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Móviles: ¿prohibir o educar?

España / 28 de octubre de 2018 / Autor: Víctor Bermúdez / Fuente: El Periódico Extremadura

Acerca de la idea del Gobierno de eliminar de las escuelas el uso del teléfono móvil

El gobierno español considera prohibir a los alumnos el uso de teléfonos móviles en la escuela. La idea se inspira en un reciente decreto del gobierno francés, y aduce motivos parecidos: prevenir la adicción al móvil y proteger a niños y adolescentes de ciertas disfuncionalidades cognitivas (falta de atención), sociales (aislamiento) o morales (acoso escolar), presuntamente asociadas al uso del móvil y otras tecnologías.

¿Es cierto todo esto? A mi juicio, no. Por lo que la medida me parece injustificada, amén de demagógica, impracticable y humillante para el que tenga que sufrirla (y aplicarla).

Es una medida desproporcionada en tanto los problemas que genera el uso del móvil en el recinto escolar (no en las aulas, en las que, salvo excepciones, está ya prohibido) son nimios, si es que son algo, y no requieren de una medida gubernamental de este cariz.

En cuanto a la presunta adicción al móvil de los adolescentes, existe una enorme confusión en que se mezclan la parte más infusa de la ciencia psicológica y los prejuicios generacionales. Los que observan alarmados el tiempo que los jóvenes dedican a sus terminales electrónicos no acaban de entender (ni, por tanto, de apreciar) que multitud de actividades (informarse, entretenerse, hacer gestiones, aprender, opinar, comunicarse con los demás…) se realizan ahora normalmente a través del móvil. Lo que muchos conciben como ‘patología’ no es, pues, más que un cambio generalizado (e imparable) de costumbres que son incapaces de comprender (no hay nada más viejo que depreciar lo nuevo). Es obvio que muchos jóvenes se inquietan si se quedan sin móvil. ¡Y yo! ¡Y usted! Y todos los que hemos aprendido que se vive mejor teniendo al lado una centralita permanentemente actualizada de información y comunicación. Es algo tan ‘adictivo’ como lo fue en su tiempo tener agua corriente o disponer de vehículos a motor.

De otro lado, no conozco un solo estudio serio que demuestre que el uso de las nuevas tecnologías genere cambios cognitivos significativos. Y si los hubiera, ¿por qué tendrían que ser necesariamente perjudiciales –en lugar de beneficiosos para adaptarse al modo en que se procesa hoy la información–? Particularmente, yo no noto en mis estudiantes menos capacidad de concentración (salvo, como siempre, para lo que es un rollo macabeo), y si, por ejemplo, un ingenio y una rapidez mental asombrosa cuando se manejan en el medio digital que les es propio.

En cuanto al presunto aislamiento social que generan las nuevas pautas de comunicación tampoco lo veo mayor ni distinto al que podían generar las antiguas. Personas con ‘problemas de relación’ las ha habido siempre (con la ventaja de que hoy tales personas pueden mantener un hilo mínimo de interacción a través de las redes). La idea de que los chicos interaccionan mejor sin móvil y jugando al corro en el patio es un prejuicio de gente que se ha criado (obligatoriamente)… jugando al corro en el patio.

Se alude, también, a los usos ‘perversos’ del móvil. Es cierto que se puede utilizar para acosar o violentar. ¿Pero qué cosa no es susceptible de usarse para agredir a otros? De lo que se trata es de educar en el uso correcto del móvil, ¡no de prohibirlo! ¿No es de educar de ‘lo que va’ la escuela? Si la solución de cada problema fuera prohibir, no harían falta institutos ni profesores, solo cárceles, juzgados y policías.

Finalmente, hay que recordar que el móvil no es solamente un objeto más o menos útil (incluso como herramienta educativa), sino un medio de gestión y expresión de la vida privada y la libertad individual (especialmente valioso en un entorno tan alienante como puede ser el de la escuela). Arrebatarle a un adolescente su móvil en un pasillo o el patio es, en este sentido, un acto de humillación e intimidación injustificable.

Pero pese a todo lo dicho, ya verán como se impone la medida, absurda y antipedagógica, pero popular, de prohibir el móvil – que, por supuesto se seguirá usando, tal como lo hacen los mismos profesores, con completo desparpajo, por todo el centro –. Así, de paso, se nos distraerá un poco de los problemas que de verdad asolan al sistema educativo.

Fuente del Artículo:

https://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/moviles-prohibir-educar_1112707.html

ove/mahv

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Sociedad civil empresarial, motor de la reforma educativa

México / 28 de octubre de 2018 / Autor: Mauro Jarquín Ramírez / Fuente: La Jornada

A finales del pasado mes de febrero, la organización civil empresarial Mexicanos Primero presentó su documento de trabajo anual titulado La escuela que queremos. En dicho evento, Alejandro Ramírez, actual presidente de la asociación –también director general de Cinépolis y presidente del Consejo Mexicano de Negocios– afirmó: Estamos listos para trabajar con el gobierno federal actual y con el próximo, como resulte de la voluntad expresada en el voto, siempre atentos a una colaboración transparente y exigente, empática y demandante a la vez, porque lo que nos guía es el derecho de los niños primero. Analizando en retrospectiva el campo educativo nacional, podemos ver que la mencionada voluntad colaborativa de las organizaciones de la sociedad civil (OSC’s) de carácter empresarial con distintos niveles de gobierno no es nueva, ya que ha constituido un referente asociativo central en el proceso de reforma educativa en los recientes sexenios mediante la difusión mediática de determinadas propuestas educativas y de la presencia de tales grupos y sus agentes en distintas instancias de la Secretaría de Educación Pública (SEP), el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) y el Poder Legislativo.

La colaboración entre OSC’s empresariales y gobierno en materia educativa tiene una historia necesaria de contar. A partir de 2004, con el respaldo de la foxista Ley para la Participación de las Organizaciones de la Sociedad Civil, fueron fundadas algunas OSC’s empresariales y pro-empresariales que, pese a ciertas diferencias en su estructuración y programa, repercutieron de formas distintas en el proceso de reforma. De esta manera, ciertos grupos empresariales encontraron en la idea de sociedad civil el camino ideal para intervenir de forma directa en el debate público sobre la educación de una forma suave, aceptable e incluso deseable para un sector importante de la población mexicana. Entre las mencionadas asociaciones podemos encontrar a Fundación IDEA, Fundación Empresarios por la Educación Básica, Fundación SM, Suma por la educación y Mexicanos Primero, siendo las dos últimas las políticamente más activas y relevantes.

A lo largo de los años, estas organizaciones han conformado un frente reformista de facto que se consolidó durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Tal frente se ha expresado en una intensa campaña de organización fundada en la difusión de desplegados políticos en medios, favorables a la reforma y hostiles a la movilización magisterial, la realización bianual de la Cumbre de Líderes en Acción por la Educación (Clase) y un constante ejercicio de lobby legislativo, entre otros, todo con el fin de hacer del sistema educativo nacional una réplica tropical de ciertas líneas educativas dirigidas por la OCDE, el Banco Mundial y think-tanks internacionales. El mencionado frente cívico-empresarial logró tal relevancia en el sistema educativo nacional durante el sexenio peñanietista, que fungió como un auténtico motor del proceso de reforma educativa en cuando menos dos sentidos:

Logró aglutinar a su alrededor la energía del malestar social derivada de una supuesta mala educación reflejada en los resultados de pruebas PISA y la transformó en un aparente consenso social sobre la urgencia de una reforma educativa asociada a sus propuestas en materia de rectoría educativa y evaluación magisterial, construyendo así un culpable de la crisis educativa: el profesorado, tal como se muestra en el documental De Panzazo, patrocinado por Mexicanos Primero.

