Page 1502 of 2732
1 1.500 1.501 1.502 1.503 1.504 2.732

Hacia un Nuevo Orden Comunicacional del Sur

Por: Judith Lisette González Rivero

RESUMEN

Históricamente el discurso dominante se ha apropiado de formatos de la industria cultural  (prensa,  radio, cine y la televisión),  para enajenar las mentes de los seres humanos a favor del status quo. Se trata de medios poderosos que operan como aparatos de control para el mantenimiento del orden establecido.  En el marco del proceso de construcción de una patria socialista, se hace imprescindible superar estos discursos hegemónicos, resemantizar y producir los discursos y prácticas sociales locales que apunten a la emancipación, lo que viene a ser ese nuevo orden comunicacional del sur, que se  esboza en la Ley del Plan de la Patria. A 18 años de una revolución que cuenta con una amplia mayoría popular, sigue, contradictoriamente  observándose cómo la industria cultural, a través de medios de difusión que se oponen abiertamente al sistema, con contenidos que enajenan a los usuarios, aplicando estrategias de guerras de cuarta generación, son los que más audiencia acaparan, en contraposición están los medios promovidos por el Estado, así como espacios alternativos, para los que se han hecho esfuerzos económicos y humanos significativos.  En la actual Ley del Plan de la Patria(2013-2019), legado de Hugo Chávez,  el tema  de la comunicación vinculado al desarrollo de una nueva geopolítica internacional es estratégico para hacer irreversible el tránsito hacia el socialismo y aparece en diversas metas de este instrumento legal, al cual es importarte dotarlo de basamento teórico . Se plantea como una aproximación al problema: ¿Cómo aportar a la conformación del nuevo orden comunicacional del sur? *Propósito central de la investigación: Desarrollar bases teóricas-conceptuales que fundamenten la construcción del  nuevo orden comunicacional del sur que se esboza en la Ley del Plan de la Patria.. *Opción epistemológica: teoría crítica (dialéctico-materialista, pensamiento decolonial). *Metodología: Investigación cualitativa. Métodos; Análisis y síntesis. Inducción-Deducción.  Investigación documental. *Aportes teóricos esperados de la investigación: se espera compilar apuntes teóricos que sirvan de marco referencial al nuevo modelo comunicacional que se esboza en el Plan de la Patria. *Importancia del Proyecto: Se producirá un planteamiento teórico-conceptual sobre el Nuevo Orden Comunicacional del sur que puede ser de utilidad en la praxis educativa de estudios de periodismo, comunicación social y la nueva geopolítica.

Descriptores: Comunicación,  Nuevo orden comunicacional, Sur

 

 

 

 

 

 

Hacia un Nuevo Orden Comunicacional del Sur

 

La Ley del Plan de la Patria, donde se establecen lineamientos para el desarrollo nacional de la República Bolivariana de Venezuela,  expresa directrices precisas sobre la conformación de Un nuevo orden comunicacional del Sur, en atención a esto nos hemos planteado, desde una investigación doctoral  dotar de referencias teórico-conceptuales, a esta propuesta ideada por el presidente Hugo Chávez, que permitirá interpretar y comprender ese nuevo paradigma de comunicación, como fase importante para su implementación.

La justificación de este trabajo en construcción se centra en su contribución para con  los estudios sobre la comunicación, como proceso estratégico que puede ser determinante  en  los cambios sociales en el mundo.   Específicamente desarrollará aportes teóricos, que pueden servir a la praxis pedagógica, de referencia para estudios de comunicación, periodismo y geopolítica,  sobre todo para instituciones emergentes cuyo rol histórico es fundamental, en cuanto al fortalecimiento de los procesos de transformación social que protagonizan el pueblo de Venezuela y otros países vanguardistas del mundo.

Las siguientes líneas, tienen como propósito esbozar los supuestos epistemológicos que acompañarán nuestra investigación doctoral, así como un acercamiento a  la descripción de las categorías analíticas, lo cual se desarrollará a partir de la teoría crítica,   y desde una perspectiva cualitativa. Desde este enfoque, se acogerán los principales referentes teóricos y la categorización de ese Nuevo Orden Comunicacional del Sur.

Este trabajo se desmarca del paradigma racionalista, por considerar, tal como expresa Martínez (1997), que ese modelo de ciencia que se originó después del Renacimiento sirvió de base para el avance científico y tecnológico de los siglos posteriores, sin embargo, la explosión de los conocimientos, de las disciplinas, de las especialidades y de los enfoques que se ha dado en el siglo XX y la reflexión epistemológica encuentran ese modelo tradicional de ciencia no sólo insuficiente, sino, sobre todo, inhibidor de lo que podría ser un verdadero progreso, tanto particular como integrado de las diferentes áreas del saber.

Asimismo,  compartimos los planteamientos de  Morín (1997), con respecto a que los problemas complejos no pueden ser resueltos por enfoques parcelados, de siglos anteriores, por ende la necesidad de adoptar el pensamiento complejo (desde el enfoque dialéctico), no mutilante, para resolver problemas complejos.

Según este autor, el “pensamiento simplificante” ha generado los mayores hallazgos de la historia del progreso científico y tecnológico, pero esos avances transformaron el escenario y permitieron la emergencia de males –que pueden considerarse específicamente modernos- como la contaminación mundial, la degradación ecológica, el aumento de la desigualdad riqueza-pobreza, la amenaza termonuclear, las corrientes migratorias intercontinentales de excluidos, la incapacidad de los poderes políticos locales para gobernar y las crisis de identidad cultural, entre otros. Son los males heredados del sistema capitalista, desde el que se construyó todo un paradigma (racionalista-positivista) para su sostenimiento, donde el rol de los medios masivos (o los medios del capitalismo) ha sido protagónico.

Esta investigación tiene en cuenta la urgencia de trascender el sistema capitalista, por ser un modelo destructor del planeta, agotado,  y que no da respuesta a las principales problemáticas del mundo.  Por lo tanto, este trabajo asume la necesidad de adoptar modelos científicos opuestos a los paradigmas neoliberales dominantes, y nutrirse de un modelo epistémico socio-crítico, que permita reflexionar cómo construir y cómo producir conocimiento científico sobre la base de que otro mundo es posible.

Pasaje al nuevo orden

Traspasar la barrera del no retorno, planteó Chávez en el Plan de la Patria (2013-2019), y apoyado en Antonio Gramsci, expresó “lo viejo debe terminar de morir definitivamente, para que el nacimiento de lo nuevo se manifieste en toda su plenitud”.

Ahora bien, la destrucción de lo presente no tiene por qué ser necesariamente negativa, sino que significa el pasaje al nuevo orden, donde el oprimido será libre y, aun el opresor de nuestro tiempo, se convierta en hombre, dejando de ser torturador, opresor, como lo explica Dussel (1972), filósofo de la liberación latinoamericana.

Para este autor argentino la liberación significa comprender qué opresión se cumple sobre nosotros y luego en la práctica asumir la emancipación  de la dependencia del capitalismo norteamericano desde la hegemonía política de las clases oprimidas: campesinas y obreras. De acuerdo con el filósofo, este proceso implica “ir más allá del orden establecido”, avanzar hacia un nuevo orden que hay que establecer al servicio del “Otro” que es negado por el status quo.

Desde la revolución bolivariana, a partir del surgimiento del presidente Hugo Chávez, se ha puesto en marcha un proceso de transformación social que desafía el viejo orden político-social neo-liberal impulsado por el imperialismo, como fase superior del capitalismo,  y se ha propuesto  un nuevo orden geopolítico para tratar de integrar a los pueblos del sur, desafiando el proyecto imperial.

En lo comunicacional, el Nuevo Orden Comunicacional del Sur, que se esboza en el Plan de la Patria, se propone para subvertir el orden establecido, con miras a trascender hacia el socialismo, en el marco de una nueva geopolítica integracionista e identitaria, contemplando el uso de la comunicación con un fin emancipador.

Tras una amplia revisión bibliográfica pudo determinarse, que sobre un Nuevo orden comunicacional del Sur, es muy escasa la teoría. Sus antecedentes se vinculan con el surgimiento del Movimiento de Países No Alineados (finales de los 60), cuando surge la teoría de la dependencia y comienza la mirada crítica al paradigma desarrollista -de la cual derivó un cuestionamiento  no solamente a un modelo de desarrollo socioeconómico sino a las estructuras y modelos de comunicación dominantes en este continente-, y el debate internacional sobre los desequilibrios del  sistema informativo internacional. En este contexto surgen  las tesis a favor de de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) y de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (Nomic).

Tras todo un impulso de los países no alineados hacia el Nomic, en 1980 la Unesco publicó el Informe Mc Bride, elaborado por el premio Nobel de la Paz Sean McBride  junto a una comisión integrada por personalidades estudiosas de la información y la comunicación, en el que se planteaban 82 recomendaciones puntuales que se interpretan como puntos de partida para  dar respuesta a una preocupación mundial sobre la promoción de una comunicación al servicio de las mayorías. Era claro que sus finalidades trastocarían los procesos de dominación imperial que se  ejercen a través de la industria cultural y como era de esperarse, presiones desde Estados Unidos dieron al traste con  el célebre  informe.

Referencias sobre Nuevo Orden Comunicacional (sin la categoría del Sur) pueden hallarse en textos o ensayos donde autores abordan reflexivamente el referido  Informe Mac Bride. Estudiosos sobre el tema han mantenido la necesidad de repensar y reactivar esta propuesta, que esbozaban líneas de actuación revolucionarias sobre la comunicación, cuyas referencias servirán de soporte al trabajo doctoral propuesto.

Después de décadas de este evento, se considera alentador que países con gobiernos revolucionarios como Venezuela, retomen ideas de este documento y lo incorporen en leyes en pro de lo que implica la soberanía comunicacional, uso y acceso a los medios y la utilización de la comunicación para la  liberación y educación de los pueblos. Específicamente en la Ley del Plan de la Patria, se adjetiva ese nuevo orden, al llamársele de Nuestra América o del Sur, lo que  viene a colocar una carga de resistencia e identidad cultural, afianzando la finalidad descolonizadora de   este nuevo esquema y de fortalecimiento del proyecto de integración latinoamericana  impulsada por el Libertador y que posteriormente defendió con vehemencia Hugo Chávez.

 

Epistemología y teoría de la comunicación

Desde esta investigación se asumirán  los enfoques epistémicos críticos y culturales que resignifican a la comunicación como una herramienta para la liberación y formación de los pueblos y cuestionan y problematizan el rol de los medios de difusión masiva, que al servicio del imperialismo y de la oligarquía criolla, reproducen el sistema capitalista y sus desigualdades de diverso orden: económicas, políticas, educativas, de control y poder. Muchos de estos investigadores, en su mayoría latinos, han coincidido con la reevaluación y el rescate de los postulados básicos del Informe Mac Bride.

Este trabajo se apoyará en  investigadores que han abonado al nuevo orden comunicacional, desmitificado esa falsa comunicación-monólogo o comunicación dominadora que se ejerce desde los denominados medios de comunicación social y están creando una nueva conceptualización de la comunicación. O rescatando su significado originario imprescindible para revertir el neocolonialismo actual que se sostiene y es oxigenado a través de la industria cultural.

Asimismo, se apoyará en autores que se han encargado de develar la falsa neutralidad e ingenuidad de los medios masivos y las agendas ocultas de información,  y que han denunciado a estos medios como instrumentos de dominación y de invasión cultural

Es de hacer notar que los estudios sobre la comunicación son relativamente nuevos, surgen  en el siglo XX. Y al igual que al resto de las ciencias, desde el positivismo funcionalista se desarrollaron  modelos y teorías de la comunicación de masas, que sostuvieran el status quo.  Estos se centraban exclusivamente en la transmisión de señales y mensajes, como bien lo explica Kaplún (2003). Desde ese paradigma los fenómenos comunicacionales y sociales responden a leyes universales y se plantea el estudio objetivo y neutral de este fenómeno. La teoría crítica surge para hacer frente y desentrañar el orden establecido.

De especial referencia para esta investigación será la obra de Gramsci (1891-1937),  cuyo pensamiento influye e impregna muchos de los discursos teóricos críticos acerca de la comunicación y de la cultura, como la primera generación británica de los estudios culturales y es uno de los pensadores marxistas cuyas reflexiones mantienen mayor vigencia a comienzos del siglo XXI.  Gramsci añade la idea de hegemonía, como instancia de dominio cultural, que lleva a un consenso tácito, a una aceptación o sometimiento natural de las clases subordinadas. Los medios de comunicación aparecen aquí como uno de los elementos centrales en la difusión de los valores que construyen la hegemonía. La hegemonía se manifiesta en la aceptación de un orden determinado por parte del conjunto social cuando, en realidad, ese orden custodia los intereses de la clase dominante.

Como parte del pensamiento crítico resalta la Escuela de Frankfurt, la cual tuvo un alto impacto  en las reflexiones latinoamericanas sobre comunicación y cultura, en especial en un período clave de las posiciones críticas, como fueron los finales de los años sesenta y principios de los setenta.

