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Sr. Trump, no construya ese muro

La mejoría mundial que sacó a más de 600 millones de personas de la pobreza en 20 años no se hizo con muros sino con puentes.
En los primeros días de la administración Trump, entre tanta incertidumbre y expectativa, hay dos cosas que han quedado muy claras. Primero, que Trump está dispuesto a cumplir todas y cada una de sus promesas electorales por más disparatadas que fueran, y segundo, que Trump actúa con suma ejecutividad, escucha poco a sus asesores, no teme asumir costos políticos y genera crisis internacionales sin que le importe demasiado.
En sus primeros cinco días firmó ocho órdenes ejecutivas, con las que dio comienzo al cumplimiento de sus promesas de cerrarse al mundo (abandonó el TPP, que tampoco era una panacea) y se enroscó en una monumental crisis con uno de sus mayores aliados y socios comerciales, como es México. Además de solicitar la revisión del Nafta, dio órdenes para el comienzo de la construcción del muro en la frontera con México. Un muro que está incipientemente instalado en un tercio de los 3.200 kilómetros de frontera (se comenzó en 1996 en la administración Clinton), pero que no tiene la entidad del muro que desea Trump en cuanto a altura y espesor.
Pero el tema no termina en el dichoso muro, sino en quién va a pagar los US$ 15.000 millones que supuestamente costaría su construcción. Normalmente, el que lo hace, lo paga. No ocurre eso con Donald Trump, que no solo quiere construir el muro sino hacer que México pague su costo. Eso dijo Trump en su campaña electoral y eso piensa hacer. El jueves lanzó la idea de poner un arancel del 20% a las exportaciones mexicanas a Estados Unidos. El 20% sobre US$ 300.000 millones anuales, razonan Trump y su equipo, daría unos US$ 60.000 millones, cifra más que suficiente para pagar el costo de muro. Solo que no es tan sencillo porque cualquiera que sepa un mínimo de economía sabe que un impuesto a las exportaciones lo termina pagando el consumidor final en los Estados Unidos con precios más altos de los productos mexicanos. O que incluso puede generar fenómenos como que se cancelen compras de México y se hagan de otra parte. Y ello sin tener en cuenta que muchas de las exportaciones mexicanas tienen insumos estadounidenses, con lo cual se perjudicaría la industria de Estados Unidos.
Todo esta insensatez, propia de quien no sabe de lo que habla, ni sabe que no sabe y por tanto no es capaz de buscar buen asesoramiento –algo propio de los ególatras– llevó a una gravísima crisis con México. Enrique Peña Nieto suspendió la visita a Washington prevista para el martes 31. Desde el entorno de Trump se dijo que se podría realizar «más adelante». Difícil, tal como vienen las cosas, que incluyen también la renegociación del Nafta y acuerdos de seguridad fronteriza que también interesan a México, que tiene problemas de seguridad en su frontera con Guatemala, por donde muchos centroamericanos quieren pasar en su viaje a Estados Unidos.
Trump ha sido expeditivo, y ahora dice que en una semana hizo más cosas que otros presidentes en ocho años, pero muchas veces conviene reflexionar antes de actuar. Y, sobre todo, antes de expresarse por Twitter, como le gusta hacer al presidente estadounidense. El proyecto del muro no solo es un problema con México. Es también un problema con su propio Partido Republicano, si es que puede decirse que Trump es republicano. No hay consenso claro de que esa barrera física sea la solución de los problemas migratorios y menos aún está claro cómo debe pagarse. Lo que sí se vio esta semana fue a la bancada republicana en el Congreso dividida y desconcertada sobre la forma de establecer aranceles a las importaciones mexicanas, lo que significaría la muerte del Nafta.
Más aun, la forma de actuar de Trump y su escaso respeto de los tratados internacionales –los aranceles no se pueden subir unilateralmente ni se pueden poner restricciones comerciales– no tienen nada que envidiar a las formas de actuar de presidentes latinoamericanos como Cristina Fernández de Kirchner o Nicolás Maduro, que ponían todo tipo de trabas en el funcionamiento del Mercosur y se reían tanto de la letra como del espíritu del tratado en tanto ello les conviniera a sus intereses puntuales.
Pero yendo más allá, hay un error fundamental en la filosofía de Trump de construir muros.
El progreso de Occidente a lo largo de los siglos y la mejoría mundial que sacó a más de 600 millones de personas de la pobreza en los últimos 20 años no se hizo con muros sino con puentes. No se hizo con proteccionismo sino con comercio. Que eso genera dificultades, no cabe duda. Pero si el mundo quiere tener un futuro próspero, ello se logrará construyendo puentes y no muros. Si el señor Trump no lo entiende, Estados Unidos va a sufrir un grave retroceso y otros países tomarán su liderazgo en la escena mundial. China, por ejemplo, está expectante para dar un paso adelante. Ya aprendió la penosa lección de siglos de aislamiento.
Fuente: http://www.elobservador.com.uy/sr-trump-no-construya-ese-muro-n1023688
Imagen: https://media.elobservador.com.uy/adjuntos/181/imagenes/014/824/0014824179.jpg
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Educación, nacionalismo y el factor externo

