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Lógica femenina, política genuina

Por: Clara Vásquez Junquera.

“Puta barata podemita”, “Cállate, bonita, no tienes ni puta idea”, “Completamente analfabetas”, “Puta y mal follada”. Son ejemplos de los insultos que en los últimos meses han dirigido algunos periodistas y literatos a mujeres con cargos políticos. Este tipo de agresiones se ha dado en numerosas ocasiones. Sólo hay que recordar el famoso “Cada vez que le veo la cara y esos morritos pienso en lo mismo” que se lanzó contra Leire Pajín. Sin embargo, con el compromiso de las listas paritarias y formatos cremallera, que tanta alergia provocan en el Partido Popular, la verborrea machista ha alcanzado niveles alarmantes. Claro, nunca antes en este país habíamos visto tantas mujeres en puestos parlamentarios, alcaldías y listas políticas, y esta mayor presencia parece crispar a algunos.

Pero, ¿qué es lo que pone a estos hombres tan nerviosos, les hace perder los papeles y ofrecernos espectáculos bochornosos? Lo diré sin muchos rodeos: las prácticas de las mujeres gracias al asalto institucional introducen en la política una lógica femenina, es decir, otras formas de hacer, de habitar y de mirar lo común. Se atiende a lo singular; se pone en el centro de la responsabilidad política los cuidados, la cooperación, la empatía y liderazgos más flexibles y compartidos. No hablo de una lógica esencialista, no me malinterpreten, pero es de justicia señalar que históricamente las mujeres se han visto forzadas a poner en valor esas cuestiones. Tampoco se trata, por tanto, de una posición reactiva, refugiada en un afuera ideal. Estas mujeres han entrado en terreno político y están jugando con sus reglas tan bien o tan mal como los hombres, al tiempo que muchas de ellas abren una grieta: la de que en la pelea institucional no se puede eliminar la diferencia y la diversidad.

Me viene a la cabeza Clara Serra, diputada de la Asamblea de Madrid, cuando defiende con agallas lo que el feminismo puede aportar a nuestra sociedad o participa en una charla sobre porno, deseo y feminismo para dialogar y abrir preguntas en vez de ofrecer fórmulas mágicas. O Ada Colau interrumpiendo, estremecida, su intervención porque no encuentra palabras con las que nombrar el horror de los refugiados sirios, para acto seguido reponerse y afirmar con fuerza: “Se puede y se debe tener instituciones a la altura de una ciudadanía generosa que se deja la piel en demostrar que la humanidad y la vida pueden estar en el centro de nuestras ciudades y dejar atrás la especulación, la competitividad y la mentira”.

Estos gestos, y tantos otros, producen fisuras en la narración cerrada con la que hasta ahora nos decían cuál era la forma (machista) de hacer política. Y es que ustedes, señores, se aferran a un sentido totalitario y segregacionista, desde el que quieren marcar qué es ser mujer, e incluso hombre, un único modelo de familia, de amar y relacionarse. Ante la entrada de la alteridad que les interroga y abre espacios nuevos desde los que construir sentidos compartidos, se sienten amenazados y se revuelven como animales heridos para atacar desde sus tribunas públicas. Háganselo mirar o mentalícense, porque la irrupción de la lógica femenina es política genuina, la que la mayoría queremos. Ya lo dijo Teresa Rodríguez: igual, los que no tienen ni puta idea son ellos. O quizás sí, y por eso están desesperados: la política se está feminizando.

*Publicado en eldiario.es, el  8 de junio de 2016

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La apuesta por otros modos posibles de pensar y habitar la vida

Ecoportal

Apostar por la vida es, en el planteo de Enrique Leff, “un giro en la voluntad de dominio sobre la naturaleza y de los otros, hacia la voluntad de poder querer la vida” que implica repensar y refundar nuestra humanidad posible y nuestros modos de morar en el mundo. Una pregunta recorre e inquieta nuestra lectura: ¿Tendremos, como humanidad, la imaginación sociológica para deconstruir la racionalidad insustentable y crear otra racionalidad posible?’

Revisión del libro “La apuesta por la vida. Imaginación sociológica e imaginarios sociales en los territoriosambientales del Sur.” de Enrique Leff (2014)

“(…) demasiada luz ciega. Los pueblos expuestos a la reiteración estereotipada de las imágenes son también pueblos expuestos a desaparecer.” (Didi Huberman, 2014, 14)

Apostar por la vida es, en el planteo de Enrique Leff, “un giro en la voluntad de dominio sobre la naturaleza y de los otros, hacia la voluntad de poder querer la vida” (3) que implica repensar y refundar nuestra humanidad posible y nuestros modos de morar en el mundo. Una pregunta recorre e inquieta nuestra lectura: ¿Tendremos, como humanidad, la imaginación sociológica para deconstruir la racionalidad insustentable y crear otra racionalidad posible?

La crisis ambiental y la muerte entrópica del planeta que habitamos y nos habita son crisis de nuestros modos de producción y de comprensión de conocimiento, crisis de las escisiones fundacionales que irrumpieron con la(s) modernidad(es), los capitalismos y el Iluminismo de la razón. En efecto, nuestra comprensión científica del mundo es deudora de esas modernidades hegemónicas, de esaracionalidad de la modernidad que logró imponerse “desterritorializando otros modos de ser en el mundo.” (12) Para Leff, la crisis ambiental es el signo y el síntoma más fuerte de ese límite de la modernidad. En este sentido, afirma que las ciencias sociales se construyeron “en el olvido de la naturaleza y en la ceguera ambiental” (7). Sin embargo, “la cuestión ambiental no se reabsorbe en el orden de la racionalidad de la modernidad, sino que remite a otro orden de racionalidad, al de una racionalidad ambiental” (15), puesto que la consciencia de esta crisis implica la comprensión del límite de la racionalidad que la ha configurado (224). Esta apuesta por la vida, esta otra racionalidad, abre un nuevo modo de comprensión del mundo y propone un nuevo esquema de las ciencias sociales.

Enrique Leff postula la racionalidad de la modernidad como el modo hegemónico de producir el mundo que capitaliza/mercantiliza y homogeneiza distintas formas de vida. Esta racionalidad científica, económica e instrumental legitima formas de apropiación y de transformación económico-tecnológica de la naturaleza finitizada, devenida en recursos escasos y externalidades del proceso de producción. Esta voluntad de saber y de poder que el conocimiento experto supo construir le ha dado lugar a la existencia de una “racionalidad insustentable” (210). Se trata de una racionalidad indolente, como sostiene Boaventura de Sousa Santos, que domina el mundo por el desperdicio y por la alienación de la experiencia humana.

El conocimiento puesto al servicio de la productividad y la ganancia ha roto la relación del saber con la trama de la vida. (…) convertido en soporte de la razón económica produce el desconocimiento del ser y proscribe la experiencia vivida como fuente del saber (221).

La crisis ambiental es una crisis de la racionalidad de la modernidad, de la razón científica; sin embargo, no es una crisis derivada de la lógica interna del funcionamiento de la ciencia(revoluciones científicas, cambios de paradigmas, descubrimientos científicos) sino que surge como efecto de los patrones de conocimiento, acumulación y objetivación del mundo que formula. En su recorrido histórico por los temas que ocuparon la reflexión y la investigación sociológica en las últimas décadas del siglo XX, Leff destaca la cuestión del orden y del cambio social, del movimiento y del devenir de las sociedades, y marca cómo la sistematización del campo epistemológico no incorpora a la historia reciente de las ciencias sociales la emergencia de las ciencias de la complejidad y de la crisis ambiental, dos hechos fundamentales que irrumpen en el terreno del conocimiento.

La crisis de la razón permitió la apertura y el surgimiento de otros enfoques epistemológicos, de otras “matrices de racionalidad”, la emancipación de los “saberes subyugados por el colonialismo epistemológico del pensamiento eurocéntrico que ha ignorado, inhabilitado y sepultado otras cosmovisiones culturales” (314) y la legitimación de otras experiencias sociales, de otros conocimientos y otras formas de conocer.

Frente a esta racionalidad que marca su límite con la imposibilidad de dar respuestas a la crisis ambiental, la racionalidad ambientalemerge como la posibilidad y la potencia de crear ética, estética y otros modos de habitabilidad del mundo políticamente. Configura y constela territorios epistémicos y ecológicos de vida y sustentabilidad. En este sentido, pretende territorializar “los principios ontológicos del pensamiento posmoderno –la ontología existencial de Heidegger, la ontología de la diferancia de Derrida y la ontología de la diversidad de Deleuze y Guattari en el campo de la ecología política” (25)

Esta racionalidad es crítica respecto de que la modernidad pueda convocarse a la reflexión de sus bases teóricas, éticas e instrumentales. Esta racionalidad sostiene que “la modernización reflexiva es el eterno retorno de lo mismo” (211)

La racionalidad ambiental se presenta, antes que como un paradigma o un modelo axiomático, como un modo de pensar, un pensamiento comprehensivo que territorializa una multiplicidad de “matrices de racionalidad” y se construye en un diálogo de saberes. Esta racionalidad se configura en la emergencia de la complejidad ambiental, complejidad ontológica y epistemológica que abre la posibilidad de pensar y de crear otros modos diversos de habitabilidad del mundo, en la inmanencia negentrópica de la vida, “que no son un retorno a la premodernidad, y que el término posmodernidad no alcanza a conceptualizar.” (20)

Otra sociología ambiental se inscribe en el nuevo esquema de las ciencias sociales que abre esta racionalidad. Es una sociología comprometida con el presente crítico del mundo y con el futuro poco promisorio en términos de sustentabilidad planetaria, que busca re-comprender el mundo actual desde una mirada inquisitiva; “Es un manifiesto de combate a una sociología desconectada de la raíz de la vida y subsumida en el proceso de racionalización de una modernidad insustentable” (34) Se trata de una “sociología emancipatoria” que busca crear nuevos territorios en la heterogénesis de vida y

Propiciar el acontecimiento de lo posible desde la inmanencia de la vida, desde sus potenciales negentrópicos, desde el pensamiento y la acción creativas que fertilizan lo real, desde las solidaridades con los procesos sociales en marcha; desde la recuperación de lo que habiendo surgido, fue sometido por el poder hegemónico de la colonización y globalización del mundo; de lo que ha sido incivilizado: invisibilizado, desvalorizado, marginado por la subyugación de otros saberes (41)

Es una sociología solidaria de las ecologías, de las naturalezas, de las economías, de las culturas, de las racionalidades, de las modernidades, de los saberes.

El pensamiento ambiental crea otro diálogo posible entre disciplinas que trabajan la relación naturaleza / cultura, con lo cual se “abre un nuevo espacio de comprensión sociológica y un desafío epistemológico para dar consistencia a la polisemia conceptual y a las transferencias disciplinarias (…)” (28). En este sentido, Leff sostiene que la epistemología de la sociología ambiental debe distinguir los sentidos de orden, de entropía y de negentropía como conceptos pertenecientes al campo disciplinar de las ciencias naturales para poder construir / territorializar su sentido en el campo de las ciencias sociales. Esta epistemología ambiental no es un principio de exclusión o de legitimación de los modos posibles de cognición del mundo sino que es una apertura a la inteligibilidad y comprensión de diversos modos sociales de producción de conocimientos, de racionalidades y de verdades por venir.

