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La competencia más importante: ciudadanos locales y globales

14 de junio de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Rafael Orduz

La calidad de la educación se relaciona, de manera íntima, con nuestra capacidad de formar individuos y grupos respetuosos de la diferencia. 

Se habla, con frecuencia, de las competencias del siglo XXI. Están asociadas a las formas de pensar, de trabajar, de comunicarnos, a la fluidez digital (entendida como la habilidad en el manejo de herramientas propias de las actuales tecnologías de la información y las comunicaciones). Sin embargo, quizás el ámbito más importante de tales competencias es el que se relaciona con nuestra vida en comunidad, particularmente nuestra capacidad de convertirnos en ciudadanos practicantes de derechos y deberes, tanto en la geografía que nos define como colombianos, como en el contexto del mundo global contemporáneo.

Las distintas categorías que reúnen las llamadas competencias del siglo XXI se relacionan estrechamente entre sí. Así, la innovación y la creatividad, el pensamiento crítico, la capacidad de tomar decisiones,  de aprender a aprender, son competencias que se enmarcan dentro de las maneras de pensar. Guardan íntima relación con el ejercicio de ciudadanía en el mundo global actual, valga decir, con las modernas sociedades del conocimiento.

Ser ciudadano en la actualidad tiene múltiples significados. Entre ellos, el de la sincera práctica del respeto por la diferencia. En una sociedad como la colombiana, caracterizada como pluri-étnica y multi-cultural, son profundos los retos que todos tenemos de cara al respeto por la diferencia. Añádase el respeto a la diversidad religiosa, las preferencias de orientación sexual y, desde luego, a las enmarcadas en la práctica política.

Otra dimensión de las competencias de ciudadanía se refiere a la educación para formar ciudadanos locales y globales.  No se trata de lo uno o lo otro. Ser ciudadanos locales, sin que nos conciernan las preocupaciones básicas del mundo contemporáneo), resulta incompleto; de la misma forma, pensarse como ciudadano global, sin que lo que ocurra en el contexto global sea de nuestra incumbencia, resulta también insuficiente. El cuidado del medio ambiente, por ejemplo, cuenta con una agenda que reúne intereses globales y locales.  El conocimiento es, por naturaleza, global, lo mismo que la ciencia y la tecnología.

En un país como Colombia, desarrollado de puertas adentro, los actores del sistema educativo tienen un reto de primera magnitud: desarrollar en niños y jóvenes la competencia de pensar y actuar como ciudadanos locales y globales. Es una tarea compleja; sin embargo, mediante el desarrollo de las demás competencias del siglo XXI (trabajo colaborativo, comunicación, por ejemplo), Colombia podrá tener jóvenes que puedan asomarse al mundo aun cuando vivan en la cordillera, los Llanos orientales, en valles y altiplanicies, aprender de él y darle nuevos significados a su terruño propio.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/editorial/la-competencia-mas-importante-ciudadanos-locales-y-globales

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Acceso al conocimiento para profesores de matemáticas

14 de junio de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Paola Castro

Los profesores requieren, además de su formación académica, de actualización continua y acceso al conocimiento para apoyar su práctica docente.

Ellos enfrentan dificultades para poder generar prácticas de aula innovadoras, en muchos casos, debido al acceso limitado que tienen a recursos y documentación relacionada con la formación matemática de sus estudiantes.

Qué matemáticas aprenden los escolares y cómo las aprenden depende de la experiencia de aprendizaje que ellos vivencien en la escuela (Ball, Lubienski y Mewborn, 2001 p. 435; Wood, 2002). El profesor, como responsable del diseño e implementación del currículo, es el primer promotor de este aprendizaje y, como consecuencia de ello, las oportunidades que promueve en sus clases dependen de su formación y actualización. Él es quien, con sus conocimientos y sus creencias y dentro de unos contextos culturales, sociales, políticos, curriculares e institucionales, decide qué tipos de experiencias matemáticas viven sus estudiantes en el aula (Kilpatrick, Swafford y Findell, 2001 pp. 314-315).

Independientemente de su formación académica, los profesores requieren actualización continua y acceso a conocimiento documental que favorezcan su preparación y la planificación de sus prácticas pedagógicas. Esto implica, que el profesor tenga acceso a información actualizada relacionada con experiencias de aula, investigaciones e innovaciones que incidan en la formación matemática de sus estudiantes.

