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El futuro de los niños nigerianos

Por: Jean Gough

Ajija no puede estar más frágil. Esta niña de cuatro años debería estar jugando alegremente con sus amigos, pero apenas puede mantenerse de pie. No es de sorprender que, después de que un profesional de la salud evaluara su estado, decidieran ingresarla por estar gravemente malnutrida. “Me siento inútil por no poder hacer nada. Los dos últimos años han sido muy duros, hay poca comida y muchas enfermedades”, me dice su madre, Halima, desesperada.

Estamos en Gwoza, una zona remota del estado de Borno, en la frontera del noreste de Nigeria con Camerún. Esta clínica médica provisional está abarrotada de madres que traen a sus bebés y niños pequeños para que les hagan pruebas o les traten la malnutrición.

Desgraciadamente, Ajija no está sola. Al tiempo que se recupera el acceso de la asistencia humanitaria a cada vez más zonas del noreste de Nigeria, se pone de manifiesto el verdadero impacto de esta crisis. En la actualidad, casi un cuarto de millón de niños de Borno padecen malnutrición aguda grave como resultado de más de tres años de violencia que han destrozado la zona.

Dado el peligro que conlleva labrar la tierra, acceder a los mercados e incluso obtener agua segura, las familias y en especial los niños pequeños han dejado de recibir algunos elementos esenciales para la vida. Ante la imposibilidad de atender a casi un millón de niños, lo único que podemos hacer es imaginar qué les deparará el futuro.

Esta tragedia para los niños nigerianos se proyectó en el mapa del mundo por primera vez en abril de 2014, cuando Boko Haram abdujo a más de 270 niñas de una escuela de Chibok. Y ellas tampoco estaban solas. Desde 2009 se ha abducido a, al menos, 4.000 mujeres jóvenes (de entre 18 y 24 años), niñas y niños de los estados afectados del norte de Nigeria, y 7.000 mujeres y niñas han denunciado haber sufrido violencia sexual.

Los niños de Borno vuelven a estar en el punto de mira, esta vez afectados por una crisis de malnutrición y comida sin precedentes. Sin embargo, no conseguiremos la ayuda que necesitamos si damos importancia a estos asuntos únicamente cuando se convierten en el centro de atención. No podemos esperar a que ocurra otra tragedia: debemos seguir trabajando con los medios que vamos teniendo a nuestra disposición, incluso después de un ataque a un convoy humanitario.

Antes de nada, se trata de salvar la vida de los niños a los que podamos atender, a muchos de los cuales se les ha obligado a dejar sus casas. Con solo proporcionarles un suministro de alimentos terapéuticos listos para el consumo para ocho semanas, podremos ayudarlos a recuperarse de la malnutrición aguda grave. Pero esto solo funciona si cuentan con el acceso a un centro de salud primaria y a agua y saneamiento seguros que contribuyan a evitar enfermedades infantiles prevenibles y tratables que pueden ser cuestión de vida o muerte para niños ya débiles.

Para lograrlo, debemos seguir ayudando a rehabilitar y mejorar las clínicas de salud locales de todo el estado de Borno, un 60% de las cuales han quedado parcial y totalmente destruidas. Además, tenemos que seguir formando a los trabajadores de la salud y ofrecer una fuente sostenible de suministros médicos tales como los alimentos terapéuticos, esenciales para salvar vidas. Al mismo tiempo y mediante la red de voluntarios de la comunidad, los contactos y los conocimientos de la zona, debemos identificar y gestionar rápidamente casos de malnutrición infantil.

No obstante, también hay algunos avances. Este año, unos 75.000 niños han recibido tratamiento para la malnutrición aguda grave. Desde abril se ha duplicado el número de revisiones de malnutrición (de 288.000 a unas 500.000), lo que significa que se están haciendo pruebas y dando tratamientos a algunos niños de forma habitual. Aun así, nadie esperaba la verdadera escala de la crisis.

Mientras nosotros luchamos por salvar vidas, necesitamos también ayudar a que los niños se recuperen mentalmente de los horrores que han presenciado. Proporcionarles cierta sensación de normalidad con juegos, oportunidades seguras de aprendizaje y ayuda psicológica cuando lo necesiten puede contribuir a devolverles sus infancias.

Las familias y los niños piden muy poco. Solo quieren tener acceso a instalaciones médicas, disponer de medicinas y contar con trabajadores de la salud. Quieren ir a la escuela y encontrar allí profesores, pupitres, libros y bolígrafos. Quieren bombas manuales que les proporcionen agua segura.

Desde Gwoza hasta Maiduguri y desde Port Harcourt hasta Lagos, el recurso más preciado de Nigeria son sus niños. Para salvar, proteger y sacar partido a ese recurso necesitamos contar con una ayuda comprometida y sostenida. Solo entonces podremos ofrecer los servicios esenciales y la normalidad que los niños y sus familias necesitan para reconstruir sus vidas.

Fuente: http://www.unicef.org/spanish/infobycountry/nigeria_92798.html

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Ayotzinapa: dos años de impunidad

Por: Cristóbal León Campos

Un entorno de impunidad sirve de antesala al cumplimiento de dos años del crimen de Iguala en el Estado de Guerrero, los 43 siguen perdidos en la oscura noche que ha desgarrado al país hasta en su última esencia, el dolor sigue siendo el mismo, la humanidad frente a la sinrazón del poder, Ayotzinapa es la síntesis de la rabia y el cinismo con que se escribe la historia nacional.

El sentimiento general de la sociedad es referente del malestar que impera en toda la geografía mexicana, desconcierto y temor, indignación y frustración. Desesperanza que buscan los poderosos implantar en las mentes y los corazones de la sociedad, la violencia y su monopolio estatal pretende acabar con toda ilusión de establecer la justicia y un poco de razón en un país burlado al grado descarado de que el llamado presidente olvida por error de imprenta respetar las leyes, ¿qué podemos esperar frente a tanta impunidad?, ¿acaso hay salida ante el desamparo social?, la frente en alto de los padres que buscan a sus hijos desaparecidos es la respuesta más cabal que en los últimos años hemos presenciado, nada está perdido mientras la fuerza de la utopía nos empuje a seguir resistiendo.

