Lolita (1955), lleva a cabo un homenaje-apropiación en su novela inaugural La tumba (1961). No copia textualmente, imita uno de los procedimientos narrativos de Nabokov. El incipiente escritor mexicano embelesado, extasiado, con la obra maestra de Nabokov, utiliza un recurso climático de Lolita para concluir su novela adolescente. Muchos años después, en 2004, lo confiesa en una entrevista que está recogida en mi libro Historias de lecturas y lectores. Me dijo:
“A Nabokov me lo planché descaradamente en La tumba. La tumba termina con un autoepitafio que está tomado de la sentencia poética de muerte que escribe Humbert Humbert antes de matar a Quilty. Se trata de un plagio deliberado, aunque en forma de paráfrasis. Y eso que me contuve de apropiarme de más cosas, pues Lolita me seducía enormemente, sobre todo en el estilo. […] En realidad, el ejercicio del planche nada más lo ejercité esa vez en La tumba, y lo dejé en el libro a sabiendas. Me dije: si lo cachan, pues que lo cachen, y si no, no pasa nada”. Y, en efecto, no pasó nada. Nadie se dio cuenta. Lo cual habla muy bien de la paráfrasis de José Agustín, aunque muy mal de los críticos literarios que leyeron La tumba y que, se supone, debían tener entre su patrimonio de lecturas el gran clásico moderno de Nabokov.

Lo que imita José Agustín es un recurso literario. Esa influencia cruda lo lleva a una reelaboración, con plena conciencia del embeleso ante la obra ajena. Justamente, una de las acepciones del sustantivo femenino “paráfrasis”, en el diccionario, es la siguiente: “Frase que, imitando en su estructura otra conocida, se formula con palabras diferentes”.

En el pasaje de Lolita al que se refiere José Agustín leemos: “Le tendí una pulcra hoja de papel escrita a máquina. […] Porque sacaste ventaja de un pecador/ porque sacaste ventaja/ porque sacaste/ porque sacaste ventaja de mi desventaja/ […]/ …Porque sacaste ventaja de un pecado/ […]/ Porque sacaste ventaja/ de mi íntima/ esencial inocencia/ porque frustraste/ […] Porque frustraste mi redención/ porque te la llevaste/ […] porque la robaste…”, etcétera. El final de La tumba es el siguiente: “El ansia suicida me hizo ver las maravillas de la muerte. Sí, me mato. Tomé una hoja de papel para escribir mi propio epitafio. Esto salió: Porque mi cabeza es un lío/ Porque no hago nada/ Porque no voy a ningún lado/ Porque odio la vida/ Porque realmente la odio/ Porque no la puedo soportar/ Porque no tengo amor/ Porque los ruidos están en mí/ Porque soy un good ol’ estúpido/ Sepan pues que moriré/ Adiós adiós a todos/ Y sigan mi ejemplo”, etcétera.

Hay que insistir que, en literatura, una cosa es el plagio textual, el robo innegable palabra por palabra, y otra muy distinta la imitación de recursos, técnicas o procedimientos propios del estilo de un autor. Lo que protege el derecho de autor no son las técnicas y ni siquiera las ideas, sino las formas específicas de expresar esas ideas: la concreción de un objeto verbal único y propio. En su indispensable libro Derechos de autor para autores (FCE, 2004), José Luis Caballero Leal precisa lo siguiente: “El derecho de autor no ampara las ideas, sino únicamente las creaciones formales, que solo deben satisfacer el requisito de originalidad, como una condición necesaria para su protección”.

Expresiones únicas
Las ideas son universales, pero la forma de expresar esas ideas es única para cada autor, y a esto se le llama originalidad. Por ello, el plagio textual es el más imperfecto de todos los crímenes. No hay modo de que dos escritores escriban exactamente un mismo párrafo con las mismas, idénticas, palabras, idénticos signos, idéntica disposición y mismo propósito. Es más fácil acertar en el número de la lotería que conseguir, idénticamente, en la creación literaria, este fragmento inicial de Borges: “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra”.

Nadie lo hará jamás. Nadie lo hizo antes. Esto solo es de Borges. Y lleva el entrecomillado porque no es de nadie más que de él. Incluso la conjunción y disposición de tres palabras como “la unánime noche” es prácticamente imposible que alguien más lo consiga por azar. Nadie, ni antes ni después de Ramón López Velarde, escribió como él sus famosos pleonasmos: “El amor amoroso de las parejas pares”. A esto se le llama originalidad, y es patrimonio, pertenencia, propiedad irrenunciable de un autor.

Rubén Bonifaz Nuño supo decirlo muy bien cuando intituló su obra poética De otro modo lo mismo. Las ideas, los temas, los sentimientos en la literatura son siempre los mismos, y lo han sido desde los orígenes de la escritura. Lo que es distinto siempre es el modo de expresarlos: la concreción textual para comunicarlos. Y, en esto, no hay ninguna probabilidad, no ya digamos posibilidad, de que dos autores expresen lo mismo de la misma manera sin que uno de ellos haya copiado al otro.

