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Los cristianos y la educación en el hogar

La pregunta de si los padres cristianos deberían hacer “homeschooling” se está haciendo cada vez más prominente con los últimos desarrollos en los sistemas educativos del mundo. La provincia de Ontario, Canadá, por ejemplo, ha introducido contenido radical sexual en su currículo de salud física, enseñando a los niños en el tercer grado sobre el matrimonio homosexual y la homosexualidad, y a los grados 6 y 7 sobre “masturbación, sexo oral, y anal”. Como dijo el erudito Dr. Scott Masson, el nuevo currículo de la educación sexual es “nada más que un experimento sobre nuestros hijos por parte de los niños de la revolución sexual”, y un cambio de “ignorar a los padres a operar explícitamente contra ellos”.

Desde entonces, un número creciente de familias cristianas han despertado a la realidad de que el sistema de educación pública no es verdaderamente “secular”, es decir, religiosamente neutral. Las presuposiciones religiosas son de hecho anticristianas, arraigadas en la filosofía de la Ilustración. Este racionalismo socava la cosmovisión cristiana al sugerir que el hombre puede llegar a algún conocimiento sobre la realidad, la ética, y la epistemología independientemente de Dios. Y por lo tanto, sin necesidad de Dios, el hombre puede resolver los problemas del mundo solo mediante la razón.

Por supuesto, esta concepción abstracta de la “razón” no existe. Lo que el hombre tiene es el entendimiento, y este entendimiento de la realidad, la ética, y el conocimiento puede ser verdadero o falso. Si se conforma a la palabra de Dios, entonces es la sabiduría de Dios (Prov. 9:10); pero si es contrario a la palabra de Dios, entonces es la necedad de este mundo, el pensamiento caído del hombre natural (Ef. 4:18). Por supuesto, el cristiano no tiene un entendimiento completamente verdadero, ya que todavía se ve afectado por los efectos noéticos (sobre la mente) del pecado, por eso es continuamente corregido por la palabra de Dios.

La razón por la que muchas familias cristianas se han apercibido de estas enseñanzas es porque todos, en algún momento, hemos creído en la idea de un espacio “neutral”. Esto es resultado del pensamiento de la Ilustración, enraizado en lo que los educadores propusieron como la teoría de la “pizarra en blanco” para la mente humana (tabula rasa). Este concepto niega la depravación de la humanidad y sugiere que el hombre nace con una pizarra neutral y en blanco, y por lo tanto no está formado y es irreligioso.

La educación, por lo tanto, es vista por el humanista como una herramienta por medio de la cual se puede traer la salvación de la humanidad. Esto a su vez propuso la división de lo secular y lo sagrado, relegando la religión a la esfera privada, e insistiendo en que todas las cosas en la esfera pública son irreligiosas y neutrales. Pero la educación no es neutral; de hecho, nada en la esfera pública es neutral, porque el hombre mismo no es un ser religiosamente neutral. Él está ya sea de acuerdo con el verdadero entendimiento —sujeto al señorío de Cristo— o desalineado con la necedad y en hostilidad contra Él. En el caso del sistema de educación pública canadiense, su filosofía humanista subyacente es la necedad y la rebelión moral.

Historia de la educación pública

Aunque las escuelas públicas de hoy son cada vez más humanistas, no siempre fueron así. Aunque las escuelas fueron fundadas y financiadas por el estado, el currículo y la naturaleza religiosa de la educación estaba en gran parte “bajo control local y extensamente dado a la influencia religiosa”.1 Esto explica por qué la lectura de la Biblia y la oración fueron integral a la jornada escolar. Los padres todavía eran considerados como los educadores primarios de sus hijos, y como resultado eran consultados, junto a los líderes cristianos de las comunidades Protestantes y Católicas. Sin embargo, con la filosofía de la Ilustración, la educación pública fue envenenada por presuposiciones humanistas y finalmente se convirtió en lo que es hoy.

Esto, por supuesto, no significa que los maestros cristianos dentro del sistema de educación pública están de acuerdo con la agenda del Estado y la filosofía de la Ilustración. Hay profesores cristianos que trabajan como misioneros dentro del campo, buscando de preservar el derecho de los padres e impactar, tanto como les sea posible, con las verdades de la Palabra.

Sin embargo, es muy posible ver un día cercano en que será virtualmente imposible ser un cristiano fiel en un sistema impío. Ese ya es el caso en el contexto canadiense. A los cristianos se les ha dicho que se conformen a las nuevas normas y la ética moral del estado, o que abandonen sus trabajos; por eso hay un creciente desempleo de maestros cristianos.

Alternativas cristianas

A medida que las familias han despertado a esta realidad —que al enviar a sus hijos a la Roma pagana, a menudo muchos regresan romanos— la necesidad de una educación cristiana se ha hecho cada vez más clara.

La educación cristiana ha tomado dos formas principales: la educación en el hogar (homeschooling), y la educación institucional.

Educación en casa

En homeschooling, los padres mantienen y ejercen su derecho de ser los educadores primarios de sus hijos. Y como sujetos a Dios, deben instruirlos en el camino del Señor, no solo teológicamente, sino en todos los aspectos de su currículo. Existen varios recursos disponibles que proporcionan currículos para los padres que se quedan en casa, incluyendo BJU Press. Un ejemplo de la exhaustividad de la educación cristiana se proporciona en el libro Biblical Worldview: Creation, Fall, Redemption [Cosmovisión bíblica: Creación, caída, redención] de Mark L. Ward.

