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La crisis subjetiva de la clase trabajadora

Por: Henrique Canary

Por primera vez en la historia, una debacle económica de dimensiones globales se combinó con el ápice de una crisis subjetiva del proletariado. Este es el contexto en el que la extrema derecha está ganando terreno.

Cuando se habla del auge de la extrema derecha en el mundo contemporáneo, se hace mucho hincapié en la crisis económica de 2008. Esto tiene mucho sentido. El colapso financiero derivado de la quiebra de la pirámide subprime de los bancos estadounidenses parece haber sido el detonante de una vertiginosa escalada de las fuerzas neofascistas en todo el mundo. Desde entonces, la mayoría de los grandes acontecimientos de la lucha de clases internacional han tenido como resultado el fortalecimiento de las fuerzas más reaccionarias del espectro político.

La Primavera Árabe, que levantó una ola de esperanza mundial —especialmente entre los jóvenes—, terminó con la masacre de los Hermanos Musulmanes en Egipto y el restablecimiento de un régimen bonapartista en el país y con el asesinato sumario y sangriento de Muamar Gadafi en Libia y la transformación de una república relativamente próspera en un protoestado semitribal controlado por potencias extranjeras y «señores de la guerra». En Siria dio lugar a una guerra civil que duró casi una década, y a la fundación, aunque efímera, de un califato impulsado por el Estado Islámico.

El lento declive de la Unión Europea, sumado a la crisis migratoria, ha favorecido el ascenso del neofascismo europeo, que continúa sus esfuerzos por hacerse con el control del continente después de casi ochenta años. El levantamiento de la plaza Maidán en Ucrania, que inicialmente contaba con una importante presencia de la izquierda, ha creado un régimen que normaliza el nazismo histórico e incorpora fuerzas abiertamente fascistas al ejército del país.

Las masivas protestas de junio de 2013 en Brasil, también disputadas inicialmente por la izquierda, condujeron al ascenso al poder del golpista Michel Temer mediante el impeachment de Dilma Rousseff, y luego a la victoria electoral del fascista Jair Bolsonaro. En Estados Unidos, el neofascista Donald Trump es el candidato natural absoluto de la clase obrera blanca tradicional y, ahora, con el mal desempeño del Gobierno de Biden, avanza peligrosamente también sobre la juventud y la comunidad negra. En Argentina, la alta inflación y la fuerte caída del nivel de vida han despertado al monstruo Milei.

Pero hay algo que falta en este análisis. La afirmación de que la extrema derecha avanza exclusivamente a causa de la crisis económica de 2008 no parece corresponderse con la complejidad exhibida por el fenómeno. No es la primera vez en la historia que estalla una crisis económica. Hemos tenido muchos colapsos financieros desde el final de la Segunda Guerra Mundial (la crisis del petróleo en 1973, la crisis de la deuda en la década de 1980, la «crisis de las .com» en 2000) y ni una sola vez ha vuelto el fascismo a la escena histórica. Solo lo ha hecho ahora. ¿Por qué?

Nuestra hipótesis es que hubo una combinación especial: por primera vez en la historia, una debacle económica de dimensiones globales se combinó con el ápice (o, si se quiere, el fondo) de una crisis subjetiva del proletariado: una crisis que involucra su identidad, sus organizaciones, su imaginario y su conciencia. Esta combinación específica impidió a la izquierda en general —tanto reformista como anticapitalista— posicionarse como una alternativa capaz de impugnar esos procesos. La crisis económica encontró un proletariado disperso, precario, confuso, dividido, asfixiado por la competencia entre iguales, dispuesto a culpar de su amargura a sus compañeros de clase, siempre y cuando fueran negros, inmigrantes, LGBTQI, árabes o indígenas.

¿Crisis del capitalismo oportunidad para la izquierda?

La ideología liberal establece que las crisis son también momentos de oportunidad: para ganar dinero, para derrocar a un competidor, para abrir un nuevo negocio. Por otras vías, la izquierda ha interiorizado la misma idea. Es comprensible. Los momentos de estabilización en el capitalismo son difíciles para la izquierda: bienestar general, crecimiento salarial, concesiones, pleno empleo. En estas condiciones, las crisis revolucionarias no se producen, porque entre otras cosas requieren que la sociedad haya entrado en un periodo de decadencia y regresión. Por eso la izquierda siempre ha visto con tan buenos ojos las crisis del capitalismo.

La historia ha justificado, hasta cierto punto, estas esperanzas. La crisis económica, social y política resultante de la Primera Guerra Mundial desencadenó la Revolución Rusa; la crisis de la dominación colonial portuguesa condujo a la Revolución de los Claveles; la crisis de las dictaduras latinoamericanas desembocó en varias revoluciones democráticas en el Cono Sur en los años ochenta, lo que provocó el crecimiento y el arraigo social de las fuerzas de izquierda en el continente. Este esquema general (crisis = posibilidad de revolución) ha quedado impreso en el imaginario de la izquierda, que piensa en secreto ante cada turbulencia del capital: «por fin ha llegado nuestro turno».

El problema es que este esquema ignora un importante factor de la realidad. Para que una situación revolucionaria sea victoriosa para la izquierda, no basta con que «los de arriba no puedan y los de abajo no quieran» vivir como antes. Esta fórmula leninista sirve para identificar la crisis en sí, pero no resuelve el problema de su desenlace. Para que triunfe una revolución, las masas deben adoptar un determinado programa en sus acciones, que solo puede ser proporcionado por una organización o frente de organizaciones de la izquierda revolucionaria. En otras palabras, la resolución positiva de una crisis revolucionaria depende fundamentalmente de un factor subjetivo.

La ultraizquierda dogmática ha interpretado este «factor subjetivo» como la simple existencia de un núcleo revolucionario activo, aunque tenga un peso ínfimo en la realidad. Basta con que un pequeño grupo de camaradas «levante un programa» para que, tarde o temprano, las masas reconozcan el mérito de la organización y la sigan en su camino hacia el asalto a los cielos. Un análisis superficial podría asociar esta visión mesiánica a los grupos trotskistas, pero no es así. La realidad ha demostrado que el mesianismo ultraizquierdista es una característica que se distribuye democráticamente entre todas las corrientes del marxismo, incluyendo diversas aglomeraciones estalinistas que actúan precisamente sobre la base del principio de la «crisis de dirección».

