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Maestro entre los márgenes y la violencia criminal en México

Por: Lev M. Velázquez Barriga

 

Desde sus primeras investigaciones, Alberto Colin Huizar se acercó a los maestros con una sola mirada humanista e integral, pero a través de un lente bifocal que le permitió la observación desde el rigor científico de la antropología y al mismo tiempo la empatía política con las rebeldías del sindicalismo disidente y las autonomías indígenas en las que estaba involucrado el magisterio, como parte de su naturaleza histórica.

 

Lo dicho anteriormente, lo llevó a producir una serie de libros, artículos y tesis sobre los docentes. Su más reciente pesquisa doctoral recibió el premio 2024 de la Cátedra Jorge Alonso, impulsado por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y el Consejo Mexicano de Ciencias Sociales. La cátedra referida es un espacio de análisis y producción de pensamiento crítico, a partir de la reflexión sobre los movimientos sociales actuales en México y el mundo; lleva su nombre en honor a uno de los más prominentes estudiosos en esta línea temática.

 

La publicación de su libro Ser maestro en los márgenes: trabajo docente y violencia criminal en la Tierra Caliente de Michoacán es parte del reconocimiento que se le hizo por ser una de las mejores tesis en estudios sociales en México; es una joya, resultado de su acercamiento íntimo con los maestros entre asambleas, mítines, escuelas, talleres de formación, caravanas culturales y espacios de la cotidianidad escolar o sindical, donde Alberto fue tejiendo historias intentando comprender raíces, razones y experiencias de las alternativas educativas; sin embargo, al recorrer los inevitables e inhóspitos caminos de la violencia criminal, se produjo en él, más que ruptura, la imperiosa necesidad de entender lo subyacente en aquellas narrativas que le fueron develadas en confianza y solidaridad por los docentes, pero que no solían aparecer desde su discursiva política y pedagógica en la vida pública.

 

Los casos no eran aislados, pero se entrelazaban y volvían más comunes en Tierra Caliente, en especial en el Valle de Apat­zingán; no siempre los maestros se percibieron dentro de una problemática de violencia estructural, y menos aún, en medio de conflictos geopolíticos del capitalismo donde el Estado privatiza el monopolio represivo a los grupos de narcoviolencia para favorecer el desplazamiento poblacional, facilitar la superexplotación del extractivismo, el control social ante la depredación ambiental y laboral de los monocultivos.

 

Otras veces sus memorias ayudaron a reconstruir una mirada diferente a la gubernamental sobre la historicidad y territorialidad de la violencia criminal, sentida y vivida en carne propia: bajo el fuego cruzado de cárteles en disputa, mientras se desplazaban a sus comunidades; coexistiendo en los mismos edificios escolares que hacían de bases logísticas improvisadas, lo mismo del Ejército que para el narco; intentando construir aprendizajes en aulas bombardeadas con drones; interpelando jefes de plaza para sostener la protesta social en carreteras privadas custodiadas por bandas criminales; exiliadas frente al constante acoso sexual y obligados al abandono residencial por las amenazas de muerte y de privación de la libertad por el sicariato.

 

Además de estos contextos de políticas fallidas del Estado, complicidades para crear ambientes propicios a la militarización y paradójicamente al crecimiento permisible de economías ilegales, los maestros acuden a las aulas en ausencia de medidas y herramientas pedagógicas oficiales para atender los climas de violencia. Programas como Escuela Segura y otros no fueron pensados en educar para la paz, sino funcionales a las medidas de acotación de libertades.

 

No obstante, en las trayectorias escolares situadas, individuales o colectivas, se dibujan intencionalidades que prefiguran estrategias alternativas y de autonomía curricular exitosas para educar en la paz social; de ahí que este libro sea una posibilidad de diálogo para comprender y atender de manera profunda el origen estructural de la violencia criminal; pero, también un llamado de atención urgente a la formación normalista y a las educaciones populares, para no dar la espalda a estos desafíos que la docencia encuentra en todo el territorio nacional.

 

Los docentes, sobre quienes son sensibles a las desigualdades sociales, tienen un papel fundamental en la reconstrucción de los tejidos comunitarios y del pueblo; aunque esto les siga costando la vida y la libertad. El reciente secuestro de Mario Roldán y Muriel Ernesto Gómez, líderes de la CNTE en Chiapas, o de la desaparición forzada de José Gabriel Pelayo, profesor de escuela básica y luchador ambientalista de la costa michoacana, son lamentables ejemplos de una herida que sigue abierta y que, sin duda, deja temas sin resolver en esta coyuntura política transexenal.

 

De ahí la vigencia del libro de Alberto Colin y la provocación que nos hace para mirar la inseguridad en clave de las izquierdas; pero, ajenos y distantes de las narrativas golpistas que no se ostentan con rigor científico, y menos aún, parten de iniciativas que, como ésta, tienen el propósito de comprender los problemas más sentidos de nuestra realidad actual para encontrar el cauce que nos conduzca a mejores políticas de pacificación social.

https://www.jornada.com.mx/2024/10/04/opinion/012a2pol

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“La belleza es revolucionaria”. Una conversación con Silvia Federici y Begonia Santa-Cecilia

Por: Emanuela Borzacchiello

 

La belleza y la relación con las madre, entre otras cosas se tejen el libro Yuyu, flores y poemas, de la pensadora Silvia Federici y la artista Begonia Santa-Cecilia. Un libro construido a partir de la correspondencia en medio de una pandemia, que también fue una forma de conspirar y respirar juntas al mismo tiempo.

CIUDAD DE MÉXICO.- La belleza como mecanismo revolucionario para contrarrestar pensamientos autoritarios y patriarcales. La belleza como antídoto para cuidar un cuerpo y un mundo enfermos. La belleza para recuperar el potencial transformador de los gestos cotidianos que realmente importan para sustentar y reproducir la vida. Entre poesías y pinturas, la belleza es la hebra que teje el libro Yuyu, flores y poemas, de la pensadora Silvia Federici y la artista Begonia Santa-Cecilia, amigas desde que se encontraron en una plaza –la del movimiento Occupy Wall Street– y alrededor de una ausencia: la pérdida de sus madres.

