Page 2338 of 2493
1 2.336 2.337 2.338 2.339 2.340 2.493

Matar por matar

Por Atilio Borón

En el imaginario colectivo de gran parte del mundo la sociedad norteamericana es la sociedad ideal. Según esa construcción más que ideológica mitológica, una verdadera proeza de la industria cultural de ese país, los Estados Unidos son una sociedad abierta, de intensa movilidad social, pletórica de derechos, igualitaria, amante de la paz, los derechos humanos, la justicia y la democracia. Una sociedad, además, que se ha arrogado una misión supuestamente encomendada por la Providencia para difundir por todo el mundo el mensaje mesiánico y salvífico que redimiría a la humanidad de sus pecados y sus miserias. Pero esa imagen nada tiene que ver con la realidad. Estados Unidos es una sociedad profundamente desigual, en donde el diferencial de ingresos y riquezas entre los más ricos y los más pobres asumió, en el último cuarto de siglo, ribetes escandalosos y jamás vistos en su historia.

Una sociedad que a siglo y medio de la abolición de la esclavitud sigue estigmatizando y persiguiendo a los afroamericanos con una virulencia que, desde que uno de ellos, Barack Obama, asumió la presidencia de la república no hizo sino crecer. Hacía décadas que policías blancos no mataban a tantos negros en las calles de Estados Unidos. Una sociedad que presume de ser democrática cuando los más brillantes intelectuales de ese país no dudan en caracterizarla como una obscena plutocracia.

Pero sobre todo, Estados Unidos es una sociedad enferma, con una proporción de adictos a toda clase de drogas que no tiene parangón a escala mundial y que constituye el gran estímulo para el negocio del narcotráfico; y con una propensión al asesinato indiscriminado de niños en una escuela, de personas en un cine, de afroamericanos que concurren a su iglesia, de gente que acude a un shopping, de estudiantes que concurren a sus clases en la universidad o de gays que van a un bar con sus amigos y que, de repente, entra uno de estos psicópatas armados hasta los dientes y comienza a disparar sin ton ni son, al voleo, matando por matar. Y no son hechos aislados sino rasgos profundos y reiterativos de una patología social. Un reportaje de la BBC indica que en el año 2015 hubo en Estados Unidos 372 balaceras masivas, que mataron un total de 475 personas e hirieron a 1.870.

La de Orlando, el asesinato masivo más importante de la historia norteamericana, agrega 50 más a esa lista ominosa y 53 heridos, algunos de ellos de extrema gravedad. Un problema crónico que se retroalimenta con los crímenes interminables que la Casa Blanca perpetra sin pausa en Medio Oriente y Asia Meridional, lo que despierta en algunos un incontrolable deseo de venganza. Según el New York Times el atacante en bar de Orlando habría llamado al 911 de la Policía poco antes de efectuar su ataque y manifestó su lealtad el Estado Islámico. Testigos aseguran que antes de comenzar a disparar gritó «Alá es grande», aunque hay que tener cuidado con estas informaciones.

Más allá de estas dudas, el matar por matar, o matar para vivir un momento de celebridad, como el cretino que acabó con la vida de John Lennon en Nueva York, o matar a cualquiera para vengar los crímenes de Estados Unidos en su cruzada contra el Islam (como parecería ser la motivación en este caso) se ha convertido en una constante histórica y un síntoma del nivel de locura que prevalece en una sociedad que pretende erigirse como el non plus ultra de nuestro tiempo cuando en realidad es una formación social afectada por una grave patología que, poco a poco, va destruyendo los fundamentos mismos de cualquier convivencia civilizada.

Fuente: http://www.aporrea.org/internacionales/a229433.html.

Imagen tomada de: http://img.yoyopress.com/uploads/pistola1-630×300.jpg

Comparte este contenido:

Educación superior, derecho y política educativa

Chile/17 de Junio de 2016/ La Tercera

Por: José Julio León

Dado el contexto de movilizaciones estudiantiles, paros indefinidos y tomas en varios establecimientos, el principal desafío que ahora enfrenta el Ministerio de Educación consiste en superar el clima de disputa o controversia (que pone énfasis en el conflicto y busca “derrotar” al adversario); para abrir espacio a la lógica del diálogo racional -que está en la esencia de la labor universitaria- con miras a diagnosticar adecuadamente los problemas, alcanzar acuerdos y facilitar la cooperación. Para que ese paso sea posible es necesario centrar la atención en el objeto del debate.

El tema central, hoy, viene dado por las expectativas o demandas del movimiento estudiantil (la CONFECh consiguió reunirse el viernes pasado con la Ministra de Educación para conocer detalles del proyecto de reforma a la educación superior y ha presionado, con las movilizaciones, para que esas demandas sean consideradas). Ahora bien, es curioso que los voceros de la CONFECh señalen que lo que tiene de particular esta movilización (respecto de la de 2011) es que ahora cumplen un rol central los estudiantes de universidades privadas, a los que se presenta como “los más precarizados” y víctimas “del negocio de la educación superior”. Más aún, tres dirigentes estudiantiles de universidades privadas, en una carta publicada en La Tercera el jueves 9, dijeron que los estudiantes de las entidades privadas se movilizan “para acabar con las condiciones que caracterizan a nuestras instituciones: falta de democracia, incertidumbre en la toma de decisiones y lucro”. Para tales dirigentes, la movilización tendría por objeto la expansión de la educación pública y la regulación de las instituciones privadas.

Es claro que nuestro sistema de educación superior necesita reformas. Pero es fundamental que éstas reposen en amplios consensos, buenos diagnósticos y se funden en los mejores argumentos. La CONFECh, hace un año, en su documento sobre la Reforma proponía: “poner en el centro el Derecho Social a la educación como espacio de integración, cohesión, democracia y cambio social, con pluralidad pedagógica y libertad para el desarrollo de proyectos educativos, vinculada al desarrollo del país”. Tales principios, perfectamente, podrían servir de base al Ministerio de Educación para propiciar acuerdos; el debate versaría entonces sobre las medidas adecuadas y proporcionales para operacionalizarlos.

Las reacciones posteriores a la reunión de la Ministra Delpiano con la CONFECh, con todo, no son auspiciosas. La ministra parece pedir excusas por no penalizar (como delito) el lucro y por el apoyo a las universidades estatales, en circunstancias que ambas decisiones son razonables. Los estudiantes cuestionan que no se modifiquen el sistema de financiamiento, en especial el crédito con aval del Estado (CAE), y la gobernanza de las instituciones, con lo que no se avanzaría en erradicar el mercado del sistema educativo.

Los planteamientos de ambas partes no son inconciliables. La educación, ciertamente, debe ser democrática, mirar el interés general y fundarse en la igualdad de los estudiantes. No es coherente con el pluralismo y la libertad, con todo, esgrimir ahora la dicotomía pública/privada de manera excluyente y estigmatizando a las entidades privadas creadas post 1981 como “educación de mercado”.