Lo anterior nos lleva a pensar que la experiencia pedagógica del profesor es dinámica. La formación continua del profesor no solo depende de su participación en programas académicos, sino de su interés y motivación por conocer el desarrollo de la Educación Matemática y sus desafíos.

¿Cómo abordan los profesores de matemáticas del país sus procesos autónomos de formación y actualización?

Referencias

  • Ball, D. L., Lubienski, S. T. y Mewborn, D. S. (2001). Research on teaching mathematics: The unsolved problem of teachers’ mathematical knowledge. En V. Richardson (Ed.), Handbook of research on teaching (4 ed., pp. 433-456). Washington, DC: American Educational Research Association.
  • Kilpatrick, J., Swafford, J. O. y Findell, B. (2001). Adding it up: Helping Children Learn Mathematics. Washington: National Academy Press. Disponible en www.nap.edu/catalog.php
  • Wood, T. (2002). Demand for complexity and sophistication: Generating and sharing knowledge about teaching. Journal of Mathematics Teacher Education, 5(3), 201-203.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/acceso-al-conocimiento-para-profesores-de-matematicas

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¿Qué hacer con los resultados de las Pruebas Saber 11?

14 de junio de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Nancy Palacios Mena

Los resultados de las evaluaciones estandarizadas deben servir para elevar la conciencia sobre los retos de la educación y mejorar el diseño de políticas educativas y la gestión pedagógica. 

Este es un asunto sobre el que escribí una columna anterior, pero vuelvo sobre él porque además de ser un tema sobre el que estoy estudiando en este momento y que a mi modo de ver es central en las reflexiones  sobre nuestro sistema educativo, a veces pareciera que no preocupa mucho.

Los resultados de la Prueba Saber  que acabaron de ser publicadas hace algunos días, ilustran la necesidad de ir más allá de las cifras y detenerse en los procesos de enseñanza y en los aprendizajes de los estudiantes; esto implica un mayor conocimiento de los que significa el modelo de educación por competencias, tal y como señala Arregui (2008), los resultados de las evaluaciones estandarizadas deben servir para elevar la conciencia sobre los retos de la educación, mejorar el diseño de políticas educativas, revisar estándares educativos, mejorar la gestión pedagógica en institucional en la escuela.

Al margen de los debates que ha generado en el país la adopción de un modelo educativo por competencias lo real,  es que se debe avanzar en unas estrategias pedagógicas y didácticas que contribuyan a que los estudiantes construyan conocimientos y desarrollen habilidades necesarias para la vida, es  por ello, que los resultados sobre las evaluaciones estandarizadas pueden ser el punto de partida para orientar procesos de formación de maestros centrados en desarrollar capacidades para analizar los datos de los desempeños de los estudiantes, así como diseñar estrategias para mejorar la planificación de aula y las prácticas de enseñanza (Arregui, 2008)

Desde la perspectiva de Cueto (2005) lo central es que los resultados de los exámenes no sigan siendo leídos por un sector minoritario de docentes, debe producirse una democratización en la circulación de dichos resultados de manera que estos sean entendidos y discutidos por los grupos a los que está dirigido, padres de familia, docentes, estudiantes, hacedores de la política pública, sociedad en general.

Cuando se trata de un examen como el de Colombia que sirve como criterio para clasificar los colegios y otorgar reconocimientos a los estudiantes de mejores resultados como becas para el ingreso a la universidad, es pertinente contemplar dos aspectos: primero, ser vigilantes para que no se llegue a distorsionar el proceso educativo, interpretándose que solo es válido enseñar aquello que se evalúa en la Prueba Saber reduciendo los procesos de enseñanza a la superación de estas pruebas, generando una excesiva preocupación de los docentes por “ enseñar la prueba” entrenando a los estudiantes para que aprendan a identificar respuestas correctas e incorrectas sin ninguna comprensión de las mismas (Perassi, 2008).

Segundo y consecuencia con punto anterior, ser vigilantes de no dejar de lado conocimientos y habilidades útiles en otros escenarios diferentes a la escuela, como la casa, la calle y los contextos comunitarios.

