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Educación: sobre la necesidad de saltar los barrotes carcelarios de lo inmediato (1)

Por: Pablo Martinis 

Revista Hemisferio Izquierdo/ Nro 4

Presentación

En las próximas líneas pretendo, inicialmente, dar cuenta de algunos rasgos de lo que a mi juicio constituye un debate educativo uruguayo marcado por una extrema pobreza pedagógica y política. Tomar nota de esta situación constituye para mí un punto de partida inevitable para retomar una problematización de la educación desde una perspectiva de izquierda. Entiendo por perspectiva de izquierda aquella que pone en el centro de sus preocupaciones la construcción de condiciones materiales y simbólicas que aseguren una distribución igualitaria de saberes socialmente significativos y necesarios para el desarrollo personal y la participación social. En el marco de sociedades capitalistas esto implica, inexcusablemente, una toma de postura a favor de los sectores populares, siempre postergados en el acceso a todo aquello que les corresponde por derecho. Desde este marco, propongo la necesidad de elevar la mirada y recentrar el debate educativo en términos de procesos de mediano y largo plazo

La pobreza del debate actual

La continuidad de los tres gobiernos del Frente Amplio nos ha reafirmado en la idea de que vivimos en un país en el que la política educativa se reinventa cada 5 años. Ello no implica la inexistencia de continuidades en aspectos particulares, pero los lineamientos políticos priorizados en cada caso son diversos y en ocasiones, antagónicos. De los muchos ejemplos que podrían plantearse para fundamentar esta afirmación tomaré sólo uno: las derivas de uno de los programas de política educativa que fue presentado como eje central de una política de izquierda, el Programa Maestros Comunitarios (PMC). Este programa fue uno de los emblemas de la política educativa en el período 2005 – 2009. Al año siguiente, al inaugurarse el segundo gobierno frenteamplista se le bajó el perfil subsumiéndolo dentro de un programa más amplio(2) y cesándose la creación de cargos dentro del mismo. Actualmente, rige una circular del Consejo de Educación Inicial y Primaria según la cual los cargos de Maestro Comunitario pueden ser utilizados en las escuelas para hacerse cargo de grados comunes en caso de ausencia del docente respectivo. La búsqueda de “otra forma de hacer escuela” que desde el PMC se instaló como consigna con fuerte contenido político parece ubicarse hoy más en el orden del recuerdo que en el de la posibilidad.

Por otra parte, el debate público sobre educación adolece de una extrema debilidad en tanto es absolutamente coyuntural. Se discute sobre problemas del momento, los cuales van siendo desplazados de la agenda por la emergencia de nuevas temáticas, las que al poco tiempo sufren la misma suerte. No parece haber acumulación de argumentos en esos debates y se carece absolutamente de miradas que puedan problematizar las discusiones con perspectivas de mediano y largo plazo. Complementariamente, abundan las ocasiones en que los debates se centran en aspectos absolutamente particulares, como las características individuales de ciertos funcionarios o sus capacidades para desarrollar satisfactoriamente o no determinadas tareas. Estas discusiones, que podrían ser de interés para alguno de los programas de chimentos que se emiten en la televisión montevideana, difícilmente aporten elementos destacables para una problematización de la educación nacional.

A su vez, una racionalidad tecnocrática instrumental sostiene los escasos debates que efectivamente se producen, ya que se discute en torno a indicadores, sin comprender o someter a crítica los complejos procesos que se esconden detrás de la producción de esos números. Así, tenemos una suerte de fetichización del número (“bajó la repetición”, “aumentó la cobertura”, etc…), sosteniendo la fantasía de que efectivamente en esos números habita alguna suerte de verdad revelada en torno a la educación. Así, se sostiene un precario discurso pedagógico que resume los problemas de la educación a unos pocos insumos básicos (más presupuesto, más horas de clase, mejores salarios, mejor infraestructura…), sin que tengamos novedad acerca de los proyectos educativos en función de los cuales esas reivindicaciones cobrarían sentido. Evidentemente, una de las dificultades que muestra esta situación es la extendida creencia en que quienes son buenos para construir indicadores y medirlos habrían de tener similar capacidad para proponer políticas educativas y llevarlas adelante. La historia de los últimos veinte años del sistema educativo uruguayo desmiente drásticamente esa creencia.

Los actores (colectivos) parecen estar atrapados en posiciones cristalizadas, inmunes al debate. Priman discursos autocomplacientes, cerrados a la posibilidad de integrar una diferencia, otra significación que no esté ya previamente en su glosario. Un ejemplo de esta situación, entre muchos que podrían citarse, puede apreciarse en las perspectivas actualmente existentes en torno a los procesos de inclusión educativa. Por una parte, desde diversos ámbitos de definición de política educativa parece primar una construcción de los estudiantes que viven en situación de pobreza más cercana a resaltar sus carencias que a rescatar sus potencialidades, de ahí el desarrollo de acciones más cercanas a las prácticas de asistencia que a las de enseñanza. Por otra, diversas posiciones desde ámbitos sindicales, particularmente en la enseñanza media, insisten en una suerte de victimización de los docentes, presentándose como los grandes perjudicados por tener que convivir con situaciones de violencia que hacia ellos generarían los adolescentes que ahora acceden a las instituciones educativas de la mano de los procesos de inclusión educativa. Lo que parece estar ausente en ambos casos es una reflexión acerca del lugar que la educación debe tener en su vínculo con poblaciones que han estado históricamente excluidas de transitar por ella más allá del nivel primario.

Las limitaciones de una perspectiva que entiende a la política educativa como simple gestión del presente deberían ser fuertemente recusadas desde una perspectiva de izquierda. No se trata de administrar razonablemente un sistema educativo -que además tenemos muy claro que produce desigualdad-, sino de transformarlo radicalmente a favor de aquellos tradicionalmente excluidos. Esta es la tarea de una gestión política de la educación desde una perspectiva de izquierda.

Otro tanto podría señalarse con relación a perspectivas sindicales que no pueden ver más allá de la defensa del docente en tanto trabajador de la educación. Obviamente, no se trata de negar este punto, sino de poner en consideración que aquel otro que muchas veces se ve como una amenaza es también parte de una clase subordinada. Oponer “inclusión educativa” vs “derechos de los trabajadores” no tiene ningún sentido, salvo que uno se ubique en una posición francamente reaccionaria.

Llegados a este punto es imposible dejar de tomar nota de la existencia de una notable distancia entre los discursos que circulan públicamente sobre educación y la gran mayoría de quienes cotidianamente “hacen la educación”. Esta cuestión llega a un punto que no dudaría en calificar de dramático cuando se constata -y he podido hacerlo en más de una oportunidad- que muchas experiencias de colectivos de docentes y educadores que intentan alterar sentidos y prácticas -que detectan como responsables del fracaso educativo- no encuentran eco en instancias de definición y gestión de políticas o en los ámbitos de representación docentes. Muchas veces, lamentablemente, sufren resistencias desde esos ámbitos.

En este marco, voces que deberían interpelarnos desde la lucidez de sus prácticas y conceptualizaciones están ausentes del debate púbico o, simplemente, guardan silencio. Este conjunto de elementos define lo que a mi juicio constituye un debate educativo en el cual lo pedagógico-político -entendido como la reflexión y la acción en torno a lo educativo y a su direccionamiento en favor de los sectores populares- brilla por su ausencia.

Saltar los barrotes carcelarios de lo inmediato.

Entiendo absolutamente imprescindible que quienes nos preocupamos por la educación desde una perspectiva de izquierda seamos capaces de dar señales en el sentido que el estado de situación que presenté en las líneas anteriores puede ser superado. Estas señales no se pueden dar si refieren exclusivamente a acciones inmediatas. Es necesario construir un discurso colectivo, que más allá de las diferencias presentes y las dificultades para tramitarlas, permita articular, primero que nada en una dimensión imaginaria (un horizonte deseable de posibilidades) para luego avanzar en su concreción práctica de forma paulatina.

Lo que estoy proponiendo no supone desconocer la centralidad del conflicto en la estructuración de los procesos sociales. Sería ingenuo hacerlo. Quizás tan ingenuo como lo fue creer, en el anterior período de gobierno, que a partir de un acuerdo entre los partidos políticos con representación parlamentaria se iban a poder solucionar los problemas.

Es necesario que reflexionemos acerca de que planificar, como acto político, supone construir hegemonía: articular diferencias de forma que quienes son parte de esa articulación perciban que sus demandas son incorporadas y no simplemente toleradas. Y también supone, marcar un límite, una frontera con aquellas perspectivas con las cuales no es posible la articulación porque encarnan un proyecto antagónico al que se quiere impulsar. Este es el juego político y también el juego de la política educativa. Estas articulaciones tienen que exceder a una fuerza política y expandirse hacia actores sociales significativos. Es condición indispensable para poder avanzar en este sentido partir de un proyecto claramente definido en sus aristas fundamentales. Aquí la pregunta fundamental a contestar está marcada por interrogarse sobre cuales han de ser las características fundamentales de un proyecto educativo de izquierda.

Avanzar en la definición de un proyecto educativo de izquierda tiene que ver con trabajar en la articulación de una dimensión imaginaria, de amplia aceptación popular, con respecto a qué expectativas tenemos con respecto al futuro de la educación. O mejor: qué educación quisiéramos tener en el futuro, cómo se diferencia de la que tenemos hoy y cómo podemos avanzar en la dirección deseada. También supone interrogarse acerca de qué aspectos de nuestra educación queremos conservar, ya que no todo es novedad; y cuales quisiéramos recuperar de la rica tradición de la pedagogía uruguaya.

Todo lo señalado involucra diversidad y pluralidad de voces que deben ser escuchadas, ya que la educación no nos pertenece o no es problema exclusivo de quienes trabajamos en ella.

Una vez visualizado ese horizonte de sentido, que va en paralelo a la definición de un marco ético político, axiológico, que es el telón de fondo permanente de todo el proceso, sería momento de sistematizar diagnósticos y ubicar áreas clave de trabajo con relación a las cuales poder establecer metas a corto, mediano y largo plazo, con sus correspondientes formas de evaluación que permitan la introducción de ajustes a medida que se avanza en el proceso. Este proceso necesita de fuerte diálogo y articulación a nivel político, de actores y técnicos. Se requiere de técnicos sumamente competentes en sus áreas de actuación pero con fuerte sensibilidad política para comprender que el diálogo permanente es necesario en procesos de planificación y desarrollo que se definan como participativos(3).

Avanzar en la dirección que estoy planteando aquí supone recuperar uno de los enunciados básicos del programa sobre educación con el que el Frente Amplio se presentó a las últimas elecciones. Recordemos que en el mismo se establece:

Elaborar un Plan Nacional de Educación a largo plazo, con amplios consensos sociales y políticos, orientado a la transformación de la educación pública que tome en cuenta para su debate: fines y objetivos de la educación; la cobertura del sistema; la profesión docente; aprendizajes deseables: su diversidad, integralidad, universalidad y democratización; la evaluación continua, y la construcción y distribución social del conocimiento. Para su discusión, elaboración y seguimiento se tendrán en cuenta los aportes del Congreso Nacional de Educación previsto por la Ley de Educación.

Recientemente el Grupo de Reflexión sobre Educación (GRE)(4), formado por destacados educadores de nuestro país, ha presentado su octavo documento de trabajo, en el cual señala la necesidad de orientar fuertes esfuerzos hacia la elaboración de un Plan Nacional de Educación(5). Entiendo que esta es una iniciativa que es necesario destacar y que busca, precisamente, ir más allá del limitado debate sobre educación existente en nuestro país.

En el mencionado documento se señala:

Un Plan Nacional de Educación es un documento con visión comprehensiva, racional y compleja de lo educativo a partir de la situación actual y de su proyección a futuro en relación con el todo social nacional, regional y mundial, lo que habilita a delinear la educación que tendrán las generaciones futuras (…) Lo anterior sirve de encuadre para la definición de fines, objetivos, políticas educativas y estrategias acordes para su logro (GRE, 2016: 7 – 8).

Entiendo que trabajar en la dirección que nos propone el GRE ofrece la posibilidad de reactivar un debate de fondo sobre los problemas de la educación nacional, evitando las miradas cortoplacistas y reduccionistas que actualmente nos absorben. Ubicar la mirada en la construcción de un futuro podría brindarnos una excelente ocasión para colocar nuevamente en circulación el debate en torno a que implica efectivamente una política educativa de izquierda.

En este sentido me detendré finalmente a esbozar algunas líneas de trabajo en función de los cuales podría ser interesante organizar el Plan y que condensan, en mi opinión, un horizonte pedagógico de izquierda.

Efectivizar la obligatoriedad de la educación consagrada en la legislación. Actualmente la obligatoriedad se cumple casi exclusivamente en sectores que tienen niveles de ingresos y acumulación de capital cultural relevantes. Es imprescindible garantizar la continuidad en el sistema educativo desde los 4 a los 18 años para todos los niños y adolescentes nacidos en nuestro país. Es probable que ese sistema educativo que haga lugar a todos deba ser sustancialmente diferente al que tenemos hoy. Concebirlo requiere discusiones amplias y transformaciones progresivas que no pueden ser logradas en el tiempo acotado de un período de gobierno
Garantizar acceso igualitario a los aprendizajes de todos los niños y adolescentes. Ello requiere repensar los diversos formatos desde los cuales damos curso a las acciones de enseñanza así como revisar las concepciones, muchas veces implícitas, que desde la educación se producen con respecto a los alumnos que no logran avanzar en los aprendizajes en los tiempos previstos administrativamente. Un sistema educativo concebido desde una perspectiva de izquierda debe tener dos características fundamentales en relación a este tema: partir siempre de las potencialidades de los sujetos de la educación y organizar la enseñanza en función de ellos.
Revisión de los estatutos académicos y políticos de los centros educativos. Aquí hay mucho trabajo por hacer en la dirección de dotar a los centros de la mayor autonomía posible para el desarrollo de un proyecto pedagógico propio y pertinente, sin perder de vista las orientaciones generales del sistema educativo y sus directrices pedagógico-políticas.
Reubicar la centralidad de la profesión docente. Ello tiene que ver tanto con la institucionalidad en la cual se ha de desarrollar la formación, como con el estatuto profesional y pedagógico, los procesos de formación continua y la cuestión salarial.
Abordar las relaciones entre educación y trabajo en términos de un proyecto de país productivo. Aquí cobra importancia la planificación de la oferta educativa, la orientación vocacional y el desarrollo de estudios prospectivos vinculados a la emergencia de demandas estratégicas de formación.

El documento del GRE propone una hoja de ruta hacia la elaboración de una Plan Nacional de Educación en la que el Congreso Nacional de Educación y la participación de amplios sectores sociales ocupan un lugar fundamental. También propone la constitución de un Grupo de Trabajo en la órbita de la Comisión Coordinadora del Sistema Nacional de Educación Pública a los efectos de dinamizar el proceso de trabajo. Entiendo que se trata de una propuesta sumamente razonable y que ofrece la gran posibilidad de revitalizar el debate y la producción de política educativa en nuestro país.

El educador popular colombiano Marco Raúl Mejía acuñó hace ya algunos años el término “disoñar” para alimentar la producción de políticas en clave popular. Se trata, según entiende Marco Raúl, de unir la lógica del diseño, fundamentalmente técnica en su elaboración, con la lógica del sueño, de la utopía, en su radicalidad política e ideológica. Quizás sean estas dos prácticas las que necesitamos unir para poder volver a pensar y a producir en términos de un discurso pedagógico de izquierda. Valdría la pena intentarlo.

* Licenciado en Ciencias de la Educación. Magíster y Doctor en Ciencias Sociales con mención en Educación. Profesor agregado y director del Departamento de Pedagogía, Política y Sociedad del Instituto de Educación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República.

Notas:

(1) La necesidad de saltar los barrotes carcelarios de los inmediato para pensar la educación fue enunciada por la pedagoga argentina Adriana Puiggrós en pleno auge de la hegemonía neoliberal en los años 90´del pasado siglo. Ver: Puiggrós, A. (1994). Imaginación y crisis en la educación latinoamericana, Buenos Aires, Aique.

(2) Se trata del Programa “Atención prioritaria en entornos de dificultades estructurales relativas”, conocido por el acrónimo APRENDER.