La propia CONFECh definió la educación pública, sin limitarla a lo estatal, como aquella que contribuye a “la construcción del país”, “a la expansión de la cultura, las artes y las ciencias”, a la dinamización e integración –sin discriminaciones- de la sociedad. De ello se sigue ciertamente un compromiso del Estado con sus instituciones educativas, siempre que ellas cumplan una función preferente que no sea exigible (tampoco prohibido) a instituciones privadas. La participación de los estamentos es necesaria y coherente con lo anterior; pero este principio no justifica una forma de gobierno análoga a la de la comunidad política. No se conocen experiencias de gobierno universitario basadas exclusivamente en el principio “una persona un voto” (de hecho, no las hay de gobierno estrictamente tri-estamental, en que cada estamento tenga el mismo “peso” en las decisiones).

La naturaleza de la universidad, que busca la excelencia tanto como cumplir funciones de bien público, se aviene mejor con una concepción sustantiva tanto acerca del rol democrático del sistema educativo público (que debe ofrecer oportunidades diversas, en especial a los que hoy son postergados, y expresar una pluralidad de proyectos educativos) como del rol de las instituciones educativas en la “esfera pública” (un espacio en que todos deben tener igual derecho a expresarse, a informarse, y donde todas las decisiones deben estar justificadas).

Algo similar cabe decir de la aspiración de gratuidad “universal”, que no es condición necesaria ni suficiente para desarrollar una política pública centrada en los derechos de los estudiantes. Podría, dependiendo de la limitación de recursos y los mecanismos de selección que se empleen, incluso perjudicar la igualdad. Centrar el debate en la gratuidad “para todos y ahora” es un error, porque elude los problemas de fondo y podría significar –al poner foco en el tema financiero- un cambio “gatopardista”, dejando el resto de las cosas igual.

Que las instituciones deban organizarse como personas sin fines de lucro, contar con formas de gobierno participativas, cumplir con estándares de investigación, calidad, transparencia y carrera académica, ser inclusivas y contar con mecanismos de selección que no discriminen a las minorías, parecen ser requisitos razonables para acceder a un régimen de lo “público”. Pero no se pueden poner tantas condiciones que ahoguen la diversidad o lesionen la autonomía, ni imponer por ley un solo modelo de universidad.

La deliberación que tiende al acuerdo supone evitar estrategias de “esto o nada”. La improvisación, el apuro, el veto y las acciones de fuerza que niegan los argumentos ponen en riesgo los logros alcanzados y la posibilidad de avanzar sustantivamente desde aquí. Y, de paso, pone en riesgo los derechos de nuestros(as) estudiantes. Justamente lo que los líderes estudiantiles dicen defender.

Fuente: http://voces.latercera.com/2016/06/17/jose-julio-leon/educacion-superior-derecho-y-politica-educativa/

Comparte este contenido:

Equidad en la educación, el motor del desarrollo urbano

Colombia/ 16 de Junio de 2016/El Tiempo

Por: Asia Society

Las ciudades son fábricas de niños. Con un porcentaje cada vez mayor de personas viviendo en ellas, sin duda las familias y la infancia merecen que los gobiernos le presten atención a su formación y futuro.

Niños más y mejor educados significan mayor mano de obra calificada, más cabezas pensando y mejor productividad. En el largo plazo, las urbes con políticas públicas educativas serias son las que suelen tener un mejor comportamiento económico.

Y son las ciudades que basan su modelo en la equidad las que tienen más éxito, según Asia Society, organización no gubernamental fundada en 1956 por John D. Rockefeller y que promueve las alianzas educativas. Con base en información de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), dice que “los sistemas con el mejor desempeño reducen el impacto del estatus socioeconómico en los logros académicos, creando sociedades abiertas al talento de cualquier fuente”.

Esto quiere decir que los sistemas educativos donde estudiantes de diferentes contextos e ingresos asisten a las mismas instituciones y tienen más o menos las mismas oportunidades de acceso a la educación superior son más exitosos.

Asia Society resalta el caso de Estados Unidos, donde “las grandes inequidades en los logros educativos, incluyendo las altas tasas de deserción escolar en bachillerato, le cuestan a la sociedad cerca de US$ 3 trillones al país, valor que equivale a una recesión”.

El portal open.dataforcities.org muestra, por ejemplo, que en San Diego (California) solo el 54,04 % de la población termina el bachillerato.

En Los Ángeles se gradúa el 75 %, mientras que en ciudades latinoamericanas –donde la pobreza es mayor, y la inequidad, menor– como Buenos Aires y Guadalajara, los graduados del colegio llegan al 65,8 y 83,4 %, respectivamente.

Según le dijo a Asia Society Andreas Schleicher, subdirector de educación de la Ocde, son tres las características de los países y ciudades con los mejores resultados en esta materia.

En primer lugar, invierten en la educación temprana. Segundo, apoyan a los colegios que presentan las mayores desventajas y los peores desempeños y, por último, eliminan los obstáculos que generan los sistemas por niveles y que pueden profundizar la inequidad.

El artículo científico Educación y crecimiento económico, de los profesores Eric A. Hanushek (Universidad de Stanford, Estados Unidos) y Ludger Woessmann (Universidad de Múnich, Alemania), señala que “la calidad de la educación tiene un profundo impacto en la economía, que depende de las habilidades y conocimientos de los trabajadores”. Ambos critican que los países en vías de desarrollo se enfoquen más en la cobertura y no en la calidad.

Mejores prácticas

En el mundo, uno de los casos más conocidos es el de Finlandia. De hecho, siempre aparece en los primeros puestos de las pruebas Pisa, de la Ocde. En su capital, Helsinki, el 99 % de los estudiantes termina la primaria, y el 72 %, la secundaria.

Según el portal independiente de noticias, Libertad Digital, de España, el éxito de este país no es la inversión anual por estudiante (9.162 dólares), sino su sistema incluyente que ha tenido continuidad a pesar de los cambios de gobierno. Además, el 95 % de sus colegios son públicos.

“No lo ha logrado con normas centralizadas, sino a través de un sistema que da una gran autonomía a los centros, en los cuales sus profesores son los que controlan los planes de estudios. Todo ello está enmarcado en una ley de educación estable, que no se cambia con el color del gobierno de turno”, señala el portal.

Dar oportunidades implica no solo tener colegios y profesores de calidad, sino también transporte para que todos puedan estudiar.

Libertad Digital destaca además que, a diferencia del sistema español donde el Gobierno central define los currículos académicos, Finlandia les da autonomía a los municipios y luego a los profesores para que el seguimiento a los estudiantes sea más personalizado.

Barcelona, por su parte, tiene resultados interesantes: el 100 % de los niños y niñas están en el sistema educativo, según le reportaron a Open Data for Cities en el 2013 y el 2014. No obstante, la falla está en la educación superior, pues de 100.000 habitantes solo 28.268 obtiene algún tipo de título, mientras que en Helsinki la tasa llega a 33.361.

