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La Educación Pública en “la nube”

Cada quien tiene la “libertad”, en lo individual

En la actual etapa del capitalismo industrial global, neoliberal, (menos proteccionismo y mayor liberación de mercados internacionales; menos Estado de bienestar y mayor participación privada o “privatización” de los servicios públicos), que, entre otras cosas, se ha caracterizado por su alta intensidad tecnológica, los espacios centrales o periféricos del poder científico y tecnológico mundial se encuentran ocupados por empresas trasnacionales, dicho esto en términos esquemáticos.

Así, en este ambiente capitalista “posmoderno”, la ciudadanía elige con “libertad” y si su condición estructural social y económica lo permiten, una marca o un modelo de automóvil a su gusto; o puede concretar la elección de una computadora personal con determinada capacidad operativa; y es libre para adquirir una televisión o un móvil o teléfono celular inteligente con esquema de “tiempo aire” o tarifario a la medida. Por eso vivimos en una sociedad de libertades ¿o no?

Cada quien tiene la “libertad”, en lo individual, dentro de esta sociedad capitalista de la tercera o cuarta generación tecnoproductiva, de seleccionar precio, modelo, funcionalidad, cobertura, etc., de los equipos de telecomunicaciones y sus respectivas aplicaciones o programas. Sin embargo, esa elección se convierte en un problema cuando la preferencia es colectiva, social o de un gobierno, como parte del Estado y como conjunto de instituciones que representan a la sociedad, pues se inclina, en algunos casos, por una compañía de automóviles en particular sin una clara explicación y sin apego puntual de la normatividad; o cuando adquiere un tipo de televisores determinados al margen de la ley; o se mete en un conflicto de interés cuando compra teléfonos celulares específicos de una compañía en especial; o contrata cierta paquetería informática o induce a sus empleados o a la ciudadanía a adquirir o inscribirse en ciertas aplicaciones electrónicas para fines educativos.

Las benditas redes sociales digitales

La SEP (22 de abril, 2020) acaba de anunciar (y lo mismo se observa en algunas instituciones de educación superior públicas), que está de acuerdo con que niñas, niños, jóvenes se inscriban a las plataformas que la poderosa trasnacional Google pone al servicio de la educación pública. Que toda la gente se suba a la «nube», parece decir la Secretaría de Educación Pública; que la ciudadanía alimente “libremente” las bases de datos mundiales… Si esto se cumple, gracias a la SEP de Esteban Moctezuma (2018-2020), se logrará el proyecto de «modernización» que soñó Carlos Salinas (desde 1992) para la educación pública en México.

Según el Boletín 101 de la SEP, publicado el 22 de abril 2020, se indica que “Como parte de las acciones que realiza el Gobierno de México frente a la emergencia sanitaria provocada por el virus COVID-19, el Titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Esteban Moctezuma Barragán, participó en la capacitación inicial, de manera virtual, para más de 500 mil docentes y padres de familia que ofreció Google para Educación, en el uso de la plataforma GSuite… La plataforma digital, es una estrategia auxiliar de educación a distancia, con contenido gratuito y herramientas para el aprendizaje, la cual se estima que llegue a más de un millón de docentes en el país.” (1)

Pregunto: ¿Por qué con esa empresa trasnacional y no con las herramientas digitales que ofrecen otras instituciones públicas o no lucrativas como el Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE)? Que es un organismo internacional con capacidad, experiencia y solvencia técnica para dotar de servicios, asesorías y asistencia técnica pertinente en materia de educación mediada por tecnologías. (2)

Google para Educación es utilizada por más de 120 millones de estudiantes y maestros a nivel mundial; permite a los docentes gestionar las clases y comunicarse con los estudiantes. Además, por los próximos seis meses, la SEP en colaboración con Google, dará soporte a los docentes en el uso de la plataforma a través de cursos y talleres de apoyo.”

“Moctezuma Barragán reiteró que todos los materiales que se construyen para el programa Aprende en Casa, tanto para la televisión, radio e internet, son auxiliares educativos emergentes que están relacionados con los planes y programas de estudio, y con los aprendizajes esperados de los Libros de Texto Gratuitos.”… “Al participar en el seminario web de introducción para el uso de estas herramientas La Nueva Escuela Mexicana en línea: Desaprendiendo para reaprender denominado, el Secretario de Educación destacó que “particularmente en este momento de emergencia sanitaria, es muy importante estar unidos y que este aprendizaje a distancia se convierta, para las maestras y maestros, para los padres de familia, en una herramienta alternativa para continuar con el aprendizaje de las niñas, niños, jóvenes y adolescentes”.

“Detalló que el programa, resultado de una colaboración público-privada permite continuar las actividades educativas del país y forma parte de la estrategia de educación a distancia del Gobierno de México, en la Nueva Escuela Mexicana que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador.”… “Los datos personales recabados por las secretarías de educación locales serán utilizados y resguardados bajo sus rigurosos estándares de privacidad y Google garantizará la seguridad para el adecuado uso y acceso a sus plataformas… Indicó que los servicios de Google para Educación no contienen publicidad ya que los perfiles se crean únicamente con fines educativos. El uso de la plataforma no implica el ejercicio de recursos públicos.”

“Como anillo al dedo” para Google

Según WP: “Google LLC es una compañía principal subsidiaria de la multinacional estadounidense Alphabet Inc., cuya especialización son los productos y servicios relacionados con Internet, software, dispositivos electrónicos y otras tecnologías. El principal producto de Google es el motor de búsqueda de contenido en Internet, del mismo nombre, aunque ofrece también otros productos y servicios como la suite ofimática Google Drive, el correo electrónico llamado Gmail, sus servicios de mapas Google Maps, Google Street View y Google Earth, el sitio web de vídeos YouTube y otras utilidades web como Google Libros o Google Noticias, Google Chrome y la red social Google+ este último sacado fuera de línea en el primer cuatrimestre de 2019. Por otra parte, lidera el desarrollo del sistema operativo basado en Linux, Android, orientado a teléfonos inteligentes, tabletas, televisores y automóviles y en gafas de realidad aumentada, las Google Glass. Su eslogan es «Do the Right Thing» («Haz lo correcto»). Con miles de servidores y centros de datos presentes en todo el mundo, Google es capaz de procesar más de 1000 millones de peticiones de búsqueda diarias y su motor de búsqueda es el sitio web más visitado a nivel mundial tal como muestra el ranking web internacional… La empresa ha sido criticada por colaborar con determinados países en la censura de Internet con el afán de expandirse comercialmente en ellos y por la infracción reiterada de derechos de autor. También es objeto de críticas por presunta ingeniería fiscal en diferentes países, y por ser una de las empresas que colaboran con las agencias de inteligencia en la red de vigilancia mundial, sacada a la luz en 2013.”

Google reporta, según la misma fuente (3): Ingresos por: 66 001 000 000 USD; con beneficio neto de: 14 444 000 000 USD; y activos por: 131 133 000 000 USD. Por otra parte, se informa que Google es miembro de: American Legislative Exchange Council, Alliance for Open Media, Fundación Linux, OpenAPI Initiative, Internet Association, World Wide Web Consortium, Wi-Fi Alliance, CVE Numbering Authorities, Zigbee Alliance, Node.js Foundation, OpenJS Foundation y FIDO Alliance.

Las filiales de Google son: AdMob, Blogger, dMarc Broadcasting, Endoxon, FeedBurner, G Suite, Google.org, Google Ads, Google Cloud Platform, Google Energy, Google Stadia, Google Store, ImageAmerica, ITA Software, Kaltix, Nest Labs, Urchin Software Corporation, Waze, y YouTube. Google.org es la rama caritativa de Google, una compañía de motor de búsqueda en Internet que fue fundada en octubre de 2005.1 A la fecha de mayo de 2010, la organización ha entregado alrededor de 100 millones de dólares en donaciones e inversiones… Para fundar la organización, Google donó 3 millones de acciones durante su oferta pública inicial (IPO). A la fecha de marzo de 2012, los 3 millones de acciones de Google.org estaban valuadas en aproximadamente 1840 millones de dólares. En 2013, la corporación afirmó en su sitio web que había entregado «100 millones en donaciones, 60 000 horas y 1 000 millones de dólares en productos»

Así continúa el boletín 101 de la SEP: “La plataforma de Google para Educación es la misma que se usa actualmente en Italia, Suecia, Chile, El Salvador, Malasia e Indonesia a nivel nacional, y en grandes ciudades como Río de Janeiro y Nueva York, además de importantes universidades nacionales como UNAM y Universidad de Guadalajara.”

