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Cristo, fundador del antimperialismo

Por: Atilio A. Boron 

Aclaraciones imprescindibles para un debate necesario.

Hace tres años, para la Navidad del 2017, escribí el texto que agrego a continuación. Su difusión generó en ese momento una fuerte controversia. Desde los sectores conservadores de la Iglesia Católica llovieron todo tipo de críticas contra esta interpretación del legado de un personaje histórico como Jesucristo. El escándalo y la abominación fueron las marcas de estas fallidas defensas de la “verdad oficial” defendida por la institución. Los sempiternos y omnipresentes voceros del imperialismo se unieron a ella, sobre todo por las consecuencias políticas y económicas de esta reconstrucción del mensaje que nos hereda Cristo más allá de cuestiones teológicas que no son de mi interés examinar. Algunas pocas voces procedieron del marxismo vulgar, ecos lejanos de un correcto anticlericalismo pero incapaz de distinguir entre el discurso de Cristo y la corrupción del mismo en manos de la burocracia eclesiástica.

Transcurrido cuatro años de trumpismo y, (a) ante la acentuación de los rasgos más criminales del imperialismo contemporáneo y, (b) los enormes desafíos que nos plantea la refundación de un orden social e internacional post-capitalista a la salida de la pandemia me ha parecido conveniente reproducir aquel breve escrito en donde se subraya la actualidad del mensaje original de Cristo para las luchas antiimperialistas. Por eso lo reproduzco con varias aclaraciones, introducidas todas ellas entre paréntesis. ¡Aquí les va!

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Hoy se recuerda el nacimiento de Cristo, hijo de un artesano y carpintero, vástago de una familia judía de refugiados y migrantes. (Refugiados y migrantes suman, al día de hoy, unas 80 millones de personas) De niño se destacó por su inteligencia, su humanismo y su finísimo sentido de la justicia que dejó en ridículo a los doctores de la ley del Sanedrín. (En la actualidad esos doctores dictan cátedra en universidades y difunden sus mentiras por los medios de comunicación, y también suelen quedar en ridículo, pero los medios los protegen) Echó a latigazos a los mercaderes del templo y condenó la usura. (eso hoy se llama “irracional rechazo a las leyes de la economía”, o populismo económico) Siempre estuvo del lado del pueblo, de los oprimidos, de los excluidos, de los otros y las otras estigmatizadas, con María Magdalena como caso paradigmático. (¡Populismo recargado!) Condenó la hipocresía y el sesgo antipopular de las leyes que regían en Judea. (Vocación autoritaria, desprecio por las instituciones republicanas y la división de poderes) Criticó al imperialismo de su tiempo, el romano; a los lacayos que lo representaban y a los sacerdotes y fariseos que elaboraban doctrinas para demostrar que la fidelidad a Roma era lo mejor que podía hacer el pueblo judío. (Con el antiimperialismo “nos salimos del mundo”, dicen en Argentina. El “mundo” repudia la vacuna rusa, llamada también “soviética”, por los lacayos, sacerdotes y fariseos de hoy) Por eso se lo recuerda como el primer gran luchador antimperialista de la historia. (Más de medio siglo antes Espartaco encabezó una gran rebelión de esclavos contra la por entonces República Romana. Pero al carecer de una doctrina filosófica la derrota en el campo militar y político hizo que el heroísmo de los esclavos no pudiera dar origen a una nueva fuerza política) Por su prédica que movilizaba multitudes Cristo fue detenido, escarnecido, torturado y en un juicio infame sentenciado a muerte en las pascuas judías del año 33. (Esto hoy lo hacen el “lawfare” y el sicariato mediático que manipula las mentes y los corazones de la población) Nos legó una doctrina basada en el amor, el afán insaciable de justicia y el rechazo al poder del dinero, del imperio y sus sirvientes. (Che Guevara: “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”; “es capaz de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometido contra cualquiera en cualquier parte del mundo”) Por eso sólo se es verdaderamente cristiano si se es revolucionario. (He ahí el fundamento de la Teología de la Revolución: Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Frei Betto, etcétera) Y nos legó también otra enseñanza: que no basta con poseer las ideas correctas si no se construye una organización capaz de convertirlas en el motor de la historia. Por eso le encomendó a sus apóstoles, a los cuadros de la nueva fe, crear un instrumento político de convocatoria universal que congregase a los pueblos sometidos por Roma –que en esa época histórica se traducía como “iglesia”- para oponerse al imperio romano y al poder establecido en Judea y para construir un nuevo mundo. (Gramsci estableció una correlación entre Marx, fundador del materialismo histórico, y Lenin, creador de su aparato político, y Jesucristo, creador de una nueva cosmovisión universal, y su iglesia de los primeros tiempos, antes de que traicionara el legado de su fundador)
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El calor del debate sobre la figura histórica de Cristo hizo que incorporara en apoyo a mi tesis un pasaje luminoso de Federico Engels. En su célebre “Introducción” de 1895 para la nueva edición de libro de Karl Marx Las Luchas de Clase en Francia de 1848 a 1850 de Karl Marx, Engels pone punto final a su escrito introductorio con las siguientes palabras:

ʺHace casi mil seiscientos años operaba en el Imperio Romano un peligroso ‘partido revolucionario`. Minaba la religión y todas las bases del Estado; negaba categóricamente que la voluntad del emperador fuese la suprema ley; carecía de patria, era internacional; se propagó por todo el reino, desde las Galias al Asia, y aun más allá de los límites del Imperio. Por mucho tiempo había trabajado bajo tierra y en secreto, pero de algún tiempo se sentía lo bastante fuerte para salir abiertamente a la luz del día.

