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La universidad: se reinventa o desaparece

Julián De Zubiría Samper

Los modelos pedagógicos, los sistemas de evaluación: Las bases de la educación superior están llamadas a replantearse, ante necesidades como que el conocimiento impacte en la realidad y esta se entienda desde diversos campos de pensamiento.

Estudié en la mejor universidad del país y pese a obtener la calificación más alta en los tres “Cálculos” que tomé, debo confesar que en dichas asignaturas no entendí ni un solo concepto. Con seguridad, tampoco desarrollé procesos deductivos. Ninguno de los docentes intentó explicar qué le pasaría al mundo sin derivadas o integrales o para qué se utilizaban. Aun hoy, no podría expresar más que una idea deshilvanada sobre lo que es conceptualmente una derivada o una integral. No sé qué función cumplen en las realidades materiales o simbólicas que habitamos. Lo único que tuve que hacer fue estudiar muy intensamente días antes de los exámenes, para no perder el aprendizaje mecánico que alcanzaba.

Obviamente, no tendría que ser así: las matemáticas son una de las construcciones más bellas, artísticas, creativas y profundas del ser humano; pero desafortunadamente en las universidades se convirtieron en un proceso altamente formal, rutinario y mecánico, que produce un tedio impresionante en una mente creativa. Los algoritmos sustituyeron al pensamiento matemático y topológico en el cual han debido convertirse.

Cada vez que pregunté para qué servía lo aprendido, obtuve la misma respuesta: “Usted cree que Cálculo uno no es necesario, pero espere a que llegue a Cálculo dos. Allí comprenderá su importancia”. Mi pregunta era otra: esos aprendizajes mecánicos ¿Para qué servirían en la vida? A pesar de haberme dedicado a la educación, sigo sin respuesta, así los profesores se hayan esforzado en hacerme creer que son muy importantes para desarrollar el pensamiento. En realidad, mentían: Nada que no se comprende puede desarrollar el pensamiento. Nada.

He viajado a casi todos los países de América Latina y trabajado con docentes de decenas de universidades. El problema que detectaba décadas atrás, hoy sigue prácticamente sin ninguna solución. Y no es solo el problema de la enseñanza de las matemáticas atiborradas de algoritmos mecánicos y repetitivos. Casi sin darse cuenta, las universidades terminaron por convertirse en el nivel más tradicional del sistema educativo. En parte, porque el mundo cambió a gran velocidad en las últimas décadas, mientras que las universidades siguen siendo esencialmente las mismas desde hace más de 200 años. En parte, porque en ellas es casi inexistente la reflexión pedagógica. No menos importante, porque presuponen que el problema es de la educación básica y no de ellas, sin comprender que, si en el bachillerato los estudiantes no aprehenden a argumentar, conceptualizar, escribir y leer de manera crítica –como de hecho, así sucede-, necesariamente los primeros semestres tendrían que dedicarse a desarrollar estas competencias transversales. De manera totalmente inexplicable, no realizan consistentemente este trabajo, condición previa al aprehendizaje de las competencias propias de cualquier ciencia.

La universidad actual fue creada desde un presupuesto que actualmente no es aceptado: que había que fragmentar el conocimiento para poder estudiarlo. Al hacerlo, casi inevitablemente, los conocimientos se descontextualizaron y los conceptos, por lo general, terminaron careciendo de historia, época, raíces e integralidad.

Difícilmente encontramos una institución más fragmentada en medio de un mundo tan interconectado. Organizada desde disciplinas artificialmente creadas, nunca aparecieron los momentos de reintegración y reestructuración, que el pensamiento reclama.

Debido a ello, las universidades marcharon crecientemente hacia la especialización y llegaron cada vez a conocimientos más y más particulares. El pensamiento usa conceptos y procesos, lo mismo que estrategias metacognitivas, pero poca información. Lo que hizo la universidad, por tanto, es contrario al pensamiento reflexivo y global. Hoy en día sería imposible responder la gran mayoría de preguntas complejas exclusivamente desde una sola disciplina y sin tener en cuenta la conjunción de múltiples causas, contextos, interpretaciones, procesos y paradigmas. La hiperespecialización, como afirma Edgar Morin, impide ver lo global, ya que lo fragmenta en parcelas; tampoco permite comprender lo esencial, porque lo disuelve. En consecuencia, debido a la estructura fragmentada y disciplinaria, la universidad se concentró en el saber y terminó dejando de lado, el trabajo riguroso y sistemático en el pensar. Eso es fácil de verificar al ver las grandes dificultades que suelen tener los estudiantes para adelantar una tesis de grado, sin que previamente se hubiera trabajado en consolidar sus competencias para delimitar problemas hipotéticos, inferir e investigar.

El fenómeno anterior se agrava, si se tiene en cuenta que casi no existen reuniones de profesores y que cada uno trabaja de manera esencialmente individual; lo que conduce a debilitar los equipos de área y el trabajo inter y transdiciplinario; como también los diseños curriculares por competencias generales, integrales y propias de las disciplinas. El panorama se complica en nuestro medio porque hemos constituido un “sistema” educativo profundamente desarticulado; lo que contrasta con un mundo en el que todo está interrelacionado e intercomunicado.

En un mundo tan flexible e incierto, asombra ver la rigidez y predictibilidad que gobierna el mundo educativo. Bauman se refiere a la “modernidad líquida”, para destacar su característica esencial: su constante cambio. A nivel educativo sucede lo contrario. Mientras semanas antes es imposible saber quién será el próximo presidente del país, en educación los docentes permanecen en las mismas áreas y asignaturas desde su vinculación, casi que hasta la pensión. Se adueñan de las cátedras, como si les pertenecieran. En un mundo en el que predomina por completo la incertidumbre económica, política, científica y social, mantenemos un sistema universitario que pareciera vacunado contra la innovación, la creatividad y el cambio.

La pregunta clave es si en la universidad actual se desarrolla el pensamiento científico o si se enseñan teorías científicas. No parece haber duda: En la gran mayoría de universidades actuales, se enseña ciencia, pero no se enseña a pensar científicamente. Se enseñan las leyes, pero no a pensar jurídicamente. Lo paradójico es que las leyes habrán cambiado cuando se gradúen los jóvenes.

