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Nuestra lucha contra los feminicidios en Latinoamérica

Por: Ilka Oliva Corado

El 8 de abril se cumplió un mes del feminicidio de 41 niñas, a las que el Estado de Guatemala violó y quemó vivas. Y también, el 8 de abril apareció el cuerpo de Micaela García, una niña argentina miembro del Movimiento Evita que hace unos días había desaparecido. Micaela, de 21 años estudiaba la carrera de Educación Física, se desvivía por los parias, los negritos esos a los que el clasismo detesta. La violó y la asesinó un violador serial al que un juez dejó en libertad porque según él lo único que tenía era una “perversidad natural.”

Pero cambiar el sistema no es cosa fácil, para eso tenemos que involucrarnos todos, en todos los ámbitos de la sociedad, ¿cuándo vamos a empezar?

En el mismo país, hace solo unos meses, en octubre de 2016, Lucía Pérez, de 16 años fue drogada y asesinada. Los forenses descubrieron que había sido violada por la vagina y por el ano, no solo con el pene, también le metieron un palo por ambas vías, palo que le atravesó el cuerpo. Murió de tanto dolor. La muerte de Lucía encolerizó al pueblo argentino, que llamó a la marcha de #NiUnaMenos y a la que se unió el continente entero.

En México, en los últimos seis años 900 mujeres y niñas han sido asesinadas en feminicidios. En Chile, 2016, el nombre de Nabila salió a la luz pública cuando fue encontrada en la calle por un adolescente, al ser llevaba al hospital encontraron que le habían sacado los ojos, que tenía fracturado el cráneo y la mandíbula. El relato oficial cuenta que fue a una fiesta con su pareja, padre de dos de sus cuatro hijos, y que se “emborrachó”, y estaba en “descontrol” y que al llegar al taller mecánico donde vivían, la golpeó. Fue acusado de femicidio frustrado y mutilación.

En Colombia 2016, Yuliana, niña indígena de 7 años, fue violada y estrangulada hasta la muerte en Bogotá. El culpable, un hombre de alta clase social que “bajo efectos de las drogas” cometió el delito. El resto ya lo conocemos.

En Zacapa, Guatemala Yohana, de 8 años de edad, en el 2016 fue violada por tres hombres y ahorcada. Sus padres habían salido de la aldea, para ir a cobrar dinero de un programa social y dejaron a sus 3 hijos en casa, los hombres entraron aprovechando la ausencia de los padres. Cito solamente algunos casos, porque son miles.

Hace unos días un juez en México dejó en libertad a un violador porque consideró que meter los dedos dentro de la vagina de la víctima no era violación. Algo que respaldó un conocido intelectual mexicano en un programa radial de la UNAM, y aparte dijo que a las mujeres nos gusta que nos violen.

En Latinoamérica el 98% de los casos de feminicidios queda en impunidad. Y los pocos que se logran comprobar y se abren procesos en cortes, tienen un final triste, el culpable es declarado inocente. Por razones patriarcales: la víctima lo provocó por vestirse de tal manera, por salir a altas horas de la noche, por pasar por tal lugar, por no querer acostarse con él. La razón de las violaciones sexuales y los feminicidios es una sola: el género.

Jueces, hombres y mujeres con mente patriarcal toman decisiones patriarcales y dejan en libertad a los culpables o toman los casos sin seriedad por tratarse de mujeres vulneradas. Es necesario que todos, en todos lados, nos informemos sobre el patriarcado, desde el lenguaje patriarcal pasando por los mal llamados piropos, que no son más que acoso, hasta llegar al sistema de justicia, pasando por medios de comunicación y su forma de dar las noticias.

Ninguna mujer es culpable y provoca que la violen, la golpeen y la asesinen. Ninguna mujer pide ser violada, o que le griten guapa en la calle, que le toquen las nalgas o las tetas en el autobús. Si una mujer dice no es no, así sea su pareja. Las mujeres no somos objeto de nadie y esto lo deben de entender los jueces, el sistema. Necesitamos un sistema de justicia con perspectiva de género, gente capacitada que tenga el conocimiento sobre el patriarcado, para que lleve los casos y dicte sentencias con todo el peso de la ley.

Un ejemplo de la ineptitud de un sistema de justicia, patriarcal es el caso de las 41 niñas asesinadas, que fueron quemadas vivas en Guatemala, a los culpables se les está tratando con privilegios de clase y poder. El presidente debió ser destituido inmediatamente el mismo día que las niñas fueron quemadas, con más razón si ellas ya habían denunciado que ahí las violaba personal del lugar.

Pero cambiar el sistema no es cosa fácil, para eso tenemos que involucrarnos todos, en todos los ámbitos de la sociedad, ¿cuándo vamos a empezar? La lucha contra la feminicidios, la violencia de género y el patriarcado tiene que ser de todos, ¿quiénes se apuntan?

Fuente noticia: http://www.telesurtv.net/bloggers/Nuestra-lucha-contra-los-feminicidios-en-Latinoamerica-20170409-0001.html

Fuente imagen: http://cdn.20m.es/img2/recortes/2011/02/10/8898-620-282.jpg

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Por ahora, el informe sólo muestra una radiografía general de la crisis de los aprendizajes

Por: Luciana Vázquez

¿Qué podemos saber a partir de ahora con los resultados iniciales de Aprender en la mano? El informe difundido sólo divulga los resultados de la evaluación de sexto grado y del último año de secundaria a nivel nacional. Es decir, podemos conocer los niveles de aprendizaje de los más afortunados: aquellos alumnos que efectivamente llegan a recorrer casi toda la primaria o están a punto de terminar la secundaria, que, sabemos, en este caso son apenas la mitad de los que la empiezan. El resto quedó fuera del sistema: no entra en la estadística educativa.