De acuerdo con las pruebas Pisa, Shanghái (China) es la que tiene los mejores puntajes en matemáticas y la mayor proporción de estudiantes en los niveles más altos de calificación (5 y 6). Open Data no tiene los datos completos, que suele obtener directamente de las ciudades.

Sin embargo, el columnista Jaap Dronker, del Huffington Post, señala que esta ciudad china seleccionó para las pruebas solo a los jóvenes que viven legalmente ahí y excluyó a los inmigrantes, lo que pudo incidir en el resultado, pues al ser los más vulnerables, son los que pueden tener mayores falencias.

Fuente: http://www.eltiempo.com/bogota/equidad-en-la-educacion-como-motor-de-desarrollo-segun-expertos/16622563

Comparte este contenido:

Ética Utópica para el Buen Vivir

Por Lupita Barradas

De acuerdo al “Diccionario de Filosofía” de Ferrater Mora (2009), el término “ética” y “moral” se han empleado, a veces, indistintamente de igual forma. Sin embargo, la etimología y la historia semántica de estos términos nos dicen que ethos (ἦθος), alude a aquel comportamiento de los individuos que pueda ser derivado de su propio carácter (etología), mientras que mos, moris alude a las <<costumbres>> que regulan los comportamientos de los individuos humanos en tanto son miembros de un grupo social.

Corominas nos dice que:

La moral es el dinamismo de apropiación de posibilidades que entrañan a la apertura de la realidad de la acción humana. Y justamente, este dinamismo de apropiación de posibilidades es el objeto de la ética. Los seres humano no sólo actuamos moralmente, es decir, realizamos ciertos actos y no otros, nos apropiamos de determinadas posibilidades o nos acoplan a las mismas, sino que también reflexionamos sobre este comportamiento práctico, buscando una cierta acoplación. Es justo lo que llamamos Ética (2000, p. 263).

De lo anterior se puede inferir que la moral y la ética se complementan, mientras la primera está más involucrada a lo afectivo y sociocultural, la segunda está más comprometida a la razón, a la reflexión e incluso busca la reflexión del primero, teniendo ambos términos un solo objetivo: La construcción del carácter del hombre.

Savater, en su libro de “Ética para Amador”, nos dice que nuestro pensamiento está condicionado por el lenguaje y que el resultado de la vida depende en gran medida de lo que cada uno quiere. Somos educados con ciertas tradiciones, hábitos, formas de comportamiento. Los hombres y las mujeres somos capaces de decidir, a pesar de que nuestra vida ya esté determinada (2011).

Al igual que Corominas y Savater, considero que los hombres y las mujeres somos “libres”, ya que somos capaces de responder a todo lo que nos acontece. Somos capaces de intentar conseguir lo que queremos y cuando no lo logramos nos recuperamos para volverlo a intentar porque tenemos voluntad.

Como personas podemos equivocarnos, inventar, elegir y, otra vez, equivocarnos. Tenemos libertad, entendiendo como libertadel saber decidir adecuadamente y con responsabilidad, pensando en un bien común para vivir satisfactoriamente, puesto que tenemos consciencia para saber por qué estamos decidiendo.

Como humanos, tenemos la facultad de reflexionar sobre lo que hacemos para así darle sentido a nuestra vida, a la vida que queremos vivir.

Reflexionamos, comprendemos, tenemos conciencia y por eso podemos:

  • Saber que queremos vivir humanamente
  • Examinar lo que hacemos para saber si corresponde a lo que en verdad queremos o no.
  • Desarrollar el buen gusto moral.
  • Ser responsables de nuestros actos. Entendiendo ser responsable, como el saber que cada uno de nuestros actos se van construyendo, definiendo, inventando con un solo propósito: transformarnos a nosotros y al mundo.Ya que cada una de nuestros actos va dejando huellas en nosotros mismos, porque la vida tiene sentido, un sentido único hacia adelante, en donde las jugadas no suelen repetirse pero sí corregirse.

La ética para mí, es una disciplina que permite a todos los seres humanos la realización del orden de la vida, los valores, la justicia, el respeto, el amor, la amistad: es la conjunción de la inteligencia, la razón, la prudencia y la sabiduría.

En la ética todo tiene justificación del ser, nos lleva a la felicidad, puesto que ésta es un sí espontáneo; una aceptación de lo que somos o de lo que sentimos ser, entendiendo a la felicidad como una experiencia transitoria de placer y dolor, de muerte y vida.

A través de la ética se intenta ser mejor con uno mismo y con los demás. El arte de elegir para vivir lo mejor posible. Es la base de la buena vida, tanto individual como social. Es el querer bien, en contraste con la política para la cual lo único que cuenta son los resultados de las acciones.

Como seres humanos tenemos dignidad y debemos desear la vida de acuerdo a un proyecto ético, en donde la vida en comunidad esté basada en la libertad, la justicia, el respeto, la solidaridad y la armonía. En otras palabras, la ética da sentido a nuestra vida porque es la capacidad de razonamiento, de elección, de reflexión y de decisión para vivir nuestra propia vida.

Porque a final de cuentas, somos nuestros propios artistas. Esculpimos para conocer y precisar lo mejor posible el sentido de la buena vida que queremos tener para conseguir nuestra felicidad.

Referencias

Coromina, Jordi. (2000). Ética primera. Madrid, España: Descleé.

Ferrater Mora. (2009). Diccionario de filosofía. Madrid, España: Alianza.

Savater, Fernando. (2011). Ética para Amador. México: Editorial Ariel.

Shopenhauer. (1983). El arte del buen vivir. Madrid, España: Biblioteca Edaf de Bolsillo.

Fuente: http://www.e-consulta.com/opinion/2016-06-15/etica-utopica-para-el-buen-vivir

Imagen tomada de: http://mm.queaprendemoshoy.com/wp-content/uploads/2016/02/cu%C3%A1l-es-la-diferencia-entre-etica-y-moral.jpg

Comparte este contenido:

¿Es usted un buen papá?

Por Fausto Segovia Baus

No hay padres perfectos sino perfectibles. Como seres humanos podemos errar, y de hecho erramos. Pero nunca es tarde para realizar una autocrítica en la línea del mejoramiento y no dejar de ser lo que el mundo quiere: responsables. Para ello no hay recetas. A veces basta el sentido común y oír a la propia naturaleza.

La paternidad es un don y una responsabilidad. Pero muchos consideran una carga o un papel demasiado grande para sobrellevar. En esta ocasión caben algunas reflexiones sobre la paternidad, porque lo bueno puede convertirse en óptimo y lo malo revisarse, en aras de buscar puntos de encuentro y mejoramiento.

• Realidades Un primer pensamiento que puede ser útil es reconocer que la paternidad y la maternidad tienen asidero en la familia, que constituye no solo la célula social sino el espacio natural donde se forman personas. Somos, en efecto, hijos de una familia donde los padres –por presencia o ausencia- marcamos la vida de nuestros hijos; somos sus referentes. Ser padres, en este contexto, es una vocación que tiene repercusiones totales en las personas y no solamente jurídicas. La realidad, sin embargo, refleja una crisis profunda en las familias por causas complejas, en ocasiones producidas por un fenómeno lamentablemente generalizado: el abandono.