En consecuencia, más allá de las discusiones sobre la pertinencia de un modelo de enseñanza por competencias en un país como Colombia, lo que se requiere es una enseñanza pertinente para los estudiantes y no solo es pertinente aquello que se contempla en los exámenes estandarizados; además de cuestionar las competencias que exigen dichos exámenes, también es oportuno definir otros conocimientos no contemplados en ellos,  pero muy necesarios en la formación para la vida de los niños y jóvenes colombianos.

Los resultados de las pruebas Saber 11 pueden influir en muchos elementos del sistema educativo, incluidas las políticas educativas a diferente escala (Wolff, 2006), por ello es necesario problematizar el examen que tenemos hoy, y contemplar la forma de enriquecerlo con otros instrumentos de evaluación como preguntas de respuesta o final abierto, producción de textos, resolución de problemas (Esquivel 2006).

Así pues, es de vital importancia reflexionar sobre las competencias, los criterios y los niveles de desempeño que se han definido a la luz de unas metas de formación que no se limiten al éxito en las pruebas estandarizadas. Por ello tal como señala Ravela (2006), se requiere avanzar en la recolección de información de lo que realmente se enseña y se evalúa en las escuelas.

Referencias

Arregui, P. (2008). Uso de resultados de evaluaciones educativas a gran escala en América Latina. Santiago de Chile: Preal.

Cueto, S. (2005). Información empírica y desarrollo de políticas educativas en América Latina. Washington: Grupo de Análisis para el Desarrollo [Grade]–Diálogo Regional de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo.

Esquivel, J. M. (2006). El diseño de las pruebas para medir el logro académico: ¿referencia a normas o a criterios? En P. Arregui (ed.). Sobre estándares y evaluaciones en América Latina (82-97). Santiago de Chile: Preal-Editorial San Marino.

Perassi. Z. (2008). La evaluación en educación: Un campo de controversias. San Luis: Ediciones LAE. Laboratorio de alternativas educativas.

Wolff, L. (2006). Las evaluaciones educacionales en América Latina: avance actual y futuros desafíos. En P. Arregui (ed.). Sobre estándares y evaluaciones en América Latina (13-       52). Santiago de Chile: Preal-Editorial San Marino.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/que-hacer-con-los-resultados-de-las-pruebas-saber-11

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La CNTE y la estima pública de los maestros

14 de junio de 2017 / Fuente: http://www.excelsior.com.mx

Por: Carlos Ornelas

Juan Carlos Tedesco —quien falleció hace poco y dejó una herencia intelectual perdurable— fue defensor de los maestros. En lo que tal vez fue su último libro como autor individual, Educación y justicia social en América Latina (Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica y Universidad Nacional de San Martín, 2012), plantea las paradojas del entorno del gremio.

Yo espero que en algún momento, cuando nos sentemos con los sindicatos, cualquiera que sea en el ámbito educativo, hablemos de educación.
Silvano Aureoles, gobernador de Michoacán

Por un lado, nos dice, todos reconocen que la calidad de la educación depende de la calidad de los docentes. Pero, por otro lado, los gobiernos nacionales —acaso bajo la tutela de corrientes que impulsan organismos intergubernamentales, como el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos— aplican medidas que provocan desprestigio en la profesión docente. Se refiere a exámenes estandarizados, rankings, exigencias de realizar tareas que van más allá de sus labores ordinarias.

Asuntos que influyen para que los maestros sufran de pobre autoestima y estén desmoralizados. La visión de Tedesco no es complaciente ni echa toda la culpa a los gobiernos. Para él, esos fenómenos se asocian “al creciente corporativismo de las organizaciones gremiales y la debilidad de sus saberes profesionales”.

No conozco alguna encuesta reciente que mida la estima que la ciudadanía siente por los maestros. En las que conozco, que datan de la década pasada, los padres de familia manifiestan aprecio por el magisterio y sus tareas. La más completa, a mi juicio, fue la “Encuesta nacional sobre creencias, actitudes y valores de maestros y padres de familia de la educación básica en México: Encrave” (Este País/165/abril de 2005).

En la Encrave, “85% de los padres de familia están satisfechos con la educación que reciben sus hijos en la escuela donde estudian. Califican la educación que reciben sus hijos con 8.3 puntos de un máximo de 10, y consideran que los maestros están bien preparados (muy bien, 19%; bien, 61%), incluso mejor que cuando los padres fueron a la escuela (76%)”.

Esto contrasta con perspectivas de expertos y resultados de las evaluaciones del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. Desentona más todavía con los titulares de cierta prensa.