De esa mitad de alumnos que efectivamente logran obtener el título secundario, el 70% está en los niveles básicos de aprendizaje o no llega a ese nivel después de 12 años de escolaridad obligatoria, hasta terminar la secundaria. La escuela argentina está fracasando en su obligación de enseñar. El sistema educativo argentino no cumple con su promesa de educar ni siquiera a los sectores sociales mínimamente más aventajados, que logran a pesar de todo permanecer en el sistema.

La foto de la escuela primaria no es menos grave. Casi el 42% de los alumnos, en sexto grado, no logra alcanzar niveles satisfactorios en matemática. La Argentina ha logrado una tasa neta de escolarización de primaria altísima. Casi el 100% de los chicos en edad de estar en la escuela primaria está efectivamente en la primaria. Sin embargo, la inclusión física en el aula no se relaciona con una inclusión pedagógica real. Hay asistencia a la escuela, pero no hay aprendizaje de las competencias cognitivas básicas.

Hay otro resultado sugestivo, destacado por las autoridades nacionales justo en momentos en que el paro docente afecta a la escuela estatal. Es la relación entre los niveles de aprendizaje obtenidos según el tipo de escuela, pública o privada. En lengua en 5° año de la estatal, por ejemplo, el 53,7% de los alumnos está en niveles básicos o por debajo, y en matemática, el 79,4%, contra el 33% y el 53,5%, respectivamente, en la privada.

Sin embargo, valen la pena dos aclaraciones. Por un lado, más allá de las comparaciones, el porcentaje de chicos que no aprende, como vimos, es muy alto también en la escuela privada: ese sistema también tiene problemas a la hora de garantizar lo que sucede en sus aulas. Y por otro lado, y es central, el informe no deja claro en ese punto si se llega a esos resultados luego de aislar la influencia del factor socieconómico. Cuando este nivel no se aísla estadísticamente, la escuela privada, con alumnos de mayor capital sociocultural, suele rendir mejor como efecto de ese capital y no como resultado de mejores procesos pedagógicos. Y, al revés, una escuela estatal puede estar haciendo muy bien su trabajo pedagógico, pero, en general, sus resultados serán peores en la medida en que sus alumnos llegan peor surtidos de capital cultural. Sólo controlando la variable socioeconómica es posible concluir cuál es el efecto diferencial que una escuela, privada o pública, les aporta a sus alumnos no importa de qué condición económica sean. En el informe, no se aclara si esa variable fue aislada o no.

Hay otro interrogante a plantear: ¿qué datos claves el informe no divulga y qué implicancias tiene la ausencia de esa información? Hay una ausencia llamativa: todos los resultados son nacionales y no se publica ninguno por provincia, y ése es un déficit central de este primer informe.

En principio, porque cuanto más general un resultado, menos preciso es y menos información aporta para transparentar la realidad que intenta evaluar. Para ser clara: es como si la OCDE tomara las pruebas PISA a 65 países pero sólo se divulgara un solo resultado promedio a nivel general global. Sería de poca utilidad.

Segundo, porque un resultado nacional permite instalar la preocupación en la opinión pública acerca de la crisis educativa, pero no permite asignar responsabilidades políticas a las autoridades de cada distrito. Y eso hay que subrayarlo: la crisis del sistema educativo tiene responsables con nombre y apellido. Los gobernantes, entre otros.

Según fuentes del gobierno nacional, no publicará los informes provinciales hasta que las provincias no estén bien enteradas de sus resultados. No era necesaria esa consulta: entre las funciones reconocidas al Ministerio de Educación nacional está la evaluación del sistema y la divulgación de sus resultados. Al kirchnerismo se le reclamó sin suerte lo mismo: que dejó de publicar los resultados por provincia. Un silencio consensuado en el Consejo Federal entre todos los distritos, incluida la Capital. Sólo la divulgación de los resultados detallados por provincia permitirá a la ciudadanía una discusión informada del panorama educativo actual. Para pasar de la indignación generalizada a la precisión racional en el reclamo educativo.

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Los 4 excesos de la educación moderna que trastornan a los niños

Por: Jennifer Delgado Suárez

Cuando nuestros abuelos eran pequeños, tenían solo un abrigo para el invierno. ¡Solo uno! En aquella época de vacas flacas, incluso tener un abrigo se consideraba un lujo. Por eso, los niños lo cuidaban como un bien precioso. En aquellos tiempos se solía tener lo mínimo indispensable. Y los niños eran conscientes del valor y la importancia de sus cosas.
Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces y nos hemos convertido en personas más sofisticadas. Nos gusta tener muchas opciones e intentamos que nuestros hijos tengan todo lo que desean y, si es posible, mucho más. Sin embargo, no nos damos cuante de que al mimarles excesivamente contribuimos a crear un ambiente en el que pueden proliferar los trastornos mentales.
De hecho, se ha demostrado que un exceso de estrés durante la infancia aumenta las probabilidades de que los niños desarrollen problemas psicológicos. Así, un niño sistemático puede ser empujado a desarrollar un comportamiento obsesivo y un pequeño soñador puede perder su capacidad para concentrarse.
En este sentido, Kim Payne, profesor y orientador estadounidense, llevó a cabo un experimento muy interesante en el cual simplificaron la vida de los niños diagnosticados con un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Al cabo de tan solo cuatro meses, el 68% de estos pequeños habían pasado de ser disfuncionales a ser clínicamente funcionales. Además, mostraron un aumento del 37% en sus aptitudes académicas y cognitivas, un efecto que no pudo igualar el medicamento más prescrito para este trastorno, el Ritalin.
Estos resultados son, en parte, extremadamente reveladores y, por otra parte, también son ligeramente atemorizantes ya que nos hace preguntarnos si realmente les estamos proporcionando a nuestros hijos un entorno sano desde el punto de vista mental y emocional.
¿Qué estamos haciendo mal y cómo podemos arreglarlo?