Un libro que se construyó gracias a un intercambio epistolar de flores pintadas por Begonia y poemas escritos por Silvia. Begonia y su compañero, el escritor Luis Moreno Caballud, editan los poemas y ponen en el titulo una palabra que es clave en el poemario de Silvia: Yuyu, un término empleado en origen para designar algunas de las prácticas espirituales de las sociedades tradicionales del África Occidental.

Con las dos coinspiradoras del libro conversamos entre New York City y Ciudad de México.

Y yo, ¿qué le puedo enviar?

–Nos conocimos con Silvia en 2011 durante el movimiento Occupy Wall Street (OWS) organizando un foro sobre la importancia de los bienes comunes. Al poco tiempo creamos en Nueva York un grupo de investigación feminista sobre las violencias, activo hasta el día de hoy: Feminist Research on Violence–, cuenta Begonia.

En aquel momento, el movimiento de Los Comunes del que nos habla Begonia fue clave para revitalizar un paradigma de cooperación y equidad que remedia nuestro mundo y crear nuevas redes de pensamiento crítico en EEUU. Desde entonces, los trabajos de Begonia y Silvia se entrelazan, dando forma a diferentes tipos de materiales como la película “Más allá de la periferia de la piel” de 2022 o “Silvia Federici y la reproducción de la vida” de 2019, un corto que narra, con un ritmo incesante, como el capitalismo intenta apropiarse del trabajo invisible que sustenta nuestras vidas.

El intercambio y la conversación entre ellas se transformó en una práctica feminista que nunca se interrumpe, ni siquiera durante la pandemia. Gracias a la reapropiación de un gesto antiguo, como es la correspondencia, las dos amigas se enviaron cartas y lograron recuperar una materialidad que se expresa mediante las poesías y las pinturas y, no sólo, a través de los cuerpos.

–Durante la pandemia de covid, en el momento de toda esta tristeza, este sentido preponderante de muerte y violencia, Begonia me envió una flor que había pintado. Así que me pregunté: ¿y yo, qué le puedo enviar? Pensé en enviarle mis poemas–, dice Silvia.

La correspondencia entre amigas reactivó el archivo donde Silvia había guardado textos inéditos escritos desde los años setenta. A pesar de que es conocida, sobre todo como filósofa y ensayista, durante toda su vida Silvia escribe poesía cuando está en medio de un dolor, de una lucha o de un deseo.

Cartas infinitas; inspirar y respirar juntas

El hilo conductor de mis poemas es la ironía– dice Silvia–. Hay diferentes temas: la política, el dolor, la sensación de una nostalgia asociada a una pena que siempre me acompañó en toda mi vida. Es como un dolor ontológico. El dolor del ser.  Enviar cartas permite abrir un espacio donde es posible compartir todo este mundo con la otra persona y, al mismo tiempo, estás reflexionando por ti misma. A mí me gustaba muchísimo escribir a mis amigas. Con mi compañero George tenemos una pila de cartas infinitas. Cuando estaba en Nigeria, nos escribimos una cada día. Poder enviar mis poemas en forma de cartas a Begonia fue crear un espacio especial, ni completamente personal, ni público. Entonces, lo que hicimos fue recrear este espacio en este libro.

El libro Yuyu, flores y poemas es también un ejercicio de conspiración: inspirar y respirar juntas.

–Sí, la idea del conspirar. El conspirar significa que la gente se junta, las cosas no suceden automáticamente, hay una decisión, una responsabilidad, es como respirar juntas al mismo tiempo. Nuestra correspondencia fue una forma de entrar en una especie de ritmo de conspiración juntas–, insiste Silvia–. Por otra parte, como se dice en el poema “Elogio de la teoría de la conspiración”, también los poderosos conspiran, de una forma muy distinta. No son las leyes las que automáticamente les obligan a matar, a mutilar, a aterrorizar, a torturar, sino que conspiran para hacerlo. Esto significa que hay decisiones, que hay personas que quieren esta muerte, que organizan, que deciden que ciertas vidas no valen nada.

Gracias al espacio que crearon con el libro, las autoras trazan y nos comparten un itinerario de reflexiones.

Un momento utópico

–Al principio de la pandemia empecé a pintar estas acuarelas como un pequeño ejercicio de cada día–, narra Begonia–. El arte y la poesía son herramientas políticas fundamentales para desaprender las formas de vida capitalistas, patriarcales y colonialistas. Herramientas que ayudan a enfocarnos más en el sentir que en el producir. Nos abren a otras maneras de percibir y estar en el mundo.

Dice Silvia:

–La pintura es un momento utópico. Pintar flores y activar una correspondencia es una forma de almacenar lo que importa de la vida en forma creativa, en forma imaginativa.

El cuidado de una madre

En el libro Begonia y Silvia reúnen, guardan o registran colores y temas claves que nos ayudan a recuperar prácticas feministas, como la importancia del compartir la experiencia de cuidar el cuerpo enfermo de una madre.

Dice Begonia:

–La relación con Silvia se hizo más intensa tras una conversación que tuvimos sobre la enfermedad de nuestras madres, sobre el sufrimiento que conlleva a nivel físico y emocional todo lo que hay que hacer cuando una cuida. Estás cuidando, pero ¿quien cuida a los que cuidan? La muerte de mi madre coincidió con el nacimiento de nuestro hijo y fueron momentos muy difíciles porque ya no tienes a tu madre y al mismo tiempo tienes que hacer el papel de madre. Una tremenda mezcla de sentimientos.

Dice Silvia:

–La experiencia del cuidado de mi madre fue como una inversión de roles: ella se transformó en mi hija. Tuve que aprender a relacionarme con su cuerpo: todos los días la limpiaba, le pasaba la crema, la masajeaba. Restablecí una relación corporal muy íntima con ella. Cuando murió me costó mucho dolor, porque para mí fue como vivir una segunda separación, la que se vive al nacer cuando nos separamos del cuerpo de nuestra madre. Durante su enfermedad le peinaba sus cabellos, le ponía un poco de color en su cara para darle un poco de alegría. Era importante ponerle un poco de perfume. Le compraba camisetas rojas o azules para hacerle sentir que no era el fin. Cuando murió fue un gran dolor, una sensación corporal de ausencia muy fuerte.

