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Hillary Clinton delata la agenda oculta del Nuevo Orden Mundial para la religión

Por: José Javier Esparza

“Los códigos culturales profundamente arraigados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales”. Estas palabras de Hillary Clinton, pronunciadas públicamente y sin tapujos en un simposio pro abortista, han dejado a más de uno con la boca abierta.

¿Reformar coercitivamente las religiones? ¿Dónde queda entonces la libertad religiosa? ¿Modificar las identidades culturales? ¿Dónde queda entonces la libertad, simplemente, de existir? Semejantes intenciones, en boca nada menos que de la principal candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, deberían haber abierto un fuerte debate. No ha sido así. Muy significativamente, los principales medios de comunicación en todo occidente han preferido silenciar el asunto. Revelador.

¿Qué significa eso que ha dicho Hillary Clinton? Uno, que los “códigos culturales profundamente arraigados”, esto es, las identidades culturales tradicionales, son en realidad nidos de “fobias estructurales”, es decir, prejuicios que es justo y razonable eliminar. Dos, que dentro de esas “fobias estructurales” están “los dogmas religiosos tradicionales”. Tres, que los gobiernos, el poder público, están legitimados para utilizar su fuerza coercitiva contra los dogmas religiosos y las identidades culturales.

Cuando se repara en que esa fuerza coercitiva es, en plata, el “monopolio legal de la violencia”, uno frunce inevitablemente el ceño en un gesto de preocupación. Cuando además se constata que las “fobias” y los “dogmas” son los principios tradicionales de la civilización occidental, es decir, la filosofía natural (por ejemplo, el derecho a la vida), entonces la preocupación asciende hasta la alarma. Lo que Hillary Clinton ha expresado es un proyecto político totalitario de ingeniería social y cultural. Ni más, ni menos.

Ese proyecto ya está en marcha

¿Sorprendente? En realidad, no tanto. Esos tópicos no son nuevos: circulan en la ideología moderna desde la revolución francesa. Por otro lado, guardan perfecta consonancia con lo que hemos venido viendo en occidente en los últimos veinticinco años, desde la caída del Muro de Berlín en 1989: los programas de ingeniería social de la ONU –con frecuencia avalados por los Estados Unidos-, las políticas abortistas y homosexualistas adoptadas por casi todos los países europeos y el desmantelamiento de las identidades étnicas en el espacio occidental. Hillary Clinton se ha limitado a hacer patente lo que ya estaba latente.

Estas palabras de Hillary Clinton han sido interpretadas en clave estrictamente norteamericana: son un proyecto de ingeniería social –más bien diríamos espiritual- en un país que se precia de haber nacido sobre la base de la libertad religiosa. Es cierto que, en el contexto norteamericano, semejantes ideas no dejan de ser una rectificación de la propia identidad fundacional del país, de manera que es comprensible el estupor de muchos. Sin embargo, los propósitos de Clinton forman parte de los temas habituales de la izquierda yanqui desde 1968. Por así decirlo, lo que hemos visto ahora es su “puesta de largo”, su transformación en programa político sin camuflajes.

Del mismo modo, muchos observadores han visto en estas declaraciones de Hillary Clinton una especie de declaración de guerra contra el cristianismo. Es también una perspectiva correcta, pero incompleta: la guerra no atañe sólo a las religiones tradicionales, sino que se extiende, como dice la propia señora Clinton, a los “códigos culturales arraigados”. Es decir que toda identidad cultural histórica, sean cuales fueren su espacio y naturaleza, deben también ser reformadas coercitivamente por el poder público. No es sólo la religión la que corre peligro; la amenaza se extiende a cualquier rasgo identitario que no encaje con el programa del “tiempo nuevo” marcado por la globalización y su potencia hegemónica, que son los Estados Unidos de América.

¿Y los europeos qué hacemos? En general, seguir la estela. Bien es cierto que el camino presenta complicaciones inesperadas y éstas han tardado poco en surgir. Es francamente difícil mantener la cohesión social en un contexto de desmantelamiento de los “códigos culturales profundamente arraigados”. A este respecto la experiencia francesa es sumamente interesante: desde los años 80, Francia ha vivido un proceso de construcción de una nueva identidad sobre la base de la llamada “identidad republicana” que, en la práctica, ha consistido en la destrucción de los referentes clásicos de la nación y su sustitución por dogmas nuevos. “Francia –decía De Gaulle- es una nación europea de raza blanca y religión cristiana”. Empezó a dejar de serlo muy poco después de la muerte del general. El europeísmo se convirtió en una suerte de cosmopolitismo que veía a Francia como protagonista de un mundo sin fronteras, un mundo en el que la propia Europa no es otra cosa que una región privilegiada en el contexto global.

Asimismo, cualquier factor de carácter étnico –racial, cultural, etc.- empezó a ser tabú en provecho de una sociedad de nuevo cuño edificada sobre la afluencia masiva de población extranjera. En cuanto a la religión, iba a ser sistemáticamente postergada en la estela de un laicismo radical que no ha amainado ni siquiera cuando Sarkozy, en San Juan de Letrán, descubrió ante Benedicto XVI los valores del “laicismo positivo”. El resultado ha sido una nación desarticulada en lo político, lo económico y lo social. El discurso oficial sigue caminando hacia el mismo sitio, pero la realidad social ya marcha por otra. El crecimiento del Frente Nacional no es un azar. Los políticos tratan de reaccionar adaptándose al terreno. Lo último fue ver al primer ministro Valls, que el año anterior había abierto institucionalmente el ramadán, reivindicar ahora el carácter inequívocamente cristiano de Francia. Quizá demasiado tarde.