Uno de los pensadores que asume el enfoque crítico de la Escuela de Frankfourt, es Ludovico Silva, quien  señalaría la naturaleza alienadora del sistema de medios de comunicación que alimenta las necesidades de un orden capitalista anti-humano en vez de los deseos humanos.

Es así, como este trabajo tomará en cuenta los planteamientos de Silva (1970) sobre el carácter alienante de estos dispositivos hegemónicos, y con especial atención  su teoría  de plusvalía ideológica, que se traduce como esa esclavitud inconsciente al sistema, esa explotación de la conciencia. Con base marxista, este autor venezolano devela como lo que Teodoro Adorno denominó la Industria Cultural y que este la resemantiza como Industria Ideológica, logra crear  todas las lealtades hacia la política capitalista, una industria que tiende al control masivo de las conciencias, mediante procedimientos tecnológicos de difusión de ideas. Y por ello, en el marco de la construcción de un sistema más humano y justo, se impone la necesidad de subvertir esos modelos.

La teoría crítica de Frankfurt, asimismo, sirvió de inspiración para el movimiento denominado Escuela Latinoamericana de la Comunicación (ELACOM), que surge en los 60, a partir de escuelas de periodismo en Argentina y Brasil. Su orientación fue cuestionar los modelos foráneos; desentrañar  la manipulación de la comunicación y la cultura que ha hecho el capitalismo, convirtiendo todo en mercancía; desarrollar modelos contrahegemónicos, con visión latinoamericana. Entre los pioneros de esta escuela destacan autores de diversas naciones, como Luis Ramiro Beltrán, Mario Kaplún, Marqués de Melo, Jesús Martín Barbero, Néstor García Canclini,  Armand Mattelart, Pablo Freire, entre otros.

Esta investigación tomará en cuenta los aportes epistémicos de esta Escuela Latinoamericana, para la cual la comunicación representa una relación de reciprocidad entre el emisor y receptor, donde destaca el diálogo, el acceso y la participación en los medios de comunicación. Sus esfuerzos también se enfocan en los efectos de la comunicación en los receptores, y en como la comunicación puede apalancar el desarrollo de las comunidades, generando transformación social. La ELACOM se apoya en el contexto de movimientos y luchas políticas y sociales de la región, construidas desde la dialéctica de la hibridación y el mestizaje que reconoce la praxis, la diversidad y la participación como medulares en la comunicación, entendida como mediación social.

Tal como lo explica Kaplún (2003) en el Comunicador Popular, los teóricos e investigadores latinoamericanos, con concepciones críticas, señalan que los medios masivos -tal como operan actualmente en su casi totalidad-, no son “medios de comunicación “, sino “medios de información” o de “difusión”. Podrían llegar a ser realmente “de comunicación” (de hecho algunos pocos excepcionalmente, han logrado y demostrado serlo); pero para ello tendrían que transformarse profunda y radicalmente. Estos investigadores han desmitificado esa falsa comunicación-monólogo o comunicación dominadora  y están creando una nueva conceptualización de la comunicación. O rescatando su significado originario.

De los autores mencionados anteriormente, es importante destacar a Freire, quien tal como lo explica Barranquero en su trabajo Latinoamérica en la ruptura del paradigma de la comunicación para el desarrollo,  sus escritos dentro del campo de la educación y la pedagogía, van a influir poderosamente en las perspectivas de la comunicación participativa, educativa, popular y alternativa. Freire no se refiere tanto a los medios de comunicación masivos, como al proceso mismo de la comunicación humana y al uso de “medios populares” concebidos por las propias comunidades para su (auto) conocimiento y el reconocimiento de los otros y de la propia realidad.

El boliviano Beltrán, referido por Barranquero,  abre una nueva dirección hacia una nueva ciencia de la comunicación y de la comunicación para el cambio social. La obra del autor gira constantemente en torno a la relación entre comunicación y desarrollo, desmarcado, desde luego, del paradigma desarrollista. Beltrán es sobre todo conocido por iniciar una profunda reflexión sobre la necesidad de organizar y planificar la comunicación para el cambio mediante políticas (nacionales) de comunicación y otras estrategias comunitarias.

Otro texto importante a considerar es Pensamiento Comunicacional Latinoamericano, del saber al poder  (2009), donde Marqués de Melo propone que un nuevo orden mundial del siglo XXI puede ser utópicamente construido a partir de la acumulación crítica de conocimientos empíricamente elaborados conforme a metodologías adecuadas (híbrida, mestizas e incluso endógenas) con el fin de generar teorías susceptibles de producir cambios que nos conduzcan a un tipo de sociedad próspera, justa, plural y democrática (p162).

Resalta Marquez de Melo que  el legado de los pioneros que dieron la batalla por esta causa en los años 70, debe ser considerado como una referencia desde la cual pensar acciones. A su vez, estima   como un desafío el elucidar los fenómenos comunicacionales,  adoptando perspectivas latinoamericanas, responsabilidad en la que deben estar comprometidas las nuevas generaciones de investigadores.

Otros apuntes a considerar, son los derivados de la Pedagogía de la Comunicación, propuesta por Mario Kaplún (1998), quien plantea que así como hay una comunicación masiva al servicio de los intereses de la clase dominante, es necesario y lógico que la nuestra seleccione los hechos de acuerdo con los intereses de las masas y de su propia versión.

Más adelante el autor expone que:

           Tomar partido no es manipular. Comunicar, construir y emitir un mensaje es, pues, siempre optar, tomar posición. La tantas veces invocada «objetividad» no es sino un mito de la gran prensa, que la predica para legitimarse y la pregona en sus Escuelas de Periodismo, y es la primera en no practicarla. (p.160)

Para este autor, la tan nombrada y consagrada por el paradigma positivista, objetividad periodística, es una falacia, lo cual es compartido plenamente por esta investigación.

Comunicación revolucionaria

De los autores latinos contemporáneos,  consideramos pertinentes los aportes de Fernando Buen Abad. Este mexicano desarrolla una obra denominada Filosofía de la comunicación (2006), un planteamiento que no solo hace crítica de la ideología y la práctica dominantes sino que propone cobrar conciencia de las condiciones concretas en que se opera la comunicación bajo el capitalismo, sus raíces sociales, de clase, de las condiciones reales que las engendran y de las soluciones prácticas que permitirán transformarlas.

Plantea que no habrá transformación real de la comunicación si no hay transformación real de la sociedad, así como no puede haber transformación real de la sociedad, si no hay transformación de la comunicación. Con lo cual estamos plenamente de acuerdo.

Sólo a partir de profundizar, ensanchar y clarificar la obligatoriedad de un marco teórico programático que situé al trabajo como punto de partida para el estudio de la comunicación podremos garantizar que tal es verdaderamente compromiso de análisis y síntesis científico para la transformación de la realidad hacia un nuevo orden mundial de la comunicación, su reivindicación como trabajo humano creador y la desaparición de toda alienación y apropiación privada de los medios para la comunicación. No habrá transformación real de la comunicación si no hay transformación real de la sociedad. (p.56)

Este filósofo mexicano  es uno de los investigadores más activos en reivindicar y reevaluar el significado  del Nomic.

Entre los objetivos de esta propuesta filosófica está la intención de producir argumentos sobre la necesidad de un nuevo orden comunicacional internacional, de tipo revolucionario, en oposición al modelo globalizado de los monopolios imperiales neoliberales.

Plantea que la comunicación revolucionaria, debe ser  transformadora que expanda e inaugure visiones y conciencia de una humanidad sin clases, sin Estado, sin propiedad privada.

Comunicación magnética que encienda todas las máquinas amorosas para la resolución de los problemas en la vida práctica armada también con poesía para liberar a la humanidad de todo aquello que la aprisiona en los límites de sus necesidades más elementales. (p.36)

Sostiene el filósofo que no es la fuerza de la comunicación un medio para acceder a un mundo “ideal”, “perfecto” dogma de sectarios, sino para salir de uno falso.

       Comunicación lumínica que transforme al mundo… que transforme la vida. Sabemos que hay riesgos como nunca en las circunstancias presentes. Es imposible revitalizar el mundo en que vivimos, es inútil aferrarse a él, es preciso atreverse a cambiarlo desde sus logros mejores. Y eso tiene costos que son, hoy por hoy, ineludibles. (p.36)

Su propuesta de comunicación revolucionaria, con la cual se identifica plenamente este trabajo, plantea una comunicación que transforme, que esté al servicio de la revolución, que debe ser  hecha por todos, donde es imprescindible la unidad, la formación y organización de los trabajadores para trascender el régimen de propiedad de los medios de producción, y con ello, los de comunicación.

Epistemología y filosofía  del Sur

Las  concepciones teóricas de un Nuevo orden comunicacional del Sur que se plantean en esta investigación doctoral, tomará en cuenta nuestros  tiempos y nuestras raíces, asumiendo enfoques de los estudiosos del pensamiento decolonial que plantean  la búsqueda y realce de nuestra propia identidad, como alternativa ante los procesos globalizantes.

Esto puede hacerse sin desechar las riquezas de la tradición crítica occidental  ni  las posibilidades históricas de emancipación social de la modernidad occidental, como lo señala  Boaventurade Sousa. En su obra Epistemología del Sur (2010),  este autor propone la  ecología de los saberes. Una ecología de las temporalidades, una ecología de los reconocimientos, una ecología de las trans-escalas, una ecología de la productividad, una hermenéutica diatópica, una sociología de las ausencias, una sociología de las emergencias, haciendo emerger la consistencia de los pluralismos y de sus singularidades componentes.

Importante soporte para este trabajo, serán las contribuciones de estudiosos de la filosofía de la liberación, como Dussel, quien ha elaborado toda una filosofía del Sur, en cuya tesis analiza la asimetría Centro-Periferia, plantea que el Sur es la periferia del sistema mundo explotada y empobrecida, y como la dominación del Norte (en todos sus niveles) ha condicionado el subdesarrollo del Sur. Al tiempo que cuestiona como desde la colonización, las culturas milenarias del Sur del mundo han sido negadas, despreciadas e ignoradas por ese sistema mundo.

Dussel formula un diálogo interfilosófico e intercultural Sur-Sur, cuyos enfoques serán considerados por este trabajo, ya que propone  la transversalidad de un diálogo intercultural transmoderno para la mutua liberación de las culturas universales postcoloniales. Por cuanto son identidades que han sobrevivido a la modernidad  y en la actualidad están en pleno proceso de renacimiento, buscando caminos nuevos para su desarrollo próximo futuro.

La  “Trans-modernidad” la presenta este autor como un proyecto mundial que intenta ir más allá de la modernidad europea y norteamericana. Indica todos los aspectos que se sitúan “más-allá” (y también “anterior”) de las estructuras valoradas por la cultura moderna europeo-norteamericana, y que están vigentes en el presente en las grandes culturas universales no-europeas y que se han puesto en movimiento hacia una utopía pluriversa.

Desde esta perspectiva expuesta por Dussel se plantea desarrollar las potencialidades de esas culturas y filosofías ignoradas; acciones llevadas a cabo desde sus propios recursos, en diálogo constante con la modernidad europeo-norte americana, en aras de una filosofía mundial futura pluriversa y por ello transmoderna (lo que supondría igualmente ser transcapitalista en el campo económico)

En esta misma línea, el teórico argentino plantea el rescate de la historia de la cultura Latinoamerica a partir  de “situar” a todas las culturas que inevitablemente se enfrentan hoy en todos los niveles de la vida, cotidiana, de la comunicación, la educación, la investigación, las políticas de expansión o de resistencia cultural o hasta militar.

Al respecto, Dussel en su obra Caminos de la Liberación Latinoamercana (1972) apunta que nuestra historia ha sido conducida por otros cauces. Cuando terminamos de leerla, y más si la estudiamos, quedamos alienados, como europeizados, extraños. Asegura, que América Latina está fuera de la historia.

Plantea reconstruir la  identidad histórica de América Latina en oposición  a las “reducciones historicistas” de nuestra realidad latinoamericana, y desde el marco de la historia mundial. (Desde el Asia nuestro componente amerindio; la proto-historia asiático-afro-europea hasta la cristiandad hispana; la cristiandad colonial hasta la “cultura latinoamericana dependiente”, postcolonial o neocolonial).

En  esta práctica  de exclusión y desprecio de la identidad de los pueblos del sur,   es indiscutible que los aparatos ideológicos del estatus quo han jugado un rol fundamental,  por lo tanto un Nuevo orden comunicacional del Sur,  debe concebirse a la luz de enfoques que se revelen y reviertan  esta situación.

Mirarnos con nuestros propios ojos

En el contexto internacional de los medios de comunicación, las asimetrías entre el Norte y el Sur es un problema que ha estado presente en el centro de los debates intelectuales desde comienzos de los años setenta,  cuando se desarrolló la gran batalla en torno al proyecto del Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, el NOMIC

Este trabajo tomarán en consideración los aportes de Ramonet, quien participó en este movimiento, y explica  que en  el Informe  McBride se demostraba que el desequilibrio en materia de información en favor del Norte era de tal magnitud, que amenazaba la singularidad y la diversidad de las culturas, en particular las del Sur. Situación que sigue con alarmante vigencia.