Por: Bonifacio Barba

El presidente de Estados Unidos. Donald Trump, ha actualizado la debilidad de México ante “el factor externo”, uno que siempre ha sido relevante para la vida nacional y que en no pocas ocasiones ha sido utilizado por los dirigentes de nuestro país como causa/excusa de lo que nos ocurre o de lo que no pueden hacer más que en grado limitado, reactivo. Lo raro, además, es que el factor externo siempre se anuncia y es conocido de manera previa, pero no suscita la suficiente reflexión y planeación en el gobierno.

Ante la coyuntura actual, el presidente Enrique Peña se ha acordado de algo llamado unidad nacional y ha exhortado a promoverla y fortalecerla, como si la sociedad mexicana sólo necesitara la excitativa gubernamental para orientarse a ella, pero no es así, y menos ahora, con la acumulación de agravios no resueltos, con la presidencia que no es como fue prometida en la campaña de 2012: democrática.

La unidad nacional supone o necesita -¿o no es más que otra expresión de la misma unidad?- un nacionalismo que podemos calificar de activo o consolidado para diferenciarlo de un sentimiento superficial de identidad colectiva que no se expresa como fuente de la civilidad. El nacionalismo necesario hoy y siempre es fruto de la experiencia de ser parte de una colectividad cuya convivencia es una experiencia cotidiana de los derechos y deberes ciudadanos; una experiencia comunicativa del Estado constitucional, es decir, representativo, democrático; una experiencia de la ciudadanía asentada en la dignidad de cada uno y cada una y de un gobierno, en sus tres poderes y niveles, trabajando conforme a los fines de las instituciones públicas, no según los intereses del funcionario o partido en turno. Y eso que se necesita no lo tenemos hoy a disposición inmediata, como herramienta para arreglar un motor o como antivirus para limpiar una computadora.

La unidad nacional es un rasgo de nuestra comunidad política que no se ha construido de manera eficaz y permanente. Es un rasgo esquivo, difícil, dialéctico. En 1821, la lucha por la independencia tuvo una salida con el proyecto de las Tres Garantías que impulsó con éxito Iturbide: ahí estaba la Unión. Esta se logró con la voluntad y la adhesión de muchos actores, pero su referente temporal era un enemigo, el imperio español, pero lograda la independencia la Unión entró en un camino interminable de avatares sociales y políticos, hasta hoy.

Al tiempo que se luchaba por la independencia, la Constitución de Apatzingán afirmó la soberanía del pueblo, una de las fuentes, sino es que la única o principal, de la unidad posible y necesaria a la nación. La misma constitución afirmó que la educación era una necesidad de todo ciudadano y que la sociedad habría de apoyarla con todo su poder.

La construcción de la educación mexicana en expresiones diversas a lo largo del siglo XIX, recibió siempre el encargo de formar a los ciudadanos con un sentimiento de patria, de nación, de unidad política, pero ese siglo abrió el siguiente con debilidad en la unidad y en el nacionalismo y la Revolución de 1910 reemprendió el camino para atender las necesidades de la nación. Al elaborarse la Constitución de 1917 parecía que la unidad estaba al alcance de la mano, tanto por las garantías que otorgaba la nueva norma como por los principios y derechos sociales que sancionó, pero la realidad era otra: la discordia estaba ahí y siguió. El encargo educativo de la Constitución fue breve, no estableció la obligatoriedad de la primaria, cuestión que era fundamental para construir la unidad y el sentimiento nacional. Aquélla fue establecida hasta 1934. En el lenguaje filosófico-político de ese año, un objetivo de la educación era formar en los estudiantes “un concepto racional y exacto del universo y de la vida social”. La unidad, por esta vía, no se produjo.

