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Las mujeres malas siempre son otras

Por: Ilka Oliva Corado

Hemos crecido en sociedades en donde los patrones patriarcales están enraizados de tal manera que nos amarran los pies y sin nuestro esfuerzo por soltarnos será imposible avanzar. Esos patrones nos dictan normas, una pauta a seguir que somos incapaces de cuestionar, este modelo viene con:  estereotipos, racismo,  homofobia, clasismo y misoginia de los cuales nos nutrimos muy bien todos los días desde el momento en que nacemos: en casa, en la escuela, en la comunidad, en el trabajo y; en la edad adulta inculcamos a nuestros hijos también y a todo ser humano que esté a nuestro alrededor. Estamos en el centro de una madeja de patrones patriarcales que no nos permiten ser, ni respetarnos ni respetar a los demás especialmente a las mujeres.

Un sistema creado para abusar al género femenino en todas sus formas; es limitante, más bien mutilador, es un sistema que nos dice que la mujer todavía no llega al concepto de  ser humano, porque si fuera un ser humano sería respetado en sus derechos y eso aún no sucede, es vista como un ser inferior incapaz de formular un análisis crítico, por ejemplo. Ese sistema mutilador  que aun no nos ve como personas, nos ve como objetos y es así como objetos que nos tratan desde el momento de nuestro nacimiento.

Un objeto para placer del hombre, un objeto al que se le puede maltratar, pegar, asesinar, desaparecer y tirar a la basura como a  cualquier chirajo; porque no existe ni sistema de justicia ni sociedad capaz de reaccionar ante el abuso de un ser visto como  inferior al que  no se le ha dado la categoría de persona.

Cuando una mujer es abusada no importa su condición social, ni color de piel, ni religión, es tan víctima como la obrera más pobre de un arrabal, y puede ser desaparecida de la misma forma así tenga millones de dólares en su cuenta bancaria. No cuentan el  dinero ni la condición social ante el macho abusador. Un cuerpo de una mujer destrozado en un basurero siempre será  para la sociedad y el sistema machista el de una puta que en algo andaba metida y que por eso la mataron así.  Ni en cuenta el término violencia de género ni feminicidio.

Se le sentencia a la primera: era una puta que en algo andaba metida y por eso terminó así. Aquí es donde entran las otras mujeres malas, es mala quien aparece asesinada en un feminicidio, no importa si quien la asesinó es su pareja, su esposo, su novio, un compañero de trabajo, un familiar, un desconocido, es lo mismo: la mataron por puta.

Puta, puta si pensaba por sí misma, puta por vestirse como quería, puta por buscar su independencia, por denunciar a su acosador-abusador, por no denunciarlo por miedo. Y sentenciamos dueños y señores del irrespeto: es que si no denunció es porque le gustaba, es porque tenía la culpa, es que…, cualquier pretexto para excusar al abusador y re victimizar a la víctima.

Señalamos desde esos patrones patriarcales, machistas y misóginos con los que fuimos criados y no buscamos arrancar de nuestro cerebro, llenos de estereotipos  y  mojigatos lanzamos cualquier tipo de improperio contra una víctima de este sistema que fue hecho para la mutilación de la mujer, en todas sus formas.

Siempre y cuando la víctima sea una desconocida, las desconocidas siempre serán las mujeres malas, por quienes no tenemos afectos, ni lazo de sangre o conexión emocional. Ellas siempre serán las putas que en algo andaban metidas y que por eso terminaron así. Pero las cosas cambian cuando la golpeada, la asesinada o la desparecida es un miembro de nuestra familia, una amiga cercana o una conocida, cuando hay afecto o conexión emocional entonces se siente el dolor, la rabia  y  la impotencia que por insensibles somos incapaces de sentir cuando la víctima es otra.

Todos tenemos que lograr que este sistema patriarcal cambie, que cambien los contextos, arrancar la raíz machista y  misógina. Eliminar esos estereotipos que hacen que nos señalemos unos a otros, menospreciándonos por género, color, credo. La violencia de género es responsabilidad de todos, en todos los peldaños de la sociedad. Padres de familia, maestros, entrenadores, vecinos, ciudadanos en general. Tenemos que arrancarlos de nosotros mismos y tener la responsabilidad de levantar la voz, de involucrarnos, de señalar y explicar en cada ocasión que escuchemos a alguien decir cualquier tipo de pronunciamiento machista y misógino en contra de las niñas, adolescentes y mujeres.

No esperemos que lleguen a acciones, no esperamos que lleguen a extremos, todo comienza con una frase que se pronuncia y se sentencia como ley o como norma. Putas, putas somos todas las mujeres, porque todas buscamos libertad, independencia, desarrollarnos, crecer, tenemos sueños, y ésa es una mujer puta para el patriarcado por ende todas lo somos. En el sexo, la única diferencia es que unas somos más activas que otras, no hay mujeres santas, salvo para la doble moral de la religión manipuladora y violenta.

No seamos los que señalemos a la mujer mala (que no existe)  que por puta le pasó lo que le pasó, seamos quienes arranquemos esos estereotipos de raíz. Seamos quienes expliquen como puedan, con sus  propias herramientas, sin intimidarse, en cualquier espacio, en cualquier ocasión, porque es sumamente necesario, los que estén luchando día a día por erradicar el patriarcado, el machismo y la misoginia de nuestra sociedad.

Es urgente, no queremos más mujeres maltratadas, golpeadas, asesinadas y desaparecidas por machos que se creen dueños de nosotras  y que nos  ven como objetos de su pertenencia.

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Las-mujeres-malas-siempre-son-otras-20190408-0001.html

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Hechos sociales que inciden en la calidad de la educación pública

Por Angel Perez

En Colombia existen condiciones sociales, económicas y políticas con las que conviven los niños y adolescentes de las familias con menores ingresos, las cuales afectan su desarrollo y son un obstáculo para mejorar los resultados en permanencia y calidad de la educación pública del país.

Para empezar, las brechas sociales vinculadas a la pobreza son enormes y más graves entre los sectores rural y urbano. Por ejemplo, los datos del Dane señalan que para 2018, las personas en situación de pobreza multidimensional en la zona rural eran 2,9 veces de aquellas en las zonas urbanas; en efecto, el porcentaje de personas en situación de pobreza multidimensional en Colombia fue 19,6%, en la zona urbana 13,8 % y en la zona rural de 39,9 %. Los niños pobres del sector rural solo pueden asistir a la educación pública. El país conoce que para personas mayores de 15 años el promedio de años de educación en zonas rurales es cercano a 6 años y en zonas urbanas a 10 años. La tasa de inasistencia en 2014 para el sector rural era del 57,8 % y para el urbano del 47,2 %. El tema es muy grave porque no existe un plan serio (con recursos) en educación para revertir esta situación y gobierno tras gobierno repetimos el ciclo de pobreza, violencia, ilegalidad y subdesarrollo en las zonas rurales.

Además, de acuerdo con el Dane, en 2018, a nivel nacional la pobreza monetaria alcanzó el 27 % de la población, en situación de pobreza monetaria extrema se encontraban 3.508.000 personas y la distribución del ingreso en el total nacional era de 0,517.

Lo peor es que este Gini de 52 % creció en el último año. Según el Dane, “la desigualdad matemáticamente tuvo una desmejora gracias a que el ingreso real per cápita de la población más rica del país se incrementó 3,3 % y el de la población más pobre disminuyó 0,9 %”. Lo anterior significa que las familias con mayores ingresos cada vez pueden destinar más recursos a la educación privada de sus hijos. Recordemos que, en 2018, en ciudades como Bogotá la educación básica y media privada alcanza el 42 % del total y que a nivel nacional la matrícula privada en educación superior representa el 50 % del total. Estos datos pueden explicar por qué se frenó el incremento de la matrícula de la educación superior en Colombia, durante los dos últimos años, los pobres tienen menos recursos para financiar la educación superior de sus hijos.

