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Crítica a las Neurociencias

Síntesis
Hoy día vivimos una invasión de neurociencias. Todo el campo de lo psicológico hace un tiempo que está dominado por esta tendencia “neuro”, con lo que ha ido quedando de lado la dimensión social, histórica, “humanística” en sentido amplio. Lo “neuro-científico” se presenta como expresión acabada de “la” ciencia, como saber riguroso y sistemático, con lo que se pretende dejar a un lado ese campo de lo histórico-social, lo que se tiene por “no científico”, dudoso, por tanto, inexacto, casi rayano en la habladuría. De ahí a la chabacanería, un paso. Las neurociencias, en tal sentido, intentan ser la expresión más acabada de la seriedad.

En esa apreciación se transmite un modelo de ciencia que, en términos epistemológicos, ya está totalmente rebatido y superado: el “saber” no es solo el que ofrece la medición, el laboratorio con el control de todas las variables, la fría asepsia. Las modernas teorías físicas o matemáticas, incluso, arquetipo primero del saber científico, hoy día apuntan también a la indeterminación, al caos, a la incertidumbre (véase la física cuántica, o la teoría de los fractales, por ejemplo, donde siempre hay algo misterioso en juego). El criterio (o prejuicio) positivista de la hiper-medición como criterio determinante no aplica para los complejos vericuetos de lo humano. Si el macrocosmos social es tan “raro”, incierto, cambiante, mucho más lo es el microcosmos de lo psicológico, de la subjetividad.

Reducir las complejas, intrincadas, en numerosos casos incomprensibles reacciones
humanas -eso es lo que estudia la Psicología- a procesos neuronales, a instancias físicoquímicas, a asociaciones sinápticas en la corteza cerebral, es cuestionable. Los fenómenos humanos, individuales o sociales, no se agotan en explicaciones biológicas. Pero hoy, con una fuerza creciente, se asiste a un posicionamiento de las llamadas “neurociencias” que se erigen como la llave explicativa de la conducta humana. Tal explosión tiene causas bien determinadas: habría una “normalidad” en juego, y por tanto una desadaptación. Para esto último, para “corregir” esas disfuncionalidades, está esperando una larga batería de psicofármacos listos para su consumo.

Dicho de otro modo: las neurociencias responden al posicionamiento de la industria
farmacológica global que, amparándose en una pretendida cientificidad rigurosa (resabios de un pensamiento decimonónico ya descartado por Freud en los inicios de su producción intelectual) intenta hipermedicalizar el ámbito Psi, llenando de psicofármacos aquello que, en realidad, no se arregla con “pastillas” sino con significaciones humanas. Es decir: ¡buen negocio para los fabricantes de pastillas!

Estas neurociencias pretenden explicar todo lo humano, la tristeza y la felicidad, las
relaciones sociales, el poder, la violencia…. Y para eso están los medicamentos como
“solución”. Con esta exposición se pretende abrir una discusión al respecto, porque
entendemos que nuestro gremio, ganado cada vez por este espejismo de la “ciencia exacta”, debe reflexionar críticamente al respecto.
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ENSAYO
“Si usted quiere, puede”, “Todo depende de usted”, “Ser exitoso es una cuestión de
actitud”, “No se estrese, maneje adecuadamente su ansiedad”, “¡Sea positivo!”, “¡Eleve su autoestima!”. A lo que se podría agregar, necesariamente en lengua inglesa: “Don’t worry! Be happy!”, tan representativo de los tiempos que corren, cuando se habla insistentemente de “resolución pacífica de conflictos” y rechazo a todo tipo de manifestación violenta.
Expresiones como todas estas se han hecho cosa habitual en nuestra vida cotidiana; una psicologización, bastante cuestionable en términos epistemológicos o, mejor dicho: una vulgarización de saberes que atañen a la subjetividad, recorre nuestro sentido común, llenando de “tips” (hay que decirlo en inglés) el vocabulario diario. Según nos dice (nos obliga) esta andanada de directrices, hay que ser resilientes, políticamente correctos y buscar superarse continuamente, tener emociones positivas y sonreírle a la vida con optimismo.

¿Qué significa esta proliferación de “sanos consejos”, o “recetas para ser feliz y triunfar en la vida” que ahora nos inunda? ¿Cómo entender este auge de “técnicas” que parecen servir para todo (para individuos y para empresas, o sea: para estas grandes familias con “colaboradores” y no “trabajadores”), tips que resuelven problemas y marcan el camino hacia una pretendida aurora beatífica llena de éxito? Más allá de toda esta parafernalia psicologista que se ofrece como llave para un mundo libre de conflictos y problemas, conviene preguntarse si esto es posible (el único paraíso es el paraíso perdido, se ha dicho por ahí), si realmente podremos entrar al edén que todos estos dispositivos parecen ponernos a nuestra disposición, o si hay aquí un puro espejismo insostenible (engañoso).

O más aún, debemos intentar averiguar si este auge de “buenas prácticas” que nos promete una homeostasis sostenida se agota en buenos deseos, o si hay allí agenda oculta, si existen otros intereses tras todo esto, no explícitamente formulados. Rápidamente debemos preguntarnos, al hacernos estos planteamientos, si no pecamos de “paranoicos”, para usar una terminología del ámbito de la salud mental ya que estamos hablando de esto; es decir, si no vemos fantasmas donde no los hay. “Conspiranoicos”, como se ha dado en llamar últimamente. El análisis sopesado mostrará que no: hay engaño en juego.

¿Qué significa esta avalancha de “Psicología positiva”?, para usar un término tan a la moda actualmente. Si hay una tal psicología “positiva”, evidentemente debe haber una “negativa”, de ahí la necesidad de marcar la diferencia. Según la definiera Martin
Seligman1 en 1999, la misma consiste en “el estudio científico de las experiencias
positivas, los rasgos individuales positivos, las instituciones que facilitan su desarrollo y los programas que ayudan a mejorar la calidad de vida de los individuos, mientras
previene o reduce la incidencia de la psicopatología”. Existe un enorme campo en esta
siempre mal definida y problemática ciencia llamada Psicología donde, en estos últimos tiempos, pudiera decirse que hay una avanzada para borrar lo que tiene connotaciones negativas, apestosas. Recordemos la frase de Freud -pareciera que en realidad nunca efectivamente pronunciada- al acercarse a la costa neoyorkina para dictar sus famosas Cinco Conferencias en la Clark University en 1909, cuando le habría dicho a su acompañante Carl G. Jung: “no saben que les traemos la peste”.

