Page 2171 of 2686
1 2.169 2.170 2.171 2.172 2.173 2.686

¿Milagros o política de innovaciones educativas?

Por: Juan Carlos Tedesco

La única solución “milagrosa”, que muestra una historia de larga duración, es la escuela obligatoria, gratuita, pública y laica

La historia de la educación muestra la aparición recurrente de soluciones milagrosas a problemas difíciles de resolver. En la actualidad asistimos a una nueva ola de soluciones basadas en las tecnologías de la información donde, por ejemplo, el modelo de un ordenador por alumno resolvería no sólo los problemas educativos de las poblaciones pobres sino todos sus problemas sociales, económicos o culturales o el modelo pedagógico del autoaprendizaje a través de vídeos y del uso de Internet permitiría alcanzar buenos resultados a muy bajo costo.

Las propuestas “milagrosas” tienen algunos rasgos en común. Sin pretender agotar su descripción, podemos mencionar al menos cuatro características importantes. En primer lugar, tienen un carácter descontextualizado, tanto en términos sociales como culturales. En segundo lugar, simplifican el problema que pretenden resolver. Dicha simplificación permite sostener que la solución pasa por actuar sobre una sola de las variables o dimensiones que lo determinan. En tercer lugar, su presentación se apoya en un poderoso marketing, que logra concitar la atención pública o, al menos, la atención de los que toman decisiones. Por último, están asociadas a un fuerte liderazgo personal. En general, aunque no siempre, esas soluciones llevan el nombre y apellido de una persona determinada.

La historia también nos muestra que estas soluciones tienen un ciclo de vida relativamente corto y muchas de ellas desaparecen sin dejar rastros de su tránsito por el sistema educativo. La única solución “milagrosa”, que muestra una historia de larga duración, es la escuela obligatoria, gratuita, pública y laica. Sin embargo, hoy se alzan voces y proyectos según los cuales es necesario terminar con este dispositivo. Para algunos hay que volver a educar en la familia. Para otros, se trata de apostar a las tecnologías de la información o a una fórmula que articule ambas instancias.

El análisis de estas soluciones milagrosas debería servir para una reflexión profunda acerca de las innovaciones educativas. Nadie duda de que la escuela y la educación en general requieren importantes transformaciones. Gran parte de las ideas de transformación ya están en los proyectos de los educadores más progresistas de nuestra historia. Sólo para mencionar a los del siglo XX, podemos volver a leer a Cousinet, Montessori, Washburne o Freinet. Esta mención no supone sentimientos nostálgicos sino tratar de entender las razones por las cuales esas ideas no lograron penetrar en los sistemas educativos de masas, particularmente en los segmentos del sistema al cual acceden los sectores sociales más desfavorecidos.

Vuelvo a repetir que no hay dudas acerca de la necesidad de adoptar una política renovada de innovaciones educativas, exigida por el cambio en el papel del conocimiento en los procesos productivos y por el impacto de la globalización sobre la cultura y el desempeño ciudadano. En este contexto, una política de innovaciones no consiste en incentivar soluciones simples y milagrosas. Tampoco se trata de llevar a escala “buenas prácticas”, que son buenas porque se adecuan a determinadas condiciones del lugar donde se desarrollan. Una política de innovaciones debería llevar a escala la capacidad de innovar.

Para lograrlo es necesario, en primer lugar, asumir un compromiso político con la justicia social que coloque las innovaciones educativas en un marco democrático y no en un contexto que las convierta en un factor de “distinción” social. A partir de este principio, una política de innovaciones debería definir incentivos (tanto materiales como simbólicos) y promover particularmente el contacto entre las personas y las instituciones innovadoras. Como se suele decir en el ámbito de la innovación tecnológica, es muy importante promover la “interacción estructurada”, que nos permita aprender del otro y, a su vez, que nos obligue a transferir nuestra experiencia a los demás.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/11/24/milagros-o-politica-de-innovaciones-educativas/

Comparte este contenido:

La coeducación en las escuelas o cuando realmente garantizamos la prevención de las violencias de género

Por: Lídia Casanova

Cuando hablamos de hacerlo diferente y conseguir vivir en una sociedad equitativa hablamos de educar con mirada feminista. Porque sin justicia de género, no hay justicia social.

“Hoy, me gustaría pedir que empezamos a soñar un plan para construir un mundo mejor. Un mundo más justo. Y esta es la manera de empezar: debemos educar a nuestras hijas de una manera diferente. Y también tenemos que educar a nuestros hijos de una manera diferente”. La novelista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie advierte con estas palabras que conseguir vivir en un mundo más igualitario pide hacer las cosas diferentes. ¿Y por qué apostar por iniciar la transformación por las aulas? Hacerlo diferente es una oportunidad de generar cambios con efecto multiplicador en la vida social. Hoy, 25 de noviembre, es día de seguir reivindicando la educación como herramienta para transformar y deconstruir la cultura de la violencia machista.