Más grave aún es el problema de la ausencia de formación integral. El trabajo ético y valorativo ha sido prácticamente abandonado. No se incluyen en el currículo los complejos dilemas éticos; no hace parte de las prioridades el consolidar el criterio moral, el conocimiento de sí mismo, la comprensión de los otros, la empatía, la transformación de las maneras de convivir o el desarrollo de la inteligencia intra e interpersonal. El tiempo dedicado a ello es ínfimo. Casi no hay docentes que lo asuman y, sobre todo, no está incluido en los criterios de admisión, evaluación y promoción de semestre, ni de los estudiantes ni de los docentes. Por ello, en el mejor de los casos responde al trabajo marginal de algunos pocos docentes. Lo paradójico es que los empresarios no se quejan de las debilidades en “Cálculo” de los egresados universitarios, sino de su dificultad para trabajar en equipo, comunicarse asertivamente, tener iniciativa, emprendimiento o liderazgo.

Este es el contexto que obliga a las universidades a repensar su naturaleza y su función pedagógica y social. Requerimos que ellas analicen a profundidad el modelo pedagógico, hoy centrado en la palabra del docente y en la vieja y tradicional idea de que a la universidad se debería ir a aprender informaciones y algunos conocimientos, pero no a hacerle preguntas a la vida y a transformar las maneras de pensar y valorar. Estudiar –como decía Freire-, “no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas». Pero ello, muy poco se aborda en el actual sistema educativo.

Pensar está relacionado con adquirir conceptos inclusores de manera jerárquica, relacional y organizada; tiene que ver con usar dichos conceptos en múltiples contextos. Por ello, al pensar se procesa y se opera de manera flexible con ellos. Pero también es la manera como planeamos, evaluamos o verificamos nuestros conceptos y procesos; o lo que unas décadas atrás se conoció como metacognición o capacidad para pensar sobre lo pensado. Aun así, muy pocos docentes universitarios definen los procesos de pensamiento que los estudiantes deben poner en juego en el proceso de aprehendizaje; son menos todavía los que cultivan de manera deliberada y sistemática la metacognición, la originalidad y la creatividad. A propósito, ¿Cuántas veces durante su tránsito por la universidad le pidieron ideas originales o que no resolviera una ecuación, pero que indicara diferentes maneras para hacerlo?

Las evaluaciones son uno de los ámbitos menos desarrollados en la universidad. De un lado, porque los docentes llegan a “echar su rollo” sin si quiera realizar diagnósticos que precisen los conceptos y procesos que poseen los estudiantes con quienes va a trabajar; y, de otro, porque no se evalúa a nivel formativo, sino que se califica, tal como expliqué en detalle en una columna anterior. El alumno no pregunta por los aspectos a mejorar, sino si aprobó la asignatura. En lo único que insistiría es que, si en los exámenes universitarios los docentes no dejan sacar apuntes, libros, calculadoras e internet, es porque no son pruebas para pensar.

Los estudios llevados a cabo por Kein Bain en Estados Unidos sobre los mejores docentes universitarios, muestran que, son ellos los que nos impactan de manera más estructural e integral. Los mejores maestros nos enseñan a pensar y favorecen nuestra inteligencia intra e interpersonal. Aun así, muy pocos lo logran.

Paradójicamente, con la gran mayoría de docentes, los estudiantes suelen seguir pensando igual a como pensaban antes de asistir a la universidad.

Excelente que los estudiantes y docentes salgan a la calle a reclamar presupuesto para la educación superior y la ciencia. Sin duda, la educación es un derecho y sin recursos, es muy complejo enseñar e investigar. Sin embargo, ojalá a futuro también salgan para exigir que se replanteen los modelos pedagógicos, los sistemas de evaluación y los currículos universitarios actuales, porque ello, impide el aprehendizaje. Las universidades deben pasar de pensar en la enseñanza a hacerlo sobre el aprehendizaje, que es el verdadero derecho. Si no lo hacen, muy seguramente serán sustituidas por las empresas o por modelos autodidactas. Ojalá no sea muy tarde para ello. La pregunta central que quiero dejar es la siguiente: ¿Cambian los jóvenes que asisten a la universidad sus estructuras profundas para pensar y valorar? Si no lo estamos logrando, seguramente nos hemos equivocado al elegir los modelos pedagógicos, los currículos y las evaluaciones que utilizamos.

Fuente del articulo: http://www.semana.com/nacion/articulo/julian-de-zubiria-la-universidad-se-reinventa-o-desaparece/548839

Fuente de la imagen: https://static.iris.net.co/semana/upload/images/2013/9/9/357063_154739

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Entre un pendenciero y un orate, hay una diferencia

Abelardo Carro Nava

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), “orate” significa o hace alusión a aquella persona que ha perdido el juicio o bien, que es una persona de poco juicio, moderación y prudencia. En este sentido cabe mencionar que dicha palabra, etimológicamente hablando, proviene del Catalán y significa: “loco o ido”; definición que en todo caso, refiere o se asemeja a la concepción que la RAE nos brinda.

Bueno, con seguridad usted se estará preguntando el por qué esta serie de ideas inician aportando dos definiciones sobre una misma palabra: orate. Pues bien, como seguramente habrá leído o conocido, en días pasados el recién nombrado titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Otto Granados – priista de hueso colorado e incondicional del “salinismo” mexicano –, que sustituyó al hoy coordinador de la campaña de José Antonio Meade, Aurelio Nuño, escribió en sus redes sociales un tuit que a la letra dice: “¿Es posible debatir con un orate? ¿Y así sueña con ser una opción? Más allá de sus problemas de senilidad y salud mental, le faltan ideas, argumentos, razones, hechos, datos duros, verificables, y le sobra demagogia, falsedad e inmoralidad” (29/12/2017).

Tuit que por sobradas razones causó polémica entre varios de sus seguidores y no seguidores, entre columnistas y no columnistas, entre políticos y no políticos, vaya, entre todos aquellos que tenemos la posibilidad de preocuparnos y ocuparnos de lo que acontece en el terreno educativo, y no es para menos. Y digo que no es para menos porque como es sabido, un espacio que adolece precisamente de juicio y autocrítica por parte de la autoridad educativa en turno, es precisamente el terreno educativo. Y para muestra un botón.