Este ‘partido revolucionario’, conocido con el nombre de Cristianos, tenía también una fuerte representación en el ejército; legiones enteras estaban integradas por cristianos. Cuando se les ordenaba asistir a las ceremonias de sacrificio de la iglesia pagana establecida, para servir como guardia de honor, los soldados revolucionarios llevaban su insolencia hasta el grado de fijar en sus yelmos símbolos especiales —cruces—. Las usuales medidas disciplinarias de cuartel, impuestas por los oficiales, demostraban ser inútiles. El emperador, Diocleciano, no podía ya contemplar tranquilamente aquello y ver cómo el orden, la obediencia y la disciplina estaban minados en el ejército. Promulgó una ley antisocialista; perdón, anticristiana. Las reuniones de los revolucionarios fueron prohibidas, sus lugares de reunión cerrados o demolidos, los símbolos cristianos, cruces, etc., fueron prohibidos, como en Sajonia se prohíben los pañuelos rojos de bolsillo. Los cristianos fueron declarados incapaces de ocupar cargos en el Estado; ni siquiera podían ser cabos. Puesto que en aquel tiempo no había jueces bien ʹentrenadosʹ en lo que respecta a la ʹreputación de una personaʹ, como presupone la ley antisocialista de Herr Koller, a los cristianos simplemente se les prohibía exigir sus derechos ante un tribunal de justicia. Pero esta ley excepcional también resultó inefectiva. En desafío, los cristianos la arrancaron de los muros, más aún, se dice que en Nicomedia incendiaron el palacio del emperador pasando por encima de él. Este se vengó entonces por medio de una gran persecución de su clase. Fue tan efectiva que, diecisiete años después, el ejército se hallaba compuesto en gran parte de cristianos, y el próximo gobernante autócrata de todo el Imperio Romano, Constantino, llamado ʹel grandeʹ por los clericales, proclamó el cristianismo como la religión del Estado.ʺ

¿Se entiende ahora, gracias a la exposición histórica que hace Engels? ¿Se entiende también por qué la Iglesia terminó traicionando el legado revolucionario de su fundador? ¿Se entiende por qué la derecha y el imperialismo abonaron la tesis que convirtió al rebelde judío en un “adocenado adorador” del statu quo, con todas sus lacerantes injusticias y atrocidades? Fue por esto que en las últimas décadas del siglo pasado el Papa Juan Pablo II lanzara, con el beneplácito de sus grandes aliados: Ronald Reagan y Margaret Thatcher, una “santa cruzada” contra la Teología de la Liberación y los curas villeros, los de la opción por los pobres, restaurando la visión conservadora y reaccionaria de Jesucristo, apartando a los curas populares de sus comunidades, acallándolos y persiguiéndolos sin pausa, abriendo las puertas al avance de las versiones más retrógradas del catolicismo representada en los episcopados y la burocracia romana y el neopentecostalismo sutilmente orquestado por el imperialismo, para convertirlo en la base social de apoyo de títeres de la Casa Blanca como Jair Bolsonaro en Brasil y otros en diversos países.

Es todo, (por ahora)

¡Feliz Navidad 2020, por un despertar de la conciencia revolucionaria para construir el nuevo mundo pospandemia!

Fuente e imagen: https://rebelion.org/cristo-fundador-del-anti-imperialismo/

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La COVID-19 y la contradicción Capital-Vida

Por: Daniel Álvarez González

EL SISTEMA TIENE QUE ELEGIR ENTRE SU COLAPSO A FAVOR DE LA VIDA O SU SUPERVIVENCIA EN DETRIMENTO DE ÉSTA. Y PARECE QUE EL CAPITALISMO AGONIZANTE PREFIERE MORIR MATANDO PARA PODER SEGUIR EXPLOTANDO UN DÍA MÁS.

Esta pandemia que se ha extendido por todo el globo está demostrando ser de gran interés sociológico, pues como afirma Luis Gonzalo Seara (1983) la sociología es el acercamiento crítico a la realidad, la cual se presenta como una aventura dialéctica que hay que descifrar. Y esta situación de crisis sanitaria representa todo un reto que han de abordar también los científicos sociales.