Todo este esfuerzo de entronizar la felicidad, lo “positivo”, podríamos decir “la buena
onda”, en detrimento de esa “peste” que abriría el Psicoanálisis, huele raro, despierta dudas. No está de más mencionar -porque, sin dudas, hay una articulación en ello- que esa cosmovisión triunfalista y glamorosa reniega radicalmente de la idea de conflicto. No por casualidad en estas pasadas décadas de políticas neoliberales a ultranza se enaltecieron los Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos; o sea, se dejó visceralmente de lado a Marx para pasar a Marc’s (Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos). Del mismo modo se deja ¡visceralmente! de lado la “peste” introducida por la revolución freudiana (el inconsciente) para endiosar esa “ciencia” de la subjetividad (ahora rebautizada con el “muy científico” prefijo neuro), especialmente preocupada por la superación de lo “negativo” (¿léase “conflicto”?). O sea: glorificación del Yo, de la conciencia, de la razón, de la “adaptación” a la “normalidad”, con la base “rigurosa” que otorgan las neuro-ciencias.

Algo llama la atención en todo esto: ¿por qué ese énfasis tan marcado en tapar, negar,
superar lo conflictivo? ¿Por qué esa casi obsesiva necesidad de construir esa Felicidad con mayúscula, esa machona insistencia en el optimismo, en el “Don’t worry, be happy!”? ¿Acaso la dimensión humana se marca solo por esa faceta? Las dos máscaras del teatro, comedia y tragedia, parece que lo expresan mucho mejor. O lo dicho por Antonio Gramsci, que con mucho tino llamaba a “actuar con el pesimismo de la razón y el optimismo de la pasión”.

La tendencia que parece marcar todo lo Psi contemporáneo es esa búsqueda casi desaforada de hacer a un lado lo “molesto”. Ahora bien: ¿molesto para quién? Resuena ahí, tras esa declarada y nunca oculta intención, una idea adaptacionista, normativizante. Habría una “normalidad” determinada, y junto a ella “desviaciones” (enfermedades, incomodidades, rarezas). Siguiendo esa cosmovisión, hay un patrón homeostático, un equilibrio, una media normal. ¿Y el conflicto? Es un molesto cuerpo extraño, hay que eliminarlo. La antigua idea de “instinto” (adaptación en el reino animal) no ha desaparecido. Aunque lo humano supera con creces el instinto.
1 Autor famoso en este campo, creador del método PERMA para alcanzar la felicidad por medio de cinco pasos: Positive Emotions (Emociones Positivas), Engagement (Involucramiento), Relationship (Relaciones), Meaning (Significado) y  Accomplishment (Logro).

Estamos ante un planteo del más rancio corte biológico positivista. En ese sentido las hoy tan “a la moda” neurociencias brindan el soporte directo para ese paradigma de todo el campo Psi. La “peste” del Psicoanálisis fue muy bien combatida en Estados Unidos, y gracias a la inoculación de ese poderoso antídoto de la “normalidad”, los países que son su caja de resonancia natural en lo concerniente a la Academia, como es el caso de Guatemala, repiten similares patrones de Psicología adaptacionista. Las neurociencias -“objetivas” por excelencia-, encumbradas en lo más alto del pináculo de las “ciencias de la mente”, pasaron a ser entre nosotros un elemento fundamental. Para ser “científicos” con todas las de la ley, hay que adentrarse en ellas dejando de lado esas “oscuras cavilaciones” subjetivas, supuestamente indemostrables. ¡El inconsciente no se puede medir en laboratorio!

Los prejuicios epistemológicos decimonónicos no parecen haberse retirado. En absoluto. De acuerdo a esos anacrónicos planteos, solo es un saber riguroso aquél que pasa por el laboratorio. En otros términos, se sigue equiparando lo humano a ratas experimentales, a los perros de Pavlov. Ciencia, en tal sentido, es solo lo que se puede medir fehacientemente. Lo demás no deja de ser charlatanería. Los manuales experimentales de John Watson de principio del siglo XX no han variado en lo sustancial en cuanto a compresión de qué somos (y qué hacer al respecto).
Evidentemente Freud sabía lo que decía cuando llegaba al puerto de Nueva York: en el país modelo del capitalismo, donde todo es mercancía para la compra-venta, donde el american way of life implica necesariamente el final feliz, donde el ícono por antonomasia es el “triunfador” de alguna fantasía hollywoodense, hablar de discordia es sacrílego. Y justamente esa visión de lo humano dada por la Psicología de la felicidad -para el caso, amparada en las neurociencias-, no puede tolerar el disenso, la desarmonía, el conflicto.

El paradigma en cuestión puede parecer trivial (o lo es), pero mueve toda la estructura que esa forma de hacer Psicología puede llamar alegremente “ingeniería humana”. Como paradigmático ejemplo, un reputado estudio en la materia2
lo permite ver con claridad: “La activación prolongada de una región del cerebro llamada estriado ventral está directamente relacionada con mantener emociones y recompensas positivas. La buena noticia es que podemos controlar la activación del estriado ventral, lo que significa que disfrutar las emociones más positivas está en nuestra mano.” De lo que concluye inmediatamente que “las emociones positivas promueven una mejor conexión social.” Por tanto, con “acciones positivas” todo va mejor (suena a campaña publicitaria de alguna marca afamada, ¿verdad?).

La cuestión es definir qué son esas acciones positivas, ese optimismo con el que hay que enfrentar las cosas. ¿Olvidarse que hay conflicto? “El psicoanálisis no promete ni puede  prometer armonía alguna entre y para los hombres. Solo le cabe alertar acerca de la inevitabilidad de una discordia eterna, de un malestar insalvable que, por una parte, es inherente a la cultura y lo atormenta, pero que, por otra, es motor fundamental de ella, de su posibilidad de vivir y sobrevivir, riesgosamente, siempre más o menos próxima al límite de su autodestrucción. De ahí que el calificativo más común para el psicoanálisis sea el de obra pesimista. Pero la reacción es comprensible: la cultura no puede sobrevivir sin ilusiones, los hombres necesitan creer imperiosamente en un futuro venturoso, que los libere de las privaciones del presente”, dice bellamente Daniel Gerber.

El conflicto, la desavenencia, el desencuentro, el choque de contrarios, la contradicción (todos elementos negativos que horrorizan a nuestra Psicología positiva) son la esencia misma de la dinámica humana. A su turno, y de diversas maneras, profundos pensadores de la tradición occidental lo han expresado, desde el griego Heráclito de Éfeso en el siglo Vantes de nuestra era (“La guerra es padre de todas las cosas”) hasta Hegel en el siglo XIX (“La dialéctica no es un método sino la forma de ser de la realidad”, “La historia es un altar sacrificial”), desde Marx (“La violencia es la partera de la historia”) hasta Freud (de ahí su formulación, ya con la teoría bien solidificada, de una pulsión de muerte). Es decir: el manso paraíso libre de diferencias no existe, es un mito, una ilusión.

Si se quiere decir de otra forma: la “normalidad” entre los humanos (considerados en su dinámica individual o colectiva) implica el desorden, algo que se escapa de control, el elemento de la discordia. Hay siempre, forzosamente, un nivel de incertidumbre, de
malestar. Lo racional, el sujeto bienpensante hacedor de su voluntad, el Yo como centro supremo de la vida psíquica, caen. “Nadie es dueño en su propia casa”, dirá Freud. Lo interesante, lo que la Psicología de raigambre biologista no puede procesar -y su filosofía concomitante tampoco-, es que ese supuesto “caos” tiene un orden, una lógica. Lo aparentemente “irracional” no es tal. No es un cuerpo extraño invasivo; tiene un porqué, admite una lectura sistemática. El inconsciente se mueve por procesos claramente identificables: condensación y desplazamiento, dirá Freud en los albores del Psicoanálisis.