Desde que inició el sexenio de Peña Nieto, se “vendió” la idea a los mexicanos, de que era necesaria una reforma educativa, misma que durante la gestión de Nuño Mayer, se manejó como una gran “revolución” educativa. Muchos, me incluyo, fuimos escépticos en cuanto al uso de esas palabras: “reforma” o “revolución”; más por su significado que por los alcances que podrían lograrse en ese sentido y vaya, no nos equivocamos.

Por principio de cuentas, debemos y tenemos que reconocer que dicha transformación educativa, nació en lo que pomposamente fue conocido como el “Pacto por México”, es decir, de la unión de una serie de “intereses” de las principales “fuerzas” políticas del país, más que por las verdaderas necesidades y demandas de los mexicanos. La simulación, el maquillaje, la farsa que le siguió después de haber concertado dicha “reforma” – cuyo título fue por demás irrisorio – fue eso, una simulación más que una objetiva y real consulta nacional sobre las necesidades reales de los millones y millones de mexicanos que habitamos nuestro territorio nacional. O, ¿acaso se le preguntó a todas las voces que conforman el inmenso Sistema Educativo Mexicano (SEM)? Y si se les preguntó, ¿qué pasó con sus respuestas y en dónde quedaron? Sí, adivinó usted, con seguridad en un archivero, de esos que también con seguridad hay en la SEP y que son utilizados para resguardar lo indeseable, lo que no es correcto, lo que no corresponde a “la línea”, lo que no es útil. ¿Sabe usted lo que pasó con la propuesta que emanó y fue firmada por cientos de asistentes al XII Congreso Nacional de Investigación Educativa celebrado en la Ciudad de Chihuahua en 2015 y que fue entregada a la SEP para su consideración? Sigo teniendo mis dudas al respecto.

Ahora bien, si de razones, hechos o datos duros y verificables estamos hablando, tal y como lo señala el Secretario, tendríamos que recurrir necesariamente a lo que la investigación ha arrojado y vaya, sobre este terreno hay mucho que decir. De hecho, desconozco el atrevimiento que tuvo Granados al hacer esta afirmación; supongo, que la lucha férrea que su partido está enfrentando para mantenerse en el poder lo llevó a hacer esta aseveración. No obstante, permítame compartirle brevemente unos datos.

El número de personas en situación de pobreza en el último bienio en México, es de 53 millones 418 mil 151 y, por lo que respecta a los que viven en pobreza extrema, éstos suman 9 millones 375 mil 581 (CONEVAL, 2017). Datos duros que me permiten afirmar que buena parte de la población mexicana, no ha gozado precisamente de una política social durante el sexenio peñista y de una calidad de vida que les permita desarrollarse plenamente, tal y como lo mandata nuestra Carta Magna. ¿Estos datos influyen en el terreno educativo? Sin duda, buena parte de los que trabajamos en el magisterio sabemos, que si un niño o niña no cuenta con los elementos mínimos y necesarios para su crecimiento y desarrollo, la escuela y el maestro, pueden hacer muy poco al respecto. Por otra parte, un dato que me parece de lo más pertinente mencionar en estos momentos, es el que el propio Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, 2017) dio a conocer en ese año; me refiero pues, a los que la prueba PLANEA (plan nacional de evaluación de los aprendizajes) arrojó solamente en educación media superior: “evaluados tanto en matemáticas como en lenguaje y comunicación, la prueba Planea fue aplicada a 117 mil 700 alumnos a punto de concluir el último grado de bachillerato, de 2 mil 300 planteles en todo el país, con resultados reprobatorios”. ¿A quién responsabilizamos de tal embrollo?, ¿a la SEP?, ¿al Gobierno?, ¿a los mexicanos?, ¿a los alumnos?, ¿a los maestros?…. ¿Seguimos con los datos?

Vaya, ser pendenciero es fácil, aceptar (autocrítica) y sustentar los beneficios o males que aquejan al terreno educativo en el país, no lo es tanto. Y no lo digo precisamente porque un servidor se caracterice por ser pendenciero, si entendemos como tal que esta palabra significa que uno es propenso a riñas o pendencias (RAE); no, no lo digo por ello, sino porque pienso que hay muchos problemas que atender en el SEM, como para estar buscando pelea con quién sabe quién en las redes sociales.

Como ciudadano y militante que es Granados, Nuño o cualquier otra persona, es respetable su posicionamiento, como Secretario de Educación, tendría que pensar y repensar su escritura, porque si analizamos lo que la misma RAE nos aporta y que doy a conocer al inicio de estas líneas, el termino que éste empleo para referirse a quién sabe quién, también le aplica, dado que con su tuit demostró poca moderación y prudencia. Obviamente, y para confirmar mi dicho: entre un pendenciero y un orate, hay una diferencia. Uno es Secretario de Educación y el otro… ¿alguien sabe quién es el “otro”?

Tiempo al tiempo.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/entre-un-pendenciero-y-un-orate-hay-una-diferencia/

Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2015/11/Otto-Granados-Roldan-e151189405

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Pertinacia del gobierno en reforma a la educación superior

Diario La Tercera

Es irresponsable que el Ejecutivo intente a toda costa dejar aprobado un proyecto que ha sido objeto de transversales cuestionamientos.

Tras un año y medio de discusión, el proyecto de ley sobre educación superior entró en su fase decisiva en el Senado. Presentadas alrededor de 700 indicaciones -que buscan modificar diversas partes del cuerpo legal-, y a tres semanas del receso legislativo, aprobar el proyecto tras un estudio responsable de cada una de las propuestas de modificación enviadas por el mismo gobierno y los parlamentarios parece difícil.

Definido desde el comienzo por la actual administración como una de sus iniciativas emblemáticas, cuesta entender que la urgencia no haya existido a la hora de elaborar el proyecto -que ingresó cuando ya habían transcurrido más de dos años desde su instalación- o durante el año y medio que lleva en el Congreso.

Si bien el gobierno se ha allanado a ciertas mejoras solicitadas por los distintos actores, por ejemplo, en áreas como la posibilidad que existan contratos entre entes relacionados -tal como se aprobó en el ámbito escolar- y las indicaciones pretenden mejorar ciertos aspectos del sistema de acreditación, de todas formas dista de ser un marco regulatorio moderno, respetuoso de la autonomía de las instituciones y que potencia la diversidad de proyectos educativos.