Consiguió impulsar su proyecto educativo en ciertas instancias de política educativa mediante su colonización (con el perdón de Carlos Ornelas) por medio de la ocupación de espacios clave por parte de agentes asociados a Mexicanos Primero, Suma por la Educación y Fundación SM, tales como la presidencia del INEE, el Consejo Social Consultivo de Evaluación de la Educación del INEE, la Consejería Técnica del Consejo Nacional de Participación Social en la Educación de la SEP, la dirección general de Desarrollo Curricular, también de la SEP, entre otros.

La sociedad civil empresarial ha llevado a cabo un trabajo arduo para adecuar la educación pública nacional a sus criterios de rendimiento, excelencia y calidad, y por ningún motivo parecen desistir de ello, sin importar el costo de vidas humanas, la humillación al magisterio y la extendida crítica a sus propuestas en educación. Al contrario, las palabras de Ramírez ilustran bien las últimas acciones que han llevado a cabo para seguir siendo protagonistas del debate educativo durante el proceso electoral y más allá de él. Con la iniciativa 10 por la Educación –llevada a cabo por primera vez en las elecciones federales de 2012 y repetida en este 2018– buscan conocer la visión y propuestas específicas de los candidatos a la Presidencia de la República sobre los principales retos de la educación en México. Lo mismo intentan mediante la plataforma #EducaATuCandidato de Mexicanos Primero, donde se presenta una valoración de las propuestas educativas de los candidatos a la Presidencia de la República.

A pesar de sus preferencias electorales –por demás claras hacia la derecha– las asociaciones tienen en su ADN la capacidad negociadora de la burguesía nacional. Por ello, independiemente de quién gane la elección, intentarán mantener su incidencia en el sistema educativo para que la reforma continúe desarrollándose. La pregunta es: ¿Seguirán permeando en la política educativa con la misma intensidad, o habrá algún otro grupo que ocupe su lugar?

Fuente del Artículo:

http://www.jornada.com.mx/2018/07/28/opinion/015a2pol

Fuente de la Imagen:

https://ojarasca.jornada.com.mx/2016/08/04/index.php?section=cartones&id=1

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Significado y evolución de los uniformes escolares en Japón

Japón / 28 de octubre de 2018 / Autor: Nanba Tomoko / Fuente: nippon.com

Los uniformes de los estudiantes japoneses tienen su origen en la ropa que vestían los militares, mientras que los de las estudiantes comenzaron con el hakama, un pantalón largo tradicional que se caracteriza por sus pliegues. En esta ocasión, analizamos la impresión que tiene el pueblo nipón de las prendas escolares, que han ido evolucionando con el paso del tiempo hasta convertirse en lo que vemos a día de hoy: prendas de estilo marinero y blazers.

La Escuela Primaria Taimei ha dado mucho que hablar en 2018 por su decisión de recomendar a los estudiantes que se decantaran por la marca Armani a la hora de elegir sus uniformes. Aunque Japón es un país con una larga tradición de ropa uniformada en sus centros escolares, pocos colegios públicos de primaria los incorporan (entre un 10 % y un 15 %). Sin embargo, la tendencia es totalmente contraria en los de secundaria media y superior, independientemente de si se trata de centros de gestión pública o privada. Los uniformes se convierten en un símbolo de cada institución educativa, y estas prendas cobran importancia como parte de la adolescencia de quienes las llevan.
Hay tanto partidarios como detractores de que todo el mundo vista igual, pero es imposible no preguntarse por qué los uniformes están tan extendidos en Japón y cuál es el motivo de que se sigan usando durante más de un siglo.

Gakushūin, el origen de los uniformes escolares

Los uniformes son un símbolo social que permite identificar dónde estudian quienes los visten. En el caso japonés, la composición básica de estos atuendos es la misma en todos los centros —chaqueta y pantalón o falda—, pero se puede distinguir la institución en concreto por detalles como el color, la presencia o ausencia de líneas, el escudo y el pin. A partir de los diseños ligeramente diferentes, aun siendo similares, los japoneses son capaces de identificar a los portadores. Este “lenguaje” de los uniformes tiene una historia de más de un siglo; prácticamente todo el mundo lo conoce.

Para lograr que todos los estudiantes de un mismo centro lleven el mismo uniforme, es imprescindible contar con una normativa a tal fin. Sin embargo, el gasto que generan estas prendas corre a cargo de las familias. En Japón, esta dinámica tiene su origen en Gakushūin, una institución educativa privada.

Fundado como lugar de estudio para los hijos de la aristocracia, en 1879 la dirección del centro adoptó un uniforme que constaba de una chaqueta de cuello alto, unos pantalones y una gorra. La parte de arriba está inspirada en el atuendo militar que, con la llegada de la era Meiji (1868-1912), se occidentalizó rápidamente. En aquel entonces, Gakushūin tenía entre sus objetivos el de formar a oficiales de las fuerzas armadas, de ahí que entre las asignaturas que se impartieran figuraran disciplinas como la equitación y el manejo de espadas y lanzas. Así pues, puede decirse que el uniforme escolar tenía que cumplir la misma función que el militar. Ahora bien, en aquella época la ropa de estilo occidental era cara, por lo que solo las clases altas podían permitirse tal gasto.

Estudiante de la Universidad Imperial uniformado (fotografía de 1906 cortesía de la autora).

En 1879, el uniforme de los estudiantes de Gakushūin era exclusivo, pero acabaría convirtiéndose en el estándar del atuendo escolar masculino. En ello tuvo que ver la Universidad Imperial, que en 1886 decidió que sus estudiantes llevaran un uniforme compuesto por una chaqueta de cuello alto, unos pantalones y una gorra cuya parte superior era cuadrada. En aquella época, ir a la universidad era algo a lo que solo podía aspirar la élite, así que es posible que ese atuendo fuera motivo de muchas envidias. Los institutos de secundaria media y superior de todo el país tomarían la vestimenta obligatoria de ese centro de estudios superiores como modelo, de ahí que poco después se fuera propagando.

Los estudiantes de la élite fueron los primeros en llevar este tipo de uniformes inspirados en la vestimenta occidental moderna. De hecho, en aquella época, ponerse ropa occidental de vanguardia revelaba la posición privilegiada que ocupaba esa persona en la sociedad japonesa; esto es, no era algo exclusivo de los uniformes escolares. Para los alumnos, su atuendo era una forma de transmitir su condición social y de pertenencia, y de hacer gala ante la sociedad de que se trata de personas sobresalientes y prometedoras.

Los uniformes femeninos: del hakama al estilo marinero

En cuanto a las estudiantes, el hakama fue lo que se estableció como primer uniforme escolar en Japón. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la educación se dividía por sexos después de la escuela primaria, por lo que las niñas que continuaban sus estudios iban a centros exclusivamente femeninos. En torno al año 1900, el hakama comenzó a imponerse como uniforme entre las estudiantes de estos institutos. Originalmente, se trataba de un pantalón de pliegues que llevaban los samuráis, y no de una prenda femenina. Sin embargo, el modelo que conformaba el uniforme escolar era una falda, una prenda de nueva creación de la era Meiji. A comienzos de esta etapa histórica, había chicas que se ponían el hakama masculino, pero las duras críticas por este comportamiento motivaron la creación de una versión para mujeres.