Diversos estudios han demostrado que los estudiantes menos pobres son los que al final terminan educación media. Por ejemplo, Un estudio de Sánchez y otros  encontró que mientras más del 70 % de los estudiantes en estrato 2, 3 o más llega a undécimo grado, solo el 56 % de los estudiantes en estrato 1 logra dicha meta; así mismo pertenecer a un hogar estrato 1 está asociado a 0,86 años menos de logro esperado y un estudiante que viva en un hogar estrato 1 está asociado significativamente a una mayor probabilidad de repitencia en la secundaria.

Además de las enormes brechas entre la zonas urbanas y rurales, convivimos con más de 8 millones de desplazados y el 35 % de los hogares tienen jefatura femenina.  Respecto a la participación y acompañamiento de los padres de familia un grupo de profesores de Cartagena manifiesta que a las reuniones en donde citan a los padres de familia, solo asiste el 60 %, el resto sostiene que no tienen tiempo, no les dan permiso en sus trabajos y un día que no trabajen, según ellos, es un día que dejan de llevar el sustento a su familia. Las familias más pobres no colaboran, ni les importan la calidad de la educación, ese es un problema del maestro.

La mayoría de las familias no tienen casa propia. En  2017, según el Dane el 45,2 % de los hogares colombianos habitaba en vivienda propia, mientras que en arriendo o subarriendo se encontraba el 34,5 % de la población, de nuevo, los más afectados por el tipo y propiedad de la vivienda son los más pobres.

A la mayoría de los colegios oficiales llegan las familias pobres, desplazadas, sin vivienda propia y sin empleo formal; estas familias carecen de arraigo barrial o veredal y; en estas condiciones es muy difícil que directivos y maestros exijan desde la educación oficial a la familia del estudiante que tenga algún sentido de pertenencia y de compromiso con el colegio.

La escuela pública y sus docentes deben subsistir en el aula con familias y niños que durante un año se pueden trasladar de vivienda más de una vez; cada desplazamiento o traslado de la familia significa un niño que se va de un colegio oficial y que en el mejor de los casos se le envía a otro colegio, si la familia no le consigue colegio perderá el año escolar, en el siguiente curso será un niño con extra edad, es decir, a punto de abandonar de manera definitiva el aula escolar.

Imaginemos las dificultades que ocasiona para el trabajo de un docente en el aula, explicar por qué se fue un niño o darle la bienvenida a otro a mitad del curso e involucrarlo al nuevo proceso pedagógico y curricular, en un entorno hostil. Sin olvidar, los temas emocionales y de frustración que le produce a un niño o adolescente tener que, de manera abrupta, abandonar su entorno barrial o veredal, su colegio y, sobre todo, a sus compañeros y profesores, a los que amaba.

La historia se repite, cuando el desplazamiento interno disminuyó, ahora llegan niños venezolanos, ellos pertenecen a familias pobres, desplazadas, sin vivienda propia y sin arraigo. Pregunto: ¿qué acciones se están desarrollando para atenuar los efectos en permanencia y calidad de la educación pública que tiene el desplazamiento masivo de familias venezolanas con sus niños y adolescentes? Duro construir educación pública de buena calidad con niños vulnerados y hasta maltratados y sin política pública para atenuar estas circunstancias.

Fuente: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/hechos-sociales-que-inciden-en-la-calidad-de-la-educacion-publica-por-angel-perez/270500

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La educación democrática mediante la práctica cotidiana

Reflexiones en torno al ‘Manifiesto por una Educación Democrática en Valores’ y cómo hacer de la democrácia algo más que votar cada cierto tiempo a través de la educación.

Por José Palos 

Estando totalmente de acuerdo con el Manifiesto, que ya firmé, su lectura me ha llevado a exponer algunas reflexiones.

Además de las constataciones sociales presentadas que justifican la necesidad del manifiesto, considero que se podría añadir una más, al menos, como matiz. La democracia se ha reducido al acto de votar a unos representantes políticos y eso ha desactivado el interés por la participación democrática en la vida cotidiana. Se ha instaurado una democracia institucional delegada que construye ciudadanos pasivos y con la conciencia tranquila por haber cumplido su obligación de votante. Y diría que, como consecuencia, se ha ido generando una falta de credibilidad en el valor y utilidad de su participación directa en las decisiones relacionadas con la organización de la vida comunitaria.

Salvemos las excepciones personales o colectivas y los movimientos emergentes focalizados en tiempo y espacio limitado. Pero, en general, se confunde en gran medida el poder de decisión ciudadana con la capacidad de decidir o gestionar las alternativas económicas que el sistema nos ofrece a cada uno; es decir, de consumir en todas sus modalidades. También la participación se ha convertido en tener información técnica para gestionar problemas o situaciones personales. La participación democrática en políticas públicas queda delegada esencialmente a los políticos. Diríamos que es un éxito ideológico del sistema económico neoliberal el interés y bienestar individual por encima del comunitario. En este sentido, es cierto que la lucha por la democracia no se acaba nunca. Hay que construir confianza en el poder de los ciudadanos desde la vida comunitaria cotidiana.

En la generación de esta confianza tiene una papel fundamental la educación. Una educación democrática en que la democracia sea una práctica real en los centros educativos y, posteriormente, a lo largo de toda la vida una formación que aporte criterios y facilite la actualización permanente de los ciudadanos. Esto debería ser un derecho gratuito, posibilitado por el sistema público como una necesidad de los ciudadanos para poder participar en los cambios de la sociedad. Unos cambios en los que no han tenido poder de decisión pero que tampoco pueden obviar con el riesgo de aumentar más la brecha tecnológica y cultural. Es decir, una educación y formación a lo largo de toda la vida que aporte competencias personales, sociales y axiológicas. Que haga ciudadanos críticos, que las aporte conciencia social y que después se impliquen y tomen un compromiso y responsabilidad social, es decir, una participación política en la vida comunitaria.

Una educación democrática significa educar en unos valores democráticos, no sólo es una cuestión organizativa, técnica o de procedimiento. Por lo tanto, una escuela democrática es o debería ser un proyecto educativo con recursos, que cree conciencia social, que fundamente una sociedad socialmente justa, equitativa, inclusora, participativa, corresponsable, respetuosa, dialogante, etc. Por eso, la capacidad adquisitiva de las familias no debería ser un impedimento para recibir una educación democrática de calidad, entonces no sería socialmente justa, ni para todos. Dentro de la necesidad de una educación pública, de calidad, democrática y gratuita para todos.

Una educación democrática quiere ser para todos y quiere contar con todos. Su marco es la diversidad como hecho natural y social y debe tener como referente, medio y objetivo la diversidad social presente en el ámbito educativo. Por eso, pertenecer o no a una determinada comunidad no puede ser impedimento o ventaja para recibir una educación abierta, plural y no sesgada por ideologías o creencias religiosas determinadas. El principio y planteamiento de una educación democrática debe ser inclusor y no excluyente ni supremacista. Las religiones y su presencia patrimonial deberían quedar en el currículo como formación cultural y artística, es decir, no debería haber docencia religiosa confesional en los centros, entre otros motivos, para atender a la diversidad religiosa y cultural cada vez mayor en las aulas. Las creencias religiosas como opciones personales deberían ser tratadas fuera del centro educativo, por la institución religiosa correspondiente.

