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La importancia del acto de leer. Paulo Freire

Redacción: perio.unlp.edu.ar

Rara ha sido la vez, a lo largo de tantos años de práctica pedagógica, y por lo tanto política, en que me he permitido la tarea de abrir, de inaugurar o de clausurar encuentros o congresos.

Acepté hacerlo ahora, pero de la manera menos formal posible. Acepté venir aquí para hablar un poco de la importancia del acto de leer.

Me parece indispensable, al tratar de hablar de esa importancia, decir algo del momento mismo en que me preparaba para estar aquí hoy; decir algo del proceso en que me inserté mientras iba escribiendo este texto que ahora leo, proceso que implicaba una comprensión crítica del acto de leer, que no se agota en la descodificación pura de la palabra escrita o del lenguaje escrito, sino que
se anticipa y se prolonga en la inteligencia del mundo. La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, de ahí que la posterior lectura de ésta no pueda prescindir de la continuidad de la lectura de aquél. Lenguaje y realidad se vinculan dinámicamente. La comprensión del texto a ser alcanzada por su lectura crítica implica la percepción de relaciones entre el texto y el contexto. Al intentar escribir sobre la importancia del acto de leer, me sentí llevado –y hasta con gusto– a “releer” momentos de mi práctica, guardados en la memoria, desde las experiencias más remotas de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, en que la importancia del acto de leer se vino constituyendo en mí.

Al ir escribiendo este texto, iba yo “tomando distancia” de los diferentes momentos en que el acto de leer se fue dando en mi experiencia existencial. Primero, la “lectura” del mundo, del pequeño mundo en que me movía; después la lectura de la palabra que no siempre, a lo largo de mi escolarización, fue la lectura de la “palabra-mundo”.

La vuelta a la infancia distante, buscando la comprensión de mi acto de “leer” el mundo particular en que me movía –y hasta donde no me está traicionando la memoria– me es absolutamente  significativa. En este esfuerzo al que me voy entregando, re-creo y re-vivo, en el texto que escribo, la experiencia en el momento en que aún no leía la palabra. Me veo entonces en la casa mediana en que nací en Recife, rodeada de árboles, algunos de ellos como si fueran gente, tal era la intimidad entre nosotros; a su sombra jugaba y en sus ramas más dóciles a mi altura me experimentaba en riesgos menores que me preparaban para riesgos y aventuras mayores. La vieja casa, sus cuartos, su corredor, su sótano, su terraza –el lugar de las flores de mi madre–, la amplia quinta donde se hallaba, todo eso fue mi primer mundo. En él gateé, balbuceé, me erguí, caminé, hablé. En verdad, aquel mundo especial se me daba como el mundo de mi actividad perceptiva, y por eso mismo como el mundo de mis primeras lecturas. Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto –en cuya percepción me probaba, y cuanto más lo hacía, más aumentaba la capacidad de percibir– encarnaban una serie de cosas, de objetos, de señales, cuya comprensión yo iba aprendiendo en mi trato con ellos, en mis relaciones mis hermanos mayores y con mis padres.

Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto se encarnaban en el canto de los pájaros: el del sanbaçu, el del olka-pro-caminho-quemvem, del bem-te-vi, el del sabiá; en la danza de las copas de los árboles sopladas por fuertes vientos que anunciaban tempestades, truenos, relámpagos; las aguas de la lluvia jugando a la geografía, inventando lagos, islas, ríos, arroyos. Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto se encarnaban también en el silbo del viento, en las nubes del cielo, en sus colores, en sus movimientos; en el color del follaje, en la forma de las hojas, en el aroma de las hojas –de las rosas, de los jazmines–, en la densidad de los árboles, en la cáscara de las frutas. En la tonalidad diferente de colores de una misma fruta en distintos momentos: el verde del mango-espada hinchado, el amarillo verduzco del mismo mango madurando, las pintas negras del mango ya más que maduro. La relación entre esos colores, el desarrollo del fruto, su resistencia a nuestra manipulación y su sabor. Fue en esa época, posiblemente, que yo, haciendo y viendo hacer, aprendí la significación del acto de palpar.

De aquel contexto formaban parte además los animales: los gatos de la familia, su manera mañosa de enroscarse en nuestras piernas, su maullido de súplica o de rabia; Joli, el viejo perro negro de mi padre, su mal humor cada vez que uno de los gatos incautamente se aproximaba demasiado al lugar donde estaba comiendo y que era suyo; “estado de espíritu”, el de Joli en tales momentos, completamente diferente del de cuando casi deportivamente perseguía, acorralaba y mataba a uno de los zorros responsables de la desaparición de las gordas gallinas de mi abuela.

De aquel contexto –el del mi mundo inmediato– formaba parte, por otro lado, el universo del lenguaje de los mayores, expresando sus creencias, sus gustos, sus recelos, sus valores. Todo eso ligado a contextos más amplios que el del mi mundo inmediato y cuya existencia yo no podía ni siquiera sospechar.