A veces es difícil entender que padres y madres que, supuestamente, trajeron hijos al mundo no bien se presentan dificultades, los dejan solos y desamparados, o cuando se producen inevitables divorcios, la gente regatea los alimentos y busca argumentos inverosímiles para no cumplir con sus obligaciones morales y legales. Por supuesto que hay padres y madres responsables, pero un porcentaje creciente de niños y jóvenes –así dicen las estadísticas- está creciendo con altos niveles de privación afectiva, por falta de consistencia familiar o, lo que es más grave, con graves índices de violencia intrafamiliar, que tiende a replicar un círculo vicioso difícil de controlar.

• Autocrítica ¿Dónde se aprende a ser buenos padres? La respuesta obvia: la universidad de la vida. No obstante, esta ‘universidad’ no necesariamente prepara padres eficaces, amorosos y responsables. Los atavismos se mantienen y se repiten amplificados ahora por ciertos medios de comunicación social, especialmente la televisión, que trasmiten arquetipos vacíos de contenidos y valores, y donde bajo el supuesto de ofertar diversión y espectáculo inculcan la infidelidad, la agresión y crímenes atroces, en nombre de la libertad de expresión.Es necesario, por tanto, revisar qué hacen y no hacen los buenos padres para intentar una autocrítica constructiva.

• Siete hábitos Augusto Cury, en su libro ‘Padres brillantes, maestros fascinantes’ (Planeta), ofrece algunas pistas interesantes. Plantea siete hábitos, sobre la base de un principio rector: ‘Los hijos –dice el autor- no necesitan padres extraordinarios, sino seres humanos que hablen su lenguaje y sean capaces de penetrar su corazón’.

1. ‘Los buenos padres dan regalos. Los padres eficaces ofrecen su propio ser’.

2. ‘Los buenos padres nutren el cuerpo. Los padres eficaces nutren la personalidad’.

3. ‘Los buenos padres corrigen los errores. Los padres eficaces enseñan a pensar’.

4. ‘Los buenos padres preparan a sus hijos para los aplausos. Los padres eficaces preparan a sus hijos para los fracasos’.

5. ‘Los buenos padres dialogan. Los padres eficaces dialogan como amigos’.

6. ‘Los buenos padres dan información. Los padres eficaces cuentan historias’.

7. ‘Los buenos padres dan oportunidades. Los padres eficientes nunca desisten’.

• Para los futuros papás ¿Cuál es la familia de sus sueños? La familia que quiere formar no es perfecta. No tiene ni tendrá padres infalibles ni hijos que causen frustraciones. Sus hijos serán lo que respiren y aprendan dentro del hogar. No serán copias de usted o clones. Para ello usted tiene que dar, en primer lugar, ejemplo. Y el paso inicial es tener la capacidad de decir ‘te amo’, ‘te quiero’, ‘lo siento’, ‘eres muy importante para mí’. Finalmente es necesario recordar –según Augusto Cury- que ‘en la verdadera familia no hay dioses ni héroes sino amigos. La familia de sus sueños es festiva. Un lugar sencillo donde hay debe haber- gente feliz’. Porque los padres somos felices cuando los hijos son felices.

Fuente:http://www.elcomercio.com/blogs/la-silla-vacia/buen-papa-familia-hijos-analisis.html.

Imagen de uso libre tomada de: https://pixabay.com/static/uploads/photo/2015/12/08/00/52/silhouette-1082129_960_720.jpg

Comparte este contenido:

Del etnocentrismo privativo, a la investigación transdisciplinar abierta

Por Juan Domingo Farnos

Seguimos insistiendo en nuestros planteamientos de INVESTIGACIÓN y de implementación, en la necesidad de hacerlo de manera transdisciplinar como la única manera de aportar valor y eso sucede a través de la diversidad que proporcionan estas actuaciones.

Swanson mostró que la investigación de dos campos muy diferentes se pueden poner juntos para resolver un problema de pie en un tercer campo, eso si si tenemos claro que necesitamos tanto el tiempo y el interés para realizar las conexiones transversales pertinentes. Si Swanson era capaz de hacer esto en 1986, sin duda debería ser más fácil de conseguir hoy en día, teniendo en cuenta los avances en los motores de búsqueda informatizada.

Estos pueden conducir a alianzas interdisciplinarias, que se exhiben, es una de tantas posibilidades que tenemos Por otra parte, podemos recurrir a las bases de conocimientos disciplinarios “indígenas”. Esto ayuda a explicar el aumento de lo que podría llamarse “afianzamiento de referencia”, es decir, altos citas de un cuerpo bien delimitado de textos. En ese caso, es necesario dominar la jerga local antes de hacer cualquier progreso intelectual: muy alta renta pero en una comunidad relativamente pequeña, cerrada. Gran parte de la “posmodernidad”, especialmente como se ve por sus detractores, puede entenderse de esta manera.Pero realmente, ¿Cuál es el problema de la aplicación, evolución y desarrollo de la interdisciplinariedad ? ¿Es ésta la solución?

Steve Fuller plantea una pregunta inevitable para esta serie en la interdisciplinariedad. Él responde a esta pregunta, proporcionando una cuenta de la naturaleza propietaria esencialmente y otra que añadiríamos, las dificultades de transferencia que la mayoría de veces tenemos

¿Cuál es el problema para el que la interdisciplinariedad se la solución? La respuesta es lo que podemos denominar la tendencia de las disciplinas a ser cada vez más la propiedad de su relación con la consulta organizada. Una disciplina es “propiedad” en este sentido negativo si se puede obligar a investigadores a reconocer la propiedad de un campo de investigación, independientemente de la relevancia real de las disciplinas . Si la consulta que necesitaremos hacer constantemente es una especie de viaje intelectual, entonces las disciplinas imponen peajes a lo largo del camino, el cuál dificultará todo el proceso. Sin duda, la llegada de Internet ha puesto en marcha una nueva y robusta ola de libertarismo credencial, como estamos ahora siempre sólo unas pocas pulsaciones de teclado lejos de encontrar retos y alternativas a la opinión de expertos sobre prácticamente cualquier tema. Sin embargo, también existe una revuelta contra la epistémica búsqueda de rentas procedentes del interior de la academia, que es donde generalmetes se ponen “mas pegas” a la interdisciplinariedad.

Thomas Kuhn originalmente lo llama “ciencia normal“. Esto ocurre cuando un distintivo teórico y metodológico marco o paradigma, con probada eficacia se extiende indefinidamente, desplazando de ese modo un vistazo a otros enfoques y los tipos distintivos de preguntas que que potencialmente abordan.