Sea como fuere, lo que ha expuesto la candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos es mucho más que una declaración de intenciones: Es cabalmente el programa del nuevo orden mundial, que para imponerse sin grandes resistencias necesita, precisamente, derruir los arraigos culturales y las religiones tradicionales. Era inevitable que alguien terminara invocando la fuerza del Estado para ejecutar coercitivamente la operación. Hillary Clinton lo ha hecho. La izquierda europea, muy probablemente, se subirá al carro. Así veremos a nuestra izquierda respaldar la política mundialista en nombre del progreso. Las vueltas que da la vida…

Tomado de: http://katehon.com/es/972-hillary-clinton-delata-la-agenda-oculta-del-nuevo-orden-mundial-para-la-religin.html

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El otro lado del péndulo en la educación especial

Por Jorge Alejandro Castrillo Hidalgo

Ese ha sido el problema con este lado del péndulo: estamos queriendo igualar en los resultados a quienes no son iguales en sus procesos. 

En la columna anterior decía que la evaluación de la inteligencia y la educación especial habían nacido juntas puesto que el encargo de la creación del instrumento (el test de inteligencia) buscaba atender la necesidad práctica de ofrecer una mejor educación, tanto para quienes la aprovecharían normalmente como para quienes necesitarían de ayudas especiales. La medición de la inteligencia y su producto más conocido, el cociente intelectual (el “mentado CI”, si así lo prefieren) han tenido mucha más discusión, beligerancia y prensa que la educación especial. Pero ambas prácticas han evolucionado y cambiado.

En la actualidad, la educación especial ya no es la misma que la de inicios del siglo pasado. La pregunta que interesa: esta evolución, ¿ha sido para mejorar? Ha cambiado lo esencial: si antes se apartaba y escondía a quienes la necesitaban, ahora el objetivo es integrarlos en la mayor medida posible a su grupo social. Además, los diagnósticos han afinado (el espacio permite solo una apretada síntesis): ya no todo se explica por el Retardo Mental. Las décadas de los sesenta y setenta vieron el apogeo y declinación de la Disfunción Cerebral Mínima. De allí en adelante, los Problemas Específicos del Aprendizaje y el Trastorno de Atención Deficitaria con o sin Hiperactividad han tomado la posta.
Mejores instrumentos de diagnóstico, de medida, la investigación y los avances científicos son los responsables de esta diversidad y, por tanto, mejor tratamiento si aceptamos el supuesto que para cada condición hay un trato diferente.

En esencia, lo que se planteó fue la superación del exilio que se había decretado para quienes eran diferentes a la mayoría. Nuestro país no quedó al margen del “impulso integrador” que vivió el mundo respecto a la necesidad de atender inclusivamente a quienes necesitaban de atenciones especiales para aprender. Programas ministeriales en los cinco continentes empezaron a hablar de la “escuela inclusiva” y normalización (“mainstreaming”): no se excluirá de la escuela a nadie por sus diferencias sino que se lo educa, con los apoyos necesarios y adecuaciones curriculares, en el aula regular. El enfoque inclusivo e integrador se aplica actualmente no solo para educación sino para muchos otros aspectos de la vida como pueden atestiguar los lectores de este periódico.

A las escuelas se les ha exigido –moral y legalmente- aceptar chicos con discapacidades tan marcadas y evidentes que, años atrás, habría sido inimaginable que asistieran a clases en instituciones de educación regular. Esto tiene sus ventajas y algunas desventajas, tanto para el niño con discapacidades como para el resto de sus compañeros.

El currículo nacional norma los objetivos y competencias que un estudiante debe haber alcanzado y desarrollado en diferentes niveles escolares. Una de las funciones de la evaluación educativa consiste en atestiguar si el alumno, efectivamente, ha alcanzado o no tales objetivos y desarrollado (o no) las competencias. De algunos estudiantes con discapacidades se espera que han de alcanzar –con los apoyos y las adecuaciones requeridas- los mínimos curriculares, por tanto, se supone que aprenderán el mismo material que el resto de sus compañeros con las modificaciones sugeridas para ellos. Están “normalizados” (“mainstreamed”) para beneficiar su desarrollo académico y social. En esto se asemejan a los alumnos “incluidos”: se lo hace por los beneficios académicos y sociales que eso les puede reportar. Pero de estos últimos no se espera que lograrán los mismos aprendizajes que sus pares cronológicos.

Nadie debería llamarse a confusión: ambientes semejantes no significan necesariamente iguales resultados. Ese ha sido el problema con este lado del péndulo: estamos queriendo igualar en los resultados a quienes no son iguales en sus procesos. Y para no discriminar, se bajan los estándares para todos. Mal servicio brindará este enfoque si no sabemos distinguir lo que necesita ser distinto.