Este autor plantea la cuestión de la propiedad de los medios para saber de dónde venían los mensajes, quién los elaboraba, qué sentido y qué consecuencias podía entrañar la recepción de éstos en los espíritus y en las mentes de aquellos que los recibían. Los mensajes sobre el sur, en gran parte eran elaborados desde el norte. Desde entonces se alerta sobre la preocupación del problema de la manipulación de las personas del Sur por parte de los medios de comunicación del Norte.

Sobre esta arista, se considerará como relevante citar al estudioso uruguayo Aharonian que plantea la creación de espacios que permita mirarnos con nuestros propios ojos. Es necesario dejar de ver al Sur, con ojos del Norte (p.73), plantea.

Desde el IV objetivo histórico de la Ley del Plan de la Patria relacionado con el desarrollo de una nueva geopolítica internacional, que propendan al equilibrio y la paz del planeta, lo comunicacional reviste directa e indirectamente, un papel estelar.

De acuerdo a lo que se interpreta de este instrumento jurídico, el tema  de la comunicación vinculado al desarrollo de una nueva geopolítica internacional es estratégico para hacer irreversible el tránsito hacia el socialismo y aparece en diversas metas de esta norma.

En dicha ley, se adjetiva ese nuevo orden comunicacional, al llamársele de Nuestra América o del Sur, lo que  viene a colocar una carga de identidad cultural, afianzando la finalidad descolonizadora de   este nuevo esquema y de fortalecimiento del proyecto de integración del Libertador y que posteriormente defendió con vehemencia Hugo Chávez.

Ahora bien, ese concepto integrador planteado por Chávez en el Plan de la Patria va más allá del  sur de América y El Caribe, se propone aquí la unión interregional Sur-Sur como  América del Sur-África (ASA) y el América del Sur-Países Árabes (ASPA).

Consideramos que un Nuevo orden del sur plantea entonces un sentido geopolítico, de lucha contra las históricas asimetrías, del Norte y el Sur del planeta,  países explotadores y explotados, países dominadores y pueblos dominados,   aquellos que tienen acceso a la información y aquellos que carecen del mismo. Debe entonces -desde  paradigmas emergentes- asumirse como una herramienta geopolítica que  propenda a reconocer y exaltar nuestros verdaderos orígenes, asumiendo procesos tendientes  a descolonizar el poder, el saber y el ser, utilizando la comunicación como un instrumento al servicio de la liberación de los pueblos.

Bibliografía:

-Álvarez, Federico (2010) La información contemporánea. Imprenta Nacional (AVN). Caracas

– Aharonian, Aram . (2007) Apuntes sobre comunicación y democracia. Editorial El Perro y la Rana. Caracas

-Barranquero, A. (2005) Latinoamérica en la ruptura del paradigma de la comunicación para el desarrollo. El recorrido de los pioneros en la búsqueda de alternativas democráticas. España. Universidad de Málaga

-Buen Abad, F (2006)  Filosofía de la Comunicación. Minci Caracas-venezuela

De Sousa, Boaventura. (2010) Descolonizar el saber. Ediciones Trilce. Chile

-Morín, E. (1997), ¿La ciencia pierde la razón?: Revista Universidad del Valle, No 17, agosto.

-Dussel, E.  (2011) Filosofía liberación Fondo de Cultura Económica.  México.

–Dussel, E.  (1972) Caminos de la liberación de Latinoamérica. Latinoamericana Libros. Argentina

– Dussel, E.  (2009) Política de la Liberación. Volumen II La arquitectónica. Editorial Trotta. Madrid

—Dussel, E.  (2005) Transmodernidad e interculturalidad (Interpretación desde la Filosofía de la Liberación)” UAMIz., Mexico City, 2005. Publicado en http://enriquedussel.com/txt/TRANSMODERNIDAD%20e%20interculturalidad.pdf

–Dussel, E.  (2015) Filosofías del Sur. Edicionesakal. México

-Kaplún, M. (2003). El Comunicador Popular. Publicado en : //biblioteca.ffh.uh.cu/…/Mario%20Kaplun-na%20pedagogia%20de%20la%20comunicacion%20(el%20com

Ramonet, I (2012) La Tiranía De La Comunicación.. Colección Emancipación Obrera. Publicado en: https://es.scribd.com/document/248988601/Ramonet-Ignacio-La-Tirania-de-Las-Comunicaciones

-Ley del Plan de la Patria, (2013-2019)

–MacBride, Sean (1981). Un solo mundo, voces múltiples. Comunicación e información en nuestro tiempo. México, D.F., Fondo de Cultura Económica-UNESCO.

-Marqués de Melo, J (2009) Pensamiento Comunicacional Latinoamericano, del saber al poder  : Comunicacion Social Ediciones y Publicaciones

-Martínez, M. (1997). El paradigma emergente, hacia una nueva teoría de la racionalidad científica. México: Trillas.

Comparte este contenido:

Un FSM, vaciado de ideas, pueblos y lucha, se muda a Salvador de Bahía

Por: Aram Aharonian

Durante el último quinquenio ha proliferado el debate –entre movimientistas “puros” (en general aliados a las posiciones de la socialdemocracia europea y la Iglesia católica) y militantes sociales y políticos- sobre el futuro del Foro Social Mundial: ¿Qué relación debe haber entre partidos políticos anticapitalistas y movimientos sociales? ¿Qué vínculos con gobiernos progresistas de la región, qué estrategia ante el llamado de Hugo Chávez a impulsar una Quinta Internacional?

El Foro Social Mundial (FSM) nació en 2001 –hace 17 años- con la voluntad de ser un punto de encuentro de los movimientos sociales contrarios a la globalización neoliberal y constituirse en voz alternativa a las directrices del Foro Económico Mundial de Davos, que sigue reuniendo anualmente a empresarios y líderes políticos del capitalismo actual.

Cuando se anuncia para marzo un nuevo Foro Social Mundial en Salvador (Bahía), que corre el riesgo de pasar inadvertido por los ciudadanos a quienes se quiere conmover y movilizar, pocos parecen asumir que el mundo ha cambiado y el contexto en el que surgió es distinto al de hoy… aunque la lucha sigue siendo la misma.

Lo cierto es que en más de tres lustros, el FSM no estuvo exento de peligros como la rutinización, la oenegización, la cooptación, la burocratización la falta de participación de movimientos sociales reales, la dispersión, el copamiento.

Y hoy estamos transitando la crisis sistémica del capitalismo, con una crisis climática, política, social, alimentaria sin precedentes y a la puerta de la cuarta revolución industrial, es decir el efecto de las nuevas tecnologías en los trabajadores y la economía, así como las noticias falsas (fake news), la posverdad y la inteligencia artificial. De todo esto ni se hablaba en 2 001 en Porto Alegre…

Rita Freire, una de las animadoras del FSM de Salvador indica que esta edición, organizada con poco tiempo, escasos recursos – el apoyo de la Universidad Federal y del Estado de Bahía- y en una situación nacional e internacional compleja, cuenta con la fuerza y entusiasmo de los convocantes con la convicción que dejar de abrir el espacio del FSM a la resistencia, sería abdicar de lo que afirmamos en el 2001 en Porto Alegre. El problema es mayor cuando se cree que lo que faltan son recursos, cuando la real escasez es de ideas.

Si al principio del movimiento antiglobalización dominaban las tesis de “cambiar el mundo sin tomar el poder” de Toni Negri y John Holloway, la acuciante realidad hizo que el escenario del debate político y estratégico cambiara sustancialmente. Recién en 2007, en Belem do Pará se escenificó la primera muestra colectiva de rechazo a la crisis sistémica del capitalismo, destacando la necesidad de una ruptura con el mismo.

Durante el último quinquenio ha proliferado el debate –entre movimientistas “puros” (en general aliados a las posiciones de la socialdemocracia europea y la Iglesia católica) y militantes sociales y políticos- sobre el futuro del Foro Social Mundial: ¿Qué relación debe haber entre partidos políticos anticapitalistas y movimientos sociales? ¿Qué vínculos con gobiernos progresistas de la región, qué estrategia ante el llamado de Hugo Chávez a impulsar una Quinta Internacional?

¿Ha ganado peso e influencia el FSM desde que sus inicios? Seguramente es tiempo de discutir una actualización acorde a los tiempos, totalmente diferentes de cuando dos brasileños pensaron en la necesidad de un foro antiDavos. ¿Y Davos? Ah, al último Davos fueron más jefes de estado y primeros ministros que a la asamblea general de Naciones Unidas…

Es más, aquellos movimientos sociales que llevaron a nuestros presidentes reformistas (de izquierda, revolucionarios, como les quiera llamar) al gobierno, ya no estaban en las calles para defenderlos cuando hizo falta: sus dirigentes fueron cooptados (y burocratizados) para tareas del gobierno y los movimientos desmovilizados.

Lo cierto es que en el Foro Social Mundial ya no se debaten los temas cruciales, quizá porque a nadie se le ha ocurrido ponerlos en una agenda con demasiada inclinación onegeista y europeizante. Y si se discuten, quedará lo tratado entre los presentes, ya que no hay sistema de comunicación con los que no estaban en ese preciso foro.

Tampoco hay forma (ni estructura) de hacer una síntesis entre los paneles que tratan el mismo tema. O sea, los participantes solo acceden a saber que pasó en el panel donde estuvieron: las experiencias, los debates, las acciones no se socializan (o se hacen solo para ese pequeño sector). No sirve a los que luchan en contra de la realidad actual.

Los antes entusiastas y hoy críticos a la organización señalan que la tarea del FSM no es construir alternativas: es un espacio interno de los que participan, que se encuentran con otros igualmente motivados y convencidos, y vuelven a la sociedad más convencidos y más informados sobre lo mismo.

Frente a la crisis los retos se plantean como más urgentes que nunca. La escritora india Arundhaty Roy, ya en la cuarta edición del FSM en Mumbai (India), señaló la necesidad de abandonar discursos pomposos, discusiones intelectuales de café y debates baladíes, y ”centrarnos en blancos reales e infligir daño real”.

Los movimientos sociales internacionales son por ahora incapaces de encontrar una forma de conexión reticular que les permita actuar más conjuntamente y les cuesta mucho fijarse objetivos que vayan en una misma línea.

En inicios del milenio, el primer paso de muchos intelectuales y fuerzas políticas y sociales fue el de definir al enemigo, la globalización, para desde allí posibilitar que todos los que luchaban contra el mismo enemigo pudieran coordinar sus acciones. Pero si bien se logró conformar el movimiento, éste no coordinó luchas a escala mundial, como era de esperar. Se conformó con ser un movimiento de resistencia, no de acción, sin muchas otras formas de lucha más allá de los foros.

Mal nos pese, hoy el FSM es una fierecilla domada (la prensa hegemónica ni siquiera lo menciona), dispersa. La ofensiva ideológica de la globalización sigue, mientras el llamado reformismo latinoamericano continúa discutiendo el tema de la toma de poder.

En buena parte de los movimientos que integran el FSM se ha formado la idea básica de que no puede tratarse de tomar el poder, aun cuando en América Latina quedó demostrado que, con el poder en la mano, mucho se puede lograr para los pueblos. Sin el poder, seguiremos hablando, denunciando, lamentando… en una buena oportunidad para reunirse con los amigos, a veces a expensas de los trabajadores, campesinos, que son quienes aportan para el viaje de los delegados.

Muchas veces se confunde autogestión con desorden, con la falta más elemental de organización. Y con mesas autogestionadas donde solo se exponen las experiencias de cada uno, no se puede hablar de nivel intelectual, de debate, de coordinación para la acción, ni de la línea trazada (o sugerida) por un comité organizador, dotado de los elementos políticos, intelectuales, de primer nivel, como aquellos de los primeros años del FSM.

La fórmula del espacio que crea el debate más adecuado y eficiente en contra de la globalización neoliberal (hoy superada por la cuarta revolución industrial y en medio de la caída del multilateralismo) significa que es posible que a través de la acumulación de todos los sectores de la sociedad civil y de los movimientos sociales, se llegue a crear activistas con una visión holística.

Pero hasta ahora, esto no pasa. Cada organización tiene su tema, y ni siquiera aceptan sumarse en paneles. Esto crea una fragmentación, una pulverización y una falta de acción global, que son negativos, señala uno de los fundadores del FSM.

Hoy las viejas formas democráticas y republicanas son asediadas por populismos derechistas ultranacionalistas, se acentúa el autoritarismo y el proceso destituyente en la medida que los derechos sociales conquistados son conculcados, los dirigentes progresistas y sociales perseguidos, encarcelados y asesinados, crece la migración (incluso entre nuestros países), peligra el agua y la alimentación, crecen la desigualdad y el desempleo, junto a la crisis ecológica.

La agenda del foro de Salvador pareciera diseñada por ONGs europeas (al igual que la que se impuso durante la reunión de la OMC en Buenos Aires, dejando fuera de la discusión, por ejemplo, el acuciante tema del TLC Unión Europea-Mercosur). Ellos, siempre vendiendo espejitos.