Asimismo, mantiene los aspectos más polémicos como la gratuidad universal, el sistema único de acceso y elementos que se desprenden de dichas políticas: la fijación estatal de precios tanto para alumnos que son beneficiarios de la gratuidad como para el resto de los estudiantes y del número de vacantes, lo que en último término significa que el Estado tiene un control total sobre cada una de las instituciones de educación superior. O la idea de ampliar el Consejo de Rectores de Chile (Cruch) -en lugar de eliminar los privilegios arbitrarios de los que gozan ciertas instituciones, avanzando hacia una relación meritocrática entre todas las instituciones sin importar su calidad jurídica, año de fundación o adhesión a políticas voluntarias como la gratuidad. Todos estos son planteamientos equivocados y que tendrán profundos y negativos impactos en el sistema de educación superior.

Con todo, el gobierno, al tener mayoría en ambas cámaras puede utilizarla para aprobar, contra el tiempo, una reforma que sigue siendo objeto de cuestionamientos transversales. Si persistiese en esa idea, no debiera descartarse la posibilidad de aprobar separadamente aspectos puntuales de la ley en donde existan coincidencias con la administración entrante. Por ejemplo, en una Superintendencia para el sector, proyecto que presentó en su momento el gobierno de Sebastián Piñera, dejando de lado aspectos más discutidos.

En caso de que el gobierno renuncie a buscar consensos, y apruebe íntegramente el proyecto tal cual está, se producirá el sinsentido de que la nueva administración tenga la obligación de implementar políticas que van en directa contradicción con su programa de gobierno o bien de rectificar leyes recientemente aprobadas. Evidentemente un escenario como el descrito no ayuda en nada a consolidar un sistema de educación superior que dé mayores oportunidades a los alumnos y a la generación de bienes públicos.

Fuente del articulo: http://www.latercera.com/noticia/pertinacia-del-gobierno-reforma-la-educacion-superior/

Fuente de la imagen: https://www.google.co.ve/imgres?imgurl=http%3A%2F%2Fservicios.universia.cl%2Fco

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Ganaba dos mil euros por hacer el trabajo final de carrera de otros

Maria Zuil

Prometen máxima confidencialidad, cero plagios y aprobado seguro, pero su mayor atractivo es acabar la carrera sin tener que hacer absolutamente nada. El mercado negro de los Trabajos Fin de Grado (TFG) –el proyecto que cada alumno debe presentar obligatoriamente al final de la carrera– crece al amparo de los anuncios en internet y de las webs especializadas. Cada vez hay más oferta para los estudiantes que no pueden, o quieren, dar el último paso para conseguir su título universitario y prefieren pagar a terceros.

“Hacemos trabajos a medida”. “Necesitas un TFG”. “Encarga tu TFG”… Una simple búsqueda en internet arroja multitud de opciones y no hay carrera que se escape al fraude académico. Desde proyectos de periodismo a ingenierías, estos portales cuentan con ‘freelances’ especializados en todos los sectores, pero también pueden encontrarse multitud de particulares que se ofrecen a prestar sus servicios a cambio de un sobresueldo.

De 300 a 2.000 euros

Conversación con un particular que se ofrece a hacer TFG de todo tipo
Conversación con un particular que se ofrece a hacer TFG de todo tipo

Este periódico ha hecho la prueba y ha solicitado varios presupuestos. En menos de 24 horas, un particular se ofreció a hacer un TFG de 40 páginas sobre ‘La importancia de la presencia de las PYMES en la red’ por 320 euros. Otro estaba dispuesto a disertar sobre participación ciudadanaen la misma extensión por 1.840 euros. El precio de este incluye además el Powerpoint para la presentación ante el tribunal académico y asesoramiento para prepararla. “Trabajo desde cero, como si fuera mi propio trabajo. Quiero decir que hay gente que ‘vende’ trabajos que en realidad ya están hechos o hace refritos de otros. Yo no”, aclara en un email.

La forma de trabajar es sencilla: solo hay que dar el tema a tratar y un plazo de entrega. A cambio, se comprometen a ir enviando partes para ver el progreso y poder presentar material al tutor de la universidad. En cuanto a los pagos son flexibles: por plazos o tras la entrega del trabajo y algunos aportan muestras de su trabajo como garantía de profesionalidad. Los precios varían mucho en función de los requisitos, la calidad y a quién se pregunte: pueden ir desde los 300 a los 2.000 euros.

A Esther González, una estudiante de Información y documentación le cobraron 120 euros por un trabajo sobre el derecho a la protección de datos. Su “excusa” es que está trabajando en Holanda y su tutor de la Universidad de Granada no era precisamente accesible. “Es muy difícil hacerlo sin que nadie te guíe ni poder consultar material presencial. No sabía ni cómo ni enfocarlo”, reconoce esta granadina.

Si lo presenta en una universidad, se lo queda o lo guarda en un cajón, es problema de la persona que lo solicita

En lugar de acudir a los múltiples anuncios que hay en internet, decidió poner un anuncio sobre lo que necesitaba. Le llegaron varias ofertas y se decantó por la más económica. Pero lo barato sale caro: “Le pedí 40 páginas y me hizo 35, se lo mandé al tutor y me dijo que estaba todo fatal. Y para colmo, cuando le dije si lo podía corregir me dijo que se iba de vacaciones y ya no daba tiempo a presentarlo en septiembre”, explica esta granadina.

En el portal No hagas nada te compensan económicamente si el TFG no cumple su objetivo: aprobar y conseguir los créditos. Sus fundadores, tres amigos de Madrid, lo pusieron en marcha a raíz de su propia experiencia personal. “Para nuestros trabajos nos tocaron unos temas de los que no sabíamos nada, porque en nuestra universidad no los podíamos elegir, así que nos vimos obligados a contactar con especialistas que nos ayudaran”, cuenta Eduardo, que se encarga de la internacionalización del proyecto.

Prueba de un presupuesto en 'No hagas nada'.
Prueba de un presupuesto en ‘No hagas nada’.

Este portal, que lleva como lema “Deja que otros trabajen por ti”, pone en contacto a estudiantes y profesionales, a los que piden el currículum para acreditar sus conocimientos. El precio varía en función del número de páginas, las fuentes consultadas, el idioma o el estilo de requerido para las referencias bibliográficas. A cambio se llevan una comisión y se aseguran de que no haya plagios, el problema más habitual en este tipo de mercado. “Vimos que había esa necesidad y la aprovechamos, de hecho está yendo tan bien que ya lo estamos expandiendo a Italia”, comenta Eduardo, aunque aclara: “No era nada nuevo, en las universidades se ha hecho siempre, nosotros solo lo hemos digitalizado ejerciendo de intermediarios”.

