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Pedir la inclusión de las personas con autismo implica asumir que están excluidas

Por: Daniel Comin

Incluso en los textos legales se habla de la inclusión educativa, por tanto, si hablamos de incluir, implica que hay personas excluidas. Esto es una obviedad, por tanto asumamos que hay personas excluidas de forma social, legal y oficial.

¿No me creen? El artículo 56 del Código Civil español establece que: “quienes deseen contraer matrimonio acreditarán previamente, en expediente tramitado conforme a la legislación del Registro Civil, que reúnen los requisitos de capacidad establecidos en este Código. Si alguno de los contrayentes estuviere afectado por deficiencias o anomalías psíquicas, se exigirá dictamen médico sobre su aptitud para prestar el consentimiento”. Es decir, que hasta para casarse deberán demostrar su idoneidad, además de excluirlos, limitamos su libertad, dando por sentado que no pueden tomar decisiones que afecten a su vida sin la intervención y aprobación de un tercero. Osea, son «minusválidos».

Pero no es solo el propio Código Civil, es un extenso conjunto de normativas, reglamentos y disposiciones varias que deciden que la exclusión y diferenciación han de perpetuarse. De esta forma, el diferente vive a expensas de las decisiones de otros, quienes le otorgan su capacidad de relación con sus iguales; bueno, iguales, lo que se dice iguales no, ya que les hemos robado la igualdad, si acaso “parecidos”.

Este aspecto relacionado con la exclusión y segregación de las personas con diversidad funcional (esto no solo afecta a quienes tiene autismo) es visible de forma descarada en el proceso sanitario y educativo, pero realmente se extiende a toda la vida de la persona, tal y como vimos en el artículo 56.

En los aspectos sanitarios vemos cosas curiosas, por ejemplo, si una persona requiere de un tratamiento de diálisis, será el facultativo quien determine cuantas sesiones de diálisis recibirá el paciente, si 3 por semana o 3 por mes. En función del criterio del profesional acreditado se harán más o menos intervenciones. Si alguien debe recibir cualquier tipo de tratamiento médico o rehabilitador, será por tanto el facultativo o profesional quien decida la cantidad y frecuencia de las intervenciones. Pero si tienes autismo no, eso lo decide un reglamento o normativa. Las personas con autismo pueden ser divididas, sumadas, restadas, …, es un reglamento el que decide (indistintamente de su idoneidad) que un niño con autismo debe recibir dos sesiones semanales de 45 minutos de atención temprana. Si realmente necesita 11 horas semanales o 1 da igual, aquí el criterio profesional no sirve de nada, los profesionales del autismo no pintan nada, son considerados por el sistema público unos pringados obedientes.

Es decir, que una atención de terapia ocupacional, integración sensorial, logopedia, psicología (todo esto pertenece al ámbito sanitario), pues la decide un reglamento que alguien decidió en un momento determinado con ningún criterio técnico. Es una violación del derecho a la salud, es una intrusión profesional, ya que un reglamento escrito por un burócrata decide cómo se ha de realizar una atención sanitaria. Bien, nadie dice nada, los profesionales de la atención temprana es obvio que son una especie de Don Nadie, que ni pinchan, ni cortan, ni nada de nada. Y por extensión, las familias de esos niños tampoco ¡Y mucho ojo al que abra la boca!

Y si nos vamos al ámbito educativo, pues lo mismo. Un reglamento, o disposición, o ley, o lo que sea, decide cómo, cuándo, cuánto, dónde y quién dará la atención educativa del niño con autismo. Todo muy normal, igual que en el aspecto sanitario. Claro que aquí, además, haremos todo lo posible para generar todo tipo de trabas, problemas, levantamiento de muros, acoso y derribo a las familias díscolas, amenazas a los profesionales de la educación que tienen claro los derechos de sus alumnos, etc, etc, etc. Así pues, repetimos: Es obvio que son una especie de Don Nadie, que ni pinchan, ni cortan, ni nada de nada. Y por extensión, las familias de esos niños tampoco ¡Y mucho ojo al que abra la boca!

La EXCLUSIÓN social y vital de las personas con autismo es REAL, sus vidas están reguladas, sus derechos se limitan en base a leyes, reglamentos y otros malos propósitos. No son ciudadanos de pleno derecho, no son libres, hasta para casarse necesitan que les demos permiso, aunque para esterilizarlos nadie necesite su opinión. Son MinusVálidos para el sistema.

Fuente: https://autismodiario.org/2016/12/16/pedir-la-inclusion-las-personas-autismo-implica-asumir-estan-excluidas/

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Libro: Pensamiento anticolonial de nuestra América

Roberto Fernández Retamar. [Autor]

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Colección Antologías del Pensamiento Social Latinoamericano y Caribeño.
ISBN 978-987-722-205-0
CLACSO.
Buenos Aires.
Diciembre de 2016

Aunque aparecen abordados desde flancos distintos, los temas que configuran la obra ensayística de Fernández Retamar confluyen todos, directa o indirectamente, en uno solo, que yo caracterizaría como el de la lucha contra la razón colonial que hace medio milenio Europasembró en esta ribera del Atlántico para perpetuar su dominio ad infinitum . Dominio que acabó por tener que transferir a los Estados Unidos –o mejor sea decir, estos le arrebataron– a medida que imponían su liderazgo. Y en las raíces de esa lucha se asientan las esencias formativas de una razón opuesta, anticolonial, en la cual el destino cubano se destaca, como ninguno, en rebeldía sin fin, opuesto al que se le quiso y se le quiere definir desde el Norte.