En el esfuerzo por retomar la infancia distante, a que ya he hecho referencia, buscando la comprensión de mi acto de leer el mundo particular en que me movía, permítanme repetirlo, re-creo, re-vivo, la experiencia vivida en el momento en que todavía no leía la palabra. Y algo que me parece importante, en el contexto general de que vengo hablando, emerge ahora insinuando su
presencia en el cuerpo general de estas reflexiones. Me refiero a mi miedo de las almas en pena cuya presencia entre nosotros era permanente objeto de las conversaciones de los mayores, en el tiempo de mi infancia. Las almas en pena necesitaban de la oscuridad o la semioscuridad para aparecer, con las formas más diversas: gimiendo el dolor de sus culpas, lanzando carcajadas burlonas, pidiendo oraciones o indicando el escondite de ollas. Con todo, posiblemente hasta mis siete años en el barrio de Recife en que nací iluminado por faroles que se perfilaban con cierta dignidad por las calles. Faroles elegantes que, al caer la noche, se “daban” a la vara mágica de quienes los encendían. Yo acostumbraba acompañar, desde el portón de mi casa, de lejos, la figura flaca del “farolero” de
mi calle, que venía viniendo, andar cadencioso, vara iluminadora al hombro, de farol en farol, dando luz a la calle. Una luz precaria, más precaria que la que teníamos dentro de la casa. Una luz mucho más tomada por las sombras que iluminadora de ellas.

No había mejor clima para travesuras de las almas que aquél. Me acuerdo de las noches en que, envuelto en mi propio miedo, esperaba que el tiempo pasara, que la noche se fuera, que la madrugada semiclareada fuera llegando, trayendo con ella el canto de los pajarillos “amanecedores”.

Mis temores nocturnos terminaron por aguzarme, en las mañanas abiertas, la percepción de un sinnúmero de ruidos que se perdía en la claridad y en la algaraza de los días y resultaban misteriosamente subrayados en el silencio profundo de las noches.

Pero en la medida en que fui penetrando en la intimidad de mi mundo, en que lo percibía mejor y lo “entendía” en la lectura que de él iba haciendo, mis temores iban disminuyendo.

Pero, es importante decirlo, la “lectura” de mi mundo, que siempre fundamental para mí, no hizo de mí sino un niño anticipado en hombre, un racionalista de pantalón corto. La curiosidad del niño no se iba a distorsionar por el simple hecho de ser ejercida, en lo cual fui más ayudado que estorbado
por mis padres. Y fue con ellos, precisamente, en cierto momento de esa rica experiencia de  comprensión de mi mundo inmediato, sin que esa comprensión significara animadversión por lo que tenía encantadoramente misterioso, que comencé a ser introducido en la lectura de la palabra. El desciframiento de la palabra fluía naturalmente de la “lectura” del mundo particular. No era algo que
se estuviera dando supuesto a él. Fui alfabetizado en el suelo de la quinta de mi casa, a la sombra de los mangos, con palabras de mi mundo y no del mundo mayor de mis padres. El suelo mi pizarrón y las ramitas fueron mis tizas.

Es por eso por lo que, al llegar a la escuelita particular de Eunice Vasconcelos, cuya desaparición reciente me hirió y me dolió, y a quien rindo ahora un homenaje sentido, ya estaba alfabetizado. Eunice continúo y  profundizó el trabajo de mis padres. Con ella, la lectura de la palabra, de la
frase, de la oración, jamás significó una ruptura con la “lectura” del mundo. Con ella, la lectura de la palabra fue la lectura de la “palabra-mundo”.

Hace poco tiempo, con profundo emoción, visité la casa donde nací. Pisé el mismo suelo en que me erguí, anduve, corrí, hablé y aprendí a leer. El mismo mundo, el primer mundo que se dio a mi comprensión por la “lectura” que de él fui haciendo. Allí reencontré algunos de los árboles de mi infancia. Los reconocí sin dificultad. Casi abracé los gruesos troncos –aquellos jóvenes troncos de mi
infancia. Entonces, una nostalgia que suelo llamar mansa o bien educada, saliendo del suelo, de los árboles, de la casa, me envolvió cuidadosamente. Dejé la casa contento, con la alegría de quien reencuentra personas queridas.

Continuando en ese esfuerzo de “releer” momentos fundamentales de experiencias de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, en que la comprensión crítica de la importancia del acto de leer se fue constituyendo en mí a través de su práctica, retomo el tiempo en que, como alumno del llamado curso secundario, me ejercité en la percepción crítica de los textos que leía en clase, con la colaboración, que hasta hoy recuerdo, de mi entonces profesor de lengua portuguesa.

No eran, sin embargo, aquellos momentos puros ejercicios de los que resultase un simple darnos cuenta de la existencia de una página escrita delante de nosotros que debía ser cadenciada, mecánica y fastidiosamente “deletrada” en lugar de realmente leída. No eran aquellos momentos “lecciones de lectura” en el sentido tradicional esa expresión. Eran momentos en que los textos se ofrecían a nuestra búsqueda inquieta, incluyendo la del entonces joven profesor José Pessoa. Algún tiempo después, como profesor también de portugués, en mis veinte años, viví intensamente la importancia del acto de leer y de escribir, en el fondo imposibles de dicotomizar, con alumnos de los primeros años del entonces llamado curso secundario. La conjugación, la sintaxis de concordancia,
el problema de la contradicción, la enciclisis pronominal, yo no reducía nada de eso a tabletas de conocimientos que los estudiantes debían engullir. Todo eso, por el contrario, se proponía a la curiosidad de los alumnos de manera dinámica y viva, en el cuerpo mismo de textos, ya de autores que estudiábamos, ya de ellos mismos, como objetos a desvelar y no como algo parado cuyo perfil yo describiese. Los alumnos no tenían que memorizar mecánicamente la descripción del objeto, sino aprender su significación profunda. Sólo aprendiéndola serían capaces de saber, por eso, de memorizarla, de fijarla. La memorización mecánica de la descripción del objeto no se constituye en conocimiento del objeto. Por eso es que la lectura de un texto, tomado como pura descripción de un objeto y hecha en el sentido de memorizarla, ni es real lectura ni resulta de ella, por lo tanto, el conocimiento de que habla el texto.