(3) Un esfuerzo cercano a lo aquí planteado fuer realizado en la ANEP en los años 2008 y 2009. El documento producto de ese proceso propone algunos elementos para la elaboración de una Plan Nacional de Educación (2010 – 2030). Puede ser consultado en: http://www.anep.edu.uy/anep/phocadownload/Publicaciones/LibrosDigitales/documento%20del%20plan%20nacional%20de%20educacin%202010%20-%202030.pdf

(4) http://polomercosur.org/grupo-de-reflexion-sobre-educacion/

(5) Grupo de Reflexión sobre Educación (junio de 2016). Documento N° 8. Es tiempo de un Plan Nacional de Educación, Montevideo.

Fuente: http://www.hemisferioizquierdo.uy/#!Educación-sobre-la-necesidad-de-saltar-los-barrotes-carcelarios-de-lo-inmediato-1/nnsaa/579eae4e0cf27547c72ee21a

Imagen: «La noche de los pobres», Diego Rivera (1928

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Invectiva contra el barroco pedagógico

 Por Gustavo Espinosa

Revista Hemiferio Izquierdo/ N°4: Educación

I- La educación como síndrome

Al parecer, la educación pública uruguaya en su situación actual, sólo puede ser referida mediante la elegía o la invectiva. Esto es: mediante discursos disfóricos donde sólo hay lugar para la catarsis, para el desborde expresivo de la nostalgia o de la ira. Ni siquiera la jerga de los burócratas que gestionan la demolición incesante logra bosquejar, sustentada en indicadores, guarismos y demagogia, un entusiasmo verosímil.

Desde hace años, el modo de devenir de la enseñanza pública, su aparición en el mundo, en el espacio público y privado (permeados ambos por la crispación bullanguera de los medios) es el de un síndrome. Propongo una enumeración incompleta y discrecional de esta sintomatología estrafalaria:

  • En primaria, hoy los niños demoran un día más la tarea de alfabetizarse para salir disfrazados de riñón, y así performar su adhesión institucional a la jornada universal de la lucha contra las enfermedades renales. Mañana se ataviarán de ballena franca o de aerosol según la efemérides que imponga el calendario provisto por el buenismo transnacional (1).

  • En secundaria, ciertos profesores de filosofía leen, y hacen que sus alumnos lean, a Gabriel Rolón y a Pilar Sordo.

  • En la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación se ofrece una Licenciatura en Turismo.

  • En marzo de 2014 comenzó a circular un documento titulado “EDUCACION PRIORIDAD DE PAIS: APORTES A LA CONSTRUCCIÓN DE UNA EDUCACION GENUINAMENTE INCLUSIVA” (2) (sic). Estaba firmado por el Magister Renato Opertti, el Magister Martín Pasturino, ex Secretario Técnico del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (Anep) y ex consejero de Educación Secundaria, y el Doctor Fernando Filgueira, efímero Subsecrtetario de Educación y Cultura, encargado de capitanear la abortada maniobra de trasplante del ácido desoxirribonucleico de la educación nacional. El documento contenía el programa preliminar de aquella operación heroica. Contenía también, como lo adelanta la errática distribución de tildes en las mayúsculas del título, tantos errores de ortografía y frangollos de sintaxis y edición como podría haber cometido uno de tantos liceales de los que los autores del documento pretendían incluir (que no alfabetizar).

Ante estas situaciones, y ante la tarea de identificar y describir un escenario o un diseño que preste sentido a su coexistencia, es comprensible que muchas de nuestras intervenciones no puedan trascender el quejido o imprecación. La posibilidad de transformar la melancolía o la furia en un desmontaje crítico, y -sobre todo- en una acción política relevante parecen obturadas. Es verdad que se ha analizado y denunciado de modo abundante y preciso que el hundimiento de la educación uruguaya (cuya sima sólo es posible imaginar en términos de decoración posapocalíptica) es la realización local de una especie de distopía global que viene funcionando desde hace décadas según ciertas políticas formuladas -y retocadas cada tanto- por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo o la European Round Table of Industrialists. Se ha dicho que el núcleo simplificado de este menú de políticas educativas, que se suele referir como reformismo, es la reconversión del campo educativo -sus lenguajes, sus prácticas, sus objetivos- en mercado educativo, o (cuando esa transformación no puede llevarse a cabo de un modo radical) en un aparato auxiliar que facilite el funcionamiento del mercado, que lubrique la lógica del capital. Sin embargo, a pesar de todo lo que se ha gritado y se ha escrito (3), el reformismo y sus mutaciones viene siendo sostenido por gobiernos neoliberales y posneoliberales: lo instaló la prepotencia intratable de Germán Rama durante el segundo gobierno de Sanguinetti, prosiguió durante la complicada serie de desastres que presidió Jorge Batlle, y ha seguido traqueteando en los períodos frenteamplistas. Esta continuidad ha generado inercias, ha consolidado una especie de sentido común, ha instalado una retórica y ha reclutado gestores. Estos (cooptados, seducidos, sobornados o -cuesta creerlo- genuinamente comprometidos con el discurso pospolítico) se han mostrado refractarios a todo crítica de los fundamentos del proyecto.

Por otro lado, los sujetos colectivos de los cuales podría esperarse una resistencia (un antagonismo sin consensos como se anunció alguna vez) no han podido articularla o sostenerla. Los sindicatos docentes han sido desgastados por la necesidad de llevar adelante la representación de un gremio material y simbólicamente miserabilizado. La urgencia de las reivindicaciones laborales (salario, condiciones de trabajo), la declinación de la formación profesional, y también la energía prodigada en la resolución de trabajosos antagonismos internos han menoscabado, en un plano intelectual y político, la confrontación del régimen reformista por parte los de docentes sindicalizados. Haber accedido a una representación minoritaria, testimonial e inoperante (pero también legitimadora) en los consejos de la ANEP puede leerse como un gesto de resignación al statu quo reformista, con la modesta esperanza de atenuarlo. Esta actitud reproduce la de los gobernantes de la izquierda progresista posneoliberal ante la fatalidad del capitalismo: la educación saqueada de su autonomía suele funcionar como continuidad y metonimia de la política que la diseña y la contiene.

II-Éste es el culo

Entre tanto el aparato educativo continúa ramificándose como un organismo arborescente, obeso y estéril. Prolifera en decenas de programas focalizados, planes pilotos, proyectos especiales. Se legitima en una jerga bizantina de siglas, eufemismos y tecnicismos de la sociología o el marketing. Actualiza a su personal (docente y administrativo) mediante miles de horas de cursillos y teleconferencias que corren detrás del vértigo de la obsolesencia didáctica programada. Distribuye manuales amigables y tablets. Se extiende en redes y plataformas. Ensaya, de modo siempre expresamente provisional, diseños curriculares paralelos adecuados a cada recorte territorial. Dispensa empleo a gerentes, coordinadores, animadores, tutores, referentes, inspectores, psicoanalistas, asistentes sociales, educadores sociales, coachs, y, por fin, a miles de maestros y profesores.

El modo de ser de la educación es barroco.

El término barroco, como se sabe, no sólo designa un período y una modalidad artística y literaria del S. XVII, sino también califica a cualquier obra sobrecargada y antitética, sea cual fuere la época en que emerge. Tempranamente (como ocurrió luego con el adjetivo romántico) tuvo un uso peyorativo para describir el desequilibrio, la desmesura irracional, lo incomprensiblemente fatuo. Es este uso el que pretendo actualizar aquí.

Don Francisco de Quevedo, en un soneto destinado a ofender a su odiado colega Don Luis de Góngora (uno y otro son los más grandes poetas de nuestra lengua), muestra y define este concepto de lo barroco. Este es el comienzo del poema:

Este cíclope, no siciliano,
del microcosmo sí, orbe postrero;
esta antípoda faz, cuyo hemisfero
zona divide en término italiano; (4)

Los ocho versos siguientes continúan entretejiendo un galimatías altisonante, que resultaba más hermético en aquellos tiempos, pues las palabras acumuladas son en su mayoría cultismos que tardarían en incorporarse con cierta naturalidad al castellano. La sorpresa llega, como suele ocurrir, en el remate de las dos líneas finales:

 éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.

Quevedo caricaturiza un procedimiento, típicamente barroco, de la escritura, que atribuye a su enemigo y que él también practicaba. Se trata de una hipertrofia del significante para representar un significado trivial; la poesía se rebusca y se tuerce, sólo para designar algo desproporcionadamente prosaico. Hay una inflación de la forma.

Lo que ocurre en la educación es esto mismo. La inclusión como objetivo principal y, por lo tanto, la desafiliación (palabra civil que ha venido a suplantar a la castrense deserción) como adversario vitando, determinan que la sobreabundancia sea, como se ha dicho, el rasgo que mejor resume y define la identidad de la enseñanza. Así, para extenderse se descentraliza y particulariza intentando adaptarse a cada microcontexto, y aún al lenguaje y al deseo de cada educando. Se sabe, sin embargo, que ese sistema sin centro, esa máquina proteica motorizada por la personalización, es inútil. Cualquier ciudadano, lo quiera o no, puede comprobar que cualquier alumno de cualquier subsistema aprende muchísimo menos de lo esperado. Y aún más allá de esas impresiones vulgarizadas, cuando llega la hora de las evaluaciones realizadas según los estándares del propio paradigma reformista, se cuantifica el desastre, y los resultados circulan espectacularizados con deleite por la prensa opositora. El hecho de que el aparato pedagógico uruguayo resulte ineficaz ante mediciones realizadas según criterios instituidos por su propio modelo, sugiere que ese modelo (por indeseable que sea) tampoco se aplica con idoneidad.

Lo barroco (sobrecarga y pompa formal, deficiencia de contenidos) también se verifica en otro aspecto esencial: un objetivo pedagógico -y su aplicación- que puede sintetizarse en “aprender a aprender”. Este axioma sostiene una manera intransitiva de enseñar. Lo que se propone, entonces, es la abolición del objeto del aprender. Esta concepción ya ha sido deplorada en España por los críticos de la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE), que desde 1990 se ha convertido en buque insignia del reformismo global:

“Una de las ideas más falaces que se plantean los pedagogos es la de si, a la hora de educar, son más importantes los contenidos que la formación. Es tan falaz como preguntarse si para fabricar un cañón se ha de comenzar por el agujero o mejor por el hierro que rodea el agujero. Forma y contenido, como la cara o cruz de una moneda, son cosas conceptualmente distintas, pero no pueden hacerse realidad por separado, igual que no puede ordenarse una habitación completamente vacía. (…) Siempre que se razona de ese modo, sale alguien diciendo, como quien dice algo muy original, que entonces no se ha de enseñar filosofía, sino enseñar a filosofar. Craso error. No se puede filosofar si no se conoce lo que se ha filosofado antes. Ni se puede ni se debe” (5).

Esta construcción ideológica, el aprender a aprender, que termina trivializándose como moda, es auspiciada por spónsors transnacionales que durante los años 1990 devolvieron fugazmente a España su jerarquía de metrópolis cultural: ciertos docentes no se refieren a tal o cual vademecum o breviario didáctico por su título o por el nombre de su autor, sino por la grifa editorial (Vicens- Vives, Santillana).

Ese vaciamiento barroco de los contenidos -que se expresa en lo formal como horror vacui – suele fundamentarse en el siguiente argumento: el carácter inestable del mundo, el vértigo del progreso científico tecnológico, las veleidades del mercado, convierten rápida y fatalmente a todo contenido curricular rígido en algo obsoleto. La educación, entonces, debe pensarse como continuidad maleable de la inestabilidad del mundo.

III-Suspensión de la continuidad

Las formas institucionalizadas de la cultura -la educación principalmente- suelen funcionar como negación (o al menos como pausa, como suspensión) de las formas no institucionalizadas de la cultura. La enseñanza formal debe proponer una detención, un hiato de desautomatización respecto de las rutinas de la existencia, permitir que el educando comience a distanciarse de ellas, las complejice, se apropie de ellas y, como sujeto, sea capaz de transformarlas.

En otros tiempos, en las emergencias históricas, en las instancias fundantes, la educación ha funcionado como instrumento político de interrupción de las hegemonías naturalizadas (y la situación actual reclama un gesto fundacional, como pareció anunciarse, sin que nadie lo creyese, mediante la metáfora del ADN). Ha ocurrido, a veces, que los grupos dominantes necesitan arrasar con lo dado, subvertir radicalmente una cultura para desarrollar instituciones o formas de producción que les permitan ejercer su dominio o aumentar su beneficio. Sostienen Marrero y Siola: “En este cuadro [el desarrollo del capitalismo] la alfabetización formal se transformó en una necesidad social para el nuevo modo de producción, la escolarización primaria en un requisito económico, mediante el cual era posible aumentar la productividad del trabajo asalariado y la ganancia del propio capital” (6). Sin embargo, es sabido que estos aparatos reproductivos del poder, pueden ser transformados, mediante conflictivos procesos emancipatorios o autonomistas, en instrumentos de crítica y de resistencia del poder. Es el caso de nuestra reforma primordial (la vareliana de la segunda mitad del S. XIX).

En un artículo de 1865, José Pedro Varela manifestaba claramente la radicalidad de su proyecto contra uno de los dioses de su tiempo, el determinismo geográfico, y contra el gaucho, ídolo instituido por una nacionalidad vacilante y en ciernes :

“Indudablemente la espléndida naturaleza de la América, sus gigantescas montañas, sus dilatadas campiñas, sus ríos y sus bosques influyen poderosamente en el ánimo de sus habitantes.

Las ideas de libertad y de poder nacen fácilmente en el hombre al contemplar esas inmensas soledades en la que es dueño y señor su voluntad, y donde nada hay que ponga una traba a su albedrío (…)

Pero, si por medio de escuelas esparcidas profusamente en nuestra campaña, se diera alguna ilustración a nuestros gauchos, sus necesidades acrecerían y con ellas la necesidad de trabajar; y si por medio de premios otorgados a la laboriosidad y a la honradez, se dignificara el trabajo, las absurdas ideas que hoy abrigan desaparecerían de su mente, y con ellas, quizá su funesta ociosidad.

No necesitamos poblaciones excesivas; lo que necesitamos es poblaciones ilustradas.

El día en que nuestros gauchos supieran leer y escribir, supieran pensar, nuestras convulsiones políticas desaparecerían quizá” (7).

La reforma educativa se proponía entonces como una operación de tabula rasa, cuyo objetivo era promover de un modo insólito -la modalidad reclamada por Rancière para la irrupción de lo político- al ciudadano ilustrado como sujeto.

Aquella intervención reformadora (diferente de las intervenciones reformistas de hoy) nos recuerda que hubo un tiempo en que se podía anunciar sin que nadie se escandalizara que el propósito de la educación -al menos el de la educación primaria y secundaria- es transmitir un repertorio de verdades. Y ese propósito no admite -para decirlo en términos de Badiou -“el consentimiento indolente a las propuestas del mundo” (8). Hoy, en cambio, los mentores y aplicadores del reformismo embanderados con la consigna de educar para la vida, no conciben la educación como una ruptura, sino como una prolongación blanda de su propio afuera. La vida parece ser concebida como un a priori inmutable, una especie de emanación metafísica de la mente de Dios. Pero la vida, según se sabe, es hoy la demanda mutante del mercado, la diversión, la oralidad electrónica de la era virtual, el hiperconsumo. Cada uno de estos componentes del tardocapitalismo global -y la interacción entre ellos- constituye y determina la existencia, que parece arreglárselas para ocurrir ciegamente, sin sentido ni historia, “por medio de una baratura general de conectividad y entretenimiento” (9), sin requerir la interrupción crítica de la educación.

Si la educación sigue siendo concebida como una extensión complaciente de este escenario, si se resigna al flujo de la opinión o el deseo y renuncia a la fijeza de la verdad, si sólo pretende ser adiestramiento softpara lo que hay, entonces hay que concluir que los responsables políticos de la educación son incapaces de querer otra cosa que gestionar un mundo de zombies competentes.