El tiempo pasa, se pierde en los calendarios del poder, entre telenovelas recicladas y alienantes del sentido humano, pero abajo, ahí donde la mirada de quien dice mandar no alcanza a llegar, donde aquellos que juegan con nuestras vidas llamándole “desarrollo” no pueden por lo menos nombrar, ahí, ahí mismo y desde siempre, el tiempo es otro y pasa, claro que pasa, sólo que su paso es diferente, si arriba se olvida, abajo se recuerda, un recuerdo muy humano, muy propio de quienes el dolor les asiste junto con la razón del reclamo, ahí donde habita la dignidad, ahí la utopía es praxis y se materializa en la resistencia, el otro mundo existe desde hace tanto en el palpitar humano de los puños siempre en alto.

La impunidad se viste de gala, le gusta cuando se cumple un aniversario más, se sabe o mejor dicho se cree vencedora, la mesa ponen los cerdos y en ella asientan sus gruesas billeteras vacías de humanidad, comen en platos comprados en tiendas extranjeras pero elaborados por las manos humildes del trabajador virtuoso, comen, se atragantan, chorrean sangre que limpian con los finos manteles tejidos en las maquiladoras sobre-explotadoras, tal y como dijera aquel viejo alemán de blanca barba, el sistema funciona, no hay estado fallido, no hay estado de excepción, hay un Estado que funciona como fue concebido, para y por los intereses del dinero, del orgullo falso vestido a la moda y al servicio de quien gobierna.

Dos años y las calles se cubren de la rabia, del dolor digno, de la resistencia que con voz rebelde nuevamente clama por justicia y pide se resuelva un caso de barbarie. Al tiempo de los poderosos que promete olvido se le antepone la memoria colectiva, la memoria que nos mantiene vivos y llenos de esperanza, arriba se espera que Ayotzinapa sea un recuerdo, una efeméride más entre tantas tragedias, quieren burlarse por siempre y reír cada 26 de septiembre señalando a quien se sume al reclamo, criminalizan la vida, exaltan la muerte, se olvidan que de la ceniza el fénix hace más fuertes sus alas, el fuego de la memoria transformará esta realidad convirtiéndola en otro mundo, uno mucho mejor donde habrán de caber todos los mundos.

Democracia le llaman a un sistema que impone mientras pisa, huellas de las botas militares se rastrean en la noche de Iguala, silencios oficiales, verdades falsas, falsos quienes apoyan la ignominia, aquellos que en la prensa o en la televisión dicen la mentira del poder y la repiten para que poco a poco sea creída por la sociedad, falsa democracia con olor a droga, a terrorismo, a pólvora e impunidad, sistema de papel con dientes de sable, democracia con cara oculta, oscura y siniestra es su verdadera naturaleza, la luz de los pueblo dará lugar al gobierno de la razón.

Ayotzinapa vive, resiste, nos alienta, nos enseña, es ejemplo de dignidad y persistencia, el llanto continuo de los padres es fuerza para los espíritus desgastados. Ayotzinapa es utopía realizable, es la verdad más fuerte de nuestras voces gritan. Ayotzinapa es humanidad, es amor, es sentimiento, es el canto de ilusión que desde nuestras almas brinda el coraje para insistir frente a tanta impunidad, barbarie e inhumanidad.

¡A DOS AÑOS AYOTZINAPA VIVE Y RESISTE!

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=217258&titular=ayotzinapa:-dos-a%F1os-de-impunidad-

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Humanidades obligatorias. La sociedad debe elegir entre educar para la democracia o para la rentabilidad

Por: Juan Manuel Escourido

No debería expedirse una titulación universitaria sin un año de formación humanística. La situación, sin embargo, es la opuesta: existe un Grado en Humanidades con problemas para sobrevivir y separado del resto de titulaciones. Para asegurar su supervivencia, la Universidad de A Coruña  (UDC) lo ha hecho semipresencial, de doble titulación (con Información y Documentación), y ha incluido cursos del grado de Turismo. Se trata de medidas sintomáticas de la crisis global de la educación que determina las actitudes de los responsables políticos y los administradores de la universidad. Ellos tienen el poder para cambiar el status quo pero son reacios a hacerlo, bien porque no comprenden las implicaciones de sus decisiones, bien porque no entienden qué otras posibilidades para la enseñanza y el aprendizaje pueden, y deben, existir.

En su libro Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita las Humanidades, Martha Nussbaum argumenta que las crisis más urgentes son la medioambiental y la educativa. Le preocupa especialmente la segunda, pues mientras los efectos del cambio climático saltan a la vista y existe un frente global de oposición a la deriva de la destrucción del planeta, la desaparición de la formación humanística erosiona de manera silenciosa y paulatina los fundamentos de la sociedad. Ella señala que la elección a la que nos enfrenta la crisis de las Humanidades es entre una educación para la sociedad o una preparación para la rentabilidad.

«La desaparición de la formación humanística erosiona de manera silenciosa y paulatina los fundamentos de la sociedad»

Tomemos el ejemplo mencionado para entender cómo esta crisis se materializa en políticas concretas y cómo podría ser diferente. El error de la UDC no ha sido cambiar el anticuado currículo de la titulación, sino la dirección del cambio y las justificaciones ofrecidas. Aduciendo que el grado tendrá más salidas han reducido presencialidad y lo han unido con otras disciplinas y Turismo —algo previsible dentro de la lógica de la rentabilidad, por aquello de que es el sector que más aporta al PIB nacional—. Su error ha sido doble: por un lado, queriendo defender las Humanidades de su desaparición las han atacado; por otro, manejan una identidad colectiva equivocada de la adolescencia tardía.

La cuestión ideológica primero: en sus acciones y justificaciones, el claustro profesoral que ha decidido reformar el grado ha operado en un tablero que da ventaja a los estudios universitarios de formación profesional sobre los humanísticos. Al intentar defender las Humanidades en el espacio dialéctico de la lógica mercantil las han atacado, acelerando su desaparición como estudio reglado. Es decir, definir las Humanidades como saberes que también ofrecen trabajo refuerza la visión mercantilista de la universidad para la cual sobran. ¿Qué se debería haber hecho? Deberían haber cambiado el espacio dialéctico en el que operan. Deberían haber defendido las Humanidades desde sus propias tradiciones y términos, mostrando su indispensabilidad para entender a otros desde sus lenguas, culturas y cosmovisiones; para promover la igualdad y la justicia social; para manejar crítica y lógicamente información compleja y contradictoria; para ser capaces de considerar una cuestión desde múltiples perspectivas; para pensar creativamente; para la convivencia democrática; para la comprensión de las fuerzas históricas que construyen la realidad; y para aprender, entender y moverse con soltura en el conjunto de las mejores respuestas que la humanidad ha dado a sus grandes preguntas. De esta manera, no solo hubieran desplazado el espacio dialéctico de la discusión, resemantizando las nociones de educación y universidad; además, hubieran atraído a más estudiantes que diciéndoles que entre los cursos sobre los tipos de edificaciones que pueden obtener el certificado de Casa de Turismo Rural y los cursos sobre diferentes tipos de turisteo y turistas en la Costa del Sol leerán a Nietzsche y verán algún cuadro de Caravaggio.

