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Qué es la educación STEAM: 5 ideas para transmitir a los niños

Por: Julieta Schulkin

El 65% de los niños que ingresan a la primaria hoy, trabajarán en empleos que aun no existen. Necesitarán nuevas habilidades en el siglo XXI para no quedar afuera del sistema.

En la década del 60, el matemático Seymourd Papert, uno de los creadores del lenguaje de programación Logo (y su emblemática tortuga), se adelantaba a su época. Hablaba de un futuro en donde los niños usarían las computadoras como instrumentos para aprender. ¿Un dispositivo personal que, por ejemplo, reemplazara al lápiz y al papel? Era ciencia ficción.

La gente se reía de Papert. Sin embargo, más de medio siglo después, sus predicciones se harían realidad.  Computadoras, tablets y smartphones se convertirían en aliados de la educación.

Segmour Papert uno de los creadores del lenguaje Logo.

Segmour Papert uno de los creadores del lenguaje Logo.

El cofundador -junto a Marvin Minsky, considerado el padre de la inteligencia artificial- del Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), desarrolló también uno de los primeros juguetes para niños con programación incorporada. Se trataba de los Lego-Logo, en la década del 80.

Papert le atribuía un rol clave en el desarrollo del pensamiento a los juegos infantiles con engranajes. Creó la teoría del construccionismo, que plantea que, a partir de la construcción de objetos o creaciones virtuales, los niños se empoderan y reciben aprendizajes profundos, que les brindan herramientas para resolver problemas nuevos.

Sin dudas, él, como otras mentes brillantes, fueron quienes marcaron las bases de la educación en Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemática, o STEM, por sus siglas en inglés. Y con el paso del tiempo, se sumó una «A», de Arte, convirtiéndose en STEAM.

«STEM es un horizonte para avanzar. Se propone hacer proyectos integrados entre ciencia, tecnología y matemática con la idea de que comparten un tronco común de pensamiento que nos prepara para la vida, que es el pensamiento lógico y racional, pero a la vez creativo, de resolución de problemas, trabajando con otros», señala a Infobae la bióloga y educadora Melina Furman, autora del libro «Educar mente brillantes: la formación del pensamiento científico y tecnológico en la infancia«.

Furman continúa: «La ´A´ de STEAM viene más por el lado del diseño. La resolución de problemas con tecnología, esta creación de productos, siempre tiene una dimensión más artística, que viene dada por pensar en el diseño. Entonces, muchos vienen a pensar cómo incorporar esta nueva dimensión creativa que tiene todo un proceso de búsqueda científica y tecnológica«.

Según señala la investigadora del CONICET, STEAM es un horizonte interesante para la Argentina, pero también lejano, teniendo en cuenta lo que sucede hoy en las aulas. «En jardín y primaria es más fácil incorporar STEAM a las escuelas», asegura Furman.

Durante el nivel inicial y también en la primaria, las maestras trabajan en proyectos STEAM, de forma integrada, con otras áreas. «En el secundario, ya se tienen que poner de acuerdo varios profesores para hacer un proyecto más articulado», señala la investigadora.

STEAM, la nueva fuerza de trabajo

De acuerdo a los informes publicados por el Foro Económico Mundial, se estima que el 65% de los niños que hoy ingresa a las escuelas primarias, trabajará en empleos que aun no existen. Este futuro deberá ser guiado por STEAM.

«Si consideramos las habilidades del siglo XXI, el futuro de la fuerza de trabajo, hay dos corrientes y argumentos pedagógicos principales. Por un lado, las habilidades blandas y la empatía. Y por el otro, STEM», expresa a Infobae la chilena Komal Dadlani, CEO y cofundadora de lab4u.co.

Desde  la compañía situada en San Francisco, California, crearon Lab4Physics. Es una app móvil para profesores y estudiantes de Física que les permite usar sus teléfonos o tablets como instrumentos científicos de laboratorio, llevando a cabo experimentos desde sus dispositivos.

«Hoy tenemos una ´crisis de aprendizaje´. Sin aprendizaje, la educación no cumplirá su promesa de eliminar la pobreza extrema y crear oportunidades y prosperidad compartidas para todos. Incluso después de varios años en la escuela, millones de niños no pueden leer, escribir o hacer matemáticas y ciencias básicas», señala Dadlani.

Según la emprendedora, la crisis de aprendizaje está ampliando las brechas sociales, en lugar de reducirlas. «Éste no es solo un problema de Chile o América Latina, en donde el 88% de las escuelas no tiene laboratorios. Los profesores necesitan ayuda y los estudiantes no están motivados, es un problema global», asegura.

«Los países latinoamericanos estamos al final en el Ranking PISA (Programa Internacional para la Evaluación de los Estudiantes) en Ciencias», finaliza.

Hacer, la base STEAM

La clave de la educación STEAM son los espacios maker, para crear. «No necesariamente son tecnologías digitales, sino también analógicas. Se pueden usar, por ejemplo, martillos o clavos. La idea es aprender haciendo, poner a los chicos en el lugar de hacedores», explica Furman.

A partir de cada proyecto, se trabajan contenidos de matemática, como medición, estimación, cálculos, fracciones o porcentajes, en un contexto auténtico. «Depende en realidad de cada proyecto, no es que todos los proyectos trabajan todo», agrega Furman.

5 ideas STEAM para el hogar

Conectados a un dispositivo o con modo analógico, presentamos propuestas para transmitir la educación STEAM a los niños. El secreto es comenzar a pensar cómo lo haremos.

¿Cuál es el objetivo? ¿Qué estamos aprendiendo? ¿Para qué lo hacemos? No será solo un trabajo con las manos, sino que estará acompañado de un trabajo cognitivo.

Un clásico: aprender a programar

(Kano)

(Kano)

Existen lenguajes de programación dirigidos a niños como el Scratch, desarrollado por el MIT. Asimismo, el sitio argentino pilasbloques.program.ar enseña a los más chicos a programar, con diferentes niveles de dificultad.

«Es importante compartir actividades en familia que supongan programación e interacción con plataformas intuitivas y amigables. Además, cada vez es más frecuente encontrar, a costo razonable, pequeños kits con Arduino (placas programables de código abierto)», señala María Graciela Nogues Porro, Jefa de Educación de Fundación Telefónica de Argentina, donde cuentan con espacios orientados al desarrollo STEAM.

Visualizador de sonidos

Desde Klink, un proyecto STEAM, que incluye, por ejemplo, pequeños bloques que se conectan entre sí para armar circuitos de música y sonido (como «Legos del sonido»), proponen una experiencia sonora.

Se construye con una lata, un globo, un CD viejo y un puntero láser. Es posible descargar la guía de armado en la sección «Quiero aprender» de su sitio. A partir de esta actividad, se estimulan habilidades de construcción, diseño y resolución de problemas complementados con nociones de física.

Laberinto de bolitas

Es un laberinto que se hace de forma sencilla, con cajas y sorbetes. Funciona a través de la fuerza de gravedad. Estimula habilidades de construcción, diseño y resolución de problemas complementados con nociones de física.

Vibrabot, un robot-autito

Es posible construir un robot con un motor de un auto de juguete antiguo. Se necesitan también un par de pilas y un vaso de plástico. Se estimulan habilidades de construcción, resolución de problemas y diseño. Se aprenden nociones de circuitos eléctricos y mecánica.

Luz en los objetos

«Más que promover las disciplinas STEAM en el hogar, nosotros proponemos promover el trabajo artístico-tecnológico entre madres, padres e hijos, donde el ojo este puesto en el proceso del desarrollo y no solamente en el objeto final», dice Laura Nieves, artista y diseñadora, cofundadora de Espacio Nixso, donde brindan talleres abiertos de arte, ciencia y tecnología.