Cuando hablamos de hacerlo diferente y conseguir vivir en una sociedad equitativa hablamos de educar con mirada feminista. Porque sin justicia de género, no hay justicia social. Conscientes de las reticencias que aún provoca el término feminista en algunos ámbitos, solemos hablar de educar con perspectiva de género. Expresado de una u otra manera, no significa otra cosa que educar de manera no sexista ni androcéntrica. El primer paso para transformarlo: asumir qué parte de nosotros es y sigue siendo machista (o inconscientemente machista).

Se suele ver a las escuelas como instituciones donde, por definición, hay respeto y son equitativas. A menudo escucho que por el simple hecho de haber conseguido una escuela mixta y, así, tener niñas y niños bajo un mismo techo estudiando los mismos contenidos académicos es motivo de igualdad. Por eso me atrevo a afirmar que uno de los fracasos actuales de la educación es mantener la cosmovisión de que, en las escuelas, como conviven niños y niñas, se vive con igualdad. Sabemos que no es así: cuando la escuela no dispone de un proyecto coeducativo de centro y una voluntad para trabajar desde esta óptica, reproduce las desigualdades sociales que observamos fuera de las aulas. La verdadera innovación en las aulas sería la de no reproducir el modelo patriarcal; si la innovación no es coeducadora no es innovación para todos.

Sabemos que sin una conciencia de género presente en los claustros, lo que pasa fuera de las aulas se reproduce.

En la escuela mixta todavía impera la tendencia a pensar que las niñas son frágiles, sensibles y delicadas por naturaleza, los niños más aventureros, mejores en matemáticas y ciencias o más hábiles para los deportes o la competición, por nombrar algunos de los ejemplos que seguimos encontrando.

Las escuelas no se desarrollan impermeables a la sociedad, y la sociedad sigue siendo machista. A menudo, los discursos políticamente correctos en relación a la igualdad ha provocado el hecho de que nadie se quiera reconocer la parte machista. Mi invitación es que realmente miramos el machismo de cara, que dialogamos y que provocamos cambios reales en el acompañamiento a los niños.

Convertirse, con la práctica del día a día, en agentes efectivamente transformadores del escenario de violencias machistas vigente, es una asignatura pendiente para una gran cantidad de centros educativos.

Por suerte (o por voluntad política impregnada del trabajo que venimos aprendiendo de los feminismos) cada vez hay más centros y más municipios que quieren dar el paso de escuelas mixtas en escuelas coeducativas, escuelas que rompen con los estereotipos y expectativas de género y debilitan así la base de las violencias. El motor de estos cambios, en ocasiones, son municipios que incorporan la coeducación como pieza de la estrategia local contra la violencia de género pero, muchas veces, son las familias o el profesorado comprometidos con que su escuela produzca cambios sociales. Es apasionante trabajar a su lado.

Pese a que a menudo pensamos que actuamos de manera justa y equitativa, tal como algunas profesoras nos dicen cuando nos encontramos y compartimos formaciones sobre el tema, hay un acompañamiento para tomar conciencia de que las expectativas del profesorado hacia el alumnado siguen siendo desiguales. Expectativas desiguales y proyecciones desiguales, por ejemplo, en el momento de evaluar o, más adelante, en el momento de orientar sus carreras universitarias y profesionales, y también mucho más atrás.

No puedo dejar de pensar en una profesora embarazada de cinco meses que me cuenta el choque y la dificultad de recibir las críticas del entorno: “¿Por qué demonios no nos puedes decir el sexo del bebé que tienes en la barriga?”. Y le espetan que estas madres que van de modernas “se pasan con todo esto de la igualdad”. El entorno necesita(rá) saber qué demonios es el bebé para poder empezar toda la serie de proyecciones, desde que está en la barriga, y así empezar a pensar en el color de los zapatos que le regalaré, en sí lo llevaré a jugar al fútbol o le regalaré cochecitos o si la dejaré salir y tendré que preocuparme para que vuelva sola en casa, y un largo etcétera. Y seguir construyendo una identidad regida por estereotipos, limitada por creencias que subordinan los atributos considerados propios de la feminidad a los de la masculinidad.

A menudo esta subordinación queda patente en el curriculum escolar. Las emociones, el cuidado de una misma y de las otras, la educación afectivo-sexual, resultan “temario” básico para la calidad de vida de las personas pero, sin embargo, no tienen ningún valor para las autoridades educativas, (porque no lo tiene para los mercados). Así, las cosas atribuidas al mundo tradicionalmente como femenino aún quedan pendientes de revalorizar y equilibrar frente a otras que sí que son valoradas.

La coeducación es la mirada y el sistema en la escuela que ayuda a prevenir de raíz las violencias. Violencias como son las actitudes hostiles y de no reconocimiento a quien no se quiere clasificar en un sistema sexo-género demasiado rígido que sanciona a quien se sale de la norma. La coeducación cuestiona el encontrar normal que en los patios se relegue a las niñas alos laterales. La coeducación se encarga de hacer visibles a las mujeres históricas en las clases de tecnología y de ciencias, para que las niñas se puedan mirar e imaginarse en un futuro. Coeducar es educar en la cultura de los límites y del decir NO. Coeducar es que en las lecturas de la clase de lengua rompan con las representaciones tradicionales que muestran las mujeres como naturalmente responsables del trabajo de cuidados. Coeducar es encontrar importante cuestionar los comentarios y actitudes sexistas que salen en el día a día de las aulas ya sea en forma de bromitas y también insultos.

