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Perspectivas de la reforma educativa: pedagógica, profesional, laboral y sindical

Por: Pluma Invitada

La reforma a los artículos 3º, 31 y 73, fracciones XXV y XXIX-F, de la Constitución Política de los Estado Unidos Mexicanos (CPEUM), enarbolará la política en materia educativa del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Será la política pública que regirá hasta el 2024, al menos. Representaría su gran Reforma Educativa. Su aprobación se encuentra en un compás de espera por el diálogo en curso del gobierno con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Ésta, la Reforma Educativa, es susceptible de analizarse desde cuatro perspectivas, según mi parecer: pedagógica, profesional, laboral y sindical tomando como base el Decreto Dictaminado por las Comisiones Unidas de la Cámara de Diputados. A éste se le agregaron, en comparación con el Proyecto de Decreto previamente difundido, dos transitorios.

El Artículo Séptimo, el cual altera la numeración de los subsecuentes, ordena al Congreso de la Unión realizar las reformas a la legislación secundaria a más tardar en un plazo de 120 días a partir de la publicación de este Decreto.

El Artículo Decimosexto, el último y no por ello el menos importante, contempla “la entrada en vigor de las presentes disposiciones, los derechos laborales de los trabajadores al servicio de la educación, se regirán por el artículo 123 Constitucional, Apartado B. Con fundamento en este Decreto, la admisión, promoción y reconocimiento se regirán por la Ley Reglamentaria del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros.”

El anterior transitorio, el Artículo Decimosexto, brinda elementos para considerar que los derechos laborales de los trabajadores se consagran en el Apartado B del 123 Constitucional, en la Ley Federal del Trabajo y en el marco jurídico normativo que de éstas emanan. Y lo no laboral, entendido como la admisión al servicio educativo y a la promoción a los ascensos, en el 73 Constitucional Fracción XXV en la Ley Reglamentaria por legislarse.

De nueva cuenta, se contempla un régimen laboral de excepción para las Maestras y los Maestros, el Sistema de Carrera, en lugar del Escalafón establecido en la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado. ¿Y por qué no se modifica el Apartado B del Artículo 123 Constitucional y/o la Ley Federal de los Trabajadores? Porque involucraría al resto de los trabajadores del Estado y a sus Sindicatos. No le conviene al gobierno emprender esta batalla o quizá no tenga la fuerza para acometerla. Sería abrir flancos innecesarios.

Este artículo constitucional, el 123, refiere la forma para la designación del personal mediante sistemas que permitan apreciar los conocimientos y aptitudes de los aspirantes así como también que los ascensos se otorguen en función de los conocimientos, aptitudes y antigüedad. En la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado, reglamentaria del Apartad B, se establece el escalafón para efectuar promociones de ascenso a los trabajadores, en el Sistema de Carrera de las Maestras y los Maestros se le llamará promoción. Los factores contemplados son los conocimientos (principios teóricos y prácticos que requieren para el desempeño de una plaza), la aptitud (la suma de facultades físicas y mentales, la iniciativa, la laboriosidad y la eficiencia para llevar a cabo una actividad determinada), la antigüedad así como la disciplina y puntualidad. Incluso se contempla la calificación por medio de tabuladores o a través de los sistemas de evaluación que señalen los reglamentos.

A la luz del párrafo anterior, saltan a la vista las contradicciones con la Ley Reglamentaria del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros. Sí asumiéramos que la reforma educativa busca establecer la política de la actual administración en esa materia, como lo referí al inicio, siendo así, entonces ¿qué aspectos debiera contemplar para ser considerada de corte educativo? ¿a qué se refiere cuando se dice que es una reforma laboral? ¿qué es lo educativo de una reforma educativa? ¿qué es lo laboral de una reforma educativa?

Sí pretender el aprendizaje de los alumnos es lo educativo de la reforma, entonces ¿lo relativo a las condiciones para el ejercicio de la profesión docente, se concibe de carácter laboral? Sí los aspectos curriculares es lo educativo de la reforma, entonces ¿la formación de los docentes para la implementación del programa de estudios en el aula, se concibe de carácter laboral? Por lo tanto, lo educativo de la reforma educativa es el aspecto pedagógico, tanto teórico como práctico. Tan pedagógico es el aprendizaje de las niñas, niños y adolescentes como las condiciones profesionales, incluyendo la situación laboral, para el ejercicio de la profesión docente.

Distinguir la diferencia entre las condiciones profesionales de la situación laboral de los maestros se vuelve relevante para la confección de las leyes secundarias, en este caso la Ley Reglamentaria del Sistema de Carrera de las Maestras y los Maestros.

Sí lo laboral se relaciona con la relación contractual entonces ¿por qué los nombramientos son materia del Sistema de Carrera de las Maestras y los Maestros? Sí lo educativo es la promoción a ascensos entonces porque es materia del Escalafón establecido en el Apartado B del 123 Constitucional? Sí el Sistema de Carrera de las Maestras y los Maestros se circunscribe a lo educativo entonces ¿el Escalafón alude a lo laboral? ¿La situación laboral de las maestras y los maestros es materia del Apartado B del 123 Constitucional y las condiciones profesionales del Sistema de Carrera? Al parecer, es legal la lucha sindical para hacer respetar lo establecido en Apartado B del 123 Constitucional. ¿Es legítima la aspiración de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación?

El derecho humano, como enfoque de la reforma educativa, abriga también las condiciones profesionales y la situación laboral de las maestras y los maestros. Cuando hablamos de educación se alude tanto al aprendizaje como a la enseñanza. La situación laboral y las condiciones profesionales para el ejercicio de la profesión docente son también materia del derecho humano, del derecho fundamental, del derecho a la educación.