Estudiante con hakama, circa 1900 (cortesía del Archivo de la Universidad Femenina de Ochanomizu).

En aquella época, los institutos femeninos hacían énfasis en la educación física como forma de cultivar un cuerpo sano. El hakama, a diferencia del kimono, permitía esconder las piernas si se movía, de ahí que los centros educativos lo recomendaran como prenda de vestir para hacer ejercicio activamente. A algunas estudiantes les encantaba y estaban deseosas de llevarlo debido a la imagen que tenían de él: una prenda de la nobleza, asociada con la corte y la Casa Imperial. Entre las cortesanas, había mujeres que lo llevaban desde la antigüedad, con una distinción de colores en función de su estado civil (morado para las solteras y rojo para las casadas). El hakama del uniforme escolar se encontraba a caballo entre el modelo masculino convencional y el femenino de la corte. El más usado por las escolares de la era Meiji era granate.

Las estudiantes que ansiaban llevar esta prenda se la llegaron a poner para ir a clase y le pidieron al director que la instaurara como uniforme. Podría decirse que su empeño fue determinante para conseguirlo. Combinaban el hakama, de cachemira importada, con accesorios occidentales como los lazos y las sombrillas e iban a la última moda con esa mezcla de lo local y lo foráneo que tanto les gustaba.

En la década de 1920, los uniformes escolares femeninos comenzaron a occidentalizarse también, siendo el marinero uno de los modelos más aceptados por las alumnas. Según datos de la época, había chicas que hacían cambios en el uniforme para adaptarlo a su gusto, aunque esto contraviniera la normativa de los centros escolares: le hacían varios pliegues a la falda y la parte superior, más corta. Esta conducta pone de relieve su deseo de no adherirse a las normas impuestas por la autoridad escolar, sino de hacer su propia interpretación del uniforme y materializarla. A día de hoy, este comportamiento sigue siendo común. Otra cosa que no ha cambiado en este sentido es la relación entre los profesores, encargados de supervisar que se cumpla la normativa, y las estudiantes, que rompen las reglas para satisfacer sus deseos: ambas partes juegan al gato y al ratón.

Popularización, críticas y diversidad de diseños

Un recorrido por la historia de los uniformes escolares como este nos permite ver que estas prendas han despertado diversos sentimientos a lo largo del tiempo, su cara y su cruz: los uniformes como muestra de las normas de los centros educativos y como reflejo de quienes las infringen para expresar sus anhelos e ideales.

Desde la era Taishō (1912-1926) hasta la Shōwa (1926-1989), las escuelas de educación secundaria media, exclusivas para varones y regidas por un sistema antiguo, y los institutos femeninos vieron un aumento en el número de alumnos y alumnas. Al mismo tiempo, el desarrollo de la industria textil fomentó que las clases populares pudieran tener acceso a la ropa de estilo occidental, de ahí que los uniformes, hasta entonces propiedad exclusiva de los escolares de la élite y de las estudiantes elegantes, se fueran popularizando gradualmente. Llevar lo mismo era también un símbolo de igualdad, de ahí que se pensara que los uniformes se convertirían en una forma de ocultar la disparidad entre ricos y pobres.

Tras la Segunda Guerra Mundial, hubo un tiempo en que se temió por la continuidad de los uniformes, entre finales de la década de 1960 y principios de la siguiente, debido al movimiento estudiantil de corte político. En ese tiempo, se criticó los uniformes como símbolo de la educación de gestión y hubo instituciones que los abolieron o dejaron a criterio de los estudiantes el llevarlos o no. La abolición se limitó a ciertos colegios del centro de las ciudades y no fue un movimiento de alcance total. En la segunda mitad de la década de 1980, algunas escuelas decidieron remplazar las chaquetas de cuello alto y el diseño marinero por blazers y cambiar el estilo de los uniformes. La oferta se fue diversificando y, con ello, la opinión sobre esta vestimenta volvió a ser positiva, hasta llegar a nuestros días.

Recuerdos bonitos asociados a los uniformes

¿Cómo es posible que no desaparecieran los uniformes a pesar de las críticas? Las normas que rigen su uso son minuciosas y en ocasiones pueden causar molestias, por no hablar de su precio, mucho más caro si se compara con el de la denominada moda rápida. Aun así, se siguen llevando.

Si le preguntamos a la gente qué opina al respecto, llama la atención el hecho de que su uso no se limita exclusivamente al tiempo que los alumnos pasan en el centro donde estudian. Hay quienes no pueden evitar entablar conversación con alguien que lleva la ropa de su alma mater, y quienes ponen el grito en el cielo cuando se hacen cambios en el diseño del colegio al que fueron. En otras palabras, el uniforme tiene peso en los recuerdos de muchas personas que fueron estudiantes. El motivo de que no desaparezcan tan fácilmente lo encontramos en este fuerte apoyo, en la idealización de los recuerdos asociados a estas prendas de vestir y en la nostalgia. Posiblemente, los uniformes nos hacen recordar de dónde venimos y echar de menos nuestra época de estudiante.

Huelga decir que no todo el mundo está a favor de esta vestimenta. Hay quienes no tienen buenos recuerdos de la obligación de ponerse lo mismo que el resto. Por otra parte, existen diversos problemas en torno a su uso, como la falta de personalidad, los costes y el impacto que tienen en las minorías sexuales. No obstante, ver a los estudiantes estrenando uniforme al inicio del curso es una estampa propia de la primavera motivo de deleite. Esta ambivalencia muestra que la cultura de los uniformes escolares es y ha sido ambigua y polifacética. Los uniformes tienen ventajas y desventajas, partidarios y detractores; es imposible explicar en pocas palabras por qué se usan.

Imagen del encabezado: Varios estudiantes de secundaria superior posan delante de un encerado (Aflo).

(Traducción al español del original en japonés)

Fuente del Artículo:

https://www.nippon.com/es/column/g00554/

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Unamuno, demagogia, «demagogía» y pedagogía

España / 28 de octubre de 2018 / Autor: Pedro de Tena / Fuente: Libertad Digital

Don Miguel diferencia el término ‘demagogía’, o educación del pueblo, de ‘demagogia’, su deformación consistente en manipulación interesada del pueblo

No se le escapó a Miguel de Unamuno el significado original y etimológico de «agogía», conducción y dirección de algo, que hacía a los pedagogos artesanos, alguna vez artistas, de la educación de los niños, del ejercicio de hacerlos crecer como personas. Educar tiene también la común relación de parentesco con ducere: ‘conducir’; y educere: ‘sacar afuera’, ‘criar’. Lamentablemente, cuando la demagogia une demos, pueblo, y agogia, aunque se supone que su primer sentido apunta a la conducción o jefatura del pueblo, en realidad, se refiere históricamente a la perversión de pueblo y conductor, a la degradación de ambos.Unamuno, en su ensayo sobre la educación que prologa la obra sobre el tema de Carlos Octavio Bunge, distingue entre demagogia y demagogíapara diferenciar el sentido de lo que era propiamente educación del pueblo de su deformación consistente en manipulación interesada del pueblo. De este modo, demagogía sería pedagogía del pueblo, un arte mayor. Él mismo se sintió atraído por esa nueva idea de demagogía hasta el punto de confesar —siempre fue más sincero que otros pensadores—, :

«Tengo mi cátedra, procuro en ella, no sólo enseñar la materia que me está encomendada, sino disciplinar y avivar la mente de mis alumnos, obrar sobre cada uno de ellos, hacer obra pedagógica; pero no desperdicio ocasión de hacerla demagógica, de dirigirme, ya por la pluma, ya de palabra, a muchedumbres, de predicar, que es para lo que acaso siento más vocación y más honda.»