La emergencia de actores sociales “del ambientalismo”, “habitados por el deseo de vida y movilizados por el derecho de ser en el mundo ante la muerte entrópica del planeta” (87), se inscribe en el campo de la ecología política, en el que se configuran estrategias de confrontación y de alianza respecto de visiones, de intereses y de valores distintos y diferentes en torno a la reapropiación social de la naturaleza y a la emergencia y construcción de otra sustentabilidad posible: un movimiento multiclasista con un rol protagónico en la construcción de imaginarios en el que sea posible un futuro sustentable. Surgen, se vuelven visibles y audibles, “nuevas identidades dispersas que se articulan y solidarizan a través de redes sociales poniendo en acto una política de la diferencia en los procesos de reapropiación de la naturaleza, en los que se configuran las nuevas identidades culturales” (295); se trata de un movimiento socioambiental multifacético, multiclasista y complejo.

La racionalidad ambiental territorializa nuevos mundos / modos de vida al abrirse al dialogo de saberes, es ese espacio creado y potencia creadora de verdades (colectivas) por venir. Este emerge del encuentro de imaginarios de la sustentabilidad (imaginarios del Buen Vivir, Suma Quamana, Sumak Kawsay), de racionalidades y de valores que no se cierran sobre lo ya dado, sino que se abren a la creatividad cultural de mundos de vida sustentables por-venir. La racionalidad ambiental acoge el germen de lo nuevo, líneas embrionarias, latencias que existen pero aún no ha encontrado su nombre.

Se trata de una nueva ética política que “dispone al mundo a la fertilización de las diferencias” y de las heterogeneidades. Este diálogo de saberes hace contar como heterogeneidades componibles y disponibles a “saberes en-terrados” y “saberes encarnados”, en proceso de emancipación, que territorializan otra formas de vida (252), así como la emergencia y la potencialidad de lo aún no ha sido, “lo todavía no” y, por tanto, no-nombrado.

Se trataría, como sostiene Georges Didí-Huberman (2009), de hacer aparecer a los pueblos, pese a todo, como las supervivencias de un “saber-luciérnaga” (101) (de los estados de la luz y los estados de la voz), de pequeñas luces, pequeños resplandores pasajeros, intermitentes, intersticiales, danzantes, erráticos, resistentes e insistentes que aparecen como alternativa a tiempos demasiado oscuros o demasiado iluminados, una luz menor con un “fuerte coeficiente de desterritorialización.”(39) “Las supervivencias (…) nos enseñan que la destrucción nunca es absoluta – aunque sea continua (…)” (65)

Enrique Leff sostiene que no hay una sola forma de “vivir bien” o de ejercer la autonomía como praxis emancipadora creadora de lo “radicalmente otro” en la que la naturaleza se vuelve política. Las estrategias de emancipación, el clamor por justicia ambiental y la creatividad para construir mundos alternativos sustentables se convierten en apuestas fundamentales que debemos hacer día a día para seguir viviendo, resistiendo en las trincheras y re-existiendo en nuestros territorios.

*Débora Andrea Cerutti: Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades “María Saleme de Burnichon” (CIFFyH) – CONICET. debocerutti@hotmail.com ArgentinaMarcela Cecilia Marín: Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades “María Saleme de Burnichon” (CIFFyH) – CONICET. marcecimarin@gmail.com Argentina
Cita sugerida: Cerutti, D.; Marín, M. (2016). La apuesta por otros modos posibles de pensar y habitar la vida. Cuestiones de Sociología ,14, e011. Recuperado de http://www.cuestionessociologia.fahce.unlp.edu.ar/…
Bibliografía
Leff, Enrique (2014). La apuesta por la vida. Imaginación sociológica e imaginarios sociales en los territorios ambientales del sur. Vozes editora, Mexico.Didí-Huberman, Georges (2009). La supervivencia de las luciérnagas. Abada Editores, Madrid.Didí-Huberman, Georges (2014). Pueblos expuestos, pueblos figurantes. Manantial, Buenos Aires.

Fuente del articulo: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Educacion-Ambiental/La-apuesta-por-otros-modos-posibles-de-pensar-y-habitar-la-vida

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Feminización de la Política

Por: Clara Serra Sánchez, Justa Montero, Xulio Ferreiro, Ángela Rodríguez Pam y Silvia L. Gil

Vivimos tiempos de cambio, no solo de las correlaciones de fuerza en las instituciones, sino también de los modos de hacer política: sus estilos, contenidos, agentes y lugares. La irrupción pública de muchas mujeres con protagonismo político, la relevancia de una agenda de contenidos feministas como parte de un proyecto político transformador para todos y todas, junto con formas de hacer que desplazan la figura tradicional del liderazgo vertical, estereotipadamente asumida como “masculino”, han reabierto la vieja pregunta por la “feminización de la política”. ¿Nos sirve este término para pensar en una práctica política a la altura de los retos de los tiempos que corren? Con la intención de abordar estas cuestiones en un formato de diálogo hemos trasladado tres preguntas iguales a cinco personas diferentes en su relación con Podemos. Todas ellas comparten la apuesta por hacer de la mirada feminista una herramienta útil para la política que pone en el centro una transformación profunda del conjunto de la sociedad.

  1. SOBRE EL CONCEPTO. 

Clara Serra

Entiendo que la feminización de la política tiene que ver no sólo con la mayor presencia de las mujeres en la política sino también con la llegada de cuestiones y temas nuevos. Son dos cosas diferentes pero ambas están relacionadas y, por eso, no dejaría de enfatizar que la feminización de la política está ligada a que haya más mujeres en el espacio público. Eso lleva aparejadas consecuencias fundamentales para la política misma; que estemos todos y todas es la manera más eficaz de que estén representados todos los problemas y en una política hecha por hombres han faltado problemas fundamentales. Somos las mujeres las que estamos sobrerrepresentadas en el espacio privado de los cuidados, las que somos más capaces de provocar, con nuestra llegada al espacio público, una transformación de las prioridades políticas. Feminizar la política es traer al debate público y arrojar luz sobre aquellas cuestiones que han permanecido ocultas justamente por haber estado feminizadas, es decir, por haber sido llevadas a cabo por mujeres en la invisibilidad. Eso que hay que traer al centro de las prioridades políticas es la vida y el cuidado de las personas, lo que tiene que ver con las necesidades fundamentales que tenemos todos y todas y que, por lo tanto, no deberían haber estado fuera del conjunto de preocupaciones fundamentales de la política. Feminizar la política es restituir una ausencia que hacía a la política sorda a problemas comunes de todos y de todas.

Creo que con el concepto de feminización conviene tener ciertas cautelas antiesencialistas. Es fundamental que cuando defendamos la feminización de la política nos guardemos de aceptar con ello que hay algo así como una forma de hacer política que les corresponde propiamente a las mujeres. Obviamente no se trata de una cuestión biológica, eso es evidente, pero tendría también cuidado con ligarlo a algo así como una “cultura de las mujeres”. Cuando hablamos de liderazgos femeninos y los ponemos en valor no nos referimos a una forma de liderar que le correspondería a las mujeres, como si se tratara del modo femenino de hacerlo, al lado de otra forma de liderar que sería propia de los hombres. Los liderazgos que se construyen a través de la colaboración no son mejores para las mujeres, son mejores liderazgos sin más. Feminizar la política es quizás más bien des-masculinizarla, y son esas formas viejas de hacer política, formas masculinizadas, las que a veces hacen a los liderazgos incapaces y débiles.

Por otra parte, las mujeres tenemos muchas cosas que aportar cuando feminizamos la política, pero también tenemos aún mucho que reclamar y conquistar dentro de lo que la cultura masculina ha reservado en exclusiva para los hombres. Haríamos muy mal negocio si aceptáramos una distribución de cualidades para la política por la cual nuestras cualidades –la cooperación y la empatía– se debieran a la cultura en la que hemos sido pasivamente educadas como mujeres y, en cambio, las cualidades “masculinas” –la táctica y la estrategia– siguieran reservadas para ellos. Las mujeres que son excelentes políticas lo son no por el paquete cultural que han recibido, no por haber sido educadas así, sino también por sus propias decisiones y elecciones, porque tienen inteligencia política y porque, por ello, saben elegir las formas más eficaces de liderar. Es clave que no regalemos la inteligencia y la estrategia a los hombres mientras reclamamos, para las mujeres, una cultura recibida.

Justa Montero

En los discursos, la feminización de la política tiene distintos significados. El más primario es el que se refiere al objetivo de una mayor presencia de mujeres en las instituciones de representación política. Una acepción que se basa en la excepción (las mujeres) a la regla (los varones), y busca el efecto estético de una corrección política formal que evite el anacronismo que supone, en pleno siglo XXI, las fotos en blanco y negro. Pero no rompe el estereotipo hegemónico del ser mujer, no cambia la ética y por tanto ni introduce cambios en las formas de hacer política ni trasciende a modificar las condiciones de vida de las mujeres.

Frente a esas fotos en blanco y negro salpicadas de algo de color, algunas de esas instituciones nos devuelven hoy otra imagen y apuntan otro discurso. La disputa de significados está servida. Es la imagen de la irrupción de más mujeres y, muy particularmente, de más mujeres jóvenes, que han crecido en entornos más igualitarios que los de sus predecesoras, y están marcadas por la experiencia del 15-M y el impulso de una pasión colectiva por lograr una sociedad justa.
Con ellas el concepto se va ampliando y la feminización de la política define una voluntad de cambiar las formas de practicarla. Formas teñidas de mayor horizontalidad, participativas, colaborativas; valores aprendidos en el trabajo de cuidados que realizan, o en algún movimiento social. Y se abren paso con dificultad frente a las formas de la masculinidad hegemónica: agresiva, impositiva, testosterónica, con disponibilidad absoluta para la política porque son “otras” quienes realizan el trabajo de cuidados y doméstico que lo hace posible.

Así se empieza a entrelazar la estética y la ética, pero no es suficiente. En mi opinión para que la feminización de la política sea útil para los cambios a los que aspiramos, además de que más mujeres y personas LGTBI se incorporen a la política con nuevas formas de hacerla, que seduzcan al resto de mujeres y hombres, requiere otros dos aspectos.

En primer lugar, que provoque un revolcón en los contenidos, porque si la nueva política pone en el centro a las personas y la satisfacción de sus necesidades, tendrá que ser feminista en sus valores, discursos, propuestas y prácticas.

Y en segundo lugar que evite una visión reduccionista de la política que la limita a su acepción institucional e incorpore lo que la ciudadanía organizada y movilizada plantea y propone para disputar la hegemonía social y cultural. Porque las mujeres venimos haciendo política desde prácticas colectivas, como las PAH, el movimiento feminista, ecologista y muchos otros espacios que promueven cambios importantes en las vidas de las personas. Y no es algo nuevo.