La reforma educativa también es una reforma laboral sí en ella se contemplan las condiciones para el ejercicio de la profesión docente. Siendo así, ¿quién tiene la autoridad moral para dilucidar sobre la docencia?. ¡El Maestro! Maestro no es sinónimo de sindicato. Hay que identificar las distinciones entre gremio docente (el magisterio) y el gremio sindical. Las asociaciones profesionales persiguen fines distintos a las organizaciones sindicales. Entonces, ¿por qué los sindicatos se arrogan el derecho de defender los intereses laborales y profesionales de los maestros? ¿Es una indefinición? ¿un vacío legal? ¿es válido? En el discurso sindical se emplea indiscriminadamente la frase “defenderemos nuestra materia de trabajo”. ¿A cuál se refiere? ¿a la situación laboral? ¿a las condiciones profesionales? ¿a ambas? El gobierno pretende quitarle a los sindicatos la tutela de los maestros. El Apartado B es para los sindicatos lo que la Ley Reglamentaría para la Carrera de las Maestras y los Maestros representaría para el gobierno.

Lo que se pretende regular es el ejercicio de la profesión docente y lo necesario es acotar el poder de los sindicatos. Una reforma educativa no es una reforma sindical. Ésta, la reforma sindical, está implícita en la recomendación 98 de la Organización Internacional del Trabajo.

Ante esta circunstancia, emerge el poder de influencia de los diversos sectores y actores implicados, los poderes fácticos. Y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación es uno de ellos. El periódico Excélsior, en su edición del pasado treinta y uno de marzo, en una de sus notas se “cabeceó”: “Doble cachucha: son diputados y de la CNTE”. En ella se nombraron algunos de los 34 docentes identificados, algunos fueron combativos líderes, por ejemplo la Presidenta de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados.

Ahora sí, ¡fuera máscaras! Se ven a todas luces dos caras o una doble moral. Los diputados en su calidad de representantes populares tienen frente a sí un conflicto de interés. Por la izquierda dicen defender al pueblo y por la derecha velan por los beneficios del grupo al que pertenecen. Algunos especialistas nombran a este fenómeno neocorporativismo. Tan cuestionable y dañino éste como el añejo corporativismo. Tan legal e ilegítimo el uno como el otro.

La reforma educativa sí debiera contemplar los aspectos pedagógicos relativos al aprendizaje de los niños, niñas y adolescentes así como los laborales y profesionales inherentes al ejercicio de la profesión docente por parte de los maestros. La reforma educativa sí debiera acotar el poder de influencia de las organizaciones sindicales cuando éstas busquen ir más allá de sus propósitos y pretendan chantajear al gobierno utilizando a los estudiantes y maestros como justificación de sus desviados actos. ¿Será posible? Acotar el poder sindical y potenciar el ejercicio de la profesión docente. Vaya desafío mayúsculo del papel de los sindicatos desde este contexto. En los próximos días sabremos el rumbo que seguirá este asunto según los acuerdos entre el gobierno y la CNTE.

Carpe diem quam minimun credula postero

Fuente: http://www.educacionfutura.org/perspectivas-de-la-reforma-educativa-pedagogica-profesional-laboral-y-sindical/

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La memoria histórica invisibilizada en la educación

Por: Enrique Díez

La memoria histórica sigue siendo una asignatura pendiente en el currículum escolar.

Los textos escolares dominan el curriculum: la mayor parte del tiempo escolar se centra en torno a ellos. Ayudan a construir el imaginario colectivo de las futuras generaciones, la comprensión que se hace y la perspectiva que se adopta sobre el pasado, el presente y el futuro.

Tras una investigación a lo largo de tres años, en la que revisamos y analizamos los contenidos de los manuales escolares de Historia de España, de 4º de la ESO y, sobre todo, de 2º de Bachillerato, y en la que realizamos 610 entrevistas a profesorado de Historia y 376 a alumnado de estos cursos, sobre lo que están aprendiendo en sus libros de texto sobre la II República, la represión tras el golpe de estado franquista y la posterior lucha antifranquista, hemos constatado que la memoria histórica de aquel período permanece invisibilizada, ocultada e, incluso, tergiversada en buena parte del material curricular que utiliza el alumnado en ESO y Bachillerato.

El origen de esta investigación surgió a raíz de la producción y realización del documental Los campos del silencio, sobre los presos republicanos en campos de concentración franquistas y sobre los mecanismos de construcción social de la inconsciencia colectiva, de ese silencio, miedo y olvido que aún hoy en día se puede sentir en donde ocurrieron los hechos y donde viven los descendientes de muchos de aquellos presos.

Cuando grabamos en una clase de Historia del Instituto de Secundaria Fabero del Bierzo (León), constatamos que el alumnado desconocía que había un campo de concentración en Fabero y que algunos de sus abuelos habían estado presos en él, trabajando como “esclavos de Franco” para una empresa privada (Minas Moro) en la extracción de carbón en las minas del Bierzo. Parecía que sus libros de texto, sus clases de Historia, su formación académica, la reconstrucción histórica que se les brindada en el ámbito escolar, todavía seguía encubriendo, silenciando u ocultando de forma significativa esta parte de la historia que nos pertenece a todos y todas, a la sociedad en su conjunto.

Las conclusiones fueron significativas:

Extensión: Los contenidos se centran excesivamente en la Guerra Civil, mientras que la posguerra sigue en la sombra. Además, los 44 años que es el período que transcurre entre la II República, la guerra civil y el franquismo y que deberían ocupar cerca del 50% de los contenidos del siglo XX, por estricto tiempo cronológico, sólo ocupa el 9%.

Ocultamientos: Se presenta esta parte de la historia desde una visión supuestamente “neutral y aséptica”, pero encubre graves silencios y ocultamientos deliberados. Formas genéricas que, apenas dicen nada u ocultan, más que aclarar, lo que parece no querer abordarse de forma clara y decidida.

Invisibilidad y minimización: Menos de la mitad de los manuales que los alumnos españoles estudian en 4º ESO hace referencia a la represión de la dictadura franquista, que se prolongó durante casi 40 años. La represión se queda en un cuadro de detalle (se dedica a los “paseos” el mismo espacio que el dedicado a Mariquita Pérez, “el juguete más ansiado en los cincuenta”), sin explicar quién, cómo, ni por qué se fusilaba.