Coeducar es trascender y superar que los niños sean educados en el aprendizaje de la agresividad y la rudeza y las niñas en la docilidad y la actitud de someterse o ceder a las demandas de los demás. Sin coeducación será imposible asumir actitudes y comportamientos que conduzcan a establecer parejas (cuando hablamos de parejas heterosexuales) y relaciones sociales, entre hombres y mujeres en cualquier ámbito, ya sea en la calle, familiar o al mundo laboral) que no estén atravesada por la desigualdad , el abuso y la violencia.

Como dice Chimamanda Ngozi Adichie y muchas personas de las que estamos en la lucha apasionante y necesaria en la educación para la igualdad y la no discriminación: “Hacerlo diferente es el paso que necesitamos. Solo depende de querer hacerlo diferente”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/11/25/la-coeducacion-en-las-escuelas-o-cuando-realmente-garantizamos-la-prevencion-de-las-violencias-de-genero/

Comparte este contenido:

El triunfo del NO y el fracaso de la educación colombiana

Por: Julian de Zubiria 

La derrota del Si representa es una expresión del fracaso de un sistema educativo que no logra transformar las maneras de pensar, convivir y comunicarse de su población.

Un país en el que 3 de cada mil personas saben leer de manera crítica no se mueve por las ideas, sino por emociones primarias como el miedo, la ira o la venganza. Un país en el que la mitad de los jóvenes que viven en zonas de conflicto dicen que atropellarían a los demás si eso les produce beneficios muy difícilmente logrará reconstruir el tejido social y la confianza. La oposición comprendió a cabalidad estas ideas tan sencillas en la pasada contienda del 2 de octubre en torno a la paz y para sacar a flote esas emociones primarias construyó una argumentación elemental basada esencialmente en tres falacias.

La primera: Que al votar por el SÍ, se le estaba dando el poder a los guerrilleros de las FARC, que por esa vía el país caería en la órbita del “Castrochavismo” y que nos volveríamos tan inviables como lo es, actualmente, Venezuela. Una idea que un menor de edad con buena formación podría desmentir, ya que, con un análisis relativamente sencillo, es fácil concluir que no hay diferencias entre el programa económico del presidente Santos y del senador Uribe. También es sencillo concluir que ninguna de las medidas acordadas en La Habana marchaba hacia la estatización de los servicios, la expropiación de la propiedad privada o el control de los medios de producción y de los sistemas de comunicación por parte del Estado. Lo único que contempla el acuerdo es construir vías y apoyar con tierra, tecnología y crédito a los campesinos que han vivido totalmente huérfanos de Estado durante toda su historia.

Uribe –que es una persona muy inteligente– sabe que su afirmación es una falacia; es decir, una mentira con cara de verdad. Aun así, la repitió una y mil veces, porque también sabe que todas las guerras y dictaduras se alimentan de la manipulación del miedo y la ira, algo fácil de lograr en un pueblo que ha recibido una educación de tan mala calidad como la que se ha brindado hasta el momento en el país.

Segunda: La oposición repitió una y mil veces en toda su campaña que en Colombia no existe una guerra civil. A pesar de que hemos tenido 8 millones 100 mil víctimas, 225 mil homicidios, 87 mil desparecidos y más de 7 millones de desplazados, sus representantes repitieron, una y otra vez, que Colombia no había desplazados sino migrantes que querían viajar por las diversas regiones conociendo el país. La idea que se deriva es que lo que tenemos como guerrilla es un grupo de asesinos que se lucran del narcotráfico. Esta idea ha sido desmentida por todos los estudios académicos que se han hecho sobre el tema y, una vez más, fue completamente rechazada por la Comisión Histórica del conflicto, recientemente creada. Aun así, estamos ante una gran mayoría de la población que no logra extraer una sola idea central en un párrafo; mucho menos podrá leer, entender e inferir a partir del informe final de esta Comisión, de 565 páginas, o el Acuerdo con las FARC, de 297.

Uribe sabe que está inventando una segunda falacia; es decir, una mentira que de tanto repetir, llega a parecer como una verdad. Entonces, ¿para qué lo hace? Al hacerlo, saca a flote la ira. Si se reitera que el gobierno quiere premiar a los “narcoterroristas de las Far”, logra su objetivo: florecen la ira y la sed de venganza de un pueblo que toda la vida ha vivido en guerra, y que, debido a ello, ha envenenado y endurecido el corazón.