Los quince trabajos que la integran, cuidadosamente seleccionados por su autor, han sido publicados entre 1965 y 1997, e incluyen ensayos, artículos sobre temas puntuales y conferencias, que nos conducen de manera radial al núcleo de su consistente pensamiento anticolonial.

Del Prólogo de Aurelio Alonso

Fuente :

http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1198&orden=&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1141

Fuente imagen:

 

https://lh3.googleusercontent.com/Gmttat6EWqIQL1S2ALf6BYYD3kx-pBwaDal3Q1KAFuiyYkRtq2ABk9cQ4k0drMUmN_ej=s85

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¿A qué juegan los niños peruanos?

Por María Caridad Araujo y Marta Rubio-Codina.

En Perú, los hogares rurales se encuentran en condición de mayor pobreza que los urbanos, además poseen menos activos y acceso a servicios públicos. Estos son hallazgos de un estudio reciente que presenta una caracterización de los niños menores de dos años, miembros de la población objetivo del Programa Cuna Más.

El Programa Nacional Cuna Más atiende a niños menores de 36 meses en zonas de pobreza y pobreza extrema del Perú con el objetivo de mejorar su nivel de desarrollo a través de dos modalidades de servicio:

  • En zonas rurales, el Servicio de Acompañamiento a Familias brinda visitas domiciliarias semanales en las cuales una persona de la comunidad, capacitada por Cuna Más, trabaja con el niño y su familia en la promoción de actividades de estimulación sicosocial, siguiendo un currículo estructurado.
  • En zonas urbanas, el Servicio de Cuidado Diurno ofrece alimentación, cuidado y estimulación a niños de entre 6-36 meses de edad, principalmente en locales comunitarios atendidos por mujeres de la comunidad.

El nuevo estudio es único en el contexto peruano y complementa el amplio trabajo del proyecto Niños del Milenio en Perú, ya que documenta de forma descriptiva, no solo el desarrollo infantil y las condiciones de vida sino también, la calidad del entorno familiar de los niños en hogares vulnerables del país. A continuación resumimos los principales hallazgos.

La educación de los padres

La población objetivo de Cuna Más tiene padres con niveles educativos bajos. El 60% de las madres en zonas rurales apenas ha completado la educación primaria mientras que, en zonas urbanas, un porcentaje similar ha concluido estudios secundarios e incluso tiene algún estudio de nivel superior. Tanto en zonas urbanas como rurales, los papás tienen un año más de escolaridad que las mamás en promedio.

La calidad del ambiente en el hogar

Exploramos la disponibilidad de materiales de juego en los hogares por tipo—juguetes para tocar música, para armar o construir, para pintar, para el juego de roles, para aprender formas o a contar, libros de cuentos, libros para colorear y juguetes que requieren mucho movimiento físico—y encontramos que:

  • Para todo el rango de edad, los niños de zonas urbanas tienen más juguetes de todo tipo que los niños de zonas rurales. La única excepción son los juguetes para el juego de roles (como los muñecos).
  • El uso de juguetes aumenta con la edad de los niños para todo tipo de juguetes, excepto aquellos que producen música, que ocurren con igual frecuencia en todas las edades estudiadas.
  • Tanto en zonas urbanas como rurales, los juguetes más comunes son aquellos que requieren mucho movimiento físico (por ejemplo, pelotas) y los que sirven para el juego de roles.

Indagamos también sobre la frecuencia con la que los niños comparten actividades como leer libros, contar historias, cantar, pasear, jugar con juguetes, dibujar y nombrar objetos con un adulto y observamos que:

  • Al igual que con los juguetes, los niños en zonas urbanas comparten más de estas actividades con adultos y, por lo tanto, gozan de mayores niveles de estimulación en sus hogares que los niños de zonas rurales.
  • También en este caso, las actividades son más frecuentes a medida que aumenta la edad de los niños tanto en hogares urbanos como rurales. Las excepciones son pasear, cantar y jugar con juguetes.
  • Las actividades menos frecuentes son leer libros, mirar libros de imágenes y contar cuentos o historias. Estas actividades son todavía menos comunes en hogares de zonas rurales.

El desarrollo infantil

Evaluamos el desarrollo infantil en las áreas cognitiva, de comunicación y de motricidad fina a través de la prueba Edades y Etapas, adaptada al contexto peruano. Por lo general, los niveles de desarrollo en estas tres áreas son bastante similares en ambas muestras. Este hallazgo nos sorprendió dado que los niños vulnerables de zonas urbanas presentan niveles mayores para muchas de las otras variables analizadas, incluyendo el nivel de estimulación en el hogar, que los niños vulnerables en zonas rurales. No obstante, esta evidencia es consistente con los bajos niveles de desarrollo de vocabulario de los niños de zonas urbanas documentados en otro estudio reciente en niños un poco mayores en el Perú. Tanto en zonas urbanas como rurales, los puntajes más bajos se observan en comunicación.