Tergiversación: Incluso se falsean las causas de la guerra civil. Según un texto de una de las editoriales más vendidas, la guerra civil fue un “conflicto entre hermanos”, “originado por el caos que produjo la segunda república”.

Lenguaje: Se utilizan términos que disminuyen la gravedad: se habla de “alzamiento” (no de golpe de Estado), se dice que se instauró una dictadura, aclarando que una dictadura simplemente es “un gobierno no democrático” y donde parece que el único problema es que “no hubo libertad de expresión” durante su transcurso…

Teoría de la equidistancia: Se insiste reiteradamente en afirmar que hubo un “enfrentamiento fratricida”, como si dos bandos igualados se hubieran enfrentado en las mismas condiciones o legitimidad.

Equiparación: Se busca en muchas ocasiones hacer un paralelismo entre golpistas y defensores de la democracia, afirmando en algunos manuales que “uno y otro lado provocaron las mismas víctimas”, cuando los golpistas ejercieron durante cuarenta años una represión sistemática.

Temas “tabú”: Prácticamente en ningún manual escolar se aborda la incautación de bienes o el papel legitimador de la Iglesia. Al igual que la lucha antifranquista, que sólo se incluye en alguna actividad de una única editorial recientemente.

No obstante, hay que reconocer que en los últimos años alguna editorial sí que menciona la represión, incluso incluye dentro de sus actividades alguna referencia a la lucha antifranquista y a las víctimas españolas de los campos de concentración nazis.

En cuanto a los estudiantes, su repetida afirmación es que “no se suele llegar en clase a este tema”. El profesorado matiza esta afirmación alegando que en algunos casos no se quiere llegar, puesto que se considera un “tema espinoso” que sigue levantando ampollas y que pueden encontrar problemas, como nos relataban algunos.

Lo sorprendente es que el alumnado muy a menudo manifestaba un profundo desconocimiento de la represión franquista, considerando que sólo había habido represión contra las libertades. Y, en general, parecían tener una visión de que todo esto era algo del pasado, que no les afectaba, como si fuera otra “anécdota” más de la historia. De hecho, se constató que sabían más del nazismo que del franquismo.

El hecho chocante es que, en otros países, de Alemania a Inglaterra, de Italia a Francia, de Argentina a Polonia, esta temática se aborda de forma sistemática en las clases de Historia y se visitan regularmente los lugares de la memoria, de tal forma que en investigaciones similares lo que muestra el alumnado es justamente al contrario de lo que pasa en España, que tienen una sensación de “saturación” por la constancia con la que aparece en los contenidos escolares en sus países.

No olvidemos que las dictaduras utilizan el olvido para imponer su visión de la historia. Es la democracia la garante y responsable del recuerdo y la memoria que se lega a las futuras generaciones.

Por eso hemos realizado unas Unidades para la Recuperación de la Memoria Histórica, que tratan de recuperar esa parte de nuestra historia que ha quedado relativamente olvidada o silenciada en el curriculum escolar.

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/04/01/la-memoria-historica-invisibilizada-en-la-educacion/

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La Universidad es noticia

Por: Francesc Imbernon 

La nueva universidad del futuro es un camino que se tiene que ir construyendo constantemente y será largo si no participan todos los agentes sociales

La Universidad es noticia. Universidades españolas destacan en 22 disciplinas según el ranking Quacquarelli Symonds (QS), o sea, están entre 50 de los mejores del mundo en su especialidad. Por ejemplo, en el área de Anatomía y Fisiología, Arqueología, Filosofía y Educación, está la Universidad de Barcelona; Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Politécnica de Catalunya; Biblioteconomía y Documentación y Economía de la Universidad Carlos III de Madrid; Empresariales de ESADE e IESE; Odontología, Ciencias Veterinarias y Filología Clásica de la Universidad Complutense de Madrid; Universidad Autónoma de Madrid destaca en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y la Universidad de Navarra aparece en las primeras posiciones en Comunicación y Relaciones Públicas y Filosofía; Y Economía de la Universidad Pompeu Fabra.

Puede ser una paradoja. Por un lado se recortan presupuestos en las universidades públicas y, por otro, suben en rankings gracias al esfuerzo muy grande del profesorado para mejorar la docencia y la investigación. ¿Pero esto nos tiene que contentar? ¿Tenemos que pensar que sin recursos ni apoyo gubernamental la universidad continuará siendo lo que tendría que ser?

A pesar de que nos tenemos que felicitar por estar situados en algunos rankings, la universidad todavía tiene hoy en día muchos problemas. Algunos provenientes del pasado como son los departamentos con sus estructuras jerárquicas; los concursos de acreditación con su perversión para obtener un acceso o promoción basado en la meritocracia académica; la cultura individualizada que se asume como cultura profesional normalizada por parte del profesorado universitario, donde muchos enseñan de forma intuitiva y subjetiva sin darle importancia a cómo hacerlo sin reflexionar sobre la docencia. Y otros problemas que han ido apareciendo en los últimos años.

Y si miramos los rankings, continúa dándose una mayor importancia a la investigación dejando los aspectos docentes en segundo plano, por no decir infravalorados. Pero no pasa únicamente por tradición, sino también como consecuencia de la acreditación y el acceso a la docencia, donde prevalecen los conocimientos y la producción de la investigación más que los aspectos docentes.

Por lo tanto, uno de los componentes importantes en una nueva universidad es, como en otros países, aumentar la inversión ya que ayudaría a modificar estructuras académicas y organizativas y promover el trabajo colaborativo mediante equipos docentes e investigadores, disminuyendo la concepción clásica universitaria, ya obsoleta. Pero para hacer este cambio tienen que participar los diversos agentes que intervienen activamente en la universidad: gestores, profesorado, alumnado y personal de administración y servicios y, por supuesto, la Administración.