De todos modos, Unamuno parece aseverar que en la educación de los individuos y los pueblos, tan importante puede ser el pedagogo como el demagogo, Los políticos, hombres demosténicos, movedores de muchedumbres mediante la demagogia, acusan a los pedagogos de perder el tiempo y los pedagogos de lo mismo a los políticos. En mi opinión, su obsesión «etimológica» no contribuyó a esclarecer del todo su posición ante la demagogia como degeneración democrática.

Tómese nota de este texto, que se encuentra en su conferencia sobre ser Rector en España de 1914, como ejemplo de esta ambigüedad: «La política ha de ser, ante y sobre todo, pedagogía, demagogia más bien, aunque esta voz haya sido injustamente mancillada. Mas las desgraciadas banderías electoreras que nos desgobiernan carecen de política pedagógica o de pedagogía política, es decir, carecen de política por carecer de ideales a falta de ideas.»

Sin embargo, a continuación define que «la más profunda inmoralidad de un político estriba en carecer de ideas, en no tener un concepto normativo y claro de lo que ha de ser el Estado, y de su finalidad y destino. Para un político llega a ser mucho más inmoral que robar del tesoro público supeditarlo todo a allegar votos, a lograr el poder o la jefatura —¡ y a las veces, por qué medios !—… Eso es vender el alma a un poder más tenebroso que el mismísimo demonio. Mejor que eso…, ¡robar! ¡Antes robar que caer en esa pordiosería». Parece estar contemplando la España actual desde su tumba. ¿O no?

La relación directa entre democracia y demagogia es puesta de manifiesto una y otra vez por Unamuno. En su trabajo Mitología y demagogia, incluido en sus nuevos Arabescos en el tomo titulado Meditaciones y otros escritos de sus Obras Completas ( editado por Vergara sobre la edición de Afrodísio Aguado), Unamuno expresa que la democracia conlleva el culto a la incompetencia porque «es el gobierno de los oradores. O, si usted quiere, de los demagogos. Es decir, que la democracia suele ser demagogia, en el sentido primitivo y más etimológico de este vocablo. Y el demagogo, el conductor de muchedumbres —¿a dónde?—, suele ser un político que se asigna su propio lugar adecuado, su «right place».

Por ejemplo, al considerar el esfuerzo de llevar el teatro al pueblo que hacía La Barraca de García Lorca y otros, dice haber asistido «a las representaciones que los jóvenes estudiantes de la Barraca, dirigidos por el de veras joven García Lorca, van dando por lugares chicos y grandes, como había asistido a las de las Misiones pedagógicas. Hondo movimiento, no sólo pedagógico, sino en el derecho sentido de la palabra —no en el pervertido— demagógico, esto es: político».

En este contexto, Unamuno parece considerar que el pueblo, de algún modo, ama la demagogia, la espera, la desea. Como en el teatro y los cuentos, el público quiere que se repitan las historias ya conocidas, «tanto pedagogos como demagogos, guiadores de niños y de pueblos, aprendiendo de aquellos a quienes tratan de enseñar, aprendan el cuento que hay que contar a diario y dejen el hastío de la vida, que pasa al quedarse —se queda al pasar—, que se renueva al repetirse —se repite al renovarse—; » De hecho, los demagogos son pedagogos del pueblo, ‘otros niños'», sentencia.

Él mismo, a veces, parece desesperar de la democracia y alude a una imposición «liberal» de la cultura, un despotismo liberal, para que el pueblo pueda sacudirse de «los traductores de rebuznos » que pretenden gobernar desde las opiniones de un pueblo analfabeto y del sistema «desmembrativo» ligado al federalismo.

Unamuno se pregunta cómo se fragua la opinión pública y se responde que lo hace desde las opiniones de la minoría, la única parte capacitada de la nación para marcar el rumbo político, y que es opinión publicada en los diarios. Otra opinión que no se fragüe así es demagogia y no democracia.

No es tan definitivo como Ortega a la hora de la condena de la demagogia en sí misma como degeneración intelectual y divide a ésta en roja y blanca, pareciendo considerar —no lo explica—, que la roja es la demagogia de los progresistas y liberales y la blanca, la de los tradicionalistas. Tan demagogia es la una como la otra, cierto, pero ataca fieramente a la blanca «que se apoya en los votos de los que no leen ni periódicos ni otra cosa alguna».

El público al que se dirige esta demagogia blanca es la «beocia», la masa de tontos y estúpidos que en una nación existen y que recuerdan el retraso de aquella región griega respecto a la floreciente Atenas. «La beocia no opina, ni lee periódicos, ni aun vota —se firman las actas con supuestos votos—; mas cuando la caldean alguna vez se tira al monte. La beocia aborrece por instinto todo lo que se sale de su nivel, y todo lo que se aparta del cauce en que viene corriendo su pensamiento muerto, las apariencias de ideas que le han alojado en el cerebro, y es ese instinto de demagógica nivelación espiritual lo que atizan en ella los servidores de la tradición estancada.

Uno de los hallazgos de Unamuno, que vivimos de manera particularmente intensa en la España de hoy, es la demagogia que llamaremos «judicial», la desconsideración de toda presunción de inocencia por la obsesiva inclinación a ser jurado. Tomando la comedia de Aristófanes Las Abejas como referencia, destaca la manía de juzgar «y más que de juzgar, de condenar», que había hecho presa en los atenienses. De hecho, Unamuno consideraba que el ostracismo, exilio provocado por los tribunales populares, era un invento diabólico, tanto como la Inquisición, donde el fiscal es el diablo.

Otras veces, sin embargo, parece señalar la demagogia como degeneración moral y política tanto del demagogo como del pueblo. Los grandes mandones y déspotas se vengan así de los que por envidia piden opresión. ¿Y quién pide opresión? «Todas las masas rebañegas que reniegan de la libertad en rendición a la disciplina. Atacadas de manía persecutoria colectiva, de envidia demagógica pasiva, la de creerse y quererse enviados, reniegan de la libertad para poder perseguir —con achaque de defensa—, pues la envidia pasiva se hace activa. ‘Y muera el que no piense igual que pienso yo'».

Por debajo de la demagogia, late la envidia, la «pasión demagógica por excelencia», enfermedad común a pueblos democráticos y demagógicos como el griego y el español. Contaba Unamuno que una vez paseando por la plaza Mayor de Salamanca con Francisco Cambó, este le confesó que «la envidia nació en Cataluña». Pero la envidia que da vida a la demagogia no es la envidia que se defiende y es casi angelical, sino «otra envidia hipócrita, solapada, abyecta, que está devorando a lo más indefenso del alma de nuestro pueblo».

También es el analfabetismo, bien ya sea absoluto, bien sea funcional en cada área de la vida, el que favorece la mentira de la democracia y la demagogia. «Pocas mentiras hay en España, de las innumerables que nos envuelven y paralizan, más mentirosas que la mentira de nuestra democracia, entendida como una «oclocracia», una soberanía de las muchedumbres y de las muchedumbres analfabetas», resuelve.