El Museo de Silvia

En el libro el entrelace de flores y poemas genera una explosión de colores y perfumes que revitalizan los ritmos de nuestras sensaciones corporales. Abrir este libro es entrar en el espacio íntimo de sus autoras y compartir una amistad cómplice.

-Silvia tiene su casa llena de pinturas, fotografías. Objetos que cambia de lugar todo el tiempo. Es como un museo que nunca se acaba, y le llamo el Museo de Silvia- cuenta Begonia-. El Museo de Silvia es una forma de vida. Convive con todas esas imágenes, con esas pinturas, con esas cosas que están hechas por otras personas y sus sensibilidades. Muchas de las cosas que tiene son objetos de arte hechos por mujeres de otros lugares, por artesanas, por artistas. Silvia pintaba cuando era joven. Ha cultivado siempre – y nos enseña a cultivar- esta conexión entre estética y política.

El libro Yuyu, flores y poemas, publicado por la editorial La Oveja Roja se distribuye en México por la Librería La Volcana lugar común.

Fuente de la información e imagen:  https://piedepagina.mx

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Llenar el archivero

Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz

 

Se acercaba el fin del ciclo escolar 2023-2024 y parecía que, en algunas oficinas, había inquietud, urgencia y desesperación. ¿El motivo? La presencia de archiveros que, insólitamente, a esas alturas del año escolar acumulaban más aire y polvo que papeles. Esto, desde ciertas perspectivas, es simplemente inaceptable: las gavetas vacías son, para algunos, sinónimo de improductividad y ociosidad. La consigna parecía clara: ¡Hay que llenarlas a cualquier costo, con lo que sea!

La descarga administrativa de la vida escolar ha sido una aspiración desde hace varios años. Pese a que incluso en los Programas de Mejora Continua de los planteles educativos la carga administrativa ha sido considerada como un ámbito de atención y a que la reducción de encargos de este tipo en las escuelas esté señalada en el artículo 94 de la Ley General de Educación. A pesar de lo anterior, la realidad aún es lejana del ideal: el extinto INEE (2018) reconocía que “prevalece […] un modelo de administración excesivamente burocrático que limita la capacidad de gestión de las escuelas” (p. 30).

Los excesos burocráticos se aprecian con claridad en una desafortunada tradición que, en los últimos años se ha fortalecido en las escuelas públicas colimenses de sostenimiento estatal: la check list, un extenso y variado listado de documentos que, cual carta a Santa Claus, los supervisores solicitan a los directores al final del ciclo escolar. Es la Navidad de la recarga administrativa: se abren las gavetas con la misma ilusión que el niño corre a buscar sus regalos en la bota navideña.

Las check list son el ejemplo perfecto de la duplicidad y la irrelevancia de solicitudes a los centros escolares. Se requieren documentos que ya fueron turnados a figuras o dependencias que realmente están facultadas a intervenir en asuntos de contraloría, participación social, control escolar y acreditación, por mencionar algunos. Se ha llegado al extremo de pedir documentos por demás absurdos: horarios del siguiente ciclo escolar de docentes que ni siquiera se tiene asegurada su continuidad. Documentos irrelevantes, como los guiones de las ceremonias de clausura, también han sido incluidos en esta lista de verificación. Alimentar el archivero con lo que sea, hasta con documentos chatarra.

Los supervisores escolares son piezas clave para regular la intensidad de las tareas administrativas en las escuelas. No se deja de reconocer la encomienda que tienen de “[garantizar] que los colectivos docentes rindan cuentas acerca del funcionamiento y resultados educativos de la escuela” (SEP, 2022, p. 57), pero es necesario que esta función no eclipse a otra aún más importante: “[fomentar] que el personal directivo y docente de las escuelas, oriente su labor hacia la mejora permanente del trabajo en el aula, y la organización y funcionamiento del plantel” (SEP, 2022, p. 55).  Las visitas para comprobar la existencia de papeles son insuficientes en tal labor. Lo administrativo nunca como distractor u obstáculo de lo pedagógico.

La sobrecarga administrativa tiene relación, entre muchos factores, con el uso de herramientas tecnológicas, cuyo potencial es frecuentemente desaprovechado. Colima cuenta con la Plataforma Integral de Información (PII) y la Plataforma de Herramientas Educativas, en las cuales los directivos depositan de manera digital actas de Consejo Técnico, realizan altas y bajas de alumnado y generan automáticamente la estadística de la matrícula escolar, entre muchas otras acciones. Sin embargo, la desarticulación y falta de coordinación entre las dependencias y figuras del aparato educativo, hace que la información vertida en estas plataformas tenga que ser replicada una y otra vez por los directores a diferentes destinatarios.

La llegada de nuevas tecnologías ha significado también, paradójicamente, para quienes están en la parte de la jerarquía laboral, un aumento en el trabajo. Ahora no basta con generar documentos, también se deben digitalizar para así, en ocasiones, aligerar el trabajo de alguien más. Para muestra, un botón: se pide a los directores escolares escanear, cada mes, el registro de asistencia del personal escolar, cuando, en otros tiempos, la tarea de verificación de este documento correspondía realizarla presencialmente al supervisor escolar. Ahora, con un solo clic, mágicamente el supervisor obtiene en su pantalla la evidencia de su encargo. Así otros casos. Optimizar los tiempos… de algunos.

La intensificación administrativa escolar se ve aderezada por malas prácticas y costumbres como la disponibilidad eterna (disculpen que los moleste a esta hora, pero…), el afán de evidenciar todo (tengan fotos por si acaso), la inmediatez extrema (de hoy para ayer) o la absorción de tareas administrativas que otras dependencias descargan en las escuelas.