Creo que mucho de nuestra insistencia, en cuanto profesores y profesoras, en que los estudiantes “lean”, en un semestre, un sinnúmero de capítulos de libros, reside en la comprensión errónea que a veces tenemos del  acto de leer. En mis andanzas por el mundo, no fueron pocas las veces en que
los jóvenes estudiantes me hablaron de su lucha con extensas bibliografías que eran mucho más para ser “devoradas” que para ser leídas o estudiadas.  Verdaderas “lecciones de lectura” en el sentido más tradicional de esta expresión, a que se hallaban sometidos en nombre de su formación científica y de las que debían rendir cuenta a través del famoso control de lectura. En algunas ocasiones llegué incluso a ver, en relaciones bibliográficas, indicaciones sobre las páginas de este o aquel capítulo de tal o cual libro que debían leer: “De la página 15 a la 37”.

La insistencia en la cantidad de lecturas sin el adentramiento debido en los textos a ser comprendidos, y no mecánicamente memorizados, revela una visión mágica de la palabra escrita. Visión que es urgente superar. La misma, aunque encarnada desde otro ángulo, que se encuentra, por ejemplo, en quien escribe, cuando identifica la posible calidad o falta de calidad de su trabajo con
la cantidad páginas escritas. Sin embargo, uno de los documentos filosóficos más importantes que disponemos, las Tesis sobre Feuerbach de Marx, ocupan apenas dos páginas y media…

Parece importante, sin embargo, para evitar una comprensión errónea de lo que estoy afirmando, subrayar que mi crítica al hacer mágica la palabra no significa, de manera alguna, una posición poco responsable de mi parte con relación a la necesidad que tenemos educadores y educandos de leer, siempre y seriamente, de leer los clásicos en tal o cual campo del saber, de adentrarnos en los textos, de crear una disciplina intelectual, sin la cual es posible nuestra práctica en cuanto profesores o estudiantes.

Todavía dentro del momento bastante rico de mi experiencia como profesor de lengua portuguesa, recuerdo, tan vivamente como si fuese de ahora y no de un ayer ya remoto, las veces en que me demoraba en el análisis de un texto de Gilberto Freyre, de Lins do Rego, de Graciliano Ramos, de Jorge Amado. Textos que yo llevaba de mi casa y que iba leyendo con los estudiantes, subrayando aspectos de su sintaxis estrechamiento ligados, con el buen gusto de su lenguaje. A aquellos análisis añadía comentarios sobre las necesarias diferencias entre el portugués de Portugal y el portugués de Brasil.

Vengo tratando de dejar claro, en este trabajo en torno a la importancia del acto de leer –y no es demasiado repetirlo ahora–, que mi esfuerzo fundamental viene siendo el de explicar cómo, en mí, se ha venido destacando esa importancia. Es como si estuviera haciendo la “arqueología” de mi
comprensión del complejo acto de leer, a lo largo de mi experiencia existencial. De ahí que haya hablado de momentos de mi infancia, de mi adolescencia, de  los comienzos de mi juventud, y termine ahora reviendo, en rasgos generales, algunos de los aspectos centrales de la proposición que hice hace algunos años en el campo de la alfabetización de adultos.

Inicialmente me parece interesante reafirmar que siempre vi la alfabetización de adultos como un acto político y como un acto de conocimiento, y por eso mismo un acto creador. Para mí sería imposible de comprometerme en un trabajo de memorización mecánica de ba-be-bi-bo-bu, de la-le-li-lo-lu. De ahí que tampoco pudiera reducir la alfabetización a la pura enseñanza de la palabra, de las sílabas o de las letras. Enseñanza en cuyo proceso el alfabetizador iría “llenando” con sus palabras las cabezas supuestamente “vacías” de los alfabetizandos. Por el contrario, en cuanto acto de conocimiento y acto creador, el proceso de la alfabetización tiene, en el alfabetizando, su sujeto. El hecho de que éste necesite de la ayuda del educador, como ocurre en cualquier acción pedagógica, no significa que la ayuda del educador deba anular su creatividad y su responsabilidad en la creación de su lenguaje escrito y en la lectura de su lenguaje. En realidad, tanto el alfabetizador como el  alfabetizando, al tomar, por ejemplo, un objeto, como lo hago ahora con el que tengo entre los
dedos, sienten el objeto, perciben el objeto sentido y son capaces de expresar verbalmente el objeto sentido y percibido. Como yo, el analfabeto es capaz de sentir la pluma, de percibir la pluma, de decir la pluma. Yo, sin embargo, soy capaz de no sólo sentir la pluma, sino además de escribir pluma y, en
consecuencia, leer pluma. La alfabetización es la creación o el montaje de la expresión escrita de la expresión oral. Ese montaje no lo puede hacer el educador para los educandos, o sobre ellos. Ahí tiene él un momento de su tarea creadora.

Me parece innecesario extenderme más, aquí y ahora, sobre lo que he desarrollado, en diferentes momentos, a propósito de la complejidad de este proceso. A un punto, sin embargo, aludido varias veces en este texto, me gustaría volver, por la significación que tiene para la comprensión crítica del
acto de leer y, por consiguiente, para la propuesta de alfabetización a que me he consagrado. Me refiero a que la lectura del mundo precede siempre a la lectura de la palabra y la lectura de ésta implica la continuidad de la lectura de aquél.  En la propuesta a que hacía referencia hace poco, este movimiento del mundo a la palabra y de la palabra al mundo está siempre presente. Movimiento en que la palabra dicha fluye del mundo mismo a través de la lectura que de él hacemos.  De alguna manera, sin embargo, podemos ir más lejos y decir que la lectura de la palabra no es sólo precedida por la lectura del mundo sino por cierta forma de “escribirlo” o de “rescribirlo”, es decir de transformarlo a través de nuestra práctica consciente.

