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Chile entre votos y balas

Por: Alvaro Ramis
Fuentes: Le Monde Diplomatique – Chile / Foto: Afiche de la Brigada Ramona Parra Osorno a favor de una nueva Constitución

En pleno desarrollo del proceso constituyente, y de la postergación de las elecciones por la pandemia, el clima social y político de Chile está enrarecido. La violencia desatada por el gobierno de Piñera para reprimir el estallido social de 2019 continúa, en tanto que los hechos ocurridos por entonces permanecen en la impunidad y cientos de manifestantes siguen detenidos sin condena. No es extraño que todas las instituciones del Estado hayan sido cuestionadas durante este año y medio de crisis y se haya hecho necesario abrir un proceso de cambio constitucional.

l 2 de febrero pasado se presentó el Primer Informe de Seguimiento de Recomendaciones del Instituto nacional de Derechos Humanos (INDH) que evaluó el cumplimiento de las recomendaciones al Estado chileno en casos de violaciones a los derechos humanos ocurridas entre el 17 de octubre de 2019 y el 5 de noviembre de 2020. En ese acto el director del INDH, Sergio Micco, afirmó que “si hoy tuviésemos que emitir un juicio definitivo, estaríamos más cerca de la impunidad que de la verdad y la justicia, y eso es gravísimo para el estado democrático chileno”.

La conclusión del INDH es muy grave:  tres de las cinco recomendaciones emanadas en 2019 permanecen como “pendientes de cumplimiento”. La más alarmante se refiere a “asegurar una efectiva justicia para las víctimas”. En concreto, sólo 42 causas han sido formalizadas de un total de 2.834 querellas interpuestas por el INDH por hechos ocurridos en el marco del estallido social de octubre de 2019 hasta el 20 de marzo de 2020. Esto representa sólo un 1,5% e implica que sólo un imputado fue condenado. El informe da cuenta de un incumplimiento que no es solamente responsabilidad del gobierno, sino que involucra a todo el Estado en su incapacidad de asumir las recomendaciones formuladas en 2019. Por esta razón, como ha advertido Claudio Nash, coordinador de la Cátedra de Derechos Humanos de la Universidad de Chile, se podría llevar exigir la responsabilidad internacional de las actuales autoridades a través de los mecanismos del sistema interamericano, de Naciones Unidas y eventualmente del sistema penal internacional.

Por este motivo las elecciones, en principio aplazadas por cinco semanas por la pandemia, se realizarán en medio de un proceso de profundización de la regresión autoritaria iniciada en octubre de 2019. Esta involución no solamente implica la continuidad de las políticas de negación a la libertad de expresión y de reunión, sino que asumen un abierto agravamiento de la violencia contra los territorios y organizaciones populares. Lejos de los constantes desfiles de carros lanza-agua y lanza-gases, patrullas, tanquetas y retenes móviles por la Alameda y el entorno de la Plaza de la Dignidad, lo que verdaderamente altera el clima social es la implementación de mecanismos de represión selectiva, orientados a intimidar a los líderes sociales y a los espacios asociativos de poblaciones y territorios donde es muy difícil documentar los abusos o resguardar la integridad de las personas.

La violencia por otros medios

Aquí van algunos ejemplos de la nueva forma de violencia que asume la represión: cada viernes más de 1.000 efectivos policiales son desplegados en Plaza Dignidad, en torno al muro perimetral de tres metros de altura destinado a proteger la base del monumento al General Baquedano. En ese marco se han constatado ataques selectivos a los funcionarios del INDH, a los observadores de derechos humanos y las brigadas de salud que se instalan en esa plaza para monitorear la acción policial. Además, se ha denunciado la detención arbitraria de periodistas que cubren esos episodios. Los hechos más graves afectaron a Paulina Acevedo y Claudia Aranda, casos que se han remitido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a su Relatoría Especial para la Libertad de Expresión.

Los seguimientos, amenazas y acosos en el gran Santiago a Leticia Silva Valdés y las mujeres organizadas en San Bernardo o al comedor solidario Luisa Toledo de Villa Francia, los violentos allanamientos a la olla común de Lo Hermida, los ataques con gas pimienta en la feria libre de Bajos de Mena, en la comuna de Puente Alto, sólo ejemplifican los casos graves de violencia que se registraron durante el mes de marzo.

En Iquique se ha publicitado la llamada “Operación Cavancha”, un informe policial que trata de vincular la organización de las ollas comunes con la obtención de recursos para financiar las manifestaciones sociales. De esa forma se instaló una peligrosa forma de criminalización de la asociatividad social bajo la forma de acusar de “asociación ilícita” a las organizaciones sociales autoconvocadas en esa ciudad.

En la Araucanía se ha instalado una versión 2.0 del Comando Jungla, entendida como la reactivación del Grupo de Operaciones Policiales Especiales de Carabineros (GOPE) que recibió entrenamiento especial en Colombia y que estuvo implicado en graves abusos y crímenes como el de Camilo Catrillanca. De forma paralela se ha incrementado la acción directa de militares patrullando caminos rurales, entregando vehículos blindados a Carabineros y asesorándolos en las comisarías.

A fines de marzo un grupo de personas privadas de libertad en cárceles de Santiago anunciaron una “huelga de hambre líquida e indefinida” pidiendo “la derogación del artículo 9 y la restitución del artículo 1 del decreto Ley 321”, que establece la libertad condicional para las personas condenadas a penas privativas de libertad. Recordemos que cientos de presos ligados al estallido social permanecen en prisión preventiva hace más de un año. Es el caso de Mauricio Allendes, quien el 26 de marzo salió en libertad desde la Cárcel Santiago 1, tras un año y cinco meses en prisión preventiva. Acusado de portar armas y habiendo declarado torturas en la comisaría, fue absuelto de todos los cargos. No existen medidas reparatorias por parte del Estado en este caso.