Cuando se refiere a Joaquín Costa, como ejemplo de personaje soberbio y endiosado con escasa paciencia para soportar a contradictores, defiende su comportamiento valeroso y honesto, no hipócrita ni demagógico. Es más, se proponía a sí mismo continuar la batalla del aragonés de Monzón contra las miserias, la mayor de ellas «la del embuste y la insinceridad sistematizados. Siendo lo peor que todos estamos en el secreto. Hay miedo de decir la verdad, un miedo cerval, y más que miedo a perder ventajas de posición y de fortuna, miedo a que se le atribuyan a uno móviles bastardos».

Sobre estos mimbres, sitúan su acción los verdaderos demagogos siendo los presuntos maestros del pueblo, lo engañan mediante la gran mentira, a saber que «cuando se instruya y eduque, y sea más culto y más inteligente, vivirá con más facilidad, más comodidad y más abundancia.» Pero la verdad es que «para que un pueblo se haga más culto necesita trabajar más y gozar menos; aumentar su trabajo y aumentar los tributos. Hay que repetir la vieja sentencia: Quien añade ciencia, añade dolor… lo que Santa Teresa llamaba dolor sabroso».

Sin embargo, contra la demagogia no hay más arma que la cultura. «Libertad y democracia significan, pues, en cierto respecto, cultura y aristocracia. Aristocracia, sí, no rehúso el dictado por pervertido que esté. Y si alguien nos preguntara quién define esa cultura cuya imposición a nuestro pueblo juzgo el único camino de verdadera libertad, nuestra rotunda y categórica respuesta debe ser : ¡nosotros!¿Y quiénes sois vosotros? Los que tenemos fe en nosotros mismos y fe en la cultura…, el ideal de la cultura europea moderna… sólo la imposición de la cultura puede borrar el caciquismo y la demagogia».

Y apunta lo que debe ser un comportamiento anti demagógico, en sentido tradicional: «Discrepamos en nuestros juicios y convicciones unos de otros, pero, al menos, se nos debe exigir a todos honradez mental, lealtad y un santo odio a todo falseamiento, a toda insinceridad y a toda insidia, por definidoras que sean». (Sobre la tumba de Costa, febrero, 1911).

Fuente del Artículo:

https://www.libertaddigital.com/cultura/2018-07-15/pedro-de-tena-unamuno-demagogia-demagogia-y-pedagogia-85534/

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En busca del pensamiento crítico perdido

Por: Aram Aharonian

En los últimos años, América Latina y el Caribe ha sido una región con enorme dinamismo, originalidad  en bregar contra políticas neoliberales y ajustes políticos y sociales regresivos, aun en un mundo con notorios retrocesos globalizadores, y sufriendo la negativa y desmoralizadora influencia de radicalismos superficiales enunciativos que, al frustrase, configuran un escenario sin salida, sin otra alternativa que resignarse.

No cabe duda que lo ha hecho con vaivenes y, en gran medida no solo  debido a que se generaron cambios de escenarios y posicionamientos  con fuertes polarizaciones. Los procesos populares no fueron acompasados – como sí ocurrió en otras épocas en la región- por imprescindibles  análisis de  fondo y debates críticos originales  y propuestas firmes y consistentes, no repetitivas, y por supuesto no basados en recetas  dogmáticas envasadas. Hubo una llamativa distancia entre los enunciados y las acciones concretas.

Fue a partir de 1492 cuando Europa logra ponerse como centro y constituir discursivamente a las demás culturas como periferias, y usó la conquista de Latinoamérica y el Caribe para sacar una ventaja comparativa determinante con respecto a sus antiguas culturas antagónicas (turco-musulmana).

Hoy siguen, en muchos casos, condicionando el desarrollo de las políticas de reformas estructurales en nuestros países, a veces con buena intención, otras representando a sus patrocinadores, entre ellos bancos, trasnacionales financieras, calificadoras de riesgo, partidos políticos del establishment y, sobre todo, paralizando progresos impensables en la realidad de países centrales.

El pensamiento crítico quedó atrapado en la disyuntiva de dar su apoyo a los gobiernos progresistas por sus logros en materia social o señalar las contradicciones y límites de su proyecto, contradicciones manifiestas en la peculiar forma que adopta la dominación, señala el uruguayo Raúl Zibechi. Debe señalarse que muy a menudo los nuevos temas no llegaron de la mano del aporte de pensadores ya reconocidos e institucionalizados, sino que provienen de pensadores/activistas o investigadores/militantes, añade.

En el congreso del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en Bogotá. la socióloga mexicana Beatriz Stolocwicz señaló que el desconcierto que se observa actualmente entre los científicos sociales de la región es, en buena medida, resultado de que durante varios años los análisis serios fueron desplazados u opacados por la propaganda.

Añadió que el “mainstream de izquierda” en las ciencias sociales opera como una zona de confort, con algunas ideas de las que se echa mano para todo, usadas casi como consigna, lo que es  cómodo para mantenerse en el candelero de la opiniología, pero no explica adecuadamente la realidad, y tampoco las importantes transformaciones ocurridas en este nuevo siglo en la reproducción del capitalismo en América Latina.

Hay que tener una mirada más larga que capte las lógicas de la estrategia dominante y sus adecuaciones tácticas en las últimas cuatro décadas. El humanistas Javier Tolcachier plantea una autocrítica política, ya que en la división internacional y nacional del trabajo, a algunos, por tradición y acumulación histórica, les toca pensar y a la inmensa mayoría no.

El diálogo, la democratización del debate significa sobrepasar los límites de la academia o de los ilustrados, para anclarse en la realidad y en las vivencias, en las opiniones diversas de quienes hablan de otras cosas y de modos diferentes a los de la academia.

El subcomandante insurgente Moisés, del Frente Zapatista de Liberación Nacional, señaló este primero de enero, al cumplirse 24 años su lucha: (…).vamos a ver si se puede vivir con dignidad sin malos gobiernos, sin dirigentes y sin líderes y sin vanguardias que mucho Lenin y mucho Marx y mucho trago, pero nada de estar con nosotros. Mucho hablar de lo que debemos o no hacer, y nada de práctica. Que la vanguardia, que el proletariado, que el partido, que la revolución, que échate una cervecita, un vinito, un asado con la familia”.

“Pues ni modos, pensamos, creo que la vanguardia revolucionaria está ocupada en probarse trajes y palabras para el triunfo, así que tenemos que darle según nuestro modo, como indígenas zapatistas (…) Falta saber qué vas a hacer”.

Para crear o remodelar el nuevo instrumento político hay que cambiar primero la cultura política de la izquierda y su visión de la política, que no puede reducirse sólo a discursos, consignas, a las disputas políticas institucionales por el control del parlamento, por ganar un proyecto de ley o unas elecciones, peleas donde los sectores populares y sus luchas son los grandes ignorados.

La política no puede limitarse al arte de lo posible, debe convertirse en el arte de hacer lo “imposible” –que es factible e imprescindible–, construir fuerza social y política capaz de cambiar la correlación de fuerzas a favor del movimiento popular. Y para eso se necesita una hoja de ruta basada en n pensamiento crítico renovado, acorde con nuestras realidades.

¿Una nueva teoría crítica?