Se reconoce que la escuela y su personal deben, como cualquier otra institución y sus trabajadores, rendir cuentas de su funcionamiento. No se intenta ignorar la esfera administrativa de la vida escolar ni escatimar en su importancia, ni en las responsabilidades que los directivos, supervisores y otras autoridades tienen en ese sentido. Lo que sí se advierte es la necesidad de simplificar los procesos administrativos. Usar las herramientas digitales para aminorar, y no para aumentar o transferir, las cargas de trabajo. Mejorar la articulación y coordinación entre las figuras del aparato educativo. Establecer canales más efectivos de comunicación. Erradicar prácticas y costumbres que hacen de la tarea administrativa una tortura. Procurar una acción administrativa que fortalezca el ámbito pedagógico. Superar la vanidad de ver con orgullo archiveros al borde del colapso.

REFERENCIAS

INEE (2018). Educación para la democracia y el desarrollo de México. México: autor.

SEP (2022). Marco para la excelencia en la enseñanza y la gestión escolar en Educación Básica. Perfiles profesionales, criterios e indicadores para el personal docente, técnico docente, de asesoría técnico pedagógica, directivo y de supervisión escolar.  Disponible en: http://public-file-system.usicamm.gob.mx/2023-2024/compilacion/EB/Marco_EB.pdf (Consultado el 24 de septiembre de 2024).

Fuente de la información:  https://www.educacionfutura.org

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Colectivizar las bibliotecas personales

Hace dos años, durante el confinamiento de la pandemia, mi madre comenzó a perder la vista. Para alguien como ella que dedicó su vida a la edición, esa borradura, esa pérdida de foco, ensombreció su relación con el mundo. Cada vez que se sentaba con un libro entre las manos, cientos de preguntas golpeaban sus ojos desde el interior. No podía leer, las letras y el sentido de las palabras se le esfumaban. ¡Deberían publicarse libros con letras grandes para gente como yo!, me decía. El diagnóstico no fue, por fortuna, terrible: tenía cataratas. Operaron uno de sus ojos y después de una convalecencia de varios meses y cuidados, volvió a ver. Pero algo se perdió en el camino. Mi madre dejó de salir a la calle como hacía antes, con esa autonomía risueña que siempre le admiré. Sus desplazamientos se volvieron vacilantes, como si una vulnerabilidad nueva, la vulnerabilidad de la vejez, se hubiera hecho más presente. ¿Cómo acompañarla en este momento titubeante? ¿Cómo desafiar el aislamiento al que esta época despiadada y vertiginosa condena a las mujeres mayores?

Quizá regalarle un libro (¡un libro más!) no era una buena idea. Y, sin embargo, se lo regalé. Porque no se trataba de un libro cualquiera, sino de un objeto singular, una biblioteca portátil que era también un fichero de hojas sueltas, un artefacto hospitalario y misterioso. Se trata de Habitar la biblioteca, una cajita de cartón (tan frágil y por eso tan potente) hecha de historias personales, de afectos e intimidades, de rincones iluminados por una comunidad indomable de lectoras, trece mujeres de distintos territorios y disciplinas (curadoras, bibliotecarias, artistas, libreras, editoras) convocadas para escribir sobre sus relaciones con bibliotecas perdidas y reconstruidas, desembaladas y vueltas a embalar, bibliotecas del polvo, del aire, de la infancia, de los amantes. Cuando le extendí el objeto, mi madre y yo estábamos sentadas alrededor de su comedor. Yo intentaba hacerle plática, pero muy pronto ella dejó de escucharme. Se había enfocado en otra cosa, como si una ráfaga de curiosidad hubiera desentumido de pronto sus hermosos dedos artríticos: durante varias horas ella se dedicó a extraer y desdoblar papelitos, a leer los cuadernillos que configuran este libro que es muchos libros, con un interés, una delicadeza y una atención que no le había visto en mucho tiempo. Se había reencontrado, al fin, con otras buenas compañías, sus iguales, mujeres que han hecho del libro más que un objeto, un vínculo. Ella estaba de nuevo absorta, entregada a la lectura. Yo la miraba en silencio.

Habitar la biblioteca es un dispositivo de lectura que nos interpela y contagia de inmediato con su alfabeto de gestos materiales: en lugar de un libro cosido y con lomo, en lugar de la secuencialidad del discurso y las hojas numeradas, esta compilación se organiza y desorganiza en una serie de folders habitados por hojas de tamaños y colores diversos, tipografías variables, trazos, manuscritos, dibujos, tarjetas, mapas, posters desplegables. Manipularlo nos hace meter las manos en el mundo. Nos recuerda que, a pesar de la abstracción digital generalizada, somos un cuerpo y que la lectura es un tipo de relación material con la realidad sensible.

Ese es el gesto micropolítico de Habitar la biblioteca que imantó la atención de mi madre: reconocer, en su propia manufactura artesanal, en su objetualidad, que nuestras bibliotecas personales son sitios “creativos, vulnerables, abiertos y en constante construcción”.

Walter Benjamin habría quedado fascinado entre las secretas vías subterráneas que se abren en esta biblioteca, como hacía con su colección de juguetes en miniatura y libros infantiles, donde era posible encontrar todo lo imaginable, libros de estampitas para insertar figuras, aún no tocados por producción industrial. Esos libros ya no existen, pero siempre vuelven. Habitar la biblioteca es también eso: un mundo inmensamente pequeño que guarda rastros de otros espacios y tiempos, genealogías y metamorfosis de bibliotecas afectivas en las que podemos reconocernos, porque parecen susurradas al oído. “Historias mínimas, que no son mínimas”, como subraya Sol Henaro en su ensayo, “Rememorar”, donde rastrea su relación con los archivos y recuerda a su abuelo linotipista. No hay nada pretencioso ni grandilocuente en este fichero y, sin embargo, sus ensamblajes son infinitos.

Aquí la biblioteca es un bosque que es una cocina que es un quipu que es un grimorio que es un ritual que es un gabinete de curiosidades.