Las percepciones se modifican, no pienso que los padres de hoy ratifiquen sus posiciones de hace 12 años. Mucha agua ha corrido bajo el puente: la Alianza por la Calidad de la Educación; concursos por las plazas; evaluaciones para la permanencia en el empleo, y más demandas de profesionalización con la Reforma Educativa del gobierno de Peña Nieto. Sin embargo, conjeturo que, con excepción de las regiones donde la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación es la fuerza dominante entre los maestros, los padres seguirían aprobando, como en 2005, a los docentes y la educación pública.

En los territorios de la Coordinadora no se nota lo que hacen las escuelas y los buenos maestros. En Quadratín (4 de junio) aparece una entrevista con el gobernador de Michoacán, a raíz de un plantón de maestros de la Sección 18 frente a la Secretaría de Finanzas y Administración, en Morelia.

Silvano Aureoles, en tono de reclamo, expresó: “Si escuchan sus discursos, los maestros nunca hablan de educación, nunca hablan de los niños, nunca hablan de la problemática; hablan de bonos y de deudas pendientes y de rechazo a la Reforma Educativa”.

Pienso que el gobernador tiene razón. Los maestros disidentes hace mucho que abandonaron sus preocupaciones por la educación (que sí las tenían en los comienzos de la CNTE), pero, cuando lograron éxito con su estrategia de movilizaciones, colonizaron la administración de la educación en sus territorios y tuvieron poder, olvidaron su magisterio. ¡El poder corrompe! Hoy, sus cantaletas, “Defensa de la escuela pública”, “no a la Reforma Educativa”, suenan huecas.

El problema es que, al realizar actos de sabotaje a la convivencia ciudadana, los maestros disidentes no sólo abonan a su desprestigio, la plaza pública se lo carga a todos los maestros.

No se trata de corregir la plana a Tedesco —su argumento es sólido como la roca— sino de agregar un componente que, en un análisis que cubre todo el bosque latinoamericano, se pueden perder de vista algunos árboles: las movilizaciones de la CNTE fertilizan el desprestigio y la baja moral del magisterio como un todo.

Fuente artículo: http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/2017/06/07/1168241

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Paria

Por: Ilka Olivia Corado

De niña recuerdo que después de vender helados en el mercado los fines de semana, regresaba a la casa al filo de las dos de la tarde, (entre semana a las 12:30 porque a la 1 entraba a estudiar) y agarrábamos camino con mis amigos, costal en la mano cada uno, a recoger basura de casa en casa para irla a tirar al barranco, nos pagaban 25 centavos por costal.

Con mi hielera al hombro corría atrás de los autobuses suplicándoles a los pilotos que me dejaran subir, para vender mis helados, al pedalazo me subía y me bajaba porque nunca detenían la camioneta completamente.

Corríamos a escondernos del cobrador del mercado porque todos los días quería tirarnos los helados a la basura, estorbábamos en el corredor.

Nos juntábamos a las 3 de la mañana en la esquina de la cantina Las Galaxias, para agarrar camino hacia La Fresera, finca que quedaba a las orillas de la aldea Zorzoyá, en San Lucas Sacatepéquez, caminábamos 20 kilómetros de ida y 20 ed regreso, entre las montañas verde botella. Allá éramos jornaleros y trabajábamos de sol a sol en el corte de fresas. Yo tenía 8 años entonces.

Un día dijo mi mamá que sería buena idea ir a vender pupusas, helados y atoles y así lo hicimos. Mi papá y mi mamá con su hielera cada uno y las dos hijas mayores con la nuestra, dejábamos todo fiado para cobrar a fin de mes. Aquellos guindos y aquellas arboledas, fueron testigos de nuestro cansancio físico de nuestra ilusión.

Cuando llegaba fin de mes y no tenía para pagar la colegiatura, en la aborrotería de la esquina del bulevar central y la calle Eúfrates, pedía fiado un doble litro de Coca Cola, mientras ofrecía los helados en el mercado, hacía papelitos con números y me iba de puesto en puesto, a ofrecerles a los vendedores los números para la rifa de un doble litro de gaseosa; a veces a diez centavos y otras a veinticinco. Gastaba Q2.50 y me quedaban Q2.50 y cuando tenía suerte Q5.00.

