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¿Qué es la universidad productiva en proceso constituyente?

Responder la pregunta que sirve de título a esta crónica constituye el propósito del siguiente texto, aunque se está consciente que una aproximación a esta cuestión no se podrá alcanzar en lo inmediato. Ya que se tiene que superar unos escollos portentosos, sobre todo de tipo teórico-metodológico y atinentes a los referentes empíricos concretos.

Menos se puede responder en la perspectiva tradicional de la noción universidad como reducto especialísimo de una élite de científicos y humanistas eruditos en artes y «ciencias raras» como dice la canción Magia Blanca, además conducida por una gestión tecnocrática. Sobre ello existen varios aportes dignos de considerar, por ejemplo del epistemólogo Dr. Luís Damiani Bustillos, actual Magistrado del TSJ y de otros autores, en especial el recordado sociólogo, epistemólogo e investigador social, Dr. Rigoberto Lanz (Upata, estado Bolívar, Venezuela, 1945-Caracas, 2013).

Así se tiene que Lanz invitara a pensar sin paradigmas o modelos trillados el hacer-ser universitario y abrirse a los nuevos movimientos políticos emancipatorios decoloniales, así como al nuevo estado del arte de las ciencias y las humanidades. A quienes hemos aprendido a respetar y admirar por la lectura de en algunos de sus libros sino en jornadas académicas presenciales que, gracias a Dios y la Revolución Bolivariana, pudimos asistir, tanto en el entonces Instituto Tecnológico del Yaracuy en 2005, el primero, como en el Doctorado en Ciencias de la Educación de la universidad Fermín Toro, el segundo; donde diera una lección magistral inaugural mientras hacíamos esa escolaridad de estudios avanzados hacia el año 2006, aproximadamente.

Por otra parte, se está consciente también que puedan existir indicadores (positivos o no pero susceptibles de evaluar) acerca de qué sea eso de la universidad productiva en Venezuela, sobre lo que por cierto ha escrito bastante el actual ministro de educación universitaria Hugbel Roa. Ciertamente, en el marco de la historia reciente y con desarrollos desiguales se han dado ese tipo de despliegues así como mostrado sus falencias. Sobre todo en lo que va de la Revolución Bolivariana y las nuevas iniciativas llevadas a cabo en las universidades adscritas al programa Alma Mater o Universidades Politécnicas Territoriales, aunque sea como prueba piloto. Pero, como fuere, no se pueden desechar.

Por ejemplo, en la ciudad de Barquisimeto hay algunas experiencias interesantes en esa línea por la UPTAEB, según lo que se oyera por parte de algunas de sus autoridades de esa institución en una jornada sobre sectores productivos y universidad en el IUJO, hace ya cierto tiempo, cuando fungía como ministro de educación universitaria el Ing. Manuel Fernández, 2014-2015 y una profesora directiva de la UNEXPO habló con tanta emoción que el programa Banda Verde dirigido al ahorro energético fue elaborado por el tradicional Instituto Politécnico de Barquisimeto.

En ese entonces la actividad del Instituto Universitario Jesús Obrero, IUJO, en Guanarito, estado Portuguesa, fue la relatoría-testimonio que ganó mayor simpatía de todos y también por parte de quien esto escribe, ya que precisaron claramente sus objetivos estratégicos, requerimientos y la sistematización de todo el proceso educativo con fines de potenciar la formación científica-técnica y promoción humana en contextos sociales vulnerables.

Consecuencia lo anterior de un modelo económico y político excluyente, donde la cultura del petróleo impone que lo urbano-industrial dependiente de los modos de vida de grandes centros dinámicos del capitalismo mundial, en especial USA y Europa, es superior a lo rural, que es entendido como sinónimo de atraso; de allí que las universidades tienen sus campus sólo en las ciudades. Apenas van a los espacios rurales a hacer extensión asistencialista o desde hace ya un buen tiempo en Venezuela las universidades cuenten con haciendas abandonadas o centros agropecuarios de aplicación igualmente cuasi-abandonados. Hay testimonios en ese sentido en la UCLA, UPEL, UCV. ¿Cómo abordarán tales cuestiones en la constituyente?

Así mismo, en la comunidad estudiantil, profesoral, obrera y administrativa parece carecer de la actitud suficiente para meterle el pecho sin ambages a emprendimientos productivos. Aparte que falta desarrollar aptitudes o habilidades y valores prácticos: ética, estética y política del trabajo, por eso no es raro que confundan sus roles como trabajador del Estado-Nación con la identificación o no con una gestión de gobierno, que es otra cosa.

¿Si no cómo es que un acto solemne en el aula magna habilitada a los efectos, graduandos frente a familiares se pongan gritar improperios contra la ciudadana rectora, cuando en su discurso de ocasión lo que hizo fue exponer las políticas públicas del Estado venezolano en el campo de la educación universitaria?

Eso según nos lo comentaran profesores y amigos días atrás, deja mucho que desear de las dimensiones axiológicas en que fueron formados tales profesionales egresados de una universidad territorial. Como se dice en mi pueblo Baragua, hay gente que pasa por la universidad pero la universidad no pasa por ellos. ¿Es esa la calidad ciudadana de quienes egresan de una Alma Mater?

Esa anécdota seguramente intrascendente, conviene sea objeto de reflexión. Ser punto de la agenda en un Consejo Directivo, no para sancionar a unos tarajallos egresados ya, sino para hacer auto crítica, bien para los directivos como para los docentes todos. En sistemas educativos privatizados y gobiernos neoliberales como en Argentina, Chile o Colombia, ¿podrían haber estudiado y egresar como lo hicieron gratuitamente? ¿Lo podrían haberlo hecho con la facilidad actual en un eventual gobierno de la MUD cuyo modelo es precisamente Argentina y Chile?

En fin, responder, aunque sea medianamente la pregunta inicial es importante pero requiere de una investigación documental y de campo o también contar con algún testimonio y referencias hemorográficas, a las que se tenga acceso. Desde hace ya cierto tiempo en lo personal se ha tenido al respecto una notable inquietud, pero se adelanta que lo leído y oído ha sido del todo insatisfactorio y no se vislumbra todavía claridad suficiente acerca de cómo deba ser desarrollado eso de la universidad productiva y cómo deba ser tratado este asunto en el proceso constituyente a iniciarse.

En este sentido, más que conclusiones se introducen preguntas o sugerencias porque, en el marco del polémico proceso constituyente actual, el asunto de la universidad habrá de ser abordado en perspectiva de construir escenarios presentes y futuros, proponemos nosotros humildemente desde este espacio de participación, sobre la base del pensamiento complejo y los nuevos desarrollo científicos; pues, según el docente en filosofía para niños Matthew Lipman (USA, 1922-2010):

«… todo pensamiento considerado complejo debe presentar una organización basada en la coherencia, estar formado de conceptos ricos y generar un constante movimiento, una necesidad de investigar y explorar. Asimismo, resaltó en más de una ocasión la importancia de inculcar a los estudiantes este tipo de pensamiento desde la infancia, para estimular su intelecto, sentido crítico y su creatividad».

Fijémonos cómo el mismo presidente Maduro que habla siempre de cuestiones complejas en la acepción seguramente popular de abigarrado, azaroso y arduo, amorfo, sin punta ni orilla, o sin solución aparente. Por ejemplo, en un asunto tan delicado como la enfermedad del comandante Chávez, que por estos días estaría cumpliendo apenas 63 años, solía decir, como no podía ser de otra manera, que su estado de salud era «complejo», entendida como una cosa o situación «… difícil de comprender», insondable y de tristeza tanta.

O también que la situación económica y política del país es compleja, etc., etc. Pero sin embargo, hay que parar mientes en que: «… las diversas dimensiones de lo real están interconectadas, que los hechos u objetos son multidimensionales, interactivos y de componentes interactivos; lo que obliga a que el sujeto tenga que desarrollar estrategias de pensamiento que no sea reductiva ni totalizante, sino reflexiva» (Edgar Morin, 2001, Introducción al pensamiento complejo).

De donde se tiene que «la realidad es un tejido en conjunto», por tanto la estrategia debe ser impulsar desde los centros educativos de cualquier nivel y modalidad un enfoque «transdiciplinario y holístico aún sin abandonar la noción de partes constituyentes del todo»; y se opone a la división disciplinaria, por esto último ( de no abandonar la noción de las partes del todo) probablemente hace poco Maduro ordenó que en bachillerato se siguiera enseñando las «Tres Marías» de forma tradicional: Matemática, Física y Química. Sin duda una decisión compleja, precisamente, que deberá ser repensada porque el pensamiento reduccionista, por ejemplo, ha conducido a que los desarrollos industriales y urbanísticos no tomen en cuenta el impacto ambiental.

Finalmente y en atención a lo anterior, «… la universidad popular y productiva», como ha dicho la rectora de la UPTAEB, es de puertas abiertas a corrientes de pensamiento, a la diversidad, la tolerancia, el respeto y con una formación concebida de manera integral; con una comunidad estudiantil como protagonistas, con el uso de las nuevas tecnologías como las tabletas Canaima, con desarrollo de proyectos en su territorio, conociendo el espacio geográfico donde habitan y caminan, hasta constituir un profesional humanístico» (www.ciudadbqto.com, p. 2).

Sin embargo, aun reconociendo esas experiencias, quisiéramos enterarnos que hay experiencias de producción a gran escala, en ganadería, industria liviana, agrícola y pecuaria. Sólo así se puede entender: ¿Qué es eso entonces de la universidad productiva? ¿Cómo será abordada en el proceso constituyente a iniciar próximamente sus sesiones? ¿Cómo será un diseño curricular que incluye la dimensión de la productividad? ¿Qué implicaciones trae ello para sus agentes directos, es decir: los estudiantes, docentes, personal administrativo y obrero?

Además, ¿cómo impactará en la comunidad del entorno los desarrollos productivos? ¿Serán desarrollos productivos a escala o simples patios productivos y conucos? ¿Qué no es que la universidad productiva supone un importante cambio en eso que en teoría gerencial se conoce como «Cultura Organizacional», esto es, un modo nuevo de hacer las cosas, the know how?

Nota bene:

Finalmente, una aclaratoria: como en la fuente hemerográfica antes citada se afirma que la UPTAEB por estos días es «… la única universidad de la región larense en graduar profesionales, ya que otras universidades han sido afectadas por los paros y las guarimbas» (ob cit). Cabe informar que el Instituto Pedagógico de Barquisimeto el 16 de julio del corriente 2017 graduó 719 docentes en diversas especialidades, tanto en pregrado como en postgrado; un mes antes otras casas de educación universitaria como la UCLA graduó TSU en enfermería, al menos y la UNY también egresó profesionales.

Aunque, claro, sí han sido afectados por los tales paros y guarimbas, ese horror sin nombre a que ha sido sometido todo el país. Sin negar que deban ser incluidos estos nombrados centros de enseñanza universitaria de gestión pública y privada a una discusión y redimensionamiento hacia el emprendimiento y productividad, si no es que ya no lo están haciendo, lo que hace recordar una tesis pedagógica del maestro Luís Beltrán Prieto Figueroa con su obra: «La colaboración privada en la educación popular americana».

Fuente: https://www.aporrea.org/educacion/a250236.html

Imagen tomada de: http://crbz.org/wp-content/uploads/2015/10/yaracuy.jpg

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Alumnicidio o de la destrucción pedagógica de la infancia

Por Miguel Andrés Brenner

“… ¿no creen ustedes que esos mismos sueños utópicos, como se está acostumbrado a llamarlos, serían inútiles? La verdad que hay en ellos nunca es inútil… Deseos piadosos de ese tipo no vuelan a la luna, permanecen en la tierra y se hacen visibles en hechos a su debido tiempo.”
“… sólo quien desciende decididamente a buscar
en los abismos del dolor provocado en la historia por la injusticia y la prepotencia, para compartirlo y para regenerarlo, adquiere en plenitud creciente su propia dimensión humana.”1

ABSTRACT

La no consideración de un “alumno situado” en la praxis pedagógica es señal de normas político educativas en calidad de “cárcel del cuerpo” -la ley cárcel del cuerpo, en el decir de Fanz Hinkelammert-, en vez del platónico “cuerpo cárcel del alma”. Es entonces que se vislumbra la negación de los derechos de la niñez y, por ende, de las comunidades en juego.