Nada queda del discurso de Sebastián Piñera, en su primer mandato, en el que se refirió a los cómplices pasivos con la dictadura militar. Apenas se produjo el estallido del 18 de octubre de 2019 Piñera publicó tres decretos el sábado 19 de octubre en los que se declaró el “Estado de excepción constitucional de emergencia”. Ese acto instauró una restricción de las garantías fundamentales, decretando el toque de queda, y sacando a los militares a la calle. A medida que ha pasado el tiempo el gobierno ha usado la emergencia sanitaria ante la Covid-19 como medio de prolongar esas medidas, con el foco en la población más desfavorecida. El toque de queda ya se ha extendido por más de un año en todo el territorio nacional y se utilizan las regulaciones sanitarias para perseguir formas de acción colectiva como las ollas comunes.

Esta contradicción se aprecia fuertemente en política exterior. Cuando hay violación de los derechos humanos, nadie puede invocar la “no intervención en asuntos internos”.  Por eso llama la atención que el presidente Piñera haya cuestionado la detención de Jeanine Áñez, ex presidente interina de Bolivia, acusada de graves crímenes y masivas violaciones a los derechos humanos y de haber encabezado un golpe de Estado, y a la vez sea absolutamente pasivo ante los informes internacionales que lo acusan directamente y evidencian la total ausencia de medidas concretas de su gobierno en la contención de la represión, la reparación en favor de las personas cuyos derechos han sido vulnerados y el establecimiento de garantías de no repetición.

Una nueva institucionalidad

Estructuralmente, el momento político revela el grave déficit democrático de la institucionalidad chilena que, sometida al desafío de una convulsión social como la de 2019 no fue capaz de responder desde la perspectiva del resguardo de los derechos humanos. Y en esa materia no sólo el gobierno de Piñera aparece reprobado, sino los tres poderes del Estado. Es alarmante el alineamiento fáctico de toda la institucionalidad ante la respuesta autoritaria del Ejecutivo. Al respecto, el Congreso no ha sabido poner los límites que impidan esta espiral represiva y el Poder Judicial no ha jugado un rol garante de los derechos fundamentales en todas las esferas de la acción judicial.

No es extraño que todas las instituciones del Estado hayan sido cuestionadas durante este año y medio de crisis y se haya hecho necesario abrir un proceso de cambio constitucional. La Convención Constituyente deberá partir abordando la refundación de Carabineros de Chile, restableciendo su plena subordinación al poder civil y brindando plenas garantías de no repetición de los crímenes y abusos cometidos.

Las próximas elecciones marcarán un momento clave para el futuro. Sería irresponsable demandar el fin de las movilizaciones sociales sin que las garantías fundamentales de respeto a los derechos humanos se puedan ver reflejadas en mecanismos y plazos concretos y verificables, consagrados en la nueva Constitución. Si ello no se cumple es probable que el ciclo de violencia se enquiste de forma permanente en nuestra sociedad. Estamos a tiempo de impedirlo.

* El autor es rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile.

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Mundo: Grave peligro para la Tierra y la vida: el Gran Reinicio del Capitalismo (Great Reset)

Grave peligro para la Tierra y la vida: el Gran Reinicio del Capitalismo (Great Reset)

Leonardo Boff

Se ha abierto en todo mundo un grande debate sobre qué mundo vendrá en la pospandemia. Son muchas las proyecciones, algunas optimistas, que suponen que la humanidad ha aprendido la lección de la Covid-19: desarrollar una relación amigable con la naturaleza; las sociedades deberán superar las profundas desigualdades actuales en la línea de la encíclica Fratelli tutti del Papa Francisco: que todos se sientan hermanos y hermanas, también con los seres de la naturaleza, y no sus amos y señores; en caso contrario nadie se salvará (Ft n.32).

Lo que sin embargo causa grave preocupación es el llamado Great Reset, el «Gran Reinicio» del orden capitalista mundial. Esta expresión fue sugerida por el príncipe Charles juntamente con el Coordinador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab. Este orden esta urdido por aquellos que el informe “Tiempo de Cuidar”, de la OXFAM (ONG inglesa que mide los niveles de riqueza y de pobreza en el mundo), señala como los pocos multimillonarios. Según esa fuente, en 2019 había 2.153 individuos que tenían más riqueza que 4.600 millones de personas. El 1% de este grupo tiene más del doble de la riqueza de 6.900 millones de personas. Con la pandemia se han hecho todavía más ricos. Sólo estos datos revelan una economía gravemente enferma y nada saludable: un virus.

Este grupo de multimillonarios, como aparece claramente en las sugerencias del último Foro Económico Mundial del 21-24 de enero de 2020 (el próximo será en agosto de 2021 en Singapur) proyecta un Nuevo Orden Mundial. Klaus Schwab, el fundador y coordinador del FEM, junto con el economista Terry Malleret, dice en su libro Covid-19 the Great Reset: “La pandemia representa una rara ventana de oportunidad para reflexionar, reimaginar y reiniciar el mundo”.

Si miramos bien, estamos ante una propuesta corporativista, un capitalismo de los grupos de interés (Stakeholder Capitalism) que no tiene en cuenta a las grandes mayorías de la humanidad. Éstas están fuera de su radar. Serán participantes solamente los que se encuentran dentro de la burbuja del orden del capital. Las siete temáticas son incluso de buen auspicio: cómo salvar el planeta, economías más justas, tecnologías para el bien, entre otras. Sin embargo, cuando se enumeran los riesgos globales, se mencionan guerras accidentales, agitación anárquica, exploración de mentes, control neuroquímico, pequeñas armas nucleares y otras.

Aparentan incluso sensibilidad social, tal como establecer la soñada “renta mínima universal”, garantizar la asistencia médica global, asegurar un futuro resiliente, igualitario y sostenible, y buscar un nuevo contrato social mundial. Pero, por otro lado, llenos de miedo por las reacciones de todo el mundo contra un nuevo despotismo cibernético impuesto por ellos, sugieren el Score Social, una estrategia centralizada de vigilancia del comportamiento de los individuos y de todas las sociedades mediante el uso intensivo de inteligencia artificial. Sería capitalismo de vigilancia.

Son bellas palabras, pero sólo palabras. No se habla nunca de cambiar el paradigma devastador de los bienes y servicios de la naturaleza, ése que quedó probado por la irrupción de una serie de virus, y ahora por la letal Covid-19. No se cuestiona el DNA del capital, que siempre quiere crecer y lucrarse por todos los medios posibles. No se refiere a la Sobrecarga de la Tierra (The Earth Overshoot), es decir, al agotamiento de los “recursos” naturales para nuestra subsistencia. De igual manera, no toman conciencia de las nueve fronteras planetarias (Nine Planet Boundaries) que de ninguna manera pueden ser sobrepasadas, bajo peligro de colapsar nuestra civilización.