La imitación y el plagio son propios de los inicios de un autor. Son los adolescentes y los más jóvenes los que, en su “práctica de vuelo”, imitan y copian a los mayores. Gabriel Zaid lo advirtió muy bien: “Aunque suele creerse lo contrario, se empieza por escribir poesía fósil, y con los años, con la libertad que da el oficio, se llega a escribir poesía joven”. Y ejemplifica con Carlos Pellicer. Dice: “Hasta 1918, el joven Pellicer era un poeta fósil, que imitaba a los modernistas como José Santos Chocano”. Los jóvenes imitan, copian, parodian, incluso sin ser conscientes del todo, y con frecuencia, arrobados ante sus modelos, los saquean. La originalidad viene después, y en el caso de Pellicer, como bien lo señala Zaid, ésta surge con su poema “Recuerdos de Iza” (1919), donde desde su arranque el poeta ya dice lo que solo él pudo decir con idioma propio: “Aquí no suceden cosas/ de mayor trascendencia que las rosas”. Ni antes ni después de él, alguien pudo o podrá escribir lo mismo, idénticamente. A partir de 1919, incluso lo que se le parezca mucho es plagio.

Todo esto en cuanto a lo literario, que también involucra la denominada “intertextualidad”: el uso deliberado y consciente de la obra literaria cumbre perfectamente reconocible que se integra a otro texto original en una suerte de diálogo de coincidencias intelectuales y emocionales. En la intertextualidad, que siempre es un recurso estético, es decir artístico, no científico por supuesto, y especialmente poético, pueden o no entrecomillarse los préstamos, y muchas veces no se entrecomillan ni se destacan en cursivas porque el propósito no es hacer un ensayo con citas, sino un poema a dos voces.

La intertextualidad, que no es plagio, es un juego estético que apela a la malicia, con plena conciencia del uso del texto ajeno. Es una licencia poética vedada al ensayo, la tesis, la investigación y el texto de ideas en general. Es, en palabras de Barthes, la estética del placer textual, donde “leer es desear la obra, es querer ser la obra”. Solo con este sentido estético, literario, artístico, poético (y, por supuesto, con los límites que impone el mismo juego: si se copia un poema completo dentro de otro se violan las reglas de mismo juego), el fragmento del texto ajeno puede participar en la recreación estética. Solo así.

Plagios por necesidad
¿Pero qué pasa por la cabeza de alguien (fuera del juego estético) cuando plagia, es decir cuando roba un texto o partes de él a sabiendas de que se trata de algo ilícito? ¿Y, además, por qué lo hace si sabe que no es lícito? En el caso de la literatura, del juego estético, e incluso cuando se trata de la imitación de los recursos, pero no así de la copia textual (como en el ejemplo de José Agustín respecto de Nabokov), queda claro que un escritor imita a otro por coincidencia intelectual, por afinidad emocional y, especialmente, por arrobamiento ante la obra. Pero en el caso del plagio textual literario, científico y académico en general hay un elemento que no se ha dimensionado suficientemente: se trata de la holgazanería aparejada a la incapacidad intelectual para producir algo significativo ante el lector; la incapacidad para escribir y articular ideas con aportaciones propias.

Otro elemento, sin duda decisivo, a la hora de plagiar textualmente, es la subrayada necesidad (literaria, académica, científica) de presentar obra escrita no tanto como aportación creativa o intelectual, sino como mera mercancía (en el caso de los escritores) y como mero formulismo burocrático (en el caso de la academia y la ciencia) con fines prácticos de escalafón y, en consecuencia, de mejores nombramientos, cargos y salarios. En el caso del escritor, la mercancía, carente de originalidad, privilegia la ganancia económica, no la creación de una obra trascendente; en el caso del investigador académico, la escritura es solo “evidencia”, y la “evidencia” lo conduce también a la ganancia económica.

Un investigador sin “obra”, es decir sin bibliografía ni hemerografía, o con ambas muy escasas, resulta “incompetente” ante quienes acumulan más “evidencias”. Por ello, al grito de “¡sálvese quien pueda!”, todos se dan a la tarea de producir material escrito que hace las veces de justificación del puesto y el salario, y en el que muchas veces, ¡vaya distracción!, se les “olvidan” precisamente las comillas o no las encuentran en su teclado.

En ambas situaciones, el de los escritores que plagian y el de los investigadores que copian textualmente y firman escritos que no son del todo suyos, hay un propósito venal. En el fondo todo tiene que ver con el dinero y con su correlativo: el “prestigio”. El “prestigio” da dinero, y el dinero puede proporcionar “prestigio”. A estos móviles del plagio textual hay que añadir la “falta de tiempo”. Los plagiadores profesionales andan ocupados en otras cosas como para tener tiempo de escribir, o bien están sobreocupados en escribir y no les da tiempo de echar a funcionar el cerebro para producir no ya digamos algo original, sino siquiera algo anodino pero suyo.