Los aspectos políticos, económicos, culturales y sociales de esta epidemia global deben tratarse desde una perspectiva que tenga en el punto de mira el sistema capitalista, pues es la clave para comprender con mayor precisión los procesos que se están sucediendo y están por suceder alrededor del mundo por culpa del contexto de crisis que estamos viviendo. Esto ha de ser así porque las contradicciones del sistema se agudizan y pasan a ser más claras, más fáciles de identificar. Los problemas estructurales derivados de la pandemia muestran con más evidencia las disfunciones del capitalismo.  Para comprender el porqué podemos recurrir a lo que Ulrich Beck (2002) llamó “la sociedad del riesgo” y de cómo esta tiene un marcado carácter de clase. Estamos siendo observadores de cómo los gobiernos al servicio del capital atienden con urgencia y preponderancia los asuntos económicos y tratan la emergencia sanitaria como algo secundario que hay que superar a cualquier coste –humano- para salvaguardar los intereses de la economía de mercado. Frente a esta situación cobra más sentido que nunca el concepto de nuda vida que plantea Giorgio Agamben (1998), pues la vida no vale nada, el coste social de la pandemia ha de ser alto para que el sistema pueda sobrevivir. La mercancía trabajo, el factor humano, es prescindible y sustituible gracias a que el capitalismo se ha procurado tener siempre a mano un gran ejército de reserva disponible para que, en caso necesario, ocupe los puestos en sus máquinas para que todo siga funcionando.

Esta es la lógica del capitalismo, inhumana pero racional. Sopesa pros y contras, los costes y beneficios de no parar la economía. La contradicción fundamental se da entre la vida en un sentido humanista y colectivo, y la acumulación a través de mandar a una muerte segura a aquellos que generan la riqueza que acaba en manos privadas. El sistema tiene que elegir entre su colapso a favor de la vida o su supervivencia en detrimento de ésta. Y parece que el capitalismo agonizante prefiere morir matando para poder seguir explotando un día más. Se ha hecho manifiesto –como en otras ocasiones a lo largo de la historia- que para que la rueda del capital pueda seguir girando tienen que llevar al matadero a la clase obrera para lubricar con su sangre los engranajes de la máquina del Das Kapital. La élite burguesa occidental no parece que vaya a sacrificar sus ganancias y propiedades, pero sí parece que están dispuestas a que miles de trabajadores pasen a formar parte de las estadísticas que recogen los fallecimientos por la Covid-19. Es el daño colateral necesario para que no caiga su imperio del dinero. Queda demostrado así que los riegos se acumulan “abajo” y las riquezas “arriba” (Beck, 2002), que son los trabajadores los que dan su vida para que otros puedan vivir cómodamente.  Aunque lo quieran ocultar, la lucha de clases está muy presente en esta pandemia y, desgraciadamente, será la clase trabajadora la que pagará doblemente esta crisis: primero con su vida y después con el sudor, precariedad y explotación más severa que vendrá con la recesión económica que dejará la pandemia. Como siempre, los desposeídos serán los encargados de reanimar al monstruo estertoroso que nos condenará, más si cabe, a ser los esclavos que lo mantengan en su fase terminal.

Pero quizá podamos aprender algo de aquellos países que con su actuación han demostrado anteponer la vida a la economía porque son conscientes de que ésta última está subordinada a la anterior, no al revés. Me refiero al caso particular de la gestión de la crisis del Gobierno chino, cuyo país ha sido vilipendiado por la prensa occidental –mercenaria y sensacionalista que no ha sido nada rigurosa- que ha repetido constantemente que China mentía y ocultaba datos. La realidad es que el Gigante Asiático ha demostrado ser un ejemplo en la lucha contra el Coronavirus –incluso la OMS, nada sospechosa de ser prochina, ha apoyado las políticas llevadas a cabo por su gobierno-, pero en parte esto no sólo ha sido gracias a las medidas adoptadas de un confinamiento estricto o a la gran capacidad de movilizar medios y recursos para construir un hospital totalmente equipado en 10 días para atender y tratar a los afectados por el virus en la ciudad epicentro de la pandemia. Hay un elemento que hay que tener en cuenta para comprender el porqué del éxito –si lo comparamos con países occidentales- de las medidas adoptadas, y es que la sociedad china ha demostrado tener un gran sentido de la responsabilidad colectiva ligada, a su vez, a una tradición de la disciplina. Quizá estos valores tan importantes –entendidos por algunos pensadores occidentales como técnicas de dominación- sean herencia del socialismo chino, que han elevado la consciencia colectiva de gran parte de su sociedad, demostrando que son un pilar fundamental en tiempos difíciles.

Pero no sólo tenemos el ejemplo de China, sino que otros países asiáticos como Vietnam han demostrado su madurez ejemplar con la estrategia adoptada para frenar al Coronavirus, dejando al descubierto la decadencia de las sociedades occidentales.