Según este punto de vista, la cualidad fundamental de un revolucionario no es la inteligencia política, sino únicamente la perseverancia. Se trata de una visión teleológica según la cual una pequeña organización revolucionaria está destinada a hacerse grande una vez que las masas «comprendan» el verdadero carácter de las direcciones traidoras y reformistas.

De este modo, una parte de la izquierda radical se ha vuelto cada vez más objetivista, es decir, cree que las «condiciones objetivas» son suficientes para que triunfe una revolución. Este objetivismo es ciertamente positivo en comparación con la visión escéptica de que las condiciones materiales para la revolución socialista aún no están maduras (como sostenía el reformismo clásico del siglo XIX). Sin embargo, dada la complejidad e importancia del factor subjetivo, este objetivismo es ciertamente insuficiente e incluso perjudicial.

A su vez, conduce a esta misma parte de la izquierda radical a apoyar acríticamente cualquier proceso de lucha o levantamiento, independientemente de su dirección, programa, sentido y estrategia. Todo se justifica porque la entrada en escena de las masas sería el único factor determinante.

Lecciones de las últimas décadas

El problema es que este esquema se ha derrumbado en los últimos treinta años. Al menos desde el fin de la URSS y el triunfo del neoliberalismo y la globalización, las masas se han visto sumidas en una profunda crisis subjetiva con graves implicaciones objetivas. La idea del socialismo se ha desprestigiado y ha pasado del horizonte político al horizonte histórico. Esto significa que las masas ya no ven a las organizaciones de izquierda como «alternativas» naturales y obvias, ni al socialismo como un fin a perseguir. La crisis subjetiva es tan grande que no solo se cuestionan las ideas del socialismo, sino incluso las ideas de la Ilustración: la razón, la dignidad humana, la ciencia, la cultura.

La noción ingenua de que las masas no actúan contra sus propios intereses ha sido aniquilada, y su opuesto exacto se ha demostrado a cada paso. Así, en cada nueva «crisis», la «alternativa» está representada por las fuerzas premodernas del fascismo, ya sea político o religioso. El colapso de la razón neoliberal se ha entendido como el colapso de la razón misma. Por tanto, nada más natural que el crecimiento del oscurantismo, perfectamente expresado en las fuerzas fascistas.

Cuando estallan los procesos de lucha, las fuerzas del progreso histórico representadas por el socialismo se ven incapaces de disputar la dirección de los acontecimientos y son apartadas con la mayor facilidad por la ultraderecha. La izquierda estuvo presente en junio de 2013 en Brasil, pero fue expulsada de las manifestaciones por la ultraderecha organizada; luchó en la plaza Maidán en enero de 2014, pero fue masacrada al grito de «Slava Ukraini» y acabó quemándose en el incendio de la Casa de los Sindicatos de Odessa en mayo del mismo año.

En cada proceso de lucha, la ultraderecha consigue alejar a las fuerzas de izquierda del centro de la escena política. Esto habría sido inimaginable hace treinta años, y solo puede explicarse por la crisis subjetiva del proletariado. Antes del fin de la URSS, la lucha de masas favorecía ampliamente a la izquierda y era su terreno natural. Hoy, debido a las confusiones del proletariado (y también al hecho de que una parte importante de la izquierda ha abandonado el terreno de la lucha directa), es mucho más fácil para la ultraderecha imponerse en este tipo de procesos.

Hace treinta años, la izquierda podía apostar por el agravamiento de la crisis porque había muchas posibilidades de que le fuera favorable. La derecha, en cambio, solo se sentía cómoda en el terreno institucional y parlamentario y en la represión policial. Hoy, en cambio, la movilización de masas es un terreno disputado a brazo partido entre el fascismo y la izquierda, con ventaja para el primero en la mayoría de los casos.

No se trata solo de una ventaja subjetiva. El fascismo no solo está extremadamente motivado. Opera en condiciones materiales mucho más favorables (no olvidemos que, para Marx, la conciencia de las masas es una fuerza material) porque se dirige al sentido común y a prejuicios muy arraigados entre los trabajadores. En los años 1930, ser obrero era casi sinónimo de ser antifascista. El fascismo se concentraba entre la pequeña burguesía y el campesinado. Hoy el fascismo está dentro de nuestra clase. Lo que abrió espacio a la derecha fue la crisis de la subjetividad proletaria. Por eso la situación es mucho más difícil que en los años 1930, y el resultado podría ser peor.

De la frustración a la reacción

Hay, pues, dos crisis en marcha: la crisis general del capitalismo y la crisis subjetiva del proletariado, que se combinan para reforzar las salidas de ultraderecha. Pero a estas dos crisis hay que añadir un tercer factor: los límites de las experiencias de los gobiernos de izquierda o progresistas en los últimos años. Esto ha generado un sentimiento de frustración con la gestión y las ideas progresistas que ha sido muy bien aprovechado por las fuerzas fascistas.

En 2015, el pueblo griego dio a Syriza la oportunidad de demostrar su valía. El sentimiento general entre las masas griegas era de apoyo incondicional al nuevo Gobierno, de rechazo a la Troika (la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo) y de exigencia de reformas de gran alcance que tuvieran en cuenta la historia de opresión del país por parte de la Unión Europea. En contra de las expectativas populares, Alexis Tsipras y Syriza optaron por la conciliación con la CE, el FMI y el BCE y la aplicación de un plan de recuperación en el marco de la austeridad. El resultado fue la progresiva erosión del Gobierno hasta su derrota ante la derecha tradicional, encarnada en la coalición Nueva Democracia, en 2019.

Del mismo modo, otros experimentos de izquierda han resultado en la frustración de las expectativas y el consecuente realineamiento de una parte significativa de las masas con las fuerzas de ultraderecha que se proponen como alternativa radical a la crisis estructural.