Desarmarlo y volverlo armar es entrar en el juego de las relaciones oblicuas. No importa cuánto nos empeñemos en guardar los folders en orden, este fichero afirma que todo tiene aquí la misma categoría; el saber que organiza la ficha no conoce jerarquía alguna”, como escribió Erdmunt Wizisla al describir el archivo de Benjamin. Esa falta de jerarquía es también una política (y una epistemología) feminista, distinta a las retículas cartesianas que deciden cuáles saberes cuentan y cuáles no. Sugiere que una biblioteca viva es aquella que puede reordenarse cada vez gracias al deseo de las usuarias. Todas las que acumulamos libros sabemos que a pesar de nuestra obsesión por clasificarlos (ya sea por categorías disciplinares, temas, tamaños, centros de interés, ediciones o anomalías), la biblioteca es un organismo que tiende a la disgregación. Pero es en el desorden donde el azar propicia otros encuentros. ¿Sería ese el sueño de una biblioteca mutante, una biblioteca que no se definiera por el crecimiento acumulativo de saberes, sino por su reubicación, su inestabilidad, sus montajes renovados?

La movilidad interior de Habitar la biblioteca representa esa cartografía abierta, quizá una metáfora de la biblioteca por venir, dispuesta a incorporar las más diversas formas de leer el mundo.

Pienso, por ejemplo, en la pieza de Gwennhael Huesca Reyes, “Pulsión de código”: una hoja doble carta donde se despliegan, como un collage, frases sobre otros actos de lectura: leer las nubes, leer el movimientos de las hojas de los árboles, leer el golpe del mar en las rocas, los rastros en la nieve, las líneas de la mano, el movimiento de los labios. En “Objeto encontrado”, la fotógrafa Patricia Lagarde también propone un método de investigación heurística a través de un catálogo de objetos econtrados entre las páginas de sus libros. Cada objeto es clasificado junto con una cita de la página donde se encontró, creando concatenaciones enigmáticas. Como esa “hoja seca, ocre, oblonga” descubierta en la página 174 de Sobre la fotografía, de Susan Sontang, donde se lee: “Poseer el mundo en forma de imágenes es, precisamente, volver a experimentar la irrealidad y lejanía de lo real.” ¡De qué manera aparece ahí no sólo lo ya conocido sino lo inédito, lo inesperado, lo que aún no tiene nombre! El ensamblaje, entonces, nos permite leer lo nunca escrito. Algo similar sucede con la palabra deconstruida de Fernanda Aránguiz, una serie de papelitos con trozos de letras que guardan un sentido secreto para quien participe en el juego del lenguaje como “una forma abierta al infinito” y del libro como “un soporte de encuentros”.

Haciendo pública la biblioteca personal § Mario Cruz López

En la intimidad de estas lecturas, se desbordan los andamiajes de la biblioteca como institución, porque este acervo incorpora la historia de unas vidas transcurridas. Así sucede en la pieza extraordinaria de Javiera Barrientos, “Elegía a las bibliotecas perdidas”, un ensayo construido con retazos de textos cruzados. En uno de ellos seguimos la trama de esas formas en que el poder busca neutralizar la potencia indomable de la lectura, esas bibliotecas destruidas o incendiadas, como sucedió con la biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Bagdad durante la guerra de Irak, luego reconstruida gracias a una biblioteca participativa del artista Wafaa Bilal. Esta historia pública se entrecruza con dos textos manuscritos: uno sobre la biblioteca que Barrientos deja embalada antes de mudarse de país; otro sobre la biblioteca perdida de alguien a quien amó y murió. Estas anotaciones a mano, con su letra diminuta y amontonada, parecen entradas de diario o cartas nunca enviadas. La materialidad de su caligrafía es un gesto entrañable: nos obliga a leer muy de cerca una historia muy íntima. Desentrañarla es pensar juntos en las razones por la cuales recomponemos las bibliotecas de los muertos y preguntarnos por qué compartir la biblioteca privada es un acto político. De eso escribe también Aleida Pardo, en “Maternar las bibliotecas”. Cuando socializamos nuestros libros estamos cuidando la reproducción de la vida como posibilidad futura, “porque si las bibliotecas se privatizan nos adueñamos de cosas que nos son comunes.”

En momentos en los que se libra una guerra constante por el monopolio de nuestra atención, creo que este proyecto editorial, concebido por Andrea Reed-Leal, en colaboración con La Máquina de Aplausos, defiende una apuesta colectiva y feminista por la lectura, haciendo pública la biblioteca personal*, permiténdonos estar, otra vez, como a mi madre, a solas en compañía.

* Una versión digital de Habitar la biblioteca se liberará para descarga en junio de 2023 aquí.

Nombro a todas sus participantes: Andrea Reed-Leal, Erandi Adame, Fernanda Aránguiz, Javiera Barrientos, Clara Bolívar, Fernanda Escalera Zambrano, Sol Henaro, Gwenhhael Huesca Reyes, Patricia Lagarde, Valeria Mata, Aleida Pardo Hernández, Catalina Pérez, Alejandra R. Bolaños, Sandra Sánchez, Isabel Zapata.

Vivian Abenshushan es escritora interdisciplinar. Su práctica, tanto individual como colectiva, explora estrategias micropolíticas que confrontan los procesos del capitalismo contemporáneo y sus estructuras de producción cultural, así como las relaciones entre arte y pedagogía, procesos colaborativos, redes feministas y prácticas experimentales en la escritura. Ha publicado los libros: El clan de los insomnes (Premio Gilberto Owen 2002), Una habitación desordenada y Escritos para desocupados, publicado por la editorial Surplus bajo una licencia copyleft, entre otros. Su libro más reciente, Perman ente Obra Negra (Sexto Piso, 2019), es un proyecto de escritura conceptual fundado en la copia, la reescritura y el montaje de citas, que circula como libro, fichero y suajado. Es cofundadora de la cooperativa Tumbona Ediciones y directora de BLA: Espacio de Experimentación Escrita.

Fuente de la información:  https://www.jardinlac.org

  • Un artefacto hospitalario y misterioso § Mario Cruz López
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Segunda Marcha Nacional Universitaria: “un fantasma recorre Argentina”

Por: Emilia Trabucco*

La segunda Marcha Universitaria -desde el inicio de la gestión de Javier Milei- convocada para este miércoles 2 de octubre en todo el país, se presenta nuevamente como una iniciativa que moviliza a la sociedad argentina en general, especialmente en un contexto de profundización del ajuste.