Los gradientes del desarrollo infantil

Entre los niños de zonas rurales existen brechas socioeconómicas en todas las áreas del desarrollo desde antes del primer año de vida. Estas diferencias son muy preocupantes y significativas tanto cuando se compara niños con diferentes niveles de riqueza relativos como cuando se compara niños con mamás más y menos educadas en la muestra. En zonas urbanas, los gradientes socioeconómicos son menos claros y tienden a aparecer a mayor edad.

En conclusión

Conocemos la importancia de los primeros años de vida en el desarrollo del capital humano. De igual manera, la literatura internacional ha documentado la importancia de la educación de los padres—en particular de la educación materna—y de la calidad del ambiente en el hogar para el desarrollo infantil. Este estudio muestra el gran margen de mejora de las condiciones de vida y estimulación de los niños en hogares vulnerables del Perú para potenciar de manera oportuna este desarrollo. De ahí que intervenciones de apoyo parental, tales como el Servicio de Acompañamiento a Familias de Cuna Más, sean inversiones estratégicas en la construcción de un Perú más productivo y equitativo.

¿Cuál es la situación de los primeros años de vida de los niños de tu país? ¿Existen estudios como este que sirvan de referencia? Cuéntanos en la sección de comentarios abajo o mencionando a @BIDgente en Twitter.

María Caridad Araujo es economista líder en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.

Marta Rubio-Codina es consultora en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo y Fellow Internacional de Investigación en el Institute for Fiscal Studies en Londres. Es coinvestigadora en varios proyectos que promueven el desarrollo infantil temprano (DIT) en Colombia, India y Perú y ha hecho investigaciones enfocadas en la medición del DIT, las brechas socioeconómicas existentes y factores mediadores.

Fuente: http://blogs.iadb.org/desarrollo-infantil/2016/12/12/ninos-peruanos/?mc_cid=db42844007&mc_eid=37402ddfd1

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Nos equivocamos

Frei Betto
Continúo sumándome a los que dicen “¡Fuera Temer!” y denunciando, aquí en Europa, donde me encuentro por razones de trabajo, la usurpación del vicepresidente de Dilma como golpe parlamentario. Sin embargo las fuerzas políticas progresistas, que dieron la victoria al PT en cuatro elecciones parlamentarias, deben hacer autocrítica.

No cabe la menor duda, excepto para el sector miope de la oposición, que los 13 años del gobierno del PT fueron los mejores de nuestra historia republicana. No para el FMI, que mereció tarjeta roja; no para los grandes corruptores, alcanzados por la autonomía del Ministerio Público y de la Policía Federal; ni para los intereses de los Estados Unidos, afectados por una política exterior independiente; ni para los que defienden el financiamiento de campañas electorales por parte de empresas y bancos; ni para los invasores de tierras indígenas y esclavistas.

Los últimos 13 años fueron mejores para 45 millones de brasileños que, beneficiados por los programas sociales, salieron de la miseria; para quien recibe el salario mínimo, revisado anualmente por encima del nivel de la inflación; para quienes tuvieron acceso a la universidad, gracias al sistema de cuotas, al ProUni y al Fies; para el mercado interno, fortalecido por el combate a la inflación; para millones de familias beneficiadas por los programas Luz para Todos y Mi Casa, mi Vida; y para todos los pacientes atendidos por el programa Más Médicos.

A pesar de todo nos equivocamos. El golpe fue posible también debido a nuestros errores. En 13 años no promovimos la alfabetización política de la población. No tratamos de organizar las bases populares. No valoramos los medios de comunicación que apoyaban al gobierno ni tuvimos iniciativas eficaces para democratizar los medios. No adoptamos una política económica orientada hacia el mercado interno.

En los momentos de dificultad llamamos a los incendiarios para apagar el fuego o sea a los economistas neoliberales, que piensan con la cabeza de los pudientes. No realizamos ninguna reforma estructural, como la agraria, la fiscal y la previsional. Ahora somos víctimas de la omisión en cuanto a la reforma política.

¿En qué baúl avergonzado guardamos a los autores que enseñan a analizar la realidad bajo la óptica liberadora de los oprimidos? ¿Dónde están los núcleos de base, las comunidades populares, el sentido crítico en el arte y en la fe?

¿Por qué abandonamos a las periferias; tratamos a los movimientos sociales como menos importantes; y cerramos las escuelas y los centros de formación de militantes?

Fuimos contaminados por la derecha. Aceptamos la adulación de sus empresarios; usufructuamos sus regalías; hicimos del poder un trampolín para el ascenso social.

Cambiamos un proyecto del Brasil por un proyecto de poder. Ganar elecciones se volvió más importante que promover cambios a través de la movilización de los movimientos sociales. Engañados, acatamos una concepción burguesa del Estado, como si él no pudiera ser una herramienta en manos de las fuerzas populares y tuviera que ser siempre amparado por la élite.

Llegó pues la factura de los errores cometidos. Y en las calles del país la reacción al golpe no tuvo fuerza para evitarlo.

Pero dejemos el pesimismo para días mejores. Es la hora de hacer autocrítica en la práctica y de reorganizar la esperanza.