Pienso que las trasnacionales no dan paso sin huarache… ¿Por qué la SEP le da «todo el poder» a una empresa hegemónica de las telecomunicaciones y la informática a nivel mundial? ¿Cuánto obtendrá en ganancias Google como empresa con este respaldo del gobierno mexicano? Debo aclarar que no se trata de dar la espalda a las nuevas tecnologías de la información, la comunicación y el conocimiento, pero me parece contradictorio que un gobierno que se dice «impulsor de la transformación de la vida pública», le entregue la educación pública, sobre todo en esta coyuntura de la emergencia sanitaria, a ese tipo de empresas. Se abre un gran debate.

Fuentes consultadas:

(1) SEP. Boletín 101 del 22 de abril, 2020. https://www.gob.mx/sep/articulos/boletin-no-101-inicia-sep-en-colaboracion-con-google-capacitacion-virtual-de-mas-de-500-mil-maestros-y-padres-de-familia?idiom=es

(2) Ver https://www.ilce.edu.mx/

(3) Ver https://es.wikipedia.org/wiki/Google

jcmqro3@yahoo.com

@jcma23

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Pánico global y horizonte aleatorio

Hemos entrado en tiempos paradójicos propios de una sociedad global en transición. Tiempos de inestabilidad generalizada en la que los horizontes compartidos se diluyen y nadie sabe si lo que viene mañana es la repetición de lo de ahora, o un nuevo orden social más preocupado por el bienestar de las personas…. o el abismo. La angustiosa contingencia del porvenir es la única certidumbre.

Y es que ahora no estamos ante los azares regulares de la cotidianidad como, por ejemplo, cuando tomábamos un metro para dirigirnos al trabajo y no podíamos prever con quiénes nos encontraríamos en el vagón, o si llegaríamos a tiempo. La incertidumbre actual es más profunda, es de destino, porque uno no sabe en realidad cuándo volverá a tomar el metro, si tendrá trabajo al cual dirigirse o, llevado al extremo, si estaremos vivos para entonces. Lo de hoy es, pues, un derrumbe absoluto del horizonte de las sociedades en el que la aleatoriedad del porvenir es de tal naturaleza que todo lo imaginable, incluida la nada, pudiera suceder.

Un diminuto virus de entre los cientos de miles que existen está llevando a que más de 2.600 millones de personas suspendan sus actividades regulares, que una gran parte de los trabajos con los que las personas reproducen sus condiciones de existencia estén paralizadas, y que los gobiernos implementen estados de excepción sobre la posibilidad de desplazarse y agruparse. Un pánico global se ha apoderado de los medios de comunicación y una niebla de sospecha sobre el otro cercano, portador de la enfermedad, quiere encumbrarse en el espíritu de la época.

Las imposturas de la globalización

Y lo paradójico resulta del hecho que en momentos de exaltación de la globalización de los mercados financieros, de las cadenas de suministros, de la cultura de masas y de las redes, el principal cuidado que se despliegue ante una enfermedad globalizada sea el aislamiento individual. Es como una confesión de derrota de esos mercados globales y sus sacerdotes ante la necesaria persistencia de los estados, la sanidad pública y las familias como núcleos imprescindibles de socialidad y protección. De ahí que resulte hasta grotesco ver a los profetas del libre comercio y del “Estado mínimo”, que ayer exigían derribar las fronteras nacionales y deshacerse de los “costosos” sistemas de derechos sociales (salud, educación, jubilación..), salir ahora a aplaudir el cierre profiláctico de las fronteras y exigirle al Estado medidas más drásticas para atender a los ciudadanos y reactivar las economías nacionales.

Que la euforia globalizadora como destino final de la humanidad sólo se aferre al encierro individual, y que la única organización política prevaleciente ante la emergencia de una enfermedad global, resultante del propio curso de la globalización, sea el Estado, habla de una farsa sin atenuantes. Algo anda mal en esa paradoja: o bien la globalización como proyecto político-económico fue y es una estafa colectiva para el rédito de pocos, o bien las sociedades aun no comprenden las “virtudes” del mundo global, lo que equivale a decir que si la realidad no se acomoda a la retórica, la que está fallando es la realidad y no la retórica sobre esa realidad. La verdad es que no hay respuesta globalizada a un drama global, y ahí ya hay una sentencia histórica sobre una época aciaga.

Se trata, en definitiva, de un descomunal fracaso de la globalización tal como hasta ahora se la ha construido y, sobre todo, del discurso político que la acompañó, de las ideologías normativas que la secundaron.

Si se globalizan los mercados de acciones pero no la protección social, las cadenas de suministros pero no el libre desplazamiento de las personas, si se globalizan las redes sociales pero no los salarios ni las oportunidades, entonces la globalización es más una coartada de unos cuantos países, de unas cuantas personas para imponer su dominio, su poder y su cultura, que una verdadera integración universal de los logros humanos en beneficio de todos.

Se trata de una manera mutilada de globalizar la sociedad que, al tiempo de generar más desigualdades e injusticias, debilita los mecanismos de protección y cuidado creados a lo largo de décadas por los diferentes estados nacionales.

Hoy vemos que los mercados financieros no curan enfermedades globales, solo intensifican sus efectos en los más débiles; hoy vemos que el libre comercio ha llevado a un retroceso en las condiciones de igualdad similares a las de inicios del siglo XX. Según Thomas Piketty, el 1% de los más ricos de EE. UU., que el año 1975 llegaron a concentrar el 20% de la propiedad del total de los activos inmobiliarios, profesionales y financieros, al 2018 han aumentado su participación al 40%, como en 1920. Hoy sabemos que ninguna institución global tiene la más mínima posibilidad de cohesionar las voluntades sociales para enfrentar las adversidades globales, y en cambio el Estado sí lo viene logrando. Es como si la “mano invisible” de Adam Smith no sólo fuese inservible para a los cuidados de la humanidad, sino más peligrosa que la propia pandemia. Y es que la globalización hasta ahora funciona como modo de acrecentar ganancias privadas de las grandes empresas del mundo, y en contraparte es inútil para promover la protección de las personas.

La actual epidemia no es la primera de carácter global. Ya se han presentado desde el inicio del mercado mundial a comienzos del siglo XVI, durante la colonización de América, cuando la viruela redujo entre el 70% y el 80% de la población originaria; luego lo hicieron, en distintos lugares del planeta, las infecciones del cólera, de la gripe rusa, la gripe española, la gripe aviar, el VIH, y recientemente el SARS 1, H1N1, etc.

Las enfermedades globales emergen de los modos de subsunción formal y real de la naturaleza viva a la racionalidad de la producción mercantil que fracturan los procesos regulados en la transmisión de enfermedades entre distintas especies animales. Subsunción formal, cuando se presiona a la pequeña economía agraria a internarse cada vez más en bosques y áreas ecológicamente auto sostenibles para mercantilizar la flora y la fauna; subsunción real, cuando la producción plenamente capitalista impone ilimitadamente en bosques modos de trabajo agrícolas extensivos, articulados a los mercados de los commodities. En ambos casos, la interfase entre la vida silvestre y los seres humanos que se regulaban gradualmente durante décadas y siglos a través de la difusión en pequeñas comunidades, ahora se comprimen en días o semanas en gigantescos conglomerados humanos, estallando en contagios fulminantes, masivos y devastadores.

Detrás de cada pandemia hay una manera de definir la riqueza social como ilimitada acumulación privada de dinero y bienes materiales y que, por tanto, convierte a la naturaleza, con sus componentes de seres vivos e inanimados, en una simple masa de materia prima susceptible de ser procesada, depredada y financiarizada. Es un modo enceguecido de producir cada vez más dinero, pero impotente para producir un modo global para proteger a las personas y, mucho menos, a la naturaleza. El resultado es un orden dominante de sociedad que no comprende que su compulsiva manera de devorar la naturaleza en el altar de la ganancia es una manera de devorarse a sí misma.

Que los mercados y las instituciones globales ahora se escuden detrás de las legitimidades estatales para intentar contener los demonios destructivos que esta forma de globalización ha desatado es la constatación de un doble fracaso. De las instituciones globales para proponer factibles respuestas mundiales para proteger la salud de las personas de todos los países; y de los mercados globales para impedir el descalabro económico generalizado que se aceleró por la pandemia.

Al estancamiento económico de los últimos años ahora le sigue la recesión global, es decir, un decrecimiento de las economías locales que va a llevar a un cierre viral de empresas, al despido de millones de trabajadores, a la destrucción del ahorro familiar, al aumento de la pobreza y del sufrimiento social. Y, nuevamente, los sacerdotes de la globalización, insuflados en su mezquindad, se cruzan de brazos a la espera de que los estados nacionales gasten sus últimas reservas, hipotequen el futuro de al menos dos generaciones para contener el enojo popular y atemperar el desastre que los arquitectos de la globalización han ocasionado.