De todos modos, si queremos abordar la crisis global que señala Nussbaum, un año de formación humanística debería ser obligatoria para obtener una titulación universitaria. Parece fácil ponerse de acuerdo en que nadie debería graduarse, en la disciplina que fuese, sin antes haberse educado; y en que esta función ya no la cumple satisfactoriamente el bachillerato, bien por la complejidad y globalización del mundo actual, bien por los bajos resultados de España en los informes PISA. Como sabemos, actualmente los grados preparan para ejercer una profesión. Es comprensible: nadie desea contratar un arquitecto que no sepa de arquitectura. Pero eso no debería ser todo. La preparación para ejercer una profesión debe ir acompañada de una preparación para la ciudadanía democrática y de una formación esencial en la historia de la expresión humana y de lo que significa ser humano. La universidad debe cumplir su verdadera función desde la Ilustración: cultivar las facultades de pensamiento e imaginación que nos hacen humanos y que hacen que nuestras relaciones sean relaciones humanas ricas, y no meramente de uso y manipulación.

«En Estados Unidos todos los alumnos están obligados a tomar cursos de escritura y lectura crítica»

Existen modelos que entienden el valor de las humanidades y las protegen: en Estados Unidos, por ejemplo, todos los alumnos están obligados a tomar cursos de escritura y lectura crítica, así como de Great Books. También la élite entiende el valor de las humanidades sin necesidad de explicaciones: cuando, recientemente, Marco Rubio, senador del partido republicano estadounidense, afirmó que la sociedad necesitaba más fontaneros y menos filósofos, no se refería con el sintagma “la sociedad” a sus hijos, que leerán a Homero en las mejores universidades del país. Hay aquí, finalmente, una cuestión de clase: en España se ha hecho creer a las clases media y baja que existe una correlación entre el tipo de estudios realizados y la posibilidad de encontrar una ocupación laboral. Sin embargo, en un país donde más de la mitad de los menores de 35 años no encuentra empleo a pesar de sus múltiples titulaciones esta creencia desaparecerá si no lo ha hecho ya. La estadística muestra que tener o no trabajo no es una cuestión primordialmente de tipo de estudios cursado, sino de linaje. Como ha sido siempre.

Nos jugamos mucho. Como sociedad, debemos escoger entre educar para la democracia o para la rentabilidad; entre una educación que cultive y prepare futuros ciudadanos o una universidad que produzca empleados. Para ello primero debemos saber si nos sentimos responsables de asegurar que la educación que reciben nuestros hijos sirve a los propósitos y la naturaleza de nuestra sociedad y a su formación como individuos con criterio y capacidad expresiva, o si preferimos que nuestros hijos sirvan para aumentar la plusvalía de alguna empresa. La prevalencia de una u otra opción definirá la universidad del futuro.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/09/19/opinion/1474287009_361916.html

 

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La Iglesia y el Laicismo

Por: Pedro Echeverria V.

Iglesia por sus fueros, la libertad religiosa, el laicismo y el racionalismo

1. Los rectores de las cuatro universidades más importantes de México: Enrique Graue, de la Nacional Autónoma de México (UNAM); Tonatiuh Bravo, de la de Guadalajara (UdeG); Salvador Vega, de la Autónoma Metropolitana (UAM); y Rogelio Garza, de la Autónoma de Nuevo León (UANL), se pronunciaron de manera conjunta en favor de un Estado laico y de los derechos humanos. Dijeron: «El Estado laico constituye una condición necesaria de las sociedades modernas, en la medida en que garantiza la pluralidad de las ideas y hace posible el respeto a la diversidad étnica, religiosa, moral, ideológica y filosófica, a partir de una ética que se sustenta en los derechos humanos». ¿Y los demás rectores y la ANUIES?

2. La laicidad no es una ideología antirreligiosa y anticatólica, publica hoy el especialista Bernardo Barranco diciendo que con ello se pretende caricaturizarla. “Nada más alejado de la realidad en el siglo XXI; por el contrario, la laicidad es un conjunto normativo. Son reglas jurídicas que han permitido en nuestra historia moderna la convivencia pacífica entre diferentes confesiones, entre mayorías y minorías, entre creyentes y no creyentes. El Estado laico garantiza la libertad de los que creen y de los que no creen bajo una normativa de equidad; es decir, el Estado laico tiene la obligación de proteger las minorías. Así, la laicidad ha sido una herramienta que fortalece la paz y la democracia”.

3. Cuando se analizó el artículo 3º relativo a educación en 1917, globalmente se registraron tres posiciones: a) la de los diputados carrancistas que defendía las posiciones de la iglesia “reformada”; b) la posición de los partidarios del laicismo encabezada por el obregonista Francisco Múgica, así como apareció una muy radical, la racionalista, originaria de la “Escuela Moderna” del español Ferrer Guardia, fue encabezaba por José de la Luz Mena. La primera encabezada por Rojas, Cravioto, Palavicini, dejaba las cosas como en la Constitución de 1857; la de Mújica, Colunga, Monzón, Recio, introducía un laicismo apoyado en la ciencia; confrontaba a la iglesia, pero daba pie al avance y consolidación del capitalismo, como llegó a ser el protestantismo.

4. La tercera posición (la “Racionalista” de Ferrer Guardia) frente al individualismo predominante impulsó la solidaridad, el ideal colectivista, la vida en común, la socialización del esfuerzo infantil, la cooperación; fomentó la coeducación y frente al laicismo opuso la extirpación de los prejuicios teológicos. Era algo así como una educación anarquista “sin dios ni amo”. Decían: “La misión de la escuela consiste en hacer que los niños y niñas lleguen a ser unas personas instruidas, verídicas, justas y libres de todo prejuicio. Se sustituirá el estudio dogmático por el razonado de las ciencias naturales siguiendo este camino, la inteligencia de los alumnos continuará como enemiga de los prejuicios”.