Los análisis sobre la teoría crítica latinoamericana comparten un núcleo de interrogantes que van definiendo la naturaleza de la teoría. ¿Qué tipo de transformaciones necesita el proyecto de la “teoría crítica” para posicionar temas como el género, la raza y la naturaleza en un escenario conceptual y político? ¿Cómo puede ser asimilada la “teoría crítica” en el proyecto latinoamericano de modernidad/colonialidad, liberado del discurso academicista y eurocéntrico.

Según Enrique Dussel, Europa se autoproclama desde 1492 “centro” de la Historia Mundial, constituye de ese modo, por primera vez en la historia, a todas las otras culturas como su “periferia”, y torna a la modernidad una justificación de una praxis irracional de violencia sobre la periferia, ya que su autoproclamación como “centro” está basada en varias premisas que componen, precisamente, el “mito de la modernidad”:

Entre ellas, Dussel señala que la civilización moderna se autocomprende como más desarrollada, superior (lo que significará sostener sin conciencia una posición ideológicamente eurocéntrica), que la superioridad obliga a desarrollar a los más primitivos, rudos, bárbaros, como exigencia moral. El proceso propuesto por Europa es unilineal, lo que determina una falacia desarrollista, indica.

Todo por fuera del modelo de civilización de Europa es considerado bárbaro, por ello, en último caso se habla de una guerra justa colonial donde se legitima la violencia si fuera necesaria, para destruir los obstáculos de la tal modernización y, al estar basada en la alteridad, esta visión produce víctimas y victimarios, colonizados y colonizadores; donde el héroe civilizador inviste a sus mismas víctimas del carácter de un sacrificio salvador (el indio colonizado, el esclavo africano, la mujer, la destrucción ecológica de la tierra, etcétera).

El debate crítico de las ciencias sociales, supera las áreas de economía, sociología, historia para alcanzar las relaciones internacionales, y hoy se hace necesaria la configuración desde Latinoamérica de otro conocimiento, de un pensamiento postcolonial, que debe incorporar no solo lo producido académicamente sino nutrido de las experiencias de resistencia, lucha y construcción de nuestros pueblos.

Aníbal Quijano señala que el pensamiento decolonial tiene como razón de ser y objetivo la decolonialidad del poder, es decir, de la matriz colonial de poder: Pues nada menos racional finalmente, que la pretensión de que la específica cosmovisión de una etnia particular sea impuesta como la racionalidad universal, aunque tal etnia se llama Europa occidental.

Para lograr una perspectiva latinoamericana se debe pensar por un momento desde el otro lado de las carabelas de Colón: ¿qué implicó la modernidad para aquellos que ya habitaban el territorio de la actual América Latina? La llegada de la modernidad a América Latina, lejos de reconocernos como un otro, implicó la imposición de una ideología eurocéntrica legitimadora de las prácticas político-sociales y económicas que se dieron posteriormente.

El portugués Boaventura de Sousa Santos admite que las ciencias sociales atraviesan un momento de crisis reflejada en la renovación y expansión con respecto a la visión eurocéntrica o de cualquier centro de poder hegemónico, crisis que se ha hecho posible gracias a las luchas sociales de los últimos treinta o cuarenta años en varios continentes (campesinos, feministas, indígenas, afrodescendientes, trabajadores urbanos, pequeños productores, ecologistas, de derechos humanos, contra el racismo y la homofobia, etc.), en muchos casos con demandas fundadas en universos culturales no occidentales.

El nuevo pensamiento crítico debe surgir desde la diversidad (étnica, cultural) y de las historias locales que por más de cinco siglos se enfrentaron con la visión eurocéntrica como la única manera de leer la realidad.

Es comenzar a vernos con nuestros propios ojos, para superar los estrechos márgenes impuestos por la visión totalizadora de la modernidad excluyente, para indagar en otros saberes, otras prácticas, otros sujetos, otros alternativos a este orden. Latinoamérica ha demostrado que tiene la capacidad ética, política, intelectual, de responder al reto de contribuir con sus saberes y sus prácticas a una sociedad equitativa, incluyente y democrática, y a un modelo de vida sostenible para la mayoría de los presentes y futuros habitantes del planeta.

El pensamiento crítico latinoamericano es, a pesar de sus críticas al eurocentrismo, muy eurocéntrico y monocultural. La riqueza del pensamiento popular, campesino e indígena ha sido reiteradamente desperdiciada. No se trata solamente de un nuevo pensamiento crítico, se trata de una manera diferente de producir pensamiento crítico.

El pensamiento crítico no ha sabido hasta hoy teorizar las posibilidades de superar las contradicciones, las separaciones, las tensiones entre las subjetividades de ciudadanos organizados, mujeres, indígenas, migrantes, campesinos, afrodescendientes, y promover alianzas estratégicas y sustentables entre estos movimientos, esto es, alianzas que no escondan la exclusión de algunas subjetividades bajo la apariencia de su inclusión.

En nuestra región, muchos de los movimientos que luchan contra la injusticia social no se consideran ni en el capitalismo ni en las versiones conocidas del socialismo.  Se debe pensar también en estas concepciones contrahegemónicas de democracia y de derechos humanos más allá del modelo liberal y occidental.

Se debe pensar la democracia como la transformación de todas las relaciones de poder (explotación, patriarcado, diferenciación étnico-racial, fetichismo de las mercancías, comunitarismo excluyente, dominación cultural y política, intercambio desigual entre países) en relaciones de autoridad compartida, teniendo en cuenta el cuadro de situación: navegamos en las aguas de la crisis del capitalismo como sistema histórico, primordialmente especulativo, rentista y expropiador, que sólo puede reproducirse agudizando contradicciones incurables.

Los éxitos que ya ha tenido el neoliberlismo es una medida de los problemas en el pensamiento de la izquierda, tanto para pensarse a sí misma como para pensar a los dominantes. Una izquierda o un progresismo que además de vaciamiento teórico muestra un insuficiente conocimiento histórico, lo que la lleva a enredarse en los discursos doctrinarios que dan forma y encubren los objetivos capitalistas; y que tiene déficit investigativos que le dificultan distinguir entre discurso y proyecto dominantes, señala la mexicana Stolowicz.

La estrategia capitalista tiene como uno de sus ejes la seguridad para el capital sobre la propiedad: sí garantiza las condiciones de su reproducción basadas en formas de acumulación originaria (expropiación, saqueo, control territorial directo sobre las materias primas y los recursos energéticos, el agua, la biodiversidad, además de imponerle a las regiones más débiles sus desechos tóxicos).

Otro de los ejes es la seguridad frente a la pérdida irremediable de la cohesión social, lo que implica domesticar a los oprimidos, proclives cada vez más a la protesta y la rebeldía.

Lo opuesto del pensamiento crítico es el conformismo, cínico o resignado. La conciencia social latinoamericana respalda una voluntad del cambio social, con una crítica al orden capitalista que abre posibilidades para una superación de las relaciones de explotación y subalternidad.  Los que están en deuda son la academia y la llamado intelectualidad, anclados en el pasado, sordos a la realidad de nuestros pueblos, muchas veces funcionales a gobiernos pero no a proceso emancipadores y populares .

*Fuente: http://estrategia.la/2018/01/05/en-busca-del-pensamiento-critico-perdido/

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¿Neuropedagogia, neuroeducación? ¿Moda o realidad?

Por: Francesc Imbernon

Bienvenida sea toda disciplina y toda obra que aporte conocimientos para mejorar la educación de la humanidad y no si sólo lo hacen para mejorar las entradas presupuestarias de los autores o de las empresas.