Cosa peligrosísima: el Gran Reinicio no excluye la guerra como medio económico, geoestratégico y de enfrentamiento violento, sabiéndose que una guerra hoy en día puede poner fin a la especie humana, especialmente a partir de Ucrania, el punto más sensible del enfrentamiento con Rusia. Ésta puede destruir Europa en pocos minutos. El Foro sólo busca limar los dientes del león pero no quitarle su voracidad. Como máximo llega a un capitalismo verde, en el que el verde disfraza la dinámica acumuladora y excluyente del sistema del capital que permanece intocable.

Somos de la opinión de que ese Gran Reinicio (Great Reset) no va a prosperar, por el simple hecho de que la Tierra-Gaia ha llegado a los límites de su sostenibilidad. No aguanta más la rapiña del orden del capital en beneficio de unos pocos lanzando a miles de millones a la miseria y el hambre. Como algunos epidemiólogos ya dijeron: si no cambiamos el tipo de relación devastadora con la naturaleza, ésta nos enviará virus todavía más letales que podrán destruir gran parte de la humanidad.

Todo podría ser diferente. Por ejemplo, la Directora Ejecutiva de Oxfam, Katia María, afirmó: Si la población del 1% más rico del mundo pagase un impuesto extra del 0,5% sobre la riqueza, en los próximos 10 años sería posible crear 117 millones de empleos en educación, sanidad y cuidado de personas mayores.

La solución debe venir de abajo, como afirma con frecuencia el Papa Francisco: de la articulación de todos los movimientos sociales mundiales, de aquellos que están en el Foro Social Mundial, haciendo coro con los humanistas y también con los economistas que reafirman la tesis básica de la Economía de Francisco y Clara del actual Pontífice: una economía fundada en la solidaridad, en la cooperación, en la ecología, en la circulación, en la reutilización, en fin, una economía humana para los humanos. Si no caminamos en esta dirección, es muy posible que se cumpla la advertencia de Zygmunt Bauman: “engrosaremos el cortejo de los que caminan en dirección a su propia sepultura”.

Fuente de la Información: https://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=1021

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Cuba – La Ciencia y la Empresa: Una dirección con doble sentido

La Ciencia y la Empresa: Una dirección con doble sentido

Luis A. Montero Cabrera

El artículo 32 de nuestra constitución expresa: “El Estado orienta, fomenta y promueve la educación, las ciencias y la cultura en todas sus manifestaciones.” Además, en su política educativa, científica y cultural se atiene a postulados entre los que se encuentra “f) la actividad creadora e investigativa en la ciencia es libre. Se estimula la investigación científica con un enfoque de desarrollo e innovación, priorizando la dirigida a solucionar los problemas que atañen al interés de la sociedad y al beneficio del pueblo;”.

Nuestra Ley Suprema establece así el derecho y deber de los cubanos a buscar el conocimiento verídico y comprobable sin otro límite que la verdad y a desarrollar nuestra creatividad innovadora en toda su potencialidad. Además, el estado asume la responsabilidad de promover aquéllas investigaciones e innovaciones que se dediquen al bien de todos.

Un artículo publicado en la revista TEMAS en 20121 se refería a que el discurso generalizado de entonces, desde las instancias de dirección política y económica, con frecuencia pedía a la ciencia que produjera resultados para resolver los problemas de la economía y, a menudo, hasta que los introdujera en la práctica social, en un esquema de ciclo cerrado. A simple vista, esta era una argumentación irrefutable para un país necesitado de desarrollo y un gobierno honestamente empeñado en ello. Sin embargo, contiene un presupuesto insalvable. Es más que evidente que los científicos por si solos no cuentan con herramienta alguna para determinar lo que es realmente necesario a la economía en cada caso de los muchos y muy diversos posibles. Tampoco suelen estar capacitados ni pueden movilizar medios para implantar los resultados en la mayor parte de los escenarios económicos y sociales, donde los que toman decisiones están guiados por otros cánones.

Afortunadamente, estos conceptos han evolucionado de forma radical y positiva hacia nuestros días. Hemos conocido el hecho bastante insólito en el escenario mundial de que el presidente de la República de Cuba defienda su doctorado en pleno ejercicio de sus funciones, en medio de una pandemia absorbente, y nada menos que tratando el problema de la innovación en la sociedad.

En un artículo clave2 que ha dado lugar a su tesis se expresa: “Es importante que todos comprendamos que el conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación son decisivos para el avance exitoso de nuestro programa de desarrollo. La lucha por el desarrollo, la independencia y la soberanía, como siempre insistió nuestro Comandante Fidel Castro exige la creación y movilización de capacidades de CTI (ciencia, tecnología e innovación). Esta debería ser una convicción compartida por todos: pueblo, Gobierno, empresarios, científicos, profesores, maestros, campesinos.”

El corazón del trabajo apunta justamente a resolver algo que, aunque sea evidente, se había estado ocultando detrás de tradiciones inconvenientes, incapacidad de dirección, desidia, facilismo y burocratismo. La ciencia y la empresa que produce valor económico están unidas por un segmento horizontal, una sola dirección, pero con doble sentido. Es tan importante que la ciencia tenga en cuenta a la economía al abordar los objetos de investigación como que la empresa necesite y use a la ciencia para mantener la innovación y con ello la eficiencia, el progreso y la competitividad. Si el estado socialista necesita de ello, la promoción, estímulo y gestión debe ser igualmente dirigida a los creadores de saberes para que se enfoquen en lo importante y a los empresarios para que lo demanden y sean así cada vez más competitivos y eficientes. Una conexión íntima e intensa en esa dirección y en los dos sentidos es indispensable.