Un sueldo para recién graduados

Carlos es uno de los de la vieja usanza. Empezó a dar clases particulares en su facultad y por el boca a boca acabó haciendo proyectos completos para estudiantes de diseño industrial y de interiores. “Al principio me pedían cosas más concretas, pero de ‘trabajillos’ pasó a llamarme gente para hacerles el proyecto entero: desde la idea a redactar la memoria… Todo”, explica. Cobraba el precio de una tutoría, 15 euros la hora, y podía llegar a sacarse unos 2.000 euros por cada proyecto, que compaginaba con sus estudios de máster. “Me lo tomaba como un trabajo para ganar dinero mientras estudiaba”.

Hice el proyecto de una chica que tuvo una crisis nerviosa y el psicólogo le dijo que no tocase el proyecto

Arquitectura es la carrera donde más se ha expandido la picaresca por la dificultad y el estrés que acarrean los proyectos finales a los estudiantes. También es donde sale más caro: cada lámina ronda los 1.000 euros y la media de un proyecto son 12 láminas. Hagan cálculos. Pedro Arnanz estuvo un tiempo trabajando en un estudio de arquitectura donde ofrecían este servicio: “Venía mucha gente de la privada, que está acostumbrada a pagar mucho dinero por la carrera y les compensa. Por ejemplo, yo hice el de una chica que tuvo una crisis nerviosa y el psicólogo le dijo que no tocase el proyecto, así que se encargaba su padre de todo y yo me las ingeniaba como podía. También hay gente que está trabajando ya y no quiere tener que ocuparse de esto, pero no todos externalizan el proyecto entero, algunos contratan solo unas láminas”.

“Las carreras más demandadas son las ingenierías y enfermería por la dificultad y el tiempo que suponen”, cuenta Tomás Ángel, coordinador de Atención al Cliente de TuTFG, una empresa alicantina en la que trabajan cerca de 15 personas en plantilla y otros 70 ‘freelance’ de todas las áreas. Sus precios rondan los 700 euros y presumen de que sus trabajos se han presentado en universidades de toda España, tanto públicas como privadas: la Complutense, la Europea, la de Barcelona, la Carlos III o la de Vic. También hacen proyectos final de máster y tesis doctorales. Sin embargo, advierten que ellos no se meten en dónde van a parar los materiales que preparan, redactan y hasta maquetan: “Nosotros sólo hacemos el proyecto y le cobramos al alumno por la propiedad intelectual y el honorario del que redacta. Si lo presenta en una universidad, se lo queda o lo guarda en un cajón, ya es problema de la persona que lo solicita”, reconoce. Desde ‘No hagas nada’ defienden la misma postura: “No somos responsables de lo que haga la gente”. De hecho, dicen recomendar que los trabajos no se presenten a una institución, a pesar de las continuas referencias a los TFG de su página web.

El proceso de solicitar un TFG en 'TuTFG', similar al de otras empresas. (tutfg.es)
El proceso de solicitar un TFG en ‘TuTFG’, similar al de otras empresas. (tutfg.es)

Difícil de probar

Detectar un trabajo comprado es complicado para los profesores al tratarse de trabajos originales. “Con los plagios es más fácil porque utilizamos programas para compararlos con otras publicaciones. Uno comprado puedes intuirlo por la calidad o por defectos, pero tampoco hasta el punto de dudar de un alumno”, reconoce Guillermo de Haro, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Carlos, que ahora es profesor, apela a los conocimientos del tribunal de evaluación sobre el alumno: «Me cuesta creer que, si el profesor al que se lo presentas te ha visto en clase, se crea que de repente haces un trabajo excepcional». Sin embargo, no siempre estos tribunales están compuestos por docentes que conocen el expediente del estudiante.

Antonio Fernández, profesor de Derecho y Ciencia Política en la Universitat Oberta de Catalunya cree que la compra de TFG no es tan habitual como por ejemplo, las tesis doctorales, donde asegura que está más extendido. “Es algo residual, porque no tiene sentido pagar esas cantidades, y si pagas poco no va a ser bueno, por lo tanto tampoco lo vas a querer”, explica. Este profesor considera que presentar un trabajo como propio cuando no lo es constituye un plagio aunque sea un texto original. “Este tipo de prácticas son un fraude por más que los anuncios lo intenten vestir como un intercambio económico fruto de la necesidad y de la oferta y la demanda”, razonaba en su blog.

Aunque a Esther la conciencia no sea lo que le reconcome, tiene claro que no va a repetir la experiencia de dejar su último trámite universitario en manos de terceros. “Sé de gente que le salió bien, incluso con buena nota, pero no quiero volver a arriesgarme y en esta convocatoria lo haré yo misma”, se sincera.

*Los apellidos omitidos en este artículo responden a una petición expresa de los entrevistados.

Fuente del articulo:https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-10-01/mercado-trabajo-final-carrera-grado-plagio_1452296/

Fuente de la imagen:https://www.ecestaticos.com/imagestatic/clipping/716/d5c/716d5cc03d8f6bd44a9f01308a0ff413/gana

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La educación como campo de disputa

Por: Pablo Imen.

El ex ministro Esteban Bullrich tuvo como primer hecho público de su gestión un encuentro en Jujuy, en febrero de 2016, que culminó en la denominada «Declaración de Purmamarca», en la cual el Consejo Federal de Educación «afirma la unánime voluntad de construir sobre lo construido a lo largo de estos años, en pos de concretar los desafíos pendientes…». Dicho de otro modo, el texto valoraba positivamente lo realizado en los gobiernos previos y se comprometía a recorrer un camino con continuidades fundadas en el reconocimiento de lo construido, y la voluntad de avanzar en asignaturas pendientes.

Muy pronto estas palabras fueron desandadas, tanto en el plano del discurso como en el de los hechos, abriendo un proceso de descalificación y desmantelamiento de las construcciones político-educativas y pedagógicas ocurridas entre 2003 y 2015.