Xulio Ferreiro

Feminizar la política es ir mucho más allá de la paridad, mucho más allá de garantizar el acceso en condiciones de igualdad de las mujeres a los espacios de responsabilidad, algo que, por cierto, todavía estamos lejos de conseguir, aunque no dejamos de intentarlo y de buscar nuevos mecanismos —tecnologías democráticas— que lo aseguren. Feminizar la política, cómo no, pasa porque las mujeres dejen de estar sobrerrepresentadas en el trabajo doméstico y los cuidados e invisibilizadas en el poder, pero tiene que ver también con hacer de la política otra cosa. Hacer de la política un lugar para la cooperación y no para la competición, un lugar de complejidad en el que es posible, y deseable, hacer preguntas y pedir ayuda. Feminizar podría significar hacer de la política un verbo, un “hacer juntas”, un organizar juntas la vida en común, y no un atributo calcificado de unos pocos. Hacer de la política algo compatible con la vida, conciliable en el sentido más amplio: con la familia, con el descanso, con la lectura, con las amistades.

Feminizar la política tiene que ver con introducir otras gramáticas en el lenguaje: la de los afectos, las emociones o la empatía. Tiene que ver con producir formas de participación política en las que la escucha activa, y no únicamente el puro decir ensimismado de los más capaces, tenga un lugar preferente. Tiene que ver con tejer otra relación con la palabra. Una política feminizada ha de ser una política que cuide de lo que el escritor Manuel Rivas llama “as voces baixas”, las voces bajas de la historia, que son muchas y muy diferentes entre sí. En todas partes: en las instituciones, en el tercer sector, en tu asociación de vecinas, en nuestras organizaciones políticas. Y tiene que ver, por supuesto, con la construcción de nuevos liderazgos y de otra gestión democrática —esto es vital— de esos liderazgos.

¿El riesgo? Es evidente, a la vista de mi propia respuesta; que nos dejemos llevar por la idealización del concepto, que lo convirtamos en un fetiche y acabemos por perder de vista tanto su potencia transformadora como sus contradicciones. Y que en esa sublimación nos olvidemos de hacer los deberes, claro.

Ángela Rodríguez Pam

Feminizar la política es algo que estamos haciendo con mucho esfuerzo, quizás no con suficiente éxito y no tanto como debiéramos. Feminizar la política tiene que ver con el cambio de paradigma que estamos viviendo en formas, contenidos, voces y horizontes en la política; en definitiva, implica muchas cosas diferentes e incluso, algunas de ellas, contradictorias.

Por un lado feminizar la política es, evidentemente, hacer que más mujeres estemos en los espacios públicos. No sólo se trata de hacer que nuestras organizaciones sean más paritarias, o incluso que haya en sus cargos más mujeres que hombres, sino que las mujeres ocupemos aquellos puestos a los que no hemos tenido acceso a lo largo de la historia, o lo que es lo mismo, que lideremos. Esto último tiene la suficiente potencia y calado como para ser el motor fundamental de ese cambio de paradigma del que hablábamos. Es algo muy simple y brutal: las mujeres no estábamos (lo suficiente) y nuestra presencia (de forma al menos paritaria) se ha convertido en condición sine qua non para que el espacio político que colectivamente ocupemos tenga legitimidad suficiente.

Pero no puede ser solo eso. No cabe duda de que es bueno que ocupemos puestos de visibilidad, como también lo es que haya alcaldesas y secretarias generales, pero no nos podemos quedar ahí. No conviene olvidar, por ejemplo, las lógicas y semánticas que ejercemos en la política —nuestro savoir faire, por decirlo de alguna manera. Tampoco podemos desentendernos de los contenidos de las políticas que queremos llevar a cabo. Ambas están muy relacionadas, pues no cabe duda de que hacer nuestras vidas más vivibles y devolverles dignidad tiene que ver en un plano semántico con feminizarlas, en tanto que asociamos esto último con otorgarle un mayor peso a aspectos como los cuidados, la conciliación o economizar el tiempo. A su vez, este plano semántico se relaciona con otro estético: hablar en un tono de voz maternal, sereno y tranquilo. Los dos anteriores cobran sentido cuando aparece un tercer plano, el de los contenidos, el de las políticas para la igualdad. La cosa se complica cuando asumimos que aquí hay dos o tres planos diferenciados, y es curioso porque son, sobre todo, los hombres quienes últimamente han querido reconocer cosas separables. Para las feministas, feministizar la política consiste en implementar aquellas políticas que son capaces de hacer la vida más vivible. Sin embargo, existe un cierto convencimiento en esto que llamamos nueva política de que feminizar la política tiene que ver, en cierta forma, mucho más y en primer lugar con esos planos semánticos y estéticos comentados, siendo esto lo que desemboca de algún modo en ese tercer plano de contenidos. Resumiendo; por un lado hay quien dice que la irrupción de las mujeres hace que sea posible y necesario hablar de conciliación; por otro, quienes defienden que, debido a que el feminismo se ha convertido ya en un punto de partida inesquivable, más mujeres hacemos política y esto hace que vayan desapareciendo o siendo señaladas como viejas esas masculinas formas en las que gritar y enfadarse tiene que ver con tener razón.

Ahora en los actos de campaña hacemos anti-mítines, hablamos de nuestros hijos y nuestras madres, lloramos y no señalamos al cielo sino que nos agarramos el corazón con la mano. Quizás el mayor riesgo sea pensar que esto es de lo que va feminizar la política. Como feminista, estoy muy de acuerdo en usar feminizar en lugar de feministizar, si es que esto sirve para que todas y todos, populistas e izquierdistas, hombres y mujeres, hablemos mucho de conciliación, igualdad y evitemos que sigan los asesinatos machistas. Pero el riesgo está ahí; pensar que feminizar la política es simplemente algo estético, comunicativo, y que puede no tener que ver con hacer políticas feministas. Y, con todo, este no sería el peor riesgo, aún incluso asumiendo que el término es el que mejor engloba todo eso que es feminizar, en las tripas de los espacios políticos lo masculino sigue muy presente cuando se toman decisiones fuera de los espacios colectivos, que sigue siendo casi siempre. El poder sigue siendo masculino y solitario. Creo, después de todo, que feminizar la política es un relato que hacemos en contraposición a esa vieja política de pocos. Si estamos las mujeres también, estamos todas y todos. Feminizar la política es sobre todo democratizarla.

Silvia L. Gil

La feminización de la política es la extensión de la práctica feminista al conjunto diverso de lo político. Para desentrañar el sentido de esta afirmación, lo primero que debe considerarse es que la práctica no es lo contrario a la teoría, sino un conjunto de saberes, discursos y modos de hacer materializados en situaciones concretas. Una práctica resulta inseparable de los momentos históricos y de las ubicaciones particulares en las que se inscribe. Y lo político no se refiere a lo institucional ni a la representación partidista. Se trata de la expresión de la capacidad humana para modificar las cosas.

En segundo término, su uso debe comprenderse vinculado más al desarrollo de los movimientos feministas –discursos, metodologías, problemáticas– que con una esencia femenina. Lo femenino puede oscurecer contenidos, proyectando una determinada figuración normativa de la Mujer sobre todas las mujeres. No producir nuevas exclusiones pasa por interrogar dichos contenidos, abrir el importante debate sobre cómo una sociedad prefigura lo femenino. ¿Qué imaginarios damos por sentado? ¿Qué cuerpos los encarnan y cuáles no? Los movimientos feministas han tratado de cuestionar esas imposiciones preguntando siempre: ¿Cómo es que una mujer llega a ser lo que es? ¿A través de qué dispositivos de poder y enunciados persistentes logra consolidarse la categoría de lo femenino como si fuese natural?

Por último, no se trata de que haya más mujeres en las instituciones o en los espacios de organización política. No cabe duda de que es importante a nivel simbólico la presencia de mujeres en un mundo dominado por hombres. No debemos dejar de insistir en ello. El hecho de que las regidoras de las dos principales ciudades del país sean mujeres disloca las creencias sobre los papeles asignados, como aquellos por lo que las mujeres deberían mantenerse en el hogar. Sin embargo, esto no puede constituir el epicentro de nuestra imaginación política. Y ello por dos motivos, uno más obvio que otro. Si no existen algo así como valores naturalmente femeninos, y tampoco algo que automáticamente los convierta en buenos, la presencia de mujeres no garantizará per se el cambio. Tenemos infinidad de ejemplos en la política actual de mujeres que se posicionan del lado del poder o que en nombre de determinada feminidad justifican interpretaciones reaccionarias del cuidado –recato, sumisión, vuelta al hogar, doble jornada o incluso aborto–.

Si apelar a valores dados puede ser una trampa, entonces deben ser procurados. Aquí cobra sentido el motivo menos obvio al que nos referíamos: al desencializar la feminización de la política, pasamos de una lógica descriptiva –donde se contabilizan las mujeres presentes o se presuponen cualidades innatas no cuestionadas– a una creativa, donde debemos poner a circular nuevos valores. Pero hacerlo no desde el vacío, sino escuchando, retomando y multiplicando los conocimientos y herramientas que brindan las prácticas feministas, así como los saberes de quienes habitan posiciones de subalternidad.

2. SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL.

Clara Serra

Creo que este último año se ha producido una significativa transformación de las prioridades políticas que ha consistido en poner los problemas cotidianos de la gente real en el centro del debate, también los de las mujeres. Para Podemos ha sido fundamental apostar por hablar de los cuidados desde su comienzo y hemos conseguido hacer que otros partidos nos siguieran en esto, colocando en la agenda política temas como los permisos de paternidad y maternidad, el acceso universal a la educación infantil, la atención a la dependencia, la conciliación laboral y personal o familiar, etc. La perspectiva crítica que el feminismo aporta al análisis social y económico ha vertebrado un discurso y unas propuestas que Podemos ha colocado en el centro y que, además, ha conseguido hacer ganadoras y hegemónicas. A día de hoy, podemos decir que están en la agenda política cuestiones que antes eran completamente invisibles, y eso se debe a una apuesta feminista de Podemos que ha sido capaz de cambiar ya muchas cosas, cosas que tienen difícil vuelta atrás. Siempre he pensado que Podemos era y es una herramienta capaz de transportar cuestiones feministas que han permanecido en el margen hacia el epicentro de la política y que ese debía ser el objetivo estratégico del Área de Igualdad.

Dificultades, por supuesto, seguimos teniendo muchas. Eso sí, creo que a veces nos olvidamos de celebrar los éxitos y lo cierto es que en un camino tan largo y accidentado como el que tenemos por delante las mujeres feministas que queremos cambiar la política no nos podemos permitir no bailar y sonreír cuando tenemos motivos para ello. No podemos dejar de criticar y denunciar los obstáculos y los retrocesos, pero esa denuncia será más efectiva si también sabemos reconocer los logros y celebrar los avances de los que podemos estar orgullosas. La alegría es a veces políticamente más transformadora que el enfado.

Justa Montero

Esos procesos de ida y vuelta, tienen en la situación actual, una enorme potencialidad. La existencia de referentes políticos alternativos, mujeres que llevan el feminismo al espacio público, en posiciones de poder para nombrar, para establecer políticas y prioridades; que defienden de forma valiente, decidida y de corazón la vida digna de las mujeres frente a la violencia machista, frente a la precarización de sus vidas, y la negación del derecho a decidir; que reclaman recomponer su vida fragmentada por esa forma masculina de entender la política, donde lo personal no es político; que huyen de la trampa de la “meritocracia” y reconocen y legitiman a otras mujeres, y la dimensión que introduce el feminismo en la búsqueda de cambios en la situación de todas las mujeres.