Tomado de: http://www.elsalvador.com/articulo/editoriales/otro-lado-del-pendulo-educacion-especial-121100

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Cerebro de tiza

‘Chicos, les agradezco de todo corazón. Después de más de 30 años al frente de un aula, ustedes me hicieron abrir los ojos. Realmente es la primera vez que me doy cuenta de que LOS ALUMNOS TIENEN CEREBRO’.

Tragamos saliva y sostuvimos miradas cómplices por más de 43 nanosegundos, que fueron percibidas por más de 200 educadores que participaban de la capacitación docente. Agradecimos, caminamos unos pasos para alejarnos de la situación y, con una infrecuente tranquilidad, nos volvimos a mirar.

Pedro Bekinschtein: –Vos escuchaste lo que dijo del cerebro y los alumnos, ¿no?
Yo: –Vos escuchaste lo que dijo del cerebro y los alumnos, ¿no?

Esa simultaneidad en la sorpresa nos provocó una profunda risa nerviosa y, en mi caso, una inestable sensación de incertidumbre que hasta el día de hoy formulo como ejercicio vivo de cuestionamientos filosóficos, educativos y, por supuesto, científicos.

No quiero mentirles con una frase inspiradora. Después de tantas charlas motivacionales y con el mundo casi igual, ya sabemos a esta altura que de poco sirven. Sí quiero confesar que lo primero que se me vino a la cabeza fue ‘Todo lo que estamos haciendo no sirve para nada (seguido por un par de puteadas)’. Pero para ser justo debo también decir que, luego de más de 30 años de racinguista y 15 de terapia (puede que haya un causa y efecto en ello), el primer pensamiento que se me viene a la prefrontal siempre es negativo. Con lo cual no me alarmé, sabiendo que, en el fondo—inconscientemente (cuak)— mis neuronas iban a seguir masticando esa bendita (otro cuak) afirmación.

¿Era tan terrible esa frase? ¿Estaba todo perdido? Igual, aclaro que ni a palos ofrezco mi corazón, lo necesito para la jodita esa de bombear sangre y vivir. Pero, digo, ¿cerramos todo? ¿O acaso esa confesión era tan docente como genial?

Sin darme cuenta, mi búsqueda por esas respuestas había comenzado allá por el 2009, más precisamente en un hermoso poblado de la fernetera provincia de Córdoba, llamado Huerta Grande. HG es famoso en el ámbito neurocientífico por reunir todos los años a cientos de investigadores, becarios y estudiantes dedicados al cerebro para hablar de cosas que nos gustan en el marco de un bello, sindicalista y setentoso hotel que sólo puede explicarse gracias a un agujero de gusano. Allí, presentando un póster  —mínima expresión de comunicación científica que un becario doctoral puede tener de cara a una multitud de no más de 3 personas—, logré algo absolutamente obvio: advertir que los resultados sobre la formación de memorias en roedores quizás podrían observarse también en humanos.

Sí, hasta el mismísimo Darwin podría haber revivido sólo para cagarme a palos al grito de ‘Evolución, papa frita, Evolución’ (o, más probablemente, ‘Evolution, french frie, Evolution’. Y es que hasta ese momento de brillante lucidez (ponele), no me había dado cuenta de que la mejora en la memoria que evidenciaba a través de una experiencia novedosa en ratas, era muy pero muy similar a la forma por la cual otros humanos y yo guardábamos información sobre hechos sorprendentes o inesperados (a.k.a. caída de las torres gemelas, Racing campeón, gol del Diego a los ingleses o mi hermana prendiendo fuego nuestra casa). Entonces, ¿podía la sorpresa ayudar a consolidar recuerdos también en humanos? ¿Es una de las formas por la cual logramos guardar información?

Como una mamushka de preguntas que se meten dentro de otras preguntas, esa primera capa de incógnitas me llevó vertiginosamente a tratar de responder la duda científica, adentrándome en un ambiente tan desconocido como es un aula de escuela.

Y así fue que pasaron las sorpresas educativas, las cientos de maestras increíblemente predispuestas a hacer ciencia, los directivos con su empuje vigoroso por querer cambiar la educación y, por supuesto, los miles y miles de estudiantes. Pasaron las risas y los nervios, y quedaron los resultados. Gráficos fríos que representan kilómetros de experiencias y que, gracias a ellos, hoy sé —sabemos—que las experiencias novedosas ayudan a consolidar recuerdos cercanos previos y posteriores que, de otra forma, se hubiesen ahogado en el mar del olvido (boeena).

Una respuesta científica se había desdoblado en estrategia educativa.

Ahora y después de más de 6 años de entender la ciencia como una posible máquina formuladora de estrategias educativas, me pregunto: ¿por qué no sentir como una bocanada de aire fresco que el sistema educativo encuentre en el cerebro algunas respuestas? ¿Por qué la ciencia no intenta buscar nuevos interrogantes dentro de las escuelas?

Si la ciencia hoy sabe, por ejemplo y gracias al estudio de los movimientos oculares de los estudiantes durante la lectura fluida, que el tiempo que transcurre durante la lectura es relativamente independiente del número de letras de cada palabra. Esto podría interpretarse erróneamente como que la mejor forma de enseñar a leer es haciendo foco en palabra completas en lugar de centrarse en leer letra por letra. Dicha inferencia, llamada lectura holística, ha llevado a implementaciones concretas en el ámbito educativo, resultando ser uno de los fiascos más grandes de la pedagogía.