Tercera. La oposición lo dice una y otra vez: “El gobierno Santos es corrupto”. Lo dice sin pudor y sin temor. Lo dice sin reconocer que su propio gobierno es, hasta ahora, el caso en la historia colombiana en el que el mayor número de ministros y altos dirigentes han sido investigados y detenidos por la justicia. Para argumentar su afirmación recurre a un término coloquial: “mermelada”. La idea es que este gobierno logra sus propósitos corrompiendo a las personas, entregando dádivas a quienes inicialmente se oponían y dinero público a quien lo apoye. Y la pregona a los cuatro vientos, ya que sabe que la sociedad, los medios y el gobierno, le tienen tanto temor, como el que tienen los niños ante los padres más agresivos y autoritarios. Sabe que, por temor, su voz no será silenciada.

Las recientes elecciones ante el plebiscito nos demostraron que en Colombia coexisten tres países: Uno indiferente ante la suerte que corran sus conciudadanos. A ellos pareciera darles lo mismo que continuemos enfrentados a bala o que terminemos la guerra en un mes o después de cien años de soledad y muerte. Es el país de los abstencionistas. Según los primeros estimativos, estamos hablando del 63% de la población.

Un segundo país está anclado en el pasado. No quiere justicia, sino venganza. No quiere reparación, sino cárcel. No quiere comprensión, sino que destila odio. Es claramente la población a la cual el Uribismo le dirigió su mensaje; y por ello, fue presa fácil de un discurso muy sencillo y repetitivo, lleno de falacias, mentiras y de verdades a medias, que tenía como propósito incitar el odio, la ira y la venganza, los combustibles principales en todas las confrontaciones.

Un tercer país es el que está emergiendo, aunque todavía está por inventarse, pero ya ha alcanzado la mitad de los votantes. Se alimenta de esperanza, perdón, reconciliación y paz. Es un grupo con mayor nivel educativo y lectura crítica. Es una población que estuvo silenciada durante los dos primeros gobiernos de Uribe a punta de chuzadas a sus teléfonos y amedrentamiento; comenzó a florecer, especialmente en las artes, la intelectualidad y las letras y se ha expresado en distintos momentos bajo formas tan diferentes como la séptima papeleta, la ola verde o la mancha amarilla, entre otros.

Educar es esencialmente formar mejores seres humanos, individuos con criterio y capacidad para comunicarse, pensar y convivir con los otros. En términos de Kant, educar es formar “mayores de edad”; es decir, individuos con criterio propio a nivel cognitivo y moral. De allí que hoy tenemos que reconocer que la educación no ha podido movilizar al 63% de los colombianos para que participen activamente en la construcción de una mejor sociedad. No hemos podido doblegar su indiferencia. Tampoco hemos podido enseñarles a argumentar, leer de manera crítica, escribir e inferir a los estudiantes que pasan por nuestras manos. Según las pruebas SABER, menos del 2% de la población tiene un nivel avanzado en argumentación, deducción e inferencias. Y este dato ha sido corroborado en cuanta prueba nacional e internacional hemos participado.

Lo que se infiere de la reflexión anterior es que hemos fracasado como sociedad al intentar convertir la ira en alegría y el odio en solidaridad. No hemos logrado formar individuos que actúen impulsados por un criterio propio para pensar, analizar o decidir. Lo que permite ratificar que nuestro sistema educativo ha fracasado en su intento por cambiar las estructuras cognitivas y valorativas de los estudiantes.

Por tanto, el principal obstáculo de la paz en Colombia, no son las FARC, sino un sistema educativo incapaz de modificar las maneras de pensar, de comunicarse y de convivir de los futuros ciudadanos. Lo anterior implica que no podremos sacar adelante un proceso que establezca una paz verdadera y duradera mientras no hagamos una profunda revolución educativa que transforme los fines y los contenidos de la educación en el país, mientras no actualicemos los sistemas de formación de los maestros y no dotemos de autonomía a las instituciones educativas, para que la comunidad educativa vuelva a lanzar en cada una de ellas sus proyectos educativos. Por ahora, la “revolución” que se hizo al sistema educativo durante las dos administraciones de Uribe ha pasado a la historia como una de las más fracasadas, ya que no enseñó ni a leer, ni a pensar ni a convivir.

Tenía toda la razón Alberto Merani cuando concluía que sin educación de calidad no podrían existir las democracias. Colombia no será una democracia mientras su sistema educativo no logre mejorar el nivel de argumentación e interpretación de su población. Mientras eso pasa, una gran parte de la población será indiferente ante el destino de sus conciudadanos; la otra, seguirá presa del odio y la ira, emociones que hábilmente han sabido manipular quienes quieren retornar al poder en el 2018 y quienes se han obsesionado con impedir que durante el gobierno Santos se firme la paz. En consecuencia, hay que pedirle a Mauricio Babilonia que mande a recoger las mariposas amarillas que soltó, porque la guerra todavía no termina.