La acción de muchas de estas organizaciones de la llamada sociedad civil han servido para imponer, en nombre de la democracia, gobiernos títeres que faciliten el saqueo de sus riquezas nacionales por parte de las empresas trasnacionales del norte, han servido para azuzar conflictos étnicos para garantizar políticas neoneocoloniales en África, y en los últimos años ayudaron a desestabilizar las naciones latinoamericanos que buscan un futuro para sus ciudadanos.

Los reveses del progresismo no suponen la extinción del proceso: sus causas no han cesado y tampoco las indignaciones y expectativas sociales que generan, y mucho menos la urgencia de encontrar soluciones alternativas a la problemática real de nuestra región.

La secretaría del FSM, que antes facilitaba el funcionamiento del Consejo Internacional, fue trasladada de Brasil a Marruecos y, obviamente la relación del Foro con el Estado brasilero se congeló con la entrada del gobierno de facto encabezado por Michel Temer. Para las organizaciones de Bahía, tiene un valor particular el deseo de protagonizar un Foro dedicado a la resistencia, señala Rita Freire, una de las animadoras del FSM de Salvador.

Hay temas de enorme actualidad que deben ser discutidos juntos con los movimientos y organizaciones sociales, como la lucha contra la domesticación mediática corporativa; las estrategias para incidir y cambiar sistemas y políticas de comunicación; la creación y promoción de recursos alternativos, agrega Freire.

Eso obliga a entender los mecanismos de filtro de Internet, ya que la protección de datos personales es absolutamente vulnerable. Se trata de defender principios para garantizar la neutralidad de la red y la privacidad, lo que está siendo demolido desde Estados Unidos en los últimos meses. La cuarta revolución industrial es un debate que va desde los medios populares a los movimientos sindicales en el FSM, dice desde Suiza.

Es necesario dejar de ver al Sur con ojos del Norte. La actividad de las organizaciones sociales no es para mostrar miseria sino para destacar la cooperación, la complementación, la solidaridad, valores difíciles de hallar en la información del Norte. Y ese es un problema ético.

Pero el tema del cambio climático parece no estar entre las prioridades de los organizadores. Como dijo el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, el capitalismo jamás va a ser de color verde, con excepción de los billetes de un dólar estadounidenses. ¿Y el altermundismo?

Estamos en una profunda crisis de gobernabilidad, de derrota cultural y seguimos reeditando un nuevo capítulo de la resistencia que ya lleva más de 525 años. Ya sería hora de pasar de la denunciología a la etapa de construcción de las alternativas unitarias de lucha. Si no, aquello de que otro mundo es posible (y necesario) quedará apenas como un pegadizo slogan más de tiempos mejores.

La idea que el FSM no pueda ganar espacio internacionalmente, seguramente le encantará a los dueños del mundo, los de la cofradía de Davos, a Trump, Orban, los fanáticos del Brexit, Temer, Macri… y siga contando.

*Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=238153

Comparte este contenido:

Los docentes innovadores son bichos raros

Por: Javier Palazón

Los docentes innovadores son bichos raros. Unos frikis, vaya. No lo digo yo. Lo suelen decir ellos mismos casi de forma automática cuando se presentan en público para definir la labor que realizan en su centro educativo o, simplemente, expresan con estas palabras la imagen que ellos creen que tienen entre sus compañeros.

Bichos raros porque, en definitiva, han decidido abandonar la tan manida zona de confort para emprender un viaje hacia un territorio desconocido, hacia una educación cuyos cimientos y andamiajes se están construyendo ahora mismo

Después de muchos años de coincidir con estos bichos raros en toda clase de eventos educativos y de conocer de primera mano sus proyectos e iniciativas, entiendo perfectamente que se sientan y se definan de este modo. Motivos para autodenominarse así no les faltan. Son raros por creer en una educación muy diferente a la tradicional, en las antípodas de la clase magistral; raros porque siguen en su empeño a pesar de no contar en numerosas ocasiones con el apoyo de sus compañeros de claustro o, mucho peor, de lo equipos directivos de sus centros; raros porque suelen olvidarse de los libros de texto cada comienzo de curso para utilizar en sus clases cualquiera de las pedagogías activas de las que llevamos hablando años en este medio de comunicación (Trabajo por Proyectos, Flipped Classroom, Aprendizaje Cooperativo, gamificación…); raros porque creen en la importancia de la Inteligencia Emocional dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje; raros porque son conscientes de que cada estudiante tiene una capacidad distinta a la de su compañero, ni mejor ni peor, pero diferente (Inteligencias Múltiples); raros porque, en definitiva, han decidido abandonar la tan manida zona de confort para emprender un viaje hacia un territorio desconocido, hacia una educación cuyos cimientos y andamiajes se están construyendo ahora mismo con el objetivo de disfrutar de un edificio sólido y con muchísimo futuro por delante.

Son raros por creer en una educación muy diferente a la tradicional, en las antípodas de la clase magistral

Recientemente tuve el placer de convivir durante todo un fin de semana con multitud de estos bichos raros. Fue en la ciudad de Almería, en el marco del #EABE2017, donde se dieron cita más de 500 docentes procedentes no sólo de Andalucía, sino también de otros puntos de la geografía, y hasta de Latinoamérica, para formarse y reflexionar sobre los más variados temas relacionados con el presente y futuro de la educación. Por supuesto, fueron ellos mismos los que se pagaron de su propio bolsillo todos los gastos derivados de asistir a un evento de estas características, organizado también de forma altruista y horizontal cada año con auténtica pasión por un equipo de docentes de una provincia andaluza distinta. Y todo ello, por supuesto, fuera de su horario laboral y solicitando un día libre en muchos casos para no perderse nada. Definitivamente, los docentes innovadores son bichos raros. ¿Y tú?

Fuente: http://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/los-docentes-innovadores-bichos-raros-javier-palazon/45870.html

 

Comparte este contenido:

10 Técnicas de autocontrol para niños

Por: Jennifer Delgado Suárez

Enseñar técnicas de autocontrol a los niños es uno de los mayores regalos que podemos hacerle. De hecho, el autocontrol es una de las habilidades más importantes en la vida y un predictor del éxito que podremos tener. Así lo demostró un experimento clásico de la Psicología desarrollado a finales de 1960 en la Universidad de Stanford.

El experimento que demostró la importancia del autocontrol en los niños

Walter Mischel reclutó a niños de 4 años para realizar su experimento. Cuando los pequeños entraban a la habitación encontraban una mesa en la que había un malvavisco y una campana. Este psicólogo les dijo que tenía que salir de la habitación durante unos minutos, pero que si lograban resistir la tentación y no comerse la golosina, cuando regresara les daría dos malvaviscos en vez de uno. También les explicó que podían tocar la campana para llamarle, pero que en ese caso solo podrían comer el malvavisco que estaba encima de la mesa. En práctica, los niños comprendieron que si esperaban pacientemente y reprimían sus impulsos, la recompensa sería mayor.
Como era de esperar, un tercio de los niños decidieron comerse el malvavisco de inmediato y otro tercio esperó un poco antes de sonar la campana. Sin embargo, hubo un grupo de niños que esperó pacientemente para obtener la mayor recompensa.
Diez años más tarde, este psicólogo se puso en contacto con los padres de los niños que participaron en el experimento. Comprobó que los niños más autocontrolados se habían convertido en adolescentes independientes, con una motivación intrínseca, capaces de afrontar las dificultades y lidiar bien con los fracasos. Al contrario, los niños que se dieron por vencidos rápidamente y cedieron a sus impulsos se convirtieron en adolescentes con menos tolerancia a la frustración, más desorganizados y con una motivación predominantemente extrínseca.
Estos resultados, que después han sido replicados en otros experimentos, sugieren que el autocontrol se forma a edades muy tempranas y que es una piedra angular en la personalidad y la manera de responder ante los retos de la vida. La buena noticia es que existen diferentes técnicas de autocontrol para niños, de manera que estos aprendan a controlar sus impulsos y gestionar sus emociones desde pequeños.

3 componentes fundamentales del autocontrol

Ante todo, es fundamental comprender que el autocontrol es la capacidad para regular las emociones, pensamientos y comportamiento frente a las tentaciones e impulsos. Es una función ejecutiva que nos ayuda a regular nuestras primeras respuestas en aras de alcanzar otros objetivos o adaptar mejor nuestro comportamiento el medio.
Sin embargo, el autocontrol es una capacidad compleja en la que intervienen otras habilidades:
1. Introspección. Para ejercer el autocontrol primero es necesario ser capaces de reconocer los estados emocionales y detenernos antes de llegar al punto de no retorno. Esto significa que es fundamental desarrollar habilidades de autoobservación o introspección.
2. Bloqueo del impulso. En un segundo momento es necesario bloquear los impulsos, de manera que podamos pensar en una respuesta mejor. La capacidad para bloquear las primeras reacciones no se desarrolla por completo hasta los 7 años, cuando los lóbulos prefrontales han madurado lo suficiente, pero se puede ir estimulando desde edades más tempranas.
3. Autorrefuerzo. Por último, es importante comprender que el autocontrol no es una capacidad inagotable, es necesario que vaya de la mano de la capacidad para automotivarse. Significa que el niño debe sentirse contento con sus resultados, que debe percibir que está avanzando en la dirección correcta, para lo cual es necesario recompensarle y felicitarle por sus logros.

Técnicas para desarrollar la introspección y la capacidad para bloquear los impulsos

1. Juego de las estatuas
Es una técnica divertida y muy eficaz para desarrollar el autocontrol en los niños más pequeños. Se trata de que el niño se quede inmóvil cuando escucha la palabra “estatua”. Para complejizar aún más el juego, se pueden incluir muecas o movimientos raros para intentar que el niño se ría.
El objetivo de esta técnica es que el niño aprenda a controlar sus impulsos, lo cual estimula el desarrollo de las áreas prefrontales del cerebro, las cuales no terminan de madurar hasta los 7 años, aproximadamente.
 
2. Parte meteorológico
El objetivo de esta técnica es promover la conciencia emocional del niño, haciendo que desarrolle la introspección. Al inicio habrá que guiarlo, por lo que es importante sentarse a su lado y preguntarle cómo se siente en ese momento. Se le puede preguntar: «¿Qué tiempo está haciendo allí dentro?»
Si se siente relajado y tranquilo puede decir que brilla el sol, si está preocupado puede indicar que hay nubes y si se siente muy tenso, que está a punto de caer un chaparrón. La idea de esta técnica es que observe el «tiempo» que hace en su interior pero sin apegarse a esos estados de ánimo.
Así aprenderá a detectar rápidamente las señales de ira y enfado, a la vez que ampliará su conciencia emocional.
3. El volcán
Es una técnica de autocontrol para niños muy eficaz, sobre todo en esos momentos en los que el pequeño parece a punto de explotar. La idea es recurrir a las imágenes para concientizar el comportamiento, de manera que el pequeño pueda detectar cuándo está a punto de comportarse de manera inadecuada y se detenga antes de llegar al punto de no retorno.
Le pedimos que imagine su interior como si fuera un volcán, el cual contiene toda su fuerza y energía. Hay que explicarle que, al igual que los volcanes, su volcán interior también se descontrola y entra en erupción, haciendo que exploten sus emociones. De esta forma aprenderá a distinguir la ira, el enfado, la irritabilidad o la frustración.

Técnicas de relajación infantil

4. Tocar agua o arena
Es una técnica de autocontrol de carácter holístico que recurre a los estímulos sensoriales, perfecta para los niños que se calman a través de los sentidos. Solo es necesario encontrar los estímulos más relajantes para cada pequeño.
Algunos pueden calmarse jugando con el agua, agregándole un poco de jabón para que haga espuma o burbujas. Otros se relajan jugando con una caja de arena. La clave radica en que los niños más sensibles disfrutan mucho con las diferentes texturas y aromas, por lo que pueden utilizarse para calmar sus emociones.
5. Soplar burbujas
Está técnica de autocontrol infantil persigue el objetivo de lograr la calma regulando la respiración. Sin embargo, como es difícil que los niños pequeños practiquen técnicas de respiración diafragmática pensadas para los adultos, esta es una versión divertida.
Consiste en imaginar que se hacen burbujas, para lo cual el niño tendrá que controlar su respiración. Debe soplar suavemente para que las burbujas se formen. Al inicio podemos acompañarle para demostrarle cómo se hace.
Lo interesante es que a través del control de la respiración se logran equilibrar muchas otras funciones del organismo, como el ritmo cardiaco, por lo que poco a poco la ira y la ansiedad van desapareciendo.
6. La rana
El objetivo de esta técnica es lograr que el niño aprenda a respirar profundamente y pueda darle una salida positiva a sus estados emocionales. Se le explica que puede imitar a una rana, un animal capaz de dar grandes saltos pero también de quedarse muy quieto, observando lo que sucede a su alrededor, sin reaccionar de inmediato.
Entonces se le pide que respire como la rana, tomando lentamente el aire por la nariz mientras infla la barriga y soltándolo muy suavemente por la boca, mientras se desinfla. Mientras respira como la rana, a su mente pueden acudir muchos pensamientos, le enseñamos a notarlos y dejarlos ir, mientras se centra únicamente en su respiración y el movimiento de la barriga.
 