La escuela democrática o aquella cuya misión es educar en la democracia construye e impregna de valores democráticos su práctica y, por lo tanto, tendría que vivir la democracia en su vida diaria. Una vivencia realmente democrática, con la participación de toda la comunidad educativa en las decisiones sobre los proyectos, la organización y gestión necesarias para conseguir los objetivos comunes. Una participación auténtica, donde se respeten y lleven a cabo las decisiones de todos, también y de forma especial, la del alumnado si se quiere que crean en lo que hacen. Es decir, que la práctica democrática no se reduzca sólo a hacer consultas o debates formales. Y para que la educación democrática de los centros sea más significativa y su valor político sea más evidente debería estar vinculada a la vida local. Con proyectos de incidencia en la comunidad. Un aprendizaje experiencial de valores democráticos, con intencionalidad de mejora social, de construir una vida local más justa supone reinterpretar la metodología de trabajo en las aulas. En este sentido, el profesorado de un centro cuya misión es educar en la democracia debería poder disfrutar de un tiempo para la reflexión sobre la práctica democrática en el centro. También sobre su incidencia en la construcción de un centro democrático y en especial en los aprendizajes de los valores democráticos de sus alumnos.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2019/04/30/la-educacion-democratica-mediante-la-practica-cotidiana/

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Luces de la reforma: Educación superior, ciencia y tecnología

Por: Roberto Rodríguez

Aprobada en la cámara de Diputados en lo general y en lo particular, y en el Senado únicamente en lo general, la reforma de los artículos 3o., 31 y 73 de la Constitución deberá continuar el proceso legislativo correspondiente antes de su promulgación. La votación de las reservas planteados por Senadores en la sesión del 30 mayo, último día del periodo ordinario de sesiones, cambió el panorama del trámite legislativo. Se suponía que, al igual que en el congreso de los diputados, en la cámara alta la iniciativa pasaría sin mayores dificultades. Pero no fue así. El paquete de reservas de los senadores deberá trasladarse ahora a la cámara de diputados, votarse, remitirse el resultado a la cámara revisora y volverse a votar en ella. Hasta ese momento podrá enviarse el dictamen final a los congresos estatales, y cuando se logren 17 aprobaciones remitirse al titular del poder ejecutivo para que ordene su publicación en el Diario Oficial de la Federación. Todo ello fuera en el periodo extraordinario que se acuerde.

En ese panorama conviene hacer algunas precisiones sobre el proceso en que ha transcurrido la reforma. La iniciativa presidencial fue entregada al Congreso el 12 de diciembre del año pasado. Esta fue ampliamente modificada por la negociación entre los partidos de oposición, el partido mayoritario en la legislatura federal y las autoridades educativas, el texto final dejó insatisfechos a dos colectivos. Por un lado, al Partido Acción Nacional cuyos legisladores votaron contra la reforma al considerar que el texto final deja abierta la puerta para que la contratación y promoción del personal docente de la educación básica proceda a través de criterios y mecanismos ajenos al mérito académico. Por el otro, a algunos legisladores de Morena afines a la CNTE que aprecian que la reforma fue insuficiente para satisfacer las demandas de su organización en materia de gestión laboral del trabajo docente. La posición de la CNTE fue respaldada por algunos académicos, intelectuales y periodistas.

El 28 de abril, el presidente fustigó a ambos grupos al señalar que “ahora unos maestros se opusieron, fíjense, a la reforma que se aprobó en la Cámara de Diputados y votaron, algunos diputados maestros, igual que como votaron los diputados de los partidos conservadores, ahí se unieron con los fifís” (Reporte Índigo, 28 de abril 2019). La reacción del PAN, de los diputados afines a la CNTE y de la mayor parte de los comentaristas de la reforma se ha centrado en el punto de mayor tensión en el debate legislativo: ¿cómo se va a controlar el ingreso y la promoción de los nombramientos docentes?
Esta justificada preocupación ha impedido advertir a la opinión pública y a los propios legisladores varios temas que la reforma constitucional resuelve satisfactoriamente. Es el caso de la normativa aplicable a la educación superior y al sistema de ciencia, tecnología e innovación que se incluye en ésta. Cabe advertir que la iniciativa presidencial, además de sustraer en el proyecto la fracción VII del artículo Tercero, que incluye las garantías constitucionales a la autonomía universitaria, establecía principios de obligatoriedad y gratuidad aplicables a la educación superior.

A instancias de la Red Educación Derechos, cuya plataforma de Mantener Mejorar e Innovar (MMI) fue adoptada por el bloque parlamentario opositor, además de insistir en la recuperación de dicha fracción, se logró incluir una nueva fracción, la décima, que precisa el alcance de la obligatoriedad. El texto aprobado quedó como sigue:

“X. La obligatoriedad de la educación superior corresponde al Estado. Las autoridades federal y locales establecerán políticas para fomentar la inclusión, permanencia y continuidad, en términos que la ley señale. Asimismo, proporcionarán medios de acceso a este tipo educativo para las personas que cumplan con los requisitos dispuestos por las instituciones públicas.”

Esa redacción establece con claridad que la obligatoriedad referente a la educación superior es para el Estado y no para los individuos. Precisa además la obligación de autoridades de la federación y los estados de establecer políticas para fomentar el acceso, permanencia y continuidad de los estudiantes en ese ciclo de estudios. Esta fracción se complementa con un artículo transitorio (el quinceavo en la lista correspondiente) en que se establece el mandato de reservar recursos suficientes para que pueda cumplirse el ordenamiento de la fracción citada:

“Para dar cumplimiento al principio de obligatoriedad de la educación superior, se incluirán los recursos necesarios en los presupuestos federal, de las entidades federativas y de los municipios, en términos de la fracción VIII del artículo 3o. de esta Constitución. Asimismo, se establecerá un fondo federal especial que asegure a largo plazo los recursos económicos crecientes para la prestación de estos servicios y la plurianualidad en la infraestructura.”

Por otra parte, el texto de la reforma estableció un nuevo derecho, de la mayor relevancia para el sistema de investigación científica, desarrollo tecnológico e innovación del país. Se trata de la fracción V del artículo, que establece que:

“Toda persona tiene derecho a gozar de los beneficios del desarrollo de la ciencia y la innovación tecnológica. El Estado apoyará la investigación e innovación científica, humanística y tecnológica, y garantizará el acceso abierto a la información que derive de ella, para lo cual deberá proveer recursos y estímulos suficientes, conforme a las bases de coordinación, vinculación y participación que establezcan las leyes en la materia; además alentará el fortalecimiento y difusión de nuestra cultura.”
En la sección de artículos transitorios, tanto para la educación superior como también para el sistema de ciencia y tecnología, queda fijada la obligación del poder legislativo de procesar nuevas leyes en la materia, es decir una ley general de educación superior, de la que carecemos hasta el momento, y una ley general de ciencia tecnología y educación. Según el artículo sexto transitorio, ambas deben ser expedidas en el año 2020.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/luces-de-la-reforma-educacion-superior-ciencia-y-tecnologia/

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Malos tiempos para leyes y pactos educativos

Por: Jaume Carbonell

Las reformas educativas son necesarias para extender el derecho a la educación y promover diversas mejoras, pero hoy existe una saturación y quizás conviene aparcarlas temporalmente. ¿No sería más efectivo impulsar un programa de medidas de choque con carácter urgente?

No me atrevo a hacer ningún pronóstico sobre los resultados de esta segunda vuelta electoral donde se dirime el futuro político, social y educativo en la Unión Europea, en buena parte de las comunidades autónomas y en los ayuntamientos. ¿Podrán estos resultados condicionar la política educativa ministerial? Sin duda alguna, pues los acuerdos pueden ser más o menos estables y girar decididamente hacia la izquierda, o bien más volátiles y virar, según los casos, tanto a la derecha como a la izquierda. En ambos escenarios parece, a juzgar por los compromisos previamente adquiridos, que la LOMCE, la reforma educativa más segregadora y conservadora de la democracia impulsada y aprobada casi exclusivamente por el Partido Popular, tenga los días contados. Aunque también existen dudas razonables acerca de su grado de liquidación y de la rapidez con que se produzca. Porque la política da muchos vuelcos y más de una sorpresa.

Supongamos que ya no hay LOMCE. ¿Se planteará una nueva ley de educación y se trabajará para lograr un gran pacto de Estado entre los distintos grupos políticos? Sobre el papel poca gente lo cuestiona pero, en la práctica, las diferencias se imponen a las coincidencias y no hay manera de tirarlo adelante. Basta recordar los esfuerzos infructuosos de algún gobierno para lograrlo. ¿Vamos a escribir de nuevo la crónica de un fracaso anunciado? Y algo aún más llamativo: salvo a los aparatos políticos y algunos núcleos muy sensibilizados y comprometidos de diversos colectivos socioeducativos, el grueso del profesorado y de la comunidad educativa milita, respecto a este asunto, en la pasividad e ignorancia pura y dura. ¿Quién se acuerda o se interesó en su día -y apenas ha transcurrido un año- de las comparecencias de numerosas personas vinculadas al sector de la enseñanza? Dinero y tiempo malgastado y sin retorno. Por otro lado, la comunidad educativa anda harta con tanta reforma ¿Cuántas van en apenas cuatro décadas de democracia? ¿Acaso en otros países, y más aún en los que disponen de sistemas educativos más inclusivos y exitosos, se suceden leyes con tanta frecuencia?