Para las navidades hacía adornos navideños, con el papel celofán, manila y crepe que pedía fiado en la miscelánea de Juan, otro vendedor del mercado. Los hacía por las noches después de haber acabo del oficio en la casa, a la mañana siguiente los llevaba a vender al mercado, a cincuenta centavos, un quetzal y ahí iba juntando para mi inscripción, el uniforme, para los zapatos o los útiles. Copiaba los diseños de los adornos que miraba en al televisión en los anuncios de Navidad.

Por las tardes al filo del anochecer íbamos a vencer pupusas de chicharrón y atol, al destacamento militar, caminábamos cinco kilómetros, de ida y cinco de vuelta. Más de una vez trabajé de ayudante de albañil y de ayudante de zapatero.

Cuando mi papá era piloto de autobús y no tenía ayudante, me llevaba a mí, yo era la cobradora, la que subía los quintales en el hombro, a la parrilla. Y me colgaba de la puerta de la camioneta, columpiándome y gritando, ¡Terrazas, Ciudad Peronia, La Fuente! Eso fue en mi adolescencia.

Cuando estudié magisterio, a las cinco de la mañana les pedía prestados cinco quetzales, a mis tías o a las vecinas, para el pasaje y para comprar naranjas en el mercado La Placita, a la hora del recreo las vendía peladas, con pepita y sal, a las 9 de la noche iba a devolver el dinero que me habían prestado en la madrugada.

Mi infancia y adolescencia me la pasé con una mudada y un par de zapatos. De los sostenes supe hasta cuando ya tenía zarazas las tetas. De las toallas sanitarias hasta que tuvimos dinero para comprarlas. El desodorante y la pasta dental eran lujos de dos veces el año. Usábamos limón como desodorante y sal y ceniza para cepillarnos los dientes.
Dormíamos las cuatro crías en una cama de metal con la pata coja, un poncho de Totonicapán y una sábana de Tierra Fría nos cubrían de sereno de la madrugada que goteaba de la lámina. Un pedazo de tela, como cancel nos separaba del cuarto de mis papás, de la sala y la cocina, que eran uno solo en aquella casa de mi infancia.
Las ventanas las tuvimos de cartón, cajas que nos regalaban en el mercado, cuando no estaba construido y los vendedores ponían sobre unos costales sus ventas, sobre el suelo. El piso de talpetate por donde caminaban gallinas, cabras, patos, perros y de cuando en cuando los marranos.

Cuando emigré, el primer día de trabajo me caí por las gradas del sótano de una mansión de judíos, me enredé con el cable de la aspiradora, en mi vida había visto una animala de esas, desperté tirada en el suelo, empapada de cloro; el bote que llevaba en la mano se destapó con la caída y me manchó la ropa, una mudada que con gran esfuerzo habíamos comprado en una tienda de ropa usada, porque a Estados Unidos llegué con lo puesto. Estaba ahí tirada al final de las gradas alfombradas, rodeada de gente a la que veía borrosa y que me hablaba y yo no entendía lo que me decían, yo no entendía ni el saludo en inglés y mucho menos lo hablaba. Así fue mi bienvenida al trabajo del servicio doméstico.

Yo no olvido, las tantas veces que el cobrador del mercado nos perseguía, para tirarnos los helados. Ni las innumerables ocasiones que corrí atrás de los autobuses y las tantas que me caí intentando ganarme el sustento. No olvido las tantas veces que me discriminaron, por negra, por paria, por arrabalera, por vendedora de mercado. No olvido el olor de la basura que cargaba en mis hombros de niña, en camino al barranco. Ni las tantas veces que el cansancio nos venció a media montaña en camino a La Fresera. Ni los insultos del caporal, ni la explotación laboral que nos hacía el dueño de la finca. No olvido las tantas veces que no nos pagó la medida en su peso cabal.

No olvido las tardes en camino al destacamento, entre las hortalizas y el musgo blanco de los cipreses del caminón, el dolor de la espalda por el peso del atol, de los plátanos fritos, de las pupusas de chicharrón, los chocobananos y los helados.

No olvido las veces que pedí fiado para comer, ni las veces que toqué puertas ajenas en la madrugada para pedir prestado para ir a estudiar.