7. Pelota antiestrés
Esta técnica de autocontrol para los adultos también funciona para los niños. De hecho, podemos ayudarles a contruir su propia pelota antiestrés, una tarea sencilla y divertida.
Hay que tener un globo grueso, o colocar uno dentro de otro para hacerlo más resistente y rellenarlo de arros o alpiste. Es importante que la pelota no sea demasiado grande ya que debe caber en la palma de la mano del niño. También puede pintarle una carita o personalizarla como prefiera.
Luego, cuando se sienta tenso, ansioso, frustrado o irrritado, solo tiene que coger su pelota antiestrés y jugar con ella.
 
8. Frasco de la calma
Esta técnica debería formar parte del arsenal de recursos educativos de todos los padres ya que funciona de la misma manera que el yoga, la meditación o la relajación, ayudando a despejar la mente. El secreto radica en que los movimientos de la purpurina dentro del frasco tienen un efecto casi hipnótico que captura la atención y ayuda al niño a limpiar la mente de todos esos pensamientos que alimentan la ira o la ansiedad.
Para preparar el frasco de la calma hay que llenar un frasco de plástico transparente hasta la mitad con agua caliente y luego añadir un poco de pegamento líquido transparente y glicerina, el pegamento hará que el agua se vuelva más densa, por lo que mientras más contenga, más lento será el movimiento de los pequeños granos de purpurina. Luego se añade la purpurina y otro poco de agua, dejando aproximadamente un dedo de aire para que el contenido tenga espacio para moverse. Cuando el niño lo necesite, puede agitar el frasco de la calma y relajarse.

Técnicas de autocontrol para niños mayorcitos

9. El semáforo
Es una técnica de autocontrol para que los niños aprendan a regular sus comportamientos impulsivos y arranques de ira. Para aplicarla, es necesario que el pequeño aprenda a identificar las señales que indican que se está enfadando o irritando. Cuando las perciba, debe “actuar” como si fuera un semáforo.
El rojo indica que debe detenerse; es decir, quedarse quieto hasta que se calme. El amarillo indica que necesita pensar sobre lo que está ocurriendo y buscar soluciones más asertivas. El verde indica que puede actuar para llevar a la práctica las soluciones.
Al inicio es conveniente guiar al niño, enseñándole a detectar las señales de ira o irritación y aplicar junto a él los colores del semáforo.
10. Rueda de opciones
Es una técnica de autocontrol que consiste en crear junto al niño una rueda con opciones de actividades que puede hacer para calmarse cuando se siente enojado frustrado. La rueda tendrá forma de pastel y se dibuja sobre una cartulina, haciendo pequeñas porciones en las que se escriben las actividades o, si el niño es pequeño, se le pide que las dibuje o que pegue una imagen que las represente.
Algunos ejemplos de actividades alternativas a la ira pueden ser: dibujar, contar hasta diez, saltar, escuchar su música preferida… Cualquier actividad que le ayude a relajarse es válida, siempre y cuando no comprometa la integridad del niño o de las personas que le rodean.
Es importante que el pequeño se comprometa en proponer actividades que le relajen. Luego, cuando sienta que está frustrado o enojado, solo tendrá que darle la vuelta a la rueda de opciones y realizar la actividad que corresponda.

Fuente: https://www.rinconpsicologia.com/2017/08/tecnicas-de-autocontrol-para-ninos.html

Comparte este contenido:

Revitalizar el Pensamiento Crítico en América Latina

Por: Decio Machado.

Los debates de la izquierda han gozado históricamente de una gran riqueza intelectual y teórica.

En el mundo del socialismo real, pese a la deriva totalitaria de sus estados, hubo potentes debates tales como si era posible el “socialismo en un solo país” entre los partidarios de León Trotsky y Iósif Stalin; la hoja de ruta para superar la oposición entre el trabajo intelectual y manual entre dirigentes y dirigidos surgidos en China durante la revolución cultural; o la controversia sobre la ley de valor de Marx en las sociedades de transición que protagonizaran el Che Guevara, Ernest Mandel y Charles Bettelheim, con la participación de Paul Sweezy entre otros pensadores marxistas.

De igual manera, los debates de la izquierda en los países capitalistas tampoco fueron baladíes, revitalizándose las elaboraciones respecto a la caracterización de la naturaleza de clase del Estado y el papel de la democracia al interior del pensamiento marxista y la teoría crítica. Estos debates abarcaron desde las formulaciones de Louis Althusser en relación con la naturaleza y papel de los llamados aparatos ideológicos y represivos del Estado hasta los análisis de Michel Foucault sobre los diagramas y dispositivos de poder-saber y la matriz disciplinaria del panóptico moderno. Por su parte, la ratificación de la naturaleza de clase del Estado y las formas particulares que adopta la dominación política supondrían también la aparición de nuevos estudios tanto desde la perspectiva subjetivista como desde las visiones estructuralistas, generando grandes duelos teóricos como la polémica entre Ralph Miliband y Nikos Poulantzas. Incluso tras la caída del Muro de Berlín, las posiciones de Toni Negri y Michael Hart frente a John Holloway, con sus diferentes posiciones sobre la dialéctica y las diferentes perspectivas entre el autonomismo y el marxismo abierto son de gran riqueza intelectual en el ámbito del debate teórico de fin del pasado siglo.

Quizás por ello causa tanta congoja y vergüenza ajena el nivel teórico esbozado por algunos de los académicos latinoamericanos que se han caracterizado en los últimos años por ser los legitimadores intelectuales de los regímenes progresistas. En el campo de la izquierda nunca se había visto tan extensa combinación entre simplificación del pensamiento y actitud conformista en el campo del saber.

Diría Pierre Bourdieu que el intelectual está obligado a desarrollar una práctica de autocrítica. Que deben llevar a cabo una crítica permanente de los abusos de poder o de autoridad que se realizan en nombre de la autoridad intelectual; o si se prefiere, deben someterse a sí mismos a la crítica del uso de la autoridad intelectual como arma política dentro del campo intelectual mismo. Para este destacado representante de la sociología contemporánea, todo académico debería también someter a crítica los prejuicios escolásticos cuya forma más persuasiva es la propensión a tomar como meta una serie de revoluciones de papel. Ironizaría Bourdieu indicando que esto llevó a los intelectuales de su generación a someterse a un radicalismo de papel confundiendo las cosas de lógica por la lógica de las cosas.

Sin embargo, a lo que hoy asistimos por parte del establishment académico de propagandistas de los regímenes progresistas no es otra cosa que lo que el zapatista subcomandante Galeano llamara “histeria ilustrada de la izquierda institucional”, esa que ingenuamente llegada al poder se convierte en un clon de lo que dice combatir, corrupción incluida.

Es evidente que a la producción de pensamiento reaccionario debemos oponer la producción de redes críticas desde la intelectualidad específica. Hago referencia a la noción teórica elaborada por Foucault por la cual se define una actividad inscrita en un campo acotado en el que el intelectual practica su labor singular. Algo más parecido a la figura del experto que a la del opinador generalista que habla indistintamente sobre cualquier cosa en cualquier contexto. Pero esto debe hacerse desde la honestidad, al igual que cualquier tipo de intervención política, y ahí, volviendo al sup Galeano, “hay que reconocer que esa izquierda ilustrada es de deshonestidad valiente”, pues no le importa hacer el ridículo.

En el fondo, el rol de esta intelectualidad progresista se asemeja bastante al de los propagandistas del viejo régimen estalinista, aquellos a los que el mismo Stalin –el menos intelectual de todos los bolcheviques que protagonizaron la Revolución Rusa– bautizaría como “los ingenieros del alma”. Así Vladimir Putin es comparado con Lenin; Rafael Correa con el Che Guevara; las elecciones en Ecuador con la batalla de Stalingrado o el juicio a Lula por sus implicaciones en la trama Odebrecht con el hipotético vía crucis de Jesuscristo en su camino al Calvario.

Sin embargo, hay que hacer memoria de la represión correísta sobre el paro/movilización que tuvo lugar en Ecuador entre el 2 y el 26 de agosto de 2015, donde hubo 229 “agresiones, detenciones, intentos de detención y allanamientos en todos los territorios donde se realizaron movilizaciones y protestas” (informe del Colectivo de Investigación y Acción Psicosocial Ecuador) o la impunidad en los casos de asesinatos a destacados opositores al modelo extractivista como José Tendetza, Freddy Taish o Bosco Wisuma. Hay que recordar también cómo el gobierno del PT criminalizó y agredió la protesta de jóvenes brasileños en las calles de todo el país en junio de 2013 y posteriormente durante el Mundial de Fútbol de 2014, o cómo se ha disparado el número de asesinatos de jóvenes negros en las zonas de favela en una lógica de política de “limpieza social” sobre todo a partir de la aprobación –con el apoyo del gobierno de Dilma Rousseff– de la ley antiterrorista en el Legislativo. De igual manera, ya no podemos mirar a otro lado ante el nivel de violencia desplegado por las fuerzas de seguridad del Estado en Venezuela, las violaciones de derechos humanos y el alarmante nivel de deterioro de la democracia en ese país.

Ante esta realidad me viene a la memoria Jean Paul Sartre –exponente del existencialismo y del marxismo humanista– cuando en el año 1945 escribió en la revista Le Temps Modernes, “considero a Flaubert y a Goncourt responsables de la represión que siguió a la Comuna de París porque no escribieron una palabra para impedirla”. Para Sartre, el corazón de cuya filosofía era una preciosa noción de libertad y un sentido concomitante de la responsabilidad personal, la misión de un intelectual es proporcionar a la sociedad “una conciencia que la arranque de la inmediatez y despierte la reflexión”.

Aquí, ¿cómo no?, conviene rememorar también al palestino Edward W Said, quien sentenciaría en uno de sus más famosos textos: “Básicamente, el intelectual (…) no es ni un pacificador ni un fabricante de consenso, sino más bien alguien que ha apostado con todo su ser a favor del sentido crítico, y que por lo tanto se niega a aceptar fórmulas fáciles, o clichés estereotipados, o las confirmaciones tranquilizadoras o acomodaticias de lo que tiene que decir el poderoso o convencional”.

Como podemos apreciar, nada que ver con el –en palabras del sup Galeano– “pensamiento perezoso” del progresismo criollo de estos tiempos. Entender el porqué de este deterioro intelectual tiene que ver con razones que van desde las aspiraciones personales de algunos académicos respecto a su capacidad de influencia política en el poder, hasta con una simple falta de conocimientos científicos o históricos que procura esconderse tras una supuesta superioridad analítica, todo ello sin olvidar las limitaciones derivadas del pensamiento binario por el que el mundo se divide simplemente entre derecha e izquierda.

Pero hablemos claro. No existe el pensamiento crítico funcional a gobiernos progresistas o partidos de la izquierda institucional, eso es una falacia. En realidad, la modernidad no se imagina la política sin un proyecto intelectual, por superficial que este sea, motivo por el que toma sentido la intelectualidad progresista actual. Así de tristes son las actuales relaciones entre el saber y la política convencional latinoamericana.

En todo caso, no puede haber un pensamiento crítico que no tenga su anclaje en la propuesta de pensar históricamente y por lo tanto cuestionar la impuesta aceptación de que siempre ha existido y existirá el capitalismo, lo que reduce la cancha del juego a proceder solamente a “humanizarlo”. El pensamiento crítico es en realidad un pensamiento radicalmente anticapitalista. En eso no hay negociación, pues de ello depende el futuro de la humanidad.

De igual manera, el pensamiento crítico implica profundizar sin concesiones el estudio de los mecanismos que mantienen la dominación –procedan éstos de donde sea–, lo cual no admite espacios para la seducción por parte del poder. Y requiere superar lo que podríamos llamar ortodoxia marxista, incorporando lógicas libertarias, ecologistas, feministas, anticolonialistas e indigenistas entre otras tantas.

Al mismo tiempo el pensamiento crítico parte de una acción comprometedora, está embarcado en la acción política y es por ello despreciado desde el poder. No es premiado con salarios de analista para medios de comunicación “progresistas”, no hace consultorías gubernamentales y tampoco forma parte del actual y extendido business académico.

A partir de aquí, el camino es largo pero necesario si esa intelectualidad progresista quiere dejar de vivir del Sur, para pasar a ayudar a transformarlo.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=237988

Fotografía: El Orden Mundial

Comparte este contenido:

9 claves para establecer un estilo democrático en el aula

Por: Haydee Mesa

Aunque no existe una receta mágica que te garantice el estilo perfecto de relacionarte con tu alumno, hoy por hoy, sabemos que estilo educativo que más favorece el desarrollo cognitivo es el democrático: aquél que a través del diálogo hace al alumno protagonista de su propia educación.

Este despliegue de confianza en el potencial del niño lo lleva a asumir responsabilidades adaptadas a su desarrollo y contando siempre con el apoyo de un “amoroso educador que por experiencia propia sabe que las cosas no se pueden hacer perfectas”. El resultado es una plantilla de alumnos con menor inseguridad y mayor autoestima.

He aquí algunas  claves  en las  que apoyarte para  ejercer  un estilo  democrático basado  en  la confianza y el diálogo, que, por obvias que parezcan, no siempre son aplicadas:

1. Establecer normas de comportamiento claras con una sencilla y corta explicación sobre tus motivos. De este modo, tendrán claro lo que pueden y lo que no pueden hacer.