Nieves propone, a partir de la utilización de una lámpara LED de 3V («Se consiguen en varias ferreterías o podemos rescatarlas de algún juguete viejo», señala) y una pila botón de 3V, armar una pequeña lámpara.

Niños con lámparas creadas por ellos en el Espacio Nixso.

Niños con lámparas creadas por ellos en el Espacio Nixso.

Con un envase de yogurt, botella pequeña de gaseosa o con un Origami hecho de papel, es posible crear una lámpara.

Fuente del Artículo:

https://www.infobae.com/tecno/2018/05/27/que-es-la-educacion-steam-5-ideas-para-transmitir-a-los-ninos/

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Striking Teachers Beat Back Neoliberalism’s War on Public Schools

Dr. Henry Giroux

Thousands of teachers and students are walking out of schools, marching in the streets, and raising their hands and signs in protest against the war on education. Most recently, South Carolina has joined the wave of teachers’ protests and strikes taking place across the nation. In the age of illiberal democracy and the growing fascism of the Trump administration, the unimaginable has once again become imaginable as teachers inspired and energized by a dynamic willingness to fight for their rights and the rights of their students are exercising bold expressions of political power. The power of collective resistance is being mounted in full force against a neoliberal logic that unabashedly insists that the rule of the market is more important than the needs of teachers, students, young people, the poor and those deemed disposable by those with power in our society. Teachers are tired of being relentless victims of a casino capitalism in which they and their students are treated with little respect, dignity and value. They have had enough with corrupt politicians, hedge fund managers and civically illiterate pundits seduced by the power of the corporate and political demagogues who are waging a war on critical teaching, critical pedagogy and the creativity and autonomy of classroom teachers.

Since the 1980s, an extreme form of capitalism — or what in the current moment I want to call neoliberal fascism — has waged a war against public education and all vestiges of the common good and social contract. In addition, this is a war rooted in class and gender discrimination — one that deskills teachers, exploits their labor and bears down particularly hard on women, who make up a dominant segment of the teaching force. In doing so, it not only undermines schooling as a public good, but also weaponizes and weakens the formative cultures, values and social relations that enable schools to create the conditions for students to become critical and engaged citizens.

Schools have been underfunded, increasingly privatized and turned into testing factories that deliver poor students of color to the violence of the school-to-prison pipeline. Moreover, they have also been restructured in order to weaken unions, subject teachers to horrendous working conditions and expose students to overcrowded classrooms. In some cases, the dire working environment and dilapidated conditions of schools and classrooms appear incomprehensible in the richest nation in the world. For instance, as South Carolina teachers go on strike, Hiram Lee reports:

The average salary stands at $10,000 below the national average, while the minimum starting salary is only $30,113 a year…. Working conditions are extremely poor. [In one instance] raw sewage mixed with worms and insects flowed into the hallways of Ridgeland Elementary in Jasper County, where it was tracked into classrooms by students. In other schools, holes in the floors of some classrooms allowed students to see into the classrooms below them. Teachers used old rags and sandbags to prevent a flood of rainwater coming in through cracks in the walls. Libraries were filled with shockingly few books, and those on hand were so outdated that one teacher recalled finding a book that predicted, «One day man will land on the moon.»

What the South Carolina mobilization and the other teacher walkouts across the nation suggest is that these expressions of collective resistance are about both the survival of democracy in Trump’s America and a challenge to the commanding institutions and organizing ideals and principles that make it possible.

The Reclamation of Education as a Public Good

Fortunately, teachers, students, progressive social movements and others are rising up, refusing to be written out of the script of a potentially radical democracy.

Yet, what has often been lost on those who have courageously charted this growing assault on democracy is perhaps its most debilitating legacy: the long-standing and mutually reinforcing attacks on both public education and young people. Such attacks are not new; rather, they have simply intensified under the Trump administration. As a war culture has started organizing all aspects of society, schools have transformed into zones of economic and political abandonment. Increasingly modeled after prisons, schools have become subject to pedagogies of oppression and purged of the experiences, values and creativity necessary for students to expand and deepen their knowledge, values and imagination. Moreover, as state and corporate violence engulfs the entire society, schools have been subject to forms of extreme violence that in the past existed exclusively outside of their doors. Under such circumstances, youth are increasingly viewed as suspects and are targeted both by a gun culture that places profits above student lives and by a neoliberal machinery of cruelty, misery and violence dedicated to widespread educational failure. Instead of imbibing students with a sense of ethical and social responsibility while preparing them for a life of social and economic mobility, public schools have been converted into high-tech security spheres whose defining principles are fear, uncertainty and anxiety. In this view, a corporate vision of the US has reduced the culture of schooling to the culture of business and an armed camp, and in doing so, imposed a real and symbolic threat of violence on schools, teachers and students. As such, thinking has become the enemy of freedom, and profits have become more important than human lives.

Today’s teachers and students are facing not only a crisis of schooling but also a crisis of education.

Public schools are at the center of the manufactured breakdown of the fabric of everyday life. They are under attack not because they are failing, but because they are public — a reminder of the centrality of the role they play in making good on the claim that critically literate citizens are indispensable to a vibrant democracy. Moreover, they symbolize the centrality of education as a right and public good whose mission is to enable young people to exercise those modes of leadership and governance in which «they can become fully free to claim their moral and political agency.»

Rejecting the idea that education is a commodity to be bought and sold, teachers and students across the country are reclaiming education as a public good and a human right, a protective space that should be free of violence, and open to critical teaching and learning. Not only is it a place to think, engage in critical dialogue, encourage human potential and contribute to the vibrancy of a democratic polity, it is also a place in which the social flourishes, in that students and teachers learn to think and act together.

Under the current era of neoliberal fascism, education is especially dangerous when it does the bridging work between schools and the wider society, between the self and others, and allows students to translate private troubles into broader systemic considerations. Schools are dangerous because they exemplify Richard J. Bernstein’s idea in The Abuse of Evil that «democracy is ‘a way of life,’ an ethical ideal that demands active and constant attention. And if we fail to work at creating and re-creating democracy, there is no guarantee that it will survive.»

How the Current Crisis in Education Emerged

Insisting on the right to teach, the right to learn and the right to view schools as a valued public good historically have been radical acts. How did we get to this present moment? Under the regime of neoliberalism, deindustrialization, the tax revolt of the 1970s, and the increasing attack on the social contract and welfare state imposed new burdens on public education at the end of the 20th and the beginning of the 21st centuries.

Schools were increasingly underfunded as inner cities descended into poverty, class sizes increased, poor students dropped out, and schools became more segregated by class and race. Teachers were increasingly deskilled and lost control over the conditions of their labor as lifeless accountability schemes and mind-numbing testing regimes were passed off as reform initiatives under the Bush, Clinton and Obama administrations.

Once the teachers realized that the terrible conditions under which they worked were commonplace they were ready to act regardless of whether they had the support of their unions.

These reforms, while allegedly appealing to educational ideals, especially the assumption that they would help economically underprivileged students, did just the opposite and turned schools largely into imagination-crushing citadels of boredom and conformity. President Bush’s educational policy, the No Child Left Behind Act of 2001, which did a great deal to leave many children behind, was followed by Obama’s policy titled Race to the Top. Unfortunately, Obama simply provided more of the same dead-end approaches to education that had damaged public education for decades.

What is different under the Trump administration is that today’s teachers and students are facing not only a crisis of schooling but also a crisis of education. Trump is upfront in stating without apology that he loves both the uneducated and being uneducated. Not only does he disparage any display of critical intelligence — whether in the critical media, courts or online culture — he has made it clear with his education secretary choice, Betsy DeVos, the billionaire and utterly clueless charter school advocate, that he holds the very notion of public education as a crucial democratic public sphere in low regard.