¿Cuándo mucho se convierte en demasiado?

A inicios de su carrera, este profesor trabajó como voluntario en los campos de refugiados, donde tuvo que lidiar con niños que sufrían estrés posttraumático. Payne apreció que estos niños se mostraban nerviosos, hiperactivos y continuamente expectantes, como si algo malo fuera a pasar de un momento a otro. También eran extremadamente cautelosos ante la novedad, como si hubieran perdido esa curiosidad innata de los niños.
Años más tarde, Payne apreció que muchos de los niños que necesitaban su ayuda mostraban los mismos comportamientos que los pequeños que provenían de países en guerra. Sin embargo, lo extraño es que estos niños vivían en Inglaterra, por lo que su entorno era completamente seguro. Entonces, ¿por qué mostaran síntomas típicos del estrés postraumático?
Payne piensa que aunque los niños de nuestra sociedad están seguros desde el punto de vista físico, mentalmente están viviendo en un entorno similar al que se produce en las zonas de conflictos armados, como si su vida peligrara. Estar expuestos a demasiados estímulos provoca un estrés que se va acumulando y obliga a los niños a desarrollar estrategias para sentirse a salvo.
De hecho, los niños de hoy están expuestos a un flujo constante de información que no son capaces de procesar. Se ven obligados a crecer deprisa ya que los adultos colocan demasiadas expectativas sobre ellos, haciendo que asuman roles que en realidad no les corresponden. De esta manera, el inmaduro cerebro de los niños es incapaz de seguir el ritmo que impone la nueva educación, y se produce un gran estrés, con las consecuencias negativas que este provoca.

Los cuatro pilares del exceso

Como padres, normalmente queremos darle lo mejor a nuestros hijos. Y pensamos que si un poco está bien, más será mejor. Por eso, ponemos en práctica un modelo de hiperpaternidad, nos hemos convertido en padres helicóptero que obligan a sus hijos a participar en una infinidad de actividades que, supuestamente, les preparan para la vida.
Por si no fuera suficiente, llenamos sus habitaciones de libros, dispositivos y juguetes. De hecho, se estima que los niños occidentales tienen, como media, 150 juguetes. Es demasiado, y cuando es demasiado, los niños se sienten abrumados. Como resultado, juegan de manera superficial, pierden el interés fácilmente por los juguetes y por su entorno y no desarrollan su imaginación.
Por eso, Payne afirma que los cuatro pilares del exceso sobre los cuales se erige la educación actual de los niños son:
1. Demasiadas cosas
2. Demasiadas opciones
3. Demasiada información
4. Demasiada velocidad
Cuando los niños son abrumados de esta forma, no tienen tiempo para explorar, reflexionar y liberar las tensiones cotidianas. Demasiadas opciones terminan erosionando su libertad y les roba la oportunidad de aburrirse, que es fundamental para estimular la creatividad y el aprendizaje por descubrimiento.
Poco a poco, la sociedad ha ido erosionando la maravilla que implica la infancia, hasta tal punto que algunos psicólogos se refieren a este fenómeno como “la guerra contra la infancia”. Basta pensar que en las dos últimas décadas los niños han perdido una media de 12 horas semanales de tiempo libre. Incluso los colegios y las guarderías han asumido una orientación más académica.
Sin embargo, un estudio realizado en la Universidad de Texas ha desvelado que cuando los niños juegan deportes bien estructurados se convierten en adultos menos creativos, en comparación con los pequeños que han tenido mucho tiempo libre para jugar. De hecho, los psicólogos han notado que la forma de jugar moderna genera ansiedad y depresión. Obviamente, no se trata solo del juego más o menos estructurado sino también de la falta de tiempo.

Simplificar la infancia 

La mejor manera de proteger la infancia de los niños es decir “no” a las pautas que la sociedad pretende imponer. Se trata de dejar que los niños sean simplemente eso, niños. La vía para proteger el equilibrio mental y emocional de los niños consiste en educar en la simplicidad. Para lograrlo es necesario:
– No atiborrarles de actividades extraescolares que, a la larga, probablemente no le servirán de mucho.
– Dejarles tiempo libre para que jueguen, preferentemente con otros pequeños o con juguetes que puedan estimular su creatividad, no con juegos estructurados.
– Pasar tiempo de calidad con ellos, es el mejor regalo que pueden hacerles los padres.
– Crear un espacio de tranquilidad en sus vidas donde puedan refugiarse del caos cotidiano y aliviar el estrés.
– Asegurarse de que duermen lo suficiente y descansan.

– Reducir la cantidad de información, asegurándose de que esta sea comprensible y adecuada a su edad, lo cual implica hacer un uso más racional de la tecnología.