Fuente: http://www.semana.com/educacion/articulo/implicaciones-del-no/497863

Comparte este contenido:

La violencia machista 364 días

Por: Lidia Falcón

Ante las declaraciones formales de la Ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, que los partidos políticos crearán un subcomisión para elaborar un Pacto de Estado sobre la violencia machista, creo imprescindible que se tengan en cuenta las deficiencias que padece la actual Ley de Violencia de Género y plantearse seriamente de qué forma se va a modificar ésta.

Después de la celebración del día Internacional de No Más Violencia contra la Mujer, que se ha convertido, por fin, en referencia de la sociedad civil, de los medios de comunicación y de las instituciones políticas para repudiar los feminicidios y el maltrato a las mujeres, hemos de plantearnos que política habrá que poner en práctica para que no se repitan anualmente las horribles cifras de feminicidios y maltrato a la mujeres. Para lograr la concienciación social, todavía muy débil, de esta terrible lacra, hemos trabajado incesantemente las asociaciones de mujeres y el Partido Feminista, durante décadas, para denunciar el machismo de una cultura insensible al sufrimiento de los más débiles. Pero, desdichadamente, lo que ha conseguido que se celebren manifestaciones, concentraciones, asambleas y denuncias de esta infame situación, ha sido la montaña de asesinadas que acumulamos en los últimos decenios.

Como no existen estadísticas anteriores no podemos comparar con las cifras del siglo pasado, pero sí tenemos constancia, tristemente, de que desde la aprobación de la Ley de Violencia de Género, el 28 de diciembre de 2004, en estos doce años, se ha asesinado a 1.400 mujeres, aparte de los malos tratos físicos continuados que más de 2.500.000 padecen, y las humillaciones, las violaciones y los abusos sexuales. Con una tolerancia social y una enorme indiferencia, cuando no hostilidad contra las víctimas, por parte de la policía y de la Administración de Justicia.

Por ello, es inadmisible que tanto por los dirigentes políticos del PSOE como del PP se utilicen argumentos que pretenden eludir la responsabilidad de quienes han gobernado largos periodos de tiempo, y han sido los artífices de la aprobación de la Ley. Las declaraciones que últimamente han realizado diversas representantes de ambos partidos suscitan la desconfianza de cual será el contenido final de ese que llaman pomposamente Pacto de Estado.

La primera argumentación que utilizaba una parlamentaria del PSOE es que las mujeres no denuncian el maltrato, y sin que conste la denuncia es imposible que las instituciones se pongan en marcha para protegerlas. Pero eludió explicar por qué el 28% de las asesinadas habían denunciado y en algunos casos hasta tenían orden de alejamiento o de protección, y cómo tanto las fuerzas del orden como los juzgados las abandonaron a su suerte.

Y tampoco se investiga la causa de que ese 72%  de víctimas no hubiera acudido a la policía o a la judicatura para pedir protección. Si realmente, tal como nos cuentan algunas diputadas feministas, en la denuncia estriba la solución, cómo es posible que la mayoría de mujeres que están sufriendo el infierno de los malos tratos habituales no corran a cobijarse bajo el poder omnímodo de policías, fiscales y jueces. Excepto que se remitan al masoquismo femenino que sirve a psicoanalistas y psicólogos para despreciar a las mujeres.

Estas se encuentran en un estado de angustia y depresión extremo bajo la tortura de los malos tratos, pero no dejan de saber que esa supuesta protección institucional, que tanto proclaman políticos y medios de comunicación no es tal. Todas conocen el calvario de la amiga, la pariente o la vecina que acudieron a la Guardia Civil a explicar que su marido la amenazaba de muerte, para que les respondieran que fueran al juzgado civil a presentar una demanda de divorcio, y ser asesinada horas más tarde por su verdugo, como sucedió en Pollensa (Mallorca) el pasado 15 de agosto. Todas han vivido en su propia experiencia las horribles dilaciones de los procesos judiciales, y todas saben que después de una leve condena su maltratador estará en la calle persiguiéndola, acosándola y amenazándola nuevamente. Todas temen, con razón, que a raíz de la denuncia y del proceso consiguiente, el acusado sea más agresivo y peligroso porque seguirá en libertad con total autonomía para perseguirlas. Y todas saben que más del 60% por ciento de las órdenes de alejamiento que se reclaman no se conceden. Hay ciudades, que están catalogadas ya, en donde ningún juez concede ninguna orden de protección.

Pero esta situación no se produce casualmente por la falta de conciencia feminista de los jueces y policías, a los que hay que añadir los psicólogos, psiquiatras y asistentes y trabajadores sociales. La propia legislación está pensada, y así se aprobó, para hacer recaer en la víctima la carga de la prueba, para mantener la presunción de inocencia del maltratador más allá de toda duda razonable, para dar absoluta autonomía a los jueces en eludir su responsabilidad en la protección de las víctimas, para no pedir responsabilidades a los funcionarios de la administración que han abandonado a la mujer a su destino.