Los mecanismos que hacen exitosa a una empresa capitalista no son exclusivos de ese sistema social cuando se trata de la libertad y el bienestar de las personas. Lo exclusivo y rechazable del capitalismo es la explotación y robo del trabajo de los seres humanos, y todas las nefastas consecuencias de esta lamentable verdad. El capitalismo que se desarrolla con relativo éxito en los tiempos actuales usa la sabiduría para ser competitivo, pero con la finalidad última de enriquecer personas que se apropian del trabajo de los demás. Una política socialista consecuente debe usar los mecanismos sin etiquetas que sean necesarios, y sobre todo el tan humano conocimiento científico, para el progreso y usar entonces los recursos que se logren en bien de toda la sociedad. ¿No resulta obvio?

Notas:
1. Montero Cabrera, L. A., Visión de la ciencia y la tecnología: problemas actuales. TEMAS 2012, (69), 4-11.
2. Díaz-Canel Bermúdez, M., ¿Por qué necesitamos un sistema de gestión del Gobierno basado en ciencia e innovación? Anales de la Academia de Ciencias de Cuba 2021, 11 (1).

 

Fuente de la Información: http://www.cubadebate.cu/opinion/2021/04/17/la-ciencia-y-la-empresa-una-direccion-con-doble-sentido/

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Cuba: ¿Una pandemia para ricos y otra para pobres?

¿Una pandemia para ricos y otra para pobres?

Hedelberto López Blanch

El inhumano sistema de globalización neoliberal que se le ha impuesto a la mayoría de los países del mundo ha llevado en tiempos de pandemia a dividir aún más al planeta en dos: los ricos y los pobres.

Aunque las noticias parecen alucinantes, son completamente reales. Kerry Dolan, editora de la revista Forbes publicó que «pese a la pandemia, 2020 y 2021 fueron años de récord para los más ricos del mundo, con un aumento de cinco billones de dólares y un número sin precedentes de nuevos milmillonarios»,

El artículo señala que el número de personas con una fortuna de 1 000 millones o superior, registró una “explosión” hasta llegar a un número sin precedentes: 2 755 en 2021, 600 más que en el año anterior.

En total sus fortunas se estiman en 13,1 billones de dólares, por encima de los 8 billones recogidos en la lista de Forbes 2020.

Con una pésima situación sanitaria en el orbe, que en vez de aminorar se acrecienta, el 2020 fue un año récord para las personas más ricas del mundo.

Son tan fantasmagóricas las cifras que resultan difíciles de asimilar: Jeff Bezos, fundador de Amazon posee 177 000 millones de dólares; Elon Musk, creador de Tesla y SpaceX, 151 000 millones; Bernard Arnault, propietario de varias marcas de ropa de lujo y cosméticos, 150 000 millones; Bill Gates, cofundador de Microsoft, 124 000 millones; Mark Zuckerberg, fundador y director ejecutivo de Facebook, 97 000 millones.

En América Latina donde el hambre, la miseria y las muertes por la propagación de la Covid-19 se regodean en sus pobladores, aparecen 51 latinoamericanos millonarios en la lista de Forbes.

Y fíjense cómo los diez primeros millonarios de América Latina han incrementado sus riquezas en un año de pesadilla pandémica: el mexicano Carlos Slim, magnate de las telecomunicaciones pasó de 52 100 millones en 2020 a 62 800 millones en 2021; Germán Larrea Mota Velasco, director ejecutivo de la empresa minera Grupo México, de 11 000 millones a 25 900 millones.

La chilena Iris Fontbona, dueña de la compañía de cobre Antofagasta Plc, subió de 10 800 millones a 23 300 millones; Ricardo Salinas Pliego, director de TV Azteca y la cadena de tiendas Electra, de 11 700 millones a 12 900 millones

El brasileño Marcel Herrmann Telles, con la firma Anheuser-Busch InBev, fabricante de cerveza, de 6 500 millones a 11 500 millones; otro brasileño, Jorge Moll Filho, fundador de la red de hospitales privados Rede D’Or pasó de 7 300 millones a 11 300 millones de dólares, y el colombiano Luís Carlos Sarmiento, dueño del periódico El Tiempo y presidente del Grupo Aval Acciones y Valores encaramó su fortuna de 2 000 millones a 11 000 millones.

Le siguen el mexicano Alberto Bailleres, presidente del Grupo Bal que de 6 400 millones llegó a 9 200 millones; Los Safra, familia del banquero fallecido, cifran la fortuna en 7 100 millones y otro mexicano, Juan Francisco Beckmann Vidal, que produce tequila, de 4 300 millones tiene ahora 7 000 millones.

En contradicción, o mejor dicho, en línea directa con el sistema de globalización neoliberal establecido, en Latinoamérica se estima que la tasa de pobreza extrema se situó en 12,5 % y la de pobreza general en 33,7 % según el último informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

Ese organismo informó que el número de personas pobres ascendió a 209 millones a finales de 2020, 22 millones más que el año anterior. De ese total, 78 millones se encontraron en situación de pobreza extrema, 8 millones más que en 2019.

Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que la pandemia ha causado la pérdida de 26 millones de empleos en la región y el panorama es aún más complejo en 2021 debido a las nuevas olas de contagio y el lento proceso de vacunación.

La OIT explica que antes de la Covid-19 existían malas condiciones laborales como alta informalidad, reducidos espacios fiscales, persistente desigualdad, escasa cobertura de protección social, las cuales se han acrecentado.

Esta situación ha motivado que el mercado de trabajo en América Latina y el Caribe haya retrocedido una década en solo un año de la enfermedad.

Otro grave problema creado es la posibilidad de alcanzar una distribución equitativa de las vacunas que como declaró el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, se encuentra gravemente amenazadas por la deficiente distribución entre países ricos y pobres.

Mientras el secretario general de la ONU, Antonio Guterres criticó la distribución desigual de las vacunas y reiteró que 10 países han administrado el 75 % de todas las vacunas registradas en el mundo.

Ya en la región se han contagiados más de 25,5 millones y los decesos sobrepasan las 800 200 personas, en su mayoría pobres y con dificultades para obtener una atención adecuada.

La pandemia ha puesto de manifiesto que los programas de atención social han disminuido y millones de habitantes latinoamericanos no pueden tener acceso a la salud porque gobiernos neoliberales han impulsado las privatizaciones en detrimento de las grandes mayorías.

Por tanto, urge implementar un sistema de globalización humanitaria y solidaria que minimice las enormes inequidades que impone el sistema neoliberal capitalista.

