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No podemos fallar

crisis educativa

Descriptores:  Academia, Docencia, Docentes, Educación Superior, Empleabilidad, Equidad, Estudiantes, Financiamiento, Globalización, Gobierno, IES, Instituciones, Investigación, Latinoamérica, Políticas, Profesores, Público, Universidades estatales, Universidades privadas

No podemos fallar

Inicialmente publicado en http://www.brunner.cl

Resumen: Latinoamérica reúne más de 10 mil instituciones de educación superior. El desenvolvimiento de los sistemas nacionales sigue patrones distintivos en cada país. Con todo, una rápida revisión de las políticas aplicadas permite observar algunas tendencias comunes.

JOSÉ JOAQUÍN BRUNNER

Prácticamente en todos los países de América Latina, los sistemas de educación superior se hallan sujetos a un conjunto de poderosas fuerzas que interactúan entre sí: masificación de la matrícula, insuficiente financiamiento público, fuerte desarrollo de instituciones privadas, diferenciación y proliferación de programas de estudio, dudas respecto del valor de los grados y títulos, comercialización del conocimiento, desconfianza gubernamental en la autonomía de las universidades, demanda por mayores regulaciones y el desafío de mejorar la calidad de la enseñanza, el impacto socioeconómico de la investigación y la distribución de oportunidades entre los jóvenes.

 

En su conjunto, Latinoamérica reúne más de 10 mil instituciones de educación superior -de las cuales alrededor de 3.500 se denominan universidades-, y aproximadamente unos 25 millones de estudiantes. Cada año se gradúan 2 millones de profesionales y técnicos superiores.

La diversidad organizacional de estos sistemas parece infinita. Aun entre las instituciones llamadas universidades hay una enorme variedad: universidades estatales, privadas subsidiadas por el Estado y privadas que viven de su propio presupuesto; cada una posee su propia misión, proyecto estratégico, trayectoria histórica, identidad y grado distintivo de prestigio. Unas poseen un carácter académico sofisticado y se focalizan en la investigación y la enseñanza de posgrado; la mayoría, en cambio, son exclusivamente docentes de pregrado con distintos niveles de densidad cultural. También la educación terciaria técnico-profesional varía en importancia y complejidad organizacional. Es fuerte en Chile y Colombia, por ejemplo, pero casi inexistente en Brasil y posee un débil desarrollo en Argentina.

En suma, el desenvolvimiento de los sistemas nacionales sigue patrones distintivos en cada país. Con todo, una rápida revisión de las políticas aplicadas permite observar algunas tendencias comunes.

Primero, la delegación por parte de los gobiernos -por acción u omisión- de la responsabilidad sobre la masificación de la matrícula en el sector de provisión privada y el mercado. Es notablemente el caso de Chile, Brasil, Perú, República Dominicana y Colombia. En el extremo opuesto, con un bajo grado de delegación privada, se encuentran Cuba, Argentina y Uruguay. Como resultado, la mitad de la matrícula latinoamericana corresponde a oferta privada. De esta, un 50 por ciento pertenece a organizaciones con fines de lucro.

Segundo, y en parte como reacción frente a la anterior tendencia y la consiguiente heterogénea diversificación de la provisión, los gobiernos instituyen mayores regulaciones y adoptan procedimientos para evaluar y acreditar la oferta. Los casos más comentados -por su vigor y riesgos para la autonomía institucional- son Ecuador y Perú. Debates en esa dirección existen también en Chile, Colombia, Costa Rica y otros países de la región.

Tercero, una demanda en aumento de financiamiento para cubrir los costos de la expansión y la necesaria inversión en infraestructura, equipamiento e investigación. Como resultado, financiamiento público y privado se complementan. A su vez, los gobiernos exigen mayor rendición de cuentas respecto del uso de los recursos y condicionan su entrega al desempeño y resultados de las organizaciones beneficiadas. Por su lado, los contribuyentes -y las familias y estudiantes que pagan- reclaman mejores servicios y tienen la expectativa (no siempre materializada) de un retorno positivo para su inversión.

Cuarto, la tendencia de las políticas públicas a seleccionar y concentrar la asignación de recursos públicos de manera de crear instituciones, consorcios, centros y áreas de excelencia (internacional), política adoptada en Ecuador por ejemplo y, en el campo de la investigación científico-tecnológica, por varios países de la región -Chile incluido-igual que Alemania, Finlandia y Corea del Sur, entre los países industrializados.

Quinto, a la luz de los cambios que experimenta la educación terciaria, diversos países latinoamericanos han emprendido la tarea de redefinir el marco base de la legislación aplicada a este sector. Entre los países andinos, Perú y Ecuador han dictado una nueva ley, Colombia lo intentó pero no pudo debido a la amplia resistencia y el gobierno chileno declara su intención de hacerlo. En todos estos casos, los temas claves más polémicos son cómo conformar la gobernanza del sistema nacional y el gobierno de las universidades, la autonomía y el rol de las instituciones universitarias, la función e importancia del nivel técnico-profesional, la regulación del mercado y de los títulos y grados, el control de calidad y el financiamiento de las instituciones y los estudiantes.

El gobierno de la Presidenta Bachelet anuncia incluso un cambio de paradigma, pero ha sido parco en sus especificaciones. El prometido proyecto de ley -uno o varios, no se sabe- se ha postergado varias veces para facilitar consultas que sin embargo no se materializan seriamente. En tanto, el Gobierno aprobó mediante una glosa presupuestaria y una forzada “ley corta” la gratuidad como un nuevo principio de financiación de las universidades. Como resultado de ese errático cuadro reinan la confusión y la incertidumbre.

Es de esperar que a partir de marzo se inicie una auténtica deliberación pública sobre el futuro de nuestra educación superior. Esta ha alcanzado un alto grado de complejidad e, igual como ocurre en el resto de América Latina, enfrenta poderosas fuerzas y desafíos. Políticas equivocadas podrían causar un severo daño y retrasar por una década o más la transformación y mejoramiento de nuestra educación terciaria.