El acercamiento al sentimiento y a la unidad nacional, en el texto constitucional, se produjo con la reforma del artículo 3o. en  1946: uno de los fines era formar en el educando “a la vez, el amor a la Patria y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia”. Fundamentales principios, trascendente finalidad, irrenunciable responsabilidad. Sin embargo, desde entonces y desde ese lugar constitucional, la unidad impulsada ha adolecido de intensidad democrática, y así nos encuentra el cambio de rumbo en la América del Norte.

La escuela nacional, muy crecida pero diversa, no puede ofrecer hoy la solución inmediata, pero la coyuntura vuelve a ponerles a la sociedad y al gobierno lo apremiante que es tomar la Constitución en serio, reformar la educación con la intensidad política y filosófica que está en los principios jurídicos no sólo del artículo tercero, sino de toda la ley fundamental. La unidad nacional requiere comprensión histórica y ética pública actual. Para el gobierno, significa responsabilidad; para los ciudadanos, también. Esa es la unidad inicial.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/educacion-nacionalismo-y-el-factor-externo/

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¿Qué es la pedagogía del amor?

31 de enero de 2017/Fuente y autor/el nuevo dia/ Josefina Barceló Jiménez

El maestro debe ser imparcial, no tener consentidos, ser estricto, jovial y justo.

Con frecuencia, muchos docentes se preguntan qué más pueden hacer para motivar a sus alumnos a aprender.

“La formación educativa del siglo XXI debe invitar al estudiante a alcanzar un mayor nivel de descubrimiento de la identidad personal, vinculada con la producción de formas constructivas de vida, a través de las relaciones sociales”, explica el doctor Gilvic Carmona De Jesús, psicólogo en consejería, consultor y diseñador de programas académicos.

Para lograrlo, Carmona recomienda a los maestros utilizar la “Pedagogía del amor” como una herramienta poderosa para el enriquecimiento del proceso de enseñanza-aprendizaje.

“La Pedagogía del amor promete un efecto motivador en los estudiantes como resultado de la transformación en la coexistencia maestro-pupilo”.

Dice el experto que, los docentes que se ocupan de atender empáticamente las necesidades de sus estudiantes, provocan que estos tengan una mayor confianza en sí, una autodeterminación y la formación de una autoimagen sólida, que redundará en beneficio individual y se verá reflejado en una meta colectiva de aprendizaje.

Consejos a los maestros para implementar la Psicología del amor: 

1. Tiene que reconocer que fue estudiante y recordar cuál fue su experiencia en ese entonces, para extrapolar esa experiencia a su salón.

2. Tiene que conocer a sus estudiantes; sus preocupaciones y qué es o no es, pertinente para ellos.

3. Los lineamientos educativos tienen que estar a la par con el desarrollo psicoafectivo de los estudiantes.

4.  Mostrar genuino interés por el estudiante. Demostrarle que nunca dejará de tener fe en él.

5. Tiene que ser empático con ellos y, enseñarles a ser empáticos con los demás.

6.  Debe ser desprendido con su conocimiento y compartirlo con sus estudiantes. Debe ser honesto.

La disciplina del salón

En cuanto al proceso disciplinario, señala el psicólogo, que un maestro siempre tiene que disciplinar con su ejemplo. “Las reglas tienen que estar siempre claras y justas.

Para promover el empoderamiento de los estudiantes esas reglas deben hacerse en conjunto y democráticamente entre maestro y estudiantes, desde el inicio de clases”.

Además, “el maestro tiene que mostrar respeto a las opiniones de sus estudiantes y no imponer las suyas”.

En cuanto a lo académico. “La tarea debe ser proporcional al conocimiento que se pretende medir. Debe ser una educación basada en el constructivismo, en el cual los estudiantes sean partícipes de la construcción del conocimiento”, expresa Carmona.

Herramienta que funciona

La Pedagogía del amor es vista como una herramienta de trabajo, propuesta por la filosofía oriental y la teoría de la educación psicoafectiva de Daniel Goleman. Se ha probado en países como Finlandia y Suecia. En Puerto Rico se está proponiendo para aumentar la motivación, tanto en maestros como en estudiantes, ya que trae consigo cambios de actitud en ambos.