Cuando la pujanza mundial era evidente, la globalización tenía muchos padres, cada cual más enardecido respecto a la fingida superioridad histórica del libre mercado. Y ahora que la recesión generalizada asoma las orejas, ella se presenta como huérfana y sin responsables. Y tendrá que ser el vapuleado Estado el que intente salir al frente para atenuar los terribles costos sociales de una orgía económica de pocos.

El regreso del Estado

Ciertamente asistimos y asistiremos a una revalorización general del Estado, tanto en su función social-protectora, como económica-financiera. Ante las nuevas enfermedades globales, pánicos sociales y recesiones económicas, sólo el Estado tiene capacidad organizativa y la legitimidad social como para poder defender a los ciudadanos.

Estamos ante un momento de regresión colectiva a los miedos sociales que, a decir de Elias, son los fundamentos de las construcciones estatales. Pero, por ahora, sólo el Estado, bajo su forma integral gramsciana de aparato administrativo y sociedad civil politizada y organizada, puede orientar voluntades sociales hacia acciones comunes y sacrificios compartidos que van a requerir de las políticas públicas de cuidado ante la pandemia y la recesión económica.

Bajo estas circunstancias, el Estado aparece como una comunidad de protección ante los riesgos de muerte y crisis económica. Y si bien es cierto que el destino de muchos ha de depender de la decisión de los pocos que monopolizan las decisiones estatales -y por eso Marx hablaba de una “comunidad ilusoria”- estas decisiones habrán de ser efectivas para crear un cuerpo colectivo unificado en su determinación de sobreponerse a la adversidad, siempre y cuando logre dialogar con las esperanzas profundas de las clases subalternas.

Incluso la recesión global halla en el Estado nacional a la única realidad social capaz de reorganizar la flecha temporal del flujo de la riqueza de las naciones para adelantar hoy a todos lo que se producirá mañana, a fin de dar un empujón a los ingresos laborales, al consumo interno, a la generación estatal de empleo y al crédito productivo.

Cuánto durará este retorno al Estado, es difícil saberlo. Lo que sí está claro es que, por un largo tiempo, ni las plataformas globales ni los medios de comunicación ni los mercados financieros ni los dueños de las grandes corporaciones tendrán la capacidad de articular asociatividad y compromiso moral similar a los estados. Que esto signifique un regreso a idénticas formas del Estado de bienestar o desarrollista de décadas atrás no es posible, porque hay unas interdependencias técnico-económicas que ya no pueden retroceder para erigir sociedades autocentradas en el mercado interno y el asalariamiento regular. Pero sin un Estado social preocupado por el cuidado de las condiciones de vida de las poblaciones seguiremos condenados a repetir estos descalabros globales que agrietan brutalmente a las sociedades y las dejan al borde del precipicio histórico. Las formas emergentes de Estado tendrán que combinar una revalorización del mercado interno, la protección social ampliada a asalariados, no asalariados y formas híbridas de trabajo autónomo, profundas políticas de democratización de la propiedad y las decisiones sobre el futuro, con la articulación controlada de las distintas cadenas de suministros mundiales, la fiscalización radical de los flujos financieros e inmediatas acciones de protección del medioambiente planetario.

Ahora, otra de las paradojas del tiempo de bifurcación aleatoria, como el actual, es el riesgo de un regreso pervertido del Estado bajo la forma de keynesianismos invertido y de un totalitarismo del big data como novísima tecnología de contención de las “clases peligrosas”. Si el regreso del Estado es para utilizar dinero público, es decir, de todos, para sostener las tasas de rentabilidad de unos pocos propietarios de grandes corporaciones, no estamos ante un Estado social protector sino patrimonializado por una aristocracia de los negocios, como ya sucedió durante todo el periodo neoliberal que nos ha llevado a este momento de descalabro societal.

Y si el uso del big data es irradiado desde el cuidado médico de la sociedad a la contrainsurgencia social, estaremos ante una nueva fase de la biopolítica devenida ahora en data-política, que de la gestión disciplinaria de la vida en fábricas, centros de reclusión y sistemas de salud pública, pasa al control algorítmico de la totalidad de los actos de vida, comenzando por la historia de sus desplazamientos, relaciones, elecciones personales, gustos, pensamientos y hasta de sus probables acciones futuras, convertido ahora en datos de algún algoritmo  que “mide” la “peligrosidad” de las personas; hoy, peligrosidad médica; mañana, peligrosidad cultural; pasado, peligrosidad política.

La irreductibilidad del cuerpo

La realidad es que el cuerpo, los trazos del cuerpo en el espacio-tiempo social siempre han sido el obsesivo destino de todas las relaciones de poder, y hoy lo es de manera absoluta. Decía Valery, en uno de sus diálogos, que lo más profundo de las personas es la piel, y no se equivocaba. En la piel del cuerpo están grabados los códigos de la sociedad, y por eso lo que más se extraña en el encierro es el encuentro de cuerpos, la acción de los cuerpos cercanos, el lenguaje de los cuerpos que nos hablan y nos educan sin tomar conciencia de ello.

Así, pues, pareciera que también estamos enterrando en la angustia del encierro la cara tecnicista de la utopía liberal del individualismo autosuficiente que pretendía sustituir la realidad social por la realidad virtual. Es que los cuerpos, sus interacciones, son y seguirán siendo imprescindibles para la creación de sociedad y de humanidad. Ahora sabemos que los empleos virtuales, el “teletrabajo”, importantes y en aumento, no son el modo predominante de la generación de riqueza de las naciones; que la fuerza de trabajo es siempre es una composición de esfuerzo físico y mental; que las sociedades nacionales se paralizan si no hay actividad humana corporal interactuando con otras corporeidades. Es como si la piel y el cuerpo fueran fuerzas productivas de la sociedad en general y de las formas de comunidad en particular, comenzando por la familiar, nacional y mundial.

Un like en el Facebook es una convergencia cerrada de inclinaciones que no produce algo nuevo más que el incremento contable de adherencias anónimas. Una asamblea, en cambio, es una permanente construcción social-corporal de conocimientos prácticos y experiencias comunes.

El desasosiego y sensación de mutilación con las que la gente reacciona ante el necesario y temporal encierro revela que el cuerpo no es meramente un estorboso receptáculo de un cerebro capaz de dar el salto a la virtualidad absoluta. No; el cuerpo no es un cajón de neuronas organizadas. El cuerpo es la prolongación del cerebro en la misma medida que el cerebro es la prolongación del cuerpo y, por tanto, los mecanismos de conocimiento, de invención, de afectos y de acción social son actividades integrales de todo el cuerpo en su vinculación con otros cuerpos, con la humanidad entera y la naturaleza entera.

El cuerpo es, pues, un lugar privilegiado de conocimiento social y de producción de la sociedad.

Que los límites de la virtualidad global forzada saque a luz el valor de las experiencias del cuerpo es, también, otra de las paradojas del tiempo ambiguo. Y si bien es probable que de aquí a unos años esta experiencia angustiante sea olvidada, muchos saldrán a las calles con el cuello doblado hacia el celular, pero podrán hacerlo porque la gente está ahí, a la mano, interactuando con uno mismo, a través de las miradas y los gestos del cuerpo, aunque nuestra conciencia este en el diálogo del WhatsApp. Pero también es probable que la desesperación por el encuentro con los otros vuelva a manifestarse recurrentemente si es que no sabemos sacar ahora las lecciones de este tipo de globalización mezquina que no se preocupa ni por la gente común ni por la naturaleza en común. Y, quizá, el pavor se convierta en un estado permanente de la convivencia social. Los seres humanos somos seres globales por naturaleza y nos merecemos un tipo de globalización que vaya más allá de los mercados y los flujos financieros. Necesitamos una globalización de los conocimientos, del cuidado médico, del tránsito de las personas, de los salarios de los trabajadores, del cuidado de la naturaleza, de la igualdad entre mujeres y hombres, de los derechos de los pueblos indígenas, es decir, una globalización de la igualdad social en todos los terrenos de la vida, que es lo único que enriquece humanamente a todos. Mientras no acontezca eso, como tránsito a una globalización de los derechos sociales, es imprescindible un Estado social plebeyo que no sólo proteja a la población más débil, que amplíe la sanidad pública, los derechos laborales, y reconstruya metabolismos mutuamente vivificantes con la naturaleza; pero que además democratice crecientemente la riqueza material y el poder sobre ella; por tanto, también de la política, el modo de tomar decisiones que deberá ir cada vez mas de abajo hacia arriba y cada vez menos de arriba hacia abajo, en un tipo de Estado integral que permita ir irradiando la democrática asociatividad molecular de la sociedad sobre el propio Estado.