– Simplificar su entorno, apostando por menos juguetes y cerciorándose de que estos estimulan realmente su fantasía.
– Disminuir las expectativas sobre su desempeño, dejándoles que sean simplemente niños.

Recuerda que los niños tienen toda la vida por delante para ser adultos, mientras tanto, deja que sean niños y disfruten de su infancia.

Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2016/03/educacion-moderna-trastornos-infantiles.html

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Cuando tener autismo hace que pierdas derechos vitales

Por: Daniel Comin

Paul Corby, tiene autismo, vive en la ciudad de Pottsville, Pennsylvania (EE.UU.), y su vida está en riesgo porque necesita un trasplante de corazón. Pero tener autismo lo excluye de las listas de trasplante.

Hace 5 años hablamos ya de la dura historia de Paul, él necesita un trasplante de corazón para poder vivir. Tiene una enfermedad congénita que afecta a su corazón, y que ya acabó con la vida de su padre. Su enfermedad es una una miocardiopatía denominada “Ventrículo izquierdo no compactado”, no tiene cura ni tratamiento, su única posibilidad es un trasplante. Pero se lo han denegado, ya que tiene autismo.

El informe de denegación decía: “He recomendado en contra del trasplante debido a los problemas psiquiátricos, autismo, la complejidad del proceso, los procedimientos múltiples y el efecto desconocido e impredecible de los esteroides sobre el comportamiento”.

Hoy Paul Corby tiene 28 años, escribe, tiene comunicación, una vida sana, y como cualquier otra persona, tiene días mejores y días peores. Su psiquiatra en su informe dice: No hay ninguna razón de tipo clínico por la cual no debería ser beneficiario de un trasplante de corazón.

Pero Paul ha sido sentenciado por un sistema de salud que juega a ser Dios, que decide quién es apto y quién no es apto para recibir un trasplante en función a su condición personal, y no a sus aspectos de salud general. Es una decisión tremenda, que traspasa los límites de la ética.

Paul y su familia luchan contra un modelo ético espartano, donde al parecer solo los mejores son elegibles. No queda muy claro cual es el criterio que decide quién es mejor y quién es peor.

Ni siquiera un reciente artículo publicado en el Washington Post parece haber cambiar el criterio por el cual Paul no tiene los mismos derechos que cualquier otra persona.

Esta realidad está pasando ahora, y Paul es solo un ejemplo de discriminación, hay muchos otros niños, jóvenes y adultos que sufren a diario una discriminación vital por el mero hecho de tener autismo.

Pero éste no es un caso aislado, una condición como el autismo, o discapacidad intelectual, u otras alteraciones del neurodesarrollo, hacen que se vea a estas personas como seres de segunda clase. Les roban parte de su humanidad, y por tanto, son segregados, excluidos y sentenciados, por el mero hecho de no ser “perfectos”.

Una sociedad que decide qué es “perfecto” y qué no lo es, es sin lugar a dudas una sociedad que perdió el respeto a la vida en general. Es una sociedad que debe ser cambiada.

A Paul les están acortando la vida por ser diferente, por no encajar en el patrón que alguien decidió que era el adecuado ¿Pero, cuántas otras personas están en la misma situación que Paul Corby? Quizá nos sorprenderíamos al saberlo.

Una sociedad debe medirse por cómo trata a aquellos que más ayuda requieren, ese es el verdadero indicador de la calidad moral de esa sociedad, en cómo entendemos el valor de la vida, porque cuando nos atrevemos a puntuar nuestra idoneidad humana en base a criterios de “perfección” nos convertimos en algo despreciable.

Gracias a casos como el de Paul, donde su madre –Karen– NUNCA ha dejado de pelear, se consiguen avances, visibilidad, leyes, …, en resumen, gracias a Karen y Paul, conseguimos ser más humanos.

Que no nos limiten nuestra humanidad, que nos nos sentencien por cómo somos, que nadie diga si nuestro derecho a vivir se basa en cuan útiles somos a un sistema productivo.

No hay lucha más justa que la lucha por la vida, por la igualdad y por el derecho a ser distintos.

Fuente: https://autismodiario.org/2017/04/01/cuando-autismo-pierdas-derechos-vitales/

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Los hermanos gemelos en la escuela: de separarlos siempre a tener en cuenta sus necesidades

Por: Pau Rodríguez

La tradición de separar a los hermanos gemelos en clases diferentes topa con la investigación científica, que no lo avala, y con las quejas de las familias. Expertos dicen que la decisión debería depender de las necesidades educativas.

¿Se deben separar los hermanos gemelos en la escuela? ¿O deben ir juntos? En la mayoría de países del mundo no hay normativa al respecto. Son los centros educativos los que deciden, y tradicionalmente han optado por separarlos, aduciendo que así se fomenta su autonomía. Pero ¿es cierta esta creencia? En las últimas décadas, cada vez más familias reclaman que sus hijos gemelos vayan juntos a clase, y están consiguiendo sus pequeñas victorias: un juez de Badajoz ha dictado una sentencia sin precedentes que da la razón a una de estas familias, y la Comunidad de Madrid ha sido pionera en decretar que la decisión deberá tomarse teniendo en cuenta la opinión de padres y madres. Por último, la ciencia también dice: no hay evidencias de que la separación sea beneficiosa en sí misma. Al contrario, algunos estudios observan por lo menos algunos riesgos.