 Notas

1) “…la guía [Vestidos en el aula. Guía educativa sobre diversidad afectivo sexual] plantea otro juego para el aula, en el cual durante un día de clase los varones hagan de niñas y las niñas de varones (…) también invita a los alumnos a escuchar y leer la letra de la canción ‘A quien le importa’…” Búsqueda, Jueves 30 de junio de 2016, Pag.17

2) http://www.espectador.com/documentos/Educacion.pdf

3) Para una caracterización y crítica de estos modelos educativos, ver: «Prohibido pensar. Revista de ensayos», N° 7 Montevideo, octubre de 2015. También las Asambleas Técnico Docentes del Consejo de Educación Secundaria tienen abundante producción sobre el tema, aunque su circulación es restringida. Ver: http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_51482_1.html

 4) «Contra Don Luis de Góngora y su poesía»:http://www.uruguayeduca.edu.uy/Userfiles/P0001%5CFile%5CContra%20Don%20Luis%20de%20G%C3%B3ngora..pdf

 5) Moreno Castillo, Ricardo: «Panfleto antipedagógico», http://www.ugr.es/~fjperez/textos/Panfleto_Antipedagogico_RMoreno.pdf

 6) Marrero, Nicolás- Siola, Lucía: “La crisis del capitalismo en la educación: un análisis crítico” en Prohibido pensar. Revista de ensayos, Op cit

7) Varela, José Pedro: «Los gauchos». www.geocities.ws/rtizzi/doc/varela_gauchos.doc

8) Badiou, Alain: «Segundo manifiesto por la filosofía», Buenos Aires, Manantial, 2010

9) Mazzucchelli, Aldo (editor) «Humanidades Milenio 3», Montevideo, H Editores, 2016

Tomado de: http://www.hemisferioizquierdo.uy/#!Invectiva-contra-el-barroco-pedag%C3%B3gico/nnsaa/57966c9d0cf2e808b09b1059
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«Volver a las preguntas pedagógicas»: entrevista a Limber Santos

Revista Hemisferio Izquierdo/N°4: Educación

 Hemisferio Izquierdo (HI): En la actualidad, son recurrentes los discursos que sostienen que nuestra educación pública está en «crisis». ¿Cómo caracterizarías la situación actual de la educación pública uruguaya? ¿cuáles son sus principales problemáticas y a qué responden?

 Limber Santos (LS): Decir que la educación está en crisis no es decir mucho. Implica remitirse a un discurso fácil transformado ya en lugar común. No sirve como descripción de lo que nos pasa y tampoco como postura política relevante. Sin embargo, su repetición hasta el hartazgo configura en sí mismo un hecho político, por cuanto satura las conciencias presentándose como un discurso actual que se refiere a una especie de singularidad de estos tiempos. Hay evidencias documentales suficientes que indican que la percepción de que la educación está en crisis se ha producido en todas las épocas. Parece algo más atado a la naturaleza de la educación que a las circunstancias mismas. Incluso podríamos decir que está más relacionado con una necesidad política: la educación siempre tiene que ser objeto de disconformidad, de insuficiencia y de obsolescencia. Tener ese nivel de exigencia respecto a la educación, sus propuestas y sus efectos es, en este sentido, una posición deseable. Por lo tanto, utilizar la “educación en crisis” para sacar rédito político o para sentir que allí hay un acto de injusticia, tiene una relevancia relativa. El verdadero desafío es comenzar a trascender ese discurso, algo que no suele ocurrir muy seguido en estos tiempos.

Lo que no se ha producido en todas las épocas es el actual nivel del debate público sobre educación. La agenda está actualmente demasiado exenta de pedagogía. Las pretensiones inmediatistas, la exposición exclusiva de datos cuantitativos y el tratamiento de problemas puntuales se llevan toda la atención, sin que el discurso pedagógico tenga oportunidad alguna. Y no sería nada del otro mundo. Incorporar discurso pedagógico a las discusiones sobre educación implica volver a intentar responder a las preguntas clásicas de la pedagogía: ¿qué instituciones educativas queremos? ¿qué ser humano formar? ¿para qué sociedad? y, parafraseando a Reina Reyes, ¿para qué futuro? Las diferentes respuestas a estas y otras preguntas, configuran diferentes posturas pedagógicas que se disputan un campo con fuerte especificidad en cuanto al conocimiento que allí se produce. Las respuestas varían pero las preguntas son siempre las mismas. En la actualidad, sin embargo, parece que ese tipo de preguntas han pasado de moda. Muchos discursos políticos y técnicos las desestiman de antemano por considerarlas conducentes a una palabrería filosófica poco conectada con la realidad. Parece que ya pasó el tiempo de las preguntas pedagógicas y que se trata de cuestiones ya resueltas hace rato. Se trata de un gran error.

Lo peor no es la naturalización del discurso sobre la crisis de la educación. Lo complicado es que quienes, sin mayor esfuerzo intelectual, se apropian de ese discurso, lo hacen remitiéndose a la crisis de la educación pública. En ese momento, el discurso fácil e inoperante se transforma en un arma poderosa. La clase política y la prensa agradecidas.

Todo esto no nos libera de la responsabilidad de señalar los problemas de la educación pública ni nos habilita a ostentar una especie de negación de la realidad. La educación toda refleja los problemas de los tiempos y circunstancias actuales. Su carácter no es uniforme y presenta contradicciones, puntos altos y bajos, aspectos resaltables y otros a ser resueltos. Podemos ser incluso, muy críticos con algunos de sus problemas, siempre y cuando nos posicionemos desde un lugar irrenunciable: la defensa de la educación pública. También éste para muchos parece ser una postura de otra época. Y sin embargo, no es menor reafirmar ese lugar desde donde construir pensamiento colectivo. Tirarle piedras a la educación pública ubicándose en una especie de vereda de enfrente es una postura política muy definida: permite hablar desde una exterioridad, sobre algo de lo que no me siento parte y, en el extremo de los casos, sobre lo que quiero debilitar.

Quizá uno de los mayores problemas de la educación pública en la actualidad tiene que ver con las miradas que ejercemos sobre ella. El problema está en el concepto de lo público y sus implicancias. Considerar que todos estamos involucrados, en la responsabilidad compartida de los problemas y también de las soluciones, sería un paso importante, no suficiente pero muy necesario. Y tratándose de educación pública y educación para todos, el gran desafío actual es lidiar con la tensión entre las propuestas comunes –iguales para todos- y las propuestas específicas –particulares para algunos-. Hace ya varios años que las evidencias sobre las insuficiencias de propuestas educativas uniformes son muy claras. Con la misma propuesta se llega a unos y a otros no, resulta para una media imaginaria pero no para los casos concretos de carne y hueso que se alejan en mayor o medida, de esa media. Renunciar a la consideración de destinatarios homogéneos y a la uniformidad de las propuestas educativas, es algo que se produce tanto a nivel de políticas educativas y planes curriculares como a nivel de gestión institucional y prácticas áulicas de enseñanza. La fantasía de la homogeneidad de los grupos que aprenden y de la uniformidad de las prácticas de enseñanza, es imposible de desconocer.

Es una tensión con muchos riesgos. El más peligroso es el que desemboca en políticas focalizadas que terminen en escuelas para ricos y escuelas para pobres. Muchas consideraciones acerca del determinismo de las condiciones sociales y el contexto sobre la escuela y sus resultados, no han terminado bien. Reincorporar la mirada pedagógica en el debate supone también resolver esta tensión que, aunque no desparezca nunca, debe garantizar las mismas oportunidades de educación de calidad para todos, aunque con medios, modalidades y manifestaciones diferentes. La pedagogía del entrevero y el menú de posibilidades deben formar parte de la oferta pública de educación.

Los problemas de la educación pública son nuestros problemas. Las decisiones por acción o por omisión que adoptemos serán de nuestra responsabilidad colectiva como sociedad. No vale hablar desde afuera, a menos que efectivamente alguien esté afuera y no crea en el valor de lo público. Un acto de sinceramiento de su parte vendría bien para saber contra quiénes estamos luchando.

HI: Hay quienes sostienen que uno de los efectos más nocivos de la dictadura militar fue el de operar «fracturas en la memoria» (Viñar y Ulriksen), que en diferentes planos quebraron el vínculo de las nuevas generaciones y los procesos sociales post-dictadura, respecto a muchos procesos sociales, políticos, culturales previos a la misma. En la educación, esta «fractura de la memoria» parece haberse visto potenciada por una transformación regresiva del lugar asignado al magisterio nacional en el debate y la política educativa del Uruguay. La combinación de ambos procesos produce un panorama donde el rico legado pedagógico nacional (expresado en autores, ideas, experiencias) ha quedado invisibilizado y sustituido por un reflejo tecnocrático a copiar recetas producidas por organismos internacionales. En esta perspectiva, el lugar del magisterio ha pasado de ser el del sujeto principal de la creación teórica y programática de la educación nacional, a ser considerado un técnico ejecutor de procedimientos didácticos, para cuya actualización permanente debe estar preparado. ¿Qué piensas de este diagnóstico? ¿Qué legados de la historia pedagógica nacional resultan importantes para pensar soluciones a nuestros problemas educativos del presente?

LS: La dictadura produjo una fractura de la memoria respecto a un legado pedagógico específico, construido a mediados del siglo XX. Es de gran utilidad pensar en el paquete de producción intelectual denominado “pedagogía rural uruguaya”, elaborado en términos teóricos y prácticos, entre 1933 y 1961. Si bien deriva de lo que Miguel Soler denomina el “movimiento en favor de la educación rural”, sus efectos y alcances han ido mucho más allá de la escuela rural. Ubicamos en ese movimiento a figuras del calibre de Agustín Ferreiro, Julio Castro, Abner Prada, Enrique Brayer, Homero Grillo y, en una línea lateral, Jesualdo Sosa, entre otros muchos. Se podría decir que allí se sintetiza la pedagogía nacional del siglo XX que la podríamos completar con los dilatados efectos de las obras pedagógicas de Carlos Vaz Ferreira, Clemente Estable, Pedro Figari, Reina Reyes, entre otros tantos.

La pedagogía uruguaya del siglo XX tiene varios elementos de interés para pensar los problemas de la educación de hoy. Y no me refiero a la percepción frecuentemente referenciada acerca de la validez o vigencia de aquellos textos.

Aunque esa vigencia, producto de la lucidez de sus autores, pueda ser tal en muchos casos, no me parece que debamos remitirnos a los trabajos de la década del 40 como descripción y análisis de la realidad actual. Como todo texto pedagógico nos aporta categorías de análisis y prescripciones del orden del deber ser que, con sus posibles y diversas lecturas actualizadas, pueden ser pensables en cualquier tiempo. Pero son textos que hay que leerlos teniendo en cuenta su contexto de producción y las circunstancias propias de la época. Solo así los comprenderemos cabalmente.

Se trata de textos que no inventan una pedagogía desde la nada. Se basan necesariamente en una serie de postulados universales, la mayor parte de los cuales son de corte escolanovista. Pero en este aspecto está precisamente, el primer elemento singular de interés. Aún cuando las prescripciones de enseñanza que plantean Jesualdo o Ferreiro claramente provienen de los principios de la Escuela Nueva, ninguno de ellos se reconoce a sí mismo escolanovista. Aunque lo son en el fondo, apelan a un llamado para la construcción de algo propio. Y ese era un llamado a los maestros. Toda la pedagogía de mitad del siglo XX se construyó a partir de la producción intelectual y de experiencias de los maestros en actividad. Y la apuesta de Jesualdo y de Ferreiro, desde posiciones políticas diferentes, confluía en esa fuerte convicción basada en la capacidad de los maestros de construir pedagogía. Nada menos.

En los textos de Agustín Ferreiro se expresa que había que leer a todos los autores, pero no imitarlos servilmente. Y se refiere ya en los años 30 a la impronta meramente prescriptiva de la enseñanza, como una aplicación metodológica. Apela a no copiar métodos que en manos de su creador pueden ser maravillosos pero en manos de sus imitadores pueden ser pésimos.

Esa percepción terminaba involucrando a toda la sociedad, por cuanto los maestros devenidos en pedagogos asumían un lugar relevante en los debates sobre educación. Ese debate, por lo tanto, dado en la prensa o a nivel de la opinión pública, no podía prescindir de la figura del maestro que reflexionaba sobre educación.

Esa percepción comienza a resquebrajarse una década antes de la dictadura. La mirada pedagógica sobre los temas educativos, ejercida por los docentes, comienza a ser sustituida paulatinamente por las miradas de sociólogos y economistas. El desarrollismo de los años 60 y la necesidad de generar grandes planes nacionales, comienza a hacer desconfiar de la mirada idiográfica, singular y cualitativa de los maestros dando cuenta de su realidad. Y estas lecturas puntuales de la vida cotidiana, de alta sensibilidad a los acontecimientos próximos, comienzan a ser abandonadas en la toma de decisiones políticas.

La dictadura termina un trabajo que ya se venía produciendo y opera como fractura de la memoria, provocando una amnesia colectiva de enorme poder. Aunque los maestros rurales recuperan una línea de trabajo luego de la dictadura y mantienen una impronta propia todavía hoy, las decisiones de política educativa ya no los tomarían en cuenta como antes.

Los tiempos actuales son producto de esa fractura. Teniendo en cuenta los procesos de larga duración que estuvieron involucrados en la construcción de la pedagogía uruguaya del siglo XX, la recuperación puede ser lenta, trabajosa y contradictoria. En el medio, las recetas metodológicas y los paquetes didácticos pululan sin darnos cuenta. O nos daríamos cuenta si hubiese más pedagogía en nuestras discusiones sobre educación. Porque la falta de reflexión pedagógica contribuye a exacerbar la idea del maestro como un mero técnico aplicador de procedimientos.

Tres cosas podemos recuperar de esa historia pedagógica: el protagonismo de los docentes en plena producción intelectual, luego objeto de debates y publicaciones; la búsqueda de manifestaciones pedagógicas propias y de acuerdo a nuestra realidad concreta; la presencia de preguntas pedagógicas aun cuando se trate de temas estrictamente técnicos. Para ello es necesario librar una batalla para recuperar el valor de la pedagogía y sus preguntas, observar nuestros problemas en clave pedagógica y recuperar para los docentes el protagonismo intelectual y experiencial de primera línea.

* Maestro de Educación Primaria. Licenciado en Ciencias de la Educación. Director del Departamento de Educación para el Medio Rural, CEIP-ANEP. Docente del Instituto de Educación, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Udelar.

Fuente: http://www.hemisferioizquierdo.uy/#!Volver-a-las-preguntas-pedag%C3%B3gicas-entrevista-a-Limber-Santos/nnsaa/57a00ee50cf214576cee31a5

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UNESCO y YouthSpark 2016: fortaleciendo capacidades de jóvenes en Argentina y Uruguay

Oficina de la UNESCO en Montevideo / 10 de agosto de 2016 / Fuente: http://www.unesco.org/

Se realizó en Buenos Aires, Argentina, la quinta edición del taller YouthSpark con participación de más de (número) jóvenes de Argentina y Uruguay, organizado por Microsoft y EIDOS, con el apoyo de la UNESCO.

El taller de dos días, buscó dar herramientas y recursos tecnológicos a los jóvenes, que les permita alcanzar su máximo potencial, a través del aprendizaje de ciencias de la computación. Con esto, se busca dar mayores oportunidades para acceder a la educación, empleo y emprendimiento, pilares centrales de los talleres.

YouthSpark se centró en jóvenes de 18 a 22 años, incluyendo hombres y mujeres de sectores urbanos y rurales, pertenecientes a distintos sectores sociales, que carecen de trabajo o estudio, especialmente aquellos de comunidades marginadas del acceso a tecnologías.

Al finalizar el taller los jóvenes firmaron la “Declaración YouthSpark Live Argentina Uruguay”.

Además, sus contribuciones fueron incluidas en el proceso de consulta de cara a la XXV Cumbre Iberoamericana de Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno, sobre Juventud, Emprendimiento y Educación, que se realizará en octubre de 2016 en Colombia.

 La UNESCO promueve el fortalecimiento de las habilidades emprendedoras de los jóvenes de América Latina, trabajando de la mano con los gobiernos, organizaciones de jóvenes, sector privado, y organismos internacionales.