No dudamos de que la neurociencia puede convertirse en una herramienta imprescindible para mejorar el proceso de aprendizaje. Pero tenemos que tener cuidado porque, muchas veces, se intentan banalizar sus propuestas ya sea para aumentar las ventas de textos, como para captar incautos con propuestas no científicas. Lo digo porque va apareciendo una nueva terminología basada en el prefijo neuro. En un rápido análisis de búsqueda de fuentes de información electrónicas y programas de divulgación, encontramos hoy varios términos como neuroeducación, neurodidáctica, neuroformación y neuropedagogía en el campo educativo, pero también neurocultura, neuromarketing, neuroeconomía, neurofilosofía, neurolingüística, neuropolítica, neurohistoria, neurogastronomía, neuroestética, neuroarte, y muchas más neuro.

O sea, poner el prefijo neuro a toda temática para llamar la atención o darle más importancia al que se propone. Por supuesto que por poner el prefijo no cambiará el contenido semántico de la disciplina. Cuando una ciencia avanza tenemos que estar atentos a las modas pasajeras, a las injerencias propagandistas y a los aprovechados que utilizan las palabras sin contenido para obtener, mediante estrategias de seducción, beneficios privados. Y esto puede pasar con la neuroeducación. Y la educación y la formación son siempre un mercado muy goloso y las modas llaman mucho la atención.

No niego que los descubrimientos y aportaciones científicas de la neurociencia pueden tener implicaciones para la teoría y la práctica educativa. Estas aportaciones nos pueden ofrecer explicaciones nuevas que permitan profundizar en el conocimiento sobre las condiciones bajo las cuales el aprendizaje puede ser más efectivo. Esto permitiría fundamentar el diseño de estrategias educativas, no convencionales, dirigidas a atender las diferentes dimensiones educativas y el desarrollo de la personalidad. También confirmaría muchas prácticas pedagógicas que se han ido realizando en aplicación de la investigación pedagógica y, como toda disciplina que trabaja con seres humanos, mediante la observación y la experiencia.

Y puedo ir más allá, diciendo que las aportaciones de las neurociencias pueden constituirse en un futuro en una reestructuración y una nueva perspectiva de las humanidades y las ciencias sociales en general y en las Ciencias de la Educación en particular. Como un revulsivo que haga repensar muchas de las prácticas educativas y sociales que estamos realizando.

Pero sería necesario no descubrir la pólvora o la gaseosa. Está bien que las disciplinas neurocientíficas nos confirmen ciertas prácticas que desde hace tiempos hacemos en la educación y nadie hacía caso de su efectividad, pero ahora necesitamos que estas disciplinas, no únicamente nos reafirmen, sino que tendrían que ofrecer explicaciones nuevas que permitan profundizar en el conocimiento sobre las condiciones bajo las cuales el aprendizaje puede ser más efectivo y evitar el fracaso, producto de procesos educativos equivocados o que no son los más adecuados y que se practican en la educación desde hace siglos. Si estas disciplinas se dedican al aprendizaje cerebral nos tendrían que hacer reflexionar sobre la mejora de la pedagogía y también de la pedagogía equivocada o de la pedagogía inútil, producto más de la intuición y la transmisión que de la investigación.

Y antes hablaba de no descubrir el que ya está descubierto. Cuando uno se introduce en la neurociencia se da cuenta que tampoco los educadores lo han hecho tan mal en muchos aspectos. La Pedagogía hace tiempo que sabe que los posibles efectos de la experiencia educativa sobre el desarrollo personal del alumnado están fuertemente condicionados, entre otros factores, por su competencia cognitiva general o por su nivel de desarrollo operativo. Y que los estadios de desarrollo intelectual, con fluctuaciones en los márgenes de edad, son bastante generalizables en su orden de aparición. A cada uno de los estadios de desarrollo corresponde una forma de organización mental, una estructura intelectual, que se traduce en unas determinadas posibilidades de razonamiento y de aprendizaje a partir de la experiencia.

Y, hoy en día, mediante la neurociencia, se nos dice que el cerebro nace con una herencia genética, pero que se hace con la experiencia epigenética y que es plástico (parece que la plasticidad es una de las características más excelentes del cerebro humano para posibilitar el aprendizaje). Se adapta a las situaciones cambiantes y a los desafíos de la existencia, pero, al mismo tiempo, da forma a nuestra vida a escoger nuevas conductas, experiencias, emociones y vivencias. Y confirma el que siempre hemos ido observando y comprobante en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Hace tiempo sabemos y aplicamos que el que le pasa a la infancia o adolescencia no es únicamente el que se ve de su comportamiento, sino el que le rodea que le provoca este comportamiento. La Pedagogía le ha ido diciendo atención a la diversidad e inclusión, sin dejar de banda la importancia del contexto en la educación de los seres humanos. Cuando en la Pedagogía del siglo XX entró como ideas fuerza la diversidad y el contexto, hubo un cambio paradigmático de la forma de ver los procesos educativos. Y en esto se está todavía actualmente.

Nos dicen que la anatomía del cerebro es inmensamente compleja, y todavía no se conocen bien las estructuras y las interconexiones de sus numerosas partes. Y esto pasa también en los procesos educativos que también son muy complejos y más en la realidad del siglo XXI, donde los cambios sociales han sido vertiginosos. Bienvenida sea toda disciplina y toda obra que aporte conocimientos para mejorar la educación de la humanidad y no si sólo lo hacen para mejorar las entradas presupuestarias de los autores o de las empresas.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/05/30/neuropedagogia-neuroeducacion-moda-o-realidad/

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Andragogía y Ergología

Por: DCE. Flavio de Jesús Castillo Silva

doctor.flaviocastillo@gmail.com

Mayo, 2108

Resumen

            El ser humano en su propia evolución ha logrado avances científicos y tecnológicos que le han beneficiado y se produce un círculo virtuoso. En este artículo se hace una aproximación a la revisión y aplicación de la Ergología, referida por el Dr. Adam en su libro de Andragogía de 1977, asimismo, se menciona el término acuñado por el mismo Dr. Adam de “educación permanente” y el actual concepto de “educación a lo largo de la vida” reconocido por la UNESCO.

Palabras clave: Andragogía, Trayecto formativo, procesos formativos, Ergología.

Introducción

            El hombre de la actualidad ha rebasado en creces su aspiración al perfeccionamiento profesional y laboral motivado por diferentes circunstancias, desde completar su plan de vida hasta aspirar a ascensos que le permitan a su vez mejorar su calidad de vida. La Andragogía en este artículo, se alía a la Ergología para que se pueda atender de manera eficaz los trayectos formativos en las organizaciones en sus tres fases: (a) bienvenida e inducción; (b) desarrollo de habilidades o competencias y (c) retiro laboral. El presente artículo tiene la finalidad implícita de presentar a la Ergología y su uso dentro de las organizaciones.

Desarrollo

            Como hecho andragógico, se puede decir que “el adulto es un ser biológico desarrollado en lo físico, en lo psíquico, en lo ergológico y en lo social capaz de actuar con autonomía […] y decide sobre su propio destino (Adam, 1977, p. 43) y que en la funcionalidad del hecho andragógico se fundamenta en: “(a) existe el adulto como realidad bio-psicosocial y ergológica, (b) […] es susceptible de educabilidad durante toda su vida [… y] (c) la sociedad exige para su propia supervivencia y desarrollo educar a sus miembros” (Adam, 1977, p. 46).