 

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10 ideas falsas sobre Finlandia y la educación

 Rosa María Torres. Publicado originalmente en http://otra-educacion.blogspot.com/2016/02/10-ideas-falsas-sobre-Finlandia-y-la-educacion.html

rosa maria torres 2

Los finlandeses se guían por la filosofía de «menos es más».

  1. FALSO: Finlandia es el país que más invierte en educación

Finlandia destina el 11.2% de su gasto público a educación, desde la inicial a la superior, incluyendo a esta última (el Ministerio de Educación y Cultura se ocupa de todo el sistema). En los países de la OCDE el promedio es 12%. Países con rendimientos escolares muy inferiores a los de Finlandia, y sin educación gratuita, tienen presupuestos educativos mucho más altos.Toda la educación escolar se ofrece de manera gratuita, incluyendo transporte y provisión de un almuerzo diario a todos los estudiantes (en la educación secundaria superior los textos no son gratuitos). – OECD, Education at a Glance 2015 (datos de 2012).

  1. FALSO: El secreto está en más tiempo escolar

Finlandia es el país de la OCDE con menos tiempo dedicado a la educación escolar. Calendario de 180 días, jornadas diarias cortas, menos horas de clase, menos deberes. Un profesor enseña en promedio 600 horas por año, 4 horas diarias o menos. (Un profesor en EE.UU. enseña 1.080 horas al año, 5 ó 6 clases diarias). La escolarización se inicia a los 7 años de edad. Hasta entonces, la prioridad es el juego. Se prefiere menos tiempo de clase, más recreos y más largos (75 minutos de recreo en total). La hora de la comida debe ser pausada, placentera, sin prisa.

Finlandia es el país que menos deberes envía, según la OCDE. Pocos deberes, más tiempo libre para jugar, hacer actividad física, aprender fuera de la escuela, estar con la familia y los amigos.

  1. FALSO: Se usa mucha tecnología para la enseñanza y el aprendizaje

El sistema educativo finlandés confía fundamentalmente en las capacidades y la experticia de los profesores. La fortaleza de la educación finlandesa está en la pedagogía, no en la tecnología. Las tecnologías están al servicio de la pedagogía, no al revés. Finlandia está de vuelta de muchos espejismos creados por la tecnología en las últimas décadas. Ratifica la importancia de escribir a mano y de leer en papel, de no sucumbir al teclado y a las pantallas. Las TIC no están confinadas en laboratorios informáticos. Están incorporadas a las aulas y a otros espacios de aprendizaje dentro de los planteles escolares.

  1. FALSO: Hay una gran infraestructura escolar

En los últimos años se han construido unos pocos edificios nuevos, de arquitectura moderna e innovadora. El grueso de los edificios escolares tiene muchos años, está bien mantenido y se le hace adecuaciones constantes. La clave está en la organización y el uso del espacio, en la creación de un ambiente estimulante, distendido e informal de aprendizaje. Todo apunta a generar colaboración, trabajo en grupo y entre pares, dentro y fuera de las aulas. Los grupos son pequeños (máximo 20 alumnos por clase) a fin de facilitar la interacción y la enseñanza personalizada. Se insiste en esto sobre todo para los primeros grados.

  1. FALSO: Se selecciona a «los mejores alumnos» para la docencia

«Los mejores» no son necesariamente los que tienen mejores calificaciones o más títulos. En la selección de «los futuros mejores profesores» se valora la motivación, la actitud hacia el aprendizaje permanente, el amor por la lectura, el pensamiento crítico, la creatividad, las habilidades artísticas y de comunicación, el conocimiento de idiomas, valores como la empatía, la perseverancia y el compromiso social.

  1. FALSO: Finlandia es la que mejor paga a sus profesores

Los profesores en Finlandia ganan 5 puntos porcentuales menos que el promedio en los países de la OCDE. La clave de su buen desempeño no es el incentivo económico. Hay otros factores que explican su gran motivación por la enseñanza y su profesionalismo. Los profesores finlandeses son cuidadosamente elegidos, formados con altos estándares de calidad y socialmente respetados. Gozan de gran autonomía en su trabajo. La sociedad confía en ellos. Tienen un sentido de valía y realización personal.

  1. FALSO: Los profesores no están sindicalizados

95% de los profesores finlandeses están sindicalizados. El sindicato docente (OAJ) es fuerte y es un actor fundamental de la educación y de la reforma educativa. Tiene 120.400 miembros e integra todos los niveles del sistema, desde profesores de educación inicial hasta profesores de educación superior.

  1. FALSO: Finlandia aplica pruebas estandarizadas

Finlandia no cree en las pruebas estandarizadas y las rehuye. Solo aplica una prueba estandarizada a los estudiantes después de los 16 años de edad. La preocupación principal del sistema escolar es el aprendizaje, no los puntajes. Enseñar para aprender, no para sacar buenas calificaciones. Menos tiempo dedicado a pruebas, más tiempo dedicado al aprendizaje. No existe un sistema de evaluación docente. A los profesores no se les aplica ninguna prueba estandarizada.

  1. FALSO: Finlandia establece y publica rankings escolares

Finlandia fomenta la colaboración, no la competencia entre alumnos, entre profesores, entre escuelas. Consecuentemente, evita los rankings. No publica resultados de aprendizaje ni a nivel de las escuelas ni a nivel de la educación superior. El objetivo de Finlandia nunca ha sido ser el mejor sistema educativo del mundo, ni siquiera de Europa; solo ser el mejor sistema que pueda ser para los estudiantes finlandeses.