Fuente noticia: http://www.unesco.org/new/es/media-services/single-view/news/unesco_and_youthspark_2016_strenghtening_youth_capacities_i/#.V6nYEdR96MA

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Uruguay, capitalismo y crisis educativa

Por: Pablo Messina* y Agustín Cano**

Revista Hemisferio Izquierdo/ Nro 4

Nuestro país atraviesa importantes dificultades relacionadas a su educación. Dificultades que incluyen y trascienden a las instituciones educativas y sus actores. En una suerte de “consenso crítico” del que en mayor o menor medida participamos todos, destacan problemas como: bajos niveles de cobertura en educación media y terciaria; altas tasas de repetición desde la educación primaria; niveles de extraedad muy importantes como correlato de la alta repetición; altos índices de desafiliación escolar (en particular en la educación media) y por consiguiente un número muy elevado de jóvenes que no logra completar el ciclo educativo obligatorio; bajos niveles de aprendizajes (de los que, más allá de las mediciones PISA, dan testimonio los educadores), entre otros. A su vez, si se analizan las problemáticas según el origen socioeconómico de los estudiantes, los resultados arrojan la existencia de una marcada desigualdad. Las reflexiones que siguen a continuación parten del reconocimiento pleno de estos problemas y de su necesaria y perentoria atención. Para ello, entre otras cosas, entendemos fundamental ensayar explicaciones y propuestas alternativas al discurso hegemónico sobre la crisis educativa.

1) Crisis

“Educación, educación, educación” fue la frase de mayor resonancia del discurso de asunción presidencial de José Mujica y llovieron los aplausos. Nada casual: casi todas las encuestas de opinión ubican a la (in)seguridad y la educación como los principales problemas que azotan al país en la visión de uruguayas y uruguayos. No lo son otros con menos prensa como la desigualdad, la depredación ambiental o el retorno “blando” de los golpes de Estado que andan sobrevolando en la región como el viejo Cóndor.

Lo que comenzó siendo un tema de preocupación se convirtió pronto en “la crisis de la educación”. Proliferaron propuestas, opiniones y cumbres multipartidarias de carácter grave y urgente (con sus acuerdos y comisiones de seguimiento). Rápidamente el diagnóstico catastrófico se fue tejiendo de modo multilateral, transversalizando y articulando a casi todo el “sistema político”, los medios masivos de comunicación y una parte importante de los cientistas sociales expertos en educación (y otros que no lo son tanto). La importancia creciente que política y mediáticamente se fue otorgando a las pruebas PISA realizadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) no hizo más que demostrar, edición a edición, que la crisis era cada vez más crítica. Y en poco tiempo, dicha idea quedó instalada de modo inamovible en la percepción social sobre nuestra realidad educativa.

Ahora bien: ¿en qué consiste la crisis? ¿cuándo comenzó? Si tomamos el camino que abren estas preguntas y trascendemos los límites inconducentes del relato apocalíptico y circular de la crisis educativa, las cosas se ponen más interesantes. La época anterior inmediata a la actual nos ubica en plena década de los noventa, caracterizada por presupuestos educativos raquíticos, reformas autoritarias y altos niveles de conflictividad. Nadie en su sano juicio la consideraría como la “época dorada” de nuestra educación. Tampoco podría serlo el período de la reapertura democrática, y muchísimo menos la dictadura, que sumió a la educación en el oscurantismo y expulsó a la inmensa mayoría de nuestros mejores docentes. ¿Entonces?

Antonio Romano (2015) recupera una serie de notas publicadas en junio de 1955 por el semanario Marcha, donde se recogía la opinión de diferentes intelectuales en torno a la pregunta “¿Está en crisis la enseñanza secundaria?”. Antonio Miguel Grompone respondió a esta encuesta diciendo: “Me parece que en sentido estricto desde hace más de treinta años [la] enseñanza secundaria está en crisis continua”. Romano cita también un artículo de Carlos Quijano publicado en el diario Acción 22 años antes, en 1933. En él, Don Carlos reflexionaba: “¿Y qué decir de nuestra enseñanza? De la Universidad anquilosada y torpemente utilitaria; de la enseñanza secundaria en crisis desde que fue implantada, de la primaria, ineficaz e insuficiente”. Concluye Romano que la idea de “crisis de la educación” (y en particular de la educación secundaria) ha estado presente al menos durante todo el siglo XX, por lo cual es una idea que en sí misma no dice demasiado. Es más interesante, en cambio, preguntarse qué sentidos se atribuye a “la crisis de la educación” en cada época histórica (Romano, 2015). En esta línea de reflexión: ¿qué sentidos se atribuye en la actualidad a la “crisis educativa”? ¿Qué discursos y concepciones se articulan o combaten en la definición del sentido, contenido, responsables y tratamientos a la crisis? Y por último: ¿qué hacer?

Construcción de la “crisis educativa” como “crisis docente”

La idea de “crisis educativa” no sólo no ayuda a comprender los problemas existentes, sino que en tanto construcción mediática y política, forma parte del problema.

Una de las características de la idea de “crisis educativa” en la actualidad es que se construye como equivalente a “crisis docente”. La educación está en crisis porque los docentes faltan, hacen paros, su formación es deficiente, son corporativos, rechazan las ceibalitas, frenan todas las reformas, etcétera. Toda una maquinaria mediática, política y académica construye y difunde cotidianamente este discurso. La tónica dominante en las coberturas mediáticas es la descalificación a los sindicatos, la presentación de información errónea y/o tendenciosa sobre el salario docente para ubicarlos como una casta privilegiada, o una construcción noticiosa en la cual los docentes aparecen como aquellos que toman de “rehenes” a los niños cada vez que protestan por mejores condiciones para educarlos con dignidad (instalando así una falsa oposición entre “docentes privilegiados” y “alumnos necesitados”). Por el lado del reformismo neoconservador los docentes son algo así como el principal obstáculo a vencer para implementar las reformas de la educación. Así había sido en el caso de la “reforma Rama”, así fue en el caso del promocionado “Pro Mejora”, así es en los discursos, cada vez más impacientes, del concierto tecnocrático actual.

El grado de avance de la concepción de la crisis como crisis docente puede medirse en el hecho de que, en un país que tuvo en su magisterio su mayor orgullo, hoy el gobierno designa a una ministra de educación por el único “mérito” de tener mano dura, intransigencia antisindical y la sensibilidad de una piedra. Una ministra que se golpea el pecho al afirmar “no saber nada” pero que no vacila en tomar medidas represivas extremas como el decreto de esencialidad (1).

El discurso de la crisis educativa como problema docente forma parte de un relato más amplio que identifica a la crisis con la educación pública (en rigor, es sólo ésta la que estaría en crisis) al tiempo que asocia lo alternativo con la educación privada. Las coberturas sobre temas educativos de medios como El Observador (2) o El País suelen repetir la misma fórmula: exaltación de los logros de un liceo privado (preferentemente ubicado en una zona empobrecida), comparación de ese éxito con “el fracaso” de los liceos públicos, y reflexión explícita o velada sobre la necesidad de generalizar a todo el sistema las experiencias “exitosas” privadas.

Lejos de ser un problema original de nuestro país, las campañas de estigmatización docente son parte de una estrategia internacional dirigida a destituir los sistemas educativos públicos, subsumir a la educación a las necesidades de la globalización capitalista y transformar radicalmente el sentido del quehacer docente (Giroux, 2012; Apple, 2012; Saltman, 2012). Al analizar las reformas neoliberales en la región, Adriana Puiggrós (2010) había advertido que el mecanismo de construcción de un sentido común reformista asociado a la ideología privatizadora requería estigmatizar a los docentes, y sobre todo a sus organizaciones sindicales, de modo de aislar a la principal fuerza de oposición y generar las condiciones para la aplicación de un ambicioso programa de privatización educativa. México es uno de los países donde esta estrategia se expresa más crudamente. Con Televisa a la cabeza y la intensa participación de poderosas cámaras empresariales, las campañas contra los docentes alcanzan una virulencia inaudita (se les llama “cárteles”, “delincuentes” y se instiga a reprimirlos y encarcelarlos). En este contexto, un equipo de investigadores de la UNAM publicó en 2015 un estudio sobre la percepción de los mexicanos sobre diversos temas relacionados a la educación de su país (Zubieta et al 2015). El estudio permite objetivar el peso de la campaña mediática en la construcción de opinión. Al ser consultados sobre su experiencia directa con sus maestros y profesores (o los de sus hijos) los mexicanos expresaron una opinión netamente positiva en las diferentes preguntas de la encuesta. Sin embargo, al desplazar su atención desde su experiencia directa hacia un plano general abstracto sobre las cosas que el gobierno debería cambiar en la educación, responden “la formación de los maestros”. En esta disociación entre ambas respuestas se puede ver reflejado el discurso mediático que instala permanentemente a los maestros como el problema educativo principal (3).

La crisis como producto del raquitismo presupuestal

Contraria a la explicación del reformismo neoconservador, casi como una reacción pendular, buena parte de la respuesta sindical ubica la principal causa de los problemas educativos en la insuficiencia presupuestal. Vale decir, en defensa de esta postura, que el gasto en educación sigue siendo muy bajo. De hecho, el esfuerzo relativo al PBI en nuestro país es menor al promedio mundial y no sólo está por debajo de los países con “mejores desempeños” sino que está sustantivamente por debajo de los países de la región.

Es así que en esta perspectiva, los principales problemas se ubican en los bajos salarios de los docentes y trabajadores administrativos y de servicios auxiliares, así como también, en muchos casos, en una mala (cuando no pésima) infraestructura edilicia. El bajo salario docente además de constituir en sí mismo una injusticia y dar un mensaje de desvalorización social de dicha labor, produce un conjunto de situaciones que tienen mucho que ver con nuestros problemas educativos, como el multiempleo, dificultades para dedicar tiempo a la profesionalización y la formación permanente, así como magras expectativas para las nuevas generaciones de educadores, lo que hoy se puede estar expresando en los bajos ingresos a la formación docente (4). No es necesario abundar en los problemas que produce el deterioro de la infraestructura educativa, lo cual también constituye un mensaje social de desvalorización.

El peso de estas razones es ineludible. Ninguna discusión medianamente seria sobre los problemas de la educación puede prescindir del factor presupuestal. Y en este punto todas las comparaciones son elocuentes. Tomando 53 países de los registrados en las encuestas PISA, los salarios docentes de Uruguay en relación al PBI per cápita se encuentran en el puesto 47 (es decir que en materia de salario nos va peor que en ciencia, matemática o comprensión lectora). Según dicho relevamiento de 53 países, un docente de enseñanza media gana en promedio el 123% del PBI per cápita, mientras que en nuestro país dicho guarismo es de un 78% (58% menos). Si además consideramos que los países de la OCDE vienen de varios años de recorte producto de la crisis internacional y en nuestro país venimos de una década de aumento, las diferencias son más preocupantes. Por último, tomando como base la estructura salarial de nuestro país y comparando la labor docente con la de otras actividades ajustadas según sexo, edad, nivel educativo, etcétera, verificamos que trabajadores con características similares que no se desempeñan en el sistema educativo tienen en promedio un salario 21,8% mayor al de los docentes (ver INEED, 2014). Asimismo, trabajos recientes muestran que aproximadamente la mitad de los docentes de la ANEP y la UDELAR tienen al menos dos trabajos, y los que están en situación de multiempleo trabajan en promedio 51 horas semanales (Castillo et al., 2015).

En lo que refiere al déficit edilicio, persisten problemas importantes. Desde 2011 hasta hoy se han registrado avances, que sin dudas fueron posible gracias a la movilización sindical y a la posterior declaración de “emergencia edilicia”. No obstante, sigue existiendo un déficit muy importante en algunos liceos de Montevideo y en varias zonas del interior como muestra el Informe reciente de FENAPES (5).

El límite principal de este eje explicativo de la crisis educativa es que no logra poner sobre la mesa los aspectos pedagógicos centrales. Defiende el salario y denuncia su insuficiencia pero no logra debatir pedagógicamente si se debe remunerar o no el trabajo extra aula o cuestionar en clave pedagógica los incentivos variables (como el incentivo por presentismo) que se vienen instalando en Uruguay desde 2008. Pelea por más y mejor infraestructura (mejora edilicia, ampliación de liceos y construcciones nuevas, tipologías de construcción dignas en vez de contenedores, entre otros) pero no logra hacerle preguntas pedagógicas de mayor envergadura al ambiente escolar. De esta forma, la necesaria defensa de la educación pública no logra al mismo tiempo articular una crítica profunda al discurso neoconservador, ni dar una respuesta a determinados temas que el discurso tecnocrático cuestiona y que en efecto deben ser cuestionados, pero de otro modo y desde otro lugar. Así las cosas, en la racionalidad dominante, la desigualdad educativa y la persistencia de resultados problemáticos quedan disociados de ciertos rasgos estructurales del Uruguay como sociedad de clases y sus especificidades dentro del capitalismo periférico. Por cierto: esto sucede, no porque en los sindicatos docentes y las ATD no existan propuestas pedagógicas, que efectivamente existen, sino porque dichas propuestas no logran por el momento articularse en un proyecto educativo alternativo capaz de responder al programa tecnocrático y ocupar un lugar central (como proyecto pedagógico) en el debate público.

La desigualdad de resultados educativos: ¿reproducción sistémica o ineficacia escolar?

La idea de crisis de la educación también se fundamenta a partir de visualizar un elemento transversal a las diferentes problemáticas: las grandes desigualdades tanto en el acceso como en los resultados educativos por nivel socioeconómico.

Los datos disponibles son contundentes. Según los aportados por el Anuario Estadístico del MEC del 2014, el 72% de los jóvenes de entre 21 y 22 años pertenecientes al 20% más rico de la población culminó la educación media superior, mientras que para el 20% más pobre ese porcentaje se reduce al 11%. Asimismo, con datos de la Encuesta Continua de Hogares podemos observar estos guarismos comparando barrios de Montevideo: en Casavalle los jóvenes que no terminaron la educación media superior rondan el 90%, mientras que para Punta Carretas dicho resultado es más cercano al 10%. También es cierto que cuando se indaga sobre la deserción se encuentra que, según la Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud (2013), el 35% de los jóvenes que abandonan la educación media lo hacen porque comienzan a trabajar.

Ante estas situaciones, el pensamiento neoconservador dominante carga las tintas contra las instituciones educativas, que serían las encargadas de brindar las herramientas a los alumnos para su incorporación al mercado de trabajo y ascenso social (algo en lo que evidentemente están fallando). En este marco, es hace indispensable fundamentar una lectura alternativa a la dominante para comprender en profundidad la desigualdad de resultados educativos en nuestro país. Intentaremos aportar algunas conjeturas en este sentido.

Para el pensamiento funcionalista, el sentido general de las reformas educativas debe ser el de acompañar, apuntalar y complementar el movimiento de la economía. Que los cambios en las fuerzas productivas y en las relaciones de producción tienen consecuencias educativas no es nuevo. De hecho, Adam Smith (1777), gran defensor de la división social del trabajo y su correspondiente especialización, advertía que uno de los peligros de ésta era reducir las operaciones productivas del trabajador a una actividad tan insignificante que lo tornara “tan estúpido e ignorante como sea humanamente posible”. En ese marco, al igual que sucede muchos años después, consideraba que la educación debía combatir (o al menos menguar) dicho embrutecimiento. El economista escocés, como muchos que le prosiguieron y le prosiguen dentro de la misma tradición intelectual, naturaliza las relaciones capitalistas de producción y subsume la reflexión educativa en el vínculo educación-empleo.

Por otra parte, desde fines de la década de 1960 proliferaron corrientes pedagógicas que impugnaron la idea de que la educación es la vía para el desarrollo individual y la movilidad social al garantizar poder político y económico para los desposeídos en desventaja. Conocidos como los “críticos – reproductivistas”, ubicaron en el sistema educativo las funciones de reproducción ideológica de la sociedad de clases (Baudelot y Establet, 1990), y distribución de la capacitación necesaria (en contenidos y comportamientos) para reproducir la división social del trabajo (Bowles y Gintis, 1976). Denunciaron la implicación de la educación escolarizada como mecanismo de imperialismo cultural y colonialismo interno al legitimar unas formas de conocimiento y negar otras (Carnoy, 2000). Y señalaron que la escuela consagra como conocimientos, valores y pautas de conducta deseables aquellos correspondientes a la cultura y la sensibilidad burguesa, estableciendo así mecanismos de reproducción ideológica y cultural al consagrar simbólicamente la distribución desigual del capital cultural de origen, es decir “elegir a los elegidos” (Bourdieu y Passeron, 2003, 1996).