2. Sé empático con cualquier respuesta emocional que manifiesten tus alumnos frente al límite, mostrando tu cariño y aceptación. Respeta su llanto de frustración o su enfado si esa es su reacción. Hazle un hueco a su emoción sin ignorarlo, sin frialdad ni mala cara. Realmente tiene derecho a enfadarse o manifestar su enfado ante un límite. Si respetas su emoción, cuando haya pasado estarás ahí para abrazarlo y repetirle con cariño y firmeza la norma. Así, habrás mantenido tu límite con cariño y respeto. Ser empático no te resta firmeza.

3. Escucha su punto de vista sobre el tema. Quizá su perspectiva pueda aportarte algo para reestructurar o enriquecer la norma o hasta para suprimirla si realmente no es tan necesaria como creíste en un principio. Si realmente es necesaria así, mantenla con firmeza, no con enfado. Básate en el dialogo y la comprensión.

4. No enjuicies al niño, sino a su acción ayudándolo a ver las consecuencias que ésta tiene. No digas “eres malo”, sino “esto que hiciste no está bien”, por esto y por lo otro. Haced una lista de consecuencias juntos.

5. Apóyalo a que tome decisiones por sí mismo. En función de su edad ayudándolo a asumir.

6. Ayúdalo a asumir la responsabilidad de sus decisiones. Con mucho cariño y respeto ayúdalo a ver, cuando algo no salió como él quiso, todas las cosas que aprendió con esta nueva experiencia y que ahora puede aplicar a la próxima. Enséñale que los “supuestos errores” son grandes maestros.

7. Limítate a estar siempre presente para guiarlos y orientarlos dejando que actúe por sí mismo. Evita la tentación de intervenir a menos que él te lo pida.

8. Ofrécele las herramientas para solucionar sus conflictos pero no intervengas en ellos en la medida de lo posible.

9. Demuéstrale siempre tu cariño. Esto es lo que verdaderamente le va hacer confiar en la norma e infundirle fuerza para aceptarla.

Fuente: http://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/educacion-emocional/9-claves-establecer-estilo-democratico-aula/42713.html

Comparte este contenido:

“Every Kid Is Money”: Market-Like Competition and School Leader Strategies in New Orleans

Por: Huriya Jabbar

The University of Texas at Austin

Charter-school policies have been enacted for many different reasons. However, in policy debates, proponents and opponents of charter schools alike have framed them as vehicles for introducing market mechanisms into districts (Henig, 2008). Scholars such as Chubb and Moe (1990) drew on the decades-old ideas of Friedman

(1962) and others to argue that markets were more efficient and more responsive to parents than democratic control, and market tenets have since helped to shape education policy. A basic assumption underlying these policies is that more choice and competition will break up state monopolies to improve the quality and lower the costs of essential government services (Sclar, 2001). Although some advocates argue that choice is itself the point of such policies, a more compelling and widespread aim is to improve all schools through competition (Wohlstetter, Smith, & Farrell, 2013). School choice is thus intended not only to serve families who actively choose; it also introduces market pressures into unresponsive districts and thereby improves education for all students, a “tide that lifts all boats” (Hoxby, 2002). If schools do not respond to competitive pressure by, for example, improving their academic services and innovating (Adnett & Davies, 1999), they risk losing students and the funding that accompanies them. This could then lead to school closure. Although existing research has examined whether competition improves student achievement, it is also important to examine how that might occur and what the consequences of such policies are. Prior work that examines the effects of competition, measured through proxies such as geographic density or loss of market share, has primarily used quantitative methods (e.g., Bettinger, 2005; Hoxby, 2002; Ni, 2009; Zimmer & Buddin, 2005). This approach to studying competition has yielded small effects and mixed results, and because of the focus on student outcomes, it has rarely examined other possible outcomes of competition that are important to capture, such as changes to budgetary allocations (Arsen & Ni, 2012) or increased stratification of students (Frankenberg, Seigel-Hawley, & Wang, 2010; Hsieh & Urquiola, 2003), let alone the mechanisms by which such outcomes occur.

Few studies examine the strategic actions of school leaders who work in a competitive environment (for exceptions, see Holme, Carkhum, & Rangel, 2013; Jennings, 2010). School leaders may choose from a large typology of responses to competitive pressure, ranging from academic and curricular changes to promotional or marketing activities (Woods, Bagley, & Glatter, 1998). Schools’ positions in the marketplace, based on enrollment, funding, and performance, as well as their perceptions of competition, affect the ways in which school leaders respond (e.g., Jennings, 2010; Ladd & Fiske, 2003).

In this study, I investigate the competitive strategies that are used by 30 school leaders in the market-oriented environment of New Orleans, the circumstances under which school leaders use these strategies, and their implications for students and communities. In the year of this study, more than 84% of students in New Orleans attended charter schools, making it an ideal site to explore market competition. Existing empirical work has been constrained by the relatively low charter-school density in most districts. Therefore, in this study I examine how theoretical expectations of market behaviors play out in a district where market forces are likely stronger. Building on existing qualitative studies, I document a broader range of school leaders’ strategies and examine the conditions that mediate them. My results indicate that school leaders used a variety of strategies in response to competition. Although some school leaders reported using academic and operational strategies, some responded by, for example, finding a niche in the market, expanding extracurricular programs, marketing, and screening out students. Most importantly, only one third of school leaders reported adopting substantive changes, such as academic and operational improvement, and many more focused on marketing or promotional activities. In some cases, school leaders screened or selected students, practices that have important implications for equity. These patterns represent the range of strategies school leaders adopted in response to the immense competitive pressure in New Orleans. Because of the scale of its reforms, New Orleans is unique, but its reforms are not. They are, in fact, being implemented to some degree in most urban districts across the United States. The case of  New Orleans thus illustrates what happens when these reforms go “to scale.” Indeed, in cities such as Detroit and Washington, D.C., charter-school market share is catching up to New Orleans. It is thus important to inform these policy discussions with empirical evidence from policy-relevant sites such as New Orleans.

New Orleans is a “critical” case (Patton, 1990) for studying school leaders’ strategies under market pressure because of its high charter-school market share. It should yield the most information and contribute most to the development of theory about competitive behaviors and market pressures in schools because of its scale. If competition is indeed occurring as a result of expanded choice, we are most likely to observe it in New Orleans. The case thus elaborates and extends theory about how markets, well theorized and tested in the private sector, actually operate in public-sector institutions such as schools.

 Conceptual Framework

The theory of competition, even as it applies to the private sector, has traditionally had a vague conception of competitive processes, and the theory becomes even more speculative when applied to the public sector. Much of the research on competition analyzes the structure of an industry and how competitive it is; in other words, competition is understood as a state rather than a process (Barney, 1986). For example, competitiveness is measured by an industry’s barriers to entry, the number and relative size of firms, and the degree of product differentiation, as well as consumers’ overall sensitivity to price changes (Barney, 1986). In education, researchers have also measured competition primarily by its structure: the number of surrounding schools in a fixed geographic area or the number of students moving between schools. The focus on structure provides little understanding of firm strategy (Porter, 1981), except to suggest that firms may increase barriers to entry or differentiate their product to have a competitive edge.

Scholars have thus called for an examination of competition as a process (Burt, 1992; Ferlie, 1992; McNulty, 1968), whereby actors in firms develop strategies, take action, and compete with one another.

To compete, a school leader must recognize market pressures and respond accordingly (Ni & Arsen, 2010). For example, if a school loses students, the leader might first identify the cause of declining enrollment (e.g., parent dissatisfaction) and then select an appropriate response. School leaders’ perceptions of competition may matter as much or more than the typical proxies for competition (e.g., geographic density) for predicting schools’ strategic responses (Levacic, 2004). School leaders might feel more or less competition depending on a variety of factors, including knowledge of competitors (Holme et al., 2013), geographic density or loss of market share (e.g., Hoxby, 2002; Ni, 2009), or school and principal characteristics (Jabbar, 2014). School leaders might develop their own responses to competition after they scan the market for the strategic actions of other schools (Woods et al., 1998). It is thus as important to examine how schools interact with one another as understanding how they react to parents’ demands or preferences. To understand how competition might lead to school improvement, it is thus important to examine how school leaders actually perceive and respond to market pressures and how schools’ contexts influence their strategies.

Schools may experience competition differently because of their “status” or position in the market hierarchy. One definition of status is the extent to which a school is viewed as a competitor by other schools in the local education marketplace (Wasserman & Faust, 1994). Highstatus schools are ones that many other schools view as competitors. Status can also arise from being part of a prominent charter network or having high achievement. A school’s awareness of its status in the market hierarchy might inform its strategic actions in response to competition; schools at the bottom may feel they are unable to compete, whereas schools at the top might feel they are “above the fray” (Ladd & Fiske, 2003). A school leader’s capacity and knowledge of other actors may also moderate competitive effects in school districts; even when principals are aware that they are losing students to other schools, they may not be able to identify those schools or respond in productive ways (Holme et al., 2013) because of a lack of resources or their status in the marketplace. The competitive process as conceptualized in this study. Schools experience competitive pressures, and then adopt various strategies as a result, mediated by school conditions.

School leaders might respond to competition in a variety of ways (for a typology, see Bagley, 2006). They might adopt academic or curricular strategies (Goldhaber & Eide, 2003), although there is little evidence to date that competition actually elicits this type of response (Davis, 2013; Kasman & Loeb, 2013). School leaders might change the existing allocation of resources (Arsen & Ni, 2012; Ghosh, 2010) to improve operational efficiency, or they might differentiate their products, engaging in monopolistic competition (Chamberlin, 1933; Robinson, 1933) by developing strategies to exploit their uniqueness, protect their market share, and buffer themselves from competition. School leaders, for example, might develop specialized programs within their schools or position their entire schools to fill a niche (Woods et al., 1998). When school leaders form niches, they are not necessarily improving their existing programs and offerings, but developing new ones. Such programs might generate allocative efficiency (Glomm, Harris, & Lo, 2005), when schools and students become better matched. Schools may also respond to competition by engaging in promotional activities, such as marketing (Gewirtz, Ball, & Bowe, 1995; Lubienski, 2007), or they might select, recruit, and discipline students to shape their student bodies, what Jennings (2010) calls “schools’ choice.” Selection of students can occur via locational decisions (Lubienski, Gulosino, & Weitzel, 2009), marketing activities, or outright cream skimming and cropping (Welner, 2013).

A small number of qualitative studies have examined schools’ competitive strategies in other contexts (Gewirtz et al., 1995; Holme et al., 2013; Jennings, 2010; Woods et al., 1998). This study significantly extends such prior work by, first, examining a large representative sample of 30 schools in a district and, second, examining the conditions under which schools pursue particular strategies. Beginning with the process of competition and then working toward its results may be a “less elegant route for theory,” but it is arguably “one that veers closer to the reality of competition as we experience it” (Burt, 1992).

 Study Design

This study uses case-study methods to explore the range of actions reported by school leaders in response to competition and how context influences their reported behaviors. Case studies allow researchers to explore complex phenomena that have been incompletely conceptualized (Creswell, 2003), as with market behavior in schools.

Site Selection: New Orleans as a “Critical” Case

Reformers, advocates, and policymakers have called New Orleans a model for school reform (Harris, 2013). In 2005, Hurricane Katrina and the resulting flood damaged much of the city and many of its schools. The state-run Recovery School District (RSD) had been established in 2003 to take over failing schools, improve them, and return them to the traditional school board. In the post-storm chaos, legislation was passed to give the RSD a majority of the city’s schools. The traditional Orleans Parish School Board (OPSB) retained only non-failing schools. Although in previous years, parents had to apply to charter schools individually, in 2012, the RSD instituted a common application system, the One App, for its schools. By the end of the year, direct-run schools in the OPSB would also join the One App so that parents could rate them alongside RSD schools. OPSB’s high-performing charter schools, however, were not required to join until charter renewal.

Studies of competition in other sites have been limited by charter-school enrollment that is too low to create sufficient market pressure. This is not the case in New Orleans, where 84% of students attended charter schools in 2012–2013. “New Orleans offers a unique case, perhaps best epitomizing competitive models for education” (Lubienski et al., 2009, p. 615). Although New Orleans offers a unique site to explore market dynamics, its model is migrating to many other cities in the United States (Lake & Hill, 2009).

 

Sampling Schools Within New Orleans

Geographic density was a key variable in previous studies of competition, which predicted that a school would feel greater competition when surrounded by more schools, so I used a geospatial sampling strategy. I mapped all schools in New Orleans and then counted, for each school, the number of other schools with overlapping grade levels within a 2-mile radius. I sorted schools bythis number and created three equal strata, representing schools in low-, medium-, and high-density areas. I randomly selected 10 schools from each stratum, resulting in a set of 30 schools that had representative percentages of schools from both the RSD and OPSB, including charter and direct-run schools, and reflected the distribution of grade levels (e.g., elementary, middle, high) in New Orleans.