Más interrogantes. ¿Quiere ello decir que las reformas educativas no son necesarias e inclusivo imprescindibles? Sin duda alguna, sobre todo cuando se articulan debidamente los principios de equidad y calidad, extendiéndose la educación para todos y todas en los diversos niveles. Pero ahora no es el momento, porque existe demasiado cansancio, escepticismo, desafección y divorcio entre lo macro y lo micro: entre que se legisla desde arriba y lo que sucede cotidianamente en el piso de abajo, en la realidad de las aulas. Los responsables políticos y educativos tienen, al menos, dos misiones: trabajar para establecer un marco de acuerdos y trabajar aún más para que las decisiones sean conocidas, compartidas y tomadas por la comunidad educativa y el conjunto de la ciudadanía. Y ello requiere crear las condiciones adecuadas para recuperar la confianza y alumbrar consensos y complicidades. Es lo que marca la diferencia entre una democracia participativa que ejerce un seguimiento y control continuo sobre las actuaciones y decisiones de los gobernantes y una democracia formal que se limita a depositar un voto cada cuatro años para elegir a sus representantes.

¿Qué condiciones podrían crearse hoy para recuperar el deseo de participar en un proyecto de reforma educativa? Se me antoja que, en una primera fase, la comunidad educativa agradecería unas medidas de carácter urgente y de amplio consenso que contribuyeran a revertir los severos recursos aplicados a raíz de la crisis, con un presupuesto educativo que alcance el 5% del PIB. Pongamos que hablamos de la reducción de las ratios; de la ampliación de plantillas docentes y de otras figuras profesionales para atender la más amplia diversidad, el fracaso, el abandono escolar prematuro y otro tipo de problemáticas sociofamiliares; de la mayor dotación de becas; de evitar el cierre de unidades públicas, de no conceder más conciertos a la enseñanza y de suprimir los de aquellos centros que segregan por sexos; de la formación permanente del profesorado por parte de las administraciones; de diversos apoyos para la renovación pedagógica; de medidas contra la segregación escolar; de iniciativas experimentales para cambiar el método de acceso a la formación inicial y a la profesión -como ya se está haciendo en algunas comunidades-; de recursos y programas para combatir la violencia de género, promover la educación en valores democráticos y los Derechos Humanos o para la recuperación de la memoria histórica. Para esto no hay que esperar a una nueva reforma educativa, cuyo proceso y aplicación se dilata demasiado en el tiempo. Un gobierno progresista de coalición u otro con gobierno del PSOE en solitario -a la manera portuguesa- con un programa común de legislatura con Unidas Podemos y otras fuerzas minoritarias puede tirar adelante estas medidas: con valentía política y con recursos suficientes. El dinero, obviamente, no lo es todo pero, sin él, no existen milagros (esto sirve para las políticas educativas tanto del Ministerio de Educación como para las de las distintas consejerías de educación de las comunidades autónomas, cada una con sus propias singularidades).

La LOE, la ley anterior, podría seguir funcionando de manera transitoria hasta que se crearan las condiciones antes señaladas para emprender una nueva reforma educativa. Algo que requiere tiempo, debate profundo e implicación de los diversos actores educativos y sociales con objeto de conectar la sociedad con la educación y la comunidad educativa con la Administración. El Documento de bases para una nueva política educativa elaborado por el Foro de Sevilla y que cuenta con numerosos apoyos es un punto de partida para tener en cuenta, aunque no es suficiente.

Contiene temas que han de entrar en cualquier agenda del cambio educativo como el sentido y la apuesta prioritaria por la escuela pública y el lugar de la escuela privada; la laicidad de la enseñanza; la lucha contra la segregación y por la inclusión educativa; la profesión docente, o la función del currículo. Pero hay otras cuestiones que, por su complejidad, exigen un diagnóstico más en profundidad: las nuevas necesidades del desarrollo humano; el sentido del aprendizaje en una sociedad crecientemente compleja; el grado real de renovación pedagógica y de transformación democrática de los centros; o la educación a lo largo y ancho de toda la vida. Las reformas actuales son básicamente y contradictoriamente escolares, cuando la educación adquiere un progresivo protagonismo fuera de la institución escolar. De ahí la necesidad de vertebrar la educación con todos los ámbitos y recursos que afectan la socialización de la infancia y la juventud.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2019/05/08/malos-tiempos-para-leyes-y-pactos-educativos/

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La política educativa mexicana: mirada regional

Por: Juan Carlos Yáñez

Retos y puntos fuertes del sistema que escolariza a más de 30 millones de estudiantes en 250.000 escuelas en las que trabajan más de un millón y medio de docentes.

México estacionó en un momento político inédito. Envuelto en un torrente de transformaciones declaradas, y creciente inconformidad de opositores al nuevo gobierno, la educación está convertida en uno de los núcleos de polémica, por las dificultades inesperadas que encontraron el gobierno federal y sus aliados para impulsar la reforma que cancele la emprendida en el régimen anterior, promesa que empeñó el entonces candidato, Andrés Manuel López Obrador, pero que enfrenta dura resistencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, disidencia magisterial del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, el más numeroso de Latinoamérica y con poderosa capacidad de movilización.

En paralelo con la discusión de los actores políticos, sindicatos, partidos y en medios de comunicación, el mundo académico se incorpora de distintas formas, entre ellas, con artículos periodísticos, debates en redes sociales, congresos y foros, así como la producción de libros y compilaciones, cuyos análisis son, al mismo tiempo, testimonio, interpretación y exposición de escenarios futuros para el segundo sistema educativo más grande de América Latina.

En ese panorama de producción de documentos para comprender el pasado reciente y tratar de descubrir pistas por donde transcurrirán las políticas y el funcionamiento escolar, apareció recientemente un estudio que analiza el sistema educativo mexicano desde la perspectiva de esta región mundial. La autoría es de la Oficina Regional del Instituto Internacional para el Planeamiento de la Educación (IIPE), de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). El informe, publicado a finales de 2018, se realizó por convenio con el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE). Fue presentado a mediados de abril en Ciudad de México por el coordinador del estudio, Néstor López, quien dirigió un equipo conformado por Vanessa D’Alessandre, Noelia Delgado Ferreiro, Malena Seguier y Laura Sanclemente.

Titulado La política educativa de México desde una perspectiva regional, el libro se estructura en dos partes. En la primera, centra en cuatro focos el análisis de la política: currículo y modelos de gestión curricular; infraestructura, equipamiento y tecnología; docentes y estudiantado. Dedica atención relevante a los esfuerzos del gobierno por cumplir el mandato del artículo 3º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que establece como máxima garantizar el derecho a la educación de calidad para todos, desde la enseñanza preescolar (3-5 años de edad) hasta la media superior (15-17 años), llamada en otros países, secundaria superior. Una de las preguntas centrales que orienta el análisis es: “¿Logran las diferentes políticas implementadas reducir las brechas históricas en el acceso al conocimiento?”.

El objetivo es aportar al debate actual sobre la política educativa, con una mirada fundada en dos perspectivas: observar el sistema mexicano como resultado de la historia, con una invitación a pensar el futuro; la otra, que pone en diálogo seis aspectos destacados de la política mexicana con otros países del subcontinente.
Las consideraciones finales de la primera parte pueden resumirse así: solidez del sistema educativo, pues a pesar del tamaño en la educación obligatoria [casi 250 mil escuelas, 1.6 millones de maestros, más de 30 millones de estudiantes] se “evidencia el proceso de acumulación que se fue dando a lo largo de la historia, y que permite suponer la presencia de una oferta educativa en casi la totalidad del territorio”. La grandeza del territorio, su diversidad y complejidad, sin embargo, constituyen un escenario adverso frente al cual “universalizar su oferta”, por el tamaño demográfico, el peso de la población infantil y juvenil y la heterogeneidad geográfica, donde conviven ciudades enormes con una inmensa cantidad de poblaciones pequeñísimas, dispersas y de complicado acceso. Los autores sostienen que el problema se centra más bien en la calidad de la oferta que la presencia territorial.