El respeto a la diferencia tiende a ser mera proclamación curricular y, en el mejor de los casos, se reduce en la praxis a ‘soportar’ o ‘tolerar’ al otro, sin la existencia de procesos de diálogo intercultural donde a partir de la propia identidad cada uno enriquezca al otro, crítica y creativamente.

Ello menta una especie de “alumnicidio”, aunque también de un “docenticidio”. Todos deben encuadrarse bajo normas, pero éstas no son vulnerables a las necesidades de las comunidades pedagógicas.

Muy cruda es la crítica que se presenta pero, más que nada, una propuesta desde una pedagogía intercultural liberadora.

A MODO DE INICIO

Genocidio es ni más ni menos que la destrucción sistemática de un grupo humano por motivos religiosos, culturales, raciales, políticos. A partir de ese lugar, resulta muy fuerte e inusual al sentido auditivo el término “alumnicidio”. Con Freire y a pesar de Freire, su palabra poco o nada se ha hecho carne en el sistema escuela. El alumno2 situado es un desaparecido. La infancia es la negación de la palabra3 y la pedagogía contemporánea, en época de globalización capitalista neoliberal, su entierro. Pretende este texto alertar acerca de la problemática, pero también ofrecer pautas curriculares en función de una política educativa otra, que padezca la interpelación de las comunidades de víctimas, de alumnos desaparecidos y docentes fuera de sí, que no se hallan, que no están, y de ahí el malestar que sienten. Entre tanto, las reformas educativas pontifican acerca de sus bondades, pero no se hacen cargo de la cuestión.

TRATAMIENTO DE LA CUESTIÓN

La reciente alusión a Paulo Freire va en cuenta por una política pedagógica de opresión que impide, mediando el mundo, un diálogo transformador en sentido revolucionario, animado por lo utópico o por el “Hombre Nuevo”. Nuestro autor señala que no son pocos los campesinos que después de una experiencia de viva discusión en torno a un problema dicen al educador: “Disculpe, nosotros deberíamos estar callados y usted, señor, hablando. Usted es el que sabe, nosotros los que no sabemos.”4 Su palabra apabulla. Las experiencias sufrientes en virtud de las injusticias pesan fuertemente en los educandos y se traducen en la impotencia del deseo. La injusticia en su cotidianeidad apabulla. En contra de ello lucha Freire.

Según dice el filósofo italiano Giorgio Agamben (1942) acerca de la experiencia: “…la jornada del hombre contemporáneo ya casi no contiene nada que todavía pueda traducirse en experiencia…” “El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos… sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia. Esa incapacidad para traducirse en experiencia es lo que vuelve hoy insoportable -como nunca antes- la existencia cotidiana.” “Lo cual no significa que hoy ya no existan experiencias… se efectúan fuera del hombre5. Y curiosamente el hombre queda contemplándolas con alivio.”6 “En cierto sentido, la expropiación de la experiencia estaba implícita en el proyecto fundamental de la ciencia moderna7. La experiencia, si se encuentra espontáneamente, se llama ‘caso’, si es expresamente buscada toma el nombre de ‘experimento’.”8 “… nunca, señala Agamben, se vio sin embargo un espectáculo más repugnante de una generación de adultos que tras haber destruido hasta la última posibilidad de una experiencia auténtica, le reprocha su miseria a una juventud que ya no es capaz de experiencia.”9 Me interrogo: ¿lucha en contra de ello Agamben o queda atrapado en el discurso de la impotencia, en última instancia funcional a las políticas neoderechistas?

Pensemos.

  • El “hombre moderno”: término ambiguo o ideológico. La referencia es al hombre occidental u occidentalizado todo el día alejado de su casa. ¿Es “el” hombre, “ese” hombre, “todos” los hombres? ¿A raíz de qué ese fárrago de acontecimientos como algo que apabulla y anula la palabra? ¿Se da la contemplación aludida en quienes padecen las injusticias?

  • El proyecto fundamental de la “ciencia moderna”: no puedo negar la cualidad revolucionaria del acontecimiento Galileo, para quien la verdad no se encuentra en el principio de autoridad sino en la verificación, con fuertes connotaciones revolucionarias implicadas en oposición al régimen económico político de su época. Sin embargo, históricamente se inserta en un proyecto no neutro valorativamente, en tanto responde a los intereses de una Europa colonizadora, que identifica ciencia con ciencias naturales10, como si fueran impolutamente sesgadas del ánthropos europeo situado y no la objetivación de sus intereses.

  • La incapacidad de transmitir experiencias, ¿alude al hombre maya?, ¿alude al hombre de las barriadas masacradas por la pobreza o desposesión? ¿Y por qué ese fárrago de acontecimientos sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia? ¿Por qué? ¿Son los meros “adultos” quienes destruyen la posibilidad de experiencias auténticas en la juventud?, ¿es lícito interpretar la cuestión con parámetros biológicos?11

  • Y si el estado de excepción12 al orden jurídico es la norma fenomenizada en la opresión, campos de concentración, etc., ¿no será que no es excepción sino lo propio del orden jurídico, cuyas contradicciones ya fueron explicitadas en la antaña obra de juventud de Carlos Marx, “La cuestión judía”, donde distingue o diferencia el plano de lo jurídico del plano de la realidad o experiencias de opresión?

Nos encontramos con un pensamiento válido de por sí, aunque no respondiente a las necesidades de la vida genérica o de la vida productiva, salvo a los requerimientos pertinentes a una elite. Es el problema del pensamiento erudito en tanto circula en “un mundo de ideas” alejado de la praxis cotidiana del “común”13 de los hombres. Su lenguaje es críptico, solamente para unos pocos iniciados. Y, señalo algo, quizá, molesto: necesitamos de una filosofía militante, alimentada de una materia proveniente de las comunidades de víctimas o sectores populares. El término “militante” lo hago provenir de una metáfora bélica, atinada a partir del nietzscheano concepto “guerra de metáforas” y a partir del sojuzgamiento de nuestros pueblos.

La existencia cotidiana puede encontrarse en un fárrago de injusticias, puede sufrir múltiples alienaciones, padecer sin alivio, pero no interpretarse desde un fuera del hombre14. Precisamente, el hombre no existe, es un concepto genérico, existe el hombre situado, existen sectores sociales, culturales y étnicos, sectores políticos y económicos atravesados por las relaciones de poder, aunque no “el” hombre. Este último artículo -“el”- refiere a un tipo de hombre en tanto se generaliza interpretando las experiencias del común de los seres humanos -que no es tan común debido a sus diferencias- según el sesgo de un particular mundo de ideas alejado de las luchas por un orden utópico, de las luchas originadas en las propias comunidades. Hablar de un hombre moderno o contemporáneo es falaz si no amerita tantas disquisiciones como diferencias hayan.

Y la pedagogía se hace eco de tal avatar en tanto “el” niño es referencia de sus discursos, en tanto sus experiencias, necesidades e intereses etarios, en el decir de Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), son interpretados con ciertos parámetros alienados del mundo de la vida cotidiana del niño situado.

Así como Agamben menciona a la ciencia moderna, también se signa desde Rousseau a la “pedagogía moderna”15 que, en realidad, no es una pedagogía para las comunidades de víctimas y, en tal sentido, hay una continuidad entre ciencia y pedagogía modernas. Se afirma en “El Emilio”: “El pobre no tiene necesidad de educación; la de su estado es forzada y él no sabría alcanzar otra…” “Escojamos, pues, a un rico; estaremos seguros al menos de haber hecho un hombre más, en lugar de que un pobre pueda llegar a ser hombre.” “…no me pesa que Emilio tenga linaje.”16 Es decir, cuando Rousseau habla de las necesidades e intereses del niño considera únicamente al niño de la nobleza, al niño de linaje, los otros no cuentan. Se lo ha cualificado “padre” de la pedagogía moderna. Si es así, la educación no es para los pobres, para los grandes sectores populares. El niño de linaje es la “construcción” de un adulto de linaje, entonces, ¿vale, sin más, la expresión “el niño”? ¿Puede todavía decirse que con Rousseau aparece el puerocentrismo, educación centrada en el niño, cuando los parámetros desde los que se lo define se encuentran en la ideológica interpretación de un adulto privilegiado que subsume también al niño privilegiado en ese modelo adulto?

Más allá de Agamben y de la citada desconsideración de Rousseau, lo que vuelve insoportable la existencia cotidiana son las injusticias, la ausencia de vulnerabilidad en las totalidades17 económicas del capitalismo contemporáneo y sus actuales políticas neoliberales.

Un niño excluido de la noción “el” niño. Un niño que no posiblemente no vaya a museos ni haga paseos turísticos. El ejemplo que sigue no es un caso aislado, simplemente botón de muestra, y se relaciona a esas injusticias y ausencia de vulnerabilidad. Mientras tanto, el discurso pedagógico, o político pedagógico, no se hace cargo de éstas. El currículum ni se hace cargo ni las contempla. ¿A qué se dedican las políticas educativas?: a “fijar normas y controlar su cumplimiento”.

De ahí es que propongo la conveniencia de la traducción pedagógica como política didáctica. Traducción significa evitar desperdiciar las experiencias de nuestros alumnos, expresado de otra manera, evitar el genocidio de la experiencia. Hay en todo acto de traducir un dar cabida al otro, que impide su absorción en un absoluto lingüístico. Significa asumir aquellas experiencias, la propia palabra, su historia, hacerla carne, intercambiar poniendo en tensión saberes constituidos y experiencias, abriendo horizontes utópicos.18

A continuación materializo, concretizo, narro a modo de ejemplo:

Diez y treinta de la mañana del veinticinco de diciembre del año dos mil doce. Desde mi casa en la Ciudad de Rafael Calzada, Provincia de Buenos Aires, parto con mi automóvil hacia la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una distancia aproximada de veinticinco kilómetros de mi destino, el departamento de mi sobrina, para compartir los festejos de la Navidad.

Apenas salí, a la altura de la Avenida San Martín y la calle Santa Ana, cuando ni un alma transitaba por aquellos lares, veo un niño de nueve o diez años arrastrando un carrito como un animal, jadeando, sudando, apurado, cansado… lo viví con carita triste, juntaba botellas vacías.

Retrocedí con mi coche, lo encontré y le pregunté qué hacía, ¡como si no me diera cuenta! Me dijo que era el momento para “juntar las botellas de la Nochebuena para después venderlas”. Le pregunté con quién vivía. Me respondió: “con Sofía, con mi mamá y mis dos hermanitos.” Atiné a una pregunta más: “¿en qué grado de la escuela estás?”, “en tercero” me dijo. Casi como esperando una leve reprimenda verbal al encontrarse en la calle, agregó “pero ya terminé este año la escuela”.

Un niño sólo, vagando por las calles bajo miradas ausentes.