Sin embargo, para proporcionar una educación saludable, los padres también deben evitar la inclinación de aislar a sus hijos de la cultura pública. Los niños, después de todo, no son educados para permanecer dentro de sus lugares “seguros”, sino para que pueden aprender a deconstruir las cosmovisiones antitéticas del mundo mientras aplican la verdad de Dios a cada área de la vida.

Nuestra tarea como padres, entonces, es educarlos y prepararlos para que puedan salir al mundo como misioneros en el sentido más amplio del término, proclamando un cristianismo exhaustivo.

Educación institucional

La otra alternativa para considerar es la educación cristiana a nivel institucional: escuelas cristianas privadas. Si es bíblicamente consistente, la escuela seguirá reconociendo a los padres como los principales educadores de sus hijos, pero como los padres han decidido, pueden delegar su enseñanza a un sistema de educación cristiana.

Hay varios excelentes ejemplos de escolarización cristiana, como el WCCA, que emplea un modelo clásico de educación cristiana. Esta educación implica enseñar a los estudiantes las herramientas del aprendizaje para cultivar un amor de aprendizaje por toda la vida (Fil. 4: 8), que al estudiar el mundo natural a través de la ciencia o apreciar las grandes obras de la música y las artes visuales, siempre son dirigidos a Dios como la fuente final de la verdad, la bondad, y la belleza.

Una tercera opción

Debido a la gracia común de Dios, en muchos países hispanohablantes la educación pública no ha abrazado por completo una enseñanza anticristiana. Así, escuchamos de hermanos en República Dominicana, trabajando dentro del sistema de enseñanza gubernamental y aun instituciones privadas, impactando sustancial y positivamente sus entidades educativas. Situaciones similares se viven en Guatemala, con diversas instituciones de principios cristianos que, si bien privadas, manejan costos accesibles para padres de clase media baja. Perú, Puerto Rico, Colombia, y otros países presentan testimonios similares.

Por tal razón, y por la gracia de Dios, es posible que en algunos casos, familias cristianas puedan verse involucradas en los sistemas seculares, sin poner en riesgo los valores de la Palabra, y aun siendo de testimonio a su alrededor. Por supuesto, eso requiere de una valentía especial, discernimiento de sus circunstancias, y profunda dependencia del Señor, junto a una iglesia sana.

El papel de la Iglesia

También debemos tener en cuenta que hay muchos padres que tal vez no son capaces de hacer homeschooling o inscribir a sus hijos en escuelas cristianas privadas debido a su situación financiera. Habiendo venido de una casa de bajos ingresos cuando era más joven, mis padres tuvieron que trabajar para cubrir nuestros modestos gastos de vida, y a menudo lo que se ganaba no era suficiente para ninguna de las alternativas. Como resultado de mi experiencia, tengo una gran simpatía por los padres que se encuentran incapaces de pagar tal educación cristiana. Esto presenta una valiosa oportunidad para que la iglesia ayude financieramente a tales padres, proporcionando becas o haciendo que la educación cristiana sea más asequible.

Ningún soldado es lanzado al campo de batalla sin el entrenamiento apropiado, primero debe ser entrenado antes de que pueda ser enviado a la batalla. El mismo principio se aplica a nuestros hijos, llamados a ser profetas, sacerdotes, y reyes de Dios. Si esperamos ver una iglesia fuerte y vibrante que sea capaz de crear y cultivar una cultura cristiana, primero debemos recuperar la educación de nuestros hijos. Y de ninguna manera podemos dejárselo al estado o a aquellos que no conocen a Dios.


[1] Rousas J. Rushdoony, Intellectual Schizophrenia: Culture, Crisis and Education (Vallecito, CA: Ross House Books, 2002), 59.
Steven Martins es Apologista y Erudito en Residencia en el Ezra Institute for Contemporary Christianity. Tiene una Licenciatura en Administración de Recursos Humanos de la Universidad de York, y está estudiando para su Maestría en Artes en Apologética Cristiana en el Seminario Evangélico de Veritas.

Fuente del Artículo:

https://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/los-cristianos-y-la-educacion-en-el-hogar

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Argentina. Enfoques cooperativos; Hoy: Los límites de una educación en crisis

Por José Yorg, el cooperario

La conclusión es que la actual educación no resuelve esta cuestión fundamental, referida a su orientación formativa, hablamos de que se forjan mentalidades, diríamos directamente, de “buscadores de empleos” y no de “generadores de empresas”.

sistema educativo

El sistema educativo argentino no está concebido ni estructurado para desarrollar procesos de enseñanza-aprendizaje para lograr mentalidad emprendedora.

“La única persona que esta educada es la que ha aprendido cómo aprender y cambiar”. Carl Rogers

Sabemos y celebramos todos los intentos y diversas prácticas desenvueltas en el ámbito educativo argentino tendientes a propiciar educación emprendedora. Sin embargo, nosotros mantenemos una visión crítica y más amplia de la cuestión, más global, más sistémica.