“Estructurado como un lenguaje siguiendo los modelos de la metáfora y la metonimia”, agregará posteriormente Lacan amparado en la ciencia lingüística. La dinámica social, del mismo modo, tiene una lógica intrínseca, descubierta y formulada a su manera por Hegel, o por Adam Smith, resituada revolucionariamente luego por Marx: “El trabajo es la esencia probatoria del ser humano, y la lucha de clases es el motor de la historia”.

Esa es la pieza fundamental de estas dos grandes visiones de lo humano dadas por estos dos grandes pensadores, continuamente vilipendiados y tenidos por muertos: Marx y Freud. El presente texto no pretende ser un panegírico de ellos, sino mostrar que son… cadáveres muy raros, eternamente insepultos, pues su obra sigue produciendo mucho escozor. ¿Por qué? Porque ponen el conflicto en el centro de lo humano. Y si hablamos de temas humanos: de la angustia, del deseo, de la explotación, de las miserias varias, del malestar, no hay experimento de laboratorio con control de todas las variables que pueda dar cuenta de ellos. El estudio del cerebro no explica la complejidad de lo humano, que es siempre social, pues no existe el “individuo” aislado. Eso es un artificio didáctico para estudiar el cadáver en la mesa de disección. Y ese es el modelo que siguen las neurociencias. Pero lo humano es más que un cadáver: es un ser social, sexuado, deseante.

Las neurociencias, con su pretendido sello de cientificidad indubitable -las llamadas
“ciencias duras” trasmiten esa ilusión-, más allá del supuesto rigor que exhalan, quedan cortas, tremendamente cortas para entender las complejidades humanas. Los experimentos de laboratorio son manipulaciones tecnológicas: los conceptos fundamentales de las ciencias no salen de observaciones con todas las variables controladas. La ilusión en juego es que una medición rigurosa (la fría asepsia del laboratorio es su ícono fundacional) otorga conocimientos rigurosos. Debe recordarse, sin embargo, que las elaboraciones científicas (la ley de la inercia, o de la gravitación universal, la física cuántica, la teoría del Big Bang, la relatividad o los fractales, así como el inconsciente o la plusvalía, solo para poner algunos connotados ejemplos) surgieron de la construcción conceptual, y no mirando atentamente por un microscopio.

Las neurociencias, en tanto pegadas a la tradición biomédica, no pueden superar la noción de equilibrio, de homeostasis. En definitiva: de adaptación. Esa categoría es válida en lo concerniente a la dimensión físico-química de la materia viva. La dimensión que ahora nos interesa, de la que pretende hablar la Psicología en tanto lectura de la subjetividad, no se explica por mecanismos biológicos. Freud, neurólogo como era, desechó rápidamente un abordaje neurofisiológico para acercarse al dolor psíquico. Su recomendación, dada desde tempranas épocas y mantenida a lo largo de toda su vida, fue siempre que para navegar en las profundidades de lo humano lo más pertinente era tener una formación humanista.

Lacan lo complementará invitando a estudiar Semiótica o Topología. ¿Cómo explicar desde la homeostasis el deseo, siempre errático e insatisfecho, o la guerra, o el racismo, o el patriarcado? El estudio del cerebro no explica la transgresión, que es algo que nos define como especie. ¿Y el chiste, o el poder? ¿Lo explican solo asociaciones neuronales? El prejuicio biologista es funcional, en definitiva, a una visión psiquiátrico-normativista de la conducta humana. Eso es lo que hacen las neurociencias. Su punto de llegada es un manual descriptivo de sintomatología observable, empíricamente constatable, que arroja una cantidad (siempre creciente) de “psicopatologías”. Curioso lo que sucede con esas “enfermedades”. Años atrás la homosexualidad era considerada un trastorno psíquico, una enfermedad, o un delito (en Gran Bretaña, por ejemplo, estuvo prohibida hasta 1967). Hoy día ya no lo es. ¿Y el rigor científico? ¿Qué conexión sináptica la explica?

Del mismo modo podríamos preguntar por las “epidemias” psicopatológicas de moda: años atrás ni siquiera existía en los manuales el hoy día tan difundido “trastorno bipolar”. En la actualidad es uno de los diagnósticos más frecuentes. Y otro tanto se puede decir de lo que se llama Trastorno de Hiperactividad -TDH- en la niñez. Anteriormente esto no existía.

¿Cómo es que ahora resulta una “patología” tan frecuente? Esos cambios en la diagnosis hacen pensar más en ¿modas? o, mejor aún, en estrategias mercadológicas impulsadas por las grandes corporaciones farmacéuticas que, continuamente, van descubriendo “nuevas” patologías. Sumamente curioso, porque eso no mejora sustancialmente la práctica clínica, pero sí sirve para la acumulación de capital en estas grandes empresas. Como dato nada insignificante: los ansiolíticos -producto sumamente consumido en todo el mundo- están entre los medicamentos de mayor venta. ¿Mejora eso la salud mental de las poblaciones?

Curioso también esta proliferación de “enfermedades”, que obviamente necesitan de un enorme arsenal psicofarmacológico para ser atendidas, aumentando ventas en forma exponencial, en tanto el Psicoanálisis usa solo tres categorías para abordar lo humano (neurosis, psicosis y psicopatías; alguna de esas “cosas” somos todos, no hay “normalidad” por fuera de esas estructuras).

En ese orden de ideas, las descripciones de síntomas observables que arrojan esos
estandarizados manuales (en Guatemala el más usual es el legado por la Academia
estadounidense, como no podía ser de otra forma, conocido por sus siglas en inglés: DSM – Manual Diagnóstico y Estadísticos de los Trastornos Mentales-, hoy en su versión número V), sirven como guía de acción (¿libros sagrados?) de la práctica clínica en el ámbito Psi.

Curioso que, a sideral distancia de lo recomendado por el fundador del Psicoanálisis y por su más connotado seguidor, Jacques Lacan, quienes llamaban a estudiar historia, filosofía, arte, semiótica, humanidades en sentido amplio, lo que prima en la formación del personal del campo Psi (psiquiatras y psicólogos, con algunos otros advenedizos que venden “curas milagrosas”) es el sumergirse en las neurociencias. ¿Por qué será que un manual como el DSM es libro de cabecera obligado de los psicólogos? Si, como dirá Freud, la Psicología es siempre social3, ¿por qué no priorizar eso en vez de la visión biológico-individualista que prima actualmente en la formación académica?