El mundo está atrapado en un vórtice de múltiples crisis ambientales, económicas, médicas y políticas que están licuando todas las previsiones sobre el porvenir; y lo peor es que ello viene con un inminente riesgo de que se impongan “soluciones” en las que las clases subalternas sean sometidas a mayores penurias que las que ya se tolera hoy. Pero la condición de subalternidad social o nacional tiene, en ese torbellino planetario, también un momento de suspensión excepcional de las adhesiones activas hacia las decisiones y caminos propuestos por las élites dominantes. El desasosiego planetario por la fragilidad de horizontes a los cuales aferrarse es también de las creencias dominantes, con lo que el sentido común se vuelve poroso, apetente de nuevas certidumbres. Y si ahí el pensamiento crítico ayuda a formular las preguntas del quiebre moral entre dominantes y dominados, ayuda a visibilizar las herramientas de autoconocimiento social, entonces es probable que, en medio de la contingencia del porvenir, se refuerce aquel curso sostenido en las actividades de la comunidad, la solidaridad y la igualdad, que es el único lugar donde los subalternos pueden emanciparse de su condición subalterna.

Sólo así el horizonte que emerja, sea el que sea o tenga el nombre que quiera dársele, será propio; el que la sociedad es capaz de darse a sí misma y por el que vale la pena arriesgar todo lo que hasta hoy somos. [*]


[*] Fragmento de la Conferencia Inaugural del ciclo académico de las carreras de Sociología y Antropología del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martin, Argentina. 30 de marzo de 2020.

Fuente. https://rebelion.org/panico-global-y-horizonte-aleatorio/

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El silencio como ausencia pedagógica

Por razones de público conocimiento, la escuela pública en Argentina también sufre de la cuarentena. A partir de aquí, los docentes “son instruidos normativamente” para que utilicen ciertas plataformas a fin de continuar con el proceso de enseñanza-aprendizaje. El problema acontece cuando “se instruye” para usar plataformas tales como, por ejemplo, Google classroom. Nadie de quienes tiene potestad de hacerlo alertan sobre el perfil pedagógico[1] de la misma, mientras cada docente hace lo que puede, bien o mal, con mayor o menor empeño. Pareciera que no existiera otro tipo de tecnología educativa, más humana, lo que no es cierto. Google classroom se impone ante la urgencia, lo cual también es comprensible, aunque ello, a un futuro cercano, debiera dar pie para revisar todas las prácticas pedagógico-didácticas en el aula de la escuela pública. Sin embargo, al respecto, acontece el “silencio” de quienes son responsables en el establecimiento de condiciones laborales/pedagógicas más humanas.

 

Veamos, en tal sentido, algunos considerandos muy puntuales, sin pretender que este escrito se constituya formal académicamente, sino más que nada en una denuncia que apela a lo utópico en vez de a lo distópico, que apela a una escuela digna en vez de una escuela de la que el sabor frecuente sea el malestar en la docencia.

 

Desde la plataforma Google classroom:

 

  1. El docente no puede crear su propio diseño de clase, que viene ya pautado. El diseño de la clase viene pautado de manera tal que cada docente puede reiterar el modo como da clases de manera tradicional-presencial con todos sus vicios, empero lo que ocurre es que ahora lo hace digitalmente. “El problema es que el currículo rígido y con mandatos de aplicación en fechas y horarios preestablecidos conspira contra esta nueva forma dialógica e interactiva de aprender juntos. El sistema educativo construido sobre la lógica de la máquina newtoniana (partes ensamblables, con periodos fijos de ciclos) salta por los aires y no nos damos cuenta.”[2] Desde aquí, hacemos las siguientes consideraciones.

 

  1. No hay posibilidad de retroalimentación entre alumnos-alumnos, docentes-docentes, alumnos-docentes (en este último caso, salvo con el formato tradicional).  En Google classroom hay un ítem para crear tareas y preguntas, sin embargo, se presta al “copiar y pegar”, ahora de manera digital.

 

  1. Desde el punto de vista pedagógico, para el docente, es un trabajo meramente individual, que no favorece la comunicación entre docentes, no permite la socialización o mirada de los contenidos por parte de otros docentes. O sea, cada materia no es una cuestión comunitaria, sino individual, y se reiteran los “vicios” frecuentes de una llamada escuela tradicional, donde las materias se dan compartimentadamente. No hay trabajo colaborativo, ni crítico, ni creativo. Es decir, posibilita que un trabajo sea visto por los alumnos (por cada alumno aisladamente), pero no por colegas docentes.

 

  1. Permite trabajar por módulos o unidades a través de temas, pero no a través de problemáticas, con la complejidad de un trabajo crítico-creativo-colaborativo desde una perspectiva ético-política. Importa la tarea individual para mostrársela al docente, aunque nada más. Se presta a reiterar los vicios que acaecen en una clase escolar tradicional. Por ej., el docente que tiene pocas ganas de trabajar, simula; el docente que pretende ser exigente sobrecarga[3] de trabajo a los alumnos. A veces, hay directivos que sugieren “no recargar a los alumnos de tareas”.  Y he aquí el problema, pues pedagógicamente la cuestión no debiera reducirse a “recargar o no recargar”, con un perfil netamente bancario en ambos casos.

 

  1. Se pierde el trabajo personalizado en la relación alumno-docente y en la relación alumno-alumno.

 

  1. Cada tarea es para hacer en casa, enviarla digitalmente al docente, quien luego hace una devolución, pero no se da virtualmente la dinámica dialógica como dentro de un espacio áulico. O sea, se mantiene el formato de “tareas”, antiguamente llamadas “deberes”. Hay que tener en cuenta que existe en la actualidad otro tipo de tecnología superadora del formato criticado.

 

  1. Importa una constante revisión de los criterios pedagógico/didácticos referidos a la enunciación de explicaciones, textos y consignas. Por ejemplo, si en clase me doy cuenta, mediando la relación cara-a-cara, de que necesito realizar alguna modificación, estoy a tiempo para efectuarla. En términos digitales, lo “escrito, escrito está”. De ahí que se dé el requerimiento de una tecnología que favorezca dicha evaluación/valoración, y comunitariamente, del propio diseño y su ejecución conjuntamente otros docentes[4]. Quienes diseñaron la plataforma Google classroom no consideraron dicha necesidad, y esto no es algo ingenuo desde un posicionamiento político determinado.

 

  1. Por otro lado, en la medida en que se apliquen “pruebas” o “test” a los alumnos por opciones múltiples, ello apunta a una especie de tecnicismo-positivista propio de un enciclopedismo o modalidad bancaria tan criticada por Paulo Freire.

 

  1. Otros problemas tienen que ver con la conectividad, con el tipo de instrumentos tecnológicos[5] que cada alumno tiene, con el tener o no en el hogar un espacio propio para poder estudiar, con el acompañamiento o no de los padres y la calidad efectiva de dicho acompañamiento, con la habituación o no al uso de los medios digitales más allá del entretenimiento, con la interpretación de las consignas de trabajo o de las lecturas propuestas dentro de una realidad en la que la mayor parte de los alumnos de los sectores populares en la actualidad egresan del sistema escuela aún como semianalfabetos.

 

Toda tecnología vale dentro de un contexto de relación cara-a-cara y que no reitere los vicios de una clase tradicional. Al respecto, existen tecnologías adecuadas, válida, para ser usadas en calidad de instrumentos o medios dentro de un marco valorativo ético/político pleno de humanidad.

 

Desafíos. Dada la inesperada pandemia y cuarentena social, aparece la importancia para, luego del presente lapso, revisar comunitaria, crítica y creativamente, las prácticas pedagógicas en el aula de la escuela pública, con el acompañamiento de supervisores que sepan en tal sentido más que los docentes, que los orienten, más allá de la asfixiante normatividad debido al tsunami normativo (valga la redundancia). Sin embargo, tengamos en cuenta que el presente malestar en la docencia no predispone para el desafío propuesto, aunque existen voluntades que batallan contra viento y marea para hacer realidad el derecho a la educación. Sin embargo, vale la expresión de Antonio Gramsci: “con el pesimismo de la inteligencia, pero el optimismo de la voluntad”. Es que en la historia no todo se encuentra dicho, y de ahí un fuerte hálito de esperanza es posible.

 

Al común de los docentes “se le tiró” una herramienta digital. ¿Será la misma, luego de transcurrido el actual momento, motivo para una superación?

 

Es necesario como desafío, para superar el silencio como ausencia pedagógica, apreciar y/o luchar contra un marco de valores propios del neoliberalismo/capitalista, dándole un sentido crítico/creativo/colaborativo-comunitario a la utilización de las plataformas digitales en educación.