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=217443

Fuente de la imagen: http://www.bitacora.com.uy/imgnoticias/8176.jpg

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Colombia: Huila Lee y Escribe, transformando la educación para construir región

América del Sur/Colombia/17 Diciembre 2016/Fuente y Autor:La Nación

Con un total de 26 municipios, visitados a lo largo y ancho del Departamento, el programa Huila Lee y Escribe finalizó con gran éxito su primera etapa, y desde ya se prepara para lo que vendrá en el 2017.

El programa inició su recorrido con rutas lideradas por expertos maestros que traen a cuestas experiencias pedagógicas significativas en el departamento del Huila. Al mismo tiempo propuso una red de intereses y nuevas alternativas en la promoción de la lectoescritura, de tal forma que las bibliotecas públicas y las administraciones municipales, se unieron en alianza estratégica con las instituciones educativas del departamento para hacerle un frente común a la lectoescritura como herramienta básica de las competencias comunicativas.

Este extraordinario viaje cargado de enseñanzas tuvo que sortear diversas situaciones, dadas las condiciones geográficas del departamento  para poder llegar hasta las instituciones educativas, bibliotecas y plazas públicas que sirvieron de escenario para las lúdicas jornadas.

En total fueron 874 maestros y 901 estudiantes que participaron, aprendieron y se beneficiaron con saberes y aportes que recibieron de quienes desarrollaron y dirigieron esta iniciativa, un programa planteado desde la visión de la educación, como el camino más expedito para lograr el desarrollo del departamento y que busca de la manera más asertiva transformar la realidad de nuestra región.

Fuente de la noticia: http://www.lanacion.com.co/index.php/noticias-regional/huila/item/281066-huila-lee-y-escribe-transformando-la-educacion-para-construir-region

Fuente de la imagen:http://www.lanacion.com.co/images/2016/12/16/5.png

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The Authoritarian Politics of Resentment in Trump’s America

In the face of a putrid and poisonous election cycle that ended with Trump’s presidential victory, liberals and conservatives are quick to argue that Americans have fallen prey to a culture of incivility.

It’s true that in the run-up to the presidential election, Donald Trump strategically showcased incivility in his public appearances as a mark of solidarity with many of his white male followers. However, it is a mistake to lump the racism, bigotry, misogyny and ultra-nationalism that Trump has played upon under an obscuring and euphemistic notion of «incivility.» And it is simultaneously a mistake to delegitimize the anger that oppressed people feel about racism, sexism or class exploitation by categorizing protests over these injuries as merely «incivility.»

Understanding the ramifications of current discourses of incivility will be one key to understanding the results of the presidential election and Trump’s ascension. Clearly, Trump’s embrace of incivility (in addition to his embrace of racism and xenophobia) was a winning strategy, one that not only signaled the degree to which the politics of extremism has moved from the fringes to the center of American politics, but also one that turned politics into a spectacle that fed the rating machines of the mainstream media.

For more original Truthout election coverage, check out our election section, «Beyond the Sound Bites: Election 2016.»

The incivility machine Trump resurrected as tool of resistance against establishment politicians played a major role in gaining him the presidency. Moreover, it turned politics into what Guy Debord once called a «perpetual motion machine» built on fear, anxiety, the war on terror and a full-fledged attack on women, the welfare state and people of color.

Too often during this election season, a discourse of «bad manners» has paraded as insight while working to hide the effects of power, politics, racial injustice and other forms of oppression.

The rhetoric of «incivility» often functions as a conservative ideological tool, working to silence critics by describing them as ill-tempered, rude and uncivilized. Politics, in this sense, shifts from a focus on substance to style — reworking the notion of critical thinking and action through a rulebook of alleged collegiality — which becomes code for the elevated character and manners of the privileged classes. Within this rhetoric, the wealthy, noble and rich are usually deemed to possess admirable character and to engage in civil behavior. At the same time, those who are poor, unemployed, homeless or subject to police violence are not seen as victims of larger political, social and economic forces. On the contrary, their problems are reduced to the depoliticizing discourse of bad character, defined as an individual pathology, and whatever resistance they present is dismissed as rude and uncivil.

As a rich white man who has intentionally embraced an «uncivil» persona, Trump has related to this discourse in unpredictable ways. By claiming he loves the uneducated and appealing to the crudest instincts of the mob, Trump elevates incivility to a performance — a pedagogy of righteous indignation — while removing it as a platform for a substantial political critique. The uncivil persona becomes a threat, a signpost for misdirected anger and a symbol of a mass in need of a savior.

There is more at issue here than ideological obfuscation and a flight from social responsibility on the part of the dominant classes; there is also a language of violence that serves to reproduce existing modes of domination and concentrated relations of power. In this instance, argument, evidence and informed judgment — when they hold power accountable or display a strong response to injustice — are subordinated to the category of unchecked emotions, a politics that embraces rude behavior and a propensity for violence. When deployed in a way that obfuscates the injuries of class, racism, sexism, among other issues, the discourse of incivility reduces politics to the realm of the personal and affective while cancelling out broader political issues such as the underlying conditions that produce anger, the effects of misguided resentment and a passion that connects the body and mind.

As Benjamin DeMott has pointed out, the discourse of incivility does not raise the crucial question of why American society is tipping over into the dark politics of authoritarianism. On the contrary, the question now asked is «Why has civility declined?» Tied to the privatized orbits of neoliberalism, this is a discourse that trades chiefly in good manners, the virtues of moral uplift and praiseworthy character, all the while refusing to raise private troubles to the level of public issues. The call to civility confuses the relationship between anger and resentment, dismissing both as instances of faulty character and bad manners.

