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La educación como problema

Por Adela Cortina

El problema número uno de cualquier país es la educación. Y en el nuestro el asunto anda revuelto desde instancias diversas que afectan a todos los niveles educativos, incluida la Universidad. Es tiempo de pensar la educación y pensarla a fondo.

La LOE deja la puerta abierta para que las comunidades autónomas recorten horas de materias como la Filosofía, apertura que aprovechan algunas comunidades como la valenciana para reducir su horario; los enfrentamientos por la Educación para la Ciudadanía recuerdan el Motín de Esquilache; Bolonia va a traer una Universidad adocenada, en la que, por mucho que se diga, la calidad acaba midiéndose por la cantidad.

El número de alumnos se ha convertido en decisivo para determinar la calidad de una materia o un postgrado, con lo cual no hay lugar para la especialización. Una cosa es saber mucho de poco, saber cada vez más de menos y acabar sabiéndolo todo de nada; otra cosa muy distinta, saber sólo generalidades, porque eso -se dice- es lo que prepara para adaptarse a cualquier necesidad del mercado.

Acabamos limitando escuela y Universidad a desempeñar tareas, no a asumir la vida

Éste es el mensaje de Bolonia, asumido con inusitado fervor por carcas y progres, y después nos quejaremos del neoliberalismo salvaje.

Los nuevos aires insisten en preparar a los alumnos para desarrollar competencias tanto en los estudios técnicos como en las ciencias y las humanidades. El viejo debate sobre si educar consiste en formar o en informar ha pasado de moda, porque ya sabe cualquier maestro o profesor que lo suyo es preparar chicos y chicas competentes. ¿Competentes, para qué? Para desempeñar ocupaciones asignadas por el mercado laboral, claro está.

Por eso, si usted tiene que diseñar un plan de estudios de cualquier nivel educativo o un postgrado, el apartado más largo y complicado será, no el que se refiere a los contenidos de las materias, sino el que se relaciona con las «competencias». ¿Para qué ha de ser competente el egresado?

Competencia es, al parecer, un conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes, necesarios para desempeñar una ocupación dada y producir un resultado definido. Consulté a un compañero de Pedagogía, excelente profesional, y, con una buena dosis de ironía, me puso un ejemplo muy ilustrativo: alguien es competente para hacer una cama cuando sabe lo que es un somier, un colchón, lo que son las sábanas, se da cuenta de cómo es mejor colocarlas y además le parece algo lo suficientemente importante como para intentar dejarlas bien, sin arrugas y sin que el embozo quede desigual. Era sólo un ejemplo, por supuesto, pero extensible a actividades más complejas, como construir puentes y carreteras, elaborar productos transgénicos, hacer frente a una denuncia, plantear un pleito, curar una enfermedad y tantas otras actividades que corresponden a quien tiene un puesto de trabajo. Preparar gentes para que ocupen puestos de trabajo parece urgente.

Sin embargo, sigue pendiente aquella pregunta de Ortega sobre si la preocupación por lo urgente no nos está haciendo perder la pasión por lo importante. Si en la escuela hay que enseñar a hacer tareas como manejar el ordenador o conocer las señales de tráfico, cosa que los estudiantes van a aprender de todos modos por su cuenta y riesgo, o si hay que incluir en el currículum materias de Humanidades, que preparan para tener sentido de la historia, dominio de la lengua, capacidad de criticar, reflexionar y argumentar. Que no son competencias para desempeñar una ocupación, sino capacidades del carácter para dirigir la propia vida. Nada más y nada menos.

Por otra parte, se insiste, con razón, en que el conjunto de la educación se dirige a formar buenos ciudadanos, y hete aquí que eso no es ninguna ocupación, sino una dimensión de la persona, aquella que le permite convivir con justicia en una comunidad política. No tanto vivir en paz, que puede ser la de los cementerios o la de los amordazados, sino convivir desde la justicia como valor irrenunciable. Y para eso hace falta aprender a enfrentar la vida común desde el conocimiento de la historia compartida, la degustación de la lengua, el ejercicio de la crítica, la reflexión, el arte de apropiarse de sí mismo para llevar adelante la vida, la capacidad de apreciar los mejores valores. Cosas, sobre todo estas últimas, que no pertenecen al dominio de las competencias, sino a la formación del carácter.

No es una buena noticia entonces que se quiera reducir la Filosofía en el Bachillerato, ni lo es tampoco que se pretenda eludir la ética cívica o esa Educación para la Ciudadanía que debería ayudar a educar en la justicia, no sólo a memorizar listas de derechos, constituciones y estatutos de autonomía, que son por definición variables, sino a protagonizar con otros la vida común.

Por fas o por nefas, acabamos limitando la escuela y la Universidad a preparar presuntamente para lo urgente, no para lo importante, para desempeñar tareas y no para asumir con agallas la vida personal y compartida.

Fuente del artículo:  https://elpais.com/diario/2008/05/28/opinion/1211925605_850215.html

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Escribiendo la revolución feminista en educación superior

En medio de paros y tomas feministas en universidades de todo el país, hay un factor que ha pasado inadvertido: la escritura colectiva de los mensajes y petitorios de las asambleas de mujeres. En esta columna el lingüista Federico Navarro analiza el fenómeno y destaca que este punto es clave, porque “los petitorios se constituyen como escritos de acción que cambian la realidad”. Esta escritura colectiva ha tenido suficiente fuerza retórica para convencer e instalar ideas. Un ejemplo concreto ocurrió en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Ahí, el día de las elecciones de decano, los profesores que debían votar leyeron un cartel que decía “tu voto hoy decide si mañana me siento segura o no”. Según Navarro, ese mensaje fue el último eslabón de una serie discursiva feminista que afectó al candidato inicialmente favorito: “Perdió el favor del claustro de profesores y quedó en último lugar entre tres postulantes”.

Por Federico Navarro

“Sobra decir que no es lo que queremos”. Así comienza uno de los muchos petitorios y comunicados de las asambleas de jóvenes mujeres que están en paro o en toma en más de 50 unidades académicas del sistema de educación superior chileno. Estos petitorios pueden parecer meros registros de las discusiones que se producen en las asambleas, un instrumento más para “decir lo que queremos”. Pero, en realidad, la escritura de estos petitorios impone condiciones, compromisos y cambios en la realidad. Lo que sucedió la semana pasada en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile representa un buen ejemplo: la escritura de la asamblea de mujeres en paro dio vuelta el resultado esperado de la elección de autoridades.

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Cartel en las paredes de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Fuente: Federico Navarro

La revolución feminista es cultural, educativa, política, legislativa y lingüística, pero se especifica en temas y ámbitos de interés según cada región y país. En Estados Unidos, el movimiento #metoo relató en primera persona los abusos en ámbitos precarizados, masculinizados y asimétricos como la industria del espectáculo o el periodismo. En Argentina, el movimiento #niunamenos opuso manifestaciones masivas a feminicidios, impulsó el paro feminista frente al estupor de los gremios, predominantemente masculinos, y en la actualidad ha inundado de pañuelos verdes el postergado debate legislativo sobre la despenalización del aborto, que se definirá en los próximos días.

Pañuelazo argentina

“Pañuelazo” verde a favor de la despenalización del aborto, frente al Congreso de Buenos Aires, 19/02/18. Fuente: Página/12

En Chile, la revolución feminista está encarnada en el actor político más importante de la última década: las y los estudiantes de educación media superior y universitaria. Y, para sorpresa de la mayoría, tomó por asalto las casas de altos estudios de todo el país con un reclamo específico, distinto de las protestas previas por educación superior pública, gratuita, inclusiva y de calidad, pero con un mismo interés por aspectos culturales, educativos e institucionales: el fin de la cultura patriarcal abusiva en las aulas chilenas. La protesta cobra visibilidad en forma de manifestaciones de mujeres con los pechos descubiertos y máscaras mexicanas, o de paros y tomas en facultades y universidades.