In a meeting with 2018 teachers of the year, DeVos stuck to her anti-public school, anti-teacher script by stating that she hoped that teachers «would take their disagreements and solve them not at the expense of kids and their opportunity to go to school and learn.» In part, this is code for a broader narrative in which conservatives and liberals for years have been blaming teachers exclusively for students who drop out of school, end up in the criminal legal system, perform poorly academically and distrust authority, among other issues. As if such failures are entirely the fault of teachers, regardless of the defunding of schools, the rise of overcrowded classrooms, the increase in widespread poverty, the starving of the public sector, accelerated attacks on public servants, the transformation of cities into ghost towns, the smashing of teacher unions and the creation of labor conditions for teachers that are nothing short of deplorable. No surprises here. DeVos appears to have a penchant for reaching for the low-hanging rhetorical fruit when it comes to commenting on public schools, teachers and students.

The ideological assault against public schools, teachers and students is now in full force thanks to an alliance among big corporations, billionaires such as the Koch brothers, conservative foundations, business lobbying groups such as the American Legislative Exchange Council (ALEC) and the Trump administration. This alliance seeks to privatize public schools, increase tax breaks for the rich (depriving schools of essential revenue), substitute privately run charter schools for public schools, support voucher programs, cut public services, endorse online instruction and redefine public schools around issues of safety and security, further situating them as armed camps and extensions of the criminal legal system. The question here is why corporations, politicians, hedge fund managers and a horde of billionaires want to destroy public education and inflict irreparable harm on millions of children.

Gordon Lafer, a professor at the University of Oregon, has argued in his book, The One Percent Solution: How Corporations Are Remaking America One State at a Time that the US is a country in decline, characterized by a rise in economic inequality, families unable to support themselves, increased hardships for workers, the decline of social provisions, the evisceration of public goods, restricted voter rights, lowered employment standards, an ongoing attack on social safety nets and a dwindling middle-class. Lafer believes that the war on schools is rooted in a terrifying set of neoliberal policies and that big business is determined to dismantle public education. He argues that

big corporations are … worried … about how to protect themselves from the masses as they engineer rising economic inequality [and] they try to avoid a populist backlash … by lowering everybody’s expectations of what we have a right to demand as citizens…. When you think about what Americans think we have a right to, just by living here, it’s really pretty little. Most people don’t think you have a right to healthcare or a house. You don’t necessarily have a right to food and water. But people think you have a right to have your kids get a decent education.

Teachers Fight Back

Against the current frontal assault on public education and the rights of teachers and students, a new wave of opposition has developed around the nation’s schools that has provoked the public imagination and mobilized mass numbers of students, educators and the public at large. Teachers have been walking out, striking and demonstrating in states across the country. From the initial strike in West Virginia to demonstrations in Colorado, Kentucky, Arizona and North Carolina, and potentially other states including Louisiana, Nevada and South Carolina, teachers are protesting not only low salaries, but also related issues such as, school defunding (prompted by regressive tax measures designed to benefit the rich and corporations), overcrowded classrooms and rising health premiums.

The successful West Virginia strike was especially notable, Kate Aronoff argues, because it was one of the biggest «work actions in recent U.S. history, rebuffing austerity and, at points, even the wishes of their union leaders.» Teachers in West Virginia were under increasing attack by a GOP-controlled legislature and their Republican governor, billionaire coal baron Jim Justice, who colluded to force teachers to pay increasingly higher premiums for their health care, put up with large classes, and endure what Lynn Parramore has described as «increasingly unlivable conditions — including attempts to force them to record private details of their health daily on a wellness app … [while allowing] them no more than an annual 1% raise — effectively a pay cut considering inflation — in a state where teacher salaries ranked 48th lowest out of 50 states.»  At the end of a nine-day strike, they negotiated a 5 percent pay increase from the state.

Similar strikes followed in Oklahoma, Kentucky, Arizona and beyond. While all of these strikes addressed issues specific to their states, they shared a number of issues that revealed a broader attempt to undermine public education. In all of these states, teachers made paltry wages «nearly $13,077 below the nationwide average of $58,353 and well below the nationwide high of New York at $79,152.» Many teachers had to work two or three extra jobs simply to be able to survive. In a number of cases, their pension plans were being weakened. Growing pay inequities stretch across two decades for most teachers as they «are contributing more and more toward health care and retirement costs as their pay falls further behind. Teacher pay (accounting for inflation) actually fell by $30 per week from 1996 to 2015, while pay for other college graduates increased by $124.»

There is a direct line between spending cuts for schools and a decrease in taxes for the rich and big corporations. In Oklahoma, taxes had not been raised since 1990, and in 2010 the Republican governor passed «huge breaks for the oil and gas companies» and in 2015 reduced the tax rate to 2 percent with the «cost to the state … estimated at $300 to $400 million per year.» Schools were shockingly underfunded and the consequences for both teachers and students have been devastating. Eric Blanc observes that:

Since 2008, per-pupil instructional funding has been cut by 28 percent — by far the worst reduction in the whole country. As a result, a fifth of Oklahoma’s school districts have been forced to reduce the school week to four days. Textbooks are scarce and scandalously out of date. Innumerable arts, languages, and sports courses or programs have been eliminated. Class sizes are enormous…. Many of Oklahoma’s 695,000 students are obliged to sit on the floor in class.

Meanwhile, Mike Elk reports that the Oklahoma Education Association released a statement saying: «Over a decade of neglect by the legislature has given our students broken chairs in classrooms, outdated textbooks that are duct-taped together, four-day school weeks, classes that have exploded in size and teachers who have been forced to donate plasma, work multiple jobs and go to food pantries to provide for their families.»

All of the states engaged in wildcat strikes, demonstrations and protests have been subject to similar toxic austerity measures that have come to characterize a neoliberal economy. Once the teachers realized that the terrible conditions under which they worked were commonplace in other schools and states and that many other teachers had reached a boiling point, they were ready to act regardless of whether they had the support of their unions. This was another important thread running through demonstrations. The strikes were not initiated by the leadership in the unions, and when they did act, they were too slow to be consequential. As working conditions for teachers deteriorated and the assault on public schools reached fever pitch, teachers bypassed their unions while using social media to speak to other teachers, communicate across national boundaries and educate a wider public.

The striking teachers hopefully will make clear that there is no contradiction between the struggle for quality public schools and fighting other injustices.

In spite of a number of attacks by conservative politicians such as Kentucky Gov. Matt Bevin, who stated that teachers were displaying «a thug mentality,» the striking teachers gained broad popular support. It is hard to miss the irony here of the neoliberal apostles of austerity labeling teachers as losers, given that many teachers have extra jobs to support themselves and use their own money to provide books, basic resources and in some cases, even toilet paper for their students. Recent findings by the National Center of Educational Statistics show that 94 percent of teachers pay out of their own pockets for school supplies — such as notebooks, pens and paper — which amounts on average to $480 annually. The real losers are the politicians who defund public schools, deskill teachers, force students to put up with repressive test-taking pedagogies «while whittling away at [teacher] salaries, supplies, tenure arrangements, and other union protections … lengthening teaching hours, [and] reducing vital prep periods.» This is a neoliberal script for the social abandonment of public goods, the termination of the democratic ethos and the precondition for the rise of an American version of fascism. What is particularly promising about these widespread protest movements is that they have the potential to move public consciousness toward a wide-ranging recognition in which the assaults on public schooling will be understood as part of a larger war on schools, on youth, and on the very possibility of teaching and learning, and that these struggles cannot be separated.

The use of the social media by the teachers was particularly effective in getting their message out. Individual teachers talked publicly about having to donate blood, visit food pantries and teach with textbooks that were 10 years old. Images of broken chairs and desks, along with rodents infesting classrooms, and students complaining about books that were held together with tape offered a compelling visual archive of not only dilapidated schools, impoverished classrooms and overburdened students, but also a political system in which Republican governors and legislators were willing to implement economic policies that slashed the taxes of the rich and big corporations at the expense of public schools, teachers and students.