Me imagino a ese niño arrastrar al día siguiente su maltrecho carrito, como un burro de carga, a un sucio, mísero lugar de descarte, para recibir algunos también míseros pesitos para que las grandes empresas hagan sus pingües ganancias reciclando19 basura. Junta la basura de la ciudad, trabaja aunque no firma ni entrada ni salida, no tiene patrón sobre él más que la necesidad, su único jefe. Ese niño no se muestra en la televisión, y si aparece, solamente en esos supuestos programas testimoniales donde se relaciona niñez y basura, niñez y descarte, niñez y violencia de los pobres. No circula por el barrio de la Recoleta, se sentiría como sapo de otro pozo si imaginariamente pudiera hacerlo, tampoco los vecinos de la Recoleta lo sentirían como suyo. Pero, en el ex asentamiento donde recolectaba basura, la poquísima gente que se encontraba en el espacio público, lo veía normal, o sea, no veía. Cuando la injusticia se normaliza, no indigna, y sin indignación no hay lucha.

¿Por qué trabaja? ¿Por qué trabaja en un día festivo, el día de la Natividad, el día del Nacimiento, el día de la Vida? ¿Por qué gana unos miserables pesos contabilizando mercancía por dinero en un sucio lugar receptáculo de basura a reciclar? ¿Por qué un niñito tiene que trabajar por unos pesitos que reditúa en ganancias a importantes grupos empresarios? ¿Por qué se encuentra arrojado en la calle como un burro de carga? ¿Por qué su grupo familiar carece de una figura paterna y él ser el hombre de la casa? ¿Qué significará para él el trabajo y la familia? ¿Cómo estará aprendiendo en su cotidianeidad la justicia y la solidaridad?

Ciertamente, en la escuela aprenderá: mi barrio, el municipio, la provincia, la nación. Ciertamente, en la escuela aprenderá: los derechos universales del niño, los derechos universales de la mujer. Seguramente en la escuela aprenderá: el mundo del trabajo, de la tecnología y la comunicación. Además aprenderá aritmética, ¿será desde los ejemplos que él ya domina, manejando los pesitos en su vida cotidiana? Además aprenderá lengua castellana: ¿aprenderá a poner en palabras lo que le acontece, aprenderá a ponerse a él mismo y a los suyos en palabras y palabras escritas mediando el diálogo con otros? Además aprenderá ciencias naturales: ¿aprenderá a conocer los “bichitos” microscópicos que circulan por sus manos y su cuerpo al manipular tanta basura? Además aprenderá educación para la salud: ¿aprenderá a cuidarse dentro de sus condiciones de vida? Aprenderá la historia, pero no su historia a partir de donde interpretar la historia. Aprenderá la matemática, pero no su matemática. Aprenderá la lengua, pero no su lengua. Aprenderá la estética, pero no su estética cargada de suciedad y desamparo. Aprenderá ¡tantas cosas!, pero no las propias. Y… podríamos seguir con más áreas del saber. ¿Del saber de quién, para qué, para quién?

No deseo afirmar sulticiamente20 la negación del bagaje científico y cultural establecido a través de la historia, simplemente, y de manera crítico/propositiva, sirva a efectos de un niño como sujeto comunitario que pueda ponerse a sí mismo en palabras, tanto orales o escritas y, mediando el diálogo desde las experiencias de vida, compartidas o disonantes, pueda ubicarse más allá de la norma, más allá de la ley, en la significación otorgada por Hinkelammert21.

La escuela tiene un espacio físico para el niño, pero el niño no está. La escuela tiene tiempos organizados para el niño, pero el niño no está. El niño no está en el sentido fuerte del “estar” según Rodolfo Kusch. El niño se encontraría, según el mismo Kusch, en el plano del “ser”: los derechos universales, la ciencia, la tecnología, la psicogenética considerada según el niño europeo occidental estudiado por Piaget… El maestro debiera seleccionar contenidos, organizarlos y redactar expectativas de logro que impliquen las competencias que “el mundo en constante cambio requiere”. Etc., etc., etc. Obviamente, a tal efecto, y para que sean fundados, debe conocer22 el sujeto trascendental, el rizoma, la construcción-deconstrucción alienados de la praxis docente. Pareciera, al decir de Carlos Marx, que habría que pensar el mundo, no transformarlo revolucionariamente, según reza críticamente su Decimoprimera Tesis sobre Feuerbach. ¿Qué sentido tiene el conocimiento cuando, si de construcción se habla, el maestro es ante todo mero receptáculo de normas y manuales, exigido por el deber y su certificación, condenado a repetir y no enseñar23, como atrapado en una experiencia sin salida y, en vez de sujeto enseñante, sujeto al derecho que reprime24?

Discúlpenme por el exabrupto: “la escuela se encuentra en una nube de pedos”, o bien en el currículum oficial o en las políticas educativas con sus redacciones anticipando nada más que bondades. La reciente enunciada “mala” palabra puede académicamente resultar escandalosa, sin embargo, ¿no escandaliza más la realidad, no indigna, no provoca el surgimiento de movimientos, en principio, contestatarios? Aquí existe un fenómeno radicalmente ideológico25, no hay mero azar en esa “nube”.

Precisamente, se pretende manipular mediante normativas, se pretende normalizar a niños zambullidos en injusticias, opresión, explotación del hombre por el hombre. Por ende, aquellas escrituras, ordenadoras pedagógicas, son también efectoras de injusticias.

Recuerdo la imagen de la película “The Wall”, con música por Pink Floyd, donde un profesor autoritariamente agrede sus alumnos y maneja ahí un mundo exterior a su familia pues, cuando arriba a su casa, un palo de amasar blande sobre su cabeza a modo de amenaza bajo la furiosa mirada de su esposa. En nuestro caso, mediante la norma se maneja lo que en la praxis no se resuelve.

Pensemos.

Cuando las normas domestican a las comunidades o las subsumen en sí mismas pretextando orden, acaece el olvido bajo el imperio de intereses no confesados, en nuestro caso el olvido del niño situado, “construyendo” alumnos adaptados o integrados al sistema social vigente.

Alguien podría señalarme: “no todos los niños que van a la escuela son pobres”. Por supuesto. Pero, tampoco las experiencias de vida de los niños no pobres ingresan en el currículum como “insumo”. ¡Qué vocablo tan espantoso aquél de “insumo” por su matriz economicista! Y tampoco existen, en términos generales, procesos de interculturalidad entre niños de diferentes sectores sociales, de diferentes modos culturales, de diferentes grupos étnicos, con diferentes experiencias de vida. El respeto a la diferencia es mera proclamación curricular y en el mejor de los casos se reduce en la praxis a ‘soportar’ o ‘tolerar’ al otro, sin la existencia de procesos de diálogo intercultural donde a partir de la propia identidad cada uno enriquece al otro, crítica y creativamente.

Entonces, cuando los textos de “aquellos que saben”, y escriben de pedagogía, de didáctica, y escriben circulares, disposiciones, resoluciones, y redactan documentos curriculares prescriptivos, hablan acerca de “el” niño, ¿no incurren, acaso, en un alumnicidio? Alumnicidio: destrucción sistemática de la niñez situada.

Y sobre el maestro pesa la “responsabilidad civil”, que más que al cuidado del niño apela a no ser el mismo docente un maestro, sino un sujeto de derecho según los cánones de la justicia formal. Y sobre el maestro pesa el “meter al niño en la escuela”, porque si no, no sería un buen enseñante26. El maestro no debiera hacer “paros”, pareciera no importar si sus alumnos no aprenden. Pareciera no importar si el maestro por impotencia “para” dentro de la escuela27, lo que interesa es que “no pare” fuera de la escuela por cuanto se visibiliza el problema28. Y sobre el maestro pesa el “promocionar al alumno”, porque si no cae sobre él una sanción en virtud de una norma no escrita pero demasiado presente, “los alumnos tienen que pasar de año”. Si los alumnos no pasaran de año, ¿qué haría el sistema educativo con ellos?, ¿qué respuestas darían las políticas educativas? Y si algún docente, en particular del nivel primario, no promocionara a todos quienes no aprenden, se lo sanciona con la conocida expresión “porque Ud. debe establecer las estrategias pedagógicas de recuperación”, se lo sanciona con un sinnúmero de planillas a completar, alumno por alumno, justificando qué es lo que no aprendió cada uno, qué estrategias recuperadoras se implementaron a lo largo del año.

Una ocurrencia más: docenticidio. ¿No será, quizá, muy dura esa expresión? Docenticidio: destrucción sistemática del docente. Si se destruye sistemáticamente al alumno, también al docente, no considerándolo situado. Es que no existen ni “el” alumno ni “el” maestro.

Ya no es el cuerpo la cárcel del alma -al decir de Platón-, sino la ley la cárcel del cuerpo, del cuerpo vivo, del cuerpito de los niños alumnos, del cuerpo viviente de cada maestro. La compulsión por la norma hace a la negación de la experiencia.

Refiriéndose a Platón, y en contraposición a Pablo, nos dice Franz Hinkelammert (1931):

Ve el cuerpo como la cárcel del alma, y el alma pura como instancia del cumplimiento de la ley ideal. Pero como el alma vive necesariamente en esta cárcel del cuerpo, el cuerpo la corrompe. La razón de la decadencia es la vida corporal del alma, que tendría que salir del cuerpo para poder vivir su libertad.

Viéndolo así, uno descubre que el rey-filósofo en Platón aparece, precisamente, porque Platón no descubre ningún sujeto viviente que enfrente a la ley. ¿Quién puede detener la decadencia producida por la ley y su cumplimiento? En el mensaje cristiano aparece una instancia, que Platón ni sospecha: el sujeto viviente que como sujeto necesitado se rebela frente a la ley. Es el sujeto, que sufre la decadencia de la ley y que es la única instancia para enfrentarla.29 Pero en esta visión, el cuerpo ya no es cárcel del alma. Más bien la ley ahora, y muy claramente en Pablo, es vista como la cárcel del cuerpo, que tiene un alma vivificante, que no es sustancia. La ley es la cárcel del cuerpo, eso es el mensaje paulino en cuanto a la ley. Aparece, por ende, la utopía de una libertad más allá de la ley: es la utopía de la Nueva Tierra del Apocalipsis cristiano, que es una tierra sin árbol prohibido, por tanto un orden sin ley. Es la utopía de esta tierra como una tierra sin la muerte. No hay ningún rey-filósofo, ni Dios lo es. Dios se piensa ahora como ‘todo en todos’.30

Más allá de las creencias religiosas, valga la contraposición que Hinkelammert hace entre Platón y Pablo, señalando a partir de este último “la utopía de una libertad más allá de la ley”. Obvio, consecuente con su posición, Platón niega a los poetas en interés de una comunidad perfecta, los prohíbe en virtud de la autonomía, de la libertad que tienen para escribir lo que desean31. Pablo, empero, afirma la utopía que siempre supera a la ley, ley cuyo sentido cabe en la redacción de los ocasionales legisladores de las comisiones parlamentarias o de los burócratas de organismos estatales. Resulta evidente, pues la praxis histórica de la normativa es prueba de la norma que niega la utopía.

En materia de sistema escolar, tanto la ley nacional de educación del año 1993 como la de 2006 tienen un fuerte sesgo normativo. Tal explicación pareciera ser una redundancia, pues ¿cuál sería acaso la función de una ley?

El Estado Nacional tiene la responsabilidad principal e indelegable de fijar y controlar el cumplimiento de la política educativa32, tendiente a conformar una sociedad argentina justa y autónoma, a la vez que integrada a la región, al continente y al mundo.33

El Estado Nacional fija la política educativa y controla su cumplimiento34 con la finalidad de consolidar la unidad nacional, respetando las particularidades provinciales y locales.35

El problema radica en el espíritu de la ley, y dicho espíritu se aprecia fuertemente en el contexto de su praxis. La ley sería incuestionable en el plano de una democracia “formal” mientras no sea sustituida por otra. La norma merece su “cumplimiento”. Ese cumplimiento se encuentra demasiado alejado de una dinámica de debate y discusión que tensiona a las comunidades educativas con las autoridades políticas promoviendo marcos normativos resignificados según las necesidades situadas. Vale, por lo tanto, la auditoría, la acreditación, un sinnúmero de estados administrativos a cumplimentar, succionadores de la praxis didáctica, concluyendo en una didáctica sin vida, sin la vida de los pueblos. La norma destruye la didáctica.