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Marcha de mujeres en Santiago el 16 de mayo de 2018.

Pero además, de forma más silenciosa e igualmente revolucionaria, el movimiento feminista actúa sobre la realidad a través de la escritura, cambiando al mismo tiempo las formas de comunicación y participación estudiantil en educación superior.

Primero, es una escritura colectiva. Los lectores escandalizados por el supuesto anonimato de comunicados y petitorios no entienden las condiciones particulares de producción textual. Estos petitorios se escriben de forma colaborativa y horizontal. En las asambleas, se planifican de forma oral los principales temas, reclamos y argumentos. Al comienzo son punteos, viñetas, listas. Luego, usando herramientas informáticas y las estigmatizadas redes sociales, se amplían y reformulan fragmentos durante días hasta lograr un texto difícil de refutar.

Puede ser que algunas mujeres lideren temporariamente la elaboración de los textos, pero no quedan huellas de su autoría, porque es el reclamo de un colectivo social. Se aportan evidencias recolectadas en terreno, como los porcentajes escandalosamente bajos de profesoras titulares, decanas o rectoras. Se incluyen crudos relatos de acoso sexual en aulas y congresos, o de insultos y revictimizaciones al momento de denunciar, narrados en primera persona. Los petitorios reconstruyen hechos con precisión legalista, aportando fechas, números de expediente, nombres propios y cronologías que otorgan verosimilitud a las denuncias y convencen a los incrédulos, o al menos los hacen dudar.

En el caso de la asamblea de mujeres de ciencias de la Universidad de Chile, este respaldo empírico y legal se combina con un cuidado por la privacidad de las denunciantes y de los denunciados sobre los que aún no hay evidencias definitivas. El texto resultante esconde un trabajo profundo, complejo y compartido, el secreto de su solidez retórica. Pero hay otro motivo para la escritura colectiva: se dirige a un interlocutor con mayor poder (profesores y funcionarios) y teme posibles represalias individuales.

Segundo, es una escritura dialógica. Se sabe que el lenguaje nunca habla en el vacío; las afirmaciones y declaraciones tienen ecos de lo que se dijo antes, para confirmarlo, negarlo o modificarlo. De esta manera, el lenguaje siempre está en diálogo con las creencias del oyente o lector, con las conversaciones de días anteriores, con las canciones que se escucharon o los libros que se leyeron. Este carácter dialógico del lenguaje puede ser más implícito y pasar desapercibido, como sucede en un ambiente familiar y distendido, o ser más explícito y seguir mecanismos formales de cita y referencia, como ocurre en la universidad.

Los petitorios elaborados por jóvenes mujeres en paro o en toma seleccionan fragmentos de los documentos institucionales, los citan de forma literal, los desarman en sus partes, y discuten sus posiciones y argumentos. Además, se recogen declaraciones y afirmaciones orales de profesores y autoridades, se las recontextualiza, evalúa, analiza y divulga. El discurso asimétrico de los funcionarios es deconstruido en una pugna dialógica y política por la verdad. Se trata de estrategias complejas de citación, supuestamente desconocidas en los pasillos de una Facultad de Ciencias, en las que se cree que se escribe poco y nada, y que no se discuten ni citan fuentes bibliográficas.

FRAGMENTO

Fragmento del “comunicado de contrarrespuesta” de mujeres estudiantes en paro de la Facultad de Ciencias (Universidad de Chile), 29/05/18. Fuente: fotografía de documento proporcionada por el autor.

Tercero, es una escritura que acciona sobre la realidad. En una concepción simplista del lenguaje, las palabras serían etiquetas descriptivas de lo real, y la escritura transcripción del pensamiento. Pero en realidad se sabe desde hace varias décadas, e incluso aparece hace miles de años en los relatos míticos del Antiguo Testamento, que las palabras crean realidades, estipulan condiciones e implican compromisos. Es necesario decir “sí, quiero”, “lo juro”, “afirmativo”, “perdón” o “te amo” para que ciertas acciones institucionalizadas existan, y los matrimonios, mandatos, compromisos y vínculos sucedan. En los petitorios feministas elaborados en la universidad, la palabra escrita tiene un peso de acción. Las estudiantes hacen demandas específicas, solicitan el desarrollo de legislación institucionalizada, estipulan plazos perentorios, y se comprometen a acciones de distinto tipo según la reacción de sus lectores. Se identifican necesidades y se reclaman cambios concretos, sofisticados y creativos, que la mayoría de los lectores no imaginaron posibles, como por ejemplo un protocolo de prevención de la violencia contra las mujeres en congresos científicos, un espacio en el que se han registrado múltiples acosos. De esta manera, los petitorios se constituyen como escritos de acción que cambian la realidad.

En el caso de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, el petitorio también solicitaba que un candidato a decano que muchos consideraban como el seguro ganador de las elecciones, pero señalado por la asamblea de mujeres como uno de los responsables institucionales de no investigar casos de acoso y de desacreditar a las denunciantes, desistiera de su candidatura, como se ve en el fragmento a continuación.

FRAGMENTO2

Fragmento del “comunicado de contrarrespuesta” de mujeres estudiantes en paro de Fac. de Ciencias (Universidad de Chile), 29/05/18. Fuente: fotografía de documento proporcionada por el autor. Se ha borrado el nombre del académico interpelado.

La potencia retórica de los manifiestos y petitorios feministas no solo responde a méritos propios, sino, en muchos casos, a cierta falta de reflejos en la respuesta que brindan los actores interpelados. El discurso de las autoridades institucionales y del cuerpo colegiado de profesores no siempre llega a reconocer la complejidad colectiva, dialógica y de acción a la que debe responder, ni parece comprender el shock cultural y el cambio histórico y generacional del que participa. En un giro espectacular de la relación tradicional de asimetría de poder y saber entre los estudiantes y los profesores, son los primeros (en realidad, las primeras) quienes ofrecen una voz más sofisticada, informada y atrevida. Encarnan así, en paro y fuera del aula, un propósito formativo intencionado por el currículum escolar: estudiantes autónomas, integrales, críticas, interdisciplinarias, comprometidas con los derechos humanos y con su entorno, con uso de tecnologías de la información, que transfieren saberes a nuevas situaciones y comunican a interlocutores diversos. Por eso puede afirmarse que estas protestas letradas también están modificando las formas de comunicación y participación estudiantil en educación superior.

Justamente, esta complejidad de la escritura feminista estudiantil como acción retórica colectiva, fundamentada y dialógica que cambia la realidad debe ponerse en relación con las denominadas “narrativas de la crisis de la escritura”. Como se ha demostrado en otras épocas y regiones, los procesos de apertura del sistema de educación superior a sectores sociales amplios tradicionalmente excluidos, como estudiantes de escuelas vulnerables o primera generación universitaria, traen como consecuencia una “preocupación” de los medios de comunicación -y, por su influencia, de la sociedad en general- por una supuesta degradación de la escritura. “Los niños chilenos no entienden lo que leen”, “las redes sociales hacen que los jóvenes escriban con faltas de ortografía”, “la escuela ya no se ocupa de preparar a los estudiantes” son afirmaciones que se pueden leer en titulares de diarios o ver en programas matinales de televisión. No se trata solamente de una nostalgia romántica por el pasado, sino de una reacción elitista a tiempos de mayor inclusión y, paradójicamente, de muchas más personas que nunca antes en la historia -sobre todo, jóvenes- leyendo y escribiendo.

La escritura feminista es colectiva, fundamentada, dialógica y de acción. Es una compleja y efectiva acción retórica que cambia la realidad, tanto o más que la opción por un lenguaje no sexista, el uso de pañuelos verdes o las manifestaciones con pechos desnudos. Pero la narrativa social que supone, equivocadamente, que existe una crisis de escritura -y de formación, de motivación, de esfuerzo, de participación política, de perseverancia- en los y las jóvenes estudiantes hace que la potencia escrita de la revolución feminista todavía pase desapercibida.