Según Carmona, en las escuelas donde se utiliza, los estudiantes se sienten seguros y amados en éstas, independientemente de la situación que vivan en sus hogares, y logran un mayor conocimiento de sus emociones, por lo que la deserción escolar se ve reducida.

Plantea el consultor académico que los estudiantes de maestros que utilizan esta herramienta, al terminar la escuela, se van con una visión de la vida sólida, con un conocimiento propio extraordinario, siendo mejores personas con ellos y con los demás, y sirviendo a los que lo rodean.

Fuente: www.elnuevodia.com/noticias/ende/nota/queeslapedagogiadelamor-2284153/

Imagen: rec-end.gfrcdn.net/images/tn/0/106/1970/1820/900/789/2017/01/24/97a77b0d-eda0-421f-ada6-a54074a5ac87.jpg

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Mochilas, violencia y cohesión social

Por: Carlos Ornelas

Después de la desgracia en el Colegio Americano del Noreste, volvió a la palestra el programa “Mochila segura”, que la exsecretaria de Educación Pública Josefina Vázquez Mota diseñó en respuesta a la creciente rudeza de la violencia criminal que invadía al sistema escolar.

Al renacer este dispositivo, que nunca tuvo un sustento institucional sólido, el gobierno enfrenta una crítica por dos flancos. La primera, por ser reactiva, por actuar hasta después de que se dio un percance que mostró que la violencia había llegado a santuarios de las clases medias. El reproche por la banda del otro lado es porque la revisión de las mochilas es un atentado contra los derechos humanos de los infantes y, tal vez, de sus familias.

El asunto no es sencillo, depende de quién lo diga y de su experiencia. Si no recuerdo mal, en sus primeros meses, la mochila segura fue bienvenida en las zonas de alto conflicto social; era un respiro —un paliativo, si se quiere— para las familias que vivían en zonas donde la violencia criminal se había instalado. Y, supongo que, en ciertas áreas, seguirá siendo acogida, si no con beneplácito, sí como una necesidad.

El asunto es que la violencia criminal se metió de lleno en los vasos comunicantes de la sociedad, no sólo está en las calles, en el secuestro, la extorsión y en las guerras entre cárteles. Allí es una experiencia cotidiana. Pero al mismo tiempo está en varios territorios simbólicos, en los medios, el entretenimiento, las redes sociales y el lenguaje ordinario de vastos segmentos sociales.

Las escuelas no son islotes aislados del resto de la sociedad, tampoco son réplicas exactas de ella. En muchas partes, los centros de estudio son espacios de remanso relativo, lo mejor de ciertas comunidades. Pero siempre bajo el asecho de la violencia circundante.

La violencia criminal y sus derivados prácticos y alegóricos abonan a la descomposición del tejido social.  Durante un largo periodo del régimen de la Revolución Mexicana, digamos de comienzos de los 40 a mediados de los 70, México tuvo crecimiento económico sostenido, estabilidad política y, sí, cohesión social, pero a cambio de restricciones a las libertades cívicas. Era una cohesión autoritaria, aunque generaba cierto consenso.

El régimen era fuerte, su legitimidad no provenía de la acción democrática, sino de la eficacia del Estado para mantener la dialéctica del control. El gobierno juzgaba subversiva cualquier reprobación a su quehacer político, fuera de los segmentos conservadores o de la fragmentada izquierda. Eran los tiempos de la república imperial.

¡Qué bueno que perdimos esa cohesión social integrista! El problema es que no le encontramos una salida que al mismo tiempo que fortaleciera la libertad política, implantara las virtudes de la democracia. Los partidos políticos se desbordaron, la corrupción creció y la violencia nos invadió.

No sabemos cómo eliminar esa brutalidad, pero queremos mantener a los niños y las escuelas a salvo. Mas no tenemos los instrumentos adecuados. Me parece sensata la receta que propuso un defensor de los derechos humanos: en lugar de la mochila segura, que haya programas de educación que faciliten la prevención de actos violentos. Pero no dice cómo ni ofrece una estimación del tiempo que tomaría poner en práctica esos métodos ni el periodo que tardaría en ofrecer resultados.