Si las últimas investigaciones sobre diagnóstico prematuro de la dislexia a partir de estudios encefalográficos (perciben la actividad eléctrica cerebral) realizados a bebés con riesgos hereditarios de dislexia mostraron un patrón de respuesta anormal a cambios de sonido (incluso previo a la comprensión total del lenguaje), lo que permite la detección precoz de trastornos típicos de aprendizaje.

Si los conocimientos sobre la importancia del sueño en procesos cognitivos tan grosos como la memoria y el aprendizaje han llegado a que la Academia Americana de Pediatría alentara que el comienzo de clases se realice, por lo menos en adolescentes, luego de las 8:30 horas.

Si se ha comprobado que el ejercicio físico no sólo genera un beneficio cardiovascular y lúdico a los estudiantes, sino que también aumenta la generación de nuevas neuronas y astrocitos (células copadas que ayudan al transporte de nutrientes y dan sostén a las neuronas).

Si el grupo argentino conducido por Mariano Sigman encontró una increíble mejora en el rendimiento en lengua y matemática cuando los estudiantes de escuelas primarias afilan sus funciones ejecutivas (funciones como el razonamiento, la flexibilidad, la resolución de problemas, la planificación y ejecución, y la memoria de trabajo) a través de unos hermosos juegos de computadora.

Si todo esto está y no llega a las aulas, quizás aquella docente no estaba tan errada. Quizás todos nosotros aún no nos dimos cuenta de que, detrás de la frente bajita manchada con tinta, hay un cerebro.

Todavía falta mucho. Pero puede que lo más importante no sea lo que falta, sino lo que ya empezó. Quizás haya que mirar como cientos de educadores se levantan un sábado a las 6 de la mañana para asistir a casi 10 horas ininterrumpidas y agotadoras de ciencia por vocación, por las ganas de aprender, por las ganas de cambiar algo.

Quizás haya que valorar que decenas de científicos, comunicadores y profesionales de distintas áreas hacen miles kilómetros sin cobrar un peso (lo cual es más preocupante que enorgullecedor), con la mismas ganas y vocación, sólo para juntarse y construir, en un un ruidoso silencio, una nueva forma de hacer educación.

Quizás, quizás, quizás.

Fuente: https://elgatoylacaja.com.ar/cerebro-de-tiza/

Imagen: https://elgatoylacaja.com.ar/wp-content/uploads/2015/10/122.-Fab-1050×604.jp

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Una mirada a los procesos de evaluación docente en las Universidades

Por. Gisela Yaneth Hernández Vera

Hoy día los docentes de nivel universitario nos enfrentamos a dos  grandes retos educativos en México,  el primero a las exigencias y demandas sociales del mundo actual y el segundo a los exigentes y enormes requisitos que las Universidades piden  para ser parte de su plantilla académica.

normales y universidadesSe exige una preparación profesional de calidad, una licenciatura a fin de los contenidos a impartir, el grado de una Maestría relacionada con el perfil requerido y en muchos casos el grado de Doctor, pero por si fuera poco, los estudios antes mencionados no son suficientes, pues al haber  gran demanda  de candidatos en los exámenes de oposición, las exigencias se elevan cada vez más.

Es un largo camino que quien quiere ser docente tiene que transitar, se empieza con la recepción de documentos, posterior a ello debes esperar los temas de exámenes,  los cuales se presentan a través de un trabajo escrito y una exposición oral de por lo menos veinte o treinta  minutos.

El camino no termina, pues quien se encuentre mejor capacitado, según los estándares de cada institución, jurados y consejo técnico,  hay que sumarle los méritos académicos, los cuales incluyen los siguientes aspectos:   formación y actualización académica, antecedentes de desempeño  académico y experiencia profesional docente, es decir cursos, diplomados, especialidades, seminarios, ponencias, publicaciones, entre otros; así como presentar un documento reciente que acredite tener el dominio del idioma Inglés.

Ante este panorama actual, me asaltan  las siguientes  preguntas: ¿El sueldo como docente nos alcanza para pagar  nuestra propia capacitación ya sea un posgrado o doctorado? ¿Se tiene el  tiempo de calidad para pasar en familia? ¿Nos están formando para competir o para educar? Estos mecanismos de poder y de dominación, surgen también de una relación entre Educación-Estado y Educación-Sindicatos.

El abaratamiento de los salarios de personas profesionalmente capacitadas y la disminución de los lugares de trabajo, la inseguridad laboral, las contrataciones limitadas, da como resultado un estrés laboral, una constante en los lugares de trabajo.universidades matematicas

Las Universidades de México requieren un sistema de evaluación docente  diferente, apegado a un contexto determinado, con necesidades específicas, una evaluación docente  que se funde en un análisis profundo de los valores, habilidades y actitudes que un docente debe tener, más que en la  cantidad de documentos.

Estamos ante una excesiva burocracia, llena de requisitos y documentos, donde la atención se centra en las cuestiones administrativas más que en una verdadera vocación docente, estos y otros mecanismos, nos han llevado a ser partícipes de un círculo vicioso de la competencia por el puesto.