En las sociedades occidentales estamos viviendo un fenómeno de infantilismo que pone en riesgo la salud pública. Negar nuestra responsabilidad colectiva y anteponer los derechos individuales por encima de todo, es decir, la ideología dominante liberal del sistema capitalista, es un peligro para la vida. La superestructura ideológica del capitalismo amenaza la supervivencia en tanto en cuanto rechaza la responsabilidad colectiva para enfrentar la pandemia. Cuando se antepone el individuo a la sociedad, el egoísmo frente a la solidaridad, acabamos siendo testigos de protestas –en plena crisis sanitaria mundial- en las que se reivindica nuestro derecho a ir a la peluquería, al gimnasio o a la casa de la playa. Los aspectos más subjetivos del capitalismo son necesarios para que la contradicción vida-capital sean pasados por alto por la sociedad. La esfera ideológica sirve para agudizar, a la vez que para ocultar, los problemas sistémicos del capitalismo. La ideología imperante en occidente es un obstáculo más que dificulta la lucha contra el virus, pues alimenta y trata de legitimar sus lógicas. Poner la vista en Asia quizá estimule a la clase trabajadora para imaginar que otro modelo de sociedad es posible y que sí puede contenerse el virus. Y digo imaginar, porque el proyecto de la clase trabajadora ha de ser el de un proceso transformador que nos lleve al socialismo, pero en estos tiempos en los que anda desamparada y sin rumbo, necesita de un acicate que le dé esperanza.

Una cosa está clara y es que la pandemia más peligrosa, la que más mata y matará si no ponemos remedio, es la del Capitalismo.

Daniel Álvarez es graduado en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid.

Fuente e imagen:  https://nuevarevolucion.es/la-covid-19-y-la-contradiccion-capital-vida/

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2021

Por: Elisabeth De Puig 

Muchas incertidumbres se ciernen sobre el 2021. La covid-19 se ha añadido a la crisis estructural cuyos efectos se han expresado con fuerza los últimos años y ha sido un catalizador de las inmensas desigualdades generadas por el neoliberalismo.

Algunos navegan con el solo deseo de volver a lo que éramos antes de la pandemia y otros viven con la conciencia que nada será igual bajo el cielo. La boda que se realizó el pasado viernes en el Country Club, con cientos de invitados a pesar de la situación que atraviesan el país y el mundo, deja entrever que habrá ciertamente varias normalidades para el 2021.

Resulta difícil proteger la salud de la población, mantener actividades gubernamentales y empresariales, vender la idea de normalidad para no asustar los turistas y los inversores, tomar como norte que las cosas van bien y exigir que la población acate al unísono medidas restrictivas.

Nada será igual, por el mero hecho que en poco menos de un año más de 1 millón 690 mil personas perdieron la batalla contra la covid-19 a nivel planetario; nada será igual porque durante el primer pico de la pandemia miles de personas de todas edades murieron solas sin el acompañamiento de sus seres queridos y en algunos países hasta las enterraron en fosas comunes.

Estos acontecimientos extremos quedarán para siempre presente para muchos, más aún por los que han sido confrontados a formas brutales de la enfermedad y al duelo de amigos o familiares.

En 2021, numerosos cambios que hemos visto instalarse en casi todos los aspectos de nuestras vidas se quedarán, para bien o para mal.

Están también por verse las transformaciones que tendremos que implementar para evitar que nuestro planeta sucumba al cambio climático y a la pérdida de la biodiversidad como resultado de la actividad humana sin control.

El desafío global que surge a raíz de la pandemia no es menor al que se presentó al final de la Segunda Guerra Mundial y pone en entredicho la gran paradoja de la globalización que permitió la propagación rápida de la enfermedad gracias a la movilidad acelerada de las personas y de las mercancías en las últimas décadas, fenómeno que se tradujo en beneficios económicos sin precedentes.

Al favorecer la expansión e intensificación de la agricultura y el comercio, la producción y el consumo insostenible y loscambios de uso del suelo, un capitalismo despiadado generó y seguirá generando nuevos riesgosa través de sus impactos en el medio ambiente.

Así sucede en el Brasil del presidente Bolsonaro, que al igual que algunos otros líderes mundiales, se ha burlado del cambio climático y de los peligros del coronavirus.

Por cansancio, desconocimiento o ideología muchos surfean ahora mismo con los riesgos, mientras otros mantienen el aislamiento social a cabalidad o llevan el luto de los desaparecidos.

Se ha desvelado en muchos países una desconfianza y un cuestionamiento a las medidas tomadas por las autoridades como la obligatoriedad de las mascarillas.

Muchas incertidumbres se ciernen sobre el 2021. La covid-19 se ha añadido a la crisis estructural cuyos efectos se han expresado con fuerza los últimos años y ha sido un catalizador de las inmensas desigualdades generadas por el neo liberalismo.

“Nueva normalidad” es un eufemismo para una pérdida de lo bueno que podía tener la normalidad anterior, y nos trae su nuevo trabajo, su nueva educación, que en muchos casos puede suponer un deterioro, tangible y cotidiano de las condiciones de viday de los derechos humanos.

Apenassalidas las primeras vacunas que se aplicarán masivamente durante 2021, crecen los movimientos anti vacunas y las dudas sobre los riesgos imaginarios o reales que representan las diferentes técnicas utilizadas.

Este mismo fin de semana se anunció una mutación del virus que acaba de provocar una nueva cuarentana en el Reino Unido y el cierre de los vuelos desde y hacia ese país.

Así termina 2020 y comienza 2021.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/2021-2-8895011.html

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El negocio de cambiar al mundo: un capitalismo inclusivo … ¡y tan excluyente!