Hoy tenemos un analgésico, mochila segura, que no curará los males que se derivan de la violencia criminal que aquejan a las escuelas, pero a fe mía que no es un placebo. En lo inmediato y en amplias franjas del territorio nacional es un apremio. Pero sí necesitamos reconstruir el tejido social en el plazo medio. No es fácil, pero intuyo que ni el gobierno ni las escuelas lo podrán hacer por sí mismos.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/mochilas-violencia-y-cohesion-social/

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Conversar, conversar…

Por Jaume Martínez Bonafé

Si la escuela es o puede ser un espacio público debería ser el lugar en el que se garantice la posibilidad y el aprendizaje de la conversar.

Dice Hannah Arendt que la conversación está en la base de la acción comunitaria, una forma de construcción de lo público, del espacio en el que se edifica lo político, un hablar y actuar conjunto que genera poder. Somos esa relación entre lo que decimos y lo que hacemos, y desde esa relación nos mostramos en lo público como espacio común en el que la pluralidad y la multiplicidad de perspectivas garantizan una vida activa -política- para todas y todos. Más allá de esta mirada -ciertamente amable- sobre la construcción de la política, es obvio que una condición de partida para una vida activa en libertad es poder decir y podernos decir.

Por eso vengo a reivindicar aquí una pedagogía de la conversación y denunciar la pedagogía del silencio, de la negación de la palabra, del ruido. Y creo que si la escuela es o puede ser un espacio público, en el sentido de Arendt, debería ser el lugar en el que se garantice la posibilidad y el aprendizaje de la conversación. Pero si la escuela no se desprende de los curricula menú y de una didáctica extremadamente burocratizada, difícilmente puede el sujeto -docente y discente- encontrar ese espacio y ese tiempo tranquilo, libre, espontáneo, callejero y social, en el que cultivar la conversación como una forma de creación de la vida activa, de la vida educada. No hay educación sin diálogo y comunicación, y cada vez que a un niño o una niña se le cierra la boca, o se la inunda con respuestas prefabricadas en las que nunca se tuvo en cuenta su derecho a pensar por sí mismo, cada vez que eso ocurre se cierra la posibilidad de ese espacio político que empodera a los seres humanos.

No creo, sin embargo, que esa saludable pedagogía de la conversación se deba cultivar solo en la aulas. Es necesaria una educación expandida que surja en múltiples lugares y acontecimientos, y las calles de la ciudad no tienen porqué ser sólo el eco o la resonancia espectacular de la voz del capitalismo de consumo. Ni tampoco los medios de comunicación, internet, y especialmente la televisión, tienen porqué ser el dispositivo estratégico del poder para decir sin decirnos nada que encienda nuestro deseo de decir. Vale la pena pensar la calle, los movimientos y redes sociales, los medios de comunicación, como esa otra posibilidad de creación de lo público, de cultivo del encuentro informado, de la conversación.

Pero atención, cada vez que un político profesionalizado recurre a un argumentario sin argumento, al insulto o la creación del ruido, para no decir ni dejar decir, cada vez que una radio o una televisión promocionan el espectáculo del debate sin contenido, para entretener sin dejarnos pensar sobre lo que está pasando, cada vez que se recurre al insulto o la mentira, cada vez que eso ocurre se pierde la oportunidad de una educación emancipadora, y se acrecienta la pedagogía del ruido que no deja ni aprender a hablar ni aprender a escuchar. Un partido de fútbol, un programa de televisión o un escaparate de un centro comercial tienen todo un contenido pedagógico sobre el que hemos de preguntarnos hacia dónde conduce, qué significados produce, que otras pedagogías dificulta o entorpece. Detrás del empujón, el grito y el insulto está la negación de la palabra, la imposibilidad de la conversación.

Tenemos relevantes apoyos en la historia de la escuela y las pedagogías renovadoras que nos facilitan ahora esta recuperación de la conversación educativa. La asamblea en las aulas de Celestin Freinet ponía la voz y el deseo de los niños y niñas en el centro del proyecto educativo. El círculo de cultura en la educación popular de Paulo Freire ponía la voz y el deseo de campesinos y campesinas en el núcleo del proyecto de una alfabetización emancipadora. La discusión en las aulas del instituto tratando cuestiones controvertidas en la propuesta curricular de Lawrence Stenhouse ponía la voz y el deseo de los y las adolescentes en el núcleo del proyecto educativo.