La evaluación docente en las universidades, debe superar los procesos mediáticos, debe partir de procesos  más igualitarios y menos excluyentes, pues partimos de desigualdades para competir por una experiencia educativa o materia, donde los que tienen contratos de trabajo o bases permanentes, tienen la oportunidad de seguir trabajando por su currículum y  de participar en actividades académicas  que permitan mejorar su formación, a diferencia de los contratos limitados o eventuales, quienes deben pagar por su capacitación para poder entrar al sistema docente universitario.

En un país donde las desigualdades sociales y educativas se han acrecentado cada vez más, es importante repensar la educación desde una nueva óptica.

*Maestra en Investigación en Psicología aplicada a la Educación (MIPAE) UV.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/vozdelprofe-una-mirada-a-los-procesos-de-evaluacion-docente-en-el-ambito-de-las-universidades/

Imagen: http://www.eltelegrafo.com.ec/media/k2/items/cache/975970ffe5d732805c4b6b19d4bc0622_XL.jpg

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Uso legítimo del poder coactivo del Estado: ¿callejón sin salida?

Por. Blanca Heredia

En relación al uso de la fuerza coactiva del Estado, México se ubica en una situación en extremo compleja y precaria. De hecho y en muchos casos, en una situación en la que, con recurrencia excesiva, el gobierno (y la sociedad entera de corbata) termina atrapado en callejones sin salida.

Nochixtlan8Si el gobierno no usa la fuerza para detener acciones violentas o criminales: mal; si la emplea: casi peor, con demasiada frecuencia. Coacción estatal fuera de control que resulta en la merma regular del poder potencialmente ordenador de la coacción como recurso ordenador de última instancia.

Vivimos en este círculo infernal hace ya demasiado tiempo.

Policías que generan temor por las peores razones. Es decir y entre otras: porque los ciudadanos no sabemos, con certeza, a quién sirven o representan esos agentes. O bien, por falta de controles elementales y efectivamente exigibles sobre su empleo de la fuerza.

Uso abusivo y, en el mejor de los casos, torpe e ineficaz de la coacción del Estado que lejos de pacificar, incendia. Los ejemplos abundan, pero baste aquí recordar los muy recientes y lamentabilísimos hechos ocurridos el domingo 19 de junio en Nochixtlán, Oaxaca.

Imposibilidad de identificar o discernir criterios claros y predecibles en relación a las decisiones de emplear o no emplear la fuerza pública, esa que debiera servirnos y protegernos a todos. Al respecto, algunos ejemplos a modo de pregunta. ¿Por qué se monta un operativo policiaco para desbloquear una carretera y no otra, o no todas las bloqueadas? ¿Por qué en algunos desalojos los policías portan armas y las usan, y en otros no?nochixtlan3

“Investigaciones” interminables –en tiempo y número de folios– que no consiguen aportar evidencia mínimamente sólida y creíble sobre lo ocurrido en concreto (sucesión específica de hechos, móviles de los participantes, etc, etc, etc) o sobre y muy particularmente: la identidad y responsabilidad de los actores estatales involucrados –de jure o de facto– en casos de esperpento como la guardería ABC o como Iguala/Ayotzinapa por citar sólo dos de una, tristemente, larguísima lista.

Como resultado de ello: impunidad de aquellos crímenes –los perpetrados por los agentes estatales– que más le cuestan en la legitimidad al Estado mexicano y acumulación de víctimas heridas, desconsoladas y furiosas.

¿Por qué el Estado mexicano tiene tantos y tan acendrados problemas para usar con legitimidad y eficacia su fuerza coactiva? Importa preguntarlo, pues ese problema, más allá de la teoría, nos afecta a todos, todos los días. Adelanto que no he encontrado una respuesta que me convenza. Tengo, acaso, algunas hipótesis e intuiciones. Se las comparto.

En el tiempo histórico largo, me parece que la respuesta a esta pregunta tiene algo que ver con las muy limitadas capacidades coactivas del Estado –mexicano desde 1821 y español, desde 1521 a esa fecha– y con la necesidad de “estirarla” por medio de dos vías principales. Primero, delegar informalmente su empleo en aquellos actores con fuerza efectiva en determinados territorios o sectores (caciques, hombres fuertes, organizaciones no estatales criminales o no).

Segundo, usarla discrecionalmente, dado que no se podía usar la fuerza para aplicar la ley –fundamento formal del uso del uso legítimo de la coacción– uniformemente ni en todo el territorio ni en todos los casos de violación de la ley o de amenaza al orden público del mismo tipo.

El problema fue que esa solución, al permitir ir lidiando con los problemas que requerían el empleo de la fuerza puntual, cotidiana y sucesivamente, terminó perpetuándo la debilidad de origen.

Básicamente, pues limitó los incentivos para construir capacidad coactiva suficiente para prescindir de “aliados” para su ejercicio o para transitar de la selectividad discrecional al uso de la fuerza regulado por reglas generales.

La imposibilidad material de sustentar el imperio de la ley en capacidad coactiva suficiente, combinado –centralmente– con una sociedad profundamente desigual en la que tal “imperio” además de materialmente imposible, resultaba profundamente amenazante para la sucesión histórica de pequeñas élites dominantes, puede ayudar a explicar las razones profundas de nuestra precariedad presente en lo que al uso legítimo y efectivo de la coacción del Estado se refiere.

