Por: Helene Cooper
Semiratu Zakaru me explicaba bajo el sol ardiente de esta ciudad por qué en Ghana la nueva prohibición en contra de algunas cremas para aclarar la piel no va a funcionar; de pronto uno de sus amigos, Desmod Kwamina Odonkor, se acercó e interrumpió nuestra conversación, lleno de confianza y actitud juguetona.
“Tienes que dejar de blanquearte”, dijo a media voz. Después le guiñó un ojo y se alejó.
Semiratu, una peluquera de 23 años, volteó los ojos. Ese consejo, en su opinión, no era válido por la simple razón de que “todas sus novias son de piel clara”. Ella no iba a dejar de utilizar la crema Viva White ni la loción Clinic Clear que había, a lo largo del último año, aclarado varias tonalidades de su piel color chocolate con leche.
Aquí, en el oeste africano, el corazón de la industria multimillonaria de productos para aclarar la piel, hay mensajes contradictorios. Ahora, a las mujeres les dicen que está mal e incluso que es ilegal blanquearse la piel. Al mismo tiempo, están inundadas de mensajes —y ni siquiera son subliminales— que les dicen que ser blancas es hermoso.
Algunos cálculos muestran que el porcentaje de mujeres en África occidental que utilizan crema blanqueadora puede llegar al 70 por ciento; las autoridades dicen que están preocupadas de que pueda haber un alza repentina de cáncer de piel porque estos productos atacan al protector natural de la piel.
Sin embargo, la prohibición en Ghana no ha llegado al punto de eliminar los innumerables anuncios sobre cómo obtener una piel “perfectamente blanca”. Tampoco han desaparecido las cremas de las tiendas.
Aquí, en el mercado Makola, muchísimos puestos tienen las paredes llenas de pociones para aclarar la piel. Están el Ultra Fair Super Whitenizer de Caring Chemistry, que promete “acción blanqueadora restaurativa ultrarrápida”, y la Grace White Loción Corporal de Doble Acción 100 % Blanqueadora de Grace White Cosmetique, que incluso muestra fotografías del antes y después: las fotos del “antes” muestran un par de piernas morenas claras, cruzadas, mientras que la foto del “después” muestra piernas blancas.
Sin duda los hombres no han abandonado la búsqueda de mujeres de piel clara. La mayoría no lo dice. Sin embargo, por mucho tiempo la situación africana es que mientras más alto en la escala social está el hombre, es más probable que su esposa o novia tenga piel clara. Solo haga una búsqueda de imágenes en Google sobre “esposas de presidentes africanos” (se puede sustituir por “jugadores profesionales de fútbol” y “hombres de negocios exitosos”).
En Accra, una representante del gobierno autorizada para hablar con los reporteros acerca de la prohibición causó burla entre los camarógrafos, pues decían que su propia piel estaba aclarada artificialmente.
Poco después, el jefe de la oficina del gobierno de Ghana encargado de imponer la prohibición, expresó alivio de que su hija de tres años no tuviera la piel tan oscura como la suya. “Por suerte”, dijo Emmanuel Nkrumah, “ella es más clara que yo”.
Nkrumah simplemente expresó su deseo de que su hija no se tope con el racismo que él ha sufrido y capturó el conflicto inherente que las autoridades de Ghana tratan de evitar. Prohíben los productos que le dan a las mujeres piel más clara (aunque nadie cree que la prohibición vaya a funcionar) sin prohibir el mensaje social que les dice a las mujeres que deben tener la piel más clara.
Al salir de la oficina de Nkrumah después de nuestra entrevista, mis dos colegas y yo seguíamos hablando sobre la expresión “por suerte”.
“No puedo creer que haya dicho ‘Por suerte’”, le dije a Eugenia Tenkorang, una mujer de Ghana que me acompañó a la entrevista.
“Por suerte” porque su hija tenía menos posibilidades de que le dijeran que es muy oscura para ser hermosa. “Por suerte” porque su hija no verá los anuncios en Accra y se preguntará por qué ninguna de las modelos se parece a ella. La frase “por suerte” de Nkrumah fue el reconocimiento de una situación real sin el filtro de lo políticamente correcto.
La situación nos quedó clara a Eugenia y a mí.
Junto con la fotógrafa Jane Hahn, nos autonombramos el “escuadrón deslavado” pues nuestros entrevistados insistían en redirigir el asunto hacia nosotros y hablar de nuestros propios tonos de piel. Jane, una estadounidense de ascendencia coreana, vive en Senegal, así que está mucho más bronceada que las mujeres coreanas de Seúl, quienes también usan blanqueadores. Sin embargo, en África occidental se le considera blanca.
Por mi parte, nací en Liberia, pero soy descendiente de esclavos estadounidenses que colonizaron el país en 1822 y que se mezclaron, en algún momento u otro, con estadounidenses blancos, así que soy más como un café con leche, lo que me sitúa como de piel clara bajo los estándares africanos. Eugenia, de Larthe, en la región este de Ghana, tiene una complexión color chocolate muy oscuro. Y es muy atractiva.