Y el docente sojuzgado no tiende a enfrentar a la norma desde criterios liberadores/superadores. El docente es mero receptor de la norma. La norma o ley, tal cual se da, es la cárcel de la educación pública, norma reducida a una especie de “como si”. Apreciamos aquí al Estado origen o fuente del “derecho”, no a las comunidades de víctimas vivientes, sujetos necesitados rebelándose frente a la ley, a la norma. En categorías de Enrique Dussel debieran ser comunidades críticas de víctimas36 y no víctimas que se victimicen a sí mismas, y a tal efecto la lucha es un imperativo, lucha cargada de eticidad.

Aquí, algo que vale la pena comentar: la redacción y sanción de la ley37 no acontece dentro de un planteo crítico de confrontación, donde se pone en juego la libertad creativa de las comunidades en vez de un aprisionamiento normativo. El mismo maestro es un “desaparecido” en el juego de la normatividad, al que se le aplican reglamentaciones independientemente de su malestar38 infinitamente situado. Vemos en otra perspectiva la educación bancaria como política: el maestro “receptáculo” de normas. Conste que una de las normas fundamentales es la del Diseño Curricular, siendo en el caso de la Provincia de Buenos Aires ‘prescriptivo’, según expresa el Documento Marco39, sin dar opción a trascenderlo o superarlo, simplemente, debe cumplirse.

Pensar una educación liberadora implica la utopía de un “orden sin ley”, sin ley del solo derecho formal sustentado en la puja por el ejercicio del poder y no en la libertad como desarrollo o potenciación de la justicia.40

Animado por ese “orden sin ley”, va aquí una narrativa pedagógica:

A quien le agrada lo llamen “Juan a secas”, en su imaginario tensionado por lo utópico, como profesor en el área de arte de una escuela de nivel secundario, propuso a sus alumnos crear diseños de murales luego que el edificio de la institución donde enseña sufriera un tipo de vandalismo, entre otros, con manchas de pintura negra en varias paredes, manchas tales que serían disparador de aquellos diseños. El entusiasmo de los estudiantes se materializó en propuestas creativas. La joven generación tenía la posibilidad de expresar sus deseos, sus sentimientos, sus significaciones. La respuesta de la dirección de la escuela fue un “no” rotundo, “si los alumnos quieren colaborar, pinten las paredes para restituir su estado anterior”, decía la autoridad. “Juan a secas” actúa solo, especie de francotirador pedagógico, pues el sistema o totalidad41 no lo avala, el sistema es ‘prescriptivo’. Los alumnos quedan tristes, “sin palabra”.

Orden con ley. Existen directores de escuela muy abiertos, pero el perfil generalizado lo implica subsumiéndose casi “servilmente” en la normativa, de modo tal que el “miedo” es muy frecuente. Cuando hay conflicto entre la normativa y las necesidades reales de la praxis educativa, el director tiende a optar por la primera. En este caso vale la idea de Thomas Hobbes en su obra “Leviatán”: el miedo como origen de las decisiones políticas fundamentales del hombre. El sistema normativo escolar, en general, sobreabundado o sobrecargado, cuantitativamente implica un peso muy fuerte42, a su vez, cualitativamente la pretendida mediación normativa no favorece el aprendizaje ni de lo propuesto en el currículum oficial, encontrándonos así en una “nube de simulación”, particularmente en el ámbito de los grandes sectores populares. Es lo que, de otra manera, aparece en la afirmación “los tiempos administrativos predominan sobre los tiempos pedagógicos”, significación extrapolada libremente de “los tiempos políticos predominan sobre los tiempos pedagógicos”. En última instancia, se piensa al ser humano desde el poder, poder no en el marco de una democracia dialéctica y realmente participativa, sino a partir de una democracia más que nada formal. Platón también piensa al ser humano desde el poder, para quien el mundo sensible es copia o sombra del mundo de las ideas, mundo tal en el que no todas las ideas caben, solamente las ideadas por el filósofo político. Así, también, la materialidad sensible de alumnos y maestros debe adecuarse a las normas instituidas en el ejercicio del poder de una democracia formal que justifica la producción de una especie de tsunami normativo.

Orden sin ley. El hombre no se reduce al discurso sino a la vida productiva43, a la fecundidad. La praxis social debe ser condición de posibilidad de la vida humana. “…la letra mata, pero el Espíritu da vida.”44 No son las normas en su materialidad discursiva condición de posibilidad de la vida humana, pero sí aquellas debieran manifestarla, potenciarla, potenciar la vida humana y modificarse ante la interpelación del otro o de los otros, ante la interpelación del sí a la vida, del no me mates. El “rostro”45 interpela a la norma. La producción de la vida en el discurso escolar, situado en la praxis cotidiana del docente, excede al sistema y depende por ahora de lo que señalé como la metáfora del francotirador pedagógico. Ciertamente, no por la limitación implicada conviene negarla pues, al decir de un viejo filósofo, “más vale el ser que la nada”.

A MODO DE UN NUEVO INICIO

Fecundidad es, ni más ni menos, producción de vida educativa, producción de vida “a secas”. Siempre lo nuevo, novedad, acontecimiento significativo y constante nacimiento46. Considerando ese lugar, resulta muy fuerte e inusual al sentido auditivo una escuela “taller de humanidad”, en el decir de Juan Amós Comenio, quien a su vez afirma la educación para la “emendatio rerum humanarum”, el mejoramiento radical de las cosas humanas.

“… ¿no creen ustedes que esos mismos sueños utópicos, como se está acostumbrado a llamarlos, serían inútiles? La verdad que hay en ellos nunca es inútil… Deseos piadosos de ese tipo no vuelan a la luna, permanecen en la tierra y se hacen visibles en hechos a su debido tiempo.”47

Y agradezco a mis alumnos de la materia Filosofía en la Escuela Secundaria de Educación Técnica nº 1 de Longchamps, Partido de Almirante Brown, Provincia de Buenos Aires, con quienes compartí tantos años mis inquietudes político/didácticas en la praxis de enseñanza-aprendizaje, aún con todos mis errores, simplemente como francotirador pedagógico. Me ayudaron a pensar, me ayudaron a actuar, me ayudaron a reconocer mis limitaciones.

POST SCRIPTUM

El positivismo compteano es una forma de idealismo que se oculta como tal. Las conocidas etapas de la evolución histórica de Augusto Compte (1798-1857) -teológica, metafísica, positiva- muestran que ciertas “ideas” determinarían lo que la realidad es. La positiva se encuentra signada por el conocimiento científico subsumido bajo el paradigma de las ciencias naturales. En el siglo XIX y parte del siglo XX se asocia el progreso con el conocimiento científico y luego tecnológico. Las crisis económico/políticas del capitalismo, en particular de los aproximadamente últimos cuarenta años, ponen en crisis la ecuación progreso de la humanidad-conocimiento científico/tecnológico. Sin embargo, la escuela continúa enseñando la “ciencia sin más”. No enseñarla carece de sentido, enseñarla “sin más” también carece de sentido. Aún pareciera que las corrientes posmodernas o posestructuralistas o emancipadoras/liberadoras, o las mismísimas teorías del caos en las ciencias naturales y sociales, no hubieran ingresado en la “construcción” efectiva del currículum escolar de la educación básica.

Hagamos el esfuerzo de acudir a la lectura de cualquier currículum oficial. Predominan fundamentaciones tautológicamente autoelogiosas. Una escritura sumamente extensa y técnica, por su cariz normativo, sería suficiente para el proceso de enseñanza-aprendizaje. La palabra escrita modificaría48, de por sí, la realidad. Salvo algunos segmentos de conducción, el docente de base tiende a leer solamente, a modo de mera resistencia, lo que le afecta concretamente para el aula escolar, con una actitud que pareciera suponer grandilocuentes textos en una “nube de pedos”49.

El currículum oficial es una especie de cárcel normativa, donde predominan la compulsión por un producto que debe medirse50 y los estándares que deben cumplirse, ambos propios de un capitalismo de base financiera, neoliberal y globalizado51. La norma es la cárcel de la escuela. Cada vez disciplina menos, pues el espacio público de riesgo entra con los niños en la escuela, pero la disciplina normativa del conocimiento científico sigue vigente como si nada hubiera ocurrido, reduciéndose a una especie de “como si”.

1 Novak, Jorge. Disertación en la Universidad Nacional de Quilmes como ocasión de mi nombramiento como Profesor Honorario. Viernes 22 de marzo de 1996. En Liberti, Luis svd (ed.) Jorge Novak testigo y sembrador de esperanza. Editorial Guadalupe. 2006. Pg. 189.

2 Alumno, del latín, “alumnus”, persona criada por otra. Alumno proviene de un antiguo participio de “alere”, alimentar. Corominas, Joan. Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Editorial Gredos. Madrid.1997. Valga dicha precisión por cuanto en oportunidades erróneamente se relaciona el término en su origen a “sin luz”.

3 En latín,”in fari” significa negación del habla.

4Freire, Paulo. Pedagogía del oprimido. Pg. 44. http://3o-historia-54.wikispaces.com/file/links/FreirePedagogiadelOprimido.pdf (consulta: 23/10/2011)

5 Agamben menciona el ejemplo de la visita a un museo o a un paseo turístico. Considero casos difíciles o imposibles, sin más, de asimilar a todo ser humano.

6 Agamben, Giorgio. Infancia e historia. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires. 2001. Pgs. 8 a 10.

7 Agamben, como tantos otros, hablan de “la ciencia moderna”, a la manera de un dios mirando desde arriba, alejado de las luchas entre los hombres, como si no hubiesen necesidades e intereses contextuados histórica y espacialmente, condición de posibilidad del origen de ese saber.

8 Agamben, G. Ib. Pg. 13.

9 http://edant.clarin.com/suplementos/cultura/2001/06/17/u-00801.htm (consulta: 15 de septiembre de 2011)

10 Más abajo, en una especie de pos-texto (post scriptum), explico brevemente el currículum escolar desde la óptica del positivismo. Si bien dicha corriente pertenece inicialmente a Augusto Compte, hay que considerar a éste como hombre de su época, donde pesan fuertemente en el ámbito del “saber” las ciencias naturales.

11 El planteo crítico del párrafo excede al presente texto. Y tiene que ver, entre otros, con las contradicciones del capitalismo vigente, sus políticas imperialistas/colonizadoras, con la producción de violencia simbólica, la producción de deseos acordes a los intereses del mercado, la negación de la producción de la vida en la medida en que no responda al régimen señalado, etc.

12 Hago referencia al texto de Agamben “Homo sacer”.

13 No tan común.

14 Me refiero a la categoría “hombre” considerada cuantitativamente “universal” y cualitativamentenecesaria”, según los clásicos, quienes también afirmaban el principio lógico “a mayor generalización, menor comprensión” (la información concreta, situada, se pierde, se diluye).

15 Se dice de Rousseau “padre de la pedagogía moderna”.

16 Rousseau, Juan Jacobo. Emilio. Biblioteca EDAF. Madrid. 2003. Pg.54. Reconozco que en mis clases, sin endiosar a uno y diabolizar al otro, panfletariamente digo “viva Comenio, muera Rousseau”, ese Rousseau que se deshizo de sus cinco hijos.

17 Vulnerabilidad y totalidad en la significación levinasiana.

18 Brenner, Miguel Andrés. La escuela como práctica política. Editorial AGMER. Paraná, Entre Ríos. 2011. Capítulo XVII.

19 Reciclar: ¡tarea supuestamente encomiable en favor de un ambiente sano, de una ética ambiental! Perdón por la ironía ante demasiada mentira.