En el presente, sigue habiendo importantes déficits materiales de capacidad coactiva. Lo que más urge hoy, sin embargo, es ordenar y regular la capacidad coactiva existente. En concreto, generar corporaciones policiacas que, primero, sepamos sean, en efecto policías y, segundo, agentes del orden que operen con normas predecibles y exigibles en los hechos. En suma y, para empezar, con normas legales y procedimentales –esto último es clave– que acoten y regulen creíblemente su conducta.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/uso-legitimo-del-poder-coactivo-del-estado-callejon-sin-salida/

Imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2016/06/19/5766f9d164189.jpg

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Neuroeducación: Nuevas metodologías y motivación del alumno en el aula inclusiva

Por. Paula Sanjuan García

Vivimos en una época de grandes avances, en la que los cambios tecnológicos existentes, y en referencia a las tecnologías de visualización cerebral, tenemos la posibilidad de obtener un mayor conocimiento sobre cómo aprende nuestro cerebro.

Según Salas (2003), la Neurociencia hace referencia a un “conjunto de ciencias cuyo sujeto de investigación es el sistema nervioso, con particular interés en cómo la actividad del cerebro se relaciona con la conducta y el aprendizaje” (p. 156). Entendemos que el estudio del cerebro humano es un proceso realmente complejo, pero nos encontramos en un momento de crecimiento en el que gracias a los nuevos conocimientos aportados por la Neurociencia, disponemos de suficiente información empírica, que nos permite abarcar y poner en práctica distintos programas y metodologías educativas innovadoras y afines, a las competencias y necesidades personales y de aprendizaje que presentan nuestros alumnos.

Tal y como indica Lacoboni (2009) “Estamos en un punto en el que los resultados de la neurociencia pueden ejercer una influencia significativa en la sociedad y en la comprensión de nosotros mismos y cambiarlas” (Lacoboni, 2009,p. 260). El término Neurociencia también es definido por el doctor en Medicina y Neurociencia, catedrático de Fisiología Humana, Francisco Mora Teruel, siguiendo las ideas y planteamientos de Eric Kandel, premio Nobel de Neurociencia en el año 2000. Mora define la Neurociencia como un “conjunto de conocimientos sobre cómo funciona el cerebro y el producto de ese funcionamiento, que es el pensamiento, los sentimientos y la conducta humana”. (Mora, 2009, p.5).

En la actualidad, gran cantidad de especialistas de distintas disciplinas, (Jessell, Kandel &  Schwartz, 1997; Beiras, 1998; Geake, 2002; Sierra & Sierra 2000); resaltan la necesidad de cambiar la forma de enseñar y de aprender en colegios y universidades. Destacan la importancia de generar y aplicar metodologías basadas en la información que podemos obtener sobre el funcionamiento del cerebro, incidiendo en cómo estas modificaciones en las sesiones, pueden mejorar el proceso educativo y de desarrollo de nuestros alumnos.

Autores como (Robinson, 2009; Mora, 2016 y Sáez, 2014); se incluyen en este grupo de profesionales, los cuales apuestan por una nueva visión de la enseñanza basada en el cerebro, la Neuroeducación. La Neuroeducación nace de los grandes avances descubiertos en los últimos 25 años en el estudio del funcionamiento del cerebro (Neurociencia), y esta demostrando la inefectividad de los modelos educativos tradicionales que imperan en las aulas.

La Neuroeducación, se ha desarrollado a través de la propia comunidad de maestros, al intentar hallar nuevos métodos educativos, basados en datos empíricos. De este modo observamos como la confluencia entre la educación y la Neurociencia, ofrece la posibilidad “de encontrar vías a través de las cuales poder aplicar en el aula los conocimientos que ya poseen sobre los procesos cerebrales de la emoción, la curiosidad y la atención, y cómo estos procesos se encienden y con ellos se abren puertas al conocimiento a través de los mecanismos de aprendizaje y memoria” (Mora, 2016, p.27)

De acuerdo con la Neuroeducación, la enseñanza debe potenciar y perfeccionar las habilidades propias y biológicas de cada sujeto, “porque cada cerebro es único y singular, y tiene un ritmo de maduración concreto, (…) cuando se utilizan estrategias en consonancia con la forma natural de aprendizaje de nuestro cerebro, el proceso se facilita” (Guillen, 2015). (Bueno 2015; Howard-Jones, 2011 y Sáez, 2014); añaden que la misión de la Neuroeducación es la de ayudar, ampliar y facilitar el aprendizaje, tanto para aprender como para enseñar, a partir de los descubrimientos obtenidos sobre el cerebro.

Es necesario resaltar, que en el ámbito de la Atención a la Diversidad, y en especial, en alumnos con dificultades de aprendizaje, la Neuroeducación puede influir de forma significativa en el proceso de detección e intervención de déficits en el aula; que puedan obstaculizar o disminuir distintas habilidades como la lectura, la escritura, el cálculo o aprendizaje, de manera temprana. Además de ayudar a “prevenir, reducir o mitigar todas aquellas consecuencias de vivir en ambientes estresantes y negativos o de constante amenaza, con lo que adquieren hábitos que influyen también de manera negativa en el desarrollo normal de sus cerebros” (Mora, 2016, p. 29).