  1. FALSO: Finlandia está satisfecha con su sistema educativo y sus resultados de aprendizaje

Pese a su buen desempeño en PISA y a sus altos indicadores en muchos ámbitos económicos, sociales y culturales, Finlandia está siempre insatisfecha, buscando mejorar la educación para hacerla más pertinente y significativa para los alumnos. Actualmente está avanzando en una reforma curricular integral de la educación básica, revisando el uso de las tecnologías en la educación y repensando la educación inicial.

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The Mad Violence of Casino Capitalism

HENRY GIROUX

henry giroux

Para Henry Giroux “la sociedad americana está en bancarrota moral y política. En la medida que Estados Unidos se hunde en el abismo oscuro de una forma actualizada del totalitarismo, lo inimaginable se ha convertido en un hecho posible, no sólo para avanzar en la muerte de los principios esenciales de la democracia constitucional, sino también para facilitar lo que Hannah Arendt, llamó el horror de tiempos oscuros. La política del terror, una cultura del miedo, y el espectáculo de la violencia dominan los aparatos culturales para legitimar la militarización de la vida pública y en la sociedad americana

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American society is morally bankrupt and politically broken, and its vision of the future appears utterly dystopian. As the United States descends into the dark abyss of an updated form of totalitarianism, the unimaginable has become imaginable in that it has become possible not only to foresee the death of the essential principles of constitutional democracy, but also the birth of what Hannah Arendt once called the horror of dark times. The politics of terror, a culture of fear, and the spectacle of violence dominate America’s cultural apparatuses and legitimate the ongoing militarization of public life and American society.

Unchecked corporate power and a massive commodification, infantilization, and depoliticization of the polity have become the totalitarian benchmarks defining American society. In part, this is due to the emergence of a brutal modern-day capitalism, or what some might call neoliberalism. This form of neoliberal capitalism is a particularly savage, cruel, and exploitative regime of oppression in which not only are the social contract, civil liberties and the commons under siege, but also the very notion of the political, if not the planet itself. The dystopian moment facing the United States, if not most of the globe, can be summed up in Fred Jameson’s contention “that it is easier to imagine the end of the world than to imagine the end of capitalism.” He goes on to say that “We can now revise that and witness the attempt to imagine capitalism by way of imagining the end of the world.”1

One way of understanding Jameson’s comment is through the ideological and affective spaces in which the neoliberal subject is produced and market-driven ideologies are normalized. Capitalism has made a virtue out of self-interest and the pursuit of material wealth and in doing so has created a culture of shattered dreams and a landscape filled with “Broken highways, bankrupt cities, collapsing bridges, failed schools, the unemployed, the underpaid and the uninsured: all suggest a collective failure of will. These shortcomings are so endemic that we no longer know how to talk about what is wrong, much less set about repairing it.”[i]

Yet, there is a growing recognition that casino capitalism is driven by a kind of mad violence and form of self-sabotage and that if it does not come to an end what we will experience in all probability is the destruction of human life and the planet itself. Certainly, more recent scientific reports on the threat of ecological disaster from researchers at the University of Washington, NASA, and the Intergovernmental Panel on Climate Change reinforce this dystopian possibility.2 The undermining of public trust and public values has now given way to a market-driven discourse that produces a society that has lost any sense of democratic vision and social purpose and in doing so resorts to state terrorism, the criminalization of social problems, and culture of cruelty. Institutions that were once defined to protect and enhance human life now function largely to punish and maim.

As Michael Yates points out throughout this book, capitalism is devoid of any sense of social responsibility and is driven by an unchecked desire to accumulate capital at all costs. As power becomes global and politics remains local, ruling elites no longer make political concessions to workers or any other group that they either exploit or consider disposable.

Security and crisis have become the new passwords for imposing a culture of fear and for imposing what Giorgio Agamben has called a permanent state of yatesexception and a technology of government repression.[ii] A constant appeal to a state of crisis becomes the new normal for arming the police, curtailing civil liberties, expanding the punishing state, criminalizing everyday behavior, and supressing dissent. Fear now drives the major narratives that define the United States and give rise to dominant forms of power free from any sense of moral and political conviction, if not accountability.

In the midst of this dystopian nightmare, there is the deepening abyss of inequality, one that not only separates the rich from the poor, but also increasingly relegates the middle and working classes to the ranks of the precariat. Concentrations of wealth and income generate power for the financial elite and unchecked misery for most people, a fear/insecurity industry, and a growing number of social pathologies.

Michael Yates in The Great Inequality provides a road map for both understanding the registers that produce inequality as well as the magnitude of the problems it poses across a range of commanding spheres extending from health care and the political realm to the environment and education. At the same time, he exposes the myths that buttress the ideology of inequality. These include an unchecked belief in boundless economic growth, the notion that inequality is chosen freely by individuals in the market place, and the assumption that consumption is the road to happiness. Unlike a range of recent books on inequality, Yates goes beyond exposing the mechanisms that drive inequality and the panoply of commanding institutions that support it. He also provides a number of strategies that challenge the deep concentrations of wealth and power while delivering a number of formative proposals that are crucial for nurturing a radical imagination and the social movements necessary to struggle for a society that no longer equates capitalism with democracy.

As Yates makes clear throughout this book, money now engulfs everything in this new age of disposability. Moreover, when coupled with a weakening of movements to counter the generated power of capitalists, the result has been a startling increase in the influence of predatory capitalism, along with inequities in wealth, income, power, and opportunity. Such power breeds more than anti-democratic tendencies, it also imposes constraints, rules, and prohibitions on the 99 percent whose choices are increasingly limited to merely trying to survive. Capitalists are no longer willing to compromise and have expanded their use of power to dominate economic, political, and social life. For Yates, it is all the more crucial to understand how power works under the reign of global capitalism in order to grasp the magnitude of inequality, the myriad of factors that produce it, and what might be done to change it.