What happens to a democracy when incivility becomes a central organizing principle of politics? What happens to rational debate, culture and justice?

To read more articles by Henry A. Giroux and other authors in the Public Intellectual Project, click here.

The US has become a country motivated less by anger, which can be used to address the underlying social, political and economic causes of social discontent, than by a galloping culture of individualized resentment, which personalizes problems and tends to seek vengeance on those individuals and groups viewed as a threat to American society. One can argue that the call to civility and condemnation of incivility in public life by the ruling elite no longer registers favorably among individuals and groups who are less interested in mimicking the discourse and manners of the financial elite than in expressing their resentment as they struggle for power, however rude such expressions might appear to the mainstream media and rich and powerful. Rather than an expression of a historic if not dangerous politics of unchecked personal resentment (as seen among many Trump supporters), we are witnessing a legitimate and desperately needed politics of outrage and anger — one that privileges the struggle for justice over an empty call for civility and acceptable manners.

Difference Between Anger and Resentment

Anger is connected with injustice, while resentment is more about personalized pettiness.

We see elements of crucial anger among the many supporters of Bernie Sanders, as well as the Black Lives Matter movement and the Indigenous-led movement to stop the Dakota Access pipeline. Anger can be a disruption that offers the possibility for critical analysis, calling out the social forces of oppression and violence in which so many current injustices are rooted.

Meanwhile, resentment operates out of a friend/enemy distinction that produces convenient scapegoats. It is the stuff of loathing, racism and spontaneous violence that often gives rise to the spectacle of fear-mongering and implied threats of state repression. In this instance, ideas lose their grip on reality and critical thought falls by the wayside. Echoes of such scapegoat-driven animosity can be heard in Trump’s «rhetorical cluster bombs,» in which he stated publicly that he would like to punch protesters in the face, punish women who have abortions, bring back state-sanctioned torture and, of course, much more. Genuine civic attachments are now cancelled out in the bombast of vileness and shame, which has been made into a national pastime and central to a spectacularized politics.

Reflection no longer challenges a poisonous appeal to commonsense or the signposts of racism, hatred and bigotry. Manufactured ignorance opens the door to an unapologetic culture of bullying and violence aimed at Muslims, immigrants, Blacks and others who do not fit into Trump’s notion of «America.» This is not about the breakdown of civility in US politics or the bemoaned growth of incivility. Throughout its history, US society has been inundated by a toxic, racist ideology that oppresses and marginalizes Black people, Indigenous people and immigrants of color, and particularly since 9/11, has singled out Muslims as targets. It is a market-driven ideology that enshrines greed and self-interest, and a sustained attack on public values and the common good, fueled by the policies of a financial elite — much of it coded by both the Republican and Democratic political establishment.

Trump did not invent these forces; he simply brought them to the surface and made them the centerpiece of his campaign. As anti-democratic pressures mount, the commanding institutions of capital are divorced from matters of politics, ethics and responsibility. The goal of making the world a better place has been replaced by dystopian narratives about how to survive alone in a world whose destruction is just a matter of time. The lure of a better and more just future has given way under the influence of neoliberalism to questions of mere survival. As Zygmunt Bauman has argued in his books Wasted Lives and Consuming Life, entire populations once protected by the social contract are now considered disposable, dispatched to the garbage dump of a society that equates one’s humanity exclusively with their ability to consume.

The not-so-subtle signs of the culture of resentment and cruelty are everywhere, and not just in the proliferation of extremist talking heads, belligerent nihilists and right-wing conspiracy types blathering over the airways, on talk radio, and across various registers of screen culture. Young children, especially those whose parents are being targeted by Trump’s rhetoric, report being bullied more. Hate crimes are on the rise. And state-sanctioned violence is acceleratingagainst Native Americans, Black youth, and others now deemed unworthy and disposable in Trump’s America.

In the mainstream media, the endless and unapologetic proliferation of lies become fodder for higher ratings, informed by a suffocating pastiche of talking heads, all of whom surrender to «the incontestable demands of quiet acceptance,» as Brad Evans and Julien Reid haveargued in Truthout. Politics has been reduced to the cult of the spectacle and a performative register of shock, but not merely, as Neal Gabler observes, «in the name of entertainment.» The framing mechanism that drives the mainstream media is a sink-or-swim individualism and a shark-like notion of competition that accentuates and accelerates hostility, insults and the politics of humiliation.

Capitalism’s New Age of Bullying

Charles Derber and Yale Magrass are right in arguing in Bully Nation that «Capitalism breeds competition and teaches that losers deserve their fate.» But capitalism also does more. It creates an unbridled individualism that embodies a pathological disdain for community, produces a cruel indifference to the social contract, disdains the larger social good, and creates a predatory culture that replaces compassion, sharing and a concern for the other. As the discourse of the common good and compassion withers, the only vocabulary left is that of the bully — one that takes pride in the civic-enervating binary of winners and losers. What has been on full display in the presidential election of 2016 is the merging of the culture of cruelty, the logic of egregious self-interest, a deadly anti-intellectualism, a ravaging unbridled anger, a politics of disposability, and a toxic fear of others. Jessica Lustig captures this organized culture of violence, grudges and resentment in The New York Times Magazine with the following comments:

Grievance is the animating theme of this election and the natural state of at least one of the candidates; Trump is a public figure whose ideology, such as it is, essentially amounts to a politics of the personal grudge. It has drawn to him throngs of disaffected citizens all too glad to reclaim the epithet «deplorable.» But beyond these aggrieved hordes, it can seem at times as if nearly everyone in the country is nursing wounds, cringing over slights and embarrassments, inveighing against enemies and wishing for retribution. Everyone has someone, or something, to resent.