La referencia a estos tres autores no tiene intencionalidad académica, más bien lo contrario. Es precisamente la dificultad para encontrarlos en los supuestos argumentos de las actuales políticas de la innovación lo que provoca ahora la necesidad de sacarlos del olvido para volver a pensar el valor de la conversación en la práctica educativa.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/27/conversar-conversar/
Imagen: eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2017/01/Insti_BarresiOnes_08.jpg
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Pedagogía King Kong o por qué no hay mujeres candidatas al “Nobel” de educación

Por María Acaso

Solo cuando el 50% de los profesionales que dan charlas, ganan premios, dirigen centros y escriben libros sobre educación seamos las mujeres que estamos al pie del cañón educando podremos empezar a hablar de innovación educativa.

En su libro autobiográfico Teoría King Kong, Virginie Despentes afirma que lo que realmente le ha hecho ser masculina no es ir vestida con pantalón y camisa, sino no tener miedo, haberse atrevido a salir de casa y hacer determinadas cosas, socialmente prohibidas o consideradas poco femeninas, para llevar a cabo sus proyectos, sus deseos, para organizar su vida.

 

02 Maria Montessori
María Montesorri. Creadora del Método Montessori

Releer su texto, unido a la Marcha de las Mujeres del pasado 22 de enero en protesta por las políticas de género de Donald Trump, me han invitado a repensar por qué razón, cuando se ha convocado el Global Teacher Prize 2017 -considerado por los medios como el Premio Nobel de Educación-, en un país donde el 80% de las profesionales de la educación primaria son mujeres, un año más el nominado ha sido un hombre. Un hombre que será visibilizado, que irá de programa en programa, de charla en charla… Mientras tanto, miles de maestras que podrían estar en ese ruedo de la visibilidad permanecen en sus casas paralizadas por el miedo.

 

03 Heike Freire
Heike Freire. Creaodora del Movimiento Pedagogía Verde

Sí, admitamos que tenemos miedo, porque tener miedo es una condición estructuralmente femenina; un miedo que nos acecha desde que somos niñas, que nos deja calladas, mientras que nuestros hermanos, nuestros novios y nuestros amigos piden aumentos de sueldo o se presentan a un premio dentro de su categoría profesional.

 

04 Amaia Antero
Amaia Antero. Directora de Innovación de Arizmendi Ikastola

En las mujeres está bien visto «no hacerse notar», tapar con una falsa modestia absurda nuestros logros y nuestras propuestas. Una falsa modestia que el patriarcado nos ha hecho creer que es muy femenina y honrada. Proclamar, mostrar y exhibir son aspectos que la sociedad valora positivamente en los hombres, y negativamente en las mujeres.

 

05 Inés Sanguinetti
Inés Sanguinetti. Bailarina y Fundadora de Crear Vale la Pena

Cuando un profesional joven tiene ambición, es un valiente; cuando una profesional joven tiene esa misma ambición, es una trepa. Cuando un niño ejerce el poder en su grupo, es un líder; cuando una niña ejerce ese mismo poder, es una mandona (y aquí me viene a la cabeza un enfadadísimo Xavier Trias llamando mandona a Ada Colau cuando esta le arrebató su puesto en la alcaldía de Barcelona).

 

06 Mar Romera
Mar Romera. Coordinadora en TuInnovas de Inteligencia Emocional

Miedo. La sociedad nos insta a tener miedo. Miedo a hacer el doble esfuerzo que exige la visibilidad; porque ser visible supone no solo hacer bien tu trabajo, sino también dedicar mucha energía a que ese trabajo se vea para que los demás sepan lo que haces: tener tu propio blog, manejar las redes sociales, estar en primera fila, viajar, salir, entrar. Miedo a que nos pregunten cómo logramos ser visibles y, a la vez, cuidar de nuestros hijos. Miedo a tener que contestar preguntas que no se les hacen a los hombres. ¿Cuántas veces les preguntan a ellos cómo se las arreglan para compatibilizar trabajo y crianza?

 

07 Elizabeth Elssworth
Elisabet Elsworth. Profesora de Estudios de Cine y Medios de Comunicación de Masas en el New School for Social Research. NY

En el sector de la educación ocurre exactamente lo mismo que en otros sectores mayoritariamente femeninos en la base, pero de los que las mujeres vamos desapareciendo según subimos de escala, como ocurre en la gastronomía o la moda, por poner los dos primeros ejemplos que se me vienen a la cabeza. Mujeres como Virginie Despentes o Sheryl Sandberg (número dos de Facebook) nos instan a no quedarnos calladas en las mesas de administración, ni en los consejos de departamento ni en los claustros: es sumamente importante que se escuche nuestra voz, porque, si no, la voz será siempre masculina.