            En el prólogo del libro de Andragogía del Dr. Adam (1977), Juvenal de Vega y Relea (el prologuista), mencionó que al Dr. Adam es quien se debe la adopción del término “educación permanente” que sustituyó a la de “educación continua” y que, desde la conferencia de Montreal en 1960, se adoptó como educación a lo largo de la vida (long-life learning).

            Este concepto incluye a todos los seres humanos, desde edades infantiles hasta adultos, aunque realmente va más encaminado hacia procesos formativos inconclusos, postergados o nuevos de los adultos quiénes generalmente están inmersos en el ámbito laboral, “…si bien es cierto que la formación permanente sigue siendo una idea esencial de finales del siglo XX, es necesario inscribirla, más allá de una simple adaptación al empleo, en la concepción más amplia de una educación a lo largo de toda la vida, concebida como la condición de un desarrollo armonioso y continuo de la persona” (UNESCO, 1996 citado por Guerrero, 2003, p. 2), asimismo, aunque se asocie directamente al ámbito laboral, realmente el concepto de educación a lo largo de la vida es mucho más vasta en opciones de aplicabilidad.

            La oferta en la educación formal, la que emana de las instituciones educativas, promueve el desarrollo de las personas que adentrándose en procesos formativos universitarios los lleva a convertirse en profesionistas y posteriormente con los posgrados van conformando a los expertos de las diferentes áreas del conocimiento, de alguna manera podemos afirmar que aún con sus particularidades, esta educación cuenta con un camino ya trazado, tal vez en algún momento se tenga que hacer un trabajo de diseño curricular para actualizarla o sustituirla, ya que como todo producto o servicio, se verá sujeto a lo que indica la matriz de crecimiento-participación (BCG por sus siglas en inglés) en donde pasará de un estado “estrella” a “perro”.

En la parte de desarrollo de los procesos formativos, el error principal que sucede en las instituciones de educación superior (IES) es utilizar por desconocimiento o tradición procesos formativos basados en la Pedagogía, cuando debiese ser la Andragogía quien fundamente el quehacer aulístico, ya que ha apoyado a explicar el proceso de aprendizaje de los adultos y esto está sustentado en la segunda y tercera conferencia promovida por la UNESCO en 1960 y 1972 respectivamente, en la declaración del III Congreso Internacional de Andragogía realizado en la cd. De Mazatenango, Guatemala en este año, y dice al calce dice: “se exhorta a todas las universidades a utilizar la Andragogía por respeto a sus estudiantes, todos ellos adultos”.

            Para el caso de las organizaciones (empresas e instituciones como las de gobierno, religiosas y ONG) y ante millones de combinaciones que se puedan dar en términos de lo que se conoce comúnmente como “capacitación”, se tendrá que echar mano de la Ergología, quien tiene sus orígenes etimológicos ergo (ergon), significa trabajo y logos, significa palabra, tratado. Puede adoptar dos acepciones, “en el primero equivale a estudio general del trabajo, formado por el conjunto de ciencias, derivadas de otras ciencias principales de la cultura o de la naturaleza, que tienen por objeto el trabajo y lo estudian en sus distintos aspectos, cada una desde su propio punto de vista [como puede ser comportamiento organizacional, sociología, entre otras]” (Sierra, 2005), la ergología como ciencia del trabajo propiamente dicha, “…es una disciplina no general sino particular, que, utilizando o sirviéndose de todas las disciplinas que en su conjunto forman la ergología en sentido amplio, estudia científicamente el trabajo en sí, en cuanto a sus presupuestos, condiciones, organización, relaciones, desarrollo, rendimiento y valoración [v. gr. Ergonomía, Psicología Organizacional o Industrial, Formación, entre otros]” (op. cit.).

            Se sugiere el uso de la Ergología porque dentro de los procesos formativos que existen en las organizaciones y que corresponde a esta ciencia, éstas pueden dividirse en tres fases: (a) bienvenida e inducción a la organización; (b) desarrollo de habilidades o competencias (administrativas, directivas, de desarrollo humano, técnicas y especializadas) y (c) retiro laboral. Es muy común que las dos primeras fases sean atendidas por la mayoría de las organizaciones, sin embargo, pocas o casi nulas organizaciones han puesto atención en la tercera fase, asimismo, dependiendo del tamaño de la organización pueda ser que los trabajadores puedan estar décadas en la organización y desconozcan sus intereses personales ajenas a su labor diaria que en ocasiones se pueden encontrar expertos musicales, en jardinería, en carpintería y un largo etcétera.

Figura 1. Ciclo Ergológico.

            Entonces, el o los encargados del área de Recursos Humanos, deberán estar trabajando con un programa de trayectos formativos para tipos de trabajadores con temáticas relativas al mejor desempeño del trabajador y en la parte del desarrollo humano, de tal manera, que se minimicen efectos como conflictos, deficiencia en la comunicación, el síndrome del burnout o efectos del síndrome de Procusto que laceran los desempeños de los trabajadores más destacados, asimismo y sobre todo, para la asignación de nuevos directivos en la organización que no suceda el principio de Peter, aunque éste también puede suceder en mandos medios y operativos en la organización.

            Así, la importancia del encargado del área de Recursos Humanos ante las situaciones planteadas previamente consistirá en potencializar al capital humano con el que cuente la organización, con el paso del tiempo, la inversión hecha en ellos redundará en la producción en la organización.

            Actualmente, con el desarrollo de las tecnología de la información y comunicación (TIC), se ha multiplicado la oferta de procesos formativos presenciales y virtuales, mismos que se han estado consolidando dentro de las principales actividades económicas en los países e internacionalmente, diversas instituciones desde las IES hasta instituciones “patito” (de dudosa calidad), por diferentes medios se ofertan desde la reanudación del trayecto formativo escolar desde el nivel básico hasta postdoctorados, por otra parte en el ámbito laboral existen cientos de opciones para que el quien se interese pueda acceder a conocimientos que le permitan disfrutar mejor sus actividades y resultados o perfeccione su desempeño laboral.

         A manera de conclusión, se puede enunciar que las sociedades van cambiando debido a que sus integrantes ya no están pasivos, un gran porcentaje están yendo en fines de semana, otros en horarios diferentes al trabajo y también por internet, todos ellos sometidos a procesos formativos porque aspiran a ser mejores profesionistas o en su oficio o en su calidad de vida. La ergología que ha existido por años, que no ha sido considerada formalmente puede apoyar a la praxología andragógica, realizando efectivos procesos de detección de necesidades organizacionales y conducir a sus trabajadores a mejorar su rendimiento en la parte cúspide de su vida productiva y acompañarlos para el ocaso laboral. Dejo en el escrito la inquietud de explorar más para tener mejores perspectivas de desarrollo en nuestros futuros próximos.
Referencias

Adam, F. (1977). Andragogía. Caracas: UNESR.

Castillo, F. (2018). Andragogía. 2ª Ed. México: Instituto Multieducativo Latinoamericano.

Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro. París: Santillana-UNESCO.

Guerrero, C. (2003). Principales aportaciones de las conferencias internacionales de educación de adultos de la Unesco al campo de la formación ocupacional. Recuperado de: http://sid.usal.es/idocs/F8/ART10030/principalesaportaciones.pdf

Knowles, M. (2006). Andragogía. México: Alfaomega.

Sierra, R. (2005). Ergología. Recuperado de: http://www.mercaba.org/Rialp/E/ergologia.htm

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