Una segunda conclusión basada en los focos de análisis conduce a los autores a suponer que existe un esfuerzo histórico innegable para “mantener vivo ese sistema”, sosteniéndolo, reproduciéndolo y tratando de mejorarlo. Dan cuenta también, brevemente, de los procesos históricos de redireccionamiento de la política educacional, cuya expresión más reciente y controvertida es la Reforma de 2013, pero, advierten, “la Reforma Educativa no es la agenda de la política educativa de México”.

Dicha agenda dialoga con la historia y el conjunto de la política educativa; lo que efectivamente introduce la Reforma de 2013 es la aspiración de universalizar el derecho a la educación de calidad, como así lo hacen otros países de la región, pero: “No es posible analizar en sí a la Reforma Educativa, sino en su capacidad de incidir sobre el flujo permanente de acción que define a la política educativa de México”; esto es, una mirada histórica, relacional, no coyuntural y circunscrita a un periodo de 6 años, duración de la presidencia del país.

La información analizada en el documento conduce a los responsables del estudio a observar un sistema “que se transforma”, y ejemplifican con avances en la expansión de cobertura, reducción en brechas de acceso y mejora en indicadores de graduación. Concluyen la primera parte con un enunciado que delinea la complejidad de las tareas por delante: “Cada avance en el funcionamiento del sistema educativo representa la conformación de un nuevo escenario cuyos próximos pasos son más difíciles”. Parece perogrullada: en la medida que se van resolviendo problemas, los restantes tienen mayor grado de complejidad, eso explica que, sorteado un umbral, los progresos se ralentizan.

Muchos de esos otros desafíos, algunos históricos, desbordan al sistema escolar y, por tanto, obligan a la convergencia con otras áreas y políticas del gobierno, práctica todavía reciente en México, que podría alargar (incluso aletargar) los progresos en el anhelado propósito de concretar el derecho a la educación, cuando el siglo XXI todavía suscite esperanzas y no haya cincelado epitafios prematuros.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/05/06/la-politica-educativa-mexicana-mirada-regional/

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Arquitectura del cerebro y DTIN

Autor/a: Luis Bonilla-Molina

  1. Siguiendo las migajas de pan que deja el ogro

Esta nueva entrega de la serie de artículos dedicados al análisis de la perspectiva del Banco interamericano de Desarrollo (BID) en materia de Desarrollo Temprano de la Inteligencia en la Niñez (DTIN), es un esfuerzo que se realiza en medio de las múltiples tareas que adelanto de manera simultánea en estos momentos, pero, además, en la contingencia derivada de la actual coyuntura de asedio a mi país.

Esta serie es un esfuerzo de sistematización crítica, que seguramente no develará todas las aristas, pero es una invitación para que los colegas de las pedagogías críticas combinen el estudio de los referentes históricos con los documentos que develan la orientación actual del modo de producción dominante en materia educativa.

En América latina y el Caribe el papel del BID es esencial en la estructuración de las reformas y contrarreformas educativas en marcha y por venir. No es un actor neutro, por el contrario, cada vez el BID se convierte de manera más nítida en una instancia altamente politizada, como lo evidenció el apoyo que le diera el presidente de este órgano, el señor Luis Alberto Moreno, a la tentativa del señor Guaido el día 23 de febrero de 2019, para generar una desestabilización en la frontera de Venezuela con Colombia, así como en la oferta de apoyo financiero que le formulara en nombre del BID, para un eventual gobierno de transición, si este fuera conducido por el actual líder de la oposición venezolana.

Pero más allá de estas circunstancias, reitero la invitación a leer, desde la perspectiva y la metódica de las pedagogías críticas, cada uno de los documentos de este órgano en materia educativa y muy especialmente la serie sobre desarrollo infantil, en razón que sus enunciados seguramente se expresarán en las operaciones de cambio que impulsen los gobiernos de la región en los próximos meses y años.

En el caso de este serie de artículos, utilizando como documentos base de trabajo las publicaciones del BID, aprovecho la oportunidad para avanzar en la construcción de referentes alternativos que nos permitan ir elaborando nuestras propias narrativas e imaginarios respecto a la educación inicial, que empalmen con otras producciones y las resistencias pedagógicas de este nivel educativo, que hoy se desarrollan en todo el continente nuestro americano.

 

  1. Construyendo la arquitectura del cerebro

Iniciemos en esta entrega con el abordaje del cerebro y su arquitectura en los procesos de desarrollo temprano de la inteligencia en la niñez.

Somos seres sociales y la realidad en la que interactuamos cada uno de nosotros(as) esta mediada por las condiciones materiales de vida. Esa materialidad se expresa en la cultura, es decir, en las amistades que tenemos y las que buscamos, las condiciones laborales, el modelo de relación de pareja, el lugar en el cual vivimos, las interpretaciones que hacemos de los conflictos familiares y sociales, la escuela a la que fuimos y enviaremos a nuestros hijos e hijas, la posición política que tenemos sobre el medio ambiente, el aborto, las migraciones, la diversidad cultural, el deporte que decidimos seguir o practicar, la espiritualidad que asumimos. Ello es lo que expresa la clase social a la cual pertenecemos y la conciencia que tenemos de ello.

La mayoría de las veces no hemos asumido como propio ese capital cultural y creemos que los demás que se definen en la línea de nuestros paradigmas, piensan igual que nosotros. Nada más alejado de la realidad. Además, como nos enseñó Pierre Bourdieu (1930-2002), dentro de una misma clase social existen diferencias culturales, cognitivas, emocionales y experienciales derivadas de los recorridos particulares las distintas familias e individuos.

Esa singularidad solo es posible gracias a nuestro diseño cerebral, a nuestras redes sinápticas que han construido unas interpretaciones que no solo expresan nuestra forma de sobrevivir en el mundo, sino también la forma particular como lo asumimos. Ese capital cultural se va consolidando en una interpretación intersubjetiva de la realidad que se conforma en nuestro paradigma de vida.

La primera labor que tenemos que asumir como pedagogos críticos es tratar de hacer consciente esta realidad histórico cultural concreta y, a partir de ella, plantearnos un horizonte de transformación personal, familiar y social como marco en el cual abordamos el hecho educativo.

En el caso de los padres de familia, es necesario entender la realidad en la cual se vive para poder acompañar de manera adecuada a nuestros hijos e hijas en el proceso de construcción ética de su andamiaje cerebral. Esta es la situación ideal desde una lógica de compromiso social pleno. Pero, como esto no suele ocurrir en la mayoría de los casos, es la sociedad y el Estado quienes deben asumir la contingencia de contribuir a garantizar el mejor entorno posible para este advenimiento.

En el modelo de educación moderno, Comenio (1592-1670) subrayó la importancia de contar con una educación para los primeros años, organizada por el Estado y desarrollada por los maestros y maestras como científicos sociales, quienes tendrían la tarea de: a) trabajar desde lo pedagógico las carencias de bases culturales comunes que se evidenciaban en muchos niños y niñas; b) potenciar los cimientos cognitivos y morales positivos que se expresaban en su cotidianidad y; c) construir un mínimo consenso cultural que permitiera existir como sociedad civilizada.

Lo cierto es que cuando Comenio formuló sus ideas, en el continente nuestro americano, a diferencia de lo que ocurría en la “Europa civilizada”, muchos niños y sus padres vivían en condiciones de esclavitud y de marginalidad terrible, mientras que otros no eran sujetos de derecho pleno, sino que eran asumidos como pequeñas versiones de los adultos. El adulto centrismo era el lente con el cual se invisibilizaba conceptualmente y en la práctica cotidiana al niño y niña.

El desarrollo tardío del capitalismo en América Latina y el Caribe, demandó el impulso de los proyectos de independencia nacional, a partir de los cuales las ideas liberales en materia educativa encontraron caminos de expresión real en la región. Se estructuran los sistemas escolares y dentro de ellos el kindergarten aparece casi como una política opcional o complementaria.