5. Me pareció importante esa declaración de los cuatro rectores en este momento en que la Iglesia Católica regresa por sus fueros; ha movilizado a sus fieles en toda la nación con el fin de demostrar su fuerza y poder buscando que el gobierno liberal de pasos atrás en su apoyo al matrimonio libre. Los cuatro rectores ponen ejemplo de lo que deben hacer las más altas autoridades que, al parecer, por miedo a la iglesia, prefieren el silencio por aquello de los votos electorales a mediados de 2018. La iglesia y el PAN han sido siempre “uña y mugre”; no podrá olvidarse nunca que la iglesia, el sinarquismo (1937), el PAN (1939), el anti cardenismo, así como el nazi/fascismo, negociaron mucho en el México de entonces.

6. ¿Por qué a pesar de todo, la religión, particularmente la católica, sigue muy fuerte en México? Porque los seguidores de cada una de ellas –llenos de profunda creencia, de fe y esperanza- no dejan pasar un día sin hacer sus tareas de propaganda y reclutamiento. Se encuentran haciendo día tras día, ceremonias y reuniones en sus iglesias o llenando de propaganda domiciliaria las colonias, barrios y campos de diferentes estados. Siempre están informados los militantes de cada religión (sea en la iglesia a través del púlpito o con propaganda en su domicilio) acerca de los hechos trascendentes de cada semana. Además no faltan los seminarios, retiros, doctrinas, encuentros y muchas publicaciones.

7. Además hay una larga tradición de alrededor de 2000 años de dominación y obediencia, un poder mundial que encabeza el papado con sus enormes recursos y una cómoda conciencia de despreocupación por lo que suceda en la tierra porque la felicidad total sólo se encontraría en el cielo. Quizá ese poder religioso no desaparezca porque ha sabido acomodarse a todas las circunstancias. En tanto en los sectores laicos, científicos, progresistas, de izquierda, nos dedicamos a investigar, analizar, reflexionar y hacer interpretaciones acerca del mundo y la realidad, la religión crea su “verdad indiscutible”, una sola, la hace sencilla y creíble, para expandir entre sus seguidores. (21/IX/16)

Fuente: https://pedroecheverriav.wordpress.com/2016/09/21/las-iglesia-y-el-laicismo/

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Los países no se demoran en las encrucijadas (I)

Por: Boaventura de Sousa Santos

El golpe parlamentario-judicial producido en Brasil tendrá repercusiones en la vida social y política del país difíciles de prever, a pesar de que, según la versión oficial y la de Estados Unidos, todo se ha desarrollado dentro de la normalidad democrática.

Aunque también son de prever repercusiones internacionales, no solo porque Brasil es la séptima economía mundial y ha asumido en los últimos años una política internacional relativamente autónoma, tanto en el plano regional como en el mundial, a través de la participación en la construcción del bloque de los BRICS, sino también porque el modelo de desarrollo adoptado en los últimos trece años parecía indicar que son posibles alternativas parciales al neoliberalismo puro y duro, siempre que no se toque su vanguardia avanzada, el capital financiero global (es cierto que los BRICS pretendían tocarlo con el tiempo –banco de desarrollo, transacciones con divisas propias–, por lo que se volvió urgente neutralizarlos).

 Para reflexionar de manera informada sobre las posibles repercusiones, es necesario determinar la naturaleza política y constitucional del régimen político posterior al golpe. Hubo golpe porque no fue aprobado el crimen de responsabilidad que la oposición le atribuye a Dilma Rousseff, el único hecho que en un régimen presidencial puede justificar la destitución. Siendo así, es fácil concluir que hubo una interrupción constitucional, pero su naturaleza es difícil de tipificar. No hubo declaración de guerra, no fue declarado el estado de sitio o estado de emergencia. Fue una interrupción anómala que resultó del hinchamiento excesivo de uno de los órganos de soberanía, el poder legislativo, con el consentimiento e incluso la cooperación activa del único órgano de soberanía que podía impedir la interrupción constitucional, el poder judicial.

Visto a la luz de los influyentes debates de los años veinte del siglo pasado, lo que ha ocurrido en Brasil ha sido el triunfo de Carl Schmitt (primacía del soberano) sobre Hans Kelsen (control judicial de la Constitución). Y lo curioso es que esta victoria estuvo asegurada por el Supremo Tribunal Federal (STF) al consentir, por acción u omisión, las anomalías constitucionales y las extravagantes interpretaciones que se han acumulado a lo largo del proceso. Hubo, por tanto, rendición de uno de los órganos de soberanía al poder soberano. Por eso, en sentido estricto, el golpe fue parlamentario-judicial y no sólo parlamentario. ¿Cuál fue en este caso el poder soberano? Ciertamente, no fue el pueblo brasileño, pues poco antes había expresado su voluntad en las urnas y elegido a la presidenta Dilma. Fue un soberano de varias cabezas constituido por la mayoría parlamentaria, los grandes medios de comunicación, el capital financiero, las élites capitalistas vinculadas a él y Estados Unidos, cuya participación por ahora está poco documentada, aunque se manifestó de diversas formas, de las cuales las más evidentes fueron, por un lado, la visita de John Kerry a Brasil y la declaración a la prensa junto a José Serra (que entonces ni siquiera era un ministro con plenos poderes, pues el proceso de destitución, si bien en marcha, todavía no había alcanzado su fase final) para destacar las buenas condiciones que se abrían para el fortalecimiento de las relaciones entre los dos países.

El siguiente fragmento con algunas de las declaraciones de la reunión de John Kerry mantenida el pasado 5 de agosto con José Serra resulta sorprendentemente esclarecedor: “Me parece honesto decir que en el transcurso de los últimos años las discusiones políticas en Brasil no habían permitido el pleno florecimiento del potencial de nuestra relación” (http://www.state.gov/secretary/remarks/2016/08/260893.htm).

Por otro lado, igualmente esclarecedora es la visita a Washington del senador Aloysio Nunes, el día después de la aprobación del proceso de destitución en la Cámara de Diputados, para mantener conversaciones con el número tres del Departamento de Estado y exembajador en Brasil, Thomas Shannon, la figura más influyente en la definición de la política estadounidense para el continente.

  En este contexto es importante responder a tres preguntas. ¿Cuál es la naturaleza del régimen político de Brasil tras el golpe parlamentario-judicial? ¿Cuál es el significado del acto de rendición judicial? ¿Cuáles son los desafíos para las fuerzas democráticas? En este texto respondo a las dos primeras. Naturaleza del régimen político. Es un régimen que se define más fácilmente de manera negativa que positiva. No es una dictadura como la que existió hasta 1985; tampoco es una democracia como la que existía hasta el golpe; no es una dictablanda o una democradura, designaciones en boga para caracterizar los regímenes de transición de la dictadura a la democracia. Se trata de un régimen anómalo nítidamente transicional sin dirección definida hacia la cual transitar. En los términos de la teoría de sistemas, es un sistema político altamente desequilibrado, en una situación de bifurcación: la alteración más pequeña puede provocar grandes cambios sin que su sentido sea predecible.