Accompanying the rise of a savage form of capitalism and the ever-expanding security state is the emergence of new technologies and spaces of control. One consequence is that labor power is increasingly produced by machines and robotic technologies which serve to create “a large pool of more or less unemployed people.” Moreover, as new technologies produce massive pools of unused labor, it also is being used as a repressive tool for collecting “unlimited biometric and genetic information of all of its citizens.”[iii]

The ongoing attack on the working class is matched by new measures of repression and surveillance. This new weaponized face of capitalism is particularly ominous given the rise of the punishing state and the transformation of the United States from a democracy in progress to a fully developed authoritarian society.   Every act of protest is now tainted, labeled by the government and mainstream media as either treasonous or viewed as a potential act of terrorism. For example, animal rights activists are put on the terrorist list. Whistleblowers such as Edward Snowden are painted as traitors. Members of the Black Lives Matter movement are put under surveillance,[iv] all electronic communication is now subject to government spying, and academics who criticize government policy are denied tenure or worse.

Under neoliberalism, public space is increasingly converted into private space undermining those sphere necessary for developing a viable sense of social responsibility, while also serving to transform citizenship into mostly an act of consumption. Under such circumstances, the notion of crisis is used both to legitimate a system of economic terrorism as well as to accentuate an increasing process of depoliticization. Within this fog of market induced paralysis, language is subject to the laws of capitalism, reduced to a commodity, and subject to the “tyranny of the moment….emaciated, impoverished, vulgarized and squeezed out of the meanings it was resumed to carry.”[v]

As the latest stage of predatory capitalism, neoliberalism is part of a broader economic and political project of restoring class power and consolidating the rapid concentration of capital, particularly financial capital.[vi] As a political project it includes “the deregulation of finance, privatization of public services, elimination and curtailment of social welfare programs, open attacks on unions, and routine violations of labor laws.”[vii] As an ideology, it casts all dimensions of life in terms of market rationality, construes profit making as the arbiter and essence of democracy, consuming as the only operable form of citizenship, and upholds the irrational belief that the market can both solve all problems and serve as a model for structuring all social relations. As a mode of governance, it produces identities, subjects, and ways of life driven by a survival-of-the fittest-ethic, grounded in the idea of the free, possessive individual, and committed to the right of ruling groups and institutions to exercise power removed from matters of ethics and social costs. As a policy and political project, it is wedded to the privatization of public services, the dismantling of the connection of private issues and public problems, the selling off of state functions, liberalization of trade in goods and capital investment, the eradication of government regulation of financial institutions and corporations, the destruction of the welfare state and unions, and the endless marketization and commodification of society.

Nothing engenders the wrath of conservatives more than the existence of the government providing a universal safety net, especially one that works, such as either Medicare or Social Security. As Yates points out, government is viewed by capitalists as an institution that gets in the way of capital. One result is a weakening of social programs and provisions. As Paul Krugman observes regarding the ongoing conservative attacks on Medicare, “The real reason conservatives want to do away with Medicare has always been political: It’s the very idea of the government providing a universal safety net that they hate, and they hate it even more when such programs are successful.”[viii] In opposition to Krugman and other liberal economists, Michael Yates argues rightly in this book that the issue is not simply preserving Medicare but eliminating the predatory system that disavows equality of wealth, power, opportunity, and health care for everyone.

Neoliberalism has put an enormous effort into creating a commanding cultural apparatus and public pedagogy in which individuals can only view themselves as consumers, embrace freedom as the right to participate in the market, and supplant issues of social responsibility for an unchecked embrace of individualism and the belief that all social relation be judged according to how they further one’s individual needs and self-interests. Matters of mutual caring, respect, and compassion for the other have given way to the limiting orbits of privatization and unrestrained self-interest, just as it is has become increasingly difficult to translate private troubles into larger social, economic, and political considerations. One consequence is that it has become more difficult for people to debate and question neoliberal hegemony and the widespread misery it produces for young people, the poor, middle class, workers, and other segments of society– now considered disposable under neoliberal regimes which are governed by a survival-of-the fittest ethos, largely imposed by the ruling economic and political elite. Unable to make their voices heard and lacking any viable representation in the process makes clear the degree to which the American public, in particular, are suffering under a democratic deficit producing a profound dissatisfaction that does not always translate into an understanding of how neoliberal capitalism has destroyed democracy or what it might mean to understand and challenge its diverse apparatuses of persuasion and power. Clearly, the surge of popularity behind the presidential candidacy of a buffoon such as Donald Trump testifies to both a deep seated desire for change and the forms it can take when emotion replaces reason and any viable analysis of capitalism and its effects seem to be absent from a popular sensibility.

What Michael Yates makes clear in this incisive book on inequality is that democratic values, commitments, integrity, and struggles are under assault from a wide range of sites in an age of intensified violence and disposability. Throughout the book he weaves a set of narratives and critiques in which he lays bare the anti-democratic tendencies that are on display in a growing age of lawlessness and disposability. He not only makes clear that inequality is not good for the economy, social bonds, the environment, politics, and democracy, Yates also argues that capitalism in the current historical moment is marked by an age that thrives on racism, xenophobia, the purported existence of an alleged culture of criminality, and a massive system of inequality that affects all aspects of society. Worth repeating is that at the center of this book, unlike so many others tackling inequality, is an attempt to map a number of modalities that give shape and purpose to widespread disparities in wealth and income, including the underlying forces behind inequality, how it works to secure class power, how it undermines almost every viable foundation needed for a sustainable democracy, and what it might mean to develop a plan of action to produce the radical imagination and corresponding modes of agency and practice that can think and act outside of the reformist politics of capitalism.