Ponemos nuestra mirada en lo profundo de la crisis educativa y encontramos en nuestras indagaciones muchas causas que explican las razones de tal crisis, pero nos detenemos en una: en la esencia que nos evoca  Adriana Puiggrós sobre la crítica que realizó Juan Bautista Alberdi (1810-1884) a la concepción pedagógica rivadaviana (B.R. 1780 -1842) como “enciclopedismo, abstracción estéril y la renuencia a vincular el trabajo con la educación”.

Han transcurrido más “de ciento cincuenta años de aquella crítica breve pero demoledora” en que el  sistema educativo argentino no está aún concebido ni estructurado para desarrollar procesos de enseñanza-aprendizaje para lograr mentalidad emprendedora, son los límites de una educación en crisis y acotada.

La conclusión es que la actual educación no resuelve esta cuestión fundamental, referida a su orientación formativa, hablamos de que se forjan mentalidades, diríamos directamente, de “buscadores de empleos” y no de “generadores de empresas”.

La pedagogía y didáctica cooperativa posee los atributos que envuelven lo solidario, lo fraterno, lo social, la forja del trabajo en equipos, el desarrollo de habilidades, destrezas y capacidades de gestión y administración empresarial, va más allá de la vinculación educación-trabajo, va hacia la mentalidad empresarial.

La educación cooperativa se concreta de manera teórica y práctica.

Siguiendo a Adriana en su libro “Qué pasó en la educación: Breve historia desde la conquista hasta el presente”, además de deleitarnos, aprendemos que Alberdi reprochó no “haberse creado un “Colegio de Ciencias Exactas y Aplicadas a la Industria”. Hay que formar al productor, meter la modernización en las costumbres de la gente, imbuirla de la fiebre de actividad y de empresa de los yanquis, hacer obligatorio el aprendizaje del inglés en lugar del latín, multiplicar las escuelas de industria y de comercio, desplazar al clero del lugar de los educadores”.

Compartimos con la apreciada y valorada autora de que “Alberdi ha sido criticado por el nacionalismo popular y por algunos sectores de izquierda por su desvalorización de las cualidades argentinas para producir el progreso. Hay, sin embargo, elementos de enorme lucidez y previsión prospectiva que hoy no podemos dejar de resaltar. Lo que reclamaba Alberdi era cierto sentido de realidad, cierta renuncia a la soberbia, cierta comprensión de que para levantar, unir y hacer prosperar a la sociedad que amparaba a todos los argentinos, era necesario invertir trabajo y esfuerzo”.

Pero la concepción de Alberdi tuvo un tope, un obstáculo lamentable: sólo concibió al sujeto pedagógico como una proyección de la cultura francesa, de la laboriosidad inglesa, de la eficiencia norteamericana. Igual que Sarmiento,( 1811-1888) borró al sujeto social real y volvió abstracta su propuesta educativa, que podría haber sido democrática y vinculada con la realidad nacional”.

Entonces, en pleno  siglo XXI es, a nuestro modesto criterio, hora de pensar y plasmar una educación que resuelva amigablemente esta crisis sistémica, dañina socialmente.

¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!

 Fuente del Artículo:

Argentina. Enfoques cooperativos; Hoy: Los límites de una educación en crisis

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El derecho a la educación en riesgo… electoral

Por Bonifacio Barba

No se trata aquí de los riesgos del derecho a la educación considerados de forma común a propósito de las características insuficientes o inadecuadas de las políticas educativas, sino de uno que proviene de una actividad que debería aportarle al derecho certeza, sustento, garantía, como es el caso de la elección de autoridades, en particular las de gobernadores, de hace unos días.

Ya había experimentado la sociedad mexicana la disolución del Pacto por México como señal de compromiso de los tres principales partidos políticos de que iban a poner las necesidades de la nación como objeto primordial de sus acciones; resuena en el pasado el tercer objetivo relativo a la educación: “que el Estado mexicano recupere la rectoría del sistema educativo nacional, manteniendo el principio de laicidad”. La mencionada recuperación requiere un Estado con instituciones fuertes, en todos sus ámbitos, incluida la electoral, una de las fuentes de legitimidad de la autoridad del gobernante.

No obstante, de modo contradictorio, en las últimas elecciones estatales, sobre todo en la del estado de México, la actividad electoral disputó algo que rebasa el gobierno de ese estado: la lucha fue por el símbolo del poder de la elección presidencial del 2018, y en función de ello el partido en el gobierno sacó todas sus viejas maneras  -y algunas renovadas con tecnología- de comprar, cooptar y amedrentar el voto. Una primera pregunta: ¿cómo puede un gobierno que violenta los derechos políticos garantizar el de educación, que en sus principios contiene el de la democracia, principio que es un rasgo constitucional de la República? Dilapidan y burlan el esfuerzo de muchas generaciones de mexicanos.

El candidato Alfredo del Mazo, en algún momento de su campaña, declaró: “De nuestro triunfo depende el futuro del priismo; depende el futuro de este País” (Reforma, 29 de mayo de 2017: 8, Nacional). Si la primera parte es ya una sobrevaloración, la segunda no encuentra ningún escenario de la realidad mexicana sobre el cual asentarse, a menos claro, que indicara la conciencia del daño que este partido hace al país, pero esta interpretación no es nada probable. Tal vez ni siquiera hubo traición del inconsciente, sino la expresión simple, perjudicial de la confusión de la nación con el partido.