Sin dudas, hay mucho que discutir allí. Hoy vemos un aluvión de “prácticas” Psi, siempre amparadas en la idea de conciencia, razón, voluntad, fuerza del Yo. Así tenemos desde coaching hasta counseling, terapias energéticas, aromaterapias, libros de autoayuda y un sinfín de acciones que llaman a pensar qué hay detrás de todo eso. Como mínimo, y para cerrar el presente texto a modo de conclusión: 1) el terror a reconocer que el conflicto hace parte vital de nuestra humana existencia, revelador de los límites infranqueables: muerte y sexualidad, por lo que son infinitamente más tolerables toda esta suerte de “apapachoterapias” que acarician buenamente al ego, y 2) el aluvión de bio-medicalización que intenta copar el campo Psi es un gran negocio para los fabricantes de psicofármacos.

Al mundo de los psicólogos a quienes va dirigida la presente publicación se les invita a
reflexionar críticamente sobre todo lo dicho. El debate está abierto.

1 Autor famoso en este campo, creador del método PERMA para alcanzar la felicidad por medio de cinco pasos: Positive Emotions (Emociones
Positivas), Engagement (Involucramiento), Relationship (Relaciones), Meaning (Significado) y Accomplishment (Logro)

2The Neurodynamics of Affect in the Laboratory Predicts Persistence of Real-World Emotional Responses , de Aaron S. Heller, Andrew S. Fox, Erik
K. Wing, Kaitlyn M. McQuisition, Nathan J. Vack y Richard J. Davidson. En Journal of Neuroscience, 22 July 2015, 35 (29) 10503-10509; DOI:
https://doi.org/10.1523/JNEUROSCI.0569-15.2015

3 “En la vida anímica individual, aparece integrado siempre, efectivamente, «el otro», como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio, psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado”, en Psicología de las masas y análisis del yo, 1921

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Los hijos de la violencia

9 de agosto día Internacional de los Crímenes Estadounidenses contra la Humanidad.

¿Hay un plan para encubrir los crímenes contra la Humanidad? Sí, se llama Capitalismo.

Quedarse quieto es hacerse cómplice. Ésta no es una denuncia cómoda para tranquilizar conciencias pequeño-burguesas. Es denuncia y es autocrítica. Mientras Trump y sus jaurías criminales reprimen, humillan y encarcelan a familias de “inmigrantes”; todos los Crímenes Estadounidenses se coagulan en las injusticias fronterizas, la inmensa mayoría de nosotros aporta su cuota de ignorancia, indolencia e inutilidad funcionales. Algunos claman a cielo y oran, otros se subliman mentando madres, algunos hacen donativos, limosnas y gestos compungidos. Otros más, alzan los hombros y siguen viendo sus noticiero favorito.

La única solidaridad concreta ocurre desde abajo, de la mano del pueblo que mira en el que sufre sus propios sufrimientos. Para no importunar al magnate de La Casa Blanca, cientos de funcionarios se cosen la boca con hilos de burocracia y silencian lo que les queda de consciencia para que el horror no les quite el sueño. Algunos abogados fabricaron trincheras de “jurisprudencia” a prueba de toda vergüenza, desde ahí pontifican deyecciones leguleyas expelidas por el “Estado de derecho” y los “tratados internacionales”.

Se exhiben muy pulcros para el tecnicismo y muy puntuales para la cobranza. Van y vienen de congreso en congreso, de conferencia en conferencia, de burocracia en burocracia… mientras los niños aprenden, tras las rejas, que viven en un mundo donde ser pobre se castiga, no importa de dónde vengas ni qué edad tengas. Castigo inclemente sin delito, sin juicio sin defensa. “La única forma de salvar la vida de las personas detenidas es su liberación”, dice el periodista Jacob Soboroff, que ingresó a estas cárceles del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) donde, ya en 2008, vio niñas y niños encerrados en jaulas. Soboroff lo relata en su nuevo libro “Separated: Inside an American Tragedy” (Separados: una tragedia estadounidense).

Es uno más de los Crímenes Estadounidenses contra la Humanidad, convertido en mercancía “mediática”. Mercancía del horror prefabricado por intereses de clase a cuyo servicio está el Estado, para venderla en el mercado de la dominación de una clase sobre otra. Esta vez usando a los niños, sin clemencia, sin defensa, sin piedad. En el alma de esa violencia la complacencia de gobiernos reformistas y oportunistas escupiendo a mansalva discursos legalistas. Se descargan, minuto a minuto, ráfagas de violencia ideológica para esconder la tortura a que son sometidos los más indefensos en el imperio oligarca de la indefensión social. No importa el horario, no importa el tema y no importa el impacto… siempre hay violencia a destajo contra niñas y niños victimados tras las rejas del imperio. Y parece tan “natural”. “Según diferentes cables, en mayo ICE tenía a unos 184 menores, pero los activistas creen que pueden ser más, después de trascender que el gobierno federal está deteniendo a los niños en hoteles de Texas y Arizona antes de deportarlos a sus países de origen.”

Esto no es una arenga contra la solidaridad genuina, es una reflexión contra esa violencia infiltrada en las cabezas de los pueblos para naturalizar todo lo que  el capitalismo impone como modelo para mentalidades dóciles, cómplices de las aberraciones del saqueo y la explotación que reinan planetariamente. “Casi 2.000 niños han sido separados de sus padres desde que el fiscal general, Jeff Sessions, anunció la política que determina que los funcionarios de seguridad interna deriven todos los casos de ingreso ilegal a los EE.UU. para procesamiento.

Esto es un llamado de atención no sólo sobre el papel que cumple el aparato de Estado y gobiernos gerenciadores de esclavitudes a diestra y siniestra, sino también contra las jaurías de burócratas que, con toda impunidad, violan los derechos humanos. El plan de exterminio contra las “familias de inmigrantes”, desatado por Trump, es una declaración de guerra a la que debemos presentar frentes de lucha de todo tipo y a toda costa. Los niños y las niñas enjaulados no pueden defenderse y menos si encuentran otra forma de violencia agazapada en la indiferencia, la ignorancia y la apatía nuestras.

Fuente: https://rebelion.org/los-hijos-de-la-violencia/

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Hacia la normalización del autocuidado de los docentes

Los profesionales deben desarrollar estrategias de protección ante los malestares de la escuela, la universidad, los museos o cualquier otro escenario donde la educación suceda

María Acaso

Desde hace unos años, el término cuidado ha pasado de ser usado de manera excepcional a ser usado de manera repetida en muchos y muy variados contextos. Partiendo de una acepción médica y del entorno de lo corporal, lo que entendemos por “cuidados” se ha ido extendiendo a campos donde con anterioridad era poco o nada utilizado, como el arte contemporáneo, la arquitectura o la ecología. Resulta desgraciadamente ejemplificador lo que ocurre cuando tecleamos en Google cuidados + mujeres o cuidados + hombres: mientras que en el primer caso las imágenes hacen casi todas ellas referencia a procesos de crianza, en el segundo caso las imágenes hacen referencia al autocuidado corporal, en concreto al cuidado de la piel, el afeitado y consejos de belleza masculina. Es decir, cuando cuidan las mujeres, cuidan de los demás, y cuando cuidan los hombres, se cuidan a ellos mismos.