Y ante estas realidades podríamos preguntarnos: ¿Habrá una pandemia para ricos y otra para pobres?

Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/una-pandemia-para-ricos-y-otra-para-pobres/

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COVID-19: Indígenas no son prioridad en países de América Latina

COVID-19: Indígenas no son prioridad en países de América Latina

Aunque son unos de los grupos más vulnerables ante la COVID-19, los pueblos originarios no aparecen como una prioridad en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe.

Los países prácticamente no tienen una estrategia de vacunación para esta población y tampoco han asignado un financiamiento considerable para implementarla, revela el portal «Salud con lupa».

Esta lentitud podría ser fatal si se consideran las desventajas en las que viven las comunidades indígenas desde hace muchos años, añade el portal en un reportaje publicado recientemente.

Falsa inclusión

El reportaje analiza la inclusión de los pueblos indígenas en los procesos de vacunación de algunos países de la región, como Brasil, Paraguay, México, Perú, Venezuela y Bolivia.

La conclusión es que prácticamente ninguno ha consolidado estrategias puntuales o asignado un financiamiento extra para mejorar las condiciones de vida de esta población.

Esto, pese a que esa fue una de las recomendaciones emitidas por las Naciones Unidas.

Por otro lado, el informe también ofrece algunos datos interesantes sobre el nivel de vulnerabilidad de la población indígena frente a la COVID-19.

Es el caso de un reporte sanitario en Canadá que reveló que la tasa de contagio entre los pueblos indígenas que habitan en reservas era 187% más alto que el de la población canadiense general.

Hasta el 29 de marzo, sumaban más de 220,000 casos de infección y 55,593 decesos en los grupos indígenas de los 9 países que conforman la cuenca amazónica. Fuente: Red Eclesial Panamazónica

Necesidad de políticas interculturales

Frente a ello, el reportaje resalta la importancia de contar con políticas sanitarias interculturales que tomen en cuentan las características, necesidades y fortalezas de esta población.

Sobre todo, por tratarse de una población que ha vivido en desventaja desde hace muchos años, en términos de desigualdad económica y social, según datos recogidos por el portal.

Dichas políticas, no obstante, deben elaborarse tomando en cuenta a la ciencia: estudios inmunogenéticos, ensayos clínicos y análisis de comorbilidades.

Ello, con el fin de que pueden ayudar a comprender el grado de vulnerabilidad de esta población y establecer estrategias de vacunación más eficaces.

Para leer el reportaje completo de Salud con lupa, solo debe hacer clic aquí.

Fuente: Servindi

 

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Guatemala: Los hijos de la guerra

Los hijos de la guerra

Fuentes: Rebelión

Somos herederos de un sistema violento y deshumanizante del cual ignoramos casi todo.

La gran contradicción de nuestros tiempos es cómo, a pesar de la globalización, el acceso a la información y a los sistemas de comunicación eficientes y accesibles, los pueblos se encierran en la protección de su entorno cotidiano y, de manera progresiva y con profundo escepticismo, van perdiendo la capacidad de reflexión y análisis. Quizá esta es una de las consecuencias de la degradación ética y moral de las organizaciones políticas, pero sobre todo es resultado de las estrategias de inteligencia impuestas desde el extranjero, cuyo objetivo es entorpecer la participación popular en decisiones que le competen y centralizar estas en función de otros intereses.

Desde siglo pasado, la eliminación de líderes carismáticos y comprometidos con el desarrollo de sus pueblos fue ganando impulso en los países latinoamericanos al extremo de cercenar los movimientos populares, abriendo paso a las más crueles dictaduras y obstaculizando cualquier intento de independencia de nuestros países. Al mismo tiempo, y mientras el imperio estadounidense daba un golpe de puño sobre la mesa para imponer sus intereses y los de sus consorcios, los gobernantes corruptos recibían prebendas y se les abrían las bóvedas de los bancos del primer mundo para depositar en ellas la riqueza de los pueblos.

La capacidad ciudadana para intervenir en la toma de decisiones trascendentales, de las cuales depende su presente y su futuro, fue derivando en una peligrosa apatía que permitió el traspaso de bienes públicos hacia grupos empresariales que se enriquecieron de manera grotesca con su explotación. De ese modo, se consolidaron tanto la debilidad de los Estados como el poder de los grupos económicos, favorecidos gracias a su influencia en los ámbitos político y judicial. A partir de ello, todas las políticas públicas se asociaron al nuevo sistema y, bajo la consigna de un nuevo modo de concebir el desarrollo –un neoliberalismo tropicalizado- perdieron terreno la educación, los sistemas de salud pública y las iniciativas de protección del territorio y sus riquezas.

Este nuevo modelo ha intentado apagar –con métodos violentos y también solapados- la chispa de resistencia que todavía brilla en algunos pueblos del continente. Muchos de los gobiernos, instalados en el poder por obra y gracia de los fondos recibidos de quienes se han beneficiado de la corrupción y del crimen organizado, han regido a nuestros países de manera ilegítima aunque legal –gracias a la manipulación legislativa- y han terminado por degradar hasta la idea misma de una democracia real, participativa e incluyente.

Somos hijos de la guerra. De una guerra cruel y solapada que ha condenado a las dos terceras partes de la población de nuestro continente a una miseria injusta, a la desnutrición crónica y a la pérdida de su dignidad humana. Esta masacre lenta y progresiva se ha perpetrado gracias a la eliminación física y moral de los verdaderos líderes populares; de aquellos hombres y mujeres que han puesto el pecho ante las balas y no han retrocedido ante las tácticas de desinformación y desprestigio elaboradas y divulgadas por quienes se han apropiado de nuestras tierras y de nuestras vidas.

Los discursos populistas de las campañas que hoy culminan con elecciones de nuevos líderes en algunos países del continente no han cambiado en más de un siglo: son los cantos de sirena de un sistema deshumanizado cuyo poder se consolida a pasos agigantados, confiado en la certeza de que a la ciudadanía le han quitado todo: el último aliento de esperanza y el último arresto de rebeldía.

@carvasar

Fuente de la Información: https://rebelion.org/los-hijos-de-la-guerra/
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La mirada de Zoom

Este artículo se publicó originalmente en inglés el 7 de diciembre de 2020 en la revista Real Life.