Arizona is another case in point: Not only does it have abysmal teacher pay, it is also a state that lacks collective bargaining rights. Debbie Weingarten offers a succinct summary of the effects of budget cuts on Arizona schools, teachers and students:

During the Recession, the Arizona state legislature cut $1.5 million from public schools, more than any other state, leaving Arizona schools more than $1 billion short of 2008 funding…. Arizona currently ranks 49th in the country for high school teacher pay and 50th for elementary school teacher pay. When adjusted for inflation, teacher wages have declined more than 10 percent since 2001. Per-student spending in Arizona amounts to $7,205, compared with the national average of $11,392. There are currently 3,400 classrooms in Arizona without trained or certified teachers, and the state has over 2,000 teacher vacancies.

Arizona teachers ended their strike after a six-day walkout, and while they did not get everything they demanded, the state gave them a «20 percent raise by 2020 and investing an additional $138 million in schools.» Most importantly, the Arizona teacher strike — along with other strikes and teacher walkouts — proved not only the power of organized labor prompted by the radical initiatives of teachers willing to fight for their rights even if the unions do not support them, but also the growing support of a public unwilling to allow neoliberal fascism destroy all vestiges of the public good, especially schools. As Jane McAlevey observes:

Remarkably, these strikes have garnered overwhelming support from the public, despite years of well-funded attacks on teachers’ unions. In a recent NPR/Ipsos poll, just one in four respondents said they think teachers are paid enough, and three-quarters said teachers have the right to strike. Remarkably, this support cut across party lines. «Two thirds of Republicans, three-quarters of independents and nearly 9 in 10 Democrats» support the teachers’ right to strike, the poll showed.

Protests against the gutting of teacher salaries, pensions and health care benefits are not simply about school budgets. They are also about a larger politics in which big corporations and the financial elite have waged a war on democracy and instituted polices that produce a massive redistribution of wealth upward into the hands of the ruling elite. Energized young people and teachers are creating a new optics for both change and the future.

A Mass Movement to Resist Neoliberalism

The teacher strikes and walkouts point to a grassroots movement that will no longer allow the apostles of neoliberalism, the Republican and Democratic parties, and the financial elite to ruthlessly take apart public education. Implicit in the current walkouts and strikes is the necessity of such groups to learn from each other, share power and work to create a mass-based social movement. This type of social formation is all the more crucial given that no one movement or group organized around singular issues can defeat the prevailing concentrated economic and political forces of casino capitalism. Given the public support the striking teachers have received, it is crucial that such a struggle connect the struggle over schools to a broader struggle that appeals to parents who still view public schooling as one of the few avenues their children have for economic and social mobility. At the same time, it is crucial for the striking teachers to make the case to a larger public that without a quality and accessible public education system, the protective and crucial public spaces provided by a real democracy are endangered and could be lost.

Teachers, young people and others are creating both a new and potentially radical language for politics and educational reform. Given the authoritarian times in which we live, this language is desperately needed by a society facing an impending crisis of memory, agency and democracy. If American society is to offset the deeply anti-democratic populist revolt that has put a fascist government in power in the United States, progressives and others need a new language that connects the crisis of schooling to the crisis of democracy while at the same time rejecting the equation of capitalism and democracy. The attack on public schooling is symptomatic of a more profound crisis that involves the extension of market principles to every facet of power, culture and everyday life. Public schooling is under siege along with the values and social relations that give viable meaning to the common good, economic justice and democracy itself.

Striking teachers have recognized that any radical call for educational reform demands more than a call for salary increases, adequate pensions and school resources. Demands for radical educational reforms also necessitate what Martin Luther King Jr. once called a «revolution of values.»

This would suggest a radical reworking of the language of freedom, autonomy, equality and justice that refused to be articulated with the neoliberal spheres of privatization, consumer culture, deregulation, and a politics of terminal exclusion, disposability and the acceleration of the unwanted. Schools can no longer be viewed as zones of political, economic and social abandonment. The striking teachers across the nation are making clear that everyone has the right to live in both an educated society and a democracy, and that you cannot have one without the other. Hopefully, they can learn from past historical battles while leading the struggle to merge a number of different movements for a radical democracy. One option in doing so is to build support for what Michael Lerner has called developing a global Marshall Plan in order to redistribute wealth, build infrastructures, expand public goods, create the conditions for environmental responsibility, and eliminate the capitalist structural and economic conditions that prevent such movements, policies and investments from taking place.

The striking teachers hopefully will turn a moment into a movement, and in doing so, make clear that there is no contradiction between the struggle for quality public schools and fighting other injustices such as poverty, mass incarceration, unchecked inequality, massive student debt, systemic violence, escalating militarization of society and the war on the planet. Across the nation, teachers, students and other educators have demonstrated that democratic ideals, even under conditions of neoliberal tyranny and a dystopian mode of education, can be recognized, embraced and struggled over. Education is a symptom of a deeper, dangerous and more fundamental crisis that demands analyses and actions aimed at root causes. The brutal neoliberal fascism of the moment can only be defeated if teachers, young people and grassroots activists develop alliances and develop new topographies for addressing the root causes of the current brutal despotism and loss of faith in democratic institutions — that means a strong anti-capitalist movement.

The struggle over public education has ignited new modes of criticism that contain the potential to build a mass movement from the bottom up and translate single-issue demands into wider expectations for social change and alternative visions for a democratically socialist United States. Hopefully, this movement will continue to be guided by the kind of energy and insight that Ursula K. Le Guin once articulated: «We will not know our own injustice if we cannot imagine justice. We will not be free if we do not imagine freedom. We cannot demand that anyone try to attain justice and freedom who has not had a chance to imagine them as attainable.»

Source:

http://www.truth-out.org/news/item/44564-striking-teachers-beat-back-neoliberalism-s-war-on-public-schools

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¿Cómo deshacernos del doble que nos imponen a los docentes?

Por: Jorge Díaz Piña

“El tema que siempre ha obsesionado a Foucault es más bien el del doble. Pero el doble nunca es una proyección del interior, al contrario, es una interiorización del afuera”. (Deleuze, G. Foucault, 1987 p. 129)

“Todos tenemos un doble que vive en las antípodas, pero encontrarlo es muy difícil porque los dobles tienden siempre a efectuar el movimiento contrario”. (Repertorio del CD Tarres/Serrat de J.M. Serrat)

Si bien es cierto que el poder genera resistencia, como lo ha advertido Foucault (1985), no lo es menos que la resistencia puede sufrirse como angustia patológica cuando no se es consciente de sus causas, y la necesidad de encontrar sentido alternativo está bloqueada por la alienación socioestructural en el individuo de su competencia para atribuir sentido crítico a la inmediatez existencial de su vida.  En el ejercicio docente, por ejemplo, se inducen angustias con grado de patologías: angustias por el control, el poder y la identidad (Hargreaves, 1998), que forman parte de lo que se ha dado en llamar nebulosamente “el malestar docente”.  Patologías que registran recurrentemente los docentes que resienten (y por tanto, resisten inconscientemente) la precariedad del discurso escolar o pedagógico (Bernstein, 1990), que los presiona para que se identifiquen con regímenes de saber, de poder y de moral que se corresponden como causas morbosas con los tipos de angustias indicados.  Ello ocurre cuando no son condenados a vivir su ciclo de vida profesional bajo efectos evasivos de fuga racionalizadora como mecanismo de defensa del “yo”, evitando así conflictos desestabilizadores y cupabilizadores del “ello” (que busca satisfacerse sin inhibiciones) con el “superyó” (conformado por la conciencia moral, las idealizaciones y la auto-observación), y con la realidad institucional, para culminar el ciclo en amargura o serena indiferencia como lo demuestran las investigaciones narratológicas hechas al respecto (Huberman, 1998).