En el segundo semestre de 2016 descerrajó contundentes definiciones. En septiembre —en el marco de un acto en Choele Choel— afirmó: «Esta es la nueva Campaña del Desierto, sin espadas, con educación». En octubre —en el marco del coloquio empresarial de IDEA— advirtió que «este sistema educativo no sirve más» lo cual desmiente el compromiso de febrero y reafirma su amenaza de septiembre. Un mes después en la 22 Conferencia de la UIA remató otro basamento del proyecto educativo de Cambiemos. Dijo Bullrich: «Yo no me paro aquí como ministro de educación, me paro como gerente de recursos humanos».

En el plano de los hechos hubo acciones muy concretas en dirección inequívoca: reducción presupuestaria, vaciamiento de los programas centrales del Ministerio de Educación, profundización de una descentralización desigualadora —tanto en el plano de los programas antes coordinados por Nación como en el de las negociaciones paritarias—, introducción o profundización de la mercantilización educativas (desde el Acuerdo Federal Minero al convenio con Microsoft, pasando por ONGs como Enseña por Argentina o Junior Achievement). Se anunciaron programas como Escuelas del Futuro —un proyecto que pone en el centro del proceso educativo a la tecnología— y en CABA se avanzó con iniciativas muy fuertes y controvertidas como las orientadas a la radical reforma del nivel secundario (Secundarias del Futuro) o la amenaza del cierre de los Institutos de Formación Superior Docente para su reemplazo por una Universidad de CABA para la formación de futuros docentes en la Ciudad. Iniciativas como el desprolijo pero revelador proyecto de ley denominado Plan Maestro van delineando un corpus ideológico, político educativo y pedagógico.

En suma, esta política educativa fundada en la descalificación de lo existente y en la imposición inconsulta de proyectos de cambios regresivos se sostiene en un sustrato mercantilista, tecnocrático y autoritario. La voluntad del elenco gobernante para propiciar cambios profundos regresivos se ha revelado en todos los planos de la política pública.

En el caso de la educación pública se debió enfrentar al menos a tres factores resistentes a las orientaciones de Cambiemos. En primer lugar, a una acendrada y rica tradición de educación pública asentada —con todas sus tensiones internas, contradicciones e insuficiencias— en una idea muy consolidada de Estado Docente y de educación como derecho ciudadano, social y humano. En segundo lugar, a un colectivo docente con una larga tradición democrática y combativa nacida con el mismo Sistema Educativo Formal. En tercer término, a los avances conseguidos en el período de gobiernos kirchneristas en muchos planos de la vida educativa.

El campo de la educación —y particularmente en la extensa esfera de la educación pública— se ve atravesado por un conflicto profundo y de imprevisible desenlace. Por un lado, las fuerzas coaligadas del Poder Ejecutivo, ciertas fracciones del saber experto, empresas interesadas en el promisorio negocio escolar, medios de comunicación propaladores de la crítica a la educación pública y sus protagonistas por todas las vías posibles. Por el otro, asistimos al pronunciamiento crítico sobre la política educativa producto del análisis y la movilización de amplísimas comunidades educativas, sindicatos docentes, movimiento estudiantil, universidades públicas, referentes pedagógicos y organizaciones sociales y políticas.

Estas luchas son abiertas, y en ocasiones, como la instalación de la Escuela Itinerante frente al Congreso, están golpeadas por la violencia institucional promovida por un Estado de talante cada vez más autoritario. La noción de calidad educativa entendida como resultados de operativos de evaluación estandarizados ha sido objeto de críticas fundadas por investigadores, educadores, sindicatos y el movimiento estudiantil. La manipulada relación entre educación y empleo que se propone subordinar la vida escolar a los intereses de la acumulación capitalista ha sido duramente cuestionada en documentos densamente argumentados como en contundentes consignas de lucha.

Mientras se despliega esta agenda resistente, hay en construcción un programa político educativo y pedagógico identificado con el llamado del Movimiento Pedagógico Latinoamericano, fundado por la Internacional de la Educación en 2011, en Bogotá y conformado por sindicatos docentes, movimientos sociales, referentes pedagógicos, espacios culturales, etc.

Las expediciones pedagógicas, la sistematización de experiencias, los encuentros y congresos pedagógicos promovidos por sindicatos docentes y universidades públicas constituyen dispositivos que revelan un mundo invisibilizado por los factores de poder interesados en difundir una noción de educación pública como campo minado y trágico.

Esos espacios —aún insuficientes pero en expansión— dan cuenta de experiencias pedagógicas en las cuales el educando es el centro del proceso educativo, y que se proponen lograr una educación para la vida y por la vida. Son innúmeros los proyectos que apuntan a una educación de inspiración emancipadora, capaz de promover la autonomía de pensamiento, de atender al desarrollo integral de todos los aspectos de la personalidad, de introducir un modelo de trabajo liberador, estimular la libre expresión, formar ciudadanos gobernantes fundados en el aula y la escuela como construcción colectiva.

La educación se convierte en un complejo territorio de lucha. Por un lado, entre la agenda neocolonial, neoliberal y neoconservadora del macrismo y las resistencias de comunidades e instituciones educativas. Por otro, en la afirmación de una pedagogía radicalmente democrática que se funda en una historia latinoamericana de invenciones —desde Simón Rodríguez a Paulo Freire— que está en construcción y reconstrucción permanente.

Fuente del artículo: https://www.lacapital.com.ar/educacion/la-educacion-como-campo-disputa-n1528812.htm.

 

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¿Conoces los juguetes adecuados para cada edad de tus niños y niñas?

Por: Rosanna Herrera

Velar para que los niños y las niñas reciban lo mejor durante sus primeros años de vida es la intención del Instituto Nacional de Atención Integral a la Primera Infancia (Inaipi). Por esa razón es que, a propósito de la celebración del Día de los Santos Reyes Magos, fecha propicia para regalar juguetes, orientan a las familias a obsequiar juguetes adecuados para cada edad, con miras a que adquieran nuevos aprendizajes que aportarán a su óptimo desarrollo y no representen un peligro para su seguridad.

Cero a 6 meses
De acuerdo a la encargada de Educación Inicial de la organización, Stefanie Moscoso, destaca que durante su primer año, el juguete preferido del niño es su propio cuerpo, ya que necesita aprender a conocerlo y coordinar sus movimientos. Asimismo, señala que los juegos más apropiados en esta etapa son los que estimulen todos sus sentidos, que sean fáciles de agarrar y que les inviten a conocerse y desplazarse, como móviles para la cuna con música y movimiento, sonajeros (de material blando) o mordedores de distintas texturas.