Estas semanas, en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, la acción feminista, especialmente movilizada a través de documentos escritos, ha tenido efectos concretos sobre la realidad. El pasado 7 de junio, día de las elecciones a decano, cada profesor que asistió a la mesa eleccionaria leyó, colgando de la puerta, el siguiente cartel, último eslabón de una serie discursiva feminista. Como resultado de estas acciones escritas, el candidato interpelado no retiró su candidatura, pero perdió el favor del claustro de profesores y quedó en último lugar entre tres postulantes.

TU VOTO DE HOY

Cartel en la entrada al edificio de ecología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, donde se celebraron las elecciones a decano el 07/06/18. Fuente: Federico Navarro.

Como hombre y profesor especializado en asuntos de escritura en educación superior, comparto con humildad estos documentos y reflexiones sobre un movimiento que me interpela, del que no me siento protagonista, pero al que creo que debo aportar desde mi lugar.

Fuente: http://ciperchile.cl/2018/06/13/escribiendo-la-revolucion-feminista-en-educacion-superior/

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De los usos disruptivos a la infraestructura feminista autónoma

¿Podemos usar los medios de comunicación (analógicos, electrónicos, o digitales) para “hacer la revolución” y emanciparnos? En pleno siglo XX Hans-Magnus Enzensberger (1970) y Jean Baudrillard (1972) discutieron sobre esa cuestión. Enzensberger, pensando principalmente en los medios electrónicos, creía que no, que los medios pertenecían a unas pocas personas, que operaban bajo una lógica unidireccional, y que tenían inscrita una lógica capitalista excluyente. Baudrillard, por el contrario, creía que los medios de comunicación eran un canal útil para unir a productores y consumidores.

Las radios comunitarias nos enseñaron que era posible, aun con una infraestructura de una vía, sumergirse en una serie de estrategias participativas que permitieran superar las limitaciones tecnológicas propias del medio. Hoy podríamos pensar en esa discusión está saldada: Internet nos permite establecer conversaciones múltiples, desde diferentes lugares y a la vez, colectivas, multidireccionales. En primera instancia podríamos pensar en un rasgo democratizador que nos abrieron la web participativa, las redes sociales, los teléfonos celulares, las computadoras que van abaratándose (con sus impactos ecológicos incluidos, claro), etc. Tenemos la posibilidad de ampliar la esfera pública y participar en ella, instalar nuestros temas, interactuar con cientos de personas, u organizarnos en red. Hoy tenemos que pensar como esa discusión entre Enzensberger y Baudrillardse se traslada a este nuevo sistema de medios.

Sin duda alguna, también para algunas las mujeres, Internet ha significado una gran oportunidad que podemos identificar de manera más tangible en nuestra vida cotidiana: acceso a la cultura, a la posibilidad de generar y fortalecer redes e intercambios de experiencias, de impulsar campañas de defensa de derechos, apoyarnos y acompañarnos, construir identidades diversas, la posibilidad de organizarnos e impulsar nuestras agendas, etc.

https://www.futurefabric.co

Además podemos (¡y debemos!) impulsar los usos disruptivos en las plataformas. Pero si esas plataformas están diseñadas, administradas y gestionadas por los grandes capitales mundiales concentrados; si están diseñadas, gestionadas y administradas por hombres heterosexuales; si están vigiladas por gobiernos y empresas; si proponen un modelo de acumulación infinita de datos para diseñar su modelo de negocio y que implica un alto impacto sobre nuestra privacidad y sobre el medio ambiente; si propone un modelo fetichista de consumo crónico de dispositivos; si anteponen el interés de lucro por sobre los derechos humanos; pues, creo que esa disrupción tiene un límite. Porque mientras siga siendo lucrativa y no genere demasiada incomodidad (¡ay dios nos permita ver sangre menstrual en Instagram!), un grado prácticas disruptivas son admisibles y hasta deseadas con tal de generar tendencias y tráfico.

Aunque la red no es solo hardware nos dice Sadie Plant (1995). La componen los datos, nuestros cuerpos y emociones, nuestras relaciones e intercambios. Pero la red también es hardware. Por eso, si “[l]as luchas feministas contemporáneas incluyen diversos (…) esfuerzos por comprender y abordar las diferentes dinámicas configuran la era de Internet, y sus dimensiones de género” (Youngs, 2006: 192), la lucha por la infraestructura debe ser parte de nuestra emancipación.

Pero entonces, ¿a qué nos referimos con infraestructura? Hace nos meses nos reunimos un grupo de personas para pensar juntas y debatir sobre la necesidad de contar con un soporte físico para nuestro activismo. Infraestructura, esa “estructura que está por debajo” de nuestras prácticas, puede ser entendida como toda esa dimensión técnica que hace posible nuestro activismo. Son nuestros aparatos, nuestras máquinas y el código que posibilita nuestra interacción con ellas: desde nuestros teléfonos celulares y antenas, hasta las radios, las servidoras y su software; los dispositivos de almacenamiento donde guardamos las fotos que conforman parte de nuestra memoria histórica, hasta las listas de correo que nos permiten articularnos y compartir en red. También lo son esas redes que construimos, el sentirnos parte de un movimiento que comparte una idea de futuro y encontrar contención y una mano amiga.

Pero pongamos el foco en las máquinas. Esas máquinas que Spideralex propone que volvamos a querer. Y ojo, que hablar de las máquinas no significa exclusivamente centrarnos en discusiones sobre bits, capacitores y protocolos. También tenemos que hablar de “los costes psicológicos, sociales, políticos, ecológicos y económicos de estas tecnologías” (Hache, 2018:21). Queremos redes realmente distribuidas para compartir y organizarnos horizontalmente; queremos servidoras en donde nuestras memorias puedan descansar tranquilas, sabiendo que la transgresión no es una amenaza para sus administradores sino una posibilidad de imaginarnos de nuevas maneras; queremos consensuar las reglas de uso de nuestras redes de telefonía; queremos radios comunitarias que hablen y nos hablen de lo que nos pasa; queremos ser nosotras quienes digitemos los designios técnicos de nuestros movimiento, de una manera que reconozca y respete todas las dimensiones de nuestras vidas.

Comenzarán siendo precarias, quizás, o difíciles de sostener, probablemente. Pero serán nuestras, de todas. Las ganas de trabajar y la capacidad de esfuerzo los tenemos, el hambre de libertad y autonomía, también. Nos lo enseñaron quienes vinieron antes que nosotras, lo aprendimos junto a las demás.

Fuente: https://radioslibres.net/de-los-usos-disruptivos-a-la-infraestructura-feminista-autonoma/

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What would the uk government’s plans to cut student immigration by 50% mean for education in the uk?

BY MATTHEW LYNCH

Resumen: El gobierno del Reino Unido está planeando reducir a casi la mitad el número de estudiantes extranjeros no pertenecientes a la UE, de 300,000 a 170,000 bajo las reglas más estrictas de visa de estudiante. La amenaza es recibida con consternación por los jefes de las universidades, que han afirmado que a algunos solicitantes extranjeros muy buenos ya se les han negado las visas por razones engañosas. Amber Rudd, la secretaria local, se ha comprometido a tomar medidas enérgicas contra el número de estudiantes internacionales en la conferencia del partido conservador para incluir reglas de visa más estrictas para las universidades de «menor calidad». Sin embargo, las universidades de mayor antigüedad advierten que los recortes podrían ser mucho más severos de lo previsto, con una ruta para reducir los 300,000 a 170,000 actuales al año. Según el grupo paraguas de los rectores, los estudiantes internacionales aportan más de £ 10.7bn a la economía del Reino Unido. Las sentencias emitidas por Visas e Inmigración del Reino Unido aparentemente han cambiado considerablemente en los últimos meses, y los estudiantes indios, en particular, son blanco de ataques. Según los informes, los jefes de las universidades tienen miedo de hablar sobre estas decisiones en caso de que represente contra los futuros solicitantes de su institución. A continuación, sin embargo, hay algunos ejemplos que The Guardian compartió en línea sobre estudiantes extranjeros a quienes se les negaron visas:

– Se consideró que un solicitante no era genuino porque no conocía los horarios de apertura de la biblioteca universitaria.