De allí que sea éticamente necesario indagar opciones que rechacen los discursos de poder sobre ellos (ya que no se trata de sustituir unos por otros), que obligan a los docentes a constituirse angustiosamente en copias de tipos idealizados de docentes (“imposición  de dobles” por la gubernamentalidad u otro-dominante) que promocionan manipuladoramente los poderes.  Opciones que cuestionen nuevas identificaciones alienantes y favorezcan la reproducción múltiple de la diversidad de sentidos libertarios.

En ese camino creemos que algunos contextos de investigación, de técnicas cualitativas semiohermenéuticas, podrían abrir opciones reales de deconstrucción crítica de las prácticas discursivas y no discursivas de poder, en la medida que pueden ser consideradas dispositivos semánticos/pragmáticos, asumiendo que lo semántico se refiere al “decir” y lo pragmático al “hacer”.

Ante las técnicas  de investigación hay que guardar prevención crítica pues no son neutras y pueden inducir consecuencias contraproducentes o adversas a las deseadas.  No obstante la anterior advertencia, en la medida que el lenguaje puede representar la mediación total de las experiencias del mundo y que el ser puede comprenderse mediante su interpretación hermenéutica, creemos que la “carencia ontológica” o la “incompletud de ser” en la mayoría de los  individuos, del impedimento socioestructural de atribuir sentido crítico por propia cuenta a los discursos y desde sí mismos al mundo, debido a su alienación, puede ser suplida por la voluntad de querer comprender (o “voluntad de poder” recordando el sentido nietzscheano en su filosofía de la voluntad), como lo indica Agís (2001), en su interpretación de la hermenéutica de Paul Ricoeur cuando señala: “Comprensión, discurso y ser forman una tríada de elementos inseparables que intervienen en la búsqueda de sentido de la realidad del hombre. Es el propio ser, que reflexiona desde su enajenación como sujeto crítico, el que quiere saber de sí… La noción de ‘ser’ para Ricoeur coincide con la de ‘ser interpretado’.  Siendo así, solo es posible dar razón del discurso humano a través de los signos, símbolos y, en general, del lenguaje humano” (pp. 93-94).  Esta carencia ontológica o incompletud de ser, así como la de ser interpretado, podemos relacionarla con la noción  de “inquietud de sí” que se define como la preocupación de ser en términos de Foucault (2009).

Compartimos con Morin (2000), que no hay simplicidad posible en el conocimiento del ser humano o de la sociedad y, por tanto, de sus discursos, textos, hablas, acciones y objetivaciones; y que para ello se requiere de un pensamiento complejo.  En esa dirección suscribimos a quienes proponen integrar, sin eclecticismos, las técnicas de investigación social para asumirlas desde el paradigma de la complejidad o complicación.  Dentro de esta perspectiva y retomando el hilo de la proposición hecha sobre el uso análogo de los contextos de investigación de algunas técnicas de investigación social, para propiciar formas de análisis de los discursos de poder que se ejercen renovadamente sobre los docentes, revisaremos escuetamente las dimensiones de las principales técnicas estructurales/dialécticas a las que se atribuye la condición de posibilidad desalienante de los individuos, en este caso docentes.  Con la finalidad de promover la superación de su alienación socioestructural respecto del sentido crítico.

Para ello hay que tener en cuenta que la naturaleza del objeto a recrear en el contexto de investigación, el discurso, determina la escogencia de las técnicas o prácticas de investigación a considerar.  De esta manera, la naturaleza social del discurso, –para nuestros efectos: discurso pedagógico/escolar o sus subdiscursos–, exige ser tratado semiohermenéuticamente de forma grupal; pues, la reproducción del discurso social para su análisis demanda la aparición de la presión semántica, y para esto es indispensable que surja una situación de interacción comunicativa o discursiva.  Esto conlleva a considerar tan solo dos técnicas: el Socioanálisis o Análisis Institucional y el Grupo de Discusión.  Al Socioanálisis se le clasifica en la perspectiva dialéctica, y al Grupo de Discusión en la perspectiva estructural. Sin embargo, la segunda es una degradación escalar de la primera.

Cuando afirmamos que nos ceñiremos tan solo a señalar las dimensiones de esas técnicas o prácticas de investigación grupal (de suyo están implícitos sus postulados epistemológicos y metodológicos que aquí, por razones de espacio, no podemos desplegar, al igual que la operacionalización de las técnicas mismas), tratamos únicamente de destacar sus potencialidades.  El Socioanálisis manifiesta todas las dimensiones del contexto existencial de una situación real o dada institucionalmente (por ejemplo, las que expresan todos o la mayoría de los docentes de una escuela en reuniones sistemáticas de análisis institucional), tanto en extensión (campo semántico/simbólico o de “lectura”), como en intensidad (campo pragmático/semiótico o de “escritura”).

El Grupo de Discusión, que no debe confundirse con el Grupo Focal, no es la expresión directa de un contexto existencial, sino indirecta de diversos contextos existenciales (por ejemplo, la conversación/discusión dirigida en torno a un tema prefijado de un grupo reducido de docentes que provienen todos de distintas escuelas, y se reúnen o encuentran ocasionalmente durante un breve lapso para cumplir una tarea hermenéutica); manifiesta toda la extensión pero limita la intensidad, es un decir sobre la acción, pero sin acción inmediata.

Ambas perspectivas investigativas difieren de las cuantitativas o distributivas (cuya técnica-prototipo es la encuesta estadística), en que estas son simplificadoras de la extensión y de la intensidad.  Su aplicación opcional dependerá de la correspondencia con un contexto existencial real de una institución o simulado por la guiada concurrencia ocasional y breve de quienes proceden de heterogéneos contextos situacionales. Las dos técnicas demandan una exigente preparación de quienes se desempeñen como asesores o analistas de grupos, en el marco de una dinámica que “tácticamente” aparece como asimétrica.

A lo largo de la conversación/discusión la transferencia al analista (un punto fijo exógeno), gira a transferencia al grupo (un punto fijo endógeno); y cuando la información producida y analizada es interpretada por el grupo (interpretar es comprenderse hermenéuticamente mediante el texto-discurso producido), este puede generar neguentropía: tensiones o energía que lo orienten, grupal e individualmente, hacia la búsqueda de nuevos equilibrios virtuales o estructuras disipativas.  Como lo evidenció Ilya Prigogine, la disipación de la energía en física puede producir otro orden que se manifiesta en nuevas formas de organización de la materia por reflejo o refracción de la energía, a las que ha dado el nombre de estructuras disipativas.  Así, de modo parecido, los grupos humanos, en tanto sistemas cruzados por flujos energéticos e informacionales, siendo por propia naturaleza auto-reflexivos, refractan energía que, como virtuales necesidades o pulsiones, pueden generar nuevas estructuras que, en lugar de sujetarlos alienadamente, podrían convertirlos en otro tipo de sujetos. Sujetos que por su cualificación ontológica, asumida hermenéuticamente,  pueden modificarse a sí mismos autopoiéticamente (Maturana y Varela, 2004), anulando de este modo al doble del otro-dominante en ellos, que ha sido evidenciado por la inquietud de sí y la objetivación de la presión semántica, a través del análisis de la exteriorización de su discurso de poder.

Referencias

Agís, M.  (2000).  El sentido del ser interpretado.  En Valdes, M. y otros. Con Paul Ricoeur: Indagaciones hermenéuticas.Caracas: Monte Ávila Editores.

Bernstein, B.  (1990). Poder, educación y conciencia.  Barcelona: Editorial El Roure.

Foucault, M.  (1985).   Historia de la sexualidad (I). La voluntad de saber.  México: Siglo XXI Editores.