Pensemos en el caso del escritor Alfredo Bryce Echenique. ¿Por qué se dedicó a plagiar textos si estaba comprobado que podía producir los suyos? Por dinero y por falta de tiempo. Porque debía entregar regularmente “columnas periodísticas” (muy bien pagadas; como las pagan todos los diarios y revistas a los escritores “de gran prestigio”) y no se daba abasto. Empezó por imitar los temas y las ideas de otros, y luego no vio problema en copiar textualmente esos temas e ideas. En los últimos casos ni siquiera puso un poco de afán, algo de esfuerzo, en disfrazar sus plagios. Ni siquiera tenía tiempo para eso.

En el caso, por ejemplo, de un alto directivo universitario, como el Rector de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, el doctor Fernando Suárez Bilbao, ¿que lo llevó a plagiar hasta en catorce de sus publicaciones? Se han exhibido las copias textuales dentro de sus escritos, y él niega todo, obviamente, como lo hacen siempre los que plagian; pero ante las evidencias ha tenido que renunciar a la posibilidad de renovar su cargo en la Rectoría de la URJC. Contra el plagio textual no hay defensa, pues éste implica copiar literalmente los escritos de otros para ensamblarlos en el cuerpo de un texto mayor que vaya uno a saber si no está compuesto de otros plagios menos evidentes.

El doctor Suárez Bilbao ve en las acusaciones “difamación y acoso”, y alega no ser culpable del delito de robo porque no obtuvo “rendimiento económico” ninguno. Podría salir airoso de las denuncias si sus abogados exhiben, a la letra, la cuarta acepción que da al sustantivo “robo” el lamentable diccionario de la Real Academia Española: “Delito que se comete apoderándose con ánimo de lucro de una cosa mueble ajena, empleándose violencia o intimidación sobre las personas, o fuerza en las cosas”. El diccionario académico tiene la desfachatez de dar una acepción, en esa entrada, para los juegos de naipes o de dominó (“número de cartas o de fichas que se toman del monte”), ¡pero nada dice del robo intelectual!, del plagio textual, del que solo informa, en la entrada correspondiente al verbo “plagiar”, que se trata de “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”.

No menciona el diccionario de la RAE, para el plagio textual, implicaciones jurídicas. Pero le tenemos noticias. Hace 35 años, en El ABC del derecho de autor, la Unesco definió del siguiente modo lo que corresponde: “El derecho de autor se basa en la premisa de que no existe forma alguna de propiedad tan legítima como la propiedad sobre las creaciones del espíritu. El derecho de autor equivale a afirmar, en el plano jurídico, que los escritores y autores tienen derecho a la propiedad sobre sus obras. (Las cursivas son mías.) Los escritores y autores tienen derecho a estar protegidos contra el uso no autorizado de sus obras y a recibir una parte de los beneficios obtenidos gracias a su utilización pública. El derecho de autor (y, en algunos países, otras ramas del derecho) también protege un conjunto de intereses que se han dado en llamar ‘derechos morales’ de los autores. Se trata primordialmente de que se le reconozca al autor la paternidad de la obra y se respete lo esencial del carácter de la misma, así como su integridad”.
Todo plagio textual es un robo, incluso si no hubiese, aparentemente, ánimo de lucro. La ganancia, la utilidad o el provecho pueden darse en especie: el “prestigio” que suele traducirse en cargos, nombramientos, puestos, etcétera, y que también conduce al dinero. Sea como fuere, el plagio textual es, siempre, una obra imperfecta de las malas artes: tarde o temprano se descubre. El plagio textual nunca es un crimen perfecto. Frente a las pruebas no hay defensa. Y no hay prueba más contundente que las huellas digitales impresas en la escritura.

Fuente: http://campusmilenio.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=5507:plagio-textual-el-mas-imperfecto-de-todos-los-crimenes&Itemid=143

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Unicef implementa protocolos para dar trato humanitario a niños migrantes

Abril de 2017/Fuente: Radio Fórmula

El embajador del Fondo de Nacional Unidas para la Infancia, César Costa, aseveró que la Unicef implementa capacitaciones y protocolos tanto a los Cónsules como a las autoridades migratorias para darles un trato humanitario, y preferencial a los niños, niñas y adolescentes migrantes.

«Sabemos que vienen de historias y de peregrinares sumamente violentos, y difíciles y lo menos que se puede hacer es darles un trato humanitario y tratar de garantizar y respetar los derechos que les corresponden».

En entrevista para el programa «En los Tiempos de la Radio», dijo se está haciendo un esfuerzo con estos protocolos para que los niños reciban un trato más cálido y más humano en estas situaciones que son sorpresivas, y que están afectando muchísimo a las familias.

Al respecto, César Costa comentó que quiere pensar que el gobierno está pugnando para que se trate de no separar a las familias por las políticas migratorias del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aunque en la realidad está sucediendo.

«Está comprobado que cuando en los primeros años de vida un niño o niña reciben este tipo de impactos, producen daños neuronales gravísimos comparables a la desnutrición y que además son irreversibles».

Informó que el 20 por ciento de los niños migrantes encuestados sufren de discriminación.

Fuente: http://www.radioformula.com.mx/notas.asp?Idn=673054&idFC=2017

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