Ellas dan legitimidad a los esfuerzos de tantísimas otras mujeres que desde muchos espacios, de forma solidaria y colectiva plantan cara al individualismo atroz del neoliberalismo y al machismo en todas sus manifestaciones.

Y marca también la importancia de las mujeres movilizadas y organizadas, porque no sería posible la presencia de tantas mujeres en los espacios de poder político sin esas experiencias colectivas desde las que se les da autoridad por medio de una perspectiva necesariamente crítica, donde el ser mujer no es una garantía para el “Sí nos representan” si no va acompañada de políticas de transformación.

En el momento actual los riesgos para una feminización de la política son de muy diverso tipo. Uno de los efectos de la involución democrática, de la ofensiva patriarcal que acompaña a las políticas austericidas, es el intento de profundizar y naturalizar las desigualdades entre mujeres y hombres. Es decir, de reasignar valores asociados a la feminidad y masculinidad hegemónica a mujeres y hombres —como si de categorías irreductibles se tratara y prescindiendo de otras identidades—, donde esos valores “femeninos” se identifiquen con procesos de desvalorización y discriminación de las mujeres en lo político, lo social y lo simbólico, siguiendo el proceso inverso con aquellas que definen la masculinidad.

Esto plantea el reto de tener que movernos entre la tensión de rechazar elementos negativos de los valores tipificados como femeninos, por los efectos que tiene en la situación de las mujeres, y resignificar los que tienen una potencialidad positiva para el cambio, que deberían ser generalizables también para los hombres.

Hay otros riesgos en esta feminización, el de la integración por un sistema que ha demostrado fehacientemente su fuerte capacidad para ello, asimilando los aspectos más estéticos y frenando todo lo que apunte a cambios reales para las mujeres.

Y dificultades no faltan porque, pese a los cambios, el machismo está bien presente en la vida política: la condescendencia masculina, propia de quienes no están dispuestos a aceptar a mujeres con voz propia, ni liderazgos femeninos/feministas; la complicidad para invisibilizar la “agencia” de las mujeres (en las instituciones y en los movimientos); el machismo reactivo y violento que desvaloriza y ridiculiza a las mujeres, que las maltrata y que avala la impunidad de todo ello.

Xulio Ferreiro

La feminización de la política está en el código fuente de la revolución democrática en curso. Es tarea de todos y todas, ya lo hacíamos fuera de los ayuntamientos, en los movimientos, en nuestros propios procesos municipalistas, pero son ellas, son algunas de nuestras compañeras, las que están empujando con más fuerza. Y se lo agradezco, porque no es fácil. Cuando accedes a las instituciones como lo hemos hecho nosotros, además de un proyecto político y una emergencia gestionas también una expectativa, un deseo, y ese deseo no está hecho exactamente a tu medida. La sed de cambio es nuestra, en efecto, pero la percepción que la gente tiene de lo que un representante puede y debe hacer, lo que espera de ti a fin de cuentas, es una construcción del adversario. Lo han hecho ellos durante veinte, treinta años en los que no se ha movido una brizna de hierba. Y entonces llegas y dices: ahora lo haremos de otra manera, ya veréis. Muy bien, ¿y mientras tanto? Mientras tanto hay que apañárselas, porque los ayuntamientos no cierran nunca, son la democracia más próxima, la de primera necesidad, 24 horas, siete días a la semana. Eso es lo que no siempre se ve. Para que uno concilie, otro deja de hacerlo. Para liberar horarios que antes también le pertenecían a la política institucional —las comidas, las cenas, el horario en el que tus hijos van al cole, la última franja de la tarde—, hay que maximizar el rendimiento de otros. Ocurre lo mismo en las organizaciones. No siempre es compatible ir rápido con ir lejos. Cuidar las voces bajas, escuchar, como decía antes, a veces exige reducir una o dos marchas. Tengamos paciencia. Estamos haciendo lo que había que hacer. Juntas. Y con alegría.

Ángela Rodríguez Pam

Hay algo que me parece escandalosamente peligroso que es poder llegar a pensar que Soraya Sáenz de Santamaría o Susana Díaz son elementos a tener en consideración a la hora de valorar positivamente el nivel que actualmente tenemos de feminización de la política. La situación de partida era y es lo suficientemente precaria como para que la simple aparición de mujeres hablando de cuestiones de Estado en prime time se considere feminizar la política. Esto aparte de ser un riesgo muy grande, el cual creo que tiene que ver con eso que antes comentaba que feminizar no siempre equivale a feministizar, ofrece una gran oportunidad que es absolutamente ganadora. Son los hombres los que dan ahora también pasos adelante para poner en valor esas semánticas femeninas. Son también los hombres quienes hablan desde lo pequeño y lo cotidiano de lo social. Para mí es un orgullo enorme compartir espacios políticos con hombres que trabajan por los cuidados y la conciliación, a todas luces esto ha generado un discurso que nos hace ganar a todos y todas, pero sobre todo nos ha dado un poco de razón a las feministas cuando decíamos que la igualdad no era sólo cosa de mujeres.

Por supuesto esto tiene sus riesgos. Recuerdo los minutos finales del discurso de Pablo en la Caja Mágica en la campaña de las pasadas elecciones en el que se emocionaba y no podía evitar llorar recordando el sufrimiento que habían supuesto las políticas tristes y corruptas de los últimos años. Recuerdo también que lloré al ver las lágrimas de Ada Colau hablando de su hijo Luca y del poco tiempo que pasaba con él. De hecho, solíamos comentar en campaña hasta qué punto habíamos incorporado las emociones y los cuidados en política; resultaba maravilloso ver cada vez más niños y niñas correteando mientras esperaban a que acabásemos los actos. Fui consciente del gran riesgo que corríamos cuando escuché a mi madre decir que por fin Iglesias no sonaba agresivo. De algún modo siniestro se vinculó la emotividad a la feminidad y esto, a su vez, se convirtió en una máquina de emoción, alegría y votos. Desde luego da que pensar. Por una parte, me niego a asumir que esta es la gran aportación de las mujeres a la construcción de nuevos liderazgos y, por otra, no puedo evitar pensar que cuando veo a Rita Maestre o a Yolanda Díaz brillar, hay algo de eso, mujeres que emocionan.

Silvia L. Gil

La potencia de la feminización de la política radica en dos aspectos. Por una parte, se refiere a una victoria: el feminismo se ha convertido en un lugar más común. Se ha impuesto el prerrequisito de la igualdad, reivindicaciones antes marginales se han hecho ineludibles y los sentidos del ser mujer se han ampliado (expectativas vitales más allá de la familia, cuerpos disidentes que escapan a los marcos convencionales de comprensión del género, incorporación de saberes ligados históricamente a las mujeres y propuestas que se vuelven parada ineludible –por ejemplo, el asunto del cuidado–). Esta extensión del feminismo no se expresa necesariamente en términos de una ideología feminista. Incluso parecería que para que pueda extenderse necesita deshacerse de los aspectos más codificados o identitarios.

Por otra parte, se refiere al desafío de incorporar las lecciones feministas en la política. Cabría preguntarse, por tanto, cuál de tantas lecciones resulta relevante en nuestro tiempo. Y la primera sería hacer de las diferencias un asunto central. En otras palabras, permanecer alerta a los efectos de exclusión producidos por las categorías sexuales, raciales o de clase con las que se maneja una sociedad. La política debe ser una práctica que ensanche constantemente sus fronteras, creando espacios políticos que en lugar de constreñir u homogeneizar habiliten las diferencias. La segunda lección consistiría en poner el cuerpo. Históricamente, la política se ha interpretado más como un discurso que como un afecto en el que los modos de ser –también el género o la sexualidad– se ponen en juego. Es fundamental que los estilos no reproduzcan las figuras masculinizadas dominantes. Tercera: parcialidad e inacabamiento. Los feminismos enseñan al respecto que cabe un hacer no heroico, que, en lugar de impulsar proyectos de emancipación totalizantes –pensables solo desde posiciones desencarnadas– piensa el compromiso en el mundo donde cada individuo o colectividad están enraizados. Esto no significa abandonar el acceso a lo general ni ceder al relativismo; pero sí una crítica a los absolutos y a las posiciones definitivas –tan propicias para las batallas identitarias–. Y cuarta: situar el cuidado en el centro. No se trata de reproducir relaciones de cuidado generadas en la desigualdad –hay que preguntar siempre: cuidar, sí, pero, ¿en qué condiciones: sobre qué interpretaciones culturales del cuidado, desde qué estratificaciones sexuales?–. El cuidado debe entenderse como una palanca para la transformación: el capitalismo globalizado se sostiene sobre cantidades enormes de trabajo invisible organizado según una ideología heteropatriarcal. La economía no puede desmontarse sin desmontar esa ideología.

3. SOBRE EL CAMBIO DESEABLE Y SUS AGENTES. 

Clara Serra

Confío y deseo que el futuro sea la feminización de la política y que ésta sea, como ha dicho Ada Colau, una fuerza imparable. Creo que vendrá de la mano de mujeres, pero no sólo. También de hombres con una manera nueva y diferente de hacer política, convencidos de que eso que llamamos “feminización” es ahora la apuesta ganadora.

Feminizaremos la política si las mujeres estamos más presentes y si las feministas tenemos más protagonismo pero, también, si somos capaces de hacerlo bien. Y es que nosotras también podemos hacerlo mejor o peor, tenemos responsabilidad no solo en los éxitos sino también en los fracasos en el avance de una política feminizada y feminista. Mirando hacia el futuro diría que nos toca a las feministas seguir reflexionando sobre cómo hacer que el feminismo y la transformación que éste es capaz de producir en la política sea un proyecto de mayorías.

Yo tengo claro que Podemos no será mi proyecto si no es feminista, ahora bien, creo que el feminismo tiene muchas cosas que importar de Podemos. Podemos es un proyecto que aspira a ganar y creo que nuestro feminismo debe aspirar también a ganar, allí donde ganar significa ser un proyecto de mayorías que consiga colocarse en el centro y reordenar o rearticular la política desde ese centro. Conseguiremos cambiar la política y feminizarla si hacemos un feminismo ganador. Un feminismo, por ejemplo, que hable para las mayorías y, por tanto, que hable el lenguaje de la mayoría de la gente, que se haga entender, que parta de los consensos sociales y que aspire a transformar el sentido común, pero siempre con un pie en el sentido común existente. Un feminismo estratégico, esto es, que entienda la política como un juego que se da en el tiempo, que debe pensarse en el largo plazo y que está compuesto de diferentes fases, un feminismo que sepa elegir las batallas, que sea consciente de que no se gana todo desde el principio, que no pueden darse todas las batallas juntas, que unas conquistas nos ponen en mejores condiciones para abordar otras que no ganaríamos sin esos pasos previos, que a veces toca renunciar a dar algunas peleas para asegurar posiciones en otros terrenos y que, poco a poco, con inteligencia, con estrategia y con un plan a largo plazo es como podemos ganar. Eso es hacer política. Creo que es fundamental construir un feminismo que no impugne siempre, que no sea siempre en negativo, que no sea destituyente, que no se mantenga siempre en la crítica, que no se regodee en las malas noticias, en las decepciones, en los fracasos, un feminismo que no se aísle del proyecto político general, que no se convierta en algo separado, que no se vuelva un cuerpo extraño con lógicas propias. Necesitamos un feminismo comprometido e implicado en el proyecto de cambio general al que pertenecemos si queremos que sea transversal a dicho proyecto, necesitamos feministas implicadas en el proceso y no aisladas en espacios feministas o corremos el riesgo de ser una pieza marginal de este proceso de cambio. Necesitamos un feminismo imbricado y entrelazado con el discurso, la estrategia política, las apuestas y los retos de Podemos. Sólo si hacemos un “feminismo Podemos” haremos de este un proyecto político feminista.

