La embajadora de Brasil en Panamá exhorta a valorizar y fortalecer la educación, uno de los pilares de la humanidad. Aborda temas personales y reconoce la jovialidad como una cualidad de los panameños.
‘Es una oportunidad única y hay que hacerlo bien’, sostiene Glivania María de Oliveira en cuanto a su designación como embajadora de Brasil en Panamá. De Oliveira recuerda que hace seis meses llegó para cumplir su misión diplomática en el istmo, territorio que ‘por interés personal y profesional deseo recorrer’. ‘Al hablar de Panamá hay que referirse a su bella naturaleza y personas’, afirma De Oliveira, quien se describe como una hija, madre, esposa y hermana muy cercana a sus seres queridos. ‘Feliz por la familia que nací y la que construí. Muy bendecida por la hija que tengo’, sonríe. La diplomática ingresó en el Servicio Exterior Brasileño en 1986. Sirvió en las Embajadas de Brasil en Varsovia, Londres y Asunción. En Brasil, fue asistente de la División Especial de Investigación y Estudios Económicos, de la División de Desarme y Tecnologías Sensibles y de la División del Mar, de la Antártida y del Espacio, además de jefe de la División de las Naciones Unidas, directora del Departamento de Organismos Internacionales y jefe de Gabinete de la Secretaría General de Relaciones Exteriores (2010 y 2013-2014). Desde 2015, fue cónsul general de Brasil en Boston, Estados Unidos.
¿En qué se asemeja el pueblo panameño al brasileño?
‘EN TODAS LAS SOCIEDAD HAY PERSONAS QUE NO SON TAN AGRADABLES, PERO DEBEMOS BUSCAR LO QUE SOBRESALE, LO QUE SE VE, ALGO CARACTERÍSTICOS Y CREO QUE ES LA ALEGRÍA’
En la simpatía, la generosidad… En la manera alegre de tratar las cosas. Son personas que dan acogida. En todas las sociedades hay personas que no son tan agradables, pero debemos buscar lo que sobresale, lo que se ve, algo característico y creo que la alegría, caracteriza al panameño. Esto lo ilustro con una anécdota. Cuando llegué a Panamá tuve que ir a la peluquería. Allí estaba una señora muy simpática. Era domingo. La señora estaba con su hijo de unos 10 años de edad. Todos saludaban, eran muy simpáticos, pero lo que más me impresionó fue que el niño nunca dejó de sonreír, cantar y en ocasiones bailar la música puesta en el local. Eso contagiaba y el que llegaba, sonreía y algunos hasta cantaban. Así es el panameño, alegre, y esto es muy positivo.
¿Lo que más le ha llamado la atención de Panamá?
Difícil, porque hay muchas cosas. Pero me encanta la gente. He tenido buenas experiencias en el poco tiempo que llevo aquí y la que más me ha impactado fue cuando visité la Escuela República Federativa de Brasil. A mí me gusta mucho la educación, he trabajado en esta área. Cuando llegué a esta escuela fue recordar todo este aspecto que me agrada. Los niños son maravillosos, muy afectuosos. Como experiencia humana, este es uno de mis momentos más especiales en Panamá.
Hablando de educación, ¿cómo ve que un político gane más que un docente?
Atender el magisterio es una tarea primordial en toda sociedad. El tema de los pagos, cada país lo trata a su manera, pero a mi juicio hay que valorizar y fortalecer la educación, hay que considerar que es uno de los pilares de la sociedad. Soy del interior de Brasil, no vengo de una familia diplomática ni de políticos, mis hermanos y yo seguimos un camino y llegamos a donde estamos hoy por la educación y por la experiencia que la vida nos brindó. Tuvimos cómo marcar el esfuerzo de mis padres, quienes nos brindaron la educación que necesitábamos y afortunadamente todo salió muy bien. Pero además de la importancia del esfuerzo familiar, está el compromiso de los docentes. Siempre comento que tuve una profesora muy buena. Mi primera profesora y que todavía la tengo muy presente. A ella estoy muy agradecida, por la manera en que hizo su trabajo. El placer y deseo que ponía en que los pequeños crecieran y aprendieran. Fue una persona fundamental en mi vida. Si hubiera sido alguien que no estaba contenta o que sintiera que su salario no era suficiente, las cosas pudieron tomar otro camino, así que eso también es importante.
¿Su reto más difícil como madre?
Siempre decimos que en el pasado era menos difícil, hay una visión de que conforme pasan los años las cosas se ponen más complejas, puede ser. Pero cada época tiene su desafío. En la época de mi madre, en la mía, en la de ahora, todas tienen su complejidad. Sin embargo, algo que me entristece y hasta me preocupa, y no solo a mí, es que hay procesos en la sociedad del mundo, hay algunas tendencias que pueden generar o llevar a desarrollos que, a mi juicio, pueden ser difíciles. Y no quiero ahondar más en el tema, pero vemos que a nivel mundial están pasando cosas que preocupan mucho. Creo que la sociedad necesita una cultura de paz, de tolerancia. Una cultura de diversidad sin adentrar a asuntos más específicos.
¿Cuál ha sido la época más feliz?
Cuando nació mi hija. También hay otros momentos felices y significativos. Los tiempos de cumplimiento de metas personales y profesionales.
¿Se considera líder o jefe?
Líder, espero que así sea ( risas ). Aunque puedo tener momentos como jefe, para mí, tiene mucho significado personal y profesional actuar con capacidad de liderazgo.
¿Su sueño de niña?
Era una niña de un pueblo de Brasil, pero la idea de que iba a salir a recorrer el mundo siempre estuvo muy presente.
Educación sexual, ¿en casa o en la escuela?
En las dos.
¿Qué literatura prefiere?
Cambio mucho. Ahora estoy leyendo Infancia , la primera parte de las memorias noveladas de J.M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura (2003). Es un libro muy interesante, así que en este momento es lo que me gusta más.