– Un solicitante fue excluido por no saber el nombre del vicerrector de la universidad.

– A un solicitante se le denegó una visa por haber caído por debajo de la cantidad especificada en una cuenta bancaria en un «par de libras» en un día de un período de 90 días, a pesar de que sus padres tenían grandes fondos y también se habían enviado sus cuentas.

El gobierno de Theresa May persigue el objetivo de reducir la migración neta en el Reino Unido a decenas de miles, lo que le ha llevado a alcanzar este número objetivo de estudiantes no pertenecientes a la UE. Sin embargo, desde que asumió el cargo, la inmigración neta ha visto un aumento. Esto se debe principalmente a que muchos más estudiantes de fuera de la UE vienen a estudiar a universidades y escuelas de idiomas en el Reino Unido. Si el Reino Unido realmente quiere abrirse al mundo y ser un líder global en el libre comercio, solo pueden hacerlo dando la bienvenida al nuevo talento. Si los estudiantes internacionales van a estudiar en el Reino Unido, deben sentirse bienvenidos, y por lo tanto, incluso una pista de que los estudiantes no son bienvenidos y se irán a otro lado. No se trata de que los estudiantes reclamen la ciudadanía británica , se trata de que se sientan lo suficientemente bienvenidos como para poder completar sus estudios sin una retórica antiinmigrante de enviarlos a otro lugar.


The UK government is planning on slashing non-EU expat student numbers almost in half from 300,000 to 170,000 under tougher student visa rules. The threat is being greeted with dismay by university heads, who have claimed that some very good overseas applicants have already been refused visas on specious grounds.

Amber Rudd, the home secretary, has pledged a crackdown on international student numbers at the Conservative party conference to include more stringent visa rules for “lower quality” universities. However, senior universities are warning that the cutbacks could be far more severe than predicted, with one route to cut the current 300,000 to 170,000 a year.

According to the vice-chancellors’ umbrella group, international students bring more than £10.7bn to the UK economy.

Judgments being made by UK Visas and Immigration have apparently altered considerably in the past few months, with Indian students, in particular, being targeted.

Heads of Universities are reportedly fearful of speaking out about these decisions in case it counts against future applicants to their institution. Below however are some examples that the Guardian online shared of expat students being denied visas:

–    One applicant was considered not to be genuine because he did not know the university library opening times.

–    One applicant was excluded for not knowing the name of the vice-chancellor of the university.

–    One applicant was denied a visa for dropping below the amount specified in a bank account by a ‘couple of pounds’ on one day out of a 90-day period, despite his parents having huge funds and their account also being submitted.

Theresa May’s government is pursuing the target of reducing net migration into the UK to the tens of thousands, which has led it to this target non-EU student numbers. However, since taking office, net immigration has seen an increase. This is chiefly because several more students from outside the EU are coming to study at universities and language schools in the UK.

If the UK really want to be open to the world and a global leader in free trade, they can only do so by welcoming the fresh talent. If international students are going to study in the UK, they need to feel welcome, and so even a hint that students are unwelcome and they will go elsewhere. This isn’t about students claiming British citizenship, it’s about them feeling welcome enough to be able to complete their studies without anti-immigrant rhetoric from sending them elsewhere.

Members of the UK’s home affairs select committee have cautioned against these measures, claiming they could be hugely harmful to what is currently thriving and successful industry. These changes could potentially not only be economically detrimental to the UK, but also vital to the UK’s international relations.

Rebecca Harper is a freelance writing living in London. She writes about law, politics and immigration. When she isn’t writing, you can find her searching the cafes of London for the perfect flat white.

Fuente: https://www.theedadvocate.org/what-would-the-uk-governments-plans-to-cut-student-immigration-by-50-mean-for-education-in-the-uk/

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Cuando seamos Hacker

¿Por qué todos sabemos usar una computadora pero no sabemos programarla? ¿Cuál es el futuro de una sociedad controlada por una tecnología que al facilitarnos la vida cotidiana aparenta liberarnos? Irene Soria identifica posibles formas de opresión y nos cuestiona por qué no somos hackers.

Tan sutil que es casi invisible a los ojos, tan cómoda que ni siquiera la tocamos con los sentidos, y tan vital para algunas personas, que podrían defenderla a capa y espada. Hablar de una distopía tecnológica es hablar del presente, de nuestra rutina, de nuestra vida diaria.

Sin bien la ciencia ficción ha ofrecido durante décadas imágenes de diversos mundos posibles, donde los robots se apoderan de nuestra voluntad o donde viajamos en autos voladores, es en fechas recientes que algunas series y películas nos plantean la suerte de un futuro muy inmediato. Series como Black Mirror relatan situaciones tan escalofriantes como verosímiles (por supuesto, más logrado en unos capítulos que en otros) en un futuro tan cercano que podríamos estarlo viviendo hoy.

Si el futuro ya está aquí, o al menos una pequeña prueba de lo que podría llegar a ser, ¿qué tan conscientes somos de ello? ¿Hay manera de modificarlo? ¿Podríamos incluso decidir si deseamos vivir o no ese futuro? ¿Está en nuestras manos revertir la distopía?

 

LA DISTOPÍA QUE SE VEÍA VENIR

Si hasta aquí sospecha usted que contravendré la tan proliferada idea de que la tecnología digital ha potenciado la libertad de expresión, la democratización de los medios, el conocimiento abierto al mundo y la producción de contenido más allá de la hegemonía, permítame decirle que tiene razón. Pero antes de que me queme en leña verde, me remontaré a la década de los ochenta, cuando inició el consumo tecnológico digital en masa y cuando algunas personas comenzaron a vislumbrar un futuro bastante oscuro.

Fue en 1984 cuando salió al mercado estadounidense la Macintosh. Con ella, el fundador de la empresa que la fabricó, Steve Jobs, aspiraba a que el cómputo estuviera al alcance de cualquier persona y no sólo de algunos conocedores del lenguaje de programación (como había sucedido hasta entonces). La Macintosh era tan fácil de usar como un electrodoméstico.

Esta tendencia a «hacer todo más fácil» se apoderó del mercado de Apple y de otras empresas que se apresuraron a fabricar tecnología cada vez más intuitiva y sencilla. Esta «facilidad» que hoy ha hecho que muchas y variadas personas puedan acceder y usar computadoras en sus casas, escuelas u oficinas, así como la invención de nuevos materiales, devinieron en la necesidad de utilizar estos equipos en cada vez más actividades de la vida diaria y hacer aquellas computadoras personales más portables y pequeñas; convirtiéndose, además, en un aparato íntimo e indispensable.

Ilustración de Coral Medrano (Ciudad de México, 1985)

Ilustración de Coral Medrano (Ciudad de México, 1985)

Hoy en día estas computadoras caben en nuestros bolsillos y son parte de nuestra identidad, guardamos en sus memorias nuestra vida entera. La tendencia es lograr que sean cada vez menos visibles, al grado de traer gadgets pegados al cuerpo o incrustados en la piel.

Sin embargo, la portabilidad, la comodidad y la accesibilidad de los gadgetsse han convertido en un arma de dos filos. Estos procesos que «facilitan» la vida requieren de muchísimas acciones detrás, que siempre están veladas para las personas usuarias comunes. Dicho de otro modo, si bien la comunicación con nuestros equipos tecnológicos es eficaz e inmediata, ésta también nos oculta los procesos que ocurren detrás, lo cual vuelve estos mecanismos desconocidos para el usuario y lejanos a su entendimiento, ¿o tiene idea de la cantidad obscena de información que recolecta sobre usted una empresa, al momento que solicita su servicio de taxis por medio de una aplicación? Este pequeño detalle del «ocultamiento» del proceso, tan cotidiano e imperceptible en nuestros días, podría ser el campo de cultivo de una sociedad distópica que supere ampliamente la ficción.