El auge de los embarazos múltiples, sobre todo debido a la popularización de la reproducción asistida, ha hecho ganar centralidad al debate sobre la escolarización de los gemelos. Y ha amplificado la voz de familias como la de Pablo, que a la hora de llevar a sus hijos gemelos a una escuela pública de Barcelona se topó con una dirección que les separó forzosamente. Él y su esposa querían mantenerlos a la misma clase, sobre todo los primeros años de escolarización, ya que llevaban toda su vida juntos, incluso en la guardería, y se temían que una separación de repente y durante tantas horas les causaría estrés. Y fue así. “Sufrieron un retroceso, sobre todo uno de ellos, que se detenía siempre a la puerta de cristal que separa las dos aulas para observar su hermano; lloraba sin parar y perdió control de esfínteres “, explica Pablo. Lo recuerda con la frialdad de los nueve años que han pasado desde entonces, pero en ese momento reconoce que estaba muy “enfurecido”.

¿Qué dice la investigación?

Una de las investigaciones más reconocidas es la del Instituto de Psiquiatría del Kings College de Londres, que siguió la evolución de más de 1.000 parejas de gemelos de los cinco a los siete años, distinguiendo entre los escolarizados juntos, los separados y un tercero grupo: los separados al cabo de un tiempo. El objetivo era encontrar evidencias de si los caminos tenían efecto sobre su comportamiento, su progreso académico o su competencia lectora. El estudio también diferenciaba entre los hermanos gemelos monocigóticos -provienen del mismo óvulo y, por tanto, son idénticos- y los dicigóticos, -de óvulos diferentes-, aunque entre estos últimos no contempló a su muestra los que son de sexo opuesto.

La conclusión más destacada es que los gemelos separados a los 5 años sufrían en general más problemas de conducta interna (miedo, llanto, ansiedad) durante el primer año. Y, en el caso concreto de los monocigóticos, las afectaciones, que podrían ir desde la tristeza hasta la ansiedad, perduraban en el tiempo. Otra consecuencia negativa que observaba en la separación es que, de nuevo en el caso de los monocigóticos, en este caso cuando se separan más adelante, pierden competencias lectoras. Con todo, los autores de la investigación puntualizaban que estas diferencias, aunque estadísticamente significativas, son menores. Contra el alarmismo, también constataban que los gemelos en clases diferentes no sufren más problemas de conducta externos -como la rebeldía, el déficit de atención o la hiperactividad- que los que iban juntos.

“Los descubrimientos del estudio corroboran la necesidad de reevaluar las prácticas escolares de separar todos los gemelos”, concluye el estudio. Es decir, que al menos se debe poner sobre la mesa, con evidencias científicas, un debate que oficialmente no ha existido nunca. Los autores, de hecho, tampoco abogan por defender una normativa que estipule que deben ir forzosamente juntos, sino que consideran que las políticas deberían ser más flexibles y tener en cuenta la voluntad de las familias y las necesidades educativas y de desarrollo los niños.

La separación se recomienda en algunos casos

Hay algunos casos en que los diversos profesionales consultados para este reportaje coinciden en que sí hay que separar los gemelos: cuando uno ejerce la voluntad del otro, cuando uno de ellos tiene mucho más desarrollado el lenguaje, cuando ambos son muy nerviosos y se retroalimentan, cuando tienen una relación conflictiva, cuando se comparan continuamente y son competitivos… “Si se toma esta decisión, entonces el profesorado debe ser sensible y estar atento a la evolución de los niños; y la mayoría lo hace”, defiende María Rosa Gil, profesora de la UAB y asesora piscopedagógica en la zona de Terrassa.

Un motivo de peso para mantenerlos juntos de entrada, según Rosa Sellarés, psicóloga y directora de la Fundación PRESME, es si no han sido nunca separados antes. Así lo argumentaba en un artículo de la revista Infancia (Rosa Sensat) de 2014. El proceso madurativo de los bebés gemelos tiene sus particularidades: a diferencia del resto de niños, tienden a desarrollar la conciencia propia -el yo- un poco más tarde , y lo mismo les pasa con algunos aspectos del desarrollo lingüístico. Que necesitan atención especial a la hora de fortalecer su autonomía es, por tanto, un diagnóstico compartido.

El estudio del King’s College no analiza el desarrollo de la autonomía. “Es una variable muy difícil de medir; decir que la autonomía es buena o mala para un niño es una opción personal”, expone Terrie Moffitt, autora de la investigación, a preguntas de El Diari de l’Educación. “Algunas culturas creen que las relaciones más cercanas y la interdependencia entre los hermanos es buena para los niños”, precisa. Moffitt también diferencia entre hermanos monocigóticos y dicigóticos. “Otras investigaciones muestran que los gemelos monocigóticos tienden a ser más cercanos emocionalmente; en la nuestra se ve que estos sufren la separación en la escuela; los dicigóticos no”, concluye.

Participación familiar y flexibilidad

Ninguno de los psicólogos consultados reclaman una política estricta en favor de la escolarización juntos. Tampoco en Pablo, que sufrió en primera persona la separación de sus hijos. Lo que reclaman sobre todo es que las familias tengan algo que decir y que la decisión no sea irreversible. “Lo que sería idóneo es que la decisión fuera consensuada, y que además cada año se evaluara el progreso y el maestro y las familias pudieran c0mentar la evolución”, expone Feenstra. Gil reivindica por su parte que la relación, cada vez más estrecha entre familias y escuelas, hace que este tipo de decisiones se tomen, en mayor medida, de forma dialogada.