La crisis presupuestaria que atraviesan las universidades nacionales no sólo amenaza su funcionamiento, sino que también forma parte de una estrategia más amplia que busca mercantilizar la educación y disciplinar el pensamiento crítico. En este contexto, el papel de la universidad pública como un espacio de inclusión, producción de conocimiento y justicia social es clave para entender la importancia de esta nueva movilización.

El debate sobre el financiamiento de las universidades públicas refleja la tensión entre los intereses populares y las políticas de ataque a las clases trabajadoras del actual gobierno, quien recientemente anunció que vetará la Ley de Financiamiento Universitario aprobada por el Congreso. Esta ley buscaba actualizar las partidas presupuestarias de las universidades nacionales, garantizando su funcionamiento y los salarios de docentes y no docentes en función de la inflación, un problema que ha afectado profundamente a les trabajadores en general.

La oferta salarial del 5,8% que el gobierno recientemente presentó a los gremios en la antesala de la marcha ha sido rechazada por insuficiente, especialmente cuando se contrasta con los índices de pobreza y la inflación, que sitúan al 85% de les docentes y trabajadores universitarios bajo la línea de pobreza (CONADU, 2024). En este sentido, la lucha universitaria se entrelaza con otras luchas del sector laboral, que también enfrentan las consecuencias de la flexibilización y la precarización del trabajo, que se agudizarán con la reglamentación de la Reforma Laboral anunciada por Federio Sturzzenegger.

Ello se suma a la decisión del gobierno de suspender el Fondo Nacional de Incentivo Docente (FONID), un componente clave del salario docente, y ha paralizado las negociaciones de la Paritaria Nacional Docente.

Además, el gobierno ha impulsado la declaración de la educación como servicio esencial , lo que restringiría el derecho a huelga de los trabajadores del sector, en una clara violación de la Constitución Nacional . Esta medida se inscribe en una política de disciplinamiento social que busca limitar la capacidad de protesta y organización de los sectores que se oponen al ajuste.

El ataque a la educación pública no es un fenómeno aislado. En un contexto global de ofensiva neoliberal y neofascista, la universidad se ha convertido en un campo de disputa ideológica. Desde sectores cercanos al gobierno de Milei, se acusa a las universidades de ser centros de adoctrinamiento ideológico, una narrativa que refuerza la ofensiva contra el sistema educativo público y alienta su privatización.

El gobierno de Javier Milei ha dejado clara su intención de avanzar en este sentido, promoviendo un modelo basado en la demanda mediante la implementación de vales y créditos educativos. Los hijos de la canciller Diana Mondino, Francisco y Simón Pendas, forman parte del directorio del Banco Roela, que ya opera en universidades privadas (y algunas públicas, mediante la plataforma de pago de posgrados) y busca expandirse a las públicas mediante el arancelamiento y el negocio de los préstamos estudiantiles.

Negocio más que apetecible, considerando que el 80% de les estudiantes en Argentina eligen estudiar en universidades públicas.  Este sistema, que beneficia directamente a bancos y aseguradoras, ya ha demostrado sus efectos en Chile, donde el modelo, heredado de la dictadura de Pinochet, ha endeudado masivamente a las familias y generado una profunda desigualdad.

En Argentina, la propuesta de avanzar con créditos plantea un escenario similar: la educación se convertiría en un negocio rentable para unos pocos, mientras millones de estudiantes quedan excluides por no poder afrontar las deudas impuestas para acceder a la universidad. Al igual que en Chile, la retórica oficial justifica esta medida en la crisis presupuestaria creada por el propio gobierno, consolidando la educación como un servicio financiero que subordina el derecho a estudiar a la capacidad de endeudarse.

El accionar del gobierno forma parte de una ofensiva más amplia contra los derechos sociales conquistados en las últimas décadas. El ataque a la universidad pública forma parte de la agenda neoliberal de ajuste y reforma del Estado, que busca la mercantilización de todas las áreas de la vida y el disciplinamiento social (Socolovsky, 30 de julio de 2024).

Este conflicto trasciende lo económico, tocando fibras sensibles de la identidad argentina, como los derechos humanos, la justicia social y la defensa de la soberanía. La universidad pública en Argentina ha sido históricamente un baluarte del conocimiento crítico y del desarrollo científico-tecnológico. Con un presupuesto adecuado, las universidades no solo garantizan una formación de calidad, sino que también son un motor de producción de conocimiento y de avance científico en áreas cruciales para el país.

La marcha del 2 de octubre será la expresión de una resistencia amplia y heterogénea contra el programa de ajuste, empobrecimiento y quita de derechos de la sociedad argentina en general. Al igual que ocurrió con la marcha del 23 de abril[1], que movilizó a miles de personas en todo el país, esta nueva convocatoria reúne a sindicatos, organizaciones estudiantiles, feministas, culturales, científicas,  de jubilades, movimientos sociales y comunidad en general en defensa de la universidad pública​.

En conclusión, la marcha del 2 de octubre no sólo pone de manifiesto la defensa de la universidad pública, sino que representa un reclamo más amplio por la justicia social en un país donde el ajuste y las políticas de recorte económico afectan a las clases trabajadoras de manera directa. La calle volverá a ser escenario de una disputa fundamental por el futuro del pueblo argentino.

[1] Trabucco, E.: La masiva marcha nacional universitaria: un punto de inflexión en el escenario político argentino. Disponible aquí

*Trabucco es psicóloga, Magíster en Seguridad. Analista de la Agencia NODAL y de CLAE Argentina. Directora del Área de Universidad, Género y Trabajo del IEC-CONADU

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Educar y transformar

La educación en México durante décadas, si es que no siglos, ha tenido un currículo colonizado, con ausencia de nuestra esencia, lo que ha sido evidente, ya que la permanencia de los resabios coloniales en la enseñanza se refleja en la mira puesta en Occidente como eje del saber. El proceso descolonizador requiere de la producción de saberes propios, comunitarios, sin negar lo universal, se trata de hacer universal los saberes originarios. Se requiere tomar las ideas y expresar las nuestras, y por ello debemos cuestionar ¿cuándo hablaremos de nuestra historia y filosofía latinoamericana y caribeña en las aulas escolares?