Este movimiento dinámico es uno de los aspectos centrales, para mí, del proceso de alfabetización. De ahí que siempre haya insistido en que las palabras con que organizar el programa de alfabetización debían provenir del universo  vocabular de los grupos populares, expresando su verdadero lenguaje, sus anhelos, sus inquietudes, sus reivindicaciones, sus sueños. Debían venir cargadas de la significación de su experiencia existencial y no de la experiencia del educador. La investigación de lo que llamaba el universo vocabular nos daba así las palabras del Pueblo, grávidas de mundo. Nos llegaban a través de la lectura del mundo que hacían los grupos populares. Después volvían a ellos,
insertas en lo que llamaba y llamo codificaciones, que son representaciones de la realidad.

La palabra ladrillo, por ejemplo, se insertaría en una representación pictórica, la de un grupo de albañiles, por ejemplo, construyendo una casa. Pero, antes de la devolución, en forma escrita, de la palabra oral de los grupos populares, a ellos, para el proceso de su aprehensión y no de su memorización mecánica, solíamos desafiar a los alfabetizandos con un conjunto de situaciones
codificadas de cuya descodificación o “lectura” resultaba la percepción crítica de lo que es la cultura, por la comprensión de la práctica o del trabajo humano, transformador del mundo, En el fondo, ese conjunto de representaciones de situaciones concretas posibilitaba a los grupos populares una “lectura” de la “lectura” anterior del mundo, antes de la lectura de la palabra.

Esta “lectura” más crítica de la “lectura” anterior menos crítica del mundo permitía a los grupos populares, a veces en posición fatalista frente a las injusticias, una comprensión diferente de su indigencia.

Es en este sentido que la lectura crítica de la realidad, dándose en un proceso de alfabetización o no, y asociada sobre todo a ciertas prácticas claramente políticas de movilización y de organización, puede constituirse en un instrumento para lo que Gramsci llamaría acción contrahegemónica.

Concluyendo estas reflexiones en torno a la importancia del acto de leer, que implica siempre percepción crítica, interpretación y “reescritura” de lo leído, quisiera decir que, después de vacilar un poco, resolví adoptar el procedimiento que he utilizado en el tratamiento del tema, en consonancia con mi forma de ser y con lo que puedo hacer.

Finalmente, quiero felicitar a quienes idearon y organizaron este congreso. Nunca, posiblemente, hemos necesitado tanto de encuentros como éste, como ahora.

12 de noviembre de 1981
En Freire, Paulo (1991), La imp

Fuente: https://perio.unlp.edu.ar/catedras/system/files/la_importancia_del_acto_de_leer.pdf

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Primera infancia: educación y cuidados

Redacción: Elizabeth Ivaldi

La atención y educación de la primera infancia posee una rica historia a nivel mundial. Friedrich Froebel creó en 1840 en Blankerburg, Alemania, la primera institución destinada a los niños pequeños, inspirado en las ideas de Enrique Pestalozzi y en sus propias vivencias, ya que su madre falleció cuando él tenía apenas nueve meses de edad. La denominó “kindergarten” o “jardín de infantes”, sintetizando de esa forma las características principales que debía tener esa primera educación: espacios amplios, vida al aire libre, actividad y juego. Por otra parte, consideraba que, tal como sucede con las plantas del jardín, los cuidados que se le brinden a los niños desde que nacen influyen en su desarrollo y crecimiento tanto en el presente como en su vida futura. En 1839, previo a la creación del primer jardín de infantes, Froebel implementó un curso para “guías de la infancia”, con alta participación femenina. En 1844 publicó Cantos a la madre, con el propósito de transformar las acciones intuitivas aplicadas en la crianza de los niños en intervenciones que contribuyeran a su bienestar y desarrollo, en el entendido de que la atención y educación de los niños pequeños debe ser compartida entre la institución y la familia. Para ello creó los “dones”,1 considerados los primeros juguetes didácticos de la historia, utilizados por las madres en sus hogares y por las educadoras en el jardín de infantes. En los años siguientes y hasta su fallecimiento, en 1852, Froebel se dedicó a difundir por toda Europa, no sin detractores, los beneficios de su obra.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, siguiendo las ideas de Froebel, los países europeos crearon jardines de infantes dotándolos de características propias. En Latinoamérica, los primeros jardines de infantes comenzaron a crearse a fines del siglo XIX y principios del XX, la mayoría de ellos por el conocimiento que se tenía de la experiencia europea. En Uruguay, la fundación del primer jardín de infantes público-estatal se encuentra estrechamente ligada a la figura de la maestra Enriqueta Compte y Riqué, a quien se le encomendó llevar a la práctica las ideas ya expresadas por José Pedro Varela desde 1874 en su obra La educación del pueblo. Previo a esa creación, que se concretó en 1892, Enriqueta viajó a Europa a conocer la experiencia de los jardines de infantes desarrollada en varios países de ese continente. A su regreso organizó y dictó los cursos preparatorios para maestras de jardín de infantes, y colaboró en la resolución de las dificultades que obstaculizaban la creación de este tipo de instituciones. Uruguay fue pionero en América Latina al crear el primer jardín de infantes dentro del sistema educativo público, oficiando de referente para autoridades y educadores de varios países de la región.