Por último, necesitamos un feminismo que tome buena nota de algo que siempre ha estado presente en Podemos: no colocarnos allí donde el enemigo nos quiere. Forma parte de eso que entiendo por feminismo ganador; pensar cómo escapar de los clichés, las caricaturas, los encasillamientos, los tópicos en los que el feminismo ha sido colocado. Cómo escapar de esos lugares en los que las inercias colocan a las feministas, inercias del enemigo, sin duda, pero inercias que nos vuelven más impotentes. Escapar de esos lugares comunes donde el enemigo nos quiere colocar pasa por repensarnos con inteligencia, con estrategia, con la mirada larga y con la consciencia de que nuestra tarea es a largo plazo y tiene muchas fases.

Feminizar la política es, para mí, incorporar a la política cosas que han sido ajenas a ella, cosas que tienen que ver con lo que las mujeres somos capaces de traer e incorporar –los cuidados–, cosas que feminizan la política. Ahora bien, no habrá una verdadera revolución en la política si nosotras no entramos en ella de lleno y en plenas condiciones, es decir, con todos los recursos y las herramientas que forman parte inseparablemente del campo político. Feminizar la política pasa, por tanto, por desmasculinizar esas cosas que se nos han negado: la táctica, la estrategia, la inteligencia también son nuestras. Por eso debemos feminizar la política con un feminismo estratégico. Porque no podemos permitirnos no ganar.

Justa Montero

El horizonte de futuro pasa por encontrar una salida a la crisis económica y al régimen político que suponga un cambio radical, profundo del sistema. Urge, por tanto, materializar propuestas que respondan a los problemas globales y a los de la vida cotidiana, capaz de satisfacer el bienestar de las personas.

En estos procesos, las mujeres, las personas LGTBI, las y los inmigrantes, precarizados, afectados por las hipotecas, son parte de los actores y actrices que aportan elementos imprescindibles para esa nueva cultura política tan necesaria. Dan cuerpo a una ciudadanía movilizada y organizada que, confluyendo, impulsa una radicalización de la democracia, obliga a tratar lo que hasta ahora había sido invisibilizado y reclama la universalidad de los derechos desde el respeto a la diversidad y singularidad de las y los sujetos.

Si en este camino la nueva política instala en el centro de su discurso la feminización y, por tanto, se traduce en políticas reales de cambio para las mujeres, se abrirán nuevos horizontes de futuro para todas, lo que supondría una necesaria y extraordinaria manifestación del “Sí se puede”.

Xulio Ferreiro

El virus está inoculado, el proceso de cambio es imparable. Un ejemplo: Ada Colau no tiene vuelta atrás, decida lo que decida hacer Ada con su vida; su contribución, en este sentido, está hecha, y tendrá un recorrido larguísimo que todavía no somos capaces de anticipar con claridad. Como no tienen vuelta atrás las nuevas formas de organización y participación política, aunque unas plataformas desaparezcan y otras cambien de nombre o muten o corrijan su personalidad jurídica en las siguientes elecciones. Amador Fernández-Savater utilizaba una metáfora interesante para referirse a las transformaciones desencadenadas por el 15-M: el clima, el clima 15-M. En efecto, muchos de estos cambios tienen esa naturaleza meteorológica, no siempre visible pero constante, que permea y va calando y conquistando nuevas parcelas del sentido común. Si hacemos los deberes, quien venga detrás de nosotros tendrá que administrar una expectativa distinta a la estamos administrando nosotros. No tendrá que dar explicaciones si un alcalde quiere conciliar la carga de trabajo diaria con llevar e ir a buscar a sus hijos al colegio. Al revés, tendrá que darlas si no lo permite. Y habremos ganado. Otra vez.

Ana Rodríguez Pam

La feminización de la política es ya un hecho, no hay retorno posible en ello, lo dijimos y lo repetiremos hasta que sea una buena anécdota de un pasado peor: nunca más un país sin nosotras. Pero queda camino por recorrer. El horizonte pasa por la naturalización de todo esto. Aún hay feministas a las que les molesta que este movimiento se convierta en mainstream. Yo sólo espero que eso pase cuanto antes y las cosas de verdad cambien hasta tal punto que no sea interesante hacer una entrevista sobre este tema, porque ya lo hayamos ganado para todos y todas. Entre tanto, muchas más alcaldesas, muchas más lideresas, muchos menos gritos, mucha más alegría.

Silvia L. Gil

Cuando la feminización de la política se piensa en estos términos, inmediatamente deja de ser un asunto solo de mujeres –de su presencia, valores o cualidades–: interpela las fronteras de los espacios políticos que creamos, las representaciones de género naturalizadas en una sociedad, las normas sexuales inscritas en los cuerpos, la organización socioeconómica en su conjunto o la ausencia de democracia en el interior de los hogares. Nos encontramos, más que con la extensión de lo femenino, ante una apuesta política indispensable de nuestro tiempo por reconstruir la vida común desde otros criterios ético-políticos.

Por último, cabe preguntar, ¿por qué ahora esta reverberación del feminismo, inconcebible hace solo unos años? Vamos a lanzar una hipótesis: las condiciones actuales del capitalismo exigen algo de los feminismos. Pero no en el sentido de disponer de un ideario programático o de diseño institucional, sino en el de su capacidad para activar una política diferente; que recupera el cuerpo como lugar de resistencia, insiste en la profunda conexión entre poder y sujeto, piensa el cuidado de la vida en toda su diversidad, articula micropolítica con esferas globales, posibilita nuevos protagonismos, expresa las diferencias y piensa la vida común desde ellas.

El colapso civilizatorio lo es también de los valores masculinizados que han ido ligados a una determinada compresión del mundo –desarrollo, progreso, razón, dominio, individualismo–. Experimentamos su agotamiento en los efectos devastadores sobre la vida, y en un día a día más y más insostenible. Los feminismos ensayan visiones alternativas; intuiciones y propuestas tejidas por procesos, diálogos y afectos, movilizados en diferentes niveles para contrarrestar las políticas neoliberales. Necesitamos estas otras miradas. Por ello, más que feminización, quizá se trata de un necesario devenir feminista de la política.

*Tomado de: http://lacircular.info/feminizacion-de-la-politica/

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Las niñas que se visten de niño en Afganistán

Afganistán/ Julio de 2016/ Guia.ong

Por: Guia.ongs

En Afganistán, a las niñas que se travisten se las llama “Bacha Posh”. No se trata de una cuestión de sexualidad , si no de apariencia. Es una costumbre antigua, se cree que ya en el siglo pasado muchas mujeres se vestían de hombres para poder luchar en las guerras y para evitar robos o violaciones.

En una sociedad fundamentalmente machista y anclada en el pasado, no tener un hijo es una deshonra para la mujer, por lo que muchas niñas acaban siendo travestidas. Las mujeres, por normal general, no pueden trabajar por lo que no pueden ayudar económicamente a sus familias. En muchos casos la hija mayor es obligada a vestirse como un chico, al menos hasta los 16 o 18 años, para que su familia, y ella misma, no sea rechazada y pueda trabajar.

Este problema también ocurre con la educación, pues las mujeres afganas de zonas rurales no suelen tener acceso a la escuela, por lo que acaban vistiéndose como los niños para poder obtener una educación, al menos hasta que sea demasiado evidente que son mujeres.

Vistiéndose de hombres también logran integrarse en la sociedad y evitar violaciones o agresiones sexuales, algo muy frecuente en este país.

El problema llega cuando estas niñas van alcanzando a la adolescencia y sus familias las obligan a buscar un marido. Algunas de ellas son ofrecidas en matrimonio pero no han sido educadas para tal fin, por lo que se produce un gran desajuste en sus vidas, pues vuelven a ser apartadas de la sociedad y contempladas únicamente para criar a sus hijos y realizar tareas domésticas.

Mientras tanto, los gobernantes y leyes del país no parecen querer cambiar para dar a la mujer la libertad y autonomía que debería tener. Tendrán que seguir haciéndose pasar por niños para, durante algunos años de su vida, sentirse válidas y valiosas.

 

Por: http://www.guiaongs.org/noticias/las-ninas-que-se-visten-de-nino-en-afganistan/

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Entretiene, amenaza, cansa, busca joder Gobernación al CNTE, como lo hace con todos

Por: Pedro Echeverría V.

1. El sistema capitalista cuenta siempre con todos los recursos para someter a sus opositores. Mucho más en México donde hubo una revolución burguesa (1910/17), una Constitución Política absolutamente manipuladora, un nacionalismo revolucionario cardenista y sus secuelas, un poderoso corporativismo y una gigantesca manipulación de masas de gobierno y PRI que puso en primer lugar la mediatización, el control y la compra de líderes antes de cualquier represión. Por eso algunos investigadores internacionales con mucho prestigio nunca entendieron la dictadura perfecta de la gran burguesía sobre el 80 por ciento de la población pobre y miserable. Los gobernantes ríen, se burlan y carcajean por los engaños que hacen a los ilusos.

2. 500 mil maestros de la CNTE –indiscutible vanguardia histórica de todas las batallas de los trabajadores en México por luchar 36 años y por mantenerse protestando en las calles todos los días, en los últimos tres años, ha continuado y estoy seguro que seguirá en sus diferentes estrategia de lucha a pesar de la brutal represión, encarcelamientos y asesinatos sufridos. Antes y después de la CNTE quizá nunca se repitan tantas batallas frontales. Pero no olvido que a los líderes del SME –por esperanza y por confiar- se los trajeron “barridos y trapeados” al hacerles suspender tres veces sus acciones de protesta por las promesas de Gobernación que jamás cumplieron. La CNTE si intensifica sus bloqueos dará una buena lección a Gobernación.

3. Los diálogos con el Gobierno han sido siempre una burla contra los trabajadores. Mucho más ayer jueves 21 de julio que les dijeron a los representantes de la CNTE –como si fuera una burla- que “mientras tanto” asistan a los foros oficiales preparados por el gobierno, la SEP y la SNTE para colaborar con la Reforma Educativa. Yo, si hubiese estado por la CNTE en la reunión, les hubiera mentado la madre a los gobernantes porque no han querido entender que la CNTE es gente seria y rigurosa y que no está dispuesta más a perder el tiempo en más entretenimientos. Parece que lo urgente es denunciar este tipo de diálogos e intensificar los bloqueos hasta que la gente no tenga que comprar y se obligue a investigar las bodegas de mercancías de los grandes negocios.