La crisis afectó mucho en las universidades. No se implantó lo mejor del Espacio Europeo de Educación Superior, sino lo más formal. Todo esto ha provocado una universidad donde se ha reducido drásticamente el número de docentes y se ha asentado una gran desmotivación que supone un aumento de la individualidad para conseguir los méritos que exigen las agencias externas de acreditación. La precariedad laboral y la baja tasa de reposición han ocasionado un mayor número de contratos de profesores y profesoras a tiempo parcial y con retribuciones escasas.

Si las cosas siguen así, se ocasionará un deterioro importante de la docencia y la investigación, ya sea por la despreocupación de la primera, puesto que sus méritos no son suficientemente valorados, o por la carencia de inversión. Parece que va en aumento este deterioro por las políticas neoliberales de los actuales gobiernos, por la falta de implicación del profesorado en los procesos docentes e investigadores, por su precariedad laboral, la miseria presupuestaria y la docencia a tiempo parcial.

Está bien que se salga en los papeles por las aportaciones en artículos e investigaciones, pero también es necesario replantearse el acceso de nuevo profesorado a la universidad, puesto que las plantillas están envejecidas. Se tiene que modificar la carrera docente universitaria, valorando los méritos tanto en docencia como en investigación. También deberían establecerse figuras de profesorado que permitan iniciarse en la carrera docente y ayudar a que, mediante méritos docentes e investigadores, puedan acreditarse en la universidad como docentes, sin tener que pasar necesariamente por agencias externas que indiquen quiénes sí y quiénes no están capacitados.

Otro aspecto preocupante lo encontramos en la participación del alumnado. Su compromiso con la universidad ha decaído. Y no hay democracia en la institución sin la importante participación del alumnado. Si lo excluimos de las decisiones construiremos una universidad con grandes carencias democráticas.

La participación tiene que ir más allá del puro formalismo en las instancias oficiales, se tiene que potenciar una participación democrática en todos los aspectos que se desarrollan en la universidad. Esto implica tener en cuenta el alumnado en los planes docentes, en el desarrollo de todo tipo de actividades que van más allá del contenido académico, en los procesos de discusión de las políticas universitarias y potenciar su autonomía para generar nuevas miradas sobre la institución.

Se tienen que potenciar mecanismos para promover la implicación del alumnado de tal manera que asuman el protagonismo educativo y social que les corresponde. Se tiene que superar la falta de movilización del alumnado en los asuntos universitarios. Su mirada y compromiso son imprescindibles.

Y, por último, es necesaria una buena formación del profesorado, más allá de enseñar a elaborar planes docentes, rutinas administrativas o estrategias de enseñanza elementales. Lo que ocasiona una fatiga administrativa.

En una Universidad del futuro se ve, cada vez más, que la formación del profesorado es necesaria e imprescindible si se pretende mirar hacia un futuro diferente con una nueva forma de enseñar y aprender. Hace falta que la universidad supere los viejos esquemas y las antiguas ideologías e inercias académicas sobre la docencia predominantes desde hace siglos, y, hoy en día, mayoritariamente obsoletas. ¿No será esto un motivo de la desmotivación del alumnado?

El profesorado necesita adquirir competencias pedagógicas que le ayuden a gestionar el proceso de aprendizaje del alumnado, motivándolo y entusiasmándole en su trabajo, y una actitud constante de aproximarse a las fuentes de nuevos conocimientos. Un aprendizaje diferente en la sociedad actual porque el alumnado de hoy en día está anidado de tecnologías de la información y la comunicación.

La nueva universidad del futuro es un camino que se tiene que ir construyendo constantemente y será largo si no participan todos los agentes sociales. Es necesario continuar analizando y buscando alternativas con más presupuestos, con más profesorado joven, con cambios en la organización en una época de cambios vertiginosos y con una nueva concepción del aprendizaje. No nos podemos contentar con salir en los rankingsy con decir que, con poco presupuesto y poco apoyo gubernamental, las universidades siguen adelante.

Imagen y fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/03/29/la-universidad-es-noticia-2/

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¿Qué estamos haciendo?

Por: Xavier Besalú

No culpemos a los jóvenes de nuestros propios fracasos y frustraciones. Si educar es, por encima de todo, dar testimonio, ofrecer referencias dignas, miremos hacia nuestro interior y corrijamos aquello que contradiga nuestras intenciones y nuestros discursos.

Hace un par de meses, Guadalupe Jover publicó en este diario un magnífico artículo (Programados para obedecer), que me produjo una profunda desazón. Terminaba preguntándose y preguntándonos: “¿Es este el ejemplo que les estamos dando? ¿Es para esto para lo que les estamos educando?”. Ellos son los jóvenes; esto es el no buscarse problemas, guardarse las espaldas, mostrarse indiferente, no meterse en líos, complacer al que manda, disimular… ante injusticias flagrantes; los interpelados somos los educadores.

Compartí su artículo con otros colegas y con algunos amigos, porque la experiencia que describía me pareció aterradora y la interpelación que nos hacía a cada uno de los educadores que nos consideramos críticos, acuciante, imposible de ser ignorada. Una de ellas, madre de un adolescente, ya casi universitario, me decía: Desde el batacazo de la crisis económica, los estudiantes tienen el convencimiento de que formarse no es garantía de nada, ni de un puesto de trabajo a la altura del esfuerzo realizado, ni de un futuro más o menos ilusionante; de que su país –al menos las élites que lo dirigen– tiene otras prioridades, un país que salva a la banca y que condena tanto a los viejos como a los jóvenes, convirtiéndonos a todos en seres más vulnerables y más miedosos. Una sociedad que sepulta la vida en medio de un consumismo inacabable, del narcisismo estéril de las redes sociales, de la telebasura más embrutecedora; un mundo en el que la mentira y la corrupción cotizan al alza. En este marco –se preguntaba–, ¿queda algún margen para el idealismo, para la lucha solidaria y/o romántica, para una libertad sin ataduras? En realidad los estamos preparando para la supervivencia, no para que luchen por un mundo y una vida, personal y colectiva, mejor… Y, suponiendo que fuera posible, ¿cómo hacerlo? ¿Con la filosofía, con la religión, con la literatura, con las humanidades y las artes en general, con la política, con el derecho…? Tal vez a la vista de nuestro continuo y permanente fracaso ya no consideren inteligente ni siquiera intentarlo. Porque los jóvenes piensan, no son unos ignorantes, ni unos seres alienados por el mundo digital en el que viven; estudian sus posibilidades reales, imaginan las consecuencias de sus decisiones y llegan a la conclusión de que el margen que les queda para cambiar algo de manera efectiva es insignificante, con lo que la mayoría decide dedicar todas sus energías a preservar su pequeña parcela individual, que les aparece mucho más próxima, asequible, real y controlable.