En esta perspectiva, el sistema educativo es una agencia para la reproducción social y cultural de la clase dominante. Ya no son los docentes ni los estudiantes los responsables del fracaso escolar sino la dinámica propia del sistema capitalista, la sociedad burguesa y sus contradicciones constitutivas. Considerando la importancia de esta tradición crítica y su largo acumulado teórico y empírico para explicar las desigualdades educativas, es llamativo que en nuestro país hoy no abunden los desarrollos desde dicha perspectiva, mientras que proliferan las explicaciones de tipo funcionalista.

Siguiendo la lógica del análisis de Bowles y Gintis (1976) quienes establecen un estrecho vínculo de “correspondencia” entre la dinámica de acumulación de capital y los requerimientos que dicha dinámica plantea al sistema educativo, podemos esbozar al menos tres hipótesis reproductivistas sobre la crisis educativa en Uruguay:

Hipótesis 1: Nuestra estructura productiva, altamente primarizada y que agrega poco valor no requiere de un sistema educativo que transmita conocimientos complejos, salvo para una minoría. Galván y Giometti (2013) muestran que el 65% de la producción de bienes en Uruguay no agrega prácticamente ningún “valor” y por lo tanto no requieren de “formación específica” de envergadura. Asimismo, en contraposición a la teoría del capital humano, ubican los distintos niveles de remuneración y la forma en que se premia la formación, como absolutamente diferenciada según se trate de sectores de mayor productividad o no. Estos resultados albergan la idea de que, tal vez, la deserción temprana y la escasa completitud de la formación media tengan cierto correlato con la estructura productiva (y del empleo) en nuestro país, que no requiere de fuerza de trabajo calificada. Reforzando esta idea, un trabajo de Alma Espino (2012) muestra cómo un importante porcentaje de la fuerza de trabajo en Uruguay está “sobrecalificada” para su puesto: un 62% para el caso de las mujeres y un 46% para el caso de los hombres. Nuevamente, estos datos sugieren que, si se concibe al “fracaso educativo” como carencia de cualificaciones para el mercado de trabajo, esto no estaría siendo un problema de relevancia en nuestro país. Así las cosas: ¿en qué se basa y qué persigue la crítica neoconservadora a lo que llaman “contenidismo” de nuestro sistema educativo? (6)

Hipótesis 2: La educación sigue siendo un mecanismo de reproducción de la división sexual del trabajo. La sobrecalificación y el reconocimiento desigual de la formación a hombres y mujeres no parecería ser el único influjo de la cultura patriarcal en lo que hace a la educación. De hecho, el 72% de los docentes son mujeres, superando el 90% en Primaria. Esto está directamente relacionado a los mandatos fundacionales. Si se rastrea históricamente, podemos observar que ya en los textos de José Pedro Varela se fomentaba la feminización de la labor docente con un doble fundamento: 1) pagar salarios más baratos “…las mujeres, si obtuvieran un sueldo de 60 pesos mensuales, se sentirán más que satisfechas mientras que a los hombres no les sucedería lo mismo porque podrían obtener mejores resultados en otras ocupaciones”; y 2) asumiendo la división sexual del trabajo y, confinando a la mujer para el trabajo reproductivo, el oficio de maestra constituía en Varela un paso previo (y formativo) para el “fin último” de la mujer que consistía en desempeñarse como madre, afirmando: “la mujer que ha sido maestra en su juventud tiene mayores conocimientos y aptitudes para educar e instruir bien a sus hijos que aquella que no lo ha sido (…) es un medio indirecto de elevar las condiciones de madre…” (Varela citado en Caetano, 2013). ¿Qué incidencia tiene hoy la división sexual del trabajo sobre el sistema educativo? ¿Es inocua la feminización? ¿Importa que más del 60% de las mujeres educadoras tengan hijos menores de 18 años a cargo? ¿El multiempleo y las jornadas laborales extendidas sumadas a las tareas de cuidado en el propio hogar se vinculan con los altos niveles de estrés docente?

Hipótesis 3: La segmentación tendencial del sistema educativo en un sistema público con deficiente financiamiento, combinado con un sector privado beneficiado por una política de exoneraciones fiscales, es una consecuencia de la desigualdad social a la vez que la reproduce. Si tomamos en consideración que aproximadamente el 15% de la matrícula de los distintos subsistemas corresponde al sector privado: ¿qué vinculación encontramos entre la sociedad de clases y el sistema educativo? ¿Hay una segregación educativa amplificadora o al menos reproductora de dicha desigualdad? Algunos datos son elocuentes: la mayor parte de la exoneración fiscal a la educación privada es captada por el 20% más rico de la población. El monto total de dicha exoneración entre IVA, IRAE y aportes patronales (BPS y FONASA) supera el gasto en Asignaciones Familiares del Plan de Equidad y la Tarjeta Uruguay Social que otorga el MIDES. Asimismo, con esta diferenciación es difícil pensar que los sectores de mayores ingresos acepten fácilmente tributar más para financiar la educación pública: de acuerdo a la canasta que utiliza el INE (7) para calcular el IPC, las familias que forman parte del 30% con ingresos más bajos gastan 0,5% de los mismos en educación, mientras que las familias del 30% con ingresos más altos destinan un 3,5% de ellos en dicho rubro. Al tiempo que para unos la expansión del sistema público es vital para poder ejercer el derecho a la educación, las familias de altos ingresos compran servicios privados de enseñanza. La tendencia de los últimos años indica una segmentación mayor del sistema educativo, tanto por fuerza de los procesos de segmentación socioeconómica y su expresión territorial, como por vía del aumento de los estímulos al desarrollo de la educación privada combinada con la saturación de la educación pública (8). Esta tendencia estaría constatando que es el proceso de segmentación desigual de la sociedad el que está produciendo su correlato amplificador en las instituciones educativas. Y que no pueden abordarse ambos procesos por separado.

El discurso economicista subsume la educación a la economía y deposita en el sistema educativo las promesas de empleo asegurado, ascenso social y remedio contra la desigualdad. Sin embargo, siguiendo la tradición “crítico-reproductivista” intentamos esbozar tres hipótesis que ponen en tela de juicio dichas esperanzas ante el movimiento de la realidad del capitalismo periférico uruguayo. Entendemos necesario entonces analizar los problemas educativos sin perder de vista las totalidades que constituyen a la formación económico-social. No obstante, el recurso “reproductivista” no posee toda la verdad. A su vez, el desplazamiento de una comprensión reproductivista a una posición reproductivista conlleva el riesgo de caer en una postura de displicencia ante los importantes problemas de nuestra enseñanza, que no sólo se explican por la dinámica social y económica (aunque no se puedan explicar sin atender dicha dinámica) y que requieren importantes transformaciones en diferentes niveles del sistema educativo. Es necesario complementar el análisis del rol reproductor del sistema educativo con la consideración de la innegable potencia de la educación, la capacidad de agencia de docentes, trabajadores en general y estudiantes, para de esta forma relanzar un relato sobre la importancia de la educación como experiencia liberadora, como forma de emancipación cultural y humana, más allá del siempre variable valor de cambio del certificado escolar.

2) Del “empate catastrófico” al proyecto alternativo

La crisis de la educación es una noción en disputa. No tiene un significado obvio, aún cuando por fuerza de su repetición aparezca como algo obvio que la educación está en crisis. De este modo, la crisis de la educación se estructura como disputa político-pedagógica. De una parte de la disputa, el pensamiento neoconservador concibe a la crisis educativa en los términos de una “crisis de correspondencia” (en el sentido de Bowles y Gintis): la globalización económica, el capitalismo cognitivo y los cambios culturales de la sociedad de consumo requieren cambiar (adaptar) profundamente un sistema educativo edificado sobre las bases del proyecto capitalista del siglo XX. De la otra parte, el sindicalismo docente ha estructurado, desde hace décadas, su lucha como resistencia (en la que ha obtenido importantes conquistas) pero encuentra dificultades para formular y articular un proyecto educativo alternativo.

Entre estas dos fuerzas, la situación actual oscila entre el mutuo bloqueo y un reformismo tecnocrático que por momentos parece avanzar por vía de reformas graduales y parciales. Cuando prima el bloqueo, la situación podría describirse acudiendo (extrapolando) al concepto gramsciano de “empate catastrófico”: es decir, un bloqueo mutuo por la incapacidad de las fuerzas en pugna para resolver a su favor la correlación de fuerzas (9). De una parte del “empate catastrófico”, las fuerzas de la modernización neoconservadora tendencialmente dominante y con creciente expresión en el progresismo gobernante procura “reformar” la educación en la línea de lo que su proyecto económico reclama, ajustando una brecha, una distancia disfuncional, que es en el fondo la que produce la “crisis educativa”. De la otra parte del empate catastrófico, los sindicatos docentes, gremios estudiantiles y las fuerzas de izquierda (10) logran resistir los alcances más regresivos de la ofensiva neoconservadora (privatización directa, sistemas de escuelas charter, evaluación sujeta a estímulos, etcétera), pero quedan en general atrapados en la encerrona de la resistencia como conservación. No obstante, por momentos pareciera que la capacidad de bloqueo está también agotándose y el reformismo tecnocrático avanza por vía de reformas parciales, graduales, aparentemente dispersas, en una suerte de reformismo a cuentagotas.

En este escenario que tarde o temprano habrá de resolverse en algún sentido, hoy quien lleva las de ganar es la fuerza del neoconservadurismo pedagógico, que ha logrado apropiarse del discurso de la crítica a la situación actual, instituir la racionalidad de sus diagnósticos y generalizar la idea de que cuenta con un programa de “solución educativa” (que los sindicatos “conservadores” y “corporativistas” estarían impidiendo aplicar). Al lograr autoinstituirse como “la solución a la crisis”, la perpetuación de la sensación de bloqueo activa una cuenta regresiva que juega a su favor. Aquí está el centro de la disputa política por la educación en la actualidad.

Los problemas de/en nuestra educación existen, son profundos y multicausales, algunos de ellos se han arrastrado por mucho tiempo y no hay señales de que se estén revirtiendo. Una posición netamente defensiva que en los hechos devenga en conservación de las cosas como están no sólo no va a revertir los problemas, sino que es funcional a la estrategia neoconservadora. Esto es así porque el neoconservadurismo pedagógico tiene un diagnóstico, un programa y una agenda de transformación, que no sólo es sostenida por la derecha política, los sectores empresariales y organismos internacionales como la OCDE o el Banco Mundial, sino que también ha sido asumida (con sus gradientes) por el progresismo gobernante y buena parte de la academia. Para las fuerzas de izquierda no existe otra salida que la de formular y articular un proyecto alternativo que a la vez que frene la reforma tecnocrática en ciernes, logre responder a los principales problemas actuales de nuestra educación y proyectar una política educativa de largo plazo. Un proyecto educativo que se estructure como proyecto cultural, como diálogo permanente, como participación social, partiendo del rico legado histórico del magisterio nacional y de las innumerables experiencias que en todo el país ensayan hoy los educadores, muchas veces en los contextos más adversos. Si se pudiera expresar a modo de consigna, diríamos: defensa de la educación con crítica al sistema social y crítica al sistema con propuesta de transformación educativa.

* Profesor de Economía de América Latina y Economía del Uruguay. Integrante de la Cooperativa COMUNA.

** Docente del Programa Integral Metropolitano de la Universidad de la República.


Notas

1) Así las cosas, no debería sorprender a nadie que en ocasiones madres y estudiantes golpeen a maestras y profesoras, que la policía reprima duramente a un maestro en Casavalle, o que quienes se preocupan por los adolescentes que se aburren en el aula y culpabilizan a los profesores, quieran un día sí y otro también, buscar todo tipo de artilugios para meterlos presos.

2) En el caso de El Observador, a su vez, son notorios sus vínculos económicos con la educación privada, al menos con la Universidad de Montevideo y el Liceo Jubilar.

3) Como parte de las conclusiones del estudio, sostienen los investigadores: «Una de las figuras centrales del sistema educativo, la del magisterio, juega un papel muy trascendente en la concepción que tiene la población de la escuela y de la educación. Al respecto, la mayoría de los entrevistados percibe que la conducta de los profesores es favorable, pues consideran que siempre o con frecuencia son respetuosos, califican las tareas y actividades escolares de manera justa, captan la atención del grupo y generan interés en clase. Sin embargo, al ser cuestionados sobre los aspectos que el gobierno debería mejorar en la educación, más del 60% refirió, en primer término, mejorar la capacitación de los docentes» (Zubieta et al 2015: 167).

4) Cabe acotar que en el 2016 la matrícula a formación docente creció un 15% (de 19666 a 22463). No obstante, tomando como antecedente la última crisis económica, cuando formación docente “explotó” en ingresos (presumiblemente porque la formación docente ofrece una salida laboral más o menos segura), consideramos que este aumento reciente no necesariamente rompe con la tendencia sino que puede constituir cierta excepcionalidad en consonancia con el escenario económico crítico que se ha instalado en el país.

5 Ver: http://adesmontevideo.uy/informe-de-condiciones-y-medio-ambiente-de-trabajo-en-19-locales-de-ensenanza-secundaria/

6) Vale aclarar que este rasgo estructural del Uruguay no agota la explicación de los altos niveles de desvinculación en la enseñanza media. De hecho, otros países altamente primarizados de nuestro continente tienen menores tasas de desvinculación. Esto lleva a pensar que las características histórico-institucionales de nuestra educación secundaria (entre ellas el mandato fundacional de operar como “filtro” para el ingreso a la Universidad [Romano, 2015]) también constituyen uno de los factores explicativos. Lo que sí sostenemos es que la crítica al “contenidismo” del neoconservadurismo pedagógico se corresponde con las escasas exigencias de cualificación de nuestro mercado de trabajo y pretende resolver la “crisis de correspondencia” bajando los niveles de desafiliación en base a la sustitución de contenidos de aprendizaje (algunos de ellos necesariamente áridos) por un compendio de competencias, entretenimientos y destrezas.

7) INE: Instituto Nacional de Estadística.

8) Cabe señalar que la existencia de los liceos privados financiados por vía de exoneraciones fiscales (es decir, financiamiento público indirecto) se vio deliberadamente favorecida por la reforma tributaria del 2007 con la ley 18.083 y la readecuación de la vieja “ley de mecenazgo”, en el marco del primer gobierno progresista, así como también por el discurso ideológicamente favorable del segundo gobierno progresista.

9) Vale aclarar, por si acaso, que no estamos planteando que exista en Uruguay una situación del tipo de la que Gramsci describe cómo “empate catastrófico”, y que en el tiempo reciente ha sido utilizada con frecuencia para analizar otros procesos políticos latinoamericanos. Aquí estamos extrapolando dicha noción fuera de su contexto teórico y su referente empírico a fin de explicar mejor la situación de bloqueo de la que da cuenta la “crisis educativa” en nuestro país. Lo peculiar de este “empate catastrófico educativo” es que el antagonismo no produce efectos esclarecedores de dos grandes proyectos en disputa (como sucede en las situaciones descritas por Gramsci). Aquí la polarización, que desde el punto de vista teórico debería simplificar y esclarecer los polos en disputa al propiciar el cuestionamiento del consenso hegemónico, evidenciar contradicciones y abrir una etapa favorable a la acumulación de fuerzas, no tiene en la actualidad tales efectos, sino que por el contrario la discusión se caracteriza por la confusión y un relativo desconcierto sobre cómo intervenir desde la izquierda.

10) Utilizamos “izquierda” para nombrar formaciones políticas con vocación de transformación sistémica, independientemente del partido y organización en la que se encuentren.

Referencias

Apple, M. (2012) “Poder, conocimiento y reforma educacional”, Santa Rosa: Miño y Dávila Editores

Baudelot, C. y Establet, R (1990) «La escuela capitalista». México: Siglo XXI.

Bourdieu, P. & Passeron, J. (2003) «Los herederos. Los estudiantes y la cultura». Buenos Aires: Siglo XXI.

______________________ (1996). «La reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza», Barcelona: Fontamara.

Bowles, S. & Gintis, H. (1976). “Schooling in Capitalist America. Educational Reform and the contradictions of the economic life”.