Como queda demostrado, el siglo XIX fue determinante a nivel mundial para superar la visión puramente caritativa que hasta entonces dominaba la atención de la infancia. “El nacimiento de una escuela infantil pública, administrada por el Estado [contribuyó a dar el paso] desde una concepción de la infancia como edad que hay que proteger a la de una edad social que hay que educar”.2

El siglo XX trajo consigo importantes cambios sociales junto con un creciente papel del Estado en la organización de la sociedad, incluida la educación de las personas. Esto impactó, entre otras cosas, en la conceptualización acerca de la infancia, que comenzó a ser considerada un grupo social con características propias. Se desarrollaron desde entonces dos “historias paralelas”, la de la infancia y la de las instituciones a cargo de su atención y educación.

Uruguay ha venido cumpliendo con creces ese desafío, expandiendo la educación inicial en el sistema público, creando planes de atención a la infancia y la familia junto con la sociedad civil organizada, promoviendo desarrollos curriculares específicos, ejerciendo la reglamentación y el control de los centros de educación inicial privados, mejorando la formación de docentes y educadores, actualizando las leyes vigentes. Hoy somos pioneros en América Latina en lo que refiere a cobertura y obligatoriedad en esta etapa, tal como lo fuimos en 1892 al crear el primer jardín de infantes en un sistema educativo público-estatal.

Este ejercicio de revisar, aunque brevemente, la historia pretende valorar los caminos transitados con el propósito de generar reflexión y compromiso ante los desafíos que nos demanda el tiempo presente.

Durante marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, con razón y con derecho, colectivos feministas continuaron reclamando más y mejores acciones de cuidados hacia los niños pequeños. Desde el Sistema Nacional Integrado de Cuidados se extreman esfuerzos para cumplir con ese cometido impulsando y apoyando las respuestas que solidariamente se generan en los lugares de estudio y de trabajo. Lo que a algunos nos preocupa, en función del recorrido histórico antes realizado, es el énfasis puesto por quienes reclaman y por quienes tienen a su cargo la implementación de las acciones, en la creación de “nuevos centros de cuidados” o, en el mejor de los casos, de “nuevos centros de educación y cuidados”.

Los países que poseen experiencia en intentar resolver la carga desigual de los cuidados nos demuestran que es posible recorrer otros caminos que contribuyan a empoderar y acompañar a las familias en el cuidado y la crianza de sus hijos, lo que beneficia a los niños, a sus referentes familiares y a la sociedad en general. Por ejemplo, mediante el aumento de las licencias parentales o aplicando criterios de flexibilidad en el horario a cumplir por trabajadores o estudiantes madres y padres con hijos pequeños, o habilitando la compensación de horarios, o el uso de licencias especiales. Estas acciones amplían las posibilidades de complementar el trabajo o estudio de los referentes familiares con la crianza de sus hijos y con la concurrencia del niño a instituciones de Atención y Educación en Primera Infancia (AEPI),3 creadas con ese fin y debidamente supervisadas.

Transitar únicamente el camino de la institucionalización de los niños pequeños durante el horario de trabajo o estudio de sus referentes familiares creando centros “a demanda”, o modificando sensiblemente la organización interna de los centros educativos existentes, no resulta más económico, pero puede ser más peligroso.

En 2017, representantes de la educación inicial de varios países de Latinoamérica y el Caribe, nucleados en la Organización Mundial para la Educación Preescolar,4 reunidos en Montevideo, hicieron un “Llamamiento urgente a considerar el cuidado y la educación como prácticas inseparables en las políticas públicas para la primera infancia”.5

De esa forma manifestaron su preocupación por considerar que las políticas de cuidados hacia los niños pequeños “se implementan mayoritariamente a través de ‘servicios’ que resultan parciales, caracterizados por la escasa inversión y la baja calidad […] La experiencia latinoamericana demuestra que tales políticas refuerzan la desigualdad, al ofrecer servicios precarios a los niños y niñas de los sectores más vulnerados”. En forma propositiva, en dicha declaración instan “a los Gobiernos de los Estados Latinoamericanos, a sus funcionarios, legisladores y otros actores políticos y sociales que participan en la definición o ejecución de las políticas públicas destinadas a la AEPI”:

a) a reformular las concepciones, los supuestos y las estrategias que las sustentan, reconociendo: – que la educación desde el inicio de la vida debe ocupar un lugar central en la formación integral de las personas; – que los cuidados deben formar parte de la ética inherente a las políticas estatales dirigidas a todos los seres humanos, en todos los campos de acción; – que cuidar y educar constituyen prácticas sociales inseparables e ineludibles en la primera infancia, para garantizar el cabal cumplimiento de los derechos humanos y el desarrollo pleno de las personas; – que el conocimiento y la formación profesional resultan indispensables para llevar a cabo una AEPI de calidad, en esta etapa clave para el desarrollo integral del ciudadano.

b) a valorar los avances ya producidos y la inversión realizada en América Latina: – en la construcción, implementación y desarrollo de una importante red de centros de AEPI; – en la implementación y consolidación de planes y programas de formación docente específicos, signo de progresismo y de la calidad de la educación inicial latinoamericana, desde su surgimiento hace más de un siglo hasta el momento actual; – en el diseño y la ejecución de políticas públicas de AEPI que se sustentan en las buenas experiencias llevadas a cabo desde los sectores educativo, de salud y de desarrollo social.

c) a redefinir las políticas públicas para la primera infancia en función del respeto por el interés superior del niño – prestando especial atención al equilibrio entre las respuestas implementadas en función de los derechos y las necesidades de los niños y las niñas, y de las personas adultas que los tienen a su cargo; – generando una adecuada sinergia entre los diferentes programas y servicios, evitando las fragmentaciones, que atentan contra la integralidad de las intervenciones y provocan pérdida de recursos; – invirtiendo los recursos financieros necesarios para hacer efectivos los derechos de la primera infancia y su interés superior.