Entre otros pensadores, Leopoldo Zea integró un conjunto de reflexiones que dieron forma a lo que hoy reconocemos como filosofía latinoamericana. Sus esfuerzos se encaminaron a la articulación de los saberes, las ideas y los proyectos de unidad, integración, identidad e historia que expresan la cultura y la cotidianeidad en los países latinoamericanos y caribeños. Zea es impulsor de la lucha por el reconocimiento de nuestra filosofía e historia como corrientes del saber universal.

La negación continua de la filosofía latinoamericana y la enseñanza colonizada de su historia, siguen presentes en muchos de los llamados “centros del saber”, que reproducen la advertencia que José Martí escribiera en su ensayo Nuestra América al referirse a la burla del arrogante adinerado que se mofa del humilde campesino, pero olvida que las manos morenas y llagadas del sencillo son las mismas que cultivan las praderas para que abunde el alimento en su mesa costosa y extranjera. Así, la historia y filosofía latinoamericana son la esencia que florece de las entrañas de los suelos en la geografía marcada por el nosotros.

Tras la implementación del neoliberalismo en México y América Latina, la educación sufrió alteraciones en sus objetivos formativos y de contenido, los valores del capitalismo incrementaron el individualismo, la falta del pensamiento crítico y la desvinculación con la historia latinoamericana y caribeña. Se buscó deshacer la identidad y recolonizar al ser para extender la dominación depredadora que despoja, explota y niega la diversidad cultural. Es por ello que la educación necesita mayor compromiso, educar no es solo transmitir conocimientos, educar es tocar el alma para transformarla, las instituciones dicen educar, pero muchas quieren encajar en moldes lo que siempre ha sido diverso, la educación es libertad, tal y como lo demuestra la larga tradición pedagógica latinoamericana y caribeña emanada del quehacer de mujeres y hombres comprometidos con la humanidad.

Nuestra América ha tenido que explicarse a sí misma para reconocerse y ser reconocida, el neocolonialismo imperial sigue negando su existencia, la opresión es también una idea implantada en la colectividad que se materializa, enseñar nuestra historia y filosofía es la mejor respuesta contra la hegemonía occidental. Es resistencia en el campo de las ideas frente a la cultura que se asume como “superior”, el crisol nuestro es diverso como lo es la realidad. La enseñanza debe ser el eje de la transformación, la cultura es el camino para renovar la esencia humana, la utopía de un mundo mejor es aún realizable. La historia y la filosofía latinoamericana y caribeña se asumen también como instrumento para la emancipación de nuestros pueblos.

Hoy vivimos tiempos urgentes, los procesos geopolíticos nos advierten sobre la necesidad de regresar al humanismo, de encontrar en las tradiciones pedagógicas libertarias, como la de Paulo Freire y muchas otras, las bases que impulsen transformaciones reales, no sólo en el currículo, sino en la realidad concreta, pues la palabra sin sustento se desvanece con el viento. La Nueva Escuela Mexicana tiene bases filosóficas que, superando las contradicciones, pueden contribuir a la generación de nuevos saberes y al replanteamiento de para qué sirve la educación en sociedades desiguales y en países cuyas laceraciones socioeconómicas siguen presentes.

En todo caso, la educación es la base de toda transformación y se sustenta con el replanteamiento de los procesos formativos de los seres humanos, reconociendo la diversidad, pluralidad, multiculturalismo e impulsando el humanismo, pero también mejorando las condiciones materiales de existencia, pues no se trata de idealismo, sino de forjar la transformación con bases filosóficas reales y acordes a nuestras condiciones identitarias como mexicanos, latinoamericanos, caribeños y seres humanos.

Fuente de la información:  https://insurgenciamagisterial.com

Fotografía: LinkedIn

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Del juego y la diversión al casino virtual: ludopatía infantil, billeteras virtuales y redes sociales en Argentina

Por Luciana Jouli y Nerina Tarditto*

El mundo actual se encuentra convulsionado: marcado por la virtualidad y la vorágine de las redes sociales donde transitamos y somos des – humanizados; encerrados en mensajes de WhatsApp y videos de Tik – Tok; creyendo que allí encontramos nuestra libertad y felicidad. El capitalismo digital  y financiarizado, encontró la forma de empujarnos al territorio virtual donde nuestro tiempo está puesto en función de un puñado de millonarios que maximizan sus ganancias con nuestro trabajo. Las infancias y juventudes son protagonistas de uno de los debates más importantes de la agenda política y educativa actual: la ludopatía infantil. En Argentina proyectos legislativos y medidas punitivistas intentan frenar una tendencia que alarma, pero qué, sin embargo, tiene un trasfondo profundamente sistémico.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió en la 10ª Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) el juego patológico (o ludopatía) como “aquel trastorno que consiste en la presencia de frecuentes y reiterados episodios de juegos de apuestas, que dominan la vida del enfermo en perjuicio de los valores y obligaciones sociales, laborales, materiales y familiares de este” (OMS, 1992).

El incremento del consumo de juegos online y las apuestas deportivas se atribuye a múltiples factores como por ejemplo la liberalización del sector por parte de los gobiernos nacionales, el cambio de percepción social sobre el juego, la publicidad intensiva y el patrocinio de eventos deportivos, entre otros. Además de la masificación del uso de internet, de los dispositivos móviles y de las redes sociales.

Un sondeo de la consultora Opina Argentina -realizado entre el 17 y el 20 de mayo de 2024 en más de mil casos- reveló que el 16% de la juventud encuestada reconoce que realiza apuestas online, número que crece a 24% si se incluye a personas adultas. También concluyó que los más propensos son los varones, y que muchas/os de las/os encuestadas/os (un 24%) creen que el grupo más afectado por la ludopatía son la población adolescente de 12 a 16 años (48%) y el segmento de mayor nivel educativo es el más consciente de los riesgos de los juegos de azar.

Según las estadísticas del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, el 30 por ciento de la población de nuestro país mantiene algún tipo de vinculación con el juego. Dentro de ese universo, el 95 por ciento corresponde a personas que juegan recreativamente, mientras que el 3.5 por ciento son jugadores problemáticos y el 1.5 por ciento corresponde a compulsivos.