Sin duda, esta marginación da lugar a la creación de otras disciplinas, . Pero éstas también sufrirán el mismo proceso de “normalización”. El final de esta visión es que los dominios de fenómenos llegan a ser propiedad de disciplinas, el acceso a los altos costos que implican principales, no sólo en términos de formación especializada, sino también los recursos humanos y materiales necesarios para llevar un proyecto de investigación a buen término y eso provoca una situación de PROTECCIONISMO ENDOGÁMICO que al mismo tiempo, y tal vez debido a este recurso-intensidad, hay poco interés en que se produzca ya ni tan solo una reorganización interna y mucho menos una transformación que harían que las partes sufrieran frente al todo. De hecho, según Kuhn, una disciplina tiene que estar al borde de la autodestrucción, la “crisis” que precipita una “revolución” -antes que su paradigma se sustituya correctamente.
Hemos visto, pues, como dirían los economistas, que las disciplinas son entidades “dependientes de la trayectoria”, cuyo éxito muy en particular, siguiendo un camino se convierte en un fuerte atractor.
Siempre estableceremos una distinción entre el “contexto de descubrimiento” y el “contexto de justificación.” La ciencia como una institución convierte los orígenes idiosincráticos de los descubrimientos en conocimiento lo que afirma que cualquier persona, en principio, puede justificar por sí mismo, simplemente mediante el examen de la evidencia y el razonamiento ofrecido por una afirmación de conocimiento en particular. De esta manera, las percepciones individuales llegan a ser incorporadas en un cuerpo colectivo de investigación, que a su vez permite a la humanidad en su conjunto. Por lo tanto, mientras que una verdad particular puede haber sido descubierta de una manera muy particular, la tarea de la ciencia es mostrar que podría haber sido descubierta bajo una variedad de circunstancias, siempre que obtengamos la evidencia y el razonamiento necesario.

Es fácil ver cómo este principio positivista podría sonar el toque de difuntos para este posicionamiento más epistémico. Los positivistas en sí mismos, tanto en el espíritu de los imperialistas del pasado y de hoy globalicionistas-vieron a la eliminación de las barreras comerciales como que conducen a una mayor integración e interdependencia. La interdisciplinariedad se fomentaría eficazmente a través de anti-disciplinariedad, al menos en la medida en disciplinas tendrían que traducir sus jergas específicas en una lengua franca común de intercambio intelectual. Sin embargo, esto no es exactamente de lo que realmente ocurre Al igual que en el caso económico, las asimetrías de poder ya existentes entre las disciplinas se juegan en esta “zona de libre comercio.” Mientras que muchas disciplinas se convirten en la física de usar modos de investigación, nada amables, la física-se aún va más lejos en las aguas estancadas intelectuales . Por ejemolo, Matemáticas constituía una barrera oculta al libre comercio en este contexto.

El resultado es que epistémica búsqueda de rentas y su remedio positivista propuesta coexisten hoy en día, sin resolución, sin duda el peor de ambos mundos. Una vez más, esto no es tan diferente de la economía política y el fenómeno del mundo es especialmente evidente en las ciencias sociales.

Pero hoy hemos encontrado en palabras como: interned, red, inclusividad ,….. las tres palabras que explosionan lo anterior ya que hacen que nuestras investigaciones por medio de internet nos permiten “vivir” en red y llegar a hacerlo de manera diversa (inclusividad), lo cuál facilita mucho no solo nuestra labor, si no también ofrecer un valor tal que hasta ahora nunca había sido posible, ni entender, ni llevar a cabo.

Nico Stehr (Knowledge Societies, 1994), revista británica Sociology (“establece  el importante papel del conocimiento en la actual sociedad postindustrial, en el sentido sugerido de desplazar a tradicionales factores del cambio social como el capital y la fuerza de trabajo“, lo quede alguna manera dinamita no solo la cultura social existente hasta ahora, si no el concepto propio que tenemos de instituciones como la universidad y es precisamente en esta posición donde los conceptos que utilizamos más hoy en investigación, conocimientos y tecnología, se someten a cuarentena de una manera más intensa.

Evidentemente estos dos factores cambian el espectro de lo que conocemos por sociedad, eso es una evidencia que clama al cielo, pero no se puede lanzar como una cortina de humo contra una sociedad gobernada por “expertos”, no es el caso. El conocimiento siempre fue muy importante, y no sólo desde la Segunda Guerra Mundial, aunque no es enfatizado hoy del mismo modo que en el pasado. Hoy sabemos que los poseedores de la propiedad no coinciden necesariamente con los gestores de la propiedad, es una separación que tiene lugar en el pasado del capitalismo. Creo que la tesis de la “sociedad del conocimiento” es sintomática de esa separación, y debería ser entendida en términos de la misma. La epistemología social trata de hacer un uso creíble del término “conocimiento”, no de aplicarlo a cualquier cosa y eso da a entender que la ciencia y el conocimiento son “abiertos” libres, y no son propiedad de nadie.

Snow, en su famosa conferencia Rede de 1959, señaló la existencia de dos culturas separadas por una abismo de incomprensión mutua, las culturas humanística y científico-técnica, con lo que nuestras investigaciones transdiscuplinares estarían muertas antes de empezar, lo que no es el caso, afortunadamente. Pero todo ello ¿estaría realmente contribuyendo a mejorar la comunicación entre las dos culturas señaladas por C.P. Snow, o más bien refuerza esa separación con su tendencia a la consolidación disciplinar? Evidentemente siempre dependerá de los presupuestos universitarios, públicos. En este sentido, no se ha contribuido demasiado a fomentar la conciencia crítica de los científicos, al menos no tanto como quizá hubiese sido posible. etc…pero estará muy mitigado por la influencia de la cultura open” del mundo de internet, lo cuál hará que todo ello sea posible, pese a quien pese.

Por ser la institución más poderosa en la sociedad, la ciencia es también una institución de acceso privilegiado. Incluso los que trabajan en la universidad raramente siguen lo que ocurre en las grandes instalaciones y laboratorios. En general, se asume que lo que ocurre en los grandes laboratorios tiene algún tipo de conexión con las tecnologías industriales, que se aceptan a nivel personal como productos de la ciencia. Esta suposición hace a la ciencia muy poderosa. Pero muy poca gente ha tenido la oportunidad de observar tal conexión. Por tanto, la pregunta es por qué creemos en ella, por qué creemos en esa historia. Cuando debe darse cuenta de creencias generales mantenidas por personas que no tienen un contacto directo con el objeto de su creencia, considero que la retórica desempeña un papel muy importante. El modo en que los científicos hablan y escriben acerca de sus actividades, hacen que el oyente o el lector se sienta testigo de lo que está pasando –se trata de la idea de Steven Shapin de “testimonio virtual”. Hacen que el lector “vea” cómo se realizan observaciones, se confirman hipótesis, se ponen a prueba teorías, etc. Y estas cosas se presentan de modo que el lector perciba que se trata de un proceso lógico, aunque no puedan ver qué es lo que ocurre realmente. La retórica, en cierto sentido, consiste en estos recursos didácticos. Pero esto, a su vez, refuerza el modo en que mucha gente habla del método científico.