20 En latín stultitia significa idiocia.

21 Más abajo se explicita, al respecto, la posición de Franz Hinkelammert.

22 Conste que el común de los maestros desconoce esas categorías fundantes.

23 Si los alumnos no aprenden, los maestros no enseñan. En el mejor de los casos, simulan enseñar. Cfr. Brenner, Miguel Andrés. El currículum simulado. Buenos Aires. 2012. Inédito.

24 Aludo a la consabida y tan temida “responsabilidad civil”.

25 Ideología en sentido gramsciano, que si bien implica a un sistema de ideas, más que nada a la praxis que alimenta ese sistema.

26 O sea, lo que más importa a las autoridades políticas es la cantidad de días de clases: 180, 190, 200. Conste que las paredes de una escuela están presentes a la mañana, a la tarde, a la noche y de madrugada, digamos “full time”, tiempo completo.

27 “Parar dentro de la escuela”: los maestros no enseñan cuando los niños no aprenden realmente, aunque formalmente enseñen. Se cumple con la letra de la norma, no con la vida del niño.

28 Pareciera no importar si el problema existe, lo que sí importa es no visibilizarlo.

29 Las acentuaciones en negrita son nuestras.

30 Hinkelammert, Franz. El grito del sujeto. San José, Costa Rica. Febrero 1998. Capítulo IV. http://www.pensamientocritico.info/libros/libros-de-franz-hinkelammert/doc_details/11-el-grito-del-sujeto.html (consulta: 10/05/2010) Hinkelammert es un filósofo alemán. Se radicó el Chile. Con el golpe genocida de Pinochet, auspiciado por los EE.UU. y grandes empresas, se radica en Costa Rica hasta la actualidad. Es un acérrimo crítico del capitalismo neoliberal.

31 Benjamin, Walter. El autor como productor. En Benjamin, W. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica y otros. Ediciones Godot. Buenos Aires. 2011. Pg. 97.

32 Negrita nuestra.

33 Congreso de la Nación Argentina. Ley Federal de Educación nº 24.195/1993. Art. nº 2.

34 Negrita nuestra.

35 Congreso de la Nación Argentina. Ley de Educación Nacional nº 26.206/2006. Art. nº 5.
36 Dussel, Enrique. Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión. Editorial Trotta. Madrid. 2002. Y Dussel, Enrique. Sobre la interpelación ética, el poder, las instituciones y la estrategia política. UAM-Iztapalapa, México, 3 de mayo de 2004. Dussel y John Holloway expusieron y dialogaron en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México. México, D.F.

37 Hago particular referencia a las dos leyes nacionales de educación mencionadas más arriba.

38 Se ha escrito y hablado mucho del malestar de la docencia, cuestión que aquí no detallaremos.

39 Dirección de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. Diseño Curricular. www.abc.gov.ar

40 Brenner, Miguel Andrés. El juego de la libertad o la libertad en juego. Buenos Aires. 2012. Inédito.

41 El término “totalidad” en el significado que le otorga Immanuel Lévinas. En tanto se niega al otro, se niega el “no matarás”, se niega la vulnerabilidad a las necesidades del otro.

42 Por ejemplo, en la jurisdicción de la Provincia de Buenos Aires, en particular en los cargos de conducción, la referencia a una norma, en primer lugar, tiene que ver no con su concepto, sino con su número de resolución (ej. “la 5812”).

43 Me inspiro en el concepto “vida productiva” que menciona Carlos Marx en el Primer Manuscrito de los Manuscritos Económico Filosóficos de 1844: El trabajo enajenado. Cfr. http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/man1.htm (consulta: 26/08/2006)

44 Segunda Carta de San Pablo a los Corintios Cap. 3, vers. 6.

45 Rostro: en el sentido otorgado por el filósofo Immanuel Lévinas.

46 Con el término “nacimiento” recuerdo a Hannah Arendt.

47 Schaller, Klaus. Juan Amós Comenio ¿conocido subestimado? Un cercioramiento actual de su importancia. En Revista Educación y Pedagogía de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquía. Medellín, Colombia. Volumen XIX, número 47. Enero-abril de 2007. La misma expresión del inicio y final del presente texto es de Johann Gottfried Herder quien dedica su carta número 57, Carta para el ascenso de la humanidad, a Comenio (1592-1670), citada por Schaller.

48 Paradoja de una supuesta mentalidad científica tecnócrata cargada de pensamiento mágico.

49 Pido disculpas por lo mal educado y nada académico, pero es que las prácticas político educativas exceden cualquier apelativo. Nadie cuestionaría a Benjamin (1892-1940) por decir “la puta del ‘hubo una vez’, en el burdel del historicismo.” Benjamin, W. Ib. Pg. 88. Al respecto, Marx y otros, ocasionalmente, incurren en dichas expresiones. Así, en los Manuscritos Económico Filosóficos de 1844, III Manuscrito: El dinero, Marx cita a Shakespeare (obra El Timón de Atenas) cuando refiriéndose al oro afirma “Vamos, fango condenado, puta común de todo el género humano que siembras la disensión entre la multitud de las naciones, voy a hacerte ultrajar según tu naturaleza”, o bien cuando refiriéndose al dinero en el mismo texto Marx dice “Es la puta universal, el universal alcahuete de los hombres y de los pueblos”. (http://www.filosofianueva.com.ar/tx_el-dinero-Marx.htm -consulta: 22 de enero de 2013-) Ya no hay ocasionalidad en la genial obra de la literatura picaresca universal, a saber, v.gr., Gracias y desgracias del ojo del culo, del español Francisco de Quevedo (1580-1645).

50 Pesa el criterio de las ciencias naturales como paradigma de todo tipo de ciencia, así, al decir de Augusto Compte, la sociología es una “física social”. Vale la observación, cuantificación, medición, relación entre variables, manipulación de las mismas, predicción. La educación pretende reducirse a dichos parámetros, aunque ahora por motivos mercantilistas o pensar desde el mercado, robándole a Alan Sokal su expresión y desde otro lugar, una “impostura intelectual”.

51 En mi libro La escuela como práctica política, más arriba citado, explicito la cuestión con mayor detalle.Artículo enviado por su autor a l redacción OVE

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¿Hacia un proyecto educativo social?

Por Mexicanos Primero/ Jennifer L. O’Donoghue*

En el último mes, la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha presentado una serie de planes, programas y estrategias que buscan mejorar, fortalecer y transformar la educación básica, media superior y normal en el país. Cada presentación ha arrojado sus correspondientes análisis, críticas y elogios. Nosotros mismos estuvimos en cada
presentación y reunión entre funcionarios y sociedad civil, y hemos también comentado los aciertos y desafíos para estas piezas de política pública.

Pero ya que analizamos los árboles, ¿qué tal se ve el bosque?
Lo presentado por la SEP forma parte de lo que se ha nombrado el “nuevo modelo educativo”, pero que concebimos nosotros como un proyecto educativo social. Un “proyecto” se refiere a algo dinámico, propositivo y aspiracional. Un proyecto educativo que además sea social expresaría nuestros propósitos compartidos y debería reflejar la
respuesta colectiva a un conjunto de preguntas sobre cómo construir la educación que necesitamos para llegar a ser la sociedad que queremos.

Los planes y estrategias presentados a lo largo de estas semanas representan un planteamiento de qué es importante para nosotros como sociedad: la equidad, la inclusión, la interculturalidad, el plurilingüismo, la investigación, la diversidad, la autonomía, el interés y la participación de las niñas, niños y jóvenes. ¿Qué queremos – o por lo menos qué afirmamos querer? Que todas y todos tengan oportunidades para aprender y desarrollarse integralmente para superar su contexto y poder ser partícipes del mundo a su alrededor.

Sin embargo, no podemos perder de vista los cómo. El currículum representa sólo una parte de nuestro proyecto educativo. También son fundamentales otros componentes:

*El aprendizaje profesional docente: Si no fortalecemos las capacidades de los principales agentes designados a promover el aprendizaje en las escuelas, no tendremos la educación que queremos. Preocupa que la estrategia menos desarrollada es aquella para el “fortalecimiento y transformación” de la formación inicial, y que aún no exista la de formación continua.

Hasta ahora, tenemos pocos detalles sobre cómo vamos a promover, por ejemplo, el desarrollo de docentes o directores incluyentes, con las disposiciones, habilidades y prácticas necesarias para atender la diversidad en sus aulas y escuelas.

*La participación social: Otro aspecto por aclarar es cómo se van a involucrar los aprendices mismos, sus familias, la comunidad y la sociedad. Las niñas, niños y jóvenes tienen por ley el derecho a participar en su propio proceso educativo, pero poco se ha mencionado cómo se va a garantizar esto en la práctica. No se especifica, por ejemplo, cuál será el papel de los estudiantes en la autonomía
curricular.

Tampoco se han desarrollado mecanismos consistentes y efectivos para la participación de la sociedad civil en la política educativa. Hay mucho por hacer para aterrizar la participación social y fortalecerla como factor impulsor en el proyecto educativo.

*La evaluación: Es necesario contar con instrumentos y procesos adecuados para monitorear la implementación de los planes y estrategias y hacer los ajustes necesarios para que progresemos como queremos.

Vemos algunos avances – un instrumento para evaluar el aprendizaje del inglés, por ejemplo -, pero todavía hay grandes pendientes: cumplir con la evaluación incluyente de los aprendizajes de los estudiantes, desarrollar evaluaciones de la oferta de formación docente inicial y continua, articular los perfiles e instrumentos utilizados como parte del Servicio Profesional Docente con el nuevo modelo educativo, y publicar las evaluaciones de los programas educativos (como Escuelas de Tiempo Completo o al CIEN), antes de escalarlos a todo el país.

* El gasto: Sin una inversión de recursos suficientes y en forma eficaz, difícilmente llegaremos a nuestros objetivos. Ejercicios como el censo educativo o la auditoría a la nómina docente ayudan a identificar y acabar con viejas prácticas que desviaban los recursos educativos. Hay que seguir en ese camino. Al mismo tiempo, falta transparentar – todavía no sabemos cuánto va a costar implementar el modelo o
cómo se gastan los recursos destinados para la educación en los estados – y asegurar la equidad en el uso de los recursos.

El nuevo modelo educativo – y sus múltiples estrategias y planes – sólo tendrán sentido en la medida en que cambian prácticas – en el aula, en la escuela y en el sistema, de l@s maestr@s, pero también de l@s funcionari@s y de nosotr@s mism@s. Y eso sólo pasará cuando ya no es “un programa de gobierno”, sino nuestro proyecto educativo social.

*La autora es directora de Investigación de Mexicanos Primero

Fuente: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/hacia-un-proyecto-educativo-social.html

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¿Quién manda en la educación?

La educación no tiene que estar al servicio de la economía, de las empresas o del mundo financiero, la educación tiene que ofrecer herramientas, conocimientos y valores para que todos y cada uno de nuestros alumnos y alumnas .

Estamos en tiempos confusos y, en el ámbito educativo, esta confusión puede terminar por exterminar los principios básicos de lo que debía ser la educación pública: un derecho universal, independientemente del lugar de nacimiento, de su estatus económico y cultural, de su sexo, de su religión, de su orientación sexual o de su identidad nacional.

Libro recomendado

Una educación garantizada por las administraciones en condiciones de igualdad para todo el alumnado. A favor del desarrollo integral de todos los chicos y chicas. Una educación que impartía conocimientos y saberes, impulsaba valores democráticos y de participación y que dotaba a todo el alumnado de los conceptos fundamentales para entender el mundo y poder criticarlo y mejorarlo. Para ello existían normas básicas, que emanaban de las leyes, y unos ejecutores singulares que eran los profesionales de la educación. Los docentes y el resto de la comunidad educativa participaban en la construcción del conocimiento y adaptaban sus metodologías al alumnado. Los centros públicos eran gestionados democráticamente y el profesorado, como funcionario, tenía libertad de cátedra para impartir su docencia al margen, y a veces en contra, de los gobiernos de turno.