Unlike so many other economists such as Paul Krugman and Joseph Stiglitz who address the issue of inequality, Yates refuses the argument that the system is simply out of whack and can be fixed. Nor does he believe that capitalism can be described only in terms of economic structures. Capitalism is both a symbolic pathological economy that produces particular dispositions, values, and identities as well as oppressive institutional apparatuses and economic structures. Yates goes even further arguing that capitalism is not only about authoritarian ideologies and structures, it is also about the crisis of ideas, agency, and the failure of people to react to the suffering of others and to the conditions of their own oppression. Neoliberal capitalism has no language for human suffering, moral evaluation, and social responsibility. Instead, it creates a survival-of-the fittest ethos buttressed by a discourse that is morally insensitive, sadistic, cannibalistic, and displays a hatred of those whose labor cannot be exploited, do not buy into the consumerist ethic, or are considered other by virtue of their race, class, and ethnicity. Neoliberalism is the discourse of shadow games, committed to highlighting corporate power and making invisible the suffering of others, all the while leaving those considered disposable in the dark to fend for themselves.

Yates makes visible not only the economic constraints that bear down on the poor and disposable in the neoliberal age of precarity, he also narrates the voices, conditions, hardships and suffering workers have to endure in a variety of occupations ranging from automobile workers and cruise ship workers to those who work in restaurants and as harvester on farms. He provides a number of invaluable statistics that chart the injuries of class and race under capitalism but rather than tell a story with only statistics and mind boggling data, he also provides stories that give flesh to the statistics that mark a new historical conjuncture and a wide range of hardships that render work for most people hell and produce what has been called the hidden injuries of class. Much of what he writes is informed by a decade long research trip across the United States in which he attempted to see first-hand what the effects of capitalism have been on peoples’ lives, the environment, work, unions, and other crucial spheres that inform everyday life. His keen eye is particularly riveting as he describes his teaming up with Cesar Chavez and the United Farm Workers in the 1970s and his growing disappointment with a union that increasingly betrayed its own principles.

For Yates, the capitalist system is corrupt, malicious, and needs to be replaced. Capitalism leaves no room for the language of justice, the social, or, for that matter, democracy itself. In fact, one of its major attributes is to hide its effects of power, racial injustice, militarized state violence, domestic terrorism, and new forms of disposability, especially regarding those marginalized by class and race. The grotesque inequalities produced by capitalism are too powerful, deeply rooted in the social and economic fabric, and unamenable to liberal reforms.  Class disparities constitute a machinery of social death, a kind of zombie-like machine that drains life out of most of the population poisoning both existing and future generations.

The politics of disposability has gone mainstream as more and more individuals and groups are now considered surplus and vulnerable, consigned to zones of abandonment, surveillance, and incarceration. At one level, the expansive politics of disposability can be seen in the rising numbers of homeless, the growing army of debt-ridden students, the increasingly harsh treatment of immigrants, the racism that fuels the school-to-prison pipeline, and the growing attack on public servants. On another level, the politics of disposability has produced a culture of lawlessness and cruelty evident by the increasing rollback of voting rights, the war waged against women’s reproductive rights, laws that discriminate against gays, the rise of the surveillance state, and the growing militarization of local police forces. Yates argues convincingly that there is a desperate need for a new language for politics, solidarity, shared responsibilities, and democracy itself. Yates sees in the now largely departed Occupy Movement an example of a movement that used a new discourse and set of slogans to highlight inequality, make class inequities visible, and to showcase the workings of power in the hands of the financial elite. For Yates, Occupy provided a strategy that can be and is being emulated by a number of groups, especially those emerging in the black community in opposition to police violence. Such a strategy begins by asking what a real democracy looks like and how does it compare to the current society in which we live. One precondition for individual and social agency is that the horizons for change must transcend the parameters of the existing society, and the future must be configured in such a way as to not mimic the present.

What is remarkable about The Great Inequality is that Yates does not simply provide a critique of capitalism in its old and new forms, he also provides a discourse of possibility developed around a number of suggested policies and practices designed to not reform capitalism but to abolish it. This is a book that follows in the manner of Dr. Martin Luther King’s call to break the silence. In it Yates functions as a moral witness in reporting on the hardships and suffering produced by grotesque forms of inequality. As such, he reveals the dark threats that capitalism in its ruthlessly updated versions poses to the planet. Yet, his narrative is never far from either hope or a sense that there is a larger public for whom his testimony matters and that such a public is capable of collective resistance. The Great Inequality also serves to enliven the ethical imagination, and speak out for those populations now considered outcast and voiceless. Yates provides a furious reading of inequality and the larger structure of capitalism. In doing so he exhibits a keen and incisive intellect along with a welcomed sense of righteous fury.

 

Notes.

[i] Tony Judt, Ill Fares the Land, (New York, N.Y.: The Penguin Press, 2010), p. 12.

[ii] Giorgio Agamben, “The Security State and a theory of destituent power,” Philosophers for Change, (February 25, 2014). Online:

The security state and a theory of destituent power

[iii] Ibid., Agamben, “The Security State and a theory of destituent power,”

[iv] George Joseph, “Exclusive: feds regularly monitored black lives matter since ferguson,” Intercept (July 24, 2015). Online: https://firstlook.org/theintercept/2015/07/24/documents-show-department-homeland-security-monitoring-black-lives-matter-since-ferguson/; Deirdre Fulton, “Exposed: Big Brother Targets Black Lives:Government spying can be an ‘effective way to chill protest movements,’ warns Center for Constitutional Rights,” CommonDreams (July 24, 2015). Online: http://www.commondreams.org/news/2015/07/24/exposed-big-brother-targets-black-lives

[v] Zygmunt Bauman and Leonidas Donskis, Moral Blindness: The loss of Sensitivity in Liquid Modernity, (Cambridge, UK: Polity Press, 2013), p. 46.