 

08 Rosan Bosch
Rosan Bosch. Fundadora y Directora Creativa de Rosan Bosch Studio

Necesitamos una teoría King Kong para la educación. De la misma manera que Despentes desdramatiza en su libro cuestiones tan centrales en la experiencia femenina como la violación, la prostitución o el porno, tenemos que desdramatizar y darle la vuelta a lo que está pasando en la educación. Necesitamos dejar de quejarnos, dejar de tener miedo, ese miedo que nos obliga a quedarnos en casa, sentadas en la silla, mirando las pedagogías pasar, siendo nosotras (y no otras), las profesoras de universidad, las maestras, las rectoras, las directoras de centro.

 

09 Tiscar Lara
Tiscar Lara. Directora de Comunicación de la EOI

Solo cuando el 50% de los profesionales que dan charlas, ganan premios, dirigen centros y escriben libros sobre educación seamos las mujeres que estamos al pie del cañón educando podremos empezar a hablar de innovación educativa. Mientras esto no ocurra, solo podemos hablar del pasado.

 

10 Lucia Miranda
Lucía Miranda. Fundadora y Directora de The Cross Border Project

No puede existir innovación sin la visibilización −en los congresos, en las librerías, en los periódicos− de las mujeres profesionales de la educación: el cambio de paradigma pasa irremediablemente por que las mujeres que están día a día en las aulas también estén en los lugares donde esas aulas se representan. Lugares que, extrañamente, continúan poblados únicamente por hombres.

 

 

11. Rosa Liarte
Rosa Liarte. Profesora Titular de la ESO e Innovadora

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/27/pedagogia-king-kong-o-por-que-no-hay-mujeres-candidatas-al-nobel-de-educacion/Imagen: eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2017/01/Virginie_Despentes_2012-e1485504421282.jpg

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Mindfulness para niños y adolescentes: los beneficios de la meditación

Por: Observatorio FAROS Sant Joan de Déu

¿Qué es el mindfulness?

Mindfulness, o lo que vendría a ser «atención plena», es una técnica de origen budista, popularizada en occidente por Jon Kabat-Zinn, basada en una práctica de meditación terapéutica que ayuda a reducir el estrés. Es una práctica que comienza prestando atención a la respiración para centrarse en el aquí y ahora, y no en lo que podría haber sido o en lo que podría ser. El objetivo final es crear suficiente distancia respecto a pensamientos y emociones, para observarlos sin reaccionar inmediatamente.

En los últimos años esta técnica se ha convertido en una forma de tratar a los niños y adolescentes con TDAH o con síntomas como la ansiedad, los trastornos del espectro autista, la depresión o el estrés, con un alto grado de éxito.

Saltzman también llevó a cabo un estudio en colaboración con investigadores de la Universidad de Stanford, en el que demostró que después de 8 semanas de entrenamiento de la mente, había documentado una disminución en la ansiedad, y las mejoras en la atención. Los participantes estaban menos emocionalmente reactivos, eran más capaces de gestionar los retos diarios y de elegir su comportamiento.

El mindfulness en niños y adolescentes

Hay testimonios que explican cómo el aprendizaje de esta técnica en sus hijos les ha servido de manera sorprendente. En la escuela los jóvenes se sientan en círculo, cierran los ojos, y silenciosamente van tomando nota de sus propios pensamientos y lo que sucede a su alrededor. En cada sesión se puede abordar un objetivo diferente: ver consciente, la atención en el oído, la respiración consciente, o heartfulness (o el envío de pensamientos buenos para los demás). El objetivo en la escuela era que el aprendizaje de estas técnicas pudiera ayudar a los jóvenes estudiantes a mejorar académicamente en la escuela y sentirse menos estresados.

También se puede practicar en casa. Los niños que aprenden esta técnica también pueden incorporarla en su vida diaria y modificar su comportamiento. Aprenden a hacer una pausa y responder a las situaciones en lugar de reaccionar. Cuenta una madre:

«Cuando mi hija empieza a agobiarse por algo, ella misma es capaz de detenerse, respirar, y cambiar su perspectiva para llegar a una reacción productiva menos emocional y más provechosa»

También ayudan a mejorar las habilidades de comunicación, ya que los niños aprenden a estar presentes para ellos mismos y para los demás.