Quienes suscriben esta declaración finalizan señalando: “Los avances producidos a lo largo de la historia en la atención y educación integral de la primera infancia son el fruto de una larga lucha llevada a cabo por mujeres, por militantes de derechos humanos, por educadores y ciudadanos en general”.


  1. Los “dones” de Froebel son una serie de juguetes concebidos para estimular el desarrollo del niño. En el jardín de infantes 213, Enriqueta Compte y Riqué, del Consejo de Educación Inicial y Primaria se encuentra una de las colecciones más completas existentes en el mundo en el momento actual. 
  2. Frabboni, Franco (1987), La educación del niño de cero a seis años. Bogotá: Cincel Kapelusz. 
  3. El de AEPI es un concepto acuñado por UNESCO, que refiere a la promoción del desarrollo y los aprendizajes integrales desde el nacimiento hasta la edad de ocho años. 
  4. La Organización Mundial para la Educación Preescolar es la organización más antigua dedicada al bienestar general, el desarrollo óptimo y la educación de los niños desde el nacimiento hasta los ocho años. Posee estatus consultivo con la Organización de las Naciones Unidas y UNESCO desde su fundación, en 1948. www.omep.org.uy
  5. Disponible en www.omep.org.uy/wp-content/uploads/2015/06/Declaraci%C3%B3n-de-la-Asamblea-Latinoamericana-de-la-OMEP-2017-version-definitiva.pdf

Fuente: https://ladiaria.com.uy/articulo/2019/4/primera-infancia-educacion-y-cuidados/

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Colombia entre los peores países latinoamericanos en educación

Redacción: Canal 1

La revista U.S. News and World Report, publica en su actual edición el ranking de los 80 mejores países para educación. Entre los latinoamericanos el primero es Argentina, en el puesto 30; seguido por Brasil (33), México (37), Chile (41), Chile (41), Uruguay (49) y Colombia (52).

Esto indica que el país podría volver a votar contra la paz.

Esto es lo que indican los indicadores.

Fuente: https://canal1.com.co/noticias/nacional/nivel-educacion-colombia/

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Educación con principios: clave de la política pública

Por. Rose Mary Hernández Román
La idea de sociedad, remite a una cierta  correspondencia entre un modelo cultural, un sistema educativo, un aparato económico, una estructura social y una organización política. A pesar de que  cada una de estas dimensiones son autónomas y están dotadas de su propia dinámica y actores,  la política puede unificarlas en un solo modelo societal, mantenerlas en tensión y relación entre sí.
En un intento por impulsar los países hacia su desarrollo o de mantenerlos en su evolución, la política teje los planes y, las aspiraciones de los ciudadanos para que sean orgánicos, sólidos y coherentes y poder construir y/o preservar sistemas sostenibles.
En un momento de creciente desigualdad, como la que se tiene en América Latina, donde sus países sufren restricciones , desigualdades y exclusión,  se han realizado reformas sustantivas en el ámbito de la gestión y gobernanza. En este contexto, los gobiernos han de estar más que nunca interesados  en aprender y accionar sobre políticas y reformas eficaces. Ahí las posturas críticas y el pensamiento emancipador se reconocen como fuentes importantes para la construcción de un mejor futuro.
Desde la consideración interpretativa, el pensamiento crítico consiste en analizar y evaluar la consistencia de los razonamientos, en especial aquellas afirmaciones que la sociedad acepta como verdaderas en el contexto de la vida cotidiana.  Siendo la verdad un  juicio de valor  interpelado por el razonamiento desde la experiencia,  creencias, formas de vida y virtudes, resulta interesante apuntar  a educar desde una nueva forma de ver y sentir las realidades, así como con honestidad, la buena fe y la sinceridad humana.
Dicho esto, es estratégico que, para las naciones desfavorecidas, quienes tienen la responsabilidad de diseñar e implementar sus políticas públicas sean personas con grandes visiones en pro de un buen futuro, pero mucho más importante es que sean formadas y comprometidas con principios de igualdad, justicia y equidad,  haciendo sinergia espacio-temporal, para cumplir con lo que ofrecen,  factor decisivo en la promoción de  la transformación social. Los asuntos públicos son de interés colectivo, y no deben ser pensados solamente y únicamente por el gobierno. Se trata de procesos decisionales de bienestar donde todxs sus ciudadanxs cuentan.  En consecuencia, los contextos no son ajenos al plano en cuestión, por el contrario, son claves en el diseño e implementación de líneas de acción o planes de orden relativo.
La lectura de los tiempos muestra que, en los pueblos oprimidos, los paradigmas históricos se han anclado en una gestión pública caracterizada por ser  sectorial y excluir de su diseño la participación de la sociedad civil, los grupos de interés y actores beneficiarios. Sin embargo, propio de la rebeldía y de las luchas de las organizaciones, en algunos casos han conducido a los Estados a  evolucionar  la sociedad y a elaborar a éstas desde una noción diferente, con una perspectiva más integradora y humanista, dándole mayor sentido a la vida y a la calidad que la existencia amerita.
Se asume entonces una connotación que reconfigura a las políticas públicas desde lo social por su importancia para el desarrollo humano local. El objetivo es que nuestra región pueda reinsertarse en el mundo con la capacidad de producir y proveer bienes y servicios basados en el conocimiento, dejando atrás el dominio de prácticas de subsistencia con el cual la economía, la tecnología, la ciencia, la salud, la educación, entre otros, le refiere como sistema de gestión.
El estatus individual de cada país es clave para ocupar un lugar en el contexto internacional. Los argumentos positivos de sus posiciones internacionales se basan en la  formulación de políticas públicas sociales y el desarrollo de éstas a su vez dependen de cuán calificado espiritual y cognitivamente se encuentre quien las diseña porque dan resultados concretos en beneficio de los ciudadanos.
Hoy día, afrontamos retos globales que requieren nuevos paradigmas en la ideología de la educación, capaces de articular el desarrollo futuro, la inclusión social y calidad de vida como una política pública social. Y necesitamos hacerlo de forma urgente, renovando el sentido de la gobernanza en nuestros pueblos. La imprescindible apuesta pública por la sostenibilidad, es propuesta de debate para transformar la realidad  de nuestro país y del mundo entero. Las amenazas de lo externo siempre estará agitando para conducir o reconducir la agenda de despliegue de los gobiernos, pero la mayor preocupación la instalan quienes desde lo interno desvirtúan las metas colectivas que se esperan de una administración.
Hay muchos retos por delante. Se debe hablar sobre trabajo, salud, educación,  salario, pero más aún se debe resolver lo que preocupa a la gente.
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PNUD Chile: Región de O’Higgins presenta preocupantes indicadores en salarios y educación parvularia