_________  (2009).  La hermenéutica del sujeto.  Buenos Aires: Editorial FCE.

Hargreaves, A.  (1998).  Dimensiones subjetivas e institucionales de la formación docente.  En Birgin A. y otros (comps.) La formación docente. Buenos Aires: Editorial Troquel.

Huberman, M.  (1998).  Trabajando con narrativas biográficas.  En Hunter M. y  Egan, K.  (comps).  La narrativa en la enseñanza, el aprendizaje y la investigación. Buenos Aires: Editorial Amorrortu.

Maturana, H. y Varela, F. (2004). El árbol del conocimiento. Buenos Aires: Editorial Lumen-Humanitas.

Morin, E.  (2000).  Los siete saberes necesarios a la educación del futuro.  Caracas: Editorial FACES/UCV.

Correo: diazjorge47@gmail.com.

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Innovación educativa. Tenemos ingredientes, faltan recetas.

España / 27 de mayo de 2018 / Autor: Ángel Fidalgo / Fuente: Innovación Educativa

La innovación educativa se suele asociar a palabras como emoción, vocación, creatividad, compromiso, emprendimiento, cambio y mejora. Todas ellas definen los ingredientes principales que debe tener la innovación educativa, pero muchas veces el profesorado echa en falta la receta.

Los ingredientes y su calidad son clave para que obtengamos un buen producto; sin embargo, la receta, es decir, la cantidad a utilizar para cada  ingrediente, la forma de combinarlos, la secuencia y el tiempo a emplear son también fundamentales. Así pues, ingredientes y recetas son necesarios si deseamos cocinar con éxito. También son importantes las herramientas de cocina, aunque quizás no tanto como lo anterior. Una tortilla la podemos hacer con una sartén de última tecnología, pero tampoco queda mal si utilizamos la sartén que tenemos en casa desde hace 10 años.

A nadie que no sepa cómo cocinar un determinado plato se le ocurre ponerse en la cocina. Lo más probable es que le dedique mucho tiempo, utilice ingredientes de más, ensucie la cocina, rompa alguna herramienta y sobre todo, no será comestible el producto conseguido.

En innovación educativa solemos trabajar sin recetas, empleando mucho tiempo, esfuerzo, recursos y tecnologías para obtener un resultado incierto.

Así pues, mi recomendación es que antes de comenzar a realizar la innovación identifique tres cosas: los ingredientes (motivación personal y profesional en la realización de la innovación educativa), la receta (acciones concretas que va a realizar bien con su alumnado, bien con el contenido o bien con las metodologías) y las herramientas de cocina (TIC, productos, cuestionarios,…..) que le ayuden y faciliten la realización del proceso.

Lo bueno de las recetas es que nos sirven para tres cosas:

1.- Para planificar el proceso. Sabremos a lo que nos vamos a enfrentar, los conocimientos y habilidades requeridas, la funcionalidad de las tecnologías y el esfuerzo que nos va a llevar y el producto que vamos a obtener.

2.- Aplicar la innovación. El objetivo de la receta es guiarnos para obtener un buen producto. Por tanto, si la ejecutamos acabaremos obteniendo el producto deseado.

3.- Divulgar la innovación. Muchas veces es muy complicado intercambiar el producto deseado. A unas personas les gusta más la tortilla muy hecha, con cebolla, con menos patatas….Sin embargo, si se intercambia la receta podremos modificarla en base a nuestras necesidades específicas. Mejor intercambiar la receta que el producto.

Tenemos ingredientes, tenemos buenos cocineros y cocineras, tenemos la cocina (cloud-cocina), tenemos el comedor (las aulas) y tenemos los comensales (el alumnado). Lo tenemos todo, solo nos faltan las recetas.

Fuente del Artículo:

Innovación educativa. Tenemos ingredientes, faltan recetas.

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Juego de Nuños

México / 27 de mayo de 2018 / Autor: Alejandro Saldaña Rosas / Fuente: Rompeviento TV

Lo reitero. La educación es un asunto serio.

La educación no es un juego de Nuños.

Del TL de Héctor Díaz Polanco: @diazpol

El magnífico tuit de Héctor Díaz Polanco sintetiza con precisión la “política educativa” (por nombrarla de algún modo) del régimen de Peña Nieto. Articuladas en torno a la “Reforma Educativa” (que ni es reforma ni es educativa), las directrices hacia el sector son un muy mal trazado programa de ajuste laboral que expresa la violencia laboral de Estado en contra de los maestros. La educación es lo último que atiende la tal Reforma Educativa puesto que carece de proyecto pedagógico, de proyecto didáctico, de perspectivas cognitivas, de modelos epistemológicos, de teoría curricular, entre otros puntales básicos para transformar la educación. Se trata, simplemente, de evaluar autoritariamente a los maestros para poder despedirlos. Se trata, luego entonces, de violar el derecho humano al trabajo y el derecho a la libre organización porque la intención de Nuño, encomendada por Peña Nieto, es acabar con la CNTE.

Aurelio Nuño no sabe absolutamente nada de educación, como se puede apreciar en su biografía, pero seguramente conoce muy bien el sistema educativo que dirige (por así decirlo). Lo conoce porque la estructura institucional está atiborrada de funcionarios y asesores que le hacen llegar diagnósticos, informes, reportes, programas, evaluaciones. Inclusive quizás Nuño presuma de conocer a la educación en México porque ha visitado decenas o centenares de escuelas, ha platicado con directores y con padres de familia, con maestros rurales, con profesoras en zonas urbanas, seguramente hasta ha dialogado con niñas y niños, como lo muestran las fotos que suelen acompañar las notas de su oficina de prensa. Vamos, ha llegado al punto de arengar frente a niños y niñas de primaria en contra de López Obrador; por cierto el nombre de la escuela donde el niño Nuño hizo gala de su valentía es simbólico: escuela Carlos Hank González, en Toluca.

Concedamos que Nuño conoce el sistema educativo que encabeza. El problema no es que los informes, las evaluaciones o los reportes tengan deficiencias o sean insuficientes. El problema está en otra parte. El juego de Nuños que hace Aurelio con la educación pone de manifiesto su total y absoluta ceguera de clase. Nuño es fiel representante del gabinete de ciegos de clase de Peña Nieto. El país que pretenden gobernar existe solo en su imaginación. El país real, el México Profundo del que hablaba Guillermo Bonfil, es imposible que lo vean, que lo piensen, que lo sientan.

La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación nació hacia finales de la década de los setenta (1979); más o menos por los mismos años nació Aurelio Nuño (1977, según su ficha biográfica). Son contemporáneos, sin duda, pero una distancia abismal los separa. Es una distancia de clase, de género y de raza.

Nuño es hijo de los privilegios: “buenas familias”, “buenas escuelas”, “buenas relaciones”, “buenos trabajos”. Pertenece al México Imaginario, ese que durante más de 500 años de colonialismo y dominación patriarcal ha negado la civilización mesoamericana y ha tratado de acabar con ella mediante matanzas, discriminación, segregación, imposición de lengua y religión, sometimiento político, subordinación jurídica, exclusión social a través del despojo de tierras o de evaluaciones de “competencias”. Sin ambages ni medias tintas, se expresa con todo cinismo que los “docentes que no se sometan a prueba serán cesados” (http://www.jornada.unam.mx/2015/10/28/politica/015n1pol). Se trata de someter, de sojuzgar, de esclavizar. La misma historia de los últimos 526 años.