El PRI, inicia sus Estatutos declarando esto: “El Partido Revolucionario Institucional es un Partido político nacional, popular, democrático, progresista e incluyente, comprometido con las causas de la sociedad; los superiores intereses de la Nación; los principios de la Revolución Mexicana y sus contenidos ideológicos plasmados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que se inscribe en la corriente socialdemócrata de los Partidos políticos contemporáneos” (Artículo 1, http://pri.org.mx/SomosPRI/Documentos/Estatutos2014.pdf). No se mostró un organismo político democrático ni incluyente ocupado de los intereses de nación; no les reconoce superioridad política; tampoco se mostró, claro está, nada de socialdemocracia.

Segunda pregunta: ¿para qué estas palabras si su acción las niega? Y buscando seguramente la exculpación, después de un proceso electoral en el que se sembró la  inequidad y discordia, se llama a la unidad, al trabajo para atender las necesidades de la sociedad, siendo una de ellas el respeto a los principios de la democracia, pero no teóricos, sino como están establecidos en la Constitución de la República. Se vive una contradicción lógica y práctica. Así pues, ¿por qué está en riesgo el derecho a la educación? Por varios motivos; indiquemos tres.

  1. Los derechos humanos son indivisibles, y estas formas de llegar al poder público  violentan esa unidad de sentido y de responsabilidad gubernamental. ¿Cómo garantizarán uno si violentan otro destruyéndole su objeto a garantizar: la expresión de la voluntad libre?
  2. Las autoridades ejecutivas de la federación y de los estados con gobierno priista y la autoridades electorales no resguardaron el derecho ciudadano y, desde luego, se deslegitimaron produciendo un daño a la vida social. No es responsabilidad de los poderes ejecutivos organizar ferias de servicios en tiempos preelectorales o actuar con inmediatismos para resolver necesidades de la población. Por el contrario, las autoridades  tienen una obligación constitucional que olvidan, promover el “desarrollo nacional para garantizar que éste sea integral y sustentable, que fortalezca la Soberanía de la Nación y su régimen democrático y que, mediante la competitividad, el fomento del crecimiento económico y el empleo y una más justa distribución del ingreso y la riqueza, permita el pleno ejercicio de la libertad y la dignidad de los individuos, grupos y clases sociales, cuya seguridad protege esta Constitución”. (Artículo 25 de la Constitución).
  3.  Con actuaciones que distorsionan los procesos electorales los gobiernos le quitan sustento a la reforma educativa, a su modelo, cuyo lema es Educar para la libertad y la creatividad. Si se pretendía reconocer la escuela al centro, será difícil, pues en las elecciones ponen en el centro el poder y este subordina a la escuela, busca el control de la sociedad, limitando o negando la libertad.

Deben salir de su confusión moral; es esencial a los derechos considerar a cada persona humana como un fin en sí misma, jamás como un medio.

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El derecho a la educación en riesgo… electoral

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Violencia escolar: un conflicto en crecimiento

Por Carlos Ornelas

Para resolver un problema —reza una proposición de política— primero hay que conocerlo. Y reconocer que existe, pudiera agregarse. Informes de la Secretaría de Educación Pública, del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, incluso del Poder Legislativo, documentan que la violencia escolar va en aumento. La prensa y los medios se encargan de divulgar los hechos extremos; algunos con amarillismo y hasta morbo.

En la academia también crece el interés por estudiar la violencia escolar. Cada institución, académicos —y sus estudiantes— escogen estrategias de análisis diversas y se enfocan en un asunto en particular. Todos construyen conocimiento, pero es parcial, de casos o sólo de uno o pocos aspectos de la violencia.

En enero de este año, el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo, que rastrea la labor de los Estados miembros de la UNESCO para conseguir Las Metas del Milenio, publicó un informe, “Decidamos cómo medir la violencia en las escuelas”. Es un llamado a gobiernos e instituciones nacionales para documentar, cuantificar y catalogar los actos de violencia escolar. El propósito: diseñar estrategias locales y globales para combatir ese desarreglo social.

Este informe no se centra en un solo aspecto de la violencia escolar. El inventario es amplio: intimidación, castigo corporal, abuso verbal y emocional, hostigamiento sexual y agresión. Además, actividad de pandillas y presencia de armas en los recintos escolares.

También llama la atención en el hecho de que las formas más comunes y generalizadas suelen pasar desapercibidas, aunque son las que causan mayor daño a la experiencia educativa de niños y adolescentes. En una sola oración, sintetiza el drama de por qué no se adquiere mayor conocimiento ni se divulga más información: “a menudo involucrar tabúes”. Como agresión a docentes, que casi no se menciona en estudios nacionales.

El informe de la UNESCO sintetiza datos de pesquisas nacionales e internacionales que presentan un panorama calamitoso. Por ejemplo, cita una encuesta nacional representativa sobre la violencia contra los docentes en Alemania: alrededor de 23% de los encuestados había sido objeto de abuso, difamación, intimidación, amenazas o acoso, al menos una vez en los últimos cinco años. Según la encuesta, durante este periodo, seis por ciento de los profesores había sido agredido por estudiantes.