Esta psicopedagoga también apuesta por romper la dicotomía juntos-separados en un contexto de cambio educativo en el que defiende que pueda haber momentos para todo. “Las escuelas, sobre todo en infantil que es la edad más crítica, trabajan cada vez más para rincones, y esto hace que los niños puedan circular más libremente y encontrarse en caso de que haya gemelos”, ejemplifica Gil. También es cierto que un número creciente de centros apuestan por mezclar los grupos-clase e incluso las edades, por lo que la separación en estos casos ya no sería tan drástica.

Con todo, siempre habrá casos en que familias y centro no se pondrán de acuerdo. En el caso de la Comunidad de Madrid -la primera en regular este tema-, si se da una situación de disparidad de opiniones la última palabra quedará en manos de la Consejería. Es decir, probablemente de la Inspección Educativa. En cuanto a la sentencia de Badajoz, el juez dio la razón a la familia gracias a un informe pericial de una psicóloga que recomendaba que fueran a la misma clase.

En estos extremos ya no hay tanto consenso sobre cuál debería ser la forma de proceder. “Entiendo que pueda haber una especie de arbitraje de un psicólogo”, expone en Pablo, “pero la última palabra debería ser de la familia: es responsabilidad nuestra si nos equivocamos”, sostiene. Una opinión similar tiene Feenstra, al menos cuando se trata de la primera escolarización a P-3. “A esta edad los maestros no conocen a los niños tan bien como los padres”, sentencia. Esto, sin embargo, supondría abrir la puerta a una legitimidad de las familias a decidir sobre lo que ocurre en la escuela. Y no complacería a todos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/04/07/los-hermanos-gemelos-en-la-escuela-de-separarlos-siempre-a-tener-en-cuenta-sus-necesidades/

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Derribar muros y construir alternativas para seguir estudiando

Por: Juan Carlos Romero Hicks

La migración –temporal o definitiva– es parte ya de la vida mexicana. Somos una nación multicultural con los que llegan, con los se van y con los que transitan. Sin embargo, pareciera que dentro de nuestro país existen muros invisibles que merman las oportunidades y los sueños de migrantes, nacionales, internacionales, o de paso.

Habiendo nacido en Guanajuato, y después de haber tenido el honor de servir en diversos cargos de responsabilidad pública y académica, comprendo que la migración tiene muchas formas, realidades y niveles. Están los que migran en avión y con visa de trabajo; los que viajan con visa de turista y se quedan a vivir en el lugar de destino, y los que emprenden el viaje llevando sólo un corazón nostálgico, la ropa que traen puesta y la esperanza de poder construirse a ellos y a los suyos un mejor camino. Los que hemos acompañado las batallas de la comunidad migrante desde hace ya muchos años conocemos que el primer problema al que se enfrentan los que regresan a México es la falta de identidad. En muchos casos, acompañando a un familiar deportado, llegan niños sin documentos que den constancia sobre su identificación o sobre su nivel de estudios.

En caso inverso, cuando un niño llega a Estados Unidos, comúnmente sólo se verifica su edad y se le admite en el sistema educativo. No importa su situación migratoria, no importa si lleva sus documentos, no importa que no hable inglés, lo único que importa es que el alumno tiene el derecho de aprender y la edad de estudiar. Cuando una niña, niño, o adolescente migrante, llegaba a México se encontraba con otra realidad: se topaba de golpe con la burocracia nacional. No podía ser legalmente admitido en una escuela por no traer su acta de nacimiento, su identificación con fotografía, su constancia de estudios y una larga lista de documentos que suele pedir la burocracia nacional para guardarlos en un archivero que no volverá a ser utilizado hasta que concluya el nivel educativo que cursaba.

Éste no era un problema de la Ley General de Educación, sino del entramado normativo de oficios, circulares y acuerdos secretariales que hace más pesada la carga de la burocracia educativa. Si pensamos en niveles superiores a la educación básica las complicaciones eran mayores. En muchos casos tenían que reiniciar sus estudios de preparatoria, lo mismo con los universitarios. El modelo estaba tan mal diseñado que un graduado de una carrera en una universidad extranjera, sin importar que ésta fuera la mejor del mundo, no podía obtener una revalidación por un camino sencillo. Se debía encontrar alguna universidad en México que ofreciera el mismo programa con un 75% de las mismas materias y con planes de estudio similares. Esto significaba un incentivo absurdo para limitar los estudios en el extranjero, o peor aún, para no regresar a ejercer en México lo que estudiaron en otro país. Una de las razones de más peso para irse a estudiar a otro país, además de la excelencia académica, es estudiar algo distinto, ya sea por la aproximación al tema o por ser un área del conocimiento que no se desarrolla en México.

Así era la situación antes de la iniciativa preferente enviada por el presidente Enrique Peña Nieto al Congreso de la Unión el primero de febrero de este año, motivada por el riesgo de deportaciones masivas en Estados Unidos. Un temor inspirado en el irrespetuoso y doloroso discurso antimigrante que ha enarbolado el presidente Trump. La figura de la iniciativa preferente es de reciente creación, tiene reglas muy simples, cada Cámara tiene 30 días para su discusión, aprobación, modificación o rechazo. En caso de no cumplir el plazo se da por aprobada y pasa a la siguiente Cámara; es importante recordarlo porque puede parecer que actuamos demasiado rápido.

Debemos celebrar en la iniciativa del presidente fundamentalmente dos aspectos: el primero es la intención de romper con la inercia burocrática frente al acceso y equivalencia de estudios; el segundo, el carácter de iniciativa preferente, logrando que fuera el primer tema de la agenda legislativa en el Congreso de la Unión.