El término se amplía desde las acciones que realizamos en beneficio de nuestra salud física hasta los beneficios de nuestra salud mental y es rescatado por las teóricas feministas, quienes expanden el significado comenzando a hablar del autocuidado como una estrategia política de resistencia ante una vida en malestar. Todas las fuentes feministas insisten en la importancia de que los pensamientos entorno al autocuidado se desliguen explícitamente de la idea de que cuidarse a una misma es un ejercicio que podríamos calificar de egoísta.

En el terreno de la educación, los cuidados ya se entienden como un proceso necesario, especialmente hacia los estudiantes, como se refiere el colectivo Zemos 98 en su texto Pedagogía de los cuidados, pero lo que todavía no encontramos normalizada es la idea del autocuidado docente.

Cuando hablamos de autocuidados docentes, podemos hablar de cuando las profesionales de la educación nos cuidamos a nosotras mismas tanto a nivel físico como a nivel mental y desarrollamos estrategias de protección ante los malestares de la escuela, la universidad, los museos o cualquier otro escenario donde la educación suceda.

Estrategias que pueden ser infinitas como ser capaces de decir no ante la sobrecarga laboral, destinar parte del tiempo escolar a actividades aparentemente improductivas y alejadas del currículum (como compartir con los estudiantes el proceso de transformar y hacer más agradable el espacio de aprendizaje), o aprender a realizar actividades más allá del ámbito de la educación, disfrutando experiencias que repercutan en nuestro bienestar personal, como no hacer nada, ir a un concierto, leer una novela o hacer una cena lenta.

En un escenario vital donde los quehaceres de profesoras han quedado profundamente alterados por las consecuencias de la covid-19, quizá sea el mejor momento para demandar la necesidad de potenciar y normalizar los autocuidados docentes, tanto a las administraciones educativas, como a la comunidad escolar como a nosotras mismas.

En los próximos meses, entender estos autocuidados como acciones tan necesarias como el aumento de los salarios o la formación continua va a ser importante porque si no nos autocuidamos los y las profesionales que llevamos a cabo las acciones sobre las que se sostiene la vida, esa vida quedará destruida y no será posible ni siquiera cuidar a los otros.

María Acaso es investigadora en arte y educación

Fuente: https://elpais.com/educacion/2020-08-05/hacia-la-normalizacion-del-autocuidado-de-los-docentes.html

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Televisión y educación bancaria

Miguel Ángel Rodríguez

Desde 1950 la televisión privada modela la política cultural de las emociones del pueblo de México. Pablo Latapí solía decir que lo que la escuela teje, por las mañanas, lo desteje la programación vepertina y nocturna de una televisión sensiblera, gimoteante, sufridora, chabacana, misógina, homófoba y clasista. En realidad, si pasamos revista a los programas humorísticos y a las propias telenovelas, también se puede concluir el ejercicio de una política discriminadora y racista en las cadenas privadas de telecomunicación.

El indígena y el afrodescendiente, cuando aparecían en la programación, eran reducidos, casi siempre, a desempeñar el papel de patiño, bufón o sirviente pícaro: un ser sin voz propia. La narrativa contaba la historia de una supremacía racial blancay rica, quizá por ello los cuatro representantes de las cadenas televisoras firmantes del acuerdo, prósperos empresarios, encajan en ese estereotipo.

La televisión privada destrozó cualquier pretensión del sistema educativo mexicano por formar estudiantes críticos, reflexivos, autónomos. En sentido contrario a la idea kantiana de la Ilustración, más bien contribuyó a construir mentalidades y disposiciones afectivas sin el ímpetu y el temple necesarios para ejercer la crítica y, mucho menos aún, la autocrítica; por el contrario, las programaciones norteamericanas exaltaban la violencia y el éxito a cualquier precio, las telenovelas negaban la voluntad de vida, para premiar la servidumbre de la protagonista con una boda lujosa y con muchos hijos. Eran las virtudes platónicas de las mujeres, que siempre, después de un largo, lacrimógeno y aburrido calvario, triunfaban sobre las rudas villanas del horario de lujo.

Una política cultural de las emociones que concluye en dejar todo en la mano invisible de Dios, él sabe por qué unos, los menos, son ricos, rubios y sanos y, otros, la enorme mayoría de los mexicanos, son pobres, prietos y enfermos. Así se modeló la moral del rebaño, la moral de la servidumbre, la cobardía y la pereza de pensar por uno mismo.

Por ello es que resulta un cólico hepático –como el que sufrió mi admirado Manuel Gil Antón–, escuchar a Emilio Azcárraga Jean, Presidente de Televisa, solicitar, desde Palacio Nacional, en la firma de concertación de las televisoras privadas con la Secretaría de Educación Pública, el agradecimiento de los mexicanos por los 70 años de entretenimiento y diversión. Y, por si fuera poco, en este tiempo oscuro nos harán el favor de darnos también la educación.  ¿Por qué, cómo, uno se pregunta, el empresario más poderoso de la televisión mexicana subestima de tal manera ofensiva la inteligencia y la memoria histórica de la ciudadanía mexicana?

Considero que en estos momentos es muy pronto para saber qué contenidos educativos se transmitirán por televisión, cuáles por plataformas digitales, Facebook, What’s App, etc., hasta las heroicas jornadas de los profesores de México que en cadenas humanas, «muy bien controladas» – me dicen una profesora de la Sierra Morena y una pareja de docentes de la Mixteca– llevan y traen las planeaciones didácticas y los trabajos de los estudiantes e incluso los visitan en sus casas, para motivarlos a no abandonar la escuela.

En materia educativa, como en casi todas las áreas del conocimiento, la pandemia desnuda, desfundamenta verdades de granito, por eso el mundo está invirtiendo tanto dinero en una vacuna contra el Covid-19, porque el virus mostró la fragilidad del soberbio espíritu científico – que sometido a la verdad de la técnica se olvidó de la verdad del ser. Cada vez es más claro que la destrucción de la naturaleza por el progreso técnico es el origen de una respuesta tan violenta de ésta contra la humanidad. Hoy, 5 de agosto, aparece un estudio científico en la prestigiada revista Nature en la que un equipo de investigadores de la University College London (UCL) descubrió, como resultado de 184 estudios en el mundo que analizaron 6 mil 801 grupos ecológicos y más de siete mil especies, entre las cuales 376 albergan agentes biológicos patógenos, capaces de transmitir alguna infección a la biología de los seres humanos, que las transformación de las tierras para el cultivo beneficia a muchos de esos patógenos que son potenciales pandemias para la humanidad. Ese es el destino del mundo bajo el dominio de la verdad de la técnica.

Con todo, hay un fundamento que no debe ser olvidado en este tremor universal del género humano: el cuidado del ser: la dignidad. En ese sentido tiene razón Manuel Gil Antón cuando observa con agudeza, recordando al maestro Paulo Freire, que estamos frente al riesgo de ingresar al circuito de la educación bancaria si dejamos todo el proceso educativo en la televisión.