En casi toda América Latina, las corrientes de ultraderecha supieron reaccionar ante los tímidos intentos de reformas populares de las décadas de 2000 y 2010 y llegaron al poder gracias a la manipulación del descontento popular (fake news, boicots gubernamentales, violencia política, etc.). Esto plantea una importante señal de alerta para los gobiernos de izquierda o progresistas que aún siguen activos en el continente, como es el caso de Lula en Brasil, Gabriel Boric en Chile e incluso Gustavo Petro en Colombia. Si bien este último hasta ahora ha procurado desmarcarse de la dinámica general, aplicando una política más ofensiva basada en la movilización de las masas y enfrentando al parlamento desde la izquierda, de no abordarse los problemas históricos de estos países y seguir sumando promesas de campaña incumplidas, el peligro de que se produzca una nueva «ola parda» en todo el continente será cada vez más real. Argentina apunta en esta segunda dirección.

La unidad de la izquierda ayer y hoy

La lucha contra el fascismo en el siglo XX tuvo lugar en condiciones completamente diferentes a las actuales. La clase obrera era relativamente homogénea, tanto en lo social, como en lo económico, político y cultural. Además, había dos fuerzas esenciales en la izquierda: los comunistas y la socialdemocracia. Ambas tenían influencia de masas y se disputaban la hegemonía sobre el proletariado. Así, la lucha por la unidad era también la lucha por un programa para romper con el capitalismo y hacer avanzar el socialismo.

Hoy las cosas son muy diferentes. La lucha contra la extrema derecha actual se desarrolla en un marco mucho más defensivo, de derrota histórica y de crisis de la subjetividad proletaria. Una unidad que tiene como condición la ruptura inmediata con el capitalismo es una unidad imposible, y por tanto perjudicial para la lucha. Además, la relación de fuerzas entre reformistas y revolucionarios ya no es la misma.

En el siglo XX, la lucha por la hegemonía era entre dos fuerzas comparables, similares en peso e influencia. Hoy ya no es así. Las organizaciones reformistas se han distanciado mucho de las fuerzas revolucionarias, que han quedado reducidas a pequeños grupos de propaganda. ¿Qué comparación puede haber hoy entre el PT y las corrientes revolucionarias brasileñas? ¿Entre el peronismo y la izquierda trotskista argentina? ¿O entre el PS y los pequeños grupos revolucionarios que habitan el Bloque de Izquierda en Portugal?

Las condiciones para la unidad han cambiado, y no precisamente a favor de los revolucionarios. No se trata de «imponer un programa revolucionario de ruptura a los reformistas», sino de cerrar filas en torno a banderas defensivas, mínimas, democráticas. Esta es la realidad que hay que afrontar. Si orientamos nuestras acciones en torno a la necesidad de una ruptura inmediata con el capitalismo, estaremos condenados a actuar como meros testigos, a lo sumo propagandistas.

La unidad contra el fascismo debe darse no sobre la base de un programa de ruptura con el capitalismo, sino en torno a banderas que reaviven la movilización y la actividad independiente de las masas, condición necesaria —aunque no suficiente— para hacer avanzar su conciencia y superar su crisis subjetiva. El objetivo inmediato de los revolucionarios no debe ser intentar sustituir al capitalismo en una revolución antifascista que se convierta inmediatamente en anticapitalista, sino avanzar todo lo posible en la autorganización, la conciencia, la solidaridad y la voluntad de lucha.

Un paso atrás para dar dos adelante

Es necesario reconocer que esta orientación está en contradicción con las orientaciones de los clásicos del marxismo que elaboraron la lucha antifascista, sobre todo León Trotsky en los años 1930. Para el fundador del Ejército Rojo, la lucha antifascista no era solo una lucha unitaria de toda la clase (este aspecto, como hemos tratado de subrayar, sigue siendo válido), sino también una lucha anticapitalista directa, un intento de traducir la resistencia antifascista en revolución proletaria. Prueba de ello es el peso central de la consigna de armamento inmediato del proletariado para la lucha contra el fascismo.

Creemos que esta orientación ya no es válida, dada la crisis de subjetividad del proletariado. Ya no tenemos un proletariado concentrado y organizado, dispuesto a luchar pero carente de una orientación clara, como en los años treinta. Lo que tenemos es una dura disputa ideológica y política porque una parte de la clase obrera ha sido ganada por el fascismo. Al tratar de imponer un programa anticapitalista a los aliados reformistas (mayoritarios dentro del movimiento de masas), lo único que logran los revolucionarios es eliminar la posibilidad de unidad y pierden la oportunidad de entrar en contacto con una amplia capa de la clase obrera dirigida por el reformismo.

Por lo tanto, la idea de que la lucha antifascista se basa en un programa mínimo de movilización, educación e independencia de clase debe llevarse hasta sus últimas consecuencias. Los revolucionarios debemos dar un paso atrás porque el proletariado ya ha dado demasiados y está cada vez más lejos, casi fuera de nuestro alcance. Debemos recuperar la confianza de la clase, que ahora se deja seducir por los cantos de sirena de los fascistas. Con todas las debilidades, la gente lo está intentando: trabajo en barrios, territorios, con los pueblos originarios, en luchas locales específicas, a través de campañas y redes de solidaridad.

¿Se trata este de un enfoque reformista? En la forma, sí. En el fondo, es la acción más revolucionaria de nuestro tiempo: volver a conectar con las masas. Se habla mucho de que la izquierda se ha alejado del trabajo de base. En parte es cierto, aunque hay disparidades y una buena dosis de prejuicio en esa afirmación. En cualquier caso, es cierto que la izquierda está marginada. De hecho, incluso la izquierda electoralmente hegemónica nunca ha sido tan marginal.

La nueva normalidad

Estamos entrando en una fase histórica en la que las acciones del neofascismo y su disputa con la izquierda son la nueva normalidad. No se trata de un ciclo corto ni de una mera coyuntura. Es un fenómeno estructural y global. Entran en juego la crisis del proletariado, la distancia histórica de la derrota del nazifascismo alemán (el tiempo es enemigo de la memoria), las crisis económica, social, migratoria, ambiental y del sistema mundial de Estados. Todo contribuye a que tengamos un largo período de lucha contra el fascismo, que es, por tanto, la tarea primordial de la fase histórica actual.