  Puede resultar en más democracia o en menos, pero en cualquier caso es de prever que ocurra con alguna turbulencia social y política. El desequilibrio resultó de la ruptura institucional forzada por el sector mayoritario de las élites económicas y políticas, que sintió amenazado su régimen de acumulación capitalista, y de la lógica social del señor/esclavo (en Brasil, la lógica de separación entre la casa grande y la senzala [1]), que legitima muchas de las jerarquías sociales de las sociedades capitalistas con fuerte componente oligárquico de raíz colonial. Fue una ruptura que no tenía como objetivo alterar el sistema político (este, de hecho, se reveló muy funcional), sino tan solo alterar un resultado electoral y restaurar el estado de cosas vigente antes de la intrusión del Partido de los Trabajadores (PT).

  Las élites ahora en el gobierno harán todo lo que esté a su alcance para reparar esta ruptura lo más rápidamente posible. No pueden hacerlo a través del gobierno y con medidas que agraden a las mayorías, dado que la restauración capitalista-oligárquica exige medidas antipopulares. Además, es de prever que la destrucción de las políticas sociales e instituciones del período anterior se lleve a cabo de forma rápida y sin disfraces de reconciliación social. Es de prever otra versión de la doctrina del shock similar a la austeridad impuesta por el FMI y la UE a los países del sur de Europa o a la que está aplicando el presidente Macri en Argentina, con la salvedad de que Macri ganó las elecciones. Remendar la ruptura por vía electoral tampoco es viable porque no es seguro que ganen las elecciones. Les resta, por tanto, usar de nuevo el poder judicial, ahora para reponer cuanto antes la idea de la normalidad institucional. Esto será posible a través de algunas decisiones judiciales compensatorias que creen la idea, tal vez ilusoria, pero creíble, de que las instituciones no perdieron por completo la capacidad de limitar la arbitrariedad del poder político y la arrogancia del poder social y económico. La probabilidad de que esto ocurra depende de las fracturas que puedan surgir dentro del poder judicial, como sucedió en tiempos recientes. Y si ocurriera, ¿sería esto suficiente para reconstruir la normalidad institucional sin la cual la gobernabilidad será muy difícil? Nadie puede predecirlo.

Además, el contexto del golpe parlamentario-judicial hace que este no haya podido concluir con la destitución de la presidenta Dilma Rousseff. Debe continuar hasta que las élites tengan la certeza de que la democracia no supone ningún riesgo para ellas. Y para que el golpe continúe todavía seguirá siendo necesaria mucha intervención del poder judicial.

  El sistema judicial: dos pesos, dos medidas. El papel central del sistema judicial en los equilibrios y desequilibrios del periodo posterior a 1985 debe ser analizado en detalle, ya que esto puede ayudarnos a comprender comportamientos futuros. La operación Lava Jato [2] presenta grandes ambivalencias. Si, por un lado, hizo que grandes empresarios, políticos y contratistas fueran procesados penalmente, rompiendo, de algún modo, con la sensación de impunidad; por otro, su gran base de apoyo es la involucración de personajes de la izquierda brasileña, sobre todo del PT. Es decir, el gran apoyo social y mediático que la operación Lava Jato recibe es por perseguir a la izquierda. Esto resulta evidente cuando comparamos la operación Lava Jato con la operación Satyagraha, que investigó casos de corrupción y blanqueo de capitales que involucraban, principalmente, al banquero Daniel Dantas con las privatizaciones del gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Esta última fue dirigida por el juez federal Fausto de Sanctis y por el delegado de la Policía Federal Protógenes Queiroz. La reacción por parte del SFT a esta operación fue grande y muy diferente a la actual: el delegado Protógenes Queiroz fue condenado penalmente y expulsado de la Policía Federal; el juez federal Fausto de Sanctis sufrió la persecución del entonces presidente del SFT, Gilmar Mendes, que ofició el Consejo Nacional de Justicia (del que también era presidente) para determinar la conducta del juez. Fue un gran envite de la Justicia Federal de primera instancia contra el SFT. Por su parte, el arresto del banquero Daniel Dantas, que llegó a ser esposado, fue, en el fondo, el origen real de la Súmula [3] Vinculante 11 del SFT, que establece: “Solo es lícito el uso de esposas en casos de resistencia y de riesgo fundado de fuga o peligro para la integridad física propia o ajena, por parte del preso o de terceros, justificada la excepcionalidad por escrito, bajo pena de responsabilidad disciplinar, civil y penal del agente o de la autoridad y de la nulidad de la prisión o del acto procesal al que se refiere, sin perjuicio de la responsabilidad civil del Estado”.

  Tal vez esto baste para concluir que en Brasil (y ciertamente el caso no es único) el éxito de la justicia criminal contra ricos y poderosos parece estar fuertemente relacionado con la orientación político-partidaria de los investigados. Pero hay más. La nominación del expresidente Lula como ministro llevó al juez Sérgio Moro a cometer uno de los actos más flagrantemente ilegales de la justicia brasileña contemporánea: permitir la divulgación del audio entre la presidenta Dilma y el expresidente Lula cuando ya sabía que él no era competente para el procesamiento. El ministro del STF, Teori Zavascki, escribió en su despacho: “Fue también precoz y, al menos parcialmente, equivocada la decisión que anticipó juicio de validez de las interceptaciones, obtenidas, en parte importante, sin abrigo judicial, cuando ya había determinación de interrumpir las escuchas”. Esa divulgación dio un nuevo impulso al movimiento a favor del impeachment de la presidenta Dilma. A propósito, el hecho de que la presidenta Dilma haya nominado a Lula da Silva como ministro, incluso si la motivación exclusiva fuese la alteración del foro competente para el juzgamiento, no constituye por sí sola una obstrucción de la justicia. En efecto, en la época en que era presidente, Fernando Henrique Cardoso (FHC) atribuyó el estatus de ministro al entonces Abogado General de la Unión (AGU), Gilmar Mendes, con un objetivo semejante.