Sin embargo, este ofuscamiento de procesos sólo lo es para las personas usuarias finales, pues el know how, el código o la receta de cocina con la que se hace dicha tecnología, sólo será visible y modificable para pocos agentes: el proveedor del servicio, el fabricante o la empresa, es decir, un tercero.

Así entonces, en nuestra presente-futura sociedad distópica, cada paso, actividad, palabra, conversación, canción, ubicación, signo vital, estado de ánimo, ciclo menstrual, hábito de consumo y de conducta, frustración, ruptura, reacción ante el conflicto y más, quedarán registrados en bytesalmacenados como cúmulo de datos completamente correlacionables, a la disposición de un cúmulo de intereses, los del proveedor-dueño del servicio.

 

LA DISTOPÍA PRESENTE-FUTURA

Aunque, hoy en día, esto parece no alterar mucho al inconsciente colectivo a pesar de las declaraciones de diversos personajes[1], las repercusiones de una sociedad súmamente vigilada distan mucho de poder ocultarse; es muy probable que, mientras que otras generaciones soñaron con ser famosas, nuestra sociedad distópica soñará con tener privacidad. En el «mejor» de los casos, estos datos son recolectados con fines de consumo, pero ¿qué pasaría si cruzamos esta posibilidad con contextos políticos, sociales y/o económicos de ciertas regiones del mundo? Imaginemos algunos escenarios.

En un mundo donde los datos de los ciudadanos son tan fácilmente recolectables y relacionables, es completamente posible conocer las preferencias ideológicas, sexuales y hasta debilidades psicológicas y hábitos de conducta, tanto de individuos como de masas, lo cual permitiría estudiar de manera más precisa a los votantes, por ejemplo, y lograr gracias al uso y manipulación de estos datos que un hombre millonario con nula idea de política y con claras tendencias sociópatas se convierta en presidente de una nación.[2].

En este mismo escenario, el motor de búsqueda del proveedor de servicio, (cuya infraestructura está alojada en el país cuyo presidente es el millonario sociópata) podría impedir el acceso a ciertos artículos de opinión o investigación donde esto se hace evidente, o peor aún, imposibilitaría la búsqueda de ciertos libros icónicos vinculados con teorías críticas o pensamientos libertarios.

En esta distopía presente-futura, será imposible encontrar ciertos libros digitalizados, pues los temas y las ideas políticas de las personas que hacen la búsqueda, contravendrían los intereses del poder dominante; se sabría por los registros en bases de datos, qué periodistas hacen qué tipo de investigación y a quién investigan, facilitando su desaparición antes de que completen su nota periodística.

De igual forma, cada persona tendrá una evaluación con base a sus acciones tanto sociales como privadas, permitiendo clasificarlos como buenos o malos ciudadanos y con ello permitirles o no el acceso a servicios que provengan del Estado.[3].

La neutralidad en la red, que permite que los paquetes de información que circulan en internet no sean «discriminados» por su contenido, sería regulada en nuestra sociedad distópica, impidiendo que podamos compartir videos de detenciones arbitrarias en las manifestaciones públicas, pues «no es posible enviar videos» a nuestros contactos a menos que subamos el rango de pago de nuestro paquete de internet.

En esta sociedad distópica, sería imposible ver una película producida en los dosmiles, pues habría sido retirada de todo repositorio, sin copias físicas suficientes, habría que pagar un derecho para verla una vez, cubriendo con el costo sólo la exhibición y restando la posibilidad de almacenarla, o preservarla como hicieran las antiguas filmotecas con el celuloide; mucho menos, podríamos compartirla o mostrarla en una clase.

Porque, además, se habrían hecho más rígidas las leyes de derecho de autor apoyadas en gran medida por los escritores, pintores, cineastas y artistas que creyeron el cuento de que dichas leyes «protegerían su obra» para fomentar la creación. Así fue como las corporaciones pudieron poner copyright o legislaciones similares a las fijaciones de la memoria humana en soportes físicos, una vez que los avances tecnológicos hicieron posible poner en imágenes los recuerdos de las personas.[4].

En esta sociedad distópica será más fácil acceder a una obra del siglo XVII, que a una obra digital del siglo XXI.

 

EL FUTURO LO PREDIJERON LOS HACKERS

Richard Stallman, padre del software libre.[5], ya había vislumbrado en 1983 las implicaciones que tendría en la sociedad este velo en los procesos y las recetas de cocina secretos y cerrados. Desde su visión como programador en los años setenta, y con la imposibilidad de poder modificar algunos software para mejorar su vida cotidiana, Stallman y otras personas advirtieron las amenazas de dejar la tecnología en manos de las corporaciones.[6]. La sociedad les llamó paranoicos.

Ilustración de Coral Medrano (Ciudad de México, 1985)

Ilustración de Coral Medrano (Ciudad de México, 1985)

Quizá por eso no sea gratuito que la figura del hacker, como se le ha considerado a Stallman, sea visto de manera negativa en la cultura popular. El hacker ha sido malinterpretado como un pirata informático, alguien con conocimientos profundos de computación que vulneran la seguridad digital y cometen delitos informáticos. Sin embargo, una de las aproximaciones del término hacker proviene de hack, que significa «golpe», un golpe que ayuda a que algo funcione mejor. Aunado a esto, el propio Stallman dice que hacker es alguien que usa de manera lúdica sus conocimientos y habilidades. Lo cierto es que las comunidades de hackerscontemporáneas se conciben como personas que gustan de solucionar retos informáticos por el placer de enfrentarse y solucionar problemas. Algunas de estas comunidades se han dedicado a abrir repositorios en internet para el libre acceso a libros, revistas, películas, artículos y arte digitalizados que sería imposible conseguir de otro modo.

Hombres y mujeres hackers entienden la tecnología desde otro punto de vista que no es el del consumo, el elitismo o el individualismo aislado. Su mirada es desde la soberanía, la comunidad, la apropiación y el saber cómo funcionan las cosas.[7]. Gracias a ello y a su conocimiento técnico, conocen gran parte del funcionamiento de las tecnologías digitales y la importancia del cuidado de la privacidad, la necesidad del anonimato y el acceso a la información.

Así pues, en nuestra sociedad distópica, hacker es la persona disidente tecnológica que nos ayudará a entender los problemas de la dependencia tecnológica y que, a su vez, impulsará la apropiación y conocimiento profundo de la tecnología. Por supuesto que estos hackers serán señalados y mal vistos, incluso, se les buscará por diversos medios y se hará popular el uso de la palabra hackear para referirse al robo de una contraseña o a la intromisión ilegal en un sistema con fines negativos y lucrativos.

 

SEAMOS HACKERS

Es muy probable que en un mundo distópico la resistencia esté conformada por hackers que han vivido la comunidad como una realidad posible y palpable, lo cual contraviene la idea de consumidores aislados compitiendo entre sí; sabrán que las tecnologías no se fabrican aisladamente y que han sido desarrolladas en comunidades; sabrán también que nadie inventa o desarrolla si no es a partir de los avances de alguien más. Sabrán, ¿o saben ya?, que hay que trabajar en comunidad.

La gran resistencia hacker no será fabricar tecnologías propias únicamente, sino enseñar a otros y otras a hacerlo; compartiendo y fomentando habilidades técnicas y su manera de entender y hacer la tecnología. Desde hoy, podríamos comenzar con una educación tecnológica en la infancia, vinculada con el aprendizaje de programación y no limitada al uso de una herramienta. Usted, por ejemplo, podría comenzar a usar software libre y aplicaciones más seguras y confiables en su celular (como Telegram o Signal para enviar mensajes instantáneos), leer las cláusulas de términos y condiciones de los servicios tecnológicos que usa y preguntarse si de verdad es necesario compartir todos los detalles de su vida en redes sociodigitales.