[vi] I have taken up the issue of neoliberalism extensively in Henry A. Giroux, Against the Terror of Neoliberalism (Boulder: Paradigm, 2008) . See also, David Harvey, A Brief History of Neoliberalism (New York: Oxford University Press, 2007); Manfred B. Steger and Ravi K. Roy, Neoliberalism: A Very Short Introduction (New York: Oxford University Press, 2010); Gerad Dumenil and Dominique Levy, The Crisis of Neoliberalism (Cambridge: Harvard University Press, 2011). Henry A. Giroux, Twilight of the Social (Boulder: Paradigm, 2013); Henry A. Giroux, and in Against the Violence of Organized Forgetting: Beyond America’s Disimagination Machine (San Francisco: City Lights, 2014);

Wendy Brown, Undoing the Demos: Neoliberalism’s Stealth Revolution (Cambridge: Zone Books 2015).

[vii] Michael D. Yates, “Occupy Wall Street and the Significance of Political Slogans,” Counterpunch, (February 27, 2013). Online:http://www.counterpunch.org/2013/02/27/occupy-wall-street-and-the-significance-of-political-slogans/

[viii] Paul Krugman, “Zombies Against Medicare,” New York Times (July 27, 2015). Online: http://www.nytimes.com/2015/07/27/opinion/zombies-against-medicare.html?_r=0

This essay is excerpted from the introduction to The Great Inequality by Michael D. Yates.

 

Henry A. Giroux currently holds the McMaster University Chair for Scholarship in the Public Interest in the English and Cultural Studies Department and a Distinguished Visiting Professorship at Ryerson University. His most recent books are America’s Education Deficit and the War on Youth (Monthly Review Press, 2013) and Neoliberalism’s War on Higher Education (Haymarket Press, 2014).

 

 

 

 

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Ecoeducación Contrahegemónica

   Al hablar de educación ambiental nos quedamos cortos. Porque ya no es suficiente celebrar el día del árbol y luego dejar que la planta se seque o celebrar el día de la alimentación y luego salir a comer comida chatarra. El detalle es que el asunto del cambio climático va mucho más allá de nosotros y si bien es cierto que debemos cuidar nuestro entorno y nuestro medio interno, esto no es suficiente. En otras palabras, por más papelitos que evitemos lanzar a la calle, no evitaremos el derretimiento de los polos y el calentamiento global. El fenómeno climático del Niño que hoy día nos afecta en Venezuela con una gran sequía, no es responsabilidad primaria de los venezolanos. Lo es, de los mal llamados países desarrollados. Y si bien nosotros hacemos un gran esfuerzo por preservar nuestros recursos y administrarlos eficientemente, aún convirtiéndonos todos los venezolanos en superecologistas, no salvaremos al planeta si los países que más contaminan no cambian sus prácticas de consumo y de producción. Al final de esto no bastará decir; pero yo si me porté bien, yo hice lo correcto.

El afán depredador y egoísta del capitalismo no se detiene ni se detendrá porque nosotros reciclemos únicamente. Ellos acaban de firmar un acuerdo de reducción de emisiones de gas invernadero. Las preguntas son: ¿Lo harán realmente? Y si lo hacen ¿Será suficiente? Y ¿Lo harán a tiempo para salvar al planeta? No podemos ser más ingenuos, porque si seguimos así creyendo que sólo cuidando la matica salvaremos al planeta lo que más haremos será cuidarle la matica al enemigo que luego vendrá a quitárnosla.

Pero aparte de esto es importante decir que la matica se nos está secando, es decir; ese cuidado que acabamos de decir que no es suficiente para salvar al planeta, ni siquiera lo estamos haciendo bien. En consecuencia ni en lo local, lo regional, lo nacional ni en lo internacional estamos haciendo las cosas bien. Y es que los niveles de consciencia están aún muy bajos en la población. Acabo de escuchar a un señor decir que iba a dejar de fumar porque un cigarro cuesta ahora 70 bolívares y no que lo hacía porque éste da cáncer. Si no nos cuidamos a nosotros mismos ¿cómo haremos lo propio con el planeta? Tenemos una población que no come por vanidad o come demasiado por gula, que hace largas colas para adquirir productos que no necesitan en lo inmediato y que revenden a latos precios o que los acumulan por temor, generando todo un sistema de desabastecimiento, y si sumamos a esto el acaparamiento, la escases inducida y la corrupción de toda la población, veremos un grave problema ecourbano que afecta no sólo física sino síquicamente a la colectividad.

Desde el estrés hasta las patologías que éste puede inducir, observamos toda una dinámica de contaminación social que se propaga cual virus. Y es que nuestro comportamiento enfermizo genera por una parte las condiciones para que los virus y bacterias proliferen y por otra parte la gran industria de la enfermedad trabaja para inocularnos los gérmenes a los cuales luego ofrece sus antídotos milagrosos. La ciencia médica es y será desde esta perspectiva una oficina de promoción de medicamentos, los cuales no son más que los generadores de falsa sensaciones de mejoría.
Es más fácil fumar y luego culpar al cigarrillo por el cáncer, comer como loco y luego culpar a la comida, ser sedentario y luego lamentarse de las dolencias y su mala suerte, ser irreflexivo e iracundo y luego culpar al corazón y no saber trabajar con sus emociones. En fin somos tremendamente estúpidos y aún así creemos que vamos a salvar al planeta sembrando una matica que luego ni siquiera regamos. Eso de tener un hijo, escribir un libro y sembrar un árbol no es suficiente. Tal vez nunca lo fue, sobre todo si tomamos en cuenta que tal vez estemos haciendo el libro con el árbol que sembramos y el libro quizá trate sobre como consumir más.

Oscar Fernández Galindez Educador e Investigador

osfernandezve@hotmail.com

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Educación, Nicaragua, ABACOenRed, Cooperación genuina, Herman Van de Velde

Nicaragua: La educación en Nicaragua 2015-2016

NICARAGUA: La educación en Nicaragua 2015-2016

La educación en nuestra Nicaragua 2016: ¡A construir escenarios, basados en cooperación genuina!