6 a 12 meses
Moscoso asegura que en el segundo semestre los bebes son más activos y disfrutan los juegos que les permitan moverse, entender el mundo que les rodea y relacionarse con sus cuidadores a quienes serán más apegados en esta etapa.

Los juguetes más recomendados para esta período son juguetes musicales, libros de plástico o de tela, mantas o alfombras con distintas actividades, entre otros.

1 a 2 años
A partir del año, y en función del momento en que comienzan a caminar, los niños disfrutan mucho los juguetes que puedan arrastrar, empujar y les ayuden a mantenerse de pie y en equilibrio; así como los juegos que les inviten a mejorar la precisión de los movimientos de sus manos y dedos. Algunos de estos son los que se puedan arrastrar y empujar, encajados de madera de piezas grandes, cubos o vasos apilables, entre otros.

2 a 3 años
A partir de los dos años, empiezan a ser más autónomos, son muy activos y su capacidad de aprendizaje es sorprendente. Por este motivo, el juguete educativo empieza a estar presente en su juego para convertir el aprendizaje en algo natural y divertido. Además, les gustará imaginar escenas para imitar a los adultos de su entorno o situaciones cotidianas. Los preferidos son carros, trenes, camiones y carretillas, que puedan empujar, cargar, llenar y vaciar.

3 a 4 años
A partir de los tres años, la posibilidad de juegos a elegir es muy variada. Cada pequeño tiene una personalidad, intereses o habilidades diferentes y la elección dependerá de estas, que tengan reglas faciles de entender y que les ayuden a trabajar su concentración. Además, el juego en grupo empieza a resultar una experiencia divertida, siendo perfectos los juegos de mesa grupales, las actividades de exterior y los juegos imaginativos. Entre los juguetes preferidos se encuentran disfraces, instrumentos musicales, rompecabezas, entre otros.

4 a 5 años
A partir de los cuatro años, la imaginación predomina en sus juegos. Además, los amigos ya forman parte de su vida y les encanta pasarlo bien con ellos. En materia educativa deben seguir formando parte de su aprendizaje, que refuerzan con conceptos y que aprenden de forma lúdica. Les encanta jugar con los amigos o la familia, siendo un momento perfecto para socializar y mejorar la comunicación. Es importante no limitarlos solo con los juguetes que tradicionalmente se consideran para uno u otro sexo (niño, niña) ya que estos desarrollan habilidades diferentes, que son muy importantes para ambos sexos. Por lo general, a esta edad prefieren juegos de mesa, como bingo y dominó, de imágenes, bicicletas, patinetas y patines, bloques, entre otros. Lo mejor es ser medidos en la cantidad de juguetes, comprar muchos no significa que vayan a jugar más, sino que van a valorar menos el significado de cada uno.

Fuente del artículo: https://www.listindiario.com/la-vida/2018/01/05/497474/conoce-los-juguetes-adecuados-para-cada-edad-de-tus-ninos-y-nina

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Fascism’s return and Trump’s war on youth

By: Henry Giroux

Fascism is all too often relegated to the history books.

The word conjures up a period in which civilized societies treated democracy with contempt, engaged in acts of systemic violence, practised extermination and elimination, supported an “apocalyptic populism,” suppressed dissent, promoted a hyper-nationalism, displayed contempt for women, embraced militarism as an absolute ideal and insisted on obedience to a self-proclaimed prophet.

But the seeds that produced such fascist horrors have once again sprung to life, returning in new social and political forms.

Today, a culture of fear dominates American society, one marked by massive inequities in wealth and power that not only uphold structures of domination, but also view differences as threats, compassion as weakness and shared responsibilities —if not the common good itself — as pathology.

Fascist thought is on the rise all over the world, but its most blatant and dangerous manifestation has emerged in the Trump administration.

Fear and the ethos of mass consumerism —coupled with widespread insecurity and ignorance —now drive people into a malignant notion of security, self-inflicted cynicism and into the arms of demagogues like Trump. For too many Americans, critical thinking and hope have given way to emotional bonding and the revival of the discourse of ultra-nationalism and bigotry.

Trump: Not Hitler, but dangerous nonetheless

Trump is not Hitler in that he has not created concentration camps, shut down the critical media or rounded up dissidents; moreover, the United States at the current historical moment is not the Weimar Republic.

But in the Trump era, remnants of fascism exist in different shapes and forms and include a celebration of the cult of the leader, systemic racism, the embrace of a toxic macho-populism and state support for ultra-nationalism, racism and the threat of violence against critics.

All of these elements are evident in Trump’s rhetoric and policy initiatives.

Trump’s corporate brand of neoliberal fascism is highly visible in right-wing policies that favour deregulation, corporate power and the interests of the ultra-rich.

Instead of draining the corporate swamp, Trump has embraced the merging of corporate and political power, and in doing so has turned the state into a battering ram designed to serve the most powerful and wealthiest members of society.

Trump’s mode of fascism is a unique product of our times, our commercial culture, and a corporate controlled media, all of which saps the foundations of a viable democracy.

American culture is advertising-saturated and celebrity-based, and has permitted a rich self-promoter to abandon any pretense of civility, accountability or integrity in order to hype, scam and market his way to power.

Call it Fascism, American-Style. It’s returned in the shadow of neoliberalism, with its celebration of the market as the template for governing all of society and its concentration of economic and political power in relatively few hands.

Friendly with dictators

How else to explain Trump’s unapologetic support and friendly attitude toward right-wing dictators such as the self-confessed killer, Rodrigo Duterte, president of the Philippines, Russia’s Vladimir Putin and China’s Xi Jinping, all of whom have a fawning attraction to Trump given he exhibits little interest in their massive human rights violations.

Trump and Philippines President Rodrigo Duterte speak during a bilateral meeting at the ASEAN Summit in Manila in November 2017. (AP Photo/Andrew Harnik)

Trump’s fascism is also on full display in his ramping up of the police state, his relentless racist rhetoric, taunts and policies that cast Blacks, immigrants and Muslims as people unworthy of respect, compassion and dignity, and in his support for a war culture.

The latter is marked by his expansion of the U.S. military budget, his provocations aimed at North Korea and reckless policies such as recognizing Jerusalem the capital of Israel —widely condemned by almost all world leaders — that destabilize the Middle East, Asia and other parts of the world.