Si eso pasa en Alemania, donde el Estado monopoliza la violencia legítima, ¿qué podemos esperar en México?

Si bien es cierto que las teorías de la reproducción de las relaciones sociales por medio de la escuela ya no tienen el atractivo que tuvieron hasta los 80, la escuela no es una institución aislada de la sociedad. Buena parte de la violencia que se observa entre niños y adolescentes nace en la familia, el entorno de las comunidades y los medios de comunicación.

En amplias zonas de la geografía de México impera la brutalidad; no sólo la violencia criminal: pleitos entre y al interior de las comunidades, riñas entre vecinos, linchamientos de ladrones pobres diablos —a los grandes y de cuello blanco nunca los atrapan— reyertas por cualquier accidente de tránsito. Aunque recelo, sé que hay policías buenos y competentes. Pero otros participan en actos que se supone deben prevenir y sancionar.

La violencia es un embarazo del Estado mexicano. Es un asunto en el que las instituciones y los mandos han fallado. La impunidad y la corrupción abonan a la violencia que se reproduce en las escuelas, aunque —vaya ironía— es allí donde puede encontrarse la solución de plazo largo. Digo, si en lapsos breves el Estado hace su tarea, genera conocimiento, reconoce el problema y ataca de frente la violencia en el ámbito social.

Fuente del Artículo:

Violencia escolar: un conflicto en crecimiento

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Trump Versus Comey: The Politics of Lawlessness, Lying and Fake News

by Henry A. Giroux
Contributing editor

Donald Trump’s firing of James Comey as the director of the FBI has caused a firestorm around the country, but for the wrong reasons. Rather than see Trump’s actions as another example of the unraveling of a lawless and crooked government, the mainstream press largely focused on the question of whether Trump or Comey are lying. Even worse, the debate in some quarters has degenerated into the personal issue and question of whose side one is on regarding the testimony.  Testifying before a Senate Intelligence Committee, Comey claimed that in meetings with the president, Trump had not only asked him if he wanted to keep his job, but also demanded what amounted to a loyalty pledge from him. Comey saw these interventions as an attempt to develop a patronage relationship with him and viewed them as part of a larger attempt to derail an FBI investigation into National Security Adviser Michael Flynn’s links to Russia. What Comey implies but does not state directly is that Trump wanted to turn the FBI into the loyal arm and accomplished agent of corrupt political power.

Comey also stated that he did not want to be alone with the president, going so far as to ask Jeff Sessions, the Attorney General to make sure in the future that such meetings would not take place because he did not trust Trump.  Comey also accused Trump of lying about the FBI being in disarray, slandering him, and misrepresenting the reasons for his firing.  And most importantly, Trump had possibly engaged in an obstruction of justice. In fact, Comey was so distrustful of Trump that he took notes of his exchanges with him and leaked the content of some of the memos to a friend at Columbia University who passed on the contents to a reporter at The New York Times. Comey stated outright he leaked the information because he thought Trump would lie about their conversations and that he wanted to prompt the appointment of a special counsel.

Suffering from what appears to be malignant narcissism and a pathological contempt for the truth, Trump has tweeted that Comey’s testimony had vindicated him and that Comey was a liar and a leaker. Of course, Trump made no mention of the fact that Comey leaked non-classified information because he did not trust anyone at the Department of Justice, especially since it was  led by Trump’s crony, Jeff Sessions. Since it goes without question that Trump is a serial liar, there is a certain irony in Trump accusing Comey, a lifelong Republican and highly respected director of the FBI, of lying. As Mehdi Hasan, appearing on Democracy Now, observes:

            From a political point of view, we know that one of the biggest flaws in Donald Trump’s presidency, his candidacy, his ability to be president, is that he’s a serial fabricator. Now you have the former top law enforcement officer of this country going in front of the Senate, under oath, saying he—that, you know, “Those are lies, plain and simple,” he said, referring to Trump’s description of his firing. He said, “I was worried he would lie.” He says, “I was worried about the nature of the man.” …And there was a quite funny tweet that went viral last night, which said, you know, “Trump is saying he’s a liar. Comey is saying Trump’s a liar. Well, who do you believe? Do you believe an FBI director who served under two—who served under three presidents from two parties? Or do you believe the guy who said Obama was born in Kenya? And, you know, that’s what faces us today.” [1]

Let’s be clear. Trump is a salesman and a bully. He constantly assumes the macho swagger of a loud TV used car salesman in an annoying commercial while at the same time, as Rebecca Solnit observes, he bullies facts and truths as well as friends and acquaintances. He is obsessed with power and prides himself on the language of command, loyalty, and humiliation. His biggest fear is that the United States still retains the memory of a real democracy.

Trump cannot be trusted because he not only infects political discourse with a discourse of hate, bigotry, and lies, but also because he has allowed an ideology to take over the White House built on the use of a species of fake news in which the truth is distorted for ideological, political, or commercial reasons. Under the Trump administration, lying and fake news have become an industry and tool of power. All administrations and governments lie, but under Trump lying has become normalized, a calling card for corruption and lawlessness, one that provides the foundation for authoritarianism.