Autor: Herman Van de Velde

En Nicaragua vivimos (2015-2016) un contexto socio-político y económico que nos permite identificar las potencialidades de los diferentes escenarios singulares, y desde allí ir y seguir construyendo oportunidades de crecimiento orientadas hacia un bienSER, hacia un buenVIVIR, en primer lugar para quienes se encuentran en contextos más vulnerables.

¿Por qué decimos esto?   Dándole click en el link, puedes leer todo el artículo.

Fuente: http://abacoenred.com/wp-content/uploads/2016/01/La-educaci%C3%B3n-en-Nicaragua-2015-2016.pdf

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Brasil: As Greves Ocorridas em 2015 Mostram a Disposição de Luta dos Educadores!

participacion

As Greves Ocorridas em 2015 Mostram a Disposição de Luta dos Educadores! Falta uma Direção para Unificar as Lutas!

Brasil, febrero 2016. Fuente: periódico “Lute”

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El año de 2015 fue un de los mas difíciles para los educadores de todo Brasil, con la profundización de la crisis económica mudial y de sus efectos en la economía nacional, los gobiernos, de todos lo niveles, tienes elegido la educación y los profesionales en educación el blanco. A continuación un articulo, resumen de las huelgas y luchas del 2015, publicado en el periódico sindical “Lute” en su segundo número de febrero de 2016, ilustra este cuadro.

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Brasil: Pátria Educadora! Este foi o slogan escolhido para o segundo mandato de Dilma Roussef na Presidência da República. Mas o que vivemos em 2015 foi exatamente o contrário: o governo aplicou sua política de ajuste fiscal diretamente sobre os programas educacionais e realizou cortes profundos no orçamento da pasta. O descaso é tanto que, em apenas um ano, quatro pessoas diferentes estiveram à frente do Ministério da Educação!

O ano iniciou já com redução do Fundo de Financiamento Estudantil (FIES). Alunos foram pegos de surpresa por esta medida. Outros programas também foram atingidos, como o «Mais Educação» e também o «Ciência Sem Fronteiras». A prova definitiva deste descaso está na redução do orçamento federal em R$ 11 bilhões nas verbas destinas à educação dos brasileiros. Esta política de cortes e contenção de gastos atingiu diretamente a carreira docente. Trabalhadores em educação de todas as esferas (federal, estaduais e municipais) tiveram seus salários achatados e viram seu trabalho muito prejudicado por falta de incentivos.

Assim, greves eclodiram nos quatro cantos do país, tanto na educação básica quanto no ensino superior. Motivos não faltaram: por reajuste salarial, pelo cumprimento da lei do Piso Salarial Nacional, em defesa da educação pública e de qualidade, contra os pacotes de medidas de ajuste fiscal. Também os estudantes lutaram muito neste ano. As ocupações de escolas em São Paulo contra a política do governo certamente entrarão para a história.

Abaixo um resumo dos movimentos grevistas ocorridos em 2015:

Greves Estaduais:

AC – Início dia 17 de junho e término dia 19 de agosto – Reivindicações: 25% de reajuste salarial, pagamento do Programa de Valorização Profissional (VDP) e do piso nacional para os outros servidores de escola. Além disso, os educadores exigem aumento de 20% sobre o piso e realização de concurso público para cargos efetivos.

AL – Início dia 22 de julho de 2015 e término dia 8 de setembro de 2015: Reajuste salarial de 13,01%. Os servidores reclamam também da falta de profissionais nas escolas, da estrutura física e das progressões por titularidade e por tempo de serviço.

DF – Início dia 15 de outubro de 2015 e término dia 12 de novembro: Reajuste salarial.

GO – Início dia 13 de maio de 2015 e término dia 3 de agosto de 2015 – Os trabalhadores reivindicam quatro pontos emergenciais: pagamento do Piso Salarial dos professores, de acordo com a Lei 11.738/08; pagamento da data-base dos administrativos; pagamento dos salários dentro do mês trabalhado e realização de concurso público.

MS – Início dia 25 de maio de 2015 e término dia 8 de junho – Piso salarial.

PA–Início dia 9 de março de 2015 e término dia 5 de junho de 2015- Reivindicações salariais e contra a reforma da previdência.

PE – A campanha salarial teve início em 13 de março. Em 10 de abril, os professores deflagraram greve. A paralisação durou 24 dias. Em 29 de maio, os profissionais da educação entraram em greve novamente. A segunda etapa da greve dos docentes durou 11 dias.

PI – Início dia 27 de abril e término dia 4 de maio de 2015 – Esta greve é ímpar por ter sido a primeira realizada pelos funcionários da educação e por ter conquistado os 13% de reajuste salarial exigidos pela categoria.

PR – A greve dos educadores no Paraná aconteceu em duas etapas: a primeira começou dia 9 de fevereiro de 2015 e terminou dia 11 de março de 2015; a segunda começou dia 27de abril de 2015 e terminou dia 9 de junho de 2015.Um dos fatos mais marcantes desta paralisação aconteceu no dia 29 de abril, quando a Polícia Militar (PM) entrou em confronto com grevistas e outros manifestantes, que protestavam em frente à Assembleia Legislativa do Paraná (ALEP), deixando mais de 200 pessoas feridas.

RS – A luta contra os ataques do governo Sartori inclusive atraso de salários, foi levada em conjunto com os demais servidores públicos. Os ataques foram brutais embora tenham ocorrido greves, elas foram greves com prazo determinado, por alguns dias e que, assim, não conseguiram barrar os ataques patrocinados pelo governo do PMDB.

SC -A categoria paralisou as atividades no dia 24 de março de 2015 e a greve terminou no dia 3 de junho de 2015. A principal reivindicação foi a elaboração do plano de carreira do magistério estadual, que estabelece critérios para o desenvolvimento profissional do educador, que contempla regras de promoção, benefícios e salários.

SE – Início dia 12 de maio de 2015 e término dia 18 de junho de 2015.