Entender por parte de los legisladores, ahora que se habla de un supuesto Pacto de Estado contra la violencia machista, que la primera medida que se ha de adoptar es modificar la Ley vigente para que obligue a jueces, fiscales y policías a detener a los denunciados, a obligarles a probar su inocencia,  a dictar órdenes de alejamiento y protección en la mayoría de los casos, a prohibir el contacto de los menores con el padre maltratador o abusador, es imprescindible para avanzar mínimamente en la prevención y la punición del delito.

Es imprescindible también subvencionar a las víctimas y a sus hijos cuando no puedan mantenerse por sí mismos. Hay que dotar de medios económicos y humanos a los cuerpos y fuerzas de la seguridad del Estado, a la judicatura, a la fiscalía, a las unidades forenses, proporcionándoles no solamente espacios para trabajar y locales para celebrar juicios, con secretarias y ordenadores, sino fundamentalmente una educación basada en el respeto de los derechos humanos. Suponiendo que crean que las mujeres son seres humanos.

Y por supuesto, considerar que la víctima lo es solo por serlo, no por haberse casado o ajuntado con el maltratador como hace ahora la ley, discriminando a las que son género de las que sólo son mujeres.

De otro modo  ese tan publicitado Pacto de Estado no tendrá ninguna eficacia y cada 25 de noviembre conmemoraremos las asesinadas con manifestaciones y pomposas declaraciones de los responsables institucionales, y los otros 364 días del año las enterraremos.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/11/29/la-violencia-machista-364-dias/

Foto de archivo

Comparte este contenido:

El examen más duro del mundo: el ‘gaokao’ o selectividad china

Por: Hector G. Barnés

Todos los 7 y 8 de junio, China disfruta de dos días de vacaciones. Aunque “disfrutar” quizá no sea el verbo que mejor describe lo que sienten los miles de estudiantes que en esas dos jornadas se examinan del ‘gaokao’, la prueba que decidirá si pueden pasar a la universidad o por el contrario deberán buscarse su futuro de otra manera. Se trata de un examen que ha sido criticado por la presión a la que somete a los estudiantes, el exagerado control de los mismos durante la prueba y un diseño que favorece a los alumnos de los entornos privilegiados y perjudica a los nacidos en el campo.

¿En qué consiste exactamente? Se trata de cuatro pruebas de tres horas de duración, que ponen a prueba los conocimientos de Chino, Inglés, Matemáticas de los estudiantes, además de una optativa de ciencias (Biología, Química, Física) o Humanidades (Geografía, Historia, Política). La mayoría de estas pruebas son tipo test, excepto la de Chino, en la cual los alumnos deben desarrollar un tema a su elección. El año pasado, como recuerda un reciente y muy completo reportaje publicado en ‘The Guardian’, las preguntas fueron “¿Tienen color las alas de la mariposa?” o “¿A quién admiras más, a un investigador de biotecnología, a un ingeniero técnico o a un fotógrafo?” A partir de los resultados de dichas pruebas se obtiene una nota de un máximo de 750 que decidirá quién aparecerá en los medios de toda China como el mejor estudiante del mundo o tendrá que buscarse la vida de otra manera.

La historia de este examen se remonta a 1952, cuando fue establecido por el gobierno comunista, aunque fue suspendido durante la revolución cultural de Mao. El diseño actual proviene de 1977, en la China postmaoísta y desde el primer año se convirtió en una dura competición para ocupar una de las contadas plazas universitarias que se ofertan en China. Este mismo año, como recuerda ‘NBC’, 9,4 millones de estudiantes chinos se han presentado a la prueba, un amplio porcentaje de los cuales (varía dependiendo de la región) no podrán acceder a la universidad.

Tal es la histeria que rodea a esta prueba que las autoridades se han visto obligadas a tomar cartas en el asunto. La policía se aposta en la entrada de los colegios, el tráfico se desvía, las ambulancias aguardan en la puerta por si algún estudiante se siente indispuesto y los exámenes se custodian con rigores casi militares. Muchos colegios vigilan que sus alumnos no copien con cámaras de circuito cerrado. Este año, muchos medios de comunicación anunciaron que los estudiantes chinos pueden enfrentarse hasta con siete años de cárcel si se les pilla copiando, y aunque probablemente sea una medida más preventiva que otra cosa, en Mongolia Interior 1.465 estudiantes fueron descalificados al descubrir que su identidad era falsa.

¿Por qué es tan importante?

En España, si un adolescente no aprueba la antiguamente conocida como Selectividad, siempre tiene más posibilidades. En China tan solo tienen otra oportunidad, de ahí que se dedique tanto tiempo y esfuerzo a que los alumnos consigan las mejores notas. Como recuerda ‘The Guardian’, no solo hay una gran diferencia en las posibilidades de acceso al empleo entre aquellos que han pasado por la universidad y los que no, sino también depende del centro en el que se haya estudiado. “Mientras que la entrada en la universidad es competitiva en todos los países, en China las mejores pueden llegar a seleccionar uno solo de cada 50.000 candidatos”, explica el reportaje. “La competencia es muy fuerte en los empleos de cuello blanco, con una tasa de desempleo entre licenciados de un 16%, y a qué centro acude un estudiante tiene un impacto inmediato en su carrera e incluso en sus posibilidades de casarse”.