 

School Leaders’ Responses to Competitive Pressure

Most school leaders studied in New Orleans felt competitive pressure and reported competing with other schools. Of the 30 schools in this study, 29 reported at least 1 competitor. Most of them also defined competition in terms of enrollment and observed that school-choice policies generated competition for students and their associated dollars. For example, when asked whether their school competed with other schools for students, responses included emphatic affirmatives (“Yes, Lord!” and “Absolutely!”), as well as comments such as “Every kid is money”; “Enrollment runs the budget; the budget runs the enrollment”; and

“We all want our [student] numbers up so we can get more money, more funding.” Other principals explained this relationship in greater detail:

Choice is a competition, by the way, for students. It’s the whole idea. Parents get to choose a school that they feel has the best fit for their family, that they feel is going to do a good job of teaching their child . . . there is a competition built in with a choice system. (Principal, Hicks Elementary)

We’ve constantly been very over our budgeted number, which is a lot more comfortable than being scraping by, which we were last year, like one or two [students] above. Which is sad to say that they’re numbers but . . . otherwise you’re shut down. (Operations Manager, Meade Elementary)

At Robinson School’s board meeting, a PowerPoint slide read as follows: “Sustainability = Student Enrollment = Minimum Foundation Program,” referring to the state’s per-pupil financing scheme. In response to competitive pressures, school leaders were compelled to attract and retain students at their school. School leaders were thus aware of the link between their enrollment numbers and the funding they received.

 

Buffering Competition Through School Differentiation: Developing a Niche or Focus

Schools specialized to meet perceived needs or preferences, whether academic or nonacademic, often creating new institutions or new programs within the school. Schools developed product-based (Betts & Loveless, 2005) or geographical (Lubienski et al., 2009) niches, focusing on a particular neighborhood or area, despite a simultaneous pressure to mimic successful organizations (Lubienski, 2003). Such strategies could buffer schools against competition. Few schools that had niche programs experienced high competition, and several were in the process of developing niches as a response to competition or perhaps as a way of avoiding it. Niche programs may provide parents with more choices and may result in better matches between students and schools, but niche programs do not necessarily aim to improve educational quality.

 Academic Niches.

Six schools developed, or were in the process of developing, niche academic programs to attract students. In some cases, these included high-caliber students who would be screened prior to admission. Schools that added niche academic programs to their existing offerings were described earlier; here, I focus on those that differentiated their entire school. One school leader, when asked how she competed for students, pointed to her application to become an International Baccalaureate (IB) school: “I really think this whole notion of IB is big, and that’s probably the key.” A press release on its website reported that it was the first IB school in the city, and the principal said, “Presently there are seven high schools and middle schools offering IB programs in Louisiana, but no other elementary schools.” This was also an academic strategy, but played a crucial role in differentiating the school from others.

Schools also adopted, or were in the process of adopting, specialized language or arts programs. One of the schools had a language-immersion program, and a school leader described the relatively low competition her school experienced because of the specialized program: “I have a French immersion program, so there’s a little slice of the pie out there for French.” Even among the French-language schools, there was some differentiation. According to the principal, as she referred to one of the other schools, “Their

French program, for example, is the European curriculum. Ours is Louisiana curriculum.” A second school in the sample also had an immersion program and referred to itself as the “only multilingual, full language-immersion school in the state of Louisiana.” When asked what strategies she used to make her school more competitive, one principal reported pursuing a state-level arts program certification to integrate arts into the curriculum, which would make it the “first school in the New Orleans area” to receive this certification.

To attract students, some schools were developing specialized programs and even becoming certified in them. Although some of these drew “gifted” or otherwise already high-performing students, other programs reflected different philosophies of academic excellence, such as the arts-integration and the language immersion programs.

 Other Niches.

In addition to academic niches, schools also differentiated themselves by the neighborhoods or populations they served. One stand-alone school, which was in the process of growing into a CMO, took over another school in an area where there was a low concentration of schools. In that way, it sought a geographical niche:

There has historically been a dearth of great schools in the city but most specifically and additionally in the [neighborhood name] community . . . The [neighborhood] is, in my mind, is just often forgotten. So, as a board, we really think our success as a school, we can just lend some help to building more great schools in the [area].

One school identified a gender niche, offering same-sex education, as a selling point for parents. The principal described this niche program:

I can’t say I know of any urban male public schools in the state—we’re one of a few if not the only school like that in the state. There’s definitely a niche for it, obviously. You get the kids typically that are behavior problems from other schools . . . We’ve been fortunate in that because there is such a need for this school that through the years our numbers have drastically increased.

Another school leader received assigned students who had been expelled from other schools due to behavioral issues, and although she still recruited “choice” students, she also ensured a certain level of enrollment from the authorizer because of her school’s niche.

One school leader developed the niche for her school based on data she had access to while working for the RSD, which showed that there was a specific overage population in the city that did not receive adequate educational services:

When I wrote the charter, I was working for RSD . . . and I was able to access the database . . . There were 1,728 students that qualified for the school. So, yeah, definitely the need was there. As she said about her competitors,

There’s only one other choice because my population is a specific population. They are . . . at least two years behind in grade level. So a lot of my students, other people won’t take, because they’re 19, 20, 21 [years old], they’ve been incarcerated, they’ve had babies, they have all these issues, and we try to work with them.

The niche her school occupied seemed to buffer her from competition. Because of the specific population she served, she only had one competitor.

 Extracurricular Activities and Student Services.

Eleven out of the 30 schools mentioned extracurricular activities to recruit or retain students, usually as a way of differentiating their school from others. One school, for example, viewed other schools that offered athletics programs as competitors, and when the school had to make severe cuts because of a budget shortfall caused by low enrollment, athletics were spared because they were believed to be key to attracting and retaining students in the school. The principal said of the board, “They know that in order for us to keep these kids we really have to have a strong athletic presence.” These extracurricular offerings were essential to the school’s competitiveness and meant allocating funds to non-academic programs that were deemed successful for recruiting students. Similarly, alternative schools were especially concerned that their exclusive focus on academics was deterring students. One alternative school brought in career and technical education programs and culinary arts to attract more families. Two other schools believed that their lack of certain extracurricular activities, such as a marching band, limited their ability to compete.

Overall, 17 out of 30 schools offered some kind of niche program or extracurricular activity that they believed helped to attract parents or limit competition. This finding complements research on parents’ preferences for extracurricular programs when selecting schools in New Orleans (Harris, Larsen, & Zimmerman, 2015).

The motivation for adopting these niche programs might go beyond competing with other schools or serving a specialized population; they might derive from a belief that these programs were better for teaching and learning, and would ultimately improve academics. Indeed, as stated earlier, these strategies are not meant to be mutually exclusive, and seeking a niche should not be viewed as an entirely non-academic strategy.

However, when leaders discussed their schools’ focuses or themes, they described them primarily as a preemptive response to competition, focusing on the novelty and the uniqueness of the program to attract a certain population to their schools. Because the principals understood them as differentiation strategies, they have been classified as such, although many of the programs likely had academic merit as well.

 “Glossification” and Marketing

Marketing strategies were by far the most common response to competition. Twenty-five out of 30 schools used some kind of marketing strategy. Schools most often responded to the pressure to attract and retain students by marketing programs and services that the school already offered. School leaders articulated programs and strategies they were using to improve the school, perhaps resulting in better communication with parents even when no change or improvement in the school had been made. Schools used a range of marketing strategies, including signs, billboards, and bus stop ads (8 schools); flyers and mailings sent to parents’ homes, placed in church bulletins, or handed out in grocery stores (11 schools); home visits (7 schools); parent incentives for referrals (5 schools); bags, T-shirts, and other items with logos (4 schools); print and radio ads (8 schools); partnerships with child care centers or supermarkets (8 schools); work with local celebrities (2 schools); attendance at school fairs hosted by the district or local organizations (13 schools); and open houses and other events at the school (8 schools).

As marketing became necessary to attract and retain children, schools appeared to pursue more sophisticated branding strategies. As Gewirtz et al. (1995) find, the introduction of market forces creates a cultural transformation in education, where surface appearances and images are increasingly important, what they call a “glossification” of schools. For charter schools especially, managing one’s brand was important. Two schools that were transitioning into CMOs were investing in branding and marketing. At a board meeting, there was a presentation from a consulting group that worked with public organizations in New Orleans to help them develop a marketing campaign; its mission was to develop “strategies to make schools competitive in the marketplace.” Because the CMO’s two schools existed in different locations, with different histories, and because the CMO was hoping to take over another school in the future, it was important for them to establish name recognition and a coherent message. The other school that was expanding to become a network of two schools also focused on “rebranding” as a CMO rather than a stand-alone charter. At a board meeting I attended, they discussed how they were in the process of designing a new logo and rebranding the website. Finally, another school that was part of a CMO was obtaining a trademark for their school’s brand “to protect and preserve, to the extent possible, the integrity of Stone School in the media” (Board member).

 Creaming” and “Cropping”: Screening and Selecting Students

In addition to formal marketing efforts, schools recruited or screened students informally. In openenrollment schools, which were the majority of schools in New Orleans, screening and selection practices were not permitted. Most schools were expected to accept all students who applied and were supposed to hold a lottery if they had more applications than slots available. Ten out of 30 schools engaged in some kind of selection process, whether allowed to or not. Only one school in the sample had explicit selective-admissions criteria, but one of the other schools required language tests for placement after the first grade because of its immersion program. No other schools were allowed to have admissions criteria, yet eight of these “fully open-enrollment” schools reported engaging in some kind of selection process.

Some leaders at schools that were underenrolled decided not to advertise open spaces to maintain control over their student body. These schools, with available seats midyear, chose to forgo additional funds so as to not recruit the types of students who have been out of school for weeks or who have been kicked out of other schools. Schools thus used the act of not engaging in marketing as a form of student selection. One principal identified the “double-edged sword” with regard to advertising openings at his school and screening out students:

And now for us that battle is unique because we know the more we advertise and push the fact that we have openings, the more less-capable students we get. So yeah, I’m about 100 kids below what we were targeting, but it’s a double-edged sword. Do I want a hundred kids in the building who aren’t in school?

The year of the study was one with high stakes for this charter school, as test scores would determine the renewal of its charter. The school leader preferred to be under-enrolled than recruit the “wrong” type of student, a pattern also found by Lubienski (2005) in Detroit, where districts and neighborhoods with declining enrollments and available seats preferred to remain empty or recruit students from the suburbs rather than open seats to local families.

Schools also had informal contact with affluent parents seeking placement. In some cases, prominent leaders in the city facilitated such relationships. For example, in an interview with a school board member, he described an informal school-assignment mechanism:

There’s no way to figure out where there are spots so usually what happens is people just call. They should call the school system, and they do, but it’s just not the way people are in New Orleans. People call people they know.

He went on to describe how an acquaintance reached out to him:

So he calls and I was like: forget about Schelling, there’s no slots there, but let me check around with the school leaders” . . . It’s impractical and as crazy as it sounds, there is no list. Part of it is that nobody wants to give up that information in a real-time format and part of it is that everybody thinks that they’re going to get screwed somehow.

Other schools obtained this real-time information through informal relationships with schools that were closing or selective-admissions schools that were oversubscribed. The informal assignment of students, in which schools kept information on empty seats to themselves, gave schools much more control over which students to accept and served as a form of selection.

One school asked parents who the principal “believed epitomized an Arrows Prep parent” to bring like- minded parents to a special, inviteonly school night:

We’ve done invite-only open houses, where we target specific types of parents, and we say, “Hey, we really love you as a parent and we want you to bring another parent who’s like you.” . . . So I got a couple of parents that way.

This targeted recruitment of “specific types of parents” could also be viewed as a form of selection, as the school tries to attract certain types of students. The principal at another school said that the school “is not for everyone,” despite the fact that it was open enrollment. Another principal was working to expand their gifted programs to attract higher-performing students. Another open-enrollment school screened out midyear transfers, but made exceptions for some:

We just had a parent come this morning trying to get a kid in. I said, “I’m sorry, you can’t do that. I don’t have any way of knowing what the kid’s been doing for the last couple of months” . . . Now, I do have two coming in tomorrow from LaPlace that flooded during Isaac so of course I need to look at them because they lost their homes . . . But you just changing schools locally here in New Orleans, I’m a little leery about why you would be doing that. But hey, you’re a great kid, I’ll look at it! [laughter]

Another open-enrollment school that was set to join the OneApp described how it would affect their selection processes because they would no longer be able to screen families:

On OneApp, the children choose you. You don’t have that communication and dialogue that we had. Previously, we were able to do interviews and just see if the family fit for our institution . . . Some students may want to come for name, but will not be prepared for the expectations of the school.

She also described how parents who were not “ready to step up to the plate” or prepared for the school’s “high expectations” would usually transfer out a form of selection through attrition. Another school acknowledged that the fact that they did not provide transportation could be viewed as a form of selection.

One school continued to reach out to families that might not have thought that the school was an option for them, even when the school was oversubscribed and had a long waitlist:

Though we don’t have any problem getting applicants, we feel a moral obligation to go out and make sure we’re reaching everyone. That we’re not overlooking families who just hear “Stone School” and think “that’s not available to me.”

This principal recognized that stopping recruitment efforts when there were enough students might limit the applicant pool to families who already had access to information resources through their networks or other means. She continued to market selectively to recruit a more diverse student body.