Si bien las estrategias para desmantelar la distopía aún son obtusas, comenzarán a clarificarse cuando cada uno de nosotros use su ingenio para el bien común, cuando seamos críticos y rompamos reglas injustas, pero sobre todo, cuando decidamos cambiar en cada uno de nuestros actos nuestra propia realidad… es decir, cuando seamos hackers.


NOTAS

[1] Ver el documental Citizenfour, de Laura Poitras, Estados Unidos, 2014.

[2] Para saber más: «The Data That Turned the World Upside Down», disponible en: https://motherboard.vice.com/en_us/article/mg9vvn/how-our-likes-helped-trump-win

[3] «China calificará a sus ciudadanos como en Black Mirror», disponible en: http://www.elfinanciero.com.mx/tech/china-calificara-a-sus-ciudadanoscomo-en-black-mirror.html

[4] Conferencia del Dr. Alejandro Miranda hablando de la nota: «Scientists Use Brain Imaging to Reveal the Movies in Our Mind», disponible en http://news.berkeley.edu/2011/09/22/brain-movies/

[5] Programa de cómputo cuya licencia de uso permite ser estudiado, copiado, distribuido y mejorado.

[6] Richard Stallman cuenta su anécdota con una impresora del MIT y cómo ésta dio origen al proyecto GNU y al movimiento del software libre en el libro: Software libre para una sociedad libre.

[7] Varios autores, Soberanía tecnológica 2, Barcelona, Descontrol, 2017, disponible en: https://www.ritimo.org/IMG/pdf/sobtech2-es-with-covers-web-150dpi-2018-01-13-v2.pdf

AUTORES

(Ciudad de México, 1983) es doctoranda en estudios feministas, académica y activista del movimiento de software y cultura libre.


ILUSTRADOR
Coral Medrano

(Ciudad de México, 1985). Es diseñadora editorial e ilustradora. Sus ilustraciones se han publicado para editoriales de México, Hong Kong y China. Es socia de la revista de literatura e ilustración La Peste.
Fuente: http://www.tierraadentro.cultura.gob.mx/cuando-seamos-hackers/
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Cuatro comentarios sobre el problema de la violencia

Por: Luis Armando González

Se recogen a continuacion cuatro comentarios del autor a propósito de algunos tópicos relativos al problema de la violencia. Fueron escritos en diferentes momentos –el primero en 2011 y el cuarto en 2017— y en situaciones coyunturales específicas. Están, pues, fechados y situados. Asimismo, aún en su brevedad y con sus limitaciones, ponen de relieve que la violencia criminal (ejercida por el crimen organizado y las maras o pandillas) no sólo no es un problema reciente (que comenzó en 2009) sino que viene de los años noventa y que desde entonces para acá se ha complejizado. El autor está convencido de que la envergadura del accionar criminal requiere de una intervención del Estado –y no sólo del Ejecutivo—fuertemente coercitiva, a sabiendas de que la prevención es la respuesta de largo plazo para un problema tan complejo.

 

La escuela como objeto de violencia

La escuela no escapa a la violencia que se ha desatado en la sociedad salvadoreña desde la postguerra. El enfoque tradicional de la violencia en la escuela se revela sumamente limitado para entender lo que está sucediendo en estos momentos. Y es que ese enfoque tradicional se centra en la escuela como foco de violencia, es decir, en sus dinámicas internas de carácter violento que se toman como punto de partida para comprender las prácticas violentas de los adultos.

Desde este enfoque, entonces, la tesis que se suele defender es que la violencia en la escuela está en la base de la violencia que se genera en la sociedad. Asimismo, en los intentos por explicar la violencia en la escuela se apela, además de a los factores que derivan de la misma dinámica escolar (por ejemplo, a la violencia represiva propia de una educación bancaria-autoritaria), a los entornos familiares y de amigos que serían los que permitirían explicar por qué los niños y adolescentes son proclives a la violencia en la escuela.

De modo casi circular, esta perspectiva de análisis propende a buscar la solución al problema de la violencia en la escuela en la atención preventiva de los entornos antes mencionados, con énfasis en la responsabilidad de la familia.

¿Cuál es la violencia en la escuela que preocupa a quienes se mueven en este marco de análisis? Su punto de mira son las agresiones entre los alumnos, las amenazas, burlas y abusos contra los más débiles, etc. A los más críticos no se les escapan las agresiones y maltratos de los maestros hacia los alumnos, ni la violencia propia de un sistema escolar bancario-autoritario.

Pero, como quiera que sea, la cuestión de fondo –en la perspectiva que reseñamos— es que la escuela es un foco de hábitos y prácticas violentas que, luego, repercuten en la sociedad, cuando quienes vivieron la violencia en la escuela se convierten en adultos.

La sociología de los años setenta fraguó esta forma de entender la violencia en la escuela. En una época en la cual la familia era una pieza sólida del engranaje social y los entornos inmediatos de amigos un fuerte condicionante de las conductas individuales, lo razonable era buscar en la familia y en esos entornos las claves de los hábitos de quienes se integraban en las escuelas –que eran el otro gran espacio de integración social. Familia, grupos de amigos, escuela y trabajo marcaban los hábitos y conductas de los individuos en esos años setenta en las sociedades occidentales industrializadas.

La serie de televisión “Los años maravillosos” refleja bien esas dinámicas tal como se dieron en la sociedad norteamericana de finales de los años sesenta y principios de los años setenta. La sociología y la psicología de esos años elaboraron sus teorías y enfoques a partir de la realidad de un capitalismo sólido, en el cual la familia, la escuela y el trabajo eran los principales ejes de integración social.

Esos enfoques y teorías tienen poca utilidad en estos momentos, a la hora de entender la violencia en las escuelas. El “capitalismo líquido”—analizado por autores como Z. Bauman y A, Guiddens— exige otras formas de abordaje del tema de la violencia. Y es que, entre otros cambios importantes (por ejemplo el peso del consumismo de marcas alentado unos medios de comunicación globalizados), la familia ha dejado de ser lo que antaño fue como matriz formadora de los hábitos básicos.

Más allá del peso de la familia actual –la familia ampliada casi ha desaparecido y en el caso de la familia nuclear hay fuertes condicionantes económicas para mantenerse como tal— en la formación de sus miembros más jóvenes, hay entornos violentos (con un componente de cultura de violencia) que son más decisivos en la creación de hábitos de los individuos que la familia y el círculo inmediato de amigos.

De hecho, el entorno violento en El Salvador está dominado por pandillas y crimen organizado. Y es a ese entorno al que hay que prestar atención si se quiere entender la violencia en las escuelas salvadoreñas. Porque las pandillas y el crimen organizado están convirtiendo a las escuelas en objetivo de sus prácticas violentas; las escuelas se están convirtiendo en víctimas propicias para sus fechorías, sobre todo porque sus jóvenes son vistos como candidatos para integrarse a las redes criminales.

En la actualidad, el grave problema de la violencia en las escuelas estriba en que pandillas y crimen organizado, en determinados lugares del país, tienen en su punto de mira a alumnos y profesores. Esa violencia externa a la escuela amenaza la vida y seguridad de sus integrantes. Es una violencia distinta a la agresividad y abusos que tradicionalmente se han generado dentro del recinto escolar; más aún, es una violencia que está dando a la violencia tradicional en la escuela otra dimensión, al introducir en ella la posibilidad de usar armas de fuego o de valerse de “ayudas” externas (de pandillas) para resolver tensiones suscitadas dentro de la escuela.