Todo ello está, en estos momentos, en cuestión.

Cada vez más se confunden centros públicos, gestionados públicamente, laicos, gratuitos y democráticos, con los privados que funcionan con los criterios de la patronal, que reciben dinero público y que, en la mayoría de los casos, incumplen la ley: cobran cuotas, seleccionan al alumnado y favorecen la segregación. Hay un interés, cada vez mayor, en presentar a las dos redes como una: “centros sostenidos con dinero público”.

Además, dentro de los públicos se están promocionando centros de diferente calidad: los “innovadores” o “avanzados” y los demás. Ello, unido a la promoción de un inexistente derecho, el de “elegir centro”, da como resultado un aumento importante de la segregación, con una concentración del alumnado por clase social y origen cultural. Lo que es socialmente injusto y pedagógicamente negativo.

Aparecen empresas, bancos y organismos privados que interfieren en la educación: deciden qué hay que enseñar, cómo, con qué metodologías, qué tecnologías utilizar y cómo evaluar. Nunca bancos y empresas tuvieron tanto “interés” en la educación, ni tanto poder para imponer sus principios al margen de unas administraciones que no dirigen pero sí aplauden estas “innovaciones”.

Los organismos privados utilizan dos estrategias: impartir “formación” para el profesorado y elaborar material didáctico. Se supone que ambas son de máxima importancia. ¿Son las empresas, bancos o fundaciones privadas las que deben “definir” el perfil del profesorado y elegir los contenidos? ¿Quién controla esta formación? ¿Quién tiene la prerrogativa de formar al profesorado? ¿Pueden estas organizaciones ayudar al alumnado a tener una visión crítica del funcionamiento de la economía y política actual? ¿Pueden ayudar a educar en la solidaridad y la democracia, en el rechazo a la desigualdad y a la marginación? ¿Qué principios éticos pueden inculcar empresas que sobreexplotan y defraudan a Hacienda o bancos que engañan a sus clientes y desalojan a familias sin recursos de sus casas?

Algunos ejemplos:

Fundación Empieza por Educar (del Banco Santander) y Fundación Telefónica lanzan el proyecto Entre Profes, un entorno formativo online dirigido a docentes que trabajan en entornos complejos.

EduCaixa es una plataforma educativa que incorpora recursos que explican los conceptos básicos de la economía y las finanzas.

CINAIC es el Congreso Internacional sobre Aprendizaje, Innovación y Competitividad. Más que un congreso es una plataforma para divulgar innovación educativa y mejorarla.

AulaPlaneta es una plataforma de la editorial Planeta con recursos por cursos, materias y temas

Fundación Promete quiere promover un mayor y mejor desarrollo del talento de todas las personas, mediante el diseño y realización de proyectos de innovación educativa y social,

Escuelas Creativas un proyecto de Fundación Telefónica en el que se “traslada”, a centros educativos y aulas, la metodología de creatividad e innovación del famoso cocinero Ferran Adrià.

La Fundación Amancio Ortega convoca, a través de su Programa de Formación para Profesores, 50 plazas para la realización de un año académico en Canadá. El Programa ofrece formación en técnicas y habilidades de uso transversal en la docencia, y prácticas educativas en centros públicos canadienses.

Segunda edición del concurso internacional de enseñanza Global Teacher Prize de la Fundación Varkey, considerado el “Nobel de la Enseñanza”.

AltSchool, con el respaldo de inversores como Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, l pretende revolucionar la enseñanza y crear un sistema de aprendizaje personalizado que pueda usarse en cada escuela del mundo.

Escola Nova 21: EduCaixa, juntamente con el Centre UNESCO de Catalunya, la Fundació Jaume Bofill y la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), impulsa el proyecto Escola Nova 21, una alianza de entidades y escuelas con el objetivo de propiciar acciones de cambio educativo.

La CEOE reclama que el empresariado tenga más protagonismo en la gobernanza ejecutiva de la formación, hasta el punto de que pueda participar en la definición de los currículos de grado y posgrado.

Design for Change hace su aparición en España en 2011, con la ilusión de contribuir a transformar la realidad educativa de nuestro país. Innovación, emprendimiento social, valores e inteligencias múltiples.

El CETEI es el centro de innovación educativa de la red de escuelas Jesuitas Educación. Su misión es ser y actuar como nodo de reflexión y debate, promoción, transferencia y difusión de las innovaciones educativas, tecnopedagògiques y metodológicas de Jesuitas Educación

Escuelas Católicas es la patronal de colegios concertados que ofrece formación.

Pero, no sólo intentan formar al profesorado y vender sus materiales, sino que, cada vez más, entran en las escuelas para propagar sus ideas. Así lo vemos en el ejemplo de la Educación Financiera (EFEC), denunciada una y otra vez por la Plataforma por la Educación en Economía Crítica.

¿Quién manda en la educación?Cuando intentamos ver en qué consisten estas y otras ofertas de formación, de materiales y de propuestas de innovación, nos encontramos con algo insólito: todos proponen lo mismo. ¿No es mucha casualidad que estén tan de acuerdo la OCDE, los bancos, los empresarios, los movimientos pedagógicos a favor de la innovación educativa, las escuelas religiosas y las públicas, las plataformas y fundaciones?

Estas coincidencias se pueden resumir en cinco : 1) El gran fracaso de la educación actual y la falta de preparación del profesorado. 2) La necesidad de cambiar radicalmente las metodologías y pasar a “educar por competencias y por proyectos”.  3) La utilización de las TIC y los medios digitales como herramientas fundamentales. 4) La educación “centrada en el alumno” y la necesidad de adaptar la educación a las “necesidades de la sociedad del siglo 21”. 5) El fomento del “espíritu emprendedor”.

Todo ello, además, no se ha discutido en ningún foro; ha aparecido como una “obligación voluntaria” del profesorado que se ve abocado a poner en cuestión todo lo que estaba haciendo y adherirse entusiasta al diseño que otros han formulado. El profesorado debe aprender de nuevo a enseñar, en sus horas libres y pagando la formación de su bolsillo. Tiene que dedicar horas fuera de su horario para planificar, buscar material y organizar las clases a partir de las nuevas órdenes. [“Es necesario sacar al docente de su zona de confort y ayudarlo a que aprenda a utilizar herramientas tecnológicas…” (Instituto de Innovación en Negocios Educativos); “El problema lo tenemos dentro de la cabeza. No hacen falta más recursos. Hay que aprender a trabajar en equipo, tanto los alumnos como los profesores” (Escola Nova 21)].

Los centros, sobretodo los públicos más marginales, deben hacer un sobreesfuerzo para apuntarse al carro si no quieren ser más marginales y ser tachados de obsoletos.

¿Dónde están los estudios que demuestran que la educación por competencias y por proyectos es mejor? ¿Es todo ello tan “nuevo”?¿Porqué viene de la mano de organismos privados? ¿Por qué, de repente, hay que cambiar horarios, espacios, metodologías y roles sin aumentar recursos ni presupuestos? ¿Es mejor y más avanzado fomentar el espíritu emprendedor que el espíritu crítico? ¿Es mejor la educación financiera que la filosofía, la música o la literatura? ¿Qué significa una educación “centrada en el alumno”?¿Por qué el profesor debe dejar de ser un emisor de conocimientos para convertirse en un guía ¿De dónde aprenderán ahora los conocimientos, de internet?

Pero lo más importante: ¿quién ha decidido todo ello y en función de qué intereses?

Es evidente que la sociedad está cambiando. la educación no puede quedar al margen.hay que mejorarla , pero la falta de discusión y, sobre todo, esta avalancha impositiva de una innovación que surge del mundo empresarial, puede desembocar en un gran fiasco. La sociedad, las familias, y los profesionales no deberían abrazar acríticamente todas estas nuevas directrices. Si dejamos la educación en manos de agentes privados, con intereses muy concretos, estamos hipotecando el futuro de nuestra sociedad.

La educación no tiene que estar al servicio de la economía, de las empresas o del mundo financiero, la educación tiene que ofrecer herramientas, conocimientos y valores para que todos y cada uno de nuestros alumnos y alumnas puedan tener una vida digna, y sean capaces no tanto de adaptarse a un mundo salvaje y competitivo, sino que sean capaces a enfrentarse a él y puedan cambiarlo.

Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/quien-manda-la-educacion/

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What a nerdy debate about p-values shows about science — and how to fix it

The case for, and against, redefining “statistical significance.”


There’s a huge debate going on in social science right now. The question is simple, and strikes near the heart of all research: What counts as solid evidence?

The answer matters because many disciplines are currently in the midst of a “replication crisis” where even textbook studies aren’t holding up against rigorous retesting. The list includes: ego depletion, the idea that willpower is a finite resource; the facial feedback hypothesis, which suggested if we activate muscles used in smiling, we become happier; and many, many more.

Scientists are now figuring out how to right the ship, to ensure scientific studies published today won’t be laughed at in a few years.

One of the thorniest issues on this question is statistical significance. It’s one of the most influential metrics to determine whether a result is published in a scientific journal.

Most casual readers of scientific research know that for results to be declared “statistically significant,” they need to pass a simple test. The answer to this test is called a p-value. And if your p-value is less than .05 — bingo! — you got yourself a statistically significant result.

Now a group of 72 prominent statisticians, psychologists, economists, biomedical researchers, and others want to disrupt the status quo. A forthcoming paper in the journal Nature Human Behavior argues that results should only be deemed “statistically significant” if they pass a higher threshold.

“We propose a change to P< 0.005,” the authors write. “This simple step would immediately improve the reproducibility of scientific research in many fields.”

This may sound nerdy, but it’s important. If the change is accepted, the hope is that fewer false positives will corrupt the scientific literature. It’s become too easy — using shady techniques known as p-hacking, and outcome switching — to find some publishable result that reaches the .05 significance level.

Don’t be mistaken: This proposal won’t solve all the problems in science. “I see it as a dam to contain the flood until we make sure we have the more permanent fixes,” Ioannidis says. He calls it a “quick fix.” Though not everyone agrees it’s the best course of action.

At best, the proposal is an easy change to implement to protect academic literature from faulty change. At worst, it’s a patronizing decree that avoids addressing the real problem at the heart of science’s woes.

There is a lot to unpack and understand here. So we’re going to take it slow.

What is a p-value?

Mick Wiggins / Getty Creative Images

Even the simplest definitions of p-values tend to get complicated. So bear with me as I break it down.

When researchers calculate a p-value, they’re putting to the test what’s known as the null hypothesis. First thing to know: This is not a test of the question the experimenter most desperately wants to answer.

Let’s say the experimenter really wants to know if eating one bar of chocolate a day leads to weight loss. To test that, they assign 50 participants to eat one bar of chocolate a day. Another 50 are commanded to abstain from the delicious stuff. Both groups are weighed before the experiment, and then after, and their average weight change is compared.

The null hypothesis is the devil’s advocate argument. It states: There is no difference in the weight loss of the chocolate eaters versus the chocolate abstainers.

Rejecting the null is a major hurdle scientists need to clear to prove their theory. If the null stands, it means they haven’t eliminated a major alternative explanation for their results. And what is science if not a process of narrowing down explanations?

So how do they rule out the null? They calculate some statistics.

The researcher basically asks: How ridiculous would it be to believe the null hypothesis is true answer, given the results we’re seeing?