When schools reported selecting students, they seemed to view it not as a choice but as a necessity to survive. In most cases, principals reported such practices matter-of-factly. Schools in New Orleans are responding to market pressures, but they are also responding to a “different set of incentives” (Lubienski, 2005), including balancing the accountability pressures to improve test scores with the need to enroll more students. Similar to the school districts that were unwilling to market their schools to local families in Detroit, some schools in New Orleans preferred to remain under-enrolled than to attract students who might hurt their test scores. The fact that school leaders shared these practices with me suggests that they did not see them as problematic. Rather, they viewed these practices as just part of their effort to create a coherent school culture or as a necessity for survival in a market-based environment.

 Conditions Mediating School Leaders’ Strategies

Although previous studies have documented similar responses to competition in other contexts, this study also examines the conditions under which schools pursue particular strategies. Schools’ strategies in the competitive market differed depending on the amount of competition they perceived and their position in the market hierarchy, conditions that mediated the particular strategies they adopted in response to competitive pressure.Schools with high status or prestige, based on how other schools perceived them, adopted different strategies compared with low-status schools, yet all but one school engaged in some form of competitive behavior. I first discuss how a school’s perceptions of competition and position in the market hierarchy mediated its strategies. Then I discuss other school conditions that influenced schools’ strategic responses to competition or interacted with competition more broadly, providing schools with either a competitive advantage or disadvantage.

Perception of Competition Influences Strategic Actions

Perceptions of competition can influence strategic actions (Levacic, 2004), even more than objective measures of competition. The extent to which school leaders in New Orleans perceived competition, based on the number of competitors they listed on a survey, was related to their strategies. Schools experiencing high competition more frequently adopted academic, extracurricular, and marketing strategies, although some differences were not very large. Schools experiencing low and moderate competition more often engaged in operational changes, adopted niche programs, or screened and selected students. This might seem counterintuitive schools that experience low competitive pressure might be less inclined to form niches or select students, but it is important to remember that these relationships are bidirectional. Schools with niches might also feel less competition as a result of carving out a protected slice of the market. Similarly, schools that engage in selection practices may perceive less competition because they have greater control over their student enrollment, or it may be that schools that perceive less competition are oversubscribed and thus are able to selectively admit students without incurring loss of revenue.

At the other extreme, the one school that felt no competition did not engage in any competitive strategies. The leader reported that he did not compete with other schools because his school was slated for closure in the coming year, and only students who were already enrolled at the site would continue for the 2012–2013 year:

“The kids that have to go here, go here. And that’s just being honest. I don’t think that kids search out and say ‘I’m going to Frisch.’”

School Status in the Market Hierarchy Influences Strategic Action

How a school was perceived by other schools was also associated with specific strategies. Schools that were viewed as a competitor by many other schools were considered “high status” or popular (Wasserman & Faust, 1994). High-status schools engaged in operational strategies less frequently than other schools (see Figure 3). It may be that operational effectiveness makes high-status schools natural competitors. In addition, high-status schools were more likely to engage in student selection. Schools that selectively enroll students, either by design or by cream skimming even when district policies do not allow them to, may be viewed as competitors more often because other principals believe that selective schools recruit away strong students from other schools and send back lower performing students. For example, one principal at a low-status school believed that the reason she received students midyear, just before testing, when she “had no opportunity to even touch the child,” was because other schools were “kicking children out who have been problems all year long” (Principal, Simon School).

Other Contextual Factors Influencing the Nature of Competition

School leaders also described several other factors, including academics, charter networks, and facilities, that constrained or enabled their adoption of particular strategic responses.

Charter Networks.

School leaders perceived that competition for students occurred on an uneven playing field, and reported that charter networks seemed to have a competitive advantage in the marketplace. Stand-alone schools and direct-run schools, in particular, believed it was difficult to compete with what they referred to as “brandname” schools with seemingly larger advertising budgets and resources. Stand-alone charters were more likely to engage in academic, operational, and niche strategies than either direct-run schools or those in networks. It is not surprising that stand-alone charter schools adopted niches more frequently, because that is one of the primary goals of charter schools (Lubienski, 2003).

At the same time, larger CMOs that aim to grow to scale and serve a large portion of the student population might not adopt particular niche programs. Although almost all schools engaged in some kind of marketing, with no major differences across school types (e.g., charter, direct-run), schools differed in the sophistication and scope of their marketing and branding campaigns, as evidenced in the qualitative data. For example, the principal at Engels Elementary, a direct-run school, said he used community organizations “to market in areas that we’re not able to market with billboards and stuff like that,” referring to billboards placed by several of the larger charter networks. Other schools were also unable to advertise as much as they would like because of budget constraints. Yet, schools that were part of CMOs often relied on the network to create flyers or send representatives to fairs. Networks A and C had billboards and bus ads, and Network A helped to raise funds and allocate students at the network level, removing that burden from the individual school. Network B’s central office created flyers for the schools, although each school conducted its own, targeted outreach.

CMOs appear to benefit from private philanthropic support. Overall, private contributions provide approximately US$272 to US$407 per pupil, or about 3% of total revenues, but for some charter networks, these figures can be as high as 29% (Cowen Institute, 2009). CMOs were able to support the funding of professional marketing and branding campaigns to promote the charter network overall, if not individual schools.

Facilities.

Unlike organizations in the private sector, schools usually did not have control over their school sites, because there was a master plan at the district level to allocate facilities. Therefore, schools were unable to respond to competition by improving their facilities, but they did note that new facilities provided a competitive advantage, whereas temporary facilities provided a disadvantage overall. There were some differences between schools with temporary, permanent (but old), and new facilities. Schools with temporary facilities more often engaged in operational strategies, perhaps as part of an effort to secure additional space through partnerships (one school partnered with a cultural center to use additional space, for example) or expansion, by taking over other schools, for example. They also more often engaged in niche strategies and marketing strategies. Schools in new facilities were less likely to engage in many strategies, including operations, niche, selection, and marketing. In fact, one school’s new building received so much press coverage that the principal no longer advertised openings.

School leaders also expressed a general view that new facilities were important for attracting parents and for meeting parental demand with sufficient space. New facilities attracted parents not only because they were “gorgeous,” as one principal said of hers, but because they also signaled to parents that the school could offer more services and extracurricular activities, which also made them more competitive: “Given the facility,

I think parents definitely want to come because of that.” She went on to say that they could “provide more opportunities to their students,” in the form of electives and other activities.

School leaders also reported that lack of sufficient space or low-quality facilities diminished their ability to recruit more students. One principal of a direct-run school described how his lack of adequate facilities affected what he could offer to parents:

I went to Meade Charter School just yesterday for a meeting and their new building is just beautiful. A brand new building. Beautiful. And I think that’s where the other part of competition kind of fades for us because we don’t have the newer building . . . that’s afforded some of the charters. And it does kind of wear on what you can offer to parents. (Prescott Elementary)

For schools already in high demand, space constraints prevented their expansion. Five schools reported this as the major reason they could not enroll more students. Schools with independent funding were even considering building their own sites; others rented space from colleges, cultural centers, and churches. Location uncertainty made it harder to compete. For example, one concerned board member at Stone said, “Not having a location weighs heavily on parents’ decisions for enrollment.” School leaders believed that facilities factored into parents’ decisions; schools with new facilities attracted parents, whereas schools lacking new facilities believed this partially explained their inability to compete.

Conclusion

Competition placed pressure on schools, especially those that were low performing or underenrolled. School leaders engaged in a number of strategies owing to the competition. Ten schools reported efforts to improve academic performance to increase student enrollment, attract parents, or compete with other schools. Many more schools (n = 25) used marketing strategies. Some schools reported improving their operations in response to competitive pressures, which could potentially lead to a more efficient allocation of resources. Schools also developed niches, which might provide better opportunities and stronger matches between students’ needs and school offerings. However, this is certainly different from the traditional economic view of a “rising tide lifting all boats,” whereby educational improvement occurs “through large numbers of schools competing to produce a homogenous product” (Betts & Loveless, 2005, p. 37). Rather than entering an already crowded marketplace, these school leaders carved out a slice of that market, preempting or avoiding competition.

Although competition is expected to improve schools, leaders’ responses to market pressures were not always efficient or equitable. Alongside their efforts to improve academics and operations, schools also engaged in practices that were superficial, in the case of marketing, or inequitable, in the case of screening and selecting students. Although marketing may provide better information to parents, it does not represent a substantive change to school programming or operations (Bagley, 2006). Furthermore, some marketing and selection practices segmented the market further, in ways that could exacerbate inequities by limiting educational opportunities for certain families. For example, some schools targeted children who were already high performing and found ways to circumvent the centralized assignment process, either to save slots for such students or to prevent students who might be struggling from enrolling. Most charter schools in New Orleans were not permitted to enroll students outside a lottery system, yet several did. Others were required by the OneApp system to report available seats to the central office in real time, but did not. Such practices actually limit parents’ choices. Even if schools in New Orleans on average are improving, there are concerns that not all students have equal access to better schools. Some evidence suggests that mobility patterns in New Orleans are consistent with a segmented market, with low-achieving students switching to low-performing schools and high-achieving students transferring to highperforming schools (Welsh, Duque, & McEachin, in press), yet whether this has worsened or improved since before Katrina remains unknown.

These findings, although particular to New Orleans, have important implications for policy, especially for the many other districts that have adopted, or have considered adopting, similar reforms. These findings suggest areas in which the district could play a role to ensure a fairer marketplace, mitigating some of its adverse effects. Central-assignment programs, such as the OneApp, may reduce inequities in access, by not leaving admissions entirely to schools, and may also simplify the process for families. However, districts can also provide better information and closer oversight to ensure that families are able to access schools they need. Districts might ensure that non-marketing information, such as thirdparty reports of school performance and program offerings, is readily available to parents to make informed decisions, and they might target that information to low-income parents to have greater impact (Hastings & Weinstein, 2008). Districts might also more carefully monitor within-year transfers, ensuring that empty seats are filled through the central office at all times. To some degree, these suggestions echo those of advocates of portfolio-management models, who argue that even in systems of choice, districts have an important role to play (Bulkley, Levin, & Henig, 2010; Lake & Hill, 2009).

This study also makes several contributions to the literature. First, this study contributes to our understanding of how market-based reforms operate in the public sector. In particular, I build on existing literature that examines whether competition improves student outcomes (e.g., Hoxby, 2002; Ni, 2009; Zimmer & Buddin, 2005) to explore the mechanisms by which that might occur. I find that schools draw from a broad range of strategies in responding to competition, reflecting findings about competition in the United Kingdom (Woods et al., 1998). Like other researchers, I find marketing to be the most common competitive strategy (Gewirtz et al., 1995; Kasman & Loeb, 2013; Lubienski, 2007).

I also document the various selection strategies schools used, building on prior work (Jennings, 2010; Lubienski et al., 2009; Welner, 2013), and noting new strategies, such as “not marketing” as a form of selection. Second, this study contributes to theory by highlighting the role that social dimensions play when they interact with market pressures. For example, the informal assignment of students occurred via school leaders’ social networks, reflecting findings in other studies that have shown how networks moderate competition (e.g., Jennings, 2010). School leaders’ position in the marketplace, whom they view as competitors, and their status based on competition, charter network, and school performance, influenced the strategies that they used in a competitive environment. Schools scanned the environment and mimicked each other (Lubienski, 2003; Woods et al., 1998), in the case of marketing, whereas others differentiated themselves and sought a niche (e.g., White, 1981). In fact, many of the academic strategies were niche strategies; many schools tried to offer something unique or different from their competitors. This suggests it is important to look beyond “competitive effects” to examine the process of competition, including the specific strategies schools adopt, and how social and cognitive factors play a role. Otherwise, researchers and Policy makers may miss important mechanisms that explain how and why competition influences student outcomes, for better or worse, and miss opportunities for district intervention to mitigate any negative effects of competition. This analysis suggests several directions for further research. Research in other settings is needed. New Orleans is a “critical” case that helps to illuminate the process of competition, but it is necessary to examine how school leaders in districts with more moderate school-choice policies compete. Because marketing was so common, further research might examine the extent to which programs highlighted in marketing materials actually correspond to those within schools. For example, are schools that market themselves as arts-integrated actually incorporating the arts in academic classes? Much of the research on competition to date has examined the effects of competition on student achievement, but we know little about how competition affects equity and diversity in schools. This study shows that cream-skimming practices occur, but future research should systematically examine whether students are being counseled out and to what extent they are being selected (e.g., Zimmer & Guarino, 2013). In addition to examining the extent to which these findings are similar to other districts at various stages of marketization, it would also be worthwhile to examine the different ways in which districts and states regulate market-based reforms with different assignment policies and incentive structures. This could help to design a choice system that is truly accessible and equitable.

Source:  jabbar every kid is money

Author

Huriya Jabbar is an assistant professor in the Department of Educational Administration at the University of Texas at Austin, and a research associate at the Education Research Alliance–New Orleans at Tulane University. She studies the social and political dimensions of privatization and market-based reforms in education.

Comparte este contenido:
Page 1502 of 2732
1 1.500 1.501 1.502 1.503 1.504 2.732