El Kindergarten y las “escuelitas pagas” fueron los primeros intentos por apoyar institucionalmente el desarrollo temprano de la inteligencia de la niñez, en el primero de los casos, explorando su propia identidad desde lo lúdico y el arte; en el segundo, más centrados en los aprendizajes básicos de lectura, escritura y operaciones matemáticas de base. Pero inicialmente su desarrollo fue precario y cuasi experimental.

Progresivamente se comienza a estructurar el nivel de la educación preescolar para niños y niñas de 3 a 7 años, tanto en las legislaciones y sistemas educativos, como en la formación docente (inicial y continua); posteriormente se comenzaría a trabajar la educación maternal mediante las figuras de hogares de cuidado diario. Todo ello hasta llegar al concepto de educación Inia que incluye el periodo maternal institucional y el preescolar, no como estancos sino como dinámicas integradas y complementarias.

Sin embargo, el conocimiento que se tenía sobre el funcionamiento del cerebro era muy precario y, casi por ensayo y error, se asumía que la reiteración de las enseñanzas y las evaluaciones de los aprendizajes eran las evidencias más próximas para la determinación de la inteligencia y la eficacia de la enseñanza.

El estudio del cerebro, desde los griegos, estuvo vinculado a la polémica sobre la localización de la mente y la inteligencia; unos pensaban que la masa gris, de un kilo de peso, era su lugar de localización, mientras otros lo negaban. Más tarde, René Descartes (1596-1650)sumaría leña al fuego de esta polémica, al separar la mente del cuerpo y, dejar al cerebro en un papel prácticamente accesorio funcional.

El estudio sistemático y científico del cerebro es reciente, prácticamente ubicado en el siglo XIX. Estos estudios permitieron relocalizar la mente y la inteligencia en el cerebro, dando paso a los estudios del aprendizaje, así como las mediciones de la inteligencia. Entre Alfred Binet (1857-1911) y sus estudios del coeficiente de Inteligencia y, Hanna Damasio (1942-  ) con la identificación de la corteza prefrontal como una de las zonas responsables de las emociones y la razón, muchas tentativas se hicieron para conocer mejor al cerebro.

Las pedagogías han vivido desde sus inicios una relación de amor y odio con los avances en los estudios del cerebro, que se evidencian en las polémicas sobre la mente humana como una “tabula rasa” o la defensa de las “ideas innatas”. Cerebro, mente, inteligencia, conciencia crítica y acción transformadora de carácter reflexivo se conforman en un espectro de interés para las pedagogías, a partir de los estudios que en la materia se realizan.

Los debates que se han generado alrededor del estudio del cerebro y sus funciones, han impactado incluso al marxismo, al materialismo dialéctico, en la pre historia de las pedagogías críticas. La relación de las condiciones materiales en las cuales el individuo nace y crece, la forma como se produce la relación de éste con su entorno y la capacidad para transformar la realidad, pasaron a ser elementos de interés en la mirada dialéctica de las estructuras cerebrales y su arquitectura.

Luego, emerge la necesidad de conocer los mecanismos, la lógica constructiva del pensamiento crítico, lo cual toca de manera determinante a la mente humana. Surge en el campo educativo la noción de proyectos emancipatorios, de educación liberadora, que agregan una problematización teleológica al pensamiento crítico. Todas estas preocupaciones constituyen parte del recorrido de las pedagogías críticas, pero también de los científicos sociales dialécticos que estudian el cerebro.

Surgen dos grandes enfoques epistemológicos que influyen en los campos de trabajo sobre el cerebro. El primero, que lo considera una especie de máquina con componentes, procesos y resultados. La segunda, que se concentra en la plasticidad del cerebro, en su capacidad permanente para construir redes de procesamiento de información. El primero rápidamente se vincula al campo de la informática, el pensamiento lógico matemático y la programación neuro lingüística, entre otros. El segundo, se asocia a la inteligencia artificial, la evolución del ADN humano y el aprendizaje abierto, pero también a los enfoques de pensamiento crítico, de teoría crítica. Ambos, se relacionan con los estudios de la ideología, la modelación de conductas, pero también al aprendizaje significativo y las teorías del caos y la complejidad.

Con la llegada de la tercera revolución industrial en la década de los sesenta del siglo XX se intensifica el interés en el conocimiento del cerebro y crece el volumen de inversión financiera pública y de la banca de desarrollo en este tipo de estudios.

En todo este proceso queda clara la importancia de acompañar las dinámicas de toma de conciencia de la mente, mediante la educación, la cultura y con los medios de comunicación de masas. El surgimiento y la rápida evolución de la neurociencia le darían un giro de tuerca y una aceleración singular a este tema.

Los avances en el conocimiento del funcionamiento del cerebro, el mapeo del ADN humano, los alcances de la biología molecular, la inteligencia artificial, la robótica y la conexión 5G les plantearon a teóricos de la ciencia de punta, la posibilidad de trabajar en el surgimiento de la era de la singularidad, en la cual el transhumanismo es solo una expresión. Perspectiva que trabaja las posibilidades de fusión de la neo corteza cerebral con la nube digital. En algún momento analizaré en detalle los tres textos lde Ray Kurzweil que abordan este enfoque; el primero, “Máquinas espirituales” (2006), el segundo, “la era de la Singularidad” (2012) y, el tercero, “Como crear una mente” (2015).

Los pedagogos críticos no podemos abstraernos de estos debates y sus implicaciones en la cotidianidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje en el siglo XXI. Por ello, trataremos de hacer una aproximación crítica al llamado desarrollo Temprano de la inteligencia de la niñez, a partir de la epistemología que nos plantea el BID.

 

  1. La concepción, gestación y nacimiento en el proceso de construcción de la arquitectura cerebral

En oposición a las teorías creacionistas el materialismo histórico se centra en los aspectos biológicos reproductivos de la vida, en la evolución de las especies, la importancia del ADN y el desarrollo de la neo corteza cerebral. De hecho, en este terreno existen dos posiciones respecto a la vida humana; una que la ubica en el desarrollo del cerebro en el feto y, la otra, que se concentra en la valoración de la vida a partir del nacimiento. Tal vez por ello, por la falta de debatir ampliamente estas variantes en las pedagogías críticas, hoy tenemos una  limitada bibliografía que trabaje la perspectiva crítica en el proceso de concepción, embarazo y parto. Esta es una deuda que tenemos quienes nos reivindicamos del campo del socialismo científico.

El embarazo tiene que ser una decisión libre de la mujer. Solo ella decide sobre su cuerpo. Si decide continuar el embarazo y no interrumpirlo, tiene el derecho de aspirar y exigir el acompañamiento de su pareja y familia, así como la protección del Estado. Es urgente continuar produciendo un quiebre paradigmático que posibilite romper con la huella de sufrimiento de millones de mujeres, quienes a través del tiempo han vivido el embarazo como reflejo de la concepción sexista, patriarcal y opresora de la sociedad.

Hoy, desde las pedagogías críticas, empezamos a trabajar el tema desde la concepción consciente, saludable, armónica, no patriarcal y profundamente ecológica. Es decir, asumimos como propio el proceso reflexivo desde el cual, la decisión sobre la maternidad y paternidad, parten de una de problematización del mundo en el que vivimos, que nos lleve a vincularnos a procesos alternativos que apuntan a la construcción de otro mundo posible. La desintoxicación de nuestros cuerpos, pero también de nuestros pensamientos y emociones como anticipo al acto amoroso y planificado de la concepción es un tema de especial sensibilidad en esta innovadora perspectiva.