Una correcta comprensión de la naturaleza de las etapas históricas, de sus características, posibilidades y límites ha sido siempre una condición ineludible —aunque, de vuelta, no suficiente— para el éxito. Lo mismo ocurre ahora. El fin de la URSS, la avalancha neoliberal de los años 1990, la crisis económica de 2008, la «policrisis» actual, todo ello contribuye a dar forma a este nuevo momento que vivimos, un momento de disputa con la ultraderecha en el que la propia supervivencia del proyecto histórico del socialismo está puesta sobre la mesa.

Aquellos que insisten en una orientación dogmática, basada en una realidad de hace cien años y, por tanto, basada en una clase trabajadora completamente diferente, tienden a perder una importante oportunidad: de ser parte de un lento pero esencial proceso de reorganización y recuperación de la conciencia, que solo puede hacerse con inteligencia política, paciencia histórica y sentido de la estrategia.

Henrique Canary. Doctor en Literatura y cultura rusa.

 [Ilustración: Tomi Pomo]

Fuente: https://jacobinlat.com/2024/08/la-crisis-subjetiva-de-la-clase-trabajadora

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Un olvido imperdonable para la izquierda ¿cómo está la clase trabajadora en Venezuela?

Un olvido imperdonable para la izquierda ¿cómo está la clase trabajadora en Venezuela

Luis Bonilla-Molina

Cuando a un marxista revolucionario se le consulta sobre la situación de un país, tiene tres marcos referenciales y categoriales para responder. El primer marco, básico y elemental, previo y determinante respecto a las restantes, está referido a las condiciones de la clase trabajadora, especialmente a su situación material de vida y trabajo (salarios, inflación, poder adquisitivo, acceso a servicios básicos y seguridad social) y el régimen de libertades políticas en la cual se produce su proceso de toma de conciencia como clase (libertad de organización sindical, libertad de formular contratos colectivos, introducir pliegos conflictivos, derecho a huelga, derecho a movilización, posibilidades de organizarse en partidos políticos revolucionarios, libertad de opinión y de producción intelectual, entre otros).

El segundo marco, las condiciones en las cuales la burguesía y las clases (y castas) dominantes se apropian de la riqueza, el modelo de acumulación capitalista imperante, las características del modelo de representación política que expresa la dominación burguesa y el régimen de libertades políticas que tienen los ricos para hacerse cada vez más ricos.

El tercer marco, la relación de las burguesías nacionales con las naciones imperialistas y los centros del capitalismo mundial, lo cual implica un debate actualizado sobre los tipos de antiimperialismo, dentro de los cuales está los reacomodos de las burguesías nacionales y sus sistemas de relaciones que pueden causar fisuras temporales con los lazos históricos con el centro imperialista y, que son presentados como antiimperialismo. No toda contradicción temporal o circunstancial es antiimperialismo. Hoy, el antiimperialismo consistente y de larga duración es anticapitalista.

Es imposible avanzar en la comprensión integral del segundo y tercer marco de análisis categorial, sin una correcta definición del primero.

A partir de la madrugada del 29J-2024, cuando el presidente del Consejo Electoral Nacional (CNE) de Venezuela, Elvis Amoroso, anunciara los resultados electorales de los comicios realizados el día anterior, se ha desatado una polémica sobre la transparencia y confiabilidad de los datos que soportaban el anuncio. Esta situación ha generado un debate y fisura en la izquierda internacional en tres grandes polos: el primero, de la geopolítica, el segundo de la negociación para salir de la crisis de legitimidad y, el tercero de la perspectiva del mundo del trabajo.

El bloque mayoritario, de la geopolítica, plantea todo en términos de “izquierda en el gobierno” versus derecha y ultraderecha en la oposición. Las categorías de derecha e izquierda son significantes vacíos si no parten de la conformación y confrontaciones entre clases sociales, los procesos de acumulación de capital y las relaciones de opresión o liberación con las clases subalternas, especialmente la clase trabajadora.
Los partidarios de la geopolítica no mencionan los procesos de conformación de una nueva burguesía en el proceso bolivariano evidenciada en eventos como la crisis bancaria de 2009 (cierre de bancos creados con capitales generados a partir de las relaciones con el gobierno) o la develación de la mega corrupción del caso PDVSA-Cripto que involucró a un centenar de dirigentes del PSUV, entre ellos uno de los integrantes del buró político (se habló de 3.000 millones de dólares, luego de 15.000 y últimamente de 23.000 millones de dólares).

No basta con sostener una narrativa de izquierda para ser de izquierda, si esto encubre la incubación de un sector burgués y el sostenimiento del modelo rentista de acumulación burguesa. Los programas y ejecutorias de gobierno deben ser valorados más allá de las formalidades discursivas, para ello es importante confrontarlos o relacionarlos con la lógica de acumulación y distribución de la riqueza nacional.

El bloque de la geopolítica omite esto. No consultan a la izquierda histórica venezolana PCV-auténtico, PPT real, Tupamaros históricos, entre otros para conocer si hay coherencia y consistencia entre la definición gubernamental de izquierda y su práctica.

El peor de los “argumentos de la “izquierda geopolítica” es que si “cae” el gobierno venezolano eso tendrá un efecto desastroso en la conformación y avance de la izquierda en su país, desconociendo el creciente desprestigio social continental y mundial del madurismo en sus países, que es lo que realmente les afecta.

Pero, además, en el mejor de los casos esta definición “geopolítica” implica una solicitud de sacrificio de la clase trabajadora venezolana, de aceptación sumisa de sus condiciones de explotación y opresión en el propio país, para que esas otras izquierdas a nivel internacional puedan, como un corcho, mantenerse a flote.  Terrible pensar solo en pedir este sacrificio a la clase trabajadora venezolana.

El segundo bloque es el de la negociación, del acuerdo para salir de la crisis. En este esfuerzo ubicamos a los gobiernos de Brasil (Lula), Colombia (Petro), hasta hace poco México (AMLO) y de manera intermitente Chile (Boric). Este sector pareciera inspirado en evitar un deterioro social mayor y que se pueda generar un ambiente de conmoción y guerra civil en el país.  A pesar de sus loables y buenas intenciones, sus gestiones tienen el problema que omiten dos cosas fundamentales: 1) la situación material y de libertades de la clase trabajadora venezolana y 2) que la auténtica izquierda venezolana (PCV, PPT, Tupamaros, y otras agrupaciones a las que no se les ha permitido legalizar sus partidos) esta proscrita, no tiene posibilidad de conseguir personalidad jurídica ni participación autónoma en el marco electoral. Esta omisión no es un tema menor.