Hace poco explicábamos cómo Singapur, el país líder en la enseñanza de las matemáticas, estaba replanteando su sistema de evaluación ante la gran ansiedad que causaba en los alumnos. Aún peor es el ‘gaokao’, que ha conducido al suicidio a un gran número de estudiantes. Según el Libro Azul de Educación que se publica anualmente en China, el 93% de los suicidios de estudiantes tenía que ver con la ansiedad que el examen genera. Una triste realidad que llevó a que el año pasado los colegios instalasen barreras “antisuicidio” en sus centros, como informaba ‘The Telegraph’.

Durante los últimos años se han producido pequeñas reformas que han intentado aliviar la dureza del examen. Desde 2000, cada región puede decidir el contenido de sus exámenes. Sin embargo, la propuesta realizada en este mismo año de que 80.000 de las plazas de las regiones de Jiangsu y Hubei se reservasen para estudiantes de regiones más pobres fue recibida con protestas que terminaron paralizándola. Un síntoma que pone de manifiesto un problema aún mayor: el ‘gaokao’ puede parecer el colmo de la meritocracia, pero en realidad, tal y como está planeado, es un examen que favorece a los sectores más pudientes de la sociedad.

Entrenando para ser el mejor

En apariencia, que el futuro de cada estudiante se decida a través de un examen parece lo más justo. Sin embargo, muchos han planteado que realmente no es así. “Las puntuaciones tienen mucho que ver con el estatus socioeconómico”, explica Trey Menefee, un investigador del Instituto de Educación de Hong Kong en ‘The Guardian’. “Lo único meritocrático es que es igual de malo para todo el mundo”. No se refiere únicamente a que regiones más ricas como Pekín o Shanghái dispongan de más plazas para las mejores universidades sino que debido a la dificultad de las pruebas, el que tiene acceso a los mejores profesores, gana.

“Los niños de los entornos más pobres que llegan al ‘gaokao’ tienen que enfrentarse con una dificultad: la competición con candidatos mejor preparados de las alrededor de 700 escuelas clave”, explicaba un reportaje publicado en ‘The Economist’. “Estas reciben una mayor financiación por estudiante que los colegios medios, tienen mejores profesores y unas instalaciones más lujosas”. De ahí que hayan surgido emigrantes del ‘gaokao’, que han provocado que muchas familias se muden a las regiones más deshabitadas, donde la menor competencia provoca que sea más fácil entrar en la universidad.

Otra consecuencia es que desde que en 2008 el número de estudiantes que intentó pasar el ‘gaokao’ fuese de 10,5 millones, su máximo histórico, el número ha descendido imparablemente. Como recuerda ‘ICEF Monitor’, ahora tan solo 9,4 millones se presentan al examen. Un dato que se explica tanto por el declive demográfico de China como por el hecho de que muchas familias hayan emigrado a otros países occidentales para que sus hijos estudien: hay 300.000 chinos en las universidades americanas y 90.000 en las ingleses, según los datos de ‘The Guardian’. Además, muchos han descartado la educación universitaria en favor de la Formación Profesional, que ha mejorado su reputación durante los últimos años.

El nuevo contexto, sugiere la página, es que pronto las universidades tendrán que competir por los estudiantes y no al revés. Las tasas de admisión han aumentado desde el 25% a principios de los años 90 al 76% de 2014, algo a lo que también ha contribuido el crecimiento de centros de estudio en China, de 1.400 en el año 2000 a 2.553 el pasado año. Sin embargo, es poco probable que ello contribuya a aliviar la carga psicológica de unos exámenes a los que ya rodea la leyenda. Para millones de adolescentes chinos, la palabra ‘gaokao’ seguirá provocando un escalofrío cada vez que la oigan.

Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-10-18/gaokao-examen-mas-difici_1275940/

Comparte este contenido:

Educación para el porvenir

Por: Elías Jaua Milano

En estos días me involucre de manera especial, como padre y como dirigente revolucionario, en el inicio del año escolar. Hay que celebrar lo mucho que hemos avanzado en los niveles de escolaridad; la infraestructura educativa; la dotación de textos y tecnologías; el programa de alimentación; la reivindicación de las culturas locales y la mística de los docentes. Sin embargo, quedan tareas pendientes como la seguridad y mantenimiento de las infraestructuras; mejor calidad y pertinencia; superar el déficit docente en las áreas de las ciencias; la lucha contra la deserción escolar; el logro de la convivencia escolar y comunal.

Sobre estos temas, hay importantes recomendaciones emanadas de la consulta educativa realizada entre los años 2014 y 2015, se trata de aplicarlas y aprovechar estos años de aquí al 2020 para avanzar en esas tareas pendientes y consolidar un nuevo modelo educativo en nuestra Patria.