No olvido la frustración, el cansancio, el dolor, la rabia, la amargura, la miseria, la exclusión que me viví.
No olvido los sueños rotos, las puertas cerradas en mi nariz, no olvido las tantas veces que me gritaron negra percudida, por mi color de piel. Ni las tantas que el agua del invierno entró por la suela de mis zapatos. Ni las calcetas remendadas, ni las tripas chirriando de hambre, nuestra escases. No lo olvido.

Como no olvido a quienes parias como yo, compraron los numeritos de las rifas del doble litro de Coca Cola, ni a los vendedores de la abarrotería que me los dieron fiados. Ni a los vendedores de mercado que escondían las hieleras cuando el cobraror nos buscaba. Ni a los soldados rasos que nos compraban en el destacamento y nos acompañaban en la noche, en el caminón para cuidar que no nos pasara nada.

Yo no olvido, de dónde vengo, yo no olvido de qué estoy hecha. ¿Por qué entonces debería negar que soy paria? ¿Por qué bebería negar mi memoria? ¿Olvidar a quienes parias como yo me metieron el hombro para que yo estudiara y saliera del corredor del mercado? A los pilotos de autobús me dejaban subir a vender mis helados. A los jornaleros de La Fresera que compraban lo que llevábamos a vender. ¿Por qué ahora debería fanfarronear con que soy escritora y poeta? ¿Por qué ahora debería olvidar a quienes me vieron cuando fui completamente invisible para la sociedad?

¿Por qué ahora descaradamente me podría etiquetas que no me corresponden? ¿Por el nombre de otros? ¿Por la luz de otros? En la invisibilidad de la miseria y la exclusión, también hay vida, sueños, luchas, solidaridad. Y es ahí a donde yo pertenezco.

Y cuando digo paria, reafirmo mi herencia milenaria, mi memoria y mi identidad. Reafirmo que soy vendedora de mercado. ¿Por qué tendría que negar la dignidad de los excluidos de todos los tiempos? A ellos mi letra, mi vida y mi poesía. Lo demás son babosadas.

Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=227844&titular=paria-

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Paro de Maestros, tiempo para repensar la carrera docente.

La puja entre el Ministerio de Educación y los Maestros sigue sin asomo de conciliación. Con este tire y afloje es difícil saber por dónde se va a romper la cuerda, lo que si es cierto es que si no se toman medidas radicales y estructurales va pasar lo del paro de 2015; es decir, nada. En esta columna se lanza una reflexión inicial sobre la carrera docente que requiere el país.

Por: Hernando Bayona Rodríguez.

La puja entre el Ministerio de Educación y los Maestros, representados por Fecode, sigue sin asomo de conciliación. Entre más pasa el tiempo los maestros suben el tono de sus peticiones y le han venido ganado terreno al Ministerio, y también 1.18 billones de pesos al presupuesto en educación. Lo que se ve en las calles, que poco muestran los medios de comunicación, son maestros empoderados y dolidos por el trato que se les da, maestros convencidos de que esta es la hora de dar la pelea. Por su parte, y como respuesta a este fortalecimiento del Magisterio, la Ministra también está subiendo la voz, anunciando descuentos en los salarios, reposición del tiempo y la novedad de hoy es que ya salió el Gobierno a reprimir las protestas con bolillo en mano.

Con este tire y afloje es difícil saber por dónde se va a romper la cuerda, lo que si es cierto es que si no se toman medidas radicales y estructurales va pasar lo del paro de 2015; es decir, nada. La pregunta del millón es: ¿Cuáles son esos cambios estructurales? Si la respuesta fuera simple ya se habría resuelto el asunto hace rato. Sin embargo, por algún lado hay que arrancar con los “cambios estructurales” que requiere el sistema educativo colombiano. De lo que no tengo duda, es que no podemos dejar el destino del sistema educativo al libre mercado, como han sugerido tantos economistas en el pasado.

Me atrevo a enunciar un “cambio estructural” que puede recoger gran parte del debate, sin que esto signifique que es la fórmula mágica. Me voy por este lado porque puede ser el más débil de la cadena que impide el avance de nuestro sistema educativo. Lo que no significa que debemos pensar en otros.

La carrera docente

La carrera docente debe ser el punto central de las discusiones para un cambio estructural del sistema educativo. Una gran cantidad de estudios recientes, y también el simple sentido común, indican que el docente es uno de los factores más importantes en el proceso de aprendizaje de los estudiantes, es por esta razón que definir una carrera docente resulta fundamental. La trasformación que se haga a la carrera docente debe ser tan fuerte que rompa con las actuales estructuras del mercado laboral que impiden atraer a los mejores.