Recientemente este sector ha propuesto (Lula y Petro) la celebración de nuevas elecciones nacionales, como salida al impase generado por la negativa gubernamental a mostrar las actas que respaldan la declaración de triunfo de Maduro, mientras la oposición ha publicado en un sitio web propio más del 81% de copias de actas que el gobierno acusa de no ser auténticas. Esta propuesta de nuevas elecciones tenemos que entenderla como un camino de continuidad a las políticas de acuerdo inter burgués (vieja y nueva burguesía) impulsadas por el gobierno de Maduro entre 2018-2024, que no lograron cerrarse por la resistencia de un sector de la vieja burguesía de la cual forma parte y representa María Corina Machado (MCM).

Unas nuevas elecciones evidentemente no podrían ser el corto plazo porque resultarían en un nuevo impase, sino que tendrían que ser en el mediano plazo (dos años o más), precedidas por la conformación de un gobierno de cohabitación, consenso o integración que construya viabilidad a una eventual transición (leyes que protejan al madurismo evitando que vayan a la cárcel, garantías para la nueva burguesía de respeto a sus riquezas y posibilidades de seguir acumulando). MCM rápidamente salió a oponerse a esta propuesta porque ella representa a un sector liquidacionista de la nueva burguesía, que va por un formateo de todo lo ocurrido -y acumulado por la nueva burguesía- en los últimos veinticinco años.

Es decir, la cuestión central hoy -para salir del impase coyuntural desde la lógica del capital- es un acuerdo inter burgués, sin embargo, alcanzarlo no significa la resolución de la crisis del modelo de acumulación burgués y de representación política iniciado en 1983, pero abre caminos en este sentido. Las políticas de arrase a la burguesía madurista o el sector burgués que representa Machado, comienzan a inquietar a la burguesía latinoamericana, porque ello puede crear una situación que se salga de control; la mediación de los presidentes progresistas de la región procura contribuir a conjurar este riesgo, construyendo un camino de encuentro para los sectores burgueses en disputa.

El tercer bloque, está conformado por los distintos tonos de la izquierda que parten de los análisis de clase. Este sector, minoritario en sus relaciones partidarias a nivel internacional, encuentra dificultad para posesionar sus argumentos, ante la vorágine mediática que instala la idea de polarización en dos bloques antagónicos (derecha versus izquierda, obviando la pugna inter burguesa y la existencia de organizaciones a la izquierda del madurismo).
La izquierda venezolana no madurista, es la que mejor entiende lo que ocurre estructuralmente, pero suele tener dificultades para plantear los análisis en un lenguaje que resulte comprensible para la mayoría de la población, que logre superar la mirada panfletaria, el sectarismo o el ultraizquierdismo e incluso la “política del hígado”.  Este sector necesita refrescar sus narrativas para poder tener mayor impacto en el debate y contribuir a clarificar la situación en la las organizaciones sociales y políticas de la clase trabajadora internacional.

La supremacía de las narrativas que plantean lo que existe en Venezuela como una contradicción entre derechas o izquierdas, o que incluso ante los errores del madurismo hay que privilegiar su “independencia” respecto al imperialismo norteamericano, conforma un amplio espectro que se denomina como el campismo.
Lo que resulta un olvido imperdonable de la izquierda campista (que plantea todo en términos de blanco y negro) es que su lugar de enunciación, comunicación y toma de posición, no sea la situación material de la clase trabajadora venezolana y las múltiples causas de la misma, que incluya el efecto del bloqueo norteamericano, pero también las políticas neoliberales y anti obreras del gobierno de Maduro.


[1] Profesor universitario e investigador en pedagogía y ciencias sociales. Integrante del Consejo Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), integrante de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la educación (CLADE) y director de investigaciones de Otras Voces en educación

Fuente de la Información: https://luisbonillamolina.com/2024/09/15/un-olvido-imperdonable-para-la-izquierda-como-esta-la-clase-trabajadora-en-venezuela/

 

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OMS: prevenir la contaminación por antibióticos en los ríos

OMS: prevenir la contaminación por antibióticos en los ríos

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dado un paso importante en la lucha contra la resistencia a los antibióticos, mejor denominados antimicrobianos (RAM) con la publicación de su primera guía dedicada a reducir su contaminación en el proceso de la fabricación de estos medicamentos. La directiva, que aborda la gestión de aguas residuales y desechos sólidos en la producción de antibióticos, llega justo antes de la Reunión de Alto Nivel sobre la RAM, que se celebrará en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York.

Este lanzamiento es una respuesta a la creciente preocupación global por la resistencia a los antimicrobianos, un fenómeno que amenaza la eficacia de los medicamentos esenciales y, en última instancia, la salud pública. La guía no solo busca frenar el impacto ambiental de la producción de antibióticos, sino también proteger la efectividad de estos medicamentos que salvan vidas.

¿Qué es la resistencia a los antimicrobianos?

La resistencia a los antimicrobianos ocurre cuando bacterias, virus, hongos y parásitos desarrollan la capacidad de resistir los efectos de los medicamentos diseñados para eliminarlos. Esta resistencia es un proceso natural, pero se ha acelerado considerablemente debido al mal uso y abuso de los antibióticos. Según la OMS, muchas personas en el mundo no tienen acceso a estos medicamentos esenciales, mientras que, en otros lugares, el uso inapropiado de los mismos genera una propagación de resistencia que afecta a todos.

La resistencia a los antimicrobianos no solo se relaciona con el uso indebido de medicamentos por parte de los pacientes, sino también con la contaminación generada durante la fabricación de estos fármacos. Los desechos farmacéuticos pueden contribuir significativamente a la creación de bacterias resistentes que se propagan por el entorno, afectando tanto a la salud humana como al medio ambiente.