El profesor Aristóbulo Isturiz, nuestro Vicepresidente Ejecutivo, en una extraordinaria conferencia, sobre estos temas, dictada en días pasados expresaba que nuestro modelo educativo debe formar a los republicanos y republicanas para la sociedad que queremos, esa sociedad que está plasmada y acordada por el voto de la mayoría en nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Se trata entonces de formar para el porvenir a una generación de jóvenes, a partir de los valores de la solidaridad, el reconocimiento tolerante de nuestra diversidad física, de género, étnica cultural y política ideológica, pero a la vez orgullosamente identificada con la hermosa y común historia que nos pertenece, ser un pueblo hijo de libertadores y libertadoras.

Una generación de jóvenes instruida en el saber hacer para la vida cotidiana, que sepa usar la mente y las manos frente a los pequeños y grandes retos de la cotidianidad. Una generación que cultive su espíritu y su salud a través del arte y el deporte.

Si queremos porvenir, necesitamos formar una generación de venezolanos y venezolanas, que tenga conciencia de los grandes desafíos que como especie humana nos toca enfrentar en el presente y que serán más complejos en el futuro inmediato y en consecuencia oriente su formación técnico profesional para la producción de alimentos y otros bienes esenciales para la vida; para el desarrollo de nuevas fuentes y el uso racional de la energía y el agua; para la innovación científica aplicada a preservar la salud humana y el ecosistema; para la innovación y uso de las tecnologías de la comunicación como instrumentos de una política de promoción de la pluralidad cultural, la paz, la vida y la convivencia en nuestro mundo.

Creemos profundamente que esa formación solo se puede lograr desde los valores del humanismo, desde los valores del socialismo. Despejemos el horizonte y ganemos el porvenir.

Fuente: https://www.aporrea.org/educacion/a236718.html

Foto de archivo

Comparte este contenido:

El docente como ventana de la cultura

Por: Miguel Ángel Pérez

Hace tiempo, en una charla con Pedro Hernández, investigador de la Universidad de La Laguna en Tenerife, España, él hacía un recuento de las distintas imágenes y estilos de ser docente. En su propuesta, Pedro decía que “si para muchos niños y jóvenes la única ventana que tendrán para conocer la cultura es el maestro o maestra que tienen enfrente, entonces necesitamos maestros cultos y buenos contadores de historias”. Esta idea del docente que sirve como medio o como ventana para acceder a la cultura, lo planteo en este momento a propósito de dos cosas: a) de la cercanía en la realización de la versión 30 de la Feria Internacional del Libro (FIL) y b) el bombardeo de la evaluación docente y de los riesgos que se han generado producto de la misma.

En unos días estaremos celebrando la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, dicho hecho sin duda es relevante sobre todo, para algunas personas del grupo de la Universidad que ha hecho posible dicha empresa. Sin embargo, en el terreno social dicho evento a treinta años de distancia no nos ha hecho ni más cultos ni mejores lectores, tal vez estos objetivos no han sido planteados por el comité organizador, pero si no nos planteamos un compromiso social de un evento académico o cultural entonces estaremos simulando o capitalizando para unos pocos lo que debiera ser para muchos. La FIL sin duda es un evento trascendente en sí mismo, pero en el plano local y considerando el tejido cotidiano y la vida de todos los días de nuestras escuelas y nuestras prácticas educativas, no tiene mucho sentido dicho evento.

En el otro plano, la vida y la figura del docente, se ha visto empequeñecida por el bombardeo educativo. La evaluación punitiva ha generado un clima de paranoia en las prácticas educativas, los docentes no se sienten ni libres, ni seguros en su trabajo, ni tampoco realizan su tarea de manera flexible y despreocupada. Evaluar su desempeño, es dudar de sus resultados, de su nivel, preparación y compromiso profesional y de encontrar a toda costa inconsistencias en lo que realizan. El docente culto, es decir, aquella persona que ha tenido acceso a lo que la humanidad ha logrado acumular en términos básicos de conocimientos, avances científicos y tecnológicos, artes etcétera, es aquel que está bien informado, que tiene opiniones autorizados sobre algunos tópicos, sobre todo los relacionados con su profesión, que tiene una postura personal ante la política educativa, que conoce a los alumnos a su cargo y sabe qué requieren para aprender y actúa en consecuencia.

Todo ello se conjunta desde una perspectiva articulada, de la falta de espacios de acción y participación para los docentes. El SNTE ha usurpado el espacio de los maestros a participar culturalmente en el FIL y los docentes no han sabido apropiarse de un espacio que si bien no es suyo abre posibilidades para su participación.

La cultura de los maestros y maestras debe llegar de alguna parte, recuérdese que esa es la única ventana para miles de niños y niñas, el requerir maestros cultos no es sólo de un beneficio de la persona, es para provecho de miles de usuarios y beneficiados que serán mejores alumnos y mejores personas, si tuvieran a maestros que los lleven por los senderos, por el paseo y por los largos historias de una cultura interesante y significativa.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/el-docente-como-ventana-de-la-cultura/

Comparte este contenido:
Page 2171 of 2686
1 2.169 2.170 2.171 2.172 2.173 2.686