Por: Eduardo Camín

Entre muchas cosas que son respetables, tal vez la más respetable sea la realidad nada se paga tan caro como la sustitución o deformación de la misma, por lo que nos parece o nos conviene. Hay quienes piensan que los males del capitalismo pueden superarse mediante la promoción de la libre competencia, la apertura de sus mercados y la colección de tratados bilaterales.

Desafortunadamente, para sus sueños de gloria ocurre que en el capitalismo tiende a la concentración y centralización del capital. Vivimos una transición delicada e incierta del capitalismo, en crisis aguda , a una forma social aun más bestial y feroz. Sin dudas la sociedad es un enmarañado sistema de relaciones sociales, donde lo principal en su funcionamiento y desarrollo es la actividad de los hombres. Sin embargo, esto no significa que ella sea la suma mecánica de individuos, sino un organismo social complejo.Santidad, ¿pueden ser éstos los guardianes del capitalismo inclusivo?

Tal vez ser conocedor del género humano sea una de las expresiones más indefinidas con la que vinculamos determinadas capacidades para orientarse entre la gente; ya que la unión de los mejores talentos, dotes y capacidades pueden desvalorizarse con el “minúsculo” agregado del sistema económico en el cual se desarrolla la caprichosa realidad.

Sin embargo, la problemática se mantiene, no sólo con el advenimiento y desarrollo del capitalismo, sino que permuta las causas que la generaron en el pasado, preserva algunas y crea nuevas maneras de vivir y sufrir la injusticia.

Esta contradicción sigue intacta: el capitalismo tiende a la concentración y centralización del capital, está en crisis aguda y se teme un futuro social aun más bestial y feroz.

El capitalismo en tiempos de pandemia

El paradigma en  tiempos de pandemia lleva a que algunos sectores del capitalismo, busquen escribir una narrativa nueva, bajo el signo de una economía más inclusiva. El término elegido es significativo, ¨capitalismo inclusivo¨, este enfoque estratégico, más amplio y a más largo plazo es una nueva concepción del capitalismo o el negocio de cambiar el mundo.La economía afronta un cambio de paradigma acelerado por la pandemia del  coronavirus - elEconomista.es

Creemos que aún es pronto para conocer el verdadero impacto económico y social de la pandemia. No obstante, hay múltiples señales y numerosos informes internacionales que apuntan a un aumento de la desigualdad y la pobreza, con una mayor incidencia sobre los jóvenes y las mujeres.

Un reciente informe del Observatorio Empresarial para el Crecimiento Inclusivo (OEPCI), señala que «existe un consenso relativamente generalizado de que la crisis social y económica provocada por la pandemia ha despertado también la urgencia por desarrollar algunas políticas, adaptar modelos de negocio con impacto social o diseñar productos y servicios de forma que ayuden a los diferentes grupos de interés: desde los clientes hasta los proveedores o consumidores finales».

Y todo ello, sin renunciar al beneficio económico, sino al contrario. «Cada vez más empresas demuestran que buscar un impacto social positivo conlleva nuevas oportunidades de negocio», subraya el estudio apuntando en la dirección del llamado ‘capitalismo inclusivo’.

Un nuevo concepto una vieja realidad

La responsabilidad social de la empresa no es algo nuevo, en el discurso de las Cámaras Empresariales, pero si hubiera que buscar Un capitalismo inclusivo – Ser cubanoamericanaun momento fundacional para el concepto de capitalismo inclusivo, tal vez se podría situarse en mayo del 2014, en Londres, con ocasión de la Conferencia para un Capitalismo Inclusivo organizada por Lady Lynn de Rothschild, auténtica impulsora de esta idea.

Esta ex ejecutiva de telecomunicaciones, casada con un descendiente del linaje bancario de los Rothschild, creó el foro ‘Capitalismo inclusivo’ para promover la visión de que las empresas deben dejar de tener su foco exclusivo en el beneficio para el accionista.

En aquella cita, la entonces directora del FMI, Christine Lagarde (hoy presidenta del Banco Central Europeo BCE), reflexionó sobre el alcance de la expresión ‘capitalismo inclusivo’ y se hizo una doble pregunta: «¿Es un concepto contradictorio? ¿O es la respuesta que, en contra de lo que pronosticaba el marxismo, permitirá que el capitalismo se reinvente y sobreviva?». Obviamente, Lagarde se abonó al segundo punto de vista.

Lagarde habló de la desigualdad social y de la bien merecida pérdida de reputación que se había ganado el sector financiero por sus excesos. También se refirió a «la exclusión de la mujer, el desprecio por el medio ambiente y la responsabilidad social de las empresas».  Y advirtió de la necesidad de un cambio en las reglas del juego, favoreciendo a la mayoría y no solo a unos pocos, «premiando una participación amplia (en los beneficios del capitalismo), frente al clientelismo limitado».