Por: Autumm Caines

Traducción al español por Nicole Carrillo Capristán.

Las videoconferencias ofrecen una sensación ilusoria de control unilateral sobre las conversaciones.

Desde que la pandemia comenzó, los protocolos aparentemente mundanos de Zoom se han convertido en una parte importante de la vida diaria de muchas personas. Encontrar el enlace correcto, configurar los periféricos, gestionar los fallos y deslizamientos en esta forma de comunicación supuestamente «sincrónica». Al principio, la videoconferencia fue una bendición, una forma en que las cosas podían continuar con una apariencia de normalidad. Pero rápidamente quedó claro que la videoconferencia no es simplemente un sustituto de los encuentros cara a cara. Influye positivamente, es ser asertivos.

Zoom no solamente abrió nuestros hogares a un escrutinio inesperado, sino también nuestros horarios a un flujo de citas durante todo el día, inmediatamente quedó claro cómo es más agotador utilizar Zoom que reunirse físicamente. En el momento de escribir este artículo, el término “fatiga de Zoom” despliega casi 700,000 visitas en Google, de las cuales, la mayoría son listas sobre cómo combatirla. Pero hay otros que tratan de explicarla. Una teoría es que las dificultades en la sincronización debido a la mala conexión pueden causar falsos comienzos e interrupciones, los cuales generan fricción comunicativa y frustración, lo que da como resultado que el mantenimiento de la etiqueta en la conversación sea algo difícil. L.M. Sacasas especula que el cansancio proviene de lidiar con reflejos y proyecciones de nosotros mismos, compensando el trabajo que hacen los cuerpos en el espacio. Zoom nos hace trabajar duro para transmitir y recibir señales sutiles entre nosotros a través del video. Geert Lovink presenta un metaanálisis de las razones propuestas para este suceso, incluyendo lo que él denomina «vértigo de video«, una espiral descendiente que proviene de combinar el trabajo y el entretenimiento en el mismo espacio: necesitas esa video llamada, la hora feliz planeada con amigos para volver a subir tu energía después de tantas llamadas de trabajo, pero estás demasiado agotado de las llamadas de trabajo como para recibir a tus amigos en otra llamada para la hora feliz.

Te observas cuando hablas, mientras te mueves. Eres consciente de ti mismo y te autocorriges en tiempo real.

Pero la fatiga no es la única consecuencia. A medida que Zoom cambia la naturaleza de la relación entre ver y ser visto, también cambia nuestra conciencia de ello: nos hace más conscientes de cómo la visibilidad está mediada por las tecnologías en general. Esto es, llama nuestra atención sobre lo que los teóricos describen como “la mirada”, la cual analiza el poder de las relaciones de mirar y ser visto y cómo estas se consolidan en una forma particular de ver que puede llegar a parecer natural. En este momento, nuestras nuevas condiciones llaman la atención sobre las diferentes dinámicas de poder que entran en juego a medida que las interacciones cara a cara cambian a espacios de video en línea, lo que podríamos llamar “la mirada de Zoom” (aunque, por supuesto, se aplicaría a la telefonía de video en general).  Es fundamental comprender la mirada de Zoom ahora, antes de que se vuelva tan familiar que parezca inmutable, tal como son las cosas ahora.

La maestra de cine, Laura Mulvey teorizó una «mirada masculina» que se estructuraba y reproducía a través de la cinematografía, presumiendo un espectador hetero masculino y representando a las mujeres principalmente como objetos sexuales más que como sujetos. En esta entrevista, Toni Morrison describe cómo rechazó centrar la “mirada blanca” en su ficción: la presunción de una audiencia y la perspectiva blanca como neutra. Si Foucault usó la idea de una «mirada médica» para describir cómo los médicos objetivan los cuerpos de los pacientes para tratarlos, y la mirada «panóptica» para explorar cómo se internaliza la disciplina carcelaria, ¿qué podríamos decir que logra la mirada Zoom? ¿La perspectiva de quién busca naturalizar? ¿La subjetividad de quién se centra y en qué tipo de formas? ¿Qué nos condiciona a ver?

Zoom, como la mayoría de los sistemas de videoconferencia, de manera predefinida te presenta una imagen de ti mismo (asumiendo que le otorgas acceso a la cámara de tu dispositivo). Esto te confronta inmediatamente con tu propia visibilidad; es decir, te ves obligado a verte a ti mismo siendo visto. En cierto sentido, la pantalla se convierte en un espejo, invocando encuentros anteriores con espejos que (según la teoría lacaniana) sientan las bases para que te reconozcas subjetivamente como un objeto para los demás. En una llamada de Zoom, sin embargo, este efecto se magnifica, porque otras personas no son teóricas, sino que están ahí, viendo lo objetivado también. Este yo reflejado persiste, acompañándonos a través de nuestras interacciones a menos que lo descartemos deliberadamente. Te miras a ti mismo mientras hablas, mientras te mueves… Uy, ese mechón de cabello está fuera de lugar. Es consciente de sí mismo y se autocorrige en tiempo real. “¿Mi cara se verá graciosa cuando digo “competencia central?

Este sentido primordial de nuestra visibilidad puede hacernos conscientes de los temas de la auto presentación, abriendo una brecha entre cómo deseamos ser percibidos y cómo sabemos que somos realmente. Puede establecer la idea de un yo «auténtico» o «real» que muestra un yo estratégico o artificial a los demás. Este es un aspecto de la mirada de Zoom: al establecer y normalizar un tipo de auto vigilancia, la plataforma sistematiza este tipo de alienación.

El ser objetivo del yo, no se detiene con su imagen en vivo que captura la cámara. Estar frente a la cámara convierte el espacio que habitas en un escenario personal y todo lo que aparece en él (incluido con quién compartes el espacio) en accesorios. El entorno que elijas o el entorno en el que te encuentras comunica inevitablemente algo sobre tu identidad; en Zoom, esto probablemente se interpretará como elecciones deliberadas. Incluso si apagas la cámara, tu pequeño cuadrado podría convertirse en una foto de perfil, otra opción.