A democracy cannot exist without informed citizens and public spheres and educational apparatuses that uphold standards of truth, honesty, evidence, facts, and justice. Under Trump, fake news has become a weaponized policy for legitimating ignorance and civic illiteracy. Not only has Trump lied repeatedly, he has attacked the critical media, claimed journalists are enemies of the American people, and argued that the media is the opposition party. There is more at stake here than the threat of censorship or the normalization of lying, there is also an attack on traditional sources of information and the public spheres that produce them. Trump’s government has become a powerful disimagination machine in which the distinction between fact and fiction, reality and fantasy are erased. Trump has democratized the flow of disinformation and in doing so has aligned himself with a culture of immediacy, sensationalism, and theater where thoughtful reading, informed judgments, and a respect for the facts disappear. Trump’s propagation of fake news as a way to discredit facts, if not thinking itself, operates in the service of violence because it infantilizes and depoliticizes the wider public creating what Viktor Frankl has called in a different context, “the mask of nihilism.”[2]  Trump capitalizes on a digital culture of immediacy and short attention spans in which complexity collapses in a barrage of tweets and the need for a narrative that offers a sense of consistency, a respite from fear, and a vision of the future in which people no longer experience a sense of invisibility.

Trump’s attack on Comey goes beyond a personal insult and act of egregious lying if not an obstruction of justice, it is also a register of his attempt to discredit criticism and the shared public reality among institutions that is central to a democracy. In an age in which the dissolution of public goods and the public sphere have been underway since the late 1970s, Trump attempts to both depoliticize and bind the American people through a kind of dystopian legitimacy in which words no longer matter and anything can be said functions largely to undermine the capacity for truth telling and political speech itself.  Under the Trump regime, consistent narratives rooted in forms of civic illiteracy and a deep distrust of the truth and the ethical imagination have become the glue of authoritarian power. All of which is reinforced by a disdain for measured arguments, an embrace of the spectacle, and an alignment with a banal theater of celebrity culture. In this context, rumors are more important than truth telling and in this theater of the absurd society loses its auto-immune system as a safeguard against lies, corruption, and authoritarianism. In a culture of short attention spans, Trump provides the lies and theater that offer up a tsunami of misrepresentations and values in which thinking is done by others, power is exercised by a ruling elite, and people are urged to dispense narrating their  own experiences and give up their ability to govern rather than be governed. Trump offers his followers a world in which nothing is connected, diversion functions as theater, destabilized perceptions reinforce a politics that turns into a pathology and community becomes dystopian, unconnected to any viable democratic reality.

Roger Berkowitz in a brilliant analysis of Trump and his followers that draws upon the work of Hannah Arendt argues that his supporters don’t care about his lies or immunity to facts. What they prefer is a consistent narrative of a reality in which they are a part. Berkowitz is worth citing at length. He writes:

The reason fact-checking is ineffective today — at least in convincing those who are members of movements — is that the mobilized members of a movement are confounded by a world resistant to their wishes and prefer the promise of a consistent alternate world to reality. When Donald Trump says he’s going to build a wall to protect our borders, he is not making a factual statement that an actual wall will actually protect our borders; he is signaling a politically incorrect willingness to put America first. When he says that there was massive voter fraud or boasts about the size of his inauguration crowd, he is not speaking about actual facts, but is insisting that his election was legitimate. ‘What convinces masses are not facts, and not even invented facts, but only the consistency of the system of which they are presumably part.’ Leaders of these mass totalitarian movements do not need to believe in the truth of their lies and ideological clichés. The point of their fabrications is not to establish facts, but to create a coherent fictional reality. What a movement demands of its leaders is the articulation of a consistent narrative combined with the ability to abolish the capacity for distinguishing between   truth and falsehood, between reality and fiction.[3]

As important as the Trump-Comey affair is, it runs the risk of both turning politics into theater and reinforcing what Todd Gitlin refers to as Trump’s support for an “apocalyptic nationalism, the point of which is to belong, not to believe. You belong by affirming. To win, you don’t need reasons anymore, only power.”[4] Trump values loyalty over integrity and he lies in part to test the loyalty of those who both follow him and align themselves with his power. The Trump-Comey affair must be understood within a broader attack on the fundamentals of education, critical modes of agency, and democracy itself.  This is especially important at a time when the United States is no longer a functioning democracy and is in the presence of what Zygmunt Bauman and Leonidas Donskis refer to as “the emergence of modern barbarity.”[5]  Trump’s discourse of lies, misrepresentations, and fakery give new meaning to what it means to acknowledge that education is at the center of politics because it is crucial in the struggle over consciousness, values, identity, and agency. Ignorance in the service of education targets the darkness and reinforces and thrives on civic illiteracy. Trump’s fake news machine is about more than lying, it is about using all of the tools and resources for education to create a dystopia in which authoritarianism exercises the raw power of ignorance and control.

Artists, educators, young people, and others need to make the virtue of truth-telling visible again. We need to connect democracy with a notion of truth-telling and consciousness that is on the side of economic and political justice, and democracy itself. If we are going to fight for and with the powerless, we have to understand their needs, speak to and with them in a language mutually understandable, and create narratives in which they can both identify themselves and the conditions through which power and oppression bear down on their lives. This is not an easy task, but nothing less than justice, democracy, and the planet itself are at risk.