It gets worse. In the age of a bullying internet culture, the trolling community has elected one of its own as president of the United States. Criticizing the pernicious trolling produced by political extremists should not suggest a generalized indictment of the internet and social media, since the latter have also been key tools in pushing back against Trump’s egregiousness. As the apostle of publicity for publicity’s sake, Trump has adopted the practices of reality TV, building his reputation on insults, humiliations, and a discourse of provocation and hate.

According to The New York Times, since announcing his candidacy, Trump used Twitter to insult at least 282 people, places and things. Not only has he honed the technique of trolling, he has also made it a crucial resource in upping the ratings for the mainstream media who, it seems, are insatiable when it comes to covering Trump’s insults. Trump has done more than bring a vicious online harassment culture into the mainstream, he has also legitimated the worst dimensions of politics and brought out of the shadows white nationalists, racist militia types, social media trolls, overt misogynists and a variety of reactionaries who have turned their hate-filled discourse into a weaponized element of political culture. This was all the more obvious when Trump hired Stephen K. Bannon to run his campaign. The former executive chairman of Breitbart News is well known for his extremist views and for his unwavering support for the political alt-right. One of his more controversial headlines on Breitbart read, «Would you rather have feminism or cancer?» He is also considered one of the more prominent advocates of the right-wing trolling mill that is fiercely loyal to Trump. Jared Keller in The Village Voice captures perfectly the essence of Trump’s politics of trolling. He writes:

From the start, the Trump campaign has offered a tsunami of trolling, waves of provocative tweets and soundbites — from «build the wall» to «lock her up» — designed to provoke maximum outrage, followed, when the resulting heat felt a bit too hot, by the classic schoolyard bully’s excuse: that it was merely «sarcasm» or a «joke.» In a way, it is. It’s just a joke with victims and consequences…. Trump’s behavior has normalized trolling as an accepted staple of daily political discourse.

One example of such vitriol was noted by Andrew Marantz’s profile for The New Yorker on Mike Cernovich, a prominent internet troll. He writes:

His political analysis was nearly as crass as his dating advice («Misogyny Gets You Laid»). In March, he tweeted, «Hillary’s face looks like a melting candle wax. Imagine what her brain looks like.» Next he tweeted a picture of Clinton winking, which he interpreted as «a mild stroke.» By August, he was declaring that she had both a seizure disorder and Parkinson’s disease.

In the age of trolls and the heartless regime of neoliberalism, politics has dissolved into a pit of performative narcissism, testifying to the distinctive power of a corporate-driven culture of consumerism and celebrity marketing, which reconfigures not just political discourse but the nature of power itself. In spite of the large-scale protests against economic injustice that ranged from Madison to Occupy Wall Street, the teacher strikes that have emerged since the 2008 Wall Street collapse, the ensuing political corruption and the consolidation of wealth and power, millions of Americans turned to the politics of resentment.

This totalitarian logic has been reinforced by the strange intersection of celebrity culture, manufactured ignorance and the cult of unbridled emotion, to inhabit a new register of resentment, which as Mark Danner points out in The New York Review of Books, takes «the shape of reality television politics.» Within such an environment, a personalized notion of resentment drives politics while misdirecting rage towards issues that reinforce totalitarian logic. Under such circumstances, the long-standing forces of nativism and demagoguery drive American politics and the truth of events is no longer open to public discussion or informed judgment. All that is left is the empty but dangerous performance of misguided hopes wrapped up in the fog of ignorance, the haze of political and moral indifference, and the looming specter of violence.

The rise of Donald Trump as a corporate-fueled celebrity troll represents the broader contempt for a politics of empathy and compassion. This contempt is the bedrock of a neoliberal formative culture that, as my colleague David Clark once remarked to me, «breeds horrors: the failures of conscience, the wars against thought, and the flirtations with irrationality that lie at the heart of the triumph of every-day aggression, the withering of political life, and the withdrawal into private obsessions.»

The issue is no longer whether politicians, such as Donald Trump, are about to lead us into a new age of authoritarianism and bigotry. Rather, we should be seeking to locate and challenge the forces that have produced these politicians. When individualized resentment and scapegoat-centered violence are normalized, we move closer to a police state and toward an age that forgets the totalitarian impulses that gave us Iraq, state-authorized torture, a carceral state, war crimes, a plundering of the planet, and much more. Trump is only a symptom, not the cause of our troubles. Global capitalism is the monster and Trump is its most dangerous, confused and hateful messenger.

Anger is a double-edged sword and can be transformed into various forms of productive resistance or it can be appropriated and manipulated as a breeding ground for resentment, hate, bigotry and racism. What is clear is that Trump knew how to turn such an odious appeal into both a performance and a spectacle — one that mimicked the darkest anti-democratic impulses.