“Cuando tuve una mujer blanca aquí como secretaria, la gente venía a mi oficina todo el tiempo”, nos dijo el Dr. Edmund Nminyem Delle, un dermatólogo que durante tres décadas ha hecho campaña en contra de los blanqueadores de piel. Igual reconoció que las mujeres se sienten presionadas a blanquearse. “Ella era mestiza. Me quería casar con ella”. Terminó por casarse con otra mujer morena clara y dice que sus hijos, uno oscuro y otro claro, prefieren mujeres de piel clara.
“Por favor, discúlpenme por lo que voy a decir”, Nkrumah, el servidor público, le dice a Eugenia durante la entrevista, antes de señalar hacia Jane y hacia mí. “Pero si le preguntas a diez hombres, te darás cuenta de que solo dos de ellos dirán que eres más atractiva que estas dos señoritas”.
Eugenia, que no se aclara la piel, demuestra un gran sentido de autoconfianza. “Los veo”, dice, al referirse a todos los anuncios y los mensajes. “¿Que si me molestan? No. He aprendido a quererme”.
En Estados Unidos, la elección de Donald Trump (quien ganó en gran medida gracias al electorado blanco) ha puesto nerviosos a muchos, pues reaviva las dudas sobre cuál es el papel que tiene el color de piel en la vida diaria.
La ganadora del Nobel de Literatura Toni Morrison, en un ensayo publicado en la revista New Yorker llamado Duelo por la blancura, que escribió después de que Trump fue electo, explora los viejos prejuicios incluso entre los estadounidenses acerca de que ser blanco es mejor. Por ejemplo, Morrison escribió sobre las cosas que damos por hecho y que acompañan al ser blanco, como la “confianza de que no te estarán vigilando en una tienda” para que no robes.
También la gente se blanquea en Asia; las cremas y lociones son tan comunes en las farmacias de Seúl como las sombras de ojos. Lo hacen en Europa, a pesar de las restricciones a la venta de hidroquinona. Puedes entrar a cualquier salón de belleza para negros en Londres y encontrarás cremas y lociones blanqueadoras.
Pero ¿en África? Si no puedes tener la piel oscura en África, ¿entonces dónde?
El “porqué” data de varias centurias y revela los efectos de la colonización que aún perduran. Cuando los europeos colonizaron África, trajeron la vieja creencia de que eran una raza superior y establecieron la estructura de clases que existe aún hoy, 50 años después de que los países africanos recuperaron su independencia.
En muchos países de África occidental, en lo más alto de esa estructura clasista están los blancos migrantes, ya sean diplomáticos europeos que viven en barrios caros, los miembros de la embajada de Estados Unidos que viven en sus complejos residenciales amurallados o los mercaderes libaneses en sus tiendas de electrónicos.
En la jerarquía le sigue la gente mestiza. Los colonialistas europeos que vinieron a África y se mezclaron con africanos tuvieron descendencia mestiza, que fue entonces considerada como una clase superior a los africanos de raza pura. El sistema apartheid de Sudáfrica llegó al grado de consagrar legalmente a la gente mestiza, llamados coloureds.
No solo las mujeres se abalanzan sobre las cremas blanqueadoras. Braimah Kamoko, el boxeador de peso completo de Accra, mejor conocido como Bukom Banku, generó una gran controversia este año cuando le confirmó a los reporteros lo que todos podían ver: que obviamente se estaba aclarando el color natural de su piel. Kamoko, en pocos meses, cambió de marrón oscuro a un bronceado amarillento, gracias a, según dijo, crema blanqueadora.
“Me estoy blanqueando la piel porque cuando John Mahama gane las elecciones de 2016, me nombrará embajador en Alemania”, dijo Kamoko en Radio Gold, al hacer referencia al presidente de Ghana. Tener la piel más clara, dijo, le permitirá a la “gente alemana darse cuenta de que ellos y Bukom Banku” son uno mismo.
Kamoko fue objeto de escarnio público por su declaración y cuando Eugenia, Jane y yo lo localizamos cerca de su casa en el barrio Jamestown, al parecer había dejado de blanquearse, pues su color era otra vez oscuro. No tenía ganas de hablar. Nos evadió, no sin antes decir que, en su opinión, la prohibición de Ghana no iba a detener a la gente de blanquearse.
En Jamestown, Lydia Neequaye, de 46 años, una vendedora de galletas que comenzó a blanquearse la piel cuando tenía 21 años, dijo que está feliz de que el gobierno haya prohibido las cremas. Su cara está descolorida, con manchas oscuras en algunos lugares y manchas más claras en otros.
Hace unos años dejó de blanquearse cuando se dio cuenta de qué tan descolorida estaba su piel. Después de un tiempo, algunas partes de su piel regresaron a su color original.
Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/cuando-la-belleza-significa-tener-la-piel-blanca/