4. Hay que pedirle a los líderes nacionales de la CNTE que manden sólo a dos o tres compañeros al “diálogo” y que todos los líderes se dediquen a organizar más movilizaciones y bloqueos. Me encanta que los compañeros de Tabasco –los continuadores de los Olmecas- con esa gran historia que tienen desde sus batallas por la independencia en 1821, por derrotar a los invasores yanquis en 1847, por la revolución mexicana y el garridismo jacobino de los años veinte, ahora estén “separando la paja del trigo” alejando a los líderes charros y traidores de los maestros honestos que son casi todos. Los bloqueos de carreteras que realizan son un ejemplo para sus vecinos mayas de Campeche, Yucatán y Quintana Roo.

5. Si se intensifican los bloqueos de la CNTE los maestros no tienen por qué mendigar ningún diálogo con Gobernación y será exactamente lo contrario, pero con la fuerza de la CNTE para resolver sus demandas y bajo sus criterios. Será entonces cuando el gobierno -“colgado de la brocha” y derrumbándose- no le quedará más remedio que resolver o desplomarse. Ya compañeros, póngale fin a esos “diálogos de entretenimiento”, búrlense de esas chupadas convocadas por Empresarios/ SEP/SNTE , envíen a dos de sus representantes a los “diálogos de Gobernación y convoquen a muchas más marchas y bloqueos. También es necesario acumular piedras, palos y resorteras para frenar a grupos de choque y policías.

6. No olviden que las fuerzas armadas, los caballos, los perros, los escudos, los tanques, camiones, aviones y helicópteros, los gases lacrimógenos, son de control gubernamental; y si no tenemos palos y piedras para defendernos, otra vez nos madrearán a su gusto y nos harán correr. En las calles, los bloqueos y los “diálogos” lo único que vale es la fuerza. ¿Alguien olvida que Carmen Aristegui con toda su fuerza, popularidad y su razón está en espera del fin del sexenio para recuperar su trabajo? Los gobiernos en México han sido de los más sólidos del mundo porque con sus funestas mañas y manipuleos han logrado imponerse; pero quizá estemos en un momento coyuntural en que tengamos que empujar un poco más para derrumbarlo.

7. La realidad es que después de los funestos o pésimos gobiernos del PRI de Salinas y Zedillo, así como los del PAN de Fox y Calderón, muchos ilusos creímos que ya no podía haber un gobierno peor; pero nos equivocamos porque el de Peña Nieto parece ya insuperable desde todos los puntos de vista. El llamado “nuevo PRI” significó una continuidad de la política neoliberal y privatizadora agudizada desde 1982. Pero lo que me está pareciendo muy importante es que la gente, por fin, se ha comenzado a dar cuenta y sin miedo está saliendo a la calle. Por ello hay que decirle a los maestros de la Coordinadora: “Gracias CNTE, en la calle se paciente; aguanta, porque el pueblo se levanta”.

Fuente: http://pedroecheverriav.wordpress.com

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La CNTE contra la utopía neoliberal

Por: Ramón Centeno

La CNTE es el último obstáculo en la visión del neoliberalismo mexicano. Todas las reformas estructurales que se han impuesto en México a favor del capital quedaban incompletas sin el exterminio del último reducto organizado de trabajadores disidentes y combativos. En su visión de futuro, la CNTE representa el peligro permanente de una resurrección del México bronco. Para los socialistas, la importancia política del ascenso magisterial y popular de los últimos meses es clara: un triunfo de la CNTE llena de ánimos al resto de las luchas y pone en peligro las utopías neoliberales alimentadas en tres décadas.

Como bien resume David Harvey en su Breve Historia del Neoliberalismo, el neoliberalismo es un proyecto político según la cual el mejor marco institucional para un país es el que garantiza “fuertes derechos de propiedad privada, libre mercado y libre comercio”. Este proyecto hizo su entrada en México en 1982, cuando el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial otorgaron –por primera vez en su historia– un rescate financiero a cambio de “reformas estructurales”. Aunque hubo esta influencia externa fue crucial, el dogma neoliberal tenía décadas cultivándose en México gracias al patrocinio de la burguesía local que quería emanciparse del régimen del PRI.

Con el viraje neoliberal, el régimen mexicano rompió el pacto social heredado por la revolución de 1910 y, en este sentido, sustituyó la colaboración (corporativa) de clases por la simple supremacía del capital sobre el trabajo. El “ogro filantrópico”, como definía Octavio Paz al régimen del PRI, fue abandonando su filantropía para irse convirtiendo en un simple ogro. Los saldos de este viraje fueron desgarradores para las clases trabajadoras.

Por ejemplo, el artículo 123 de la constitución aún estipula que el salario mínimo debe ser suficiente “para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”. Sin embargo, el neoliberalismo ha convertido en letra muerta este precepto impuesto por la insurrección de 1910.

Entre 1981 y 2014, según la CEPAL, el salario mínimo real en México se ha devaluado un 70% –la mayor caída en este indicador en América Latina. Para ilustrar, si en 1984 un trabajador que ganaba el salario mínimo podía adquirir una “canasta obrera indispensable” –una unidad de medida elaborada por economistas de la UNAM con base en la definición constitucional del salario mínimo–, para 2015 se necesitaban más de 6 salarios mínimos para comprar la misma canasta. Peor aún, del total de trabajadores remunerados y asalariados que han especificado sus ingresos en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) levantada por el INEGI, la cantidad que percibe más de 5 salarios mínimos pasó del 13.9% al 7.4% entre 2006 y 2016.

A pesar de esta clara erosión, el gordito Carstens, gobernador del Banco de México, se ha opuesto al aumento del salario mínimo por considerar que primero debería aumentar la productividad. Sin embargo, aunque entre 2008 y 2015 la productividad de la mano de obra en la industria manufacturera aumentó en un 10%, el salario mínimo real sólo aumentó 7.5% en el mismo periodo –según laComisión Nacional de Salarios Mínimos. Peor aún, dentro de la misma industria manufacturera el porcentaje de trabajadores que ganó más de 5 salarios mínimos (del total que especificó su ingreso en la ENOE) cayó del 10% al 6% en 2008-2015, dándose esta contracción también en términos absolutos: en ese periodo la cantidad de asalariados que ganó más de 5 salarios mínimos pasó de alrededor de 540 mil a alrededor de 400 mil.

El debilitamiento de la clase obrera también se reflejó –y tal vez ahí se originó– en la tasa de sindicalización, la cual para el primer trimestre de 2016 representaba la mitad de su nivel de 1984 –en ese periodo, el porcentaje de la población económicamente activa afiliada a un sindicato pasó de 16.7% al 8.3% (ver este artículo para el primer dato y la ENOE para el segundo). En este contexto, no sorprende que la Ley Federal del Trabajo fuera reformada a favor del capital, al facilitar el despido y legalizar la subcontratación (outsourcing), tal y como ocurrió en septiembre de 2012. Gris panorama.

La reforma educativa, al ser una extensión y adaptación de la reforma laboral al ámbito magisterial, buscaba reproducir en las aulas del país el ambiente de vulnerabilidad permanente que los trabajadores experimentan desde el inicio de la neoliberalizaión en las fábricas y otros centros de trabajo del país. Así, la batalla de la CNTE podría convertirse en la primera victoria importante de la clase trabajadora en mucho tiempo. Este podría ser el inicio de la revancha.

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La economía criminal y la economía del crimen en México (I). Explotación infantil.

Por: Ramon Cesar Gonzalez Ortiz

Dedico este trabajo a mi tío Silvano y a todos mis amigos asesinados o que fueron consumidos por las cosas que a diario ocurren en los barrios marginales.

Introducción

El capitalismo ha sido visto por algunos pensadores, hasta la actualidad, como un proceso que de forma inmanente lleva hacia un “progreso civilizador”. Sin embargo al observar con detalle algunos procesos particulares de la historia, como el paso de la economía fundamentalmente rural, – imperante en Europa durante los siglos XVI al XVIII – hacia una economía industrial, con su fase intermedia preindustrial. Así como las diferentes estrategias familiares que impuso y los diversos roles asignados a los niños dentro de ésta. Y que, comparados con algunos sucesos como la trata de personas o la prostitución infantil, que actualmente siguen padeciendo miles de niños y adolecentes, podremos percatarnos de que en realidad es muy cuestionable el mentado “progreso civilizatorio”, si es que lo hay.

Así, es menester destacar que dentro de la conformación de la “civilización de comerciantes” que actualmente impera. El nacimiento de la industria rural fue de enorme importancia para los niños, en cuanto que acrecentó su “utilidad económica”. Contribuyendo la industria rural a absorber la oferta de trabajo infantil campesina excedente. Puesto que muchos niños no trabajaban en sus propios hogares y fueron “acogidos” en las casas de otros campesinos o artesanos de la región, con el fin de que aprendiesen sus oficios.

En Inglaterra, por ejemplo, donde casi el 60 por ciento de la población comprendía entre los quince y los veinte cuatro años. Cerca de un tercio de los hijos continuaba viviendo con sus padres y para ayudar en los gastos de la casa la mayor parte de esta población trabajaban como criados. Siendo dentro de las familias campesinas sin tierra donde los hijos marcharan primero, debido a que de ningún modo podían contribuir a la economía familiar.

Mismas razones por las cuales en los condados occidentales de Inglaterra los niños eran cedidos a un agricultor a la edad de nueve años, permaneciendo con él hasta los veintiuno. Pero si la familia del niño tenía ocupación artesanal alterna o era poseedora de tierra, de manera que los hijos mayores pudieran heredar, no había tantos motivos para marcharse de casa. Sin embargo, serán los hijos intermedios los que se verán obligados a abandonar en primer lugar los hogares [1] .

En tanto que en los hospicios y otras instituciones similares como las workhausesinglesas – desde el siglo XVI – los hospicios y casas de misericordia, creados en Italia y España tras el Concilio de Treno y los hospitales generales franceses de 1650, introdujeron el trabajo manual de los niños pobres o abandonados de ambos sexos con fines moralizadores.

Comenzándose a conocer a dichas instituciones en el Siglo de las Luces, como escuelas de trabajo. Se instituyeron varias de estas en Francia durante los años sesenta del siglo XVIII, de manera que en 1789 existían en Lyon seis de estos centros. Siendo bien vistas la presencia de estos centros ante la opinión pública, ya que veían en ellas “ventajas para los niños”, ante el hecho de que podían ser habituados aun trabajo regular.

Conforme a tales hechos, las autoridades también se vieron beneficiadas por que las ganancias obtenidas con el trabajo infantil atenuaban los costes de la manutención de los niños, a la vez que conseguían un control social sobre los niños. De lo cual se siguió un uso intensivo de los niños por parte de los industriales, quienes recurrieron en mayor medida al empleo masivo del trabajo infantil [2] .