Redacción: El Tipógrafo

Así lo revela un informe de Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Chile, dado a conocer en un seminario desarrollado en la UOH.

En las instalaciones de la Universidad de O’Higgins se llevó a cabo el seminario sobre los Avances y Desafíos del Desarrollo Regional. Dentro de los indicadores presentados  en el informe de Desigualdad en Chile se pudieron conocer cifras en lo que respecta a salarios, ingreso per cápita y educación.

La representante residente adjunta del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Chile, Marcela Ríos, detalló que el PNUD maneja un foco particular, relacionado con el análisis específico de cuáles son las diferencias o desigualdades que presentan las personas dependiendo del territorio donde residen.

“Este estudio que lanzamos en diciembre, lo que hace es mirar justamente los indicadores de desarrollo en materia de educación, salud, empleo, respecto en comparación con todas las regiones del país”, aseveró.

De acuerdo al informe, O’Higgins se encuentra entre las tres regiones con mayor porcentaje de personas que ganan un salario bajo o menor a 346.547 pesos.

Esta remuneración es calificada así porque corresponde a aquel que no permite a un trabajador dependiente, que trabaja 30 horas o más por semana y tiene entre 18 y 65 años, mantener a un hogar de tamaño promedio fuera de la pobreza. En 2017 el tamaño del hogar promedio era de 3,1 personas.

El documento refleja que el 55,9% de los empleados de O’Higgins recibe menos que este salario, solo superado por La Araucanía (57,3%) y Maule (62,5%).

“Efectivamente O’Higgins y la zona centro-sur del país, hasta La Araucanía, son regiones con las tasas de salario bajo más altas”, explica Ríos.

En relación a las causas de estos índices, manifestó que “este no es un tema solo de la región, sino que tiene que ver con la zona centro-sur y está estrechamente vinculado al modelo productivo. El desarrollo económico de estas regiones está centrado en el sector agrícola y servicios, y claramente ahí hay un tema de que estos sectores de la economía pagan salarios más bajos que otros sectores, como la minería, por ejemplo”.

En cuanto a ingreso per cápita, en la región de O’Higgins llega a los $259 mil pesos, según el informe.

“El ingreso per cápita está estrechamente vinculado a los salarios y al modelo productivo. Claramente la base productiva de la región está generando enriquecimientos menores o de riquezas menores. Uno de los desafíos importantes para esta región es el crecimiento económico y la estimulación de sectores de la economía que puedan generar mejores empleos y mejores salarios”, asegura la experta.

Por otra parte, en materia de educación, el informe reveló que la asistencia a la enseñanza parvularia, en niños de entre 0 a 5 años, llega tan solo al 49.7%.

“Todavía la oferta de jardines infantiles es una política reciente, donde se ha tratado de universalizar el acceso a la educación preescolar. Todavía existen diferencias en  la oferta de establecimientos de edad preescolar, pero también cultura de las personas en el sentido de que hay muchas personas que no consideran o no se convencen de mandar a sus hijos a educación preescolar y siguen decidiendo tenerlos en casa”, explica la representante de PNUD.

Refirió que “es un proceso que está en pleno desarrollo por lo que es probable que en unos años tengamos unas cifras  más cercanas en las que están los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico”.

Manifestó que la educación preescolar “tiene un efecto muy importante para el desarrollo de los niños. Existe harta evidencia que demuestra que los niños que asisten al preescolar tienden a tener estimulación más temprana  a desarrollar más habilidades sociales porque interactúan con otros niños. Entonces tienen una preparación mejor para cuando ingresan a la educación básica, porque les da una cierta ventaja respecto de los niños que no asisten a educación preescolar”.

Fuente: https://eltipografo.cl/2019/04/pnud-region-de-ohiggins-presenta-preocupantes-indicadores-en-salarios-y-educacion-parvularia/

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Reiteran llamado a paro nacional para el 25 de abril en Colombia

Redacción: Telesur

Están previstas jornadas de protestas en contra del presidente Iván Duque por no respetar lo establecido en el acuerdo alcanzado en 2016 entre el Gobierno y las FARC-EP.