No importa cuál sea tu campo de dedicación, incluso si no entras en el laboratorio y no participas de la ciencia en acción, a pesar de ello hablas de lo que es la ciencia: una forma maravillosa de racionalidad, se dice, que tiene ciertos pasos invariables, que conduce a descubrimientos, etc. Se trata de una imagen que después es incluso utilizada como forma paradigmática de racionalidad, como puede verse por ejemplo en el diseño de los primeros tests de inteligencia. Estas son formas de retórica que refuerzan la creencia general de que la ciencia es una institución muy importante, quizá la más importante, de la sociedad moderna (muchas veces parece un acto de fe de los lectores, oyentes…hacia los que hacen las investigaciones científicas...) Este es el modo en que la ciencia se reproduce continuamente a través de la retórica.

Los filósofos han elaborado normas para la ciencia, normas sobre cómo debe reproducirse el conocimiento. Han propuesto reglas de racionalidad como el principio de falsación de Popper, el método hipotético-deductivo, diversas lógicas inductivas, etc. En general, estas normas han sido elaboradas sin prestar atención a las realidades y posibilidades de los individuos ( sin contemplar la diversidad ni los posicionamientos personalizados/socializadores, ni la influencia que tiene sobre todo ello la fuerza de internet, las TIC, AI…)) Lo que recomienda la epistemología social: trasladar ese aspecto de la filosofía política al dominio de la ciencia. Pero también se trata de un objetivo que tiene un importante componente retórico, pues el filósofo o el epistemólogo social deben presentar cierta clase de normas y decir “aquí tienes normas cuyo cumplimiento está en tu propio interés de producir conocimiento”. Y realizar esta clase de argumento persuasivo es hacer retórica.

el-falsacionismo-de-popper-y-los-paradigmas-de-kuhn-4-638

 Una disciplina aislada, procede de que cuenta con una base de conocimiento académico, o, al menos, dispone de conocimiento especializado. Sin embargo, creo que si se puede solventar este problema de identidad profesional sin necesidad de recurrir a disciplinas académicas tradicionales, entonces dispondremos de un modo de reconciliar las dos iglesias, es decir, si trabajamos de manera trnasdisciplinar, esta unión provocará el reconocimiento no solo de las partes, si no del todo (análisis y síntesis).

Hipoteticodeductivodogmatico

El llamado “milagro japonés”, es un ejemplo de ello,  del que hablamos como algo que sigue a la Segunda Guerra Mundial, tiene de hecho su origen mucho antes. En efecto, el período que media entre 1869 y 1904 es el de más intensa transformación social y cultural de Japón. En ese breve período de tiempo, los japoneses se las arreglan para seleccionar y asimilar los aspectos apropiados de la ciencia occidental, unos aspectos que en Occidente mismo se consideraban como no asimilables por aquellos que no compartían sus valores culturales. Esta es la cuestión.

A pesar de que la ciencia ha sido tradicionalmente considerada como un producto del desarrollo de la historia occidental, una y otra vez Occidente se ha visto sorprendido por la capacidad de los no occidentales para apropiarse de esa ciencia. No es necesario, por tanto, compartir los valores occidentales para ser capaces de usar técnicamente la ciencia. Creo que ésta es una lección muy importante. Una forma de acabar con el etnocentrismo de la ciencia occidental, y especialmente el etnocentrismo de aquellos que promueven la ciencia occidental, es aprender la lección de Japón. Este país se convierte muy rápidamente en una gran potencia pero sin abrazar los valores culturales occidentales.

Es más, precisamente por no abrazar esos valores culturales, ciertos aspectos de la ciencia resultaron más fáciles de asimilar que en Occidente. Tan pronto como Japón comienza a destacar a principios del siglo XX, podemos encontrar a personas en Gran Bretaña y Alemania que exclaman “estos japoneses tienen una proporción mayor a la nuestra de estudiantes de ciencia, de estudiantes dedicados a la mejora de su sociedad”. Y así es, son capaces de asimilar lo mejor de nosotros, juntarlo con lo mejor de ellos mismos y sacar productos acabados de una gran calidad, de eso hablamos, por supuesto.

Fuente: https://juandomingofarnos.wordpress.com/2016/06/08/del-etnocentrismo-privativo-a-la-investigacion-transdisciplinar-abierta/

Comparte este contenido:

Pie con Bola: Meditaciones desde un partido de fútbol

Por Fernando Buen Abad

El mundo y las patadas. Hay mucho dinero en juego. Esa fascinación estrambótica que ejerce el fútbol sobre las sociedades contemporáneas rebasa voluntariosamente todas las intentonas que creímos suficientes para explicarnos los cómo, los por qué y los cuándo de ciertos magnetismos cancheros.

Sociólogos, antropólogos o politólogos (entre otros muchos interesados) se devanan los sesos pretendiendo establecer límites, categorías, definiciones y estadísticas, capaces de poner en claro el conjunto de factores combinatorios que dan por resultado uno de los fenómenos colectivos más inextricables. Los monopolios mass media se relamen los bigotes. Nadie da pie con bola.

Deporte, espectáculo y arte preñados con performance popular, rito de congregación masiva, manipulación de masas… todo junto amontonado y revuelto. Catarsis de presiones históricas y parafernalia de fe, dogmatismo o fanatismo, que alcanzan extremos entre lo erótico y lo tanático. No hay psicoanálisis de las sociedades modernas, incluso con sus reduccionismos racionalistas, que sea capaz de valorar y redimensionar, en su conjunto, el papel del fútbol en el espíritu de la humanidad contemporánea. Con sus bondades y necedades. ¿Será que es tan complejo?

Cuando una trama de movimientos, estrategias, accidentes o absurdos desencadena en el espectador ese chicotazo emocional que lo castiga o gratifica, por él, para él, y hasta él, se confirman potencias, esperanzas, alegrías, desencantos o ritos profundísimos que habitan ya en el ser de las culturas como condición delirante para muchas de sus expresiones. Alienación al canto. Hay quienes lo ven sólo como negocio.

El fútbol es, también, una coreografía lúdica que se funda en el agón, el azar, el vértigo y la mimesis. Los jugadores danzan un rito del estallido y de la expansión que tiene como pretexto el control del cuerpo humano, del cuerpo esférico y del cuerpo colectivo, asociados para que toda su energía pase por una puerta arquetípica que casi siempre significa renovación donde se reinicia el ciclo. Quien inventó el fútbol, (persona, sociedad o secta) consciente o inconscientemente, puso sobre la rectangularidad del terreno un conjunto de piezas estremecedoramente parecidas a las que contiene la existencia toda. Eso seduce a los pueblos desde siempre. El fútbol pone en juego inteligencias geométricas, que sintetizan fuerza, aceleración, masa, probabilidades y curvas en un ejercicio estético cuyo arte, ritmo, armonía, y composición, manejan repertorios de imágenes abstractas, fijas en la mente del público y el jugador. Potencias resucitadas cíclicamente en la fantasía y maravilla del gol. Y a cobrar se ha dicho.