Su contenido original se quedaba muy lejos de su intención. La iniciativa principalmente iba orientada a atender a los dreamers (nombre dado en EE.UU. a los jóvenes indocumentados que son estudiantes universitarios y que “sueñan” con alcanzar la ciudadanía); por lo tanto, sólo abría algunos canales para revalidar la licenciatura. El aporte consistía en facultar a las universidades particulares para esta tarea y quitaba algunos obstáculos para el acceso al nivel básico.

La iniciativa casi no contemplaba a los estudiantes del nivel medio superior, la migración interna, o los problemas y retos educativos que acompañan a los migrantes. Teníamos como desafío hacer las cosas bien y rápido, pero en ese orden, ya que en tan sólo 30 días debíamos escuchar a todas las voces que tuvieran algo que decir, analizar y, de ser necesario, mejorar la iniciativa. Otra tarea apremiante fue construir los consensos necesarios para su aprobación y modificación. En este veloz esfuerzo, fuimos acompañados por docentes, migrantes, funcionarios de distintos órdenes de gobierno, expertos en migración, investigadores, instituciones académicas públicas y privadas y organizaciones sociales. Todos ellos tuvieron aportaciones muy valiosas para cambiar el enfoque de la iniciativa ampliándola para ir más allá de los dreamers.

Desde el Congreso incorporamos la garantía de tránsito y movilidad entre todos los niveles y tipos del sistema educativo. Otorgamos a la SEP la obligación de facilitar la movilidad, el acceso, la reinscripción, la regularización y la acreditación al hacer las normas de control escolar. Después de revisar las mejores prácticas internacionales se mandató crear un marco nacional de cualificaciones. Estos instrumentos agrupan los parámetros que permiten validar las habilidades, conocimientos y competencias obtenidas en un proceso educacional sistemático para facilitar tanto la movilidad como la certificación de competencias que van adquiriendo en el camino. Cabe destacar que esta idea no nace de cero, hace una década, la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (Anuies) propuso la adopción del Sistema de Asignación y Transferencia de Créditos Académicos (SATCA), en el que se incluyen los objetivos de contar con una escala o marco nacional de cualificaciones, un sistema nacional de nomenclatura que permita identificar el área, nivel y tipo de asignatura, actividad o unidad de aprendizaje, curso o actividad ofrecida.

En materia de educación superior se cambió el diseño original. Decidimos ir más allá y no limitarnos sólo a la licenciatura, sino a toda la gama de grados de este nivel educativo, y a cambiar las reglas para la revalidación y equivalencia determinando que el procedimiento atienda a los principios de celeridad, imparcialidad, flexibilidad y asequibilidad, permitiendo por ejemplo, la verificación electrónica de documentos. Podemos resumir que el Congreso de la Unión recibió una iniciativa orientada a la revalidación de licenciaturas, y construyó y aprobó una reforma legal para facilitar el ejercicio del derecho de educación a los migrantes, internacionales y nacionales, desde preescolar hasta la educación universitaria.

Como siempre que hacemos una reforma, lo más difícil es hacerla funcionar. La ley sola no cambia la realidad, debemos estar al pendiente de la implementación, acompañarla y protegerla. Los artículos transitorios instruyen el camino inmediato a seguir para que la reforma llegue a los estudiantes, en ellos resaltan: 1) El marco nacional de cualificaciones tendrá que estar listo en un año; 2) La SEP tendrá 60 días para acordar el marco jurídico del Acuerdo Secretarial 286; 3) Las instituciones de educación superior constitucionalmente autónomas podrán celebrar convenios con la autoridad educativa federal para que la información relacionada con sus trámites de revalidación y equiparación de estudios sea incorporada al Sistema de Información y Gestión Educativa, y 4) La autoridad educativa en coordinación con otras instituciones puedan implementar planes de emergencia y acciones afirmativas, particularmente a quienes pertenezcan a grupos y regiones con mayor rezago educativo o que enfrentan situaciones de vulnerabilidad por circunstancias específicas de carácter socioeconómico, físico, identidad cultural, origen étnico o nacional, situación migratoria, etc. Si bien la implementación es tarea que formalmente corresponde a la Secretaría de Educación, todos los mexicanos debemos acompañar y vigilar el proceso.

El error más común cuando hablamos de educación es confundir el derecho a la educación con el derecho al acceso. Todos los mexicanos tenemos derecho a la educación y esto significa que tenemos derecho a aprender y no sólo a estar sentados en un pupitre. Para lograr esto no basta una ley, ni el esfuerzo de un gobierno, se requieren las manos y el talento de todos los mexicanos. Las tribus de la África Subsahariana lo tienen muy claro: tienen un dicho que dice “a un niño lo educa toda la aldea”. Eduquemos bien a todos los niños y niñas de nuestra aldea.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/derribar-muros-y-construir-alternativas-para-seguir-estudiando/

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Pido la palabra por la educación

Por: Cristina Álvarez

La Campaña Mundial por la Educación recuerda a los Gobiernos su compromiso de garantizar una formación gratuita, equitativa, inclusiva y de calidad para todas las personas.