Sindicatos, movimientos políticos, sociales y campesinos reiteran el llamado a sumarse al gran paro nacional el próximo 25 de abril en Colombia para exigir el cumplimiento del Acuerdo de Paz y en rechazo al Plan Nacional de Desarrollo (PND).

Está previsto que ese día se realicen jornadas de protestas en contra del presidente Iván Duque por no respetar lo establecido en el acuerdo alcanzado en 2016 entre el Gobierno y el exgrupo insurgente Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP).

Además, exigirán al Estado políticas para garantizar la vida de los líderes y lideresas sociales, los defensores de derechos humanos y activistas, ante el asesinato sistemático que ha ya dejado casi 600 desde la firma del Acuerdo de Paz, entre ellos, 114 excombatientes de las FARC-EP.

El es un llamado a retomar el camino del diálogo y exige al Estado colombiano el derecho a transformar nuestros territorios para el buen vivir

Según el fiscal de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Fabio Arias, los sectores que se movilizarán para defender la paz en el país y expresar su desacuerdo con el intento de Duque de cambiar la Ley Estatutaria de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

El paro nacional también busca que se realice un ajuste al PND para eliminar los artículos y disposiciones establecidas que han sido denunciadas por ser contrarias al interés de la mayoría de la población.

Esta actividad nacional se suma a las denuncias de la Minga social del Cauca impulsada por campesinos e indígenas, quienes han exigido al Gobierno de Duque mayor atención a sus demandas, como el cese de los asesinatos sistemáticos, acciones para evitar la violencia en la región y ser consultados sobre proyectos que afecten sus tierras.

Fuente: https://www.telesurtv.net/news/colombia-paro-nacional-acuerdo-de-paz-protestas-ivan-duque-20190419-0044.html

 

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Argentina: Antorchas contra el cientificidio

Redacción: Página 12

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Investigadores y becarios vuelven a movilizarse.

Organizaciones de científicos y trabajadores del sector marchan a Plaza de Mayo en rechazo al desfinanciamiento de la ciencia.

Investigadores y becarios realizaron una Marcha de las Antorchas contra el desfinanciamiento que sufre el sistema científico y tecnológico nacional. La movilización, convocada por distintas organizaciones que nuclean a científicos y trabajadores del sector, partió el 17 de abril a las 17 desde el Ministerio de Educación y finalizará en la Plaza de Mayo, donde se leerá un documento. “Desde diciembre del 2015, el gobierno de la alianza Cambiemos está llevando a cabo un progresivo desmantelamiento del sistema científico y tecnológico. Es decir, se está llevando a cabo un cientificidio, la destrucción de la ciencia”, aseguró Rocco Carbone, integrante de la organización Liberación-Corriente de Universidad, Ciencia y Tecnología-.

La Marcha de las Antorchas se suma a las manifestaciones de rechazo al ajuste que viene realizando la comunidad científica desde que se conoció, hace diez días, la última convocatoria de ingresos al Conicet: sólo un 17,7 por ciento de los postulantes lograron acceder a la carrera de investigador y más de dos mil doctores quedaron afuera del sistema tras haber sido formados durante casi una década por instituciones públicas argentinas de calidad. Mientras el Plan Argentina Innovadora 2020, presentado en 2013 y respetado hasta 2015, preveía un crecimiento anual del 10 por ciento de los ingresos (con el objetivo de que Argentina se acercara a los estándares internacionales de cantidad de científicos por habitante), en 2019 sólo entraron 450 personas cuando deberían haberlo hecho 1366.

“El resultado reciente de la convocatoria a ingresos en la Carrera del Investigador Científico del Conicet muestra que la expulsión de más de 2150 científicos y tecnólogos es la consecuencia lógica de una orientación política fundamentada en el ajuste diseñado por el FMI. Plan aplicado colonialmente por la alianza Cambiemos a través de los sucesivos recortes presupuestarios para reducir el ‘gasto público’ y que pretende ser reasegurado con represiones, amenazas, violencias recurrentes sobre la clase trabajadora”, plantean en un documento consensuado las organizaciones que convocan  a la movilización: el sindicato ATE, Liberación, Jóvenes Científicos Precarizados, Becarios Empoderados, la Agrupación Rolando García, Razón y Revolución-Ciencia y Técnica, la Corriente 12 de Mayo y la agrupación Naranja Ciencia y Técnica, entre otras agrupaciones.

“El problema no está vinculado solo con el Conicet, sino con todos los organismos de ciencia y tecnología. El Conicet es el organismo más grande que se ocupa de la producción de ciencia y tecnología, pero hay otros organismos, como el INTI, el INTA, la Comisión Nacional de Energía Atómica”, señaló a PáginaI12 Rocco Carbone, quien además afirmó que “no hubo respuesta por parte del Gobierno. La respuesta es implementar una fuga de cerebros, porque la política de estado de la Alianza Cambiemos para la ciencia es el cientificidio. Argentina va a exportar científicos con un alto valor agregado. Una exportación infocognitiva”.

La pérdida del poder adquisitivo de los salarios, la precarización laboral y los despidos son otras de las preocupaciones que mantienen en alerta al conjunto de trabajadores de ciencia y tecnología y que estarán presentes en la movilización de mañana. “La situación de los trabajadores estatales empeora: la pérdida salarial es mayor que para otros sectores, la precarización y los despidos aumentan. En particular, los trabajadores del sistema de ciencia y tecnología padecen esta misma situación, agravada por la desfinanciación de los proyectos y de los grupos de investigación en los que están insertos”, remarcan en el texto que será leído como cierre de la marcha.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/187749-antorchas-contra-el-cientificidio

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