 

Además, consideremos que el perfil último económico/político del home-learning o enseñanza on-line, entrelazado con el home-office[6], dentro del presente neoliberalismo, significa el trabajo por proyectos, la remuneración por proyectos, la no vigencia de un contrato laboral con la empresa y la pertinente dependencia, la no existencia de sindicatos que defiendan los derechos de los trabajadores, porque la única relación sería la del individuo con la empresa que, luego de ejecutado el proyecto, cesa en su relación con la misma, hasta el diseño y ejecución de un nuevo proyecto.

 

Como señala Paulo Freire: ¿enseñar para qué?, ¿a favor de qué?, ¿a favor de quiénes?, ¿en contra de qué y en contra de quiénes?

 

Apéndice

 

Valga comentar que Google actúa como medio de espionaje al servicio del poder hegemónico, pues espía a niños y adolescentes en el colegio y en sus casas[7] a través de las plataformas digitales que ofrece en el mercado. El servicio es supuestamente gratuito, sin embargo, la intimidad de niños y adolescentes es vendida como insumo mercantil para las necesidades políticas y económicas de quienes lo demanden.

 

¿Y por dónde pasa también la función mercantil de Google classroom? Tiene un límite de almacenamiento, por lo que quien requiera aumentar el mismo debe “pagar”[8].

 

Abril de 2020

 

Miguel Andrés Brenner

Facultad de Filosofía y Letras

Universidad de Buenos Aires


[1] Perfil pedagógico que no es meramente pedagógico, sino ético/político/pedagógico.

[2] Bonilla-Molina, Luis (2020). “Coronavirus: Google y la NASSA en la reingeniería educativa.” http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/342434  (consulta: 4/4/2020)

[3] Si se visibilizan, al menos en algo, críticas o quejas, son las de algunos padres o madres.

[4] Dicho espíritu también debiera existir en el aula concreto de la escuela pública.

[5] La brecha social también existe en países del “primer mundo”, como, por ejemplo, en España. https://www.xataka.com/otros/ninos-tecnologia-ninos-acceso-a-educacion-escuela-a-distancia-esta-acentuando-brecha-social  (consulta: 4/04/2020) Ver en el mismo sentido: https://www.elcorreo.com/sociedad/educacion/ensenanza-online-agranda-20200329213348-nt.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F    (consulta: 4/04/2020). O bien en el caso de Nueva York, aunque obviamente no con el dramatismo de nuestros países sojuzgados (empero, pensemos que maltratar a un solo alumno/persona, es un crimen). https://eldiariony.com/2020/03/21/300-mil-alumnos-pobres-no-tienen-tecnologia-o-ni-siquiera-una-casa-para-nuevas-clases-por-internet-en-nueva-york/  (consulta: 4/04/2020)

[6] Trabajo en casa.

[7] https://www.elmundo.es/tecnologia/2020/02/25/5e5459fcfc6c8366368b4577.html (consulta: 4/04/2020). Podemos acudir a muy diversas fuentes de información al respecto.

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How will Covid-19 affect the internationalization of higher education?

Gem Report

University costs. It didn’t take long after universities closed their doors in the United States, for instance, for students to start advocating to get their money back. Twitter is awash with professors concerned about the impact that shutting universities is going to have on their institutions in the long-term. University is one of the biggest investments many people will make in their lifetime. But why do so when you could be paying a fraction of the price to take part in an online course? What about students and professors shut out of the countries where they are supposed to be studying and teaching? The ramifications are complex, and heavily intertwined with economics.

Many universities reduced or suspended fees in some way. The University of Chicago agreed to freeze tuition for the next academic year. Universities in Dubai slashed their fees and fees were suspended in 52 universities in Thailand. Chile also passed a bill on March 27 to suspend all tuition fee payments for as long as the coronavirus crisis lasts.

Stopping fees doesn’t stop interest related to student loans, though. In the United States, loans amount to a whopping $1.59 trillion. A $2.2 trillion stimulus plan, the CARES Act, will give some relief to some students, but with many exceptions. Student Loan Borrower Assistance, an NGO, estimates that around nine million students have at least one loan that doesn’t qualify for relief under the plan.

Even if tuition fees have frozen and some relief is given for student loans, it’s not guaranteed that the cost of this pandemic for universities will not roll over back onto students when term re-starts. Michigan State University, for instance, announced a 4% tuition increase for the upcoming year at the same time as it announced freezing tuition costs.

Student and academic mobility on lock-down

The blow will be particularly hard for those countries that have internationalized their higher education. Half of all international students move to five English‑speaking countries: Australia, Canada, New Zealand, the United Kingdom and the United States. This movement brings money, which is important not only for higher education institutions but the whole economy. In 2016, international students brought an estimated US$39.4 billion into the US economy.

Chinese students, in particular, are a large revenue stream for many universities, reportedly spending an estimated US$30 billion a year on overseas tuition. The University of Connecticut, for instance, hosted nearly 3,000 students from China last autumn and is now bracing for international enrolment to drop by up to 75% next year, equal to a loss of up to $70 million.

Australia is also a major destination for Chinese students, who contributed around $8 million to the Australian economy in 2019. Chinese students make up no fewer than one quarter of all students at the University of Sydney, for example.  As early as February, travel bans prevented hundreds of thousands of Chinese from returning to universities where they were studying or were due to begin courses. This saw some institutions in Australia offering Chinese students $1,500 for travelling in from a third country to get around restrictions. These sorts of tricks might start multiplying if lock downs continue.

Travel bans and restrictions will no doubt linger once confinement periods are lifted. A study of students from Bangladesh, Ghana, India, Kenya, Nigeria and Pakistan has estimated that around 40% of students from are changing study abroad plans since the pandemic.

Just as mobility of students will be affected by travel and economic limitations, so will the mobility of academics. The United States hosts the most transient academics, which made up 25% of new academic positions. At Miami University in Ohio, which is bracing for a 20% drop in new students, officials are drafting plans that would cut at least half, if not all, visiting assistant professorships.

Can universities survive the storm?

It is hard to know whether life will return to normal or not once this phase is over. But, just like any company that has been frozen during the lockdown, it is likely that some private higher education institutions will simply not survive this lock-down. The Council of Rectors of Chilean Universities, which represents 27 state and private universities in the country, said that suspending tuition fees would have a ‘serious and insurmountable impact, especially on regional universities’, while the rector of the Universidad del Desarrollo in Chile was a bit more direct, calling it ‘a hair-brained idea’.

The losses for some individual institutions are not insubstantial: Bucknell University in Pennsylvania says it has lost $150 million from its endowment after recent investment losses. Michigan State University has put the cost of the outbreak already at $50-60 million.  The $2 trillion rescue bill in the United States includes $14 billion for higher education, but the American Council on Education, an association of college presidents, called it woefully inadequate saying that $50 billion was needed.

What the future will bring

International higher education is only a small part of the sector: just over 2% of students are mobile. But it is a part that is taking an almighty hit during the pandemic with potential knock-on effects on some host countries’ higher education systems, notably Anglophone countries and those in the Gulf, which increasingly rely on foreign students’ fees. These countries but also others, such as Japan, may spend less time trying to strategise how to recruit international students, as many have been doing recently.

Depending on where you sit, the plight of roughly 2% of the global student population with the luxury of international higher education is not something that should be a priority. Especially when the concerns are mostly about a wobble in a money market associated with education, which has been a worrying growing trend over past years. However, to this we should also remind ourselves of the vital purpose of higher education in society, and the gains in global citizenship we get from student and academic mobility. A wobble in international higher education will ripple across into the higher education systems reliant upon those funds as well, which is a worry for millions of students. Higher education is critical for countries plans for economic and social recovery; it is more than ever essential to invest in research and student collaboration that can help find the answers we need to live in such unstable and uncertain times and now would be a good time for governments and higher education institutions to make that point.

Fuente: https://gemreportunesco.wordpress.com/2020/04/21/how-will-covid-19-affect-the-internationalization-of-higher-education/

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Marta Martínez: «La infancia está demostrando una capacidad de resistencia mayúscula»

Pablo Gutiérrez del Alamo

Los datos definitivos todavía no se conocen. Las tres personas que pusieron en marcha el estudio #InfanciaConfinada (con el apoyo de Enclave de Educación) están trabajando contrarreloj para publicarlos a inicios de la semana que viene, con todas las dificultades que cualquiera está viviendo estos días.

Hace unos de días hicieron públicos algunos de los primeros resultados que han podido entresacar de las 425 encuestas que niñas, niños y adolescentes decidieron responder: 25 preguntas de temática variada relacionadas todas con su situación actual tras más de un mes de encierro.

El 61,6% se muestra aburrido durante estas semanas de confinamiento. El 36,7% está o ha estado preocupado por la situación; el 28% muestra tristeza y un 16,2%, miedo. Estos son algunos de los sentimientos que dicen tener las y los chavales que han respondido, principalmente, de entre 10 y 14 años.