Los beneficios de la práctica de la atención

Los beneficios de la atención plena son muchos. Diferentes científicos han confirmado sus efectos positivos sobre la salud mental y el bienestar.

La Fundación Hawn dice que en las escuelas donde se ha implementado, el 90% de los niños ha mejorado su capacidad de llevarse bien con otros niños Alrededor del 80% eran más optimistas y habían mejorado el concepto de sí mismos, el autorregulación y la autogestión, tres cuartas partes de los niños mejoraron su capacidad de planificación y organización, y la misma cantidad había tenido un mejor control de los impulsos y menos reactividad.

El mindfulness en la familia

Es posible introducir esta práctica en casa. Lo más conveniente es que los padres también la practiquen. Crear rutinas como tomar el sol unos minutos al día para cerrar los ojos y notar la propia respiración, los propios pensamientos, emociones y sensaciones del propio cuerpo, con un sentimiento de bondad y curiosidad, puede tener un gran impacto en toda la familia.

El propósito de la enseñanza de la «atención» en nuestros hijos es darles habilidades para desarrollar la conciencia de sus experiencias internas y externas, para reconocer sus pensamientos como «sólo pensamientos,» para entender cómo las emociones se manifiestan en sus cuerpos, para reconocer cuando su atención se ha desviado y proporcionar herramientas para el control de los impulsos. No es una panacea, y no se puede pensar que eliminará completamente lo que es el comportamiento normal del niño, con sus rabietas, llantos, gritos y discusiones habituales, pero sí puede ayudar.

Si desea iniciar la práctica de mindfulness en la familia lo más importante es que no lo fuerce. Si tus hijos no están interesados, dejar estar. Si, por el contrario, ellos muestran interés, te damos algunas sugerencias para empezar:

  1. Escuchar la campana. Una manera fácil para que los niños practiquen la atención plena es centrarse en prestar atención a lo que pueden sentir. Puede utilizar un cuenco, una campana, un conjunto de campanas o una aplicación de teléfono que tenga sonidos. Deja que tu hijo se concentre en el sonido hasta que ya no pueda sentir (que suele ser de 30 segundos a un minuto).
  2. La práctica de la respiración con un compañero. Para los niños pequeños, una instrucción como «prestar atención a la respiración» puede ser difícil de seguir. Una opción es que cada niño tome un animal de peluche, y después se estire con su peluche en el vientre. Centrará su atención en el ascenso y caída del animal de peluche a medida que inhala y exhala.
  3. Pasear. Dé un paseo a través de su barrio fijándoos en las cosas que no has visto antes. Destináis un minuto del paseo a estar completamente en silencio y simplemente prestar atención a todos los sonidos que podemos escuchar.
  4. Establecer una práctica de agradecimiento. La gratitud es un componente fundamental de la atención, enseñar a nuestros hijos a apreciar la abundancia en sus vidas, en lugar de centrarse en todos los juguetes y golosinas que ellos anhelan.
  5. Compruebe su informe del tiempo personal. Quedándose quietos como una rana, anímales a «invocar el informe meteorológico que mejor describe sus sentimientos en ese momento.» Soleado, lluvioso, tormentoso, tranquilo, con mucho viento, un tsunami? Esta actividad permite a los niños observar su estado actual sin necesidad de identificarse demasiado con sus emociones. No pueden cambiar el clima exterior, y no pueden cambiar sus emociones o sentimientos, pero pueden cambiar la forma como se relacionan con ellos. Los niños pueden reconocer: «No soy el aguacero, pero noto que está lloviendo. No soy un miedoso, pero me doy cuenta que a veces tengo esta gran sensación de miedo en algún lugar cerca del cuello.»
  6. La práctica consciente de comer. El ejercicio de comer conscientemente una pasa o un trozo de chocolate es un alimento básico de la educación de la atención, y es una gran actividad para los niños.

Estos son algunos ejemplos, pero por encima de todo, recuerde divertirse y hacerlo sencillo. Seguro que en el día a día encontrará muchas oportunidades para añadir a las prácticas de atención plena.

Fuente: http://faros.hsjdbcn.org/es/articulo/mindfulness-ninos-adolescentes-beneficios-meditacion

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