La educación bancaria concibe solo un lado activo de los procesos de enseñanza y aprendizaje: el profesor que sabe y transmite, es él quien deposita los conocimientos, en este caso los contenidos de los programas de estudio por televisión, a las y los estudiantes, recipientes vacíos que reciben pasivamente, y durante varias horas al día, el discurso de los sabios de la aldea. En ese proceso los conocimientos se memorizan y «regurgitan» mecánicamente. Como monos y máquinas sin sentido, los estudiantes son privados de la facultad de cuestionar e, incluso, dudar, y someter a la crítica, los fundamentos y principios de las ciencias y las humanidades. La educación bancaria forma seres humanos a la mano, siempre a la disposición de los poderosos, seres domesticados: “Sí señor, a sus órdenes …”

Eso significa, piensa Gil Antón, arrancarles de cuajo la dignidad, porque les arrebatan la posibilidad de ser ellos mismos, de alcanzar a distinguir la voz propia. La crítica es una pasión antes que un concepto o un pensamiento, el magisterio mexicano mostró esa pasión en los hechos, cuando nadie en el mundo sabía cómo superar la pandemia sin suspender los procesos educativos, ellos, las profesoras y los profesores, se organizaron para evitar que la nave se fuera a pique, ese fue un hecho en la Sierra Norte, en la baja Mixteca, Sierra Negra y en las grandes ciudades de Puebla –mis fuentes primigenias de aprendizaje e información–, pero es necesario enfatizarlo, los docentes escribieron esta hazaña en todo el país.

Por ello creo que es el mejor momento para impulsar una campaña de pensamiento crítico en el sistema educativo nacional, aprovechemos las fisuras de la verdad de la técnica para promover el cuidado del ser, la solidaridad, los afectos: la comprensión de los otros, que somos nosotros mismos.

Después de todo poco se puede argumentar en favor de los fundamentos de la ciencia, de la verdad de la técnica que mueve los resortes internos de la educación, la economía y la política del mundo, si somos incapaces de salvar el sentido de la existencia, el derecho a la búsqueda de la voz propia entre nuestros estudiantes y profesores, entre los mexicanos.

Y sí, no queda la menor duda, es necesario desplazar la verdad fría de la técnica, y, para ello, necesitamos consultar, escuchar a los que saben, al magisterio de México, que enfrentó con valentía e imaginación, con pasión crítica, a la bestia coronada en el primer round, pues se convirtieron en el dique que hizo posible la permanencia mayoritaria de los estudiantes en las aulas, de no ser por ellos el abandono escolar hubiese alcanzado magnitudes catastróficas para el sistema educativo nacional.

¿Será posible que el dispositivo (televisión) mute su naturaleza domesticadora por una segunda naturaleza, la crítica, sin morir en el intento…?

Fuente: http://www.educacionfutura.org/television-y-educacion-bancaria/

Imagen tomada de https://www.compartirpalabramaestra.org/actualidad/columnas/la-television-educativa-frente-los-millenials-y-los-zs

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Regreso a clases: a la misma hora y en el mismo canal

Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz

Pocos mensajes del secretario de Educación habían generado tanta expectativa como el que realizó el pasado 3 de agosto en la conferencia presidencial matutina. El anuncio principal, además de aludir a la fecha de inicio del ciclo escolar y su modalidad a distancia, fue la concertación de una alianza con cuatro cadenas televisivas de alcance nacional, lo que permitirá, solo por ese medio, llegar a más del 90% de las familias mexicanas, aunado a otras vías que, según el optimismo de las autoridades, harán posible un acceso prácticamente universal a la educación remota. De acuerdo a lo expresado por el secretario y el mismo presidente de la República, se infiere que en esta ocasión la televisión tendrá un papel con mucho mayor protagonismo que la edición pasada de la estrategia Aprende en casa.

Si bien no se pretende minimizar el acuerdo con las televisoras, tampoco sería adecuado maximizar su importancia: seguramente contribuirá a solucionar el importante problema de acceso a la oferta educativa, pero nada más. Debe decirse que el problema de la educación a distancia va mucho más allá del acceso a un dispositivo. En la edición pasada de Aprende en casa, algunos de los programas televisivos mostraron deficiencias importantes en términos didácticos: enciclopedismo, saturación de preguntas y respuestas al alumnado, mal uso de las explicaciones, incumplimiento de los enfoques de enseñanza, etc. No es casualidad que muchos docentes hayan desdeñado su uso. De manera alarmante, estos aspectos no han sido mencionados en los discursos de las autoridades educativas. ¿Se espera un cambio significativo en la calidad de los programas educativos por televisión? Es una incógnita aún.

Durante el ciclo escolar pasado, la televisión, erróneamente, trató de abarcar la mayor parte de los contenidos escolares. En el pecado llevó la penitencia. La experiencia dejó como moraleja que es necesaria una selección muy cuidadosa de los aprendizajes que se buscan desarrollar a través de la pantalla, pues no deben ser ignoradas sus evidentes limitaciones: sería inútil tratar de abordar contenidos que requieren forzosamente de interacciones presenciales con materiales didácticos, compañeros o maestros, o incluso que necesitan varias sesiones para afianzarse. Para evitar que el alumno se convierta en un simple depositario de un concepto o un dominador mecánico de alguna habilidad, se insiste en la cuidadosa elección de los aprendizajes a desarrollar. En ese sentido, la expresión del presidente de la República, en torno a que los alumnos aprenderán “igual que si fueran a la escuela” resulta por demás preocupante, justamente por aludir a uno de los problemas pedagógicos más importantes de la experiencia pasada: buscar transferir la dinámica escolar al hogar.

Tras la conferencia, da la impresión que fueron ignoradas diversas posturas críticas en torno a la estrategia educativa a distancia del ciclo anterior. En este sentido, hubiera sido conveniente, antes de la presentación de la segunda edición de Aprende en casa, un análisis exhaustivo del primer ejercicio.  En esta labor sin duda habría sido relevante la participación de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU), para que, en su función de conciencia crítica del sistema educativo, emitiera alguna valoración de aspectos puntuales de la experiencia educativa a distancia, máxime cuando ya transcurrieron más de dos meses del fin del primer ejercicio de la estrategia.

Salvo el mayor alcance televisivo, no se advirtieron en el mensaje del secretario de Educación modificaciones sustanciales en torno a la oferta educativa a distancia, pese a que dispuso de varios minutos para poder al menos mencionarlas. Ya en conferencia vespertina, cuando una reportera pidió su valoración sobre la primera edición de Aprende en casa, el secretario se limitó a mencionar las cifras de docentes capacitados (habría que revisar la naturaleza de tal preparación), los millones de cuentas de correo electrónico creadas y el alto porcentaje, según sus fuentes, de comunicación entre alumnos y docentes: lo pedagógico, parece, ha pasado a segundo plano. Ojalá, en el tiempo que queda para arrancar el ciclo escolar, que es poco, se pueda preparar adecuadamente, poniendo énfasis en lo pedagógico, una experiencia que se vislumbra incluso más complicada que la anterior.