La contaminación por antibióticos: un problema sin regulación

Uno de los problemas más graves en la producción de antibióticos es la falta de regulación sobre la contaminación ambiental que genera. Aunque se han documentado altos niveles de residuos de antibióticos en diversas áreas del mundo, los criterios actuales de garantía de calidad en la fabricación de estos medicamentos no suelen considerar las emisiones al medio ambiente.

Este vacío regulatorio representa un riesgo importante, ya que los residuos de antibióticos pueden facilitar el surgimiento de bacterias resistentes que luego se esparcen por todo el planeta. Sin una gestión adecuada de estos residuos, el riesgo de que los antibióticos pierdan su eficacia aumenta exponencialmente.

Además, muchos consumidores no reciben la información adecuada sobre cómo desechar de manera correcta los antibióticos no utilizados o caducados. Esta falta de educación contribuye aún más a la contaminación, ya que los medicamentos terminan en el ambiente sin ningún control.

La nueva guía de la OMS: una herramienta científica y práctica

La guía de la OMS surge como una solución a este problema urgente. Desarrollada en colaboración con expertos internacionales, incluidos académicos, reguladores, inspectores y organizaciones de salud, esta guía establece objetivos claros para reducir la contaminación por antibióticos. Uno de los principales focos de la directiva es garantizar que la producción de estos medicamentos no genere riesgos para la salud humana ni para los ecosistemas acuáticos.

El documento cubre todo el proceso de fabricación de antibióticos, desde la producción de los ingredientes activos hasta la formulación final y el envasado. De esta manera, se asegura un control exhaustivo de cada etapa del ciclo de vida de los antibióticos, minimizando la liberación de contaminantes en el entorno.

antibióticos
El río Bramaputra, en Bangladés. Algunas localizaciones ribereñas de Bangladés tienen niveles de antibióticos 300 veces superiores a los que se consideran seguros para el medio ambiente.

Impacto ambiental y la salud pública: una relación inseparable

La doctora Yukiko Nakatani, subdirectora general de la OMS para la resistencia a los antimicrobianos en funciones, ha subrayado la importancia de controlar la contaminación derivada de la producción de antibióticos para preservar la efectividad de estos medicamentos. Según Nakatani, los residuos farmacéuticos pueden facilitar la aparición de nuevas cepas de bacterias resistentes que luego se expanden globalmente.

Este fenómeno no solo afecta la salud humana, sino que también tiene implicaciones graves para el medio ambiente. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha resaltado el papel crucial del entorno en el desarrollo y la propagación de la resistencia a los antimicrobianos. De hecho, cada vez existen más pruebas que indican que la acción sobre el medio ambiente es una parte esencial de la solución a la crisis de la RAM.

Jacqueline Álvarez, representante del PNUMA, señaló que la prevención y el control de la contaminación en los sitios de fabricación, los centros de atención de salud y los sistemas agroalimentarios es esencial para frenar la propagación de bacterias resistentes. Este enfoque integral hacia el control de la contaminación permitirá proteger tanto la salud pública como los ecosistemas.

Transparencia y regulación: claves para el éxito

Una de las características más importantes de la nueva guía de la OMS es su enfoque en la transparencia. La doctora Maria Neira, directora del Departamento de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS, destacó que la guía proporciona una base científica independiente e imparcial para que los reguladores, compradores e inspectores implementen medidas eficaces de control de la contaminación.

Este enfoque transparente permitirá que los compradores, inversionistas y el público en general tomen decisiones más informadas sobre los productos que adquieren, con un mejor entendimiento de los esfuerzos de los fabricantes por controlar la contaminación. De esta manera, la guía de la OMS no solo tendrá un impacto en la industria farmacéutica, sino también en los hábitos de los consumidores y en la política pública.

Desafíos futuros: hacia una mejor gestión de los antibióticos

Si bien la nueva guía de la OMS representa un paso crucial en la lucha contra la resistencia a los antimicrobianos, aún quedan muchos desafíos por delante. El problema de la contaminación por antibióticos no se resolverá de la noche a la mañana, y será necesario un esfuerzo conjunto entre los gobiernos, la industria farmacéutica y la sociedad civil para implementar las medidas necesarias.

La OMS también ha señalado la necesidad de mejorar la educación y la información que se proporciona a los consumidores sobre el uso adecuado de los antibióticos. La conciencia pública sobre la correcta eliminación de los medicamentos no utilizados será un factor clave para reducir la contaminación y, en última instancia, prevenir la propagación de la resistencia a los antimicrobianos.

Conclusión

La publicación de la primera guía de la OMS para frenar la contaminación por antibióticos es un hito importante en la lucha contra la resistencia a los antimicrobianos. Al abordar de manera integral la gestión de los residuos en la fabricación de estos medicamentos, la OMS está ayudando a proteger la salud pública y el medio ambiente. Sin embargo, el éxito de estas medidas dependerá de la colaboración entre todas las partes involucradas y de la implementación efectiva de las regulaciones en todo el mundo.

En este contexto, la acción sobre el medio ambiente adquiere un papel fundamental, y la transparencia será clave para que los consumidores y los responsables de la toma de decisiones puedan contribuir de manera activa a la solución del problema. La resistencia a los antimicrobianos es una amenaza global, pero con esfuerzos conjuntos, es posible controlar su impacto y preservar la eficacia de los antibióticos para las generaciones futuras.

Ecoportal.net

Fuente de la Información: https://www.ecoportal.net/temas-especiales/contaminacion/antibioticos/

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México: ¿Evaluación diagnóstica alineada a un plan de estudios?

¿Evaluación diagnóstica alineada a un plan de estudios?

Se reconoce y aplaude que la Secretaría de Educación Pública (SEP) al fin se haya coordinado con algunos organismos de suma valía para la educación en nuestro país; me refiero a la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, mejor conocida como MEJOREDU. Desafortunadamente, tal coordinación se logró justo cuando dicho organismo está por desaparecer del mapa educativo, por esas cosas extrañas que solo quien detenta el poder conoce y conoce muy bien.