«La infancia está demostrando una capacidad de resistencia mayúscula», dice Marta Martínez, una de las responsables de la encuesta. La socióloga y experta en la infancia y sus derechos, asegura que comienzan a acusar el cansancio, «como casi todos», pero que, aún así, «están resistiendo más de lo que nos imaginábamos».

Martínez, además de destacar la capacidad de aguante de la infancia en esta situación («hay varios que hablan de que la situacón es como estar en una cárcel», a pesar de lo cual entienden qué está pasando), señala que tienen muy claro qué tienen que hacer. La investigadora destaca cómo, al pedirles una definición del confinamiento, «lo tienen clarísimo: estamos encerrados por un tema de salud, por mandato gubernamental», aunque, lógicamente «están deseando que termine».

Diferencias en la infancia

Aunque Martínez no puede adelantar muchos datos (el informe final esperan publicarlo el próximo día 27, cuando niñas y niños puedan, por fin, salir de casa con cierta frecuencia), sí asegura que se han encontrado algunas diferencias relativas a cómo están viviendo estas semanas niñas y niños. Principalmente, diferencias relacionadas con el género y a qué dedican el tiempo en sus casas.

«Las niñas están teniendo actividades más de carácter relacional», comenta Marta Martínez. Los niños, por el contrario, están más centrados, por ejemplo, en jugar con el ordenador o la consola.

Dentro de la lista de cosas que hacen, las niñas destacan por dedicar (20 puntos porcentuales más) más tiempo a las tareas escolares, chatear con otras niñas o niños, llamar por teléfono a alguna persona y a salir al balcón a aplaudir. Martínez asegura que «cabe pensar que están más activas que ellos».

Gráfico: Infancia Confinada

También aquí el estudio ha arrojado algunas diferencias por género y mientras para el 30% de los chicos, sus abuelos son tema de preocupación, este porcentaje sube hasta el 60 en el caso de las niñas. «Presumimos, explica Martínez, que tiene que ver con esa parte relacional» que están demostrando ellas. Unas distancias que se ven también en relación a la preocupación de que algún familiar enferme durante la pandemia y el confinamiento. Mientras este asunto está en la cabeza del 90% de las chicas, lo está en el 79% de los niños. «Tengo la sensación, es una interpretación, de que las chicas están más al corriente de las noticias, tienen más relación familiar y con la realidad que los chicos, que parecen estar más aislados».

Otras diferencias que han aparecido se refieren, obviamente, a los tramos de edad. Martínez sostiene que hay algunas preocupaciones que se dan más entre los menores de 13 años y otras entre los mayores.

Entre las preocupaciones de los más pequeños están muy presentes las abuelas y abuelos. «Muy poquitos niños están pasando el confinamiento con sus abuelos, y es un tema que está muy presente». Principalmente les preocupa que estén pasando este tiempo en soledad.

Relación con la familia

El confinamiento y la situación de continuar el curso escolar en línea, niñas y niños destacan, entre las cosas que les gustan, poder tener más horas de sueño, por ejemplo, o ser capaces de decidir en qué actividades ocupan su tiempo libre. Algo que parece que, hasta el momento, no podían o no tenían tanta libertad.

Martínez también destaca que en una de las preguntas abiertas, en las que niñas y niños podían expresarse libremente por algún tema que tuvieran en mente, destaca que el 42% de las respuestas hablan de, como algo positivo del confinamiento, pueden pasar más tiempo con sus familias. Desde el punto de vista de la investigadora, el confinamiento ha desplazado las tareas de conciliación, tanto en lo relacionado con el trabajo como en cuanto al apoyo para realizar las tareas escolares.

Marta Martínez resume la cuestión con algunas de las frases que niñas y niños han dejado en el cuestionario: «Me siento feliz porque estoy con mi familia», «nunca había jugado tanto con mi familia como en el periodo de confinamiento», «me lo estoy pasando super bien; lo que más alegre me pone es que no tengo que ir al cole».

Es verdad, comenta la investigadora, que también se notan aquí ciertas diferencias. Aunque la mayor parte de las respuestas hablan del tiempo que pasan con las familias, en un porcentaje importante, cuando estas referencias se hacen, se refieren, mayoritariamente, a las madres y no tanto a los padres.

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Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/04/22/la-infancia-esta-demostrando-una-capacidad-de-resistencia-mayuscula/

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Los niños y las niñas corren por la casa para ayudar a las familias que más lo necesitan

Por: Nacho Meneses

La iniciativa ‘Metros de Solidaridad’ promueve una divertida actividad hogareña para educar a los menores en valores y mejorar la cuarentena de quienes están en una situación más precaria

 

Para las más de 2.000 familias en situación de pobreza o riesgo de exclusión social a las que Save the Children venía asistiendo en España, las consecuencias de la pandemia y del confinamiento generalizado son sin duda mucho más dramáticas. Familias viviendo hacinadas en una sola habitación, madres solteras con hijos a cargo y sin empleo alguno y niños, muchos niños para los que la falta de recursos (tanto económicos como digitales) ha hecho que a la brecha social y tecnológica que ya sufren pueda sumarse otra educativa, y que la propia precariedad en la que viven genere incluso problemas de convivencia. Con la intención de paliar esta situación, y para que sean los propios niños los que ayuden a estas familias, la oenegé ha puesto en marcha Metros de Solidaridad.

La iniciativa es, en realidad, una manera de apoyar A tu lado, la intervención de emergencia de Save the Children en España para mitigar la vulnerabilidad de todas estas familias, cuya situación no ha hecho sino empeorar con la pérdida de sus trabajos. “Como, además, muchas se dedicaban a la economía informal, no hay ERTE ni desempleo que valga. Y hay familias monoparentales que, aun conservando el trabajo, no tienen con quién dejar a sus hijos”, cuenta Beatriz Tejada, especialista en comunicación de la oenegé. “Muchos niños no tenían acceso a Internet, ordenador o tablet. A lo mejor, en la familia solo tenían los móviles de sus padres, y no es lo más adecuado para que los niños puedan estudiar”.

Pero ¿en qué consiste Metros de Solidaridad y cómo pueden participar las familias? El objetivo es llevar a cabo una actividad deportiva y divertida en familia sin salir de casa, recorriendo metros de solidaridad y proporcionando a los niños una valiosa lección en valores. Cada familia decide cómo: “Puedes usar el pasillo, la terraza, el patio o el jardín; pueden ser relevos, una carrera, yincana, un circuito, zumba… Cualquier actividad aeróbica es válida”, argumenta Nieves García, coordinadora de programas en centros educativos de la oenegé. Los niños descargan e imprimen el material necesario, un dorsal y una plantilla para colocar varios hitos métricos por el recorrido que ellos montarán y decorarán, asignando a cada uno un valor que estén poniendo en práctica con esa actividad: compromiso, responsabilidad, empatía, solidaridad, respeto…

“Una vez realizada la actividad, es importante que lo difundan por redes sociales como Facebook y Twitter (mencionando a @EducaciónSave y el hashtag #Atulado), para que lo vean otras familias y cree una movilización”. Luego, solo queda hacer la donación que hayan acordado hacer en familia, a través de la página web de Save the Children. De esta manera, señala García, se consigue sensibilizar a los niños sobre la situación que otros niños y sus familias están viviendo estas semanas, dando ejemplo de solidaridad, compromiso y responsabilidad.

El dinero recaudado servirá para comprar cestas básicas de alimentos, ofrecer acompañamiento psicológico e incluso adquirir tablets y tarjetas de conexión a Internet para los niños que las necesiten, de manera que no se queden descolgados en sus clases. Y si no se dispone de impresora en casa, la oenegé pone a disposición de las familias un documento con ideas para realizar un circuito alternativo con la familia y que no por ello dejen de participar. Por otro lado, Acción Contra el Hambre también ha puesto en marcha una iniciativa para ofrecer ayuda a las familias más vulnerables por la crisis de la COVID-19, a través de tarjetas solidarias con las que comprar alimentos o artículos de higiene.