Fuente: https://www.educacionfutura.org/regreso-a-clases-a-la-misma-hora-y-en-el-mismo-canal/

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Las competencias digitales marcan el paso de los nuevos títulos de Formación Profesional

Por: Nacho Meneses

La reforma de la FP, que será más flexible y personalizable, contempla una mejora de las habilidades digitales en todos los sectores y un fuerte aumento del número de estudiantes

Reducir el impacto de la crisis económica a través de una profunda transformación de la Formación Profesional, de manera que pueda responder rápidamente a las necesidades del mercado laboral en todos sus sectores. Ese es uno de los principales objetivos del Plan Estratégico de Formación Profesional, cuya segunda fase fue presentada la semana pasada por Pedro Sánchez en La Moncloa. Un programa de modernización que contempla no solo la actualización de los estudios ya existentes y la creación de hasta 80 titulaciones nuevas, a través de recorridos completos y cursos de especialización, sino también una profunda transformación que ampliará el número de plazas ofertadas en 200.000 hasta 2023 y flexibilizará el acceso a la Formación Profesional de estudiantes, trabajadores y desempleados.

“Ahora mismo, en todos los planes que se están haciendo de ayuda a determinados sectores, como puede ser el automovilístico, el de comercio… hay un eje de formación profesional, porque no se puede relanzar un sector si no garantizamos una recualificación de los profesionales de ese mismo sector. Y eso solamente se puede hacer desde una FP muy ligada a las necesidades del sector, que sea muy dinámica, potente y flexible, y que esté actualizada”, sostiene Clara Sanz, secretaria general de Formación Profesional. “Además, hay que pensar no solo en el sistema educativo, sino también en los desempleados y en los ocupados. La formación ha de ser accesible para cualquiera, independientemente de su situación. Unos necesitarán una formación ajustada a las necesidades de su puesto de trabajo y otros mejorar su itinerario de formación, su empleabilidad o sus condiciones de trabajo”.

En muchos casos, la renovación del catálogo de FP vendrá a través de los llamados cursos de especialización, estudios de postgrado que permitirán a los estudiantes que ya han adquirido una formación más generalista, de técnico o técnico superior, completar su formación especializándose en aspectos demandados por el mercado de trabajo, en el que hay déficit de estos profesionales. Se trata, en definitiva, de dotar a la Formación Profesional de una mayor flexibilidad y capacidad de reacción ante la demanda existente, de “ponerse más en contacto con esa realidad inmediata y cambiante, con las necesidades de las empresas. Es más fácil, de alguna manera, dar respuesta a lo que nos están pidiendo desde los sectores productivos mediante cursos de especialización que cambiando un título entero”, argumenta Luis García Domínguez, presidente de la Asociación de Centros de Formación Profesional FPEmpresa.

A pesar de que la figura de los cursos de especialización está aprobada desde 2011, no se habían desarrollado hasta ahora. Los dos primeros, en Cultivos Celulares y en Audiodescripción y Subtitulación, llegaron en 2019; cinco más ya han sido aprobados en abril de este año y otros siete, ya en diseño, verán la luz entre 2020 y 2021. “Sobre todo, vamos a tender hacia los sectores emergentes, que se ven radicalmente transformados por la digitalización, pero trabajaremos todos los sectores productivos, porque todos ellos se están actualizando. Por ejemplo, también se ha publicado un curso de especialización en panadería y bollería artesanal”, explica Sanz.

La digitalización, clave en todos los ámbitos

¿Cuáles son esos sectores emergentes? Familias profesionales como informática y comunicaciones, electricidad y electrónica, fabricación mecánica, edificación y obra civil, industrias alimentarias o instalación y mantenimiento son solo algunas de las que concentrarán las nuevas titulaciones de Formación Profesional, que tendrán un enfoque digital muy marcado: “Nos hemos centrado mucho en la digitalización, porque es uno de los ámbitos que más rémora tienen en el mercado de trabajo en España, y en el que existe una mayor dificultad para encontrar profesionales”, cuenta Sanz.

Así, en el curso 2020-2021, las comunidades autónomas podrán ofertar, por ejemplo, cursos de especialización relacionados con la fabricación inteligente, la digitalización del mantenimiento industrial, la ciberseguridad, los videojuegos o la señalización y telecomunicaciones ferroviarias. Y en 2021-2022 llegarán, entre otras, las especializaciones en implementación de infraestructuras 5G, fabricación aditiva en 3D, materiales compuestos, vehículos eléctricos, instalación y mantenimiento de infraestructuras eléctricas e inteligencia artificial (IA) y big data.

“Nadie estará ajeno a lo que supone la IA y el big data”, afirma Sanz. “La digitalización va a transformar absolutamente todos los sectores productivos, incluida la agricultura: no podemos pensar en una agricultura extensiva en los mismos términos que hace unos años, porque el sector se ha transformado con el uso de drones y otras tecnologías que sus profesionales deben conocer”. En hostelería y turismo, ha cambiado todo lo relacionado con las reservas y el tratamiento de las opiniones de los clientes y su fidelización; en sanidad, desde la gestión de información hasta el tratamiento y la propia relación con el paciente; a la vez que factores como las redes sociales son cada vez más relevantes. El plan de modernización de la FP anunciado recientemente contempla, además, la incorporación de un módulo formativo de digitalización aplicada a cada sector productivo para todos los títulos del catálogo.

“En el fondo, de lo que estamos hablando es de un cambio productivo y un nuevo modelo económico y tecnológico, y necesitamos que la FP (tanto la básica como, especialmente, la de grado medio y superior) se actualice para dar respuesta a lo que las empresas nos están pidiendo”, sostiene García Domínguez.

Formación ‘online’ para la España rural

Otra de las iniciativas incluidas en el nuevo plan estratégico pretende potenciar el impacto de la Formación Profesional en la España vacía multiplicando las Aulas Mentor, que ofrecen formación en línea no reglada dirigida a personas mayores de 18 años en núcleos rurales, hasta llegar a los 3.000 municipios. Una opción de bajo coste (24 € al mes) cuya mayor virtud es que funcionan en cualquier núcleo de población, por pequeño que este sea: “Nos permiten llegar a municipios donde no hay ofertas de formación y donde las personas, fundamentalmente adultas, tendrían que trasladarse poder acceder a cualquier tipo de educación que no sea online”, explica Sanz. De esta manera, es posible cursar cualquier módulo o contenido de FP que sea luego acreditable a través de un proceso de acreditación de competencias.