TO – Início dia 5 de junho de 2015 e término dia 28 de agosto de 2015. Reivindicações: incorporação das progressões referentes ao ano de 2014.

Greves municipais também foram realizadas. Veja onde ocorreram algumas delas:

Contagem – MG

Guajará Mirim – RO

Lagoa Salgada – RN

Palmas – TO

São Paulo – SP

Maceió – AL

Lauro de Freitas – BA

Campo Grande – MS

Matupá- MT

Santa Terezinha – MT

Canabrava do Norte – MT

Jaciara – MT

Denise – MT

Santo Antônio de Levergere- MT

 

A Crise da Falta de Direção!

Com tanta mobilização, com luta em todos os lugares, é evidente que falta uma direção que busque a unificação de todas estas greves, que consiga organizar os trabalhadores em educação de todo o Brasil para, de fato, defender a educação pública e os trabalhadores em educação.

A CNTE (Confederação Nacional dos Trabalhadores em Educação) não cumpre esta tarefa! Mais preocupada em defender o governo Dilma e as políticas do MEC, a Confederação acaba por prejudicar a construção da necessária unidade entre os educadores. Segue o velho modelo: chama três dias de paralisação todos os anos e leva o foco da luta para o Parlamento, como sempre muito preocupada com as eleições dos seus governos e parlamentares.

Assim, segue sendo tarefa dos lutadores: cobrir de solidariedade às lutas, apoiar as greves, enfrentar a burocracia cutista que dirige a CNTE e denunciar as direções sindicais que bloqueiam todas as iniciativas de unidade que possam enfrentar com força as políticas de desmonte e arrocho salarial implementadas pelos governos federal, estaduais e municipais.

 

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Educación en valores, reflexiones sobre el artículo Ecología hoy: una apuesta por la vida de Leonardo Boff

Belén T. Orsini-Pic

26/02/2016

En el artículo titulado Ecología hoy: una apuesta por la vida, Leonardo Boff, escritor, filósofo, educador, ecologista y sacerdote brasileño, evidencia una vez más la emergencia de la humanidad por hacer frente a la deriva de la modernidad con sus esquemas desarrollistas, racionalidad antropocéntrica y cartesiana que desprecia la naturaleza y a los pueblos que viven en comunión con ella.

Boff se refiere al reciente libro: La apuesta por la vida: imaginación sociológica e imaginarios sociales en los territorios ambientales del Sur (Siglo XXI) del mexicano Enrique Leff como oportunidad de encarar las tentativas de cambios a partir de la interrogación de cuáles serían las condiciones adecuadas para la vida en un mundo donde la amenaza se cierne en forma permanente.

Entiende que la re-construcción ética y política que apunta hacia la idea del Buen Vivir pone de manifiesto la necesidad de cambiar las prácticas y los valores sociales, junto con las instituciones políticas que los sustentan, lo que implica además una nueva concepción epistemológica de realizar la vida en el mundo.

Reflexiona sobre la necesidad de una nueva conciencia transformadora capaz de incidir sobre la realidad social, política, cultural y económica, que viene como resultado de la maduración del pueblo consciente y en constante organización, asumiendo espacios de poder, del progresivo reconocimiento de las raíces ancestrales como base para los cambios planteados, desde el valor de los pueblos indígenas y su ejemplo de vida comunitaria respetuosa de la madre tierra, del reconocimiento de los derechos en tanto estos forman parte de las transformaciones estructurales, no por su reconocimiento en sí mismo, sino por la materialización de los cambios que han comprometido la voluntad de gobiernos progresistas en gran parte de nuestro continente y a escala planetaria, el rol de figuras emergentes como el Papa Francisco que advierte sobre las amenazas que se ciernen sobre toda la humanidad y emplaza a los líderes mundiales a establecer las bases de una nueva sociedad más ética en sus relaciones y en sus prácticas de convivencia.

Su apuesta se construye a partir de unas nuevas relaciones/otras orientadas por el buen vivir que se sustenta en la desmitificación del desarrollo como un proceso lineal en el devenir histórico, la vinculación de las humanas y los humanos con la naturaleza y la negación de continuar otorgando a las relaciones en la sociedad un carácter economicista en el que sólo privan las relaciones comerciales.

La reflexión es una invitación a provocar transformaciones culturales a partir de la descolonización del pensamiento occidental que vincula la “felicidad” con la acumulación material. En este sentido se revaloriza el Sumak Kawsay o buen vivir que reclama espacios liberadores en los cuales la felicidad y la plenitud del ser no puede, ni debe estar supeditado a las posesiones materiales, por el contrario, su propuesta transgresora es abrazar la plenitud espiritual a partir de una nueva conciencia desde la cual sean posibles los diálogos de las diversidades en sintonía con el respeto a la dignidad humana, a la paz, a la justicia, a la realización de las diversidades socio-culturales-políticas y éticas que forman parte de la vida.

El Presidente Indígena y hermano Evo Morales afirmaba en el año 2008: “yo siento que este milenio debe ser el milenio de la vida, de la igualdad, de la justicia, respetando nuestra identidad, apostando por la dignidad humana” y en sintonía con su pensamiento y acción, acompañamos las luchas para lograr esa dignidad humana como única posibilidad de sobrevivencia de quienes habitamos esta casa común que es la Tierra.
En concordancia con el teólogo de la liberación Leonardo Boff y suscribiendo los planteamientos del histórico líder indígena Evo Morales, pensamos que el acto pedagógico debe desplegarse como ejercicio ético que abra espacios y sensibilidades para que se logre el aprendizaje en valores habida cuenta que son estos los pilares espirituales de todo ser humano, los que alimentan la personalidad y propician las condiciones para la vida en comunidad.

Ver el artículo en leonardoboff.wordpress.com/2015/10/05/ecologia-hoy-una-apuesta-por-la-vida/

Belén T. Orsini-Pic

Profesora/MSc. en Investigación Educativa y en Integración Regional

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