Metros de Solidaridad no es sino la adaptación a la cuarentena de un programa veterano de Save the Children, Kilómetros de Solidaridad, una carrera que lleva celebrándose 16 años en los centros educativos españoles en las que los niños, a través de microdonaciones conseguidas gracias a los patrocinios de los adultos que les rodean, apoyan un proyecto de solidaridad internacional. “El año pasado, 700.000 menores en edad escolar participaron en una carrera de Save the Children. Y este año, todo lo recaudado hasta el cierre de las escuelas irá a parar a los refugiados Rohingya, de Bangladesh”, explica García.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/04/20/mamas_papas/1587344308_523218.html

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La ruina de los trabajadores autónomos africanos contada por ellos mismos

Por: Lola Hierro

La covid-19 se llevará por delante al menos 20 millones de empleos en el continente. Varios emprendedores de diversos países nos cuentan cómo les ha cambiado la vida y cuáles son sus miedos

Nunca han protagonizado noticias sobre hambrientos o pobres. Como mucho, las han leído en sus teléfonos móviles o las han visto por televisión en casa. Pero el nuevo coronavirus le ha dado la vuelta a sus vidas y se han convertido, sin quererlo, en ejemplos con nombre y apellidos de aquellos que forman el grueso de los trabajadores informales, por cuenta propia, autónomos, emprendedores y pequeños empresarios de África. Esos a los que los Gobiernos, los organismos internacionales importantes y los medios de comunicación se refieren cuando mencionan el daño que las restricciones para contener la covid-19 pueden causar a los bolsillos y medios de vida de millones de personas.

Mophete Thebe no tiene ahora ni para recargar el móvil. Lizzy Jowo se pregunta qué va a hacer para alimentar a sus cuatro hijos cuando se acaben las provisiones que compró antes de empezar la cuarentena. Benedict Muindi piensa en enviar a su mujer y su hijo al pueblo, con su madre, para que, al menos ellos, vivan con un poco más de desahogo. Moussa Ndoye se da con un canto en los dientes porque tiene trabajo hoy, pero mañana, no sabe. Y Yasmeen Helwani está venga a pensar cómo proceder para que ella y las decenas de artesanos que dependen de su mercadillo sigan teniendo sustento.

En África, la situación es compleja porque la mayoría de sus habitantes está empleado en el sector informal: son un 85% de los trabajadores de una población de 1.300 millones de personas que viven al día, con lo que ganan aquí y allá, que no pueden permitirse ahorrar, ni comprar para dos semanas de cuarentena, y que residen en países donde —salvo excepciones— no existe Seguridad Social, ni prestaciones por desempleo. A esto hay que sumar dificultades anteriores como los efectos del cambio climático, los conflictos y el difícil acceso a zonas remotas.

En países de África Subsahariana como Senegal, Ghana, Sudáfrica, Kenia y Zimbabue, ese problema ya ha estallado de lleno. «No estamos hablando de asalariados; son personas que dependen de realizar actividades diarias con las que obtienen ingresos para satisfacer sus necesidades las de su familia», describe mediante vídeo llamada Abebe Haile-Gabriel, subdirector General de la Agencia de la ONU para la Agricultura y Alimentación (FAO) y representante regional para África. Las previsiones de la Unión Africana son pesimistas: calculan que la epidemia puede costar hasta 20 millones de empleos, la economía caerá hasta un 1,1% y los gobiernos africanos pueden perder hasta un 30% de sus ingresos fiscales, estimados en 500 mil millones en 2019. Estos datos brutos se traducen en problemas y temores concretos para personas como Lizzy, Benedict, Mophethe, Moussa y Yasmeen, cinco africanos, cada uno de una esquina del continente, que han accedido a hablar con EL PAÍS a pesar de que no están en su mejor momento para explicar qué les está ocurriendo.

Kenia: Benedict Muindi, empresario en el sector hostelero

Benedict Muindi, empresario keniano de negocios de catering.
Benedict Muindi, empresario keniano de negocios de catering. CORTESÍA DEL ENTREVISTADO

Benedict Muindi, de 27 años, comenzó a trabajar de chico para todo en un pequeño hotel de Nairobi y con el tiempo y los años se pasó al negocio del catering. No le ha ido mal, pero ahora se han cerrado fronteras y se ha impuesto un periodo de cuarentena en Kenia que ha echado por tierra los negocios turísticos y relacionados con los eventos. Incluidos los suyos. «Casi todos los hoteles han cerrado, la situación es terrible: no hay comida, no he pagado el alquiler…», se queja. Muindi vive con su esposa, ahora desempleada, y su hijo de tres años, pero piensa en mandarlos a casa de su madre, en el pueblo, si la situación no mejora. Cree que allí se las arreglarán mejor porque la vida es más barata.

Ninguna de las medidas de apoyo anunciadas por el Gobierno se ha traducido en una ayuda real para Muindi. Por ahora, él tiene que pensar en cómo salir del apuro por sí mismo, y para ello tiene un plan: «Quiero comprarme una motocicleta; aprovechando que tengo el carné de conducir en regla quiero intentarlo como repartidor para tiendas y negocios pequeños», cuenta. El principal bache es que la inversión supone como mínimo 1.200 euros y él tiene ahorrados unos cien. «Estoy buscando algún tipo de préstamo, tengo que hacer algo diferente. Y si en la ciudad no me va bien, puedo hacerlo desde el campo, donde vive mi madre», confía.

SITUACIÓN EN KENIA

Kenia ha registrado 296 contagiados y 14 muertos hasta ahora. Cuando se informaba de los primeros casos, el presidente Uhuru Kenyatta impuso en Nairobi y otros tres condados, identificados como de alto riesgo, la prohibición de salir durante 21 días, comenzando el 6 de abril. Poco antes decretó un toque de queda nocturno a partir de las siete de la tarde. Y también se han aprobado ayudas: una reducción de la tasa del IVA del 16% al 14% y la eliminación del impuesto sobre la renta de los trabajadores que ganan menos de 24.000 chelines, unos 225 euros, aunque esto aún es una propuesta. El Banco Mundial ha anunciado que destinará un fondo de emergencia de 50 millones de dólares.

Zimbabue: Lizzy Jowo, comerciante con cuatro hijos en casa

Lizzy Jowo, de 37 años, acostumbraba a viajar por Mozambique, Sudáfrica y Zambia para irse de compras. Pero no para ella, sino para su negocio. Es importadora: adquiere telas, ropa y perfumes que luego vende en el mercado de su barrio, Hatcliffe Consortium, en el norte de Harare (Zimbabue). Ella y su familia son ahora un gran ejemplo de los damnificados por las medidas de restricción impuestas para tratar de contener la expansión del coronavirus. Con las fronteras cerradas y el periodo de cuarentena en vigor, Jowo no puede ganarse la vida. «No se nos permite ir al mercado donde suelo vender; se supone que tenemos que estar en casa y no puedo ganar dinero para alimentar a mi familia, para pagar las tasas escolares de mis hijos…», protesta. Esta mujer tiene cuatro vástagos de entre seis y 17 años, todos escolarizados, y un marido que es barbero y que no está en mejor situación que ella, porque también es autónomo.

Por ahora, a Jowo no le ha llegado ninguna clase de ayuda. «No tengo ahorros, y no tengo ningún plan, no tengo comida suficiente, y no sé cómo va a acabar todo esto, pero espero que sea pronto y podamos volver a salir a trabajar. Por ahora, estamos sobreviviendo con lo que compré antes de que empezara la cuarentena» dice, y antes de despedirse indica que prefiere no enviar su fotografía. que declina enviarla. «¡Podría acabar en las redes sociales!», se excusa.

SITUACIÓN EN ZIMBABUE

Zimbabue cuenta con 25 casos confirmados de coronavirus y tres muertos. Su precarísima situación, inmerso en una honda crisis económica y con un sistema sanitario muy débil, llevó al Gobierno a decretar medidas como un periodo de confinamiento que empezó el 30 de marzo y sin fecha de fin en un país donde al menos el 80% de la población se gana la vida en el sector informal.

Organizaciones como el Programa Mundial de Alimentos están brindando ayuda humanitaria no solo en el campo, sino en núcleos urbanos empobrecidos. De hecho, esta organización de la ONU hizo recientemente un llamamiento: hacen falta 130 millones de dólares, pues unos 7,7 millones de habitantes (la mitad del país) necesita ayuda después de la dura sequía y los ciclones del año pasado. La inflación, de un 540% en febrero, está elevando tanto los precios de los alimentos básicos que mayoría de los zimbabuenses se están viendo obligados a comer menos y vender sus pertenencias o endeudarse para sobrevivir.

Sudáfrica: Mophethe Thebe, un productor sin clientes

El periodista sudafricano Mophethe Thebe.
El periodista sudafricano Mophethe Thebe. CORTESÍA DEL ENTREVISTADO

«Estoy bien, tratando de sobrevivir y tomando cada día como viene. Perdona por hablarte por Facebook, es que es gratis». Así contesta Mophethe Thebe desde su casa en Johanesburgo, Sudáfrica. Lleva en cuarentena tres semanas muy duras porque su actividad laboral ha sido completamente interrumpida, y es tajante con la situación en la que se ha visto inmerso de la noche a la mañana: «Esto es frenético, ya no puedo mantenerme. Las cosas esenciales se han convertido en un lujo».