Caetano, Gerardo (coord) (2013) “El “Uruguay Laico. Matrices y revisiones (1859-1934)”, Montevideo: Taurus.

Carnoy, M (2000). “La educación como imperialismo cultural”, México: Siglo XXI

Castillo, J; Dufrechou, H; González, V.; Jauge, M.; Messina, P.; Sanguinetti, M. (2015). “El gasto en educación en Uruguay y su repercusión en las condiciones de trabajo de los docentes: una mirada histórica y comparada”

Espino, A. (2012). “Diferencias salariales por género y su vinculación con la segregación ocupacional y los desajustes por calificación”

Galván, E & Giometti, B. (2013). “Patrón de inserción comercial internacional y estructura productiva: un análisis de la incidencia del contenido tecnológico de la producción sobre las brechas salariales para el caso uruguayo”

Giroux, H (2012). La educación y la crisis del valor de lo público. Desafiando la agresión a los docentes, los estudiantes y la educación pública. Montevideo: Criatura Editora & Sello Editorial de Extensión Universitaria.

INEED (2014). “Los salarios docentes en Uruguay: estructura y evolución reciente”

Puiggrós, A. (2010): «La tremenda sugestión de pensar que no es posible. Luchas por una democracia educativa (1995-2010)». Buenos Aires: Galerna.

Romano, A. (2015): «Pensar la crisis de la educación», La Diaria, 03/11/2015 (disponible en: http://ladiaria.com.uy/articulo/2015/11/pensar-la-crisis-de-la-educacion/):

Saltman, K. (2012). The Failure of Corporate School Reform: Towards a New Common School Movement. Social Policy, Education and Curriculum Research Unit. North Dartmouth: Centre for Policy Analyses /UMass Dartmouth.

Zubieta, J.; Bautista, T.; Gómez, A. y Freixas, M. (2015) «Educación. Las paradojas de un sistema excluyente. Encuesta Nacional de Educación”, Serie “Los mexicanos vistos por sí mismos. Los grandes temas nacionales”. México: UNAM (Disponible en: http://www.losmexicanos.unam.mx/educacion/index.html).

Tomado de: http://www.hemisferioizquierdo.uy/#!Uruguay-capitalismo-y-crisis-educativa/nnsaa/5798eafa0cf218c3f173ae3b

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Diálogo de Saberes en la construcción del conocimiento: aportes de la praxis educativo-política de los movimientos sociales en América Latina

Por: Lia Pinheiro Barbosa

Revista Hemisferio Izquierdo / Nro 4

Para iniciar la reflexión:

 “Vale recordar que tanto el despojo como la enajenación de nuestro saber, inició una resistencia y una lucha por el reconocimiento, es decir del ich’el ta muk”.Xuno López (1)

El año del calendario es el 2015, la geografía es la Universidad de la Tierra – CIDECI, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, sureste mexicano (2). Las palabras de Xuno López (3) inician este escrito por dos razones: la primera, para enfatizar la importancia histórica del Seminario El Pensamiento Crítico Frente a la Hidra Capitalista, en la perspectiva de la confluencia de un legítimo diálogo de saberes para pensar claves interpretativas del capitalismo en nuestro tiempo histórico y las alternativas para su enfrentamiento desde abajo y a la izquierda, el lugar dónde late el corazón. En segundo lugar, por demarcar una de las marcas profundas desde la colonización hasta nuestros días – la enajenación de nuestro saber – y por lanzarnos una semilla-palabra (4) fundamental, el ich’el ta muk’ que, en palabras de Xuno López puede significar, en maya tseltal, justicia, democracia, libertad, condición imprescindible para la dignidad humana.

El reconocimiento del ich’el ta muk recorre el tiempo histórico de lo que fue la larga noche de los 500 años (5), en la resistencia histórica indígena y campesina de América Latina, la cual es poseedora de otras semillas-palabras para reivindicar su dignidad y lanzarse en el enfrentamiento del Estado y de un modelo de desarrollo económico que prima por despojar sus territorios, su lengua, su cultura y, por ende, extirpar sus identidades como pueblos originarios y pueblos del campo. Sin embargo, conforme enfatiza la palabra zapatista, la rebeldía es parte de una memoria histórica y se hace historia. Más precisamente (EZLN: 1996):

“[…] la rebeldía que hoy tiene rostro moreno y lengua verdadera, no se nació ahora. Antes habló con otras lenguas y en otras tierras, muchas montañas y muchas historias, ha caminado la rebeldía contra la injusticia. […] La rebeldía no es cosa de lengua, es cosa de dignidad y de ser humanos”.

Desde la conquista, América Latina posee un calendario y una geografía histórica que expresa múltiples experiencias de rebeldía y resistencia, inspiradas en la insumisión e insurgencia de los pueblos originarios, afrodescendientes y campesinos, en su búsqueda incesante por la dignidad, la justicia, la paz…el ich’el ta muk, que seguramente encontrará su correlato en otras semillas-palabras.

En ese contexto, emerge la denuncia histórica del carácter deshumanizador de la educación, en tanto pilar en los procesos de colonialidad del poder (Quijano: 1999), del saber (Lander: 2000) y en el antagonismo de clases, en la perspectiva subrayada por Paulo Freire (1987). De ahí la necesidad histórica de concebir otra educación, otra(s) pedagogía(s), otra(s) escuela(s), camino fundamental para la conformación del sujeto histórico-político y en la consolidación de la emancipación humana como principio y proyecto político.

En nuestra historia reciente, observamos como los movimientos sociales han avanzado en ese debate y en elaboración de otra concepción de educación y de pedagogías alternativas genuinas, que demarcan la centralidad de un proyecto educativo-político e histórico de conocimiento (6). Para fines de la presente reflexión, quisiera subrayar dos experiencias que considero emblemáticas en la historia reciente de nuestra región y que mucho han aportado en el tejer de un proyecto educativo-político: el Sistema Educativo Rebelde Autónomo Zapatista de Liberación Nacional (SERAZ-LN) y la Educación del Campo, síntesis del proyecto educativo-político del Movimiento Zapatista y del Movimiento de los Sin Tierra, respectivamente (7).

Para dialogar con el extracto del habla de Xuno López al inicio de ese escrito, me parece pertinente, más que adentrar en la estructura de ambos proyectos educativo-políticos, detenerme más bien en algunos ejes que articulan el proyecto histórico de conocimiento llevado a cabo por ellos, lo que implica una concepción de educación, de pedagogía y de elaboración del conocimiento propia, corazón del proceso educativo-formativo de ambos movimientos. En esa dirección, la intención es la de demarcar la centralidad del Diálogo de Saberes en la conformación del sujeto histórico-político Zapatista y Sin Tierra y de una teoría corazonada, que nace desde/con/para la praxis política de los movimientos.

De la educación como proyecto político

Herederos de la resistencia histórica de sus respectivos países y en perspectiva latinoamericana, las y los Zapatistas, las y los Sin Tierra han comprendido la siguiente cuestión: históricamente la educación (con una pedagogía y una escuela propia) fue la responsable por consolidar los signos en el campo simbólico-ideológico de una subordinación cultural y dominación política. Conforme el EZLN (1996: p. 123):

“Uno de los pilares fundamentales de la reproducción del sistema político es la educación, la cual se ha utilizado como instrumento para legitimar la gobernabilidad a través de una dinámica que busca formar una masa de población productiva, pero no reflexiva o crítica; que impulsa la homogeneización y anula las diferencias culturales y de género, ignorando absolutamente la idiosincrasia de los medios rurales y las lenguas autóctonas; que fomenta el individualismo y la competencia reforzando el sistema de mercado, la desigualdad y la discriminación; que no respeta, ni considera las necesidades vitales ni el derecho de elección del tipo de vida”.

Enfrentarse al papel histórico de la educación significa elaborar otra concepción de educación y de pedagogía, primer paso para conformar el sujeto político revolucionario responsable de su proceso de liberación y emancipación humana. En esa perspectiva, son más de tres décadas de maturación del papel histórico-político de la educación, de la necesaria apropiación de su concepción, de su praxis y de su intencionalidad en la trayectoria política de ambos movimientos. El debate educativo representa, para el MST (2005, p. 05-06):

“[…] una relación de origen: la historia del MST es la historia de una gran obra educativa. Y, de hecho, frente a una ocupación de tierra, de un campamento, de un asentamiento, de una Marcha, de una escuela conquistada por el Movimiento, es cada vez más pertinente preguntar: ¿cómo cada una de estas acciones educa a las personas? ¿Cómo se forma una determinada forma de ser humano? ¿Qué aprendizajes personales y colectivos juegan en cada una de ellas?”

De esa manera, estos dos movimientos sociales han logrado consolidar un proyecto educativo-político, responsable por insertarse en el campo de disputa de proyectos educativos en sus respectivos países y demostrando al mundo que no sólo es posible concebir otra educación, otra pedagogía y otra escuela, sino también construir un conocimiento que demarca / recupera otro paradigma para pensarse a sí mismos, en sus calendarios y geografías.

En esa labor, cobra particular importancia la dimensión epistémica de la educación, es decir, el saber o conocimiento de la realidad de las cosas, que deriva de un conocimiento situado en un tiempo y espacio. La dimensión epistémica presupone un posicionar preteórico ante la realidad, que permita establecer una relación dialéctica y dialógica entre realidad y conocimiento, que posibilite al sujeto histórico-político no sólo interpretarla, sino también teorizar acerca de ella (Barbosa; Gómez-Sollano: 2014). Esta dimensión puede ser considerada el corazón del proyecto educativo-político del Zapatismo y del MST, en la consolidación del SERAZ-LN (EZLN: 1996) (8) y en la concepción de la Educación del Campo (Arroyo; Caldar; Molina: 2004) (9) y de la Pedagogía del Movimiento (Caldart: 2004).

Es menester destacar que en los contextos histórico-políticos de Brasil y México, los procesos de colonización y, ulteriormente, de legitimación de un proyecto de modernidad se dieron bajo la destrucción de una matriz multilingüe e instauración de una matriz monolingüe, con la sustitución forzosa de las lenguas originarias por las lenguas del colonizador – el español y el portugués – con la incorporación del conjunto de signos lingüísticos y referentes de orden epistémico. En el ámbito educativo, la mediación pedagógica existente en el espacio escolar viabilizó la constitución de un lenguaje que solventa la racionalidad dominante, cristalizadora de las relaciones de poder y dominación. Un lenguaje que regula y legitima un discurso histórico de negación del “otro” representado por los pueblos originarios y campesinos, que culminó en un olvido, explotación y expropiación históricos, ampliamente denunciados por el EZLN y el MST, en el conjunto de documentos y comunicados producidos por ambos (10).

Otro elemento a considerar es aquel, predominante en Brasil, de la contradicción histórica entre ‘campo-ciudad’, igualmente debatida y combatida por el MST. Una racionalidad que acentúa un menosprecio por el campo, considerado el espacio del retraso político-económico y cultural; también de la campesina y del campesino como individuos culturalmente inferiores. Una racionalidad que reforzó, cabalmente, el éxodo rural en Brasil (Caldart: 2004; Barbosa: 2014, 2015a) y que encuentra su correlato en México.

En el proyecto educativo-político de los Sin Tierra y de los Zapatistas, el Diálogo de Saberes expresa la apropiación de los referentes epistémicos, y representa un verdadero telar en que son entretejidos los hilos que compondrán las matrices constitutivas del sentir-pensar-saber-ser que dan cuenta del pensamiento y de praxis educativo-pedagógica-política del sujeto colectivo Sin Tierra y Zapatista.

El Diálogo de Saberes en la praxis educativo-política del Zapatismo y del MST

El MST y el Movimiento Zapatista han recuperado la memoria histórica de la resistencia para constituirse en tanto sujeto histórico-político, es decir, nutrirse de los aprendizajes legados a lo largo de la travesía de la larga noche, nutrirse de las semillas-palabras, de los métodos para avanzar en la consolidación de un proyecto histórico de conocimiento. En esa perspectiva, parto de afirmar que el Diálogo de Saberes constituye el gran semillero en el cruce de estos aprendizajes históricos, una vez que constituye (Martínez-Torres; Rosset, 2014):

«La construcción colectiva de significación emergente, basada en el diálogo establecido entre personas o pueblos cuyas experiencias, cosmovisiones y maneras de conocer son específicas e históricamente diferentes, particularmente cuando se enfrentan a los nuevos desafíos colectivos de un mundo cambiante. Dicho diálogo se apoya en el intercambio entre las diferencias y en la reflexión colectiva. A menudo, ello propicia la re-contextualización y la re-significación, lo cual da lugar a saberes y significados emergentes, que se relacionan con historias, tradiciones, territorialidades, experiencias, procesos y acciones de los distintos pueblos. Las nuevas y colectivas comprensiones, significancias y saberes, pueden llegar a constituir la base para acciones de resistencia colectivas y para la construcción de procesos nuevos.»

El Diálogo de Saberes incide directamente en tres planes: en la formación del sujeto histórico-político, aquí representado por el yo-colectivo Zapatista y el yo-orgánico Sin Tierra; en el proyecto histórico de conocimiento que deriva del proyecto educativo-político, al demarcar las raíces teórico-epistémicas que darán forma y contenido al proceso de teorización desde-con-para los movimientos sociales y, por ende, en la propia praxis político-pedagógica articulada por los movimientos (11).

Veamos algunos referentes epistémicos centrales para la génesis del yo-colectivo Zapatista: el Popol Wuj – libro sagrado de los pueblos k’iche’ maya de Guatemala, conocido como Libro de los Consejos o Libro de la Comunidad – constituye uno de sus principales referentes identitarios. La historia oral ha sido la forma de transmisión de los saberes, de las experiencias y de todo el conocimiento acerca de la vida y de sí mismos como comunidades. De acuerdo a Recinos (2012, p. 09) los pueblos originarios de México y Guatemala “lograron conservar sus historias y otros escritos por medio de pinturas en lienzos. Había cronistas e historiadores que conocían las historias acerca de los orígenes […] y que la transmitían por medio de la historia oral o por medio del arte pictográfico”. Igualmente había el cómputo del tiempo, la forma de nombrar a los niños, además del papel social de los sueños (12), agüeros y supersticiones. La manera como ha sido apropiado y difundido el legado cultural, lingüístico y político del Popol Wuj expresa la conjugación de diferentes elementos en la recuperación y fortalecimiento de la identidad sociocultural y en la conformación de un sujeto histórico-político. El Popol Wuj constituye un referente epistémico, pedagógico y político fundamental en el pluralismo de las comunidades mayas, y dialoga dialécticamente con otras culturas y resistencias políticas de América Latina (13).

En el campo discursivo y literario, el corazón místico del Zapatismo está representado por el Viejo Antonio y sus cuentos, relatados por el Subcomandante Insurgente Marcos. La figura metafórica del Viejo Antonio remite a dos referencias directas del Popol Wuj: en la primera, de raíz maya-quiché, el “viejo” hace referencia a “abuela y abuelo”, el Ixpiyacoc e Ixmucané (que en lengua maya significa viejo o vieja – ixnuc.), los amparadores y protectores, narradores de todo lo que es el principio de la vida y el principio de la historia. La segunda, de raíz tolteca-mexicana, reporta a sus equivalentes, los dioses mexicanos Cipactonal y Oxomoco, responsables por inventar la astrología judiciaria y el calendario, con su propio contaje del tiempo. El referente epistémico del Viejo Antonio nos permite adentrar a la polisemia de la cultura y simbología maya y conocer las interfaces del encuentro de dos mundos: el indígena y el mestizo o, en las palabras de Fernanda Navarro (2011), del mexicano con su memoria.

Un segundo referente en el proceso de recuperación del yo-colectivo Zapatista se vincula a la cosmovisión, la cultura y a la matriz lingüística maya, y que sitúan el lugar del yo y del nosotros en la racionalidad indígena. Un ejemplo es la palabra maya tseltal p’ij yo’tan – es único tu corazón – que presupone una autonomía personal, del ser como único en su singularidad, pero también es interpretada como un proceso de integración colectiva, de carácter comunal y de capacidad de lograr consensos (Paoli, 2003). Un segundo ejemplo, lo constituye la desinencia de la lengua maya tojolabal tik – nosotros – que expresa una identidad colectiva y no individual, es decir, una intersubjetividad comunitaria (Lenkersdorf: 2005).