El mercado laboral docente tiene particularmente tres segmentos. En el primer segmento están los colegios de élite que buscan profesores bilingües certificados internacionalmente. Este grupo de colegios cada vez menos contratan licenciados, prefiriendo profesionales en las diversas disciplinas. Las condiciones laborales en estos colegios son generalmente muy buenas, tienen salarios más altos que el promedio, posibilidad de ascender, estabilidad laboral, entre 25 y 28 horas de clase, y hasta doce meses de contrato al año; sin embargo, el acceso a un puesto en estos colegios es muy competitivo y difícil.

El segundo segmento del mercado laboral docente está formado por los colegios privados pequeños, o de barrio, que tienen grandes dificultades para subsistir con matrículas y pensiones muy bajas. Las condiciones laborales de los maestros son diametralmente diferentes a los colegios privados de élite. En general, los salarios son mucho más bajos, los contratos son máximo por diez meses, entre 30 y 35 horas de clase y la estabilidad laboral es poca. En la mayoría de los casos, la primera experiencia laboral de los licenciados es en este segmento de colegios.

El tercer segmento está conformado por los colegios oficiales, que para los maestros que están en el segundo segmento, es el Santo Grial. En otras palabras, todos los docentes que están en el segundo segmento sueñan con aplicar y pasar algún día a una plaza en colegio público debido a las condiciones laborales. Los maestros estatales tienen 14 salarios al año (salarios, primas y todas las arandelas), estabilidad laboral, posibilidad de ascender (discutible actualmente), entre 22 y 25 horas de clase, siete semanas de vacaciones y 30 horas de permanencia en el colegio.

La actual configuración del mercado laboral docente es particularmente problemática, pues quienes estudian para ser profesores tienen como mercado laboral más factible, al salir de la universidad, el peor segmento de este. Lo anterior hace que esta profesión resulte poco atractiva para los recién egresados de los colegios quienes prefieran estudiar carreras diferentes a las licenciatura. Por lo anterior, hay que reformular una carrera docente que rompa con este grave problema que se le dejó al libre mercado.

Me aventuro a dar una postura frente a lo que se debería hacer para comenzar un cambio estructural en el sistema educativo arrancando por la carrera docente.

El ingreso a la carrera:

Actualmente los candidatos a la carrera docente en el sector público provienen principalmente de lo que he denominado el segundo segmento del mercado laboral docente. Si bien el concurso docente busca los mejores, estos son los mejores entre los que están en el segundo segmento. Para romper con este, que es el problema fundamental, se requiere que el ingreso a la carrera docente sea antes. Esto significa que los futuros maestros sean reclutados desde el colegio, donde los requisitos deben ser mínimo dos: 1) Pruebas Saber altas, estar en el cuartil más alto; y 2) aprobar una prueba vocacional hacia la docencia. El Estado debe pagar la educación universitaria y un sueldo de aprendiz a estos futuros maestros. Esta primera parte de la propuesta ya se ha probado sin mucho éxito, por ejemplo, Ser Pilo Paga para licenciaturas no fue particularmente popular. La razón del poco éxito se debe, entre otros factores, a la desconexión entre ofrecerle una beca los estudiantes y el enganche al mercado laboral. Si se le garantiza al futuro licenciado el ingreso al Magisterio, esto realmente podría ser atractivo. En esa dirección va esta propuesta.

Una vez el becario termine su licenciatura, el Estado le pedirá como retribución ir a las escuelas públicas que lo requiera por un periodo de tres años (con sueldo de profesor novel), en los cuales el profesor novel realizará su labor, la cual documentará en un portafolio y en compañía de un profesor mentor. Una vez pase los tres años, el profesor novel presentará el portafolio a un grupo de maestros mentores que decidirán si el profesor tiene las competencias necesarias y está listo para trabajar. Una vez el profesor pasa su periodo como novel, puede decidir si quedarse en el Magisterio o salir de este. En el caso que desee seguir, es nombrado como profesor (con salario de profesional) en periodo de prueba, que tendrá una duración de mínima de tres años y máximo de cinco que será superada al cumplir con dos condiciones: 1) Presentar satisfactoriamente su portafolio desarrollado durante los tres años; y 2) haber cursado la maestría en educación. Una vez cumpla con estos requisitos será nombrado de planta.