El pacto social del capital

La 'euroeconomía' está en peligro y Lagarde admite que podría hundirse un  15% en 2020 - Economía - MundiarioEn definitiva, Lagarde estaba llamando a una reinvención del capitalismo a vida o muerte, de dimensiones similares a la que ya se produjo tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se fraguó el gran pacto social por el estado de bienestar. Una nueva reinvención capaz de alejar a las democracias occidentales del populismo y de la fractura del descontento social, como también propugna, el Foro Económico Mundial en la cumbre capitalista de Davos.

En este sentido algunas cámaras empresariales manifestaron su interés por un nuevo pacto social. Esta propuesta de pacto social además incluye el fortalecimiento de los ingresos del Estado (vía impuestos) para favorecer políticas públicas a favor de la incorporación laboral de la mujer, contra la pobreza y en apoyo del colectivo con mayor riesgo de quedarse en el camino: los jóvenes.

Y la pandemia no ha hecho sino acelerar la exigencia de este nuevo pacto social, reinventor del capitalismo. Ante los retos del capitalismo y la democracia que, entre otras propuestas, incluía aumentar el salario mínimo, evitar los abusos en la externalización laboral e introducir una renta básica (en la línea del nuevo ingreso mínimo vital que luego ha precipitado la pandemia).

«La desigualdad excesiva, la precariedad de muchos puestos de trabajo y los salarios bajos son un factor de inestabilidad y pueden poner en riesgo el crecimiento económico», decía el informe.

«Muchos pequeños empresarios no sienten como propio un sistema que premia al accionariado y altos directivos de grandes corporaciones, frente a la figura del empresario que dedica su vida y compromete su patrimonio en un proyecto a largo plazo», añadía.

La decadencia del sistema

EShareholder Value Is No Longer Everything, Top C.E.O.s Say - The New York  Timesn agosto de 2019, la ‘American Business Roundtable’ (BR), donde participan directivos de empresas como Amazon, Apple, Coca-Cola, Goldman Sachs, Boeing o Exxon entre otros, redefinió el propósito de la empresa, centrado, hasta ahora, en maximizar los beneficios para sus accionistas. En un comunicado afirmó que a partir de ahora tendrían en cuenta también los intereses de sus trabajadores, de sus consumidores y las comunidades donde operan.

Llama poderosamente la atención que el capitalismo inclusivo está siendo promocionado y defendido por los mismos líderes que nos han llevado al capitalismo excluyente. Frente a este torrente de palabras huecas, debemos estar alertas.

Acaso podemos pensar que en los campos de esclavos del este de la República Democrática del Congo, que continúan extrayendo el coltán para que la compañías digitales en pleno desarrollo puedan tener para sus consolas, Xbox, IPhone portátiles y computadoras,…. no se repetirán en el futuro por arte y magia del capitalismo inclusivo.

Es cierto que la igualdad de género y la mejora de los salarios, suena bien. Pero mientras tanto predomina la precarización extrema de los trabajadores, sin olvidar las prácticas de elusión fiscal de estas compañías (a través de paraísos fiscales y territorios de baja tributación), la persistente brecha salarial de género y la enorme distancia entre los sueldos del primer ejecutivo y la media de la plantilla.

Inmersos en un capitalismo que genera caos y desintegra las sociedades para reordenarlas bajo su mando despótico: destruye y construye al mismo tiempo. Separa vínculos para volver a reunir, bajo su dominación y control. Por lo tanto el capitalismo no es solo caos y desorden, también es orden, un orden cada día más opresivo y depredador.

En realidad el capitalismo busca su redención escribir al mundo una narrativa nueva, en la cual el capitalismo inclusivo pretende sustraer a los actores de la actividad económica la soberanía material sobre sus vidas: lo que nos convierte en juguetes zarandeados por estrategias orientadas al máximo beneficio para el capital … inclusivo o excluyente.

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2020/12/12/el-negocio-de-cambiar-al-mundo-un-capitalismo-inclusivo-y-tan-excluyente/

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Necesitamos más humanización en tiempos de COVID-19

Por: Jesús Sánchez

La tristeza, la soledad, el miedo, la incertidumbre y la muerte han cobrado un especial protagonismo desde marzo de este año que está a punto de acabar, y que todos llevaremos en nuestra memoria y en nuestro corazón. Son muchas las cosas que han cambiado en el mundo y especialmente en el terreno de la afectividad, la emotividad y la comunicación humana; sin duda alguna hoy todos valoramos mucho más la salud y la protección de nuestras familias, especialmente la de nuestros hijos y nuestros mayores. Pero nos comunicamos de forma diferente entre nosotros; el teletrabajo, las videoconferencias, los WhatsApp, Twitter y el resto de redes sociales, se han apoderado de la comunicación más “humana”, basada en la cercanía, el feedback de nuestra mirada, nuestra sonrisa y el tacto.

El Coronavirus nos ha robado muchas cosas durante este año. Nos ha robado los abrazos y los besos, pero también la sonrisa que nos vemos obligados a tapar con la mascarilla para protegernos de su contagio; también nos ha robado la posibilidad de estrecharnos las manos o de acariciar a nuestros seres queridos, igual que nos ha robado de forma dramática y cruel, la posibilidad de acompañar a nuestros familiares y amigos cuando están ingresados por la COVID-19, y especialmente cuando mueren en soledad sin que nos podamos despedir como todos quisiéramos.