Pido la palabra por la educación. Lo hago porque creo firmemente que, en un mundo que se enfrenta a retos cada vez más complejos, la educación es el principal instrumento para el progreso material, pero sobre todo humano, de las sociedades. Una poderosa herramienta capaz de cambiar las vidas de las personas, contribuir a que puedan salir de la pobreza y paliar la desigualdad. Y, lo que es más importante, es un motor de cambio que permite generar oportunidades y dotar de esperanza a quienes tienen una vida más difícil. Es la única vía posible para construir entre todos un futuro mejor.

Pido la palabra para decir a los representantes políticos que en el mundo aún hay 263 millones de niños, niñas, jóvenes y adolescentes sin escolarizar, la mayoría de ellos en el África subsahariana. También tengo que decir que 758 millones de personas adultas son analfabetas, dos tercios de ellas mujeres. Y que la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) española se ha reducido en más del 65% entre 2008 (4.762 millones de euros) y 2015 (1.627 millones de euros de AOD neta, apenas el 0,13% de la renta nacional bruta). Estos recortes han afectado desproporcionadamente a la ayuda destinada a educación. En sólo siete años, la AOD española destinada a este sector prácticamente ha desaparecido: se ha reducido en un 90% entre 2008 y 2015, pasando de 354 a 34 millones de euros.

En septiembre de 2015, sentí una mezcla de esperanza e ilusión cuando los Estados miembro de las Naciones Unidas adoptaron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con los que se comprometen a trabajar de forma conjunta para conseguir que, en 2030, todas las personas vivamos en un mundo más justo y sostenible. Este nuevo marco de acción, mucho más ambicioso que sus predecesores los Objetivos de Desarrollo del Milenio, se caracteriza por su carácter universal (es aplicable a todos los países del mundo) e integral (para que la agenda sea efectiva, deben cumplirse todos sus objetivos, sin excepción).

Desde luego, esta nueva agenda no sería viable sin su cuarto objetivo (ODS4), que nos enfrenta al reto de “garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos para el año 2030”.  Sitúa así el derecho a la educación en el lugar central que sin duda merece en la agenda internacional. El ODS4 no sólo es esencial en sí mismo, sino que es fundamental para la consecución de otros objetivos relativos a la salud, el crecimiento económico y el empleo, el consumo y la producción sostenibles o el cambio climático.

Pido la palabra para decir a los representantes políticos que en el mundo aún hay 263 millones de niños sin escolarizar, la mayoría de ellos en el África Subsahariana

Considero que la educación es mucho más que un simple objetivo. Es la herramienta de transformación más poderosa con la que contamos para hacer avanzar a las personas, las comunidades y las sociedades. Y es, sobre todo, un derecho. A pesar de los enormes avances realizados en términos de acceso a la educación en los últimos quince años, sigue siendo un derecho vulnerado para millones de personas. ¿Cómo limita y limitará sus vidas no poder ejercerlo? Sin olvidar, por supuesto, otros retos como la calidad, que se ve gravemente afectada por la falta de inversión y los recortes en el gasto público; el insuficiente número de docentes, su cualificación y su remuneración; la desigualdad de género en el acceso a la formación; la falta de infraestructuras adecuadas o el número o la cuantía de las becas, entre otros. El futuro de la humanidad depende de que, entre todos, seamos capaces de cambiar esto.

Por eso, no podemos dejar que las promesas de la comunidad internacional y de nuestros responsables políticos caigan en saco roto. 2017 es un año crítico para garantizar el cumplimiento de los ODS, ya que en los próximos doce meses los Gobiernos deberán definir los indicadores que van a servir para medir su cumplimiento, es decir, para saber si avanzamos al ritmo necesario para lograr estas metas en el plazo establecido. ¿Cuántos niños, niñas y jóvenes acceden a la educación primaria y secundaria? ¿Cuántos las terminan? ¿Adquieren las competencias adecuadas? ¿De manera igualitaria entre hombres y mujeres? ¿Contamos con sistemas educativos inclusivos y de calidad? ¿Y con los fondos necesarios para financiarlos?

No podemos dejar que las promesas de la comunidad internacional y de nuestros responsables políticos caigan en saco roto

La respuesta a estas preguntas nos afecta directamente a todos y todas. Por eso, desde la Campaña Mundial por la Educación nos estamos movilizando –colegios, docentes, alumnos y alumnas– en más de 100 países para exigir a nuestros Gobiernos que adopten las políticas, medidas y recursos necesarios para hacer del derecho a la educación una realidad para todas las personas. Queremos reclamar también la necesidad de que estos procesos se lleven a cabo de forma abierta y transparente, a través de espacios que faciliten la participación y las aportaciones del conjunto de la ciudadanía, y especialmente de las comunidades educativas y de las organizaciones que trabajamos en defensa del derecho a la educación y los derechos de la infancia. Como nos decían los niños y niñas de uno de los colegios con los que trabajamos: “Todos tenemos los mismos derechos, por lo que todo el mundo tiene derecho a participar”.

Dentro de unas semanas, estaremos en más de 30 ciudades españolas celebrando decenas actos públicos y de encuentro con nuestros representantes políticos, para demostrarles que el derecho a una educación gratuita, equitativa, inclusiva y de calidad nos importa y nos afecta a todos y todas. Escribo este artículo para aportar mi pequeño (pero imprescindible) granito de arena a este movimiento internacional que pide la palabra por la educación. Tú también puedes hacerlo –únete a nosotros durante la Semana de Acción Mundial por la Educación (SAME), del 24 al 29 de abril, y pide la palabra por la educación. El futuro está en nuestras manos.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2017/04/05/planeta_futuro/1491390505_123672.html

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