Un tercer ejemplo de recuperación del yo-colectivo, en tanto sujeto colectivo en el proceso de construcción del conocimiento, lo articulan tres concepciones claves de la lengua maya tseltal: el  o’tan – corazón, el stalel y el ch’ulel – alma-espíritu-conciencia. López-Inztín (2013) afirma que “en la cultura maya-tseltal no sólo surge y pasan por la mente las reflexiones, los pensamientos y saberes, también emanan del corazón y éste se vuelve el centro más importante en la cosmovisión y pensamiento nuestros. Por lo que todo se corazona”. El o’tan constituye un concepto central en la cultura y en el pensamiento de los pueblos mayas tseltales, en tanto núcleo de su cosmovisión. De él se derivan las percepciones acerca de la vida y del sernos en el mundo que se orienta desde una lógica enraizada en el Ya’yel-snopel ya’yel-sna’el: sentir-pensar – sentir-saber (López-Intzín, 2013).

Por su parte, el MST recupera sus referentes epistémicos del legado histórico de la resistencia negra y de las insurgencias campesinas en Brasil en el periodo colonial, momento de una expropiación de tierras sin precedentes y de consolidación del gran latifundio en ese país (Fernandes; Stédile: 2004). También de aquellas previas al periodo de la dictadura militar, como las Ligas Campesinas, todas ellas en defensa del territorio, de la tierra, de la reforma agraria y del ethos identitário con el campo. Una semilla-palabra central para el MST lo constituye el concepto de organicidad, “una palabra que creamos para designar la relación que debe tener una parte de nuestra organización con las demás partes. Sin embargo, no puede ser una relación teórica, sino que también física, práctica y mística”. (MST: 2001, p. 30-31).

El sentido epistémico del concepto de organicidad está presente en la narrativa política del MST, en el conjunto de los documentos y materiales didácticos utilizados en la formación educativo-política de sus cuadros. En uno de los documentos utilizados en los cursos de formación política, el MST plantea la centralidad de la organicidad en el proceso de organización política de su yo-orgánico como Movimiento (MST: 2009, p. 22):

“La organicidad tiene, al mismo tiempo, la función de transformar el movimiento de masa, disminuyendo su espontaneidad y, por otro lado, garantizar su permanencia histórica. Por tal razón, la organicidad tiene el poder de, en cualquier momento, colocar a la masa en movimiento, como también mantenerla agrupada por medio de los núcleos”.

Por otro lado, el MST y el Zapatismo son inspirados por los principios de la Teología de la Liberación, de la Teología Indígena, además de los aportes teórico-políticos de revoluciones latinoamericanas, como la Revolución Mexicana, la Cubana y la Sandinista, las dos últimas inspiradas por el marxismo-leninismo y el maoísmo, matrices teóricas igualmente presentes en la identidad política en los orígenes del MST y del EZLN (Leyva-Sollano: 1994; Le Bot: 1997; Fernandes; Stédile: 2004). La consigna la tierra es de quien en ella trabaja, de Emiliano Zapata, sintetiza el horizonte político común a ambos movimientos: tierra, libertad y justicia.

Ahora bien, con base en la síntesis de los hilos que tejen el Diálogo de Saberes en la conformación del yo-colectivo Zapatista y del yo-orgánico Sin Tierra, podemos inferir que el proceso de construcción del conocimiento en su praxis educativo-política prescinde de los mismos elementos epistémicos que les da identidad cultural y política. En las escuelas autónomas zapatistas, por ejemplo, se suele utilizar como material didáctico los Cuentos del Viejo Antonio, además de otros cuentos conocidos en las comunidades y que están traspasados por los referentes epistémicos del Popol Wuj y de la cosmogonía y cosmovisión maya. Los relatos del Viejo Antonio entretejen la sabiduría maya presente en sus mitos y leyendas con una racionalidad propia y que da el tono del ser-estar-sentirse en el mundo. Uno de los libros utilizados, Arte en Rebeldía trae la historia de los hombres y mujeres verdaderos, en alusión al mito fundacional del Popol Wuj, los hombres de maíz (14).

Igualmente utiliza de las imágenes pictográficas precolombinas, como las pirámides mayas, para abordar contenidos de la etnomatemática, de la historia de sus ancestros, de geografía, de las lenguas mayas, de política. De igual manera, las escuelas autónomas y en otros espacios de las comunidades Zapatistas están repletos de murales que evidencian el Diálogo de Saberes. Para las y los Promotores de Educación responsables por la elaboración colectiva del libro, “los murales explican nuestra lucha, nuestro trabajo y nuestra historia. Ellos nos recuerdan nuestra dignidad y son nuestra memoria. Ellos expresan nuestro arte” (EZLN, s/f, p. 10). Para ellos, los murales son considerados zapatistas porque “explican y dibujan la lucha, la historia y los símbolos zapatistas” (EZLN, s/f, p. 23).

El libro Arte en Rebeldía aborda la dimensión política del arte, y logra interpelar la histórica separación entre el trabajo manual, el trabajo intelectual y la dimensión creativa del ser humano, reflexión presente en el proceso educativo llevado a cabo en las escuelas autónomas zapatistas. En esa dirección, expresa un lenguaje traspasado por la dimensión intersubjetiva de las lenguas mayas y que “atañe a la relación entre pensamiento-lenguaje-mundo y acción” (Navarro: 2011, p. 05). Para el Comandante Zebedeo (2007):

“Los objetivos de la educación zapatista es que fortalezca nuestra cultura, lengua, la educación en nuestra propia familia, el colectivismo, la unidad, la disciplina, el compañerismo, aprender a resolver la necesidad de nuestros pueblos, el respeto a nuestras culturas, a defendernos con dignidad, nos enseñe a trabajar, que una el trabajo a la vida, a nuestra madre naturaleza […] El objetivo de nuestra educación es que todos entiendan la situación en que vivimos”.

Por su vez, el Diálogo de Saberes igualmente se hace presente en toda la praxis educativo-política del MST. Una primera expresión es la llamada mística que se realiza al inicio de cada día de jornada educativa y de lucha política, comprendida como momento de la ritualización de los valores del MST (González Castells: 2002), entre ellos, el de la dignidad y de la memoria; remite a una dimensión interpretativa de la lucha política por medio de la sensibilidad y de una polisemia simbólica para expresar un conjunto de temas y sentimientos que tienen una relación directa o indirecta con la histórica resistencia campesina y la centralidad de la lucha por la tierra y por la reforma agraria popular. Otras dos nociones están presentes en ese proceso de interiorización de los valores y principios del MST: la conciencia social y política propia del marxismo, del latinoamericanismo, del internacionalismo y la dimensión de la humanidad y comunión de la historia vivida por el hombre y la mujer del campo, tradición política de la Teología de la Liberación (González Castells: 2002; Barbosa: 2015b).

El MST se ha dedicado a la producción de documentos y materiales didácticos propios para embazar teórica y pedagógicamente sus experiencias educativas. Por ejemplo, los Boletines de Educación presentan la concepción de educación, de pedagogía y de escuela para el MST, además de una sistematización de sus experiencias educativas. Con respecto a la praxis pedagógica, el MST recupera los fundamentos de la Pedagogía Socialista y de la Educación Popular, sobre todo aquellas elaboradas por Makarenko, Pistrak, Guevara y Paulo Freire.

Una de las grandes colaboraciones del MST y del conjunto de movimientos campesinos de la Vía Campesina – Brasil fue la elaboración del Diccionario de la Educación del Campo (15). El diccionario reúne un conjunto de 113 conceptos provenientes de un Diálogo de Saberes entre los aportes de la teoría crítica y del conjunto de experiencias y saberes socialmente construidos en el ámbito de la resistencia campesina en Brasil. Los conceptos están organizados bajo cuatro ejes que dan cuenta de la dimensión política de elaboración del diccionario: campo, educación, políticas públicas y derechos humanos. Un aspecto fundamental del Diccionario de la Educación del Campo consiste en que los conceptos son una elaboración teórica de los propios movimientos sociales. Expresan una mirada teórico-epistémica y política acerca del fenómeno de la Educación del Campo, de sus principios filosóficos y pedagógicos, además de una serie de conceptos y categorías de análisis directamente relacionadas con la lucha por la tierra, por la reforma agraria y por el derecho a la educación para los pueblos del campo en Brasil.

Es vasta la producción teórica de los militantes del MST que ocupan el latifundio del saber de la universidad, en los cursos de licenciatura y posgrado (16). En esa dirección, avanza la elaboración teórica relacionada a la concepción de Educación del Campo, Pedagogía del Movimiento, Agroecología, Diversidad Sexual, Género y Comunidad LGBT Sin Tierra, Infancia y Juventud Sin Tierra, Reforma Agraria, para citar algunas temáticas debatidas a profundidad.

Por lo dicho, el MST considera que la educación “no es sinónimo de escuela. Ella es mucho más amplia porque se refiere a la complejidad del proceso de formación humana, que tiene en las prácticas sociales el principal ambiente de aprendizajes del ser humano”. (MST 2005: 233). Para el MST, la construcción de un proyecto de Reforma Agraria Popular no se consubstanciaría sin la ruptura con el “latifundio del analfabetismo y de la educación burguesa, haciendo la Reforma Agraria también del saber y de la cultura”. (MST 2005: 31).

Seguir el caminar… preguntando, escuchando, teorizando…

Afirma el Subcomandante Insurgente Marcos (2007: p. 322-3):

“Entender lo que decimos, hacemos y haremos, es imposible se no se siente nuestra palabra. Yo sé que los sentimientos no tienen cabida en la teoría, cuando menos en la que ahora anda a los tropiezos. Que es muy difícil sentir con la cabeza y pensar con el corazón. […] para nosotros, nosotras las zapatistas, el problema teórico es un problema práctico. No se trata de promover el pragmatismo o de volver a los orígenes del empirismo, sino de señalar claramente que las teorías no sólo no deben aislarse de la realidad, sino deben buscar en ellas los mazos que a veces son necesarios cuando se encuentra un callejón sin salida conceptual”.

La crítica realizada en la cita pone de relieve las ausencias de una teoría que, todavía, se aleja de pensar la construcción del conocimiento en estrecho vínculo con una realidad dinámica, en movimiento permanente y que, por tal razón, innova sus marcos reflexivos, el posicionamiento del sujeto histórico-político y su propuesta ante las contradicciones de orden cultural y político-económica. No obstante, el MST y el Zapatismo son ejemplos concretos de la emergencia de una teoría propia de los movimientos sociales (Barbosa: 2013) (17), una teoría corazonada, que siembra semillas-palabras en tanto conceptuación propia, refrendada por un mirar epistémico que revela un proceso de escucha permanente de la palabra del yo-colectivo Zapatista, del yo-orgánico Sin Tierra, sujetos colectivos constructores de conocimiento.

En el proyecto histórico de conocimiento que se anhela desde la Educación Autónoma Zapatista y la Educación del Campo, los sujetos educativos son la comunidad, las y los niños Zapatistas y los Sin Tierrita, la juventud, las y los ancianos. Cada uno de ellos es parte del proceso educativo-político; desde su palabra se amplía el sentido epistémico-político de la teoría corazonada. En términos pedagógicos, se abre camino para la emergencia de saberes que se transforman en conceptos políticos incorporados a la identidad política y a su agenda de lucha.

Quisiera destacar que el proceso de construcción del conocimiento desde/con/para los movimientos sociales toma dos elementos importantes: una resistencia lingüística, es decir, de fortalecimiento de la dimensión epistémica de la lengua materna y su racionalidad intersubjetiva (para el caso del Zapatismo) y de recuperación de la cultura, de los valores y del ethos identitario con la tierra y el territorio. En segundo lugar, una geopedagogía del conocimiento (Barbosa: 2014, 2015a), relación que se establece entre la praxis pedagógica y los elementos de orden sociocultural y del territorio que conforman el conjunto de saberes y la multiplicidad de elementos constitutivos de la praxis política, los cuales incidirán en la construcción del conocimiento en el marco de la resistencia.

Por ende, considero que la Pedagogía de la Milpa (18) pone en movimiento dialéctico las semillas-palabras que brotan del Diálogo de Saberes. Expresa el sentido epistémico del acto educativo, por articular diferentes elementos en la formación educativa y política del sujeto histórico-político, propios de una cosmovisión, de la lengua, de una cultura, de otra racionalidad derivada de otras epistemes en la elaboración teórica. En la Pedagogía de la Milpa, el proceso educativo está traspasado por los saberes ancestrales, por la identidad cultural, pelas consignas políticas, pero también por la poesía hecha canción, la pintura, el arte escénico e iconográfico, entre otras manifestaciones del arte insurgente, rebelde y subversivo, que también son semillero en la construcción y práctica del conocimiento.

Un proceso de re-apropiación cultural que termina por fortalecer la organización colectiva y política y su capacidad de forjar un proyecto histórico de conocimiento hecho semillas-palabras, siempre articulado a un Ser-Estar, un Sentir-Pensar, es decir, un posicionarse de forma corazonada. Y volviendo al inicio de este escrito, el Seminario El Pensamiento Crítico Frente a la Hidra Capitalista, así como el Festival CompArte por la Humanidad y el I Festival de Arte y Cultura de la Reforma Agraria (19)19 constituyen espacios de expresión del Diálogo de Saberes en la expresión del pensamiento y teoría corazonada.

* Socióloga brasileña, doctora en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Docente en el Programa de Pós-Graduação em Sociologia, de la Universidade Estadual do Ceará (UECE). Investigadora del Programa Alternativas Pedagógicas y Prospectiva Educativa en América Latina (APPeAL-UNAM). Es autora de numerosos trabajos sobre educación y movimientos sociales, entre otros, el libro «Educación, resistencia y movimientos sociales: la praxis educativo-política de los Sin Tierra y de los Zapatistas» (Ciudad de México: LIBRUNAM, 2015). Correo electrónico: lia.pbarbosa@gmail.com


 Notas:

 1) “Yo’taninel bajtik, re-ch’ulel-izarnos y revivir lo sagrado desde nuestra propia humanidad como matriz del del fin de la Jow-hidra capitalista, participación de Xuno López el día 08 de mayo del 2015 en el Seminario El Pensamiento Crítico Frente a la Hidra Capitalista.

 2) Hago referencia a la expresión “calendarios y geografías” en alusión al análisis del Subcomandante Insurgente Marcos (2007) acerca de los tiempos y calendarios de las resistencias en todo el mundo, los cuales dialécticamente interpelan los calendarios, la geografía y la teoría hegemónica, y demarcan un posicionamiento histórico-político de los subalternizados, los de abajo.

 3) Maya-tzeltal, antropólogo, cofundador del Colectivo Yip Sch’ulel Ko’tantik y de la Red de Comunicadores Comunitarios, Artistas y Antropólogos de Chiapas (RACCACH).

 4) Escuché por primera vez la expresión semilla-palabra en el 2010, en un diálogo colectivo con los Promotores de Agroecología del Caracol Oventik. Igualmente es usada por Xuno López, en su exposición en el Seminario El Pensamiento Crítico Frente a la Hidra Capitalista. Claramente representa a los conceptos y categorías de análisis que emergen desde el pensamiento y la praxis de los movimientos y organizaciones en resistencia.

 5) Metáfora utilizada por las y los Zapatistas, en alusión a los procesos de colonización.

 6) Para citar algunos ejemplos de experiencias educativo-pedagógicas alternativas: los Bachilleratos Populares (Argentina), los Institutos Agroecológicos Latinoamericanos (LVC-CLOC), la Universidad Popular Madres de la Plaza de Mayo, además de las experiencias de Universidades Autónomas Indígenas, en Colombia, México, Ecuador, Bolivia.

 7) En Barbosa (2015a) desarrollo un análisis más profundizado acerca del proyecto educativo-político del MST y del Zapatismo.