 


 

[1] Amy Goodman, “Is the President a “Serial Fabricator”? Fired FBI Director Comey Says Trump Repeatedly Lies,” Democracy Now (June 9, 2017). Online: https://www.democracynow.org/2017/6/9/is_the_president_a_serial_fabricator

[2] Tom McWilliam, “Death of the Word?,” Arena Magazine, Issue No. 134, (April/May 2015), 41.

[3] Roger Berkowitz, “Why Arendt Matters: Revisiting “the Origins of Totalitarianism”,” Los Angeles Review of Books, [March 18, 2017].Online: https://lareviewofbooks.org/article/arendt-matters-revisiting-origins-totalitarianism/

[4] Todd Gitlin, “The Management of Unleashed Insanity,” CommonDreams (March 17, 2017). Online: http://www.commondreams.org/views/2017/03/17/management-unleashed-insanity

[5] Zygmunt Bauman and Leonidas Donskis, Liquid Evil (London: Polity, 2016), p. 79.

Source:

Henry Giroux: Trump vs. Comey

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¿Y en verano qué? ¿Quiénes siguen aprendiendo?

Por: Jaume Carbonell

Uno de los logros más significativos del siglo XX en los países desarrollados es el de la plena escolarización obligatoria. Una conquista que en España fue mucho más tardía debido a la desidia de la dictadura franquista hacia la cultura. Sirva solo este dato como botón de muestra: en el año 1966 un millón de niños aún no asistía a la escuela. Pero hoy, en pleno siglo XXI, el derecho a la escolarización es insuficiente: ya no basta que esta se extienda más años y mejore su calidad sino que se precisa que las crecientes oportunidades de aprendizaje y formación que se van creando fuera de la institución escolar sean accesibles a toda la población infantil y juvenil. Nos referimos, por supuesto, a la amplia y rica oferta de propuestas que conforman la educación no formal: las mal llamadas actividades extraescolares o complementarias -porque a menudo son tan relevantes como los contenidos del currículo escolar oficial- y las asociadas a la educación del tiempo libre como campamentos, colonias, rutas y “casals” que tienen lugar en los pueblos, barrios y ciudades durante el fin de semana y el período vacacional.

Los itinerarios formativos del alumnado y sus proyectos de vida han de contemplar tanto lo que pueden aprender en la escuela como fuera de ella, aprovechando el contenedor de oportunidades que encierra el territorio. Por eso el nuevo reto se llama educación a tiempo completo, más allá de que se opte por la jornada continua o partida de mañana y tarde. El propósito es ampliar las posibilidades de experimentar en otros contextos educativos y con nuevas formas de aprendizaje, abriendo la escuela al entorno y tejiendo redes de colaboración entre los diversos agentes educativos que intervienen en el proceso de socialización. Desde hace ya unas cuantas décadas distintas entidades privadas y ayuntamientos, de forma separada o conjunta, tratan de incrementar esta oferta educativa. Pero, a pesar de un buen número de iniciativas valiosas y exitosas, las limitaciones son aún mayúsculas para afrontar las desigualdades y la brecha social existente entre los distintas clases sociales. Falta dinero, voluntad política, compromiso cívico y amparo legal para que esta oferta de educación no formal se convierta en un servicio público prioritario. Para que la inclusión escolar sea también educativa.

El aumento de las desigualdades, con el consiguiente impacto en la pobreza familiar e infantil, ha restringido aún más el disfrute del servicio de comedor escolar, de las actividades extraescolares habituales y de las que tienen lugar en verano. Pere Mulero, presidente de la Associació Catalana d’Empreses del Lleure, l’Educació i la Cultura, (ACELLEC), una de las 200 entidades que han impulsado la plataforma Colonias y educación, manifiesta que las contrataciones de colonias escolares han caído un 20% en Cataluña desde que empezó la crisis,  afectando sobre todo a los centros públicos. Algo que les preocupa por el riesgo de segregación y elitismo de la oferta.

Fotografía: Fundesplai

¿Cómo afecta esta desigualdad durante el verano a las diversas infancias? Las que pertenecen a familias acomodadas y de clase media puede combinar hasta tres actividades de gran impacto formativo: campamento o actividad de día en un “casal”; estancia en un país extranjero para familiarizarse con el inglés; y viaje familiar, con alguna visita museística o similar. Un poso cultural y social que le proporciona un contacto más directo con la naturaleza o con otros paisajes urbanos; vínculos afectivos más estrechos con su grupo de iguales o con personas adultas; otros aprendizajes distintos y creativos y un sinfín de aventuras y experiencias estimulantes fuera de lo común. Hay investigaciones que atestiguan que, tras su vuelta al aula, este alumnado mejora su rendimiento en lectura y otras materias. Por el contrario, este disminuye en la infancia pobre, al no poder escapar de su cotidianidad rutinaria enganchada a la calle, a la televisión y a otros artefactos tecnológicos que usan de modo bastante restrictivo.