Nuño podrá conocer el sistema educativo mexicano (y eso está por verse) pero no tiene la mínima noción del significado que posee el magisterio como vía de inclusión social para miles, millones de personas que viven en condiciones de pobreza. Puede haber leído del tema (lo dudo) pero su condición de clase le ciega para ver que miles de personas, habitantes del México Profundo, durante generaciones han encontrado en la profesión docente la única posibilidad de ampliar sus horizontes de vida, de insertarse socialmente, de lograr prestigio y reconocimiento en sus familias y comunidades, de ganar un salario para alimentar y educar a sus hijos. Esa es la condición de los maestros y las maestras de Oaxaca, de Chiapas, de Tabasco, de Veracruz, de Michoacán, del México Profundo. Si no es el magisterio, solamente existe la migración como posibilidad de construir un proyecto de vida. O el narco, en tiempos más recientes. De esto nada sabe Nuño.

El problema con Nuño no es solo su ceguera, sino su criminal arrogancia. La represión en contra de la CNTE es insultante, indignante, canalla. Y evidencia que Nuño y su jefe de la Casa Blanca nada saben acerca de los movimientos sociales: piensan que encarcelando a los líderes, arremetiendo en medios de comunicación en contra de los maestros, golpeando y asesinando van a “vencer”. Su “cálculo político” (por llamarlo de alguna manera) es de tan corto plazo que suponen que doblegada la resistencia a fuerza de detenciones, balas de goma, gases lacrimógenos, salvajes golpizas, amenazas y despidos, lograrán en un par de meses, o de años, imponer su “Reforma Educativa”. No se han percatado que a cada golpe contra un maestro, atizan una indignación más entre la gente: la solidaridad con el magisterio está creciendo. No se han percatado, porque no pueden hacerlo debido a su ceguera de clase, a su petulancia colonialista, que el movimiento magisterial es una de las formas en que en los tiempos actuales se ha organizado la resistencia del México Profundo. Un México que lleva más de 500 años en lucha y no ha sido derrotado. Y puede luchar otros 500 años.

Aurelio Nuño es de la misma estirpe de Pedro de Alvarado, Cristóbal de Oñate y desde luego de Nuño de Guzmán, a quien Fray Bartolomé de las Casas se refería como “el gran tirano”. Los historiadores retratan a Nuño de Guzmán como un hombre sanguinario, cruel, ambicioso, de escasas luces para la política. Más de quinientos años después su tocayo de apellido hace honor a la estirpe. Tragedia de México: no hemos logrado salir del sangriento juego de Nuños.

Fuente del Artículo:

Juego de Nuños

Fuente de la Imagen:

Casi dos mil maestros en proceso de ser cesados: Aurelio Nuño Mayer

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Las bases de una nueva educación pública

Chile / 27 de mayo de 2018 / Autor: Domingo Bazán Campos / Fuente: Cooperativa 93.3 FM

A comienzos de los años setenta –para incredulidad de los más jóvenes- quienes hacían su enseñanza básica en una escuela privada sólo aspiraban a terminar su educación media en un liceo público, como una forma de asegurar una educación de mejor calidad, plural, laica y progresista, como se ha dado en defender. A fines de esa misma década las cosas ya se estaban invirtiendo, levantándose la imagen de que el futuro laboral y académico de los jóvenes liceanos era relativamente incierto y que la educación privada aseguraba más y mejores aprendizajes.

Ese cambio en las representaciones sociales sobre la calidad de la educación no estuvo exento de conflictos ni fue resultado de consenso social alguno, al contrario, fue impuesto con brutalidad por el gobierno militar en un proceso mayor de transformaciones sociales y políticas marcado por un deterioro de lo público, cuyo ícono fue un Estado de Bienestar declarado ineficiente, costoso, obsoleto y hegemónico.

Desde entonces, lo privado y las leyes del mercado alcanzaron el status de proyecto social mesiánico que llevaría a Chile a las puertas del desarrollo, a la libertad, a la modernización pendiente. Esos cambios forzados significaron, por cierto, dejar violentamente atrás un modelo de sociedad donde el bien común y la solidaridad tenían la forma de un intento inédito de revolución socialista y democrática.

Este mes, cuando estamos conociendo una parte de la “buena nueva” de la reforma educacional que incluye, entre otras, pasos hacia la gratuidad de la educación pública básica y media (el fin del co-pago), creación de nuevas universidades públicas, la creación de una nueva institucionalidad para administrar la educación pública (des-municipalización) y la eliminación de los mecanismos de selección en el ingreso a la escuela (que operan por factores de status adscritos y no adquiridos), las reacciones de los sectores conservadores suenan destempladas y alarmantes: “que se pretende estatizar la educación”… “que se quita opciones y libertad a la clase media”… “que es regresivo volver al pasado”.

En rigor, nadie vuelve al pasado porque no es simple desmontar lo que se instaló a fuego y dolor en la historia de Chile. Porque en democracia no cabe imponer a la fuerza y sin argumentos una representación favorable del Estado y su función social y docente, una visión que la dictadura puso bajo tierra y que la propia Concertación no ha podido defender coherentemente en sus cuatro gobiernos anteriores.

En verdad, nadie que quiera vivir la vida presente y futura desea volver al pasado sin razones de fondo. La Nueva Mayoría las tiene y profundas, llegó al poder a través de un compromiso ético y político con la ciudadanía en orden a hacer de la educación un derecho social, recuperando la tradición republicana de ofrecer una educación pública de calidad, gratuita y sin fines de lucro, llevando a cabo los cambios estructurales necesarios para garantizar a cada chileno y chilena una educación moderna, democrática, inclusiva, justa y respetuosa de las diferencias.

En este contexto, retomar un cierto rumbo de convicciones éticas y políticas es siempre importante, es coherente. Volver a las raíces de un sistema educativo que armoniza el interés privado con el interés público pero que releva y valora fundamentalmente una educación pública fortalecida y renovada parece ser justamente la mejor opción de calidad educativa para la mayor parte de los chilenos.

Esto no es “estatizar”, ni necesariamente “involucionar”, ni un mero deseo de “volver al pasado”, es sencillamente lo que la mayor parte de los chilenos quieren y necesitan. Se equivoca la derecha chilena, de hecho, cuando desea mantener un sistema educativo segregado y segregador, cuando quiere ser parte de un selecto grupo de países exitosos pero sin asegurar igualdad de oportunidades a todos los habitantes de este país.

Ante la perplejidad de muchos, el gobierno ha dado un paso concreto en este desafío, esto es, en resignificar la educación de calidad desde lo público, poniendo algunos cimientos para que este país avance en la (re)construcción de una extraviada educación pública.

Visto, así, con optimismo y voluntad de cambio –y pese a los lamentos de la derecha, que recién empiezan- el segundo semestre de este año debiera concentrarse en el fin al lucro en la educación superior y en la construcción de una carrera docente orientada a formar y estimular la existencia de profesores autónomos y críticos.

Ambos tópicos son centrales en el mejoramiento de la calidad de la educación, pero sólo el segundo tema implica entrar en el terreno social y pedagógico en que esta discusión debiera prontamente centrarse.

En ese sentido, es menester avanzar hacia el establecimiento de un acuerdo nacional en torno a las razones y contenidos para educar a niños, niñas y jóvenes en nuestro país, así como en cambios de la escuela como institución domesticadora (su estructura y función) y, sobre todo, en propiciar una discusión amplia y participativa de la educación que queremos con categorías auténticamente pedagógicas.

El entusiasmo de la opinión pública, en este escenario de anuncios y compromisos, da para creer razonablemente en que estamos en la antesala de la requerida transformación educacional, permite acoger también la frase del Ministro del ramo, “espero que mi nieta estudie en una escuela pública”. Nosotros agregamos, “siempre y cuando queramos nietos y nietas críticos, democráticos y solidarios”.

Fuente del Artículo:

http://blogs.cooperativa.cl/opinion/educacion/20140522120155/las-bases-de-una-nueva-educacion-publica/

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El significado de los nombres de los países

Por: Revista Semana

Canadá, Francia, Irán… conocemos sus nombres y los de todos los demás países, pero, ¿qué significan? ¿Cuál es «La tierra de los arios» y cuál es «La tierra de los feroces»?