Los principales jugadores en el tablero argentino: ¿Quiénes están detrás del juego virtual? 

El gigante sueco Betson, para desembarcar en Argentina y obtener licencias en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires debió asociarse con el histórico binguero Daniel Mautone,  presidente de Casino Victoria S.A., ubicado en Entre Ríos, Argentina. Mautone es socio del expresidente xeneize Daniel Angelici y según datos de la revista Perfil ambos comparten la propiedad de tres bingos y ambos fueron autoridades de la Cámara Argentina de Salas de Bingos y Anexos. Mautone fue noticia en el 2024 debido a que su compañía Casino Victoria auspiciaba programas de viajes vinculados a Jesica Cirio y  Martín Insaurralde, ex jefe de gabinete bonaerense, imputado por lavado de dinero y enriquecimiento ilícito.

Entre otras marcas destacadas en el sector está Bet365. Denise Coates es la fundadora y dueña de ésta página de apuestas online más grande del mundo. Su página tiene más de 35 millones de usuarios en todo el mundo y promedia alrededor de 215 millones de vistas mensuales. Su popularidad la convirtió en la mujer más rica de Inglaterra. Según el medio Ámbito Financiero sus ganancias brutas superan por 26 veces lo que se destina a nivel mundial para combatir la adicción al juego y la revista Forbes calcula que su fortuna asciende a los 9.000 millones de dólares.

En su columna «Falla de Mercado» en el medio Cenital el periodista Jairo Straccia señaló a Bet Warrior como otra de las empresas más conocidas. Ésta es sponsor de la selección de fútbol argentina y propiedad de Federico de Achával, dueño del hipódromo más importante de Argentina, asociado con la multinacional danesa Shape y la griega Intralot. El periodista también hizo referencia a Bplay, empresa que opera en diferentes países de América Latina y es el patrocinador principal de la liga profesional de fútbol argentino. Estas empresas compiten también con gigantes como Codere, una multinacional española sponsor de la camiseta del club argentino de fútbol River Plate.

De Diagnósticos y “recetas” 

La Asociación de Loterías Estatales Argentinas (ALEA) y la Cámara Argentina de Salas de Casinos, Bingos y Anexos (Cascba) de Argentina se unieron a los sitios de apuestas más importantes del país para hacer un llamado a la prevención y señalar que, en sus sitios, sólo juegan las personas mayores. Con ese fin también denunciaron a 254 sitios ilegales que permiten la participación a menores de edad en las apuestas. Así también, a partir de la pandemia de Covid-19, muchas provincias avanzaron en la reglamentación del juego online acordando que actualmente todos los sitios oficiales deben llevar el dominio bet.ar. Sin embargo, según datos de la Asociación de Loterías Estatales Argentinas se estima que el 80% de los sitios online son ilegales.

Si bien en Argentina las apuestas son legales a partir de los 18 años, las y los adolescentes falsifican sus datos y crean perfiles falsos. Por otro lado, un factor que habilita la ludopatía infantil son las billeteras virtuales que les permiten obtener dinero para apostar. Por ejemplo el Banco de la Nación Argentina lo hace a partir de los 11 años y Mercado Pago a partir de los 13.

Uno de los principales factores que contribuye a la ludopatía en las y los jóvenes es la accesibilidad a través de dispositivos móviles y la publicidad agresiva. El acceso a teléfonos y billeteras virtuales desde muy temprana edad permite manejar dinero e incluso pedir préstamos; en un escenario de exceso de publicidades en redes sociales, medios de comunicación, eventos deportivos, camisetas de jugadores de fútbol y en propagandas de famosos o influencers. Aunque existen escasas estadísticas oficiales al respecto, se estima que entre el 1 y el 3 por ciento de la población mundial es adicta al juego.

Se han difundido casos que demuestran las consecuencias que tiene la ludopatía en el ámbito educativo. Muchas y muchos docentes comenzaron a advertir que algunos niños/as se comportaban nerviosos en la escuela, un aumento de los conflictos entre pares y hasta el aislamiento de niñas/os y jóvenes en la interacción con sus compañerxs en el aula. La combinación entre la adicción que generan los dispositivos móviles y la que generan los juegos de apuesta son un combo explosivo para infancias y adolescencias que en un mundo hiperconectado empiezan a estar cada vez más solas y solos, incluso, en el entorno escolar.

En Argentina no hay una ley nacional sobre los juegos de azar, por lo que su regulación está bajo la órbita de cada provincia. Durante el 2024 se han presentado varios proyectos tendientes a regular esta problemática.En líneas generales, todas las iniciativas plantean la implementación urgente de una fuerte regulación sobre la publicidad de las casas de apuestas. Por ejemplo, la no promoción de apuestas entre las 8:00 y las 23:00, la prohibición de carteles en empresas de juego o loterías y en plataformas que no posean instrumentos para evitar que la publicidad sea dirigida a menores de edad,  y la no participación de figuras públicas en los avisos publicitarios. Así también, se plantea como propuesta implementar un “adicional extraordinario (del 25%) al Impuesto a las Ganancias aplicable a los servicios de juegos de azar, apuestas, quiniela, lotería y similares”.

A la par del intento de regulación, poco se habla de los verdaderos ganadores del gran casino virtual del capitalismo. En el territorio virtual, infancias y jóvenes están “apostando todo al rojo”, dejando su tiempo y su vida para que un puñado de multimillonarios continúen enriqueciéndose. Si no logramos frenar y oponer un modelo que ponga en el centro a la vida digna de la humanidad, pocas esperanzas le quedan a nuestras infancias y juventudes; que experimentan hoy con su salud mental la ruptura de los límites físicos y morales del capitalismo.

* Jouli es Licenciada en Educación Especial y Tarditto es Profesora de Lengua y Literatura. Zambroni es Licenciado en Ciencia Política. Ambas miembros del Centro de Estudios y Formación en Política Educativa (CEFOPED), asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Del juego y la diversión al casino virtual: ludopatía infantil, billeteras virtuales y redes sociales en Argentina – Por Luciana Jouli y Nerina Tarditto

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