Creo que es importante repetirlo: los jóvenes de hoy se comportan de la manera más racional, lógica y pertinente posible. Los jóvenes de hoy hacen una lectura bastante ajustada y certera del comportamiento y de las contradicciones de las generaciones adultas, especialmente de quienes estamos más cerca de ellos, familiares y profesores; y perciben también con perspicacia las condiciones y las paradojas en las que les ha tocado vivir, las relaciones de poder que rigen en un mercado donde la retórica de la igualdad y de la equidad va por un lado y la realidad de cada día por otro, y evalúan las condiciones de posibilidad de conseguir algo. Las apelaciones a que ejerzan su libertad, a que no se dejen abducir por los condicionantes sistémicos que los envuelven, ni por la fuerza de unos supuestos implícitos manifiestamente injustos, a que tengan el coraje de enfrentarse a los poderosos con las armas de la decencia y la razón… se dan justamente en un contexto donde lo que prima y se valora es la adaptabilidad, la flexibilidad, el relativismo, el individualismo, el recelo ante cualquier forma de organización colectiva, la consideración de cualquier vínculo más o menos estable como una carga, el todo es opinable y tiene su parte buena, aquello tan perverso de convertir las dificultades en oportunidades…

Acabo de leer el 14 de julio, de Éric Vuillard, donde cuenta la toma de la Bastilla desde el punto de vista de los que participaron en ella, no desde el de aquellos que escribieron sobre ella sin mancharse las manos. Nadie pone en duda la trascendencia histórica de la revolución francesa, nadie discute que supuso un avance para la libertad de las personas, para la democratización de las sociedades y para la autonomía de las conciencias. Pero lo conseguido lo fue a cambio de muchas vidas, del sacrificio anónimo de aquella parte de la humanidad que la historia no registra, porque los que tienen privilegios, los que ostentan el poder, los que manejan los resortes que sirven para controlar la vida de los demás, no los sueltan por las buenas, no suelen renunciar a ellos sin más. Los cambios estructurales, lo que antaño denominamos revoluciones, nunca salieron gratis… Y esto nos plantea una cuestión extraordinariamente delicada y compleja: la violencia. ¿Es posible el cambio sin violentar a los que tendrán que renunciar a algo? La independencia de la India, a pesar de Gandhi, costó centenares de muertos; el fin del apartheid sudafricano, Mandela mediante, solo fue posible después de años de represión, asesinatos y torturas…

Entiéndaseme: estoy convencido de que ningún cambio, ningún avance, merece un solo muerto, porque tanto vale la vida de mi hijo, o la propia, como la de cualquier otro ser humano. Ni la esclavitud, ni la tortura, ni por supuesto la muerte de alguien, pueden ser moneda de cambio. Pero bien podemos preguntarnos: ¿Es violencia una huelga de trabajadores? ¿Es violencia una manifestación contra la guerra o contra el cierre de tu empresa? ¿Es violencia la objeción de conciencia, la resistencia pacífica contra leyes u órdenes injustas, legalmente dadas? ¿Es violencia el uso de porras, bombas de humo, balas de goma, cañones de agua… por parte de la policía? ¿Es violencia estar sin trabajo indefinidamente? ¿Es violencia que te desahucien o te corten la luz o el agua por falta de pago? ¿Es violencia que los que tienen capacidad para ello –la banca, los legisladores, los propietarios…– impongan sus condiciones en un supuesto mercado donde no todos los actores juegan con las mismas cartas?

Concluyo: no culpemos a los jóvenes de nuestros propios fracasos y frustraciones. Si educar es, por encima de todo, dar testimonio, ofrecer referencias dignas de ser tenidas en cuenta, pero contrastables y criticables, proponer interrogantes y alternativas… miremos hacia nuestro interior y corrijamos aquello que contradiga nuestras intenciones y nuestros discursos. Como escribió el psiquiatra Viktor Frankl, prisionero en un campo de exterminio nazi, solo es posible salir de este atolladero de miserias y contradicciones dando sentido a la propia vida, porque si uno tiene un porqué, casi siempre encontrará el cómo…

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/03/25/que-estamos-haciendo/

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Recuperar la participación como signo de calidad

Por: Pedro Uruñuela

Cuando se ha conseguido un alto nivel de implicación en los asuntos colectivos, las acciones son mucho más eficaces y tienen mayor éxito.

Una de las medidas importantes que puso en marcha la LOMCE, aunque tal vez eclipsada por otras, fue la anulación y desaparición casi total de la participación en el control y funcionamiento de los centros por parte de los diversos sectores que conforman la comunidad educativa. Reforzando la figura del director y sus competencias, la participación quedó reducida a recibir información y, como mucho, poder opinar sobre algunos aspectos de lo que pasaba en el centro. La decisión en sus múltiples formas quedaba reservada a la dirección del centro, dejando fuera también todo lo relativo a la ejecución, seguimiento y evaluación de las acciones llevadas a cabo.