Tenemos que tomar conciencia de que este nuevo planteamiento resalta la necesidad de trasformar la manera de educar y de trasferir el conocimiento, de “enterrar” y dejar de lado, los antiguos enfoques metodológicos tradicionales y diseños curriculares que imperan aún en la actualidad, y en la gran mayoría de aulas. Aunque no debemos de olvidar que estos cambios, para ser efectivos deben de ir acompañados de la formación adecuada a cada caso, con la perspectiva de que los docentes se aprovechen de estos nuevos conocimientos sobre el  funcionamiento del cerebro humano y como aplicarlos en el aula.

Es importante mencionar que estas metodologías  insisten en la importancia de entender al alumno como un ser global, y cómo su formación en conceptos puramente académicos deben ir ligados a la comprensión del funcionamiento de su entorno cotidiano, tanto nivel conceptual como instrumental. ¨Muchas veces formamos a las personas para que sean grandes profesionales, pero nos olvidamos de que antes tienen que ser personas” (Sáez, 2014, p.79). De manera transversal y como señala Jesús C. Guillem, autor de diversos artículos pertenecientes a la Neuroeducación, y colaborador de Master Class realizada en la Universidad Internacional de Valencia (VIU), insiste en que los docentes han de ser capaces de fomentar aptitudes y valores correspondientes a la Inteligencia emocional, crear climas positivos de aprendizaje en los que los alumnos se sientan valorados, escuchados y respetados, fomentar la empatía y las habilidades emocionales que les permitan entenderse, valorarse y seguir motivados cuando algo no les sale como esperaban.

En el Máster Universitario de Necesidades Educativas Especiales y Atención Temprana de la VIU parte de la Neuroeducación, siendo aplicada a los alumnos con Necesidades Educativas Especiales, favoreciendo así su inclusión en el sistema educativo, teniendo a su disposición metodologías basadas en la Neurociencia.

Fuente: http://www.viu.es/neuroeducacion-nuevas-metodologias-motivacion-del-alumno-aula-inclusiva/

Imagen: http://www.viu.es/wp-content/uploads/2016/08/head-776681_960_720-e1470830086167.jpg

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¿Por qué nos Gusta lo que nos Gusta?

Por. Fernando Buen Abad

Paráfrasis inspirada por Simón Bolívar: Por nuestros gustos nos han dominado más que por la fuerza.

Un porcentaje no pequeño de nuestras decisiones y conductas se anima por el “juicio del gusto”. No pocas veces involucran sentimientos muy profundos. Compras, ventas, matrimonios, partos o sepulturas… suelen asumirse por un desplante patente o latente del “gusto” que nos impone e inspira un objeto o un sujeto. ¿De qué depende que algo nos guste, nos disguste o deje de gustarnos?  ¿Somos, acaso, una especie hedonista y frágil a la que se ha victimado fácilmente por la vía de seducirla con sus “gustos”. Nos guste o no aceptarlo?

También el capitalismo aprendió a dominarnos por nuestros “gustos” y nos enseñó a gustar de la dominación misma. Luego de chantajearnos por los alimentos, por nuestros miedos, por la vivienda… por lo básico, el capitalismo entendió que podía vendernos lo que nos place y hacer con la dominación de los “gustos” un negocio inmenso. Rápido nos educaron para que nos gustaran los “gustos” del patrón, su forma de vida, sus valores, sus comodidades y su poder. Rápido nos educaron para que dejaran de gustarnos nuestros pares y comenzaran a ser de nuestro “gusto” todas las personas y las cosas que nacen, crecen y se reproducen en el seno de la clase que nos explota. Y nos educaron para comprar y comprar todo lo que ellos inventan pero, eso si, con “gusto”, como el “buen gusto”.

Parece ser factor decisivo ante los “gustos” el -nada infrecuente- componente irracional de sus causas y sus efectos. ¿Por qué se gasta lo que se gasta en el mundo en juguetes bélicos para niños? ¿Por qué se invierte lo que se invierte en bebidas alcohólicas, gaseosas y todo género de cotillón para “animar” fiestas o celebraciones variopintas? ¿Por qué se consume con ”gusto” la masa ingente de películas, series televisivas, programas, música, noticieros y en general mercancías ideológicas burguesas? ¿Por qué la adquisición de ropa, maquillajes y parafernalia de moda a cualquier costo y con calidades dudosas?¿Por qué nos gusta endeudarnos, por qué nos gusta embrutecernos, por qué nos gusta pelearnos?.

Y a pesar de todos los enigmas que rodean al “juicio del gusto” (es decir a nuestra capacidad de afirmar o negar algo sobre lo que nos gusta) nada de lo que se diga sobre los “gustos” está exento de la lucha de clases ni de la influencia histórica que imprime, en toda conducta, la ideología de la clase dominante. Simplismos al margen. En el objeto o sujeto de nuestros “gustos” o disgustos se objetiva la escala completa de lo que sabemos y de lo que ignoramos. Todos nuestros parámetros se cimbran. ¿Lo que nos gusta o disgusta proviene de lo que nos enseñaron en casa, en la escuela, en el trabajo, en la iglesia o en la tele? ¿Nos “gusta” sólo aquello que conocemos o lo que desconocemos también, nos gusta lo que les gusta a todos o lo que nos hace distintos? ¿Nos gustan las combinaciones, las mezclas o las ambigüedades? ¿De dónde sacamos que nos gusta lo que nos gusta?