Esto implica la problematización creativa del proceso de gestación, en el cual se deben fortalecer los lazos entre el padre, la madre y el niño en formación, tomando conciencia que el feto no es ajeno a las emociones y estado de salud de los padres y, por el contrario, se debe trabajar una afectuosidad que permita el encuentro permanente. Las manos acariciando a la madre, el roce de pieles en el vientre, los labios del padre posando sobre la barriga que crece y late, pero también el trato justo, solidario e igualitario con la madre, construyen una invitación al niño y niña para que venga al mundo en unas condiciones emocionales de fraternidad y solidaridad. Ello pasa por la defensa de las mejores condiciones de seguridad laboral, descanso y pre y post natal de la madre y el padre, para que el niño o niña pueda contar con los mejores escenarios para su llegada al mundo, caracterizados por la tranquilidad y el goce compartido del mayor tiempo útil posible, para el acompañamiento por parte de sus progenitores, una vez que nazca.

Ello no implica el abandono de la tarea de transformar el mundo, por el contrario, la vibración emocional que implica luchar no solo por lo propio, sino por mejores condiciones para todos y todas, implica una construcción paradigmática para recibir en resistencia activa y constructiva al hijo o hija. En la medida que él bebe desarrolle sus capacidades para comenzar a sentir, la comprensión integradora del afecto crece. Se trata, como lo dije, de preparar el encuentro amoroso que surgirá en el parto.

El propio parto es un tema de debate, donde desde las pedagogías críticas al cuestionar la violencia obstétrica, abriendo paso a formas más armoniosas de apoyar las labores de parto. Se trata de evitar que el niño, desde su nacimiento sienta la violencia de un mundo que la usa para dominar, pero también una forma de mostrarle el respeto que se siente por la madre a quien se le garantizaría de esta manera, el trato humanizante que corresponde a este importante momento.

La reivindicación de lactancia materna no puede ser un acto de castigo a la madre, debe ir acompañada de una adecuada alimentación compensatoria y del apoyo de su pareja y toda la familia. La lactancia y el tiempo de duración de la misma es una decisión de la mujer en la relación dialéctica que construye con sus hijos. No es una imposición moral.

Todas estas condiciones, está estudiado y documentado, tienen un impacto directo en el desarrollo temprano de la inteligencia de los niños y niñas.

 

  1. El contexto humano en la arquitectura cerebral

Las relaciones que establece el niño o niña, desde su nacimiento y durante los primeros meses de vida, con sus padres, hermanos, abuelos, tíos, familia extendida y amigos, es esencial para posibilitar el máximo desarrollo del cerebro, de sus capacidades de registro, análisis, síntesis de ideas, formulaciones críticas y pensamiento autónomo. Pero también le dará un marco de referencia cognitivo y emocional que fundamentará la estética, ética e interacción del niño o niña.

Desde las primeras horas de vida es muy importante el ambiente sensorial del niño, quien comienza a despertar los sentidos que serán los vasos comunicantes con el cerebro respecto a la realidad. Los padres (en plural) deben hablarle, cantarle, recitarle con un volumen adecuado de voz para que el niño o niña comience a identificar cercanías afectivas, pero también diferencias de tonalidades, en lo que comenzará a ser una explosión incesante de diversidades. Los olores deben ser lo menos agresivos y naturales posibles, que le permitan comenzar a distinguir diferencias y establecer las primeras categorizaciones al respecto. En fin, se debe tener pleno convencimiento sobre la importancia de trabajar de manera adecuada el despertar de los sentidos en los niños o niñas. La forma que va tomando el cerebro a partir de las primeras conexiones con el mundo real, ratifican el hecho que éste se hace a partir de la base biológica inicial. Por ello, es correcto afirmar que “el cerebro necesita de una buena base que soporte todo su desarrollo futuro” (BID,2019)

Luego, en la medida que pasan los meses es muy importante la relación de los niños y niñas con sus cuidadores, en una etapa donde no pueden garantizarse su propia defensa y, ni siquiera logran verbalizar su inconformidad. Este acompañamiento no puede ser un acto empírico. Cada vez más los estudios confirman la necesidad de formar adecuadamente, yo agregaría de manera científica, a quienes tienen a su cargo los primeros encuentros sociales y a quienes corresponde ser la representación protectora para los niños y niñas. Esta formación no puede sustentarse en la suposición de “buena fe”, sino en la educación para el desarrollo armónico del cerebro. En consecuencia, debería haber un acompañamiento también para los padres, para el desarrollo de las necesarias habilidades que les permitan cumplir adecuadamente con su tarea.

Una de ellas, lo que Camila Londoño (2017)[1]denomina como las llamadas “interacciones recíprocas de enviar y devolver”, que no son otras cosas que las variantes comunicativas de una misma narrativa visual, gestual, verbal, táctil (jugar, representar, cantar, sonreír) con el niño o niña.

Pero la realidad nuestra que muchos padres tienen trabajos con horarios fijos extendidos, o estudian, mientras otros y otras están en el sector informal de la economía, cuyas dinámicas comerciales demandan una dedicación de tiempo muy extendido.

Entonces surge la necesidad de la educación maternal de 0 a 3 años. Ello implica una estrategia institucional y familiar combinada, que debe partir de una clara agenda social de acompañamiento y apoyo por parte del Estado.  Este esfuerzo procura contribuir a la consolidación y/o desarrollo de habilidades emocionales y sociales, así como “las funciones ejecutivas de auto regulación” (Londoño 2017).

Tanto los padres, la familia, como los adultos cercanos al niño y niña, durante sus primeros años, tienen que ir fortaleciendo, mediante el diálogo y la reflexión compartida la capacidad de los niños y niñas para tomar decisiones asertivas, justas y comprometidas con la transformación creativa del entorno.

En el niño o niña, ello pasa por analizar participativamente los distintos puntos de vista y alternativas, las consecuencias de cada una de las opciones y los beneficios del seguimiento. Esto contribuye a romper la discrecionalidad y el capricho de decisiones inconsultas que no toman en cuenta sus efectos en terceros. Este proceso inicial, aunque cargado de subjetividades, va construyendo un camino de diálogo inter subjetivo que fortalece el cerebro. Ello también parte de una valoración del niño y niña como un sujeto social con derechos y deberes.

Igualmente, importante resulta el desarrollo de habilidades para valorar normas y actuar en consecuencia.  Esto es lo que algunos psicólogos llaman el proceso de construcción de estructuras mentales para la constitución de los arquetipos de normatividad en sociedad. Aprender a escapar de las pulsiones al individualismo, el capricho y la soberbia en medio de la caótica realidad forman parte de un proceso importante en el desarrollo de esas funciones ejecutivas del cerebro.

La idea es regularizar los flujos de información y toma de decisiones en el cerebro. Pero, ello no puede aparecer en el niño como algo mecánico, por el contrario, es importante que comprenda la importancia de superar la tentación a la dogmatización, aprendiendo que toda decisión corresponde a un momento (histórico) y sus circunstancias y, que ante una nueva puesta en escena que se presente como muy similar, es importante reconocer lo emergente, que genera variaciones en la toma de decisiones.

Se trata de fortalecer el pensamiento crítico y la capacidad para actuar en un mundo en permanente cambio. Una mentalidad positiva abierta ayuda a evitar “colisiones mentales” (Londoño, 2017). El desafió es acompañarlos en el proceso en el cual los niños y niñas, edifican el momento en el que se sienten confiados para tomar sus decisiones razonadas de manera independiente, creativa y ética.

Los hogares de cuidado diario, los maternales, las instituciones encargadas de sustituir a los padres durante una cantidad regular de horas diarias, deben contar con profesionales de la docencia formadas(os) para abordar y acompañar de manera científica este proceso.

El discurso de la vocación profesional para los y las futuras docentes, centrado en el voluntarismo, es peligroso, porque desvalora la importancia de una formación deontológica para el trabajo con niñas y niñas en su desarrollo temprano de la inteligencia (DTIN). Ser docente de educación inicial es una actividad científica que demanda una acabada formación profesional para ello; algo que no se puede resolver con un simple título académico convergente.

Cada día son más las y los profesionales en el sector, pero las últimas contrarreformas educativas en la región enfatizan en el desconocimiento de la pedagogía como la ciencia calificada para realizar esta actividad. Es decir, desconocen el carácter científico del trabajo que realizamos los y las docentes.

La despedagogización de los maternales, hogares de cuidado y otras instituciones encargadas de acompañar el DTIN, afecta las posibilidades institucionales de contribuir a un adecuado desarrollo infantil en el primer tramo de la niñez. Esto puede ser especialmente dramático en el caso del preescolar.