De hecho, a fines de la década de los noventa del siglo pasado e inicio del siglo XX, por cuenta de las privatizaciones y el aumento de la carga tributaria, varios jueces federales comenzaron a pronunciar decisiones preventivas (que interrumpen acciones en curso) y a intervenir en el programa económico neoliberal del gobierno de FHC. El ministro Gilmar Mendes era entonces Abogado General de la Unión y criticaba fuertemente la postura de los jueces federales. Hubo varias acciones de improbidad y acciones populares en contra del gobierno de FHC y del propio Mendes. Ante el peligro de que Gilmar Mendes tenga que responder a procesos en primera instancia (sobre todo acciones de improbidad administrativa), fue decretada la Medida Provisoria N° 2.049-22, de 28 de agosto de 2000, que le garantizó un fuero de privilegio y lo preservó. En su artículo 13 parágrafo único, dispuso: “Son ministros de Estado los titulares de los ministerios, el jefe de la Casa Civil, el jefe del Gabinete de Seguridad Institucional, el jefe de la Secretaría General y el jefe de la Secretaría de Comunicación de Gobierno de la Presidencia de la República, y el Abogado General de la Unión”. En ese momento no hubo ningún tipo de cuestionamiento, ninguna alegación de inconstitucionalidad o “criminalización” del presidente Henrique Cardoso por obstrucción de justicia.

La idea de que en la justicia brasileña hay dos pesos y dos medidas parece confirmada y es altamente probable que pronto surjan más pruebas en ese sentido. A título de ejemplo merecerá la pena observar la discrepancia entre el ritmo de la operación Lava Jato centrada en Curitiba y el ritmo de la misma operación centrada en Río de Janeiro –la que investiga a los empresarios ligados más a la derecha, al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), al exgobernador Sergio Cabral y al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSBD).   Pese a todo, es necesario no perder de vista dos hechos importantes. Por un lado, el sistema judicial continúa teniendo un papel central en la institucionalidad democrática brasileña, sobre todo mientras prevalezca el actual sistema político. Por otro lado, como vimos, hubo fracturas al interior del sistema judicial y, dependiendo de las circunstancias, estas pueden ser una contribución importante para renovar la credibilidad de la democracia brasileña. En el momento en que el sistema judicial parece apostado en criminalizar a todo coste una personalidad de la talla nacional e internacional del expresidente Lula, talvez sea bueno recordar a los jueces que en la época de gobierno de FHC fueron objeto de vigilancia y persecución cuando intervenían con medidas preventivas contra la política económica neoliberal adoptada por el gobierno. La política económica que viene de ahí no será menos dura y llega poseída por un fuerte impulso revanchista. También la derecha tiene su “¡Nunca Más!”. La mayor incógnita es saber si las condiciones, que en el pasado construyeron la credibilidad del STF y dieron alguna verosimilitud a la idea de un sistema judicial relativamente independiente del poder político de turno, desaparecerán para siempre después de esta lamentable trama político-judicial. El letargo del Consejo Nacional de Justicia (CNJ) y del Consejo Nacional del Ministerio Público (CNMP) es verdaderamente preocupante.

  Luchas institucionales y extrainstitucionales. En vista de lo que ha sido dicho, lo más probable es que el acto de ruptura institucional provocado de arriba hacia abajo (de las elites contra las clases populares), tendrá que confrontarse en el futuro con actos de ruptura institucional de abajo hacia arriba, esto es, de las clases populares contra las elites. En ese caso, el sistema político funcionará durante algún tiempo con una mezcla inestable de acciones políticas institucionales y extrainstitucionales, dividido entre luchas partidarias y decisiones del Congreso o de los tribunales, por un lado, y acción política directa, protestas en las calles o acciones ilegales contra la propiedad privada o pública, por otro. Estas últimas serán combatidas con elevados niveles de represión y su eficacia es una cuestión abierta.

  Con el golpe parlamentario-judicial, el régimen político brasileño ha pasado de ser una democracia de baja intensidad (eran bien conocidos los límites del sistema político y del sistema electoral, en particular, para expresar la voluntad de las mayorías sin manipulación por parte de los medios de comunicación y del financiamiento de las campañas electorales) a una democracia de bajísima intensidad (mayor distancia entre el sistema político y los ciudadanos, mayor agresividad de los poderes fácticos, menos confianza en la intervención moderadora de los tribunales). Siendo este el régimen político, ¿cuál será la mejor estrategia por parte de las fuerzas democráticas para llevar a cabo las luchas políticas que frenen la deriva autoritaria y refuercen la democracia? De las fuerzas democráticas de derecha no es posible esperar una acción vigorosa. Las diferentes fuerzas de derecha se unen más entre sí cuando están en el gobierno de lo que lo hacen las fuerzas de izquierda. La razón es esta: cuando las fuerzas de derecha están en el gobierno, tienen el control del gobierno y el control reforzado del poder económico que siempre ejercen en las sociedades capitalistas; cuando las fuerzas de izquierda están en el gobierno, en cambio, tienen el control del gobierno, pero no tienen el control del poder económico. Las fuerzas democráticas de derecha son importantes, pero tenderán a ser relativamente pasivas en la defensa de la democracia todavía existente. Por ello, guste o no, es en las fuerzas democráticas de izquierda donde reside la defensa activa de la democracia y la lucha por su refuerzo. Las fuerzas de izquierda en la encrucijada. Las fuerzas de izquierda de Brasil están en un dilema que se puede definir así: todo lo que tienen que hacer a medio y largo plazo para fortalecer la democracia está en contradicción con lo que tienen que hacer a corto plazo para disputar el poder. Como sabemos, este no es un dilema específico de la izquierda brasileña, pero asume aquí y ahora una intensidad muy especial. Si la política fuese una rama de la lógica, este dilema no tendría solución, pero como no lo es, todo es posible. Analizaré sus posibilidades en un próximo artículo.

  Notas:

[1] Casa-Grande e Senzala (1933), traducido al castellano como Los maestros y los esclavos, es una obra del antropólogo Gilberto Freyre que trata sobre la formación de la moderna sociedad brasileña bajo el régimen del monocultivo colonial de la caña de azúcar. La Casa Grande alude al lugar donde vivían los señores explotadores de esclavos que cultivaban el azúcar y la senzala se refiere a las habitaciones de los esclavos negros [N. de los T.].

[2] Operación que investiga una red de corrupción en torno a la petrolera estatal Petrobras. [N. de los T.]. [3] En el derecho brasileño, resumen o sumario de las decisiones judiciales que determinan la comprensión de un mismo tema. [N. de los T.].

Fuente: http://www.alainet.org/pt/node/180518

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El proyecto educativo de la nueva derecha.