No es nada nuevo, porque así lo escribí hace algún tiempo, que las aportaciones que MEJOREDU realizó en sus casi seis años de existencia, fueron de singular valía para muchas maestras y maestros insertos en alguno de los niveles educativos de nuestro intricado sistema. Lamentablemente, la falta de coordinación y una evidente confrontación y/o lucha de poderes entre la “Secretaría” y la “Comisión”, impidió que se pudieran gestar políticas o programas de mayor envergadura y alcance en beneficio del profesorado mexicano, pero, sobre todo, de cientos de estudiantes esparcidos a lo largo y ancho de la República Mexicana.

¿Por qué en estos días sí lograron coordinarse estas dos instancias para proponer una evaluación diagnóstica que podría aplicarse en las escuelas de educación básica? Una pregunta cuya respuesta puede ser más que evidente, pero bueno, ya que tocó el tema de la evaluación diagnóstica podría decir que, desafortunadamente, la coordinación que al fin lograron alcanzar estas dependencias para proponer a los docentes un esquema evaluativo no fue la mejor que digamos. Y digo que no fue la mejor que digamos porque, en serio: ¿estamos hablando de una evaluación diagnóstica alineada al plan de estudios 2022 en el marco de la Nueva Escuela Mexicana?, ¿en dónde queda la autonomía profesional que se le otorgó al profesorado y que tanto se cacaraquea desde el despacho de Vasconcelos?, ¿en dónde quedan los fundamentos o principios de una evaluación formativa a partir de, por ejemplo, la observación, el diálogo y la interpretación? Peor aún, ¿estamos hablando de una evaluación diagnóstica aplicada a las niñas y niños, cuyos criterios de valoración arrojarán resultados que los ubicarían en estudiantes que requerirían apoyo para desarrollar el aprendizaje, otros que se colocarían como en proceso de desarrollo y unos más que serían identificados con un aprendizaje desarrollado? En serio, ¿otra vez la clasificación? Vaya, ¿dónde queda la formación y el humanismo?

No imagino a un médico llegando a un hospital a realizar una intervención quirúrgica, pero bajo los criterios que tiene o impone dicho hospital y no los que la experiencia, estudio, conocimiento o especialización del galeno le hayan facultado para ese propósito. Entonces, para el caso que me ocupa, ¿no tendría que ser el docente, con esa experiencia, estudio, conocimiento o especialización, quien tendría que proponer su propia evaluación diagnóstica para los fines que el considere pertinentes?, ¿por qué esa imperiosa necesidad de imponer miradas “alineadas” a un plan de estudios?

Es cierto, con seguridad, alguien podría decir que nada obliga a las maestras y maestros a emplear los instrumentos para la evaluación diagnóstica que se están proponiendo, pero, a fuerza de ser sinceros: ¿acaso en nuestro país, y en muchas de sus entidades federativas, no se impone todo aquello que emana de la SEP o de ciertos organismos autónomos? Insisto, ¿en dónde queda la tan cacaraqueada autonomía profesional que se le ha “otorgado” al magisterio?

Ahora bien, osadamente, alguien podría señalar que las y los docentes no están lo suficientemente preparados para diseñar sus propios instrumentos de evaluación, consecuencia de una deficiente formación inicial o continua, y puede ser relativamente cierto; sin embargo, pienso que precisamente este y otros temas deberían trabajarse con las maestras y maestros a través de programas de fortalecimiento al magisterio como parte de las acciones que emprende, ya sea la Secretaría o MEJOREDU.

Insisto, es de reconocer y aplaudir el esfuerzo hecho, pero, desde mi perspectiva, solo se están proponiendo acciones para paliar algunas de las tantas áreas de oportunidad que enfrenta nuestro sistema educativo, producto de los enormes “huecos” que han dejado los recortes presupuestales y las luchas internas entre dependencias y organismos como los señalados.

Increíblemente, hoy estamos hablando de una evaluación diagnóstica mediante la resolución de unos ejercicios integradores del aprendizaje por parte de las y los estudiantes; dichos ejercicios desde una evaluación situada, pero valorados a través de rúbricas estandarizadas. ¿Alguien entiende la correspondencia o pertinencia entre ambas cuestiones?

¿Dónde habrá colocado la SEP a la observación, los registros anecdóticos, los diarios pedagógicos o de clase, entre otros tantos instrumentos para la recolección de la información que son tan pero tan relevantes para el quehacer cotidiano de los docentes?, ¿por qué priorizar la urgente necesidad de saber en dónde tendría que ser ubicado/clasificado una alumna o alumno dados los criterios de evaluación propuestos?

¿Y si mejor pensamos en fortalecer los esquemas de evaluación formativa, dejamos de asignarle tanta carga administrativa sin sentido a las y los maestros y diseñamos programas de formación continua que acompañen al profesorado, no para un plan de estudios sino para profesionales de la educación que, indistintamente su formación inicial, siempre y en todo momento requerirán de un apoyo pedagógico?

Yo ya no entiendo a esta transformación, pero bueno, como siempre digo: al tiempo.

Fuente de la Información: https://www.educacionfutura.org/evaluacion-diagnostica-alineada-a-un-plan-de-estudios/

 

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UNICEF: Millones de niños en todo el mundo no tienen clases

Millones de niños en todo el mundo no tienen clases

La educación es un salvavidas para los niños en situaciones de emergencia, pero para muchos de ellos sigue estando fuera de su alcance.

 

Sudán. Una niña sostiene una pequeña pizarra que muestra el número de días que ha estado sin ir a la escuela.

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Educación y democracia

La democracia es clave para que el poder circule y sea accesible a todos. Es un sistema que garantiza la participación equitativa y transparente de todos los ciudadanos en la toma de decisiones políticas y gobernanza del destino de la sociedad. Instituye los derechos y voces de cada individuo donde todos somos iguales ante la ley y, precisamente, estas bondades han de cultivarse en el territorio educativo.

El expresidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, definió a la democracia de manera magistral, “El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Esta poderosa frase resume el significado de la democracia que cada ciudadano del planeta debe estar familiarizado. Consciente de su impacto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebra su valor cada 15 de septiembre. Es fundamental que toda la sociedad la promueva, ya que la democracia nos permite vivir con respeto, libertad e inclusión.