Urge, pues, tomarse en serio el nuevo carácter de la violencia contra la escuela. Este consiste en que la escuela se está convirtiendo en objeto de una violencia criminal que, de no ser contenida con firmeza, dejará mucho más dolor que el dejado hasta ahora en las familias que han perdido a sus hijos o en los profesores amenazados y chantajeados por criminales sin escrúpulos. Hay que hacerse cargo del entorno violento que rodea a las escuelas; hay que hacerse cargo de la cultura de la violencia que se propaga como hongo; y hay que hacerse cargo de lo trágico que es para una sociedad que las escuelas estén sometidas a la amenaza del crimen.

San Miguel, 30 de noviembre de 2011

 

II

La complejización de los problemas sociales

 

Hay quienes gustan de ver los fenómenos sociales del presente (sobre todo los más graves y complejos) como surgidos por generación espontánea. Ya se trate de la pobreza, el crimen organizado, las pandillas o las inundaciones causadas por las lluvias, su postura es de extrañeza ante algo que se les revela como nuevo, como surgido de repente. Y en sus opiniones al respecto insisten, con voz de alarma, en lo inusitado de los problemas abordados. Incluso utilizan terminología hace tiempo en boga –y que en  otro tiempo rechazaron y condenaron— como si fueran los descubridores de la misma o por lo menos sus más fervientes valedores.

En estos días, por ejemplo, se ha escuchado a un ex Director de la PNC hablando –alarmado claro está—, de la situación de violencia en el país y planteando la tesis de la “territorialización” del accionar de las pandillas y el crimen organizado.  Cualquier persona desprevenida podría ser convencida de la tesis –sostenida por este ex funcionario policial— de que el crimen en el país nunca ha sido como ahora, siendo la mejor expresión de esta gravedad la mencionada “territorialización” del crimen.

Sin embargo, si alguien se toma la molestia de dar una mirada a la Revista ECA de la UCA, del año 2006, encontrará un texto titulado “Violencia social y territorialización del crimen”. Si esta misma persona busca en 1997 encontrará un número monográfico de la misma revista dedicado a la violencia. Y si en lugar de ECA da una ojeada a la Revista Realidad de 1998, encontrará un artículo que lleva por título “El Salvador en la postguerra: de la violencia armada a la violencia social”.

O sea: no hay tales de apuntar alguna novedad cuando se habla de “violencia territorializada”. Y es que esa territorialización no es algo nuevo, al igual que tampoco es nueva la elevada violencia social que actualmente golpea a la sociedad salvadoreña. Lo que sí es cierto es que la violencia social/criminal se ha hecho más compleja desde el fin de la guerra civil (1992) hasta el día de hoy; lo que sí es cierto es que fenómenos que apenas se gestaban en aquellos años ahora han alcanzado un nivel de desarrollo que los hacen casi inmanejables e incluso irreversibles. Y esto no sólo sucede con la violencia, sino con otros muchos fenómenos sociales, culturales, económicos, medioambientales: hace 20 o 30 años eran fenómenos en gestación, cuyo tratamiento era en muchos sentidos más fácil, pues se trataba de fenómenos poco complejos. Ahora, dos o tres décadas después, su complejidad es mucho mayor, y por ende su tratamiento y solución.

Entonces, lo que no conviene perder de vista, primero, es que los problemas sociales no surgen por generación espontánea, abruptamente, sino que tienen una génesis. Segundo, que los problemas sociales no son de la misma complejidad a lo largo del tiempo: siendo menos complejos en sus primeras etapas, a medida que avanza el tiempo se tornan más complejos. Y, tercero, que el tratamiento de los problemas sociales es más fácil en sus primeras fases que en las de maduración o de concreción final.

San Salvador, 14 de octubre de 2013

III

El fenómeno de la violencia y el inmediatismo

En estos días, en El Salvador, se ha agudizado la sensación de que nunca, como en estos momentos, la violencia ha desbordado cualquier capacidad de contenerla. Es como si de pronto, abruptamente y como si fuera por generación espontánea, tuviéramos niveles indescriptibles de violencia; niveles de violencia inmanejables y que desconciertan a todos, incluidas las autoridades de gobierno.

La gente vive la inmediatez de esta situación con verdadera paranoia, atrapada por temores indecibles que acechan desde cada sombra, cada espacio oscuro, cada desconocido que se cruza por nuestra acera o se cruza en nuestro camino. Ninguna medida de seguridad es suficiente, siendo una de ellas la disposición a mostrarse agresivos de manera “preventiva”, por si acaso al desconocido que viene en dirección a nosotros se le pudiera ocurrir atacarnos (más aún: es “seguro” que ese desconocido tenía la intención de agredirnos, pero lo disuadimos con nuestra “acción preventiva”).

Esta sensación actual de que la “situación está yuca”, como nunca, es alimentada por las grandes empresas mediáticas que, quizás movidas por intereses bien particulares no ajenos a sus filiaciones políticas, la promueven sistemáticamente, a través de juegos de imágenes y elaboraciones discursivas que la “inflan” en su cantidad, en su gravedad y en su novedad. Hay quienes, comentaristas bien intencionados o ingenuos, terminan cayendo en la trampa de la inmediatez.

Y es que cualquier esfuerzo de conocimiento está encaminado a vencer las trampas de la inmediatez y de las apariencias. El abordaje de los fenómenos sociales exige cumplir con el requisito de vencer sus apariencias, de ir más allá de lo que se nos ofrece inmediatamente, sobre todo cuando eso que “vemos”, “sentimos” o “percibimos” de un fenómeno social está inflado por empeños mediáticos mal intencionados.

La violencia es un fenómeno social. Como tal, hay expresiones suyas que afectan directamente a las personas, y que es natural que para ellas eso sea lo único que importe. Más aún, no sólo es eso lo que cuenta, sino que –dadas las limitaciones espaciales y temporales de la percepción y dadas las consecuencias dañinas e inmediatas de la violencia en sus vidas— es natural que lo que las afecta ahora de la violencia sea visto y sentido como lo más grave, pues lo que sucedió antes o lo que está detrás de lo que les afecta no tiene ninguna relevancia práctica.

Sin embargo, el analista de lo social –el sociólogo, principalmente— no puede proceder de la misma manera, porque lo suyo es el conocimiento de la realidad social. Y para conocer hay que ir detrás de los fenómenos, para explicarlos y, en la medida de lo posible, sugerir mecanismos de intervención en ellos.

En el caso de la violencia, ir detrás de sus manifestaciones inmediatas, por más duras y dramáticas que se nos presenten, es una tarea de primera importancia para quienes estudian lo social. Este “ir detrás” supone indagar sus raíces históricas y su evolución, pues los fenómenos sociales –por más que la inmediatez nos los muestre como salidos de la nada— tienen una dinámica de gestación y evolución. Sin esta constatación, no se entiende que dejados por sí mismos seguirán evolucionando y haciéndose más complejos y difíciles de resolver. Y es que esa evolución de los fenómenos sociales avanza, por lo general, hacia una mayor complejidad o, cuando menos, complicación de los mismos.

Justamente, la violencia social en El Salvador, principalmente la que involucra a las maras y al crimen organizado, se ha venido complejizando y complicando desde 1994. No es el momento de analizar los hitos de esa complejización (y complicación) –ni para analizar el papel jugado por distintos gobiernos en ese proceso—, pero sí para señalar que desde ese momento hasta la fecha ha habido distintas etapas críticas en la dinámica de la violencia, siendo la actual una etapa de mayor complejidad y complicación, pero no una situación absolutamente distinta de otras anteriores en su gravedad o impacto social.