La convocatoria anticipada de elecciones ha paralizado las reformas propuestas para la modificación de la LOMCE, sin saber qué pasará con sus principales aspectos negativos. Pero, desde un punto de vista profesional, político y, sobre todo, educativo, es necesario insistir en la recuperación de la participación como uno de los elementos ineludibles para una educación de calidad en nuestros centros.

Desde el año 1985, con la entrada en vigor de la LODE y con determinadas dudas y altibajos en su consideración, se tuvo en cuenta la participación como uno de los signos que mostraban la calidad de la educación. Y es que incorporar la participación como principio de organización del sistema educativo supone apostar por un modelo de educación basado en la cooperación y no en la competitividad, un modelo horizontal que deja de lado planteamientos jerárquicos verticales, un modelo basado en el reparto y difusión del poder que cuenta, además, con la iniciativa y aportación de todas las personas implicadas en la educación: el profesorado, las familias y los propios alumnos y alumnas. En definitiva, se trata de hacer realidad una escuela pública democrática.

No basta, para ello, con tener parte en el funcionamiento de los centros educativos, limitando la participación a asistir a determinadas actividades del centro. Se trata, por el contrario, de tomar parte activa y de llegar a ser parte del propio centro, asumiendo las responsabilidades que sean necesarias y desarrollando el sentimiento de orgullo por pertenencia. Sabemos que cuando tiene lugar esto, cuando se ha conseguido un alto nivel de implicación en los asuntos colectivos, las acciones son mucho más eficaces y tienen mayor éxito. Pero, más allá de estas razones instrumentales, hay otras estrictamente educativas que llevan a plantear este recorrido hasta llegar a ser parte del centro.

Efectivamente, lo que está en juego en este enfoque es, ante todo, el modelo de persona y de sociedad que queremos formar y desarrollar. ¿Buscamos desarrollar una persona conforme con lo establecido, que no se cuestiona lo que está pasando, que acepta acríticamente todo lo pasa en la sociedad y todo lo que viene de la autoridad? O, por el contrario, ¿buscamos trabajar por una persona autónoma, que haya desarrollado pensamiento y criterio propio y que quiera comprometerse por una sociedad más justa y equitativa, más solidaria y cooperativa? Es mucho lo que nos jugamos en este enfoque y debemos ser conscientes de ello.

Apostar por la participación implica comprometerse en la organización de un centro diferente, sólidamente construido de abajo a arriba. Varios son los procesos implicados en el desarrollo del centro participativo, que exigen una revisión de nuestras prácticas habituales de organización del centro educativo. Podemos comparar la participación con la construcción de una pirámide: la base debe ser amplia y sólida para que el crecimiento que tenga lugar se mantenga firme y bien apoyado. La participación se basa y exige, en primer lugar, una amplia labor de información, de acceso a lo que sucede en el centro, a los objetivos que se buscan, a la planificación, al propio modelo educativo. Cuanto más sólido sea este primer escalón, más firme y mejor asentada estará la participación.

Sin embargo, suele costar mucho facilitar el acceso a la información, proporcionar y dar respuesta a todas las preguntas que nos llegan al centro. No hay que olvidar que la información es poder, y de ahí la resistencia a compartirla. Pero es la base necesaria y, cuanto más abunde, mejor, con la única limitación derivada de la protección de la información personal. Sobre la información se apoya la opinión, ya que esta sólo es posible si sabemos qué está pasando. Opinar supone valorar los hechos, analizarlos y buscar alternativas, y puede concretarse en muchas formas, desde la consulta organizada a la elaboración de propuestas alternativas, pasando por reclamaciones o peticiones concretas.

A partir de la formación de una opinión individual y colectiva es posible construir formas de decisión conjunta, buscando el consenso en la medida de lo posible como mecanismo preferible a la votación. Y tras la decisión, un último proceso, la ejecución-desarrollo y el control de éste, incorporando la evaluación de nuestras acciones para buscar su mejora. Muchas veces se ha entendido la participación exclusivamente como control, lo que ha llevado al rechazo de ésta por parte del profesorado que se sentía vigilado o fiscalizado. La participación es un planteamiento más ambicioso y así debe ser desarrollado.

En su versión inicial, la LODE definió la participación como tomar parte en el control y funcionamiento del centro, y estableció el consejo escolar como el cauce para ejercer la participación. Desde mi experiencia, este planteamiento trajo serios inconvenientes, ya que dejó fuera la necesidad de preparar y formar a las personas para la participación, convirtiendo lo que debía ser un punto de llegada en un punto de partida. Y es que, si algo ha quedado claro a lo largo de todos estos años, es que es necesario aprender a participar, que hay que adquirir determinados valores y habilidades y, sobre todo, que hay que construir lo que denominaba la “pirámide de la participación”, para que el funcionamiento del consejo escolar fuera realmente operativo.

La participación y el modelo participativo de funcionamiento están establecidos y regulados por la ley, pero esto no es suficiente: es necesario formar personas participativas, lo que exige trabajar varios aspectos. En primer lugar, hacer que las personas QUIERAN participar, es decir, que estén motivadas para ello, que deseen tomar parte y ser parte del centro, que lo encuentren gratificante y atractivo. Lamentablemente, muchas personas, especialmente entre las familias, han aprendido justamente lo contrario; que, debido a la composición y funcionamiento de los órganos colegiados, su presencia apenas es efectiva, que todo está decidido de antemano y que poco pueden hacer en dicho órgano colegiado. Es necesario deshacer esta mala experiencia y conseguir que el alumnado o las familias, y también el profesorado, no aprendan que no merece la pena participar debido a su ineficacia.

En segundo lugar, es necesario SABER participar, es decir, adquirir los valores de respeto, cooperación, búsqueda del bien común, etc. y las habilidades necesarias para participar, como la escucha activa, la capacidad de diálogo, saber llegar a acuerdos, etc. necesarios para una adecuada participación. Es cierto que “a participar se aprende participando”, y que a lo largo del proceso es necesario incidir y cuidar estos aspectos y habilidades imprescindibles. De la misma forma, es necesario conocer el funcionamiento del propio centro, la normativa que lo regula, las exigencias legales que inciden en el centro, para que nuestro trabajo sea eficaz.