Nuevos títulos de enseñanzas deportivas

No todas las titulaciones que se han incorporado al catálogo de la Formación Profesional tienen que ver con la digitalización. Así, el pasado mes de febrero aprobó el título de Técnico en Guía en el Medio Natural y de Tiempo Libre, que desarrolla la competencia de organizar itinerarios y guiar grupos por entornos naturales de baja y media montaña, terrenos nevados y cavidades de baja dificultad, entre otros. Asimismo, en noviembre de 2019, el Consejo de Ministros aprobó la creación de cinco títulos de enseñanzas deportivas relacionados con la actividad física al aire libre:

  • Técnico Deportivo en Barrancos (grado medio), que desarrolla la competencia de diseñar itinerarios y conducir a deportistas y usuarios por barrancos, media montaña estival y vías ferratas equipadas.
  • Técnico Deportivo (grado medio) y Técnico Deportivo Superior en Escalada. El primero capacita al estudiante para adaptar, dirigir y dinamizar la iniciación y perfeccionamiento técnico de la escalada deportiva en roca, rocódromos o estructuras artificiales; mientras que el segundo caso está orientado hacia la escalada de alto nivel.
  • Técnico Deportivo en Media Montaña (grado medio) y Técnico Deportivo Superior en Alta Montaña (grado superior). El primero se orienta al diseño de itinerarios, la guía y dinamización de deportistas y usuarios por terrenos de media montaña; el segundo enseña el diseño de itinerarios en condiciones de alta montaña, incluyendo técnicas específicas de progresión en terreno nevado y hielo.
  • Técnico Superior en Termalismo y Bienestar, aplicando protocolos de hidrocinesia, técnicas hidrotermales, masajes estéticos y programas de acondicionamiento físico en el agua.

Una formación modular, flexible y práctica

Para Sanz, la gran ventaja de la Formación Profesional, que no se ha explotado hasta ahora, es su carácter modular, de tal manera que se pueda personalizar el itinerario educativo dependiendo de los intereses particulares de cada alumno o profesional. Algo que hoy en día no es posible, pero que sí contemplará la futura ley de Formación Profesional, actualmente en fase de elaboración. Esta oferta modular permitirá, en función de las necesidades educativas o laborales, matricularse en uno o varios módulos, sin tener que cursar todos los que integran un título o curso de especialización, y así servir para responder rápidamente a las necesidades específicas de las empresas.

Se trata, en definitiva, de favorecer el desarrollo de una Formación Profesional que sea accesible tanto para los estudiantes como para los ocupados y desempleados, que pueden querer formarse poco a poco, “y que esa formación pueda ir sumándose en una mochila formativa al ritmo que cada uno pueda, y que al final pueda conseguir una titulación. Eso favorecerá una adaptación mejor y más ágil a las necesidades del mercado, donde los perfiles más demandados son mucho más mixtos”, explica Sanz, que recuerda que la tasa de desempleo juvenil entre los titulados de FP es de solo el 7,35 %, frente al 35 % en general.

A su vez, García Domínguez recuerda también hay familias profesionales que tienen mucho trabajo, pero baja demanda por parte de los estudiantes, como pueden ser aquellas relacionadas con el mantenimiento, frío y calor, electricidad y electrónica o producción industrial: “Las empresas siguen buscando esos técnicos, y en muchos casos no los encuentran, por lo que tienen que hacer formación propia o contratar a gente con menor capacitación. Es importante que mostremos a la sociedad y a las familias que, dentro de los títulos que ya tenemos, hay mucho trabajo”.

El plan de modernización pretende también impulsar la creación de aulas de emprendimiento en un total de 1.850 centros de Formación Profesional en toda España, con la intención de ofrecer a los estudiantes asesoramiento y recursos que faciliten el arranque de sus proyectos, la conversión de aulas de FP en espacios de tecnología aplicada y la creación de la plataforma FPConecta para la relación e intercambio entre centros de FP, empresas, interlocutores sociales y administraciones educativas.

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/07/29/actualidad/1596033901_851202.html

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La pandemia que nos define

Por: Carolina Vásquez Araya

Las relaciones de poder se consolidan en medio de un ambiente fuera de control.

De manera paralela a los efectos del Covid-19, una de las consecuencias del confinamiento obligado es el incremento de actos de violencia contra niños, niñas y mujeres. Sin embargo, las agresiones perpetradas desde el machismo y la misoginia constituyen una conducta normalizada a partir de una educación con sesgo sexista y un sistema que ampara a los agresores por una visión deformada de la justicia; por lo tanto –aunque esta pandemia ha empeorado la situación- esas conductas han existido desde siempre. Los ejemplos abundan, pero ni así logran llegar a la conciencia de la sociedad, dado que esta todavía considera la violencia machista como “un asunto privado” y da vuelta la cara para no saber.

En esta lucha sin cuartel, emprendida por quienes comprenden a cabalidad cuál es el alcance de los estereotipos insertos en la conciencia colectiva, las iniciativas por un cambio de paradigmas se estrellan contra la indiferencia de una sociedad convencida de que el reparto del poder es un tema cerrado. De modo instintivo adjudican la autoridad en quienes han concentrado el control sobre diferentes aspectos de la vida económica, política y social, sin pararse a pensar en la desigualdad implícita en ese sistema que margina los derechos de más de la mitad de la ciudadanía.

Los esfuerzos por transformar las bases sobre las cuales se erige todo un estilo de vida, no suelen ser bienvenidos cuando amenazan con echar abajo todo un conjunto de estereotipos, normas y formas de relación entre sexos. Tampoco es fácil alcanzar logros sobre la necesidad de fortalecer los sistemas de justicia, en cuyos ámbitos se suele sellar el destino de las víctimas de violaciones, agresiones y asesinatos, dándose por hecho la existencia de una causal que exime al victimario y también una culpa que justifica la agresión contra la víctima. Los niveles de impunidad en crímenes de feminicidio, por lo tanto, reafirman la indefensión de las mujeres al no ser castigados.

Para comenzar a transformar las relaciones humanas, primero es preciso derribar un sólido entarimado de valores y normas definidas desde una masculinidad mal entendida, la cual privilegia el poder por sobre la equidad. Impreso en códigos y doctrinas religiosas desde siempre y en todo el mundo, se impuso una jerarquía ilegítima, cuyo principal propósito ha sido mantener la jurisdicción sobre la condición femenina de reproductora de la especie y, para ello, restarle toda posibilidad de independencia y ejercicio de su plena libertad. Así, incluso en las sociedades más desarrolladas del planeta, para eliminar restricciones sobre el derecho de la mujer sobre asuntos relacionados con su cuerpo y con su vida, los resultados de esas batallas tienen apenas medio siglo.

La situación de vulnerabilidad de niños, niñas y mujeres en el contexto de la actual pandemia, por lo tanto, reside en las limitaciones impuestas por los códigos establecidos para la conformación de la familia y su repartición de poderes. Millones de mujeres, privadas del derecho de gozar de iguales derechos que su pareja tanto en el aspecto económico como por los sesgos legales del contrato matrimonial o de convivencia, están sujetas a tolerar una relación de violencia que en muchos casos acaba con la muerte.

En este escenario de pandemia sobre pandemia, el papel de las instituciones –incluida la prensa- debe ser asumir la responsabilidad de velar por la seguridad de niños, niñas y mujeres, aboliendo de paso los paradigmas del injusto y mal concebido sistema patriarcal.

Fuente: https://rebelion.org/la-pandemia-que-nos-define/

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