En todo momento, Zoom asume que deseamos ser objetos persistentes de percepción e invita a la idea de que todo lo relacionado con nuestra apariencia se puede personalizar y controlar. Sus valores predeterminados crean la impresión de que somos libres de elegir cómo nos vemos. Incluso podemos elegir fondos virtuales que amplíen lo que podríamos querer señalar sobre nuestra identidad. Pero esta tecnología está lejos de ser perfecta. A veces, los fondos virtuales en Zoom borraban la piel negra por completo. Es difícil tener el control de cómo te perciben cuando el software hace que tu cabeza sea invisible. Pero incluso cuando la tecnología funciona como se esperaba, no puedes corregir la forma en que los demás te ven. Solo puede exponerte a una interpretación sin fin. Este es otro aspecto de la mirada de Zoom: impone una ilusión de control individual sobre las condiciones de la conversación que en realidad varían de persona a persona, y oculta algunas de las dinámicas interpersonales y los prejuicios que pueden estar en juego.

Algo de esto ocurre en el nivel de la interfaz.  Aunque los productos como Zoom ofrecen muchas opciones sobre cómo nos vemos a nosotros mismos y a los demás: cómo colocamos los cuadrados, cómo se dimensionan, quién está en pantalla completa y quién tiene una miniatura, quién está anclado en la pantalla, quién está destacado, si alguien está visible en absoluto: esto significa que cualquier participante tiene menos control o conciencia de cómo los ven los demás. No necesariamente hay un orden visual compartido en la conversación. En Zoom, la configuración de la reunión por sí sola consta de 68 interruptores de encendido / apagado diferentes, muchos de los cuales, cuando se activan, abren opciones adicionales. Los seminarios web y las opciones de grabación complican aún más las cosas. Todas estas posibilidades pueden ser controladas por titulares de cuentas individuales, lo que significa que cada vez que ingresa a una sesión de Zoom, se enfrenta a una nueva configuración de permisos, que puede basarse en cómo alguien más asigna roles a los participantes.

Zoom asume que deseamos ser objetos persistentes de percepción. Sus valores predeterminados crean la impresión de que somos libres de elegir cómo nos vemos.

Zoom ya permite a los anfitriones controlar qué caras se amplían a tamaño completo o aparecen en la esquina superior izquierda de la cuadrícula de todos. En mayo de 2020, la empresa eliminó la configuración de «activar el sonido de todos» para los anfitriones debido a problemas de privacidad, pero ahora la ha recuperado de cierta forma, pero con un matizado «activar el sonido con consentimiento», que permite a un anfitrión activar el micrófono de un participante individual en cualquier momento, en cualquiera de las reuniones del anfitrión una vez que se les haya dado permiso. Pero este encuadre del consentimiento es problemático, por decir lo menos. ¿Puedes negarte si el anfitrión es tu jefe? ¿Qué pasa si no solo tienen autoridad sobre ti sino también intenciones abusivas? Una próxima actualización promete permitir a los anfitriones establecer unilateralmente una «escena inmersiva» para todos los participantes, esencialmente, un entorno de dibujos animados compartido. Parece que no se menciona el consentimiento o la posibilidad de optar por no participar, pero sus casos de uso de ejemplo incluyen aulas y tribunales, espacios donde las dinámicas de poder están especialmente en juego. Todo esto debilita el control de la cámara, el micrófono y el fondo que de otro modo podrías creer que tienes.

La mirada de Zoom institucionaliza tales dinámicas en formas que pueden ser recientemente oscuras o impactantes. Piensa en el posicionamiento alrededor de una mesa de conferencias con la gerencia siempre a la cabeza: esta dinámica de poder podría recrearse y reforzarse en una escena inmersiva, con la ayuda de un anfitrión que silencia selectivamente los micrófonos individuales y destaca las cámaras para hacer cumplir la agenda. Tales características pueden ocultar quién está concentrado en la reunión y quién puede ocultar su atención a la deriva. Los informes a los que pueden acceder los anfitriones después de las reuniones incluyen el «seguimiento de la atención», que mide si los asistentes se alejaron de la ventana principal de Zoom durante más de 30 segundos. (¡Espero que no hayas necesitado consultar ese correo electrónico con los números de los últimos trimestres!) Agrega capas de inteligencia artificial que puedan rastrear los movimientos oculares y los tiempos de conversación para crear puntuaciones de participación, y quedará claro cuán disciplinaria puede volverse la mirada de Zoom.

Además, no hay forma de saber quién está teniendo una conversación paralela en otro programa o software (con alguien en la reunión, o incluso con alguien dentro o fuera de la organización) o quién podría estar grabando la reunión con un software adicional o una cámara externa. A diferencia de los encuentros cara a cara, puede haber reuniones dentro de reuniones dentro de reuniones. Se desconoce tanto y se ha quitado tanto control personal, que es fácil que las reuniones se sientan incómodas y ansiosas. La mirada de Zoom ejemplifica una paranoia intensificada sobre cómo se administran las conversaciones, quién está prestando atención y quién controlará la documentación de las discusiones que ya no pueden ser extraoficiales.

La dinámica de poder de una conversación es compleja. En la videoconferencia, el software en sí mismo puede asignar relaciones de poder que pueden o no mapear en las relaciones sociales existentes. En última instancia, la mirada de Zoom comprende cómo los programadores del software ven a los usuarios en abstracto, una perspectiva que puede condicionar todas las demás perspectivas posibles dentro de una videoconferencia. El software nos visualiza a través de las decisiones de los programadores sobre qué permitir y restringir, y cuáles son los valores predeterminados. Codifica a quiénes considera la empresa como los principales clientes de su producto al priorizar ciertas formas de observar y normalizar ciertas suposiciones de cómo deben comportarse los usuarios.

Con Zoom, parece claro que los avances tecnológicos están diseñados para entornos de control jerárquico. Quienes lo crearon decidieron diferenciar los permisos entre anfitriones, coanfitriones y participantes. ¿Qué pasaría si las herramientas de videoconferencia funcionaran más como un teléfono en el sentido de que todos los participantes de la llamada tuvieran los mismos permisos? Las grandes plataformas de videoconferencia como Zoom siempre valoran y dan más poder a quienes establecieron la reunión. El diseño de la plataforma parece asumir que esta persona es benevolente y tiene solo las mejores intenciones, pero no hay garantía de eso. La verdad es que el anfitrión es simplemente el cliente (o empleado del cliente) que ha comprado una herramienta para administrar el control que permite el software.