Por último, es necesario PODER participar o, lo que es lo mismo, que existan cauces adecuados para ello. No se trata solamente de recuperar las competencias de los órganos colegiados suprimidas por la LOMCE. Se trata de crear y desarrollar estructuras de participación intermedias en el centro educativo, que sirvan de apoyo a lo que se trabaja en el consejo escolar. De esta forma se traslada la participación al día a día de los centros, extendiendo la posibilidad de ser y tomar parte en todos los asuntos del centro. La creación de distintas comisiones (de convivencia, de evaluación, de actividades culturales, etc.) en las que puedan participar padres y madres, la extensión de la figura del alumnado ayudante y su concreción en diversos programas, son algunas de las formas en que pueden concretarse estas formas de participación que garanticen que, realmente, se puede participar.

No está de moda la participación. Desde el modelo económico y social no se considera importante, predomina una relación de cliente frente a las exigencias de la ciudadanía responsable que quiere ejercer su obligación y ser parte del centro educativo. Es mucho lo que nos jugamos en este punto y no puede quedar olvidado en la nueva ley educativa.

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2019/03/26/recuperar-la-participacion-como-signo-de-calidad/

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Con menos plástico también hay vida placentera; defendámoslo desde la escuela

Por: Carmelo Marcén Albero

El tiempo dirá el camino recorrido personal o socialmente, si nos hemos instalado en la “crisis de comodidad” a la que antes hemos aludido, si se ha avanzado más en la recogida o en la eliminación de nuestra dependencia de los plásticos.

Era por junio de 2015 cuando propuse al alumnado de secundaria un asunto que por entonces parecía de ciencia ficción: Es posible vivir en un mundo sin apenas plásticos. Para motivar los posicionamientos apelé a la ciencia, que siempre ayuda al reconocimiento de lo que uno dice. Les conté que la prestigiosa revista Science había publicado una investigación que estimaba que en 2010 se vertieron entre 4,8 y 12,7 millones de toneladas de basura plástica a los océanos de todo el mundo. Sin duda era una cantidad enorme –difícilmente imaginable para quienes pocas veces medimos o pesamos las cosas- pero que taparía con una altura de varios metros el césped de un campo de fútbol; eso sí que tenemos idea de lo que abarca. Tal cantidad, aunque enorme, representaba una pequeña parte de los 275 millones de toneladas que aquel año se generaron solo en los países que tienen costa. También decía el artículo que la producción mundial de plástico se había incrementado un 500% desde 1980.

Como no quería que cundiese ni la indiferencia ni la impotencia, les propuse imaginar cómo vivían sus abuelos hace 60 años. Entonces el tema dejó de ser tan ajeno, más todavía cuando empezamos a enumerar los objetos plastificados que nosotros utilizamos cada día y no tendrían entonces. En torno a lo visto o leído en lugares diversos, organizamos un debate sosegado para preguntarnos si vivir en el plastificado mundo actual era bueno o malo, si podía seguir ese ritmo de plastificación. Hubo intervenciones de todo tipo, la mayor parte para justificar la imposibilidad de resolver las cuestiones cotidianas –desde que nos levantamos hasta la hora de ir a dormir- sin el plástico; algunos alumnos no veían ninguna desventaja en el hecho, o no encontraban justificaciones rápidas para dejar de usarlo. La clase ya estaba inicialmente plastificada pero distintos avatares obligaron a dejar el tema, como pasa muchas veces en la escuela donde lo normativo impone su ritmo y aparta los asuntos que procura la vida.

Pasado un tiempo, cuando a comienzo de curso seleccionábamos en el departamento los temas de interés de la programación, alguien sugirió hablar sobre los plásticos; parecía que el asunto preocupaba y además encajaba con el desarrollo curricular. Las noticias televisivas de aquellos días informaban sobre las grandes islas plastificadas que se habían formado en el océano; el sabelotodo Google las encuentra enseguida y las muestra en todo su esplendor.

Además, conocimos por entonces que el 3 de julio era el Plastic Bag Free Wolrd, señalado por la ONU para recordar la necesidad de librarnos de las bolsas de plástico; también que los europeos consumíamos más de 200 bolsas de media al año de las de usar y tirar. El hilo social del polímero plástico siguió y llegó a ser proyecto de trabajo para todos grupos de 3º de secundaria.

Existía, más o menos, un consenso de que el asunto era importante como para sentir que todos debíamos implicarnos en la búsqueda de alternativas. Como primera actividad, se organizó un debate en clase que no se limitaba a hablar de las bolsas de un solo uso, cuya eliminación ya llevaban entre manos los comercios y tiendas; en unas ya las cobraban y en otras daban de papel, sino sobre los objetos de plástico. Se apuntaron en la pizarra las ventajas e inconvenientes que el alumnado encontró. Después, se propuso que cada cual pusiese encima de la mesa su mochila y todos los materiales que guardaba que estuviesen fabricados totalmente o con algo de plástico; el muestrario fue de lo más variado. Resultó muy ilustrativo para repensar la consecución de un mundo con o sin plásticos, de un solo uso o de varios. Argumentos que nos permitieron diferenciar entre recogida de los plásticos para ser reciclados y disminución paulatina de su uso. Se comentó en clase que Greenpeace avisa de que aunque algunas grandes marcas como Coca-Cola, Danone, Mars, Pepsi y Unilever, entre otras, han mostrado su buena disposición para reducir los plásticos, están pensando más en el reciclaje -que siempre conlleva algunas dificultades en su tránsito en España en donde solo se recicla según la misma ONG una tercera parte de lo que va a los contenedores amarillos- que en su sustitución o progresiva eliminación de nuestras vidas. Por eso, redactó el informe “Crisis de comodidad”, del cual animamos a leer algunos párrafos y comentarlos en sus clases.