Por más que la palabra “gol” signifique meta, el fin último del fútbol no es el “gol”. Como en todo fenómeno lúdico siempre es más importante el proceso que el producto, aunque el producto sirva, o no, para cobrar sueldos, entradas, regalías y prestigios de comentaristas, cronistas, futbolistas, sucedáneos y conexos. Quien disfruta el «balón pie» afina su percepción sobre movimientos, acomodos, condición física, logísticas y destrezas de cada jugador y del conjunto. Pero, además, disfruta carismas, desafíos, heroicidades, suerte y destino individual o grupal, divisa-religión que magnetiza a sociedades enteras. Magia inefable que oculta sus secretos en las gavetas culturales más íntimas de los pueblos. Sirve para ocultar muchas cosas.

Los estadios exaltan con su circularidad y concentricidad tradiciones sagradas ancestrales del espacio y el tiempo. El público sobreexcita las redes emocionales de todo su ser, particular o colectivo, y se entrega a una contemplación, no pasiva, (contra lo que afirman algunos) que apetece desatar su lirismo sobre épicas renovadas en dramas conmocionantes. Desde la tragedia griega hasta el campeonato mundial del fútbol. Poco favor hacen, con su mediocridad, las crónicas masmedieras en transmisiones televisivo-radiales o impresas, que preñan con su ideología mercantil y su pobreza estética, el disfrute de aficionados y jugadores que, de cuerpo presente, siguen las acciones futboleras.

Es imposible explicar de dónde surgió esa estética grotesca del alarido artificial y de las voces ampulosas de locutor, narradores o cronistas que pretenden dar cuenta sobre los hechos en la cancha. La sobresaturación prefabricada con que se ponderan o critican los movimientos, el grito frecuentemente falso que canta goles, (grito medido para que alcance hasta la repetición de la jugada) y la moda del “tono solemne” con que se habla de la estupidez más intrascendente para analizar un partido, vuelve fastidiosa hasta el hartazgo la envoltura que manosea lo que a nivel del césped tiene otro sabor. Nadie puede objetar o prohibir las acometidas pasionales, lo reprochable es que mientan con el pretexto de que «así debe ser para que al público le guste». ¿Quién inventaría esos clichés? Y ocurre igual por todas partes.

Incluso esa moda de la exaltación sobreexcitada hace pirámides humanas, rasga vestiduras, produce carreras apocalípticas ante las tribunas y catarsis escénicas desmedidas, teatralizan o farandulizan algo que naturalmente no necesita performances vodevilescos. Payasada histérica. Es verdad que los rituales colectivos no necesitan recetarios ni reglamentos de nadie. Lo ofensivo es que se les tergiverse para que aparezcan como show de vanidades mediocres. El grotesco en pleno.

Ganar o perder son accidentes de una expectativa que siempre tiene imponderables. El fútbol posee variables muy amplias, como juego o como “arte”. Hay designios donde el azar impone sus caprichos. Especulen lo que especulen empresarios, anunciantes, funcionarios y apostadores. ¿Quién es el dueño del fútbol? ¿Quién es el dueño de los goles? Mafias a diestra y siniestra. Nunca la historia de la cultura imaginó que fuese posible concentrar el interés de tantos millones de almas en torno a un juego de pelota. En vivo o a distancia.

¿Avanzamos? ¿Retrocedimos? ¿Las dos cosas? Nunca se reunió bajo el pretexto de un espectáculo deportivo inversiones financieras, tecnológicas, políticas e ideológicas tan descomunales como las que hemos conocido en tiempos recientes. Jamás un acontecimiento cultural derivado del juego entre equipos futboleros ocupó tan desmedidamente espacios en televisión, radio o prensa, todos los días de todas las semanas en todos los meses. No parece haber límite. ¿Cuánto nos cuesta? ¿No hay otra cosa mejor en qué invertir?

El “Poder” del fútbol, de su ser industrial farandulero, que también es extra-futbolístico, ha llegado a conmover la “seguridad nacional”, ha logrado esconder la represión y el asesinato en varios países. Por las afluencias y por las violencias. Poder farandulero de clase que expresa también la degradación de su propia definición y que seduce desde la cancha a la mercadotecnia, de las porterías a las ideologías, de las tribunas a las urnas. Cuentan con un “público” mayoritariamente ignorante, indefenso, acrílico, fanatizado y secuestrado. Poder enamorado en las concentraciones humanas sólo si pagan boletos y transmisores, siempre amenazantes o promisorias, (según la etapa. Los móviles… el programa) concentraciones para dispersar la conciencia, canalizar la violencia… muchos piensa que pueden conquistar al mundo sólo porque juntan a muchas personas. Poder real que vive lujosamente[3] gracias a esa pasión futbolera descomunal e inmarcesible, violenta, salvaje y tragicómica ante la cual, virtualmente ninguna explicación da pie con bola. Porque no es fácil.

Vuelan a Diestra y siniestra los gargajos, los salivazos y los mocos. 90 minutos, más lo que agregue el árbitro. Un “espectáculo” que presenta como “glamour deportivo” la estética de la asquerosidad. Y nadie se lo traga.

No hay cifras exactas, no hay cálculos precisos pero en términos de litros por partido deben ser muchos los que se expiden multiplicado por 22 jugadores, tres árbitros y todo lo que alcance a sumar el público más próximo a las acciones futboleras. No se omitan los periodistas, locutores y camarógrafos que también, de tanto en tanto, avientan su óvolo de gargajos, infecciosos o no, al sacrosanto terreno de las patadas mercantilizadas.

El escupitajo futbolero es, para algunos, una especie de placer de “machos”. Especie de rúbrica babosa para cerrar jugadas intensas. No se ve en otros deportes. Una carrerita tras un balón comprometido, una barrida furibunda para dejar sentir la presencia, un choque de hombros a la altura de las circunstancias y un inefable gargajo. Unas veces acompañado de una peinadita de una miradita de reojo por si las cámaras para confirmar que las cámaras estén atentas. Un gargajo más… en público, en vivo y en directo, con transmisión internacional.

Sobre las camisetas que portan los colores de las identidades más fanatizadas suelen terminar estampados los gargajos de los contrincantes. No sólo porque muchos futbolistas gustan de convertir en gargajo lo que no pueden o quieren decir con palabras, sino porque al pasar muchos minutos tirándose al césped, revolcándose en él, levantan los escupitajos que generosamente lanzan propios y extraños. Es un mar de mocos ensalivados donde se humedece el glamour de las “estrellas” financiadas por monopolios y marcas multimillonarias. Y se les ve tan felices de revolcarse en esa porquería. Se parece tanto al capitalismo…

Parecería que todo el espectáculo de las patadas está pensado para diversión exclusiva de los árbitros. Ellos deciden todo, nos guste o no. El juego depende, no poco, de ellos. La historia del fútbol está inundada con lágrimas de jugadores que arrodillados o enfurecidos, reclaman al árbitro por una jugada mal apreciada o mal sancionada. También hay sonrisas de otros beneficiaros de las pifias arbitrales. Tiros directos e indirectos, saques de banda… y desde luego “penaltis” que jamás existieron o que jamás se marcaron… no hay poder humano que cambie lo que el árbitro pita. Con razón o sin ella.