 8) El SERAZ-LN comprende la Educación Primaria Rebelde Autónoma Zapatista y la Educación Secundaria Rebelde Autónoma Zapatista. Como parte del proyecto autonómico Zapatista, las escuelas autónomas no reciben ningún presupuesto por parte del Estado, tampoco son reconocidas por la Secretaría de Educación (SEP) de México. Las Promotoras y Promotores de Educación no reciben un sueldo por su labor educativa y la mediación pedagógica es de carácter comunal, es decir, toda la comunidad se hace responsable por el proceso educativo-formativo de la niñez y la juventud Zapatista. En ese sentido, la comunidad, en asamblea, decide el contenido abordado en las escuelas autónomas y garantiza la alimentación de los jóvenes y de las y los Promotores de Educación durante el periodo escolar.

 9) El MST posee sus escuelas de formación política de carácter autónomo, como la Escola Nacional Florestan Fernandes (ENFF), el Instituto de Educação Josué de Castro (IEJC), el Centro de Formação Frei Humberto, además de los IALAS, articulados por la Vía Campesina. Sin embargo, también ha avanzado en el campo de disputa de proyectos educativos, con las Escuelas Itinerantes (MST: 2008) y la Educación del Campo, proyecto educativo-político que reivindica el derecho constitucional a la educación para los pueblos del campo. En esa perspectiva, se reivindica la implementación de una política pública, la Política Nacional de Educación del Campo, que reglamente y financie los proyectos educativos articulados por los movimientos sociales del campo, desde la Educación Básica hasta la Educación Superior. Además de los autores mencionados, hay otros estudios que profundizan dicho debate: (Kolling; Ceriolli; Caldart: 2004); Barbosa (2015a; 2016).

 10) Es muy amplia la producción documental y teórica de ambos Movimientos, mucha de ella disponible en sus páginas web, respectivamente:http://www.mst.org.br/ y http://www.ezln.org.mx/.

11) Para este escrito seleccioné aquellos referentes epistémicos que considero más emblemáticos para los casos del Zapatismo y del MST, a la vez que permiten puentes dialógicos con otras experiencias educativo-pedagógicas alternativas de nuestra región. En otros escritos desarrollo con más detenimiento la dimensión epistémica de sus proyectos educativo-políticos (Barbosa: 2014, 2014a).

12) Sin bien los cargos son decididos en las asambleas, es menester mencionar que es común que algunos jóvenes expresen su deseo para asumir un cargo en razón de haberlo soñado, es decir, que el sueño le reveló la responsabilidad a asumir en su comunidad.

13) Existe una serie de documentos elaborados por el movimiento de resistencia cultural en Guatemala, los cuales plantean principios étnico-filosóficos anclados en el Popol Wuj. Para un mayor análisis, sugiero la tesis doctoral de Almaguer (2015).

14) Los hombres de maíz consiste en el mito fundacional del Popol Wuj. En el libro Arte en Rebeldía está en el “Tema 5 – Historia del Arte”, seguido del nombre maíz en tzeltal – ixim – y de la cita extraída del Libro de los Consejos.

15) Participaron un número expresivo de militantes de movimientos sociales y de investigadores de diferentes universidades brasileñas, en un total de 107 autores.

16) En Barbosa (2015a) presento la trayectoria del MST en la demanda por la democratización del acceso a la educación superior a los pueblos del campo en Brasil.

17) Me parece pertinente mencionar a Gunderson (2013) y su análisis acerca de los orígenes intelectuales del Zapatismo y el proceso de consolidación de una teoría revolucionaria.

18) Hago alusión a la milpa, del náhuatl: milli (parecela sembrada) y pan (en cima), agroecosistema mesoamericano destinado a la siembra del frijol, de la calabaza, del maíz y del chile. En las comunidades indígenas siempre hay una milpa. En el SERAZ la milpa es uno de los espacios educativos de los niños y jóvenes.

19) Éstos dos últimos festivales se llevaron a cabo en julio, el primero organizado por el EZLN, y el segundo por el MST.

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Educación Privada: mitos, realidades y perspectivas

Por: Claudia Lártiga

Revista Hemisferio Izquierdo/ Nro 4

Consideraciones primarias

En Uruguay como en otros países de la región se están sucediendo reformas en los sistemas educativos; esto fundamentalmente, por dos grandes razones: económico y cultural.

Por un lado, las crisis capitalistas y los ajustes a ellas parecieran ser más vertiginosas que en décadas pasadas, y la educación debe encontrar un lugar en la economía del siglo XXI, formar a los sujetos que reproduzcan las relaciones sociales de manera estable se hace difícil, dado el desgaste moral de las herramientas tecnológicas, académicas y pedagógicas que cambian permanentemente.

Por otra parte, la necesidad de generar un sentido de identidad cultural en medio de los acelerados cambios del presente siglo, de establecer una impronta, un plus, cómo desarrollar la educación cuidando parámetros mínimos de pertenencia, generar apropiación, que a su vez permita el entusiasmo y una suerte de amor por lo que se hace.

Actualmente la educación está en crisis, a los niños y jóvenes se les muestra la necesidad de estudiar, de obtener herramientas teórico-conceptuales, de forjar un futuro, de obtener un “título” para tener una salida laboral estable, sin embargo, los jóvenes saben que aquel plus que le daría el título de…, para trabajar de…, se ha ido precarizando, y el sentido poco a poco apagando.

Este fenómeno no es aislado y no nació de la noche a la mañana, tiene que ver con un proceso político, económico y social advenido con el neoliberalismo como modelo económico, donde el Estado ha ido perdiendo su rol central en la administración política de los servicios básicos, y con ello, ha ido abandonando sus responsabilidades. De ese modo fue ingresando la administración privada, desplazando la lógica de “lo público” e instalando la lógica mercantil.

Esto se acompaña con un sentido de la democracia como un sistema de administración más que de participación, donde la gestión de los servicios se da en un marco de aparente tolerancia, y a la menor disidencia se derrama el terror de que los inversionistas se irán del país, etcétera.

Este modelo, no sólo afecta a las piezas económicas que intentan torpemente calzar con los requerimientos sociales; sino que afecta profundamente los territorios subjetivos, vuelve precario y débil al movimiento popular, llevando a lo que el académico chileno Carlos Pérez Soto denomina la psicologización del malestar subjetivo(1), donde los problemas dejan de ser signos de un sistema perverso, y pasan a ser síntomas individuales (estrés, depresión, déficit atencional, Burnout, medicalización compulsiva, etc). Las soluciones son cada vez menos colectivas, perdiéndose el sentido de comunidad, y en este contexto, la educación es campo fértil para reproducir ese malestar.

En comparación al impacto que ha tenido este modelo en otros países, en Uruguay pareciera ser que el salvajismo ha sido matizado(2), el Estado aún no abandona totalmente su responsabilidad, y a medias, garantiza los derechos adquiridos en la lucha del pueblo. Sin embargo, se puede apreciar de a poco cómo la lógica mercantil se ha ido introduciendo en los servicios básicos, entre ellos en la educación, y no sólo por el hecho de que exista educación privada, ya que la idea de una educación con plus, con un proyecto educativo para una élite se instaló en 1861; sino que el hecho preocupante es que el Estado ha empezado a abandonar el sistema público de educación. Subvenciona y da facilidades al sistema privado(3) para que se haga responsable de una demanda social, el Estado financia la demanda, generando una relación clientelista de la educación, enriqueciendo a los dueños de establecimientos educativos y empobreciendo la enseñanza pública.

Mitos y realidades

Para que estas acciones se enraícen en el pueblo, la lógica mercantil se debe legitimar y para ello establece mitos, por ejemplo ya es de arraigo popular la máxima neoliberal donde lo “privado es mejor que lo público” con toda la fantasía que ello genera: trabajadores bien pagados, buen ambiente laboral, buena infraestructura, comodidad para dar clases, no se hacen paros, las instituciones privadas tiene mejores resultados académicos, mayor estabilidad laboral para los trabajadores, etcétera.

Lo cierto es que las instituciones de enseñanza privada, se encuentran atravesadas por la lógica perversa del dinero y clientelismo, relaciones laborales donde las patronales operan directa y diariamente sobre el trabajador; naturalizándose la idea de la “supervisión del servicio”, generando un clima laboral espeso con baja autonomía y creatividad, ya que hay que ofrecer lo que el cliente demanda; esto no incentiva las competencias y capacidades de los trabajadores; se genera la falsa idea de “familia educativa”, excusa perfecta para ocultar la multifunción y los bajos salarios. La realidad, por lo general, son instituciones que venden una imagen, algo que los diferencie (seguridad, profesionalización, educación especializada, grupos reducidos, infraestructura, comedor, gimnasio, extensión horaria, etc.), pero es cosa de escarbar un poco, y se encontrarán instituciones vacías de proyectos de formación.

Lo que en la actualidad se observa es la aparición de microempresas que ven en la educación un lugar idóneo para sacar utilidades. No presentan principios pedagógicos ni aspiran a tener comunidades educativas, su relación es con ellos mismos, y con la competencia “para no perder clientes”. Esta situación tiene implicancias directas sobre los aspectos pedagógicos, sobre el sentido y la pertinencia cultural de los saberes.

Sin embargo, persevera el mito de que las instituciones privadas son de mejor calidad que las de la esfera pública, por tanto, y siguiendo esta lógica, las primeras tendrían mejores resultados académicos. Como señala Dufrechou: “Tomando los resultados para Uruguay de las pruebas Pisa del año 2012 (…), puede verse que a pesar de que la educación privada obtuvo mejores resultados en general, si se compara por estrato socioeconómico del alumnado, para situaciones similares, la diferencia del resultado en un tipo de institución u otro no es significativa, y en varios casos la educación pública tuvo mejores resultados. La diferencia entonces entre los resultados en términos brutos de ambas modalidades de instituciones se explicaría más por las condiciones socioeconómicas del alumnado”(4).

Otro aspecto de la realidad, indica una profundización en la precarización e inestabilidad laboral. Las tercerizaciones de los trabajadores del área de limpieza, profesores especiales, seguridad, talleristas, técnicos profesionales, profesores de idiomas o trabajadores de mantenimiento, entre otros, demuestran cómo las empresas reducen los costos flexibilizando las condiciones laborales. Lo que sumado a las exoneraciones nacionales y municipales, demuestra que la educación privada es un negocio altamente rentable.

La precarización laboral en su formato de “tercerización” trae consigo el debilitamiento de la herramienta sindical, ya que los trabajadores están fragmentados por empresas dentro de empresas o en el mejor de los casos, son trabajadores “independientes” (vía unipersonales), aspecto que perjudica al trabajador y potencia al patrón.

En cuanto a la inestabilidad laboral, actualmente es cosa que una empresa se declare insolvente económicamente, para que la alarma de cierre de encienda y con ello, las posibilidades de salvataje son pocas. Por un lado, el Estado puede otorgar una subvención que amortigüe la deuda del privado y, por otro lado, la empresa puede encontrar un ente financiero que esté dispuesto a suministrar el dinero necesario para salvar la situación. Si estas situaciones no se dan, los trabajadores pierden sus fuentes laborales, y muchas veces no cobran las incidencias o lo hacen en cuotas, perdiendo poder adquisitivo y aumentando el endeudamiento.

Por último, es importante desmitificar la idea que plantea que los trabajadores de la enseñanza privada no hacen paros y no se organizan porque “están bien”, o porque “están acomodados”. Este planteamiento muchas veces se hace o por falta de conocimiento, o por tener intereses patronales, quienes no pierden oportunidad para menospreciar a la organización sindical, desvalorizando al trabajador sindicalizado, y lo que es más agresivo, muchas veces no dudan en perseguir directamente a los delegados de núcleo.

Todo esto habla de empresas del rubro enseñanza que se han ido adaptando a los requerimientos estándar que impone el modelo económico, donde los principios pedagógicos no van de la mano del sentido social, sino que van de la mano del lucro en la educación.

¿Quién paga los costos? Trabajadores, estudiantes y sus familias.

Organización y perspectivas de los trabajadores de la enseñanza privada

Como toda organización de la clase, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Enseñanza Privada (SINTEP), tiene su origen en la necesidad de organizarse ante la precariedad. “Teniendo como cuna toda la acumulación de fuerzas del pueblo uruguayo hacia el re-establecimiento del Estado de derecho”(5). Esta organización posee la particularidad de contener a todos los trabajadores que están inscritos en el circuito de la enseñanza privada(6), no es un sindicato que reúna sólo a docentes, lo que genera una extensión en la capacidad de organización, enriquece el debate y las perspectivas de clase.

Su fundación se concreta el 15 de junio de 1985. Desde entonces a la fecha ha tenido un crecimiento formidable, teniendo presencia a nivel nacional en prácticamente los diecinueve departamentos. Es parte del PIT-CNT y de la Coordinadora de Sindicatos de la Enseñanza del Uruguay (CSEU).

Dada su diversidad (7) al sindicato se le presenta como gran desafío afrontar las diversas tareas que surgen sin perder el eje político que permita avanzar en derechos colectivos. Por un lado, es relevante que el sindicato tenga la capacidad de convocar a los trabajadores, aumentar la organización, hacer crecer la confianza, y generar respuestas colectivas, de manera seria y organizada. Para esto es necesario forjar identidad, conocer la realidad y ponerla en común, sacar lecciones y propuestas propias. Esto sin duda es una tarea interna, así como es relevante potenciar el relacionamiento con organizaciones de la clase.

Un segundo aspecto es la formación sindical, conocer el origen de las necesidades, las formas de lucha que se han dado los trabajadores a lo largo de la historia, los derechos obtenidos, la imperiosa necesidad de defenderlos e ir por más. Investigar el sector para prepararnos para las luchas salariales, para mejorar las condiciones de trabajo y, con ello, dignificar la vida.

Por otra parte, políticamente el sindicato debe generar agenda a partir de los ejes principales para la educación. Defender la educación pública como un derecho fundamental, el cual debe ser promovido y garantizado por el Estado, es una responsabilidad que no se debe delegar. La precarización y abandono de la enseñanza pública significaría retroceder en derechos y dejar la puerta abierta para que “lo privado” haga nido. Esto no es estar en contra de los trabajadores que se ganan el pan en instituciones privadas, se trata de defender un derecho.

Es nefasto y doloroso mirar Nuestra América y constatar cómo la barbarie neoliberal ha arrebatado los derechos básicos de los pueblos, naturalizando las privatizaciones y generando el endeudamiento compulsivo de los trabajadores.

Parece que la “toma de consciencia” fuese una expresión de finales de los 90, sin embargo, sigue siendo tremendamente relevante; actualmente los pueblos están sufriendo las consecuencias del despojo, y es con organización que se puede transitar de la toma de consciencia a la acción.

Referencias
(1) Pérez Soto, Carlos. Una Nueva Antipsiquiatría. Crítica y conocimiento de las técnicas del control psiquiátrico. LOM Ediciones. 2012. Santiago de Chile.
(2) Proceso neoliberal paulatino iniciado con la Dictadura Militar, que tuvo su impronta con la liberalización del sistema financiero, dando facilidades a la inversión extranjera; y achicando el mercado interno lo que implicó rebajas salariales y con ello, la precarización de la vida. En 1992 mediante un referéndum popular las privatizaciones encontraron una oposición. Sin embargo, el modelo avanzó y ha tenido que reformularse para buscar alivio a la deuda externa, lo cual implica la intención de expender las empresas públicas.
(3) Como por ejemplo las exoneraciones patronales, donde los dueños de instituciones educativas privadas quedan liberados del pago total. (Art. 69 de la Constitución).
(4) Dufrechou, Hugo: http://brecha.com.uy/derribando-mitos/.
(5) www.sintep.org.uy / ¿Quiénes somos, a dónde vamos?
(6) Profesores, limpiadores, educadoras, maestras, mantenimiento, secretaria, portero, técnicos, adscriptos, educadoras alimentarias, etc.
(7) Enseñanza Privada, pertenece al Grupo 16 y cuenta con siete subgrupos: 01 Jardines de infantes y guarderías; 02 enseñanza pre-escolar, escolar y secundaria; 03 técnica, comercial ya academias de choferes; 04 Especial con capacidades diferentes; 05 Enseñanza de Idiomas; 06 Profesores particulares y otros tipos de enseñanza; 07 Educación no formal.

Fuente: http://www.hemisferioizquierdo.uy/#!Educaci%C3%B3n-Privada-mitos-realidades-y-perspectivas/nnsaa/5799306e0cf276b3ba0578b1

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