Rejecting the null is kind of like the “innocent until proven guilty” principle in court cases, Regina Nuzzo, a mathematics professor at Gallaudet University, explains. In court, you start off with the assumption that the defendant is innocent. Then you start looking at the evidence: the bloody knife with his fingerprints on it, his history of violence, eyewitness accounts. As the evidence mounts, that presumption of innocence starts to look naive. At a certain point, jurors get the feeling, beyond a reasonable doubt, that the defendant is not innocent.

Null hypothesis testing follows a similar logic: If there are huge and consistent weight differences between the chocolate eaters and chocolate abstainers, the null hypothesis — that there are no weight differences — starts to look silly. And you can reject it.

You might be thinking: Isn’t this a pretty roundabout way to prove an experiment worked?

You are correct!

Rejecting the null hypothesis is indirect evidence of an experimental hypothesis. It says nothing about whether your scientific conclusion is correct.

Sure, the chocolate eaters may lose some weight. But is it the because of the chocolate? Maybe. Or maybe they felt extra guilty eating candy every day, and they knew they were going to be weighed by strangers wearing lab coats (weird!), so they skimped on other meals.

Rejecting the null doesn’t tell you anything about the mechanism by which chocolate causes weight loss. It doesn’t tell you if the experiment is well designed, or well controlled for, or if the results have been cherry-picked.

It just helps you understand how rare the results are.

But — and this is a tricky, tricky point — it’s not how rare the results of your experiment are. It’s how rare the results would be in the world where the null hypothesis is true. That is, it’s how rare the results would be if nothing in your experiment worked, and the difference in weight was due to random chance alone.

Here’s where the p-value comes in: The p-value quantifies this rareness. It tells you how often you’d see the numerical results of an experiment — or even more extreme results — if the null hypothesis is true and there’s no difference between the groups.

If the p-value is very small, it means the numbers would rarely (but not never!) occur by chance alone. And so, when the p is small, researchers start to think the null hypothesis looks improbable. And they take a leap to conclude “their [experimental] data are pretty unlikely to be due to random chance,” Nuzzo explains.

And here’s another tricky point: Researchers can never completely rule out the null (just like jurors are not firsthand witnesses to a crime). So scientists instead pick a threshold where they feel pretty confident that they reject the null. That’s now set at less than .05.

Ideally, a p of .05 means if you ran the experiment 100 times — again, assuming the null hypothesis is true — you’d see these same numbers (or more extreme results) five times.

And one last, super-thorny concept that almost everyone gets wrong: A p<.05 does notmean there’s less than a 5 percent chance your experimental results are due to random chance. It does not mean there’s only a 5 percent chance you’ve landed on a false positive. Nope. Not at all.

Again: A p of .05 means there’s a less than 5 percent chance that in the world where the null hypothesis is true, the results you’re seeing would be due to random chance. This sounds nitpicky, but it’s critical. It’s is the misunderstanding that leads people to be unduly confident in p-values. The false-positive rate for experiments at p=.05 can be much, much higher than 5 percent.

Okay. Still with me? It’s okay if you need to take a break. Grab a soda. Catch up with Mom. She’s wondering why you haven’t called in a while. Tell her about your summer plans.

Because now we’re going to dive into…

The case against p<.05

erhui1979 / Getty Creative Images

“Generally, p-values should not be used to make conclusions, but rather to identify possibilities — like a sniff test,” Rebecca Goldin, the director for Stats.org and a math professor at George Mason University, explains in an email.

And for a long while, a sniff of p that’s less than .05 smelled pretty good. But over the past several years, researchers and statisticians have realized that a p<.05 is not as strong of evidence as they once thought.

And to be sure, evidence for this is abundant.

Here’s the most obvious, easy-to-understand piece of evidence: Many papers that have used the .05 significance threshold have not replicated with more methodologically rigorous designs.

A famous 2015 paper in Science attempted to replicate 100 findings published in a prominent psychological journal. Only 39 percent passed. Other disciplines have fared somewhat better. A similar replication effort in economic papers found 60 percent of findings replicated. There’s a reproducibility “crisis” in biomedicine too, but it hasn’t been so specifically quantified.

The 2015 Science paper on psych studies offered some clues to which papers were more likely to replicate. Studies that yielded highly significant results (less than p=.01) are more likely to reproduce than those that are just barely significant at the .05 level.

“Reporting effects that really aren’t there undermine the credibility of science,” says Valen Johnson, a co-author of the Nature Human Behavior proposal who heads the statistics department at Texas A&M. “It’s important that science adopt these higher standards, before they claim they have made a discovery.”

Elsewhere, researchers find evidence of an “epidemic” of statistical significance. “Practically everything that you read in a published paper has a nominally statistically significant result,” say Ioannidis. “The large majority of these p-values of less than .05 do not correspond to some true effect.”

For a long while, scientists thought p<.05 represented something rare. New work in statistics shows that it’s not.

In a 2013 PNAS paper, Johnson used more advanced statistical techniques to test the assumption researchers commonly make: that a p of .05 means there’s a 5 percent chance the null hypothesis is true. His analysis revealed that it didn’t. “In fact there’s a 25 percent to 30 percent chance the null hypothesis is true when the p-value is 05,” Johnson said.

Remember: The p-value is supposed to assure researchers that their results are rare. Twenty-five percent is not rare.

For another way to think about all this, let’s flip the question around: What if instead of assuming the null hypothesis is true, let’s assume an experimental hypothesis is true?

Scientists and statisticians have shown that if assuming experimental hypotheses are true, it should actually be somewhat uncommon for studies to keep churning out p-values of around .05. More often, assuming an effect is true, the p-value should come in lower.

Psychology PhD student Kristoffer Magnusson has designed a pretty cool interactive calculator that estimates the probability of obtaining a range of p-values for any given true difference between groups. I used it to create the following scenario.

Let’s say there’s a study where the actual difference between two groups is equal to half a standard deviation. (Yes, this is a nerdy way of putting it. But think of it like this: It means 69 percent of those in the experimental group show results higher than the mean of the control group. Researchers call this a “medium-sized” effect.) And let’s say there are 50 people each in the experimental group and the control group.

In this scenario, you should only be able to obtain a p-value between .03 and .05 around 7.62 percent of the time.

If you ran this experiment over and over and over again, you’d actually expect to see a lot more p-values with a much lower number. That’s what the following chart shows. The x-axis are the specific p-values, and the y-axis is the frequency you’d find them repeating this experiment. Look how many p-values you’d find below .001.

(And from this chart you’ll see: Yes, you can obtain a p-value of greater than .05 while your experimental hypothesis being true. It just shouldn’t happen as often. In this case, around 9.84 percent of all p-values should fall between .05 and .1.)

A change in the definition of statistical significance could nudge researchers into adopting more rigorous methods

The biggest change the paper is advocating for is rhetorical: Results that currently meet the .05 level will be called “suggestive,” and those that reach the stricter standard of .005 will be called statistically significant.

“Journals can still publish weak (and of course null) results just like they always could,” says Simine Vazire, a personality psychologist who edits Social Psychological and Personality Science (though is not speaking on the behalf of the journal)The language tweak will hopefully trickle down to press releases and news reports, which might avoid buzzwords such as “breakthroughs.”

The change, Vazire says, “should make it so that authors need stronger results before they can make strong claims. That’s all.”

Historians of science are always quick to point out that Ronald Fisher, the UK statistician who invented the p-value, never intended it to be the final word on scientific evidence. That “statistical significance” means the hypothesis is worthy of a follow-up investigation. “In a way, we’re proposing to returning to his original vision of what statistical significance means,” Daniel Benjamin, a behavioral economist at the University of California and the lead author of the proposal, says.

If labs do want to publish “statistically significant” results, it’s going to be much harder.

Most concretely, it mean labs will need to increase the number of participants in their studies by 70 percent. “The change essentially requires six times stronger evidence,” Benjamin says.

The increased burden of proof — the proposal authors hope — would nudge labs into adopting other practices science reformers have been calling for, such as sharing data with other labs to reach consensus conclusion and thinking more long-term about their work. Perhaps their first experiment doesn’t reach this new threshold. But a second experiment might. The higher threshold encourages labs to reproduce their own work before submitting to a publication.

The case against p<.005

erhui1979 / Getty Creative Images

The proposal has critics. One of them is Daniel Lakens, a psychologist at Eindhoven University of Technology in the Netherlands, who is currently organizing a rebuttal paper with dozens of authors.

Mainly, he says the significance proposal might work to stifle scientific progress.

“A good metaphor is driving a car and setting a maximum speed,” Lakens says. “You can set the maximum speed in your country to 20 miles an hour, and no one is going to get killed. You hit someone, they won’t die. So that’s pretty good, right? But we don’t do this. We set the maximum speed a little higher, because then we actually get somewhere a little bit quicker. … The same is for science.”

Ideally, Lakens says, the level of statistical significance needed to prove a hypothesis depends on how outlandish the hypothesis is.

Yes, you’d want a very low p-value in a study that claims mental telepathy is possible. But do you need such an extreme level testing out a well-worn idea? The high standards could impede young PhDs with low budgets from testing out their ideas.

Again, a p-value of .05 doesn’t necessarily mean the experiment will be a false positive. A good researcher would know how to follow up and suss out the truth.

Another critique of the proposal: It keeps scientific communities fixated on p-values, which, as discussed in the sections above, don’t really tell you much about the merits of a hypothesis.

There are better, more nuanced approaches to evaluating science.

Such as:

  • Concentrating on effect sizes (how big of a difference does an intervention make, and it is practically meaningful)
  • Confidence intervals (what’s the range of doubt built into any given answer?)
  • Whether a result is novel study or a replication (put some more weight into a theory many labs have looked into)
  • Whether a study’s design was preregistered (so that authors can’t manipulate their results post-test), and that the underlying data is freely accessible (so anyone can check the math)
  • There are also new, advanced statistical techniques — like Bayesian analysis — that, in some ways, more directly evaluate a study’s outcome

Ioannidis admits that “statistical significance [alone] doesn’t convey much about the meaning, the importance, the clinical value, utility [of research].”

Ideally, he says, scientists would retrain themselves not to rely on null-hypothesis testing. But we don’t live in the ideal world. In the real world, p-values are a quick and easy tool any scientist can easily use to run their tests. And in our real world, p-values still carry a lot of weight into saying what gets published.

With the proposal, “you don’t need to train all these millions of people in heavy statistics,” Ioannidis says. “And it would work. It would help.”

Redefining statistical significance is not an ideal solution to the problem of replication. It’s a solution that nudges people to adopt the ideal solution.

Though no one I spoke to said it directly, I wouldn’t be surprised if some scientists find that a bit patronizing. Why couldn’t they learn advanced statistics? Or come to appreciate more nuanced way of evaluating results?

The real problem isn’t with statistical significance; it’s with the culture of science

There’s a critique of the proposal the authors whom I spoke to agree completely with: Changing the definition of statistical significance doesn’t address the real problem. And the real problem is the culture of science.

In 2016, Vox sent out a survey to more than 200 scientists, asking, “If you could change one thing about how science works today, what would it be and why?” One of the clear themes in the responses: The institutions of science need to get better at rewarding failure.

One young scientist told us: «I feel torn between asking questions that I know will lead to statistical significance and asking questions that matter.”

The biggest problem in science isn’t statistical significance. It’s the culture. She felt torn because young scientists need publications to get jobs. Under the status quo, in order to get publications, you need statistically significant results. Statistical significance alone didn’t lead to the replication crisis. The institutions of science incentivized the behaviors that allowed it to fester.

Keep in mind, this is all just a proposal, something to spark debate. To my knowledge, journals are not rushing to change their editorial standards overnight.

This will continue to be debated.

But if it becomes that case where it’s still hard to publish “suggestive” results, and if it’s still difficult to secure grant money off “suggestive” results, then the institutions of science will not have learned their lesson. Yes, a lot of this is just tweaking the language of how we talk about science. But we have to make words “suggestive” and “null” results matter.