El personaje del árbitro, algunos de ellos trabajadores honestos, comporta una contradicción añeja que se agrava con el tiempo. Son ejecutores de un esquema autoritario e intransigente. Todo el fútbol se ha modernizado, las técnicas atléticas de los jugadores, las tácticas de ataque y defensa, los sistemas de transmisión radio-televisiva, los uniformes, los estadios… pero los árbitros siguen siendo es institución añeja, autoritaria y desvencijada que deja en la responsabilidad de un criterio único el esfuerzo de un conjunto, la lucha de muchos colgada del hilo frágil de una apreciación particular. Y muchos árbitros corren peligros muy serios por aplicar leyes que ellos (y casi nadie) no pueden modificar bajo las condiciones actuales. Como el capitalismo. Y no hay discusión que valga.

En otros deportes la tarea de juzgar acciones o supervisar reglamentos, ha derivado en cuerpos de evaluación y sanción, que suelen o pueden consensuar decisiones para evitar que sus dudas, o sus certezas, pasen por encima de las de millones de personas. El árbitro del fútbol, joven o no tanto, cumple órdenes de corte fascista puestas ahí para representar, incluso aunque no les guste, uno de los perfiles ideológicos más intolerantes de toda la industria futbolera, al lado de la publicística, claro. Muchos son sospechosos.

Si el fútbol, como tantas cosas, impone leyes, vigilancia y castigos, bien pudieran idear un sistema democrático para que los aficionados, que sostienen con su dinero la industria de las patadas, pudieran elegir a los árbitros, las leyes que supervisan y las sanciones que aplican. Bien pudiera abrirse un espacio al pensamiento y participación para los millones de personas que siguen el fútbol y donde sus criterios tuviesen un lugar consensuado a la hora del partido. Intervención democrática que rompiera el cerco privilegiado de un sector envejecido y autoritario que puede torcer los resultados de cada encuentro al antojo de sus errores, (humanos y todo) o de sus intereses políticos y/o económicos, de equipos, de marcas o de de clase. Ya se ha visto muchas veces. ¿O el público sólo importa a la hora en que paga sus boletos?

Gritan unos y gritan otros, para bien o para mal, en contra o a favor. Alienados. La cosa es gritar hasta ensordecerse, la cosa es gritar hasta enmudecerse. Gritan los aficionados y las aficionadas, gritan los árbitros, los ayudantes, los entrenadores… gritan las luces, los flashes y las imágenes, grita la historia, grita el tiempo, gritan en Wall Street, grita el horror. ¿Quién escucha? La muchedumbre sale sedada, grito hipnótico.

La cantidad de los gritos no implica la calidad del griterío. ¿Da lo mismo? Veamos: un locutor grita a sueldo emociones programadas para la t.v. o la radio. ¿Hay en su grito alguna noción, así sea lejana, de dignidad histórica referida a los pueblos que financian la podofilia? ¿Hay en su grito algún remanente de la lucha de clases o sólo se trata de “adornar” con alaridos la ya sobre-saturada estética de la estridencia mercantil, a fuerza de “pasiones” ocasionales que lo mismo se exaltan con un equipo que con otro, es decir, por una marca que por otra…? ¿no será que a fuerza de gritos entramos al reino de los himnos mercenarios donde da lo mismo cualquier cosa, mientras se pague bien, mientras se venda todo? ¿No será que a fuerza de gritos nos embrutecemos, esmeriladamente, para la pachanga degenerada del capitalismo que acumula riquezas y acumula zombis rentables? ¿Quién escucha el grito de los torturados, de los muertos en las guerras comerciales, de los desaparecidos, de los perseguidos políticos de los encarcelados por pensar libremente?

Griterío sospechoso para que acaso no se escuchen los gritos de rebeldía, los gritos organizados para cambiar al mundo, los gritos del hartazgo, los gritos de la alegría revolucionaria. Que no se escuchen los gritos campesinos y obreros, los gritos de las masas que gritan su futuro con alma de rebeldes hastiados de la esclavitud y de la alienación. Eso no se escucha tan fácilmente. No hagamos simplismos. Eso gusta y gusta por algo, eso no lo hace intocable.

¿Para qué gritar tanto si la gracia es no escuchar? ¿Quién aprecia el griterío de las tribunas, quién dijo que eso es entusiasmo, quién amaestró a las “masas” para hacer la “ola”, para la alharaca circense, para el estruendo vocinglero? El show bussines llena sus pantallas y sus micrófonos con las escenografías acústicas de los aficionados. El show degenerado, que levanta dinero a mansalva, necesita el ruido de las tribunas para que no se escuchen las paladas de dólares y euros depositadas en los bancos suizos. Grita la muchedumbre, grita su alienación, grita y se desgañita para celebrar el triunfo de las marcas cerveceras, deportivas, mass mediáticas… grita el vulgo, grita la oligarquía parecen felices ambos, reconciliados en el fútbol, sólo si deja ganancias para los dueños. Y los pueblos ni se enteran ¿O sí? La miseria y la barbarie… a grito pelado.

Dicen que el campeonato mundial de fútbol es una “fiesta”. Dicen algunos que los aficionados tienen derecho a una “distracción” a un “entretenimiento”… que a nadie se hace daño cuando se mira un partido… que es un “desahogo”… una “fuga”. Ojalá haya partidos magníficos, ojalá que, al menos una, vez se juegue con inspiración y entrega, que participen las mejores habilidades y que luzca lo mejor de un juego colectivo que logra tener destellos maravillosos y registros estéticos extraordinarios. Que se juegue sin especulación mercantil, sin manoseo mafioso, sin lógica de mercado. Que se logre, al menos, un enfrentamiento intenso y creativo. Ojalá que se logre ver la mejor parte del fútbol, porque lo peor está a la vista… y nos cuesta muy caro. ¿Y si gritáramos los goles y eso no impidiera que nos organizáramos para acabar, de una vez por todas, con el capitalismo?

Fuente: http://www.portalalba.org/index.php?option=com_content&view=article&id=9345:pie-con-bola-meditaciones-desde-un-partido-de-futbol&catid=151&Itemid=195

Imagen tomada de: http://www.reasonwhy.es/sites/default/files/styles/noticia_principal/public/futbol-dinero-industria-negocio-ReasonWhy.es_.jpg?itok=pNybFJoI

Comparte este contenido:
Page 2338 of 2493
1 2.336 2.337 2.338 2.339 2.340 2.493