The Struggle Continues

Let’s hope the planet is around long enough to begin to rethink politics in light of this election of Donald Trump to the presidency, which ranks as one of the most sickening events in American political history. Democracy, however flawed, has now collapsed into Trump’s world, one led by a serial sexual groper, liar, nativist, racist and authoritarian. As my friend Bob Herbert mentioned to me recently, «Trump threatens everything we’re supposed to stand for. He’s the biggest crisis we’ve faced in this society in my lifetime. The Supreme Court is lost for decades to come. His insane tax cuts will only expand (and lock in) the extreme inequality we’re already facing. I don’t need to provide a laundry list for you. The irony of ironies, of course, is that the very idiots, racists, misogynists and outright fools who put him in the presidency will be among those hammered worst by his madness in office.»

The strategy of the left will be set back for years as a result of this election, given Trump’s propensity for vengeance, crushing dissent and sheer animosity toward anyone who disagrees with him. When he withdraws the US from the Paris Accords, goes after Black youth with his call for racial profiling, lowers taxes for the rich, deregulates business, sets back the Supreme Court for decades and expands the police state as he begins mass deportations, maybe we should rethink where the levers of power lie.

Amid this turmoil, we cannot let our anger simply become an expression of misdirected resentment. It is time to wake up and repudiate the notion that capitalism and democracy are the same thing. We must use our anger to fight collectively for a politics that refuses to forget the crimes of the past, so it can imagine a different future. Such a struggle is not an act of incivility, but a call to educated hope, civic courage and the need to start organizing.

Fuente: http://www.truth-out.org/opinion/item/38351-the-authoritarian-politics-of-resentment-in-trump-s-america

Imagen: A barbed-wire wrapped Trump/Pence campaign sign in Erie, Pennsylvania, two days after the election, November 10, 2016. (Photo: Hilary Swift / The New York Times)

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La Fenomenología como filosofía viva

Por: Diana Milagros Rueda de Aranguren

Debemos considerar que al reseñar sobre fenomenología necesariamente referimos acerca de la filosofía en los finales del siglo XX e inicios del presente siglo, en vista de ser en la década de los años sesenta cuando se evidenciaba la necesidad de comprender los fenómenos sociales con visiones más profundas y con nuevos paradigmas que arrojarían resultados más reales, profundos y distintos a lo que hasta ese momento se manejaba a través de lo hipotético-deductivo, pues entonces se considerarían estudios humanos en su praxis social más reales y adecuados a la dinámica del hombre, y es allí donde aparecieron métodos innovadores como la etnografía, la hermenéutica, el interaccionismo simbólico, la historia de vida, los estudios de caso y la fenomenología.

La fenomenología es una filosofía viva, y tal como lo señala A. Reinach (considerado por Husserl como su “primer compañero de trabajo real en el desarrollo del movimiento fenomenológico” p.194  Willard-1969), es un sistema de doctrinas filosóficas que conduce a ver el mundo de un modo filosófico, con lo cual se podría afirmar que reviste toda filosofía realizada con esfuerzo, seriedad y rigor.

Es así como al definir fenomenología se debe identificar con visión filosófica por su fidelidad a lo que real y verdaderamente describe los fenómenos tal y como se muestran a la percepción y pensamiento del individuo, considerándose por lo tanto en un método humanista, etnográfico, descriptivo y particularmente reflexivo; sus enunciados son válidos en un tiempo y en un espacio específico, de manera que estudia la vida cotidiana con el fin último de comprender el fenómeno o evento social estudiado.

Reconocido como el fundador de la filosofía fenomenológica, Edmund Husserl, se propuso superar la crisis de la ciencia positivista que había dominado hasta entonces, asentando que la ciencia había dejado de tener significado para el hombre ya que no le brindaba colaboración en cuanto a los problemas apremiantes que se presentaran, ni mucho menos proporcionaba criterios para conducir su conducta.

Es entonces, según lo señala León (2009), como la fenomenología se presenta como una reflexión filosófica que quiere fundamentar firmemente la objetividad del saber mediante un método, cuya principal regla es dejar que las cosas mismas se hagan patentes en su contenido esencial, a través de una mirada intuitiva que haga presente las cosas tal como se dan inmediatamente para el que las vive y poniendo entre paréntesis el juicio sobre la validez de los presupuestos, opiniones o interpretaciones acerca de ellas.

Es claro determinar que la fenomenología es opuesta al positivismo, constituyéndose en un  movimiento filosófico con bases y condiciones propias de una ciencia, que ha servido como fundamento de las ciencias humanas. Su punto de partida es la vivencia del sujeto y la intencionalidad que rige las relaciones de este con su realidad externa, pues estas experiencias configuran las ideas que definen el mundo que lo rodea.

La definición que Husserl asume para la fenomenología (1910), la determina como el estudio de las estructuras de la conciencia que capacitan al conocimiento para referirse a los objetos fuera de sí misma, requiriendo reflexión sobre los contenidos de la mente para excluir todo lo demás, siendo llamada ese tipo de reflexión por el autor como, reducción fenomenológica, ya que la mente puede dirigirse hacia lo no existente tanto como hacia los objetos reales. Indica además, que la reflexión fenomenológica no reconoce que algo existe con carácter material, corresponde es dejar de lado la cuestión de la existencia real del objeto contemplado, es decir, poner en paréntesis la existencia.