Algunos son descriptivos, otros no dejan lugar a dudas y varios tienen distintas versiones. En cualquier caso, todos dicen algo del sitio al que denominan, y descubrirlo es interesante y divertido.

Son los nombres de los países, esos que decimos sin pensar, que aunque no sepamos qué significan evocan imágenes, sentimientos, aromas y sabores.

Pero, ¿sabe de dónde viene el nombre de España y por qué la llamaron así? ¿Puede ubicar en un mapa la Tierra de los arios y la Tierra de los hombres honestos?

Encuéntrelos en este mapamundi en el que están los nombres de todos los países traducidos al español.

Démosle la vuelta al mundo empezando por la región donde nacen los días.

Mapa Oceanía con nombres traducidosFoto: CREDIT CARD COMPARE vía BBC

Oceanía puede ser el continente más pequeño, pero sus diversos paisajes, desde selvas tropicales hasta volcanes y pastizales, han fascinado a la gente durante siglos.

Fueron los griegos a quienes se les ocurrió llamarle Terra Australis Incognita, que significa ‘Tierra desconocida del sur‘, cuando soñaban con tierras desconocidas en el hemisferio sur.

Samoa se traduce como ‘Centro sagrado‘, y la leyenda dice que fue allá donde el dios samoano Tagaloalagi del Cielo creó el mundo.

Nueva Zelandia tiene dos historias: el explorador holandés Abel Tasman la nombró en 1642 Staten Landt o la «Tierra del Estado», pues creyó que estaba conectada con la «Isla de los Estados» en el sur de Argentina.

Cuando los cartógrafos holandeses se dieron cuenta de que no era así, le cambiaron el nombre a Nova Zeelandia —en latín— y luego a Nieuw Zeeland —en holandés— porque les recordaba a la provincia holandesa de Zeeland que significa «la tierra del mar».

Pero para los maorí se llama Aotearoa, que quiere decir «La tierra de la larga nube blanca».

Pero quizás la más simpática de esta región es la isla Nauru, que en idioma naurano significa «Voy a la playa».Mapa Asia con nombres traducidosFoto: CREDIT CARD COMPARE vía BBC

Asia ocupa un tercio del área terrestre total del mundo y es el continente más poblado del planeta.

Su rica diversidad de cultura e historia se refleja en los nombres de sus países.

La dinastía Koryo gobernó su reino desde 935 hasta 1392 EC, supervisando un país que estaba formando sus propias tradiciones culturales. Ese país ahora se conoce como Corea, que se puede traducir como «alto y hermoso».

Otros nombres hablan sobre la geografía de la región.

El nombre de Irak se refiere a su ubicación a orillas de los ríos Eufrates y Tigris. Viene del árabe al-‘iraq, que se traduce como ‘al lado del agua‘.

La Tierra de los arios está en este continente. El nombre se deriva del antiguo persa aryanam, el plural de arya que significa noble, en el sentido de alta alcurnia. La tierra de aquellos de alta cuna es Irán.

¡Ah! Y es aquí donde queda Allá… ¿lo encontró? ¿No? Allá es Brunei.Mapa África con nombres traducidosFoto: CREDIT CARD COMPARE vía BBC

África es conocida como la cuna de la civilización, el lugar de donde proviene toda la vida humana.

Los nombres de sus países revelan una historia de las culturas indígenas y la colonización.

Malawi, por ejemplo, significa «Tierra de llamas», que se cree que refleja el hábito local de quemar hierba muerta para preparar la tierra para el cultivo.

Otros lugares hablan más de los que llegaron que de los que estaban.

El explorador portugués Fernando Poo recorrió del río Wouri en 1472, y encontró una gran cantidad de camarones en su viaje. Por ello, le puso el nombre de Rio dos Camarões, o río de los camarones, y al país se le conoce como Camerún.

 

Uno de los nombres más curiosos es el de Benín, que puede que se derive de los bini, los habitantes originales del lugar. Alternativamente, podría venir del yoruba Ile-ibinu, ‘Tierra de discusión‘, una posible referencia a una época en la que las tribus estaban en guerra.Mapa Europa con nombres traducidosFoto: CREDIT CARD COMPARE vía BBC

Europa tiene una larga historia de exploración, y muchos de los nombres de países reflejan las tierras y quienes los exploraron.

Francia toma su nombre de una coalición de tribus germánicas, los francos. El nombre Frank proviene de la antigua palabra alemana franka, que significa «feroz», convirtiendo a Francia en la tierra de los feroces.

Otros nombres indican los senderos que la gente solía utilizar para descubrir su mundo.

Noruega, por ejemplo, simplemente significa «el camino al norte‘, haciendo referencia a una antigua ruta vikinga.

¿Y España? La teoría más común es que se deriva de la palabra púnica Ispanihad que significa «la tierra de los conejos», pero también es cierto que la Roma antigua llamaba a la península ibérica «Hispania», que vendría de la palabra Hesperia (Εσπερ?α) que quiere decir «la tierra del occidente» o «la tierra del sol poniente».

Y es en este continente donde queda La tierra de la gente alta, Macedonia, que viene del antiguo griego mak —alto—, posiblemente describiendo a quienes vivían ahí.Mapa Norteamérica con nombres traducidosFoto: CREDIT CARD COMPARE vía BBC

Los nombres de países de América del Norte y Central cuentan una historia de colonización europea.

El nombre ‘América‘ en sí mismo proviene del explorador italiano Amerigo Vespucci, quien fue la primera persona en darse cuenta de que el continente era una masa de tierra separada y no en la costa este de Asia.

Era el ‘Nuevo Mundo‘, y estaba destinado a un período trágico de guerra y conflicto por la tierra.

México, colonizado por España, es la traducción simplificada al español del nombre náhuatl de la capital azteca, que se dice significa «En el ombligo de la luna».

Los exploradores españoles también llegaron a gran parte de Centroamérica y el Caribe, donde encontraron gemas como ‘La tierra junto al agua‘ y ‘El lugar de las granadas‘, conocidas como Nicaragua y Granada.

Mapa Sudamérica con nombres traducidosFoto: CREDIT CARD COMPARE vía BBC

América del Sur tiene algunos de los ecosistemas más diversos del planeta. También es el hogar del río más grande del mundo: el Amazonas. No debería sorprender, entonces, que muchos de los nombres de países reflejen esa abundancia de agua.

Guyana se deriva de un idioma indígena amerindio y significa «Tierra de muchas aguas», mientras que la vecina Venezuela lleva el nombre de la ciudad de los canales, «Pequeña Venecia».

Un nombre que llama la atención es «Rojo como una brasa».

Se refiere al color rojo de una madera utilizada para teñir textiles que los portugueses encontraron en Brasil. Su origen es la palabra celta barkino y que en español pasó a ser barcino, y luego brasil. A los árboles se les llama «Palo Brasil».

En el caso de Uruguay, hay varias versiones sobre el origen de su nombre.

Puede venir de uruguá, que en guaraní es una especie de caracol, e y, que significa agua o río. Entonces significaría Río de caracoles.

Otra teoría es que se refiere al urú, un ave parecido a la codorniz; y gua, que significa de, y esto unido a y sería Río del urú.

Dicen otros que es más general: Río de pájaros.

El poeta Juan Zorrilla de San Martín, por su parte, interpretó que el vocablo significa «río de los pájaros pintados».

El mapamundi con las traducciones literales de los países fue comisionado por la firma Credit Card Compare, realizado por NeoMam Studios, que también hizo las traducciones a español para BBC Mundo.

Contenido original en https://www.creditcardcompare.com.au/blog/world-map-literal-translation-country-names/

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/donde-queda-alla-y-la-tierra-de-la-gente-alta-el-significado-de-los-nombres-de-los-paises/565508

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