Para que las personas cultiven la democracia participativa, es perentorio que aprendan a pensar en grupo y tomar decisiones informadas, y esa es una responsabilidad de la educación. Enseñar y practicar la democracia en las escuelas, implica incorporar la educación ciudadana en el currículo para el ejercicio activo de los estudiantes en la vida escolar, potenciando el pensamiento crítico mediante debates basado en casos. Además, establecer valores democráticos y respetar la pluralidad de opiniones en la escuela, prepara a los estudiantes para una exitosa vida democrática.

Eduquemos a los niños la práctica de la democracia en el hogar, promoviendo el diálogo respetuoso y horizontal entre todos y, escuchemos su voz en la interrelación familiar. Animarlos a expresar sus ideas e involucrarse en actividades comunitarias, es otra de las maneras de cultivar la democracia participativa desde la temprana edad.

Sin embargo, en nuestro país, en nombre de la democracia, es común que muchas personas formen partidos políticos, prácticamente como un negocio personal. Algunos candidatos a alcaldías y gobiernos regionales, “compran votos” para ser elegidos y así tenemos a tantas autoridades cuestionadas por la justicia. Aunque todos tenemos el derecho de ser elegidos, creo que las personas que hayan cumplido condena por algún delito no podría ser autoridad, ya que sería como poner al zorro al cuidado de las gallinas.

La democracia es una herramienta fundamental para el desarrollo y el bienestar social. Es nuestra responsabilidad cuidarla y perfeccionarla para asegurar que las futuras generaciones vivan en un entorno más justo y próspero.

Artículo publicado en, el Montonero.

© David Auris Villegas. Escritor peruano, columnista pedagógico, profesor universitario y creador del ABDIVCPC.

Fuente de la información e imagen:  https://insurgenciamagisterial.com

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Cambios didácticos en la alfabetización: de los métodos a las metodologías

Por: Luis Oscar Gaeta Durán

Es indispensable reconocer que tanto la lectura como la escritura se deben trabajar como elementos sustanciales para la emancipación…

En la década de los noventa, la forma de enseñar a leer y escribir en nuestro país se sustentó en el constructivismo, psicologismo y despreció el uso de los métodos (principalmente los de marcha sintética). Los cambios en materia didáctica obedecieron a las políticas educativas mundiales que fueron impulsadas por organismos internacionales (OCDE, FMI, BM); tales orientaciones abogaban por que los sistemas educativos se ajustaran a las demandas y cambios vertiginosos que la sociedad globalizada requería. Para ello, se atacó y desprestigió a la denominada escuela tradicional y sus formas de enseñanza, pues las consideraban anticuadas y opresivas, sobre todo, desvinculadas de los requerimientos que el modelo económico neoliberal imponía a la mayoría de las naciones. Para lograr su cometido, se apostó por una instrucción que posicionara al sujeto en el centro del ámbito educativo (alumnocentrismo), que tomara en cuenta sus gustos, intereses y opiniones, además, que prestara atención a la forma natural de aprender (por etapas y “a lo largo de la vida”), es decir, se buscaba la formación del sujeto neoliberal (individualista, egocéntrico, despolitizado, desvinculado de la sociedad y desinteresado de las problemáticas sociales y con un bajo nivel cultural).

Así, con el pretexto de que la instrucción directa (escuela tradicional) no tomaba en cuenta las condiciones del desarrollo psicológico de los educandos y despreciaba sus intereses (individuales), se institucionalizaron estrategias didácticas que subestimaban la disciplina, el valor del conocimiento y el aprendizaje de contenidos, pero procuraban satisfacer los deseos de los estudiantes para darles la libertad de realizar actividades escolares de acuerdo a su predilección o afinidad y, sobre todo, trabajar en un ambiente de convivencia. En ese sentido, la enseñanza de la lectoescritura sufrió un cambio radical, pues, en lugar de guiar la instrucción bajo los criterios y aportes de los métodos que por años habían demostrado ser eficaces, se optó por aplicar una serie de “metodologías” con poca evidencia científica y factual que demostrara su eficiencia y validez, además, en su aplicación u operatividad, parecían no tener un rumbo específico de inicio o fin, es decir, el docente, bajo el supuesto de dirigir su trabajo de acuerdo con las condiciones naturales de los niños y evitar ser coercitivo, se inclinó por llevar a cabo actividades diversificadas con poca o nula relación entre ellas, uso excesivo de estrategias lúdicas y falta de sistematización en la dirección de la enseñanza de la lengua escrita sustentada en un supuesto eclecticismo metodológico. Así, los trabajos escolares se caracterizaron por limitar el ejercicio de la escritura y la lectura, el desprecio hacia la copia de textos y desdén por la memorización y repetición. En su lugar, el empleo desmesurado de copias e impresiones, utilización de etiquetas (de bebidas gaseosas, jugos industrializados), recortes de anuncios de revistas y periódicos, así como, la falta de indicaciones o ejercicios que orientaran a los chicos para lograr una escritura más legible y la ausencia de tareas para practicar la lectura, fueron acciones que, en lugar de facilitar el aprendizaje de la lectoescritura, generaron retraso en la adquisición de la lengua escrita, en otros casos más severos, por ejemplo, se pudo detectar a chicos en sexto grado de educación primaria sin leer y escribir de forma convencional o con grandes deficiencias.

Estas condiciones de enseñanza se repitieron a lo largo de aproximadamente treinta años (periodo del régimen neoliberal en nuestro país), y fueron las causantes del bajo rendimiento académico de los estudiantes y el incremento del rezago educativo. Hasta el día de hoy, con la propuesta de la Nueva Escuela Mexicana, la orientación didáctica acerca de la lectoescritura parece continuar los parámetros que la pedagogía neoliberal arropó, por ello, resulta indispensable poner en el centro del debate si las llamadas metodologías de enseñanza (entre ellas el Aprendizaje Basado en Proyectos) seguirán impulsándose en el actual modelo educativo o, por el contrario, se optará por reconocer la eficacia de otras maneras de instruir que, antaño, ya fueron empleadas y dieron buenos resultados; finalmente, es indispensable reconocer que tanto la lectura como la escritura se deben trabajar como elementos sustanciales para la emancipación de las clases populares, como herramientas para buscar alternativas que permitan afrontar las diferentes formas de dominación y explotación y, sobre todo, para lograr la transformación social.

Fuente de la información e imagen:  https://profelandia.com

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