A continuación se propusieron varias líneas de investigación; se aportaron datos y acciones sumamente interesantes, de esas que animan a pensar que algo se mueve en el mundo e invitan a seguir el camino. Supimos que 250 grandes empresas se habían unido a la iniciativa de la ONU para reciclar todo el plástico en 2050, en un proyecto que habían bautizado como New Plastics Economy Global Commitment (Compromiso Global por la Nueva Economía de los Plásticos); que las bolsas de un solo uso iban a desaparecer en la UE en enero de 2020, en algunos países ya lo habían hecho; que la mayoría de las grandes cadenas de distribución estaban preparadas para cambiarlas por otros sistemas de almacenaje. Como tras un trabajo pedagógico siempre se busca la aplicación, se les mostraron sugerencias para empezar a salir de la era del plástico, como #yousomibolsa, que nos anima a la participación activa; otra llamada “Labolsadepapel”, impulsada por los fabricantes del gremio para convencer a empresas y consumidores, pero que nos interesa conocer.

Pareció que se había generado un sentido crítico a la hora de abordar los usos del plástico –enfrentar lo que nos aporta con los desastres que genera su uso- y una manifestación de la intención personal de usar el mínimo posible. De hecho, a propuesta de uno de los grupos, se adhirieron un par de hojas grandes en el pasillo de secundaria. En ellas se invitaba a que quien circulase por allí escribiese en una las ventajas y por qué, y en la otra los inconvenientes y sus razones. Queda pendiente el trabajo de análisis de todo lo realizado. Una vez más, el inconveniente curricular que nos acosa nos impidió hablar sobre otros plásticos que nos acompañan: menaje de usar y tirar, vasos incluidos; los usados en la sobreprotección alimentaria, los que portan los animales que nos alimentan o no, etc.

El tiempo dirá el camino recorrido personal o socialmente, si nos hemos instalado en la “crisis de comodidad” a la que antes hemos aludido, si se ha avanzado más en la recogida o en la eliminación de nuestra dependencia de los plásticos, si ya hemos comenzado la andadura hacia el fin del plástico superfluo. Por último, y el reto va dirigido especialmente al profesorado: ¿Qué van a hacer en su centro para plantear la batalla al plástico? Pero de verdad. Pónganle plazos a cada acción y ¡suerte!

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/03/22/con-menos-plastico-tambien-hay-vida-placentera-defendamoslo-desde-la-escuela/

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Pasa el tiempo y nada cambia

Por: Carolina Vásquez Araya

Las esperanzas vanas de los pueblos son como la zanahoria ante el burro

En época de campañas electorales, todos los candidatos a cargos de elección popular sacan lo más selecto del baúl de las promesas. Para ellos prometer es gratis y casi siempre paga altos dividendos ante la ausencia de reglas claras que impidan la institucionalización del engaño. Quizá por eso las candidaturas se han transformado en un negocio y la ética, en política, en azúcar impalpable que al primer contacto con la realidad se va con el aire.

En nuestros países es fácil para los políticos corruptos salirse con la suya porque, a pesar de innegables avances en la eliminación de obstáculos para la participación ciudadana, persiste una de las barreras más efectivas para neutralizar el poder del pueblo: la educación. En este aspecto, las naciones menos desarrolladas del continente y aquellas en donde los engañosos polos de desarrollo de su pirámide social contrastan con grandes conglomerados hundidos en la miseria, coinciden en políticas de restricción de derechos básicos –educación, salud y empleo- con el propósito de conservar su tradicional estatus de privilegios para los círculos en el poder.

El discurso político de campaña apenas cambia de acento de una a otra punta de nuestra América Latina. En ese concierto de cacofonías, el hilo conductor es una demagogia cruda cada vez más evidente, que ya no se molesta en disimular el propósito fundamental de la ambición política como es, simplemente, la conquista del poder y con él, la llave de las arcas nacionales. Cuando de pronto surge una voz responsable y honesta con propuestas de cambio y visión de nación -una rara avis casi extinta- de inmediato se elevan los mecanismos para silenciarla por no caber en un contexto ya predeterminado por los grandes estrategas, cuyas manos manejan los hilos del hemisferio desde el corazón neoliberal del imperio.

No hay que engañarse. Si nuestros países no despegan es porque no conviene a los intereses de los dueños del planeta y de nuestros recursos naturales. Basta echar una mirada a los anales de la Historia para ver con cruda claridad cómo las decisiones de mayor trascendencia cruzan la puerta de “la embajada” y, en esa ruta, pierden todo sentido social para transformarse como por arte de magia en una más de las políticas públicas diseñadas para someter a los pueblos, empoderar a sus castas económicas y políticas y, de ese modo, imponer un modelo contrario a un desarrollo basado en la libertad y la independencia. Quien no se adapte, muere –simbólicamente o no- en el intento.

¿Existe entonces una salida digna para nuestras naciones? ¿O es que será preciso esperar a que nos la concedan graciosamente quienes se han apoderado de ellas? La respuesta está en las instituciones locales, horadadas por la polilla de la corrupción y sumisas ante el poder del dinero fácil y los grandes capitales, pero sin la contraparte de una ciudadanía empoderada. De ese modo es posible observar cómo las posiciones en listados de candidatos se comienzan a llenar con ejemplares notables de lo peor de la fauna local sin el menor proceso de selección por capacidad, honestidad ni cualidades personales; eso, porque un ejercicio cívico de tal trascendencia por lo general carece –gracias a una legislación venal y con dedicatoria- de los mecanismos de depuración necesarios en todo proceso democrático.

Pasa el tiempo y nada cambia. Para que eso suceda, será imprescindible el tránsito de la pasividad a la participación; de la sumisión a la rebeldía; del silencio a la protesta legítima. Sin ese componente fundamental del ejercicio cívico el cambio nunca se hará realidad.

Blog de la autora: www.carolinavasquezaraya.com

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