Pero no nos ha robado las ganas de vivir, de amar, de recordar todo lo positivo de la vida, y tampoco nos ha robado nuestra voz, tan importante en la comunicación humana gracias al tono, el ritmo, el volumen y los susurros.

Todos los años durante las Navidades abusamos demasiado de los mensajes por WhatsApp para felicitar a la familia o a los amigos. Este año, necesitamos potenciar la “humanización” y por ello deberíamos utilizar más el teléfono o las videoconferencias para poder vernos y escucharnos. Y si nuestra sonrisa esta oculta por la mascarilla, fijémonos en la mirada de quien nos habla y analicemos también la nuestra, porque siempre se ha dicho que “los ojos son el espejo del alma” y ahora, lo es mucho más. Se trata de aprovecharnos de los avances de la tecnología de la comunicación, pero sin olvidar la necesidad de humanizarla.

Si algo he aprendido durante estos largos nueve meses, es que es fundamental potenciar la humanización en todos los sentidos; en nuestra vida diaria, en nuestro entorno laboral, con nuestros amigos, pero también con todos aquellos a los que no conocemos. Es cierto que las alegrías son más alegrías cuando se comparten, pero también lo es que las tristezas son mucho menos tristes si se comparten con cariño, porque además de este modo, estaremos contribuyendo a disminuir el peso de la soledad.

Esta mañana hablaba con un amigo y compañero; era mediodía y me decía que estaba paseando con su sobrino y que estaba reflexionando, porque el año pasado y sin pandemia a esa hora, estaría tomando una cerveza con sus amigos, pero este año le daba mucha más importancia a disfrutar con la familia.

Aprovecho desde esta tribuna que me conceden @madridiario y @diariocritico, y especialmente su presidente y amigo @c_mediavilla, para desearles a todas y a todos la máxima salud y felicidad durante estas fiestas Navideñas y que 2021, sea un año lleno de venturas, esperanza y vida, gracias a que todos cumplamos con nuestra obligación personal, ética, moral y solidaria de vacunarnos contra la COVID-19.

¡Ganas de vivir! Es lo que nos dice Constantino Mediavilla en su cuenta de Twitter: “Para que no crean que voy a morirme, me pasa todo lo contario. Sucede que voy a vivirme, sucede que soy y que sigo…, se trata de que tanto he vivido, que quiero vivir otro tanto”. Como hago desde hace muchos años, recordaré una vez más, que “hoy es el primer día del resto de mi vida”, y por ello merece la pena vivirla y disfrutarla con la familia y los amigos, y cada día con más humanización.

Fuente e imagen: https://www.diariocritico.com/opinion/jesus-sanchez-martos/necesitamos-mas-humanizacion-en-tiempos-de-covid-19

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Cómo se ha usado la tecnología para violar los derechos humanos alrededor del mundo

Por: Antonio Moreno

El uso de tecnologías puede ser de gran ayuda para facilitar la comunicación entre ciudadanos, agilizar la manufactura en empresas o mecanizar acciones básicas. Sin embargo, en los últimos diez años, el internet, la robótica y las comunicaciones han avanzado a un punto de no retorno. Con ello, se descubrió cómo las tecnologías pueden también vulnerar los derechos humanos por medio de la segregación racial en algoritmos, reconocimiento facial sin consentimiento y acumulación de datos personales vendidos a compañías para aumentar las ventas, además de establecer monopolios.

Durante el mes de septiembre de 2020, la organización para salvaguardar los derechos humanos Amnistía Internacional (AI), publicó una investigación donde asegura, tres firmas tecnológicas europeas (Morpho, Axis Communications y Noldus Information Technology) vendieron herramientas de tecnología biométrica, diseñada principalmente para reconocer rostros, y de vigilancia a el estado de Shangai, China, país donde más se utilizan dichas tecnologías. Este tipo de información es esencial para la autentificación e identificación digital, como en redes sociales o banca móvil.

Asimismo, AI cree, China pudo haber utilizado estas tecnologías en la persecución y adoctrinamiento de miles de musulmanes durante 2017. Gracias a un macrosistema de vigilancia y procesamiento de datos personales, el gobierno Chino, liderado por Xi Jingping del Partido Comunista de China (PCC), identificó en ese entonces como sospechosas a 24 mil 412 personas con ascendencia musulmana. 706 fueron encarceladas y 15 mil 683 fueron trasladadas a «centros de educación ideológica y entrenamiento profesional», según la investigación Los cables secretos de China.

Como defensa de la libertad de expresión y opinión, libertad de pensamiento y derecho a la no discriminación, AI publicó a finales de 2019 el informe Gigantes de la vigilancia. En este reporte, la organización denuncia a los principales servicios de internet, Google y Facebook, como monopolios de la web que lucra con información recabada de la actividad de usuarios y su venta a otras compañías. «Su control insidioso de nuestras vidas digitales menoscaba la esencia misma de la privacidad y es uno de los problemas de derechos humanos que definen nuestra época», señala Kumi Naidoo, secretario general de Amnistía Internacional.