Por: Raúl Zibechi.

Ha nacido una nueva derecha adecuada a los tiempos extractivos y de expolio-piratería contra los pueblos; una derecha posterior al Estado del bienestar, que ya no aspira al desarrollo, sino a consolidar las desigualdades, la segregación de la mitad pobre, mestiza, india y negra de nuestro continente. Una derecha implacable formada en el rechazo a lo popular, a la soberanía nacional, a las leyes y las constituciones.

En el terreno educativo, esa nueva derecha busca desembarazarse de los anteriores compromisos, entre ellos la laicidad y la libertad de cátedra, para adecuar el sistema educativo al periodo de guerra y confrontación que atravesamos. El objetivo es retomar el control del conjunto del sistema educativo, desde los ministerios hasta el aula, consolidando una educación antiemancipatoria, en la que el control de la población es el objetivo casi excluyente.

Hace 12 años nació en Brasil la organización no gubernamental Escuela Sin Partido, muy activa en las redes sociales y los grandes medios, articulada con diputados y concejales de los más diversos partidos para hacer aprobar sus propuestas. En su página web (escolasempartido.org/) se puede acceder al programa de seis puntos titulado Deberes de los profesores, en el que se destaca que el profesor no promoverá en el aula sus propias ideas, ni perjudicará a los alumnos que profesen ideas diferentes, ni hará propaganda político-partidaria se limitará a exponer de forma neutra el programa, y otorga a los padres la elección de la educación moral que quieren para sus hijos.

Algunos principios de Escuela Sin Partido parecen compartibles. Sin embargo, conllevan objetivos que nos hacen retroceder más de un siglo. Por un lado, disocia entre el acto de educar y el de instruir. Para ellos la educación es responsabilidad de la familia y la iglesia, mientras los profesores deben limitarse a instruir, o sea a trasmitir conocimiento como si éste fuera neutro, ahistórico, descontextualizado.

La segunda es lo que consideran como adoctrinamiento en el aula. Hablar sobre feminismo, homofobia o derechos reproductivos, por ejemplo, sería tanto como imponer una ideología de género en las escuelas. Todo lo que sea desviarse de la asignatura se considera adoctrinamiento, situación que en los proyectos de ley que ha presentado Escuela Sin Partido en varios municipios y en parlamentos de los estados sería tipificada como crimen de acoso ideológico y abuso de autoridad, punibles con cárcel y penas agravadas.

En el apartado capturando al adoctrinador, en su web, aparece una larga lista de situaciones comunes en las aulas, como difamar personalidades históricas, políticas o religiosas, entre muchas otras. El docente debería mencionar a Hitler, Pinochet o Mussolini sin más, como a cualquier otra personalidad, sin establecer diferencias, dejando a los padres la exclusividad de opinar. Lo mismo respecto a los genocidios, los feminicidios y así, porque está rigurosamente prohibido mentar valores. Consideran que los debates sobre diversidad sexual, contemplados en las currículas de muchos países, serían en este caso inconstitucionales.

Una de las prácticas más graves promovidas por Escuela Sin Partido es el espionaje de la práctica docente para luego denunciarla. Bajo el epígrafe Planifique su denuncia, pide a los alumnos y a sus padres que anoten cuidadosamente o filmen los momentos en los cuales el docente estaría adoctrinando a los alumnos. Promueven actitudes que llevan a los jóvenes a convertirse en policías de los docentes.

Uno de los objetivos centrales de la nueva derecha en el terreno educativo es la descalificación de los docentes que serían culpables de todos los males de la educación, desde el fracaso escolar hasta la baja calidad de la enseñanza. De ese modo consiguen desviar la atención de los problemas estructurales en la educación, focalizando sólo las consecuencias y ocultando sus causas. El profesor siempre es sospechoso de izquierdismo. En paralelo, consideran que los alumnos no tienen capacidad para formar sus propias convicciones y que deben estar sujetos a la autoridad paterna, eclesial o docente.

Como era de esperar, los profesores han reaccionado con campañas de denuncia del proyecto, que ya fue aprobado en el estado de Alagoas, Brasil, y será abordado en otros. Pero no debemos olvidar que lo que se proponen en esta coyuntura, no sólo en Brasil, es frenar en seco al creciente movimiento estudiantil, en particular a los estudiantes de secundaria, que son los menos susceptibles de ser cooptados por las instituciones estatales y de la izquierda electoral.

En efecto, la crisis política brasileña está modelada por las movilizaciones de junio de 2013; una crisis que está lejos de haberse cerrado con la destitución ilegítima de la presidenta Dilma Rousseff. Incluso Chile, el régimen neoliberal modélico por su estabilidad, atraviesa una crisis de legitimidad a consecuencia del potente movimiento estudiantil, que desde 2011 abrió brechas por las que están pasando diversos actores sociales. Uno de los más importantes empresarios, Andrónico Luksic, reconoce que el país se está cayendo y destaca el papel del movimiento por la educación en esta crisis.

En otros países sucede algo similar. En Paraguay los estudiantes se mostraron como un actor potente en pleno gobierno reaccionario de Horacio Cartes. Nuevas camadas de jóvenes rebeldes están presentes en casi todos los países. Ni qué hablar de México, después del parteaguas que fue Ayotzinapa.

Buena parte de los objetivos que se propone Escuela Sin Partido en Brasil parecen utopías de orden que cuentan con escasos apoyos. Sin embargo, no se los debe subestimar. Cuando las crisis políticas se profundizan, aparecen potentes bifurcaciones; la derecha se quita el velo para mostrarse como lo que es: el partido del orden, dispuesto a pasar por encima de todo. Son las izquierdas las que deben decidir si optan por las instituciones o por acompañar las resistencias.

Fuente: http://www.surysur.net/el-proyecto-educativo-de-la-nueva-derecha/#more-54800

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La sociedad del miedo

Por: Marcelo Colussi

El miedo paraliza. Eso no es nuevo, en absoluto. Todos lo sabemos inmemorialmente, y quienes ejercen alguna cuota de poder, además de saberlo, lo utilizan.

El miedo comporta algo de irracional, de primario; la lógica «bienpensante» pierde ahí la supremacía. Alguien asustado, no digamos ya aterrorizado, es presa de las reacciones más viscerales, mas impensadas, dejando totalmente a un lado las decisiones razonadas, frías y llevadas por la lógica. Hacer uso de esas circunstancias en función de un proyecto hegemónico, es algo por demás conocido en la historia: quien manda se aprovecha del miedo del otro para ejercer su poder. Eso es, a todas luces, un mecanismo perverso; pero ¿quién dijo que la perversión no hace parte consustancial de lo humano?