A pesar de ello algo se mueve. Son diversos los ayuntamientos que, conscientes de esta situación, están tomando cartas en el asunto, y estrechan su colaboración con distintas entidades de la educación del tiempo libre de larga y reconocida trayectoria, sin afán de lucro y pertenecientes al tercer sector.  Tal es el caso, por ejemplo, del municipio de Sant Joan Despí, (Baix Llobregat, Barcelona), donde se ha creado una red integrada por distintos departamentos municipales, centros educativos, entidades de tiempo libre y otros colectivos de la ciudad con el objeto de liderar y planificar de manera compartida el verano para la infancia y la juventud. El Ayuntamiento se compromete a regularizar las actividades educativas de verano, a ampliarlas -habrá seis “casals” infantiles, uno en cada barrio, uno específico de inglés y un “casal” joven- y a subvencionar una parte de su coste. Por otra parte, las familias más necesitadas pueden solicitar una beca a Servicios Sociales que incluye también el servicio de comedor. De esa manera se avanza hacia la equidad.

Por su parte, los clubes de tiempo libre “El Tricicle” y “El Nus”, vinculadas a la Fundació Catalana de l’Esplai (Fundesplai), aportan la garantía de calidad que le proporciona 28 años de experiencia en la organización de “casals”, campamentos, colonias, rutas, etc, tratando siempre de innovar  este tiempo y espacio educativo con propuestas creativas y alternativas al ocio de consumo y de fomentar los lazos de convivencia entre el alumnado más diverso. Así, equidad y calidad van de la mano en este verano que forma parte de la educación a tiempo completo: de la progresiva conquista de este nuevo derecho a la plena educación.

Fotografía: Fundesplai

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2017/06/07/y-en-verano-que-quienes-siguen-aprendiendo/

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Becas, ayudas y pobreza

Por: Pedro Badía

Mientras los porcentajes de pobreza en el país son alarmantes, el crecimiento de la partida de becas y ayudas del Ministerio aumenta el 1,4%, por debajo del 4% de crecimiento de la economía.

España es un país con el 30% de la población en situación de pobreza. Más del 45% de las personas en desempleo no percibe ninguna ayuda del Estado; un 27% de los niños y niñas es pobre; y un gran número de puestos de trabajos de nueva creación son precarios, habiendo aumentado los trabajadores y trabajadoras cuyos contratos laborales les impide salir de la indigencia. Las cifras microeconómicas desmienten a las macroeconómicas. En España, como en los países pobres en los que nunca llegó a consolidarse un Estado del Bienestar, la enseñanza privada se lleva cada año un buen bocado de las arcas públicas para mantener la red de centros. Las familias españolas han invertido durante los años de la “crisis” más de 3.000 millones de euros en educación. Somos uno de los países que más dinero público destina a la enseñanza privada y en el que las familias hacen un mayor esfuerzo económico para invertir en la educación de los hijos y las hijas.

Cuando la brecha de la pobreza aumenta, también lo hace la brecha educativa. Disminuye de manera alarmante la posibilidad de aprender y de desarrollar capacidades, talentos y aspiraciones, de tener un futuro mejor.  Como ha señalado la organización Save the Children: “Las cuentas no salen si al multiplicarse la pobreza se resta la inversión”. En resumen: menos gasto público, más alumnado con necesidades, más gasto de las familias en educación y menos becas y ayudas y de menor cuantía. Es una incongruencia no relacionar la situación social de España con los retos y problemas más importantes que tiene el sistema educativo. El reconocimiento de esta malsana realidad social y su impacto sobre la educación de las clases sociales más desfavorecidas sería un primer paso para hablar de pacto.

La realidad desmiente a las buenas palabras. El borrador de Proyecto de real decreto que establece los umbrales de renta y patrimonio familiar y las cuantías de las becas y ayudas al estudio para el curso 2017-2018, del que se informará en el Consejo Escolar del Estado en la primera quincena de junio, es un ejemplo de la política social del Gobierno y de la ausencia del Estado para proteger a las clases más desfavorecidas. El borrador persiste en un modelo de becas y ayudas que compromete seriamente la igualdad de oportunidades. La limitación presupuestaria condiciona por completo el marcado carácter social  de las becas y de la ayudas en sus distintas modalidades. Estamos ante un modelo paupérrimo de becas y ayudas en el marco de unos Presupuesto Generales del Estado que abandonan a su suerte a amplios sectores de la población española.

En el curso 2017-2018, el Gobierno invertirá, en términos del PIB, menos dinero en becas y ayudas. Aunque la partida sube un 1,4%, se prevé un aumento nominal del PIB de al menos un 4,1%. La subida se concentrará en una partida destinada a las comunidades autónomas para ayudas a libros de texto, dejando solo un 0,25% para el resto de las becas. Esto significa una congelación de todos los indicadores recogidos en el Programa 323M de becas.

Otra tendencia  significativa es la ausencia de datos fiables y actualizados que permitan conocer el impacto real de las políticas de becas y ayudas, cuya evaluación debería ayudar a la hora de orientar la futura normativa. Un año más se hace complicado hacer un seguimiento  de los recursos destinados.

Por último, llama la atención que los estudios religiosos superiores y los estudios militares superiores y de Grado se sigan beneficiando de las becas y las ayudas. La Iglesia y el Ejército no dejan de ser “estados” dentro del Estado, con un ingente presupuesto, dinero público, insensible a los muchos años de recortes en detrimento del gasto social.

Pedro Badía. Presidente de la Fundación Investigación, Desarrollo de Estudios y Actuaciones Sociales (http://ffideas.org)

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/06/09/becas-ayudas-y-pobreza/

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