Y más complejo es saber por qué nos “gusta” lo que nos daña. Por qué aceptamos con gusto hacer, decir, pensar e imponer como modelos de vida “gustos” cuya consecuencia -de corto o largo plazo- será algún daño a la salud, a las relaciones sociales, a la política o al planeta entero. ¿Nos gustan las películas de Hollywood, las telenovelas, las tele-series, fumar, alcoholizarnos, drogarnos… financiar dependencias de todo tipo y contribuir a enriquecer mafias a granel?

Por colmo, transferimos “gustos” a nuestros hijos o amigos porque esa transferencia es un ejercicio de poder con el que hacemos reinar la parte más individualista de nuestra “estética” que, por cierto, suele no ser tan individual como creemos. Por una y muchas razones la crítica a los “gustos” suele tomarse como una agresión que ofende fibras muy sensibles y suele irritarnos hasta lo irreconciliable. Incluso quedan aun zonas de pudor que se lastiman cuando alguien descubre algo que nos gusta y que nos es difícil de aceptar. De ese alguien se espera la complicidad y silencio con que se forjan asociaciones estéticas que incluyen, no sin frecuencia, alianzas patológicas en sentidos varios. Adictos se les llama. ¿Por puro “gusto”?

En el almacén demencial de mercancías -que el capitalismo nos impuso como si fuese la vida misma- abarrotado con no pocos objetos inalcanzables e inútiles, se impuso un criterio resbaloso para impulsar el consumismo a destajo y ese criterio se funda en el “gusto”. Se compra el televisor que “gusta” para ver los programas que “gustan” y toda la publicidad que “gusta” a un pueblo anestesiado con “gustos” de mercado y estética de clase. Se compra la licuadora que “gusta”, el abrigo, las cucharas, los muebles… y principalmente el “status”, lo distintivo, la plataforma ideológica que facilita la ilusión de pertenencia al mundo del patrón y al universo de sus “gustos”. Cueste lo que cueste.

La dictadura de los “gustos” es una batalla económica y es una batalla ideológica. Los “gustos” son metralla letal de las máquinas de guerra ideológica. Todo junto y en simultáneo. Se mueven en el seno de esa dominación las intensiones más perversas tanto como las ingenuidades más asombrosas. Y es verdad que no todo esta milimétricamente calculado cuando se imponen los “gustos” más rentables y que hay un grado de apuesta que la burguesía asume como riesgo a la hora de invertir en “gustos” nuevos para millones de consumidores. No olvidemos que en la producción de “gustos” oligarcas la masificación es indispensable porque es vital para el negocio. Y eso ha generado sus “gustos” particulares y sus cánones ideológicos que norman, por ejemplo, la lógica, la ética y la estética mercenaria de los publicistas. Excepciones salvadas.

Es un imperativo de nuestro tiempo desarrollar corrientes científicas especializadas en la crítica y la revolución de los “gustos”. Mientras el a-criticismo cuente con la justificación y la envoltura de los “gustos” para esconder y para eludir todo análisis -y transformación- serio, tenderemos a hundir buena parte de nuestros problemas en los pantanos del subjetivismo y el relativismo “placentero” más inmovilizantes. La justificación “porque me gusta” no siempre es la mejor en sinnúmero de casos.

También es verdad que existe una zona de los “gustos” (la más promisoria sin duda) que, bajo ciertas condiciones especiales, logra escapar al imperio ideológico burgués (como en el caso, no exclusivo, de algunas experiencias artísticas) y está claro que se trata de episodios no ordinarios y difíciles de multiplicar mientras estemos dominados por el capitalismo. No hay peor enemigo del arte emancipador que el capitalismo. La complejidad de la estética en los seres humanos admite -en sus expresiones menos contaminadas- un ejercicio de emancipación o de libertad que tiene deparadas muchas promesas a la revolución social que terminará con el capitalismo en lo objetivo y en lo subjetivo. Pero no esperaremos a la muerte del capitalismo para insistir en la necesidad de la educación del “gusto” (su re-educación) y eso requiere de riqueza de conocimientos y experiencias, diversidad amplitud y hondura con moral y ética del placer no basadas en someter a los seres humanos. Re-educación que es trabajo especializado que reclama su espacio en los frentes de lucha (de la praxis) porque es ahí, mejor que en cualquier otro lugar, donde lo que nos “gusta” logrará sintetizarse con lo que necesitamos y logrará transformarse para dejar de ser -el “gusto”- un embriagante placentero para convertirse en una fuerza emancipadora. Esa es la escuela de la lucha y así son las alquimias de la revolución.

Dedicado a Adolfo Sánchez Vázquez y a Abel Prieto

Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/Por-que-nos-Gusta-lo-que-nos-Gusta-20160817-0004.html

Imagen: http://www.chilango.com/media/2010/03/01/marcel-duchamp.jpg

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