“‘Failures,’ on average, are more valuable than positive studies,” Ioannidis says.

Scientific institutions and journals know this. They don’t always act like they do.

Fuente: https://www.vox.com/science-and-health/2017/7/31/16021654/p-values-statistical-significance-redefine-0005

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Aulas vacías

Por: Fernando Ayala Vicente

Llega julio, un periodo plenamente diferente a lo inmediatamente anterior. La vida procura discurrir sin interrupciones drásticas, pero con continuos cambios. Hace tan sólo unos días veíamos el bullir incesante de cientos de adolescentes preocupados, unos por su devenir futuro enfrentándose a las pruebas de acceso a la Universidad. Sin duda, les marcará para siempre (aunque, como dirían Los Héroes del Silencio: «para siempre es mucho tiempo….») la decisión que tomen.

Otros de menor edad, han terminado el curso y las aulas, los patios, las entradas a los centros escolares ya no destilan la alegría que su algarabía producía.

Estamos, pues, ante un tiempo necesario para el ocio y descanso de nuestros jóvenes, pero también imprescindible para profesores y responsables educativos.

De su buen hacer se va a desprender no sólo un desarrollo normalizado del comienzo del curso siguiente, sino también el consolidar las buenas prácticas, el corregir errores cometidos, el atender a demandas del sector…. en definitiva, es el momento de ejecutar una planificación que sea prudente ya en los instantes precisos no se puede improvisar.

Somos conscientes de que pueden surgir muchos imponderables, pero para eso está precisamente el sentirse bien rodeado, aconsejado, asesorado y preparado.

El gobierno socialista de la Junta de Extremadura ha dado muestras sobradas de que los veranos es el momento para trabajar. La administración educativa se basa fundamentalmente en utilizar adecuadamente los recursos disponibles buscando el bienestar constante de sus administrados.

Cierto es que, se hace necesario innovar, que se aplauden medidas que hagan posible mejoras que nos alejen de la temida rutina. Atrás quedaron los apuntes, casi amarillos de algunos profesores que repetían una y otra vez los mensajes. Delante queda el esfuerzo de la mayoría de los docentes que luchan por ponerse al frente de los desafíos que, continuamente, les ofrece la sociedad tan revolucionariamente dinámica en la que tienen que desenvolverse.

Fuente: http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/sociedad/aulas-vacias_1027010.html

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Rosa Luxemburgo, el águila de la izquierda que callaron con una bala

Por: Mónica Zas Marcos

«Socialismo o barbarie». Aunque los considerase antagónicos, en la vida de Rosa Luxemburgo (1871-1919) ambos conceptos fueron de la mano. Ella soñó con la revolución hasta que los freikorps le volaron la cabeza y lanzaron su cuerpo por el Canal Landwehr de Berlín. Luxemburgo nació en la Polonia rusa cuando aún se escuchaban los ecos de la Comuna de París y fue asesinada 48 años más tarde por proclamar la lucha obrera, el sufragio universal y una alternativa al «parásito» sistema capitalista.

Su figura ha estado unida cien años al imaginario de la revolución, pero aún hay mucha gente que desconoce la audacia de esta mujer excepcional. El libro La rosa roja se ha propuesto recuperar a la Rosa teórica, socialista y anticapitalista, pero también a la que amó a escondidas, la que sufrió violencia machista y la que, con sus contradicciones, quería libres a las mujeres de cualquier clase social.

Portada Rosa Luxemburgo

La ilustradora y activista británica Kate Evans publicó su novela gráfica en 2015 con Verso Books y dos años más tarde llega en castellano gracias a la editorial argentina Ediciones IPS-Pan y Rosas. También lanzaron un crowdfunding para publicarlo en España y superaron el objetivo inicial en menos de una semana.

Sus viñetas conjugan el humor con un análisis exhaustivo de la obra de Rosa Luxemburgo, sus artículos en prensa o la correspondencia personal que no se había traducido a nuestro idioma hasta ahora.

Tanto en unos textos como en otros, la protagonista muestra una inteligencia crítica que puso en jaque a los dirigentes del partido socialdemócrata alemán e incluso ciertas teorías de Marx, que desmontó en su libro La acumulación del capital (1913).

A pesar del estilo caricaturesco de los dibujos, el espíritu de Rosa Luxemburgo se conserva intacto gracias a las citas textuales. Ese es el gran acierto de la novela de Kate Evans: acercar una figura compleja y controvertida sin perder el peso didáctico de sus intervenciones públicas y de sus inspiradoras clases de economía marxista.

«Aunque es recordada como una mártir, ella es mucho más que eso, porque cada momento que vivió, lo hizo al máximo», recuerda su última biógrafa. Que este nuevo homenaje sirva para recuperar las lecciones de uno de los personajes más combativos y brillantes de nuestra historia.

La socialista más joven

En casa de los Luxemburgo, a las mujeres se les reservaba la tarea de apretarse los corsés para reducir la cintura y de cuidar su hermosa melena larga para atraer a un hombre rico. Rosa, la hija más pequeña, pronto defendió que el valor de una mujer estaba en su intelecto, no en los centímetros de su cadera. Aunque se crió en un hogar profundamente judío, se deshizo también de la fe religiosa en cuanto descubrió al filósofo que le cambiaría la vida.

«Marx dijo que los dioses son producto de las regiones nebulosas del cerebro humano«, decía ella. «Tu abuelo es un rabino y te lavarás la boca con jabón, jovencita», le recriminaba su familia. Para no calentar el ambiente en su casa, Luxemburgo escondía el Manifiesto comunista o Trabajo asalariado y capital de la vista de sus padres, pero disertaba abiertamente de capitalismo con sus hermanos.

Viñeta Rosa Luxemburgo

Con su preparación e inteligencia, a nadie le extrañó que una chica de 15 años se afiliase al movimiento socialista polaco, aunque viviese con la amenaza constante de ser atrapada y condenada en Siberia por el zar ruso. Al final, en 1889 se exilió a Zúrich para estudiar en la única universidad que admitía a mujeres. Allí cambió la botánica y la zoología por la ciencia del cambio social y las relaciones económicas. También aprendió once idiomas y trabajó como periodista mientras acababa un doctorado sobre la industrialización en Polonia. Su mantra: «Cuestionar todo».

El azote de los conformistas

Las conferencias de Rosa Luxemburgo en la Internacional Socialista promovían la solidaridad entre países y la revolución mundial, mucho antes que el derecho a la autodeterminación que reclamaba Polonia. Defendía que la lucha obrera debía centrarse en el capitalismo, aunque el Manifiesto comunista de Marx llamase a la emancipación de los polacos. Esa filosofía, que compartía con su primer amor Leo Jogiches, la trasladó a Berlín en 1898, cuando se afilió al SPD alemán.

Rosa también se opuso a grandes figuras del partido socialdemócrata como Eduard Bernstein, rebatiéndole que «la lucha por la reforma es el medio, la revolución es el fin». Pensaba que si las reformas se lograban a través de la lucha obrera, fortalecían al partido, pero si se obtenían por métodos parlamentarios o acuerdos entre partidos burgueses, esto sólo favorecía al capitalismo.

Viñeta Rosa Luxemburgo

Más tarde, se distanció de otros pesos pesados del SPD que la consideraban una «víbora bribona», como su otrora gran colega Karl Kautsky. Una brecha que se abriría para siempre con la aprobación de los presupuestos de la Primera Guerra Mundial, a la que ella se oponía tajantemente, y con el retraso en las negociaciones del sufragio universal, y femenino.

La «no militancia» feminista

Otro importante contacto que hizo Rosa en Berlín fue Clara Zetkin, la activista que estaba al frente de la organización de mujeres socialistas y del periódico feministaDie Gleichheit ( La Igualdad). Juntas defendían el voto universal, aunque Luxemburgo nunca quiso encabezar el ala femenina para no perder los beneficios que tenía en el partido junto a los varones. Pensaba que era una estrategia de sus compañeros para desterrarla de la primera línea del debate teórico, donde reinaba el machismo.

«El voto femenino aterra al actual Estado capitalista porque, tras él, están los millones de mujeres que reforzarían al enemigo interior, es decir, a la socialdemocracia», escribió. No compartía con Zetkin, sin embargo, la defensa solo del voto de las mujeres propietarias que pagaban impuestos. «Son derechos de las damas, no de las mujeres. No puedo hacer causa común con las señoras de la clase capitalista», le espetaba Luxemburgo.

Viñeta Rosa Luxemburgo

Ambas participaron en 1907 en la Primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en la ciudad alemana de Stuttgart, que aprobó que los partidos socialistas del mundo luchasen obligatoriamente por el sufragio femenino. También en la Segunda Conferencia, llamada Guerra a la guerra, donde más de cien activistas de 17 países establecieron el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. En aquella época, Rosa empezó a sentirse cómoda con la etiqueta feminista y sus discursos tomaron un cariz más comprometido, como este que pronunció en 1912:

«El actual enérgico movimiento de millones de mujeres proletarias que consideran su falta de derechos políticos como una flagrante injusticia es señal infalible, señal de que las bases sociales del sistema imperante están podridas y que sus días están contados. Luchando por el sufragio femenino, también apresuraremos la hora en que la actual sociedad caiga en ruinas bajo los martillazos del proletariado revolucionario»

Una de las cosas que más lamentó Luxemburgo al final de sus días fue no haber defendido con ahínco el voto y la emancipación de la mujer. Por eso, a su salida de la cárcel en 1918 y cuando reorganizó la Liga Espartaquista, estableció como nueva consigna «la plena igualdad social y jurídica entre los sexos».

La utopía antibelicista

Si bien el equidistante feminismo de Rosa Luxemburgo ha sido motivo de debates académicos, con su perfil pacifista no queda resquicio para la duda. La política enarboló un discurso antimilitarista durante toda su carrera, pero sobre todo a las puertas de la Primera Guerra Mundial, cuando su partido votó por primera vez a favor de unos presupuestos capitalistas que daban luz verde a la masacre.

Los razonamientos de Luxemburgo se podrían aplicar perfectamente hoy en día, cien años después de la Gran Guerra. Para ella, el conflicto «es indispensable para el desarrollo del capitalismo», puesto que la industria armamentística mueve decenas de miles de millones y está controlada por señores de la guerra que deben justificar el gasto militar y el tráfico incontrolado de armas. Así, Rosa interpeló a sus propios camaradas en Utopías pacifistas (1911):

¿Cuál es nuestra tarea en la cuestión de la paz? (…) Si las naciones existentes realmente quisieran poner coto, seria y honestamente, a la carrera armamentista, tendrían que comenzar con el desarme en el terreno político comercial, abandonar sus rapaces campañas colonialistas y su política internacional de conquista de esferas de influencia en todas partes del mundo” .

Este hincapié en hacer «un llamamiento a la justicia y al fin de la violencia» durante los cuatro años de la guerra fue el que acabó con su vida. No caben medias tintas cuando se está en contra de precarizar vidas en el trabajo y en el campo de batalla. Al menos, no para Rosa Luxemburgo. Esta líder solo consideraba la vía del socialismo para acabar con la barbarie, y terminó sufriendo la barbarie en propias carnes por parte de los freikorps.

Pero la Rosa Roja vio que la dignidad humana estaba por encima de los partidos y de la economía militar. Y así se recordará siempre a la mujer que no huyó del barco naufragado y luchó hasta la muerte «por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres».

Rosa Luxemburgo en un mítin en Berlín

Rosa Luxemburgo en un mítin en Berlín, 1910

Fuente: http://www.eldiario.es/cultura/libros/Rosa-Luxemburgo-aguila-izquierda-callaron_0_658634256.html
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