Esto se manifiesta no solo en quién tiene permiso para hacer qué, sino en cómo el software normaliza las posturas particulares de la mirada. Debido a que normalmente miramos a los ojos en la pantalla en lugar de la cámara, el contacto visual puede ser torcido, lo que puede enviar un mensaje involuntario de que no estamos atentos, estamos aburridos y no estamos interesados. Apple ahora ofrece una función que autocorrige esta realidad física de tu mirada con realidad aumentada, imponiendo una norma de contacto visual (simulado). En un tono retorcido, el lenguaje que describe esta configuración en la interfaz afirma que «establecerá un contacto visual natural mientras esté en FaceTime», aunque este contacto visual no es para nada natural.

La mirada de Zoom comprende cómo los programadores del software ven a los usuarios en abstracto.

Pero la mirada impuesta por el software también es una cuestión de riesgos que los ingenieros han pasado por alto. A medida que la pandemia se intensificó y más personas comenzaron a realizar videoconferencias, aumentaron los incidentes de “zoombombing”. Esta forma de trolling a menudo se envalentonaba con la configuración predeterminada que permitía a cualquiera ingresar a cualquier habitación sin una contraseña o la entrada de un anfitrión. Los enlaces para «Unirse» se pueden pasar en las redes sociales y en los foros de discusión dedicados a “zoombombing”, lo que permite ataques coordinados. Los bombarderos podrían incluso intentar adivinar los enlaces al azar probando diferentes combinaciones de letras y números. Otras configuraciones predeterminadas que permitían que cualquiera en la llamada compartiera la pantalla les permitía hacerse cargo de las imágenes de una reunión, permitiéndoles ocupar efectivamente el espacio del escritorio de todos reproduciendo música fuerte o gritando en el micrófono.

Cuando estas configuraciones fueron señaladas como problemáticas, el CEO de Zoom, Eric Yuan, se disculpó y prometió hacer cambios. Pero al mismo tiempo también señaló que el producto se estaba utilizando de formas que la empresa no había imaginado, como si esto fuera una excusa. La miopía fue una elección. Zoom anticipó solo ciertos casos de uso y desarrolló el producto para ciertos usuarios: «grandes instituciones con soporte de TI completo». Con algunos modelos de amenaza e inclusive una consideración leve de las perspectivas marginadas, algunos de los casos más problemáticos, que incluían incidentes de racismo, sexismo, antisemitismo y homofobia, podrían haberse evitado.

Las diversas permutaciones de configuraciones en diferentes plataformas de video son virtualmente innumerables. Cuando ingreses a una reunión, ¿la cámara y el micrófono se encenderán automáticamente sin previo aviso? ¿Qué pasa si lo que más quieres es escuchar y estar en pijama? ¿Podrás chatear con mensajes de texto durante la reunión? ¿Se grabará? Es imposible saberlo de antemano y no existen normas culturales establecidas que obliguen a los anfitriones de las reuniones a comunicar esos matices de antemano. En cambio, la mirada de Zoom institucionaliza actualmente la incertidumbre como norma.

La dinámica de poder cambia con el tiempo a medida que las plataformas se actualizan y la visión de las empresas sobre nosotros cambia. En una publicación reciente de blog, Zoom reveló nuevas características, incluida una sala de espera de video que podría introducir más asimetrías entre los observadores y los observados. La compañía está desarrollando un mercado que puede hacer que el dinero sea un factor más directo sobre quién puede permitirse qué tipo de privilegios dentro de las reuniones. Y las herramientas de inteligencia artificial pronto podrán raspar los detalles de las reuniones grabadas para crear «cintas destacadas» que puedan recontextualizar las actuaciones de formas imprevistas y replicar los sesgos existentes, como lo hacen inevitablemente las técnicas de aprendizaje automático basadas en datos históricos, como muestran prejuicios raciales y de género muchas historias sobre la replicación de la IA.

Aunque el abuso y la fatiga son facetas, la mirada de Zoom es mucho más amplia. Sí, es esa luz que vemos en los ojos de la abuela cuando ve a los nietos que no pueden venir a visitarnos y toda la felicidad que nos prometen los comerciales y la publicidad de las teleconferencias. Pero también es la vergüenza, la vergüenza y tal vez la pérdida del empleo que surge de hacer algo inapropiado cuando pensabas que la cámara estaba apagada. Es el estudiante sollozando después de tomar un examen supervisado por video donde la inteligencia artificial incorporada lo marcó falsamente por hacer trampa. Es el sistema judicial el que se vuelve más corrupto y menos justo debido a los juicios por video remotos que dejan fuera a los observadores de la corte. Es la erosión de las libertades que se produce cuando las políticas de las empresas de teleconferencia se utilizan para tomar decisiones sobre quién puede tener una reunión y quién no.

A pesar de que la mirada de Zoom existía de manera pre pandémica, sus efectos ahora se amplifican, gracias no solo al mayor volumen de video llamadas, sino también a la diversidad de situaciones en las que se han adoptado. A medida que la pandemia nos empuja a usar estas tecnologías para lo que no podemos hacer en persona, no olvidemos a qué estamos renunciando para hacerlo. Pensando en la mirada – quién está mirando y cómo nos miran; quién controla el entorno de observación y cómo se sistematizan las dinámicas de poder, nos permite mirar más allá de cómo las empresas quieren que veamos sus productos. A Zoom le gustaría habituarnos a estos nuevos alineamientos de poder hasta que los consideremos normales y naturales, pero no tenemos que aceptar esto sin crítica. Deberíamos cuestionar estas alineaciones y resistir tal habituación ahora, para que podamos moldear más cuidadosamente cómo queremos que se vea la unión cuando lo social ya no esté distante.

Autumm Caines trabaja como diseñadora instruccional en la Universidad de Michigan – Dearborn, su nombre se escribe con dos M. Puedes encontrar más información sobre ella en autumm.org.

Fuente: observatorio.tec

Este artículo se publicó originalmente en inglés el 7 de diciembre de 2020 en la revista Real Life: https://reallifemag.com/the-zoom-gaze/

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