Según Tendayi Achiume, relatora especial sobre racismo, en 2019, 189 algoritmos de reconocimiento facial de 99 desarrolladores en el mundo fueron analizados. Encontró, «muchos de estos algoritmos tenían de 10 a 100 veces más probabilidades de identificar de incorrectamente una fotografía de un rostro afrodescendiente o de Asia oriental, en comparación con una blanca». Achiume criticó: «Ya no puede haber ninguna duda de que las tecnologías digitales emergentes tienen una capacidad sorprendente para reproducir, reforzar e incluso exacerbar la desigualdad racial dentro de las sociedades».

Para poder cambiar el uso de tecnologías a favor de los derechos humanos es necesaria una legislación donde legalmente se aseguren los datos en internet y el derecho a la privacidad. En la Unión Europea (UE) se instauró el Reglamento de Protección de Datos (RGDP) con miras a garantizar la protección de los ciudadanos europeos en sus actividades online. Mas queda aún ampliar este tipo de iniciativas para salvaguardar los derechos humanos en el uso de tecnologías de todo el mundo.

Fuente e imagen:  NotiPress

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Por la fuerza de la costumbre

Romper el cerco nos puede inducir a arriesgar la vida de otros.

No estamos programados para responder con inteligencia a los nuevos desafíos.

El ser humano es un animal de costumbres. Eso afirma la cultura popular y la dinámica de nuestro entorno lo ratifica. Nunca el planeta había experimentado una amenaza sanitaria de tanto poder como para transtornar de modo rotundo la vida cotidiana de la Humanidad en pleno. El Covid19 nos da una lección que aún no estamos preparados para aceptar y mucho menos para comprender. Hoy, nuestros hábitos tan profundamente arraigados nos impulsan, una y otra vez, a desafiar la lógica y romper el cerco impuesto por esta amenaza invisible y poderosa.

Las guerras y el hambre nos tienen habituados a abstraer la muerte y convertirla en cifras y estadísticas carentes de sentido. Preferimos observar la desgracia de otros desde nuestro pequeño rincón y asumir que la responsabilidad es ajena –no sabemos de quién ni cuánto- con el objetivo de no enturbiar nuestro pedazo de mundo y sufrir lo que no nos corresponde. Pero la ola nos está tocando de cerca y no solo por la fuerza de un cambio climático real y catastrófico, sino por habernos transformado en piezas independientes de un mecanismo social incapaz de funcionar como un todo.

En unos pocos días, una parte del mundo celebrará otra Navidad y otro fin de año, rodeado de la amenaza sanitaria más extrema a la cual nos hayamos enfrentado jamás. Sin embargo, henos aquí planificando cómo hacerle el quite a las restricciones e ignorando los consejos y advertencias de los expertos. Las reuniones de las próximas dos semanas –queramos aceptarlo o no- tendrán consecuencias importantes en letalidad y colapso de la infraestructura hospitalaria durante los próximos meses y esta amenaza, aun cuando nos parezca una exageración, en realidad se ha manifestado como un círculo vicioso de aperturas y restricciones desde el inicio de la pandemia.

Los países desarrollados ya cierran sus puertas una vez más ante el incremento sostenido de contagios y decesos. En los países en desarrollo, la vulnerabilidad institucional, política y económica ha puesto en grave riesgo a las grandes masas de ciudadanos privados de asistencia social, de alimentación, de vivienda y acceso a los servicios básicos. Ahí estamos nosotros, observando desde nuestro pequeño reducto doméstico cómo se desmorona lo poco que resta de seguridad y especulamos, sin mayor información, sobre el efecto milagroso de una vacuna que tardará meses en llegar a cubrir a toda la población y de la cual nada nos consta.

El impulso de reunirse con la familia en estos días quizá lleva el ingrediente –consciente o no- de celebrar lo que podría ser una última ocasión. En el fondo, sabemos que la amenaza es real, pero la fuerza de la costumbre es mucho más poderosa y nos llevará a desafiar al destino asumiendo tanto un riesgo personal como ajeno, ya que nuestros padres, abuelos, hijos y nietos serán expuestos por un exceso de sentimentalismo en una celebración que, por creer la última, con nuestra irresponsabilidad la convertiremos precisamente en eso.

Es imperativo entender el riesgo implícito en la ruptura del cerco. El único mecanismo comprobado hasta ahora para detener a un virus que se extiende como mancha de aceite, es evitar el contacto con otras personas, mantener un estricto protocolo de limpieza y desinfección, usar una mascarilla eficaz de la manera correcta y aceptar el hecho tan inquietante de que hemos perdido muchos de nuestros derechos y libertades por un fenómeno imposible de comprender en toda su magnitud. El mundo al cual estábamos acostumbrados ha cambiado y con ello también enfrentamos un escenario totalmente desconocido. Quedémonos en casa.

Fuente: https://rebelion.org/por-la-fuerza-de-la-costumbre/

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