Hoy día, en nuestra hiper tecnocrática sociedad, el manejo de las emociones, en cuenta el miedo, es un elemento de importancia capital para el mantenimiento del sistema. Y obviamente, si alguien maneja y manipula ese miedo, no es el ciudadano de a pie. Él es quien lo sufre, el objeto de la manipulación; los hilos del títere nos los mueve él precisamente. Para eso está lo que la academia estadounidense llama «ingeniería humana». «En la sociedad tecnotrónica el rumbo lo marcará la suma de apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados que caerán fácilmente en el radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotarán de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y controlar la razón«, dijo uno de los principales exponentes de esa línea de pensamiento, el polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinsky.

Esas técnicas -cada vez más refinadas y eficaces, por cierto- responden, por su parte, a un proyecto de dominación global. Lo que antes pueden haber hecho el shamán o la Iglesia católica («La religión existe desde que el primer hipócrita encontró al primer imbécil«, dijo Voltaire. «Las religiones no son más que un conjunto de supersticiones útiles para mantener bajo control a los pueblos ignorantes«, comentó por su parte el teólogo Giordano Bruno), hoy lo realiza la industria mediática (nuestra «religión» moderna).

Pero hoy -y eso es lo que queremos resaltar- el manejo de ese miedo ha cobrado dimensiones tremendas. Los seres humanos no solo vivimos asustados por los avatares naturales que no manejamos, tal como siempre ha sido (catástrofes, muerte, la incertidumbre ante el destino), sino que padecemos, en forma creciente, ante las «catástrofes» humanas. Pero más aún, cosa que torna más patética la situación, ese miedo está racionalmente inducido desde un determinado proyecto de dominación.

En la actualidad ya no nos atemorizan los espíritus ni los demonios que andan sueltos (las religiones, que lidian con todos ellos, están en retirada en un mundo cada vez más tecnocrático). Hoy día tememos… al terrorismo (en los países del Norte) o a la delincuencia (en el Sur empobrecido).

Aunque los motivos de nuestros terrores, si los analizamos con exhaustividad, no son precisamente esos difusos nuevos espantos, sino la percepción que tenemos de ellos.

Ahora bien: la percepción que tenemos de ellos es la que nos construyen los medios masivos de comunicación. La casi totalidad de las percepciones del mundo que vamos teniendo, nos las dan -nos las imponen- esos medios.

Pregúntese el lector cómo es por dentro, por ejemplo, un submarino. En general todo el mundo dará aproximadamente la misma respuesta: un panel de control, palancas, tableros con luces, marineros que reciben órdenes, un capitán al mando de un periscopio, etc. ¿De dónde sale ese «conocimiento»? De los cientos o miles de veces que hemos sido bombardeados con esas imágenes.

¿De dónde salen nuestros paralizantes miedos ante el terrorismo o ante la delincuencia desbocada? De las matrices mediáticas que ya se nos han impuesto. ¿Acaso todos los musulmanes son unos sanguinarios terroristas listos a sacar una bomba de entre sus ropas? ¿Acaso todos los jóvenes de barriadas pobres son unos delincuentes listos a amenazarnos con un cuchillo? Obviamente no. Pero eso son los imaginarios que se nos han impuesto.

Sin dudas el mundo no es un lecho de rosas: hay muertos por doquier debido a acciones violentas. Por supuesto que explotan bombas y hay asaltos a mano armada; por supuesto que existen actos suicidas, en general llamados «terroristas», y por supuesto también que hay delincuencia callejera, robos a mano armada y «áreas rojas» donde ni la policía entra. ¡Vaya novedad! Por minuto mueren dos personas en el planeta debido a la detonación de un arma de fuego. Obviamente no estamos ante un paraíso. Pero según estudios consistentes, diariamente fallecen en el mundo no menos de 2.000 personas por falta de alimentos, y más de 1.000 por falta de agua potable, en tanto que el siempre mal definido e impreciso «terrorismo» produce en promedio… 11 muertes diarias.

Tenemos miedo a las cosas que se nos dice que debemos tenerle miedo. Y curiosamente, esos temores parecen manipulados: en el Norte del mundo la gente vive paranoica con el próximo acto terrorista, que seguramente será de algún denominado «grupo fundamentalista islámico». La muerte de una persona a manos de, por ejemplo, un marido celoso o un paranoico delirante, es ya presentada como ataque terrorista, dando pie a una hiper militarización de la vida cotidiana… y a las guerras preventivas (que, curiosamente, se hacen siempre contra países que tienen petróleo en su subsuelo. ¿Qué casualidad, no?).

En el Sur, en los países empobrecidos y donde la vida es violada a diario por las balas, el hambre y la falta de agua potable, se vive paranoico con la delincuencia que puede aparecer en cada esquina. Pero como dijo un dirigente comunitario de una barriada pobre de algún país latinoamericano: «Todo el tema de la mara [pandillas juveniles] se ha inflado mucho por los medios de comunicación; ellos tienen mucho que ver en este asunto, porque lo sobredimensionan. En realidad, la situación no es tan absolutamente caótica como se dice. Se puede caminar por la calle, pero el mensaje es que si caminás, fijo te asaltan. Por tanto: mejor quedarse quietecito en la casa«. En un punto u otro del planeta para que la consigna es esa: de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Los espantos malos que andan por ahí (musulmanes terroristas o delincuentes) nos acechan, nos hacen la vida imposible, nos van a devorar. Lamentablemente, la ingeniería humana sabe lo que hace… ¡y consigue tenernos quietecitos!

Mantener poblaciones aterrorizadas es buen negocio (para quienes detentan el poder, claro). Nunca tan oportunas como ahora las palabras de la lideresa indígena de Bolivia, Domitila Barrios, con respecto a todo esto: «Nuestro enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía ni la burocracia. Nuestro enemigo principal es el miedo, y lo llevamos adentro«. El miedo es una reacción psicológicamente muy normal en determinadas situaciones; el miedo puede ser patológico en ciertos casos (neurosis fóbicas, por ejemplo). Pero el miedo del que aquí hablamos (contra el «musulmán malo» o el «delincuente que nos acecha detrás de cada árbol») es una pura invención de la ingeniería humana, preparado desde un proyecto de dominación. ¿Será hora de abrir los ojos?

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=217149&titular=la-sociedad-del-miedo-

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