Reconociendo la fenomenología como método, Husserl propone dos términos técnicos, como lo son, la epojé y la reducción; siendo el primero un ejercicio voluntario de suspender toda toma de posición acerca de la existencia o no de los objetos que se dan a la conciencia (una especie de puesta entre paréntesis); mientras que la reducción, permite reflexionar acerca de lo que se ha recibido como dado a la conciencia, sin embargo, es oportuno señalar la precisión echa por el fenomenólogo San Martín (2005), indicando que el sentido de la reducción fenomenológica no es encerrar entre paréntesis, conservar un pedazo de la realidad, reducto, y desechar lo demás;  consonante con Husserl, toma la reducción como reconducción.

En torno a ello, Aguirre y Jaramillo (2012),  enfocan por lo menos dos tipos de reducción fenomenológica según Husserl (1997), la eidética y la trascendental;  en la primera se da el paso de la actitud natural al mundo dado como fenómeno en la conciencia. En la segunda, se espera que puedan establecerse las características generales que hacen posible toda evidencia de los objetos dados, siendo en esta última fase donde se constituirían los conocimientos más valiosos del proceder fenomenológico.

Lo citado puede concretar que el método fenomenológico consistiría en: partir de la actitud natural; epojé-reducción eidética; epojé-reducción trascendental; y, constitución. Todo el método se encuentra transversalizado por la descripción, ya que se describen las vivencias de los fenómenos hasta lograr su esencia; se describen las estructuras que los hacen posibles, y se describen los objetos en tanto constituidos.

Podemos también considerar que la fenomenología se presenta, tal como lo refiere Rodríguez (1997), como una reflexión filosófica que quiere fundamentar firmemente la objetividad del saber mediante un método, cuya principal regla es dejar que las cosas mismas se hagan patentes en su contenido esencial, a través de una mirada intuitiva que haga presente las cosas tal como se dan inmediatamente para el que las vive y poniendo entre paréntesis el juicio sobre la validez de los presupuestos, opiniones o interpretaciones acerca de ellas.

La conciencia no es para la fenomenología, continúa precisando el autor citado, algo cerrado en sí mismo, sino que está definida por la intencionalidad, es decir, por la particularidad de estar siempre abierta y referida a algo como su correlato objetivo. El análisis fenomenológico muestra, además, que los objetos no se dan a la conciencia aisladamente, sino insertos en un contexto mayor, en el que se destacan como lo que son. Este contexto es el mundo, horizonte general de todo lo que es y puede llegar a ser contenido de la experiencia.

Vemos como Husserl distingue dos formas de relación de la conciencia con el mundo. La primera es la forma natural o ingenua en que todos nos desenvolvemos en el mundo en el que nacemos, trabajamos, pensamos y morimos, y que por lo tanto se nos presenta como realmente existente. La segunda se refiere al mundo visto con la perspectiva del fenomenólogo, que ya no da por supuesta su existencia, sino que lo tematiza en forma crítica y reflexiva como constituido por actos intencionales de una conciencia pura.

Pero es precisamente esa exigencia metodológica de la epojé, de poner entre paréntesis la existencia del mundo y de los sujetos y objetos reales para quedarse únicamente con la experiencia de la conciencia pura, analizable por un observador desinteresado, lo que Heidegger, asistente y discípulo de Husserl a partir de 1918, terminaría por rechazar para orientar la fenomenología hacia la hermenéutica.

Ya para concluir, es importante destacar que Husserl mantiene su postulado de considerar que la fenomenología quiere ser una ciencia esencial descriptiva de las vivencias trascendentales puras en actitud plenamente fenomenológica. En tal sentido la autora del presente artículo adiciona e ilustra con argumentación, por ende esclareciendo, la riqueza y la profundidad del pensamiento husserliano, poniendo de relieve el método a seguir para conquistar los numerosos dominios significativos que integran la esfera de la objetividad en su totalidad.

Como es pauta obligada de quien escribe terminar sus escritos con referencias a la formación del pensamiento ético, se espera contribuir a la comprensión del pensamiento del fundador de la fenomenología Edmund Husserl, cuando considera que los principios supremos de la Ética han de ser suministrados por un análisis fenomenológico de los correspondientes actos axiológicos.

Referencias:

Aguirre, J.C. y Jaramillo, L. (2012). Aportes del Método Fenomenológico a la Investigación Educativa. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos. No. 2, Vol. 8 Manizales: Universidad de Caldas.

Husserl, Edmund. (1997).  Psicológica y la Fenomenología Trascendental – Confrontación con Heidegger. (Traducción y estudio preliminar de Mario A. Presas). Madrid: Tecnos

León, E.A. (2009). El Giro Hermenéutico de la Fenomenología en Martín Heidegger. Quito: Polis-ITHI

Rodríguez, R. (1997) La Transformación Hermenéutica de la Fenomenología. Una interpretación de la obra temprana de Heidegger. Madrid: Tecnos

San Martín, Javier. (2005). La práctica de la Fenomenología según Lester Embree: Comentario al libro Análisis Reflexivo. Investigaciones fenomenológicas – Vol. 4

 

 

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