Thebe, de 36 años, es reportero, guía de viajes y productor para periodistas y medios de comunicación extranjeros cuando visitan Sudáfrica. Es un conseguidor de cualquier cosa que alguien pueda necesitar para llevar a buen término un reportaje, un documental o una película. Pero sus clientes se han marchado y sus proyectos se han cancelado. «Tenía que empezar a filmar con un canal de televisión francés a principios de este mes, pero se ha suspendido», lamenta.

Ahora mismo está viviendo en una habitación de un piso compartido con otros dos inquilinos y una anciana casera, y cuenta con una mezcla de perplejidad y amargura que las cosas que antes estaban al alcance casi de cualquiera, ahora son difíciles de encontrar. «Alimentos, artículos de higiene y hasta datos para el móvil para intentar conseguir algo de trabajo. Tengo que arriesgarme a enfrentarme cara a cara con la Policía o el Ejército cuando quiero acudir a mis amigos para pedirles una comida o que me dejen usar el wifi», describe. Y no tiene ahorros, porque se le agotaron al pagar la nueva escuela de su hijo. Nadie podía vaticinar la que se venía encima.

SITUACIÓN EN SUDÁFRICA

Sudáfrica es el país con más casos registrados del continente: 3.465 y 58 muertos. El periodo de cuarentena inicial, de 21 días, se ha extendido un mes más, y hay penas de hasta 10 años de cárcel para quien se lo salte. El país ha cerrado sus fronteras salvo para permitir el paso de corredores humanitarios, los hospitales hacen acopio de respiradores, guantes y mascarillas, las autoridades han ordenador ayudas alimenticias y habitacionales a personas sin hogar y con bajos recursos, pero la necesidad sobrepasa los medios: ya antes del brote, el 29% de la población estaba en paro, una de las tasas más altas del mundo.

Senegal: Moussa Ndoye, obrero rascando trabajos en el barrio

La Asociación Quartier La 2, que preside el senegalés Moussa Ndoye, está repartiendo jabones entre los vecinos de Camberene, en Dakar, e instalando grifos en las calles del barrio para ayudar a prevenir el nuevo coronavirus. QUARTIERE LA 2

«Lo estamos viviendo como todo el mundo, vemos las noticias y es verdad que hay menos casos que en Europa». Moussa Ndoye está tranquilo. De momento. El coronavirus no ha golpeado a su barrio, Camberene, en los alrededores de la capital senegalesa, Dakar. Esto para él tiene una ventaja primordial: aunque con dificultades, se puede trabajar. «Ahora es más difícil ir y venir porque han limitado los horarios y muchas empresas han cerrado, explica. Ndoye se refiere al toque de queda impuesto en el país hasta, al menos, el 3 de mayo: a partir de las ocho de la tarde y hasta las seis de la mañana nadie puede estar en la calle, comenta este obrero experimentado.

A Ndoye, de 39 años, no le contratan solo para poner un ladrillo sobre otro; él emprende reformas integrales de viviendas, tanto si hay que añadir una planta entera a una vivienda como rehabilitar un viejo edificio. Lleva toda su vida en el oficio, le conocen en el barrio y quizá, gracias a eso, aún tiene de dónde tirar. «Ahora trabajo justo detrás de mi casa, estoy arreglando la de un vecino que me ha contratado», cuenta a través de una video llamada de WhatsApp. «Estaré con él hasta el fin de semana que viene», calcula. Luego, tendrá que esperar a dar con otra cosa, pero confía en encontrarla pronto. «Creo que voy a poder coger la obra de otro vecino que me ha llamado».

Aunque el impacto del coronavirus está siendo algo menor en Senegal, eso no quita para que sus habitantes no permanezcan alerta. «Estoy algo preocupado por lo que pasará el mes que viene si no consigo trabajo, ya que el Gobierno habla de aumentar la cuarentena, pero parece que la gente se está curando y la cosa mejora», dice Ndoye. Este hombre vive en pleno Camberene, un barrio donde muchas calles aún son de arena en vez de asfalto y donde todos los residentes se conocen. En su amplia casa, de cuatro plantas levantadas con sus propias manos, viven ocho adultos y siete niños: él, su esposa, su madre, sus hijos, hermanos, cuñadas, sobrinos… Todos siguen trabajando por ahora menos Medun, uno de sus hermanos, que es profesor. «Y como se han suspendido las clases, no tiene empleo y no cobra», afirma.

Los miembros de esta familia no han dudado a la hora de apoyar a otros vecinos que lo están pasando peor y por eso han emprendido una campaña desde Quartiere La 2, la asociación que Ndoye preside. «Para ayudar a todo el mundo y comprar cosas que hagan falta». Tiene solo cinco meses de vida, pero con el dinero que han reunido sus miembros en ese tiempo han hecho una inversión: comprar e instalar grifos en varias esquinas del barrio «para que la gente se cuide, se lave las manos y haga bien las cosas», dice. También reparten pastillas de jabón entre los vecinos y comercios abiertos.

SITUACIÓN EN SENEGAL

La pandemia ha llegado a Senegal y de momento hay registrados 412 casos y cinco muertos. Aquí también se ha establecido el estado de emergencia y, pese a que no se ha ordenado una cuarentena total, el país prevé daños en su economía, aunque no tan graves como otros. De hecho, el Banco Mundial calcula que su PIB será de los pocos que crezca un poco en 2020, hasta un 3%. Pero, aun así, fue de los primeros en pedir ayuda internacional, y también ha sido de los primeros en obtener respuesta: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial van a destinar sendos fondos de emergencia. El primero enviará 442 millones de dólares y el segundo, otros 20 millones.

Ghana: Yasmeen Helwani, preocupada por decenas de artesanos

Yasmeen Helwani posa frente a una de las tiendas del mercado Green Butterfly que organiza en Accra desde hace una década.
Yasmeen Helwani posa frente a una de las tiendas del mercado Green Butterfly que organiza en Accra desde hace una década. GREEN BUTTERFLY

Yasmeen Helwani es una mujer multitarea de 37 años, empresaria, cantante, artesana, madre de dos críos y activista por el medio ambiente. Ha estado un mes encerrada en casa, como todos los ghaneses, y aunque se acaba de levantar el confinamiento, como todas las actividades y reuniones siguen prohibidas, ni ensayar puede con su banda de música. Aún así, su actividad frenética no cesa ni en tiempos de pandemia. «Perdona que haya tardado en contestar, estoy tratando de organizarme en casa con los niños y todo», saluda a través de WhattsApp. Lo que sí se ha detenido son sus ingresos, pues esta emprendedora organiza desde hace diez años un mercado al aire libre de artesanía, alimentos saludables y productos ecológicos en Accra, la capital de Ghana. «Por desgracia, la covid-19 nos ha afectado muy severamente porque durante el mes pasado no he podido organizar el mercadillo; hice un evento virtual, pero fue muy estresante, ¡aún estoy tratando de recuperarme! —exclama—. Tuve que lidiar con muchos envíos de productos de distintos vendedores y, bajo las condiciones de cuarentena en las que estamos, no fue nada fácil».

Green Butterfly es la empresa que Helwani fundó hace una década, al regresar a su país después de una estancia en Canadá. «Quería contribuir al desarrollo socioeconómico de mi comunidad y me interesaba mucho el trabajo de los artesanos y artistas a pequeña escala», cuenta esta autónoma. Hoy en día, el negocio tiene el éxito suficiente para que varias decenas de creadores vivan de él. «Mucha gente hace dinero en las fechas del mercado; la mayoría somos familias con pequeños negocios y con hijos, y este es el medio gracias al que nos mantenemos», comenta. Ella participa también como comerciante: fabrica jabones y productos de baño ecológicos, y ahora que no puede salir de casa, está pensando en desarrollar más esta faceta suya hasta que la situación mejore y pueda empezar de nuevo, dado que sus productos sí que pueden ser muy necesarios en este momento. «Ahora que el virus está aquí, es importante que nos mantengamos lo más limpios posible. Espero que las restricciones se suavicen pronto porque ahora es muy difícil moverse y realizar cualquier envío», comenta.

SITUACIÓN EN GHANA

Ghana entró cuarentena a mediados de marzo y el 19 de abril el Gobierno anunció el fin del confinamiento, aunque otras restricciones siguen vigentes y eso impide la reactivación de la actividad laboral: colegios, universidades, bares, discotecas permanecen cerrados, y se han suspendido todas las conferencias, talleres, eventos deportivos, manifestaciones y entierros en el caso de que haya más de 25 asistentes.

Este país del Golfo de Guinea, con unos 30 millones de habitantes, ha registrado por ahora 1.042 casos y nueve muertes. El presidente Akufo-Addo ha declarado que el Gobierno cubrirá todas las facturas de electricidad de los más pobres y el 50% para el resto de ciudadanos y para empresas durante tres meses.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/04/06/planeta_futuro/1586176607_933556.html

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