El ascenso

Los ascensos, en esta carrera docente que propongo, inician una vez el profesor es nombrado de planta (con sueldo de maestría). Los ascensos deberán tener como único requisito el proceso documentado de enseñanza-aprendizaje. Para esto, el docente debe presentar una valoración inicial de sus estudiantes y un plan de trabajo que dé cuenta sobre cómo se potencializará el desarrollo integral de sus estudiantes de acuerdo con sus características individuales. Al final de cada semestre el docente debe documentar los avances de sus estudiantes y los cambios al plan inicial derivado de los análisis semestrales. Todas las evidencias sobre el proceso de documentación hacen parte integral del portafolio del docente. Al finalizar el tercer año del proceso de documentación, el profesor presenta su portafolio a la junta evaluadora, quienes deciden si el docente cumplió con el plan propuesto y si ese plan sí fue efectivo para el proceso de aprendizaje de los estudiantes. El proceso anterior garantiza que el ascenso se debe a un ejercicio juicioso de la labor del docente donde prima los aprendizajes de los estudiantes, entendiendo la diversidad de los mismos.

El tiempo de trabajo y el sueldo:

En esta carrera docente los maestros estarán tiempo completo en la institución, lo que implica entre 25 y 30 horas de clase y una permanencia de 45 horas. Los docentes mentores tendrán menos carga académica con el fin de acompañar a los profesores noveles. Este número de horas es menor que, por ejemplo, el caso chileno en donde los profesores pueden tener hasta 33 horas de clase. Con relación a los sueldos, en esta carrera docente el sueldo podría ser 27% más alto que los sueldos actuales sin que esto implique un mayor gasto, ya que el mayor sueldo se vería compensado por el mayor número de horas que los profesores trabajan.

Por supuesto que soñar no cuesta nada, dirán muchos colegas. Sin embargo, no podemos hacer cambios estructurales si no tomamos decisiones radicales y ambiciosas. En una próxima entrega discutiré las externalidades positivas que esta propuesta puede traer y el tiempo que tardaría una implementación para todo el sistema educativo.

Fuente: http://lasillavacia.com/silla-llena/red-de-la-educacion/historia/paro-de-maestros-tiempo-para-repensar-la-carrera-docente

Imagen: http://otrasvoceseneducacion.org/wp-content/uploads/2017/05/colombia-2-750×410.jpg

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Examen absurdo, agonía inútil.

Por: Joseba Santamaria.

No ha llegado todavía a mi casa si todo va bien, será el año que viene, pero conozco a algunos de esos alumnos y alumnas que padecen estos días la prueba de la selectividad. Sé de sus nervios de los últimos días y de la tensión que viven desde el miércoles hasta finalizar hoy los exámenes. Es, seguramente, la prueba más absurda de todo el periplo educativo y académico.

Cambian las generaciones, los modelos educativos, los profesores y los alumnos, pero la prueba de selectividad se mantiene con modificaciones en el sistema -como este año-, desde 1975. Un obstáculo añadido, y bastante inútil, dado que aprueban la inmensa mayoría de los estudiantes que se presentan, en la larga carrera de la formación y cualificación que culmina, en este caso, en la universidad.

Quizá por lo absurdo de tener que examinarte después de haber finalizado el bachillerato -sería más lógico que la media de la suma de las notas de esos estudios fijase el acceso a la universidad-, es también el examen que más pone de los nervios. Una situación de tensión que se suma a la incertidumbre que suele acompañar estas mismas semanas ante la decisión de qué carrera elegir. No se trata de edulcorar la llamada cultura del esfuerzo -para bien o para mal, en eso te educa la propia vida, guste o no-, sino de ahorrar un sufrimiento absurdo por una prueba de más que es de dudosa utilidad.

¿Por qué prolongar la agonía, entonces? Un sinsentido más de un modelo educativo cada vez más obsoleto.

Fuente: http://www.noticiasdenavarra.com/2017/06/09/opinion/mesa-de-redaccion/examen-absurdo-agonia-inutil

Imagen: http://www.bromasaparte.com/wp-content/uploads/2015/05/20-respuestas-examenes-absurdas-14.jpg

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