Por consiguiente, en Postdam, tal mecanismo opero en el orfelinato femenino, estipulándose un contrato con dos mercaderes, en el cual éstos se comprometieron a “adiestrar” a doscientas o trecientas chicas en la fabricación de encajes. Las niñas permanecían como aprendices por un tiempo de siete años, con una jornada laboral de nueve horas, sin recibir ningún tipo de paga durante los primeros cinco años, aunque después de estos recibían una sexta parte de un salario normal.

Resultando así que, la explotación intensiva del trabajo de mujeres y niños, generalizada en la manufactura doméstica o los talleres manufactureros. Habitúo a la gente a que viera a los niños trabajando y propicio que cuando la industrialización comenzará a transferir los procesos productivos de la casa a la fábrica, se considerara “natural” usar a los niños pobres como un componente clave de la fuerza de trabajo. Así, John Lock, en su trabajo “Pensamiento sobre educación” (1693), aconsejaba que en cada parroquia se instituyeran escuelas profesionales en las que los niños, a partir de los tres años de edad comenzarán a ser adiestrados en el trabajo de las manufacturas [3] .

A lo cual se le sumo el hecho, de que durante las primeras etapas de la Revolución Industrial, el problema para el “reclutamiento” de la mano de obra no era sólo de tipo cuantitativo sino también cualitativo. Debido a que los obreros de las primeras fábricas eran por lo general jornaleros agrícolas sin trabajo o tejedores a domicilio. Inhabilitados para el trabajo regular, carentes de una disciplina manufacturera y una familiaridad con la máquina, por lo cual eran consecuentemente inestables e inadecuados por tales motivos, para las necesidades de los primero patrones capitalistas.

Y la solución que encontraron muchos empresarios fue la explotación infantil. Los niños sin formación, sin tradición, más dóciles e indefensos por su edad, que los adultos, se convirtieron pronto en una mano de obra fácil de disciplinar. Los patronos concebían que habilitándolos al trabajo de sus fábricas desde su tierna edad, los niños se convertirían más adelante en obreros estables y regulares. [4]

Y una vez establecido tal patrón, el uso de la mano de obra infantil fue desigual en las primeras etapas de la Revolución Industrial, dividida por sectores económicos. Aunque una gran parte de niños fueron empleados principalmente en la industria textil donde, solos o como ayudantes de las mujeres, preparaban los materiales o realizaban trabajos auxiliares: limpiar, devanar, bobinar, etc.

De forma que en cada telar eran colocados dos o tres niños que limpiaban las bobinas y unían las roturas que se producían en los hilos de algodón empleados en los telares. Estando bajo la supervisión de un hilador adulto o adolecente, que trabajaba las piezas y era el responsables de su calidad. Siendo el “fundamento técnico” de los patronos, para la utilización de niños, más allá de las distintas razones socioeconómicas, el hecho de que al tener los dedos más pequeños que los adultos, los niños de ocho a doce años reataban los hilos de una mejor manera, arrastrándose por debajo de los telares, además de que podían circular entre los estrechos pasillos que los separaban [5] .

Motivos similares hicieron que muchos niños fueran utilizados en proceso más “especializados” como el estampado de los tejidos de algodón, conocidos como indianas [6] . En dicho sector, el empleo de niños y muchachas resulto ser tan lucrativo que contribuyó al asentamiento de una vía “alternativa” para el desarrollo tecnológico. De forma que la técnica “tradicional” del estampado mediante bloques pervivió hasta mediados del siglo XIX, pese al desarrollo de la maquinaria para el estampado.

Siendo utilizados los niños para extender el líquido de color utilizando un tamiz y un pequeño cepillo. “Contratados” a partir de los seis años para esa tarea y otras tantas, repetitivas. Trabajo que además requería a menudo de catorce a dieciséis horas de trabajo, al cual también se le sumaba trabajo nocturno. No obstante resultaban peor las condiciones de trabajo de los niños en las minas, donde algunos de los cuales apenas habían cumplido los cuatro años [7] .

La industria del vidrio también utilizaba niños de entre cinco y los siete años de edad. Sabiéndose que algunos niños eran de origen italiano, que eran llevados a trabajar a otros países, constituyéndose como una verdadera trata de personas. Debido a que los niños perdían a sus familias, su lengua y su lugar de nacimiento. Para soplar cañas con las que se moldeaban los vidrios.

La industria siderúrgica parece utilizó la mano de obra infantil de manera periférica y más limitada. Debido al esfuerzo muscular requerido. Por lo que trabajaban los niños más bien en los bosques al lado de los leñadores, conduciendo las mulas y aplicando la leña o el carbón que posteriormente sería utilizado en las fundiciones. En tano que la industria algodonera inglesa en 1830, se encontraba compuesta por una fuerza de trabajo menor a los veintiún años. Donde los niños a partir de los siete años tenían que trabajar de doce a quince horas diarias, o nocturnas, durante seis días a la semana. En tareas inacabables donde se contaban dedos cortados y miembros aplastados por las ruedas de las máquinas [8] .

Pero las fábricas no fueron el único lugar de sufrimiento infantil a lo largo del siglo XIX. En Inglaterra, entre 1870 y 1930 se calcula que cerca de 100.000 niños recogidos de las calles y orfelinatos, en edades de apenas dos y tres años en adelante, fueron embarcados con dirección a las diferentes colonias del Imperio Británico, especialmente hacia Canadá y Australia. Siendo entregados a familias de colonos, fueron sometidos a una vida de trabajo no menos dura que algunos de sus coetáneos en Europa.

El capitalismo y el trabajo infantil en la actualidad.

No obstante los siglos de por medio en la explotación infantil indicada, esta sigue vigente en la actualidad aun en aras del “progreso civilizatorio”. Por lo que cabe razonar acerca del avance del “capitalismo civilizatorio”, toda vez que la prioridad capitalista sigue siendo el “crecimiento económico”. Por ejemplo, durante muchos años las llamas economías “emergentes” como la mexicana fueron acusadas por los políticos de los países imperialistas, de ser dispendiosas, asumir riesgos excesivos y de adoptar medidas de política económica contraproducente. Y por lo cual se asumía que eran países no “desarrollados”, como los países imperialistas.

Afirmándose desde los países imperialistas que el mal “desempeño”de la economía de los países dependientes era la causa de las crisis consecutivas y que así obstaculizaban el “crecimiento económico” de las demás economías “emergentes”, debido al contagio económico que se propiciaba. Designando términos para denotar las consecuencias de los “contagios” de cada crisis como: el efecto tequila, para México; el efecto samba, para Brasil; el efecto tango, para Argentina; el efecto vodka, para Rusia; el efecto dragón, para las naciones del sureste asiático, entre otros.

Aseverando los políticos y empresarios de los países imperialistas que, al no seguir las “recomendaciones” en materia de política económica del llamado Consenso de Washington, América Latina estaba destinada al fracaso. Así, han venido siendo aplicadas medidas que incluyen privatizaciones (como las reformas estructurales impulsadas por Peña Nieto), el equilibrio presupuestal del gobierno, la desregulación de la actividad económica, la liberalización comercial, el rechazo total al rescate de empresas o instituciones financieras por parte del Estado, entre otras.

Y sin embargo haber adoptado estas medidas en el Tercer Mundo, una crisis de gran magnitud estalló en los Estados Unidos en el 2008, que sigue afectando hasta nuestros días. En aquel momento, durante meses el mundo estuvo en una incertidumbre financiera que, fue posible contener gracias al dinero de los contribuyentes. Llevando a cabo el gobierno estadounidense, el rescate de gigantescas instituciones financieras y empresas automotrices, es decir, hizo todo lo contrario de la fórmula decretada en el Consenso de Washington [9] .

Pero no obstante estos hechos, respecto a la “superación de la pobreza”, en nuestro país se sigue indicando que lo idóneo es favorecer un crecimiento económico que permita “integrar” a los sectores más pobres a lo modernos circuitos de producción y de consumo mediante “empleos” bien remunerados o a través de un acceso real al crédito y la generación de un patrimonio reproducible. Para así, reasumir “la aventura del desarrollo”, como se hizo en las décadas del Estado de bienestar, cuando se confiaba en apropiarse del futuro para reinventarlo a través del desarrollo y el planeamiento organizado. Por lo que no era un “fantasía organizada” el convertir a los habitantes del extremo occidente en contemporáneos de todos los hombres [10] (sic). Según ha dicho Rolando Cordera Campos.

Y conforme a estas nobles intenciones, empresarios como Luis Antonio Corral Pérez, quien ha sido consejero de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), ha declarado que para enfrentar problemas como la inseguridad y la violencia se requiere de todos, ya que el gobierno no puede solo. Por lo que los empresarios deben asumir su responsabilidad en la procuración de un mejor ambiente social.

Asumiendo que México es un país de altos “contrastes”, donde los índices de pobreza extrema chocan con la realidad de tener a uno de los empresarios más ricos del mundo y por el otro lado personas muriendo de hambre. Luis Antonio Corral cree que sólo estamos “atravesando” por una etapa “muy difícil”, que son simplemente ciclos. Y que desde 2011 solo estamos en el fondo un ciclo muy “pronunciado”, pero confía en que hay una salida si todos, empresarios y sociedad en general, toman conciencia de las acciones para salir adelante. Considerando así, que una de las acciones más grandes en las que deben enfocarse los actores señalados es el rescate de los valores tradicionales mexicanos, en los cuales la familia juega un papel determinante para que no se trastoque el significado de lo “bueno y de lo malo” (sic) [11] .

Y acorde con etas ideas, para hacerse responsable de su parte, el Estado mexicano firmó desde hace veintiséis años la Convención sobre los Derechos de los Niños y las Niñas de las Naciones Unidas, el 21 de septiembre de 1990. Donde el Artículo 27 indica que, los Estados firmantes reconocen que las niñas y los niños tienen el derecho a un nivel de vida adecuado para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social.

Pero no obstante tales “esfuerzos”, según cifras dadas por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, el 22 de abril de 1999, en México por esas fechas, existían al menos unos 32 millones de su población, menor de 15 años, de los cuales 12 millones vivían en situación de pobreza y pobreza extrema, con deficiencias nutricionales, en situación de calle, prostitución y pornografía infantil.

En tanto que 1.5 millones eran jornaleros agrícolas, de los cuales muchos se veían obligados a emigrar a los Estados Unidos. Mientras que 32 mil trabajaban y vivían en la calle, ejerciendo el comercio ambulante, la limpieza de autos, de zapatos, pidiendo limosna, de payasitos o vendiendo drogas [12] .

Respecto a la Trata de Personas en México, algunos de los casos más señalados han sido los de “Casitas del Sur” en el Distrito Federal o el de “Mamá Rosa”, en Michoacán. Lugares donde se contaba con el apoyo financiero y la protección de gobiernos o instituciones. En el caso de “Mamá Rosa”, se indico que menores de edad pobres eran sustraídos del seno familiar, incluso bajo coacción, para obtener “utilidades” en favor de los victimarios, donde se incluían la entrega en adopciones ilegales por las cuales cobraban.