But there are more subtle, if not under-examined, indicators that point to resurgence of fascist principles in the United States.

One of the most powerful is Trump’s war on youth.

Finance capitalism now drives politics, governance and policy in unprecedented ways. And it’s more than willing to sacrifice the future of young people for short-term political and economic gains, if not democracy itself.

In an apparent war on children, the Trump administration provides a disturbing index of a society in the midst of a deep moral and political crisis — not the least of which was the president’s support and defence of an accused serial pedophile, Roy Moore, in his unsuccessful attempt to win an Alabama Senate seat.

‘Foreclosed hope’

Too many young people today live in an era of foreclosed hope, an era in which it is difficult either to imagine a life beyond the tenets of a savage form of casino capitalism or to transcend the fear that any attempt to do so can only result in a more dreadful nightmare.

Youth today are not only plagued by the fragility and uncertainty of the present, they are, as the late Polish philosopher Zygmunt Bauman has argued, “the first post-war generation facing the prospect of downward mobility [in which the] plight of the outcast stretches to embrace a generation as a whole.”

American youth, especially those marginalized by race and class, are subject to the dictates of the punishing state. Not only is their behaviour being criminalized in schools and on the streets, they are also subject to repressive forms of legislation.

Several states are sponsoring legislation that would make perfectly legal forms of protest a crime that carries a huge fine, or subjects young people to possible felony charges? Increasingly, young people are viewed as a public disorder, a dream now turned into a nightmare.

The most recent example is evident in budget and tax reform bills that shift millions of dollars away from social programs vital to the health of poor youth to the pockets of the ultra-rich, who hardly need tax deductions.

As U.S. children’s rights activist Marian Wright Edelman points out, such actions are particularly alarming and cruel at a time when “millions of America’s children today are suffering from hunger, homelessness and hopelessness.”

She adds: “Nearly 13.2 million children are poor – almost one in five. About 70 per cent of them are children of colour, who will be a majority of our children by 2020. More than 1.2 million are homeless. About 14.8 million children struggle against hunger in food insecure households.”

Cruel mindset

The Trump administration is more than willing to pass massive tax cuts for the rich while at the same time refusing to fund the Children’s Health Insurance Program, which supports over nine million children.

Republican Senator Chuck Grassley, meantime, has argued that tax cuts shouldn’t benefit the poor because they will just waste the money on booze and women.

So if you’re not rich, it’s because you’re lazy. Really? Tell that to the 10,000 people, some of them children, who may die each year as a result of losing their health insurance due to the proposed Senate tax bill.

Such a mindset, and statements like Grassley’s, are more than cruel, they represent a political and economic system that has abandoned any sense of moral and social responsibility.

In this view, children are undeserving of aid because offering such government support flies in the face of a ruthless neoliberal ideology that insists that the only responsibility of government is to aid the rich and powerful corporations.

If the poor are suffering and subject to harsh conditions, according to Grassley’s logic, it is because of a lack of character.

Another under-analyzed example of Trump’s war on youth can be seen his cancellation of the DACA program (Deferred Action for Childhood Arrivals), instituted in 2012 by former president Barack Obama.

Under the program, over 800,000 undocumented immigrants brought to the country as children or teens before 2007 were allowed to live, study and work in the United States without fear of deportation.

Loyola Marymount University student and dreamer Maria Carolina Gomez joins a rally in support of the Deferred Action for Childhood Arrivals, or DACA program, in California in September 2017. (AP Photo/Damian Dovarganes)

In revoking the program, Trump enacted a policy that is both cruel and racist, given that 78 per cent of DACA residents are from Mexico. These are the same immigrants Trump once labelled rapists, drug addicts and criminals.

Trump’s contempt for the lives of young people, his support for a culture of cruelty and his appetite for destruction and civic catastrophe are more than a symptom of a society ruled almost exclusively by a market-driven survival of the fittest ethos.

‘Systemic derangement’

It is about the systemic derangement of democracy and emergence of fascist politics that celebrates the toxic pleasures of the authoritarian state with no regard for its children.

Trump is the apostle of moral blindness and unchecked corruption, and he revels in a mode of governance that merges his never-ending theatrics of self-promotion with deeply authoritarian politics.

One of the most disturbing features of Trump’s fascism is his disregard for the truth and his embrace of an infantilism that demonstrates, for young people, a lack of any viable sense of critical thought, agency and commitment to social and economic justice.

What’s more, Trump has unleashed a rancid populism and racist-fuelled ultra-nationalism that mimics older forms of fascism and creates a culture of cruelty that both disparages its children and cancels out a future that makes democracy possible for them — and therefore all of us.

At the same time, Trump has embraced a merging of corporate power and politics that is characteristic of all fascist regimes, and in doing so, he has shifted wealth and resources away from vital social programs for young people into the hands of the financial elite.

There is more at work here than regressive tax policies, there is also an attempt to disable the welfare state by eliminating its funding.

Domestic terrorism

One result is what might be called the unleashing of a form of domestic terrorism — terrorism practised in one’s own country against one’s own people —in which young people are subject to state violence and relegated to forms of terminal exclusion, spheres of social abandonment and set adrift in a state of disorientation and despair.

Under this new resurgence of fascism, thinking is dangerous, public spheres that promote critical thought are considered pathological and youth are viewed as a threatening disoriented class, especially those marginalized by race, sexual orientation and class.

And so under Trump, the winds of fascism have accelerated into a hurricane and pose a haunting crisis for youth, the future and democracy itself.

That crisis of youth under the Trump regime is a political disaster of the first order and threatens every vital cultural and political ideal, principle, social formation and public sphere that makes a democracy possible. It’s best illustrated by Trump’s support for Moore, a homophobe, unabashed racist and an accused child predator, sexual harasser and sexual abuser.

Yes, fascism us making a comeback and is with us once again — yet Moore’s defeat in the deep-red state of Alabama to his Democratic challenger gives us reason to hope. Black voters, particularly black women, and young voters stood up to say “no more.”

Fascism requires those among us who value equity, fairness, justice and morality to defeat it. To stop fascism, it is crucial that we show that democracy is the only alternative, and that the grotesque elements of fascism will be challenged. Here’s hoping Alabama is just the beginning of such a struggle.

Source:

https://theconversation.com/fascisms-return-and-trumps-war-on-youth-88867

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