Las metas del ODS4 contemplan el compromiso de las naciones con la ampliación de la cobertura en educación inicial (maternal y preescolar), pero no se trata solo de construir locales donde guardar a los niños y niñas como si fueran pequeños alfileres, sino de entender la enorme importancia que tiene el trabajo diario de seis a ocho horas, realizado por profesionales docentes, en el desarrollo integral del niño o niña. Esto solo se puede garantizar con una adecuada formación del personal docente que allí labora, con la experticia que facilita la carrera pedagógica.

Lo lúdico y afectivo constituyen un factor determinante en el adecuado logro de los propósitos y tareas de la educación inicial, pero la tendencia a sobreestimarlos en detrimento de la intervención científico pedagógica puede convertirse en una apuesta por el quiebre de la unión dialéctica entre voluntarismo y conocimiento.

No se trata de hacer una labor educativa adulto céntrica, sino de entender que hay unas premisas científicas y rituales pedagógicos que contribuyen al logro de los propósitos más holísticos del acompañamiento en el desarrollo infantil temprano.

Para Jack P. Shonkoff[2], director del Centro de Estudios del Desarrollo Infantil de la Universidad de Harvard, “el desarrollo saludable de los niños pequeños en los primeros años de vida sienta literalmente las bases para (resolver)casi todos los problemas sociales” (2019). Esta afirmación, expresada de manera tan contundente y cierta, no puede ocultar las responsabilidades del Estado para resolver los problemas y limitaciones existentes en la realidad cotidiana del niño o niña. No es éticamente correcto, transferir esta responsabilidad de manera administrativa a los padres de los niños y niñas, ocultando que es el Estado el garante de unas condiciones óptimas para el desarrollo de la DTIN

 

  1. Investigación conductual, la Neurociencia, biología molecular

Como lo menciona Shonkoff(2017) las evidencias que emergen de investigaciones recientes muestran una alta correlación, entre la atención del desarrollo temprano de la niñez con los aprendizajes, comportamientos y salud física y mental, lo cual es el reflejo de una adecuada arquitectura del cerebro.  Estos estudios nos enseñan que:

1) el cerebro se construye de manera ascendente, es decir a partir de lo específico a lo general, de lo concreto a lo abstracto, de lo simple a la totalidad;

2) en consecuencia, el cerebro inicialmente construye circuitos básicos para luego concentrase en los complejos, edificados sobre los primeros, como preámbulo para el desarrollo de destrezas complejas;

3) el cerebro se desarrolla a partir de la experiencia. Estas experiencias determinan los paquetes de “software” que le permitirán actuar al niño y niña como sujetos sociales;

4) en el cerebro, la herencia (genética) y la experiencia se entrecruzan para moldear y reconfigurar el “hardware” y el “sistema operativo” en cada uno de los individuos, a partir de los cuales se construye el pensamiento crítico necesario para contar con personalidad autónoma y socialmente responsable. La experiencia constituye un intercambio bididreccional que fortalece los circuitos cerebrales. Es importante subrayar la importancia de interacciones creativas, positivas y sanas de los adultos con los niños y niñas para que las experiencias que se desarrollen a partir de ellas, refuercen la arquitectura cerebral;

5) el cerebro es un órgano con partes especializadas, unas de ellas centradas en las funciones cognitivas, otras en las emocionales y las restantes en los sentidos que modelan el campo experiencial. La discusión eterna sigue siendo cuál de estas partes predomina, por ejemplo, en la determinación de la posición ética, la interpretación y gustos por el arte, la selección de la pareja, entre otras; la evidencia muestra que es la función cognitiva, es decir, a los conceptos y paradigmas que tenemos los cuales parecieran modular las decisiones de este tipo;

6) las emociones, determinadas en buena medida por las interacciones con los adultos, se convierten en un factor que repercute de manera significativa en las posibilidades de uso de la potencialidad de procesamiento, razonamiento y toma de decisiones de los chicos y chicas.

Si en un niño o niña, su arquitectura cerebral e intelecto es potente, pero vive en medio de una tormenta familiar, con condiciones muy precarias de vida y en medio de inestabilidad permanente, ello disminuirá sus capacidades intelectuales. Los seres humanos en general y muy especialmente los niños y niñas somos seres emocionales que desarrollamos al máximo nuestras capacidades intelectuales cuando contamos con un acompañamiento afectuoso positivo;

7) la plasticidad del cerebro va disminuyendo a medida que pasan los años, pero el correcto desarrollo de la arquitectura cerebral puede posibilitar el sostenimiento de su dinamismo. La plasticidad se expresa en la tendencia a una sobreabundancia de circuitos cerebrales para posibilitar el desarrollo de todas las formas de interpretación y respuesta, acompañas estas dinámicas de podas para eliminar aquellos circuitos en desuso. Si la actividad cerebral es diversa, seguramente permanecerán activos muchos de los circuitos y esto contribuirá al desempeño potente de lo cognitivo, emocional y sensorial a la hora de intervenir (praxis) en la realidad concreta.

El desarrollo social y emocional van de la mano y tienen una influencia directa en el desarrollo temprano de la inteligencia en la niñez (DTIN). La incertidumbre, la inestabilidad, la carencia de contacto físico afectuoso y respetuoso, afecta la curva de desarrollo integral del niño o la niña.

El abandono o el abuso se convierten en detonantes para el surgimiento de problemas en el DTIN, que no siempre se expresan en retraimiento, sino que muchas veces se pueden mostrar en hiperactividad como respuesta a las carencias socio afectivas. Esto puede afectar el sistema inmunológico, neurológico y el funcionamiento normal del organismo; un niño o niña que vive en una situación de conflicto prolongado puede somatizar en su cuerpo y salud, los efectos directos de este desequilibrio en el entorno.

Shonkoff (2019) precisa que “El cerebro es un órgano sumamente integrado que tiene secciones múltiples que se especializan en diferentes procesos; por lo tanto, tenemos partes del cerebro que están involucradas en la función cognitiva y otras que están involucradas en el procesamiento de las emociones en la audición y la vista”. La sumatoria y complementariedad de estas funciones es determinante para el aprendizaje. Por ello, es muy importante estar atentos respecto a las condiciones de posibilidades del entorno, la sociabilidad y el compartir humano, para garantizar que el niño o niña tenga todas las posibilidades de alcanzar sus metas.

El problema es que  Shonkoff y muchos de los neuro científicos tienden a ver este desarrollo como programación con variaciones controladas, obviando la importancia del pensamiento crítico en el desarrollo de la plasticidad del cerebro y, como ello puede construir caminos inesperados, que es lo que nos diferencia de las máquinas.

Por supuesto que este “nuevo incluido” que es obviado por buena parte de la neurociencia, es problemático por cuanto la conciencia crítica puede cuestionar el injusto orden social existente. Este cuestionamiento puede ser visto como un “virus”, como una “anormalidad”, susceptible de ser corregida o sobre todo prevenida, como si estuviéramos en un laboratorio de ciencias naturales o digitales, mediante el mayor control posible sobre las variantes intervinientes.  Esto es un espejismo burocrático o como dirían en mi pueblo “a estos científicos le falta un poco de calle”.

El problema que preocupa, es que algunos compañeros que se reivindican de las pedagogías críticas solo ven el mecanicismo de una parte de la neurociencia, la investigación conductual y la propia biología molecular, y, en consecuencia, despachan de un plumazo como negativos todos sus desarrollos.

El gigantesco avance de estos campos en las dos últimas décadas no puede ser desconocido por los pedagogos y el campo de las pedagogías críticas. Lo que tenemos que hacer, es valorar como este conocimiento puede aumentar nuestros discernimientos respecto a su influencia en nuestras propuestas epistemológicas y, cómo a partir de ellos, podemos potenciar los procesos de construcción de pensamiento crítico en los niños y niñas.

Fuente de la información: https://luisbonillamolina.wordpress.com/2019/04/22/arquitectura-del-cerebro-y-dtin/

Autor: Luis Bonilla

 

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