De forma que, la casa hogar La Gran Familia, de Rosa del Carmen Verduzco Verduzco, mejor conocida como Mamá Rosa, en Michoacán, surgió desde la década de los sesenta y perduro hasta el 2014. No obstante que, las condiciones en dicha casa hogar eran deplorables, con ventanas sin vidrios pero con barrotes, puertas con candados, cubetas arrinconadas que servían como excusados, camas sin colchón, pasillos cerrados con mallas, muros cubiertos con láminas para impedir las fugas, cuartos de castigo, comida agusanada, así como una fetidez provocada por el hacinamiento.

Pero a pesar de que Mamá Rosa mantenía a los infantes en tales condiciones, ésta resulto ser intocable, puesto que contaba con protectores como Marta Sahagún de Fox, así como con distintos gobernantes y empresarios. De los cuales obtuvo “becas” y “donativos” económicos, durante más de 20 años. Recibiendo además “subsidios” de la Secretaría de Educación Pública y “donativos” de los que no se sabe su origen. Obteniendo entradas económicas también de la Secretaría de Desarrollo Social de Michoacán, la cual entregaba a Mamá Rosa poco más de 200 mil pesos anuales, de acuerdo a Víctor Manuel Silva, quien fuera secretario de dicha dependencia.

Así, al momento del cierre de dicha casa hogar y la captura de Mamá Rosa en 2014, personajes como la presidenta municipal de Zamora Michoacán, Hilda Abascal, quien se había tomado fotos con Mamá Rosa en el patio de acceso al alberge, pasó de una débil defensa a una discreta “sorpresa” por lo que se descubrió en el alberge. Y el mismo titular de la Procuraduría General de la República de aquel entonces, Jesús Murillo Karam, le aplico la inimputabilidad, es decir, no se le podía inculpar de ningún delito en razón de un posible retraso o trastorno mental (sic) [13] .

Dentro de esta explotación infantil, también ha participado la iglesia, tal y como ocurría hace siglos también. Puesto en evidencia en México, tras la muerte de Marcial Maciel Degollado, ocurrida el 30 de enero de 2008, quien fuera líder de los Legionarios de Cristo. Desde el día de su muerte, no cesaron las denuncias de abuso sexual por parte de quienes se han señalado como sus víctimas, encaminándolas ahora hacia la propia Legión, por incurrir en los delitos de “encubrimiento” y “asociación delictuosa”, pues, sostienen, la institución solapó los actos de pederastia de su fundador, Marcial Maciel. Tales se sustentaron en 97 testimonios y el libro de Alejandro Espinosa Alcala “El legionario”, donde también da su testimonio.

Sin embargo, tal como ocurrió con el caso de Mamá Rosa, las víctimas se enfrentan al contubernio de los Legionarios de Cristo con la cúpula empresarial mexicana y la cúpula política. Así, se encuentran relacionados con los Legionarios, Carlos Slim; la familia Azcarraga, donde se incluyen los tres Emilios, abuelo, padre e hijo; la multimillonaria familia Garza Zada, principal accionista del Grupo Alfa; los hermanos Servitje, propietarios del grupo panificador Bimbo; Plácido Arango, fundador de cadenas comerciales como Vips y Aurrerá. Además de que también cuentan “colaboradores” prominentes, inmersos en la banca y las finanzas, tales como: Alfonso Romo, Jorge Hank Rhon, el fallecido Manuel Espinosa Yglesias, Manuel Senderos Irigoyen, Agustín Legorreta, Carlos Trouyet, Fernando Santibáñez, Manuel Somoza Alonso, Cabal Peniche, entre otros más [14] .

Los hijos del privilegio, la otra cara del capitalismo.

Para comprender a cabalidad la explotación a la que son sometidos en su mayoría niños pobres y desprotegidos, es menester tener en cuenta que el capitalismo en realidad funciona para unos cuantos “privilegiados”. Muestra de ello lo da el hecho de que, a pesar de las “buenas” intenciones de los empresarios de la Coparmex y el Estado mexicano, es imposible pasar por alto (además del hecho histórico de la explotación infantil) políticas como las emprendidas en Argentina por Mauricio Macri.

Políticos como Mauricio Macrihan implantado distintas medidas para que existan multimillonarios como Carlos Slim en América Latina. En Argentina Macri implanto la reducción de impuestos a las exportaciones de cereales y oleaginosas, sector donde predomina la oligarquía de ese país. Impulso un fuerte aumento en las tarifas de electricidad, gas, agua y combustibles, que recaerán sobre la clase trabajadora. Reducción del “déficit fiscal” mediante la eliminación de subsidios [15] , entre otras medidas que afectan a la clase trabajadora y sus hijos, mientras que por el otro lado se favorece a la clase empresarial, en la cual se inscriben algunos gobernantes y sus hijos.

En tanto que en México, en aras de una mayor “productividad” ha imperado la visión de personajes como Carstens, gobernador del Banco de México, quien se ha opuesto al aumento del salario mínimo. Por lo que, desde 1981 hasta 2014, según la CEPAL, el salario mínimo real en México se ha devaluado un 70% –la mayor caída en este indicador en América Latina. Además de que, del total de trabajadores remunerados y asalariados que han especificado sus ingresos en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) levantada por el INEGI, la cantidad que percibe más de 5 salarios mínimos pasó del 13.9% al 7.4% entre 2006 y 2016.

Más aun, aunque entre 2008 y 2015 la productividad de la mano de obra en la industria manufacturera aumentó en un 10%, el salario mínimo real sólo aumentó 7.5% en el mismo periodo –según la Comisión Nacional de Salarios Mínimos. Y, dentro de la misma industria manufacturera el porcentaje de trabajadores que ganó más de 5 salarios mínimos (del total que especificó su ingreso en la ENOE) cayó del 10% al 6% de 2008 a 2015, dándose tal contracción también en términos absolutos, puesto que en dicho periodo la cantidad de asalariados que ganó más de 5 salarios mínimos pasó de alrededor de 540 mil a alrededor de 400 mil.

Todo lo cual tiene una de sus causas en el debilitamiento en la tasa de sindicalización, la cual para el primer trimestre de 2016 representaba la mitad de su nivel de 1984. Dentro de tal lapso de tiempo, el porcentaje de la población económicamente activa afiliada a un sindicato ha pasado de 16.7% al 8.3%. Hecho que también ha posibilitado que la Ley Federal del Trabajo fuera reformada a favor del capital, al facilitar el despido y legalizara la subcontratación (outsourcing), tal y como ocurrió en septiembre de 2012 [16] .

A esto se le debe sumar, que al lado de la miseria de muchos trabajadores, mujeres y niños, el privilegio de los hijos de los gobernantes, que dicen representar a los mexicanos y gobernar para su bienestar. Resultado de que muchos funcionarios federales se han ido “heredando las plazas”, de manera que hay parientes de expresidentes, hijos de exsecretarios de Estado o de extitulares de paraestatales. Caso paradigmático de tales hechos es el grupo Atlacomulco. Éste ha ejercido el poder en el Estado de México, durante seis décadas y sus integrantes han ocupado plazas heredadas como secretarios de Estado, subsecretarios, titulares de paraestatales y gobernadores, hasta alcanzar en 2012 la Presidencia de la República, en la figura de Enrique Peña Nieto.

Peña Nieto es hijo de Gilberto Enrique Peña del Mazo y María del Perpetuo Socorro Ofelia Nieto Sánchez. Y a su vez, Enrique Peña del Mazo fue hijo del extinto cacique de Acambay, Severino Peña, y primo del exgobernador mexiquense y exsecretario de Estado, Alfredo del Mazo González. En tanto que María del Perpetuo Socorro, es prima del exgobernador mexiquense Arturo Montiel. Siendo que del Mazo en 1987, así como Montiel en 2005 fracasaron en sus intentos por alcanzar la presidencia.

Y en la misma lógica, Alfredo del Mazo, hijo del exgobernador y primo de Peña Nieto, hoy dirige Banobras. Así como mediante parentesco político, el clan del Mazo también llegó a la Secretaría de Desarrollo Social, donde se designó subsecretario a Ernesto Nemer, cuya esposa es Carolina Monroy del Mazo, hija del influyente político Juan Monroy Pérez y sobrina de Alfredo del Mazo González [17] .

Bibliografía:

Fremantle Anne. “La edad de la fe”. Ediciones culturales internacionales, 1989.

Hemerografía.

Revista, El Cotidiano. UAM-Azcapotzalco, número 173. Mayo-junio, 2012.

Revista, Ciencia. Volumen 61, número 4. Octubre-diciembre 2010.

Revista, Ágora. Volumen 4, número 3. 2011.

Revista, Exposición, la paz tras el cerco. Número 4. Primavera 2000.

Revista, Proceso. Número 2051, 21 de febrero de 2016.

Proceso, número 1908, 26 de mayo de 2013.

Revista, Contralínea. Año 8, número 168. Del 7 al 13 de febrero de 2010.

Revista, Urbe. Año 1, número 4. 19 de febrero de 2015.

Proceso, número 1969, 27 de junio de 2014.

Proceso, número 1631, 3 de febrero de 2008.

Rebelión, “ La CNTE contra la utopía neoliberal ”. Por: Ramón I. Centeno, 19-07-2016.

Rebelión. “El sufrimiento laboral se ha convertido en un grave problema social”. Por: Rafael Poch, 19-07-2016.

Notas:

[1] Fremantle Anne. “La edad de la fe”. Ediciones culturales internacionales, 1989. Pág. 188

[2] Ibíd. Pág. 189.

[3] Ibíd. Pág. 188-189.

[4] Ibíd. Pág. 190

[5] Ibíd. Pág. 190

[6] Fábricas de indianas fueron unas instalaciones industriales que se establecieron en Barcelona desde 1738, pero especialmente a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, cuando su número se incrementa de forma importante; y hasta 1833, cuando la fundación de la fábrica Bonaplata supuso un salto tecnológico importante.

Se denominaron así por el producto que fabricaban: las indianas, un tipo de estampado sobre telas de algodón o lino, que inicialmente no se tejían en España, sino que se importaban de la India, y cuyo destino era, además del abastecer el consumo interior, la exportación a las colonias españolas de América («las Indias»). También se utiliza el término indianeríapara referirse a este ramo de la industria.

[7] Ibíd. Pág. 191.

[8] Ibíd. Pp. 193-194

[9] Revista, El Cotidiano. UAM-Azcapotzalco, número 173. Mayo-junio, 2012.

[10] Revista, Ciencia. Volumen 61, número 4. Octubre-diciembre 2010.

[11] Revista, Ágora. Volumen 4, número 3. 2011.

[12] Revista, Exposición, la paz tras el cerco. Número 4. Primavera 2000.

[13] Proceso, número 1969, 27 de junio de 2014.

[14] Proceso, número 1631, 3 de febrero de 2008.

[15] Revista, Proceso. Número 2051, 21 de febrero de 2016.

[16] Rebelión, “ La CNTE contra la utopía neoliberal ”. Por: Ramón I. Centeno, 19-07-2016.

[17] Proceso, número 1908, 26 de mayo de 2013.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214743&titular=la-economía-criminal-y-la-economía-del-crimen-en-méxico-(i).-explotación-infantil.-

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