Y si no se realiza, ahora, una intervención decisiva en la dinámica de la violencia en el país, en 10 o 20 años el problema será más complejo y complicado, pero en continuidad (y relativa ruptura) con las dinámicas previas, fraguadas 30 o 40 años antes. Por supuesto que a esa generación de salvadoreños, si todavía tenemos empresas mediáticas como las que predominan en estos momentos, les parecerá que viven momentos apocalípticos, sin solución posible, con una violencia aparentemente surgida de la nada, que afecta sus vidas y que los amenaza por doquier, sin que haya nada que hacer para protegerse. No hay nada más delicado para la convivencia ciudadana que la sensación de indefensión de los individuos; esta sensación ha venido calando en la convivencia de los salvadoreños desde el fin de la guerra civil. Se la tiene que revertir, con una intervención de envergadura dirigida por el Estado y con la confluencia de las distintas voluntades (universitarias, empresariales, intelectuales, religiosas, políticas, profesionales y gremiales) que en el país están dispuestas a sumarse al esfuerzo por hacer de El Salvador un lugar de convivencia pacífica, tolerante y justa.

Eugene, Oregon, 29 de abril de 2014

IV

 

Violencia criminal y prevención de la violencia

Por distintas razones, algunas loables y otras no tanto, en los juicios acerca de la violencia criminal se fueron estableciendo criterios de carácter ético que lenta, pero casi inexorablemente condujeron a dejar de lado la realidad dura e hiriente de la violencia criminal, que a su vez fue justificada apelando a las condiciones de exclusión y pobreza de sus agentes, o a su ingenuidad e inocencia dada su minoría de edad.

Mientras esto sucedía en las discusiones y cátedras académicas (cuyos análisis y conclusiones irradiaban hacia las esferas públicas y privadas) los criminales reales (no los que reciben en los libros denominaciones más suaves como “personas en conflicto con la ley”) no dejaban –y aun no dejan– de causar dolor en la sociedad, siendo lo más doloroso de sus acciones los asesinatos de personas inocentes a lo largo y ancho del país. Desde los años noventa, la violencia criminal ha causado una verdadera sangría en El Salvador. Ahí están los datos para quien quiera verlos. Pero detrás de los datos, hay personas concretas  cuyas vidas llegaron a su fin violentamente por obra de criminales sin escrúpulos. Eso ya no puede ni debe seguirse tolerando.

El Estado salvadoreño tiene la obligación legal y moral de utilizar con eficacia y determinación todos los recursos a su disposición para contener y someter al imperio de la ley –haciendo uso de la fuerza necesaria y suficiente— a quienes son una amenaza para la vida y los bienes de cualquier ciudadano.

Ligado con lo anterior, está el asunto de cómo se relacionan, en el combate de la violencia criminal,  el uso de la fuerza coercitiva del Estado y la prevención. Aquí se tiene que decir que ante quienes delinquen efectivamente, el Estado tiene que hacer uso de sus capacidades coercitivas, según la naturaleza (la amenaza real) del acto criminal a contener. A mayor amenaza de los criminales, mayor uso de la fuerza del Estado, pues este último debe mostrar a quienes delinquen que el crimen no paga. Es equivocado creer que la prevención debe estar orientada a quienes se dedican a delinquir.

Es equivocado y peligroso para la sociedad que el Estado se doblegue ante el crimen, o también que se exija al Estado ceder en su determinación de combatir a grupos criminales, apelando a lo mal que se sienten quienes actúan fuera de la ley. La prevención está orientada a quienes no delinquen efectivamente, pero que, dadas sus condiciones de vida, pueden correr el riesgo de terminar integrados en grupos criminales, o en cualquier caso  pueden estar en riesgo de ser víctimas de la violencia criminal.

Es falto de realismo  abanderar programas de prevención para criminales en activo que lo que hacen es usar esos bien intencionados programas para ocultarse de sus fechorías o para impedir que el Estado les dé su castigo merecido. Eso es lo que los criminales hacen ahora con la bandera de los derechos humanos, lamentablemente. La lectura que hacen de la respuesta del Estado ante el crimen –con categorías de interpretación propias de esquemas teóricos fraguados en el marco de los regímenes autoritarios de los años 60 y 70 del siglo XX— no sólo escamotea importante evidencia acerca de las dinámicas de violencia y de la respuesta del Estado ante ellas, sino que es francamente descontextualizada. La falta de imaginación teórica, el éxito que esas categorías tuvieron en un época en la cual no había manera de leer las acciones del Estado más que cómo autoritarias y represivas y el amarillismo al que se prestan expresiones como “unidades o grupos de exterminio”, “violación de los derechos humanos” y “represión estatal”, entre otras, enturbian la posibilidad de elaborar marcos interpretativos adecuados para los fenómenos sociales y políticos del presente.

Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/193486

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Contraste entre dos países: docentes en Alemania sin derecho a huelga

Por: Edgardo Zablotsky

En mayo pasado tuve la oportunidad de visitar Alemania invitado por la Fundación Friedrich Naumann. Su realidad educativa no puede contrastar más con la que sufre nuestro país. Como muestra sirve un botón, una nota publicada hace pocas horas en Ámbito Financiero reporta que «los maestros, policías, bomberos y demás empleados públicos (en Alemania) no tienen derecho a huelga. Así quedó establecido luego que un fallo desestimó un recurso presentado por cuatro docentes que sufrieron una sanción disciplinaria luego de participar de protestas y paros en su horario de trabajo».

Hace poco más de un mes, el presidente Mauricio Macri definió, mediante un decreto, la composición de la Comisión de Garantías. La misma tiene a su cargo establecer que, cuando por un conflicto colectivo de trabajo alguna de las partes decidiera la adopción de medidas legítimas de acción directa que involucren actividades que puedan ser consideradas servicios esenciales, deberá garantizarse la prestación de servicios mínimos para evitar su interrupción.

Un ejemplo concreto se presentó pocos días después frente al conflicto que paralizó el servicio de subterráneos, al plantearse la posibilidad que el gobierno nacional impulsase declarar al transporte como un servicio público esencial.

Frente al nuevo paro docente, en el ya muy golpeado ciclo lectivo de la provincia de Buenos Aires, Roberto Baradel, líder de Suteba, amenazó: «si no hay novedades vamos a profundizar las medidas de fuerza». Mirta Petrocini, líder de la Federación de Educadores Bonaerenses, agregó: «Si esta situación no se modifica y el gobierno provincial continúa sin llamar a la paritaria, si insisten con el 15% de aumento, sin cláusula gatillo, se podría no iniciar las clases luego del receso de invierno», ¿no debería plantearse la posibilidad de definir la educación como un servicio público esencial y reglar de esa forma el derecho de huelga? Es claro que sí.

El futuro de nuestros niños es lo que está en juego, fundamentalmente de aquellos que menos tienen y, por ende, más necesitan. De lo contrario la supuesta igualdad de oportunidades, que brinda la educación de excelencia para todos, no será más que una utopía.

No necesitamos remitirnos a la realidad de un país del primer mundo como lo es Alemania, reconstruido física y moralmente luego de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Veamos sino la evidencia provista por Ecuador, donde en 2008 se reformó la Constitución Nacional incorporando a la educación como servicio público, prohibiendo por ende su paralización. La nueva Constitución, en su capítulo 4, sección segunda, artículo 35, inciso 10, señala: «Se reconoce y garantiza el derecho de los trabajadores a la huelga y el de los empleadores al paro, de conformidad con la ley. Se prohíbe la paralización, a cualquier título, de los servicios públicos, en especial los de salud, educación, justicia y seguridad social; energía eléctrica, agua potable y alcantarillado; procesamiento, transporte y distribución de combustibles; transportación pública, telecomunicaciones. La ley establecerá las sanciones pertinentes».

No hace falta reinventar la rueda, es imprescindible que, más allá de los justos reclamos docentes, los líderes sindicales no puedan volver a utilizar a nuestros niños de rehenes. De impulsar el gobierno del presidente Macri la definición de la educación como un servicio público esencial, estaría dando otro fuerte impulso a la revolución educativa que requiere nuestro país.

Fuente: http://www.ambito.com/924739-contraste-entre-dos-paises-docentes-en-alemania-sin-derecho-a-huelga

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